CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL CELSO RODRÍGUEZ PADRÓN, SECRETARIO GENERAL DEL CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL, CERTIFICO: QUE EL PLENO DEL CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL, EN SU REUNIÓN DEL DÍA DE LA FECHA, HA APROBADO EL INFORME EN RELACIÓN CON EL ESCRITO REMITIDO POR EL DIRECTOR GENERAL DE ASUNTOS Y ASISTENCIA CONSULARES DEL MINISTERIO DE ASUNTOS EXTERIORES Y DE COOPERACIÓN RELATIVO AL PROBLEMA DE LA LIBERTAD CONDICIONAL DE CIUDADANOS EXTRANJEROS ACORDADA POR LOS JUECES DE INSTRUCCIÓN, SIENDO DEL SIGUIENTE TENOR LITERAL: I. ANTECEDENTES El 2 de julio de 2004 tuvo entrada en este Consejo General del Poder Judicial escrito del Director General de Asuntos y Asistencia Consulares relativo a los problemas que se presentan en los Consulados y Embajadas en relación con la comparecencia de ciudadanos extranjeros o españoles residentes en el extranjero acordada por los jueces de instrucción al decretar su libertad provisional con la obligación de comparecer periódicamente ante las citadas embajadas y consulados. La Comisión de Organización y Modernización Judicial, celebrada el 12 de julio de 2004 adoptó por unanimidad el acuerdo de remitir a la Comisión de Estudios e Informes el citado escrito para la aprobación del oportuno informe, designándose Ponente al Excmo. Sr. D. Adolfo Prego de Oliver y Tolivar en su sesión de 29 de septiembre de 2004, aprobándose el presente informe en la misma fecha, y acordando su remisión al Pleno del Consejo General del Poder Judicial. II. INFORME SOBRE LA COMPARECENCIA DE EXTRANJEROS Y ESPAÑOLES RESIDENTES EN EL EXTRANJERO EN LAS EMBAJADAS Y CONSULADOS A LOS OBJETOS PREVISTOS EN EL ART. 530 DE LA LEY DE ENJUICIAMIENTO CRIMINAL a). Sobre la comparecencia apud acta En el escrito remitido por el Director General de Asuntos y Asistencia Consulares se exponen en cinco puntos los problemas que se presentan en las embajadas y en los consulados dada la frecuencia con la que los jueces de instrucción decretan la libertad provisional de ciudadanos extranjeros y de españoles residentes en el extranjero imponiéndoles la obligación de comparecer ante las mismas en los días que se señalen en el auto respectivo. 1 CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL Como es sabido esta obligación viene establecida en el art. 530 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y se establece con la evidente finalidad de poner fin a una posible situación de prisión provisional que evidentemente sólo puede prolongarse mientras subsisten los motivos que la hayan ocasionado y durante el tiempo que legalmente se establezca, tal y como prevé el art. 528 LECrim, en relación con el art. 17 CE y 5 del Convenio Europeo para la protección de los derechos humanos y libertades fundamentales de 1950. Al mismo tiempo se pretende tener localizado al procesado o imputado como una medida de garantía adicional, evidentemente menos gravosa que la prisión provisional y ello tanto a efectos de su localización para asegurar su presencia en el acto del juicio y, en su caso, la posible ejecución de la condena, como para el ingreso de nuevo en prisión ante una eventual revocación de la libertad provisional concedida siempre que procediera por resultar méritos bastante para ello como consecuencia de la investigación criminal. Como se observa, la medida, aún admitiendo que supone un gravamen para la libertad personal del procesado o imputado, en concreto en lo que se refiere a su libertad de circulación, evidentemente no tiene solo una finalidad represora sino que también contribuye a garantizar determinados derechos, por supuesto el del Estado a la celebración de un juicio justo y ejercer su potestad punitiva, pero también el derecho del ciudadano implicado a la tutela judicial efectiva al poder personarse en su caso en la causa y asistir al juicio, lo que se facilita, sobre todo, cuando se desplaza al extranjero por su condición de tal o como residente español en el extranjero, si se le permite comparecer ante la Embajada o Consulado de España con la periodicidad señalada por el juez, haciendo así posible la notificación de cualquier cambio de domicilio o situación personal y estar al tanto de las posibles vicisitudes que ocurran en la tramitación de la causa. La medida acordada por el juez de instrucción al amparo de lo establecido en el art. 530 LECrim contribuye por lo tanto a garantizar el derecho a la libertad reconocido en los preceptos antes citados y en la forma desarrollada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos en reiteradas sentencias al proceder en concreto, a la aplicación del art. 5.3 CEDH cuando establece la necesidad de que la prisión provisional se prolongue únicamente mientras subsisten los motivos que la ocasionan y durante el mínimo tiempo estrictamente necesario para hacer posible la investigación criminal, como pone de manifiesto en innumerables sentencias entre las que destacan las de 3 de abril de 2003 (As. Klamecki contra Polonia), y la de 24 de julio de 2003 (As. Smirnova contra Rusia). En análogo sentido se ha manifestado reiteradamente nuestro Tribunal Constitucional en la interpretación que da al art. 17 CE, exigiendo siempre una proporcionalidad entre el derecho a la libertad y la restricción de la misma, de modo que se excluya, aún estando previstas en la Ley, aquellas restricciones de libertad que, no siendo razonables, rompan el equilibrio entre el derecho y su limitación (STC 178/1985, de 19 de diciembre; 140/1986, de 11 de noviembre; 160/1986, de 16 de diciembre; 122/1987, de 14 de julio ...). En concreto, la STC 85/1989, de 10 de mayo de 1989, en 2 CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL que se cita el ATC 650/1984, establece la constitucionalidad de la medida sin se viole el derecho a la libertad de circulación, en especial cuando se permite que la comparecencia se realice en la ciudad de residencia del imputado. En consideración a lo expuesto debe entenderse que la medida prevista en el art. 530 LECrim supone un trato favorable para el procesado o imputado extranjero o español residente en el extranjero cuando el juez de instrucción le permite el retorno a su país de residencia imponiéndole la obligación de comparecer ante la embajada o el consulado, ya que las alternativas a esta situación son, o mantenerle en prisión provisional, naturalmente siempre que se den los requisitos legalmente previstos para ello, u obligarle a permanecer en España prohibiéndole la salida del territorio nacional. Por esto se entiende perfectamente el que, como se indica en el escrito de la Dirección General de Asuntos y Asistencia Consulares, sea el propio interesado o su abogado el que solicite esta medida en cuanto que supone un trato de favor frente a una posible privación de libertad o prohibición de salir de España. La medida adoptada por el juez de instrucción lo es siempre a través del correspondiente auto tal como prevé el art. 530 LECrim, resolución motivada y en la que el juez habrá ponderado razonablemente los intereses en juego en el ejercicio de la potestad jurisdiccional, correspondiendo exclusivamente al mismo juez de instrucción el decidir las medidas coercitivas a imponer en el caso de que el procesado o inculpado no comparezca en las fechas señaladas ante la embajada o el consulado, medidas entre las que se encuentra la de revocación de la libertad concedida, si procediere, y su búsqueda por requisitoria (art. 835. 3º LECrim). Por último debemos hacer referencia a la Instrucción 1/1988, de 11 de enero, de la Fiscalía General del Estado, sobre medidas tendentes a imposibilitar la huída de procesados en situación de libertad provisional, en la que se concluye que debe especificarse en el auto por el juez la periodicidad de las comparecencias, en su caso la prohibición de abandonar el territorio nacional, notificar los autos al Ministerio Fiscal y, en caso de incumplimiento, proceder a su inmediata revocación y orden de busca y captura para ingreso en prisión del inculpado. b). Sobre el deber de colaboración con Jueces y Tribunales. El art. 118 de la Constitución impone con carácter general el deber de colaboración con los Jueces y Tribunales en el curso del proceso y en ejecución de lo resuelto, deber que concreta el art. 17 de la Ley Orgánica del Poder Judicial imponiendo esta obligación a personas y entidades públicas y privadas, añadiendo el nº 2 del mismo artículo que las Administraciones públicas, las Autoridades y funcionarios, las Corporaciones y todas las entidades públicas y privadas, y los particulares, 3 CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL respetarán y, en su caso, cumplirán las sentencias y las demás resoluciones judiciales que hayan ganado firmeza o sean ejecutables de acuerdo con las leyes. Según los citados preceptos es evidente que cualquier Administración está obligada a prestar la colaboración necesaria para garantizar la comparecencia de procesados e imputados siempre que disponga de los medios adecuados para ello. La práctica nos enseña que es habitual que un juez de instrucción dicte un auto acordando la medida que nos ocupa a cumplir en localidad distinta de la sede jurisdiccional, normalmente la de residencia del inculpado, llevándose a cabo la comparecencia ante otro juzgado de instrucción o bien, ante la Comisaría de Policía o puesto de la Guardia Civil. La Ley de Enjuiciamiento Criminal no limita la obligación de comparecer ante el propio juzgado, otro órgano jurisdiccional o comisaría o puesto de la guardia civil, por lo que muy bien puede entenderse que puede realizarse ante aquella autoridad con capacidad de control y registro de la propia comparecencia, en especial de aquellas que por su propia naturaleza están obligadas a colaborar con la Administración de Justicia, entre las que se encuentran las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, incluida la Policía Local. De esta obligación no puede quedar excluida la Administración General del Estado en el exterior, en cuanto forma parte de la Administración del Estado, según lo previsto en el artículo 36 de la Ley 6/1997, de 14 de abril, de Organización y Funcionamiento de la Administración General del Estado. c). El art. 5 del Convenio de Viena sobre relaciones consulares de 24 de abril de 1963 El Convenio de Viena, en su art. 5, establece las funciones consulares refiriéndose expresamente en su letra j) a la comunicación de decisiones judiciales y extra judiciales y diligenciamiento de comisiones rogatorias de conformidad con los acuerdos internacionales en vigor y, a falta de los mismos, de manera que sea compatible con las leyes y reglamentos del Estado receptor. Es cierto que éste parece ser el único precepto que expresamente se refiere a la actuación de los consulados como colaboradores directos con la Administración de Justicia, pero el art. 5 no se agota en la letra j). Así, en su letra a) con carácter general establece la función de “proteger en el Estado receptor los intereses del Estado que envía y de sus nacionales, sean personas naturales o jurídicas, dentro de los límites permitidos por el derecho internacional”. No cabe duda de que el interés del Estado que envía, en este caso España, en la averiguación y en su caso persecución de un delito para cuyo conocimiento es competente, puede ser el tener localizado al procesado o imputado sobre el que se ha impuesto una obligación de comparecer ante una autoridad nacional española de su lugar de residencia, como alternativa justa y razonable, valorada por el juez, a una situación de prisión. Pero el interés no es sólo 4 CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL del Estado, sino que, como dijimos antes, el propio imputado puede tener un legítimo derecho a cumplir con lo que le ha ordenado el juez de instrucción, primero por un deber de obediencia y lealtad a un mandato judicial y, segundo de forma tal vez más interesada, para asegurarse el que no se adopten en su contra medidas más limitativas de derechos y garantizar además la posible asistencia al juicio para defenderse. Si el ciudadano voluntariamente comparece ante la embajada o el consulado invocando la existencia de un auto judicial que a ello le obliga, difícilmente se entiende el que pueda negarse tal comparecencia e incluso la expedición de un justificante que acredite la misma. Pero, además el art. 5. f) del Convenio atribuye a los consulados el ejercicio de funciones administrativas en general, la letra e) el prestar ayuda y asistencia a los nacionales del Estado que envía y, la letra m) el ejercer las demás funciones confiadas por el Estado que envía a la oficina consular que no están prohibidas por las leyes y reglamentos del Estado receptor o a los que éste no se oponga, o las que le sean atribuidas por los acuerdos internacionales en vigor entre el Estado que envía y el receptor. De todos estos preceptos se deduce que las funciones de colaboración de los consulados con la Administración de Justicia son más amplias que la mera comunicación de decisiones judiciales y diligenciar comisiones rogatorias. III. CONCLUSIONES De conformidad con todo lo expuesto con anterioridad se extraen las siguientes conclusiones: 1.- Corresponde a los jueces de instrucción el acordar la medida prevista en el art. 530 de la LECrim, mediante auto motivado. En el caso de que el inculpado fuera extranjero o español residente en el extranjero, si las circunstancias lo aconsejan, y dados los términos en que se plantea el conflicto de intereses en juego, siempre es preferible optar por el valor libertad o al menos por la medida que la garantice con mayor amplitud, por lo que no existe obstáculo en que se les imponga la obligación de comparecer ante el consulado español de su lugar de residencia con la periodicidad que se determine. 2.-La embajada o el consulado correspondiente debe colaborar con la Administración de justicia, limitándose en estos casos a llevar un control de las comparecencias para informar de su grado de cumplimiento al juzgado cuando este lo requiera, por lo que sería deseable que los jueces de instrucción determinen con precisión las obligaciones que se imponen a los ciudadanos y la forma en que el consulado o embajada debe informar, procurando al hacerlo no recargar el trabajo de los mismos. 5 CONSEJO GENERAL DEL PODER JUDICIAL 3.- Únicamente el juzgado tiene potestad coercitiva de modo que sólo a él, y para el caso de incumplimiento de la medida impuesta, le corresponde acordar lo pertinente, según lo dispuesto en las leyes procesales. 4.- La obligación de nacionales y extranjeros de comparecer ante las autoridades señaladas por el juez en el auto es a la vez un derecho de los mismos en cuanto sometidos en un procedimiento concreto a la jurisdicción española, por lo que las embajadas y consulados no pueden negarse a recibir tal comparecencia, que, en último término y por lo que a esta Administración exterior respecta, es siempre voluntaria del ciudadano incurso en el procedimiento penal aún cuando sea extranjero, sin perjuicio de las consecuencia personales que sólo para él tenga la incomparecencia. 5.- Dado que se ha puesto de manifiesto la frecuencia con que pueden darse este tipo de situaciones, en especial en determinados consulados y embajadas, y el previsible aumento de las mismas por la mayor libertad de circulación de personas entre los diferentes estados, se sugiere la conveniencia de articular algún mecanismo que facilite la colaboración entre la Administración de Justicia y las embajadas y consulados con el objeto de no recargar el trabajo de estas más allá de lo aconsejable. Y para que conste, extiendo y firmo la presente en Madrid, a seis de octubre de dos mil cuatro. 6