Primer momento Segundo momento 2 3

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Primer momento
¿Qué cosas me digo de mí mismo/a con más frecuencia?
¿Qué cosas me reprocho habitualmente?
¿Qué cosas me alabo frecuentemente?
Tiempo personal
Tiempo para compartir con otros
Segundo momento
Señor Jesús, nos hemos reunido en tu nombre
y sabemos por la fe
que estás en medio de nosotros
para enseñarnos como maestro,
para curarnos como médico,
para guiarnos como pastor,
para querernos como hermano,
para alegrarnos como fuente del gozo,
de la esperanza y de la vida.
Haznos sensibles
a la acción de tu Espíritu
que construye y alienta
nuestra comunidad de animadores.
Que no huyamos de las tensiones
que pueden surgir entre nosotros,
sino que acer temos a superarlas
desde la transparencia evangélica,
la aceptación en la fe
y el diálogo humilde,
abier to y confiado.
Para rezar por los otros...
En base a lo compartido busco aquello por lo
que rezar por mis compañeros, aquello que
más necesita o quiere desarrollar.
Lo compartiremos en la oración de la noche.
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Danos el coraje para enfrentarnos
a nuestra propia verdad.
Que no caigamos en la tentación de confundir
paz con evasión,
la fidelidad con la rigidez,
la franqueza con la agresividad,
el diálogo con la palabrería,
la comprensión con la huida de los problemas,
la benevolencia con la falta de radicalidad.
Que nuestra fraternidad siga creciendo
hasta que no tengamos
más que un sólo corazón y una sola alma,
hasta que nos amemos unos a otros
como tú nos has amado.
3
Retiro - ficha 1
Para rezar y compartir
Señor, tú me sondeas y me conoces,
tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares.
Tú creaste mis entrañas,
me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras!
Antes que la palabra esté en mi lengua,
tú, Señor, la conoces plenamente;
me rodeas por detrás y por delante
y tienes puesta tu mano sobre mí;
una ciencia tan admirable me sobrepasa:
es tan alta que no puedo alcanzarla.
Tú conocías hasta el fondo de mi alma
y nada de mi ser se te ocultaba,
cuando yo era formado en lo secreto,
cuando era tejido en lo profundo de la tierra.
Tus ojos ya veían mis acciones,
todas ellas estaban en tu Libro;
mis días estaban escritos y señalados,
antes que uno solo de ellos existiera.
¿A dónde iré para estar lejos de tu espíritu?
¿A dónde huiré de tu presencia?
Si subo al cielo, allí estás tú;
si me tiendo en el Abismo, estás presente.
Si tomara las alas de la aurora
y fuera a habitar en los confines del mar,
también allí me llevaría tu mano
y me sostendría tu derecha.
Si dijera: “¡Que me cubran las tinieblas
y la luz sea como la noche a mi alrededor!”,
las tinieblas no serían oscuras para ti
y la noche sería clara como el día.
¡Qué difíciles son para mí tus deseos!
¡Y qué inmenso, Dios mío,
es el conjunto de ellos!
Si me pongo a contarlos,
son más que la arena;
y si terminara de hacerlo,
aún entonces seguiría a tu lado.
Salmo 138
Si me permiten una advertencia en Cristo, una exhortación afectuosa, algo que
proceda del Espíritu y que me sugiere la ternura y la compasión, les ruego que
hagan perfecta mi alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor,
un mismo corazón, un mismo pensamiento. No hagan nada por rivalidad o
vanagloria, y que la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a
ustedes mismos. Que cada uno busque no solamente su propio interés, sino
también el de los demás.
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Filipenses 2, 1-4
Portarse
bien
con uno
mismo
«Vengan a mí todos los que están afligidos y
agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes
mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y
humilde de corazón, y así encontrarán alivio.
Porque mi yugo es suave y mi carga liviana»
Mt 11, 28-30
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