El Flujo de la Energía

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EL ORDEN ECOSISTÉMICO
EL FUNCIONAMIENTO DEL ECOSISTEMA
EL FLUJO DE LA ENERGÍA
Presentación
Curiosamente la ciencia ha regresado a las antiguas intuiciones de las comunidades primitivas, al mito. Allí
se le daba una gran importancia al sol en la vida del hombre y del planeta. El sol es el principio de la vida.
Para lograr este resultado, fue necesario que la ciencia conjugara los esfuerzos de la biología con los de la
física moderna. La energía puede convertirse en materia y la materia en energía. El sistema de la vida
depende, pues, de una fuente externa de energía. Este es el primer aspecto que interesa estudiar.
• La vida no es una manifestación autónoma.
• Es el resultado del incesante flujo de la energía solar.
Fundamentación desde la física
Para entender el contenido de esta unidad, es importante repasar algunas nociones de física. Desde que
Franklin habló de fluido eléctrico, la ciencia empezó a interesarse por el estudio más detenido de la energía.
Ante todo era necesario asimilarla a las leyes de gravitación universal, empresa que realizan Cavendish y
Coulomb. Luego, Faraday y Ampere comprueban que la energía eléctrica, está íntimamente ligada a la
constitución de la materia, es decir al átomo, con ello llegaron a definir las leyes del electromagnetismo.
Sobre los descubrimientos anteriores Maxwell, a finales del siglo XIX, podía asimilar la energía a las leyes
determinísticas de la física clásica, definiéndola como un fluido que se propaga por el éter siguiendo leyes
mecánicas. Las conclusiones de Maxwell revolucionaban la teoría sobre la naturaleza de la luz.
Newton murió convencido de que la luz consistía en pequeñas partículas que viajan a gran velocidad. Un
siglo más tarde, Young y Fresnel habían llegado a la conclusión de que la sinuosidad de una onda explicaba
mejor las interferencias y la polarización de la luz. Si Faraday había completado la "síntesis newtoniana,
sustituyendo las atracciones entre diferentes puntos geométricos, por campos y potenciales", Maxwell
lograba la nueva síntesis, concibiendo la energía como un campo electromagnético.
Mientras tanto un ingeniero práctico, Sadi Carnot, había llegado a la conclusión de que el calor y el trabajo
eran intercambiables. Le interesaban no tanto los problemas teóricos, sino las soluciones concretas que
requería la industria. Algunas décadas después, la idea fue retomada por los teóricos y Joule logró definir los
valores constantes de la relación entre el calor y el trabajo, pero acabó probando que todas las formas de
energía eran intercambiables a un valor constante.
En 1847 enunció una ley general que se puede resumir en estos términos: "Cuando una fuerza viva es
aparentemente destruida, devuelve una cantidad equivalente de calor". De allí se deducía que todo sistema
natural podía producir trabajo porque estaba movido por una cantidad finita de energía. Si ello era verdad,
se podía concluir también lo contrario, es decir, que en un cambio no se puede ganar energía. En esta forma,
Helmoltz, siguiendo exclusivamente exigencias teóricas, enunciaba el mismo año de 1847 las bases para la
primera ley de la termodinámica.
La primera ley de la termodinámica la enunció en 1851 William Thomson: "La energía no se crea ni se
destruye, sino que se transforma". El optimismo de la primera ley duró poco. Maxwell había observado que
si el calor se transmitía de moléculas calientes a frías, la temperatura acabaría igualándose. Esto significaría,
para cualquier sistema cerrado, la muerte térmica.
Thomson parecía alegrarse de que así fuese y de que todo el universo acabase languideciendo en una
muerte lenta. En esta forma aparecía la segunda ley de la termodinámica, con el nombre de entropía. Se
puede definir como la tendencia de la energía a igualar sus diferentes potenciales.
En física, por lo tanto, la entropía es la muerte. Es el estado de quietud en el que es imposible cualquier
trabajo. Ya hemos visto en la primera parte la importancia que revisten estas leyes para algunas
interpretaciones ambientales. Pero prescindiendo de las consecuencias que pueden sacar los energetistas
de las leyes de la energía para negar cualquier tipo de desarrollo, las leyes que acabamos de ver en forma
sintética son el fundamento para entender a su vez la manera como se comporta la energía al interior del
sistema vivo. Puede decirse, de manera muy general, que el sistema vivo es un inmenso consumidor de
energía. Lo podemos imaginar a la manera de una inmensa máquina, que de alguna manera tiene que ser
alimentada continuamente de combustible, para que no detenga su actividad. Toda la actividad de la vida
depende, por lo tanto de una fuente única que es el sol.
El sol como estrella
El sol es una estrella relativamente modesta entre los millones de soles dispersos a través del espacio. La
estrella Epsilon de Cochero tiene un diámetro dos mil veces mayor. El diámetro del sol es un poco más de
109 veces el diámetro de la tierra o sea que su superficie puede ser unas doce mil veces mayor que la
superficie terrestre.
Ello significa que en el interior del sol cabrían más de un millón de planetas iguales a la tierra. El sol tampoco
es de las estrellas más brillantes o más calientes. En la clasificación de Harvard, las estrellas mas potentes
poseen temperaturas de 25.000 a 100.000 grados.
El sol pertenece a la clase G, o estrellas amarillas, con promedios de temperaturas entre 6.000 y 5.000
grados. Ello significa que es una estrella de vida media. Las estrellas más potentes, correspondientes a las
clases O, son estrellas azules. Las de menor temperatura son estrellas rojas, tendientes al violeta.
Las estrellas también tienen su ciclo vital. Inician su vida como una esfera de baja temperatura y de gran
volumen. Luego van incrementando su temperatura y su densidad. La temperatura empieza de nuevo a
disminuir, contrayéndose en consecuencia su masa y disminuyendo su brillo. Así llega de nuevo a ser una
estrella roja de baja temperatura. Nuestro sol no logró llegar a la clase B, porque su masa es demasiado
pequeña. Está catalogada en la categoría de las enanas.
Todavía tenemos suficiente tiempo solar y, por lo tanto, ello no entra en las preocupaciones ambientales del
hombre.
El sol como constructor de materia
Como el resto de las estrellas, el sol es una inmensa máquina no sólo de energía, sino, igualmente, de
materia. Ante todo, como cualquier estrella, el sol es una máquina de energía.
Hace unos dos mil cuatrocientos años, Anaxágoras fue expulsado de Atenas porque afirmó que el sol era
una piedra incandescente. Sin embargo, la teoría de Anaxágoras tampoco resultó cierta. La energía solar no
puede provenir de la combustión de materia. Proviene de la construcción de la materia. Si el sol fuera de
carbón encendido, ya se hubiese extinguido hace mucho tiempo.
La energía solar tampoco proviene de la radioactividad de fisión. Si así fuera la evolución de la materia sería
al contrario de lo que es en realidad. Habría que empezar por los elementos más pesados, y llegar por
desintegración radiactiva hasta los más livianos. Ni el radio ni el uranio son los combustibles solares.
Por ello es necesario entender que el sol, además de ser una fuente permanente de energía, es el verdadero
creador de la materia. La energía solar se desprende no por la fisión atómica, sino por la fusión de los
átomos. Se inicia, por lo tanto, con la fusión del primer elemento químico, el hidrógeno, que se convierte en
Helio, desprendiendo grandes cantidades de energía.
En las estrellas, por lo tanto, la materia se sintetiza y no se desintegra. De hecho, el análisis espectral no ha
revelado elementos de radioactividad de fisión en el sol. A tan elevadas temperaturas, los tres isótopos del
hidrógeno bastarían para producir helio, litio, berilio, boro y carbono.
Es muy posible que las reacciones nucleares se realicen en forma de ciclo. En las estrellas jóvenes predomina
el hidrógeno que es la base tanto de la producción de energía, como de la producción de materia. Cuando la
temperatura alcanza medio millón de grados se inician las reacciones nucleares del ciclo protón-protón, para
formar el núcleo del deuterio y luego el helio. Sólo cuando se sobrepasan los tres millones de grados
empieza la formación del litio, berilio y boro y a los 20 millones de grado se alcanza la temperatura
suficiente para la formación del carbono.
Entre tanto se va perdiendo el hidrógeno, que es el combustible fundamental. El sol empezó su vida con un
99 % de hidrógeno y en la actualidad, como estrella perteneciente al nivel espectral G, posee 51% de
hidrógeno, 42% de helio, 1% de carbono y nitrógeno y 6% de los restantes elementos.
El sol es, por tanto, la primera forma de energía, si así podemos llamarla, o sea, la que se logra por
integración de la materia. La transformación del hidrógeno en helio requiere temperaturas muy elevadas.
Cuando los átomos de hidrógeno se unen para formar un átomo de helio, sólo una pequeña parte de la
masa (1/125) se convierte en energía. Esta pequeña transformación es suficiente para producir cantidades
enormes de energía.
Un gramo de materia alcanzaría para transportar un trasatlántico al rededor del mundo.
El filtro atmosférico
La Tierra está situada a la distancia exacta para poder captar apropiadamente la energía solar. La captación
de la energía, sin embargo, depende de un planeta bien organizado. No basta, en efecto, estar situado a la
distancia exacta.
Es necesario tener una atmósfera adecuada. Venus y Marte están a distancias similares a las de la Tierra,
pero no tienen la atmósfera adecuada para la captación de la energía. La captación apropiada de la energía
depende no solamente de que exista la radiación, sino de que el planeta pueda captarla.
Eso es lo que ha sucedido con nuestro planeta azul. Plantas y animales somos el producto perfeccionado de
la energía solar.
Puede decirse que la vida es energía solar domesticada. No toda la energía solar puede entrar a constituir el
tejido de la vida. Como vimos antes, la energía no es un flujo homogéneo, sino que está compuesta por
diferentes radiaciones de onda que forman el espectro electromagnético.
Va desde las ondas más cortas, que son las que tienen mayor carga energética a las ondas largas más
benignas y lentas. El sistema vivo, por tanto, no puede utilizar todo el espectro de la energía para el
proceso de la fotosíntesis. Para ello, la atmósfera sirve de filtro de la energía. Para esto se sirve de
múltiples mecanismos, algunos de ellos construidos por el mismo sistema vivo.
La atmósfera es el techo de la tierra que permite al sistema vivir en condiciones favorables al interior de
la casa. De toda la energía radiada por el sol, llega a la capa superior de la atmósfera una cantidad fija
que se denomina la constante solar y que asciende a 2 calorías por centímetro cuadrado y por minuto.
De esta cantidad sólo cerca de un 67 % como máximo llega a la superficie de la Tierra. El resto es
reflejado por la atmósfera. Las radiaciones de onda más corta (rayos beta y gama) son reflejadas por las
capas superiores de la atmósfera.
Posteriormente, unas capas más abajo, y a unos 25 kilómetros de altura, la vida misma ha construido un
escudo protector contra los rayos ultravioletas, situados por debajo de 3.000 angstrom, que son
retenidos en un gran porcentaje por la capa de ozono (O3).
Sólo penetran hasta la superficie de la Tierra los rayos de frecuencia más larga que componen el
espectro luminoso y los rayos infrarrojos. El espectro luminoso es la luz visible. Se sitúa entre los 3.900 y
los 7.600 angstrom. Son estas frecuencias del espectro las que entran a servir como combustible básico
del sistema vivo.
La energía que llega a la superficie de la tierra se compone aproximadamente de un 10% de luz
ultravioleta, un 45% de luz visible y un 45 % de luz infrarroja. La energía de las frecuencias
correspondientes al color, rojo y más tenuemente el verde son asimilados por las plantas y las algas y
transformados en energía orgánica.
El dosel verde de la vegetación sirve a su vez de filtro de la luz infrarroja, que podría calentar
excesivamente la superficie de la tierra, con efectos nocivos para la vida. Pero la atmósfera no sirve sólo
para filtrar la energía proveniente del sol. Ella también sirve como techo de invernadero para la
conservación del calor que la vida misma necesita.
La energía que logra penetrar hasta la superficie de la tierra es reflejada por ésta y parcialmente
conservada bajo cubierta. El CO2 obra a la manera de un vidrio. Deja pasar los rayos del sol, pero de
regreso, retiene el calor reflejado por la superficie de la tierra.
El agua y la vegetación tienen una gran capacidad para absorber y retener la energía térmica y, por esta
razón sirven de mecanismos estabilizadores de la temperatura, haciendo más fáciles las condiciones
para todo el sistema vivo.
El prodigio de la fotosíntesis
Del gigantesco flujo de la energía solar, la vida sólo absorbe una mínima cantidad a través de la
fotosíntesis.
La mayor parte de la energía hace trabajos externos a la fotosíntesis, pero que también son
indispensables para el sistema vivo. Los vientos, la evaporación del agua, el calentamiento de la tierra
son tareas indispensables para la vida y todas ellas son impulsadas por la energía solar. Sin embargo, el
único acto creador de la vida es la fotosíntesis.
La vida es el resultado del proceso total de la energía, pero este proceso tiene su punto culminante en
el acto creador de la fotosíntesis. La imagen de acto creador, sin embargo, puede llamar a engaño. Se
trata en efecto, no de una creación de la nada, sino de una simple transformación de la energía que
sigue la primera ley de la termodinámica.
Vimos la manera como se forma la energía solar por la integración de la materia. Quizás a esta
formación de la energía desde la consolidación de la materia, la podríamos llamar el primer estrato de la
energía. Es, podríamos decirlo, la energía primordial.
El paso siguiente en la transformación de la energía es la conversión de energía lumínica en energía
orgánica y esta es la función de la fotosíntesis. La fotosíntesis es, por lo tanto, el acto inicial de la vida.
Es la puerta de entrada de la energía, que emprende una nueva aventura: la formación de la vida. En
esta forma, la energía, después de haber creado los ladrillos fundamentales de todas las construcciones
futuras, que son los átomos, inicia una nueva construcción con base en la complejización de la materia.
La vida, en efecto, tiene como base la formación de cadenas de carbono y esta nueva síntesis es
asimismo un depósito de energía. La fotosíntesis es un proceso complejo que se puede resumir en una
sencilla fórmula escolar. Damos a continuación la fórmula más sencilla:
CO + 2H A + Energía = CH O_HO + 2A
Aquí A es igual al oxígeno en las plantas verdes y se reemplaza por azufre y otros elementos en la
fotosíntesis bacteriana. Esta fórmula abstracta significa, dicho en forma sencilla, que la energía se
acumula en las cadenas de carbono.
Estas constituyen el tejido de la vida y allí permanece en reserva para el gasto que requieren las
distintas especies.
A través de la fotosíntesis se forma, pues, el depósito de energía utilizado por todo el sistema vivo. La
fotosíntesis es, por tanto, el proceso por medio del cual la energía solar se transforma en energía
orgánica. Es la construcción de los cuerpos vivos.
El descubrimiento de la fotosíntesis es, tal vez, uno de los hallazgos más importantes de la ciencia
moderna. Puesto que la fotosíntesis sólo la realizan las plantas verdes y las algas, se puede afirmar que
la energía acumulada por ellas es la base de todo el sistema.
Todos los organismos que forman la pirámide de la vida dependen de este depósito básico para su
consumo energético. El sistema vivo, por ende, sólo tiene una puerta por donde penetra la energía. El
flujo energético no entra al sistema vivo sino por el canal de la fotosíntesis. Desde allí continúa su
camino a lo largo de la alimentación.
Esto hace que todas las especies sean interdependientes, porque todas requieren la energía que les
suministran las demás. Es lo que estudiaremos en el capítulo siguiente.
Así podemos empezar a entender porqué la vida es una trama, como la llamaba Darwin o un sistema
como lo llaman los ecólogos. Se podría preguntar por qué hablamos de flujo energético y no de ciclos de
la energía. De acuerdo con la segunda ley de la termodinámica, la energía no se puede recuperar. No es
reciclable. La energía que entra al sistema vivo se escapa convertida en calor.
La vida, por tanto, también tiene que pagar su tributo a la segunda ley de la termodinámica. Esto nos
explica mejor, hasta que punto la vida depende de la energía solar.
LAS CADENAS TRÓFICAS: LA ENERGIA FLUYE EN LE ECOSISTEMA
La energía se transforma hasta convertirse en vida, en ese sentido, es posible seguir las incidencias del
flujo energético en los ecosistemas a través de la alimentación.
El recurso alimenticio es el combustible que permite la actividad de los seres vivos; por tanto es la
fuente directa de la vida. De este modo tenemos encerrada la energía en los depósitos del ecosistema.
Explorar la organización en la pirámide alimentaria, reconocer como las especies están atadas en un
sistema complejo como es la alimentación, permite entender que la alimentación no es otra cosa que la
transmisión de la energía, desde allí es necesario preguntarse si ¿es la vida es una trama?, ¿acaso se
alimenta la vida de la muerte?, ¿hasta qué punto depende el hombre de la cadena trófica?, ¿qué
significa la agricultura y la domesticación de los animales desde el punto de vista ecológico?
En primera instancia hay que reconocer a las plantas y las algas como verdaderos depósito de la energía
que van a utilizar las demás especies. Las plantas verdes y las algas absorben el espectro visible de la luz
solar. Los ecólogos han dado a este primer nivel el nombre de autótrofos que literalmente significa "los
que se alimentan de sí mismos", del griego "auto trofein".
El nombre de autotrófico se les da por el hecho de que las plantas superiores y la mayor parte de las
algas construyen su propio alimento sintetizando elementos inorgánicos simples, con la ayuda de la
energía solar.
Al resto de la pirámide se le ha dado el nombre de heterótrofos, o sea, los que se alimentan de otros.
Los heterótrofos a su vez, se dividen en dos: Fagótrofos, que quiere decir, los que se alimentan
"comiendo". Proviene del griego fagein, que significa comer y los Saprótrofos, que significa los que se
alimentan de la descomposición. Proviene del griego sapros, que significa podrido.
Vamos a explicar brevemente estos niveles de las escalas tróficas. Los ecólogos hablan de dos escalas, a
saber:
•
Escala Ascendente: comienza con las plantas verdes y se extiende a través de los fagótrofos, o sea,
los herbívoros y los carnívoros, hasta los grandes predadores.
•
Escala Descendente: compuesta fundamentalmente por los saprótrofos o sea, por todos aquellos
organismos que se alimentan de las substancias en descomposición.
El primer escalón de la pirámide ascendente es el que corresponde a los
plantas verdes y las algas.
autótrofos, o sea, a las
Cerca del cincuenta por ciento de la energía solar que cae sobre la superficie de la tierra, recae sobre las
algas y las plantas, pero de esta inmensa cantidad de energía es muy poca la que las plantas sintetizan y
acumulan.
Algunos ecólogos dicen que la fotosíntesis es perezosa, pero esa apreciación quizás resulta de una
comparación falsa con los sistemas tecnológicos. En este nivel, la energía no necesita una eficiencia
mayor. Con esa eficiencia escasa, las plantas verdes pueden llenar todo el planeta y satisfacer
suficientemente a los eslabones restantes. La energía absorbida por las plantas y las algas es la base de
una gran pirámide. La pirámide es un buen modelo para describir el ecosistema, al menos, en relación
con el flujo de la energía. La alimentación es transmisión de energía y se realiza de un nivel a otro de la
pirámide.
Como la energía se trasmite a través de la alimentación, estos niveles se llaman escala trófica. Trófico
en griego significa lo relacionado con los alimentos. Así, de peldaño en peldaño, los seres vivos se
alimentan de la energía que les transfieren los organismos situados más abajo de la pirámide y sirven a
su vez como alimento para que los organismos situados más arriba participen en el complejo banquete
de la vida. La energía se va trasmitiendo escala arriba.
•
•
•
Los herbívoros se alimentan de la energía acumulada por las plantas y las algas a través de
la fotosíntesis.
Los diversos niveles de carnívoros a su vez se alimentan de los herbívoros y al mismo
tiempo se superponen, de tal manera que los niveles inferiores sirven de alimento a los
superiores, hasta llegar a la cúpula de la pirámide.
Los herbívoros y los carnívoros reunidos, han recibido como ya anotamos, el nombre de
fagótrofos, o sea, "los que comen".
Cómo dijimos antes, la base de la pirámide, es decir, las plantas verdes y las algas, son muy poco
eficientes en la transformación de la energía. La eficiencia del sistema va aumentando a medida que se
asciende por la pirámide. Las plantas solo transforman máximo un cinco por ciento de la energía que
reciben y de la cantidad que transforman ellas tienen que utilizar aproximadamente un 25% para su
propia subsistencia.
En esta forma, queda un 75% para el siguiente nivel. Los herbívoros aumentan la eficiencia
aproximadamente en un 10% y los carnívoros pueden llegar a un 25% de eficiencia en la transformación
de la energía. Puede decirse que la eficiencia del sistema es inversamente proporcional a la cantidad de
energía disponible. Si las plantas son perezosas en la asimilación de la energía, es porque cuentan con
inmenso y continuo flujo de energía solar. En último término "vivir" es un trabajo, en el sentido físico
del término, es decir, es un consumo continuo de energía.
La energía que no se consume queda sintetizada en materia orgánica que sirve como depósito para que
otros organismos la consuman. En esta forma, la flora sintetiza materia orgánica que sirve de alimento
para la fauna. De esta manera la energía va siendo transmitida a través de la alimentación, de manera
cada vez más eficiente, hasta la cima de la pirámide.
La cúpula no está ocupada por el hombre. Este es el primer mito que es necesario superar para poder
comprender en que consiste el problema ambiental. El hombre no hace parte de las cadenas tróficas. En
la cúpula están situados los grandes carnívoros que dominan la cumbre del sistema. Por esta razón el
hombre los ha llamado los reyes de la naturaleza. El león y el chita africanos, el puma y el jaguar
americanos, entre los mamíferos terrestres o el águila entre las aves, son algunos ejemplos de estos
reyes del sistema vivo.
La comparación con los reyes es ambigua. La naturaleza no es una monarquía, es un sistema de gran
complejidad y equilibrio dinámico. Los grandes predadores tienen su función en la regulación de la
energía. No son simples parásitos del trabajo acumulado por los demás. Están articulados al sistema,
como un escalón más, sin mayores privilegios. A través de la predación regulan las poblaciones de los
niveles inferiores y a su vez, transmiten la energía a los organismos situados en la escala descendente.
Hay que tener en cuenta que el número de organismos y el peso de los mismos que pueden ser
sustentados en un nivel de la pirámide depende, no tanto de la cantidad de energía presente en un
momento dado, sino de la velocidad con que se produce la materia orgánica.
Recordemos que la productividad depende de la velocidad más que de la cantidad. La velocidad de
producción suele ser mayor mientras más pequeños sean los organismos. En los grandes predadores
concluye la escala ascendente de la alimentación.
Pero, allí no acaba la fiesta de la vida. Escala abajo, la vida empieza a alimentarse de la muerte. La escala
descendente está ocupada por los que viven de la descomposición de la materia. Los ecólogos han dado
el nombre de saprótrofos. También se les llama los "consumidores de detritus", o sea de desperdicios.
Los organismos que empiezan a descomponerse a lo largo de toda la pirámide, sirven a su vez para
transmitir la energía a otras especies que en esta forma entran a participar del banquete de la vida.
Primero, las especies carroñeras, esos animales poco apreciados por la cultura, como los buitres, los
gallinazos o las hienas. El trabajo de estos "recicladores" es fundamental. Ellos impiden que la
putrefacción se acumule, lo que haría imposible la continuidad de la vida. En esta forma los complejos
sistemas orgánicos se van reduciendo de nuevo a cadenas químicas más o menos sencillas, pero que
pueden ser favorables o desfavorables para la vida.
El nitrógeno acumulado en el protoplasma se convierte en óxidos o ácidos que pueden ser fatales para
el sistema. Es allí en donde entra otro de los mecanismos inventados por la vida y que estudiaremos en
el capítulo siguiente.
Podemos mencionar por vía de ejemplo, algunas de las divisiones del ejército de organismos que se
encargan de descomponer los residuos vegetales
•
En primer lugar entran los mohos, los hongos y las bacterias no formadoras de esporas. Estas
especies se encargan de la primera faena que consiste en descomponer las substancias orgánicas
más blandas, como los aminoácidos y las proteínas más simples.
•
Luego entra el ejército más vigoroso de los mixobacterias. Estos atacan las substancias endurecidas
de la celulosa para dar paso a los actinomicetos, encargados de construir el humus con todas las
substancias disueltas.
•
Podemos observar la manera como se recuperan los nutrientes en la cadena de detritus en una
comunidad de manglares. Los manglares son las asociaciones vegetales que crecen a la orilla del
agua, elevados sobre gigantescos zancos, se han adaptado a las condiciones de salinidad.
•
Las hojas del mangle caen al agua y son dispersadas por la corriente y consumidas por los
devoradores de detritus, o sea por los hongos, las bacterias y los protozoos.
•
Estos, a su vez, sirven de alimento a los moluscos, cangrejos y nemátodos, los cuales son devorados
por los pequeños peces que sirven de presa a los grandes predadores acuáticos y a las aves
marinas.
Vista desde esta perspectiva, la vida individual parece ser un simple accidente, que cumple con la
función de reconstruir continuamente la pirámide de la vida.
Las especies se reproducen solamente en la medida que permite el sistema global y mueren en la
proporción necesaria para permitirle a cada especie cumplir su función. Este retorno de los elementos a
sus características más simples, que llamamos muerte, es solo la continuación del ritmo de la vida. La
muerte de unos es necesariamente la vida de otros. Sin muerte es imposible la vida.
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