730 RESEÑAS JOSEFINA LUDMER. The Corpus Delicti. A Manual of Argentine Fictions. Glen S. Close, trad. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2004. [Las citas que aparecen en el siguiente texto corresponden a la edición en español de El cuerpo del delito. Un manual. Buenos Aires: Libros Perfil, 1999]. Hay que celebrar la traducción al inglés de uno los libros de crítica más innovadores de los últimos años, y esperar que logre una mayor difusión entre el público norteamericano e inglés y, sobretodo, entre círculos académicos de sólita indiferencia frente a la contribución latinoamericana a los debates intelectuales. The Corpus Delicti es un libro que rompe todos los esquemas anteriores de historias de literatura y de cultura y merece servir de modelo (o manual) para todos los que quieren librarse del aburrimiento de la crítica de rutina o la reciente preocupación por esquemas globales. El libro continúa el proyecto que Josefina Ludmer empezara con El género gauchesco, aunque mientras este último es “un tratado sobre la patria”, The Corpus Delicti es “un manual de ficción argentina”. La diferencia es sutil. Tratados y manuales constituyen los parámetros del sentido oficial, tienen la fuerza obligatoria de leyes y de normas; pero, en este caso, la autora señala nuevos parámetros desde una posición no autorizada por el estado. Esta táctica le permite referirse a lo normativo y, a la vez, subvertirlo. Su libro también representa una ruptura con la clasificación de las historias de la literatura anteriores que separaban géneros y trazaban “corrientes”, muchas veces siguiendo un modelo desarrollista. En cambio, la autora se enfoca en un “corpus” de cuentos del delito que abarca no solamente novelas y cuentos cortos, sino fragmentos tomados del periodismo, de citas e historias que desbordan un texto particular. El delito, según Ludmer, es un instrumento de poder que de una vez funda la cultura y constituye una frontera móvil que cambia con el tiempo. Articula lo legal, lo social y lo literario, a la vez que divide y separa. Los “cuentos” que forman el cuerpo del delito vinculan la materia como “una zona flotante sin profundidad ni permanencia”. Además, “delito” tiene un sentido metafórico, es “una linea de demarcación que cambia el estatus simbólico de un objeto, una posición o una figura” (355, las cursivas son del texto original, lo mismo ocurrirá en las citas subsiguientes). No se trata de una contra historia sino de novedosas agrupaciones de familias, parejas y árboles genealógicos que ligan lo imaginario de una época. Considerado por la autora como “una diversión”, El cuerpo del delito es evidentemente un texto lúdico. Las notas de pie de página, que constituyen la mitad del libro, son ensayos que citan a una vasta gama de autores y, además, dan resúmenes de su propio pensamiento. Reúnen una variedad de tópicos de discusión desde la enciclopedia hasta la violencia, desde el modernismo hasta el ocultismo. (¡Cuánto material para las futuras tesis!). Rechazando la enunciación impersonal y omnipotente del texto académico, la autora interroga a sus lectores, ironiza, se divierte, confiesa sus preferencias (Juan Moreira “es uno de mis héroes preferidos del cuerpo del delito” [227]) y presenta a los personajes como si estuviéramos en una reunión de aficionados. Al final se despide de nosotros diciendo, “En este punto preciso ‘la Scherezada’ de los cuentos modernos sueña con tomarse unas merecidas vacaciones... y se despide de ustedes, queridos lectores, que la acompañaron tan pacientemente en este largo y sinuoso viaje en busca del ‘cuerpo del delito’. De la RESEÑAS 731 evidencia de lo que no se sabe...” (469). El tono juguetón se establece desde el principio con una cita jocosa de Marx. No resisto la tentación de repetir parte de la cita de un filósofo cuyo sentido del humor raras veces ha sido apreciado. Escribe Marx, “Un filósofo produce ideas, un poeta poemas, un clérigo sermones, un profesor tratados, y así siguiendo. Un criminal produce crímenes [...] el criminal no sólo produce crímenes sino también leyes penales, y con esto el profesor que da clases y conferencias sobre esas leyes, y también produce el inevitable manual en el que este mismo profesor lanza sus conferencias al mercado como ‘mercancías’. Esto trae consigo un aumento de la riqueza nacional, aparte del goce personal que el manuscrito del manual aporte a su mismo autor” (11-12). El punto de partida del libro es la generación del 1880 (Miguel Cané, Lucio V. López, Eduardo Wilde), que aparece en el momento de la formación del estado nacional y funda la alta cultura argentina. Dos de ellos (Cané y López) escriben fábulas de la nación antes de la formación del estado. Otros (entre ellos Cambaceres) ponen en escena “lo privado” en el cuento de matrimonio y adulterio como lugar de conformidad y de trasgresión. La escritura de esta generación no sólo inventa a los héroes nacionales, sus libros se convierten además en clásicos de la secundaria. Con la consolidación del estado liberal moderno se abre la posibilidad del ascenso social, que también produce nuevos métodos de discriminación como por ejemplo los exámenes universitarios, que establecen jerarquías basadas en el mérito. El cuento del examen física, por ejemplo, separa a los genios de los simuladores y los locos. Fuera de los parámetros estatales, sin embargo, la ciencia se asocia con el ocultismo y con los experimentos sobre el cuerpo humano. De allí los cuentos de transmutaciones que aparecen al fin de siglo y nutren una literatura de monstruos, de torturas y de científicos locos. Entre las “familias” de cuentos se destacan los de la violencia protagonizados por “el héroe popular” Juan Moreira quien, después de su introducción en la novela de folletín de Eduardo Gutiérrez en 1879, pasa por una infinidad de mutaciones. Se instala en la frontera entre la legalidad y lo no legal exactamente en el momento de la modernización finisecular, cuando Argentina recibe las olas inmigratorias, cuando entra en el mercado global y cuando el estado liberal se consolida. Moreiras se convierte en personaje del folletín, del circo y del teatro; en sus múltiples variantes se prestaba a encarnar la violencia legal y no legal, lo nacional y lo extranjero, y representa toda una serie de posiciones masculinas en la cultura. Al leer este capítulo, me acordé de otros “héroes nacionales” parecidos, como Sherlock Holmes en Inglaterra o Fantomás en Francia. Constituyen otra gran familia de cuentos los de “mujeres que matan,”que se publican entre los dos fines de siglo y entre la modernización de Argentina y la globalización, y que abarca a Arlt, Puig y “Emma Zunz” de Borges, Almodóvar, César Aira y Ángeles Mastreta. Cada una de las mujeres de sus ficciones mata a un representante del poder, un policía, un dueño de fábrica, un político. Lo importante, para Ludmer, no es la separación entre la “alta cultura” y la cultura popular, sino la diferencia entre lo muy leído y lo no leído -es decir, esta masa de libros que se acumulan en las librerías de viejo y huelen a utopías trasnochadas y causas perdidas. Los muy leídos son los textos más filmados, más editados y que se enseñan en los colegios 732 RESEÑAS secundarios. En el lunch por el poder literario, uno de los perdedores fue Juan José de Soiza Reilly, ahora olvidado pero quien en el pasado fue un best seller; entre 1907 y 1914 condensa “anarquismo estético, modernismo, periodismo popular de celebridades y de los bajos fondos, ficciones de criminales y locos y es el escritor nihilista que escribió un bestseller fundado en el odio” (307-308). Por lo tanto este autor ya no leído se convierte en “nuestro Virgilio”, “nos lleva a sus propios precursores” (314). El triunfo de lo “muy leído” que en la época de la globalización es la liquidación de la alta cultura, provoca una serie de preguntas sobre el futuro de la literatura y el destino de los best- sellers de ahora. “¿Cuáles serán los best-sellers de la globalización que se transformarán en libros viejos, de librería de viejo o de Biblioteca de la Universidad?” (469). Glen S. Close, la traductora, nos ha dado un texto muy fiel al original. La organización de The Corpus Delicti, sin embargo, es diferente de la edición en español en que las vastas notas se insertaban al final de cada capítulo. La traducción al inglés las pone todas al final, que es una solución más elegante y menos transgresora. Ambos tientan a sus lectores a perderse en digresiones, en senderos que se bifurcan y a divertirse tanto como la autora. Columbia University JEAN FRANCO ANA AMADO y NORA DOMÍNGUEZ (comps.) Lazos de familia. Herencias, cuerpos, ficciones, Buenos Aires: Paidós, 2004. Las dos últimas décadas, cuando menos, han presenciado la proliferación, y aun la invasión, de todas las variantes posibles de la compilación en el mundo editorial académico. Como si se hubiera comprobado que el libro entero era sobre todo leído por partes o como si la oferta teórica avanzara geométricamente respecto de la necesaria capacidad para consumirla, se han dado a conocer innumerables volúmenes que agrupan artículos alrededor de algún tópico o problema y que son parientes cercanos de los también abundantes readers y enciclopedias temáticas. Atrás ha quedado el criterio que guiaba aquella pionera Teoría de conjunto de los años 60, donde, al reunir los artículos ejemplares del grupo francés Tel quel?, se aunaban intervención, renovación y difusión teóricas en un marco internacional en el que las redes de información y comunicación eran muy distintas a las de la actualidad. Quizás el modelo de las nuevas compilaciones sea el ya clásico Nation and Narration de Homi Bhabha publicado en 1990, en el cual se trata de poner al día una problemática emergente y de hacerla funcionar en situaciones, tiempos y lugares diversos convocando a un grupo representativo de especialistas. El supuesto de la parcialización de la lectura (y del conocimiento) se ve compensado con una introducción fuerte que toma la delantera teórica y abre el debate alrededor de la problemática en cuestión, tornándose así en la única parte verdaderamente imprescindible del libro junto con aquellos artículos que se convierten de ahí en adelante en un punto de referencia obligado sobre el tema.