Técnicas constructivas en la arquitectura doméstica de los moriscos

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Actas del Primer Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Madrid, 19-21 septiembre 1996,
eds. A. de las Casas, S. Huerta, E. Rabasa, Madrid: I. Juan de Herrera, CEHOPU, 1996.
Técnicas constructivas en la arquitectura
doméstica de los moriscos granadinos
Antonio Orihuela Uzal
Después de la Capitulación de Granada, los andalusíes
del desaparecido reino nazarí, tras una breve etapa en
la cual disfrutaron de la consideración de mudéjares,
fueron obligados a la aceptación del cristianismo, convirtiéndose en moriscos al iniciarse el siglo XVI. Este
proceso de aculturización forzosa tuvo menos influencia en la arquitectura que en otros aspectos de su cultura material y costumbres. Las técnicas constructivas,
decorativas y características tipo lógicas de la casa nazarí se mantuvieron vivas en la arquitectura doméstica
de los moriscos, hasta su expulsión definitiva a comienzos del siglo XVII, e incluso fueron 1Ievadas a sus
lugares de emigración en el Magreb. Las influencias
castellanas se manifestaron principalmente en los motivos decorativos taHados en zapatas y caneci1los de madera, así como en la disposición de más galerías en los
patios, para facilitar la circulación en las plantas altas.
La vivienda morisca solía tener dos plantas, aunque con frecuencia existía una tercera planta sobre
una o dos crujías, la cual, a veces, quedaba reducida
a una simple torre-mirador. Se desarroHaba siempre
alrededor de un patio, dotado de pórticos, con galerías en las plantas altas. El número de crujías variaba
entre dos y cuatro, con anchuras reducidas que estaban comprendidas entre 2,5 y 3 metros. Son muy escasos los edificios dotados de sótano, el cua!, cn todo
caso, se limitaba a un solo lado del patio.
El carácter introvertido de la vivienda morisca se
manifestaba en la casi total ausencia de huecos abiertos en las fachadas exteriores, con excepción de las
sobrias portadas con arcos de ladrillo, de medio
punto o ligeramente apuntados, que solían estar enmarcados por un alfiz.
Con la excepción de las casas más modestas, era
frecuente que estuvieran dotadas de agua, distribuida
por acequias y tuberías de atanores cerámicos, que
era almacenada individualmente en tinajas o aljibes.
También contaban con sumideros en el patio y letrina, conectados ambos a la red de saneamiento mediante atarjeas de ladrillo.
Para estructurar las comunicaciones
en la planta
alta de la vivienda eran necesarias las galerías, situadas sobre los pórticos de la planta baja. El número y
emplazamiento tanto de éstos como de aquellas variaba entre uno y cuatro, dependiendo del tamaño y
forma del patio, disposición de las crujías y orientación. Gracias a la existencia de galerías suficientes,
una sola escalera, situada en una de las esquinas del
patio, era bastante para acceder a la planta alta. En
caso de tener torre o segunda planta, otra escalera de
menor entidad permitía subir hasta ella.
Los pórticos limitaban unos espacios intermedios
entre las salas y el patio, denominados cenadores, protegidos de los agentes meteorológicos. En la arquitectura morisca la sustentación de los alfarjes que constituían los techos de estos cenadores, se resolvía de
varias formas: mediante grandes jácenas de madera con
apoyos solo en pilastras adosadas a los muros testeros
o, también, en soportes centrales, vigas embrochaladas
en otras por uno o sus dos extremos, y en voladizo mediante dobles canes empotrados en los muros.
Se puede establecer la evolución desde el tipo na-
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A. Orihuela
zarí de mansión con uno o dos pórticos situados en los
lados menores de patios rectangulares, hasta la casa
morisca con galerías en los cuatro lados, de int1uencia
castellana, sobre todo procedente de Toledo. Las demás características como la entrada con zaguán en recodo, disposición de salas principales en los lados menores del patio, presencia de alberca en el centro del
mismo, etc., siguieron fieles a la tradición nazarí.
Debido a las limitaciones de espacio de esta ponencia, a modo de ejemplo, se acompaña la planimetría de solo dos casas, de diferentes características,
ubicadas en el barrio del Albayzín, como la gran mayoría de las que se conservan actualmente. La situada
en la Calle Yanguas, n° 2, tiene tres crujías, con una
sola galería (figuras 1-2) La otra, ubicada en el Callejón de San Luis Alto, n° 9, consta de dos crujías y
tres galerías (figuras 3-4).
Las técnicas constructivas y elemcntos arquitectónicos más utilizados fueron las siguicntes.
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Figura 3
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Figura 4
LAS TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS
Muros
Tapial, tapial encintado, con separación de cajones
de hasta tres hiladas de ladrillo y mampostería encin-
tada. Esta última se solía emplear en cimentaciones y
partes bajas de los muros, por su mejor comportamiento ante la acción de las humedades ascendentes.
El encintado se reforzaba verticalmente con pilastras
de ladrillo, las cuales, a veces, se ampliaban dando
lugar a paños de muro de este material. El tapial solía
ser de color grisáceo y pobre en cal grasa. El grosor
variaba entre 45-55 cm. en planta baja y entre 35-45
cm. en las plantas altas.
Soportes
Figura 1
(pl. baja)
Pilares de ladrillo redondos, cuadrados u octogonales. Columnas
nazaríes reutilizadas
de mármol
blanco de la Sierra de Filabres (Almería) o de nueva
talla, en cuyo caso solían ser de tipo toscano, realizadas con la caliza marmórea de color gris de Sierra
Elvira (Granada).
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Figura 2
de pórticos
Soportes de galerías (pl. alta)
Pies derechos de madera, de sección cuadrada o rectangular, hasta la altura del remate de la baranda, y
circular, ovalada u octogonal, desde ese punto hasta
Arquitectura
doméstica
de los moriscos granadinos
poco antes de llegar a la zapata. Ahí vuelven a pasar
al cuadrado
o rectángulo
mediante un pcqueño
adorno de mocárabes, o bien, de molduras de tipo
gótico.
Zapatas
Estos elementos, no utilizados en la arquitectura nazarí, reflejan la penetración de los estilos aportados
por los castellanos. Las situadas sobre pilastras y columnas en la planta baja eran de tamaño mucho mayor que las ubicadas sobre los pies derechos de las
galerías. Primero aparecieron las lobuladas y de tracería gótica, en la tercera década del siglo XVI las
renacentistas y despues de mediar el mismo las manieristas. En algunas ocasiones presentaban tallas
con motivos antropomórficos y zoomórficos.
Barandas de las galerías
Tenían dos tipos de balaustres, rectos con sección 10bulada circunscrita en un cuadrado girado 45° respecto a la dirección de la galería, o torneados. Los
primeros seguían esquemas góticos, mientras que los
segundos se inspiraban en modelos renacen ti stas. Estos, a veces, presentaban semibalaustres adosados a
los pies derechos.
Techos
Las plantas bajas, pórticos y galerías se cubrían con
alfarjes constituidos normalmente por alfarjías, cintas y tablazón. En casos excepcionales, para crujías
de luces mayores, se usaban alfarjes de doble orden
de vigas, llamadas jácenas y jaldetas, sobre las que se
colocaban las cintas y la tablazón. Las soluciones
más modestas prescindían de las cintas, cuya misión
era tapar las juntas entre las diversas tablas.
Las plantas altas y torres se cubrían con armaduras
de par y nudillo, par e hilera, y de pares sin hilera.
Este último sistema, de poca justificación técnica, era
bastante utilizado. El difíci I encuentro entre la tablazón de las dos vertientes del tejado se ocultaba en la
cumbrera mediante unas tablillas horizontales situadas entre los pares. Estas evitaban el movimicnto horizontal de los pares, habitualmente impedido por la
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hilera. Las armaduras solían tener varias parejas de
tirantes para evitar los posibles empujes sobre los
muros. Las dc mayor luz disponían también de cuadrales en las esquinas. Tanto los tirantes como los
cuadrales se apoyaban sobre zapatas talladas, que en
el caso de éstos últimos eran de gran complejidad por
tener su planta romboidal.
Tejados
Eran de teja curva, con pendientes a dos o cuatro
aguas, que se reducían a una, hacia el patio, cuando
había medianerías. Los tejados antiguamente englobaban en un mismo faldón la vertiente de cada crujía
hacia el patio y su pórtico correspondiente,
aunque
esta disposición ha sido sustituida en la mayoría de
las restauracioncs
modernas por faldones independientes, con un mínimo desnivel entre ellos. Sobre la
tablazón en alfarjes y armaduras se disponía un relleno o alcatifa, de tierra o escombros, de unos 10-20
cm. de espesor, con objeto de lograr el aislamiento
térmico y acústico.
Aleros
De madera, con canecillos de tipo nazarí (reutilizados), con talla de ochos en sus costados, o bien, de
tracería gótica, lobulados o de cartel as. También los
hacían de ladrillo, con una o dos hiladas formando
dientes de sierra. utilizados exclusivamente en fachadas a la calle. En algunas ocasiones, los de este tipo
estaban ligeramente
inclinados
hacia arriba, siguiendo la tradiciÓn nazarÍ.
Escaleras
Tenían un carácter exclusivamente funcional, con escaso ámbito y auscncia de decoración. Se desarrollaban alrededor de un machón central, cuadrado o rectangular. Eran muy empinadas, con tabicas que casi
igualaban, o incluso superaban, en dimensión a las
huellas. Sus mesetas estaban partidas por la diagonal,
formando escalones llamados de pañoleta. Los peldaños se revestían de baldosas cerámicas, excepto en el
canto que se resolvía con mamperlanes de madera o
alizares de cerámica.
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TÉCNICAS
A. Orihuela
DECORA TIV AS
Yeserías
En arcos de acceso a las salas, tacas o pequeñas hornacinas situadas en las jambas de aquellos y recercados de alacenas, colocadas en el interior de las salas
a ambos lados de su vano de entrada.
Alicatados
En zócalos, jambas de puertas y almatrayas o cuadros de piezas vidriadas situados en el pavimento de
las salas principales frente al arco de acceso.
Pintura mural
Las albanegas de los arcos, en algunas ocasiones presentaban decoración tallada hacia el patio y pintada
hacia el interior de la sala.
Pintura de techos
Siguiendo la costumbre nazarí, los alfarjes y armaduras solían estar pintados con decoración vegetal y
geométrica, en general. El arrocabe podía tener decoración epigráfica y, en casos excepcionales, zoomórfica.
Carpintería
El portón de acceso desde la calle era de forma rectangular, situado por el interior del arco de la portada. Estaba constituido por una sola hoja de gran ta-
maño, que giraba sobre una quicialera cajeada en el
dintel de madera. Tenían grandes tableros verticales
al exterior, sujetos con clavos de cabeza redonda o
gallonada a los peinazos interiores. Debido a su gran
tamaño y peso, se abrirían en pocas ocasiones, usándose preferentemente
el pequeño postigo que siempre existía en su centro.
Las puertas de las salas principales eran de tornos,
con gorroneras de madera tallada y quicialeras sencillas de piedra o mármol. Las construidas según la tradición nazarí tenían tableros con decoración ataujerada y clavos en su anverso y peinazos en su reverso,
los cuales quedaban ocultos al abrir las hojas por
completo. Las de gran tamaño tenían uno o dos postigos, de escasa altura, que permitían el paso en invierno cuando las hojas estaban cerradas. Las de tradición castellana se construyeron
con peinazos y
cuarterones tallados a una o dos caras, con motivos
acanalados en posición vertical o de «servilleta», así
llamados por imitar un paño plegado.
Las alacenas se cerraban con dos hojas de madera,
con cuarterones acanalados. Las escasas y reducidas
ventanas al exterior tenían carpintería con cuarterones lisos, dotadas de postigos, pero sin vidrios.
No quiero finalizar sin lamentar que la desaparición de las casas moriscas del Albayzín no ha logrado ser frenada por el Plan Especial de Protección
y Reforma Interior del barrio, aprobado en el año
1990, ni tampoco por la declaración de éste como
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en
1994. Sin embargo, todavía se conservan más de
tres docenas de estas casas prácticamente
completas, aunque la mitad están en mal estado. Se trata de
un conjunto de un gran interés histórico y artístico,
en el cual se manifestó por última vez el excelente
nivel conseguido por la arquitectura residencial andalusí.
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