Reflexiones sobre la cura

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Reflexiones Sobre la Cura
Silvia M. Nuñez
Profesora Jefe de Trabajos Prácticos de la Universidad Argentina John F. Kennedy
Maestranda en Psicoanálisis
Licenciada en Psicología
Psicoanalista
Es la intención de este trabajo revisar el concepto de cura. Por esta vía abrir a la reflexión y
preguntarnos “¿qué ofrecemos a quien decide llevar a cabo la experiencia analítica?”
El psicoanálisis no cura como la medicina
El vocablo cura proviene de curare, cuidar, cuidado, solicitud de sanar; también curador como
aquel que se ocupa de cuidar y administrar los bienes del incapaz. El analista no se constituye en
cuidador ni curador, pero nos interesa la variante “solicitud de sanar”, en tanto que cura queda
anudada a la demanda y al sufrimiento.
La cura analítica no es en los términos del discurso de la medicina, tal vez por ello se ha deslizado,
en algún momento, que el psicoanálisis no cura. Con respecto a esta divulgación, Miller afirma:
“No sé quien ha dicho que el psicoanálisis no cura, seguramente no Lacan. Lo que él ha dicho es
distinto: si el analista toma como finalidad de la experiencia analítica “curar” no va a lograrlo.”
Freud alertaba al analista, señalaba que su labor era otra que la del médico, advertía a los
practicantes del furor sanandis. Esta perspectiva ingenua desestima la neurosis, y se constituye en
un peligro para la prosecución del tratamiento, ya que no queda definida la posición de aquel que
dirige la cura. El furor sanandis apuesta al alivio inmediato, rápido y exitoso en relación a la
desaparición del síntoma y funciona bajo la pretensión de hacer el bien. En Sobre Psicoterapia
Freud indica que nada más alejado de un ideal terapéutico que la cura analítica; para esto toma una
cita de Esculapio acerca del deber médico que exhorta a la cura en forma segura, rápida, y
agradable “tuto, cito, incunde”. Para el psicoanálisis no se trata de abolir una enfermedad como si
fuera un cuerpo extraño para recuperar un estado de bienestar primordial; no se trata de volver al
sujeto a una supuesta normalidad perdida o bien, de restituir un estado anterior.
El discurso médico supone, previo a la aparición del síntoma, una condición de armonía y
consonancia ahora perturbado por el estallido de la enfermedad; la misma noción de síntoma, desde
su etimología, es solidaria con esta lógica. El prefijo SUM (SUMPTOMA) señala la síntesis, la
reunión, el síntoma lleva consigo esta connotación de lo armónico. Ahora bien, este último cambia
de sentido cuando se lo vincula, no con una armonía sino más bien, con una desgarradura
estructural llamada castración. El sentido de los síntomas hemos de hallarlos en otro escenario que
la medicina; por otra parte el síntoma analítico no tiene objetividad, es enteramente subjetivo y
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muchas veces es imperceptible al semejante, al decir de Miller tanto el síntoma como la cura están
fundados sobre una autoevaluación del sujeto, por ello los criterios de curación en análisis dependen
de la palabra del analizante.
Desear el bien del paciente
La lectura que la psicología del yo realizó respecto de la cura, distorsionó el planteo freudiano, fue
homologada con adaptación, definida en coincidencia con ideales sociales quienes constituyeron
índices de curación. Se pensó la cura como acomodación a esas medidas sociales destinada a
“obtener sujetos que encajen en el orden del mundo o que se las arreglen bien con el Amo”, el
objetivo de reparar al sujeto y ajustarlo a estos parámetros va de la mano del querer buscar el bien
del paciente.
Lacan advierte al analista en relación al deseo de curar como equivalente al deseo de hacer el bien,
cuestionando “¿Qué bien persiguen exactamente en relación a su paciente?”. La lógica del deseo de
curar tiene como premisa el supuesto de conocer cuál es el bien para el otro, pero la cuestión es
¿con qué vara mido el bien a procurar en el otro?
Freud cuestiona la ambición terapéutica de muchos de sus seguidores intentando remediar todas las
afecciones neuróticas, considera a tales empeños loables pero piensa que son en vano. Asegura:
“Además conllevan el peligro de que uno se vea empujado fuera del análisis” “La expectativa de
poder curar todo lo neurótico me parece sospechosa”. Freud tenía la certidumbre de que los
empeños más nobles del buen corazón nos arrojan por fuera del análisis.
Lacan nos dirá acerca del deseo del analista “…se podría de manera paradójica, (…), designar
nuestro deseo como un no – deseo de curar. El único sentido que tiene esta expresión es el de
alertarnos contra las vías vulgares del bien, que se nos ofrecen con su inclinación a la facilidad,
contra la trampa benéfica del querer – el bien – del sujeto.”
Una terapéutica que no es como las otras
El psicoanálisis despunta en el impasse de la medicina, es así que el descubrimiento freudiano se
halla ligado desde sus orígenes a la búsqueda de metas terapéuticas. En 1922 Freud apunta “El
psicoanálisis (..) En su origen conoció una sola meta: comprender algo acerca de la naturaleza de
las enfermedades nerviosas llamadas funcionales, a fin de remediar la impotencia en que hasta
entonces se encontraban los médicos para su tratamiento. Respecto del factor psíquico no atinaban
a hacer nada, no podían aprehenderlo, lo abandonaban a los filósofos, místicos y … curanderos, y
consideraban acientífico consagrarse a él (…)”.
Desde sus albores las particularidades del método irán transitando caminos heterogéneos al de la
terapéutica médica, esencialmente porque Freud tendrá el coraje para revelar que la vida no quiere
curarse, que “la vida no es una diosa exaltante surgida para culminar en las más bellas de las
formas… La vida (…), no se caracteriza por otra cosa que por su actitud para la muerte”. De este
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modo trastroca el concepto de enfermedad, la considera un refugio, una modalidad de satisfacción
sustitutiva, descubre que la reacción terapéutica negativa le hace zancadillas a todo designio de
curación.
Si bien se mostró preocupado por los síntomas nunca planteó que la cura equivalía a su eliminación;
se debe operar sobre las condiciones subjetivas que los determinan, de escuchar la verdad que ellos
dicen y analizar los mecanismos puestos en juego; sólo desde allí el análisis podrá intervenir e
incidir sobre los mismos.
En lo tocante al psicoanálisis como método terapéutico Freud asegura que nunca se presentó como
una panacea ni pretendió hacer milagros, se trata de una posibilidad para ciertas enfermedades pero
siempre con el debido gasto de tiempo y trabajo.
En su conferencia “Esclarecimientos,
aplicaciones, orientaciones” retoma el asunto del valor terapéutico estipulando que si bien el
psicoanálisis nació como terapia llegó a ser más que eso, pero nunca abandonó su patria de origen:
los enfermos. Se debate respecto de los alcances de dicha cura, considera que tanto como otras
terapias contabiliza triunfos, derrotas y limitaciones, sin embargo destaca que no es como las
demás, es el método más potente, más trabajoso y extenso, asimismo es diversa en cuanto a sus
medios y procedimientos, se trata de una praxis que revela un contenido de verdad sobre el propio
ser del hombre. Freud es categórico, no se trata de imponer una curación basada en una propuesta
adaptativa si no de abrir al sujeto a la dimensión de su verdad. Tenía convicción en cuanto a la
eficacia de la terapia analítica pero no era un fiel creyente, incluso se define como poco entusiasta,
reconocía que los éxitos terapéuticos del psicoanálisis no podían competir con los de Lourdes, “Son
muchos más los seres humanos que creen en los milagros de la virgen que en la existencia de lo
inconsciente.”
¿Qué cura el psicoanálisis?
Freud sostiene que el análisis permitirá al sujeto pasar “de la miseria neurótica al infortunio de la
vida”. No promete la felicidad pero apuesta a operar un cambio que va de esta “miseria neurótica”,
que leeremos como sufrimiento - penar de más al “infortunio de la vida”, punto límite que deriva de
la misma existencia humana imposible de curar, desventura inevitable que confronta al hombre con
la castración. El psicoanálisis no cura la herida estructural ni ensaya suturas, tampoco cura del
desamparo y la falta de garantía al confrontarse con el deseo del Otro.
Interviene sobre el padecimiento pretendiendo acotar el desenfreno de la pulsión de muerte; intenta
provocar un cambio en la economía libidinal para que la pulsión halle satisfacción articulada al
deseo. Pero … ¿hasta donde llegar? A modo de reflexión y para concluir quisiera transmitirles
unas palabras que Lacan pronunciara en su Seminario sobre La Ética: “Pero entonces, ¿de qué
desean ustedes curar al sujeto? No hay duda de que esto es absolutamente inherente a nuestra
experiencia, (…), a nuestra inspiración – curarlo de las ilusiones que lo retienen en la vía de su
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deseo. Pero ¿hasta dónde podemos llegar en esta dirección? Y, después de todo esas ilusiones, aún
cuando no entrañasen en sí mismas nada respetable, es todavía necesario que el sujeto quiera
abandonarlas.”
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