Función docente y las leyes de la robótica

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Función docente y las leyes de la robótica
La actividad docente, el magisterio en sentido amplio, no puede realizarse al
margen de la ética, precisamente porque se desarrolla en el encuentro
interpersonal preciso para que la educación se produzca. Es clásica la doble
acepción de el concepto educación: “educere” y “educare”, por simplificar, extraer
e introducir, y dependiendo de dónde se ponga el énfasis la educación adquiere
tintes éticos diversos, aunque siempre éticos.
La relación con personas requiere de unos principios éticos que guían el
comportamiento. Incluso en la relación extrema entre máquinas y humanos se
programan las conocidas como leyes de la robótica: “Ningún robot causará daño a
un ser humano o permitirá, con su inacción, que un ser humano resulte dañado.
Todo robot obedecerá las órdenes recibidas de los seres humanos, excepto cuando
esas órdenes puedan entrar en contradicción con la primera ley. Todo robot debe
proteger su propia existencia, siempre y cuando esta protección no entre en
contradicción con la primera o la segunda ley.” ¿Tendrían estas leyes algo que ver
con la docencia? Si adaptamos el enunciado de las tres leyes se asumirá que:
“Ningún docente causará daño a un discente (alumnado) o permitirá, con su
inacción, que resulte dañado”. Nos adentramos en una parte esencial de la ética
de la docencia. La segunda tendría el siguiente enunciado: “Todo docente
obedecerá las órdenes recibidas de sus superiores jerárquicos, excepto cuando
esas órdenes puedan entrar en contradicción con la primera ley”. Esto tiene
sentido en tanto el docente planifica y ejecuta la actividad educativa, que siempre
tiene la finalidad ética de producir el bien en la vida de quienes participan de ella.
La tercera ley funcionaría cuando el docente para salvaguardar esta segunda ley
debe desobedecer, contradiciendo el principio de jerarquía. Ello puede implicar un
riesgo a su “existencia docente”, ya que, la desobediencia en aras de salvaguardar
el bien del alumnado conllevaría efectos disciplinares perniciosos para el docente.
No obstante será legítima, éticamente hablando, esa desobediencia siempre que lo
ordenado “entre en contradicción con la primera o la segunda ley”.
Es posible observar como la función pública en general se sostiene en el
principio de jerarquía. En el Real Decreto 05/2015, que recoge el texto
consolidado del Estatuto Básico del empleado público, en su Título I, Artículo 1. 3.
J, se refleja, entre otros, el siguiente fundamento de actuación: “Jerarquía en la
atribución, ordenación y desempeño de las funciones y tareas”. Y esta jerarquía no
es negociable ya que expresamente en el apartado 2.d. del Artículo 37, que
concreta las materias que quedan excluidas de la obligatoriedad de la negociación
colectiva, aparece: “d) Los poderes de dirección y control propios de la relación
jerárquica.”. Y ello a pesar de que las decisiones que se adoptan, en las
administraciones y en los centros educativos constantemente afectan a las
condiciones laborales en que se desarrolla la acción educativa y tienen mucho que
ver con la salvaguarda del bien preciado de la educación de la infancia y la
juventud al que éticamente la docencia está ligado. En definitiva el poder político
al personal empleado público en la educación ¿le atribuye menor rango que a los
robots?
Fdo Rafael Fenoy Rico
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