FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA Doctor en Derecho Director General de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra UNA APROXIMACIÓN A LOS NUEVOS DELITOS MEDIOAMBIENTALES SUMARIO I. INTRODUCCIÓN: UNA VISIÓN CRÍTICA DEL NUEVO CÓDIGO PENAL II. CLASIFICACIÓN DE LOS DELITOS AMBIENTALES III. EL DELITO URBANÍSTICO O CONTRA LA ORDENACIÓN DEL TERRITORIO IV. DELITOS POR CONTAMINACIÓN V. DELITOS RELATIVOS A LOS ESPACIOS NATURALES VI. DELITOS CONTRA LA FLORA SILVESTRE VII. DELITOS CONTRA LA FAUNA SILVESTRE VIII. DELITOS DE INCENDIOS FORESTALES IX. DELITOS NUCLEARES Y RADIACTIVOS X. DELITOS DE RIESGO PROVOCADOS POR OTROS AGENTES I. INTRODUCCION: UNA VISION CRITICA DEL NUEVO CODIGO PENAL El pasado 24 de mayo de 1996 entró en vigor el denominado Código Penal de «la Democracia». El nuevo Código Penal introduce importantes novedades y modificaciones respecto a la normativa penal hasta ahora vigente. Uno de los campos en que mayores innovaciones podemos encontrar es, precisamente, en el de los conocidos como «delitos medioambientales», para los que el legislador ha querido ampliar los supuestos de hecho y establecer sanciones penales, en algunos casos, ciertamente llamativas. El nuevo Código Penal pretende desarrollar, en cuanto a la protección del medio ambiente se refiere, el artículo 45, en especial su número 3, de la Constitución de 1978, que dispone: «1. Todos tienen derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, así como el deber de conservarlo. 2. Los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva. UNA APROXIMACIÓN... 92 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA 3. Para quienes violen lo dispuesto en el apartado anterior, en los términos que la ley fije, se establecerán sanciones penales o, en su caso, administrativas, así como la obligación de reparar el daño causado.» El Tribunal Supremo ha determinado el alcance del artículo 45 de la Constitución desde una perspectiva penal en su sentencia de 30 de noviembre de 1990 (RJ 1990, 9269): «El derecho a la calidad de la vida y el medio ambiente constituyen un objetivo irrenunciable y de ahí surge la idea predominante de proteger el medio ambiente como una defensa de la salud y de la vida de los habitantes. El interés generado ha colocado en su plano preferente la regulación —nacional y transnacional—, de los problemas derivados de la contaminación ambiental y de la explotación inmoderada de los recursos naturales. Estas tendencias e intereses han tenido acogida en nuestro texto constitucional que, en su artículo 45 —en el marco de los principios rectores de la política social y económica—, coloca en lugar preferente el derecho de todos a disfrutar de un medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona así como conservarlo, comprometiendo a los poderes públicos en la tarea de proteger y mejorar la calidad de vida y la defensa y restauración del Medio Ambiente, haciendo un llamamiento a la solidaridad colectiva para conseguir estos fines. Se sigue con ello una tendencia que se encuentra en todas las modernas constituciones que se acogen al modelo de Estado social y democrático de derecho. Establecidos estos antecedentes se comprende la necesidad de dotar a estos intereses colectivos, que afectan a todos y cada uno de los ciudadanos, del máximo de protección que otorga el Derecho penal y que sólo puede ser aceptado en cuanto dispone del consenso de la generalidad. Es el propio texto constitucional el que abre paso e impone la fórmula de protección penal al establecer en el artículo 45.3 que para quienes violen el derecho a disfrutar de un medio ambiente adecuado y la calidad de la vida se establecerán sanciones penales o, en su caso, administrativas, así como la obligación de reparar el daño causado». Con posterioridad, en su Sentencia de 11 de marzo de 1992 (RJ 1992, 4319), el mismo Tribunal ha continuado delimitando el alcance del precepto constitucional: «El art. 45 de la Constitución Española (...) según la doctrina ha optado por un concepto de medio ambiente moderadamente antropocéntrico en cuanto primariamente se adecúa al «desarrollo de la persona» y se relaciona con la «calidad de vida» a través de la «utilización racional de todos los recursos naturales» y se añade como parte integrante del mismo la defensa y restauración del medio ambiente. Por otra parte, al abarcar la protección a todos los recursos naturales, es claro que se refiere al agua, aire y al suelo, no sólo aisladamente considerados, sino en su conjunto, formando el ecosistema. Cierto que el derecho penal a virtud del principio de intervención mínima actúa de forma accesoria y subsidiaria del derecho administrativo mas en una materia como ésta tan sujeta a una compleja protección de este ordenamiento, lo que supone la previa infracción de normas administrativas antes de dar paso a la sanción penal que, por otra parte, supone atentados medioambientales de cierta gravedad». Por tanto, uno de los aspectos más relevantes —sino el que más— de los nuevos delitos medioambientales es que, en todos ellos, el objeto jurídico de protección no es sólo un bien que pertenece a un determinado individuo, sino fundamentalmente a la colectividad: todos tienen derecho al medio ambiente. El sujeto pasivo del daño no es tanto el particular, que efectivamente también lo es, sino toda la comunidad social, en cuanto verdadera titular de los valores objetivos que se quieren proteger: los bienes de dominio ESTUDIOS público, el paisaje, los espacios naturales, la fauna silvestre y sus hábitats, la flora protegida, los montes, las aguas, el suelo, la atmósfera, los bosques, los ecosistemas... La entrada en vigor del nuevo Código va a producir, desde su inicio, dos importantes efectos: Primero. Los hechos delictivos se examinarán en los sucesivo por los jueves y tribunales, y ya no por la Administración Pública competente en la materia, hasta ahora las Comunidades Autónomas y, en nuestro caso, la Comunidad Foral de Navarra, que venía actuando por medio del Departamento de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio y Vivienda del Gobierno de Navarra. De este modo, los órganos judiciales asumen, con carácter general, potestades y facultades hasta ahora propias de la Administración Pública urbanística o medioambiental, tales como: a) La potestad sancionatoria, que en adelante se sustanciará a través de las normas procesales del orden penal. b) La potestad de restaurar el orden infringido, reconocida explícitamente en dos preceptos del Código Penal: el art. 319.2 (...en cualquier caso, los Jueces o Tribunales, motivadamente, podrán ordenar, a cargo del autor del hecho, la demolición de la obra, sin perjuicio de las indemnizaciones debidas a terceros de buena fe) y el art. 339 (los Jueces o Tribunales, motivadamente, podrán ordenar la adopción, a cargo del autor del hecho, de medidas encaminadas a restaurar el equilibrio ecológico perturbado, así como adoptar cualquiera otra medida cautelar necesaria para la protección de los bienes tutelados en este Título). c) La potestad de adoptar medidas cautelares o preventivas para que el daño no se acreciente en espera de la sentencia que ponga fin al proceso penal. Esta facultad se refleja en el artículo 327 del Código, en cuya virtud se faculta al Juez o Tribunal para acordar la clausura temporal (no superior a cinco años) o definitiva de una empresa, sus locales o establecimientos, así como para la intervención administrativa de la empresa sin que exceda de un plazo máximo de cinco años. Entre las penas que el nuevo Código prevé, destacan las multas, que se establecen económicamente por el Juez conforme al artículo 50, pero si el condenado no llega a satisfacer la cuantía fijada, se sustituye ésta por privación de libertad en fines de semana o por trabajos en beneficio de la comunidad1. Al hablar de la configuración de los delitos ambientales y de las respectivas penas, no podemos pasar por alto la extensión de la posible responsabilidad criminal a las personas que encarnan las Administraciones medioambientales. Coincidimos plenamente con 1. El artículo 50 del nuevo Código Penal dispone: 1. La pena de multa consistirá en la imposición al condenado de una sanción de pecuniaria. 2. La pena de multa se impondrá, salvo que la Ley disponga otra cosa, por el sistema de días-multa. 3. Su extención mínima será de cinco días, y la máxima, de dos años. Este límite máximo no será de aplicación cuando la multa se imponga como sustitutiva de otra pena; en este caso su duración será la que resulte de la aplicación de las reglas previstas en el artículo 88. 4. La cuota diaria tendrá un mínimo de doscientas pesetas y un máximo de cincuenta mil. A efectos de cómputo, cuando se fije la duración por meses o por años, se entenderá que los meses son de treinta días y los años de trescientos sesenta. 5. Los Jueces o Tribunales determinarán motivadamente la extensión de la pena dentro de los límites establecidos para cada delito y según las reglas del Capítulo II de este Título. Igualmente, fijarán en la sentencia, el importe de estas cuotas, teniendo en cuenta para ello exclusivamente la situación económica del reo, deducida de su patrimonio, ingresos, obligaciones y cartas familiares y demás circunstancias personales del mismo. 6. El Tribunal determinará en la sentencia el tiempo y forma del pago de las cuotas. UNA APROXIMACIÓN... 93 94 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA RODRÍGUEZ RAMOS 2, cuya opinión reproducimos, cuando postula que la responsabilidad de tales funcionarios y actividades debe suprimirse, pues no tienen por qué sufrir una amenaza penal superior a los funcionarios y autoridades de otros sectores administrativos, algunos tan importantes como el alimentario, el sanitario, el de comunicaciones y transportes, etc. Si sus conductas son penalmente reprochables como constitutivas de los delitos comunes relativos a los funcionarios (cohecho, malversación, prevaricación, tráfico de influencias, negociaciones prohibidas, etc.), no es preciso «inventar» otras figuras que además generarían los indicados agravios comparativos. Junto a esta comprensible preocupación por la futura suerte de las autoridades y funcionarios de la Administración ambiental, no debemos ocultar la mayor desazón que, desde una perspectiva estrictamente jurídica, nos suscita la, en nuestra opinión, escasa e insuficiente calidad técnica empleada en la definición de los delitos ambientales. Se deja a la voluntad del juzgador (en su mayor parte órganos judiciales individuales) la apreciación última del largo elenco de conceptos jurídicos indeterminados que salpican el Título XVI del Código Penal: «perjuicio grave del equilibrio de los sistemas naturales», «riesgo de deterioro irreversible o catastrófico», «alteración grave del hábitat», «perjuicio del equilibrio ecológico», «dificultad de la reproducción o migración de las especies migratorias», «graves efectos erosivos», «alteración significativa de las condiciones de vida animal o vegetal», «grave deterioro o destrucción de los recursos afectados», «perjuicio grave al medio natural, la vida silvestre, los bosques o los espacios naturales...». No tardaremos en ver que, en supuestos similares, lo que para un órgano judicial es grave o perjudicial, para otro no lo es tanto. Todo ello aumentado por la reconversión intelectual que para los jueces del orden penal supone este nuevo Código, al exigirles que conozcan con profundidad el Derecho administrativo ambiental y se pronuncien sobre cuándo y en qué condiciones el imputado o acusado actuó contraviniendo las Leyes o disposiciones generales protectoras del medio ambiente, normas muchas ellas de difícil interpretación y aplicación incluso para los que son conocedoras de las mismas. Y, finalmente, nuestras dudas se extienden también a si los jueces y tribunales dispondrán de los suficientes medios y recursos, no sólo para conocer y sustanciar este tipo de procesos penales, sino para adoptar el potente haz de poderes y facultades de restauración y de prevención que les otorga el nuevo Código Penal. II. CLASIFICACION DE LOS DELITOS AMBIENTALES El Título XVI del Código Penal se dedica a «los delitos relativos a la ordenación del territorio y la protección del patrimonio histórico y del medio ambiente». Por su parte, dentro del Título XVII, que versa sobre los «delitos contra la Seguridad Colectiva», figuran los delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes (Cap. I Sección 3.ª) y los delitos de incendio (Cap. II). Todos ellos pueden considerarse delitos ambientales, en cuanto que el bien objeto de protección es, precisamente, el medio ambiente en el amplio concepto que ha definido el Tribunal Constitucional en su Sentencia 102/1995, de 26 de junio, de la que extraemos, por su alcance, este párrafo de su fundamento jurídico 7.º: «El medio ambiente es un concepto nacido para reconducir a la unidad los diversos componentes de una realidad en peligro. Si éste no se hubiera presentado resultaría inimaginable su aparición por meras razones teóricas, científicas o filosóficas ni por tanto jurídicas. Los factores desencadenantes han sido la erosión del suelo, su deforestación y 2. «La protección penal del ambiente», en Primer Congreso Nacional de Derecho Ambiental. Ponencias, Sevilla, 1995, pg. 92. ESTUDIOS desertización, la contaminación de las aguas marítimas, fluviales y subálveas, así como de la atmósfera por el efecto pernicioso de humos, emanaciones, vertidos y residuos, la extinción de especies enteras o la degeneración de otras y la degradación de la riqueza agrícola, forestal, pecuaria o piscícola, la contaminación acústica y tantas otras manifestaciones que van desde lo simplemente incómodo a lo letal, con una incidencia negativa sobre la salubridad de la población en la irrescindible unidad psicosomática de los individuos». Pues bien, el Código Penal dispone la siguiente clasificación de los delitos ambientales, rompiendo la unidad del concepto medioambiental y dispersando los supuestos penales entre diversos títulos, capítulos y secciones: Título XVI. Delitos relativos a la ordenación del territorio y la protección del medio ambiente. – Capítulo I: Delitos sobre la ordenación del territorio. (...) – Capítulo III: Delitos contra los recursos naturales y el medio ambiente. – Capítulo IV: Delitos relativos a la protección de la flora y fauna. Título XVII: Delitos contra la Seguridad Colectiva. – Capítulo I: Delitos de riesgo catastrófico. – Sección 1.ª: Delitos relativos a la energía nuclear y a las radiaciones ionizantes. (...) – Sección 3.ª: Otros delitos de riesgo provocados por otros agentes. – Capítulo II: Incendios: – Sección 1.ª: Delitos de incendio. – Sección 2.ª: Incendios forestales. – Sección 3.ª: Incendios en zonas no forestales. – Sección 4.ª: Incendios en bienes propios. Esta clasificación legal merece una valoración necesariamente desfavorable en línea con la crítica formulada por el antes citado RODRÍGUEZ RAMOS3. A nuestro juicio, y en la línea de lo expuesto, todos los delitos relacionados deberían haber sido incluidos en un único Título, con la única rúbrica común «De los delitos contra el medio ambiente», y a partir de ahí seguir esta clasificación u otra análoga: A) Delitos contra el medio natural: – Delitos urbanísticos o contra la ordenación del territorio. – Delitos contra los espacios naturales. 3. La protección penal..., op. cit., pgs. 91 a 93. UNA APROXIMACIÓN... 95 96 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA – Delitos contra la flora amenazada. – Delitos contra la fauna silvestre. – Delitos por incendios forestales. B) Delitos contra la calidad ambiental. – Delitos por contaminación. – Delitos por depósito de residuos peligrosos. – Delitos relativos a la energía nuclear. – Delitos de riesgo provocados por otros agentes. De este modo, se distinguiría perfectamente entre el grupo de delitos en que el bien jurídico a proteger es la Naturaleza (delitos contra el medio natural), de aquellos otros en que el objeto de la protección es no ya tanto la naturaleza, sino el hombre en general (la sociedad), con el fin de defender ambos bienes (Naturaleza y Hombre) de agresiones contrarias al ordenamiento administrativo medio ambiental. La existencia de un único título dedicado al medio ambiente evitaría, además, la insustancial y artificiosa distinción en que incurre el Código Penal cuando llega el extremo de distinguir los conceptos de «recursos naturales» y de «flora y fauna» como diferenciados del de «medio ambiente». A efectos de un estudio más pormenorizado, nosotros estudiaremos los delitos ambientales siguiendo este orden: a) Delitos urbanísticos o contra la ordenación del territorio. (arts. 319 y 320). b) Delitos por contaminación (arts. 325 a 329). c) Delitos contra los espacios naturales (arts. 330. 331 y 338). d) Delitos contra la flora amenazada (arts. 332 y 333). e) Delitos contra la fauna silvestre (arts. 334 a 337). f) Delitos de incendios forestales (arts. 352 a 358). g) Delitos nucleares y radiactivos (arts. 341 a 345). h) Delitos de riesgo provocado por otros agentes (arts. 348 a 350). III. EL DELITO URBANISTICO O CONTRA LA ORDENACION DEL TERRITORIO Integra el grupo de delitos medioambientales en cuanto que el bien objeto de protección son los bienes de dominio público, el suelo no urbanizable o los lugares que tengan reconocido jurídicamente algún valor paisajístico o ecológico. Cometen delito urbanístico: A) Los promotores, constructores o técnicos directores que lleven a cabo una construcción no autorizada en suelos destinados a viales, zonas verdes, bienes de dominio público o lugares que tengan legal o administrativamente reconocido su valor paisajístico, ecológico, artístico, histórico o cultural, o por los mismos motivos hayan sido considerados de especial protección (art. 319.1). Este delito lo cometen tanto el promotor, como el constructor o el técnico director, bien por cometerlo intencionadamente o por incurrir en imprudencia. El precepto guarda similitud con el artículo 264.1 de la Ley sobre el Régimen de Suelo y Ordenación Urbana ESTUDIOS (Texto Refundido de 1992), que responsabiliza administrativamente de las infracciones urbanísticas al «promotor, el empresario de las obras y el técnico director de las mismas». La responsabilidad penal de todas y cada una de las personas a que se ha hecho referencia, se produce a título personal, por lo que, de producirse concurrencia de responsables de un mismo y único delito, la sanción de la posible imposición por la comisión de ésta ha de serlo —de resultar procedente— a cada uno de ellos con carácter independiente. Son elementos constitutivos de este delito: 1.º La construcción, es decir, la ejecución de actos materiales sobre el territorio, de modo que si no se realiza, no se produce delito. El delito se comete aun cuando no se haya terminado la obra: es un delito de acción y no de resultado final. Un problema añadido es el de conocer qué debe entenderse por «construcción», y si tal concepto incluye actuaciones que, sin ser específicamente constructivas o edificatorias, producen un daño irreversible sobre el bien protegido o su destrucción (V. gr: una roturación, movimientos de tierras, apertura de zanjas, pistas, canteras...). 2.º La existencia de una disposición normativa (la Ley o el planeamiento urbanístico), de naturaleza administrativa, que prohíba la ejecución de actos constructivos en el lugar protegido. Si la construcción ha sido autorizada por la autoridad en contra de esta normativa, estaríamos, además, en presencia de un delito sancionado por el artículo 320 del Código Penal, y en tal supuesto surge la duda de si persiste la responsabilidad penal del promotor, constructor o técnico director de la obra. En la legislación urbanística estatal (artículo 264.2 del Texto Refundido de la Ley del Suelo de 1992) se hace igualmente responsable a estos últimos, por ser sujetos respecto de los que se presume un conocimiento especial de la normativa urbanística; de aplicarse este mismo criterio, todos ellos (promotor, constructor, director de obra, y autoridad y funcionarios que informaron favorablemente la construcción) cometerían el delito urbanístico, con diferente grado de responsabilidad. 3.º El territorio sobre el que se produce la acción debe estar protegido jurídicamente. Aquí el Código distingue cuatro tipos de lugares: – Terrenos destinados a viales o zonas verdes, estén o no ejecutados, pues la simple previsión administrativa es suficiente, y cuya clasificación corresponde al planeamiento urbanístico. – Bienes de dominio público, clasificación que opera «ex lege», en función del destino del suelo en cuestión, en muchos casos incluso sin la existencia de un acto previo, pues la Ley ya se encarga directamente de declararlas como bienes demaniales: cauces de ríos, orillas fluviales, cañadas, playas... – Lugares que tengan legal o administrativamente reconocido un valor, para lo cual hace falta su previa declaración por Ley o por un acto de la Administración. – Lugares considerados de especial protección a través del planeamiento urbanístico o de un acto administrativo previo. Por razones de seguridad jurídica, es preceptivo que el acto de declaración del lugar esté publicado en el Boletín Oficial correspondiente y haya podido ser conocido, lo cual plantea el problema de qué ocurre con el planeamiento urbanístico cuya normativa no ha sido publicada en el Boletín Oficial, tal y como ha venido exigiendo la jurisprudencia del Tribunal Supremo (Sentencias, entre otras, de 26 de diciembre de 1990, 30 de enero de 1991, 11 de julio de 1991 y 22 de octubre de 1991, estas dos últimas dictadas en resolución de recursos extraordinarios de revisión). UNA APROXIMACIÓN... 97 98 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA La pena por cometer este delito es de prisión de seis meses a tres años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para profesión u oficio por tiempo de seis meses a tres años. B) Los promotores, constructores o técnicos directores que lleven a cabo una edificación no autorizada en el suelo no urbanizable (art. 319.2). Si bien los aspectos penados son los mismos que en el supuesto precedente, los elementos objetivos del delito son sustancialmente diferentes: 1.º La actuación debe consistir en una «edificación», y no ya en una construcción. Como tal edificación, debe entenderse el levantamiento, consumado o en fase de realización, de un edificio, esto es, una de obra construida para habitación u otros usos humanos. 2.º La edificación debe haberse llevado o estar llevándose a cabo en suelo clasificado como «no urbanizable» con arreglo a la legislación urbanística, que, por lo general, remitirá a la clasificación que disponga el planeamiento y, donde no exista éste, a la consideración como tal de aquellos terrenos que no tengan los servicios urbanísticos propios del suelo urbano. Es previsible que quien se vea imputado como responsable de este delito, defenderá que el suelo sobre el que actuó es urbano en lugar de «no urbanizable», con el fin de evitar la responsabilidad penal. 3.º Debe tratarse de una edificación no autorizada bien por la normativa urbanística o bien, lo más habitual, por la autoridad urbanística. El delito se comete tanto por no solicitar autorización del órgano urbanístico competente, como por edificar en contra de la denegación, o sin respetar en esencia la autorización concedida, hasta el punto de levantar una edificación irreconocible en comparación con la inicialmente autorizada. La pena es de prisión de seis meses a dos años, multa de doce a veinticuatro meses e inhabilitación especial para profesión u oficio por tiempo de seis meses a tres años. C) La autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, haya informado favorablemente proyectos de edificación, o la concesión de licencias contrarias a las normas urbanísticas vigentes (arts. 320.1). Este delito, próximo a la prevaricación, sólo puede ser cometido por personas que participen del ejercicio de funciones públicas: autoridades o funcionarios. Se extiende también a la autoridad o funcionario público que por sí mismo o como miembro de un organismo colegiado haya resuelto o votado a favor de su concesión a sabiendas de su injusticia. Entendemos que, en todo caso, se trata de autoridades o funcionarios competentes en la materia urbanística, y no en otros órdenes o de otra Administración ajena a esta materia. Los elementos de este delito son: 1.º Que se conceda licencia o se emita informe favorablemente a un proyecto de edificación. Una cuestión interesante que plantea este precepto, y que es difícil de solventar, es la de si se comete el delito por omisión, cuando se dejan transcurrir los plazos que la legislación administrativa establece para el silencio positivo o para la eficacia de los actos presuntos, fomentado así que la Administración no se pronuncie. En mi opinión, se cometería también el delito si la autoridad deja transcurrir los plazos fijados legalmente con la intención de posibilitar la obtención por el particular de una licencia ilegal, siempre que concurra el conocimiento por la autoridad de la infracción de sus deberes legales y, por ende, de la ilicitud de su acto. ESTUDIOS 2.º La licencia otorgada o el informe favorable emitido debe ser contrario a las normas urbanísticas vigentes, sean éstas de rango legal o reglamentario o formen parte del contenido normativo del planeamiento urbanístico. Las penas en este caso son las siguientes: a) propias del delito urbanístico: prisión de seis meses a dos años o multa de doce a veinticuatro meses; y b) propias del delito de prevaricación de funcionarios públicos y autoridades: inhabilitación especial para empleo o cargo público por tiempo de siete a diez años (art. 404). 3.ª. Que se otorgue la licencia, o se vote a su favor en órganos colegiados, o se informe favorablemente el proyecto, a sabiendas de su injusticia, es decir, con conocimiento de que la licencia o el informe es contrario al Derecho urbanístico. Lógicamente, ha de entenderse que sólo pueden incurrir en delito los miembros de órganos colegiados ejecutivos, esto es, con facultades decisorias, pero no así los órganos colegiados consultivos, cuyo informe, aunque sea preceptivo, no es vinculante. IV. DELITOS POR CONTAMINACION El antecedente más directo de esta categoría de delitos, aparece en el artículo 347 bis del anterior Código Penal, adicionado por la Ley Orgánica 8/1983, de 25 de junio, que disponía al efecto: «Será castigado con la pena de arresto mayor y multa de 175.000 a 5.000.000 de pesetas el que, contraviniendo las leyes o reglamentos protectores del medio ambiente, provocare o realizare directa o indirectamente emisiones o vertidos de cualquier clase en la atmósfera, el suelo o las aguas terrestres o marítimas, que pongan en peligro grave la salud de las personas, o puedan perjudicar gravemente las condiciones de la vida animal, bosques, espacios naturales o plantaciones útiles. Se impondrá la pena superior en grado si la industria funcionara clandestinamente, sin haber obtenido la preceptiva autorización o aprobación administrativa de sus instalaciones, o se hubiere desobedecido las órdenes expresas de la autoridad administrativa de corrección o suspensión de la actividad contaminante, o se hubiere aportado información falsa sobre los aspectos ambientales de la misma o se hubiere obstaculizado la actividad inspectora de la Administración. También se impondrá la pena superior en grado si los actos anteriormente descritos originasen un riesgo de deterioro irreversible o catastrófico. En todos los casos previstos en este artículo podrá acordarse la clausura temporal o definitiva del establecimiento, pudiendo el tribunal proponer a la Administración que disponga la intervención de la empresa para salvaguardar los derechos de los trabajadores». Sobre este precepto del anterior Código Penal se ha pronunciado el Tribunal Supremo en cinco ocasiones: sentencias de 30 de noviembre de 1990 (RJ 1990, 9269), 11 de marzo de 1992 (RJ 1992, 4319), 5 de octubre de 1993 (RJ 1993, 7694), 26 de septiembre de 1994 (RJ 1994, 7194) y 3 de abril de 1995 (RJ 1995, 2808). La doctrina jurisprudencial recaída ha calificado este delito como una modalidad de los delitos de peligro concreto cuya consumanción se produce por la creación del riesgo mediante la realización de alguna de las actuaciones previstas en el tipo penal mencionado. Es, pues, una infracción de mera actividad, que deviene por el cumplimiento, también exigido, de que las emisiones o vertidos han de poner «en peligro grave» la salud de las personas o «perjudicar gravemente» las condiciones de vida animal, bosques, espacios naturales... De tal manera que la consumación del delito se produce por la creación del riesgo mediante la realización de alguna de las actuaciones previstas en el tipo contenido en UNA APROXIMACIÓN... 99 100 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA el precepto y si el peligro o el posible perjuicio se efectivan, estaremos ante delitos de lesión, que se castigarán separadamente, en tanto que el delito de riesgo tiene un alcance colectivo y el de lesión un resultado individual o específico. El nuevo Código Penal introduce una redacción más precisa de este tipo de delitos, ampliando la gama de supuestos. Comete el delito de contaminación cualquier persona que realice alguna de estas tres actuaciones: A) El que, contrariando las Leyes y otras disposiciones de carácter general protectoras del medio ambiente, provoque o realice directa o indirectamente emisiones, vertidos, radiaciones, extracciones, aterramientos, ruidos, vibraciones, inyecciones o depósitos, en la atmósfera, el suelo, el subsuelo, o las aguas terrestres, marítimas o subterráneas, con incidencia, incluso, en los espacios transfronterizos, así como las captaciones de aguas que puedan perjudicar gravemente el equilibrio de los sistemas naturales (art. 325). El delito queda conformado por concurrencia de los siguientes elementos: 1.º La provocación o realización, directa o indirecta, de cualesquiera de las acciones relacionadas sobre el medio natural o sus recursos naturales, al igual que la captación de aguas, pero, en este caso, sólo cuando pueda perjudicar gravemente (es un delito de riesgo, sin necesidad de producir finalmente el daño) el equilibrio de los sistemas naturales. 2.º Deben contravenirse directamente las Leyes u otras disposiciones de carácter general protectoras del medio ambiente, con lo que se incluyen tanto los tratados y convenios internacionales validamente celebrados y suscritos por el Estado español que se incorporen al ordenamiento interno, como la normativa comunitaria (principalmente las Directivas), los reglamentos y otras normas, tanto estatales, como autonómicas o, incluso, ordenanzas locales. La pena es de prisión de seis meses a cuatro años, multa de ocho a veinticuatro meses e inhabilitación especial para profesión u oficio por tiempo de uno a tres años. Si el riesgo de grave perjuicio fuese para la salud de las personas, la pena de prisión se impondrá en su mitad superior. En cambio, si el hecho se comete por imprudencia grave, la pena que procede es la inferior en grado (art. 331). El artículo 326 establece, además, las siguientes circunstancias agravantes, que llevan al órgano judicial a imponer la pena en su grado superior cuando concurre alguna de ellas, sin perjuicio de las que puedan corresponder con arreglo a otros preceptos de este Código: a) La clandestinidad, esto es, que la industria o actividad funcione sin haber obtenido la preceptiva autorización o aprobación administrativa de sus instalaciones. b) La desobediencia a las órdenes expresas de la autoridad administrativa de corrección o suspensión de las actividades tipificadas en el artículo 325. c) La información falsa, es decir que se haya falseado u ocultado información sobre los aspectos ambientales de la misma. d) El obstruccionismo, entendido como tal el que se haya obstaculizado la actividad inspectora de la Administración. e) El riesgo de deterioro irreversible o catastrófico que se haya podido producir. f) La extracción ilegal de aguas en período de restricciones. Como se ha señalado con anterioridad, el órgano judicial dispone de la facultad de acordar la clausura temporal (por un plazo no superior a cinco años) o definitiva de la empresa, sus locales o establecimientos, así como para la intervención de la empresa sin que exceda de un plazo máximo de cinco años. ESTUDIOS B) Quienes establecieran depósitos o vertederos de desechos o residuos sólidos o líquidos que sean tóxicos o peligrosos y puedan perjudicar gravemente el equilibrio de los sistemas naturales o la salud de las personas (art. 328). Aquí, para que exista el delito, han de darse los siguientes presupuestos: 1.º Debe producirse un depósito o vertido de residuos, con lo que ha de tener lugar cualquiera de éstas dos acciones: depósito o vertido. 2.º El elemento depositado o vertido ha de reunir la condición física de desecho o residuo sólido o líquido que tenga a su vez y, conforme a la legislación ambiental, la consideración de tóxico o peligroso. 3.º El depósito o vertido pueda perjudicar gravemente el equilibrio de los sistemas naturales o la salud de las personas. Es, pues, un delito de riesgo, en el que no es necesario que se produzca el deterioro grave del sistema natural o de la salud de las personas; es suficiente con que pueda producirse ese deterioro. 4.º El depósito o vertido debe producirse contraviniendo las Leyes u otras disposiciones de carácter general protectoras del medio ambiente. Aunque tal requisito no figure expresamente en el artículo 328, así hay que entenderlo lógicamente, pues este delito es una especificación o agravamiento del delito general tipificado en el artículo 327, así como de la lectura del artículo 329, que sanciona a la autoridad administrativa que autorice este tipo de actividades contaminantes. Las penas que prevé el Código son las de multa de dieciocho a veinticuatro meses y arresto de dieciocho a veinticuatro fines de semana. Pero si el hecho se cometió por imprudencia grave, entonces la pena procedente es la inferior en grado (art. 331). C) La autoridad o funcionario público que, a sabiendas, informe favorablemente la concesión de licencias manifiestamente ilegales que autoricen el funcionamiento de las industrias o actividades contaminantes referidas, o que con motivo de sus inspecciones silencie la infracción de Leyes o disposiciones normativas de carácter general que las regulen (art. 329.1). Nuevamente, instaura el Código Penal delitos aplicables únicamente a funcionarios públicos o autoridades, a los que responsabiliza del estado medioambiental. La responsabilidad alcanza cuatro supuestos: a) La autoridad que dicta la resolución otorgando la licencia manifiestamente ilegal. b) El funcionario público que informe favorablemente la concesión de la licencia manifiestamente ilegal. c) El funcionario público o autoridad que, con motivo de una inspección, detecte una actividad ilegal y silencie u oculte la infracción de la normativa medioambiental. d) El miembro de un órgano administrativo colegiado que vote a favor de la concesión de la licencia manifiestamente ilegal. En cualesquiera de estos cuatro supuestos deben concurrir, además, los siguientes requisitos: 1.º Debe cometerse la actuación delictiva a sabiendas, con conocimiento de que se está produciendo con ello una vulneración del ordenamiento jurídico y un incumplimiento de los deberes que impone el cargo o la función pública. 2.º La licencia concedida debe ser manifiestamente ilegal. La exégesis de este elemento debe incidir sobremanera en el adverbio «manifiestamente», que, atendiendo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua, se corresponde con lo evidente notorio, claro, y palmario. Es necesario, pues, que la ilegalidad sea manifiesta, es decir, que revele UNA APROXIMACIÓN... 101 102 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA de forma notoria, sin que requiera grandes esfuerzos interpretativos, su constatación por ser evidente a primera vista. En todo caso, será difícil que sepamos cuándo estamos en presencia de una licencia manifiestamente ilegal, pues lo que para unos puede ser una infracción clara de la Ley, apreciable de inmediato sin necesidad de especiales esfuerzos, puede no serlo para otros. Todo dependerá de quién interprete el precepto y de cuáles sean sus conocimientos o sensibilidades. 3.º La licencia o el informe favorable debe autorizar la industria o actividad, con lo que no cabe la comisión del delito si se ha denegado o informado desfavorablemente la actividad o la industria. 4.º La industria o actividad debe ser contaminante, con infracción de las leyes protectoras del medio ambiente, y efectuar alguna de las actividades prohibidas en los artículos 325 y 328 del Código Penal: emisiones, vertidos, radiaciones, extracciones, excavaciones, aterramientos, ruidos, vibraciones, inspecciones, depósitos, vertederos, en la atmósfera, suelo, subsuelo o aguas. Las penas aplicables son: a) las propias del delito de contaminación; prisión de seis meses a tres años o multa de ocho a veinticuatro meses; y b) las propias del delito de prevaricación de autoridades y funcionarios públicos: inhabilitación especial para el empleo o cargo público por tiempo de siete a diez años (art. 404). V. DELITOS RELATIVOS A LOS ESPACIOS NATURALES Si algún tipo de delito medioambiental del nuevo Código Penal destaca por su imperfección técnica e indefinición conceptual ese es, probablemente, el establecido en el artículo 330: «Quien, en un espacio natural protegido, dañare gravemente alguno de los elementos que hayan servido para calificarlo, incurrirá en la pena de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses». El bien jurídico protegido es aquel elemento de un espacio natural que motivó su calificación como tal. Pero, ¿cuál es éste?: ¿El paisaje, con todo los subjetivo que implica este concepto?. ¿Una especie en peligro de extinción?. ¿Todo el ecosistema en su conjunto, con independencia de cada uno de sus elementos?. ¿Se sabe realmente en todos y cada uno de los espacios naturales cuál fue el elemento que sirvió para su declaración, por ejemplo, en un parque natural de gran extensión?. Además, el daño a este hipotético elemento consustancial y esencial del espacio natural debe ser grave, con lo que se incrementa la inseguridad jurídica del imputado, ya que lo que para unos puede ser grave, para otros, no. Por otro lado, para la comisión del delito debe precisarse lo qué se entiende por «daño» a un espacio natural, según su extensión, y cuándo se produce realmente ese daño. Por último, incluso la definición de un espacio natural no es tan clara. Por ejemplo, coexisten en el ordenamiento jurídico diferentes fórmulas de protección del ecosistema, alguna de las cuáles es dudoso calificarlas como espacios naturales protegidos: Zonas de Especial Protección de Aves o Zonas de Especial Conservación, definidas conforme a Directivas Comunitarias, pero cuya declaración no ha sido publicada oficialmente por la Unión Europea, las Zonas Húmedas de Importancia Internacional de la Convención Ramsar de 1971, las Reservas de Caza, etc. Es una lástima que un delito tan relevante haya encontrado una tan escasa calidad como pobre extensión en su redacción, máxime cuando preexistía una amplia legislación ESTUDIOS administrativa tanto estatal como autonómica que regulaba con mayor detalle y perfección técnica las agresiones a los espacios naturales4. Las penas que recaen son las de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a veinticuatro meses. Si el hecho se comete por imprudencia grave, la pena que procede es la inferior en grado (art. 331). VI. DELITOS CONTRA LA FLORA SILVESTRE El Código Penal tipifica «ex novo» los delitos relativos a la protección de la flora en sus artículos 332 y 333, previendo dos tipos: – La destrucción de la flora amenazada (art. 332). – La introducción de flora alóctona o no autóctona (art. 333). Analizamos seguidamente ambos tipos: A) Destrucción de la flora amenazada. Los elementos constitutivos de este delito son: 1.º El hecho delictivo es la corta, tala, quema, arranque, recolecta o tráfico ilegal de la especie o bien la destrucción o alteración grave de su hábitat. La ejecución de cualquiera de estos hechos origina el delito. 2.º El bien protegido es cualquier especie o subespecie de flora declarada amenazada o de sus propágulos por la Administración estatal o la autonómica en su respectivo territorio 5. B) La introducción de flora alóctona. En este caso los elementos precisos para que surja el delito son: 1.º Que se introduzcan o liberen especies de flora no autóctona. 2.º Que la introducción perjudique el equilibrio biológico, entendiendo como tal el daño a otras especies de la flora o, incluso, de la fauna. 3.º Tal introducción ha de ser contraria a las Leyes o disposiciones generales para la protección de las especies de la flora. La pena en ambos supuestos varía entre los seis meses a dos años de prisión o multa de ocho a veinticuatro meses. Pero si el delito afecta a un espacio natural protegido, se impone la pena superior en grado a las respectivamente previstas (art. 338). 4. A título de ejemplo, la Ley 4/1989, de 27 de marzo, de Conservación de los Espacios Naturales y de la Fauna y Flora Silvestres, la Ley catalana 12/1985, de 13 de junio, de Espacios Naturales, la Ley andaluza 2/1989, de 18 de julio, de Espacios Naturales Protegidos, la Ley balear 1/1991, de 30 de enero, de Espacios Naturales Protegidos y régimen urbanístico de las áreas de especial protección, la Ley asturiana 5/1991, de 5 de abril, de Protección de los Espacios Naturales, la Ley vasca 16/1994, de 30 de junio, de Conservación de la Naturaleza... 5. En el ordenamiento estatal, la flora amenazada se prelaciona en el Real Decreto 439/1990, de 30 de marzo, por el que se establece el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora, sin perjuicio de otras especies que declaren las Comunidades Autónomas en ejercicio de sus facultades para establecer normas adicionales de protección (art. 149.1.23ª Constitución Española). UNA APROXIMACIÓN... 103 104 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA VII. DELITOS CONTRA LA FAUNA SILVESTRE A la hora de regular los delitos relativos a la protección de la fauna silvestre, el nuevo Código Penal distingue cuatro supuestos: a) La introducción de especies de fauna alóctona o no autóctona (art. 333). b) Los actos en contra de las especies amenazadas (art. 334). c) Los actos en contra de las especies no cinegéticas o piscícolas (art. 335). d) La caza o pesca con medios destructivos para la fauna (art. 336). Analizamos seguidamente cada uno de ellos. A) La introducción de especies de fauna alóctona. Los elementos constitutivos del delito son los mismos que se han citado al comentar la introducción de la flora no autóctona en determinados ecosistemas: 1.º Que se introduzcan o liberen especies de fauna silvestre no autóctona. 2.º Que la introducción sea contraria a las Leyes o disposiciones generales reguladoras de la protección de las especies de la fauna silvestre. 3.º Que la aludida introducción o liberación perjudique el equilibrio biológico del ecosistema en que se introduce. La pena procedente es la de prisión de seis meses a dos años o multa de ocho a veinticinco meses. Debe entenderse que es una u otra, según la palabra «o». B) Actos en contra de las especies amenazadas. El Código Penal define este delito como el resultante de la composición de estos elementos: 1.º El hecho penado es tanto la caza, como la pesca, la realización de actividades que impidan o dificulten la reproducción o migración de estas especies, o el comercio o tráfico con ellas o con sus restos. 2.º La especie debe estar catalogada como amenazada bien por la legislación estatal básica6 o bien por la Comunidad Autónoma en su respectivo territorio en virtud de su facultad para establecer normas adicionales de protección (art. 149.1.23 de la Constitución). 3.º El acto debe estar prohibido o resultar contrario a la normativa medioambiental protectora de la fauna silvestre, sea estatal o autonómica. La sanción que procede es prisión de seis meses a dos años o multa de ocho a veinticuatro meses. El Código sanciona con mayor reprensión la conducta ilícita que se produce sobre una especie declarada en peligro de extinción. En este caso, la pena correspondiente es de prisión de uno a dos años o multa de dieciséis a veinticuatro meses (art. 334.2). Asimismo, los responsables quedan inhabilitados especialmente para el ejercicio del derecho a cazar o pescar por tiempo de tres a ocho años (art. 332). 6. Las especies animales declaradas en todo el Estado español como amenazadas figuran en el Real Decreto 439/1990, de 30 de marzo, por el que se establece el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas. ESTUDIOS C) Actos en contra de las especies no cinegéticas o piscícolas. Se trata de un delito más concreto que los dos citados con anterioridad y con menor sanción penal. El bien protegido son las especies de la fauna silvestre que, sin estar declaradas como amenazadas, no pueden ser objeto de caza o pesca por no estar expresamente autorizada tal conducta en las normas específicas reguladoras de la actividades cinegética o piscícola7. En este supuesto, la pena es, solamente de multa de cuatro a ocho meses, a la que se suma la inhabilitación especial para el ejercicio del derecho a cazar o pescar por tiempo de tres a ocho años (art. 337). D) La caza o pesca con medios destructivos para la fauna. El artículo 60 de la Ley de 20 de febrero de 1942 de Pesca Fluvial, la Ley de 31 de diciembre de 1946, sobre pesca con explosivos, y el artículo 42.1, a) de la Ley 1/1970, de 4 de abril, de Caza, contenían ya precedentes de este delito, ahora regulado en el artículo 336 del nuevo Código Penal. La aparición del delito deriva de la concurrencia de estos elementos: 1.º Emplear veneno, medios explosivos u otros instrumentos o antes similares de eficacia destructiva para la fauna. Estamos de nuevo ante un delito de resultado dañiño, que debe haberse efectuado para que exista delito consumado. 2.º Emplear esos elementos para la caza o la pesca. En nuestra opinión, tal vez debería haberse suprimido este requisito del precepto, pues lo relevante es el daño a la fauna y no tanto la intención última de si se está o no cazando. 3.º Utilizarlos sin estar legalmente autorizado para ello por el organismo administrativo competente. La pena procedente bascula entre los seis meses y los dos años de prisión o multa de ocho a veinticuatro meses. Si el daño causado es de notoria importancia, se ha de imponer pena de prisión entre uno o dos años. Igualmente, se suma a esta pena la inhabilitación especial para cazar o pescar por tiempo de tres a ocho años (art. 337). VIII. DELITOS DE INCENDIOS FORESTALES El delito de incendios forestales se encontraba regulado en los artículos 553 bis a), 553 bis b) y 553 bis c) del anterior Código Penal, introducidos por la Ley Orgánica 7/1987, de 11 de diciembre. En el nuevo Código Penal de 1995 se contiene en el Título XVII, dentro de los denominados «Delitos contra la Seguridad Colectiva», y, en concreto, en el Capítulo II, relativo a los Incendios. La nueva regulación distingue tres grandes tipos de incendios: – Los incendios forestales (arts. 352 a 355). 7. El Real Decreto 1095/1989, de 8 de septiembre, declara las especies objeto de caza y pesca y establece normas para su protección. UNA APROXIMACIÓN... 105 106 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA – Los incendios en zonas no forestales (art. 356). – Los incendios en bienes propios (art. 357). A) Incendios forestales. El hecho delictivo se produce cuando se incendia un monte o una masa forestal. A partir de este concepto, el Código distingue hasta tres diferentes supuestos que determinan la procedencia de una mayor o menor pena: A.1. El tipo general, configurado por el incendio deliberado, sin más, de montes o masas forestales, y que se castiga con las penas de prisión de uno a cinco años y multa de doce a dieciocho meses (art. 352). A.2. El tipo agravado, consistente en la provocación del incendio poniendo en peligro la vida o la integridad física de las personas, y que se castiga con la pena de prisión de diez a veinte años y multa de doce a veinticuatro meses (art. 352). Las penas correspondientes a ambos tipos pueden verse aumentadas, inponiéndose en su mitad superior, cuando el incendio alcanza una especial gravedad, atendida la concurrencia de alguna de las circunstancias siguientes que se relacionan en el artículo 353: 1.º Que afecte a una superficie de considerable importancia. 2.º Que se deriven grandes o graves efectos erosivos de los suelos. 3.º Que alteren significativamente las condiciones de vida animal o vegetal a algún espacio natural protegido. 4.º En todo caso, cuando se ocasione grave deterioro o destrucción de los recursos afectados. 5.º Cuando el autor actúe para obtener un beneficio económico con los efectos derivados del incendio. Otra vez cabe criticar la indeterminación de los conceptos jurídicos que se emplean para definir las circunstancias agravantes y el riesgo que suponen para la seguridad jurídica del imputado o acusado: «considerable importancia», «grandes o graves efectos», «alteración significativa», «grave deterioro o destrucción»..., indeterminación que supone ya la regla general de este Código. A.3. El tipo reducido, que se concreta en el artículo 354, y que, en definitiva, consiste en prender fuego al monte o a la masa forestal, pero sin que llegue a propagarse el incendio. Incluso no existe delito si el incendio (realmente el art. 354.2 del Código debería decir, el «fuego», pues este artículo lo que realmente sanciona es que el fuego provocado no alcance la condición de incendio) no se propaga por la acción voluntaria de su autor. Como circunstancia atenuante de estos tres supuestos, juega el que incendio se provoque por imprudencia grave, en cuyo caso la pena procedente es la pena inferior en grado a las respectivamente previstas para cada supuesto (art. 358). Tiene un especial interés destacar la facultad que se atribuye en el artículo 355 a los jueces o tribunales para acordar que la calificación del suelo en las zonas afectadas por el incendio forestal no pueda modificarse en un plazo de hasta treinta años. Estamos ante una medida más propia del ámbito administrativo que del judicial, pero de innegable efecto práctico, preventivo y antiespeculativo para con aquellos terrenos que han sido objeto de incendio por intereses urbanísticos. ESTUDIOS Igualmente, el precepto atribuye a los jueces la posibilidad de acordar que se limiten o supriman los usos que se vinieran llevando a cabo en las zonas afectadas por el incendio, así como la intervención administrativa de la madera quemada procedente del incendio, atribuciones que permiten poner coto a los incendios con fines industriales madereros. B) Incendios en zonas forestales. La comisión de este delito, previsto en el artículo 356, requiere la concurrencia de estos elementos: 1.º La producción del incendio como tal hecho. 2.º El incendio debe afectar a zonas de vegetación no forestales. La pena a imponer es la de prisión de seis meses a dos años y multa de seis a veinticuatro meses. Si el delito se comete por imprudencia grave, la pena procedente es la inferior en grado, esto es, la de seis meses y multa de seis meses. C) Incendio en bienes propios. El artículo 357 sanciona al incendiario de bienes propios con la pena de prisión de uno a cuatro años. El delito queda configurado por la presencia de cualquiera de estos supuestos: a) Exista propósito de defraudar o perjudicar a terceros. b) Se haya producido la defraudación o el perjuicio. c) Exista peligro de propagación a edificio, arbolado o plantío ajeno. d) Se produzca perjuicio grave a las condiciones de la vida silvestre, los bosques o los espacios naturales. Sólo en estos dos últimos supuestos es aplicable la reducción de la pena por imprudencia grave, pues en los dos primeros delitos ya no estamos ante un delito de imprudencia, sino intencionado o de dolo. IX. DELITOS NUCLEARES Y RADIACTIVOS Bajo esta denominación se contemplan cuatro supuestos diferentes: a) La liberación de energía nuclear o elementos radiactivos (art. 341). b) La perturbación del funcionamiento de instalaciones nucleares o radiactivas (art. 342). c) La exposición de personas a radiaciones ionizantes peligrosas (art. 343), y d) La sustracción ilegal de materiales nucleares o radiactivos (art. 345). Los cuatro hechos se configuran «ex novo» por el legislador penal, consciente de la importancia que la energía nuclear y las radiaciones ionizantes tienen para la vida de las personas, la salud pública y el medio ambiente. Examinamos a continuación cada uno de estos supuestos. A) Liberación de energía nuclear o elementos radiactivos. UNA APROXIMACIÓN... 107 108 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA Comete este delito cualquier persona que realice los siguientes actos: 1.º Liberar energía nuclear o elementos radiactivos, y 2.º Poner en peligro la vida o la salud de personas o de sus bienes, sin que sea preciso que se haya producido explosión. Las penas previstas son las de prisión de quince a veinte años e inhabilitación especial para el empleo o cargo público, profesión u oficio por tiempo de diez a veinte años. Si el hecho delictivo se comete por imprudencia grave, entonces la sanción se impone en su grado inferior: prisión de quince años e inhabilitación por tiempo de diez años (art. 344). B) Perturbación del funcionamiento de instalaciones nucleares o radiactivas. Es este un delito de trascendencia menor que el anterior, para el que se requiere que no se haya liberado energía nuclear o elementos radiactivos, pues, en tal caso, el delito cometido sería el contemplado en el artículo 341. Realmente, el artículo 342 configura dos tipos de delitos próximos: por un lado, el de perturbación del funcionamiento de una instalación nuclear y, por otro, el de alteración del desarrollo de actividades en las que intervengan materiales o equipos productores de radiaciones ionizantes. En el primer supuesto, el delito se configura cuando concurren los siguientes elementos: 1.º Existe una perturbación real y efectiva del funcionamiento de la instalación nuclear o radiactiva. 2.º La perturbación produce una alteración del normal funcionamiento de la instalación nuclear. 3.º La perturbación crea una situación de grave peligro para la vida o la salud de las personas. La redacción del precepto hace dudar de si es este otro de los delitos de riesgo, o realmente se requiere que exista el daño. En nuestra opinión, y conforme a la rúbrica del Capítulo I de este Título XVII («delitos de riesgo catastrófico»), es suficiente con que exista el riesgo («grave peligro») para que surja el delito, con independencia de si finalmente se produce o no el daño. En el segundo supuesto, deben concurrir estos elementos: 1.º Existe una alteración efectiva del desarrollo de actividades. 2.º En tales actividades deben intervenir materiales o equipos productores de radiaciones ionizantes. 3.º La alteración no puede dar como resultado la liberación de elementos radiactivos o energía nuclear, pues estaríamos ante un delito penado en el art. 341. 4.º Se ha creado la indicada situación de grave peligro para la vida o la salud de las personas. En ambos supuestos la pena es la misma; prisión de cuatro a diez años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión y oficio por tiempo de seis a diez años. Si los hechos se hubieran cometido por imprudencia grave, la sanción se impone en el grado inferior (prisión de cuatro años e inhabilitación por tiempo de seis años). ESTUDIOS C) Exposición de personas a radiaciones ionizantes peligrosas. En este supuesto, el delito precisa la concurrencia de tres elementos: 1.º El hecho delictivo sólo puede surgir con la presencia de «radiaciones ionizantes». El material empleado especifica el tipo de delito. 2.º Ha de producirse la exposición de una o varias personas a este tipo de radiaciones. Si no se afecta a alguna persona con la exposición, no llega a nacer del delito. 3.º Debe existir riesgo para estas personas, de modo que se ponga en peligro su vida, integridad, salud o bienes. La pena es de prisión de seis a doce años e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio por tiempo de seis a diez años. Si el hecho se debe a imprudencia grave, la pena es la inferior en grado: prisión de seis años e inhabilitación por tiempo de seis a diez años (art. 344). D) Sustracción de materiales nucleares o radiactivos. El delito de sustracción se puede producir por tres vías distintas: – A través del apoderamiento de materiales nucleares o elementos nucleares. – Realizando cualesquiera de estas acciones con materiales radiactivos o sustancias nucleares o con sus desechos: facilitar, recibir, transportar, poseer, traficar, retirar o utilizarlos. – Haciendo uso de isótopos radiactivos. Para que el delito se cometa no es necesario que exista ánimo de lucro; es suficiente con la ejecución del supuesto fáctico, con independencia de la intención perseguida. El artículo 345 distingue una triple gradación del delito: – El delito ordinario, que es el descrito, y que se sanciona con pena de prisión de uno a cinco años (art. 345.1). – El delito agravado, en el que concurre el empleo de la fuerza en las cosas en la ejecución de la sustracción, y que determina que la pena se imponga en su mitad superior: prisión de dos años (art. 345.2). – El delito en su grado máximo, en el que concurre la violencia o intimidación en las personas, determinando que el culpable sea castigado con la pena superior en grado: prisión de cinco años (art. 345.3). X. DELITOS DE RIESGO PROVOCADOS POR OTROS AGENTES Como indica la misma rúbrica de la Sección 3.ª de este Capítulo I, son delitos de «riesgo» que no requieren que el daño llegue a efectuarse para verse configurados. Su antecedente se encuentra en el artículo 348 bis b) del anterior Código Penal, incorporado por la Ley Orgánica 3/1989, de 21 de junio, que, al efecto, disponía: «Los que en la fabricación, manipulación, transporte o tenencia de explosivos, sustancias inflamables o corrosivas, radioactivas, tóxicas y asfixiantes, o cualesquiera otras materias, aparatos o artificios que puedan causar estragos, UNA APROXIMACIÓN... 109 110 FRANCISCO JAVIER ENÉRIZ OLAECHEA contravinieran las reglas de seguridad establecidas, poniendo en concreto peligro de vida, la integridad o la salud de las personas, serán castigados con la pena de arresto mayor y multa de 150.000 a 3.000.000 de pesetas». El nuevo Código Penal amplía los supuestos, incrementa las penas y extiende la protección penal al medio ambiente, debiendo entenderse por tal el riesgo de peligro tanto para los recursos naturales, tales como el agua, el suelo, subsuelo, la atmósfera, como para la fauna, la flora, sus hábitats, los ecosistemas protegidos, bosques, etc. En esta relación de delitos, el Código distingue tres supuestos: a) La tenencia, utilización o comercialización de explosivos y sustancias peligrosas (art. 348). b) La tenencia y utilización de organismos peligrosos (art. 349). c) El incumplimiento de las normas de seguridad a la hora de ejecutar determinadas obras (art. 350). Para los tres supuestos se establece la misma pena: prisión de seis meses a dos años, multa de seis a doce meses e inhabilitación especial para empleo o cargo público, profesión u oficio por tiempo de tres a seis años. A) Tenencia de sustancias peligrosas. La comisión de este delito se nutre de los siguientes elementos: 1.º La realización con sustancias peligrosas de cualquiera de estos actos: fabricación, manipulación, transporte, tenencia o comercialización. 2.º La posesión de cualesquiera de estas sustancias peligrosas: explosivos, sustancias inflamables o corrosivas, tóxicas y asfixiantes, u otras materias, aparatos o artificios que puedan causar estragos. 3.º La tenencia ilícita de tales materiales, esto es, contraviniendo las normas de seguridad establecidas. 4.º La constatación de un peligro concreto, por lo tanto, determinable y determinado, no genérico, para la vida, la integridad física o la salud de las personas o el medio ambiente. B) Tenencia de organismos peligrosos. Es similar en su configuración legal al delito precedente, con el que incluso podría haberse subsumido. Aquí los elementos diferenciadores son: 1.º La posesión de organismos, esto es, de elementos pertenecientes a un ser vivo (sangre, elementos linfáticos, vísceras, virus, bacterias, etc), con cuya tenencia o uso se ponga en peligro a las personas o al medio ambiente. 2.º La ejecución de cualesquiera actos de manipulación, transporte o tenencia con tales organismos. C) El incumplimiento de normas de seguridad en la ejecución de obras. Aquí también son cuatro los elementos sustantivos configuradores del delito: ESTUDIOS 1.º La ejecución de actos de apertura de pozos o excavaciones, construcción o demolición de edificios, presas, canalizaciones u obras análogas o su conservación, acondicionamiento o mantenimiento. 2.º La infracción de las normas de seguridad establecidas, bien sea dolosamente o por imprudencia grave. 3.º Tal infracción debe conllevar el riesgo de ocasionar resultados catastróficos. 4.º El riesgo catastrófico debe poner en concreto peligro la vida, la integridad física de las personas o el medio ambiente. Este delito se configura como independiente del delito de riesgo laboral definido en el artículo 316 del Código Penal, en cuya virtud se sanciona la infracción de las normas de prevención de riesgos laborales a quienes estén obligados legalmente a ello y no faciliten los medios necesarios para que los trabajadores desempeñen su actividad con las medidas de seguridad e higiene adecuadas, de forma que pongan en peligro grave su vida, salud o integridad física. Las penas previstas son prisión de seis meses a tres años y multa de seis a doce meses, salvo que se aprecie imprudencia grave, en cuyo caso, la pena es la inferior en grado: prisión de seis meses y multa de seis meses (art. 317). UNA APROXIMACIÓN... 111