“La cara insólita de la jurisprudencia en los despidos”

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MONOGRAFICO
“La cara insólita de la jurisprudencia
en los despidos”
lunes, 20 de diciembre de 2010
1. La Justicia sentencia que llamar al jefe “ladrón” e “hijo de
puta” no es causa de despido
2. El insulto grave al jefe no es razón suficiente para el despido
3. Agredir a un jefe no es motivo de despido, según los jueces.
4. Cannabis, kárate y cintas de vídeo, la cara insólita de la
jurisprudencia
5. Contaminación judicial en las relaciones laborales
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La Justicia sentencia que llamar al jefe “ladrón” e
“hijo de puta” no es causa de despido
El Tribunal Superior de Madrid justifica que una empleada insulte a su superior por la "tensión" generada por la
crisis. Este fallo afecta al poder de dirección de los empresarios
La Justicia no respalda a la empresa que despide a un empleado por haber insultado a su jefe. Así ha
ocurrido en una reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid que ha declarado
improcedente la sanción impuesta a una trabajadora que llamó al director de su empresa “ladrón e hijo
de puta”.
El clima de tensión que se vive en la empresa como consecuencia de la crisis es el que utiliza la Sala
como atenuante para considerar que la conducta de la empleada “no merece” el despido y sí una
indemnización de más de 20.000 euros.
La sentencia es aún más relevante si se tiene en cuenta que sienta lo que se denomina “jurisprudencia
menor”, pues el Tribunal Superior de Cataluña ya estableció que llamar “hijo de puta” al jefe no reviste
la suficiente gravedad como para imponer el despido.
Este fallo aviva, así, el debate sobre si circunstancias, como el contexto de crisis, pueden ser un criterio
válido de graduación de las sanciones. Además, según los expertos, la doctrina que se está consolidando
menoscaba el poder de dirección del empresario.
Significado de las palabras
La trabajadora era gerente de ventas en Atlantis Strategic Media Spain (ASM), una compañía dedicada
a formación de directivos. Fue despedida por haber insultado al director general durante una discusión
por una comisión que entendía que le correspondía y que éste le negó, afirmando que la venta la había
realizado él.
El órgano judicial considera que dichas expresiones “no pueden ser entendidas ni de un modo literal ni
en su significación plenamente semántica”. Es decir, hay que analizar en qué contexto se produjeron
para saber si los incumplimientos imputados en la carta de despido merecían el máximo reproche.
Los magistrados sostienen que “las palabras tienen un distinto significado según el tono, el contexto y
al ánimo de insultar y, en función de estas circunstancias es cuando deberá valorarse si existe o no
ánimo de ofender o injuriar”.
Consulte la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Madrid
Para el tribunal, los insultos han de ponerse en conexión con la “extrema tensión y conflicto laboral
existente en la empresa”. También, con la “situación de ansiedad de la trabajadora” que, tras la
discusión, tuvo que ser atendida por el SAMUR.
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La situación que se generó tuvo lugar, además, en un contexto en el que, alegando ausencia de ventas,
se habían reducido salarios a los trabajadores y existía temor a no cobrar en el futuro. Todas estas
circunstancias son las que llevan al tribunal a concluir, al igual que ocurrió en primera instancia, que
“no existió [en la trabajadora] ánimo ofensivo que justifique el despido”.
Laboralistas como Ignacio Hidalgo, abogado de Cuatrecasas Gonçalves Pereira, apuntan que autorizar
conductas como las descritas aumenta las probabilidades “de que las relaciones laborales pasen a ser
una actividad de riesgo en sí misma”. La buena fe hacia la empresa y el respeto absoluto a quien da
trabajo a otros deben ser elementos co-sustanciales a la relación laboral, sin los que ésta no puede
existir. En el primer caso, “los juzgados parece que lo empiezan a entender; en el segundo, a la vista de
resoluciones como ésta, aún no”.
El socio director de Sagardoy Abogados, Iñigo Sagardoy, lamenta que se esté consolidando una
doctrina judicial que “entiende que una mala educación manifestada con un improperio verbal no puede
tener una consecuencia jurídica tan grave como el despido”. Antonio Pedrajas, socio de Abdón Pedrajas
Abogados, advierte de que, a pesar de que en el supuesto enjuiciado concurrían elementos de tensión y
conflicto laboral, “debe evitarse utilizar esas circunstancias como patente de corso”. Por último,
puntualiza que “ladrón es calumnioso e hijo de puta injurioso, no siendo en ningún caso términos de
uso común”.
Desde ASM, su director general Cristian Danel, tilda de “sorprendente” la decisión y confía en que el
Supremo reconozca la procedencia de la decisión que tomó cuando despidió a la trabajadora que le
insultó. (TSJ de Madrid, 10/09/2010, Rº 2030/2010).
Otras resoluciones
1. El TSJ de Andalucía -ver EXPANSIÓN de 16/03/10- declaró improcedente el despido de un
trabajador que insultó y lanzó patadas de kárate a su jefe. La Sala esgrimió como atenuante que el
empleado se puso nervioso al intuir que iba a ser despedido.
2. El TSJ de Madrid en sentencia de 11/01/2005 tampoco consideró como causa de despido las
expresiones como "estoy hasta el coño de esta puta empresa". Para los jueces, era "un desahogo verbal"
tras conocer un cambio de puesto de trabajo.
3. El Supremo, en una sentencia de 29/05/90, consideró como causa de despido de un profesor la ofensa
soez ("que se vaya a tomar por culo") al director del Colegio, en presencia del conserje y del jefe de
personal del centro docente.
Aumenta el listón del riesgo en la relación laboral
Si la crisis hace que la tensión en las empresas aumente, los jueces, al dar cobertura a actuaciones de los
empleados como insultar o agredir al superior jerárquico, no hacen sino aumentar el listón de riesgo,
según los expertos. Después de que este periódico sacara a la luz –ver EXPANSIÓN de 16/03/10– una
sentencia en la que se exponía que dar patadas al empresario no era suficientemente grave como para
despedir, poco margen queda para la sorpresa. Después de aquella decisión, calificada por los
laboralistas de “barbaridad”, a nadie le extrañara ahora que el empresario tenga que indemnizar al
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empleado que despide por haberle llamado “ladrón”. En este caso, el Tribunal Superior de Justicia de
Madrid rebajó la cuantía de la indemnización de 8.853 euros a 6.282,60 y los salarios de tramitación de
20.762.25 a 14.764, 11 euros.
El insulto grave al jefe no es razón suficiente para el
despido
El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha establecido que llamar “loco” al jefe e “hijo de puta” no
reviste la suficiente gravedad como para imponer la sanción máxima del despido.
El Tribunal reconoce que estas dos expresiones “son insultantes”, por lo que, “al menos en abstracto,
sería incardinable esa conducta en la previsión del artículo 54.2c del Estatuto de los Trabajadores”,
afirma. Este precepto establece que las ofensas verbales al empresario o a las personas que trabajan en
la empresa supone un incumplimiento grave y culpable del trabajador.
No obstante, la Sala recuerda que la jurisprudencia exige atender al comportamiento de la persona en
relación con cada ocasión, “porque no basta con que las expresiones sean atentatorias a la dignidad
atendido su sentido gramatical, sino que, dado el contexto en el que se producen, puede verse mermada
la animosidad injuriosa de las mismas”.
Para la Sala, la degradación social del lenguaje ha provocado que las expresiones utilizadas “sean de
uso corriente en determinados ambientes, especialmente en el marco de las discusiones, como era el
caso, dado que el trabajador reclamaba el abono habitual de la cantidad correspondiente a comisiones”.
Por ello, concluye que analizando las circunstancias del caso, “y sin justificar en modo alguno la
utilización de ofensas verbales o expresiones insultantes, consideramos que es desproporcionada la
calificación de falta muy grave, en los términos del Convenio colectivo”, que reserva ese calificativo
para el maltrato de palabra o de obra, faltas de respecto y de consideración, “siendo excesiva la
consideración como tal” de las frases empleadas. De ahí que el Tribunal termine reduciendo la
gravedad de la falta y considerando “desproporcionada” la sanción del despido, que finalmente califica
de improcedente. (TSJ Cataluña, 10/02/2009, Rº7903/2002).
Agredir a un jefe no es motivo de despido,
según los jueces
Agredir físicamente al jefe no es causa de despido. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía
entiende que la agresión física al jefe, empujándole hasta hacerle perder el equilibrio y lanzar al aire
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patadas de kárate con el objetivo de alcanzarle, "no reviste la gravedad exigible para constituir causa de
despido".
Para llegar a esta conclusión y declarar el despido como improcedente, el Tribunal valora que el
empleado actuó así cuando intuyó que iba a ser despedido. Y considera esta cuestión como
«primordial», pues «si bien no justifica un comportamiento, sí atenúa su gravedad».
El fallo aviva el debate respecto a si determinadas circunstancias, como el estado de nervios en el que
puede encontrarse el trabajador cuando va a ser despedido, pueden ser un criterio válido de graduación
de las sanciones. Un debate que, según los expertos consultados, debería ser enjuiciado por el Tribunal
Supremo dada la inseguridad jurídica que provocan decisiones como la del tribunal andaluz que, a la
postre, vienen a menoscabar el poder de dirección del empresario.
Atenuante
El trabajador –un alto directivo de una inmobiliaria–, cuando se le iba a entregar la carta de despido por
disminución de su rendimiento en el desempeño de su cargo, comenzó a llamar al empleador «cobarde,
sinvergüenza, ladrón» y a decirle en tono desafiante «me da igual ir a la cárcel, te perseguiré e iré a tu
casa a hacer justicia».
El empleado, además, empujó con fuerza a su jefe en repetidas ocasiones llegándole a hacer perder el
equilibrio. Para evitar que la agresión fuera a más, algunos de los presentes le sujetaron pues «lanzaba
al aire patadas de kárate» con la clara intención de alcanzar al empresario.
Estos hechos, que fueron incorporados a la carta de despido entregada tras el primer intento fallido, son
los que el Tribunal entiende que pueden ser sancionados por el empresario, pero no con el despido.
Y es que, a juicio del ponente, «hay que conectar las expresiones que utilizó para referirse a su
empresario con la situación y contexto en que el actor se encontraba en ese momento». Insiste,
señalando, que, «sin perjuicio de que el comportamiento del trabajador pudiera resultar acreedor de una
sanción, que en su caso pueda imponerle el empresario, es lo cierto que no es adecuada a tal
comportamiento la imposición de la sanción de despido, que es la más grave que existe en el ámbito
laboral».
El trabajador tuvo que ser sujetado para evitar que alcanzara al jefe con patadas de kárate
Expertos laboralistas como Antonio Pedrajas, socio de Abdón Pedrajas Abogados, consideran que esta
resolución es una muestra más de «la inseguridad jurídica provocada por la parquedad de los preceptos
legales, quedando los intereses de los justiciables a expensas de la interpretación judicial». A su juicio,
«dejar impunes agresiones físicas frente a la contraparte del contrato de trabajo afecta gravemente a la
figura del empresario y a su poder de dirección».
Por su parte, el socio director de Sagardoy Abogados, Iñigo Sagardoy, puntualiza que resoluciones
como ésta «realmente restan mucho poder y eficacia a decisiones empresariales absolutamente
razonables y ofrecen la imagen de un cierto desequilibrio en la confrontación judicial entre empresa y
trabajador".
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En la misma línea, el abogado de Cuatrecasas Ignacio Hidalgo indica que «ante una agresión física
debería caber otra respuesta judicial que la mera reprobación de la conducta».
Los laboralistas, por último, abogan por que el Tribunal Supremo entre a unificar doctrina en materia de
despidos, aunque reconocen la dificultad que ello entraña. Es posible que esta sentencia dé lugar a un
pronunciamiento del Supremo pues, según ha podido saber este periódico, la decisión del tribunal
regional ha sido recurrida en casación, lo que no implica necesariamente que entre a resolver el fondo
del asunto.
Una barbaridad
Ignacio Hidalgo, abogado de Cuatrecasas, estima que la "norma laboral no justifica nunca una
agresión" y aboga por que impere la cordura de forma que "ante agresiones físicas pueda caber otra
respuesta que la mera reprobación de la conducta". Al respecto, muestra su pesar por el hecho de que
"el Tribunal Supremo no entre nunca a unificar doctrina en supuestos de despido" pues ello "impide que
se haga justicia cuando los tribunales superiores cometen barbaridades como la de este caso".
Los juristas creen que esta decisión va en detrimento del poder de dirección del empresario
Más contundencia
Para Iñigo Sagardoy, socio director de Sagardoy Abogados, el TSJ de Andalucía, al abordar el análisis
jurídico de la procedencia del despido en base a los hechos acontecidos, «vuelve a caer en la doctrina,
tristemente usual en algunas de nuestras sentencias laborales, de minusvalorar fuertemente la conducta
de un trabajador alegando estados de ánimo exaltados, uso del lenguaje «de la calle, etc…». Por ello,
defiende que «se debería ser mucho más contundente con este tipo de conductas».
Poder de dirección
El socio de Abdón Pedrajas Abogados, Antonio Pedrajas Quiles, reprocha al tribunal andaluz que en su
argumentación «obvie por completo que la persona agredida fue el propio empresario». A su juicio,
«este elemento diferencial debiese haber modificado el fallo de la sentencia, declarando la procedencia
del despido», pues, según explica, «dejar impunes agresiones físicas frente a la contraparte del contrato
de trabajo afecta gravemente a la figura del empresario y su poder de dirección».
La carta
1. La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía también apunta la posibilidad de añadir,
en una carta de despido, nuevos hechos que se producen antes de que el mismo sea efectivo.
2. Este hecho se valora positivamente por los expertos. Así, Iñigo Sagardoy apunta a que con ello «se
evita caer ante la rareza jurídica de 2 despidos consecutivos».
3. El Supremo en una sentencia de 27 de febrero de 2009 se posicionó sobre esta cuestión en una
resolución que vino motivada por los mismos hechos enjuiciados ahora de nuevo por el tribunal
autonómico.
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Cannabis, kárate y cintas de vídeo, la cara
insólita de la jurisprudencia
Un curso entero de actualidad de la Jurisprudencia de los tribunales superiores de Justicia de diferentes
autonomías arroja un interesante estudio de cómo a través de las sentencias más rocambolescas los
jueces protegen a los trabajadores y dejan poco margen organizativo a las direcciones de las empresas.
Responsabilizar a las compañías por no contar con programas de prevención de acoso sexual y la
consideración de improcedente del despido ocasionado por la agresión o el insulto de los trabajadores al
jefe e incluso el cultivo de cannabis durante la baja, son buenos ejemplos de ello.
Después de un análisis somero de las decisiones judiciales más curiosas del curso también se observa
que los jueces dejan un margen organizativo básico a las empresas, pero no van más allá.
Por ejemplo, se admite la implantación de la huella digital sin acuerdo previo del comité de empresa o
la posibilidad de vigilar por vídeo al personal durante su jornada. Es decir, los tribunales se han
preocupado de analizar los límites del poder de dirección del empresario.
• Cultivo de cannabis en el domicilio durante la baja
El Juzgado de lo Social 1 de Pamplona declaró improcedente la decisión de una empresa de despedir a
un trabajador, quien durante su baja se dedicó a cultivar cannabis en su domicilio con el supuesto
objetivo de obtener un lucro. La sentencia (con fecha de 22 de enero de 2010) rechazó el planteamiento
de la empresa en el sentido de que el empleado realizó una actividad económica incompatible con la
situación de incapacidad temporal. El fallo explicó que no existía obligación “de comunicar a la
empresa una serie de hechos que afectaban a la esfera privada y no guardaban relación con el trabajo”.
• Condena a la compañía por no prevenir el acoso
El Tribunal Superior de Galicia condenó a una empresa a indemnizar a una trabajadora que sufrió acoso
sexual con 4.000 euros por carecer de planes preventivos internos para este tipo de situaciones. El fallo
(Rº 4.677/2009, con fecha de 22-I-2010) consideró demostrado que la empresa tuvo una “absoluta
indiferencia ante un problema –el acoso sexual padecido por una de sus trabajadoras– del que ya tenía
conocimiento”.
A ello añadía: “Aunque la empresa no tuviera conocimiento del acoso sexual, ese incumplimiento le
convertiría en responsable de los daños y perjuicios causados a la empleada”.
3 Las patadas de kárate y los insultos al jefe no son motivo de despido
El Tribunal Superior de Andalucía ha sentado un precedente destacable en la jurisprudencia de los
despidos. Según estableció en una sentencia –ver EXPANSIÓN del 16 de marzo–, la agresión física al
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jefe, empujándole hasta hacerle perder el equilibrio y lanzar al aire patadas de kárate con el objetivo de
alcanzarle, “no reviste la gravedad exigible para constituir causa de despido”. La sentencia explicaba
que, “sin perjuicio de que el comportamiento del trabajador pudiera resultar acreedor de una sanción,
que en su caso pueda imponerle el empresario, es lo cierto que no es adecuada a tal comportamiento la
imposición de la sanción de despido, que es la más grave que existe en el ámbito laboral”.
En otra sentencia del Tribunal Superior de Cataluña, se apuntó que llamar “loco” al jefe e “hijo de
puta” no reviste la suficiente gravedad como para imponer la sanción máxima del despido. El fallo –ver
EXPANSIÓN del 20 de julio de 2009– apuntó que únicamente se debería considerar tal conducta como
una ofensa verbal, es decir, un incumplimiento grave y culpable del trabajador.El fallo consideró
“desproporcionada”, después de analizar las circunstancias del caso, “la calificación de falta muy grave,
en los términos del convenio colectivo”.
• Dos despidos no constituyen una represalia
El segundo despido recaído sobre un trabajador no puede considerarse una represalia del empresario si
se descubre que el empleado realiza una actividad en concurrencia con la empresa, vulnerando la buena
fe. Según la sentencia (Rº 2.409/2009, de 12-XI-2009), el Tribunal Superior de Justicia de Galicia
apreció que después del primer despido conoció un hecho nuevo del trabajador, lo que desvirtúa que el
segundo despido sea una represalia.
• La huella digital no necesita acuerdo del comité
Las empresas pueden establecer sistemas de control de acceso a las instalaciones de la empresa a través
del sistema de huella digital sin acuerdo previo del comité de empresa.
El motivo concreto reside, según explica el Tribunal Superior de Justicia de Murcia (Rº 1.071/2009, de
25-I-2010), en que tal acuerdo citado sólo se exige cuando la medida afecte a las modificaciones
sustanciales del contrato de trabajo firmado. También entendía que el hecho de implantar la huella
digital “no reviste caracteres de intromisión ilegítima en la esfera de la intimidad”.
• Es lícito vigilar por vídeo al personal de la empresa
La instalación de cámaras de videovigilancia captadoras de imágenes mudas en restaurantes y bares,
con el objetivo de combatir las pérdidas económicas desconocidas producidas en estos
establecimientos, no vulnera el derecho a la imagen e intimidad de los trabajadores.
Según el Tribunal Superior de Baleares, que estudió el caso de un aeropuerto, esta medida es un
legítimo ejercicio de la facultad de vigilancia y control que el Estatuto de los Trabajadores otorga al
empresario. El fallo (Rº 265/2009, de 4-IX-2009) apuntó: “El ámbito de intimidad personal que
conservan los trabajadores mientras realizan las operaciones de cobro de productos y manejo de las
cajas registradoras es mínimo en la práctica, por lo que también es mínima la intromisión en la esfera
de lo íntimo”.
LA CLAVE
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Este tipo de sentencias pueden sonar muy rocambolescas para el ciudadano medio. Sin embargo,
sientan una importante jurisprudencia, ya que los temas sobre los que tratan no son habituales entre los
fallos de la Justicia española.
Contaminación judicial en las relaciones laborales
Hay sentencias judiciales en el ámbito laboral que, como mínimo, causan perplejidad. Recientemente conocíamos,
gracias a un fallo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, que la agresión física de un trabajador a su jefe
no es motivo de despido, ya que literalmente “no reviste la gravedad exigible”.
Y ahora, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid justifica que una empleada llame a su superior
“ladrón e hijo de puta” por el clima de tensión en la empresa dada su situación económica y, por lo
tanto, tampoco lo considera motivo de despido.
Ante esta insólita interpretación de las relaciones laborales, cabría preguntarse qué entienden los jueces
por motivo de despido, o cómo actuarían si fueran ellos los destinatarios de tales agresiones, físicas o
verbales.
Con tales sentencias, los magistrados entran en un terreno pantanoso. Por muy duro que sea un despido
o determinadas condiciones laborales, lo que se transmite es la peligrosa idea de que este tipo de
actitudes están justificadas y se crea una peligrosa sensación de inseguridad jurídica e indefensión en
las jerarquías empresariales.
El Estado de Derecho está haciendo importantes esfuerzos para erradicar todo tipo de violencia en la
sociedad, y ni en éste ni en ningún momento una agresión –física o verbal– puede pasar de soslayo. En
este caso, tanto por la propia inseguridad jurídica que supone, como por lo que puede representar como
menoscabo de la actividad empresarial.
El problema es que la Ley no recoge un criterio claro ante situaciones de este tipo y todo queda a la
libre interpretación de los magistrados, que no siempre parecen transitar por la senda del sentido
común. A la vista de estas sentencias, debiera ser el Tribunal Supremo el que sentara y unificara
doctrina, y que estableciera una vara de medir aparentemente más racional.
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