“Más de 50% de las personas desconoce cómo pedir ayuda ante

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Rodolfo Briceño
“Más de 50%
de las personas
desconoce
cómo pedir ayuda
ante una emergencia”
Ex Comandante General del Cuerpo de Bomberos de Caracas,
el pediatra y alergólogo Rodolfo Briceño reflexiona sobre la importancia
de la Medicina Prehospitalaria, una de las expresiones modernas
de la seguridad integral y la calidad de vida en las ciudades
Acianela Montes de Oca | Fotografía ROBERTO MATA
Pocas veces se piensa que la atención médica fundamental para salvar la vida o proteger la salud, más que aguardar en un centro asistencial, puede salir al encuentro de la
persona cuando ésta tiene más urgencia. Se trata de la llamada Medicina Prehospitalaria,
la que acude en busca del paciente en estado crítico, lo atiende y conduce al centro de
atención más cercano. En su concepción más moderna, la Medicina Prehospitalaria comenzó en el siglo XX, y desde siempre ha estado relacionada con bomberos y paramédicos.
Rodolfo Briceño, pediatra y alergólogo, ex Comandante General del Cuerpo de Bomberos de Caracas y docente del Instituto Universitario de Bomberos, es uno de los más
importantes especialistas en Medicina Prehospitalaria del país. Ingresó como bombero
voluntario en 1956 y desde entonces recorrió todos los escalafones de la institución,
a la que entregó diferentes aportes a lo largo de su vida profesional. Hoy, lejos de los
incendios pero con el pensamiento siempre en combustión, comparte sus reflexiones
sobre la importancia de esta especialidad y de los servicios de atención primaria, fundamentales para salvar vidas.
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“Hay factores que pueden favorecer el tiempo de respuesta de la atención prehospitalaria.
Uno de ellos es tener recursos en diferentes puntos de la ciudad”
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“Debe haber una ambulancia equipada
con Soporte Avanzado de Vida por cada
50 mil habitantes: una ciudad con un millón
de habitantes debería tener 20 unidades”
¿Qué hace tan importante a la Medicina Prehospitalaria?
Que permite atender a los pacientes críticos en el lugar
donde ocurre el evento. En esas situaciones se les presta
Soporte Avanzado de Vida (SAV), un sistema de técnicas
invasivas para estabilizarlos y luego trasladarlos rápidamente a un centro hospitalario, donde recibirán los cuidados definitivos. La Medicina Prehospitalaria surge como
una especialidad en Estados Unidos a finales de los años
setenta. Hoy tiene gran auge en ese país y en los países de la
Unión Europea. También en algunas ciudades de Venezuela
como Caracas, Maracaibo y Puerto Ordaz se está trabajando intensamente en esa área desde hace varios años. Con
esa práctica ha aumentado en gran medida el índice de
supervivencia de los pacientes, sobre todo de aquellos que
presentan politraumatismos.
¿Qué condiciones debería tener un servicio de esta naturaleza para que se considere eficiente?
Si preguntamos a los ciudadanos de cualquier país del
mundo qué esperan de un servicio de atención primaria
–bien sea de policías, bomberos o ambulancias– al ocurrir
una emergencia, contestarán: que lleguen rápido, pero
que, además, presten atención de alta calidad, que sean
eficientes y atentos, y que también cuenten con equipos
de alta tecnología.
¿Cómo se logra responder a esa expectativa?
Lo primero, por supuesto, con personal bien preparado, y
en eso hay importantes avances en Venezuela. Desde el
siglo XIX los expertos se dieron cuenta de que los bomberos
serían los primeros en entrar en contacto con heridos y
atrapados, y que, por lo tanto, deberían estar capacitados
para dar aliento y apoyo. En nuestro país hay bomberos
desde 1937 y desde hace 30 años son bachilleres y estudian
carreras universitarias. También existe desde hace más de
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20 años el Instituto Universitario de Bomberos, donde se
ofrece formación en Ciencias del Fuego y Emergencia Prehospitalaria. Actualmente hay cerca de 12.000 bomberos
en toda Venezuela, incluyendo a los voluntarios. En Caracas, la cifra ronda los 3.700, aunque debería haber 5.000,
uno por cada 1.000 habitantes.
¿Qué recursos se requieren para contar con un buen
servicio?
El número de ambulancias con que cuenta una ciudad es
muy importante. Debe haber una ambulancia equipada
con Soporte Avanzado de Vida por cada 50 mil habitantes.
Por ejemplo, una ciudad con un millón de habitantes debería tener 20 unidades. Pero también requiere igual número
de ambulancias para pacientes crónicos, así como suficientes helicópteros para el traslado aeromédico, distribuidos
convenientemente por todo el país. Es fundamental que
esos helicópteros se dediquen sólo al traslado médico y
tengan los equipos especiales necesarios. La experiencia
dice que cuando se destinan a múltiples usos, el servicio
fracasa.
¿Cuál es el tiempo óptimo para resolver una emergencia?
El tiempo de respuesta de los servicios de emergencia es
el lapso que transcurre desde que se recibe la llamada
hasta que la unidad llega al sitio donde se requiere. Tanto
en Estados Unidos como en los países de la Unión Europea
existen normas para ambulancias y servicios de emergencia: una vez que las unidades arrancan tienen hasta 4
minutos para llegar al lugar, al menos la primera unidad,
que puede ser una moto. El resto de las unidades de apoyo
tiene un tiempo máximo de 8 minutos para llegar. Estas
reglas deben cumplirse en no menos de 90% de los casos.
En carreteras se estima que los bomberos deberían llegar a
más tardar en 15 minutos con ambulancias equipadas con
Soporte Avanzado de Vida y con uno o dos helicópteros para
traslados a hospitales. Estas acciones aumentan en más
de 50% la probabilidad de supervivencia de los pacientes.
¿Cómo es posible alcanzar ese tiempo de reacción?
Hay factores que pueden favorecer el tiempo de respuesta.
Uno de ellos es tener recursos en diferentes puntos de la
ciudad. Miami, por ejemplo, tiene 90 cuarteles de bomberos
con ambulancias, con lo cual mejora mucho su capacidad
de respuesta. En Estados Unidos y en los países de la Unión
Europea las unidades de emergencia están equipadas con
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sensores que hacen cambiar de modo automático los semáforos a medida que se aproximan a cada esquina. Todos
los factores que retardan la llegada de respuesta durante
las emergencias deben ser cuidadosamente analizados
para tomar las correcciones necesarias y ofrecer así una
atención eficiente. De nada vale contar con ambulancias
nuevas y bien equipadas, si están distantes y llegan tarde
cuando se requieren.
¿Cuáles serían esos factores que retardan la respuesta?
Son muchos. Uno importante es el aviso a los servicios de
emergencia. Encuestas aleatorias realizadas en Venezuela
y algunos países de Latinoamérica nos dicen que más de
50% de las personas desconoce cómo pedir ayuda. No saben
el teléfono de emergencia de su ciudad y, por tanto, no
llaman o lo hacen tardíamente. En países con tradición
de servicios de emergencia, la cadena de supervivencia
empieza con los ciudadanos preparados para los primeros
auxilios, y hay una adecuada educación a la comunidad
para que sepa actuar y pueda acceder a estos servicios de
forma oportuna.
Desde su experiencia, ¿qué se debería hacer para mejorar la calidad de los servicios de atención primaria de
emergencia?
Muchas gobernaciones y alcaldías realizan grandes inversiones en estos servicios, pero la mayoría de las veces se
descuidan componentes fundamentales como la compra
de equipos y materiales de calidad, y su respectivo mantenimiento, y la atención al recurso humano (que implica
hacer una buena selección del personal, ofrecer cursos de
mejoramiento, hacer una supervisión adecuada e inculcar
y cultivar el sentido de pertenencia y el compromiso de
atención a la comunidad). También se deben manejar cuidadosamente las estadísticas, a las que se les da muy poca
importancia. Cuando no se realiza auditoría al servicio
prestado, la calidad de la atención puede ser mala y las
autoridades no lo perciben.
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¿Qué equipos son necesarios para ofrecer un servicio
de calidad?
En los últimos años han surgido interesantes modelos
en los servicios de emergencia. Es el caso del Servicio de
Asistencia Municipal de Urgencia y Rescate (SAMUR) del
Ayuntamiento de Madrid (España). Es un servicio de ambulancias equipadas con tecnología de punta, en número
suficiente y tripuladas con personal de alta preparación
Hoja de vida
Rodolfo Briceño nació
en San Cristóbal (estado Táchira), pero a los
pocos meses la familia
se trasladó a Valera (Trujillo) y luego a Caracas.
Es el mayor de cinco
hermanos. Está casado
con la madrileña María
Dolores García y tiene tres hijos (Alexandra, Rodolfo Augusto
e Itziar) y una nieta (María Alejandra).
Hijo de médico, Briceño jugaba de niño con los frascos de
medicina e instrumentos de su padre. De allí nació su profundo interés por la Medicina y por el servicio a los demás.
En 1956, mientras estudiaba bachillerato en el Liceo Andrés
Bello, se inscribió como bombero voluntario en el Cuerpo de
Bomberos de Caracas, iniciando así una larga relación que aún
mantiene. Posteriormente, entró a la Facultad de Medicina de
la Universidad Central de Venezuela (UCV). En 1964 obtuvo
su primer cargo permanente dentro del Servicio Médico del
Cuerpo de Bomberos y cuatro años más tarde se graduó de
Médico Cirujano en la UCV. Hizo el postgrado de Pediatría
en el Hospital Jesús Yerena de Lídice y en el Hospital de Niños
J.M. de los Ríos, donde también se especializó en Alergología.
Briceño salía de los incendios y rescates a la consulta médica.
Enamorado de la Pediatría tanto como del ejercicio de bombero, jamás ha dejado su consultorio ni ha detenido su proceso
de formación. Como bombero, recorrió todos los grados
y responsabilidades hasta llegar al rango de coronel y ser
Comandante General del Cuerpo de Bomberos de Caracas,
en una gestión intensa que comenzó en 1999 y que debió
enfrentar el flujo de lodo que ocasionó la tragedia del estado
Vargas y otros eventos de gran magnitud como el incendio de
la Torre Este de Parque Central. Hoy es docente en el Instituto
Universitario de Bomberos, en el que comparte con las nuevas
generaciones su larga experiencia.
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(incluso algunas llevan el médico a bordo). El SAMUR
usa un instrumento de control de calidad con más de 80
indicadores de actividad, 30 auditorías internas al año y,
además, realiza encuestas de satisfacción del usuario. Todo
esto les permite mejorar las fallas que puedan tener y
decidir en cuáles zonas de la ciudad deben instalar nuevas
estaciones de ambulancias para responder más pronto.
Servicios en otros países, como los Bomberos de Houston
(Estados Unidos), siguen ese ejemplo y aplican controles
de calidad. En Venezuela, muchas ciudades no cuentan
con suficientes ambulancias y vehículos de bomberos, y
pocas veces escucho a los alcaldes decir que quieren tener
un servicio de emergencia de alta calidad.
¿Qué deberían hacer los ciudadanos?
Deberían pedir a sus alcaldes y gobernantes seguridad
integral. Se piensa que la seguridad es sólo policial o patrimonial, pero no es suficiente. Es seguridad que llegue
la policía si te roban y que llegue a tiempo la ambulancia
si hay un herido, pero también que te atiendan en el hospital, que las calles estén iluminadas, que los semáforos
funcionen, que las aceras estén en buenas condiciones
para evitar accidentes, que haya un adecuado control del
tránsito (los accidentes son la primera causa de muerte en
Venezuela). La seguridad se debe ver como un abanico de
oportunidades que las personas debemos tener y disfrutar
para sentirnos protegidos. Eso tiene que ver con buena
calidad de vida.
¿En un futuro cercano se podrá contar en Venezuela con
servicios de atención primaria de esa calidad?
Debemos trabajar para que en los próximos años los servicios de policía, bomberos y ambulancias de nuestras
ciudades tengan un buen tiempo de respuesta y para que
la atención sea de alta calidad. En Caracas hacen falta
centros de trauma –al menos dos–, así como hospitales de
referencia para quemados. Estos pacientes son atendidos,
pero necesitamos centros especializados, fundamentales en
las grandes ciudades. Sueño con que podamos contar en todas las ciudades con buenos servicios de atención primaria,
con que los teléfonos de emergencia funcionen óptimamente
–con registro de llamada entrante y sistema de grabación
en tiempo real– y tengan autonomía eléctrica, para que
se pueda prestar servicio, incluso, en casos de terremoto,
apagón o sabotaje. Y creo que esto es posible. La educación
para prevenir riesgos y saber defenderse en situaciones de
emergencia será el eslabón inicial.
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