EL CONCEPTO DE TRANSFORMACIÓN COMO MOTOR DEL PROYECTO Carlos Martí Arís I El concepto de transformación desempeña un papel muy importante en disciplinas tan diversas como la microbiología, la lingüística, la matemática o la termodinámica. También en arquitectura este concepto podría adquirir el mismo relieve. En cualquier caso, hablar de transformación implica aceptar el hecho de que partimos de algo preexistente, de algo que, a la vez que se transforma, mantiene algunas invariables como elementos de continuidad. A través de este planteamiento nos acercamos al territorio de la tipología. Referirse, en este momento, a cuestiones tipológicas no es algo inocuo o irrelevante, ya que el concepto de tipo establece una directa contraposición con respecto a algunas líneas de fuerza que dominan el panorama de la arquitectura actual, en la que exalta lo particular y lo subjetivo y se patrocina lo fragmentario e incluso lo incongruente. Los estudios tipológicos empezaron a derivar, a partir de los años ochenta hacia fórmulas escolásticas y mecanicistas que propendieron a encerrar el concepto de tipo en un marco estrecho, anulando su capacidad de aportar nuevas dimensiones al conocimiento de la arquitectura. Toda mi reflexión sobre el tipo está encaminada a reabrir de nuevo su sentido y a proponerlo como un instrumento eficaz para quien hoy se enfrenta al problema del proyecto. Por tanto mi aproximación a la tipología no es la del historiador de la arquitectura, ni siquiera la de un estudioso de la forma urbana. Es, más bien, la de un arquitecto y profesor de proyectos que pretende, ante todo aclarar cuáles son las relaciones operativas que pueden darse entre tipo y proyecto. Es posible establecer un nexo operativo entre tipo y proyecto siempre que se acepte la siguiente premisa: que el proyecto, al menos en el ámbito de la cultura contemporánea, ya no puede ser concebido como el simple reflejo o la mera manifestación del tipo, entendido como algo estático, inmutable y cerrado, sino que, en todo caso, puede surgir como resultado del juego recíproco y de la 36 I. FUNDAMENTOS CUATRO CUADERNOS. APUNTES DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO interacción de diversos principios tipológicos. Éste es el territorio operativo del tipo en arquitectura. Y, en este contexto, adquiere una gran importancia con el concepto de transformación. Por esta razón, lo importante no son ya los tipos, en cuanto ideas fijas o esquemas que predeterminan la forma arquitectónica, sino más bien el procedimiento tipológico en cuanto método; es decir, el conjunto de todas aquellas operaciones de transformación que nos permiten pasar de una determinada arquitectura a tantas otras. Así pues, la relación entre tipo y proyecto, aun siendo para mí importante, no es inmediata o mecánica. Debo reconocer que cada vez me resulta más difícil separar la idea de tipo de las obras arquitectónicas que lo encarnan. En realidad, cuando hablamos de tipo, por más que apelamos a conceptos, solemos exponer los argumentos mediante ejemplos. Así, el tipo y los ejemplos que lo constituyen aparecen como realidades inextricables. ¿Cómo distinguir, en efecto, entre el tipo de la sala hipóstila y algunos ejemplos extraordinarios de la mezquita de Córdoba o la de Fez que son su manifestación más auténtica? Podríamos decir que esta inseparabilidad entre tipo y ejemplos puede romperse solo mediante una convención metodológica, es decir, un acto voluntario de abstracción operado sobre los ejemplos que nos permita acercarnos a ellos de un modo indirecto. Este acercamiento indirecto a los ejemplos propiciado por el procedimiento tipológico es una de las estrategias fundamentales del proyecto porque nos permite estudiar las cuestiones generales de la arquitectura precisamente a través de los ejemplos. En un primer momento, los ejemplos se presentan a nuestros ojos como totalidades, como afirmaciones plenas que muestran ante todo su singularidad, su carácter unitario. Pero vistos en su totalidad y unicidad, los ejemplos nos superan, nos resultan intangibles. Entonces, se hace preciso efectuar un trabajo previo de abstracción que nos permita manipularlos, establecer con ellos una relación interactiva. En este sentido, el tipo no sería más que un recurso que nos deja operar con los ejemplos, ponerlos en relación unos con otros, transformarlos. Cuando nos confrontamos con el proyecto, partimos siempre de la arquitectura existente y la sometemos a diversos comentarios, variaciones, desarrollos, transgresiones; y de esa manipulación, de ese trato con las formas, surge otra forma distinta que es el proyecto. Éste es el significado literal de la palabra transformar: «pasar de una forma a otra». El tipo, visto así, es como una llave que nos abre la puerta del mundo de las formas arquitectónicas, para que de este modo nos sea posible abarcarlas y comprenderlas sincrónicamente. Esta llave nos otorga la capacidad de vincular entre sí, a través de operaciones de transformación, obras muy separadas en el espacio y el tiempo. El concepto de tipo permite dejar en suspenso la compartimentación temporal de los fenómenos impuestos por la secuencia cronológica, para acceder así, a través del pensamiento sincrónico, a una relación activa y directa con las grandes arquitecturas del pasado, una relación que, más allá de la admiración contemplativa, nos ayude a desvelar su presente. El tipo constituye, pues, un instrumento importante, incluso imprescindible. Pero tan sólo un instrumento. FUNDAMENTOS DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO 37 II En la noción de tipo convergen el pensamiento lógico y el analógico, y otro tanto podría decirse del proyecto. El pensamiento analógico concibe el mundo como un entramado de correspondencias. Del mismo modo, el tipo dota al mundo de la arquitectura de una trabazón interna por la cual cada obra, además de ser una realidad única, es también una traducción de las otras. La arquitectura es entonces como un territorio surcado por una tupida red de senderos que se bifurcan y se cruzan, donde siempre es posible, a través de la analogía, trazar nuevos recorridos y conexiones. El pensamiento lógico posibilita descomponer la realidad en los elementos que la forman y operar con ellos aisladamente, alterando las leyes de composición y, en consecuencia, la propia estructura del objeto. La analogía se mueve en el plano paradigmático, es decir, en el plano comparativo, mostrándonos la ejemplaridad de la experiencia de la arquitectura a través de las obras, de los ejemplos. La lógica se muestra en el plano sintáctico, es decir, en el plano del montaje de los elementos y de la regulación de sus relaciones. En la intersección de los planos paradigmático y sintáctico se encuentra el eje del procedimiento tipológico. Pero, ¿no es ésta, precisamente, la forma en que podríamos también definir la actividad del proyecto? ¿No es el proyecto, precisamente, una construcción sintáctica iluminada por la elección de los ejemplos? «No existe arquitectura que carezca de ascendencia paradigmática», dice Cesare Brandi en su libro Teoría general de la crítica, o sea, que toda arquitectura se refiere consciente o inconscientemente a ejemplos anteriores que le sirven de precedente. Pero tampoco existe arquitectura, cabría añadir, que no pase por un trabajo de elaboración sintáctica, esto es, que no implique una reflexión atenta sobre las reglas de composición en que se basa, ya sea para ratificarlas o para subvertirlas. Tal como he de entenderlos, el procedimiento tipológico está más próximo a la etimología que a la clasificación. La etimología busca el origen de las palabras y estudia los procesos de transformación que llevan desde una única raíz a sus múltiples derivaciones. También en arquitectura, la búsqueda del étimos, de la raíz etimológica de la forma, puede mostrarnos la existencia de vínculos entre obras de arquitectura que hasta entonces considerábamos desvinculadas e inconexas. Un ejemplo del que me sirvo a menudo por su elocuencia es la catedral de Siracusa. Bajo la traza de la basílica cristiana existente, pueden descubrirse la forma y los elementos materiales de un templo dórico períptero precedente. El edifico actual surge del anterior como fruto de una inversión en su sistema de relaciones. El perístasis, mediante el taponado de los intercolumnios, se ha convertido en la nave lateral de la iglesia; mientras que la cella, mediante el rítmico troquelado de sus paredes, ha pasado a ser la nave principal. El templo períptero y la basílica de tres naves muestran así su identidad profunda. III He definido el tipo como una estructura elemental, como un principio ordenador, según el cual una serie de elementos, gobernados por relaciones precisas, adquieren una determinada estructura. Pero los tipos pueden relacionarse entre sí, pueden superponerse y fecundarse mutuamente. Esta tensión, este juego 38 I. FUNDAMENTOS CUATRO CUADERNOS. APUNTES DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO recíproco que es posible establecer en el terreno de las ideas tipológicas, es lo que convierte el tipo en herramienta adecuada al trabajo de proyecto. Muchos ejemplos de la historia de la arquitectura pueden ser vistos como el resultado del mestizaje de estructuras que se enlazan entre sí y provocan resultados imprevistos a partir de ingredientes conocidos. Incluso piezas de arquitectura de tan pequeña dimensión y apariencia tan simple como el eremitorio mozárabe de San Baudelio de Berlanga, en Soria, pueden llegar a encerrar una complejidad insospechada. En este caso, al concepto de aula (un espacio cúbico de siete metros de lado al que se añade un cuerpo menor, a modo de ábside cuadrangular) se le superpone, por un lado, el arquetipo de la columna central como analogía del árbol que a través de su núcleo y ramificaciones delimita un espacio protegido, y por otro lado, la estructura hipóstila que define un ámbito modulado pero fluido y crea, a su vez una galería superior que permite el desarrollo en vertical del espacio del aula. Todo ello ocurre sin que los diversos motivos se confundan, como en una composición polifónica. San Baudelio forma parte de una corta y excepcional serie de piezas mozárabes construidas entre los siglos IX y XI en la Península Ibérica. Dentro de esta serie, San Baudelio es la pieza más singular y heterodoxa. Pero, si nos fijamos con atención, veremos que posee claras similitudes con otras tres iglesias: Santa María de Lebeña, San Pedro de la Nave y Santa María de Melque, todas ellas plantean diversas variaciones sobre el tema común de la intersección del aula cuadrada con el esquema espacial en cruz griega. Cabría hablar de una operación de transformación que lleva desde estos ejemplos a la estructura formal de San Baudelio: una operación que podríamos denominar de condensación espacial, en la que el vacío central generado por la cruz griega se convierte en un elemento sólido: el fuste de la enorme columna que ocupa el centro de la ermita de Berlanga. De un modo reversible, los otros tres ejemplos mencionados pueden ser entendidos como el resultado del despliegue espacial de ese núcleo lleno que en San Baudelio corresponde a la columna, expresión directa del símbolo primordial del axis mundi. La transformación, además de ser entendida como actividad intelectual en la que operamos con la memoria de la arquitectura a través del proyecto, puede concebirse también como algo más concreto e inmediato: como intervención física sobre un edificio existente. Durante mucho tiempo, la práctica de la arquitectura se basó en la idea de transformar las obras precedentes. En ocasiones, incluso, los nuevos edificios se sirvieron de los más antiguos como material de construcción, desmontando algunas de sus partes y recomponiéndolas según otras leyes y relaciones. En cualquier caso, en la cultura tradicional lo más frecuente no era la tabula rasa, sino la asunción de unos condicionantes derivados de los estratos precedentes que había que adaptar y manipular, pero que permanecían como sustrato de lo nuevo. Recientemente, he tenido ocasión de estudiar el caso de Santiago de Compostela y su catedral; y es impresionante ver cómo en sucesivas ocasiones, desde el siglo IX hasta el XVIII, la catedral existente va quedando englobada en una nueva EL CONCEPTO DE TRANSFORMACIÓN COMO MOTOR DEL PROYECTO 39 estructura envolvente a la manera de una gran matrioskha rusa, tal como ha dicho Salvador Tarragó. Se produce así una renovación de la piel del edificio a partir de un núcleo que permanece, hasta llegar a la piel barroca que hoy podemos ver, detrás de la cual existe todavía, una buena parte intacta, la construcción románica. Otro interesante ejemplo de transformación nos lo proporciona el Hospital de la Caridad de Sevilla, que construye sobre una parte del antiguo Arsenal de la ciudad erigido en el siglo XIII. La potente estructura de naves longitudinales que caracteriza el arsenal constituye la base geométrica en la que se inscriben las dependencias del nuevo hospital. Pero, mediante una serie de operaciones como dotar de independencia a las naves y perforar y vaciar parcialmente los techos, la estructura inicial queda profundamente transformada. De este modo irrumpe, dentro de la serie uniforme de naves yuxtapuestas del arsenal, una organización más compleja que provoca el esponjamiento interior del edificio e incorpora un elemento primordial de la arquitectura sevillana: el patio. Aunque lo más significativo es que incluso algunos edificios considerados como paradigma de la manifestación de nuevas ideas en arquitectura surgen de la reforma de otros precedentes. Pienso en la basílica de Palladio o en el proyecto de la biblioteca de Boullée. La basílica de Palladio en Vicenza es, en realidad, el resultado de la reforma de un edificio medieval existente cuyo pórtico exterior se había venido abajo. En 1545, Palladio recibe el encargo de reconstruir el edificio pero conservando todo el basamento de tiendas y almacenes. Siempre me ha impresionado el empeño con que Palladio trata de representar su edificio como si se tratara de una obra de nueva planta, libre de cualquier atadura y restricción. No obstante, cuando vemos el levantamiento real de la planta baja, comprendemos que Palladio ha tenido que integrar toda clase se irregularidades derivadas de la antigua fábrica, ha tenido que sumir las deformaciones y los acentos que el lugar y su compleja historia implicaban. Y eso es, precisamente, lo que hace tan extraordinario el edificio: que, aun adaptándose a las condiciones de una situación específica, mantenga una carga tan alta e intensa de idealidad. Boullée estudia varias localizaciones posibles para el proyecto de una biblioteca. Finalmente, se decide por un solar situado en la calle de Saint Honoré, en el centro de París, parcialmente ocupado por algunas construcciones. Boullée propone la idea de cubrir con una bóveda el amplio patio que quedaba delimitado por una serie de piezas dispares en forma y tamaño. La gran aula aparece, entonces, como resultado de dotar de un techo a dicho patio, de manera que las construcciones preexistentes se incorporan al proyecto como naves laterales o salas auxiliares. Los argumentos que esgrime Boullée para justificar su proyecto son de orden económico. Pero su objetivo es otro. Transformando con inteligencia un material heterogéneo, Boullée logra definir una arquitectura que se caracteriza por la potencia y el carácter unitario. En contra de lo que cabría esperar, la transformación de una situación existente no supone, por lo general, una restricción sino un estímulo. Ese trato físico obligado con la arquitectura precedente, propio de la ciudad tradicional, se ha roto inevitablemente en el mundo moderno. Y con él se ha roto también la continuidad de la experiencia, haciendo su aparición ese mal de la ciudad contemporánea que es el desasosiego. 40 I. FUNDAMENTOS CUATRO CUADERNOS. APUNTES DE ARQUITECTURA Y PATRIMONIO Tal vez la confianza excesiva en la invención individual de la forma que caracteriza a nuestra época provenga de la ausencia de ataduras con respecto al material arquitectónico preexistente, y también de la pérdida de ese matiz de modestia que impone el trabajar con los datos de una realidad anterior que requiere una interpretación de nuestra parte para ser transformada. IV A partir del concepto de transformación, entendida como una operación intelectual, la arquitectura contemporánea puede recomponer sus vínculos con la tradición. Entonces, lo que se transforma ya no es un edificio, no es algo material, sino las relaciones, las reglas gramaticales que gobiernan o rigen una estructura. Ésta es la clase de transformación que lleva a cabo Le Corbusier sobre la forma de los conventos cartujos en su proyecto de Immeubles-Villas, o Mies van der Rohe sobre la estructura del hall medieval en sus proyectos de grandes salas diáfanas. Para ello se requiere una gran capacidad de abstracción. El proyecto de arquitectura se sitúa, en tal caso, tan lejos de la invención individual de la forma como del determinismo derivado de la condición puramente imitativa de los modelos. El tipo, como proyecto, por su propia naturaleza rechaza cualquier orden cerrado, pues se basa en un constante proceso de transformación y en una continua apertura del sistema que opera. De ahí viene que podamos considerar el procedimiento tipológico como un modo congruente de intervenir en la ciudad, que también la propia ciudad es vista en la cultura contemporánea como una estructura siempre incompleta, a la que se van incorporando nuevos ingredientes a través de proyecto. Esta dialéctica entre continuidad y transformación saca de nuevo a flote el concepto de tradición en su sentido etimológico (de trádere: transmitir, entregar el relevo, proseguir un proceso abierto). A este propósito, hay una frase muy contundente, que he oído atribuir a diversos autores: entre ellos al compositor Igor Stravinsky, al que muchos consideran, con razón, un gran innovador. La frase dice así: «todo lo que no es tradición es plagio». O, dicho de otro modo, toda creación que no reconozca sus deudas con el legado histórico está condenada a presentar como propias muchas cosas que, consciente o inconscientemente, han sido tomadas de otros trabajos precedentes. La idea de tradición no es incompatible con la de innovación, mientras que, en cambio, cuando se le es negada a la arquitectura la posibilidad de vincularse a una tradición, se la sitúa a un paso del desarraigo, es decir, de la incapacidad de pertenecer a un sitio y de prolongar una cultura. La ciudad contemporánea contiene abundantes pruebas de esa laceración. La cimbra y el arco, Caja de Arquitectos, Barcelona, 2005. Algunos de los sellos que Le Corbusier recortaba en gomas de borrar para indicar cambios en el proceso de proyecto, en este caso para la obra de la Tourette, 1960. EL CONCEPTO DE TRANSFORMACIÓN COMO MOTOR DEL PROYECTO 41