Recepción Académica del Excmo. Sr. D. Carlos Fernández Casado

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RECEPCIÓN ACADÉMICA DEL EXCMO. SR. D. CARLOS
FERNANDEZ CASADO
Elegido este peculiar erudito en la sesión de 1 de diciembre de 1975
para cubrir la vacante producida por defunción del arqueólogo D. José
María de Navascués, hizo su recepción pública y solemne el domingo 21
de noviembre, celebrándose esta sesión extraordinaria en el salón de la
Real Academia Española, cedido cariñosamente. Ocuparon la mesa presidencial los señores Director, Secretario, Censor, Tesorero y el señor Cort,
que era el Académico más antiguo de los allí presentes. Abierta la sesión,
entró el novel Académico en el salón acompañado por los señores Chueca
y Cervera. A continuación leyó su discurso sobre el tema "Estética de las
artes del Ingeniero".
Después de ensalzar el recipiendario la memoria de su antecesor
planteó aquí el gran problema de la tensión típica en el hacer del ingeniero, tensión entre utilidad y belleza. Sobre conceptos clave del filósofo
Aubiri y uniendo polos tan distantes en el tiempo como son los de Platón
y Heidegger el señor Casado reivindicó para los ingenieros un componente
de auténtica creación estética, pues como dice el párrafo inicial de aquel
discurso, "La llamada "Revolución Industrial", a caballo entre los siglos xviii y xix, que fue para la Ingeniería el paso decisivo hacia la etapa
actual, nos legó un desprecio lamentable por la estética de nuestras obras,
que se concretó en la tesis de incompatibilidad entre utilidad y belleza.
Esta tesis ha quedado como un axioma de tal fuerza que incluso hoy, a
más de siglo y medio de distancia, no ha podido borrarse de la mentalidad
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del hombre corriente y, lo que es aún más grave, de la de los propios
ingenieros."
Por otra parte, disculpó la falta de alegría de los ingenieros decimonónicos y de la primera mitad de nuestro siglo en el tema que nos toca
considerar, pues hay que tener en cuenta que en siglo y medio de transcurso el ingeniero constructor se encontró con la aparición de cuatro materiales nuevos: el hierro, que inicia su independencia estructural a finales
del xviii con el puente de Coalbrookdale ; el cemento Portland, que permite conseguir hormigones de mayor seguridad y resistencia que las de los
que venían utilizándose desde los romanos; el hormigón armado, que
constituye una invención revolucionaria al conseguir una fábrica que resiste
tracciones y compresiones, y que empieza a destacarse a finales del xix,
y, por último, el hormigón pretensado, mejora importante del anterior, que
inicia sus aplicaciones en los años próximos a la segunda guerra mundial,
la cual paraliza su primer desarrollo, tomando el impulso definitivo al
finalizar ésta, o sea, a mitad de nuestro siglo.
He aquí otros fragmentos de tan valiosa disertación: "Fue en el siglo xix la gran etapa del desarrollo de la teoría de las estructuras resistentes, o sea, de la ciencia de la construcción, aunque la iniciación positiva
de ésta corresponde al libro Discorsi e demostrazioni matematiche in torno
a due nuevo scienza, de Galileo (1638); y ya en el siglo xvni tenemos
métodos aplicables a las cúpulas de revolución descubiertos por La Hire,
que permitieron al ingeniero Poleni, en 1748, hacer la comprobación a
posteriori de la cúpula de San Pedro mediante la teoría de los polígonos
funiculares."
"Las dos artes del ingeniero—añadió—corresponden una a las máquinas
y otra a la arquitectura, ésta en su concreción más sencilla y franciscana,
pero por eso mismo en puridad de esencia. Para introducirnos en cada una
de ellas me voy a permitir traer aquí sendos fragmentos de mis dos primeros trabajos teóricos que se refieren a una y otra respectivamente."
Como expuso el Académico D. Luis Moya Blanco, al darle muy doctamente la bienvenida corporativa, un aspecto dinámico de su producción
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arquitectónica dimana del contacto directo con las cosas materiales, siguiendo el "concepto zubiriano de relación de homogeneidad del hombre
con el mundo físico"; el cuerpo humano, "realidad física en parte, es el
puente entre las dos realidades que intervienen: mundo físico de un lado
y realidad humana completa de otro". El ingeniero se identifica con "las
cosas y procesos del mundo físico", participa del "acontecer cósmico" v
de sus ritmos de días y noches, estaciones, mareas lunares y solares, reflejados en su unidad psicosomática, que a su vez se reflejará en sus obras.
Por otra parte, hay que admirarlo bajo un triple aspecto: su actividad
como ingeniero de caminos dedicado especialmente a los puentes, como
investigador de la Estética e historiador del Arte y como profesor. Proyectó
y construyó gran número de puentes y viaductos, además de estructurar
numerosos edificios. Para comprender su filosofía de artista creador y su
propia reflexión sobre el hecho de la creación artística el modo más directo es el estudio de los puentes que ha construido en medio de la Naturaleza. "Así, pues, su entrada en la Academia —según exponía el señor
Moya—representaba no sólo la aportación de una sabia investigación
histórica, sino la alegría de recibir de nuevo el aire puro de la creación
artística tal como fue en la arquitectura de otros tiempos, y esto debido
paradójicamente a que sus obras están en la vanguardia de la técnica de
hoy, hermanada con la estética de ahora y de siempre."
Tras esto se impuso al señor Fernández Casado la medalla corporativa número 21.
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