Antología: Radio Creación y Producción

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Antología: Radio: Creación y Producción
Universidad Veracruzana
Alejandro Vázquez Romero
UNIDAD III
Elementos del lenguaje radiofónico
El código es uno de los componentes fundamentales de todo proceso de comunicación. Por código se
entiende un conjunto de reglas que sirven para generar mensajes. En su aspecto esencial, estas reglas
establecen una correspondencia entre los elementos expresivos propios de un medio determinado y
el significado o contenido que estos elementos, adecuadamente combinados, pueden transportar o
transmitir.
En el caso concreto de la radio, en virtud de su particular naturaleza tecnológica, los elementos
expresivos que pueden ser utilizados son exclusivamente de carácter auditivo. Estos elementos son
tres: la voz, la música y los efectos sonoros. El código propiamente radiofónico es un sistema de
reglas de uso y combinaciones de estos elementos que el emisor y el receptor utilizan, tanto para la
producción como para la interpretación de los mensajes radiofónicos. El código radiofónico
establece de qué manera la voz, la música y los efectos sonoros pueden ser usados y articulados para
la transmisión de significados.
Armand Balsebre define el lenguaje radiofónico en su libro El lenguaje radiofónico, Madrid, Ed.
Cátedra, 1994, p. 27:
El lenguaje radiofónico es el conjunto de formas sonoras y no sonoras representado por los sistemas
expresivos de la palabra, la música, los efectos sonoros y el silencio, cuya significación viene
determinada por el conjunto de los recursos técnico-expresivos de la reproducción sonora y por el
conjunto de factores que caracterizan el proceso de percepción sonora e imaginativa-visual de los
radioyentes.
3.1. La palabra (voz)
Es el elemento radiofónico por excelencia. La emisión de la voz representa lo más significativo del
ser humano porque es la palabra, la codificación de la idea, lo que se transmite a los otros.
La voz es el sonido que produce el aire expelido por los pulmones al hacer vibrar las cuerdas
vocales. Las ondas sonoras impresionan de tal manera al micrófono y a todos los elementos técnicos
de la radio que a su vez reproducen el sonido y lo amplían.
La voz tiene ciertas cualidades: intensidad, tono o frecuencia, timbre y duración.
3.1.1. Intensidad
La intensidad puede entenderse de dos maneras distintas: intensidad sonora o intensidad expresiva.
Un grito, por ejemplo, se aprecia como tal sin importar el nivel sonoro o "volumen" que tenga el
radio o el micrófono que lo capta. La intensidad sonora o nivel de presión sonora permite clasificar
los sonidos en fuertes y débiles.
La intensidad expresiva de la palabra refleja una carga emocional en el estado de ánimo del emisor.
Por ejemplo, en una dramatización radiofónica una persona dice a la otra: "Deja de molestarme". No
significa lo mismo si lo dice una voz débil que si es un grito desgarrador.
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El manejo adecuado en los cambios de la intensidad de la voz contribuye a mantener el interés del
oyente. En el momento en que se aumenta la intensidad, se resalta la importancia de lo que se quiere
destacar. Si se mantiene el nivel de la voz siempre constante, se produce una cierta monotonía que
hace perder el interés al oyente.
Considero que acorde con el tipo de programa y su finalidad, una voz baja, situada más en un plano
psicológico (primer plano), resulta más íntima y confidencial, lo que da como resultado una mayor
cercanía con el radioescucha.
Rudolf Arnheim destaca en su Estética radiofónica (Barcelona, Ed, Gustavo Gili, 1980, p. 50.) los
efectos positivos de la voz baja en la radio:
En la práctica se demuestra continuamente que en la radio una voz íntima, baja y personal es la que
produce un mejor efecto. A pesar de todo, diariamente se observa que no todos hablan al micrófono
como el representante de "uno" de los millones de radioyentes que se hayan sentados, con total
confianza, ante su receptor, sino que se grita "a través" del micrófono a un grupo de millones de
personas. Estos locutores piensan que, dado que hablan a mucha gente, deben vociferar; los hay que
emplean tales voces de trueno que hacen temblar el micrófono. Por necesidades técnicas, es evidente
que no se trata de un determinado volumen de voz. Se trata, sobre todo, de que la voz alta tiene otra
función que la baja y pertenece a otro nivel de sentimientos. La voz baja corresponde más a un
ánimo tranquilo que a un excitado, se adapta mejor a las explicaciones fundamentales que a los
estímulos fogosos; es más adecuada para hablar a un individuo que a una multitud.
3.1.2. Tono o frecuencia
El tono para el habla depende de cada individuo y está determinado por la longitud y masa de las
cuerdas vocales. Por tanto, el tono puede alterarse, variando la presión del aire exhalado y a tensión
sobre las cuerdas vocales. Esta combinación determina la frecuencia a la que vibran las cuerdas: a
mayor frecuencia de vibración, más alto o agudo es el tono. En las voces femeninas, la voz aguda
corresponde a la soprano, la media a la mezzosoprano y la grave a la contralto. En los hombres, la
voz aguda corresponde al tenor, la media al barítono y la voz grave al bajo.
En materia radiofónica, el tono lleva consigo gran parte de la expresividad de la palabra, ya que está
intrínsecamente ligado a la intención. Podemos hablar entonces de un tono coloquial, dramático,
irónico, agresivo, etc., el cual puede cambiar el significado de una frase. El tono está directamente
relacionado con la inflexión de la voz; el cambio de tono o acento provoca que una palabra, frase u
oración resulten irónicas, dulces o tengan mayor o menor fuerza.
En términos generales, se considera que una voz grave es quizás más indicada para denotar presencia
y connotar la acción comunicativa con un contacto psicológico más estrecho entre el locutor y los
oyentes. Contrariamente, una voz aguda, que denota más claridad e inteligibilidad, aunque menor
presencia, será más apropiada para programaciones diurnas.
3.1.3. Timbre
Todo instrumento musical, voz, ruido, etc., tienen un sonido propio característico que nos permite
distinguirlo de los demás. Esta cualidad se llama timbre. El timbre permite la identificación del
instrumento o fuente emisora del sonido. Por ejemplo, aun cuando los órganos que intervienen en la
emisión de la voz (cuerdas vocales, cavidad nasal, lengua, etc.) son los mismos en todos los seres
humanos, el oído puede distinguir la voz de diferentes personas gracias a pequeñas diferencias
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fisiológicas que influyen en el modo de la producción vocal y, por ello, en la generación de voces
con diferente timbre.
Un aspecto determinante del timbre es la resonancia. Una vez que la voz se origina, resuena en el
pecho, garganta y cavidad bucal. La calidad de la voz depende de cómo vibren las cuerdas vocales,
mientras que la intensidad sonora depende de la resonancia y de la fuerza de vibración de esas
cuerdas.
El timbre es, entre los elementos constitutivos de la voz, el que más ayuda a identificar y diferenciar
a cada persona. Nuestra voz resultará agradable o no a los demás dependiendo de nuestro timbre.
Hay timbres más radiofónicos que otros, sin importar que éstos sean agudos, graves o medios.
Debido a que el timbre es la característica más importante del sonido, grabar y reproducir éste con
fidelidad es fundamental, aunque en ciertas ocasiones es necesario procesarlo o modificarlo en
subordinación a elementos más importantes, como la inteligibilidad del diálogo. En algunos casos,
los diálogos suenan demasiado "nasales", debido a que, para que resalten sobre la música y los
efectos sonoros, los operadores de audio enfatizan, mediante ecualización, el rango de las
frecuencias medias. Esto debe hacerse con cuidado, ya que un balance inadecuado de frecuencias
puede perjudicar el programa al ocasionar diversos problemas, como pérdida de definición,
enmascaramiento, distorsión armónica, saturación de la transmisión, desintegración de los elementos
sonoros, etcétera.
3.1.4. Duración
La duración está directamente relacionada con la velocidad en el desarrollo del diálogo: rápido,
medio o lento. Se habla más de prisa o más despacio según el estado de ánimo. El habla espaciada
es reflejo de duda, de agotamiento, de cansancio, de un deseo de reflexionar lo que se va a decir. Por
el contrario, la rapidez de habla puede suponer vehemencia, interés, disfrute, etc. En todo caso, el
ritmo no debe ser constante sino alternado (rápido-medio-lento), sin que esto quiera decir que tiene
que funcionar de manera cíclica.
La duración también está relacionada con el espacio acústico donde se produce el sonido. Cuanto
más grande es el recinto, más tarda el sonido en decrecer o "apagarse"; incluso si es demasiado
grande producirá eco. La remanencia del sonido depende del tiempo de reverberación del recinto, el
cual a su vez depende de la cantidad y coeficientes de absorción acústica de los materiales presentes
en los muros, piso y techo del lugar. Existen pequeños recintos con graves problemas de
reverberación y grandes recintos con excelente acústica, aunque la norma es precisamente lo
contrario. Los materiales fibrosos aplicados sobre los muros ayudan a reducir el tiempo de
reverberación, pues mejoran la inteligibilidad de la palabra. En todo caso, es preferible aplicar
reverberación artificial, actualmente disponible en múltiples sistemas electrónicos que permiten un
amplio control del timbre, intensidad y duración de la reverberación, entre otros parámetros, y que
ofrecen innumerables ambientes acústicos que pueden suavizar o matizar el programa sonoro sin
demérito de su calidad.
La imagen sonora creada por la voz sirve de base, en muchos casos, para traer a la memoria la
representación fisonómica de una persona determinada: se imagina su cara y su cuerpo acorde con la
propuesta de su voz.
Sin embargo, la imagen sonora que evocamos de una persona a través de las cualidades de su voz no
necesariamente corresponde a la real. Fuzellier menciona algunas experiencias que demuestran que
la imagen auditiva que evoca la voz de un locutor de radio tiene muy poca relación con su aspecto
real. Por ejemplo, un locutor alto y delgado puede evocar, en el oyente que sólo escucha su voz, un
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personaje de baja estatura y gordo. Para corroborar su hipótesis, Fuzellier hizo una prueba con 100
personas, que escucharon una misma voz y casi ninguna logró describir la imagen real del locutor.
Este error colectivo homogéneo tiene una relación directa con la construcción estereotipada de los
personajes del teatro, del cine, de la televisión y más recientemente del video; la posición social o los
rasgos de personalidad de esos personajes se identifican inmediatamente con las características de
voz. Fuzellier presentó 50 voces de actores a un público determinado para que definiera la imagen
fónica correspondiente a cada uno de ellos. Estas imágenes fónicas se clasifican fácilmente en una
decena de categorías-tipo. Estas categorías representan, poco más o menos, las caracterizaciones
tradicionales del teatro. En otras palabras, al oír una voz, la mayoría de los oyentes describía a un
“padre noble”, una “ingenua”, un “joven heredero”, una “coqueta”, etc. Estos son algunos de los
arquetipos inscritos en la imaginación del público.
El guionista y realizador radiofónico han de tener en cuenta estos estereotipos que surgen
espontáneamente en el imaginario colectivo. Sólo debe completar esa imagen sonora, en los casos
extremadamente necesarios, con la descripción de algunos rasgos físicos a fin de dar una imagen
más exacta de la persona que habla.
Además de los cuatro atributos básicos de la voz descritos -intensidad, tono, timbre y duración-,
radiofónicamente tenemos que tomar en cuenta otras características. No basta tener una buena voz;
es necesario tener una correcta dicción que le permita al locutor o al actor atribuir a cada letra su
sonido específico para que tenga mayor claridad. Asimismo, es importante hablar con naturalidad sin
forzar el tono de voz. Una voz postiza o engolada es antirradiofónica. Por otra parte, en la locución
de un texto hay que tener cuidado para que éste no se sienta leído sino que fluya de manera natural.
En este sentido, el ritmo de lectura es muy importante para captar la atención del radioescucha, pues
un ritmo uniforme terminará siendo monótono. Por otra parte, fuera del contexto de la
dramatización, se recomienda no improvisar cuando no se tiene la información suficiente o se
desconoce el tema. Nadie puede hablar bien si no tiene una idea clara de lo que quiere decir. Y para
poder decir algo en la radio se requiere de un mínimo de profesionalismo. A nadie se le puede pedir
que diga cosas inteligentes con un lenguaje vasto y eficaz si la inteligencia, producto de la
preparación, está ausente. No me refiero a que frente a los micrófonos deberían estar los premios
Nobel de literatura, pero sí deberían estar personas al menos medianamente informadas, poseedoras
de algunas lecturas mínimas, capaces de darle mayor ritmo, fuerza y sentido al lenguaje radiofónico.
Desde el punto de vista técnico podemos distinguir diferentes formas de la palabra: el diálogo, el
monólogo y la voz en off.
3.1.5. Diálogo
Es un intercambio alternado de ideas, opiniones, sentimientos, etc., entre dos o más personajes por
medio del lenguaje. En la radio, el diálogo es imprescindible. Los diálogos significan, construyen,
caracterizan, expresan, informan, relacionan y comunican a los personajes entre sí y con el
radioescucha. Los diálogos entre otras causas:
a) Atraen el interés.
b) Dan variedad.
e) Movilizan la imaginación.
d) Hacen más expresivo el mensaje.
e) Establecen una comunicación cálida, personal y emotiva.
f) Facilitan la empatía, la proyección y la identificación del oyente.
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Son eficaces porque su mensaje es implícito.
En una dramatización, el diálogo es la forma de expresión ideal para informar o describir al
radioescucha todo aquello que tiene que ver con lo visual: el físico de los personajes, las
características de los lugares, etcétera.
3.1.6. Monólogo
Es el discurso de un solo personaje, que se refiere de manera expresa a sí mismo (soliloquio) o que
expresa, sin más, sus pensamientos, emociones o deseos. Existen diversas clases de monólogos: los
simples, los alternos, los complejos, los autodiálogos, los fictodiálogos, los citados y los narrados.
Los monólogos más frecuentemente utilizados en un radiodrama son: el monólogo simple y el
narrado.
3.1.6.1. El monólogo simple, del que se distinguen tres formas:
1. Simple dramático: El personaje está solo en escena.
2. Simple equivalente: El personaje monologante está solo en escena, pero finge dirigirse a otro
personaje,
situado fuera de la escena; también se da este tipo de monólogo cuando el personaje en escena
escribe o
lee una carta donde expresa sus sentimientos.
3. Simple incidental: El personaje monologante está acompañado, pero sus acompañantes o no
pueden oír o
fingen no oír o no pueden replicar.
3.1.6.2. El monólogo narrado.
Consiste en el hecho de que las palabras y pensamientos de un personaje son contados por un
narrador en tiempo pasado y en tercera persona.
3.1.7. Voz en off
Corresponde a todo sonido que pertenece a alguien que estando en la escena no participa en ella
temporalmente. Esta voz puede ser:
3.1.7.1. Subjetiva.
Es la voz que en la radio llamamos "para sí" o monólogo interior, la cual nos permite conocer el
discurso interior o los pensamientos de un personaje. Los otros personajes presentes se comportan
como si no hubieran oído. La intensidad sonora del monólogo interior se sitúa siempre en un plano
psicológico.
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3.1.7.2. Descriptiva-objetiva.
Se trata del narrador omnisciente, personaje clave que ve y sabe todo y nos describe, desde la
perspectiva de su mirada, una realidad que desconocemos.
3.1.8 Clasificación de las voces:
a) Voz estentórea o de trueno. Es la voz fuerte y dura. Es una voz gruesa que llena todo el espacio
acústico y domina la escena. Se usa para jefes de tipo brutal.
b) Voz campanuda. Es una voz severa, majestuosa y enérgica. Indica absoluta seguridad en sí
mismo y ascendiente sobre los demás. Se usa para aventureros y hombres de mundo. En mujeres
enérgicas y maduras. c) Voz argentina. Es clara y sonora. De agradable timbre, metálica. Se usa para
el héroe o heroína. En general los galanes y las primeras damas tienen este tipo de voz.
d) Voz cálida. Es melodioso, armoniosa y melosa. Es una voz que comunica mucho por sí misma.
Se usa para mujeres frívolas y sensuales y para hombres conquistadores y seductores.
e) Voz dulce. Puede ser confundida con la voz cálida, pero la dulce connota ingenuidad, candor,
timidez. Es suave como el que implora y suplica. Se usa para hombres tímidos o para mujeres
candorosas.
f) Voz cascada. Es opaca, carece de fuerza y sonoridad y se usa para los ancianos.
g) Voz aguardentosa. Bronca, nada armoniosa. Para degenerado, borracho o vicioso.
h) Voz atiplada. Es una voz chillona, chocante, de afeminado, de chismosa.
i) Voz blanca. Voz infantil.
3.1.9. El manejo de la voz tiene varios aspectos:
a) Respiración. Para hablar frente a un micrófono, lo más importante es saber respirar. Es necesario
aspirar mucho aire por la nariz antes de comenzar a hablar. Respirar bien es la clave para dominar el
flujo del aire, de tal manera que podamos hacer más o menos intensa la expulsión del mismo. La
respiración debe pasar desapercibida, aprovechando las pausas para hacerla. Siempre con la nariz y
guardando reserva. Si no hay reserva de aire, las últimas sílabas se apagan. La voz debe dar la
impresión de que sale del diafragma y es una resonancia torácica.
b) Vocalización. Consiste en articulación y dicción. Es pronunciar claramente todas las sílabas y
todas las letras de tal manera que se pueda, leer los labios, pero que resulte natural al oído.
c) Énfasis. Al vocalizar correctamente es mucho más fácil dar el énfasis adecuado a lo que se está
diciendo. El énfasis puede ser marcado en las palabras y en las frases. Hacer énfasis en las palabras
significa hacer las inflexiones ascendentes y descendentes en las sílabas para contrarrestar la
monotonía, marcando las sílabas acentuadas. En cuanto a la frase, no debe ser leída en forma
ascendente, sino armoniosamente debe terminar en forma descendente, pero no demasiado, que ya
no alcance a escucharse. El énfasis está marcado también por las pausas y la importancia que se va
dando a las palabras y los matices emocionales naturales que se expresan. Las pausas no deben ser
monorrítmicas (cada determinado tiempo) ni a velocidad constante, el ritmo de la locución no se
expresa así. De la velocidad adecuada y el ritmo emocional depende el énfasis.
Todo esto le da vida a la lectura haciéndola agradable y comunicativa para el que escucha.
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d) Naturalidad. Al hablar por radio se tiene que hacer de una manera natural, amigable, como
platicando con un amigo. De tal manera que si cometemos un error de dicción lo podamos corregir
con tranquilidad, sin aspavientos, y si no cambia el sentido de lo que estamos diciendo, lo pasamos
por alto.
e) Volumen. El volumen o intensidad de la voz debe ser modulada de tal manera que no resulte
estridente. De lo contrario ni bajando el volumen de los aparatos radiofónicos mejora la audición.
f) Velocidad. En cuanto a la velocidad, tenemos que hablar un poco más despacio que lo normal,
dando
la duración adecuada a las palabras, de tal manera que se asimile fácilmente al escuchar.
g) Posición ante el micrófono. Es preferible hablar ante el micrófono de pie. Se recomienda
colocarse más o menos a 25 centímetros del micrófono y tratar de mantener la misma distancia.
Cuando la voz es grave debe acercarse más. La voz sibilante o estridente debe colocarse ligeramente
de lado. Cuando se quiere dar la impresión de cordialidad o intimidad hay que colocarse más cerca.
Cuando la voz es de mando o violenta, más lejos. Cuando hay ruido externo, no debe abrirse
demasiado el micrófono y se habla más cerca.
h) Improvisación. Aunque siempre lo más conveniente es que esté por escrito lo que se va a decir
por radio, al buen locutor no le basta con tener una hermosa voz, debe improvisar, esto es, que sea
capaz de estructurar frases correctas. Para no cometer errores, la improvisación debe ser simple y
llana, breve, evitando los lugares comunes y las frases hechas.
i) Lectura. La clave para la locución radiofónica es el leer bien y esto quiere decir que no se note
que se
está leyendo. Pocas cosas son tan desagradables en radio como descubrir que se está leyendo. Una
buena técnica es marcar el texto con señas hechas por el mismo locutor, como por ejemplo, separar
en sílabas
las palabras de difícil pronunciación, subrayar las palabras que se deben enfatizar, acentuar las
sílabas que llevan acento prosódico, etcétera.
3.2. La música
El segundo elemento del código radiofónico y un excelente auxiliar del guión es la música. Ésta
puede servir en la radio para decir sin palabras el lugar, el tiempo, el estado de ánimo; es una ayuda
para intensificar la acción, para establecer la ambientación en general y principalmente para hacer
cambios de escena.
Se entiende, por supuesto, que en este momento no nos estamos refiriendo a la música cuando es el
mensaje principal de la radio, sino cuando se le utiliza corno recurso auxiliar.
Los usos más frecuentes de la música para los cambios de escena, son los siguientes:
a) La cortina es un fragmento musical, previamente escogido que sirve para separar dos escenas. De
ordinario no debe pasar de diez segundos de duración y se escoge de acuerdo al tipo de programa.
b) El puente es una especie de intermedio musical al que se da más importancia que a la cortina. Se
emplea generalmente para sugerir un transcurso largo de tiempo entre una escena y otra o para
insinuar que la acción se transporta a un sitio diferente de la anterior. El puente se puede aprovechar,
disminuyendo su volumen, para enmarcar los párrafos de narración (música de fondo) y puede
también anticipar una escena cuando se le mezcla la música de esa escena. El puente musical dura
generalmente veinte segundos.
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c) La ráfaga es un fragmento corto de música cuya duración es de unos cuantos segundos y se
utiliza para reforzar un diálogo que define una situación, o para llamar dinámicamente la atención
del auditorio.
d) La fanfarria es un trozo de música que sirve para anticipar escenas heroicas o situaciones festivas.
Identificación, entrada y salida. Son tres funciones importantes que tiene la música en cualquier
programa de radio.
Al planear la utilización de la música, e incorporarla al guión debe tomarse en cuenta que resulta
contraproducente abusar de ella. No todas las escenas resisten efectos musicales. Algunas veces, la
mejor música es el silencio. Su demasiada continuidad hace pesado el ambiente. Es necesario un
justo medio. No se debe restringir demasiado el uso de la música y los efectos porque se necesita de
esos elementos para hacer más claro el movimiento, la ambientación y acción. Ni se puede exagerar
en su utilización. La música puede arruinar un programa si no está acoplada a la idea del programa.
3.3. Efectos sonoros
Los efectos de sonido son el tercer elemento del código radiofónico. En los programas dramáticos,
principalmente, son elementos indispensables. Tienen como finalidad ambientar situaciones,
completarlas e ilustrarlas. Si no existieran, el público no podría desarrollar bien su imaginación y no
podría visualizar las imágenes sonoras. Su fuerza surge de la asociación visual que el ser humano
hace cuando escucha un sonido.
Los efectos de sonido pueden establecer el lugar, el escenario, el tiempo y el ambiente psicológico.
Se seleccionan y se incorporan al programa de radio de acuerdo al realismo y beneficio que pueden
proporcionar al mismo. No se trata de utilizar todos los sonidos que hay en una escena, sino los
necesarios para ambientar y que el receptor se dé cuenta de lo que está pasando y de dónde están. No
es necesario reproducir fielmente todos los ruidos de un escenario y al volumen en que se dan, para
darle realismo a la escena, basta con seleccionar algunos sonidos para lograrlo.
Hay que saber usar los efectos, primero seleccionándolos y después manejándolos adecuadamente.
Por ejemplo, cuando en la escena la voz está en primer plano, el volumen de los efectos y de la
música ambiental deben bajar, y cuando se hace silencio en la voz, puede subir el volumen de los
efectos.
Los efectos de sonido deben ser identificados por el auditorio. Es necesario ayudar al radioescucha
para que los identifique, ya sea directamente en el diálogo, antes o al mismo tiempo que aparecen en
el guión, pues son escasos los sonidos identificables por sí solos.
Pueden utilizarse para establecer y aumentar el ambiente psicológico, el suspenso puede convertirse
en miedo y éste en terror con el solo uso adecuado del sonido.
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