Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional LA REFORMA CONSTITUCIONAL EN CHILE JOSÉ MANUEL MARTÍNEZ SIERRA Profesor Titular de Derecho Constitucional Catedrático Jean Monnet de Derecho Constitucional Europeo Universidad Complutense COVADONGA FERRER Profesora Colaboradora honorífica Becaria FPU del Departamento del Derecho Constitucional Universidad Complutense “Tenemos, por fin, una Constitución democrática, acorde con el espíritu de Chile, con el alma permanente de Chile. Representa nuestro mejor homenaje a la Independencia, a las Glorias Patrias, a la gloria y a la fuerza de nuestro entendimiento nacional. Esta nueva Constitución constituye uno de nuestros más importantes legados para el Chile del bicentenario, para las nuevas generaciones a las que tocará tomar en sus manos la dirección de nuestra comunidad política y llevarla hacia un Chile más democrático, más justo, más libre e igualitario, para el bien de todos y cada uno de sus habitantes” RICARDO LAGOS ESCOBAR SUMARIO.I. Introducción II. El camino hacia la reforma constitucional III. Sobre la naturaleza constitucional de la Constitución Chilena IV. Sistema Político: Jefatura del Estado y Parlamento V. Los enclaves autoritarios VI. Conclusiones I. INTRODUCCIÓN Se dice comúnmente que Chile, junto con Argentina, es la Latinoamérica más europea. Para nuestra sorpresa, cuando se dice se pretende agasajar, y para mayor sorpresa, muchos recipiendarios del halago lo entienden como tal. Dentro del pequeño mundo de los constitucionalistas posiblemente no quepa halago o desdén similar, no creemos que pueda afirmarse que los constitucionalistas chilenos son los más europeos de Latinoamérica, aun siendo muy europeos. Creemos que, como norma, todos los constitucionalistas somos demasiado gregarios de mentes europeas que, cuando menos, peinan canas. Reafirmamos esta última idea en Valparaíso, gracias a la invitación y participación en XXXV Jornadas de la Asociación de Derecho Público Chileno. Esta realidad no se corresponde con la sociología electoral ni con el constitucionalismo Latinoamericano de hoy. Podríamos decir que el constitucionalismo Latinoamericano es un constitucionalismo en alza, por el momento constituyente que viven varios países desde hace años, frente al constitucionalismo europeo, que es un constitucionalismo en declive, en buena medida por el proceso (des)constituyente europeo1. 1 Esta idea ha sido formulada por Carlos de Cabo en las ponencias inaogurales del Seminario Internacional del Instituto de Estudios Iberoamericanos de 2005 y 2006. En apoyo de dicha afirmación: Roberto Viciano y Rubén Martínez, Cambio político y proceso constituyente en Venezuela, Universidad Carlos III, 2000; Pablo Iglesias y Jesús Espasandin, Bolivia en Movimiento, CEPS, 2007; José Manuel Martínez Sierra, “La Constitución Europea ¿Qué papel cumple en este momento? Una lectura crítica”, Documentación Social, nº 134, 2004, pp. 22-38. 1 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional Chile, en lo referente a la sociología electoral y al sistema de partidos se encuentra en una vía única, marcada aún de forma determinante por la dictadura de Pinochet. La necesidad de mantener un bloque político de coalición, frente al polo conservador heredero de Pinochet y amamantado en el pinochetismo sociológico, no permite, tantos años después del fin formal de la dictadura, el libre desenvolvimiento de los partidos políticos y en consecuencia de la sociología electoral. La Constitución de Chile es también fruto de la alargada sombra de la dictadura. La reforma que ahora nos ocupa, la más importante en la historia de la Constitución vigente, ha sido un intento de reducir su presencia, para alguno incluso de eliminarla. Este trabajo pretende evaluar el éxito o fracaso del intento analizado las principales variables de la reforma y su contexto. Para emitir dicho juicio, se hace necesario contextualizar históricamente la reforma, tarea que se aborda de inmediato en el epígrafe titulado el camino hacia la reforma constitucional de 2005. De forma mediata abordaremos la discutida naturaleza constitucional de la Constitución Chilena, haciendo especial énfasis en el alcance de la cobertura que la presente reforma realiza sobre Constitución de la dictadura. Otro aspecto cardinal a abordar es sistema Político, particularmente las reformas que afectan a la Jefatura del Estado y al Parlamento, por ser cardinales de cara al juicio sobre la permanencia del presidencialismo que Pinochet diseño para sí, en su esperanza de ser gobernante electo y, en consecuencia, para un liderazgo personalísimo. Por último, con carácter previo a las conclusiones, analizaremos los denominados enclaves autoritarios, que son aquellos que el dictador diseño como seguro de vida a los intereses militares. II. EL CAMINO HACIA LA REFORMA CONSTITUCIONAL La reforma constitucional de 2005 fue promulgada mediante Ley Nº 20.0502, que dio origen al texto refundido, coordinado y sistematizado contenido en Decreto Supremo Nº 100, Segpres, y que fue objeto de firma en una solemne e histórica ceremonia realizada en La Moneda el 17 de septiembre de 2005. La reforma, el decimoséptimo cambio introducido en el Código Supremo de 1980, es un cambio sólo comparable al de la reforma producida en 1989. La reforma de 1989 tuvo por objeto intentar habilitar el mínimo espacio constitucional y democrático imprescindible, en un texto no constitucional, para permitir que la democracia pudiese florecer, tras el letargo dictatorial y sin la activación de un poder constituyente democrático. La reforma de 2005 aquí analizada tuvo por objeto democratizar la Norma Fundamental plenamente, eliminando lo que la doctrina chilena ha denominado los “enclaves autoritarios” de la Constitución. Enclaves que hasta la reforma de 2005 dejaban patente en la Norma Fundamental su marchamo dictatorial. Una característica trascendente de esta reforma constitucional es ser la única realizada por consenso global desde el fin de la dictadura. De hecho, la historia chilena no se caracteriza por grandes consensos políticos, solamente encontramos un antecedente equiparable al estudiado, aun en contexto muy distinto, a saber: el Pacto de Garantías Democráticas de octubre de 1970, en virtud del cual el presidente Salvador Allende consiguió el apoyo del Partido Demócrata Cristiano para alzarse con la presidencia de la República el 4 de noviembre de 1970. La búsqueda del predicho pacto provocó que la reforma haya disfrutado del mayor periodo de reflexión de la historia constitucional chilena, dicha afirmación se refrenda ciertamente si atendemos a su maduración en sede parlamentaria. La reforma, 2 Publicada en el Diario Oficial el 26 de agosto de 2005. 2 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional fue promovida por dos mociones: una de senadores de la Alianza por Chile3 y otra de senadores de la Concentración por la Democracia4. Pero aunque ambas fueron presentadas a mediados de 2001, fueron precedidas de una década de negociaciones, acuerdos y desacuerdos. El tramo final del proceso estuvo marcado por dos momentos. El primero, el Protocolo firmado en octubre de 2004 entre el Gobierno, la Alianza y la Concentración5. Este Protocolo fue fraguado en sede del Senado a doble banda, de un lado, entre el Gobierno y la Concentración; de otro, entre el Gobierno y la Alianza. Este acuerdo pretendió tener plasmación en la creación de una comisión mixta en sede parlamentaria. El fracaso en esta institucionalización desembocó en una solución sui generis, la creación de una Comisión oficiosa paritaria entre las dos cámaras -Congreso Nacional y Senado-. Dicha Comisión se encargó de concordar los acuerdos entre las dos fuerzas políticas con el Gobierno. Se ha puesto de manifiesto que la formula funcionó bien en líneas generales, destacando dos secuelas6. La primera secuela destacada, la más trascendente a los efectos de evaluar el poder de reforma, es de orden procedimental. La comisión paritaria optó como método de trabajo por la confidencialidad generalizada, lo que excluyó a la opinión pública del conocimiento acerca del avance de la reforma, y consecuentemente de posibilidad alguna de interactuación con las fuerzas políticas y con la ciudadanía. La segunda secuela hace referencia a la asimetría con la que ambas cámaras parlamentarias participaron en el proceso de reforma, así como a las consecuencias políticas derivadas de tal hecho. El Senado, por ejemplo, tardó años en pronunciarse definitivamente sobre el contenido de la reforma, dejando escasos meses a la Cámara Política, lo cual dificultó el acuerdo en esta última. Pese a ello, primó la voluntad de consenso y el Congreso en Pleno aprobó el proyecto de reforma con sólo tres votos en contra. Toda vez el Congreso en Pleno aprobó el proyecto de reforma, el trabajo por el consenso, en los términos expresados, se prolongó para hacer posible el veto presidencial al mismo. Éste, que contenía 27 numerales, actuó de facto como una tercera lectura, abordando elementos sustantivos como la reposición de aspectos rechazados en la Cámara de Diputados, como ocurrió con el control de la ética profesional; o cerrando aspectos no resueltos por las cámaras como el mecanismo de elección de algunos Ministros del Tribunal Constitucional. Junto con los mencionados, el veto presidencial también incluyó elementos propios de su naturaleza jurídica como corrección de errores. La recta final de la reforma encontró tres elementos de conflicto: el relativo al Tribunal Constitucional; el control ético de los profesionales por los colegios respectivos; y la aprobación del Tratado de Roma, así como de la Convención Interamericana sobre desaparición Forzosa de Personas. Debido a la presión militar, la aprobación de estos instrumentos internacionales fue el único aspecto sobre el que no se alcanzó consenso. Finalmente, como ya indicamos, el texto sería aprobado por unanimidad en la Cámara Baja y con la única oposición de tres senadores en el Senado, senadores designados por el Consejo de Seguridad Nacional y antiguos mandos de las Fuerzas Armadas y de la Policía Uniformada. 3 La moción de los senadores de la Alianza por Chile fue promovida por los senadores Chadwick, Diez, Larraín y Romero. Boletín nº 2526-07. 4 La moción de los senadores de la Concentración por la Democracia fue promovida por los senadores Bitar, Hamilton, Silva y Viera-Gallo. Boletín nº 2534-07. 5 Vid. texto del Protocolo en el Diario de Sesiones del Senado de 6 de octubre de 2005, Anexo de Documentos, pp. 216-217. 6 José Luis Cea Egaña, “Panorama general de la reforma”, en Francisco Zúñiga Urbina (Coor.), La Reforma Constitucional, Santiago, LexisNexis, 2005, p. 20. 3 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional El veto presidencial fue presentado y votado en el Senado el 16 de agosto, siéndolo en la Cámara Baja el día siguiente con el resultado adelantado. El día 18 sería finalmente promulgada y el 26 del mismo agosto entraría en vigor. El artículo 2° del texto (Ley Nº 20.050) facultó al Presidente de la República para que, teniendo presente lo dispuesto en el artículo 32 N° 8 de la Constitución Política de 19807, fijase un texto refundido, coordinado y sistematizado de la Constitución Política de la República. Dicho texto sería fijado por el Presidente de la República en el Decreto Supremo nº 100 el 27 de septiembre de 2005 (CPR). III. SOBRE LA NATURALEZA CONSTITUCIONAL DE LA CONSTITUCIÓN CHILENA Como sabemos, una Constitución, como casi toda norma, encuentra su naturaleza jurídica atendiendo básicamente a dos criterios: el material, el contenido de la norma; el orgánico-procedimental, el relativo al poder que la dicta y al procedimiento que se utiliza en su elaboración y aprobación. En ambos planos encontramos motivos para ser críticos con la naturaleza constitucional de la CPR. Aquí, aunque excede el objeto de este trabajo, es necesario recordar que la constitución precedente a la reforma es la aprobada en la dictadura con las reformas parciales y sucesivas que se han producido a lo largo de los años, tal y como hemos visto en el segundo epígrafe de este trabajo. De ahí que la necesaria reflexión sobre el poder constituido deba retrotraerse al momento histórico de 1980. Ubicados ahí, el juicio que atiende a la dimensión orgánica-procedimental resulta imposible de salvar a través del poder de reforma. Pese a esta realidad, conviene profundizar en los aspectos que, relacionados con esta dimensión y con la material, se modulan o transforman en esta reforma afectando a los aspectos medulares de la naturaleza constitucional de la norma suprema. Entrando en la reflexión sobre la supremacía constitucional encuentra un primer punto de reflexión en el artículo 2° de la Ley Nº 20.050 que, sin precisar más, facultó al Presidente de la República para, teniendo presente lo dispuesto en el artículo 32 N° 8 de la Constitución Política de 1980, “dictar” un texto refundido, coordinado y sistematizado de la Constitución Política de la República. El nuevo artículo 64 CPR8 reconoce la facultad del Presidente de la República de dictar decretos continentes del texto refundido a nivel legal. En consecuencia, ahora se le otorga a nivel constitucional la misma facultad antes restringida al plano de la Ley, lo cual, a todas luces y en este ámbito, elimina la distinción entre la Ley y la Constitución, así como la existente entre poder constituyente, poder de reforma y poder constituido. Ello puede afirmarse sin necesidad de introducirse en las limitaciones que el ejercicio de la refundición contiene y sin entrar en la médula del problema: la reforma opera sobre una norma no constitucional, la Constitución Política de 1980. Esta asimilación entre poder constituyente, poder de reforma y poder constituido se enfatiza al eliminarse el requisito de la ratificación de la reforma por el Congreso en 7 Artículo 32. Son atribuciones especiales del Presidente de la República: 8. “Ejercer la potestad reglamentaria en todas aquellas materias que no sean propias del dominio legal, sin perjuicio de la facultad de dictar los demás reglamentos, decretos e instrucciones que crea convenientes para la ejecución de las leyes” CPR Art. 32° N° 8 D.O. 24.10.1980. (Artículo 32. 6 CPR texto refundido). 8 “Sin perjuicio de lo dispuesto en los incisos anteriores, el Presidente de la República queda autorizado para fijar el texto refundido, coordinado y sistematizado de las leyes cuando sea conveniente para su mejor ejecución. En ejercicio de esta facultad, podrá introducirle los cambios de forma que sean indispensables, sin alterar, en caso alguno, su verdadero sentido y alcance.” Art. 64 CPR, LEY N° 20.050 Art. 1° N° 34 D.O. 26.08.2005. 4 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional Pleno. La única diferencia procedimental entre la reforma constitucional y el procedimiento legislativo radica en la facultad que ostenta el Presidente de la República para recurrir al plebiscito, en caso de que sea necesario dirimir desacuerdos entre el Jefe del Estado y el Parlamento, cuando el legislativo no apoye un veto presidencial. Si atendemos al quórum, la diferencia se difumina igualmente. Así, la diferencia de quórum entre la regla general de la reforma constitucional y la requerida para la aprobación de una Ley Orgánica constitucional es menor que la establecida en el plano de la legalidad entre la Ley Orgánica constitucional y la Ley de quórum cualificado9. Un último elemento cardinal que repercute en el juicio sobre la naturaleza jurídica constitucional de la norma estudiada es la desconstitucionalización de elementos cardinales que se encontraban en dicho plano antes de la reforma y, sensu contrario, la degradación constitucional realizada a través de la constitucionalización de elementos infraconstitucionales. Entrando en la desconstitucionalización y no constitucionalización de elementos intrínsecamente constitucionales, destacan los relativos a la organización política. Si nos asomamos a la “Composición y generación de la Cámara de Diputados y del Senado”, vemos cómo el artículo 47 CPR establece que la Cámara de Diputados está integrada por 120 miembros, por el contrario, el artículo 49 difiere al plano de la Ley Orgánica la composición del senado en consideración a las regiones del país10. La Regionalización, precisamente, pese a que se constituye en esta reforma como piedra angular de las “bases de la institucionalidad” y del nuevo modelo de Estado, pasa inmota por el momento constituyente, quedando pendiente, in totum, de desarrollo futuro en sede legislativa, gracias a una remisión a la ley sin adjetivar que se realiza en el mismo precepto en el se encumbra dicho modelo de Estado -Art. 3 CPR-11. Como adelantamos, junto con la desconstitucionalización y no constitucionalización de elementos intrínsecamente constitucionales, la degradación constitucional, a través de la constitucionalización de elementos infraconstitucionales, debe ser tenida en cuenta. El artículo 54. 1 in fine, preceptúa que “de conformidad a lo establecido en la ley” deberá darse debida publicidad a hechos que guarden relación con el tratado internacional, tales como: su entrada en vigor, la formulación y retiro de reservas, las declaraciones interpretativas, las objeciones a una reserva y su retiro, la denuncia del tratado, el retiro, la suspensión, la terminación y la nulidad del mismo. Sobre esta remisión a la ley se ha considerado que “si se trata de un deber cuya extensión y contenido depende, sin elementos normativos constitucionales propios, de la ley, su 9 La Ley orgánica constitucional requiere 4/7 de los diputados y senadores en ejercicio; por su parte, la reforma constitucional requiere 3/5 y 2/3 para la cualificada y la general. La diferencia de quórum entre la Ley orgánica constitucional y la Ley de quórum cualificado es de 61 a 69 diputados (21 a 22 senadores), una diferencia de 8 diputados; entre la regla general de la reforma constitucional y la requerida para la aprobación de una Ley orgánica constitucional es de 69 a 72 (22 a 23 senadores), una diferencia de 3 diputados. Por su parte, la Disposición Adicional Decimotercera establece un quórum cualificadísimo: “Las modificaciones a la referida Ley Orgánica sobre Votaciones Populares y Escrutinios que digan relación con el número de senadores, las circunscripciones existentes y el sistema electoral vigente, requerirán del voto conforme de las tres quintas partes de los diputados y senadores en ejercicio.” 10 “El Senado se compone de miembros elegidos en votación directa por circunscripciones senatoriales, en consideración a las regiones del país. La ley orgánica constitucional respectiva determinará el número de Senadores, las circunscripciones senatoriales y la forma de su elección.” Art. 49 CPR. 11 “Artículo 3º. El Estado de Chile es unitario. La administración del Estado será funcional y territorialmente descentralizada, o desconcentrada en su caso, de conformidad a la ley. Los órganos del Estado promoverán el fortalecimiento de la regionalización del país y el desarrollo equitativo y solidario entre las regiones, provincias y comunas del territorio nacional.” 5 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional inclusión en la Carta Fundamental carece de un sentido fundamental, no obliga al legislador en cuanto a la forma ni a los casos en que deberá darse esta publicidad, y a cualquier otro destinatario, lo remite a la regulación legal”12. El artículo 17 de la Constitución regula la pérdida de la calidad de ciudadano. Los dos motivos preexistentes a la reforma eran: por pérdida de la nacionalidad chilena; por condena a pena aflictiva. La reforma estudiada incorpora una tercera causa: “por condena por delitos que la ley califique como conducta terrorista y los relativos al tráfico de estupefacientes y que hubieren merecido, además, pena aflictiva”13. La reforma también establece que los que hubieren perdido la ciudadanía por las causales previstas en la tercera de las causas podrán solicitar su rehabilitación al Senado una vez cumplida la condena. Así nos encontramos, de un lado, con el estatuto común, para aquellos que perdieren la ciudadanía por condena a pena aflictiva, que la recuperarán de conformidad a la ley una vez extinguida su responsabilidad penal. Por otro lado, se constitucionaliza un estatuto específico para las conductas terroristas y el tráfico de estupefacientes con un procedimiento ad hoc en sede del Senado para la rehabilitación. Es decir, se constitucionaliza una reforma penal legal sin justificación desde la ortodoxia constitucional ni desde la naturaleza de los bienes jurídicos protegidos que podían perfectamente haberse mantenido en el estatuto común. IV. SISTEMA POLÍTICO: JEFATURA DEL ESTADO Y PARLAMENTO La batalla entre sistemas presidencialistas y parlamentarios, como sabemos, tiene en Latinoamérica un escenario claramente decantado hacia el presidencialismo fuerte, que intenta primar su supuesta estabilidad en el plano gubernamental así como su operatividad, frente a opciones, como el parlamentarismo o el semipresidencialismo, que priman la mejor articulación de la sociedad política y su implicación en la toma de decisiones. El presidencialismo que surge de la CPR de 1980, siendo diseñado cual traje a medida para un dictador y para una sociedad hibernada en el terror, apuesta por un caudillaje presidencial. En él, el Presidente de la República es el Jefe de Estado y de gobierno, con lo que acumula prácticamente todas las funciones ejecutivas reseñables y tiene en la Administración una correa de transmisión infinita, ejercitada a través de las potestades administrativas. Junto con las competencias estrictamente ejecutivas, el Presidente de la República de Chile es una de las jefaturas de Estado más introducidas en el poder legislativo, junto a la facultad de ejecutar leyes ostenta una amplísima potestad reglamentaria. En el plano presupuestario, propone el presupuesto al Parlamento, y una vez aprobado, lo ejecuta. Junto con lo expresado, el Presidente de la República despliega su poder erga omnes, interviene en el nombramiento de los jueces –y vela por la conducta ministerial, la de los órganos controladores, la del Tribunal Constitucional; designa igualmente a un Senador, a los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas y de los Carabineros, dispone de las fuerzas de aire, mar y tierra, y asume en caso de guerra la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas. Y dirige igualmente las relaciones exteriores de la República. 12 Eduardo Aldunate Lizana, “El fin de la Transición hacia una Constitución de poca importancia”, en Francisco Zúñiga Urbina (Coor.), La Reforma Constitucional, cit., p. 78. 13 Compárese la CPR Art. 17° Nº 3 D.O. 24.10.1980 con el Art. 1° N° 9 letra a) LEY N° 20 D.O. 26.08.2005.050 Art. 1° N° 9 letra a) D.O. 26.08.2005. 6 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional Si las competencias residenciadas en la Jefatura del Estado hacen de ella la principal piedra angular del sistema de gobierno, la debilidad del sistema de contrapesos refuerza su papel en una relación dialécticamente proporcional e inversa a la fortaleza del sistema democrático. El Presidente de la República no puede ser acusado por actos de gobierno de su administración salvo en el específico caso de que éstos hayan “comprometido gravemente el honor o la seguridad de la Nación”, o “infringido abiertamente la constitución y las leyes”. De darse estos supuestos extraordinarios, la destitución del máximo mandatario requiere dos tercios de los senadores en ejercicio. Para cerrar el sistema de control, debe recordarse que la Cámara de Diputados ejerce una fiscalización que no afecta a la responsabilidad política de los ministros del Estado, es decir, que no todos los actos de gobierno tienen cabida en el control político, quedando al descubierto el sistema y abierta la caja de Pandora de la judicialización infructuosa de la vida política. Afirma Francisco Cumplido: “El sistema de gobierno […] tiene un efecto importante sobre los partidos políticos, pues el inmenso poder que tiene el Presidente de la República en la práctica implica que todo el poder político se juegue en la elección del Presidente de la República, y los partidos políticos sean preferentemente partidos “electoralistas” y no propiamente de “gobierno y oposición””14. Esta realidad, según el autor citado, conlleva paradójicamente a que el Jefe del Estado tenga graves problemas incluso con los partidos políticos. Puede darse el caso de que éstos no asuman responsabilidades de gobierno, o que, como el caso de Piñera, la postulación por la jefatura del Estado esté al alcance de un liderazgo mediático y económico sin base político-social clara. Este cuadro se remata con el sistema de elección del Presidente de la República y su mandato. Como sabemos, el sistema de elección a doble vuelta, junto con la dependencia de los partidos del Presidente de la República descrita, provoca la articulación de los partidos en torno a dos bloques electorales monolíticos. Por su parte, el mandato de seis años, dos más que la legislatura, refuerza su papel por extender la influencia de un Presidente a dos legislaturas. La reforma incluye como elemento protagónico la reducción del mandato presidencial de 6 a 4 años, manteniendo la imposibilidad de la reelección15. Dicha reforma se completa con la adición de un inciso que constitucionaliza la coincidencia en el tiempo de la elección presidencial y la de parlamentarios16. Dicha coincidencia incide en dos aspectos importantes: De forma sustantiva, elimina la influencia del Jefe del Estado sobre dos legislaturas. Esta influencia cardinal se actualiza, bien a través de otorgar al Jefe del Estado un mandato superior, bien a través de la superposición en el tiempo de los mandatos. De forma subsidiaria pero coadyuvante, la coincidencia de mandatos y la coincidencia de las elecciones al Parlamento y a la jefatura del Estado contribuirán a la debilitación de la influencia del Presidente, y en menor medida de los candidatos presidenciables en el sistema de partidos, en la forma perniciosa antes descrita, que 14 Francisco Cumplido Cereceda, “Reforma constitucional y régimen político”, en Francisco Zúñiga Urbina (Coor.), La Reforma Constitucional, cit., p. 121. 15 “El Presidente de la República durará en el ejercicio de sus funciones por el término de cuatro años y no podrá ser reelegido para el período siguiente.” LEY N° 19.295 Art. Único D.O. 04.03.1994; LEY N° 20.050 Art. 1° N° 13 D.O. 26.08.2005. 16 “El Presidente de la República será elegido en votación directa y por mayoría absoluta de los sufragios válidamente emitidos. La elección se efectuará conjuntamente con la de parlamentarios, en la forma que determine la ley orgánica constitucional respectiva, noventa días antes de aquél en que deba cesar en el cargo el que esté en funciones.” Vid. CPR Art. 26° D.O. 24.10.1980; LEY N° 19.643 Art. Único Nº 1 D.O. 05.11.1999; LEY N° 20.050 Art. 1° N° 14 letra a) D.O. 26.08.2005. 7 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional sobredimensiona su papel electoral y minimiza su rol articulador y movilizador de la diversidad de opciones políticas y participación ciudadana. Es decir, este aspecto de la reforma contribuirá al proceso de emancipación de los partidos de sus líderes y de la coordinación de las dos grandes coaliciones, dicho efecto será visible en la vida parlamentaria y, necesariamente, deberá convivir con la tradicional tensión bipartidista del sistema político y la elección presidencial. La tensión bipartidista que generan el sistema político y la elección presidencial, añadido a la tensión de bloques políticos por la razón del pinochetismo, ha impedido la madurez del sistema de partidos chileno, que necesariamente implica un encaje adecuado con una sociología electoral plural y no bipolar. En el plano institucional, este encaje tiene una importancia cardinal en el viaje hacia la parlamentarización que esta reforma conlleva, aun de forma timorata. Este viaje hacia la parlamentarización del sistema político o, lo que quizá sería más correcto, hacia un semipresidencialismo sui generis, tiene necesariamente que completarse con las facultades y prerrogativas recíprocas de la Presidencia de la República y del Parlamento. Entrando en las de la Presidencia de la República respecto al Parlamento, es de destacar que la reforma suprima la atribución de convocatoria de legislatura extraordinaria, que era sin duda un pilar fundamental del poder de aquélla sobre el legislativo y el sistema en su conjunto. En sentido contrario, y de alguna forma compensatorio, se otorga a la Presidencia de la República la “atribución” de “pedir […] que se cite a sesión a cualquiera de las ramas del Congreso Nacional”17. A pesar de que formalmente la atribución consiste en “pedir” que se cite a cualquiera de la cámaras legislativas, la adición deja claro que no es disponible para la máxima autoridad parlamentaria la citación a sesión, ni el momento de la citación, que deberá ser el mínimo imprescindible: “En tal caso [de petición], la sesión deberá celebrarse a la brevedad posible”18. Por último, dentro del campo de las delegaciones legislativas, como ya vimos, tras la reforma, el artículo 64 CPR19 “autoriza” al Presidente de la República a dictar decretos continentes de “texto refundido, coordinado y sistematizado de las leyes cuando sea conveniente para su mejor ejecución”. Dicha facultad se establece “sin perjuicio” de la delegación legislativa ortodoxa preexistente, en la que la autorización del Congreso Nacional al Presidente para dictar disposiciones con fuerza de ley tiene las ortodoxas limitaciones temporales - plazo no superior a un año- y materiales: no podrá extenderse a la nacionalidad, la ciudadanía, las elecciones ni al plebiscito, a materias comprendidas en las garantías constitucionales o que deban ser objeto de leyes orgánicas constitucionales o de quórum calificado; tampoco podrá comprender facultades que afecten a la organización, atribuciones y régimen de los funcionarios del Poder Judicial, del Congreso Nacional, del Tribunal Constitucional ni de la Contraloría General de la República. 17 Artículo 32. “Son atribuciones especiales del Presidente de la República: […] 2º. Pedir, indicando los motivos, que se cite a sesión a cualquiera de las ramas del Congreso Nacional. En tal caso, la sesión deberá celebrarse a la brevedad posible;” CPR Art. 32º Nº 2 D.O. 24.10.1980; LEY N° 20.050 Art. 1° N° 18 letra a) D.O. 26.08.2005. 18 CPR Art. 32º Nº 2 D.O. 24.10.1980; LEY N° 20.050 Art. 1° N° 18 letra a) D.O. 26.08.2005. Vid. supra cit. 19 “Sin perjuicio de lo dispuesto en los incisos anteriores, el Presidente de la República queda autorizado para fijar el texto refundido, coordinado y sistematizado de las leyes cuando sea conveniente para su mejor ejecución. En ejercicio de esta facultad, podrá introducirle los cambios de forma que sean indispensables, sin alterar, en caso alguno, su verdadero sentido y alcance.” Art. 64 CPR, LEY N° 20.050 Art. 1° N° 34 D.O. 26.08.2005. 8 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional El hecho de que esta autorización emane del poder de reforma y no del poder constituido legislativo, y que en consecuencia no esté sometida a las limitaciones de la delegación legislativa ortodoxa, justifica la constitucionalización de dos límites: que el texto refundido sea conveniente para la mejor ejecución de las leyes objeto del mismo; que los cambios introducidos no alteren su verdadero sentido y alcance. Los límites son coherentes aunque la hermenéutica puede encontrar rincones en el verdadero sentido y alcance. Como adelantamos, el viaje desde el presidencialismo hacia un semipresidencialismo sui generis, tenía necesariamente que completarse con las facultades y prerrogativas del Presidente de la República hacia el Parlamento, que recién nos acaba de ocupar, y del Parlamento hacia el Presidente de la República y su gobierno, que nos ocupa de forma inmediata20. Dentro del control y exigencia de responsabilidad al Gobierno, la CPR desde su génesis consideró, entre las atribuciones exclusivas de la Cámara de Diputados, la de fiscalizar los actos del Gobierno. Sin embargo, los instrumentos para ejercer esta atribución eran débiles21. La reforma constitucional estudiada fortalece los mismos: constitucionalizando las comisiones de investigación, regulando la citación e interpelación de los ministros y vinculando al Presidente de la República en relación con los acuerdos u observaciones que le dirija la Cámara. Veamos las instituciones con algún detalle. Sin duda, la constitucionalización de la posibilidad de crear comisiones especiales investigadoras es un elemento cardinal en el ámbito aquí tratado. Hasta la reforma, su reconocimiento se establecía en el Reglamento de la Cámara de Diputados y su aplicación y trascendencia política eran limitadísimas. Dicha limitación se debía, en buena medida, al quórum necesario para su activación, la mayoría, que hasta la fecha es de la que han dispuesto los Presidentes y sus gobiernos. Superando este elemento, el quórum necesario para la activación constitucionalizado es de 2/5, lo cual abre a las minorías parlamentarias el control del Gobierno, que es tanto como decir que se abre realmente. Además, en pos de dotarlas de la máxima operatividad y reforzamiento de las minorías, solamente se requerirá un tercio de sus miembros para despachar citaciones y solicitar antecedentes. Por último, huelga recordarlo, los sujetos pasivos de las investigaciones -los Ministros de Estado, los demás funcionarios de la Administración y el personal de las empresas del Estado- estarán obligados a comparecer y a suministrar los antecedentes y las informaciones que se les soliciten. En el debe de la constitucionalización mencionada se encuentra la sombra de la no inclusión final, pese a haber estado en el proyecto, de la posibilidad de adoptar acuerdos de Sala, que pudieran ser puestos en conocimiento de los órganos pertinentes para su conocimiento y efectos: Gobierno, Tribunales de Justicia, Contraloría General de la República y del Consejo de Defensa del Estado. Desde este punto, sin solución de continuidad, enlazamos con el gran fiasco de la constitucionalización de la institución estudiada: su objeto, que es única y exclusivamente el “de reunir informaciones relativas a determinados actos del Gobierno”. Ello, como veremos al concluir este apartado, convierte la vigorización de la fiscalización del Gobierno en sede de la Cámara baja en humo de pajas. 20 Vid. LEY N° 20.050 Art. 1° N° 24 D.O. 26.08.2005. Juan Carlos Ferrada Bórquez, “La Reforma constitucional a la fiscalización parlamentaria en la Constitución de 1980: un análisis preliminar”, Ius et Praxis, Ius Et Praxis, Vol. 8, nº1, 2002, pp. 461481; José Luis Cea Egaña, “Reforma de la fiscalización parlamentaria en Chile”, Revista de Derecho, Universidad Austral de Chile, vol. V, 1994, pp. 17-18.; José Luis Cea Egaña, “Fiscalización parlamentaria del Gobierno” Revista Chilena de Derecho, vol. 20, nº1, 1993. 21 9 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional Un elemento fundamental, dentro de la discusión sobre las comisiones especiales investigadoras, fue el de posibilitar la citación de los ministros de Estado. Tal posibilidad se incluyó, aunque limitando el número de citaciones por mor a impedir que las mismas sirvan para fines distintos a los propios de las comisiones. Si recordamos, para dotar de la máxima operatividad y reforzamiento a las minorías, solamente se requerirá un tercio de sus miembros para despachar citaciones y solicitar antecedentes a la citación de las minorías. Pues bien, se limita a tres el número de citaciones a los ministros por este procedimiento común, pudiéndose realizar las citaciones posteriores por mayoría absoluta de la Comisión. Las minorías parlamentarias, y la Cámara Baja en su conjunto, también salen reforzadas con la constitucionalización de la posibilidad de citar a un Ministro de Estado a petición de al menos un tercio de los diputados en ejercicio. Se trata aquí de una citación “a fin de formularle preguntas en relación con materias vinculadas al ejercicio de su cargo”22. Es decir, estamos ante un mecanismo de control genérico, que se ejerce en pleno y, en consecuencia, sin necesidad de vincularse a ninguna investigación específica en sede de una de las comisiones estudiadas. Por ultimo recordar que, antes de la reforma, la asistencia de un ministro ante la citación del Parlamento era voluntaria, ahora, la nueva redacción del artículo 52 1) b) reza: “La asistencia del Ministro será obligatoria y deberá responder a las preguntas y consultas que motiven su citación”. La valoración final solamente puede ser positiva desde la perspectiva comparativa, no puede ciertamente serlo desde la histórica ni desde la constitucional. Compartimos que el presidencialismo chileno, junto con otros elementos sociopolíticos, dista de haber sido ideal: se han debilitado el parlamento, el sistema de partidos y la articulación política de la sociedad civil. Dicha realidad demandaba un cambio hacia el único sentido posible, el parlamentarismo. Sin embargo, las reformas se han quedado a medio camino, estancándose en un semi-presidencialismo sui generis y tibio. Como afirma Francisco Cumplido: “las reformas sobre la fiscalización de los actos del Gobierno facilitan la creación de hechos políticos sin solución. En la práctica, introduce algunos elementos del sistema parlamentario de gobierno, sin las salidas que este tipo de gobierno exige, como la censura constructiva y la posibilidad de disolución del Parlamento y llamado a nuevas elecciones”23. Esta es la realidad que debe ser destacada y reprochada, siendo en balance bastante intranscendente la naturaleza jurídica de la “fiscalización”24. V. EL ESTATUTO CONSTITUCIONAL DE LAS FUERZAS ARMADAS, ORDEN Y SEGURIDAD PÚBLICA Como adelantamos, los enclaves autoritarios son, según uso común de la doctrina chilena, los espacios constitucionales más significativos no superados en la sempiterna transición, quistes de la dictadura en una Constitución que pretende ser democrática. El frontispicio de estos enclaves es el papel cupular y medular las Fuerzas Armadas, Orden y Seguridad Pública en el sistema. Dicho papel estaría marcado por tres momentos constitucionales. El Capítulo XI titulado “Fuerzas Armadas, Orden y 22 CPR Art. 48 Nº 1 D.O. 24.10.1980, LEY N° 20.050 Art. 1° N° 24 D.O. 26.08.2005. Francisco Cumplido Cereceda, “Reforma constitucional y régimen político”, en Francisco Zúñiga Urbina (Coor.), La Reforma Constitucional, cit., p. 121. 24 Un ejemplo, desde la perspectiva administrativista en Eduardo Cordero Quinzacara, “La potestad fiscalizadora de la Cámara de Diputados”, en Francisco Zúñiga Urbina (Coor.), La Reforma Constitucional, cit., p. 551. 23 10 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional Seguridad Pública”, siendo las Fuerzas Armadas las dependientes del Ministerio encargado de la Defensa Nacional y estando constituidas única y exclusivamente por el Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea. Capítulo XII titulado “Consejo de Seguridad Nacional”, siendo las Fuerzas de Orden y Seguridad Pública las integradas por los Carabineros e Investigaciones. En tercer lugar, dentro del Capítulo relativo al Congreso Nacional, lo referente a la composición del Senado. Si bien es cierto que, bajo algunos aspectos, la dictadura militar chilena encontraba referentes comunes en el destino de sufrimiento de los países vecinos de Suramérica25, por la irrupción de las dictaduras militares y por las repercusiones de su institucionalización; no lo es menos que los aspectos aquí abordamos, junto con las peculiaridades cruentas del pinochetismo, dotaron a dicha dictadura de una institucionalidad férrea que la hizo especialmente resistente. 5.1. El estatuto constitucional antes de la reforma constitucional de 2005 Conviene recordar que la Constitución chilena de 1925, en el numeral 7 del artículo 72, establecía que el Jefe de las Fuerzas Armadas y el General Director de carabineros debía ser nombrado por el Presidente de la República con mediación de acuerdo con el Senado. Este procedimiento se aplicaba al resto de altos cargos militares26. El Estatuto de Garantías de 1971, referente garantista en el contexto histórico y geográfico, disciplinó en la nueva redacción del artículo 22, relativo a la organización y características de los institutos armados: “son esencialmente profesionales, jerarquizadas, disciplinadas, obedientes y no deliberantes. Sólo en virtud de una Ley podrá fijarse la dotación de estas instituciones”. Para cerrar el sistema de sometimiento del ejercito a las instituciones democráticas, el artículo 23 establecía la “nulidad” para toda decisión ejercida por el poder constituido cuando se ejerciese “en virtud de presencia o requerimiento de un ejército o de un jefe al frente de una fuerza armada”, ya fuese: el Presidente de la República, la Cámara de Diputados, el Senado o los Tribunales de Justicia. Este sistema fue dinamitado por Pinochet, esencialmente a través del oficio que dirigió a la Comisión Constituyente de la Nueva Constitución Política de la República/Comisión Ortúzar27, aunque como es sabido, también se contó en el empeño con intervención del Consejo de Estado y de la Junta de Gobierno. La Comisión Ortúzar, inspirada por Pinochet, justificaba la omnipresencia e inmovilidad del poder militar en el sistema político constitucional en la alarma de la vuelta a las andadas comunistas, sirva como ejemplo de este sentir el informe de la Comisión Ortúzar: “una democracia moderna y vigorosa debe estar capacitada para defenderse de la demagogia y de los poderosos adversarios que están a su acecho prestos a destruirla y, entre ellos, especialmente del imperialismo totalitario que, para servir a sus afanes hegemónicos y expansionistas se infiltra en ella corroyendo sus bases esenciales hasta adueñarse de la soberanía de los Estados en una forma de guerra, distinta de la convencional; de toda 25 A título ilustrativo: Rubén Perina, “Participación política de los militares argentinos”, en Mundo Nuevo, Nº 7, Caracas, 1986; Alfred Stepan, Rethinking Military Politics. Brazil and the Southern Cone, Ed. Princenton University Press, Nueva Jersey, 1988. 26 Alejandro Silva Bascuñán, Tratado de Derecho Constitucional, Tomo IX, Jurídica de Chile, Santiago, 2003, p. 307. 27 El oficio se denominó “Orientaciones para el estudio de la nueva institucionalización” y se adjunto a la sesión Nº 379. Las sesiones pueden consultarse en Actas oficiales de la Comisión Constituyente de la Nueva Constitución Política de la República, Ed. Talleres Gráficos Gendarmería de Chile, Santiago de Chile, 1983. 11 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional otra forma de imperialismo que pretenda desconocer las bases esenciales de esta nueva institucionalidad y de la violencia terrorista que atenta contra los derechos fundamentales del hombre. No se trata de que la democracia tenga un tutor o protector, si no de que se preteja a si misma mediante adecuados instrumentos jurídicos que le dan vigor”28. Esta rationale justificaba, en opinión de la citada comisión, que los mandos no tuviesen como misión preservar los valores constitucionales, tal y como los interpretase el poder electo democráticamente, sino la de mantenerse “obedientes al ordenamiento institucionalidad y con una similitud orgánica a la independencia a la independencia interna de los tribunales de justicia”29; y en consecuencia estuviesen por encima del criterio político “peligroso en potencia para la seguridad nacional”30. La constitucionalización de las Fuerzas Armadas, Orden y Seguridad Pública llevada a cabo en la CPR de 1980, siguiendo la sesuda filosofía descrita, rompe con la regulación constitucional histórica e introduce el Título X, y dentro de él el artículo 90. Dicho precepto, más allá de las funciones comunes a las Fuerzas Armadas, las consideraba “esenciales para la seguridad nacional” y les otorgaba el papel de ser los “garantes del orden institucional” en exclusiva. Como ha señalado Mario Verdugo31, dicho precepto, de contenido altamente ideológico, debe contextualizarse en el marco de la guerra fría, y contribuyó a la función tutelar de la vida civil por parte del ejército en la lucha contra el “enemigo interno”. Y a su vez, la debida civilidad que se conectaba con el precepto citado, jugaba en relación con el “delito de opinión” establecido e el artículo 8 de la Constitución. El segundo jalón del giro dictatorial del Título X se produjo a través del título 93, que rezaba del siguiente tenor: “Los Comandantes en Jefe del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea, y el General Director de Carabineros serán designados por el Presidente de la República de entre los cinco oficiales generales de mayor antigüedad, que reúnan las calidades que los respectivos estatutos institucionales exijan para tales cargos, durarán cuatro años en sus funciones, no podrán ser nombrados para un nuevo período y gozarán de inamovilidad en su cargo. En casos calificados, el Presidente de la República con acuerdo del Consejo de Seguridad nacional, podrá llamar a retiro a los comandantes en Jefe del Ejército, de la Armada, de la Fuerza Aérea o al General Director de Carabineros, en su caso”. Dicho precepto jugaba junto con el numeral 18 del artículo 32 de la Carta Fundamental, que facultaba al Presidente para nombrar y remover a las máximas autoridades de las Fuerzas Armadas y Carabineros en la forma prevista en el citado artículo 93. Aquí, la norma consagraba un sistema que eliminaba la discrecionalidad del Jefe del estado de nombrar a los altos cargos militares, debiendo reducir su nombramiento entre el reducido número de “antiguos” establecidos. Junto con ello, una vez nombrados, se eliminaba la posibilidad removerlos creando un sistema de inamovilidad prácticamente absoluto32, por ser los casos calificados por los que el Presidente de la 28 Vid. “Informe final de la Comisión Constituyente de la Nueva Constitución Política de la República” de 16 de agosto de 1978, en Revista Chilena de Derecho, 1981, p. 151. 29 Vid. opinión de los comisionados Actas oficiales de la Comisión Constituyente de la Nueva Constitución Política de la República, cit., Sesión Nº 379, p. 2738. 30 Ibid. p. 2733. 31 Mario Verdugo Marinkovic, “Notas a la reforma constitucional en lo que atañe a las Fuerzas Armadas y Consejo de Seguridad Nacional”, en Humberto Nogueira Alcalá (Coor.), La Constitución reformada de 2005, Centro de Estudios Constitucionales-Universidad de Talca-Librotectia, 2005, pp. 500-5001. 32 Una posición menos tajante, como indica el título de su estudio, en Marisol Peña Torres, “El término de la inamovilidad relativa de los comandantes en jefe”, en Francisco Zúñiga Urbina (Coor.), La Reforma Constitucional, cit., pp. 711-725. 12 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional República, con acuerdo del Consejo de Seguridad Nacional, podía llamar a retiro a los comandantes en Jefe del Ejército tasados y ajenos al criterio político democrático del juicio que sobre su labor estableciese el Presidente o al Parlamento electo. Y por estar tener, como veremos, el Consejo de Seguridad Nacional una mayoría de uniformados. La muestra paradigmática de la fortaleza de la inamovilidad predicha, fue la incapacidad del primer presidente democrático tras la dictadura, Patricio Aylwin, para remover al “inamovible y antidemócrata” Comandante en Jefe, pese a llevar 8 años en el cargo peso a ser su mandato de 433. El tercer pilar del giro dictatorial ahora estudiado era el Consejo de Seguridad Nacional, ello en base a sus funciones y a su composición. Respecto a su composición, según el artículo 85 de las Constitución de 1980, el Consejo quedó integrado por siete miembros con voz y voto, a saber: el Presidente de la República, el Presidente del Senado y el Presidente de la Corte Suprema (los tres poderes del Estado); más los Comandantes en Jefe de cada una de las tres ramas de las Fuerzas Armadas y el Director General de Carabineros. Junto con ellos se encontraban 5 ministros del Estado con voz pero sin voto. En consecuencia, la mayoría decisoria del Consejo dependía de los miembros militares, los cuales como hemos visto, eran prácticamente inamovibles. Respecto a su funcionamiento y prerrogativas destacaban las siguientes34: la de asesorar al Presidente de la República en materias vinculadas con la seguridad nacional y la de velar por el respeto del ordenamiento fundamental de la República (Art. 96);; la obligación del Jefe del Estado de oírlo antes de declarara la guerra (Art. 32 Nº 21); igualmente de cara a la entrada de tropas extranjeras en el territorio de la República y para la salida de tropas nacionales fuera de él (Art. 60 Nº 13 y (Art. 96, letra c); la información en materia de fijación de los contingentes de fuerzas de aire, mar y tierra; la de determinar la calificación de peligro de guerra exterior, requisito previo para posibilitar que el Banco Central otorgase créditos al Estado y a las instituciones no financieras públicas o privadas (Art. 98); prestar su acuerdo para que el Presidente de la República declarase los estados de asamblea, emergencia y catástrofe, o aplicara de inmediato el estado de sitio mientras el Congreso Nacional se pronunciaba sobre su declaración (Art. 40 Nºs. 1, 2, 3 y 4). Junto con las mencionadas, destacan tres mencionamos separadamente por su importancia mayúscula. En primer lugar su papel decisivo en la inmovilidad de los Comandantes en Jefe del Ejército, de la Armada y de la Fuerza Aérea, y el General Director de Carabineros, pues solamente podían se llamados a retiro por el Presidente de la República previo “acuerdo” con el Consejo, lo cual, con buen criterio determinaba el juicio sobre la adjetivación de la inamovilidad: “el argumento de que la inamovilida es sólo relativa y no absoluta, constituye un sofisma, por cuando es obvio que el Presidente de la República no pue3de exponerse a que su petición de remoción sea rechazada. Es más, puede ser ella acogida, pero con votación dividida, lo que también obligaría a problemas para la estabilidad institucional”. En segundo lugar, el Consejo de Seguridad Nacional tenía atribuida la función de nombrar a miembros en el Senado y el Tribunal Constitucional: así elegir a cuatro senadores con un mandato de 8 años “Un ex comandante en Jefe del Ejército, uno de la Armada, otro de la Fuerza Aérea, y un ex General Director de Carabineros que hayan desempeñado el cargo a lo menos por dos años”; elegir a dos ministros del tribunal 33 Sobre este asunto y los negativos efectos de la inamovilidad absoluta ver Felipe Portales, Chile: Una Democracia Tutelada, Ed. Sudamericana, Santiago, 2000, pp. 493-494. 34 En detalle, Raúl Bertelsen Repetto, “Consejo de Seguridad Nacional”, en Francisco Zúñiga Urbina (Coor.), La Reforma Constitucional, cit., pp. 729 y ss. 13 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional Constitucional de entre los abogados que cumpliesen los requisitos establecidos (Art. 81, letra c), lo cual se traducía en dotar de perfil conservador al menos a dos miembros del alto tribunal. En último lugar, siendo seguramente el de mayor importancia, destaca el denominado resguardo del orden institucional35, que consistía en “representar, a cualquiera autoridad establecida por la Constitución, su opinión frente a algún hecho, acto o materia, que a su juicio atente gravemente en contra de las bases de la institucionalidad o pueda comprometer la seguridad nacional” (Art.96 letra c). La reforma constitucional de 1989 dejaría la siguiente redacción al prefecto: “Hacer presente, al Presidente de la República, al Congreso nacional O al Tribunal Constitucional, su opinión frente a algún hecho, acto o materia que, a su juicio, atente gravemente en contra de las bases de la institucionalidad o pueda comprometer la seguridad nacional.” Si resulta claro que hay una modificación literal de los recipiendarios de las misivas del Consejo, que encierra una reducción de los mismos y una proporcional disminución del impacto, es más discutido el inciso inicial del precepto. Se ha afirmado que ““hacer presente” en lugar de “representar” no entrañó una merma en el alcance jurídico de la atribución del Consejo de cautelar el respeto de las bases de la institucionalidad nacional […] no tenia el alcance de ser un rechazo al ejercicio de una facultad de otro órgano del estado, equivalente a la representación de la contraloría de los decretos y reglamentos dictados por el Presidente de la República. […] Pero aunque semántico y como una nueva fórmula para expresar mejor el significado de la atribución del Consejo, el cambio no deja de tener una implicancia política, pues precisa que no estaba entre las facultades del órgano la de ejercer una especie de veto respecto de las actuaciones de las autoridades constitucionales.”36 5.1. El estatuto constitucional en la reforma constitucional de 2005 El estatuto constitucional de las Fuerzas Armadas, Orden y Seguridad Pública, tanto por los aspectos originarios de su configuración en 1980, como por el resultado global obtenido tras la reforma constitucional de 1989, mereció y merece críticas severas desde la perspectiva democrática y del Estado de Derecho: Se ha afirmado, poniendo la carga en sus elementos aconstitucionales, que el estatuto de militar no encuentra parangón en el constitucionalismo comparado37; que las “independientes y obedientes del orden institucional [desconociendo que] aquel que gobierna no es la institucionalidad, sino el gobernante”38; Que “la atribución del Consejo de Seguridad Nacional, sumada a la inamovilidad de los Comandantes en Jefe por cuatro años desde su nombramiento, excepto acuerdo del propio Consejo, en cuya constitución los miembros de la FF.AA. tienen mayoría, transformándolas en un verdadero poder, de 35 La lógica militar y doctrinal que justificaba dicho enclave constitucional en Gustavo Cuevas Farren, “Modificaciones constitucionales a los Capítulos XI sobre las Fuerzas Armadas, del Orden y Seguridad Pública, y XII sobre el Consejo de Seguridad Nacional”, en Francisco Zúñiga Urbina (Coor.), La Reforma Constitucional, cit., pp. 743-744. 36 Raúl Bertelsen Repetto, “Consejo de Seguridad Nacional”, cit.,p. 736. 37 Alejandro Silva Bascuñan, Tratado de Derecho Constitucional, cit., 313. Dicha valoración se ha considerado equivocada, trayéndose a colación estatutos constitucionales de las fuerzas armadas de países como: Siria, Egipto, Guinea Ecuatorial o Polonia, en concreto, Marisol Peña Torres, “El término de la inamovilidad relativa de los comandantes en jefe”, cit., p.723. 38 Oscar Godoy, “¿Pueden las Fuerzas Armadas ser garantes de la democracia?”, Revista de Estudios Públicos, Nº 61, 1996, p. 287. 14 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional acuerdo con la doctrina constitucional y las sitúa en la cúspide del ordenamiento político chileno”39. La posición constante de la mayoría de la doctrina, desde la caída del dictador, a favor de la reforma constitucional en esta materia40, encontró apoyo suficiente que no holgado en la administración Lagos41. En resultado final puede resumirse en los siguientes puntos. Un primer grupo de reformas podrían calificarse como destinadas a eliminar la presencia del “poder militar” en los poderes constituidos democráticamente. Ahí sin duda destaca la supresión de los senadores institucionales o designados, entre los que se encontraban un ex Comandante en Jefe de cada una de las ramas de las Fuerzas Armadas y un ex General Director de Carabineros designados por el Consejo de Seguridad Nacional (Art. 49). Por otro lado, destaca la consagración de una inhabilidad específica para ser candidato a diputado o senador en relación con quienes hayan desempeñado el cargo de Comandante en Jefe de alguna de las ramas de las Fuerzas Armadas, General Director de Carabineros o Director General de la Policía de Investigaciones, o que hubiesen sido oficiales de las Fuerzas Armadas o de las Fuerzas de Orden y seguridad Pública dentro del año inmediatamente anterior a la elección (numeral 10 del Art. 57). En último lugar, se elimina la facultad del Consejo de Seguridad Nacional de designar a cuatro a miembros en el Senado y dos del Tribunal Constitucional Un segundo grupo de reformas podrían calificarse como destinadas a eliminar la incidencia del “poder militar” en el sistema político constitucional, aquí nos referimos a la ejercida, no por su presencia a en los poderes constituidos democráticamente sino por los efectos que irradia desde sus sedes. Destaca aquí sin duda la eliminación de la función de garantía de la institucionalidad como competencia exclusiva de la Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile (Art. 101), pasando a ser competencia compartida de todos los órganos del estado (inciso 1º Art. 6). Es decir, no se suprime la función de las predichas fuerzas en la predicha garantía, se incluye al poder constituido electo democráticamente, quedando a nuestro entender abiertas las derivas de la interpretación autónoma de aquellas sobre cual es la institucionalidad y cual su función de garantía respecto a la misma, pues la inclusión de nuevos garantes no se conecta con la distinta naturaleza democrática de la misma y la supeditación jerárquica de una a la otra, también en el plano de la preservación de la institucionalidad. Respecto a la inmovilidad de los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y del General Director de Carabineros, tal y como fue analizada, se suprime, sustituyéndola por un sistema según el cual pueden ser llamados a retiro mediante Decreto fundado del Presidente de la República, previo informe a la Cámara de Diputados y al Senado (inciso 2 º del Art. 104). Pese a lo esperado y necesario de la eliminación de este pilar del enclave autoritario, curiosamente no falta doctrina que critique la reforma según el principio constitucional del sistema de contrapoderes: “La sola idea de una potestad omnímoda, no sujeta a mínimos contrapesos, parece, sin duda, contraria a dicho avance, con mayor 39 Francisco Complido, “Las fuerzas Armadas en la Constitución 1980”, en Constitución 1980. Estudio crítico, Ed. ConoSur, Santiago, 1988, p. 76. 40 Junto con los citados hasta ahora: Marisol Peña Torres, “Funciones de las Fuerzas Armadas y del Consejo de Seguridad nacional en Chile y propuestas de reforma Constitucional”, Ius et Praxis, Año 8, Nº 1, 2001, pp. 105 y ss; Marío Fernandez, Más allá de la transición, Ed. Andante, Santiago, 1986. 41 Mario Verdugo Marinkovic, “Notas a la reforma constitucional en lo que atañe a las Fuerzas Armadas y Consejo de Seguridad Nacional”, cit., p. 501. 15 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional razón cuando las voluntades humanas, aunque rectamente inspiradas, son susceptibles siempre de sucumbir al error y, lo que es peor, al arbitrio. Ésta es la razón última por la cual nos parece que la reforma constitucional recientemente aprobada debilita, en alguna medida, el Estado de Derecho, al consagrarse la potestad del Presidente de la república de llamar a retiro a los Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas y al General Director de Carabineros, cumpliendo sólo con las exigencias de informar previamente a la Cámara de diputados y al Senado y de materializar su decisión a través de un decreto supremo fundado”42. Contrariamente, nuestra posición defiende la congruencia de enfatizar la subordinación de los mandos militares a la Jefatura máxima de la misma, que no puede ser otra en un Estado constitucional que el poder democrático. En un Estado presidencialista como el chileno, parece mucha mejor opción que la pretérita la de residenciar dicha función en el Jefe del Estado; función que se ejerce con conocimiento e intervención del Legislativo, por el requerimiento previo a la decisión, y con potencial conocimiento de la opinión pública, precisamente por el deber de fundamentación y publicidad de la decisión adoptada. Los contrapesos en un sistema presidencial no son los contrapesos de un sistema parlamentario. De ahí nuestra discrepancia con la autora mencionada. Cuestión distinta es que el procedimiento probado en esta materia demuestre, como ya hemos adelantado en el epígrafe pertinente, lo timorato del avance hacia el presidencialismo del sistema político chileno. Respecto al Consejo de Seguridad Nacional queda “encargado de asesorar al Presidente de la República en las materias vinculadas a la seguridad nacional” (Art. 95), es decir se disciplina una nueva naturaleza como órgano consultivo. Para reforzar la misma se le quita toda capacidad de decisión, salvedad hecha de la decisión de aprobar su reglamento. El hecho de que el órgano no pueda tomar ningún acuerdo (Art. 96), implica la eliminación de otra facultad de tintes dictatoriales ya discutida: la de “Hacer presente”, al Presidente de la República, al Congreso nacional o al Tribunal Constitucional, “su opinión” frente a algún hecho, acto o materia que, a su juicio, atente gravemente en contra de las bases de la institucionalidad o pueda comprometer la seguridad nacional, “facultad que sin duda representaba un verdadero agravio al sistema democrático”43. Junto con la eliminación de estos aspectos medulares, se eliminan otras facultades que cerraban el enclave autoritario: la facultad de designar a cuatro a miembros en el Senado y dos del Tribunal Constitucional (Art. 81), ya mencionada en este mismo apartado; aprobar los estado de excepción constitucional (Art. 81); su participación en la fijación de las fuerzas de aire, mar y tierra, y sobre la entrada de tropas extranjeras en el territorio nacional y salida de tropas nacionales fuera de él (numeral 13 del artículo 60). En resumen, puede afirmarse que “el principio de subordinación de las Fuerzas Armadas al Estado ha sido sustituido por el principio de subordinación al Gobierno, que acarrea riesgos políticos, pero que, ciertamente, es más coincidente con nuestra tradición constitucional […] Por ello es que los artículos 106 y 107 según el texto aprobado por la ley de reforma constitucional, ha extendido un verdadero certificado de 42 Marisol Peña Torres, “Reformas al sistema de remoción de los comandantes en jefe de la Fuerzas Armadas y de la composición y atribuciones del Consejo de Seguridad Nacional”, en Humberto Nogueira Alcalá (Coor.), La Constitución reformada de 2005, cit., pp. 517-518. 43 Mario Verdugo Marinkovic, “Notas a la reforma constitucional en lo que atañe a las Fuerzas Armadas y Consejo de Seguridad Nacional”, cit., p. 501. 16 Jornada sobre orientación y método del Derecho Constitucional defunción de este órgano, privado en delante de poder decisorio y de autonomía real”44; en sentido similar, de forma menos lapidaria, se ha afirmado que Consejo de Seguridad Nacional tras la reforma “queda reducido sólo al rol de “asesor” del Presidente de la República en materias vinculadas a la seguridad nacional”45. Finalmente nos gustaría mencionar un aspecto no abordado hasta ahora, referido a la dimensión del enclave autoritario en el poder judicial. La reforma constitucional elimina los últimos aspectos de su autonomía de la justicia militar respecto del poder judicial civil, sometiendo a los tribunales militares, incluso en tiempos de guerra, al régimen de administración y gobierno común de la Corte Suprema a efectos directivos, correccionales y económicos46. Para subrayar la necesidad de la reforma, valga la crítica de guante blanco del ex Presidente de la Corte Suprema José María Eyzaguirre: “No pretendo, en modo alguno ofender a los tribunales militares, pero a mi juicio, algunas de la sentencias de los tribunales en tiempo de guerra de la Corte Suprema debió conocer, fueron pavorosas, carecían de considerandos, no apreciaban pruebas, se condenó a personas por un solo hecho a dos penas distintas que en ciertos casos llegaron a treinta años cada una”47. VI. CONCLUSIONES La reforma de la Constitución producida en Chile en 2005 es el mayor logró constitucional desde 1980, año en el que, en dictadura, se dictó la Constitución vigente de 1980. Los logros, siendo mediados por la activación del poder de reforma allí constitucionalizado se producen donde se pueden producir, en el contenido constitucional. Las reformas que anteceden a la que aquí nos ocupa, han jalonado un camino arto insuficiente, particularmente por mantener una tutela militar del sistema constitucional. La reforma de 2005 ha abordado aspectos cardinales de los denominados enclaves autoritarios, diseñados por el dictador para mantener al ejército en una posición de garante constitucional, y por dicha constitucionalización se escapaba parte de la naturaleza democrática del sistema constitucional de los poderes constituidos. La reforma del sistema Político lleva implícita una contraluz a la alargada sombra de la dictadura: la que se proyecta en el sistema de partidos. El sistema presidencial que Pinochet diseñó para sí, en su esperanza de ser gobernante electo, perdió, con su derrota electoral, buena parte de sus potencialidades negativas. Sin embargo y a la postre, la concentración de poderes en la Presidencia de la República ha consolidado un bipartidismo forzado y ficticio que maniata al sistema de partidos y la posibilidad de la alternancia política. El reequilibrio de poderes entre la Jefatura del Estado y el Parlamento, provocará la relajación de la coalición tripartidista gobernante desde la caída del dictador, y posibilitará que la pluralidad ideológica haga finalmente la transición. Esperamos que no sea demasiado tarde Sin embargo, aunque se deban reconocer los innegables logros en materia constitucional y en la constitucionalización del poder constituido, ni unos ni otros salvan el pecado original de la Constitución de la dictadura: su poder constituyente. 44 Gustavo Cuevas Farren, “Modificaciones constitucionales a los Capítulos XI sobre las Fuerzas Armadas, del Orden y Seguridad Pública, y XII sobre el Consejo de Seguridad Nacional”, cit., p. 746. 45 Marisol Peña Torres, “El término de la inamovilidad relativa de los comandantes en jefe”, cit., p. 722. 46 La reforma consiste en eliminar el inciso “y los tribunales militares en tiempo de guerra” en el artículo 79. 47 Sesión Nº 251 de la nueva comisión de Estudios de la nueva Constitución. 17