mundo - Universidad Complutense de Madrid

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MUNDO
MERO: 8943. EDICIÓN NACIONAL. PRECIO: 1,40 E.
El ‘último’ de la
Generación del 98
errumba
n triplete de Müller al
acusó la roja a Pepe
pagado: 8,2 millones
Se reedita una antología de
Eduardo Zamacois / Página 49
imer choque
os del PSOE
y apuesta por una «consulta
Pedro Sánchez la rechaza
El CGPJ pide
que se limite
el aforamiento
de políticos y
acelerar el de
Juan Carlos I
MARIA PERAL / Madrid
El Consejo General del Poder
Judicial pedirá una drástica reducción del aforamiento de los
políticos, que se ha convertido
en un «privilegio personal». El
CGPJ propone rebajar el número de aforados, limitar la prerrogativa a los hechos cometidos
en el ejercicio del cargo y que el
fuero acabe al cesar. En cambio,
cree «necesario» aforar para
siempre a Don Juan Carlos y
Doña Sofía. Sigue en página 12
La Audiencia
investigará una
colocación de
convertibles del
Santander por
7.000 millones
J. MANSO / M. MARRACO / Madrid
GONZALO ARROYO / GETTY
con destino a Irak
en
es
nli-
grosos de una denominada Brigada Al Ándalus fueron
detenidos ayer por la Policía en zonas residenciales de
la capital. El de la imagen, en el barrio de Orcasitas, a
Página 14
escasos metros de la Caja Mágica.
La Audiencia Nacional investigará si el Santander pudo cometer
una estafa cuando lanzó una
operación para captar 7.000 millones de euros a través de obligaciones convertibles en acciones que colocó de forma indiscriminada a 129.000 clientes en
nueve días. Sigue en página 33
EM2
EL MUNDO. MARTES 17 DE JUNIO DE 2014
Zamacois, en
la casa del
pintor Julio
Romero de
Torres en
1930. /
ARCHIVO DEL
MUSEO JULIO
ROMERO DE
TORRES
EDUARDO ZAMACOIS
EN EL LIMBO DEL OLVIDO
Novelista, editor, periodista, memorialista y director de cine, la Fundación Santander reedita los ensayos
–con documentos inéditos– de este bohemio y heterodoxo personaje nacido en Cuba en 1873, que vivió en
España, México, EEUU y Argentina dejando una extensa obra desconocida para las nuevas generaciones.
Por Juan Bonilla
50
EL MUNDO. MARTES 17 DE JUNIO DE 2014
EM2 / CULTURA
Las memorias de Eduardo Zamacois son un puño cerrrado llamando a la
puerta del canon y la obra maestra por la que pasará a la posteridad
Eduardo Zamacois, nacido en
Pinar del Río (Cuba) en 1873,
vivió casi 100 años y aunque
tocó pronto la gloria literaria,
pues no en vano fue de los autores más leídos de su época
gracias a sus novelas galantes
de enfurecido naturalismo
(aunque muy lejos de la potencia de su maestro Zola), también tuvo tiempo de conocer
de primera mano la poca huella que su prolífica obra había
dejado en las generaciones siguientes. A mediados de los
años 60, después de muchos
años de silencio editorial en
España, que había abandonado tras la derrota en la Guerra
Civil para instalarse en Buenos Aires, perteneciendo ya a
un mundo caduco al que difícilmente podía pronosticársele resurrección, publicó sus
memorias, Un hombre que se
va, que fundían y completaban dos tomos publicados en
1916 y 1924 (Años de miseria
y de risas, subtitulado elocuentemente Escenas de una vida
en la que sólo hubo erratas, y
Confesiones de un niño bien,
subtitulado Autobiografía).
Otros compañeros de viaje habían hecho lo mismo, públicamente –como Alberto Insúa,
cuyas memorias se publicaron
en los años 50– o en la soledad
Eduardo Zamacois y Francisco Umbral pasean por la plaza de Cascorro de Madrid el 15 de mayo de 1969. / EL MUNDO
de su retiro a la espera de un
reconocimiento póstumo –como Rafael Cansinos Assens–.
años, siguiendo una misma plantilla de amores
Las memorias de Zamacois son unas de las
excesivos y pasiones desbordadas, cosechanmejores de nuestra literatura y es quizá el libro
do continuos éxitos mientras se dedicaba a su
por el que fundamentalmente se tiene en cuenotra gran pasión: las mujeres. Todas sus noveMi querido maestro:
ta a Zamacois, su puño llamando a la puerta
las sentimentales parecerán hoy trasnochadas
Usted, a sus 96 años, me escribe a mano una hermosa carta. Yo, a los
cerrada del canon para exigir un sitio, un huey poco enérgicas y él mismo las descartaría co35, tengo que escribirle a máquina porque la mano y el pulso me fallan. Me
co, que apenas se le hizo. La editorial Renacimo obra digna de ser rescatada sin someterla
alegra y me entristece haber sigo agente, en alguna medida, de su
miento lo reeditó hace unos años sin que a
antes a profunda revisión (costumbre en la que
encuentro con el tiempo perdido y su descubrimiento de la tristeza. Yo soy
nuestro panorama literario se le conmoviera la
gastó un tiempo que quizá las novelas que retriste desde siempre y cumplo 96 años todos los días. Ya sé que esto es
cara con un sólo gesto de asentimiento. Zamacuperaba no merecían). En el primer tomo de
una cosa muy juvenil, pero el caso es que ya no soy tan joven, caramba. Su
cois era sólo uno de los raros y olvidados que
memorias que publicó, Zamacois narra sus ancarta me ha emocionado y me ha hecho pensar que 96 años llegan
estudió Sainz de Robles en su libro sobre la
danzas por el París bohemio: son esos años de
enseguida, y que uno, con sus libros, sus amores y sus viajes, no está
promoción de El Cuento Semanal.
miseria y de risas de los que da estampas que
haciendo sino ayudar al tiempo en su caminar. Naturalmente que guardaré
Pero en el año 64, cuando las memorias se
han sido fundamentales para reconstruir la hissu carta, y la voy a utilizar ahora, enseguida, porque usted sigue siendo
publican en la editorial AHR, unos cuantos estoria de los modernistas latinoamericanos en
muy recordado aquí y habrá mucha gente que se sienta destinataria
critores jóvenes se interesan por Zamacois (enParís, pues sus principales compañeros de anconmigo de sus sincera epístola.
tre ellos Francisco Umbral, que le escribió una
danzas eran Fombona Blanco y Felipe Sassocarta en la que le dice «yo cumplo 96 años toYo creo que, a la larga, los escritores no nos morimos nunca y que
ne. Que fuera un bohemio no significa que, covivimos un eterno retorno leyéndonos unos a otros. Esto de la literatura es
dos los días» y lo reconoce como un maestro y
mo tantos otros de sus camaradas, hiciera del
una masonería de ultratumba que nos permite «escuchar con los ojos a los
le miente piadosamente al decirle que la gente
dolce far niente un oficio: Zamacois no tenía
muertos» y «vivir en conversación con los difuntos», como decía Quevedo,
nueva vuelve a leer a Zamacois). La Estafeta
medida, era un workalcoholic. Entregó muchas
que es un esc ritor posterior a Vd. y anterior a mí. Precisamente estoy
Literaria le invita a España y aunque Zamacois
horas al ejercicio del periodismo, en calidad de
pensando ahora en escribir un libro que se titulará Quevedo y las brujas, y
primero dice que sí, luego de descolgar unas
reportero de calle primero, de cronista de cualque todavía no sé lo que será, pero puede que me salga el libro que yo he
cuantas veces el teléfono y comprobar que en
quier cosa, de retratista de variadas personalinecesitado hacer siempre sobre Quevedo y el barroquismo trágico
España lo que interesa no son sus viejos libros
dades, y luego como editor de un semanario
español, libro que esbocé con mis biografías de Larra, Lorca y Valle-Inclán,
ni su obra literaria interminable sino el fabuloimportante: La vida galante.
pero que tiene en Quevedo el manantial primero, y a él hay que ir. En estos
so hecho de que un hombre de noventa y un
Pero su gran éxito como empresario cultural
dias publico mi octavo libro. Escribo mucho y en eso soy de la raza de
años vaya a cruzar el océano, cancela su viaje.
lo cosecharía en 1909, justo cuando estallan las
usted.
El interés que despertaba su figura no era litevanguardias y Zamacois se queda anclado a un
El abrazo y la amistad de Francisco Umbral
rario sino meramente biológico. Y no quería
mundo antiguo, el de un modernismo que no
prestarse a una humillación tan ridícula. Sin
Texto fechado en Madrid el 7 de diciembre de 1969.
parece dispuesto a envejecer aunque no haga
embargo, finalmente viajó, aunque no se hizo
otra cosa. Es entonces cuando funda El Cuenilusiones en cuanto a la recuperación de su
to Semanal, publicación extraordinaria cuyo
obra: sabía bien que las nieves de antaño se habían derretido para siempre y su suerte, todo lo gantes como Baroja, Unamuno o Azorín.
paña, donde cursó Bachillerato en Sevilla y es- éxito puso de moda un género –el relato largo
más, sería la de un personaje menor, un asterisUn hombre que se va da buena cuenta de la tudios superiores en Madrid. Pero siempre qui- o la novela breve– y un tipo de edición –pues le
co en la biografía de los demás, una figura en peripecia vital infatigable de Zamacois. Hijo de so ser novelista, y a los 18 años ya había publi- salieron imitadores por todas partes y el númela que apenas se interesarán algunos eruditos padre vasco, tras pasar los primeros años de su cado su primera novela. Abundó en el natura- ro de novelas breves publicadas en esas coleco especialistas en las obras de otros, esos sí gi- existencia en su Cuba natal, pronto volvió a Es- lismo y en la novela galante durante muchos ciones constantes (que además cubrían todo el
Carta inédita de Umbral
Impreso por Francisco Rincón Durán. Prohibida su reproducción.
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ELMUNDO. MARTES 17 DE JUNIO DE 2014
CULTURA / EM2
El volumen que ahora se publica evidencia algo poco conocido: su pasión por la
pintura de Romero de Torres le llevó a hacer una película de la que no queda nada
espectro estético y político y generacional, pues
había una «novela roja» y una «novela obrera»
y una «novela sensual» y una «novela semanal»
y una «novela de noche» y una «novela contemporánea» y una «novela novel») se calcula
hoy en unos 20.000 títulos. Tal proliferación
ayuda a hablar de una edad de oro para el relato si bien un importante porcentaje de lo publicado sería hoy difícilmente salvable (pero
también le pasa eso mismo a los millones de
sonetos de nuestro Siglo de Oro). Sin duda es
uno de los grandes méritos de Zamacois. En El
Cuento Semanal –y en Los Contemporáneos,
revista que también dirigió Zamacois– publicaban igual jóvenes que se abrían paso en el periodismo y la literatura de la época –como Julio Camba– que autores consagrados pero elitistas –como Valle-Inclán– o autores muy
populares como el hoy olvidado Felipe Trigo o
bohemios encantados de ganarse unas pesetas
como Pedro Luis de Gálvez.
Ya en la década de los años 20 –pasado el furor de la novela galante–, Zamacois empieza a
verle las orejas al lobo del olvido y se empeña
en una saga de novelas que, a imitación de los
Episodios Nacionales de Galdós, den cuenta de
la realidad contemporánea de España. Son las
novelas de ambiente social, en las que Zamacois trata de agarrarse al signo de los tiempos,
pues es por esa época cuando aparecen las
grandes novelas de corte social de la época firmadas por autores mucho más jóvenes como
Díaz Fernández, César Arconada o Joaquín Arderius. En los papeles y las tertulias se discute
acerca de si conviene a la época un arte deshumanizado y una novela poética (propugnada
por Ortega y seguida por Benjamín Jarnés o
Antonio Espina) o utilizar las armas de la vanguardia en pro de la novela social (el importante ensayo de Díaz Fernández El nuevo romanticismo). Zamacois trata de hacer con el tema
social lo que antes con el galante: explorarlo en
todos sus aspectos a través del naturalismo, cosa que ya había hecho mucho antes Felipe Trigo en Jarrapellejos. No llega a completar ese ciclo, se le cansa la mano antes o sus muchos
quehaceres se lo impidieron o la guerra le quitó definitivamente las ganas. Quedan como
restos de un naufragio algunas de aquellas novelas entre las que destacaremos la primera,
Las raíces (1927), y la última, ya en el año 38,
El asedio de Madrid, fallida novela en la que da
testimonio de su experiencia durante la guerra,
años en los que también escribió muchas crónicas periodísticas entre las que destaca la escrita y publicada en folleto el mismo año 36 y
titulada De la batalla.
Sin duda el punto más alto de la obra de Zamacois hay que buscarlo en sus memorias, pero si se quiere completar su figura de escritor
incansable con excelente mano para el retrato
de personajes y buscar los textos que mejor
han soportado las sacudidas del tiempo, hay
que escarbar en el volumen en que recopiló sus
cuentos en 1930, La risa, la carne y la muerte.
También en sus tomos de ensayos o miscelánea como el publicado en 1911 La carreta de
Théspis, donde recoge sus impresiones sobre
el mundo de la farándula, o el tomo de 1935 titulado Tipos de café, que a través de siluetas de
personajes más o menos conocidos componen
una suerte de memoria de una época, la de las
tertulias literarias de la época heroica. Es eso
lo que ha hecho Gonzalo Santonja para devolverle la respiración a Zamacois en Cortesanas,
escritores, bohemios, asesinos y fantasmas, publicado en la Colección Obra Fundamental de
la Fundación Banco Santander. El título es excelente porque con ese encadenamiento de ar-
Cárcel, hambre y olvido
«Zamacois tenía la percepción de que su vida había sido un
torbellino derrotado. Que si hubiera vivido de otra manera habría
podido hace la obra que llevaba dentro pero que las urgencias se
lo impidieron. Las urgencias amorosas, más que otras. Yo no lo
creo, para empezar, porque era su naturaleza, igual que fue la
naturaleza de Lope de Vega». Gonzalo Santonja, catedrático de la
Universidad Complutense, llevaba ya un par de tesis dirigidas
sobre el escritor cuando le llegó la tarea de ordenar y presentar su
‘Obra fundamental’, ‘Cortesanas, bohemios, asesinos y fantasmas’,
editado por la Fundación Banco Santander. «Lo primero es un
prólogo mío de 60 páginas que, en realidad, es la semilla de un
libro. Si queremos dar una imagen de la complejidad de Zamacois
no podíamos tener un prólogo pequeño». Después desfilan una
novela sicalíptica, que no es sólo una novela sicalíptica; otra
novela de emigración que ya está llena de inquitudes sociales;
una obra galante que, en realidad, ya apunta a muchas cosas más
allá del juego erótico; una galería de retratos que remite a las
memorias del escritor; y un epistolario que incluye su carta a Juan
Negrín, aquel famoso «gracias por encerrarme», y otras inéditas
de Ramón Gómez de la Serna, Francisco Umbralm y Federico
Carlos Sainz de Robles.
«Hay un hilo reconocible en toda la obra inmensa de Zamacois»,
explica Santonja. «La formación del novelista naturalista. Quiere
ser contundente en lo que expresa, quiere documentarse hasta el
límite. Cuando escribió sobre presos, consiguió ingresar en una
cárcel y consiguió que los carceleros no se enteraran de que él,
en realidad, no era un reo. Cuando escribió sobre personajes que
no pasaban hambre, estuvo varios días sin comer... Mucha gente
piensa en Zamacois y se acuerda de las novelas sicalípticas, pero,
en realidad, éstas sólo son una parte pequeña de su obra. Fueron
la fisura que encontró para entrar en el mundo de la literatura y,
en realidad, cuando las escribió, en seguida vio la oportunidad de
hablar del mundo social de las prostitutas o de ensayar nuevas
inquietudes y de derivar hacia los cuentos fantásticos, por
ejemplo».
Imposible hablar de Eduardo Zamacois y no preguntar por el olvido.
«Está el verso aquel de Cernuda: ‘Al viento del olvido que, cuando
sopla, mata’... No hay ningún escritor que no haya pasado por la
penitencia del olvido. La pregunta no es por qué el olvido sino si se
regresa de él o no si lo hace antes o después. Por otra parte, no nos
engañemos, la guerra fue un tajo. Y más para los escritores que no
se agarraron a ninguna fuerza política». / POR LUIS ALEMANY
quetipos se ofrece un índice de los intereses
que ocuparon a Zamacois durante su larga y
prolífica tarea de escritor: las cortesanas de la
época galante, los escritores y bohemios con
los que compartió andanzas, y los asesinos y
fantasmas cuyas peripecias plasmó gracias a
habérselos encontrado en la cruda realidad o
en los humos de la ficción.
Se recogen aquí en primer lugar unos cuantos relatos de su libro de cuentos acompañados
de otros capítulos que valen como relatos estremecedores (es el caso del capítulo que se selecciona de sus memorias sobre el verdugo de
Burgos). Luego vienen unos cuantos retratos
de escritores y amigos (o no tanto) que es acaso la sección donde mejor brilla Zamacois: ahí
se apreciará su indomable capacidad para pintar personajes, sobre todo cuando tiene algo
contra ellos y no le mueve la piedad, como es
el caso del editor Ramón Sopena, o le sobra
piedad para pedirle a los lectores una lágrima
que despida al patético personaje del poeta bohemio y alcohólico Pedro Barrantes. Junto a
ellos, aparecen figuras como Unamuno o Baroja. La tercera sección recoge un poco del teatro galante que tantos réditos le diera a su autor. El libro se cierra con un epistolario en el
que destaca sin lugar a dudas la carta que Zamacois le escribe a Negrín para darle las gracias por ordenar su arresto, pues era consciente de que tal y como estaban las cosas sólo que
lo arrestasen las fuerzas del orden le podría haber salvado la vida en una ciudad convulsa y
violentada por los rencores de todo tipo.
El volumen evidencia además algo poco
conocido de Zamacois: su pasión por el pintor Romero de Torres le llevó a hacer una película reportaje de la que no queda nada (o
aún no ha aparecido). Las cartas del escritor
pidiéndole algunas ilustraciones de cuadros
al pintor dejan ver que no quería sólo grabar esas ilustracioCarta manuscrita de
nes para mostrarlas en confeEduardo Zamacois a
rencias, sino utilizarlas para
su amigo Julio
componer un documento cineRomero de Torres, en
matográfico que por momentos
la que le comunica
parece querer disputarle la auun viaje a Córdoba. /
dacia a los primeros documenARCHIVO MUSEO JULIO
ROMERO DE TORRES
talistas del cine de vanguardia.
El ensayo introductorio de
Gonzalo Santonja dibuja minuciosamente la
figura de Zamacois no sólo con el propósito
de medir su grandeza como personaje literario, sino también de explorar un mundo y
una obra que no merecen las paladas de olvido que han caído sobre ellos. Ese ensayo
se titula Un hombre que se fue, una obra que
vuelve, y aunque sea un pronóstico excesivamente optimista dados los tiempos que corren, no queda sino confiar en que acierte y
que después de la reedición de sus memorias
y de este tomo con algo de lo más significativo de su obra, el nombre de Zamacois levante el vuelo. Ya me gustaría que el editor
acertase en su pronóstico, aunque sólo sea
para no imaginar más a aquel anciano de casi 100 años, confinado en Buenos Aires, rodeado de fantasmas, tratándose de agarrar a
la sociedad literaria con cartas enviadas a jóvenes amigos o viejos compañeros de andanzas, como Ramón Gómez de la Serna, seguro finalmente de que sus ciento y pico de títulos acaso merecerían en el inhóspito futuro
algunas horas de entretenimiento de algún
lector desconocido, de algún infatigable erudito, pero seguro también de que las nieves
de antaño, las reediciones constantes y su
nombre imprescindible en boca de todos,
esas se derritieron para siempre.
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