por que a liberdade

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¿Por qué la libertad?
Ulisses Bisinella1
Desde el origen de la filosofía, la definición de libertad es un desafío, una vez que sus
sentidos son diversos conforme el contexto y la época en que se presentan, subrayando o
negando su importancia. En regímenes democráticos, es condición para la sociabilidad; en
regímenes totalitarios, se transforma en peligro, pues en ella reside la autonomía de acción
y de ideas. Su existencia es temida y al mismo tiempo exigida, pues la libertad es una
condición para la felicidad, así como la necesidad de aceptar que los otros son libres y que
pueden tomar decisiones libres.
La organización social de los principales sistemas políticos se basa en el principio de
que los seres interactúan y toman decisiones por sí mismos, que se enmarcan en las reglas
comunes y que obedecen a los mismos principios a fin de que exista una armonía social,
posibilitando la existencia de la justicia, de la legalidad, del derecho, de los derechos
humanos etc. Todo esto significa que solamente será posible vivir en sociedad de manera
auténtica en la medida en que la libertad esté presente, convirtiendo a los individuos en algo
más que en una simple parte de la comunidad, en agentes de decisión, participantes de las
decisiones que políticamente transforman la vida de todos (Hegel, 1999).
¿Por qué la libertad es la pregunta fundamental para la sociabilidad y la convivencia
en sociedad? Porque de ella depende todo actuar, todo pensar, todo modo de ser. Porque
libertad significa ir contra la esclavitud, ir contra las injusticias y opresiones que persiguen
al espíritu y a la humanidad. Además, libertad significa actuar con responsabilidad y no
1
Doctorando en Filosofía por la PUCRS en el área de Ética y Filosofía Política. Profesor de la
Facultad de la Sierra Gaucha, Caxias do Sul. El artículo pretende mostrar el concepto de libertad
para la discusión actual, partiendo de la historia de la filosofía y llegando a la discusión liberalismo
versus comunitarismo.
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dejarse engañar por mentiras o inseguridades, sino establecer un marco en búsqueda de la
verdad (Bauman, 2000).
La libertad es un concepto personal, pero jamás puede sencillamente depender de sí,
depende de la relación con los otros, con la comunidad, pues, como afirma Georg Hegel
(1770-1831) en la obra Fenomenología del espíritu, libertad es ser reconocido como libre,
en la comunidad humana de otros seres libres, que exigen ser reconocidos como tales
(1999, p. 21ss; 1990, §§ 261-265).
La pretensión de este trabajo es mostrar cómo la libertad es un concepto-clave para la
filosofía, partiendo de la vida, pues, aunque el miedo a los sistemas totalitarios y a la
censura de las ideas esté en cierto sentido superado, están surgiendo otros miedos que
pueden tornar el ser humano esclavo o dependiente de ideologías. Por lo tanto,
presentaremos los principales sentidos del concepto, aceptados por las ciencias en general,
presentándolos históricamente, para concluir con la discusión sobre su problemática actual
y responder a los desafíos vigentes.
Durante la historia del concepto, la libertad fue entendida en tres sentidos principales,
subdivididos entre sí, pero de manera general trata de dos niveles: la libertad de acción y la
libertad de pensamiento (Mora, 2004).
La primera concepción se relaciona con la noción de libertad como natural, o sea, a
partir de un orden establecido es posible comprender la acción y actuar del modo
pretendido. Este orden puede entenderse como destino o como orden de la naturaleza en el
que, de algún modo, la naturaleza actúa sobre el mundo y determina sus acontecimientos.
Para los griegos, sin embargo, actuar conforme el destino era algo indiscutible, además de
honroso, y quien no procedía como ellos – como Sócrates, filósofo griego que introdujo la
discusión de la libertad de manera filosófica – intentaba ir contra el orden establecido. En
este sistema de mundo, ser libre no poseía gran significado, puesto que la concepción social
vigente afirmaba que solamente los que pertenecían a la comunidad social y de ella
dependían, eran considerados dignos, pues la autonomía era algo que aún debía
conquistarse. La noción de demiurgo de Platón (427–347 a.C.) es una teoría bien conocida
en este aspecto: Platón afirma que un artesano, contemplando la belleza de las ideas ya
existentes, tomó el material disponible y lo modeló a partir de un caos inicial. El conjunto
de esta fabricación es el mundo, que presenta un orden que sustenta la realidad (Platón,
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2001, p. 12s). Esto genera una concepción de libertad limitada, basada en el criterio de
continuidad de la ordenación del demiurgo, lo que es esencialmente bueno (Reale, 1994).
Los que fueron escogidos por el destino no realizan lo que quieren, mas son libres en
cuanto obedecen el orden superior invisible, o sea, como una necesidad de actuar conforme
preceptos externos.
En Platón se puede afirmar que la libertad está representada como libertad del
pensamiento para alcanzar el bien en cuanto conocimiento de las buenas acciones y de las
verdades de naturaleza inmutable (Platón, 2001). Para superar la crisis de la polis, al final
del libro La República, Platón elabora una teorización de la victoria de la libertad sobre el
destino.
Dentro de esta línea de percepción de la libertad como algo natural, otros autores
afirmaban que ella era causada racionalmente por determinación de los elementos
subyacentes a la propia libertad, pues todo lo que ya está en el orden de la libertad también
pertenece al orden de la razón. En esto Aristóteles (384-322 a.C.) es el autor que más tuvo
influencia, a partir de la noción de causa primera, que dio inicio al ciclo interminable de la
relación entre acto y potencia. Esta teoría metafísica de Aristóteles es una teoría de Dios o
de lo divino, que pretende explicar de modo general la teoría de la causa y del efecto, que
tuvo enorme influencia sobre la discusión de la libertad en la filosofía moderna. La
pretensión aristotélica era mostrar que actuar racionalmente era actuar con libertad, porque
tal acción estaba directamente vinculada a la causa (Aristóteles, 1970). De esta forma:
[...] el hombre sólo es libre en cuanto ser racional y dispuesto a actuar como ser racional [...]
Es posible que todo en el cosmos esté determinado, incluyendo la vida de los hombres. Pero a
medida en que estas vidas son racionales y tienen consciencia de que todo está determinado,
gozando de la libertad. (Mora, 1978, p. 120)
En Aristóteles la concepción alcanzó un nivel elevado de comprensión, pues procura
ordenar tanto la naturaleza como la moralidad mediante la inserción de una teleología, o
sea, la finalidad del ser humano tiende a realizar acciones voluntarias, siendo las acciones
involuntarias frutos de coacción o de ignorancia. La libertad está unida a la moralidad, o
sea, es necesario que la acción voluntaria sea escogida, en cuanto la voluntad tiene que
escoger mediante el uso de la racionalidad, lo que en el fondo se resume al concepto de
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felicidad. En esta concepción es paradójica la relación entre la voluntad, que puede ser
entendida como una tendencia, y la elección, manteniendo las dos en consonancia, pero codependientes, concepción desarrollada en su escrito sobre la ética (Aristóteles, 2002).
Aristóteles rechazó la teoría de Demócrito que decía que los átomos que se mueven
con la misma velocidad en dirección vertical nunca pueden encontrarse. Se supone que
Epicuro, para responder a esta objeción, formuló la doctrina que Lucrecio llamó de
clinamen o inclinación de los átomos. Consiste en suponer que los átomos sufren un
pequeño desvío que les permite encontrarse. El peso de los átomos los empuja para abajo;
el desvío, el clinamen, les permite moverse en otras direcciones. De este modo, considera el
clinamen como la inserción de la libertad dentro de un mundo dominado por el
mecanicismo (Mora, 1978).
Después del período helenístico, la Edad Media presentó diversas cuestiones sobre la
temática de la libertad, introduciendo la discusión unida a la cuestión teológica. San
Agustín (354-430), filósofo africano, distingue el concepto de libertad y libre albedrío,
vinculándolo con el ejercicio de la voluntad, pero sin la gracia de Dios la libertad puede
conducir hacia el pecado. La libertad, sin embargo, significa el buen uso del libre albedrío,
o mejor, conducir la voluntad para el bien y, por tanto, ser efectivamente libre (Agustín,
1995). Santo Tomás de Aquino (1225-1274), filósofo y teólogo medioeval, afirmó que
libertad es la tendencia natural del propio ser humano de actuar de acuerdo con la voluntad
de Dios, o sea, actuar de acuerdo con el bien (Tomás de Aquino, 2002).
La segunda concepción de libertad, predominante a lo largo de la historia, está situada
en el ámbito de lo político, a medida en que se es libre para obrar con autonomía en una
comunidad humana, en el sentido de regir el propio destino sin interferencia de otras
comunidades, manteniendo cierta armonía social. En la Edad Moderna, el debate se inició
bajo la aparente contradicción entre necesidad y libertad, o sea, ¿será que opciones que se
consideran libres implícitamente no se tomaron conforme la necesidad de que así lo fuera?
Con el surgimiento de los Estados Modernos, las cuestiones de las debidas conciliaciones
sobre imposiciones comunes válidas para todos en cuanto reglas de acción y opciones
individuales, fueron alcanzando diversas interpretaciones. Muchos autores sustentaron
opciones contrarias, defendiendo o un libertismo exagerado o un necesitarismo insano.
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La tercera concepción de libertad a lo largo de la historia se entiende como personal,
en cuanto el individuo se da el derecho de aislarse de la comunidad a fin de que su
personalidad sea más personal de que social. Sin embargo, tal concepción no fue tan
influyente como las demás.
El sentido de libertad política fue desarrollado de manera más significativa por la
filosofía alemana a partir de Immanuel Kant (1724-1804), quien instauró la idea de que el
individuo solamente es libre si obra de acuerdo con las máximas personales que puedan
tornarse estándar universal de acción. Este desarrollo aconteció de manera significativa a
partir de la utilización del concepto de autonomía, iniciado por René Descartes (1596-1650)
a partir de la noción del Cogito ergo sum (Descartes, 1999) y expuesto en la filosofía
práctica kantiana, cuyo resumen corresponde al imperativo categórico, que consiste en esta
máxima: “Procede sólo según aquella máxima, en virtud de la que puedas querer al mismo
tiempo que ella se convierta en ley universal” (Kant, 1964, p. 83). Este imperativo inaugura
el aspecto fundamental de la asociación de libertad como autonomía, o mejor, para que el
sujeto sea libre tiene que conocer la ley que él mismo establece y concibe a partir de la
buena voluntad, que se convierte en ley universal de conducta. La libertad deja de ser una
simple cuestión de opción y pasa a ser una decisión basada en el conocimiento de las
condiciones de las acciones (Pascal, 1985).
De este modo, Kant dio una nueva mirada sobre el debate al afirmar que la libertad
estaba siendo discutida en niveles iguales de actuación, lo que era erróneo frente a la
concepción de que el mundo de la naturaleza es diferente del mundo del númeno, que es el
reino del pensamiento o de la moral. Kant separó las cuestiones al afirmar que, en relación
al mundo físico, el determinismo es la ley que rige las actividades humanas, porque se
forma de leyes físicas determinadas, mientras que en el mundo del númeno, donde residen
los pensamientos, existe la libertad en cuanto opción en el universo de la moralidad, pues
en el mundo físico las causas no se basan en la opción humana – que solamente les da
continuidad –, mientras que en la moralidad el ser humano puede escoger y hacerse
causador de la acción. Sin embargo, el autor afirma que solamente es posible pensar la
libertad, jamás hacerla real en el mundo físico, porque este se determina por leyes físicas
que no se pueden transponer. Kant asume que la libertad es la clave maestra de todo el
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edificio de la razón pura, porque es a través de ella que es posible que el ser humano piense
de modo metafísico, yendo más allá de los fenómenos y llegando a las propias cosas.2
Johann Gottlieb Fichte (1762-1814), filósofo alemán, amplía esta concepción al
afirmar que todo parte del yo, del sujeto pensante que construye el mundo exterior. Él
exaltaba la libertad, pero tendía a comprenderla de modo un tanto abstracto, contraponiendo
unilateralmente la libertad a las exigencias de la comunidad. De esta forma, el yo que se
presenta como libre tiene que serlo. La posición de Fichte sobre la libertad está unida a la
autoposición del sujeto en relación a sí y al que está fuera de él, cuya existencia real no es
posible aceptar (Fichte, 1998).
Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling (1775-1854), filósofo alemán, afirma que la
libertad es simple y sencillamente la posibilidad de ser libre como fundamento absoluto.
Este autor procuró mostrar que el objeto se construye a partir del sujeto, siendo que el
objeto está asociado directamente al desarrollo de la autoconciencia, generando, así, la
naturaleza como el mundo de la libertad, esta última en cuanto trata del derecho y del
Estado (Schelling, 1991).
Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), filósofo alemán, construyó su filosofía
sobre el principio de la libertad, mostrando la evolución de este concepto a través de la
historia, resumiéndola como la libertad de la idea. Ella se libera a sí misma desarrollándose
dialécticamente y va en dirección a la autodeterminación, teniendo el libre albedrío como
uno de sus momentos de concretización. Esta noción no es simplemente abstracta, sino que
obra en el mundo mientras interactúa con los demás seres humanos dentro de las
instituciones sociales en la historia. En Hegel, la historia es una demostración del concepto
de libertad, en cuanto ella se presenta de acuerdo con las condiciones existentes en cada
sociedad, en cada época, que delimitan siempre el campo de posibilidades que se abre tanto
para la acción libre de los hombres como para su reflexión a respecto de la libre afirmación
del sujeto frente al objeto (Hegel, 1990).
Hegel estuvo atento a su época, pues verificó que el modo como la historia determina
la naturaleza humana y las opciones realizadas, está directamente vinculado a la
efectivación de la libertad. Así, la voluntad de cada individuo tiene que ser reconocida por
la razón, no como opción particular, sino como opción de validez universal. Ser libre es
2
Ver: KANT, Immanuel. Crítica de la razón pura. Prefacio a la segunda edición e introducción.
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estar consciente de los derechos y deberes dentro de las instituciones sociales, pues en ellas
es que el individuo garantiza su espacio. De este modo, se verifica que cada uno posee un
deber social de obrar conforme el interés de todos, constituyendo una comunidad racional,
donde todos se hacen auto legisladores (Hegel, 1990).
En la Edad Contemporánea, Karl Marx (1818-1883), pensador alemán, inaugura el
sentido de libertad social al afirmar que vivir con libertad es vivir sin alienación. Surge,
entonces, un sentimiento de separación y de desánimo, un sentimiento de distanciamiento,
alienación y despojamiento. Se puede usar el término “alienación”, en un sentido muy
general, significando cualquier estado en que una realidad está fuera de sí en contraposición
con el ser en sí. Este último designa el estado de libertad en sentido positivo, es decir, no
como liberación de algo, sino como liberación para sí mismo, como autorrealización. La
idea de que el triunfo del proletariado introducirá un cambio radical y diferente de los
anteriores, donde por primera vez se procederá no a la armonía de las clases sociales, sino a
la supresión de las clases y al adviento de la sociedad sin clases. Entonces el hombre será
definitivamente libre. Se habrá dado el “salto para la libertad”, se habrá cumplido de modo
definitivo el proceso para la libertad en que la historia consiste. Con la supresión de las
clases, también se suprimirá el Estado, que sería el instrumento de opresión de las clases
dominantes sobre las dominadas (Marx, 1988).
En la Edad Contemporánea, en cuanto a la noción de libertad, algunos autores de la
línea de la filosofía analítica, como G. E. Moore (1873-1958) y J. L. Austin (1911-1960),
definieron que existen varias expresiones y usos para el término libertad y que, por lo tanto,
este problema no es reconocido, por ser un concepto que presenta diversas ideologías y
tendencias. Otro movimiento en que mucho se discute la cuestión es el existencialismo,
donde la libertad no es vista como una pregunta objetiva, pues no se trata de saber si
alguien es o no libre, sino cómo saber lo que es libertad. Entre los autores, Jean-Paul Sartre
(1905-1980) afirma que sólo existe libertad en cuanto acción, mientras esta se somete a la
prueba de opción, siendo este el diferencial humano en relación a los demás animales. Para
Sartre, el ser humano está condenado a ser libre una vez que su opción se exige en todas las
situaciones, lo que repercute en responsabilidad por cada acción realizada (1983). Sartre
también afirmaba que su condición de existencia exigía que fuera más allá de las
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condiciones y motivaciones del acto, pues lo que resta es la libertad, y de esta no es posible
desprenderse (2005).
José Ortega y Gasset (1883-1955) afirma que la libertad es una condenación, un
castigo, en el sentido de que el individuo debe hacer opciones como causa de si mismo,
escogiendo lo que el mismo va a causar, sean frustraciones o éxitos (Ortega y Gasset,
1987).
Actualmente, la discusión sobre la libertad se centra en la filosofía política, que
procura responder las cuestiones unidas a la convivencia humana en la esfera pública,
además de establecer derechos y deberes para los participantes del grupo social, asegurando
cuestiones fundamentales para el desarrollo humano. Muchos autores amplían la discusión
de la temática afirmando que la noción de libertad pensada no es suficiente para dar razón
de las exigencias de la globalización y de los derechos humanos. Diversos autores
estudiaron y estudian esta temática – como, por ejemplo John Rawls (1921-2002), con su
teoría de la justicia, y Jürgen Habermas (1929), con su ética del actuar comunicativo –,
además de diversas otras éticas que procuran responder a la pregunta sobre el modo de
vida, que fundamentalmente es una discusión sobre el modo de realización de la libertad.
Es indispensable que la pregunta sea hecha por cualquier ser humano que se intitule
racional, pues es de su naturaleza ser social (Aristóteles, 1970).
La libertad como una discusión filosófica es amplia, sin embargo es fácilmente
perceptible en el mundo factual en cuestiones unidas al derecho de ir y venir, al derecho de
expresarse, de tomar decisiones sobre la religión que se practica, sobre el estado civil y
también sobre la profesión que se desempeña. El concepto es amplio e inagotable, pues es
posible escoger sobre las más diversas situaciones dispuestas en la sociedad. Sin embargo,
todo debe estar de algún modo enmarcado en las instancias jurídicas, aunque en algunos
casos sea posible realizar actos libres fuera de la ley, como en el caso de la noción de
“desobediencia civil” de John Rawls, en que, si una ley es considerada injusta, no debe ser
respetada (Rawls, 2002). Entre tanto, aun con tal espacio de libertad ni siempre ella se
presenta perceptible para todos, pues la consciencia de que es posible decidir sobre algo es
fruto de una reflexión amplia, ni siempre presente en la discusión cotidiana. Lo que es
cierto es que la percepción de la falta de libertad es más visible de que su existencia, y esto
causa indignación (Law, 2009).
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Aún en una época en que la libertad se torna un ideal para preservar a cualquier costo,
aunque esto justifique invadir países y sacrificar vidas, ella debe poseer límites para su
actuación, pues libertad no significa falta de límites, sino actuar conforme la libertad de los
otros, teniendo como acción fundamental su acción libre en consonancia con las demás
acciones libres (Law, 2009). La libertad absoluta sólo es debida a los dictadores, pues
socialmente su avance depende del mantenimiento de las libertades individuales, en
consonancia con las acciones de la sociedad en forma de Estado (Abbagnano, 2000).
El liberalismo, una gran corriente de pensamiento sobre la libertad, afirma que en el
mundo debe existir la diversidad y que el Estado debe defender la libertad individual, jamás
limitarla, o sea, el papel del Estado es asegurar el funcionamiento de una sociedad formada
por individuos libres, donde las leyes y reglas deben ejecutarse conforme este propósito. El
principio del daño, o sea, el sujeto es libre mientras no causa daño a otros, es una
concepción plausible en la cuestión de la libertad cotidiana.
El concepto utilizado anteriormente se llama de libertad negativa, o sea, las reglas
existentes son para conservar la libertad, dejando bajo la responsabilidad de cada uno
escribir el guión de su vida. La función del estado es garantizar que el individuo pueda
hacer sus elecciones en un universo de posibilidades, garantizando el campo abierto y sin
definir qué opciones el individuo debe tomar, siendo, por tanto, un Estado neutro. Este ideal
es seguido por autores como John Stuart Mill (1806-1873), como una afirmación clásica del
liberalismo (Mill, 2000).
El movimiento liberal tuvo inicio con John Locke (1632-1704), filósofo inglés, cuyas
concepciones de libertad son compatibles con la noción de naturaleza humana, pues para él
los seres son iguales y libres en su estado de naturaleza, siendo la sociedad una unión
consensual, que es el resultado del deseo de evitar el estado natural, donde prevalece la
violencia de todos contra todos. La sociedad está fundada en el consentimiento libre, sin
embargo posee cuestiones indiscutiblemente naturales, como la existencia, la propiedad y el
trabajo. Esta noción vale para todos los seres humanos, perteneciendo o no a un estado
(Locke, 2005). La teoría liberal generó el estándar de comportamiento de las sociedades
contemporáneas, que se caracterizan como pluralistas, donde diferentes opciones conviven
en una misma organización social.
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Otro estándar es la llamada economía de mercado, donde los individuos pueden
decidir y operar dentro del universo económico, resolviendo sus necesidades y defendiendo
sus intereses. Cada uno de los miembros puede, libremente, determinar conforme sus
posibilidades, sus posesiones. Esta libertad negativa aplicada a la teoría de mercado genera
desigualdades sociales, pues los individuos necesariamente tienen que competir entre sí,
generando diferencias en cuanto a la posesión de los bienes (Flickinger, 2003).
De otro lado, la temática da libertad positiva se conoce a través del movimiento
comunitarista, que afirma que el bien común debe ser anterior a los derechos y libertades
individuales, o sea, si alguien quiere salir de carro, puede hacerlo cuando lo considere
conveniente, pero esto genera, en grandes ciudades, fenómenos como los embotellamientos
y la contaminación. La propuesta comunitarista considera justificada la limitación de la
libertad individual en beneficio de la comunidad. Esta concepción entra en la esfera de lo
político, o sea, antes de pensar en libertades individuales es necesario tener en mente que
los individuos son seres sociales, y que las decisiones no deben ser tomadas
individualmente, sin tener en cuenta todos los intereses colectivos (Law, 2009).
Las dos concepciones anteriormente citadas resumen la forma como la libertad se
considera actualmente, siendo que las críticas son aplicadas a los dos movimientos: de un
lado, los liberales acusan a los comunitaristas de coacción de las decisiones; de otro lado,
los comunitaristas acusan los liberales de estimular la defensa de los derechos individuales
despreciando el bien común. Las dos concepciones defienden aspectos importantes de la
libertad, pero conjugadas podrían responder mejor al dilema “social versus individual”. La
primera concepción garantiza que las decisiones deban ser tomadas políticamente a partir
de las posibilidades de todos y, por otro lado, la segunda concepción garantiza que los
individuos puedan escoger cuando existen decisiones que pueden tornarse dictatoriales
(Law, 2009).
No obstante, la libertad tiene que ser considerada mucho más allá de las dos
concepciones determinadas – comunitarista y liberal –, pues su acepción no debe ser
entendida simplemente como decidir entre esto o aquello, sino que debe estar basada en la
reflexión sobre las consecuencias de la acción, pues el deseo puede ser influenciado
directamente por la sociedad, tal como ocurre con la industria del consumo, que abre
precedentes sobre la real libertad de elección o compra de productos como satisfacción
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psicológica y social. El concepto de libertad está directamente unido al concepto de
responsabilidad, esto porque algunos actos humanos pueden libremente destruir la vida en
el planeta (Jonas, 2006).
La concepción de libertad positiva – o sea, la teoría de que la libertad debe ser
analizada de manera más amplia, como libertad social, en que cuestiones sobre la pobreza,
la ignorancia, la desigualdad social, el consumismo y todas las cuestiones problemáticas
desde el punto de vista político sean contempladas – es el futuro de la discusión sobre el
tema, además de ser indispensable para la tarea de la filosofía, que es de algún modo
mostrar pensamientos y reflexiones que ayuden a los seres humanos a tomar mejor sus
decisiones. La libertad simplemente individual no contempla los deberes para con la
sociedad, tales como la discusión ambiental/ecológica. En una sociedad genuinamente
libre, los ciudadanos asumen la responsabilidad de promover la libertad social, concepción
defendida por autores a lo largo de la historia de la filosofía, tales como los ya citados
Hegel, Marx y Rawls.
Frente a esta discusión, ¿cuál será el futuro de la libertad? La respuesta más adecuada
debe de alguna manera partir de la reflexión filosófica que tiende a ampliar el concepto de
libertad no sólo como elección, sino también como discernimiento, responsabilidad,
empatía, sin olvidar el aspecto de la libertad individual, siendo hasta incluso considerada
fuera del estándar pero socialmente aceptada como libre. Sin embargo, la discusión sobre la
libertad en el mercado económico debe revisarse para que se encuadre en una posición más
amplia. Así, será necesario generar un equilibrio entre la posesión de riquezas o la libertad
de conquistarlas y la redistribución de las riquezas de manera más eficiente.
La pregunta por la libertad debe reformularse constantemente por todos los
involucrados en la sociedad, pues tal vez ni siempre la respuesta más adecuada sea dicha,
pero la pregunta permanece constante, sobre lo que realmente significa este ideal humano
que todos quieren tener, pero ni todos consiguen alcanzar.
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