EL PARLAMENTO Y SU FUNCIÓN REPRESENTATIVA

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CONFERENCIA DEL LA PRESIDENTA DEL
PARLAMENTO DE GALICIA
CÁTEDRA “ALMIRANTE ÁLVAREZ OSSORIO”
“EL PARLAMENTO Y SU FUNCIÓN REPRESENTATIVA:
EL EJEMPLO DEL PARLAMENTO DE GALICIA”
Pontevedra, 28 de maio de 2012
Comandante- Director de la Escuela Naval Militar,
Vicerrectora del Campus de Pontevedra,
Director de la Cátedra “Almirante Álvarez Ossorio”,
Representante de la Diputación de Pontevedra,
Autoridades,
Alumnos y alumnas de la Escuela Naval Militar,
Señoras y señores,
Quiero antes de nada agradecer muy especialmente al
Comandante-Director de la Escuela Naval Militar que me
haya invitado a participar en esta sesión de clausura del
ciclo de conferencias 2011-2012 de la cátedra “Almirante
Álvarez Ossorio”.
Y también, por supuesto, felicitar a la Escuela, a la
Universidad de Vigo y al Director de la Cátedra por el
1
excelente trabajo que está desarrollando al frente de la
misma.
GUIÓN
1. La función
Parlamento
representativa
como
esencia
2. Conformación histórica
3. La necesidad de un sistema electoral adecuado
4. Independencia del Poder Ejecutivo
5. Las funciones parlamentarias específicas
6. El ejemplo de las Cortes Generales
7. El ejemplo del Parlamento de Galicia
8. Conclusiones
2
del
En primer lugar, subrayaremos que la idea
representación es la esencia de los parlamentos.
de
Tras ello, ofreceremos un enfoque histórico que permita
situar en el tiempo nuestra argumentación.
Acto seguido, nos centramos en diversos elementos que
exige la correcta representación política: un sistema
electoral adecuado, la independencia respecto al Poder
Ejecutivo, y el correcto desempeño de las funciones
parlamentarias específicas.
Para ejemplificar esta construcción haremos una
aproximación descriptiva a las Cortes Generales españolas
y al Parlamento de Galicia. Por último, cerraremos con
unas conclusiones que pongan el cierre a esta intervención.
3
1. La función representativa como esencia del Parlamento
El tema que les propongo para esta charla lleva por
título “El Parlamento y su función representativa”. Se trata,
sin duda, de abordar la esencia de la institución
parlamentaria,
la
que
le
da
el
verdadero
sentido
democrático que atesora en la actualidad y le acerca a los
intereses de las personas que conforman la comunidad
política en la que se asienta.
Por lo tanto, más que de una “función”, la naturaleza
representativa del Parlamento es su telos, su finalidad
primigenia. Su propia naturaleza jurídica, en suma. La
Asamblea
parlamentaria,
en
cuanto
representa
políticamente a la ciudadanía, se muestra como el símbolo
por excelencia del pluralismo y de la participación
consustancial a la libertad. Solo así puede ser el foro
público en el que se debaten las cuestiones de interés
general y solo así se legitimará para ser el verdadero
protagonista de la arquitectura institucional.
La publicidad ínsita al Parlamento es consecuencia de
esta idea de representación, que reclama que la opinión
pública tenga acceso permanente a sus trabajos y
4
actividad. Este valor representativo también supone la
existencia de características comunes entre representantes
y representados, que comparten intereses y cultura.
Además, la representación parlamentaria debe buscar un
elemento cualitativo y selectivo para ofrecer una labor
rigurosa al cuerpo electoral.
5
2. Conformación histórica
El origen y evolución histórica de las cámaras
parlamentarias corroboran lo que estamos diciendo. Los
precedentes
están
marcados
por
las
asambleas
estamentales medievales, en las que los elementos de la
comunidad política aparecían como representantes del
Regnum que trataban de reequilibrar el poder del monarca.
De esta forma, nobleza, Iglesia, o ciudades enviaban sus
representantes a estas primitivas asambleas. En la
Península un ejemplo palmario de ello fueron las Cortes de
León de 1188, convocadas por Alfonso IX. Esta práctica se
generaliza desde 1218 para las Cortes de Cataluña y
desde 1274 para las de Aragón. En Inglaterra la fecha de
consolidación
de
esta
institución
es
1295,
tras
la
convocatoria de Eduardo I. En Francia un poco más tarde,
con la convocatoria del 1302 efectuada por Felipe IV.
Todas estas asambleas, como es sabido, se basaron en la
desigualdad y en la lógica corporativa. Los estamentos
controlan a los representantes, que defienden los intereses
particulares de cada grupo de origen. Con la llegada de los
siglos XV y XVI las convocatorias de tales asambleas se
reducen, en gran medida por el poder que atesoran los
monarcas, a las puertas del absolutismo. La excepción lo
6
constituye el Parlamento inglés, que mantiene un camino
continuado que llega hasta nuestros días.
Sea
como
fuere,
estas
cámaras
medievales
evolucionaron hacia los parlamentos modernos, cuya nota
más sobresaliente fue su pretensión de representar a toda
la comunidad y no solo a los privilegiados o a los
estamentos.
Poco
a
poco
fueron
adquiriendo
otro
importante rasgo: sus integrantes se extraerán de la
expresión libre de la voluntad de los ciudadanos. Así, estas
cámaras acabarán siendo democráticas al representar al
pueblo soberano.
El momento clave que explica esta abertura a la
modernidad son los movimientos liberales de finales del
siglo
XVIII,
que
desembocan
en
dos
revoluciones
palmariamente conocidas: la independencia de las colonias
norteamericanas
y
la
Revolución
Francesa.
La
representación se convierte en un principio político
esencial, que hace posible la soberanía nacional. El poder
de
la
nación
primigeniamente
(hoy
diríamos
eligiendo
a
pueblo)
aquellas
se
ejerce
personas
que
deberán legislar en nombre del mismo. Este proceso otorga
legitimidad, o sea, justifica y fortalece la posición de los
7
representantes, al tiempo que también fortalece la posición
de los representados, que ven cómo su opinión cuenta y su
participación se traduce en resultados prácticos reales.
La representación se convierte en la única forma de
que cobre dimensión práctica la soberanía nacional. En
efecto, no debemos olvidar la vertiente pragmática de estas
ideas pues las dimensiones físicas de los países impiden la
democracia directa. He aquí la “victoria” de Monstesquieu
sobre Rousseau, del Espíritu de las leyes sobre El contrato
social. El barón afirmaba (pensando en Inglaterra) que en
un Estado de gran tamaño resultaba imposible que los
individuos se reunieran en un cuerpo legislativo, que era
indispensable “escoger representantes que hicieran lo que
ellos no podían hacer por sí mismos”. Grandes pensadores,
como Stuart Mill, Sieyès, Madison o Jefferson concluyeron
que la democracia solo podía manifestarse bajo el ropaje
de la democracia representativa. La superación del
mandato imperativo consolida este proceso. En palabras de
Burke, autor básico en este cambio en la noción de la
representación: “El Parlamento (cito textualmente) no es un
Congreso de embajadores de intereses diversos y hostiles
que cada uno debe sostener como agente y abogado
contra otros agentes y abogados. El Parlamento es la
8
asamblea deliberativa de una única nación, con un solo
interés, el de la comunidad (…) en ella no deben prevalecer
los objetivos ni los prejuicios locales ni estamentales sino el
bien general que deriva de la razón general” (fin de la cita).
Sin embargo, en los primeros tiempos de estos
modernos parlamentos liberales la representación tenía un
relevante problema de fondo: el derecho de sufragio no era
universal sino que se limitaba por razones económicas o
sociales. Será a partir de finales del siglo XIX cuando se
extienda este derecho de sufragio, tanto activo como
pasivo, lo que convertirá al Parlamento en un órgano
genuinamente democrático. El siglo XX permitirá a las
mujeres obtener el derecho de voto, lo que marcará otro
hito en este largo devenir secular de la institución
parlamentaria, que hasta ese momento había dado la
espalda al género femenino.
9
3. La necesidad de un sistema electoral adecuado
El imprescindible complemento de este esquema es
un sistema electoral garantista, que logre evitar el
secuestro de la verdadera representación política. Este
sistema
electoral
mecanismos
ciudadanos
que
debe
regular
traduzcan
expresadas
en
la
con
precisión
preferencia
votos
en
los
de
los
escaños
de
representantes. Además, tiene que prever las condiciones
de voto, la campaña electoral desde las exigencias de la
igualdad o cómo se desarrolla la votación. La fórmula
electoral será el cálculo matemático que distribuya
finalmente los escaños en función de los votos producidos.
El procedimiento electoral debe ser transparente y
estructurado. De esta forma, puede hablarse de tres etapas
que paso a paso van perfilando la representación final: en
primer lugar, la presentación de candidaturas; en segundo
término, la campaña electoral; y en tercer lugar, la votación.
El conjunto de estas tres etapas trata de aportar una lógica
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global al proceso de construcción de la representación
parlamentaria.
La Administración electoral organizará y supervisará la
dinámica electoral, resolviendo reclamaciones y validando
las etapas. La justicia electoral, sea a través de tribunales
especiales u ordinarios, cerrará el esquema de garantías
por
medio
de
los
recursos
correspondientes.
11
jurisdiccionales
4. Independencia del Poder Ejecutivo
Además de lo dicho hasta el momento, la verdadera
capacidad representativa y democrática de los parlamentos
requiere obtener una posición de independencia respecto
al Poder Ejecutivo. La necesidad del equilibrio entre
poderes tiende a ello.
En este sentido, los sistemas constitucionales ofrecen
una serie de soluciones para asegurar la libre expresión del
sufragio en la conformación de los parlamentos. Además,
ofrecerán
garantías
para
que
las
cámaras
puedan
efectivamente desempeñar su labor. Así las cosas, los
regímenes democráticos protegen a los parlamentarios
individuales para que puedan cumplir sus funciones sin la
presión del Ejecutivo. El ejemplo de ello lo constituyen una
serie de prerrogativas que se mantienen hoy en día. Nos
referimos a la inviolabilidad (es decir, la irresponsabilidad
por las opiniones manifestadas en el ejercicio de la
función), y a la inmunidad (o sea, la prohibición de
detención de los parlamentarios y necesidad de que la
Asamblea dé el visto bueno a las actuaciones judiciales
contra ellos). Ambas figuras se originaron en el Derecho
12
inglés, pues proceden de la freedom of speech y de la
freedom from arrest.
Igualmente, hay que sumar unos derechos específicos
de los diputados, como el derecho a asistir con voz y voto a
las sesiones, el derecho a formar parte de alguna comisión,
o el derecho a recabar información.
Además, y también para garantizar su labor, los
sistemas jurídicos atribuyen cargas o limitaciones a los
parlamentarios, como las incompatibilidades que les
impiden ejercer ciertas actividades que se consideran un
obstáculo entorpecedor. En la misma línea también se
ubican los deberes, como el deber de asistir a las sesiones
o la obligación de mantener la debida cortesía en la
Cámara.
De forma paralela a estas previsiones, también es
habitual que se prevean garantías desde el punto de vista
de los parlamentos como organizaciones. Aludimos a la
autonomía reglamentaria, que les da capacidad para
redactar sus normas de régimen interior sin intromisiones
de otros poderes. También tenemos la potestad de
autogobierno interno, que permite a las asambleas elegir a
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sus órganos directivos, que a su vez mantienen el orden y
conducen las sesiones. Asimismo, la sede parlamentaria ha
de ser inviolable, lo que impiden a otros poderes intervenir
dentro de ella sin permiso.
Todas estas medidas, individuales y colectivas,
persiguen que la representación no se falseada y que la
voluntad de la ciudadanía no permanezca fácticamente
reducida por otro poder u órgano ajeno a aquél que reúna a
los nombrados de manera directa por el pueblo.
14
5. Las funciones parlamentarias específicas
Las propias funciones parlamentarias específicas y
concretas son una consecuencia de su raíz representativa.
Pensemos en la función legislativa, que permite elaborar
normas de carácter general, vinculantes para todos
siempre que respeten el contenido de la Constitución. Ello
es así por la conexión democrática apuntada: como el
Parlamento representa al pueblo, está legitimado para
aprobar las leyes que tiene que cumplir dicho pueblo. De
todos modos, ello no debe entenderse de manera rígida
pues otros órganos colaboran con la iniciativa legislativa o
colaboran en la sanción y firma de la ley aprobada (en la
fase del procedimiento que se llama de integración de la
eficacia).
También el ejercicio de la función presupuestaria
cobra sentido desde la fuerza representativa de la
Asamblea. La inicial previsión de los ingresos y de los
gastos del Estado es obra del Poder Ejecutivo. Pero esta
previsión se traduce en un proyecto que debe ser aprobado
como ley por el Parlamento. Así, los representantes de los
ciudadanos autorizan el cobro de impuestos y las
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inversiones concretas que se hacen en las distintas
políticas públicas.
En fin, la función de control evidencia de nuevo la
naturaleza representativa de la institución parlamentaria.
Este control, hoy de particular relevancia, se traduce en
tareas de seguimiento, información y debate con relación al
Poder Ejecutivo. Y a partir de ahí puede exigirse la
responsabilidad política de los miembros del Gobierno. De
esta forma, se matiza el principio de división de poderes, al
permitirse que el Poder Legislativo incida sobre el
Ejecutivo. La razón de ello es precisamente la fuerza de la
representación
que
ostenta
aquel
y
la
legitimidad
democrática directa que atesora.
Este entendimiento de las funciones parlamentarias
desde la óptica de la representación permite a las cámaras
convertirse en el genuino foro de debate político. En él se
exponen y se examinan las posiciones de los actores
políticos, sometidos a la disección de la opinión pública. La
transparencia cobra de este modo especial sentido porque
permite que la voluntad popular se forme adecuadamente y
actúe en consecuencia, sea en el momento electoral o en
otras situaciones.
16
De esta forma, el poder puede ser observado y
controlado, consiguiéndose una virtud radical de las
sociedades avanzadas: se hace posible la limitación del
poder. La democracia representativa es la que ha permitido
llegar a esta situación. Como afirma Giovanni Sartori, la
representación política ha sido “una práctica que hizo
sobrevivir a la democracia a sus propias tensiones, la hizo
practicable en contextos masivos, en grandes sociedades,
la dotó de funcionalidad y se constituyó en el mecanismo
principal que la hizo durar” (fin de la cita).
17
6. El ejemplo de las Cortes Generales
Permítaseme ahora ejemplificar lo dicho en el caso
español y gallego. Las Cortes Generales que diseña la
vigente Constitución española, de 1978, apuestan por esta
configuración
representativa
que
hemos
descrito
sucintamente.
Las Cortes Generales son un órgano bicameral en
tanto en cuanto se encuentra integrado por el Congreso de
los Diputados y el Senado. Con base en el art. 66.1 de la
Constitución, estas Cortes “representan al pueblo español”,
del cual emanan todos los poderes habida cuenta su
condición de soberano. Ello convierte a este órgano en la
clave de la lógica democrática representativa en la España
actual. Los sujetos a los que se aplicarán las leyes, los
ciudadanos, también son, por vía de esta representación
parlamentaria de las Cortes, autores de las mismas. Tal
naturaleza representativa configura a las Cortes como un
órgano deliberante sujeto al principio de publicidad, que
debe ser foro de expresión de la sociedad.
La opción bicameral de nuestra Constitución se
explica, además de por razones históricas y por las propias
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previsiones de la Ley para la Reforma Política, por la
intención de ofrecer una representación poblacional y otra
territorial, aquélla en el Congreso de los Diputados y ésta
en el Senado. En todo caso, este bicameralismo es
imperfecto habida cuenta la preponderancia del Congreso.
También se ha achacado al Senado que no ha llegado a
cumplir verdaderamente esa función de representación
territorial, por lo que en ciertas ocasiones se han intentado
reformas que permitiesen avanzar por la senda de la
representación territorial.
El Congreso de los Diputados, según describe el art.
68.1 de la Constitución, se compone de un mínimo de 300
diputados y un máximo de 400, elegidos por sufragio
universal, libre, igual, directo y secreto. El número preciso
de diputados está contemplado en el art. 162.1 de la Ley
Orgánica Electoral General, que fija en la actualidad 350.
La circunscripción electoral es la provincia, cada una de las
cuales
tendrá
una
representación
inicial
mínima,
distribuyéndose los demás escaños en proporción a la
población. El número mínimo inicial lo fija la ley electoral en
2 diputados (en Ceuta y Melilla sólo existirá uno por
mandato
constitucional).
La
elección
en
cada
circunscripción sigue un sistema proporcional, que el art.
19
163 de la Ley Orgánica Electoral General lo concreta en la
denominada fórmula D’Hondt.
Las elecciones deben tener lugar “entre los treinta día
y sesenta días desde la terminación del mandato” (art. 68.6
de la Constitución). Precisando esto, el art. 42 de la Ley
electoral establece que las elecciones habrán de celebrarse
el día quincuagésimo cuarto posterior a la convocatoria. La
Constitución se preocupa en este punto de los españoles
en el extranjero y prevé en el art. 68.5 que “la ley
reconocerá y el Estado facilitará el ejercicio del derecho de
sufragio a los españoles que se encuentren fuera del
territorio de España”. Por lo tanto, la representación política
también va más allá de las fronteras estatales pues el
vínculo de nacionalidad así lo reclama.
Por su parte, el Senado, como acabamos de indicar,
se concibe como cámara de representación territorial,
también elegida por un período de cuatro años. Conocer su
composición exige tener en cuenta varios aspectos que
regula el art. 69 de la Constitución. En principio, en las
provincias no insulares se eligen cuatro senadores por
sufragio universal, libre, igual, directo y secreto. En las
provincias insulares, en cambio, cada isla o agrupación de
20
islas será una circunscripción que elige a 3 senadores
(cada una de las islas mayores: Gran Canaria, Mallorca y
Tenerife) o a 1 (el resto de islas y la agrupación IbizaFormentera). Ceuta y Melilla, a su vez, eligen a 2
senadores cada una. Además, existe un grupo de
senadores que son elegidos por asambleas legislativas de
las comunidades autónomas. De esta forma, cada una de
ellas elegirá 1 senador y otro más por cada millón de
habitantes de su respectivo territorio.
La relevancia de la figura de parlamentario también ha
justificado en España la aplicación de un estatuto jurídico
particular. De esta forma, existen unas causas de
inelegibilidad e incompatibilidad, cuya precisión última
remite el art. 70 de la Constitución a la legislación electoral.
Asimismo,
los
parlamentarios
españoles
gozan
tradicionalmente de una serie de prerrogativas, a las que
alude el art. 71 de la Carta Magna: inviolabilidad por las
opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones;
inmunidad, lo que impide su detención salvo en caso de
flagrante delito y exige la autorización de la Cámara para
poder
ser
procesados
(mediante
la
concesión
del
denominado suplicatorio); y privilegio de fuero, concretado
en la competencia de la Sala de lo Penal del Tribunal
21
Supremo. Estas prerrogativas individuales no hay que
considerarlas privilegios personales sino prerrogativas
funcionales, que sirven para garantizar la independencia de
las cámaras.
El art. 66.2 de la Constitución establece el lineamiento
básico de las funciones de las Cortes al determinar que las
mismas “ejercen la potestad legislativa del Estado,
aprueban sus presupuestos” y “controlan la acción del
Gobierno”. Además, en otros lugares se recogen algunas
competencias adicionales, referidas al nombramiento de
miembros de órganos constitucionales, o relacionadas con
la Corona o con la reforma constitucional. Asimismo,
también se puede hablar de una función implícita de
impulso y dirección política, que les permite participar en la
dirección del Estado.
Las cámaras españolas se reúnen anualmente en dos
períodos de sesiones, que en virtud del art. 73 de la
Constitución, son de septiembre a diciembre, y de febrero a
junio. Además, pueden celebrarse sesiones extraordinarias
a petición del Gobierno, de la Diputación Permanente o de
la mayoría absoluta de los miembros de cualquiera de las
Cámaras. Su funcionamiento es tanto en pleno como en
22
comisiones. En la vida parlamentaria cobran especial
protagonismo los grupos que conforman los diputados y
senadores en función de su adscripción partidista. Estos
grupos
parlamentarios
son
titulares
de
abundantes
iniciativas y son la clave para la composición de órganos y
para el desarrollo de los debates. A su vez, los órganos de
gobierno de cada cámara son la presidencia, que se elige
por mayoría absoluta; la mesa, órgano rector de carácter
colegiado; y la junta de portavoces.
Cuando no están reunidas las Cortes, por no estar en
período de sesiones o por haber sido disueltas o expirado
el mandato, funciona en su lugar la Diputación Permanente,
una en cada Cámara. De lo que se trata, por lo tanto, es de
que la representación política siempre esté operativa, y que
no esté afectada por elementos circunstanciales.
23
7. El ejemplo del Parlamento de Galicia
El otro ejemplo que quería traer a colación es el de
Galicia. El Parlamento de Galicia, que me honro en
presidir, responde igualmente al esquema argumentativo
que acabo de esbozar. Nuestro Parlamento es heredero
directo de la tradición democrática liberal que afianzó los
modernos sistemas constitucionales, anclados en el pleno
respeto de los derechos fundamentales.
El Parlamento gallego es el órgano que representa a
los ciudadanos de nuestra Comunidad. El Estatuto de
Autonomía garantiza su inviolabilidad como exigencia de la
relevancia del Parlamento en el entramado institucional de
la Comunidad Autónoma. Está formado por diputados
elegidos por sufragio universal, igual, libre, directo y
secreto. Estos diputados se eligen por un plazo de cuatro
años, “de acuerdo con un sistema de representación
proporcional que asegure, además, la representación de
las diversas zonas del territorio gallego” (art. 11.2 Estatuto
de Autonomía). En esta elección la circunscripción electoral
es en todo caso la provincia. En la actualidad el número de
diputados es de 75 (el art. 11.5 del Estatuto de Autonomía
fija su número en una horquilla entre 60 y 80).
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El estatuto jurídico de los parlamentarios gallegos es
el característico de los miembros de cámaras legislativas.
Así, gozan de los privilegios de inviolabilidad, inmunidad y
fuero. Como ya hemos dicho, la inviolabilidad es la
irresponsabilidad por las opiniones manifestadas en el
ejercicio de la función; la inmunidad es la prohibición de la
detención de los diputados, salvo en caso de flagrante
delito, por actos cometido en el territorio de Galicia; y el
privilegio de fuero se traducen en que únicamente serán
juzgados en materia penal por el Tribunal Superior de
Justicia de Galicia o, si el asunto se sustancia fuera de
nuestra Comunidad, por la Sala de lo Penal del Tribunal
Supremo (art. 11.3 Estatuto de Autonomía).
Además, los diputados están sujetos a una serie de
causas de inelegibilidad e incompatibilidades, lo que trata
de asegurar que la representación que ostentan la puedan
desempeñar correctamente.
Asimismo, son titulares de un conjunto de derechos y
se les aplica un elenco de deberes. En este sentido, tienen
derecho de asistencia a las sesiones del Pleno y a las
comisiones, derecho a integrarse al menos en una
25
comisión,
derecho
administraciones
a
recibir
públicas
y
información
derecho
a
de
percibir
las
la
correspondiente asignación económica. Por su parte, entre
los deberes podemos citar el deber de asistencia al Pleno y
a las comisiones de las que se forme parte, el deber de
buena conducta, el deber de realizar declaraciones de
bienes y actividades, y el deber de observar las normas
sobre incompatibilidades.
Las funciones del Parlamento de Galicia evidencian su
conexión con la representación política de la ciudadanía
gallega. Así, la función legislativa permite al Parlamento
aprobar leyes, en desarrollo de las competencias que
Galicia asumió; la función presupuestaria otorga al
Parlamento la competencia de aprobar, por medio de ley, la
previsión de ingresos y gastos que le remite la Xunta; la
función de control, posibilita que el Parlamento vigile la
acción de la Xunta. La citada función de control se traduce
en
diversos
instrumentos,
como
las
interpelaciones,
mociones y preguntas. Las interpelaciones dan lugar a un
debate que no genera por sí mismo una posición de la
Cámara;
las
mociones
suponen
una
propuesta
de
resolución sobre un tema previamente debatido en una
interpelación; y las preguntas (que pueden ser orales en
26
pleno, orales en comisión o escritas) son una facultad
parlamentaria individual cuyos sujetos pasivos son los
miembros de la Xunta.
La Asamblea gallega también elige al Presidente de la
Xunta de Galicia (que debe ser un integrante del
Parlamento); nombra a los senadores de designación
autonómica; exige responsabilidad política a la Xunta y a su
Presidente; puede solicitar al Gobierno estatal la adopción
de proyectos de Ley y presentar ante la Mesa del Congreso
de los Diputados proposiciones de Ley; y tiene capacidad
para
interponer
personarse
recursos
ante
el
de
Tribunal
inconstitucionalidad
Constitucional
y
en
los
exigencia
de
específicos supuestos previstos para ello.
Un
poderoso
mecanismo
de
responsabilidad del Ejecutivo es la moción de censura, por
medio de la cual el Parlamento, por mayoría absoluta,
impone el cese de la Xunta y de su Presidente, convirtiendo
al candidato incluido en dicha moción en nuevo Presidente
de la Xunta. Una figura cercana a esta es la cuestión de
confianza, aunque funciona a la inversa. Por medio de ella
el Presidente de la Xunta somete su gestión a la Cámara.
La confianza de la misma se entiende otorgada si vota a
27
favor la mayoría simple de los diputados. En otro caso, el
Presidente de la Xunta cesará.
Para poder cumplir con estas funciones, el Parlamento
de Galicia, al igual que las Cortes españolas ya
comentadas, adopta cierta estructura, pues de otro modo
no lograría eficacia. Así, el Parlamento elige un Presidente,
una Mesa y una Diputación Permanente. El Presidente y la
Mesa dirigen y ordenan los trabajos de la Cámara. La Mesa
está compuesta por cinco miembros (un presidente, dos
vicepresidentes, un secretario y un vicesecretario).
Otro órgano de gobierno que debemos citar es la
Junta de Portavoces, que como su propio nombre indica
está compuesta por los portavoces de los grupos
parlamentarios,
Parlamento,
además
un
de
por
vicepresidente,
el
el
Presidente
secretario
del
o
vicesecretario y el Letrado Oficial Mayor. La Diputación
Permanente está formada por un mínimo de once
miembros, que representan a los grupos parlamentarios en
proporción a su importancia numérica. Tal Diputación actúa
cuando el Parlamento esté disuelto o cuando no esté
reunido por vacaciones.
28
Además, el funcionamiento del Parlamento en Pleno y
en comisiones, y la reunión en sesiones ordinarias y
extraordinarias, también ofrecen una flexibilidad y unas
opciones que buscan la señalada eficacia en el ejercicio de
las competencias asumidas. Las comisiones sirven para
abordar los trabajos por su especialización material. De
esta forma, las comisiones legislativas permanentes son
ocho: Comisión Institucional, de Administración General,
Justicia e Interior; Comisión de Ordenación Territorial,
Obras públicas, Medio Ambiente y Servicios; Comisión de
Economía,
Hacienda
y
Presupuestos;
Comisión
de
Educación y Cultura; Comisión de Sanidad, Política Social
y Empleo; Comisión de Industria, Energía, Comercio y
Turismo; Comisión de Agricultura, Ganadería y Montes; y
Comisión de Pesca y Marisqueo. A su vez, comisiones
permanentes
no
legislativas
son
la
Comisión
del
Reglamento, la Comisión del Estatuto de los Diputados, la
Comisión de Peticiones, la Comisión de Relaciones con el
Consello de Contas, la Comisión de Control de la
Compañía de la Radio-Televisión de Galicia, y la Comisión
de
Asuntos
Europeos.
Asimismo,
se
pueden
crear
comisiones no permanentes para una función especial o
para un trabajo concreto.
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El Reglamento precisa el número mínimo de diputados
para la formación de grupos parlamentarios, la intervención
de éstos en el proceso legislativo y las funciones de la
Junta
de
Portavoces
de
aquéllos.
Los
grupos
parlamentarios participarán en todas las Comisiones en
proporción al número de sus miembros. En este sentido,
para constituir grupo parlamentario es necesario disponer
de un número mínimo de cinco diputados. Hay que tener en
cuenta que ningún diputado puede pertenecer a más de un
grupo parlamentario, y que todos los diputados deben estar
integrados en uno, lo que justifica la existencia del grupo
mixto (aquel al que se incorporan los diputados que no
entraron en alguno de los grupos partidistas).
30
8. Conclusiones
Llegados a este punto, creo conveniente efectuar una
serie de consideraciones conclusivas.
En los actuales momentos, llenos de crisis y
turbulencias, el Parlamento como referente, como órgano
de representación, es una poderosa vía para canalizar los
deseos de participación y un útil mecanismo para debatir y
encontrar soluciones a los retos pendientes.
Apostar por el Parlamento es apostar por la calidad
democrática, cuyos rasgos esenciales son los mismos que
la democracia de excelencia. Parlamento y democracia son
pluralismo, participación, transparencia y garantía de
derechos humanos. Por eso hoy más que nunca el
parlamentarismo como principio y valor es una buena guía
para construir políticas públicas cercanas a la ciudadanía.
Así las cosas, debemos reivindicar el Parlamento y el
parlamentarismo, su actualización y acomodo a las
exigencias del presente. La idea de representación
parlamentaria lleva ineluctablemente a la representación
del conjunto de los ciudadanos de la comunidad de
31
referencia, lo que es manifestación de justicia material y de
atemporal valor democrático.
En fin, espero que mis palabras hayan servido para
retratar la insustituible labor y la innegable trascendencia
que están llamadas a desempeñar los parlamentos
democráticos, y, entre ellos, el Parlamento de Galicia.
Muchas gracias por su atención.
32
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