PRESTACIONES INTEGRALES Y NO MÁS PAQUETES BASICOS PARA LA SALUD Y LA SEGURIDAD SOCIAL. CINCO GRANDES INTERROGANTES Gustavo Leal F. UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA – XOCHIMILCO SEMANA NACIONAL DE LA SEGURIDAD SOCIAL COMISION DE SEGURIDAD SOCIAL LXII LEGISLATURA CAMARA DE SENADORES MEXICO, D.F 23 DE ABRIL, 2013 Señoras y señores Legisladores Señoras y señores Invitados Compañeros de Mesa Amable Auditorio Amigos Todos Es un alto honor haber sido convocado a este relevante Foro. Uno. ¿Las reformas recuperarán algo de lo perdido? En el marco laboral mexicano priva una honda disminución salarial y que ni sindicatos, patrones y gobierno disponen de un proyecto para revertirla. El crecimiento del PIB por habitante en el período 2000-2009 es mediocre: apenas un incremento de 1.5 por ciento anual. Entre 1980 y ese 2009, el salario mínimo perdió 68.4 por ciento. En la contratación colectiva la disminución fue de casi la mitad: 50.5 por ciento. Los trabajadores 1 sindicalizados sumaban, en 2010, apenas 10 por ciento de la PEA. Casi 66 por ciento de la población ocupada no dispone de protección social. El sector patronal no es ajeno a la creciente precarización y flexibilización de la fuerza de trabajo. Tampoco del nivel del salario mínimo. Según el secretario Videgaray, el gran lastre de nuestro crecimiento es la baja productividad “desde hace 30 años”. En su opinión, entre 1981 y 2011, Chile, Irlanda y Corea del Sur crecieron en promedio entre 4 y 6 por ciento. México sólo alcanzó 2.4. Revertir esa tendencia es el “objetivo” y de ahí la agenda de reformas. Incluso el presidente Peña Nieto celebra el tránsito de un sindicalismo de “defensa” laboral, a otro “promotor” de la productividad. Aún comprometiendo el futuro local de los jóvenes -como sucede con las repercusiones de la reforma laboral de noviembre 2012- la clave de esa agenda reformista en curso (educativa, telecomunicaciones, energética y fiscal), se ubica en el mundo global y emite el siguiente mensaje: comparativamente, el país exhibe bajos costos laborales (la mitad de los europeos, al decir de la OCDE) y es un espacio económico menos regulado que otros. Bienvenida la inversión. Con ella, detonaremos el crecimiento! El analista Mauro Leos de la agencia Moody’s lo expresa así: “China está orientada al mercado interno y Brasil tiene un gobierno muy intervencionista”, mientras Roberto Torres, director del banco BNP Paribas, puntualiza: “no es una burbuja”. México es una de las economías más abiertas del continente. Pero ¿cómo “democratizar” la productividad (como quiere la COPARMEX) si el mundo del trabajo está mudo, carece de horizontes certeros de seguridad social y vive acosado por la precarización, subcontrataciones y los contratos de protección? En el inmediato mañana sólo se dibuja “más de lo mismo”: menos prestaciones y menos protección. ¿Detonarán realmente el crecimiento las reformas? ¿Operarán en el corto o mediano plazo sobre el bienestar efectivo de la población? ¿Pesa 2 “el poco espacio que la sociedad civil ocupa en ellas”, como también manifiesta la COPARMEX, así como su tramitación sin incorporar del todo la actual pluralidad que anima al Congreso de la Unión? Por supuesto que, por sí mismas, las reformas no crean empleo. Por lo pronto, la reforma laboral comporta muy severos impactos sobre la seguridad social. Primero, por los nuevos tipos de contratación, (entre ellos el pago por hora y por compensación variable) que confirman una ruta franca de precarización. Segundo, por el efecto devastador de la subcontratación (cuyo Reglamento aún esperamos) sobre la masa salarial cotizable y la elusión-evasión de las cuotas obrero patronales. Tercero, por la desaparición de las Tablas de Enfermedades de Trabajo y de Valuación de Incapacidades Permanentes del cuerpo principal del nuevo ordenamiento, por señalar sólo algunos. ¿Qué seguro de desempleo repondrá la estabilidad que cercenó la reforma 2012? ¿Una adaptación mexicana del modelo canadiense de Vancouver, acaso? Y si así fuera ¿cuándo? Dos. ¿Servicios “esenciales” como los del Seguro Popular? Frente a este escenario la Dirección Regional de la OIT para América Latina calcula que en la región “más de 70 por ciento de la población en edad de trabajar no contribuye con ningún sistema de pensión”. Y advierte que “tenemos el reto de avanzar hacia un cambio de paradigmas cuando hablamos de la seguridad social del presente y del futuro”. ¿Y cuál es él? Un primer paso, sostiene, “tiene que ver con entender que los sistemas de seguridad social basados exclusivamente en regímenes contributivos son ideales pero pertenecen al pasado, y ahora es necesario generar opciones no contributivas también”. Pero, en verdad ¿están en el pasado? Porque la OIT parece estar convencida de que “la iniciativa del Piso de Protección Social busca combinar la garantía de un ingreso básico para todas las personas con la prestación de servicios esenciales, por ejemplo en salud”. Lamentablemente la prestación de esos servicios “esenciales” en salud es precisamente lo que, en el México de los últimos doce años, se ha 3 ensayado con el Seguro Popular sin que las condiciones de la salud y, sobre todo, la oportunidad de la atención médica hayan mejorado. Tanto así, que el nuevo equipo de gobierno de Peña Nieto documenta que, con ese Seguro, sus antecesores se preocuparon más por “afiliar” que por atender a la par su infraestructura; que para la cobertura universal “todavía falta mucho”; que ese Seguro es sólo “una compañía de seguros” sin médicos y hospitales, dotada de una “póliza y un catálogo de enfermedades que atiende en un reducido número de clínicas” y que con el Fondo de Gastos Catastróficos se cubren apenas “20 enfermedades caras”. La afiliación “desmedida” al Seguro Popular, insisten, “saturó los servicios por falta de planeación”; forzó edificaciones hospitalarias “que operan al 60 por ciento” y generó un “problema laboral” (hasta ahora irresuelto): cerca de 70 mil médicos y enfermeras sin las debidas y regulares contrataciones. Este primer diagnóstico del nuevo gobierno, aún no se ocupa de las fallas de fondo en el diseño del Seguro Popular vinculadas con la ejecución de un programa federalista en extremo centralizador (que explica los más que frecuentes episodios de corrupción que acompañan su operación consuetudinaria); la implantación de un catálogo de beneficios que, por “esencial”, no se ajusta a lo que enferma y mata a los asegurados; que se impone indiscriminadamente sin considerar el perfil de daños local de las diferentes patologías estatales, al tiempo que inhibe la libertad diagnóstica propia del juicio médico-clínico al sólo restringirla a las “intervenciones” que contempla el catálogo “esencial”. El diseño del Seguro Popular y su paquetería “esencial” es el problema y no su operación, que deriva justamente de ese diseño. Las reformas 2013 a la Ley 100 colombiana, confirman que la suerte del Seguro Popular no podrá será muy diferente. Tampoco es muy probable que el Seguro Popular pueda “ganar” calidad sobre la base de un diseño minado desde su punto de partida. A menos que por “mejora” en la calidad se entienda seguir sumando afiliaciones. 4 La interrogante es, más bien, si el gobierno de Peña Nieto resistirá la tentación se seguirlo usando electoralmente. Así que la seguridad social vista con la mirada más moderna que ahora invoca la Dirección Regional de la OIT para América Latina, tal vez podría aún beneficiarse de seguir escrutando el comportamiento de los regímenes contributivos que, a pesar de las difíciles condiciones económicas que los envuelven, siguen operando con evidentes ventajas. Una de ellas es que garantizan paquetes integrales de atención y no sólo servicios “esenciales”. Y como bien muestra el caso mexicano reciente, los paquetes esenciales no cumplen con las necesidades de cobertura que hoy requieren los ciudadanos globales del Siglo XXI, particularmente los jóvenes, adultos y adultos mayores. Esas necesidades se agrupan en torno a catálogos de prestaciones vinculadas con su ciclo vital, sus consecuentes perfiles de morbimortalidad y los nuevos seguros (como el de desempleo) que brotan de la dinámica de economías nacionales globalizadas. Tres. ¿Universalidad o piso básico? Con el nuevo ordenamiento en materia del trabajo y su entorno global, hoy por hoy, será preciso trabajar mucho más para alcanzar menores prestaciones; trabajar más para disponer apenas del “derecho” a esos paquetes básicos “esenciales” que, ciertamente, no son ni con mucho integrales. Esta es la encrucijada de fondo en que se ubica la máxima de Seguridad Social para Todos (Declaración de Guatemala, 2009). Se trata sin duda de una contradicción porque el piso básico del paquete es “esencial” y no puede aspirar a la universalidad que contienen los catálogos de prestaciones integrales. Paradójicamente se trata de un “nuevo” universalismo que no es universal. La única novedad es que, ahora, el paquete “esencial” se promociona como “derecho”. El ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), José Ramón Cossío captó certeramente la contradicción al referirse a la “judicialización” del nuevo concepto constitucional de derecho humano a 5 la salud (por las reformas al Artículo Primero Constitucional del 10 de junio 2011) y el imparable flujo de demandas por su incumplimiento. Lo expresa así: “el cambio en materia de derechos humanos tuvo una primera dimensión semántica. La expresión ‘garantías individuales’ fue sustituida por la de ‘derechos humanos’. El cambio no es sólo semántico. La cantidad de reivindicaciones que pueden hacerse por la vía constitucional del cumplimiento de derecho es enorme y mucho muy compleja. ¿Hasta dónde pueden llegar los jueces en su tarea de protección a partir de los reclamos litigiosos? La verdad, muy lejos. Pueden ordenar el otorgamiento de prestaciones en favor de determinadas personas, lo que obliga a la asignación de los recursos presupuestales”. Ese cambio alude al contenido del Artículo 1 Constitucional: “en los Estados Unidos Mexicanos todas las personas gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las condiciones que esta constitución establece”. En un sentido similar al de Cossío se pronunció el mismo presidente de la SCJN, Juan N. Silva Meza, quién sostuvo que los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial de la Federación “estamos preparados para enfrentar” la problemática derivada de la exigencia de justiciabilidad del derecho a la salud, el cual está previsto en la Constitución y en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de ONU. Las implicaciones jurídicas del derecho humano a la salud “exigen de los juzgadores gran capacidad de reflexión y la disposición intelectual para echar mano de todos los conocimientos en la materia”, porque de acuerdo con los citados ordenamientos “toda persona tiene derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud”. Frente a este cambio -y con el nuevo marco laboral adoptado en noviembre 2012 a cuestas- queda claro que la implantación, primero, del Seguro Popular (2004) y, después, la propuesta del -entonces- candidato a la Presidencia, Peña Nieto (2011) para reformar la red de seguridad social con la orientación de un sistema “universal” (originariamente propuesta por Santiago Levy), no ofrezca más alternativa que seguir achicando ese 6 derecho humano a la seguridad social y a la salud, por la vía de los paquetes “esenciales” o “universales”, ambos básicos. Achicamiento de esos dos “derechos” a sus verdaderos mínimos, para evitar que se le exija al Estado lo que no podría cumplir. Ese acotamiento de los “derechos”, vía racionamientos tecnocráticos, se presentó, primero, como “ampliación” de los derechos sociales en el caso del Seguro Popular (Julio Frenk) y, después, como derechos “exigibles”, en el caso del seguro “universal” de Levy. Así, la “universalidad” de Levy quedó compactada en sólo cuatro “derechos” o prestaciones “básicas” (por cierto muy pobremente definidas): atención médica “de calidad”, seguro de desempleo temporal, seguro contra riesgos de trabajo y pensión para la vejez. Algunas de ellas reaparecieron -transformadas- en los primeros cinco compromisos del Pacto por México. Pero todas ellas constituyen un minimalismo de la protección social que no resiste comparación con la integralidad del cuadro de titularidades contenidos en las vastas legislaciones de la seguridad social. Son “derechos” acotados vía priorizaciones o racionamientos tecnocráticos como las 13 intervenciones del componente de salud del Programa PROGRESA-OPORTUNIDADES; las 284 intervenciones del Catálogo Universal de Servicios Esenciales (CAUSES), las 58 del Fondo de Protección Contra Gastos Catastróficos (FPCGF) del Seguro Popular y las 131 del Seguro Médico para una Nueva Generación, rebautizado por la administración Peña Nieto como Seguro Médico Siglo XXI. Cuatro. ¿Qué universalidad?¿Dos grandes sistemas? En el equipo de gobierno de Peña Nieto tampoco se advierte una versión única de la “universalidad”. Los encargados de despacho afirman cosas distintas. Para la secretaria de Salud todo se resuelve extendiendo el Seguro Popular, mientras que el titular de Economía declara justamente lo contrario: porque “fomenta la informalidad”. El propio Peña Nieto se ha pronunciado por consolidación de la “cobertura del Seguro Popular”. 7 Por su parte, el responsable de la cartera de Trabajo y Previsión Social, Alfonso Navarrete Prida, perfila el horizonte de la intervención pública que más parece ajustarse a las tendencias en curso: el previsible nacimiento del Instituto Mexicano de la Protección Social que, después de la reforma laboral, ofreciera al menos algo a los jóvenes. ¿Con un paquete de beneficios compactado a la baja? Para Navarrete, está claro que “si este país de instituciones de la última centuria logró constituir un sistema formal de seguridad social, por qué no pensar en un sistema de protección que pueda, a toda la parte de informalidad, dar protección en seguridad social. El gobierno analiza conformar un esquema de seguridad social universal y así tener dos grandes sistemas, uno de seguridad social, que lo representan muy bien IMSS e ISSSTE y uno mexicano de protección social. Se trata de un nuevo esquema de protección social que pueda absorber a todas aquellas personas que están en la informalidad y que tienen necesidad de tener servicios de salud, para acceder al seguro del desempleo”. Cinco. ¿Cómo ofrecer un auténtico universalismo? Si el puñado de reformas emprendidas desatara el círculo virtuoso que de ellas se aguarda, tal vez resultara del todo prudente montar sobre el deseado crecimiento del empleo formal, un fortalecimiento y ampliación de acuerdo a los requerimientos de la ciudadanía del Siglo XXI- del conjunto de programas integrales que, ya tendidos, operan en la red de seguridad social. Y, entonces, estaríamos, probablemente, ante una estrategia de crecimiento económico ligada estructuralmente al bienestar social. Pero para ello, ciertamente, habría que superar la oferta limitada de “universalismos” de paquetes básicos, evitando simultáneamente recurrir al manido argumento de que la “mejora” de la seguridad social es el objetivo de una reforma “hacendaria” que requiere gravar el consumo (IVA). Habría pues que, sobre la base del crecimiento del empleo formal, reformar las reformas al IMSS (1995), a la Ley General de Salud (2004, Seguro Popular), e ISSSTE (2007) para armonizar los requerimientos de 8 todos los ciudadanos del Siglo XXI con sus necesidades reales en materia pensionaria, de salud y prestaciones económicas. Habría pues que, no quitar, sino ajustar ordenadamente de acuerdo a lo que la contribución fiscal ciudadana espera que le sea devuelta por una intervención pública eficaz en el transformado marco local laboral vigente que es, a la vez, global. Entonces podría aludirse rectamente a la presencia de un auténtico universalismo integral. Aunque por supuesto, integralidad no significa ofrecerlo “todo”. Pero es que, pronunciarse sólo por un sistema universal sin definirlo, dice mucho y dice nada. Actualizar el catalogo de prestaciones contempladas en él, es el reto de ese universalismo. Final. Alternativas Para garantizar un auténtico universalismo, lo que sigue es reformar las reformas. En el ejemplar que recibirán ustedes de esta ponencia, encontrarán una agenda mínima para el refinanciamiento estratégico de la red pública de salud y seguridad social, cuyos servicios -especialmente los médicos- se encuentran penosamente abatidos y bajo una presión inédita; situación anómala y del todo reversible si brota la voluntad política. Hay que reformar esas reformas porque la evidencia muestra que, 16 años después de la reforma del IMSS, un trabajador con vida laboral de 40 años cotizando 22, apenas aspirará a una pensión del 25 por ciento del último salario devengado. ¿Por qué? Sencillo: la tasa de densidad de su cotización sólo sumaría 56 por ciento. Entre otras fallas, la reforma soslayó la precariedad laboral, los bajos sueldos, el empleo informal y los períodos de desempleo que impiden a los trabajadores cumplimentar los aportes indispensables para alcanzar una pensión digna. No vinculó adecuadamente el sistema de ahorro con la realidad del empleo que incluye trabajadores que al ganar poco, pueden aportar poco y, por tanto, no alcanzarán esa “dignidad” en su pensión. El modelo-Afore, al no incorporar el impacto negativo de la densidad de la cotización, ni su efecto en la carrera salarial, proyecta a sus afiliados 9 saldos inexactos: que en el mediano y largo plazo, están fuera de lo real y posible. El sistema, extendido al Apartado B y también a los de nuevo ingreso del IMSS y CFE, no garantiza ni el 20 por ciento del último salario devengado: cuatro salarios mínimos, incluso considerando las aportaciones del SAR92. Ello resulta de los supuestos irreales del modelo: la movilidad salarial, el efecto de las comisiones, las tasas de interés y el nivel de los rendimientos. El problema son, claramente, esos supuestos. A lo cual hay que sumar, la propia naturaleza de las cuentas individuales, su estructura de comisiones y la intermediación financiera innecesaria que representan. En suma, el problema es esa modalidad mexicana de la “capitalización individual” que, a diferencia de otras como, por ejemplo la sueca, representa un riesgo patente que se concretará en no proveer siquiera un nivel de pensión digno. Es un hecho que no habrá nivel pensionario “digno” sin la dilatación del empleo formal. Lo que sigue es reformar esas reformas. ¿Cómo? Dado el cuadro de hegemonía financiera que caracteriza a la economía global, cualquier propuesta seria de reforma de debe tener como supuesto un crecimiento económico con vocación distributiva para las mayorías, capaz de generar empleo formal de calidad. Sólo entonces se podrá incursionar estratégicamente al “cuarto de máquinas” en que se produce el servicio y establecer las líneas para atender la primera demanda ciudadana: mejorar servicios, mejorando las condiciones de quienes son los responsables finales de la calidad: los equipos nacionales que brindan la salud y la seguridad social. Muchas Gracias! 10 Hacia una agenda mínima Ajustar el actual esquema de capitalización a un modelo emergente dotado de un pilar público obligatorio amparado fiscalmente por el Estado. El se acompañaría de otro pilar voluntario que incluya el ahorro individual complementario. Un tercer pilar garantizaría, también por vía fiscal, una pensión mínima. El modelo debe contener un nuevo dispositivo regulatorio ajustado a su triple estructura. Antes de emprender cualquier reforma del actual SAR, el Congreso de la Unión debe levantar sendas auditorías (vía la Auditoría Superior de la Federación) a los fondos de retiro que administró el IMSS hasta 1995 y el ISSSTE hasta 2007 con vistas a deslindar responsabilidades. Antes de emprender cualquier reforma del actual SAR, el Congreso de la Unión debe contratar un estudio que evalúe el desempeño de ambas entidades en la administración de los recursos pensionarios de los trabajadores mexicanos a partir de julio de 1997. Mientras, en consonancia con el mencionado ajuste al esquema pensionario, se establece una nueva política de salud ajustada al perfil de morbi-mortalidad que enferma y mata a los mexicanos; mientras esa nueva política sustituye los paquetes básicos por actualizaciones integrales de los catálogos de prestaciones médicas que establecen las leyes del IMSS e ISSSTE, absolutamente todos los recursos de que se sirve el Sistema Nacional de Protección Social en Salud, su brazo operativo: el Seguro Popular, así como los del Seguro Médico Siglo XXI (antes para una Nueva Generación), todos ellos deben ser integrados a las bolsas del SEM del IMSS y del Seguro de Salud del ISSSTE. Por su parte, la SSA y los Sistemas Estatales de Salud (SESAS) deben ajustar sus actuales catálogos de prestaciones médicas a lo que establece la Ley del IMSS. Todos los recursos de que se sirve el programa de la SSA Caravanas de la Salud, deben ser integrados al programa federal IMSS-Oportunidades. 11 Todos los recursos que opera la SEDESO bajo el programa de Estancias Infantiles, deben ser integrados a las bolsas de las direcciones de prestaciones sociales del IMSS y del ISSSTE que operan esquemas integrales de guarderías propiamente dichas de acuerdo a la Ley General de Prestación de Servicios para la Atención, Cuidado y Desarrollo Infantil (Ley 5 de junio, DOF 24.10.2011) y su Reglamento (DOF 22.8.2012). 12