la incrustación en la cerámica arquitectónica

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LA INCRUSTACIÓN EN LA
CERÁMICA ARQUITECTÓNICA
Paula Sánchez Gómez, Manuel Pérez Asensio Y Ramón Rubio Domene
LA INCRUSTACIÓN EN LA CERÁMICA ARQUITECTÓNICA
Paula Sánchez Gómez, Manuel Pérez Asensio y Ramón Rubio Domene
1. INTRODUCCIÓN
En la decoración arquitectónica islámica medieval, la cerámica vidriada fue esencial para el
revestimiento y ornamentación de pavimentos, zócalos y bóvedas de edificios destacados.
Aunque hay precedentes de azulejos vidriados en Occidente ya desde el siglo X, sin embargo,
se trata de ejemplos aislados. En la segunda mitad del siglo XII y primer cuarto del XIII la
arquitectura almohade introduce tímidamente la decoración cerámica vidriada en pequeños
sectores del exterior de edificios principales, como los alminares de la Kutubīya de Marrakech y
de la Giralda de Sevilla. Más tarde, en el arte nazarí y meriní, la ornamentación cerámica
aplicada a la arquitectura medieval alcanzaría una maestría sin precedentes con el desarrollo de
diversas técnicas ornamentales que aportaron sutiles efectos cromáticos, luz y movimiento. A
finales del siglo XIII pueden rastrearse algunas de las más importantes técnicas cerámicas en el
Cuarto Real de Santo Domingo de Granada, pabellón de una finca palacial periurbana donde se
conserva azulejería dorada, alicatados geométricos, e inscripciones incrustadas. Pero es sin
duda en la Alhambra donde se atesora el mayor número de ejemplos que completan el
catálogo de técnicas aplicadas a la arquitectura.
Con la finalidad de ornamentar, pero también de proteger la arquitectura de la humedad y del
roce, el alicatado nazarí alcanzó una gran profusión y refinamiento, tanto en zócalos de
paramentos, como cubriendo fustes entregos o solerías de habitaciones, siendo éste último fin
menos conocido por el desgaste sufrido. Sin embargo, a pesar de las distintas variantes
decorativas utilizadas, el alicatado se utilizó exclusivamente para representar temas de
desarrollo geométrico. La introducción en la cerámica arquitectónica de composiciones
vegetales y epigráficas se realizó a través de otras técnicas: la cuerda seca, la incisión, la talla o
la incrustación.
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En este trabajo se hace una primera aproximación a una de estas técnicas: la incrustación,
documentada, hasta la fecha, en la Alhambra y en algunas medersas meriníes de Marruecos.
Grosso modo consiste en tallar un azulejo vidriado monocromo en el que se incrustan piezas de
otro color. Descrita por primera vez en la Alhambra por Jesús Bermúdez Pareja al analizar la
decoración embutida del friso epigráfico del baño árabe del exconvento de San Francisco1, no
será hasta los estudios de Purificación Marinetto Sánchez cuando sea analizada con detalle.
Hasta entonces, los ejemplares existentes en la Alhambra habían sido singularizados en la
bibliografía como alicatados de gran calidad técnica y belleza 2, si bien merece destacar la
aportación de Manuel Gómez-Moreno González al describir el friso de alicatado existente en la
llamada alcoba del trono del salón de Comares como un (...) alicatado lleno de grandes
menudencias: las piezas negras y blancas incrustadas unas en otras 3. Y es que, realmente, la
identificación in situ de esta técnica reviste gran dificultad, siendo necesario un análisis
exhaustivo que permita vislumbrar determinados detalles que la diferencian del alicatado.
En comparación con el alicatado, la incrustación permitía obtener una decoración más libre
desde el punto de vista de la variabilidad ornamental, pero más pobre desde el punto de vista
cromático, siendo habitual la única combinación de dos a tres tonalidades frías.
2. LA TÉCNICA
El proceso técnico puede observarse con claridad a través de las piezas custodiadas en el
Museo de la Alhambra (Figs. 4 y 11).
Consistía en tallar con gran precisión y destreza, sobre una placa de cerámica vidriada
monocroma, la composición decorativa deseada, sin llegar a calar el azulejo y de manera que
los motivos decorativos quedaran en positivo frente al rebaje del fondo adyacente.
1
En la ficha del Catálogo Monográfico número 1.431 del Museo de la Alhambra se conserva una nota escrita a mano por Jesús Bermúdez
Pareja, fechada el 17 de marzo de 1952.
2
A modo de ejemplo, Leopoldo Torres Balbás, Juan Zozaya, Basilio Pavón Maldonado y Balbina Martínez Caviró coinciden en ensalzar las
obras incrustadas como alicatados de enorme destreza técnica.
3
Más tarde, Manuel Gómez-Moreno Martínez denomina el alicatado como tableros de mofazás, que significa incrustado; su raíz expresa
separar, cortar o extraer una cosa de otra. Véase: GÓMEZ-MORENO MARTÍNEZ, M. “Granada en el siglo XIII”. En Cuadernos de la
Alhambra, 2. Granada: Patronato de la Alhambra y Generalife, 1966, pp. 29 y 30.
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Documentamos trazas y desportillamientos que nos muestran que, previamente a su talla, la
placa ya había sido cocida y vidriada. Además, sobre la decoración de la placa-base se
advierten incisiones puntuales efectuadas para aportar volumen y distinción a los elementos
vegetales.
Los paneles se podían adaptar a lugares concretos, independientemente de su tamaño; para
ello el artista tenía que proporcionalizar el tema elegido al lugar a ornamentar.
Una vez tallado el tema decorativo, en ocasiones la placa-base era cortada en piezas menores
que facilitarían su manipulación y aplicación al paramento. El agarre de los distintos azulejos,
ejecutado con clavos metálicos colocados entre las juntas de las distintas piezas y el empleo de
mortero de cal, se realizaba de manera que se asegurara la continuación del diseño decorativo.
Adheridos los azulejos-base al paramento, la talla e incrustación de los fondos decorativos se
efectuaba in situ. Las distintas piezas se obtenían de una placa cerámica de diferente color y
menor grosor, e iban encajándose en los espacios ahuecados, rellenando los fondos y
cubriendo los clavos que servían de sujeción al paramento. Para su correcto ensamble, se
abiselaban y desportillaban los bordes del reverso y se adherían con mortero. Toda esta labor
reviste una gran dificultad porque exige tallar cada pieza a mano y encajarla en el lugar correcto,
intentando asegurar, aunque no siempre se conseguía, un correcto encaje y nivelación de las
uniones.
Se advierten dos tipos de arcillas, tanto en composición-textura como color: los azulejos-base
presentan una pasta más rojizas y férrica, mientras que la de las piezas incrustadas, de color
beige, es más silícea, porosa y depurada.
3. LA INCRUSTACIÓN EN LA ALHAMBRA
Si bien quizás el testimonio más antiguo de esta técnica se encuentra en el friso epigráfico
localizado en el zócalo que reviste las jambas del arco de acceso al Cuarto Real de Santo
Domingo, en la Alhambra se conservan distintos ejemplos, tanto in situ como en su museo.
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En el baño del palacio del exconvento de San Francisco, a tenor de las piezas
recuperadas en distintas campañas arqueológicas, debió existir al menos un friso de
incrustación con epigrafía donde la leyenda en caracteres cúficos repetía La dicha continua. La
epigrafía en negro, con ápices prolongados formando nudos simétricos hacia el interior de cada
palabra, contrasta con un fondo blanco incrustado (Fig. 1)4. El palacio y el baño han sido
datados en la primera etapa nazarí, en torno a los reinados de Muhammad II (1273-1302) o
Muḥammad III (1302-1309), advirtiéndose intervenciones posteriores fechadas bajo los
sultanatos de Yūsuf I (1333-1354) y Muḥammad V (1354-1359 y 1362-1391).
Fig. 1. R. 1271; R. 1272 y R. 14297-1 a 4. Museo de la Alhambra
El palacio del Generalife fue construido probablemente en época de Muḥammad II. Parece
que Muḥammad III introdujo reformas que, hacia 1319, renovaría Ismail I.
En el dintel de la puerta principal al fondo del segundo patio de acceso al patio de este palacio
existe una composición realizada mediante esta técnica (Fig. 2). Enmarcada por cintas de color
verde, destacan dovelas en las que alternan, por un lado, labor de ataurique en negro con
fondo blanco incrustado; por otro, decoración de sebka negra y motivo floral verde incrustado
en un azulejo tallado de color blanco. En el eje del dintel se ven los restos de una llave que,
4
Además de estos seis fragmentos documentados en 1.946 y conservados en el Museo de la Alhambra, también se han hallado otros del
mismo friso en la reciente intervención arqueológica realizada en el baño del citado palacio.
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aunque muy deteriorada, conserva el ápice superior, combinándose de nuevo piezas negras y
verdes incrustadas sobre fondo blanco.
Fig. 2. Dintel en el acceso al patio del Generalife
La torre de la Cautiva, calahorra edificada bajo el mandato de Yūsuf I, conserva en su
estancia principal un zócalo decorado con paneles de un alicatado geométrico (Fig. 3). Destaca
la cartela epigráfica que corre en el friso superior, con un poema del visir Ibn al-Ŷayyāb y que,
según Puerta Vílchez, reza a ambos lados del vano de entrada: En el nombre de Dios, el
Compasivo, el Misericordioso. Dios bendiga y salve a nuestro señor Muḥammad y a su Familia /
“Di: Me refugio en el Señor del alba del mal que hacen Sus criaturas, del mal de la oscuridad
cuando se extiende, del mal de las que soplan en los nudos, del mal del envidioso cuando
envidia” (azora de “El alba”, Corán 113); y en las esquinas noreste y noroeste: En el nombre de
Dios, el Compasivo, el Misericordioso. Dios bendiga y salve a nuestro señor Muḥammad y a su
Familia y Compañeros / “Di: Él es Dios, Uno, Dios, el Eterno. No ha engendrado, ni ha sido
engendrado. Nadie es su igual” (azora de “La fe pura”, Corán 112). Dios el grande ha dicho la
verdad.
En la esquina sureste faltan dos palabras al comienzo y final, en la suroeste las ocho últimas y
en la noreste dos palabras y la fórmula final. En este sentido, en el fondo del Museo de la
Alhambra existe un fragmento de azulejo de incrustación sin procedencia con características
muy similares, tanto en técnica, como medidas y composición decorativa, a los existentes en la
citada inscripción de la torre de la Cautiva, proponiendo que pueda corresponder a alguna de
estas lagunas (Fig. 4).
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Fig. 3. Zócalo de la torre de la Cautiva, esquina suroeste
Fig. 4. R. 1294. Museo de la Alhambra
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En el mismo espacio descrito, se conserva en el zócalo de alicatado un sino central que porta el
escudo de la banda. Se subraya una minuciosa labor en la que el fondo blanco, así como las
partes del escudo, parecen haber sido incrustadas (Fig. 5).
Fig. Sino en el zócalo de la torre de la Cautiva, esquina sureste
De cronología similar serían los dos únicos sinos, con una probable labor de minuciosa
incrustación, que decoran la composición de alicatado de la ya citada alcoba del trono del
salón de Comares, descritos en su día por Manuel Gómez-Moreno González (Fig. 6).
Fig. 6. Sinos en el zócalo del salón de Comares, alcoba del trono
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En el palacio de los Leones, construido bajo el mandato de Muḥammad V, existen otros
ejemplos.
En el mirador de Lindaraja de la sala de Dos Hermanas hay dos frisos de epigrafía cursiva en
negro y fondo blanco incrustado sobre el zócalo de alicatado que reviste y decora las dos
jambas de acceso (Fig. 7). Puerta Vílchez lee a la derecha (según se entra al mirador): El auxilio
divino, el dominio y la clara victoria sean para nuestro señor Abū ‘Abd Allāh, príncipe de los
musulmanes; y a la izquierda: Gloria a nuestro señor el sultán Abū ‘Abd Allāh, hijo de nuestro
señor el sultán Abū l-Ḥaŷŷāŷ (en referencia, primero a Muḥammad V y, luego, a su padre Yusūf
I).
Fig. 7. Friso de jamba derecha (según se entra al mirador), donde hay una laguna
En relación con estos ejemplares, en el Museo de la Alhambra se custodia un fragmento de
friso epigráfico de características parecidas (Fig. 8). Presenta una escritura cursiva en negro
enmarcada en una cartela del mismo color, con fondo blanco incrustado. Si bien en las fuentes
de información histórica del Museo de la Alhambra se le atribuye una procedencia ligada al
citado mirador, en el que hay una laguna en la jamba derecha, un análisis pormenorizado de
sus rasgos permite rechazar esta ubicación, desconociendo por el momento qué espacio
alhambreño ornamentaría.
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Fig. 8. R. 116. Museo de la Alhambra
En la sala de los Reyes del mismo palacio los rodapiés están formados por losetas encajadas
en las medias basas de mármol en las que descansan medias columnas poligonales que apean
los arcos de mocárabes que dividen los diversos tramos de la sala. El azulejo verde de base fue
tallado dejando en positivo las formas vegetales y una banda que limita la pieza; en blanco se
incrustó el fondo (Fig. 9). Tan sólo se conservan in situ dos piezas, siendo el resto copias en
yeso inciso.
Fig. 9. Puede verse a ambos lados del fuste entrego una pieza original y una copia
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De este espacio se custodian en el Museo de la Alhambra dos fragmentos, con la particularidad
de que, a uno de ellos, las fuentes de información histórica le asignan también una procedencia
dudosa ligada al palacio del Partal (Fig. 10).
Fig. 10. R. 1300 y R. 4641. Museo de la Alhambra
Además de los ejemplares vistos, en el fondo del Museo de la Alhambra existen otras piezas de
procedencia desconocida y, por el momento, no determinada. Destacan numerosos
fragmentos con atauriques y encintado en negro y fondo blanco incrustado (Fig. 11) que
parecen formar parte de dos composiciones distintas: una de ellas es la albanega de un arco o
portada; otros fragmentos podrían encajar en las partes perdidas del ya citado dintel del palacio
del Generalife.
Aunque podría tratarse de una variante técnica, destaca igualmente un fragmento que
representa parte de un antebrazo con llave incrustada desaparecida. Debió formar parte de la
clave de un arco. A este respecto, Jesús Bermúdez Pareja y María Angustias Moreno Olmedo
refieren que tal pieza pueda vincularse con la portada del desaparecido palacio de los
Abencerrajes (Fig. 12).
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Fig. 11. R. 51158; R. 51170; R. 83258 y R. 83269-1 a 2. Museo de la Alhambra
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Fig. 12. R. 384. Museo de la Alhambra
Finalmente, en el museo se conservan numerosas piezas de incrustación aisladas que se
insertarían en composiciones mayores ya desaparecidas 5.
4. CONCLUSIONES
El alicatado, con exclusiva temática geométrica, adquiere en la Alhambra nazarí un gran
protagonismo como técnica destinada al revestimiento y ornamentación de los espacios
5
Algunas han sido publicadas por Purificación Marinetto Sánchez, véase bibliografía adjunta: MARINETTO SÁNCHEZ, P. “Piezas de
alicatado”. Arte islámico en la Alhambra. Propuesta para un Museo de la Alhambra, 1995, p. 367; MARINETTO SÁNCHEZ, P. “La
decoración de la cerámica nazarí azul y dorada. Evolución y paralelos”. En Coloquio internacional Cerámica nazarí. Granada, 2009, pp.
257-289.
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palatinos. A lo largo de los siglos XIII al XV convive con otras técnicas decorativas que
permitieron una mayor variabilidad ornamental con la introducción de motivos vegetales y
epigráficos.
Entre éstas, la incrustación destaca por su minuciosidad y dificultad. Documentada hasta la
fecha únicamente en el arte nazarí y meriní, según hemos podido comprobar, en la Alhambra
ornamentaría albanegas de arcos junto a frisos y rodapiés en zócalos de exclusivos espacios
palatinos.
Consiste en tallar sobre una placa de cerámica vidriada monocroma la composición decorativa
deseada, sin llegar a calar el azulejo y de manera que los motivos decorativos quedaran en
positivo frente al rebaje del fondo adyacente. Se conformaba así un azulejo-base en el que se
incrustarían en las zonas rehundidas piezas talladas de forma exclusiva para estos espacios,
conformando un fondo de otro color.
El efecto ornamental quedaba enfatizado por el contraste cromático, destacando la
predominancia de la gama fría (verde, azul, blanco y negro), aunque nunca con combinaciones
de más de tres colores.
Su origen se sitúa en torno a finales del siglo XIII, siendo el siglo XIV el momento de máxima
profusión y apogeo. Su supervivencia, al menos en la Península Ibérica, no se ha detectado
más allá del siglo XV.
Hoy día se conservan en la Alhambra algunos ejemplares, tanto in situ como en su museo, que
permiten su estudio y deleite.
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