Por la convivencia democrática

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Por la convivencia
democrática
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POR LA CONVIVENCIA DEMOCRÁTICA
España conoce hoy día proyectos inconstitucionales que pretenden cambios sustanciales en el
modelo de Estado y la secesión de alguna de sus nacionalidades y regiones.
En respuesta a cualquier alegato a favor de dichos proyectos o ante cualquier interés por su
naturaleza (en un encuentro oficial o informal, seminario, pregunta de medios de comunicación,
etc.…), es preciso seguir las siguientes líneas de argumentación.
I. Diálogo
El gobierno entiende que las diferencias políticas se resuelven mediante el diálogo, un diálogo
que “no tiene fecha de caducidad”. El diálogo y la búsqueda del acuerdo son la columna vertebral de la democracia.
II. Por el Estado de Derecho y la lealtad institucional
Ese diálogo debe ejercerse:
• Con respeto al marco jurídico común: esa es la voluntad de cualquier Estado de Derecho.
Nuestra Constitución establece que la nación es indivisible: los problemas de la democracia se resuelven con más democracia y, así, lo que hemos decidido en democracia
plena, debemos tratarlo en democracia plena y no en una democracia deficitaria. Cuanto mayor sea el derecho a la participación, mayor será el imperio de la ley.
Dicha Constitución no es un ídolo ni un arcano que adoramos supersticiosamente, sino
que encarna lo mejor que hemos hecho todos juntos: la ratificación popular de la Constitución española por referéndum alcanzó el 92% de los sufragios en Cataluña. No podemos actuar de manera desleal, esto es, en desacuerdo con la ley, comprometiendo
la aspiración de concordia y la palabra dada por la inmensa mayoría de los catalanes.
Solo existe un “no” rotundo de la mayoría de las fuerzas políticas y sociales en España
y es ante la pregunta “realmente ¿somos tan distintos que no podemos seguir encontrando libre y democráticamente nada en común con el resto de los españoles?”. Esa
mayoría dijo resuelta y confiadamente “no” a esa pregunta hace 35 años y vuelve a reafirmarse en ello hoy día, ante quienes, como los separatistas, responden “sí, somos tan
distintos que no podemos encontrar libre y democráticamente un espacio en común”.
El Derecho comparado, al estudiar el Derecho Constitucional de otros Estados, incluso
los federales, prueba que ese principio es común a la generalidad de las Constituciones
vigentes. En efecto, la norma que rige la vida política de los españoles es análoga a las
normas que rigen la vida política de cualquier país del mundo.
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Una reforma constitucional que conlleve un cambio sustancial en el modelo de Estado
ha de ser el producto de una decisión del pueblo español, titular de la soberanía nacional, y de acuerdo con los procedimientos previstos en la propia Constitución. Nadie
niega la posibilidad de que todos nos demos otras pautas constitucionales: solo algunos nacionalistas y los separatistas lo niegan, pues niegan ese derecho al conjunto de
los ciudadanos, exigiendo que solo unos puedan ejercerlo. Todos los ciudadanos tienen
derecho a participar en los asuntos públicos, no solo una parte.
El concepto de principio democrático se vale de un adjetivo, “democrático”, para presentarse como inatacable. Lo cierto es que la democracia es, esencialmente, diálogo,
pacto, acuerdo. Cuando se propone una acción política unilateral que lo que persigue
es el fin del pacto, del acuerdo, en resumen, de la convivencia, es impropio hablar de un
principio democrático.
• Con respeto al Derecho Internacional
Si el respeto a la Constitución es el respeto a la voluntad de concordia y de pacto, el
respeto al Derecho Internacional es también el respeto a un Derecho de la comunidad
mundial, a un Derecho que se elabora al servicio de la humanidad.
Uno y otro Derecho, el Interno y el Internacional, tienen como fin último la persona y de
esa atención primordial a la dignidad humana, que es la que debe guiar también a todo
gobierno, deriva su justificación moral y política.
La lealtad hacia los ciudadanos nos obliga, así, a recordar cómo ese bien superior de la
unidad nacional se preserva también por el Derecho Internacional contemporáneo, que se
fundamenta en el principio de la obligación de respeto a la integridad territorial de los Estados soberanos existentes, y cómo las circunstancias precisas en que el Derecho Internacional reconoce el derecho de autodeterminación no son de aplicación a España, como
no lo son a tantos otros Estados democráticos que conocen movimientos separatistas.
• Con lealtad institucional, otro principio análogo al de cualquier nación democrática
III. Interés general
El objetivo del Gobierno es atender al interés general de los españoles y, por ello, de todos los
catalanes.
1. Ese interés general es el que debe presidir la negociación de un modelo mejor de financiación, algo que reclaman muchas autonomías.
• Ello es un elemento importante, pero uno más, del debate diario en que consiste
la vida pública de cualquier nación o en que consiste el proceso de construcción, por
ejemplo, de la Unión Europea.
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• ¿Cuál es la financiación de las comunidades autónomas? La que se recoge en una
Ley aprobada por el Parlamento, previa negociación con todas las comunidades autónomas. En el caso de Cataluña, el sistema de financiación ha contado siempre con
la conformidad del Gobierno catalán, y el actualmente en vigor se diseñó con especial
atención a los intereses de esta comunidad autónoma.
• Al debatir sobre el saldo de la “balanza fiscal” de Cataluña hay que partir de la base de
que el propio concepto de balanza fiscal es discutible: los territorios no pagan impuestos, son los ciudadanos los que los pagan.
• No existe un único método de cálculo de la balanza fiscal, sino varios, todos ellos
igualmente válidos y los resultados varían enormemente según el método elegido: Así,
para Cataluña, para el año 2010, el resultado varía entre un déficit de 16.543 M€ y uno
de sólo 774 M€.
• Por otra parte los saldos fiscales varían de un año a otro. En los años de prosperidad,
con ingresos fiscales altos, las regiones más ricas, como Madrid y Cataluña, tienen un
“déficit fiscal” más alto. En los años de crisis, lo tienen menor o, incluso, puede convertirse en “superávit fiscal” (como ocurrió en Cataluña en 2009). Si se toma la media
de los cinco años 2006-2010, la “balanza fiscal” catalana arrojaría un déficit medio de
6.910 millones de euros.
• En conclusión, no cabe admitir que existe un expolio fiscal, salvo que se admitan cálculos que resultan poco fiables; existe una contribución a la solidaridad, prevista en la
Constitución y que afecta a muchas otras comunidades autónomas.
• Toda comunidad autónoma es responsable, en un grado cada vez mayor, de su gestión económica.
• Justamente porque cuentan con un grado importante de autogobierno, los resultados económicos de unas y otras comunidades autónomas difieren sensiblemente,
incluso entre aquellas que son análogas en términos de balanza fiscal.
• Estas explicaciones en ningún caso impugnan el hecho de que, desde la puesta en
marcha del sistema de financiación autonómico hace varias décadas, Cataluña contribuye solidariamente al equilibrio territorial de España.
• De todos estos datos, es lícito concluir: que el modelo de financiación es fruto del
pacto, que no existe por tanto una discriminación ejercida sobre Cataluña -pues lo ha
respaldado año tras año-, que varias comunidades autónomas se sienten así mismo
desatendidas o agraviadas fiscalmente por el Estado, que ello es prueba de que ninguna está singularmente discriminada y es prueba también de que el Estado ejerce
sanamente el papel de punto de coincidencia de los intereses nacionales.
• Pretender, sobre estos precedentes, que la única solución es poner fin a ese debate,
malograr la vida en común, promoviendo el proyecto de romper con el otro, es una regresión política y económica.
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• Pero es esencialmente un retroceso moral, pues reniega de un esfuerzo ejemplar y
de valor universal, aquel por el que una parte de la sociedad (nacional, europea, internacional) desea contribuir al bienestar de quienes no logran conseguirlo por sí mismos.
Recordemos que la base ética de ese resorte solidario consiste en considerar al destinatario radicalmente un igual, aunque en apuros; en buena lógica, solo es posible poner
fin a dicha solidaridad sobre la base de considerar distinto al que la recibe, actitud de
claro abandono moral.
• En resumen, el lema “España nos roba” no solo es insostenible en términos estrictamente económicos, sino que se vuelve contra los que lo gritan al manchar una trayectoria estimable en términos de solidaridad, en este caso, de la sociedad catalana.
2. Al atender a dicho interés general, el gobierno se reafirma en:
• su profundo afecto por la sociedad catalana en su conjunto
• el respeto institucional a la Generalitat de Cataluña y la esperanza de una recíproca
lealtad
• La lealtad hacia los ciudadanos y las instituciones
Todo ello nos obliga a plantear los debates políticos, económicos o históricos, con solvencia y
probidad intelectual, huyendo de manipulaciones.
Por otra parte, esa lealtad convierte en rechazables todas las conductas que buscan la descalificación de España como marco de convivencia y como Estado social y democrático de Derecho
y convierte en igualmente rechazables todas aquellas conductas que buscan la descalificación
del conciudadano.
Es de lamentar que, a la hora de promover ciertos proyectos políticos, algunas instancias públicas en Cataluña y algunos sectores secesionistas actúen con menosprecio de los principios
éticos y de conducta que exigen hoy día a sus representantes y a los poderes públicos los ciudadanos. Es preciso preguntarse, ante estas actuaciones, cuyo propósito es la descalificación
del Estado social y democrático de Derecho y la descalificación del conciudadano, por qué
se violentan los principios de objetividad, neutralidad, imparcialidad, responsabilidad o lealtad
institucional; principios que deben guiar a los poderes y representantes públicos; tenemos que
preguntarnos si esas actitudes respetan o no la ética de las instituciones; es necesario examinar, en fin, hasta qué grado se apartan tales comportamientos de la búsqueda del bien común,
por qué se infringen los principios de respeto a los individuos y al conjunto de los ciudadanos,
que nos obligan a todos.
Al ser esta una verdad patente -la de la plenitud democrática del Estado de Derecho en Españaciertos secesionistas necesitan negarla, intentando presentar fraudulentamente como realidad la ficción de un Estado totalitario y colonizador. Solo si consiguen ser vistos como víctimas
de la violencia y la colonización –intuyen los secesionistas- lograrán la solidaridad de los demás.
España ha conseguido proyectar la imagen de un país políticamente estable, jurídicamente seguro, abierto al mundo y firmemente comprometido con los valores fundamentales que inspi-
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ran las relaciones pacíficas dentro de la comunidad internacional, muy en especial, los valores
relativos a la dignidad humana, la libertad, el Estado de Derecho, los derechos humanos, la
solidaridad, el fomento de la paz, el respeto del Derecho Internacional y el compromiso con el
multilateralismo. Esos fines y esos medios nos dignifican a todos los españoles y, por ello, a
todos los catalanes: y de ese camino no nos separarán los separadores, por muy degradantes
que sean sus medios.
IV. ¿Qué desarrollos se derivan de estos principios y objetivos?
1)El Gobierno está convencido de que “juntos ganamos todos y separados todos perdemos”
2)Juntos, todos ganamos:
• Porque nuestra historia demuestra que la convivencia democrática ha otorgado a los
españoles el periodo más fecundo y duradero de libertad, justicia, solidaridad, dignidad
humana y bienestar. Es obligado reivindicar los beneficios de la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes, como es voluntad de cualquier Estado de
Derecho en el mundo.
• Porque mantener el espíritu de concordia y de reconciliación que presidió la elaboración de la Constitución de 1978 es garantía de progreso y de vida en libertad. Es la
Constitución de las libertades y la concordia, la de España como un Estado social y
democrático de Derecho, que reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las
nacionalidades y regiones que la integran. Esa Carta Magna fue el fruto de la llamada
transición española, un momento extraordinario de tensión moral que arrancó lo mejor
de los españoles, un modelo de comportamiento que ha inspirado y sigue inspirando
los procesos de transición en varios continentes. En resumen, el pacto constitucional,
obra de todos y para todos, permitió sellar la reconciliación y fue el triunfo de la concordia y de la integración. Ese espíritu ha sido el fundamento de la modernización y transformación de España en las últimas décadas. En este contexto, tiene hoy día especial
virulencia el separatismo y la pregunta natural que se hace mucha gente es: ¿Cómo es
posible defender una separación que entraña la extinción de esta vida en común y el
fin de ese triunfo histórico de la concordia?
• Porque esa misma historia nos enseña las consecuencias graves de cualquier proyecto político que se base en la voluntad de no convivir: España es una de las más viejas
naciones del mundo y su realidad histórica, como la de tantas naciones, es un proceso
secular complejo de aciertos y de errores, de vacilaciones y utopías, pero también de
ilusiones, de pautas comunes de vida, de deseos y de recuerdos comunes. Como en
tantos países, España ha sufrido la terrible experiencia de la guerra civil y de regímenes autoritarios. En ese pasado complejo, la articulación de la pluralidad y diversidad
territorial de España ha sido motivo corriente de discordia y distanciamiento. Esta su-
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cesión de conflictos y acuerdos, de retrocesos y progresos en la lucha por la libertad,
el bienestar y la paz son intercambiables con los de cualquier otra historia nacional. No
hay continente ni región en el mundo que no conozca problemas de crisis internas, de
integración y de convivencia. Los españoles, conscientes de ese pasado, decidieron
restablecer la libertad y la democracia y aprobaron por amplia mayoría la Constitución
de 1978, fruto del más amplio consenso alcanzado nunca entre españoles.
• Porque nuestra Constitución, en su preámbulo, proclama la voluntad de proteger a
todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus
culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. Las Comunidades autónomas, en número de 17, nacen a partir del reconocimiento de la autonomía por parte de la Constitución. Sus Estatutos concretan el ejercicio del derecho al autogobierno y actúan como
instrumento normativo fundacional de la Comunidad Autónoma. Cataluña cuenta con
un poder legislativo y ejecutivo propios, ejercidos sobre un número amplísimo de competencias.
• Porque el derecho de autogobierno que consagra el Estatuto de Autonomía de Cataluña ha tenido como consecuencia que Cataluña haya logrado el reconocimiento de su
vocación de autogobierno y de su personalidad, que tiene en la lengua y cultura catalanas uno de sus rasgos más acusados; y ha tenido como resultado que nunca Cataluña,
en su historia democrática, haya alcanzado mayor grado de autogobierno en todos los
ámbitos, político, económico y cultural, y que nunca hayan gozado la lengua y la cultura catalanas de una vitalidad, de una extensión educativa, magnitud de hablantes,
respaldo político, institucional y jurídico, y recursos presupuestarios tan amplios como
desde el día en que, en virtud de la Constitución y el Estatuto, Cataluña recuperó plena
y definitivamente sus instituciones de autogobierno.
• Porque sabemos que toda esta realidad asumida por el conjunto de la sociedad en
España deriva precisamente de la Constitución común.
• Porque tenemos derecho a reformarlo todo, menos el bien común de nuestra convivencia plural y libre.
• Porque todos somos conscientes de que, en cualquier periodo de la historia de España, de la historia de Cataluña, siempre ha existido -y existirá- una opción estrictamente catalana por la concordia y la convivencia, opción preferida mayoritariamente
por los hombres y mujeres de Cataluña. Aunque Cataluña nunca ha sido un reino independiente, sí la distingue una “voluntad de ser”, que ha resultado siempre compatible
con la idea de España. El conjunto de España, a partir de la transición, ha cumplido un
trabajo de progreso moral, hecho de compromisos y renuncias, de voluntad de concordia, que ha confinado a la marginalidad la voluntad contraria, la de no convivir. Y
en ese logro participó resueltamente Cataluña. La España verdaderamente plural, la
que hemos querido entre todos, es aquella construida sobre una convicción: que el
florecimiento humano y social exige, para ser fecundo, la diversidad. Y esta certeza
debe mucho a la pedagogía hecha por espíritus catalanes. El independentismo recurre a una genealogía histórica que debilita su reivindicación: si fuera cierto que desde
hace varios siglos existen actitudes separatistas que buscan la división y la secesión,
la mayoría de los catalanes ha optado, siempre, por la concordia y la convivencia. Esa
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opción por la convivencia significa que, sin salir de Cataluña, uno puede transitar por
todas sus vertientes, la económica, la cultural, la política, la religiosa, la periodística,
encontrándose con que mayoritariamente han rechazado dar la espalda al resto de
los españoles.
• Porque el ejercicio del pretendido derecho a decidir esconde un retroceso político y
de ética cívica. La pregunta de ese supuesto derecho se plantea así: ¿qué quiero ser?
o ¿qué quiero hacer? Pero esa no es la pregunta que exige la altura moral de nuestro
tiempo, la pregunta que reclama nuestro pasado y nuestro presente, sino ¿qué quiero
construir conjuntamente contigo? Si respondemos a esta pregunta: “Nada, no quiero
construir nada contigo”, la pregunta del llamado derecho a decidir es superflua, porque
ha triunfado ya la voluntad de no convivir. En verdad, lo que proclama es: “no me interesa ninguna opción de vivir juntos”. Por eso, solo es legítimo responder primero a lo que
va primero, responder primero sobre qué opciones preferimos para nuestra convivencia
democrática, no sobre su fin irreversible.
• Porque, entonces, el llamado derecho a decidir no es una iniciativa más en el marco
de nuestra búsqueda común del bien público, sino que rompe la secuencia histórica y
significa el derecho a decidir una sola cosa: “la voluntad de no convivir”. El propósito
de “romper con el otro” constituye una regresión ética, política e histórica, en cualquier
sociedad democrática del mundo, que traiciona, en este caso, lo mejor que Cataluña, y
también el conjunto de España, pensó y sintió históricamente y especialmente durante
los años más fecundos de la transición.
• Porque nuestra coincidencia no excluye la discrepancia.
• Porque mientras que cualquier proyecto político partidario de la convivencia, de la
concordia, cuenta con toda la ciudadanía, la opción por la secesión es la única que
excluye a unos.
• Porque no existen valores sociales en que fundamentar que es preferible acabar con
la primacía de la concordia, del diálogo y de la palabra, que es preferible excluir a acoger.
3)El gobierno está persuadido de que “separados todos perdemos”, porque romper los
vínculos tiene consecuencias perjudiciales para todos.
• La vocación europeísta de Cataluña se vería truncada; el ordenamiento jurídico de
la Unión Europea resulta explícito, claro y contundente respecto de una declaración
unilateral de independencia, como lo señala Bruselas: la independencia entraña la
salida de la Unión Europea.
• Junto a las disposiciones de orden jurídico, es legítimo señalar que una secesión es
contraria al espíritu político que anima el proyecto de construcción europea: ¿cómo
puede optar a un proyecto de unión y solidaridad -el proyecto europeo- quien quiere
romper con otro proyecto de unión y solidaridad mucho más antiguo y efectivo?
• Pero pierden también los ideales europeos, que son “la unidad, la solidaridad y la armonía entre sus pueblos” (Preámbulo del Tratado de la Unión Europea - TUE) y pierde
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su proyecto de “creación de una Unión cada vez más estrecha entre los pueblos de
Europa” (Art. 1 TUE)
• Porque la voluntad de no convivir, de cancelar una comunidad de afectos, pues eso
significa primordialmente todo proyecto separatista en el mundo libre, entraña una
regresión histórica, política, socio-económica, cultural y ética que no puede ser premiada por respeto a los ideales europeos.
• Porque el separatismo no plantea opciones de convivencia. Y de ahí la angustia de
muchos catalanes, ante un horizonte donde no se invita a los ciudadanos a elegir entre opciones de vida política (izquierda, centro, derecha), sino a votar por la extinción
de esa misma vida en común.
• Porque nunca, desde la recuperación de las libertades, la sociedad catalana había
vivido episodios de desgarro, fractura social y riesgo de enfrentamiento como hoy. El
gobierno y las principales fuerzas políticas y sociales defienden su opción mejor para
la vida española: la de seguir juntos.
• Porque si en casos supremos de realización de una vida democrática y libre –el Reino Unido o Canadá- se da el fenómeno de las fuerzas disgregadoras, ello significa,
matemáticamente, que la causa primera de los movimientos que propugnan una separación, en el mundo libre, no es una causa que tenga que ver con el perfeccionamiento de nuestro modelo de convivencia. ¿Es creíble que tales Estados carezcan de
las suficientes garantías democráticas como para que cualquiera de sus partes se
vea obligada a buscar en la separación más democracia? El proyecto separatista no
presenta opciones de convivencia sobre las que decidir; el llamado derecho a decidir
es un derecho que deroga algo compartido, en este caso, una vida en común.
• Porque la independencia entraña un empobrecimiento económico seguro: la ruptura
del mercado crearía un obstáculo a la libre circulación de bienes y capitales ; el nuevo Estado deberá pagar aranceles a la hora tanto de vender en la España amputada
como a cualquiera de los restantes países de la UE; ello produciría una caída de las
exportaciones catalanas y del PIB de Cataluña; la refinanciación y pago de la deuda de
Cataluña –de más de 50.000 millones de euros- sería inabordable, salvo con medidas
que ocasionarían enormes contribuciones fiscales de la población; las empresas de
una Cataluña independiente no se beneficiarían de un sistema financiero de primera
magnitud; y se producirían deslocalizaciones y pérdida de capital humano.
• Porque la opción separatista provoca el desconcierto y consternación del conjunto
de la sociedad española, incluida gran parte de la catalana. En efecto, la sociedad
española en su conjunto se siente desconcertada, pues entiende que toda ella, con
la participación determinante de la sociedad catalana, ha triunfado resueltamente en
el proyecto histórico de lograr una convivencia libre y democrática, ha triunfado en su
aspiración de construir un modelo de Estado que protege a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones,
con las imperfecciones propias de toda obra política. Se siente consternada, pues esa
vida española considera, ante cualquier desacuerdo, que sigue vigente en su integridad el espíritu de concordia que dio origen a ese nuevo modelo de Estado. Se siente
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perturbada al oír cómo cierto separatismo descalifica radicalmente tanto ese Estado
social y democrático de Derecho como a los propios conciudadanos, facilitando así la
fractura y desgarro social.
• Porque la opción del separatismo es solo una entre otras muchas opciones políticas
posibles, pero es la única que no tiene el menor deseo de aceptar ninguna opción de
vida en común, cegando así la mejor disposición al diálogo del conjunto de la sociedad
española.
• Porque no existe emancipación ninguna en considerar, a estas alturas del siglo XXI,
como hacen los separatistas, que el hecho de convertir en extranjero al conciudadano
es la solución para su bienestar.
• Porque la sociedad española confía plenamente en la conciencia cívica de la vida
catalana, que siempre ha preferido mayoritariamente la voluntad de concordia a la
voluntad de no convivir.
V.
Por todo ello, el gobierno, pero todos también, entiende
que “hemos de trabajar en el fortalecimiento de esos
lazos” y “huir de enfrentamientos”
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Anexo
Este anexo se divide en nueve capítulos que, si bien mantienen una coherencia plena, pueden
leerse en cualquier orden e incluso independientemente unos de otros. Precisamente por ello,
algunas consideraciones, así como ciertas citas textuales de declaraciones o publicaciones, se
repiten en más de un capítulo, dotándoles a cada uno de sentido completo.
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