Diálogo Político y Cooperación en Seguridad en la UNASUR: Demanda Creciente, Incentivos en Baja (Versión preliminar para presentación y discusión) Alcides Costa Vaz Instituto de Relaciones Internacionales Universidad de Brasília Resumen El panorama de la seguridad en América Del Sur sigue definido por el avance de la violencia derivada del crimen organizado y del tráfico de drogas, armas y municiones, secundadas por temas más cercanos a la dimensión militar como los esfuerzos de modernización y adecuación de las fuerzas armadas a nuevas realidades y roles, la preocupación con la protección de recursos naturales entre otras. Este panorama impone una mayor demanda por cooperación a nivel regional, la cual, sin embargo, se enfrenta con bajos niveles de voluntad política y escasos incentivos de parte de los gobiernos nacionales en asumirla como prioridad. El artículo discute los impactos de esta disyuntiva entre necesidades y demanda por formas profundas de cooperación en seguridad, de un lado, y el cuadro de incentivos nacionales para sostenerlas, de otro, sobre la agenda y acción del Consejo de Defensa Sudamericano. Palabras clave: cooperación en defensa; seguridad regional; Consejo de Defensa Sudamericano; UNASUR. Abstract The security landscape in South America continues to be defined by the greater presence of violence derived from organized crime y from the traffic of drugs, arms and munitions, among others, followed by issues closer to the military dimension such as the efforts to modernize and adapt the armed forces to new realities and roles and the concern with the protection of natural resources, among others. Such scenario implies a greater demand for regional cooperation, and endeavor that faces low levels of political will to grant it priority. The paper discusses the impacts of the gap between necessities and demand for deeper forms of security cooperation, on the one hand, and the national framework of incentives to pursue them, on the other, upon the agenda and the actions of South American Defense Council. Key words: defense cooperation; regional security; South American Defense Council; UNASUR. 1 Desde su creación, La Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR) ha sido el más importante espacio institucional del subcontinente para el diálogo político sobre temas de seguridad y de defensa, confirmando la vocación y el mandato que le fue original y formalmente atribuido en su instrumento constitutivo. Aunque la necesidad de un espacio institucional genuinamente sudamericano para dicho diálogo hubiese sido ampliamente reconocida y la conformación de la UNASUR y más específicamente de su Consejo de Defensa saludada como importantes avances políticos en la arquitectura de un espacio de cooperación regional en aquellas materias, el hecho de que el CSD se conformara como mecanismo para el diálogo y la cooperación pautado por el consenso como criterio para la toma de decisiones y destituido de facultades decisorias vinculantes era percibido también como importante limitación para su efectividad, particularmente en situaciones potencialmente críticas de conflictividad que suelen demandar la movilización de recursos y capacidades de los países miembros. Aunque pragmáticos en lo que atañe a las condiciones para permitir la propia existencia del CDS, dichos criterios imponen límites claros al mismo en la medida en que resguardan la posibilidad de que cada uno de sus miembros impongan veto de hecho a cualquier iniciativa que consideren políticamente indeseable. A partir de estas definiciones, del seguimiento del cumplimiento de los planes acciones adoptados a partir de 2009 y a la luz del los más importantes desarrollos en los ámbitos de seguridad y de defensa se han evaluado tanto las posibilidades como la performance del CDS al largo de los últimos seis años. En el presente texto, tales evaluaciones son revisadas con el propósito de identificar sus rasgos centrales y los elementos de convergencia sobre la performance del CDS. Con base en los mismos, el presente análisis avanza en la consideración del panorama político regional y de las políticas nacionales de modo a permitir un diagnostico acerca de las demandas e incentivos para el diálogo político y la cooperación en seguridad y defensa en el marco del CDS. El argumento central es que mientras desde del punto de vista del panorama de la seguridad regional hay evidentes demandas y necesidades para el diálogo y la cooperación, son menores los incentivos para ofrecer al CDS y a sus instancias el grado de voluntad política y los medios para responder adecuadamente a aquellas demandas y necesidades cuando consideradas las perspectivas políticas nacionales como reflejadas en sus respectivas políticas y acciones en los ámbitos considerados. Para explicar la brecha entre necesidades e incentivos se 2 presenta, como hipótesis, la prevalencia de distintas evaluaciones entre los países miembros en cuanto a las formas y el alcance deseable de la cooperación regional y a su peso en sus respectivas políticas y estrategias de seguridad y de defensa. Dicha hipótesis está directamente relacionada no solamente con el grado de voluntad política sino que también con las condiciones que, tanto desde el punto de vista político y también económico, definen, nacionalmente, la prioridad otorgada a la dimensión regional como los recursos a ella ofrecidos en el marco del CDS, lo que se expresa, a su vez, en la tendencia inercial que marca, en el presente, su dinámica. Para averiguar la hipótesis, en la sección siguiente se procede a una breve revisión del las evaluaciones acerca del funcionamiento del CDS; en la segunda sesión la agenda del CDS es considerada, para, a continuación, analizar los aspectos que, desde el punto de vista de los contextos políticos nacionales restringen los incentivos a la cooperación. 1. La performance del CDS según las evaluaciones académicas Tanto en los recuentos oficiales como en muchos de los análisis y pronósticos del CDS está enfatizado el hecho de que el mismo se ha construido sobre la base de consensos positivos acerca de su naturaleza (ser un foro de diálogo político y de cooperación en favor de la consolidación de un espacio de paz y de seguridad) y de su objetivo central (la consolidación de un espacio de paz y de seguridad), así como de algunas exclusiones (no ser un sistema de seguridad colectiva o un consejo de seguridad a los moldes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; no ser una alianza militar y ni tampoco un instrumento de oposición a ningún país en particular) (Ministerio de Defensa de Chile: 2009, p. 37). En este sentido, el CDS es interpretado como la resultante de importante convergencia política sobre de la necesidad y la oportunidad de desarrollar un espacio institucional y mecanismos propicios a un avance cualitativo en el espacio regional en lo que atañe al ámbito de la defensa desde cual se podría avanzar gradualmente en formas y niveles de cooperación que, a su vez, reflejasen tanto un nuevo ambiente político regional como los logros en materia de desarrollo institucional y político en la esfera de la defensa en los contextos domésticos. 3 Un aspecto singular, pero de gran relevancia en la definición de convergencias políticas motivadoras del CDS como mecanismo de cooperación y coordinación en materia de defensa y fuertemente presente como elemento discursivo oficial y en los análisis políticos y académicos es la protección de los recursos naturales (Forti: 2014; Schandeler: 2013, p. 5). Frente a virtual inexistencia de amenazas convencionales dentro de la región y a los desarrollos observados en el ámbito de la seguridad internacional que favorecen la priorización de objetivos y preocupaciones concernientes a la seguridad energética, alimentaria y ambiental, la protección de los abundantes recursos naturales existentes en América del Sur se ha convertido y es reconocido, en particular por los militares, como interese y objetivo legítimo y necesario de defensa para el conjunto de los países de la región (Medeiros Filho: 2011, p. 186). Sin embargo, en los análisis iniciales sobre la génesis y las perspectivas del CDS también han sido subrayadas la gran heterogeneidad (Ugarte: 2010), las asimetrías entre sus miembros respecto a los marcos normativos e institucionales de la defensa (Comini: 2010), diferencias conceptuales sobre seguridad y defensa (Crolla:2010) que llevaban, a su vez, a la inexistencia de visiones compartidas sobre aspectos centrales como, por ejemplo, el padrón de relacionamiento con importantes actores externos, las grandes potencias en particular (Comini: 2010 ). Estos aspectos suelen ser considerados naturales como punto de partida frente a los escasos antecedentes de intentos de diálogo político y de concertación regional en materia de defensa. La cooperación en este ámbito, mismo que hubiese logrado importantes avances desde mediados de los años ochenta, se produzco desde ámbitos predominantemente bilaterales, con excepción de lo que concierne a las medidas de confianza mutua que representaron, seguramente, la más importante dimensión del diálogo y de la cooperación regional desde entonces y que lograron avanzar a pesar de la inexistencia de un ámbito institucional genuinamente sudamericano para acogerlos, una vez que respondían directa y efectivamente al designio político ampliamente compartido de superación de divergencias bilaterales históricamente presentes en la región. Al mismo tiempo, los diagnósticos acerca del CDS dan cuenta de que estos mismos factores heredados de contextos anteriores representaban justificativas y oportunidades para la conformación de una instancia regional para el diálogo y la cooperación en defensa, aunque también coincidiesen ampliamente en el reconocimiento de que las mismas no fueron suficientes para contrarrestar el sesgo soberanista que, al revés de suplantar la heterogeneidad como característica central del 4 panorama de las políticas de seguridad y de defensa en América del Sur, la reforzaban. Por esta razón, los distintos análisis convergen fuertemente en apuntar como factor esencial para la creación del CDS, y más allá de la convergencia arriba mencionada, el giro que se produce en ámbito político del sector de defensa en Brasil en el Gobierno de Lula da Silva y el liderazgo que jugó el país en la proposición y articulación política que resultó en la creación del Consejo. Así, más que expresar visiones comunes, la iniciativa ha sido interpretada como parte fundamental del intento brasilero de convertirse en un influyente actor global y de consolidar su influencia regional, reflejando también el primado de visiones gestadas desde el Cono Sur propugnando mayor autonomía internacional y más particularmente frente a los Estados Unidos(Oliveira: 2011). Este diverso conjunto de factores fundamentaban una expectativa positiva pero al mismo tiempo cautelosa por parte del medio intelectual (Ugarte: 2010, p. 17) acerca del CDS y de sus perspectivas. Respecto a las perspectivas y retos con que el CDS se confrontaría, también hubo un elevado grado de consenso entre los expertos. Ugarte (Ugarte: 2010) señala entre ellos las dificultades derivadas de las diferentes conceptualizaciones de seguridad y de defensa, la diversidad de políticas y de concepciones en materia de seguridad y de defensa, los efectos de cambios políticos sobre las perspectivas de consolidación del CDS como política de Estados y para y para lidiar con los intereses estratégicos, la presencia y la acción de actores externos en la región; a estos se suman las distintas visiones sobre el involucramiento de las fuerzas armadas en el enfrentamiento de las nuevas amenazas (Aranguiz, 2013, p. 73), la incertidumbre sobre el rol del CDS en temas de seguridad (Teixeira Júnior: 2011, p. 144). No es el propósito aquí hacer un exhaustivo recuento de los retos planteados en la literatura, sino que más subrayar el reconocimiento, por parte de los expertos civiles y militares, que existían, como siguen existiendo, en el panorama estratégico global y regional, dinámicas de seguridad que demandan niveles de coordinación y formas de cooperación más profundas que alcanzan la esfera de defensa a las cuales el CDS representa un intento de respuesta a nivel político; al mismo tiempo, los óbices y retos igualmente reconocidos con que se confronta el mismo no deben ser considerados solamente en función de las perspectivas mejores o peores para la consecución de los objetivos planteados por el CDS y de las expectativas sobre el mismo, sino que también en razón de sus impactos sobre el cuadro de incentivos que sostiene la voluntad política y la capacidad de parte de los Estados para movilizar recursos políticos, económicos y 5 materiales en beneficio de la cooperación en defensa en marco del CDS. Esto, a su vez, representa el fulcro del presente análisis, o sea, que la inercia (que no se confunde con parálisis) que marca la trayectoria del CDS en los últimos años tiene como importante elemento explicativo la brecha entre necesidades y demandas por cooperación en materia de seguridad y defensa más amplia y profunda, por un lado, y los incentivos provenientes de los dominios internos de los países miembros, por otro. Con miras a embasar y profundizar este argumento, se pasa, en la sesión siguiente a considerar la evolución de la agenda del CDS. 2. Contextos y políticas nacionales y los incentivos domésticos para la cooperación y coordinación materia de defensa A pesar de las similitudes en cuanto a los desafíos políticos enfrentados por el sector de defensa desde los años ochenta referidos a la restauración y consolidación de la democracia, al control civil sobre las fuerzas armadas, a la adecuación de las mismas a las características y dinámicas del ambiente internacional, y de forma más directa, a las presiones de los Estados Unidos por adecuarlas a lo que entendían ser la nueva configuración de amenazas en el mundo pos-guerra fría y un nuevo entendimiento sobre la propia seguridad, las políticas de seguridad y de defensa de los países sudamericanos no reflejaron importantes líneas de convergencias y de desarrollos institucionales capaces de sostener niveles de diálogo político y de cooperación en defensa más allá de las tradicionales formas y agendas bilaterales de cooperación militar. Este hecho se expresaba en la gran heterogeneidad y en las asimetrías políticas y institucionales presentes en el contexto del surgimiento del CDS y que se sumaban aquellas de naturaleza económica y social dentro de los países y entre ellos como importante factores de riesgo en la región (Faustino: 2011, p. 40). Una cuestión que se plantea como central para considerar el cuadro de incentivos para sostener y profundizar la cooperación en seguridad es evaluar si la heterogeneidad y las asimetrías referidas aun se sostienen o si han dado paso a un contexto más harmónico en lo que atañe a los desarrollos institucionales y políticos en el sector de defensa dentro de la región. 6 Si considerada la dimensión conceptual, no hay elementos suficientes para abalizar un cambio importante en la diversidad de enfoques sobre seguridad y defensa. Como expresado por Crolla (Crolla: 2010, p. 11), “existen diferencias conceptuales en cuanto que se entiende por defensa y por seguridad en los países miembros, un tema que deberá ser abordado por los miembros del CDS, discutido y presentado a los respectivos países para conseguir una armonización legislativa que permita superar esta diferencia en búsqueda de la construcción de un sistema global de defensa regional que se ocupe de las amenazas convencionales y de las nuevas amenazas no convencionales también, sabiendo que los doce países están hablando un mismo idioma al momento de tratar este tipo de temas, y no que cada uno haga una interpretación que es distinta a la del vecino y que termina creando rispideces innecesarias con el resto de los miembros de la UNASUR”. Esta heterogeneidad asume importancia creciente cuando se considera que a pesar del esfuerzo de consolidar el CDS como instancia de defensa stricto sensu, las Fuerzas Armadas están cada vez más expuestas y presionadas domésticamente a prepararse para actuar frente a desafíos de seguridad en su sentido más amplio, involucrando desde cuestiones de seguridad humana y ciudadana hasta la seguridad energética y ambiental, como lo demuestran los desarrollos observados en Brasil a partir del fin de 2010 (país que en los noventa se opuso fuertemente a discutir el replanteamiento de los roles de sus fuerzas armadas frente a las amenazas no tradicionales), en Perú y en Bolivia en razón de conflictos ambientales, en Colombia a raíz del prolongado conflicto interno, sin mencionar la creciente militarización de la política observada en Venezuela y que ha sido impulsada desde el gobierno de Hugo Chávez bajo una fuerte y constante referencia a la existencia de importantes amenazas internas y externas a la seguridad en el discurso y en la propaganda oficial. Otro espacio en que persiste importante nivel de heterogeneidad es el del tratamiento de los intereses y de la presencia de actores y potencias extra-regionales en Suramérica y su entorno. A pesar de los cambios políticos observados en Colombia desde el Gobierno Santos y que atenúan significativamente el énfasis en la importancia de la cooperación y de la presencia militar estadunidense en territorio colombiano así como la actual introspección del gobierno venezolano si comparada al activismo internacional protagonizado por el entonces Presidente Hugo Chávez en el acercamiento con países como Rusia e Irán, no se puede decir que los intereses y mismo la presencia e influencia de grandes potencias se ha vuelto un tema menor en la región desde el punto 7 de vista de defensa. La prioridad conferida a la protección de los recursos naturales en el marco del CDS atesta, por si misma, la preocupación compartida con los intereses foráneos en este particular. Sin embargo, preocupaciones de esta naturaleza no se muestran suficientes para el planteamiento de proposiciones o de toma de posiciones convergentes o, menos aun, comunes. Una expresión de esta dificultad es la ausencia de un debate regional sobre las implicaciones para la seguridad y la defensa de la creciente proyección de los intereses y de la presencia china en el subcontinente, un debate ya adelantado en Estados Unidos, por ejemplo. Otro tema fundamental para el Consejo, por el creciente y directo involucramiento de las fuerzas armadas es el enfrentamiento a las “nuevas” amenazas representadas por los ilícitos transnacionales, en particular en narcotráfico y el crimen organizado. En gran medida, las distintas percepciones sobre el tema por parte de los miembros de UNASUR están también reflejadas en las tratativas sobre estos temas en el ámbito del Consejo para el Problema Mundial de las Drogas y del recién creado Consejo para el Crimen, instancias creadas también para mejor delimitar los ámbitos de actuación del CDS en defensa. Mismo representando importantes desarrollos en la institucionalidad de la UNASUR, el tratamiento de las nuevas amenazas en el mismo aún refleja las dificultades que la diversidad de visiones impone. En las palabras de Zapata Mafla “es fundamental remarcar que el excesivo enfoque en la seguridad nacional clásica y la invocación del principio de la soberanía en cada oportunidad que se presenta una crisis o problema ha ocasionado que las amenazas a la seguridad regional que más han tenido repercusión en América del Sur como los problemas derivados del narcotráfico, crimen organizado, tráfico de droga, no reciban la debida atención en UNASUR. A casi cinco años de creación de la UNASUR, las cuestiones de seguridad pública, y sobre todo el problema del narcotráfico – principal desafío de seguridad de los países andinos – son tratadas de manera bastante ambigua y poco clara en dos órganos apenas creados: el Consejo Sudamericano sobre el Problema Mundial de las Drogas y el novísimo Consejo Sudamericano en materia de Seguridad Ciudadana, Justicia y Coordinación contra la Delincuencia Organizada Transnacional.” (Zapata Mafla: 2014, p. 165). 8 En su análisis sobre el este tema en la UNASUR, Sandra Borda también subraya que “estas discusiones dejaron en claro las diferencias entre las distintas aproximaciones al tema en la región. Para empezar, no hay un acuerdo claro sobre el papel que deben jugar las Policías y las Fuerzas Armadas en lucha contra el narcotráfico. El reto para la organización es lograr un acuerdo que incorpore las posiciones de países en los que el narcotráfico y el crimen organizado no han alcanzado las dimensiones que han llegado en países como Colombia. Allí, la idea de las Fuerzas Armadas como organismo puramente dedicado a la defensa nacional se ha desdibujado y le ha sido otorgado un papel clave en la lucha contra la insurgencia interna que, a su vez, está íntimamente vinculado al negocio del narcotráfico”. (Borda:2010, p. 13). Dichas diferencias, a su vez, también atestan el mayor o menor acercamiento a las políticas norteamericanas en la región, delimitando un espectro en cuyos extremos estarían los países del ALBA, de un lado, y Colombia, del otro. Este tema suele representar un ejemplo de cómo variables políticas domesticas actúan en el sentido de disminuir los incentivos a la cooperación regional. Se percibe entonces que el conjunto de factores que conforman un panorama de gran heterogeneidad en las perspectivas de los países de la UNASUR sobre importantes retos de seguridad y defensa, ha prevalecido la opción por explotar oportunidades de avanzar en temas que ofrezcan menores resistencias políticas, lo que resulta en una agenda que si comporta avances , por veces, en áreas en las cuales ya se había logrado importantes desarrollos, como medidas de confianza, y que ya no representan retos inmediatos para la promoción de una agenda y de formas de cooperación y de coordinación más profundas; en otros casos, se trata de ampliar el rol de iniciativas de cooperación en áreas tradicionales, como formación y capacitación, indo más allá de lo que se ha hecho en las esferas estrictamente militares, como se ve en la sesión siguiente. 3. La agenda de la cooperación en el marco del CDS La forma más objetiva de identificar los planteamientos y avances logrados en la cooperación en el marco del CDS es considerar la concepción de los Planes de Acción que se han planteado a partir de 2009 y que, desde entonces, están organizado en torno a cuatro ejes: políticas de defensa, cooperación militar, industria y tecnologías de defensa 9 y formación y capacitación. La visualización de los cuatro ejes permite, de antemano, identificar que no integran la agenda los temas referidos en la sesión anterior ni siquiera bajo la forma de diálogo tentativo o consultas que permitieran eventualmente proposiciones de carácter político, a ejemplo del grupo de trabajo previsto en el Eje 1 (Políticas de Defensa) del Plan de Acción 2013 para establecer una política y mecanismos regionales para hacer frente a las amenazas cibernéticas e informáticas en el ámbito de la defensa o de aquello responsable por formular un diagnóstico para proponer mecanismos de cooperación en materia de protección y defensa de los recursos naturales y la biodiversidad con base en las legislaciones de los países miembros de la UNASUR. (Consejo de Defensa Sudamericano: 2013). No cabe dudas, así mismo que el conjunto de los temas planteados en los cuatro ejes al largo de los sucesivos planes de acción conforman una agenda amplía que introduce también elementos novedosos, en particular en los ejes 1 y 3 (Políticas de Defensa y Industria y Tecnologías de Defensa) cuyo tratamiento refleja niveles preliminares de cooperación con la prevalencia de la creación de grupos de trabajo y la realización de seminarios y talleres para identificar posibilidades y generar planteamientos que suelen convertirse en iniciativas concretas. Mismo considerando que eran reducidos los antecedentes y los puntos de partida para la cooperación en los cuatro ejes y que, por lo tanto, sería inevitable confrontar las tareas propias de las etapas iniciales de la cooperación, la tendencia inercial que se observa tanto en la estructura como en la naturaleza de proposiciones que conforman los planes de acción es indicativa de la existencia de bajos incentivos para plantear también las tareas primordiales para confrontar tanto los temas de mayor sensibilidad política que suelen ser fuentes de discrepancia entre los países como también formas más profundas de cooperación que demanden mayor voluntad política y de compromiso con la cooperación regional. Como dicho por Soares, “Os processos de integração permanecem, mas sem aprofundamentos. Na área de defesa e de segurança atingiu-se um patamar significativo de mecanismos de confiança mútua, ao que parece satisfatório aos países. Ou seja, novos e ousados passos não são estabelecidos, ainda que com a criação da UNASUL e do Conselho de Defesa Sul-Americano” 1 (Soares: 2011, p. 104). 1 “Los procesos de integración permanecen, pero sin profundizarse. En el área de defensa y de seguridad se han logrado significativos mecanismos de confianza mutua, lo que parece satisfactorio a los 10 Aunque no formen parte de la agenda como planteada en los Planes de Acción, las respuestas a las crisis políticas ha sido interpretada como un importante aspecto a contribuir para las percepciones positivas sobre la performance de la UNASUR en sus primeros años. Es cierto que el diálogo político y la movilización de las más altas autoridades políticas para la sostener condiciones favorables a la estabilidad política interna y regionalmente representa un aspecto muy positivo para la región y para la UNASUR misma. Mismo así, cabe también considerar que, en las palabras de Zapata Mafla, “En la mayoría de los casos de tratamiento de crisis no se siguieron procedimientos específicos previamente establecidos para tal cometido. Más bien, las respuestas de los miembros de UNASUR han sido espontáneas y sin bases normativas ni reglamentarias.” (Zapata Mafla: 2014, p. 163). Estos breves elementos son indicativos fuertes de que prevalece en el seño del CDS un sentido pragmático que también estuvo presente en el desarrollo de otras iniciativas regionales de evitar temas de mayor sensibilidad o que apunten hacia discrepancias políticas entre los países y a privilegiar oportunidades de bajo costo en corto plazo pero que al mismo tiempo confieran una dosis, mismo que pequeña, de dinamismo a los organismos en los cuales sean desarrolladas. Conclusiones Los aspectos analizados permiten identificar la existencia de una importante brecha entre las necesidades y demandas por cooperación y coordinación en seguridad y defensa de un lado, y los incentivos de parte de los gobiernos para responder de modo congruente a las mismas. Aunque en principio esto represente una contradicción o una paradoja, es necesario distinguir el alcance de la estructura de incentivos de parte de cada país para cooperar como factor explicativo del padrón inercial que la cooperación en el seño del CDS ha asumido. Así, mismo frente a los intentos de explorar posibilidades de avances en los cuatro ejes básicos de los Planes de Acción, los mismos siguen condicionados por factores nacionalmente definidos y que se expresan en la países. O sea, nuevos y osados pasos no son establecidos, mismo con la creación de la UNASUR y del Consejo de Defensa Sudamericano”. Traducción propia. 11 persistente heterogeneidad de las políticas de defensa y de seguridad tanto en aspectos conceptuales como los vinculados al trato de cuestiones centrales en la configuración del panorama político y estratégico a nivel global y regional. La resistencia en asumir dichas cuestiones en la agenda del diálogo político y, eventualmente, de la cooperación y coordinación en defensa contradice los objetivos centrales del CDS y compromete la posibilidad de que Suramérica avance hacia la configuración de una comunidad de seguridad madura, quedando atrapada en los planes intermedios entre condición de una comunidad de seguridad naciente y ascendiente. Aquí asumimos las palabras de Zapata Mafla, para quien “ los pasos que los países miembros han dado en seguridad y defensa a través de UNASUR y su CDS permite relacionar a la región sudamericana con ciertas características propias de una comunidad de seguridad naciente y en cierto sentido ascendente, no se ha logrado ir a un nivel más alto que eso. Es decir, la falta de una identidad común en el ámbito de la defensa, la carencia de un sistema de gobernanza para el manejo de problemas de seguridad y el alto nivel de desconfianza entre los miembros, son cuestiones presentes en la dinámica suramericana que a nivel teórico impiden relacionar a Suramérica como una comunidad de seguridad regional en el estricto sentido de la palabra o como una comunidad de seguridad en su fase madura.” (Zapata Mafla: 2014, p. 165). 12 Referencias ARÀNGUIZ, Javier B (2013). El Consejo de Defensa Sudamericano y las nuevas amenazas. Revista Enfoques, Vol. XI, Nº19. 53-75. BORDA, Sandra (2010). 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