La vecindad civil, documento de trabajo

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VECINDAD CIVIL:
I.- Concepto y delimitación.
II.- Demarcación geográfica.
III.- Regulación.
IV.- Clases: IV.a) Por filiación.
IV.b) Por residencia.
V.- Concepto de domicilio.
VI.- Reflejo registral de la vecindad civil.
VII.- Diferencias Fuero Nuevo-Código Civil:
a) Orden sucesorio.
b) Testamentos y sus formas.
c) Legítima.
d) Derechos del cónyuge viudo.
e) Adopción.
f) Filiación.
Martín Corera Izu.
Registro Civil-Pamplona.
Mayo-2011.
Es, sin duda, una cuestión de gran transcendencia en el
ámbito del Derecho Privado y que, en esta nuestra
Comunidad Foral de Navarra, dadas las circunstancias de
arraigo, proyecta una especial sensibilidad.
No podemos olvidar que, ante determinadas situaciones
jurídicas, el aplicar un determinado Derecho Privado u otro
tiene grandísima importancia dado que las consecuencias
de aplicar el Código Civil o la Compilación de Derecho Civil
de Navarra, Fuero Nuevo, son muy diferentes según un
texto legal u otro. Más adelante concretaremos dónde se
centran estas fundamentales diferencias entre el Derecho
Privado navarro, regulado, como decíamos, en el Fuero
Nuevo, y el Derecho Privado común, cuya regulación se
recoge en el Código Civil.
Definir
la
vecindad
civil
no
es
cuestión
sencilla,
personalmente, la definición que me parece más ajustada
es la de José Pere Raluy, la señala como el vínculo de
especial adscripción de una persona de nacionalidad
española
a
algunos
de
los
diversos
regímenes
diferenciados de Derecho Privado que coexisten en
España.
De todas formas, no deja de resultar incomprensible que el
Derecho Privado español aparezca escindido en diversos
ordenamientos, uno el llamado común, aplicable en la
mayor parte del territorio español y otros, los denominados
derechos forales, vigentes en regiones, provincias y aún
meros términos
municipales; decimos incomprensible
porque la base sobre la que se asientan los diversos
derechos territoriales es siempre la misma: romanogermánica-canónica, pero los políticos de la restauración
española cuando se promulgó el Código Civil, Ley de 11 de
mayo de 1888, no llegaron a ponerse de acuerdo sobre la
unificación legislativa, aspecto éste que, por ejemplo, en
unas más dificultosas circunstancias, lograron en Alemania
los políticos y juristas del II Reich con una diversidad y
complejidad legislativa infinitamente mayor a la de España,
y es que en Alemania convergían corrientes del Derecho
Sajón, del Derecho Canónico, el Derecho Común, el
Código Napoleónico y el Derecho Prusiano.
Lo cierto y evidente es que en España no se alcanzó la
deseable unidad jurídica.
Muy importante es que ni podemos ni debemos confundir
vecindad civil con vecindad administrativa o “condición
política” o la inscripción en el Padrón Municipal; la primera
supone,
como
señalábamos,
el
estar
sujeto
a
un
determinado Derecho Privado, la segunda corresponde con
la pertenencia a una determinada Comunidad Autónoma y
se refiere al ejercicio de los derechos políticos en esa
concreta Comunidad Autónoma.
Esta última referencia a la vecindad administrativa puede
encontrarse en los estatutos de autonomía de Cataluña,
País Vasco o Galicia; así, por ejemplo, el art. 7.1 del
Estatuto de Autonomía del País Vasco (Ley Orgánica
3/1979, de 18 de diciembre), dice que “a los efectos del
presente Estatuto, tendrán la condición política de vascos
quienes tengan la vecindad administrativa, de acuerdo con
las Leyes Generales del Estado, en cualquiera de los
municipios integrados en la Comunidad Autónoma”.
Es más, incluso es posible que esta condición pueda tener
reflejo en el propio Registro Civil como mención de
identidad (art. 12 Reglamento del Registro Civil), así lo
tiene previsto también la Circular de la Dirección General
de los Registros y del Notariado de 16 de noviembre de
1980.
También resulta interesante conocer la demarcación
geográfica, entendiendo que a cada ordenamiento jurídico
privado de los que coexisten en España corresponde una
vecindad civil determinada. La actual división jurídico
privada de nuestro país es la siguiente:
. Zona foral aragonesa: Comprende las tres provincias
de Aragón.
. Zona foral navarra: Comprende la Comunidad Foral
de Navarra.
. Zona foral balear: Comprende todo el archipiélago
balear.
. Zona foral vizcaína: Aquí prestar especial atención
porque esta vecindad comprende la provincia de Vizcaya
excepción hecha de las siguientes localidades: Bermeo,
Durango,
Ermua,
Guernica,
Lanestosa,
Lequeitio,
Marquina, Ochandiano, Portugalete, Plencia, Valmaseda y,
además, Bilbao. Pero cuidado que también pertenecen a la
zona foral vizcaína los municipios alaveses de Llodio y
Aramayona. El territorio aforado comprende el Infanzonado
o Tierra Llana de Bizkaia, de aquí la distinción entre
vizcaínos. La distinción la refleja con nitidez la STS, Sala
Primera, de lo Civil, de 11 de marzo de 2010.
. Zona foral de Ayala: Comprende los términos
municipales de Ayala, Amurrio, Lezama y Oquendo.
. Zona foral de Baylio: Es una zona de Extremadura no
bien determinada pero que, por lo menos, comprende las
localidades de Alburquerque y Jerez de los Caballeros.
. Zona foral de Galicia: Comprende toda Galicia.
. Zona foral catalana: Comprende Cataluña, a pesar de
que se diversifica, a su vez, en subzonas que tienen sus
variantes jurídicas: barcelonesa, tortosina, gerundense,
leridana y aranesa.
Señalar que la materia se regula en los arts. 14 y 15 del
Código Civil, reformados, respectivamente, por la Ley
11/1990, de 15 de octubre, y la Ley 18/1990, de 17 de
diciembre, para de esta forma adaptar la materia a los
principios constitucionales de no discriminación por razón
de sexo y de igualdad de derechos de los cónyuges, ya que
la Ley 14/1975, de 2 de mayo, derogó el criterio del
seguimiento de unidad familiar para la nacionalidad, y el
principio de unidad familiar en la vecindad civil, en cuya
virtud la ley del marido determinaba la de la esposa y la de
los hijos in potestate, se mantuvo hasta la reforma
señalada de 1990.
Ante ello, dada la irretroactividad en la aplicación de las
normas (arts. 9.3 Constitución Española y 2.3 Código Civil),
todo matrimonio de mujeres navarras con ciudadanos de
distinta vecindad civil producía ipso iure la pérdida
automática de la vecindad foral navarra.
La Disposición Transitoria de la mencionada normativa
intentó paliar esa consecuencia ofreciendo, en el plazo de
un año desde la entrada en vigor de la Ley, la posibilidad
de recuperar la vecindad civil perdida por seguir la
condición del marido, además, claro, la necesidad de
solicitarlo de forma expresa. Lo cierto fue que no tuvo
mucha efectividad consecuencia de la falta de difusión de
tal posibilidad, y también por el plazo tan breve de un año
que se ofrecía para ejercer la recuperación.
Al respecto, fue comentada en su día la Resolución de 7 de
octubre de 1998, referida al supuesto de una mujer navarra
casada con un ciudadano de vecindad civil gallega en
agosto de 1990 y que quería conservar la vecindad civil
foral navarra; se resuelve en el sentido de señalar que ello
no es posible ya que tal vecindad la había perdido por
matrimonio conforme a la redacción anterior del art. 14
párrafo 4 del Código Civil; cierto es que la norma ha sido
modificada y que dicha pérdida automática de la vecindad
civil de la esposa por consecuencia de un matrimonio ha
sido tachada de inconstitucional por la doctrina científica, e
incluso por la STS de 6 de octubre de 1986; ahora bien,
para otras opiniones la discriminación era más formal que
real y la cuestión se modificaba con la ya citada Disposición
Transitoria de la Ley de 15 de octubre de 1990 permitiendo
a la mujer casada no perder su vecindad civil si así lo
manifestaba en el señalado plazo de un año. La Resolución
mencionada interpretaba que si la mujer casada dejó
transcurrir el plazo del año sin efectuar manifestación
alguna, implícitamente aceptó seguir la nacionalidad civil
del marido.
Lo cierto es, en esta interesante cuestión, que la STS nº
588/2009 de 14/09/2009 deroga el art. 14.4 Código Civil por
inconstitucionalidad
sobrevenida
de
una
norma
preconstitucional desde la entrada en vigor de la propia
Constitución de 1978, al ser una norma discriminatoria,
contraria al principio de igualdad de los cónyuges,
consagrado en los arts. 14 y 32 CE, que establece la
igualdad jurídica del matrimonio.
El art. 14.4 Cc, redactado de acuerdo con el Decreto
1836/1974, de 31 de mayo, y que no fue reformado hasta la
la Ley 11/1990, decía: “la mujer casada seguirá la
condición del marido”. Dice la sentencia referida que se
trataba de una norma preconstitucional que contenía una
flagrante lesión del derecho a la igualdad de los cónyuges,
cuando establecía un trato discriminatorio entre el marido y
la mujer, dado que imponía a ésta una vecindad civil,
independientemente de su voluntad, de forma que los
sucesivos cambios que experimentara la del marido le iban
a afectar a ella, tanto si desaba adquirirla como si no.
Centrándonos propiamente en las causas de adquisición
de la vecindad civil, éstas son las siguientes:
1º.- Por filiación.
2º.- Por nacimiento en el territorio que tenga específica
vecindad.
3º.- Por opción.
4º.- Por residencia.
5º.- Por adquisición de la nacionalidad española.
6º.- Por recuperación de la nacionalidad española.
Antes de concentrarnos en el análisis de cada uno de estos
aspectos señalar que las normas sobre vecindad civil
tienen naturaleza imperativa, de modo que la adquisición,
pérdida y cambio de vecindad se rigen por las reglas
establecidas en el Código Civil, las cuales no pueden ser
objeto de cambio por los interesados. Sólo en aquellos
casos en que la ley lo acepta, se admite la eficacia de las
declaraciones de voluntad, como ocurre en los diferentes
supuestos de opción (arts. 14.3-4, 14.4 y 15.1 Cc), y en las
declaraciones de adquirir la vecindad civil del lugar de
residencia (art. 14. 4-1º), y de conservar la vecindad
originaria (art. 14. 5-2º Cc), siempre en las condiciones y la
forma establecida legalmente en las disposiciones citadas.
A continuación vemos cada uno de los supuestos que
hemos fijado con anterioridad:
Vecindad civil por filiación:
Se parte del “ius sanguinis” como criterio de determinación
de la vecindad civil.
Lo fija el art. 14-2 Código Civil cuando señala que los hijos
tendrán la vecindad de los padres (“los nacidos de padres
que tengan tal vecindad”); en su caso, lógicamente, los
adoptados menores de edad tendrán la vecindad civil de
los adoptantes, y es que la filiación, sea por naturaleza sea
adoptiva, surte, como no podía ser de otra forma, los
mismos efectos (art. 108 Código Civil).
Supuesto frecuente es que al nacer el hijo los padres
tengan distinta vecindad, en este caso, el hijo tendrá la del
lugar de nacimiento (aquí seguimos el criterio “ius soli”), sin
perjuicio de que, los padres, puedan, en el plazo de seis
meses siguientes desde el nacimiento, atribuir al hijo la
vecindad civil de cualquiera de ellos.
De ello deducimos que, como en la nacionalidad, la
atribución de la vecindad civil vía ius soli es subsidiaria de
la transmisión ius sanguinis.
Vecindad civil por opción:
A pesar de todo lo que hemos comentado referido a la
sentencia del Tribunal Supremo de 14 de septiembre de
2009, la nueva redacción dada al art. 14-4º del Cc por la
Ley 11/1990 favorece la unidad familiar de la vecindad
civil,
ello sin perjuicio de que la ya citada STS de
14/09/2009 entiende que por la Disposición Derogatoria 3
de la propia CE, “quedan derogadas cuantas disposiciones
se opongan a lo establecido en esta Constitución”, la
anterior redacción del art. 14.4 Cc de que la esposa seguirá
la vecindad civil del esposo estaba derogada, y en
consecuancia
inaplicable,
desde
la
vigencia
de
la
Constitución en diciembre de 1978.
La regulación actual permite que cualquiera de los
cónyuges pueda optar en todo momento por la vecindad
civil del otro, siempre, claro, que el matrimonio subsista y
no exista separación legal o de hecho; por tanto, tampoco
se podrá ejercer la opción en caso de fallecimiento o
divorcio.
El concepto jurídico “separación de hecho” implica el cese
efectivo de la convivencia, no importa que este cese se
produzca durante la tramitación de la solicitud de opción
por la vecindad civil del cónyuge, lo importante es que al
momento de la solicitud el matrimonio subsista y los
cónyuges vivan juntos.
Sobre si los cónyuges viven juntos, el art. 68 Cc dice que
“los cónyuges están obligados a vivir juntos”, y el art. 69 del
mismo Cuerpo legal recoge la presunción (art. 385 LEC),
salvo prueba en contrario, de que los cónyuges viven
juntos, ello sin perjuicio de que puede perfectamente existir
convivencia matrimonial aún cuando circunstancialmente el
lugar de residencia de ambos cónyuges no sea el mismo
(STS de 22 de diciembre de 2006).
Pero por encima de todo, lo que es más importante es que
en estos momentos, y desde la vigencia de la Constitución
de 1978, el matrimonio ya no altera la vecindad civil de los
cónyuges.
Otro problema al respecto será que cuando se opta por la
vecindad civil del cónyuge pruebes sin duda la vecindad
civil del que se quiere optar, y ello, en ocasiones no es fácil;
más adelante daremos unas nociones sobre el reflejo
registral de la vecindad civil, aspecto éste, adelanto, no fácil
de solucionar, pero dejando claro, de entrada, que por
seguridad jurídica las circunstancias que afectan al estado
civil de las personas, y la vecindad civil es uno de ellos
(arts. 1.7º y 46 Ley del Registro Civil), deben constar y
acceder de forma preceptiva al Registro Civil.
También, otra posibilidad de opción (art. 14.3, párrf. 4º
Código Civil), es la de que el hijo, desde que cumple los 14
años y hasta un año después de su emancipación o
mayoría de edad, esto es, a los 19 años, puede optar bien
por la vecindad civil del lugar de nacimiento, bien por la
última vecindad de cualquiera de sus padres. Si no está
emancipado, habrá de ser asistido en la opción por el
representante legal.
Vecindad civil por residencia:
Conforme a lo dispuesto en el art. 14.5 del Código Civil, se
adquiere la vecindad civil en un determinado territorio:
. Por residencia continuada durante dos años, siempre
que el interesado manifieste ser esa su voluntad.
. Por residencia continuada durante diez años seguidos
en provincia o territorio de diferente legislación civil (art.
225-1º Reglamento del Registro Civil), sin declaración en
contrario durante este plazo, que es efecto jurídico que
opera al margen de cualquier manifestación de voluntad
(expresa o tácita), v. Sentencias del Tribunal Supremo de
20 de diciembre de 1985 y 6 de octubre de 1986, por ello
es cierto que la adquisición de la vecindad civil “ipso iure”
del art. 14.5 del Código Civil ha sido concebida como un
efecto directo de la residencia continuada.
En el caso de que el interesado quiera evitar este efecto de
cambio automático o ipso iure por la residencia habitual
durante diez años seguidos en territorio de diferente
legislación civil, debe proceder antes del vencimiento del
citado plazo a formular declaración expresa en contrario, la
cuál se hará constar en el Registro Civil, conforme a lo
previsto en los arts. 14 nº 5, párrf. 2º Cc y 225 del
Reglamento del Registro Civil.
En el primer caso es necesario que el interesado realice
una declaración de voluntad expresa en el Registro Civil
bien del domicilio, bien en el del lugar donde conste la
inscripción de nacimiento. En estos supuestos, la actividad
exigible a los interesados termina con la presentación en
forma de su declaración de conservación de su vecindad
civil que cree ostentar, y los efectos del acta respecto del
cómputo del plazo de diez años deben retrotraerse al
momento de la presentación del escrito por ser en este
momento cuando el acta debe quedar formalizada y el
ciudadano, en consecuencia, no puede resultar perjudicado
cuando por razones ajenas a él, aunque sean justificadas,
se demora la citada formalización (v. Resolución, 1ª, de 23
de enero de 2009).
La conclusión anterior se ve reforzada no sólo por el
principio de favor hacia la conservación de la vecindad con
que viene siendo interpretada la regulación de la materia
(así por ejemplo, al excluir del cómputo del plazo de los
diez años el periodo de la minoría de edad del interesado,
vid. Resolución de 14 de noviembre de 1997), sino también
por el propio fundamento, basado en la voluntad del
individuo, a que responde dicha conservación.
Lo normal será acudir al Registro Civil del domicilio del
interesado donde se realiza una primera calificación
provisional y de allí remitir la solicitud junto a la
documentación al Registro Civil donde conste inscrito el
nacimiento para la calificación definitiva (arts. 64 Ley del
Registro Civil y 229 de su Reglamento) y posterior reflejo
registral de la inscripción en el asiento de nacimiento.
En el segundo caso, como decíamos, si el promotor no
realiza antes del transcurso de los diez años una
declaración expresa de conservación de su vecindad civil,
perderá la que ostentaba y adquirirá de forma automática,
ipso iure, la vecindad civil del lugar de residencia.
Referente al momento inicial del cómputo del plazo de los
diez años, resulta muy clarificadora la ya mencionada
Resolución de 14 de noviembre de 1997; en ella, analiza el
párrafo 2º del art. 225 Reglamento del Registro Civil, el cuál
señala que el plazo de los diez años no se computa el
tiempo en que el interesado no pueda legalmente regir su
persona, lo que significa que la conservación de la
vecindad civil, a pesar de haberse trasladado a otro
territorio, se puede realizar hasta que se cumplan los 28
años.
Interpreta la Dirección General de los Registros y del
Notariado, pese a no ser seguido por algún sector
doctrinal, y por una Sentencia del Tribunal Supremo de 20
de febrero de 1995, que entiende que esa norma del RRC
ha quedado derogada por el actual art. 14 Cc, redactado
por la Ley 11/1990, de 15 de octubre, de modo que el plazo
de diez años, dice la señalada sentencia, transcurre
también durante la minoría de edad o incapacidad del
sujeto. Pero lo cierto es que la Dirección General de los
Registros y del Notariado mantiene justamente la posición
contraria por considerar que la citada Sentencia del
Tribunal Supremo es única y aislada, y, además, si se
siguiese esa interpretación el plazo para conservar la
vecindad civil quedaría eliminado o cuando menos muy
reducido.
En cualquier caso, debe quedar claro que si el interesado
quiere evitar el efecto de cambio automático o “ipso iure”
por la residencia habitual durante diez años seguidos en
territorio de diferente legislación civil, debe proceder antes
del vencimiento del citado plazo a formular declaración
expresa en contrario (Resolución de 21 de noviembre de
2005 y, 5ª, de 4 de diciembre de 2008).
Muy importante, también aquí, resulta la labor de
información previa y correspondiente recepción de la
solicitud que se pueda realizar en los distintos Registros
Civiles Delegados; recepcionada por los Juzgados de Paz
la solicitud o manifestación de adquisición, conservación u
opción de la vecindad civil se remitirá ésta declaración al
Registro Civil Principal del que dependa para, en su caso,
la pertinente calificación bien provisional bien definitiva,
según conste o no en ese Registro Civil principal la
inscripción de nacimiento.
La
cuestión
supuestos,
importante,
será
la
en
cualquiera
concreción
y
de
los
dos
determinación
del
concepto de domicilio; para ello es preciso combinar lo
dispuesto en el art. 16 de la Ley de Bases de Régimen
Local, redactado por Ley 4/1996, de 10 de enero, que en
su nº 1 dispone que “el Padrón Municipal es un registro
administrativo donde constan los vecinos de un municipio.
Sus datos constituyen prueba de la residencia en el
municipio y del domicilio habitual del mismo”. Además se
prevé que las certificaciones que de dichos datos se
expidan
tendrán
carácter
de
documento
público
y
fehaciente. Ahora bien, tal carácter se declara y reconoce
legalmente para “todos los efectos administrativos”, pero
sólo para ellos.
Por su parte, el concepto de domiclio a efectos civiles, que
es el que se ha de entender invocado por la legislación del
Registro Civil, en general, y por el art. 355 RRC, en
particular, se encuentra definido en el art. 40 del Código
Civil, conforme al cuál “el domicilio de las personas
naturales es el de su residencia habitual”, esto es, el lugar
en que la persona vive con cierta permanencia y la que se
presume para el futuro.
La prueba de la residencia habitual constitutiva del
domicilio en el ámbito civil es libre, salvo que alguna norma
especial exija una modalidad de prueba determinada o
exima de pruebas complementarias acreditando el domicilio
por ciertos medios.
En cualquier caso, debe quedar claro que, a nuestros
efectos registrales, la certificación del padrón municipal no
se contempla ni como prueba exclusiva del domicilio, ni
como prueba privilegiada del mismo fuera del ámbito
administrativo. El que la prueba de la certificación del
padrón municipal no es exclusiva lo contrasta el hecho de
que la propia legislación del Registro Civil la exige en
supuestos específicos como el domiclio de los apátridas
(art. 336 nº 3 RRC), o el art. 68 RRC párrafo tercero, por su
parte, a los efectos de aplicar la previsión del art. 16 LRC,
párrafo segundo, establece que el domicilio del progenitor o
progenitores legalmente conocidos se justificará poor
“exhibición de los documentos nacionales de identidad
oportunos o, en su defecto, por certificación del padrón
municipal”, con ello se reitera y revive que la regla general
en el ámbito civil es que la residencia habitual puede
acreditarse a través de cualquier otro medio admitido en
derecho, correspondiendo al encargado del Registro Civil y,
en su caso, a los Tribunales la valoración libre de los datos
que hayan sido aportados.
El domicilio a efectos civiles es el que corresponde a la
“residencia habitual”, esto es, la residencia permanente e
intencionada en un precisado lugar debiendo tenerse en
cuenta la efectiva vivencia y habitualidad, con raíces
familiares y económicas (STS de 30/01/1993).
Como señala la Resolución, 7ª, de 19 de junio de 2009,
sobre competencia, se aprecia que ni la prueba de la
certificación del padrón municipal es exclusiva ni viene
exigida fuera de los singulares casos citados por la
legislación del Registro Civil, por lo que revive la regla
general en el ámbito civil de que la residencia habitual
puede acreditarse a través de cualquier otro medio
admitido en derecho, correspondiendo al encargado del
Registro Civil y, en su caso, a los tribunales la valoración
libre de los datos que hayan sido aportados: tener en el
lugar establecimiento mercantil, tener casa abierta, actas
notariales, censo electoral y, en sentido contrario, carecer
de casa abierta, informes policiales adversos, ausencia de
visados o permisos de residencia –no de mera estanciarespecto de los extranjeros, etc. Téngase en cuenta que el
domicilio como lugar de ejercicio de los derechos y
cumplimiento de las obligaciones (art. 40 Cc) puede fijarse
arbitrariamente
por
los
interesados
dando
lugar
a
supuestos de fraude de ley, especialmente facilitado por el
hecho de que la inscripción en el padrón municipal tiene
lugar por simple declaración del interesado sin verificación
fehaciente por parte de la Administración de la realidad de
tal declaración (cfr. art. 15 de la Ley de Bases de Régimen
Local).
Los simples datos del padrón de habitantes no hacen
prueba plena de la residencia a efectos civiles, y es que, a
nuestros efectos, lo único que prueba dicho Padrón, por sí
sólo, como hemos eñalado, es la realidad de haberse
hecho por el declarante y funcionario en él interviniente las
manifestaciones que contiene, pero no que las mismas
sean exactas; por ello, concluímos, que el domicilio a
efectos civiles no tiene porqué coincidir con el del Padrón
Municipal o el de la vecindad administrativa, ya explicada
ésta con anterioridad (STS nº 588/2009, de 14/09/2009).
Lo que es necesario reseñar es que, realizada ante el
Registro Civil correspondiente, manifestación expresa de
adquisición, de opción o de conservación de una
determinada vecindad civil, ésta ya nunca más será preciso
reiterarla ante nadie, y es que, como aspecto que afecta al
estado civil de una persona, su declaración se inscribe al
margen de la correspondiente inscripción de nacimiento
(arts. 1-7º y 46 Ley del Registro Civil) y ya produce sus
efectos en tanto no se modifique la situación a instancia del
interesado (art. 14-5 Código Civil, 65 LRC y STS de
21/09/2000).
En el caso de Navarra, la condición civil foral de navarro se
regula en las Leyes 11 y siguientes del Fuero Nuevo, en
donde se remite a la legislación general que hemos
señalado
con
anterioridad,
pero
como
especificidad
podemos señalar que los navarros que residen en el
extranjero, en tanto no pierdan la nacionalidad española,
no perderán la condición foral; y, a su vez, los que
hubieran perdido la nacionalidad española, al recuperarla
recobrarán también su condición foral (Ley 12 del Fuero
Nuevo y art. 15-3 del Código Civil); además, existe la
presunción legal de que quien residiere en Navarra al
tramitar la nacionalidad española se presume que adquiere
la condición foral de navarro (Ley 13 Fuero Nuevo), y es
que como señala con carácter genérico el art. 15 del
Código Civil, el extranjero que adquiere la nacionalidad
española, en el momento de jurar o prometer la
Constitución debe manifestar la vecindad civil a la que opta,
normalmente
será
la
correspondiente
al
lugar
de
residencia, pero también podría ser la del cónyuge o la del
lugar de nacimiento.
En cualquier caso, la Ley 14 de la Compilación de Derecho
Civil de Navarra fija la presunción de que, cuando no sea
claramente determinable la condición foral de navarro,
prevalecerá ésta si correspondiere por razón del lugar de
nacimiento.
Cuestión
verdaderamente
importante,
ya
lo
hemos
apuntado, y dificultosa es el referido al reflejo de la
vecindad civil en el Registro Civil.
De entrada, como criterio general, concretar que la
seguridad jurídica exige que las circunstancias que afectan
al estado civil de las personas deben constar en el Registro
Civil, y por ello se inscribe lo relativo a la nacionalidad y a la
vecindad civil (arts. 327 Código Civil y 2, 3 y 96-2º Ley del
Registro Civil).
No es, como señalábamos, ni una cuestión sencilla ni un
aspecto menor, y es que aplicar un determinado Derecho
Privado u otro tiene una enorme transcendencia, y no sólo
desde una perspectiva patrimonial o económica por ejercer
o no determinadas facultades sucesorias o testamentarias,
sino también por aspectos como el ejercicio de acciones de
filiación o del régimen de bienes en la familia. Después
veremos más detalladamente las diferencias existentes
entre una y otra legislación.
Si la conexión entre el status de la nacionalidad y el
Registro Civil es más bien débil, y es que cuesta probar, en
determinadas circunstancias, si una persona tiene o no
nacionalidad española, con respecto a la vecindad civil y su
conexión
registral
aún
resulta
más
incompleta
su
regulación.
Si ha existido manifestación expresa de adquisición por
residencia de más de dos años, o declaración de
conservación cuando se encuentra en disposición de
perder la vecindad civil que ostentas y quieres conservar, o
ejerces la opción por la vecindad civil del cónyuge; en estos
supuestos, se produce el reflejo registral en el margen de la
inscripción de nacimiento del declarante (arts. 1-7º y 46 Ley
del Registro Civil), al ser un hecho que, como la
nacionalidad, afecta al estado civil de la persona, y éste
será el modo o forma de demostrar que el interesado en
cuestión ostenta una determinada vecindad civil; el
problema se suscita cuando, como ocurre en la mayoría de
los casos, nada se ha manifestado al respecto y
necesitamos probar ante cualquier entidad, organismos,
notarías, … , que ostentamos una concreta vecindad civil.
La solución la podriamos obtener bien a través de la
presunción legal que fija el art. 68 Ley del Registro Civil, se
presume que es ciudadano navarro el nacido en territorio
foral de padres también nacidos en Navarra; no olvidemos
que las presunciones que la ley establece dispensan de la
prueba del hecho presunto a la parte a la que este hecho
favorezca (art. 385 Ley de Enjuiciamiento Civil).
También podriamos obtener otra solución a través del
expediente de declaración de la vecindad con valor de
simple presunción, el cuál lleva inherente,
tras la
instrucción y resolución correspondiente, la anotación en la
inscripción de nacimiento del interesado, y lo tramita y
resuelve el Registro Civil del domicilio del interesado (arts.
96-2º Ley del Registro Civil y 335 y siguientes de su
Reglamento).
Para la recepción de manifestaciones referidas tanto a la
nacionalidad como a la vecindad, el único órgano
competente es el Registro Civil; al respecto, a veces se
realizan estas declaraciones ante Notario, pero lo cierto es
que éste carece de legitimación para ello, por lo que en
consecuencia no son válidas y se deben rechazar de oficio
si las recibimos. La competencia notarial en materia
registral civil se limita a declaraciones de filiación,
supuestos de emancipación (en estos dos casos la
competencia es compartida entre los Notarios y los
encargados de los Registros Civiles), y las indicaciones
tanto
del
régimen
económico
matrimonial
como
la
autotutela, y el art. 46 ter LRC (añadido por Ley 1/2009, de
25 de marzo) referido a las escrituras de mandato o
atribución de apoderamiento para el caso de incapacidad
del poderdante (art. 1732 Código Civil).
Además señalar que tanto la nacionalidad como la
vecindad
son
manifestaciones
que,
al
ser
actos
personalísimos, no cabe sean realizados por apoderados o
auxiliares que actúen o hablen en nombre de los
interesados. Se trata de una actuación personalísima de los
interesados, en absoluto obviable por apoderamiento
alguno y ello pese a la especialidad que en el mismo
pudiera concurrir. Así, en Resolución de 13 de mayo de
1996, sobre vecindad civil, el Centro Directivo ante una
escritura notarial de “poder especial” con la facultad al
Procurador “para tramitar expediente ante el Registro Civil
de conservación de la vecindad civil foral navarra y
ratificarse en la solicitud del mismo, en cuantos casos fuere
solicitada la ratificación personal para la total tramitación de
dicho expediente”. Es incuestinable que la cláusula de
poder especial transcrita no se corresponde con la
mecánica registral establecida para la inscripción de las
declaraciones voluntarias en materia de vecindad civil.
Estas declaraciones inscribibles no dan lugar a ningún
expediente registral, sino que, del mismo modo que ocurre
con las declaraciones de opción y de recuperación de la
nacionalidad española, tales declaraciones, si cumplen los
requisitos de fondo u otros formales complementarios, son
directamente inscribibles en el Registro competente, eso sí,
previa la preceptiva calificación de su encargado (arts. 23,
27, 28 y 64 LRC).
Tanto de la regulación de la Ley del Registro Civil (art. 64),
como por las referencias a las normas del Código Civil (art.
14), se deduce, sin lugar a dudas, que las actas relativas a
la nacionalidad o vecindad han de ser levantadas por los
encargados de los Registros Civiles en cuanto tales, y fuera
de éstos, dichas declaraciones de voluntad habrán sido
formuladas ante órgano incompetente y, por ende, no son
inscribibles por este defecto formal.
Sobre la cuestión apuntada con anterioridad referida a
resaltar las diferencias existentes entre el Derecho Privado
recogido en el Fuero Nuevo (Ley 1/1973, de 1 de marzo,
por la que se aprueba la Compilación del Derecho Civil
Foral de Navarra), y el Derecho Privado regulado en el
Codigo Civil, se refieren principal y mayoritariamente a
aspectos sucesorios y testamentarios y al ejercicio de las
acciones de filiación.
La primera diferencia que quiero indicar es el orden
sucesorio en caso de fallecimiento ab intestato:
La Ley 304 del Fuero Nuevo fija la sucesión legal en el
siguiente orden:
1º/ Los hijos matrimoniales, los adoptados con “adopción
plena” (señalar que la Ley 21/1987, de 11 de noviembre,
suprimió la clasificación la clasificación de la adopción en
plena y simple), y los no matrimoniales cuya cuya filiación
llegue a determinarse legalmente (ello nos conduce a la
Ley 68 F.N. y al art. 120 Código Civil).
2º/ Los “hermanos de doble vínculo”, expresión ésta que se
refiere al parentesco por parte del padre y de la madre
conjuntamente (art. 920 Cc).
3º/ Los “hermanos de vínculo sencillo”.
4º/ Los ascendientes.
5º/ El cónyuge o “pareja estable” no excluído del usufructo
de fidelidad (por ejemplo, conforme a la Ley 254 Fuero
Nuevo no tendrá el usufructo legal de fidelidad el cónyuge
“que motivó la separación por infidelidad conyugal”, cuando
desde la reforma del Código Civil por Ley 15/2005, de 8 de
julio, la solicitud de la separación o el divorcio no está
sujeta a la concurrencia de causa alguna).
6º/ Los colaterales hasta el sexto grado.
7º/ En defecto de los parientes, sucede la Comunidad Foral
de Navarra, que aplicará la herencia a beneficencia.
Para contraste, en el mismo supuesto de sucesión
intestada,
cuando uno muere sin testamento, o con
testamento nulo, o que haya perdido después su validez
(art. 912 Código Civil), el orden es el siguiente:
1º/ Línea recta descendente, y ello sin distinción alguna
entre los hijos por sexo, edad o filiación (art. 931 Cc).
2º/ A falta de hijos y descendientes del difunto le heredarán
sus ascendientes (art. 935 Cc).
3º/ Si no existen hijos o padres, el cónyuge sobreviviente
pero no ha de estar separado legalmente o de hecho (art.
945 Cc).
4º/ Hermanos.
5º/ A falta de todos los anteriores, parientes en línea
colateral hasta el 4º grado, por tanto, se incluyen los
primos; ¿cómo se realiza el cómputo en la línea colateral?,
pues así como en la línea recta se sube únicamente hasta
el tronco (por ejemplo, el hijo dista del padre un grado, dos
del abuelo y tres del bisabuelo), en la colateral se sube
hasta el tronco común y después se baja hasta la persona
que se quiera hacer la computación, por ello el hermano
dista dos grados del hermano, tres del tío, hermano de su
padre o madre, cuatro del primo hermano y así en adelante
(art. 918 Cc).
6º/ A falta de todos los anteriores, heredará el Estado,
quien debe designar los fines por tercios, siendo uno de
ellos para amortizar la Deuda Pública, otra tercera parte a
Instituciones municipales del domicilio del difunto, y el
último tercio a Instituciones provinciales de Beneficencia de
la provincia del finado (art. 956 Cc).
De todo ello llama la atención, en primer lugar, el diferente
orden en que figuran los hermanos, ascendientes y
cónyuges en una u otra legislación, y, en segundo lugar, la
terminología usada por el Código Civil y por el Fuero
Nuevo, siendo sin duda la del primer texto legal mucho más
precisa
y
adaptada
a
los
términos
y
espíritu
constitucionales.
Otra diferencia que quiero destacar en una y otra
legislación es la referida a los testamentos y sus formas;
así, según el Código Civil, art. 676, el testamento puede ser
común (ológrafo, abierto o cerrado) o especial (el militar, el
marítimo y el hecho en país extranjero); en Navarra, con
arreglo al Fuero Nuevo, Ley 188 y ss., cabe, además, el
testamento ante Párroco y el más conocido por todos que
es el testamento de hermandad (Ley 199 Fuero Nuevo), el
cuál es el otorgado en un mismo instrumento por dos o más
personas (pueden ser cónyuges, hermanos,…), pudiendo
otorgarse tanto en Navarra como fuera de ella, así en
España como en el extranjero.
La figura jurídica más próxima existente en nuestros
distintos Derechos sustantivos podría ser la denominada en
Cataluña como “pacto de supervivencia”. Lo regula el art.
231-15.1 de la Ley 25/2010, de 29 de julio, del Código Civil
catalán: “Los cónyuges o futuros contrayentes que
adquieran bienes conjuntamente a título oneroso pueden
pactar en el mismo título de adquisición que, cuando
cualquiera de ellos muera, el superviviente devenga titular
único de la totalidad”. En consecuencia, aplicable también
para las parejas estables.
A ello podemos añadir en Navarra la figura del codicilo (Ley
194 Fuero Nuevo) o de las memorias testamentarias (Ley
196 del mismo Cuerpo legal).
Otro aspecto, verdaderamente importante y destacable en
cuanto a diferenciaciones, es el referido a la legítima; la
cuál se define como la porción de bienes de que el testador
no puede disponer por haberla reservado la ley a
determinados herederos, llamados por esto herederos
forzosos. En el Código Civil se consideran herederos
forzosos los hijos respecto de sus padres, si no hay hijos
los padres respecto de sus hijos, y el viudo o viuda en la
forma y medida que determina el Código Civil (art. 807).
La legítima de los hijos son las dos terceras partes del
haber hereditario del padre y de la madre, si bien es cierto
que éstos pueden disponer de una parte de las dos que
forman la legítima para aplicarla como mejora a sus hijos;
la tercera parte es la que es de libre disposición.
En Navarra, la Ley 149 señala que “los navarros pueden
disponer libremente de sus bienes”; las únicas limitaciones
son el usufructo legal de fidelidad que al cónyuge viudo le
corresponde sobre todos los bienes y derechos que al
premuerto le pertenecían al momento de fallecer (Ley 253),
y la otra limitación importante es la legítima, que en
Navarra consiste en cinco sueldos “febles” o “carlines” por
bienes muebles y una robada de tierra en los montes
comunes por inmuebles (Ley 267 Fuero Nuevo).
Como
vemos,
en
este
punto,
las
diferencias
son
verdaderamente importantes.
Siguiendo en esta misma materia con las limitaciones
existentes en una u otra legislación a la libertad de
disponer, en lo referente a los derechos del cónyuge, el
Código Civil dice que al que no estuviese separado
legalmente o de hecho, si concurre a la herencia con hijos,
tendrá derecho al usufructo del tercio destinado a mejora
(art. 834 Cc), y si no existen hijos ni ascendientes,
entonces el usufructo será de los dos tercios de la
herencia.
En el Fuero Nuevo la figura se denomina “usufructo legal
de fidelidad”, y equivale para el cónyuge viudo al usufructo
de todos los bienes y derechos que el fallecido disponía al
momento de la defunción; eso sí, el premuerto, al momento
del fallecimiento, ha de ostentar la condición civil foral de
navarro, con la dificultad que según en qué circunstancias
lleva implícita demostrar esta condición, como ya hemos
comentado.
Coincide con la legislación común en que queda excluída
cuando existe separación legal o de hecho, y en Navarra
añade la dificultad, muy importante, de que al cónyuge
viudo se le exige hacer inventario de los bienes a que
queda el usufructo, que constará en escritura pública,
dentro del día cincuenta del fallecimiento y terminarlo antes
del día cien del mismo.
Sin embargo, pese a las diferencias expuestas en los
apartados anteriores entiendo que el aspecto que precisa
una urgente reforma y actualización es el referido al
Derecho de Familia, instituciones de protección de la
persona y los referidos a la regulación de la adopción y,
sobre todo, de las acciones de filiación. Vemos brevemente
estas cuestiones.
En lo referente a la regulación de la adopción, el art. 108
del Código Civil dice que la filiación por naturaleza, sea
matrimonial o no matrimonial, y la filiación adoptiva surten
los mismos efectos. Con ello no hace sino desarrollar el
mandato constitucional, art. 39-3º CE, de que los padres
deben prestar asistencia de todo orden a los hijos habidos
dentro o fuera del matrimonio, durante su minoría de edad
y en los demás casos en que legalmente proceda. Con ello
se hace efectivo el principio constitucional de equiparación
entre los hijos con independencia del origen de su filiación.
Al señalar el Código Civil que la filiación adoptiva surte los
mismos efectos que la filiación por naturaleza, exigió la
adaptación legislativa de la normativa de la adopción a lo
que esa expresión de “surtir los mismos efectos” llevaba
inherente. Ello se realizó a través de la Ley 21/1987, de 11
de noviembre, la cuál consagró la completa ruptura del
vínculo jurídico que el adoptado mantenía con su familia
anterior, la creación “ope legis” de una relación de filiación
a la que se aplican las normas generales de filiación y la
irrevocabilidad de la adopción, todo ello bajo los principios
de ser un instrumento de integración familiar y, sobre todo,
el beneficio del adoptado, interés del menor que primará
sobre cualquier otro con el que pudiera concurrir; y el otro
instrumento legislativo es la Ley Orgánica 1/1996, de 15 de
enero, la cuál suprimió la palabra “plena” de la adopción y
quedando sujeta ésta, en todo momento, a la vigilancia del
Ministerio Fiscal y al control judicial.
En la regulación de la materia en el Fuero Nuevo, la Ley
68, párrf. 2º, dice que “la filiación matrimonial y la no
matrimonial surten los mismos efectos”, se omite lo
referente a los efectos que se pudieran derivar de una
filiación adoptiva, y eso que el precepto en cuestión fue
modificado por la Ley Foral 5/1987, de 1 de abril.
Sobre el modo de constituir la adopción, el art. 176-1 Cc
dice que la adopción se constituye por resolución judicial
teniendo siempre en cuenta el interés del menor y la
idoneidad de los adoptantes para el ejercicio de la patria
potestad. Por contra, el párrafo 2º de la Ley 73 del Fuero
Nuevo señala que los efectos de la adopción serán los
pactados en la escritura en que se formalice (aquí vemos
que no existe resolución judicial y habla de pactos en la
adopción), añadiendo en la Ley 74 que en lo no previsto
por la Ley anterior se aplicará a la adopción lo establecido
en el Código Civil.
También no deja de ser llamativo, a nuestro objetivo de
continuar concretando las diferencias entre aplicar un
Derecho Privado u otro, es el referido al tema de la filiación,
así, mientras el art. 124 del Código Civil dice que el
reconocimiento de un menor exige el consentimiento
expreso de su representante legal o la aprobación judicial
con audiencia del Ministerio Fiscal y del progenitor
legalmente conocido; esto es, el que ejerce hasta ese
momento la patria potestad en exclusiva sobre el menor,
normalmente la madre, sabrá de inicio que alguien quiere
realizar un reconocimiento de filiación sobre su hijo, a lo
que prestará o no su consentimiento, en cuyo caso el que
se considere que tiene la paternidad biológica ya sabe
legislativa y procesalmente a qué atenerse (arts. 745 y ss
Ley de Enjuiciamiento Civil).
Por el contrario, la Ley 69 párrafo 4º del Fuero Nuevo,
determina que el reconocimiento de un hijo mayor de edad
requiere su consentimiento, añadiendo, y esto es lo deseo
resaltar, “el del menor de edad no está sujeto a requisito
alguno”; lo cuál quiere decir, y así se lleva a cabo en la
práctica diaria registral, que una persona, en un supuesto
de filiación única determinada, siempre es la materna,
puede hacer manifestación de considerarse el padre,
manifestarlo así vía comparecencia registral o vía escritura
pública, y reflejar registralmente de forma directa e
inmediata su paternidad con la modificación consiguiente
de filiación sin que la madre inscrita tenga conocimiento
alguno de un hecho de la transcendencia que se le supone.
Aspecto éste sobre el que habría tanto que comentar en el
sentido de saber cuándo es el Fuero Nuevo aplicable al
menor, o si es el padre que realiza el reconocimiento quien
debe ostentar la condición foral navarra y así estar
sometido al Derecho Civil de Navarra (Ley 16 Fuero
Nuevo), o cómo accede el presunto padre a la información
sobre la inscripción de un menor cuando estamos ante un
supuesto de publicidad restringida y a cuya publicidad no
se accede sino a través de autorización especial (arts. 21 y
22 Reglamento del Registro Civil), cuestiones éstas
complejas y sensibles que no pueden ser objeto del
presente estudio sobre la vecindad civil.
Qué podemos decir de la existencia en el Derecho
sustantivo navarro de entidades y sujetos tales como “La
Casa”, sin referencia alguna en el Código Civil, a la que se
une la figura del “amo”, a quien corresponde el gobierno de
la Casa y, sobre todo, mantener la unidad y la conservación
y defensa de su patrimonio y nombre (Ley 48 del Fuero
Nuevo en relación a la Ley 75 del mismo Cuerpo legal).
Figura que responde sin duda a mantener unido el
patrimonio
familiar
para
asgurar
su
continuidad
y
conservación dentro de la familia.
El referente análogo que podemos encontrar a la figura
anterior lo vemos reflejado en una destacada peculiaridad
de profundo arraigo del Derecho Civil de Bizkaia que es el
denominado principio de troncalidad. Su finalidad, al igual
que la de la Casa, es la conservación del bien raíz en el
patrimonio familiar. El art. 17-1 de la Ley 3/1992, de 1 de
julio, del Derecho Civil Foral del País Vasco (LDCFPV),
señala que “la propiedad de los bienes raíces es troncal. A
través de la troncalidad se protege el carácter familiar del
patrimonio”.
Por tanto, son tres elementos esenciales en la relación
troncal, que son: el elemento real o bien raíz familiar, el
elemento personal o de parentesco, y el elemento causal
de la conexión entre bienes troncales y parientes
tronqueros. La troncalidad vincula los bienes al tronco
familiar del que proceden de tal forma que, incluso, llegan a
limitar su transmisión por actos inter vivos y mortis causa
(STS, Sala Primera, de 11/03/2010), lo que no ocurre en el
Derecho
sustantivo
navarro,
ya
que
el
principio
fundamental de la unidad de la Casa y de sus
explotaciones,
así
como
el
de
su
continuidad
y
conservación en la familia, no privan, por modo general, al
titular de la casa, de sus facultades de libre disposición de
los bienes que la integran.
Martín Corera Izu.
Registro Civil-Pamplona.
Mayo-2011.
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