La ofensa y el castigo - Revista de la Universidad de México

Anuncio
La ofensa y el castigo
León Olivé
.
,.
ea
U
na manera de acabar con una diferencia de opinión es
asesinar a los que discrepan de nosotros . Esta no es una idea
nueva, aunque tal vez no nos parezca aceptable desde un punto
de vista ético . Esta idea es por lo menos tan vieja como la
humanidad misma; aunque algunos pensarán que es aún más
antigua -quizá la consideren eterna-«, o por lo menos tan
antigua como los seres en el Universo que han tenido que enfrentar a otros que discrepen de sus puntos de vista (esto es ,
seguramente tan vieja como los seres que alguna vez pudieron tener alguna idea). Otra forma de terminar con una diferencia de opinión -que quizá sea más reciente en la historia
de la humanidad- es la de establecer una discusión por medio de la cual intentemos precisar la diferencia, para luego
buscar la manera de superarla. ¿Pero qué significa superar una
diferencia de opinión? , yen su caso, ¿cóm~ puede hacerse ?
Notemos, en primer lugar, que superar una diferencia de
opinión no significa terminar con la diferencia a toda costa.
Uno de los métodos más efectivos para lograr esto último es
el señalado al principio del párrafo anterior. Una diferencia
también puedellegar a un término por la muerte natural de
los contrincantes, o 'por lo menos de los que defie~dan alguna de las posiciones encontradas. Otra manera de terminarla
es mediante el ejercicio del poder para someter a los disidentes y exigir que compartan una cierta opinión, o por lo menos que actúen como si la compartieran. Otra más es la de
negociar: se llega a un acuerdo, no por el convencimiento de
que el otro tenga la razón, sino simplemente porque las partes consideran que han obtenido todo lo que de momento pueden obtener, a cambio de lo cual deben ceder, y que más vale detener ahí la confrontación. Finalmente, existe la posibilidad de la discusión racional, la cual tiende a terminar las
discrepancias en virtud del acuerdo logrado mediante el convencimiento bien fundado en razones.
En una discusión racional se trata de aprovechar una gran
cantidad de puntos de acuerdo y de presupuestos compartidos
-muchos de los cuales quedarán implícitos- para entonces
debatir y en su caso modificar los puntos de vista en controversia. Pero una discusión racional es un acontecimiento relativamente raro . En realidad, las discusiones racionales se
encuentran en el extremo de un continuo, en el-cual se ejemplifican las situaciones óptimas de comunicación, es decir, aquellas en las que los participantes están interesados en convencer
o en convencerse de alguna idea por medio de buenas razones,
y en donde ese convencimiento trata de conseguirse por medio de un debate en el qu e sólo se vale ofrecer razones, y en
donde queda convenido qu e vencerá el mej or argumento, de
acuerdo con criterios compartidos, En el otro extremo del continuo se en cuentran las actitud 's q ue nosotros consideram os
como irracion ales, en las cuales, por ejemplo, se intenta terminar con las diferencias de opinión medi ante la eliminación
fisica del adv ersa rio.
Un caso recien te qu . a prim era vista pod ría ana lizarse como un ejem plo de un a dif r n ia d 'opini ón qu e tra ta de terminarse median te el asesin ato d I co n tr in rn nr e 's el del Ayatola Jomeini, qui en ha pu 'sto pr io a la cabeza de Salman
Rushdie.
Si no s esforzamos por entender la acción del Ayatola, pro bablemente logrcmo comp r nd r que: un mu sulmá n fundamentalista ponga precio a la' ab za de quien, i n su opinión ,
lo ha ofendido, o ha ofendido a toda una población de acuerdo
con sus creencias básicas. Pero , ¿podernos ju stificarlo o condenarlo? U na import ant orri nt de o pinion 'S occidentales ha di cho que no podemos j ustificarl o ), qu e d .bemas condenarlo , ¿por qu é? Creo qu la respuesta básica es porque
está mal, fundamentalmente mal, d acuerd o con nuestros valores - es decir, de acuerd o con los valores de la cultura que
vagamente podem os designar o cid 'nta l- asesinar a las personas, cualquiera qu e sea el motivo; pe ro ade más, porque
coartar la libert ad de expresión (sobre tod o si es de esa manera tan radi cal y violent a) con traviene nu estros valores y
creencias fundamentales.
Parece, pues, q ue no podemos ju stificar al Ayatola, porque la justificación se basar ía en nuestros ualores f undamentales,
y es claro -por lo menos j uzga ndo en términos de esta
situación- que nosotros no compartimos ciertos valores básicos con musulman es Iundament alistas , al menos aq uellos
que permiten el llamado a un asesinato .
-Pero debería ser claro qu e ta m poco pod em os condenarlo
en tanto qu e el juicio atendiera a las razones del Ayatola para
proponer la muerte de Ru shdie, propu esta que nosotros j uzgamos como criminal , pero que él juzga como el mereci do
castigo a un transgresor de las reglas establecidas (en su contexto). La condena que hagamos del Ayatola , o de sus acciones , es interna a nuestra cultura , y por consi guiente él no está
obligado a asum ir nu estras conclusiones , o a plega rse a nuestras reglas y leyes. La justificación y la conde na pa recen ser
38
_
relativos a los principios, reglas, valores, creencias básicas y
concepciones metafisicas de cada sociedad o cultura.
Así una declaración en el sentido de que "es condenable
que se' coart e la libertad de expresión", especialm ente si es
por medio de u-na amenaza de muerte (que condenaría al Ayatola), pero que al mismo tiempo afir me que " es lamentable
que esa libertad se use para ofende r los sen tim ientos básicos
de otros pueblos, en virtu d de sus creencias" (o cualquier cosa por el estilo), impl icando qu e esos otros pueblos o culturas
tienen una concepción delmundo diferente de la nuestra(lo cual significaría un a admonición a Ru shdie), sólo puede tener sentido dentro de nuestra propia cultura.
En el caso qu e men cionamos, lo que nosotros consideramos como una amenaza cr iminal que coarta la libertad de
expresión pro viene, supuestamente , de otracultura. Nuestra
pretensión de que eso está mal se basa en nuestros valores, pero quizá no sea visto así desde el otro punto de vista. La renconvención a un miembro de nuestra cultura, en el sentido de
que no debería ofender a miembros de otra cultura, tiene sen-
..
_ _- - - - - - - - - - -
:39
tido para nosotros. Sin embargo, las circunstancias en las que "
otrosse han dado por ofendidos, y la manera en que han reac-
cionado, indican que esa otra cultura no es tan ajena a la nuestra. Más bien , existe una intensa interacción y una amplia
intersección entre las dos culturas, de modo que no es posible trazar una separación tajante entre ambas.
La conclusión parece ser que no podemos pensar hoy en
día el problema de la cultura islámica como el de una cultura
radicalmente diferente a la nuestra. La "ofensa" recibida por el Ayatola no parece provenir de una acción realizada por alguien completamente extraño a su cultura, quien hubiera cometido dicha ofensa por ignorancia. Se trata de un caso de
discrepancia en donde en realidad se comparten gran cantidad de supuestos básicos.
La libertad de expresión encuentra límites en la interacción transcultural, tanto como los tiene en la interacción intracultural. En uno y otro caso, cuando se ofende a alguien,
el ofendido podría intentar dirimir la cuestión por medio de
una discusión racional, o podría responder con el mismo tipo de agresión, o podría querer matar a quien lo insultó. En
este último caso podría tratarse de un ejemplo extremo de neurosis, o el impulso podría responder a lo que él o ella juzgan
como un requerimiento de su contexto político , el cual puede
ser aprovechado en su beneficio. ~n este caso no se toma una
controversia en serio, no se busca entablarla y superarla, ni
bajo los supuestos de la racionalidad pura ni bajo los de la
negociación. Se trata más bien de medir el poder con el que
se cuenta. Poder que si no redunda en un control de una situación más global, por parte de quien lo mide y quiere ejercerlo, al menos debería permitirle controlar su esfera de influencia preferida (la sociedad tradicional del Ayatola en este
caso).
El Ayatola dice que está mallo que Rushdie ha escrito.
Muchos de nosotros decimos que está malla actitud del Ayatola. No se trata de dos juicios de valor desde posiciones completamente inconmensurables. Se trata de la confrontación
de dos juicios de valor en un entramado complejo, que sin
embargo podría dirimirse racionalmente vía los elementos
compartidos. Pero esto sólo en el extremo en el que se optara
por el debate racional. En el otro extremo, como vimos , está
la -viej ísima idea de asesinar al adversario con el propósito de
dar fin a la discrepancia. En medio está el interés en el control político de una situación . Esto lo comparte el AyatolaJo"n:eini con muchas personas en todas partes del mundo. Ese
discurso nos resulta inteligible , después de todo. En ese contexto de interacción, el interés en la muerte del adversario
y en el fin de la discrepancia no parece auténtico, más bien
el que manifiesta ese deseo necesita que sobreviva su enemigo para poder continuar amenazándolo, y por medio de la
amenaza conseguir la realización de otros intereses (por ejemplo, de control de su comunidad). Los diferentes grupos que
contienden en distintas arenas políticas bien que saben esto,
pero por fortuna 'muchas veces a lo más que llegan es al insulto, y no siempre amenazan de muerte; en otras ocasiones
los contrincantes saben negociar, y hasta se dan casos -desafortunadamente muy pocos- en los que los adversarios discuten racionalmente. o
_
Descargar