La unificación del derecho de contratos en Europa José Antonio Martín Pérez* Esther Torrelles Torrea ** En las últimas décadas Europa está viviendo un proceso de unificación en el ámbito contractual. Se pretende que exista una uniformidad en materia de Derecho contractual encaminada a conseguir una unificación en el ámbito jurídico al igual que se ha llegado a una unificación económica. Sin embargo, se observan dos líneas de desarro­ llo paralelo: por una parte estamos asistiendo a una “recodificación” en algunos Estados, en el sentido de que se están poniendo al día los Códigos civiles tras más de un siglo de vigencia. Por otra parte, estamos asistiendo a un proceso de armonización del derecho privado con el ánimo de llegar a una codificación del Derecho privado europeo. En el presente trabajo intentaremos definir estas dos líneas. Además se analiza la nueva regula­ ción del contrato, especialmente de los requisitos de validez del contrato. Se presta una mayor atención al requisito de la causa del contrato, que desaparece en los nuevos planteamientos; pero también se ana­ lizan otras figuras destinadas a garantizar la seriedad y equidad de las relaciones contractuales, entre las que destaca la exigencia de buena fe. HACIA UN DERECHO CONTRACTUAL EUROPEO Antes de analizar un aspecto más concreto como es la nueva regulación del contrato, parece con­ veniente hacer una breve referencia a las vías y a los logros alcanzados en Europa para llegar a una unificación en el campo contractual. 1.LA ACTUALIZACIÓN DE LOS CÓDIGOS DECIMONÓNICOS décadas ciertos países han adaptado sus Códigos civiles a los nuevos tiempos. En concreto desta­ can, entre otros, los siguientes: 1.1. Holanda Su Código civil de 1838 ha sido sustituido por uno más moderno durante un largo proceso de más de cincuenta años. El artífice de semejante reforma fue Meijers, a quien tras la segunda guerra mundial se le encomendó revisar el Código civil holandés. Esta labor, tras su fallecimiento, la continuó una comisión creada a tal efecto. La recepción del nuevo Código en la sociedad holandesa ha sido muy buena, acompañada de una gran campaña de acercamiento del Código a la ciudadanía. Las características del nuevo Código son las siguientes: • Se divide en libros y hay una parte general, pero sólo del Derecho patrimonial, de todo el Derecho civil. • No pretende ser exhaustivo aunque incorpore en el mismo cuero legal el Derecho civil, mer­ cantil y consumo. • Se recurre a las cláusulas generales que permi­ ten un gran desarrollo jurisprudencial. • Tiene deliberadamente un lenguaje técnico, aunque excepcionalmente usa un lenguaje más sencillo en ciertos temas de interés general para la ciudadanía. • Se basa en un completo estudio de derecho comparado acercándose, según las materias, a unos u otros ordenamientos. Así, por ejem­ plo, pertenece al grupo germánico en el tema de condiciones generales, o sigue la tradición romanista en cuanto al título y el modo, o se acerca al sistema anglosajón en el abuso de las circunstancias. * Profesor titular de Derecho Civil Universidad de Salamanca. Correo electrónico: [email protected] ** Profesora titular de Derecho Civil Universidad de Salamanca. Correo electrónico: [email protected] 1 VAQUER ALOY, Antoni, “La codificación en el Derecho patrimonial en Cataluña: en busca de modelos comparados”, La Notaría, noviembrediciembre 2001, n. 11-12, pp. 62 ss. Como anunciábamos anteriormente, en las últimas 29 ® 2 LAMARCA I MARQUÈS, Albert, “La modernización del derecho alemán de obligaciones: la reforma del BGB”, indret.com, 11/4/2001; “Entra en vigor la ley de modernización del derecho alemán de obligaciones”, indret.com, 10/1/2002. 3 Derecho de familia y sucesiones, por ejemplo. Sin embargo, existen algunas disposiciones comunitarias que se refieren a estas materias: Reglamento n. 1347/2000 de 29 de mayo, del Consejo, sobre competencia, reconocimiento y ejecución de resoluciones judiciales en materia matrimonial y de responsabilidad parental sobre hijos comunes. Sobre la materia, PARRA LUCÁN “Apuntes sobre la unificación del Derecho privado en Europa, ¿es posible un Código civil europeo?”, Actualidad civil, 36-2002, pp. 1163 ss. 1.2.Rusia 1.4.Otras reformas Hasta 1994 estaba en vigor el Código de 1964 que era una reforma del Código de 1922 aprobado tras la Revolución bolchevique. El Código de 1964 configuraba un sistema de derecho quasi-civil, pues­ to que uno de los pilares de los Códigos occidenta­ les, la libertad contractual, apenas tenía juego. El Código de 1994 refleja la transformación de las estructuras económicas hacia un sistema libre de mercado. Con ello, el Código adquirió un relieve constitucional regulando libertades públicas como el derecho a la propiedad privada, el derecho a la libre contratación, el derecho de asociación, etc. El obstáculo con el que se encontró el legisla­ dor ruso, fue la falta de tradición civilística en Rusia, la falta de esa formación en las universidades del régimen socialista. Ello se superó con la creación de un grupo redactor que tomó como referencia el Código civil holandés y especialista holandeses en Derecho ruso. El nuevo código cuenta con la influencia de textos legales internacionales y de otros países euro­ peos. No se pretendió en este código abarcar todas las materias civiles, así por ejemplo, se regula aparte el Derecho de familia, el Derecho de propiedad de los inmuebles, etc. Los anteriores países son los que han llevado a cabo una reforma de mayor envergadura o reper­ cusión jurídica. Sin embargo, no han sido los úni­ cos que han emprendido esta labor. Existen otros países que han ido reformado sus legislaciones como es el caso de Estonia, o ciertos territorios de determinados Estados como Escocia o Cataluña que también han emprendido una labor codifica­ dora y desde luego no pueden olvidarse reformas de gran calado como han supuesto las de Quebec, Brasil, Louisiana, etc. Todas estas reformas han intentado o sustituir un anticuado Código civil por uno más moderno incorporando jurisprudencia y aspirando a ser un modelo europeo, o han pretendido con la reforma crear un instrumento de transformación del Estado en un sistema libre del mercado. 1.3.Alemania En enero de 2002 entró en vigor la reforma del Derecho de obligaciones del BGB alemán. Todo se inició en los años setenta con la reforma de las condiciones generales de la contratación. La comi­ sión dedicada a ello se percató de que era precisa una reforma más profunda del Código, que se desarrolló en dos etapas. La primera etapa se inicia en 1978 con el deseo de retornar toda la materia de obligaciones al BGB puesto que muchas normas estaban desperdigadas en leyes especiales; regular nuevas regulaciones jurí­ dicas; revisar la normativa en vigor, y revisar la parte general del Derecho de obligaciones y adecuarlo a los convenios internacionales. Sin embargo, no era el momento de afrontar tal reforma puesto que estaban en proceso de gestación los principios de Derecho contractual europeo. La segunda etapa se inicia con la Directiva 1999/44 de garantías de los bienes de consumo. Existían muchas directivas comunitarias que trans­ poner y se aprovechó para modificar el BGB. Fruto de ello fue la modernización del derecho de obli­ gaciones, no sin la presencia de fuertes discusiones entre la doctrina alemana. 30 2.LA ARMONIZACIÓN DEL DERECHO PRIVADO EUROPEO Simultáneamente con las reformas internas de cada Estado, como indicábamos antes, a nivel europeo se pretende llegar a una armonización del Derecho privado. Las normas de conflicto existentes en los cuerpos legales son insuficientes para hacer frente a los conflictos cada vez más frecuentes debidos a la globalización. Es por ello por lo que surge el deseo de llegar a una unificación del derecho privado. La adhesión de los Estados europeos a la Unión Europea (UE) ha propiciado dicho deseo. Es evidente que la adhesión a la UE ha supuesto profundas repercusiones en el orden jerárquico de aplicación normativa o sobre el ámbito compe­ tencial de índole estatal. Hay que destacar el gran interés que desde sus orígenes ha despertado para la UE el Derecho privado económico patrimonial, en concreto dentro del ámbito del Derecho civil. Así han sido objeto de regulación materias relativas a la propiedad intelectual e industrial; el seguro de responsabilidad civil derivada de la circulación de vehículos de motor; firma electrónica; protección de datos personales, etc. Sin embargo, no todas las materias del derecho civil son objeto de regulación desde la UE. Hay mate­ rias que se resisten a las tentativas de armonización extra nacionales por su marcado carácter nacional. Sin embargo, la armonización ha puesto en marcha sus motores y para lograrla, se han desa­ Gobierno Corporativo Número 28 rrollado unos impulsos oficiales y unos impulsos extraoficiales o académicos. 2.1.Impulsos oficiales Estos impulsos a su vez los podemos subdividir en impulsos materiales e impulsos políticos 2.1.1.Impulsos materiales Para proteger al consumidor europeo, la UE cuenta con instrumentos normativos de distinto alcance y significación: los reglamentos, las recomendacio­ nes, los convenios, y las Directivas. De todas estas medidas han sido las Directivas las que han desarrollado un papel más destacado de cara a la armonización y protección del consu­ midor. Se han convertido en la vedette de la política comunitaria de protección de los consumidores. Y ello se debe a sus características: 1. Tienen carácter vinculante para los Estados miem­­bros. Su eficacia es mayor que las recomendaciones. 2. Sólo obligan al resultado que deba perseguirse, dejando al respectivo legislador nacional la elec­ ción de la forma y de los medios, lo que permite una mayor flexibilidad que los reglamentos. 3. Son normas de mínimos, ponen a disposición de los Estados la posibilidad de elevar el nivel de protección establecido en la norma comunitaria. 4. Los Estados son libres de incorporar lo dis­ puesto en las Directivas en el propio derecho interno con normas del rango que estimen oportuno, pero, en el marco que se les marque, deben conseguir el resultado previsto que será común (ahí está la uniformidad y armoniza­ ción) para todos ellos. 5. En cuanto a tipo normativo, las Directivas comportan un menor grado de intrusión en los ordenamientos de los Estados miembros que el reglamento, pues mientras éste contiene una regulación completa e inmediatamente vinculante tanto para las autoridades como par­ ticulares, las Directivas dejan cierto margen de discrecionalidad para que los Estados decidan qué medio resulta más adecuado. 6. Las Directivas se configuran como una legisla­ ción en dos fases. Las autoridades de los Estados miembros de la UE cuando reciben las Directivas deben adoptar las medidas legales necesarias para efectuar la incorporación de las mismas en sus ordenamientos internos. Normalmente se hace por medio de leyes especiales. Es por todo ello por lo que las autoridades comunitarias han considerado que las Directivas, al menos en lo que se refiere a protección de los consumidores, constituyen el instrumento más idóneo para la consecución de los objetivos de la UE, en la medida en que proporcionan el adecuado equilibrio entre la obligatoriedad de los resultados que se busca obtener y la flexibilidad en cuanto a las medidas nacionales dirigidas a obtenerlos. Sin embargo, las Directivas no han sido tan positivas como se esperaba: • La regulación comunitaria del fenómeno con­ sumo a través de las Directivas ha sido una regulación sectorial, pues las normas comu­ nitarias resultan restringidas; es decir, no sólo presentan un alcance subjetivo muy delimitado (el consumidor, el acto de consumo), sino que en el ámbito objetivo la restricción también se da puesto que no suelen tener un ámbito de aplicación general, sino que las distintas direc­ tivas se centran en concretas actividades que pueden ser efectuadas por los consumidores: viajes combinados, créditos al consumo, etc. • Generan “desarmonización”. • Las transposiciones no son simultáneas (caso Alemania: viaje combinado). • Son parciales: producen una regulación frag­ mentaria por estar basadas en las competencias reconocidas en el TCE. • A veces son incoherentes con otras Directivas. • Suelen trasponerse en leyes especiales que crean una “inflación legislativa”. 4 El art. 249 del Tratado establece que los reglamentos “tendrán un alcance general. Será obligatorio en todos sus elementos y directamente aplicable en cada Estado miembro”. Es un acto obligatorio erga omnes, generador de una clara impronta unificadora. 5 El art. 249 del Tratado considera que la Directiva “obligará al Estado miembro destinatario en cuanto al resultado que deba conseguirse, dejando, sin embargo, a las autoridades nacionales la elección de la forma y de los medios”. 6 ARROYO AMAYUELAS, Esther, y VAQUER ALOY, Antoni, “Un nuevo impulso para el derecho privado Europeo” La Ley, n. 5482, 14 de febrero 2002: MASIDE MIRANDA, “El futuro Código civil europeo de contratos”, Revista Crítica de Derecho inmobiliario (RCDI), n. 684, 2004, pp. 1770 ss. 2.1.2.Impulsos formales Los organismos políticos de la UE también han impulsado la unificación del Derecho privado a través de relevantes resoluciones. Destacan, entre otros, los siguientes hitos: • Resolución de 26 de mayo de 1989, en que el Parlamento hace un llamamiento a los Estados miembros para que manifiesten si desean par­ ticipar en la unificación del derecho europeo. • Resolución de 6 de mayo de 1994, en que se pide a la Comisión que inicie los trabajos preparatorios y que se nombre a una comisión formada por científicos calificados, que pro­ pongan las prioridades para la armonización a corto y largo plazo. • Respuesta de la Comisión en julio de 2000 obligándose a presentar una comunicación a las demás instituciones europeas. En dicha comuni­ cación se recogen las respuestas más relevantes: la no actuación de la UE en el tema; la elabora­ 31 ® 7 Para un estudio detallado de los mismos puede consultarse CÁMARA LAPUENTE, S. (coord..), Derecho privado europeo, Madrid, 2003. ción de unos principios; mejorar las legislaciones estatales existentes y crear un código. • Resolución de 15 de noviembre de 2001, el Par­ lamento elabora un ambicioso calendario y pide que se realice un plan de acción del proceso. • 12 de febrero de 2003: la Comisión Europea emite una comunicación: “Plan de acción sobre un Derecho contractual más coherente”. • 8 de febrero de 2007, se publica el “Libro verde so­bre la revisión del acervo en materia de consumo”. ficación del derecho contractual europeo es un acercamiento entre los sistemas del Civil law y del Common law. A pesar de las discrepancias de ambos sistemas, se está logrando llegar a un acercamiento aprovechando los aspectos más actuales y satisfac­ torios de ambos sistemas. 2.2.Impulsos extraoficiales o académicos 1.LOS REQUISITOS DEL CONTRATO EN LOS PRINCIPIOS DE DERECHO EUROPEO DE LOS CONTRATOS (PECL) Desde el ámbito académico se han ido creando a lo largo de los últimos años una serie de grupos de trabajo encaminados a los estudios de la unifica­ ción del Derecho europeo. Entre ellos destacan los siguientes grupos o resultados: • Comisión de Derecho Contractual europeo, o Comisión Lando (1985-2003), que ha elaborado los Principios de Derecho contractual europeo. • Grupo de estudio sobre un Código civil europeo (Von Bar, 1998). • Anteproyecto de Código Europeo de contratos (Gandolfi, Pavía, 1990). • Principios europeos de responsabilidad civil (Spier-Koziol, Tilburg/Viena, 1992). • Grupo sobre los principios sobre el acquis communautaire (Schulze, Münster, 2002). 3.ARMONIZACIÓN DEL DERECHO PRIVADO EUROPEO VERSUS REFORMAS DE LOS CÓDIGOS NACIONALES Vistas las dos líneas de actuación, es decir, las reformas de los códigos civiles en ciertos países y el deseo de llegar a una armonización del derecho europeo, la duda que nos surge es si estamos ante dos vías de actuación contradictorias por parecer antagónicas entre sí. Hay que resaltar que ambas tendencias se complementan entre sí, puesto que las reformas de los ordenamientos internos siempre han tenido presentes los trabajos de armonización existentes hasta el momento y estos también han tomado como referencia las modificaciones más relevantes de los países europeos. En todo caso lo que se pretende con la uni­ 32 LA NUEVA REGULACIÓN DEL CONTRATO Todos los sistemas jurídicos suelen fijar, de manera más o menos explícita, los requisitos necesarios que han de concurrir para admitir la validez de los contratos, que son en realidad exigencias que per­ miten diferenciar aquellos acuerdos que merecen la protección jurídica de los que no la merecen. El análisis de los Derechos vigentes muestra que la cuestión de la celebración y validez de los contratos no debe quedar reducida al mero acuer­ do, a la comprobación del mero encuentro de voluntades dentro de unos límites generales marca­ dos legalmente. Pero a la vez, los elementos que se han utilizado para semejante cuestión, tales como la causa, no han sido del todo satisfactorios. Nuestros ordenamientos, que pertenecen al modelo romano-francés, además de las exigencias genéricas de legalidad y capacidad, exigen la concu­ rrencia de tres requisitos para la validez del contra­ to: consentimiento, objeto y causa (art. 1261 CC). La exigencia de forma –otorgamiento de escritura pública– sólo es necesaria en algunos contratos, aunque en el Código civil colombiano tiene gran relevancia al requerirse para la validez de la compra­ venta de inmuebles. Son requisitos de validez en la medida en que la no concurrencia de uno de ellos, o el hecho de que no cumplan todas las exigencias que establece el propio Código, permite declarar la ineficacia del contrato. Los Principios Europeos (PECL) dan un giro radical a esa configuración ya clásica, que pretende ser un giro en la manera de entender el contrato. Así, dentro del Capítulo 2, destinado a la “forma­ ción” del contrato, el art. 2:101, bajo el epígrafe Gobierno Corporativo Número 28 Condiciones para la conclusión de un contrato, establece: “1.El contrato se perfecciona, sin necesidad de ninguna otra condición, cuando a) Las partes tienen la intención de vinculars jurídicamente, y b) Alcanzan un acuerdo suficiente. 2. El contrato no necesariamente se debe concluir ni hacer constar por escrito y no queda sujeto a ninguna otra exigencia de forma. Se puede pro­ bar su existencia por todos los medios posibles, incluida la prueba testifical”. Después, sendos preceptos se ocupan de expli­ car cómo hay que entender los dos requisitos establecidos: Artículo 2:102: Intención. La voluntad de una parte de vincularse contractualmente se determinará a partir de sus declaraciones o su conducta, tal y como éstas fueran razonablemente entendidas por la otra parte. Artículo 2:103: Acuerdo suficiente. Un acuerdo se considera suficiente: (a) Si las partes han definido sus elementos de manera suficiente para que el contrato pueda ejecutarse. (b) O si [su contenido] puede determinarse conforme a los presentes principios. (2) No obstante, si una de las partes se niega a concluir un contrato en tanto no haya acuerdo entre los contratantes sobre una cuestión concreta, el contrato no existirá hasta que no se alcance un acuerdo sobre dicho aspecto. Ello ha de ser completado con el precepto dedi­ cado al reconocimiento de la “libertad contractual”: “Las partes son libres para celebrar un contrato y establecer su contenido, dentro del respeto de la buena fe y de la lealtad y de las normas imperativas dispuestas por los presentes Principios” (art. 1:102). Una conclusión evidente es que, a la hora de pronunciarse sobre la trascendente cuestión de los requisitos de validez del contrato, de manera plena­ mente consciente, se opta por la simplificación, al reducir todos los requisitos recogidos por un gran número de ordenamientos europeos básicamente a uno, el acuerdo, prescindiendo de cualquier otro. De manera explícita, se dice en el texto original en inglés: without any further requirement. Los comentarios y notas que acompañan a los Principios, sin aportar demasiadas explicaciones, sí dejan claro que con independencia de que sea o no necesario el acuerdo entre las partes para la existencia de contrato –pues no es necesario en los casos en que sólo se obliga una parte–, no se exige ningún otro requisito: no hay requisitos de forma, ni es necesario que el destinatario de la promesa se comprometa a entregar algo o que, efectivamente, lleve a cabo una prestación a cambio de la promesa, ni siquiera cuando se trata de promesas gratuitas. La expresión “sin ninguna otra condición, implica que los Principios no exigen contraprestación (consideration) ni causa (cause), al igual que tampoco exigen que para celebrar determinados contratos deba transmi­ tirse la propiedad a la parte que la recibe (contratos reales)”. Los PECL pretenden dar una respuesta clara a las discutidas cuestiones sobre si queda una parte obligada por una promesa informal, por una pro­ mesa que carece de causa o por una que no tiene contraprestación. La forma escrita u otras forma­ lidades no son necesarias en el contrato, como tampoco lo son la existencia de causa o de contra­ prestación. Y es que la intención de sus redactores es que la noción de contrato comprenda no sólo los llamados contratos bilaterales y sinalagmáticos, sino también otros reconocidos de manera general en los ordenamientos europeos, como son los contra­ tos unilaterales e incluso la promesa por medio de la cual una de las partes se vincula sin la aceptación de la otra (art. 2:107). Todos los contratos, en la concepción de los PECL, son contratos consensuales, sin que haya lugar en ellos para una categoría de contratos que exija requisitos adicionales, como ocurre con los llamados contratos reales10. Con ello, se da rango de exclusividad a la regla de la consensualidad. Tal solución se justifica con dos argumentos: a) Supone una cierta potenciación del principio solus consensus obligat, fácil de aceptar al estar presente en todos los sistemas europeos, y ser resultado de la evolución de los Derechos modernos, los cuales se pueden permitir prescindir de los requisitos exigi­ dos en etapas anteriores. b) Supone la realización de una de las ideas que presidieron la redacción de los PECL, el favor contractus: no poner trabas a la formación del contrato, mantener en lo posible su validez y limitar los casos de nulidad11. Aunque tam­ bién nos referiremos a otras razones de “política jurídica” que justifican esta simplificación. Lo cierto es que se aprecia una tendencia a restringir los supuestos de invalidez o ineficacia a favor de la aplicación de las reglas del cumpli­ miento e incumplimiento. Ello puede desembocar en una regla que se puede formular en el sentido de que ninguna circunstancia sobrevenida tras la conclusión del contrato debe afectar a la validez del contrato, dando lugar únicamente a la aplica­ ción de las reglas relativas al cumplimiento12. Se parte de que, en la medida de lo posible, es mejor 8 Utilizamos la traducción que aparece en la edición española —trasunto de la edición de O. Lando y H. Beale— a cargo de Barres Benlloch, P./ Embid Irujo, J. M.,/ Martínez Sanz, F., Principios de Derecho contractual europeo, partes I y II, Madrid 2003. 9 LANDO/ BEALE, Principios de Derecho contractual europeo, cit., págs. 186 y ss. 10 ASÍ, DÍEZ-PICAZO, L. / ROCA TRÍAS, E. / MORALES MORENO, A. M., Los principios de Derecho europeo de contratos, Madrid, 2002, pág. 172, quienes consideran que el precepto es más próximo al Derecho inglés que al Derecho europeo continental. 11 BONELL, M. J., Un “Codice” Internazionale del Diritto dei Contratti, Milano, 1995, pág. 81. 12 Storme, “The Binding Character of Contracts - Causa and Consideration”, cit., pág. 252, considera incluidos en esta regla los supuestos de condiciones implícitas, frustration y hardship. Admite que esta regla no aparece explícitamente ni en los PECL ni en los Principios Unidroit, pero está implícita en alguno de sus preceptos, como en la definición de error, o en el art. 3.7 de los Principios Unidroit. 33 ® 13 Como explica Fajardo Fernández, en Derecho privado europeo, cit., pág. 401, su origen es incluso anterior: está en un dictamen solicitado por Unidroit al Max Plank Institut de Derecho comparado en 1960 y presentado luego por Unidroit a Uncitral, que incorporó el principio a la Convención de las Naciones Unidas sobre los Contratos de Compraventa Internacional de Mercaderías de 1980. Esta establece en el art. 11 que la celebración del contrato de compraventa no está sujeta a ningún requisito de forma, y en el art. 29.1 se estableció que “El contrato podrá modificarse o extinguirse por mero acuerdo entre las partes”, sin que se extendiera tal principio a la perfección del contrato. 14 Puede consultarse en http://www. unidroit.org/english/principles/main. htm, existiendo edición en inglés, francés e italiano. El texto oficial en español de la primera versión (Principios sobre los contratos comerciales internacionales, Unidroit, Roma, 1994), dice: “art. 3.2.: Todo contrato queda celebrado, modificado o extinguido por el mero acuerdo de las partes, sin ningún otro requisito”. 15 Así, Hartkamp, A., “Principles of Contract Law”, en Towards a European Civil Code, cit., pág. 113. 16 Así, Alvarado Herrera, L., en Morán Bovio (coord.), Comentario a los principios de Unidroit para los contratos del comercio internacional, 2.ª ed, 2003, pág. 176. También Lete Achirica, J., “Los Principios de Unidroit sobre los contratos comerciales internacionales”, Actualidad Civil, febrero 1996, pág. 132, argumenta que “el hecho de que el consentimiento (nudum consensus) sea el único requisito de la validez del contrato se explica por la irrelevancia para el tráfico económico internacional de otros elementos calificados de esenciales o imprescindibles en los Ordenamientos nacionales como la causa en los Derechos codificados o la consideration en el Common Law”. 17 Academia de Iusprivatistas Europeos, “Código europeo de contratos (Anteproyecto)”, versión española de J. L. de los Mozos y A. Luna Serrano, RGLJ, 2001-4, págs. 713 y ss. También en Vattier, C., De la Cuesta, J. M.ª, Caballero, J. M.ª, Código Europeo de contratos, I, Comentarios en homenaje al Prof. D. José Luis de los Mozos, Madrid, 2003. 34 que el contrato se considere válido y se entienda incumplido antes que declararlo nulo. Por eso se tiende a reducir los requisitos de validez del con­ trato –como la causa–, ya que su contravención produce la nulidad, mientras que el incumplimien­ to puede generar diversas medidas protectoras del contratante perjudicado –reparación específica, indemnización, etc.–. 2.EL ANTECEDENTE EN LOS PRINCIPIOS UNIDROIT SOBRE LOS CONTRATOS COMERCIALES INTERNACIONALES En todo caso, la fórmula no es una innovación de los PECL ni apareció sorpresivamente, sino que tuvo un largo recorrido anterior desde su primera formulación en el borrador de la Convención para la unificación de determinadas reglas relativas a la validez de los contratos de compraventa internacio­ nal elaborado por Unidroit en 197213. Más en con­ creto, el art. 3.2 de los Principios Unidroit sobre los Contratos Comerciales Internacionales (sin modifi­ car desde la edición inicial de 1994), bajo el epígrafe de “Validez del mero acuerdo”, establece: “Todo contrato queda perfeccionado, modifi­ cado o extinguido por el mero acuerdo de las par­ tes, sin ningún requisito adicional” (“without any further requirement”, en la edición en inglés)14. Como señala el propio Comentario elabora­ do por los redactores de estos Principios, y es comúnmente reconocido, el principal propósito de este precepto es eliminar tanto la doctrina de la causa del Civil law como la doctrina de la consideration del Common law15. Pero lo cierto es que de la redacción del precepto no se desprende, sin más, que la causa no sea elemento esencial del contrato, por lo que pudiera ser conveniente que se hiciese una referencia expresa a la innecesarie­ dad de la causa. Al comentar tales Principios Unidroit se ha destacado que la innecesariedad de otros requisitos puede ser entendida como negación de la existen­ cia de una causa en los contratos, puesto que los contratos siempre se celebran con alguna razón o motivo que los dota de sentido. Lo que se pretende es desvincular la validez y los propios efectos del contrato (como la transmisión efectiva del domi­ nio) de las vicisitudes que puedan afectar a la exis­ tencia y la regularidad de la causa, buscando una abstracción que se justifica por las exigencias del tráfico jurídico en la contratación mercantil16. Pero como se desprende del Comentario a los Principios, tal abstracción de la causa no se extendería al supuesto de ilegalidad, cuestión que se remite al Derecho aplicable. 3.EL ANTEPROYECTO DE “CÓDIGO EUROPEO DE CONTRATOS” DE LA ACADEMIA DE IUSPRIVATISTAS DE PAVÍA El otro texto encaminado a la armonización del Derecho de contratos que ha tomado forma, el Anteproyecto de Código elaborado por el grupo capitaneado por G. Gandolfi, si bien no es tan innovador y está más próximo a los Códigos lati­ nos, también prescinde de la causa y de la consideration. Aporta una definición de contrato que trasluce una concepción amplia y reconoce la “autonomía contractual” con los límites clásicos (art. 2). Y en el art. 5.5, bajo el epígrafe “Capacidad de contratar y elementos esenciales del contrato”, establece17: “3.Los elementos esenciales del contrato son: a) El acuerdo de las partes. b) El contenido. 4. No es necesaria una forma particular más que en los casos y a los fines indicados en las reglas del presente Código”. Aunque también se caracteriza por un acentua­ do consensualismo, junto al acuerdo aparece como requisito el “contenido”, que dadas las condiciones que ha de cumplir –utilidad, posibilidad, licitud y determinación– puede considerarse una refundi­ ción de la teoría del objeto. Pero es la eliminación del requisito de la causa y de la consideration la novedad más llamativa, siendo calificada incluso de revolucionaria. En las intervenciones de los académicos anteriores a la aprobación de la supresión, aparecen los siguien­ tes argumentos: la dificultad para precisar en qué consiste la causa; el no ser un elemento esencial, dado que es posible encontrar otra vía para asegu­ rar la conformidad del contrato con los valores de base del mismo; la causa permite el control de la conformidad de los pactos con las finalidades del sistema, pero tal control puede ejercerse ya sobre el contenido concreto de los contratos; es super­ fluo “el exigir la presencia y mención de una causa desde el momento en que todo contrato persigue Gobierno Corporativo Número 28 necesariamente un fin, tiene una función y, en suma, una causa”18. Lo cierto es que quienes han comentado tal supresión, coinciden en justificarla —no sin cierto pesar—, debido tanto a las incertidumbres con­ ceptuales que presenta la causa, como a que su finalidad fiscalizadora se puede alcanzar igualmente por medio de los límites impuestos a la autonomía privada. Y, reacios a abandonar, si no el concepto mismo, al menos su esencia, se señala que la supre­ sión se mitiga con la exigencia de que el contenido del contrato no sea ilícito ni abusivo; y que los clá­ sicos “motivos causalizados” se podrían encauzar por la vía habitual de la condición suspensiva o resolutoria (arts. 49 y 50)19. Como también tranqui­ liza el que el Anteproyecto declare la nulidad abso­ luta cuando el contrato resulta “contrario al orden público, a las buenas costumbres, o a una regla imperativa establecida para tutelar un interés gene­ ral, o para salvaguardar situaciones de importancia social primaria” (art. 140.1 a). Por ello, se concluye que “la formulación de la nulidad a través de varios conceptos jurídicos indeterminados permite dedu­ cir razonablemente que cualquier ilicitud o inmora­ lidad contractual tendrían en ellos acogida”. En realidad, como certeramente ha señalado De los Mozos, el Anteproyecto responde a la idea de lo que puede llamarse “concepción implícita de la causa, como expresión del fundamento de la relevancia del contrato, aunque necesariamente no hace que se configure como un requisito inde­ pendiente del mismo, sino que se identifica con él, puesto que éste es objeto de reconocimiento por el propio ordenamiento jurídico”. Para tal conclu­ sión utiliza también el art. 2.2.º: “En los límites del párrafo precedente las partes pueden concluir contratos que no queden sometidos a la regulación del presente Código y, en particular, a través de la combinación de tipos legales diferentes o a la relación entre muchos actos”. Deduce por ello que “se huye claramente de un sistema de ‘tipicidad legal’, manteniéndose, implícitamente, un sistema de ‘tipicidad causal’, como es propio de la tradición jurídica latina, luego la causa no desapa­ rece del todo, ocupa únicamente el lugar que le corresponde en un sistema en que a todo contrato se le reconoce eficacia jurídica”20. Por último, hay que destacar el que el Contract Code elaborado por H. McGregor, a modo de ensayo de codificación del Common Law y de aproxi­ mación al Derecho continental, y que fue tomado como texto-base por la Academia de Pavía, también propone la eliminación de la consideration21. 4.LA SUPRESIÓN DE LA CAUSA DEL CONTRATO La fama que precede al concepto de causa del con­ trato no es muy alentadora, considerado uno de los conceptos más oscuros del Derecho, acusado de “incomprensible” y “misterioso”. Ello es lógico, tratándose de un concepto en continua elabora­ ción, que en cuanto alcanza un mínimo estado de madurez muta en busca de una fórmula satisfacto­ ria para servir a cada época y lugar. Es un concepto que no ha dejado de interesar a la doctrina y de ser utilizado por la jurisprudencia22. Sin embargo, todos los textos dirigidos a crear un Derecho contractual europeo común que han visto la luz hasta el momento, prescinden de la causa como requisito del contrato. Este es uno de los aspectos más novedosos y llamativos, y todo parece indicar que el concepto “causa del contrato” tiene los años contados. Como argumentos que se hacen valer en contra de la pervivencia de la causa como requisito esen­ cial del contrato, pueden citarse: a) La causa no es un requisito para la validez de la obligación contractual en todos los ordena­ mientos europeos. Son ordenamientos clara­ mente causalistas, en cuanto mantienen la exi­ gencia de causa, los de Francia, Bélgica, Italia, España y –aunque no aparezca en su Código civil– Austria. En cambio, se considera no cau­ salista al sistema alemán, y a los que siguieron la estela del BGB, como el Código suizo de las Obligaciones de 1911, además de los Códigos de Brasil (art. 104), Guatemala y Perú, entre otros. Tampoco se utiliza el concepto de causa en el Common Law –si bien tienen la consideration cuya función no es del todo coincidente–, ni en Escocia ni en los países nórdicos. Resulta llamativo que los Códigos más recientes pres­ cindan de la causa, como es el caso del Código civil griego de 1940, el Código civil portugués de 1966, y el Código civil holandés de 1993. Mientras, el Code civil de Quebec de 1994 (art. 1410) mantiene la causa del contrato aunque su definición crea cierta coincidencia con el objeto del mismo. Por ello, si se quiere que la integración jurí­ dica europea culmine con éxito, hay que partir de lo que nos une, prescindiendo de lo que nos separa. Así se entiende que la solución que ha prevalecido es la de guardar silencio sobre la causa o excluirla directamente. Como se ha 18 En Academia dei Giusprivatisti Europei, Code européen des contrats (coord. G. Gandolfi), Milano, 2000, págs. 126-131. 19 Así, Vattier Fuenzalida, C., “El Anteproyecto de Pavía”, en Palao Moreno, G; Prats Alventosa, L.; M.ª J. Reyes López (coords.), Derecho Patrimonial Europeo, Pamplona, 2003, pág. 428, quien en todo caso reconoce con cierto lamento que la supresión de la causa supone la consagración de la noción iusnaturalista del contrato, basado exclusivamente en el consentimiento eficaz. 20 De los Mozos, J. L., “La regulación del contrato y el problema de la causa”, Revista Jurídica del Notariado, eneromarzo 2002, pág. 211. 21 McGregor, H., Contract Code. Proyecto redactado por encargo de la Law Commission inglesa, trad. y notas por J. M. de la Cuesta y C. Vattier, Barcelona, 1997. 22Tomando sólo como referencia los más recientes, en nuestro país hay que destacar el estudio de De los Mozos, J. L., “La regulación del contrato y el problema de la causa”, cit., págs. 203 y ss., que consideramos el primero que analiza el tema en relación con la integración europea. Y por sus planeamientos originales y arriesgados, Fajardo Fernández, J., en Cámara Lapuente, S. (coord.), Derecho privado europeo, Madrid, 2003, págs. 399 y ss. La doctrina italiana, muy activa en lo que se refiere a la reelaboración de la teoría general del contrato, es la que ha mostrado mayor interés: hay que destacar como obra colectiva en la que participan juristas de toda Europa, Vacca, L. (dir.), Causa e contratto nella prospettiva storico-comparatistica, Torino, 1997, que recoge las ponencias de un congreso internacional celebrado en 1995. Desde la perspectiva de la armonización europea hay que destacar: Basani, V.; Mincke, W., “Europa sine causa?”, Zeitschrift für europäisches Privatrecht, 1997, núm. 3; Storme, M., “The Binding Character of Contracts - Causa and Consideration”, en Hartkamp, A. y otros, Towards a European Civil Cod, 2.ª ed., The Hague/London/Boston, 1998, págs. 239 y ss. 35 ® 23 De los Mozos, “La regulación del contrato y el problema de la causa”, cit., pág. 210. Alpa, G., “I Principles of European Contract Law e il Codice civile italiano”, en Alpa, G. / Buccico, E. N., (dirs.), Il Codice civile europeo. Materiali dei seminari 1999-2000, Milano, 2001, pág. 136; Gentili, A., “I principi del diritto contrattuale europeo: verso una nuova nozione di contratto?”, en Alpa / Buccico, cit., pág. 264. 24 Así, Lando, O., “El Derecho contractual europeo en el tercer milenio”, Derecho de los negocios, n.º 116, mayo 2000, pág. 9, argumenta que en su informe para los PECL sobre la Ley francesa, Tallon señala que de acuerdo con la mayoría de los autores y tribunales franceses, la causa tiene dos aspectos: uno, “objetivo y abstracto” y, otro, “subjetivo y concreto”. Según el primero, la causa debe existir y no puede ser errónea. Así, la promesa de pagar una deuda ya pagada tiene una causa falsa. Atendiendo al segundo aspecto, la causa debe ser legal. Por tanto, la venta de un objeto que se pretende usar para cometer un crimen está prohibida. 25 Vid., Rabello, A. M., “Israeli contract law: A laboratory for Europe?”, en Ba­ses de un Derecho contractual europeo (S. Espiau y A. Vaquer, eds.), Valencia, 2003, pág. 694; Id., “Israele: senza causa e senza consideration”, en Vacca, Causa e contratto nella prospettiva storico-comparatistica, cit., págs. 407 y ss. 26 Me ocupé detenidamente del concepto y sus funciones, con particular atención a la causa del contrato oneroso, en MARTÍN PÉREZ, J.A., La rescisión del contrato (En torno a la lesión contractual y el fraude de acreedores), Barcelona, 1995, págs. 271 y ss. 27 Del sentido de la reciprocidad y sus funciones, se ocupó brillantemente Alonso Pérez, Sobre la esencia del contrato bilateral, Salamanca 1971, págs. 28 y ss. 28 Fajardo Fernández, en Derecho privado europeo, cit., págs. 427-428, con apoyo en Zweigert K. / Kötz, H., An Introduction to Comparative Law, trad. inglesa, Oxford, 1998, pág. 71; y en Atiyah, P. S., An introduction to the law of contract, Oxford, 1995, pág. 149. A pesar de ser muy crítico con la causa, Fajardo reconoce que no es totalmente inútil, sino que cumple una función donde realmente es exigida, que es en los contratos simulados, en los que la existencia de una causa (generalmente, un animus donandi o remuneratorio) indica si realmente existió voluntad contractual o si, por el contrario, el contrato fue absolutamente simulado. Por ello concluye que la función propia de la causa del contrato es indicar la intención de quedar vinculado jurídicamente. 29 Gambaro, A., “Causa y contrato”, en El contrato en el sistema jurídico latinoamericano. Bases para un Código latinoamericano, Bogotá, 1998, págs. 159 y ss. 36 dicho, quizá no es la solución mejor, pero es la única posible23. b) No es posible ofrecer una definición de causa universalmente aceptada, puesto que, en reali­ dad, significa cosas diversas en diferentes con­ textos24. Puede servir como ejemplo el caso de Israel, que al elaborar su Ley de Contratos (Parte general) (1973), pretendía lograr un equilibrio entre las tradiciones del Common law y del Civil law. Pero se generó una pugna entre los juristas que abogaban por un sistema causalista y los favorables a la doctrina de la consideration, que se decidió prescindiendo de las dos25. c) Los problemas que la causa pretende resol­ ver encuentran igual o mejor respuesta en otras normas. Así, si el contrato debe quedar privado de validez porque su finalidad o su cumplimiento es ilegal, se puede establecer así directamente, sin necesidad de que exista una norma que establezca que la invalidez se debe a una causa ilegal. 4.1.Funciones que viene cumpliendo la causa como requisito del contrato Analizar sus funciones es el paso previo para cues­tionarse qué repercusión tendrán las pro­ puestas de supresión en los sistemas causalistas, en los que tanto la ley como la jurisprudencia exigen que todo contrato tenga una causa para ser válido. Lo cierto es que las múltiples funciones y la diversidad de asuntos para los que es reclamada por la jurisprudencia, han hecho equívoco el concepto y se han vuelto en su contra, al no permitir dibujar unos perfiles claros y estables. En cuanto causa del contrato sirve: como criterio de distinción entre promesas vinculantes y no vinculantes, como criterio clasificatorio y diferenciador de los diferentes tipos contractuales, como regla para invalidar los pactos contra legem, contra bonos mores y otros, y como fórmula que permite incluir en el contrato propósitos de las partes que sin ella no serían relevantes, entre otras. Pero si hablamos de la “causa de la obligación” o de la “causa de la atribución”, nos aparecen otra larga serie de funciones. Nos referimos genéricamente a la causa del contrato26. Destacaremos tres funciones básicas de la causa del contrato. 4.1.1.Criterio para constatar que concurre la “voluntad de quedar vinculado contractualmente”. La existencia de contrato. La primera función que cumple es distinguir las promesas o compromisos obligatorios de los que no pueden ser exigidos. En este sentido, se puede des­ cubrir una estrecha relación entre el papel que cum­ plen requisitos como la causa, la forma, la entrega de la cosa, o la aceptación de una promesa, aunque tradicionalmente se hayan abordado como proble­ mas completamente independientes. Todos ellos tratan de garantizar la efectiva voluntad de quedar vinculado jurídicamente por parte del promitente, especialmente en los contratos que carecen de reci­ procidad. Cuando hay reciprocidad no surgen dudas respecto de la existencia de un vínculo obligatorio, pero esto sólo se produce en los contratos que son típicos intercambios onerosos, no en los demás27. Por esta razón, los principios de libertad de forma y el solus consensus obligat sólo se aplican realmente cuando hay reciprocidad. Aquí aparece la gran novedad: los Derechos nacionales europeos no indagan la causa en los contratos onerosos típicos, pero no permiten la perfección por el mero consentimiento informal de los contratos atípicos, gratuitos o simulados, mientras que los PECL sí. Como indica Fajardo Fernández, las propuestas armonizadoras y, especialmente los PECL, han preferido sustituir los criterios tradicionalmente utilizados para apreciar si concurre la voluntad contractual por la misma voluntad contractual apreciada directamente (art. 2:102). Pero también hay que reconocer que si los distintos sistemas establecen criterios indirectos es precisamente porque la voluntad de quedar vinculado no es tan fácil de percibir. Entonces, “el vacío dejado por los criterios suprimidos tendrá que ser suplido por la jurisprudencia, que deberá concretar qué datos permiten afirmar que ha habido o no voluntad contractual; es decir, a la larga, por otros nuevos criterios” 28. Ya se viene confiando en otros criterios, en determinados ámbitos, para seleccionar qué compro­ misos son serios y meditados de los que son meros ejercicios lingüísticos. Así hay que entender tanto los “derechos de revocación” o desistimiento otorgados al consumidor en algunas leyes como las exigencias de forma en algunos contratos de consumo29. Estamos de acuerdo en que la función básica y, a la vez, más compleja, del Derecho contractual es determinar qué expectativas de las partes han Gobierno Corporativo Número 28 de protegerse legalmente, y en qué grado, cuando no son voluntariamente satisfechas. Pero está por demostrar que la sola “voluntad de las partes de vincularse legalmente” sirva como criterio satis­ factorio para tal determinación. La expectativa que se protege legalmente, siendo el contenido de toda obligación contractual, es precisamente que cada parte deba actuar “como una persona razonable”, teniendo en cuenta los legítimos intereses de la otra parte. Esta perspectiva ha estado desde antiguo simbolizada por la noción de buena fe.30. Quizás los tradicionales conceptos de causa y consideration hayan resultado demasiado oscuros. Sin embargo, han de tomarse en cuenta las ideas que subyacen en ellos, no para imponer requisitos adi­ cionales para que una promesa o acuerdo sea vincu­ lante, sino para tenerlos en cuenta al interpretar tales promesas y determinar su contenido y sus cláusulas. Reglas interpretativas como la contenida en el art. 2:102 PECL, al establecer que la “voluntad de una parte de vincularse contractualmente se determinará a partir de sus declaraciones o su conducta, tal y como éstas fueran razonablemente entendidas por la otra parte”, demuestran que esa voluntad no es algo abstracto, sino que está inva­ riablemente condicionada por el tipo de operación y sus circunstancias, donde hay que tener en cuenta especialmente el grado de reciprocidad existente. No puede negarse que estos aspectos son los que tradicionalmente han estado incluidos dentro de la valoración de la causa de tal acuerdo. Ahora parece que se considera más oportuno no imponer requisi­ tos adicionales para valorar el carácter vinculante de una promesa, pero a la vez se utilizan criterios que deben mucho a ese requisito llamado causa. 4.1.2.Límite y control judicial sobre el uso que los sujetos hacen de la propia autonomía contractual Se reconoce comúnmente que la causa aparece en los más diversos momentos históricos y latitudes para cumplir una función que desborda su consi­ deración como mero requisito del contrato, pasan­ do a formar parte de los límites al reconocimiento de la autonomía privada. El análisis del “fin prácti­ co” que persigue todo contrato sirve para controlar el contenido del acuerdo mismo, apreciando si son útiles los desplazamientos patrimoniales a que da lugar y decidir si recibe el reconocimiento legal. De Castro puso en evidencia que la trascendencia práctica y las discusiones acerca de las cuestiones sobre la causa provienen de que están en el cen­ tro mismo del choque de importantes intereses y corrientes ideológicas: “la que propugna imponer el cumplimiento de cualquier promesa sin dete­ nerse en considerar su origen y su contenido... La que favorece el control de las promesas, para no considerar obligatorias las que no merezcan por su contenido el apoyo jurídico”, que es seguida “por todos los que piensan que no hay por qué imponer el cumplimiento de promesas irracionales, inmora­ les, contra los intereses generales, o que son repu­ diadas por el buen sentido y el general sentir”31. La causa actúa como límite, como contrapeso a la voluntad, posibilitando un control judicial sobre el uso que los sujetos hacen de la propia autonomía contractual. A través de ese control causal se pue­ den realizar diversas funciones: se puede verificar si el contrato persigue fines ilícitos, pero también si las consecuencias del contrato realizan intereses merecedores de tutela o no. Los jueces, antes de estimar las pretensiones de cumplimiento con­ tractual o de indemnización por incumplimiento, habrán de juzgar la legalidad y la moralidad de los compromisos establecidos en el contrato. Surge así la posibilidad de controlar la justificación económi­ ca y jurídica de todo desplazamiento patrimonial, es decir, la congruencia causal32. Puede objetarse que se corre el peligro de “fun­ cionalizar” la libertad contractual y económica, al subordinar la voluntad individual al ordenamiento. Sin embargo, tales temores desaparecen. Advierte Galgano que la función de controlar la autonomía contractual no se atribuye al juez para la protección de los intereses públicos –tarea que corresponde a la autoridad gubernativa y no a la judicial–, sino para la protección de los propios contratantes: para tutelarles “contra el riesgo de actos caprichosos o imponderados” y, sobre todo, para la protección del contratante más débil, porque “las declaraciones carentes de causa generan la sospecha de que tam­ bién el consentimiento de ese vínculo es defectuo­ so”. Ello es claro en los supuestos de transmisión de bienes sin contraprestación y sin ánimo liberal, donde “es evidente la función de protección del contratante débil que el requisito de la causa asume, porque, ¿quién se presta a dar su consentimiento a la transmisión de un bien propio sin contraprestación si no es porque sufre la prepotencia de otro?”. La causa realiza una función para la que la pro­ tección del consentimiento se ha mostrado incapaz, excluyendo que un contrato pueda considerarse válido sólo por ser “consentido”. Permite poner en discusión que tengan una causa válida los despla­ 30 Considera que es un criterio insatisfactorio, Storme, “The Binding Character of Contracts - Causa and Consideration”, cit., pág. 252. 31 De Castro, F., El negocio jurídico, Madrid, 1967, págs. 164-165. 32 Saleilles, De la declaration de la volonté, Paris, 1901, pág. 250 y ss., frente a los intentos de burlar las reglas de la equidad y de la moral, propone la teoría de la causa que es, a la vez, límite y garantía de la autonomía de la voluntad. Galgano, Il negozio giuridico (en Cicu/Messineo, Tratatto di diritto civile e commeciale, III, t.1), Milano, 1988, pág. 87: “Es un control que el juez no sólo ejercita en sentido negativo, para examinar si se trata de intereses ilícitos, contrarios al ordenamiento... sino también en sentido positivo para examinar si los intereses perseguidos por las partes son ‘merecedores de tutela’ y, por tanto, si el contrato tiene causa o si, en cambio, falta”. 37 ® 33 Lanzillo, “Regole del mercato e congruitá dello scambio contrattuale”, Contratto e Impresa, 1985, pág. 334. 34 Fajardo Fernández, en Derecho privado europeo, cit., pág. 401. Díez-Picazo / Roca Trías / Morales Moreno, Los principios de Derecho europeo de con­­tratos, cit., pág. 175, advierten que estamos simplemente ante la eficacia de la norma imperativa y que a “esa misma conclusión se hubiera podido llegar en un código como el nuestro sin necesidad de los arts. 1271 y 1275, funcionando simplemente con el art. 6.3 del CC al que se podría añadir, si se quiere, la interdicción del fraude de ley”. 35Como advierte Clavería Gosálvez (La causa del contrato, cit., págs. 21 y ss.) la causa aparece históricamente para reprimir jurídicamente ciertos pactos por los que en rigor no se convienen prestaciones en sí ilícitas, “sino un modo de combinarse determinadas prestaciones que la ley –más intuitiva que racionalmente– no parece dispuesta a aceptar y proteger”. Caso paradigmático de la utilidad de la causa es el resuelto por la STS 11 de diciembre de 1986 (RJA 7432), en el que tras ser despedido de la empresa, un contable amenaza con denunciar el fraude fiscal cometido por aquella si no le transmite bienes por un cierto importe. Una vez regularizada su situación a raíz de una amnistía fiscal, la empresa solicitó la nulidad de las transmisiones simuladas como compraventas. El TS confirma la falta de causa de tales donaciones, añadiendo que “si lo que la invocada donación trataba de retribuir es el silencio, la no denuncia de unas infracciones tributarias, tal silencio elevado a la categoría de motivo causalizado convertiría a ésta en ilícita por contraria a la moral, pues contrario a la moral y a las buenas costumbres es obtener o provocar la transmisión gratuita de un inmueble, aunque no medie amenaza, por la promesa de un silencio...”. Cfr. Morales Moreno, A. M., “Intimidación, ausencia de causa, causa ilícita y culpabilidad de los contratantes. (Anotaciones a la STS 11 diciembre 1986)”, ADC, 1988-II, págs. 607 y ss. 36 Cfr. Fajardo Fernández, en Derecho privado europeo, cit., pág. 423. Y MacQueen, H. L., “Illegal and immoral contracts”, en Bases de un Derecho contractual europeo (S. Espiau y A. Vaquer, eds.), Valencia, 2003, págs. 287 y ss.; Id., “Illegality and immorality in contracts: towards European Principles”, en La Tercera Parte de los Principios de Derecho Contractual Europeo, Valencia, 2005, págs. 549 y ss. 37 Arroyo i Amayuelas, E. y Vaquer Aloy, A., “Un impulso para el Derecho Privado Europeo”, La Ley, n.º 5482, 14 de febrero de 2002, pág. 5; Domínguez Luelmo, A., “La unificación del Derecho Contractual Europeo por vía jurisprudencial (legal transplants)”, en Bases de un Derecho contractual europeo (S. Espiau y A. Vaquer, eds.), Valencia, 2003, págs. 666 y ss. 38 zamientos patrimoniales que derivan de acuerdos hechos en condiciones tales que no permitan la libertad o la racionalidad de la elección económica subyacente, o que evidencian comportamientos diversos de aquellos que la ley presupone como idó­ neos para una justa ordenación socioeconómica33. Dentro de esa función de control, se conside­ ran nulos aquellos contratos en los que la causa o “propósito práctico perseguido por las partes” sea contrario a una ley imperativa, regla que la jurispru­ dencia viene utilizando con frecuencia, aunque casi indistintamente con la ilicitud del objeto. Pero ya se advierte que tal regla no es necesaria, y sería perfec­ tamente sustituible por una exigencia de legalidad del contrato entendido en su conjunto, acudiendo a la nulidad del contrato contrario a una ley impera­ tiva, sin necesidad de recurrir a la causa34. Lo mismo puede aplicarse a aquellos contratos que no son contrarios a una ley imperativa, pero el propósito perseguido por las partes resulta contra­ rio a los criterios de la moral social imperante35. El art. 1275 considera que también es ilícita la causa cuando se opone a la moral, pero nada impide el sustituirlo por la exigencia de moralidad en todo contrato, exigencia que ya viene establecida como uno de los límites a la autonomía de la voluntad en el art. 1255 CC. El control de la legalidad de los contratos se incorpora a los PECL al redactarse la Parte III, en el capítulo 15. Allí se contemplan dos supuestos distintos por los que un contrato puede ser ilegal: a) cuando infrinja una ley imperativa aplicable al con­ trato (art. 15:102-I); b) cuando esté en “contradic­ ción con los principios reconocidos como funda­ mentales en los Derechos de los Estados miembros de la UE” (art. 15:101). Puede adivinarse que esos “principios fundamentales” de cada Estado vienen a identificarse con el tradicional “orden público”, o la “moral” y “buenas costumbres”36. La sanción en ambos supuestos será la ineficacia del contrato. 4.2.Consecuencias de la desaparición de la causa Si se suprime la causa del contrato, ¿cómo se resol­ verán los supuestos que ahora vemos como un problema causal? Esta es la cuestión más delicada, pero hemos visto que hasta el momento ha encon­ trado una respuesta aceptable: a) El control de la existencia de causa es poco relevante en los contratos típicos. Sirve bási­ camente para perseguir la simulación, pero se suple con la regulación independiente del contrato simulado. Dice el art. 6:103 PECL que “cuando las partes concluyen un contrato apa­ rente que encubre su verdadero acuerdo, entre las partes prevalecerá este último”. La simula­ ción absoluta equivale a ausencia de voluntad contractual y, por tanto, provoca la nulidad del contrato. Se logra así la misma solución que por la vía causal. b) Los problemas de falsedad de la causa se resolve­rán igualmente con el precepto dedi­ cado a la simulación, y con una concepción amplia del error. c) Y la exigencia de licitud de la causa es fácilmente sustituible por la exigencia de legalidad del con­ trato entendido en su conjunto, y por los pro­ pios límites genéricos a la libertad contractual. Lo único que propiamente desaparece es el importante papel que viene desarrollando la causa a modo de “cláusula general” o “concepto válvu­ la” que actúa como límite, como contrapeso a la voluntad, permitiendo un control judicial sobre el uso que los sujetos hacen de la propia autonomía contractual, especialmente al concluir contratos atípicos, pero también en los típicos. Desaparece como facultad de control, reduciendo con ello la libre apreciación judicial que un concepto flexible de causa concede, en cuanto permite entrar a valo­ rar la justicia del acuerdo. Por tanto, el consenti­ miento –y quizás el voluntarismo– gana un mayor protagonismo. Ello ha de relacionarse con una deliberada reducción de las llamadas “normas en blanco”. ¿Con qué finalidad? Para primar la certidumbre y seguridad de un tráfico jurídico globalizado, en el que los jueces de los distintos países, al proceder de distintas culturas jurídicas, pueden tener dife­ rentes modos de entender y aplicar los conceptos generales. Ante la falta de una definición universal de causa, y su carácter flexible y mutable, podría perfectamente suceder que, al aplicarla, los tribu­ nales y operadores jurídicos de cada país acudieran a su propia tradición jurídica, poniendo en riesgo el proceso unificador. No en vano se ha puesto en evidencia que si se quiere profundizar en la construcción de un Derecho europeo, también deberá abordarse la armonización desde el punto de vista jurisprudencial: “si los Tribunales nacio­ nales siguen aferrados a sus líneas tradicionales de interpretación y aplicación del Derecho, la aproxi­ mación entre los ordenamientos puede quedar en un plano meramente teórico”37. Gobierno Corporativo Número 28 Se ha puesto de manifiesto que un Derecho contractual europeo unificado generará sus pro­ pias controversias, tanto de interpretación jurí­ dica como de aplicación. Por ello se apunta la necesidad de una jurisdicción comunitaria, dotada de una estructura y de atribuciones adaptadas al efecto que vele por la uniformidad de la aplica­ ción del Derecho contractual europeo. Y si existe un texto de Derecho contractual europeo con preceptos directamente aplicables, será indispen­ sable garantizar el acceso directo de las partes al juez comunitario como órgano de control de una aplicación correcta del Derecho por parte de los jueces nacionales38. Es indicativo que algunos juristas hayan adverti­ do que la verificación de si el contrato en concreto tiene el fin de realizar intereses que merecen ser protegidos por la ley, es demasiado vaga y suscep­ tible de permitir abusos y actos arbitrarios, por lo cual “no puede imponerse a los operadores y a los ciudadanos de la UE un concepto tan poco deter­ minado, carente de un parámetro cierto de referen­ cia que justifique su conservación”. 5. OTRAS MEDIDAS RELEVANTES DE LOS PECL Los PECL regulan, además: la imposibilidad inicial, los vicios del consentimiento (error, dolo, amenaza, provecho excesivo o ventaja desleal), las cláusulas abusivas no negociadas individualmente, la informa­ ción incorrecta que no constituye error invalidante ni dolo. Se ocupan también de la indemnización en caso de vicio del consentimiento o información incorrecta, del posible reajuste del contrato que tam­ bién es posible en determinados vicios de la volun­ tad, y del régimen jurídico de la anulabilidad. La función “moralizadora” en la contratación, en los PECL trata de suplirse con diversas medidas, destacando: a) Los remedios contra el abuso de poder contrac­ tual y, en concreto contra la obtención de un “beneficio excesivo o ventaja injusta”, que es la conocida como “lesión subjetiva” (art. 4:109). b) El frecuente recurso a la “buena fe”, exigencia que deviene claramente potenciada, quedando prácticamente como único concepto válvula, absorbiendo funciones antes desempeñadas por la causa. Un buen ejemplo es el proble­ ma del desequilibrio entre prestaciones, que deja de ser un tema relacionado con la causa del contrato oneroso, para pasar a resolverse –siguiendo el modelo del BGB– como una violación de la regla de buena fe. Lo cierto es que la buena fe está ocupando espacios que se disputaba la causa, como ocurre a propósito de las “cláusulas implícitas” (Vid. Ant. Pavía, art. 32; art. 6:102 PECL). La exigencia de buena fe es también un ele­ mento flexible, pero más sutil, al permitir valorar el comportamiento de ambos contratantes, su nivel de diligencia y la razonable confianza en lo acordado. Tanto los Principios Unidroit como los PECL contienen una concepción amplia del error, que da relevancia a tales presuposiciones cuando se refie­ ren a hechos o normas ya existentes cuando se hizo la promesa o se concluyó el contrato39. En los PECL destaca la regulación junto al error, del supuesto de “suministro de información incorrecta”. Puede generar diversas consecuencias: a) que el contenido de la información se incorpore al contrato y vincule a la parte que la ha suminis­ trado frente a la otra parte, de modo que le genere obligaciones contractuales, cuyo incumplimiento determine la aplicación de los remedios propios del incumplimiento. b) Que exista solo, cuando se cumplen los requisitos de éste, siendo para ello necesario que la información se haya suministra­ do con intención de engañar. c) Que exista error esencial (fundamental mistake). Hace falta que la información suministrada haya sido determinante en la parte que la recibe, para celebrar el contrato o para hacerlo en los términos en los que lo ha hecho, y no en otros totalmente diferentes, y que esto sea conocido o cognoscible para la parte que suministra la información. Aún no mediando dolo ni error, proporcionar información incorrecta a la otra parte contratante puede dar lugar a un deber de indemnización del daño producido en el receptor, por confiar en él. Se contempla en el art. 4:106: “Una parte que ha concluido un contrato con­ fiando en la información incorrecta dada por la otra parte puede obtener indemnización de daños de acuerdo con el art. 4:117, incluso si la información no ha provocado un error esencial, a no ser que la parte que dio la información tuviera razones para creer que la información era correcta”. Con ello, el riesgo de la inexactitud de la infor­ mación se atribuye al contratante que la suministra: se protege al otro contratante no con la anulabili­ dad del contrato, sino sólo con la indemnización del daño causado por haber suscitado confianza. 38 SONNENBERGER, H.J., “L‘harmonisation ou l’uniformisation européenne du droit des contrats sontelles necessaries? Quels problèmes suscitent-elles? Réflexions sur la Communication de la Commissión de la CE du 11 juillet 2001 et la Résolution du Parlement européen du 15 novembre 2001 “, Revue Critique de Droit International Privé, 2002, num. 3, pp. 411-412. 39 Vid. arts 4:103 PECL y arts. 3.4 y 3.5 Principios Unidroit. 39 ® 40 Sobre ello, Lando, O.,”The future development of european civil and commercial law”, en Derecho Patrimonial Europeo, cit., pág. 233. RUFFINI GANDOLFI, M. L., “Problemes d’unification du droit en Europe et le Code Européen des contrats”, Revue Internationale de Droit Comparé, num. 4, 2002, pp. 1075 ss. 40 CONCLUSIONES Resulta evidente que para poder alcanzar mayores cotas de integración a nivel europeo, se ha de avanzar en el ámbito jurídico. La creación de un sistema contractual unitario, coherente con el nuevo orden social y económico, resulta vital ante la necesidad de disponer de un marco jurídico estable y previsible que garantice la fluidez y la seguridad de los intercambios. Nadie duda de las ventajas de la elaboración de un Código civil europeo, que daría lugar a una enriquecedora doctrina legal, a una praxis común a todos los juristas europeos, y a una unión de talentos40. Pero la armonización requiere algunas cesiones, en forma de sacrificios de cada una de las tradiciones jurídicas a integrar. Los nuevos planteamientos expuestos hacen pensar que probablemente estemos, si no ante una nueva concepción del contrato, sí ante una nueva orientación en la que el consentimiento gana protagonismo.