LA PROPIEDAD INDUSTRIAL E INTELECTUAL EN EL SECTOR PORTUARIO. El sector portuario está acogiendo una transformación y aunque en muchos casos hablamos de puertos de titularidad estatal o de un organismo público, no es menos cierto que cada vez funcionan más acordes con principios propios de la empresa privada, que se autofinancian y que incluso compiten entre sí. La realidad evidencia que es una división estratégica de la economía en casi todos los países; que además se renueva, que compite y que pugna por ofrecer a sus usuarios unos servicios concordes con la demanda, calidad y exigencia de los tiempos actuales. Estamos afortunadamente lejos de la concepción de un puerto como un lugar donde entran y salen barcos que dejan y recogen mercancías. Este desarrollo y la importancia alcanzada hacen del portuario un sector dinámico donde se genera y mueve mucho conocimiento expresado en diferentes formas. Los puertos son hoy innovadores, conscientes de su desarrollo y del know how de que son depositarios. De ahí que de un tiempo a esta parte muchos, siguiendo la estela de los más destacados, se han preocupado por generar conocimiento propio y proteger su propiedad industrial e intelectual tal como lo hacen las empresas líderes, punteras y competitivas. De igual modo que las más avanzadas compañías, los puertos se esfuerzan hoy por diferenciarse y por ser competitivos mejorando su gestión, suscribiendo acuerdos con otros puertos, empresas, entidades y organismos de quienes reciben o a quienes facilitan su tecnología y su modo de hacer las cosas generando con ello un tráfico de elementos intangibles en forma de conocimiento recibido o transferido. Son conscientes del valor que para ellos tiene por ejemplo disponer de un software de gestión de graneles, de optimización de flujos internos, de gestión medioambiental, de planificación de infraestructuras, de coordinación del puerto con las comunicaciones intermodales, etc. que no existen en el mercado convencional. Igualmente lo son también del aumento del número y calidad de clientes que proporciona el dotarse de una marca de garantía, de crear una cohesionada comunidad portuaria en su hinterland, de gestionar eficientemente su publicidad, imagen y promoción, de crear eficaces bases de datos, de dotar a su personal de la formación más avanzada en diferentes tecnologías, de gestionar sosteniblemente el Medio Ambiente, de investigar, de publicar, etc. En este sentido no hay diferencia entre la gestión avanzada de un puerto y la de cualquier empresa puntera y líder en su mercado. Por este motivo los puertos más dinámicos han comenzado a patentar sus innovaciones, a distinguir con marca sus servicios más significativos, a salvaguardar sus dominios en Internet y a dotarse de técnicas avanzadas de protección y de gestión de su conocimiento. Cuando hablamos de innovar nos estamos refiriendo a hacer algo nuevo para el mercado, a inventar y producir algo a lo que el mercado da valor. Innovar y poner marca distinguiendo nuestros productos y servicios es una necesidad competitiva de primera magnitud puesto que es lo que diferencia a las empresas, también a los puertos y en lo que basan su competitividad. En razón de ello es preciso conocer y dotarse de los mecanismos que protejan nuestra diferenciación como empresa o como entidad prestadora de servios. La Propiedad Industrial es la base de la economía de libre competencia y con el proceso de globalización existente vemos que la Propiedad Industrial es la base de la economía del siglo XXI. Fue Douglas North, Premio Nobel de Economía en 1993, quien estableció un paralelismo entre la protección de la Propiedad Industrial y el desarrollo económico (1). Para este investigador, la implantación de las leyes sobre patentes en el Reino Unido, ya mediado el siglo XVIII, es el elemento clave que propicia la Revolución Industrial. El creativo, el inventor, el adelantado, ve recompensado su esfuerzo porque la Ley le otorga la exclusiva de utilización, fabricación y venta de lo inventado y ello propicia una competencia no ya en precios, sino en innovaciones. Lo anterior, que a nivel macroeconómico percibimos diáfano, se reproduce igualmente en cada empresa. Se puede incrementar realmente la competitividad y generar mayor retorno al capital invertido con una correcta gestión de la Propiedad Industrial. Quien pretenda competir en precios llegará a la conclusión de que es una batalla perdida. Siempre habrá quien sea capaz de producir con menor coste. Los campos donde podemos y debemos por necesidad competir son los de la innovación, la calidad y la diferenciación. Será importante que los cerebros creadores y los medios para desarrollar se encuentren entre nosotros y que éste sea nuestro principal valor. Algunos países están ya cambiando el concepto de “made in …” por “designed in…” o “thought in…” En muchos de nuestros países el tejido industrial no aprovecha suficientemente el conocimiento generado por el sistema de I+D+i. Dicho de otra forma: Innovamos pero no protegemos. No es del todo cierto que no se innove. Se crean y desarrollan productos nuevos para el mercado, pero… ¡No los protegemos!. Consecuentemente nos posicionamos mal en el exterior, nos beneficiamos poco de la transferencia de tecnología … Resulta verdaderamente paradójico que en otros aspectos de la vida nos preocupamos de que el fruto de nuestro esfuerzo aparezca frente a todos como de nuestra propiedad, lo que nos facilita tanto el disfrute pacífico como la posible transacción (y por ello acudimos por ejemplo al Registro de la Propiedad para inscribir nuestras adquisiciones inmobiliarias) y no siempre hagamos lo mismo con el fruto de la creación en nuestra empresa. Ello sucede con más frecuencia de lo deseable por desconocimiento de un sistema de Propiedad Industrial no siempre bien explicado y consecuentemente mal entendido. Es por otra parte usual que las empresas e incluimos a las portuarias, no den importancia a aquello que con gran frecuencia las hace diferentes de las otras: Su tecnología, reputación e imagen. En la mayoría de las empresas hay tecnología. Si entendemos por tecnología la suma de conocimientos, medios y métodos destinados a producir bienes y servicios veremos que la hay y en muchos casos tecnología novedosa, específica, propia y generada en la propia empresa. Ocurre que no nos tomamos la molestia de inventariar, de sumar los conocimientos, métodos y medios que empleamos para producir bienes y servicios y no somos conscientes de que tenemos un know how particular y único que podemos además fomentar, proteger, transferir… Es preciso que hagamos un “inventario” en nuestro puerto, que descubramos esa tecnología a la que quizá por obvia para nosotros no damos suficiente importancia. Es frecuente que estemos innovando y ni siquiera seamos conscientes de ello. Una vez que tengamos esto presente es bueno que continuemos preguntándonos cómo podemos proteger ese conocimiento específico, cómo hacer de esa diferencia una ventaja competitiva rentable, cómo evitar que otros nos copien o imiten aprovechándose de nuestro esfuerzo innovador; o al contrario, qué consecuencias puede tener para nosotros si copiamos o imitamos a otros. Podemos preguntarnos acerca de todo esto y sacar conclusiones sobre cómo la Propiedad Industrial es nuestra mejor herramienta de competitividad. Es factible acudir a ejemplos de empresas que han tenido éxito diseñando y aplicando una política de Propiedad Industrial que les ha reportado beneficios. y veremos que detrás de todo ello se encuentra una correcta y activa política de Propiedad Industrial. Ello nos lleva a considerar que es preciso proteger con sentido. Podemos dar un consejo aparentemente contradictorio como es el de gastar poco en Propiedad Industrial, pero eso sí; gastar bien. Es preciso identificar correctamente aquello que deseamos proteger, que normalmente será aquello donde existan visos de lograr un mayor retorno de nuestras inversiones. Cuando hablamos de proteger no nos referimos exclusivamente al sistema de patentes. Bien es cierto que es el más usual e incluso el más apropiado para determinadas innovaciones, pero no debemos olvidar que existen otras vías de protección como el secreto industrial, los acuerdos de confidencialidad, los pactos de no divulgación o uso restringido, etc. Resulta curioso observar cómo a veces la protección vía secreto es realmente efectiva. Para ello, lo señala la jurisprudencia, hay que considerar que sea relevante, que se hayan tomado medidas para preservarlo, que tenga un valor económico, aunque sea potencial, para la empresa y que exista voluntad manifestada de mantenerlo en secreto. También es cierto que cuando decidimos patentar algo es porque albergamos la intención de accionar o defendernos en caso de ser inquietados. En caso contrario el esfuerzo en patentar resultaría baldío. Sólo debemos patentar si estamos dispuestos a hacer valer nuestro derecho sobre lo patentado. Resultará también imprescindible adquirir e interiorizar en la empresa portuaria un buen conocimiento sobre Propiedad Industrial e Intelectual. Será preciso tener una política clara en esta materia de forma que las decisiones que se tomen respondan a una metodología y se encuentren encaminadas a unos logros prefijados. De ahí que la política de patentar o proteger debe enmarcarse dentro de una estrategia de negocio. Conviene destacar que las ideas no son patentables. Sí lo son sus materializaciones. Ello nos lleva a preguntarnos por la protección de que goza un procedimiento de negocio, un algoritmo matemático, un cálculo actuarial, un sistema de logística, una avanzada fórmula comercial, etc. Son todos ellos y otros muchos más, elementos que diferencian empresas y que en muchas ocasiones constituyen el núcleo duro de su negocio. Muchas empresas hoy en día hacen las cosas mejor que otras en virtud no ya sólo de sus invenciones técnicas, sino también de sus procedimientos de negocio. En muchos países no son patentables y en cambio sí lo son en Estados Unidos. De esta forma una compañía que desee extender un procedimiento de negocio en EE.UU. es posible que se vea dificultada si tal proceso está patentado allí. Al contrario, una compañía norteamericana podría fácilmente utilizar y extender determinado procedimiento de negocio en otros países donde no quepa su protección por la vía de la patente. Es una franca desventaja cuando hablamos de que la economía evoluciona hacia el conocimiento más que hacia la fabricación. En nuestros países somos activos creando procesos. Debemos tener presente que el Manual de Oslo de la OCDE incorpora el concepto de innovación no tecnológica (2). Ahora bien, para que una invención pueda ser patentada de acuerdo con las leyes de patentes precisa tener tres características: Novedad, altura inventiva y aplicación industrial. Hemos de fijarnos con mayor detenimiento en la novedad, pues es un requisito muy rígido que exige que la invención no haya sido divulgada. Son frecuentes los disgustos que tienen lugar en las empresas cuando tras meses de investigación se enteran de que el fruto de su trabajo no podrá acabar en patente, es decir, que no gozarán de los privilegios que la Ley otorga al inventor y que en consecuencia han procedido a “regalar” su trabajo de forma que aquello que podría haber sido una ventaja competitiva no es otra cosa que una innovación de dominio público donde su mayor ventaja consistirá simplemente en ser los primeros en ofrecerla, pero nada más. Cualquier empresa y naturalmente un puerto, debe saber que puede hacer propio y rentabilizar el fruto del conocimiento generado si adopta estrategias de propiedad industrial e intelectual. Es por ello que es preciso poner gran cuidado con las divulgaciones que con la mejor intención hacen en congresos, cumbres, ferias, exposiciones, encuentros, artículos, publicaciones, etc. Ningún trabajo de investigación debe ser divulgado antes de haber solicitado su protección. La ruptura del principio de novedad trae consecuencias graves e irreversibles y se precisa disponer de una política clara al respecto. Todo el personal, no ya sólo de investigación, sino de operaciones, marketing, dirección, jurídico, etc. debe estar informado a este respecto y actuar consecuentemente. Para ello la Propiedad Industrial e Intelectual debe estar presente en todos los estamentos de la empresa portuaria mediante procedimientos específicos diseñados para cada caso por especialistas en la materia con visión global. Es crucial por tanto que todos los temas de I+D deben ser considerados confidenciales y ninguna información ha salir de la empresa si no se ha levantado el secreto. Esto es particularmente importante en subcontrataciones de planos, proyectos de ampliación, acuerdos con terceros, etc. Deben contemplarse protocolos de confidencialidad y avanzando un poco más, unos protocolos de actuación antes de llegar a un sistema integrado de gestión de propiedad industrial e intelectual que es lo verdaderamente deseable. Las empresas, organismos y entidades han de interiorizar que la Propiedad Industrial lo primero que es, es eso: “Propiedad”. La propiedad de lo inventado confiere a su titular a disponer de ello como le plazca dentro de la Ley. La Propiedad Industrial, como toda Propiedad es transmisible, puede darse en cesión, transmitirse en licencia, constituirse en hipoteca… Es un valor y una garantía en suma. Es posible obtener recursos a través de ella explotándola bien directamente, bien de forma indirecta a través de su cesión o licencia obteniendo con ello recursos o regalías. Lo primero que tenemos que pensar es si realmente tenemos una invención novedosa, si es patentable, si nos interesa patentarla, dónde patentarla, en qué países, a través de que vías lo podemos hacer, cuánto retorno nos puede reportar… y ello debe hacerse con asesoramiento experto. Hemos visto cómo en materia de investigación lo deseable es llegar a la innovación, es decir; poner un producto novedoso en el mercado. Si lo hemos hecho correctamente, ahora con esa innovación tendremos que conquistar al cliente o usuario y para ello será preciso distinguirlo, marcarlo como diferente y exclusivo. Dotar a un producto de marca es dotarle también de protección. Como sabemos, una marca es “todo signo susceptible de representación gráfica que sirva para distinguir en el mercado los productos o servicios de una empresa de los de otras” (3). El concepto clave y fundamental es “distinguir”. La distinción es el factor esencial de una marca. Tengamos bien presente que una marca para que pueda tener exclusividad ha de ser registrada, que el registro es constitutivo en la mayoría de los países y que su protección es territorial; es decir, válida en el país en que se ha registrado. Ello con independencia de si se ha utilizado alguno de los procedimientos que permite registrar una marca en distintos estados simultáneamente como por ejemplo la Marca Comunitaria que abarca a los veintisiete miembros de la Unión Europea. A la hora de elegir una marca para un producto o servicio hemos de tener en cuenta algunas reglas sencillas (otras no tanto) como que sea fácil de leer, que sea distintiva, que se pronuncie con facilidad en distintos idiomas, que no cree confusión, que no sea genérica, tampoco descriptiva, etc. pero lo más importante es que supere los trámites de registro. Para ello debe cumplir una serie de requisitos. Será preciso hacer antes una búsqueda extensa de forma que nos podamos asegurar la registrabilidad de la marca que pretendemos. Serán pues dos los elementos a tener en cuenta: Búsqueda y condiciones de registrabilidad ya que es posible que una marca que cuente con parámetros positivos de cara a su registro sea inconveniente desde un punto de vista de promoción, marketing, etc. Siendo igualmente frecuente el caso en que cumpliendo las exigencias “marketinianas”, (ser una futura marca fuerte, distintiva, etc.) no cumpla las legales imprescindibles para su registro. Hemos de tener en cuenta también que muchas marcas irán adquiriendo dimensión internacional. No siempre nacen con esa vocación, pero la evolución de la empresa o entidad, así como un mercado cada vez más en la senda de la globalización nos llevarán a plantearnos la presencia de nuestra marca en los mercados internacionales. Recordemos a este respecto que los registros, tanto de patentes como de marcas, tienen carácter territorial y protegen sólo en aquellos países donde han sido válidamente registrados. Resulta por tanto indispensable contemplar no ya la marca, sino todos los activos de Propiedad Industrial en el Plan de Exportación o de Internacionalización de cada entidad o empresa de igual manera que contemplamos otros aspectos cuando salimos al exterior. Un error frecuente consiste en no considerar suficientemente todos los aspectos relacionados con las marcas como por ejemplo su correcto uso por parte de distribuidores, agentes, etc. Debe existir una política de marca que abarque estos temas al igual que la presencia en Internet. Con demasiada frecuencia dilucidamos acerca de la extensión de una marca y nos olvidamos de registrar el dominio de ella o de la entidad en Internet. El registro de una marca no está completo si paralelamente no hemos reflexionado sobre su presencia en Internet; es decir, cómo un consumidor, proveedor, cliente o usuario accede a nosotros o a nuestra marca. Debemos preverlo y el consejo general es que tengamos protegidos los dominios de nuestra entidad y de nuestras marcas o que cuando menos hayamos considerado reflexivamente la conveniencia. Por otro lado una buena parte de las comunicaciones comerciales y de las transacciones se realizan hoy mediante el comercio electrónico. Constituye una realidad que es preciso abordar también desde la Propiedad Industrial e Intelectual porque los principios que rigen en el mundo ordinario son los mismos del mundo virtual y es necesario conocer aspectos como la creación de las páginas web, los sistemas de recuperación de dominios de Internet, temas tales como la copia privada, la protección de los derechos de autor, la piratería, el uso de buscadores, la protección de contenidos, etc. El comercio electrónico no es tampoco ajeno al mundo de las patentes pues depende en gran medida de la tecnología; mucha de la cual, si tiene novedad, altura inventiva y aplicación industrial es susceptible de patente de la misma forma que el software si alberga un carácter técnico; es decir resuelve un problema técnico con medios técnicos o con menores requisitos en EE.UU. donde es posible patentar no sólo el software sino incluso los métodos comerciales como hemos anticipado. Fueron precursoras las sentencias de los casos Diamond vs. Diehr en 1981 y State Street Bank vs. Signature Financial Group Inc. en 1998 en materia de patentamiento de software y de métodos comerciales o de negocio respectivamente. En la medida en que la infraestructura técnica que permite el funcionamiento del comercio electrónico es susceptible de ser patentada, o protegida por utilizar un término más amplio, se abre un campo importante para la Propiedad Industrial e Intelectual dentro también del sector portuario bien porque éste desarrolla directamente la tecnología necesaria, bien porque la subcontrata o externaliza; no olvidando en este caso que el usuario final es el Puerto y como tal sobre él podrían recaer posibles responsabilidades, e incluso pudiera verse obligado a soportar medidas cautelares que impidieran su operatividad. Lo primero que observamos cuando accedemos a la Red es que lo hacemos tecleando un nombre de dominio que identifica o debe identificar al titular de la página a la que deseamos acceder. Los nombres de dominio constituyen la conexión básica ente el mundo material y el virtual. Sucede en ocasiones que debido a que no existe la deseable coordinación entre el sistema de asignación de nombres de dominio y el registro de marcas, se producen conflictos ocasionados por quienes registran para sí como nombre de dominio el de una marca, institución o entidad afamada y reconocida. Es lo que se ha venido a denominar ciberocupación o usurpación de nombres de dominio. El hecho viene determinado porque los titulares de marcas registradas no contemplan la protección de sus productos, sus servicios, o sus empresas más allá de una forma conocida, territorial, tradicional… y no la extienden al mundo de Internet. Esto se viene produciendo en el sector portuario de forma alarmantemente extendida. Hoy un dominio de Internet es más un signo distintivo que una simple dirección IP y hay que estar atentos a esta realidad. Al objeto de evitar estos abusos existe desde 1999 una Política Uniforme de Solución de Controversias en materia de Nombres de Dominio (UDRP en inglés) que adoptó el ICANN a partir de recomendaciones formuladas por la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, organismo de Naciones Unidas con sede en Ginebra) y que establece criterios para determinar cuándo el registro de un dominio puede ser ilegítimo. En resumen se establecen tres condiciones que son: - Que el nombre sea idéntico o similar hasta el punto de crear confusión, y además - Que el titular no tiene derechos ni intereses legítimos sobre él y - Que éste ha sido registrado y utilizado de mala fe. Sobre este último requisito que puede ser conflictivo por impreciso, se han establecido también unos principios indiciarios para considerar si es registrado o usado de mala fe. Disponemos hoy de sistemas arbitrales ágiles, efectivos y económicos para devolver el dominio irregularmente obtenido a quien legítimamente debiera ser su titular. Desde la entrada en vigor en diciembre de 1999 de la Política Uniforme de Solución de Controversias en materia de Nombres de Dominio, hasta diciembre de 2006 se han presentado ante el Centro de Arbitraje de la OMPI 10.177 demandas en virtud de la Política Uniforme en relación con 18.760 nombres de dominio. En el 84% de ellas se ha producido la cesión del nombre de dominio al demandante y en aproximadamente el 16% de las demandas se ha denegado esa petición (4). Hemos hablado de la infracción común de la ciberocupación, pero al construir una página web es preciso tener igualmente presente la Propiedad Industrial e Intelectual a fin de evitar infringir derechos de terceros. En este sentido hay que tomar precauciones a la hora de dotar a la página de imágenes, sonido u otros elementos que pudieran estar protegidos por derechos tanto de autor como de marca. Del mismo modo ser precavidos a la hora de establecer enlaces, marcos o incluso del establecimiento de metaetiquetas o palabras que figuran en el código fuente con el fin de que los motores de búsqueda identifiquen el contenido de la página para ser encontrado por los buscadores. Es fácil que por ignorancia se vulneren derechos de terceros poniendo como metaetiqueta una palabra que contenga una marca protegida (por ejemplo la de otro puerto, la de una comunidad portuaria, la de una Universidad…). A la hora de crear un sitio web es preciso asegurarse de que los nombres de dominio elegidos no infringen derechos de marca, que los procedimientos o la tecnología utilizados no violan los derechos de patente y que el contenido tampoco vulnera derechos de autor. En este sentido será preciso informar y formar adecuadamente a los desarrolladores de páginas web acerca de los contenidos básicos de la Propiedad Industrial e Intelectual. Será igualmente necesario considerar que el creador tiene derechos sobre lo creado por el mero hecho de ser autor, aunque sólo sea de derechos morales si se ha pactado acerca de los patrimoniales mediante una cesión de derechos como es aconsejable. No estará de más tampoco que el titular de la página solicite una exención de responsabilidad por lo realizado por el creativo en el marco de un encargo de creación de página web. A modo de recomendaciones prácticas a la hora de gestionar los activos de P.I. podemos citar las siguientes: - Evaluar los activos de P.I. que hayan de utilizarse en el comercio electrónico - Inventariar lo que pueda ser patentable - Identificar los signos distintivos a emplear y protegerlos. - Monitorizar la correcta utilización de signos distintivos propios por parte de terceros. - Proteger los derechos de autor - Controlar las divulgaciones que pudieran hacerse a través de Internet poniendo especial cuidado en las cuestiones relativas a P.I. - Incluir avisos y advertencias a fin de que otros no utilicen indebidamente contenidos de nuestra página web. - Establecer descargos de responsabilidad - Facilitar formación en Propiedad Industrial e Intelectual a los miembros de la organización, particularmente a quienes trabajan con contenidos e información sensible. - Incorporar cláusulas arbitrales a fin de evitar enojosos pleitos tal vez en jurisdicciones extrañas. - Diseñar una estrategia de protección global de la P.I o cuando menos unos protocolos claros en la materia. - Disponer de asesoramiento experto en Propiedad Industrial e Intelectual. Los Puertos, se están dotando de nuevas herramientas para mejorar su servicio y competir. Muchas de ellas están relacionadas con el comercio electrónico. Éste genera además una comunidad de consumidores y de proveedores a nivel mundial. Ante la facilidad de las transacciones y la relativa complejidad de la tecnología y medios empleados hemos de confirmar que la Propiedad Intelectual en su sentido amplio continúa estando presente y tiene plena vigencia en esta nueva forma de relación económica. Todo cuando acabamos de exponer tiene su traslación directa a la actuación cotidiana de la actividad portuaria. Es innegable que en los Puertos hay I+D, hay innovación, hay un esfuerzo por posicionarse comercialmente con distintos modelos especializados de negocio, hay formación, hay diseño de obras de infraestructura, hay imagen corporativa, obras multimedia promocionales, marcas (incluso de garantía), contratos con terceros (municipios, Universidades, Cámaras de Comercio…). Hay patrocinios de eventos deportivos, culturales, benéficos… hay relación con autores (proyectistas, escultores, profesores, escritores…) hay diseño de páginas web, se utilizan dominios de Internet, se desarrolla comercio electrónico, hay know how propio y diferenciado, se producen transferencias de tecnología y conocimiento, se desarrolla software de gestión, se conciertan contratos de diversa naturaleza en los que de una forma o de otra está presente la propiedad industrial e intelectual. Existen igualmente obras gráficas, fotografías, ortofotografías, bases de datos, cálculos, obras de infraestructura, publicaciones, relaciones con otros puertos y entidades compartiendo experiencias … En todo ello hay Propiedad Industrial e Intelectual que es preciso identificar, inventariar, proteger en su caso y gestionar eficientemente. Preguntando a directivos del sector portuario acerca de cuál consideran que es el principal valor de su entidad muchos nos contestan que lo que más aprecian de ella son sus personas y su conocimiento. Coincide con lo más importante de un proyecto empresarial, que son los elementos humanos que lo hacen posible y el conocimiento que éstos generan y ponen en común para lograr beneficios. Lo que hace que una entidad tenga éxito es su diferenciación con respecto a otras. Su especialización, sus servicios, su forma de distinguirlos, su modo de comercializarlos. La diferencia se obtiene con la innovación. La protección de la misma lleva a que la distinción con respecto a otras entidades sea apreciada por sus clientes y usuarios. Las empresas con mayor éxito son las que han sabido implantar un sistema de gestión de la propiedad industrial e intelectual en su seno. No nos estamos refiriendo sólo a que tengan registradas patentes, a que hagan lo propio con sus marcas, o a que protejan los diseños de mayor éxito. Nos referimos a incluir todo ello dentro de una estrategia de forma que sea posible tener criterios, conocer qué se protege y qué no merece la pena, qué vías utilizar en cada caso, saber cómo transferir tecnología o conocimiento obteniendo recursos con ello y cómo recibirlo con seguridad; cómo manejar contratos que abarquen estos conceptos, cómo establecer pactos con el personal que trabaja con información sensible en la entidad. Cómo posicionarse en el exterior con garantías, cómo atender desde el punto de vista de la Propiedad Industrial e Intelectual a una nueva forma de relaciones comerciales como es por ejemplo el comercio electrónico… Esto abarca prácticamente a todos los departamentos del ente portuario y tenerlo implantado es algo absolutamente normal en los más competitivos. Una eficiente gestión de la Propiedad Industrial e Intelectual lleva a una mayor competitividad y ello conduce a un círculo virtuoso donde una más alta competitividad lleva a adquirir nuevo conocimiento, a usarlo, a licenciarlo, a aumentar las relaciones institucionales, comerciales, etc. Dotarse de un sistema de gestión de Propiedad Industrial e Intelectual es sencillo, asequible desde el punto de vista económico y cómodamente abordable en cuestión de tiempo. El sistema organiza y coordina a todos los departamentos o áreas de la empresa o entidad desde el punto de vista de las distintas vertientes de la Propiedad Industrial e Intelectual diagnosticando una situación de partida y marcando objetivos y métodos para optimizarla con visión global. Resulta curioso que cuando por fin muchas empresas, organismos públicos y entidades se deciden a hacer uso del sistema de patentes, a registrar sus marcas, a sacar mejor partido a su creatividad, a innovar… entonces falta la manera de dar sentido a todo ello con un único instrumento que lo gobierne; cosa que otras más avanzadas llevan décadas haciendo. No es de extrañar que la OMPI vea con preocupación la situación de algunos países que, aunque tarde y por ello con desventaja están comenzando a patentar, a tener conciencia de la protección de sus productos, a posicionar sus marcas en el exterior, etc. porque eso hoy ya no es suficiente si no se dispone de una gestión avanzada de la Propiedad Industrial e Intelectual, de una estrategia que la aglutine y dé sentido. El sector portuario, en su mayoría, lo está sabiendo hacer. Está protegiendo su conocimiento mediante patente u otras vías, distinguiendo con marca sus más importantes servicios y, lo que es más importante, obteniendo beneficios económicos tangibles con esta actitud. En este sentido y para terminar, no cabe otra cosa que decir que los directivos y el personal de los puertos son los verdaderos actores de este cambio que resulta ya ineludible. No obstante es preciso que esta actitud se consolide para lograr el fruto deseado que no es otro que el conocimiento generado en el sector se encuentre debidamente protegido y eficientemente gestionado para convertirse en una herramienta de competitividad y de riqueza. NOTAS: 1.- NORTH Douglas C. Structure and Change in Economic History. New York: Norton, 1981. 2.- Manual de Oslo OCDE. 3ª edición.2005. pp. 33 – 37 3.- Ley 17/2001 de 7 de Diciembre, de Marcas. Artículo 4º (España) 4.- Fuente OMPI. Comunicado de 12 Marzo 2007. © José Luis Sagarduy. Clarke, Modet & Co. 2007. José Luis Sagarduy Menéndez Clarke, Modet & Co. Director de Desarrollo de Negocio.