Sobre el poder para pleitos FERNANDO DE LA TORRE DEZA. Magistrado de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del TSJ de Andalucía, Ceuta y Melilla Nº 89/Diciembre 2010 Firma invitada E 46 L presente artículo no tiene otra finalidad que tratar de arrojar luz sobre una cuestión discutida que con­ vendría aclarar, pues si bien en las cuestiones sustantivas, en cuanto que suelen ser singulares en el sentido de que dependen en la mayoría de las ocasiones de circunstan­ cias concretas y particulares, lo que hace difícil un pro­ nunciamiento unívoco, las procesales, por su carácter de generalidad y estrictamente jurídico, se ven precisadas de adoptar un criterio uniforme, pues de no hacerse así, el riesgo que se corre es que los tribunales adopten criterios dispares, viéndose el profesional que a ellos acude a tener que averiguar, cada vez que lo hace, cuál es el criterio del tribunal al que acude en esa ocasión. Pues bien, la cuestión que expongo y trato de acla­ rar no es otra que la relativa a si el poderdante tiene que actuar personalmente en aquellos supuestos en que en un poder general para pleitos ha dado facultades al pro­ curador para transigir, desistir, allanarse o renunciar, o por el contrario es suficiente la actuación del procurador en tales casos. La cuestión creo que es importante, pues si bien podría afirmarse que en la mayoría de los casos si no se entendiese suficiente con la actuación del procurador podría completarse con la del poderdante, como así ocurre en el supuesto del desistimiento en el que siempre podría ratificarlo el poderdante, hay actos procesales que no pueden esperar a dicha actuación de éste, como ocurre con la asistencia a la audiencia previa según dispone el Art. 414 n° 2 de la LEC, en el que se establece que “al efecto del intento de arreglo o transacción, cuando las partes no concurrieren personalmente sino a través de su procurador, habrán de otorgar a éste poder para renunciar, allanarse o transigir. Si no concurrieren personalmente ni otorgaren aquel poder se les tendrá por no comparecidos a la audiencia”, lo que llevado a la práctica puede ocasio­ nar perjuicios irreparables al poderdante que, confiado en la validez del apoderamiento para asistir a la audiencia previa, no asiste personalmente a la misma, teniéndosele en consecuencia por no comparecido. De entrada ya anuncio mi conclusión: el poder otor­ gado en tales términos faculta al procurador para actuar por sí solo y de manera suficiente, sin que en consecuen­ cia sea necesaria la actuación del poderdante. Para ello, partiendo de que el proceso no es sino un conjunto de actos sucesivos encaminados a que se resuelva sobre la pretensión de las partes en conflicto, me baso en las siguientes razones: Procuradores El Art. 25 de la LEC contempla la distinción entre po­ der especial y poder general, estableciendo que éste es el que faculta al procurador para realizar válidamente todos aquellos actos procesales que de ordinario se realizan en la tramitación de aquellos, añadiendo que el poderdante podrá excluir de forma expresa e inequívoca la realización de algunos de dichos actos que de ordinario suelen com­ prenderse, mientras que aquel, es decir el poder especial, es el que faculta al procurador para realizar determinados actos que se relacionan en el párrafo segundo y que por su singularidad o carácter extraordinario, visto que no son sino actos de disposición sobre el objeto del proceso, en principio necesitan una voluntad expresa del poderdante; entre dichos actos se contemplan la renuncia, la transac­ ción, el desistimiento, el allanamiento, el sometimiento a arbitraje, la satisfacción procesal, el ejercicio de las facul­ tades expresamente excluidas del poder y aquellos casos que establezcan las leyes. Así las cosas el problema que se plantea es determinar si cuando en un poder general, es decir el que no ha sido conferido para actuar en un solo procedimiento con­ creto sino en todos aquellos que pudiese tener el po­ derdante, se especifica que el procurador puede desistir, allanarse, renunciar, transigir, etc., y presenta un escrito realizando uno de dichos actos o acude a la audiencia previa, es preciso que aporte un apoderamiento para di­ cho acto o que lo ratifique la parte, como así por ejemplo establece el Art. 107 n° 2 de la LEC al establecer que “el procurador deberá presentar o acompañar poder espe­ cial para la recusación de que se trate”. Al respecto, para resolver la cuestión, y partiendo de que el Art. 27 de la citada ley se remite a las normas del contrato de mandato a la hora de regular la relación entre el poderdante y el procurador, necesariamente hay que tener en cuenta lo dispuesto en los Arts. 1712 y 1713 del Código Civil y en consecuencia deslindar los conceptos poder especial y poder general, por un lado, y, por otro, lo que es el poder concebido en términos generales, pues sólo así podrá llegarse a una solución clara y diáfana. El Art. 1712 establece que el mandato general com­ prende todos los negocios del mandante, lo que aplicado al poder para pleitos parece no ofrecer duda alguna de que para actuar, si no va referido a un pleito concreto, sino para todos, es un poder general, no así cuando se otorgue para un asunto determinado en cuyo caso será un poder especial. Así las cosas, la distinción, entiendo, “ Hay que tener en cuenta lo dispuesto en los Arts. 1712 y 1713 del Código Civil y en consecuencia deslindar los conceptos poder especial y poder general, por un lado, y, por otro, lo que es el poder concebido en términos generales, pues sólo así podrá llegarse a una solución clara necesidad de aportar un poder especial o específico para dicho acto, siendo estos actos el equivalente a los actos de riguroso dominio de dicho Art. 1713. En definitiva, la confusión conceptual surge porque entiendo que lo que la LEC denomina poder especial, es lo que el Código civil denomina poder expreso, de tal manera que mientras aquel se refiere el proceso en sí, con­ cebido como un todo, el poder expreso se refiere a las fa­ cultades o derechos que una vez iniciado el proceso tiene cada parte, no observándose la incompatibilidad entre el otorgamiento de un poder general y un poder expreso. Frente a ello se arguye que admitir que las facultades que requieren poder especial según la LEC puedan ser conferidas en un poder general para pleitos, supondría un riesgo para el poderdante en la medida en que el pro­ curador podría realizar actos que le perjudicasen, lo que abonaría la tesis de que se hace necesario que el poder sea especial para el acto concreto. Pues bien, aún consciente de que ese riesgo existe, ello no es argumento suficiente para combatir lo anterior ya que por un lado ese riesgo también existe en todos los poderes, ya procesales, ya civiles, por lo que habría que prohibir el poder general otorgado para todos los asuntos del poderdante; por otro lado, por cuanto que no corresponde a los tribunales tutelar la actuación de las partes; por otro porque de ser así nunca podría ser eficaz el poder dado para transigir en una audiencia previa concreta, ya que el contenido y los términos de la transacción no se conocen a priori, por lo que el poderdante tendría que asistir siempre a la misma, máxime cuando en el caso de homologación, el órgano judicial no puede entrar a conocer sobre otros extremos que no sean la capacidad de las partes y su po­ der de disposición, o dicho en otros términos, no puede entrar a conocer sobre el contenido de la transacción; y por otro, porque el argumento parte de un hecho que es contrario a la esencia del poder y que no es otro que la desconfianza entre el poderdante y el procurador, cuando precisamente el apoderamiento reposa en la confianza entre las partes. q Procuradores Firma invitada “ Si en el poder se especifica que el procurador podrá realizar actos como el desistimiento, el allanamiento, etc., como es frecuente en los poderes notariales, el procurador podrá realizarlos sin necesidad de aportar un poder especial o específico para dicho acto Nº 89/Diciembre 2010 no radica en el tipo de actos que se pueden realizar, sino en el número de asuntos en que se puede intervenir; de tal manera que sería especial el poder que facultase al procurador para actuar en un procedimiento determinado, como ocurre en los poderes otorgados apud-acta ante el secretario judicial o el poder otorgado en el beneficio de justicia gratuita, en los que por disposición legal se impide que sean otorgados para otros asuntos que no sea aquel en el que se otorgó, o el que se confiere para la recusación, ya que esta no es un acto sino un proceso, si bien incidental, pero proceso, siendo un claro supuesto de poder especial y no expreso. Por otro lado el Art. 1713 del Código Civil, a la hora de regular las facultades del mandatario parte no ya de los negocios jurídicos en que puede intervenir o realizar el apoderado sino de los actos que, dentro un negocio jurídico concreto, puede realizar este, con independencia de si el poder es general o no, estableciendo al respecto que el mandato concebido en términos generales no comprende más que los actos de administración, siendo necesario mandato “expreso” para los actos de riguroso dominio o disposición, y es ahí en donde surge lo que entiendo es una confusión conceptual, que es el origen de la cuestión y que no es otra que hacer sinónimos poder especial y poder expreso. Lo anterior trasladado al procedimiento no quiere decir otra cosa que si el poder no especifica qué actos puede realizar el apoderado, lo que es frecuente como antes dije en los poderes apud-acta o en los de justicia gratuita, el procurador sólo podrá realizar aquellos actos que enume­ ra el Art. 25 de la LEC, es decir los actos ordinarios del procedimiento, sería, si se nos permite, el equivalente a lo que en derecho civil y en el Art. 1713 se denomina actos de administración, pero si por el contrario en el poder se especifica que el procurador podrá realizar actos como el desistimiento, el allanamiento, etc., como es frecuente en los poderes notariales, el procurador podrá realizarlos sin 47