DERECHO DE FAMILIA 235 9.4. AUTORIDAD DE LOS TUTORES La autoridad del tutor en ciertos actos es necesaria a los pupilos y en otros no; por ejemplo no es necesaria cuando estipula que se les ha de dar alguna cosa, y es necesaria si los pupilos prometen a otros. Se ha establecido que pueden los pupilos sin la autorización del tutor mejorar su condición, aunque necesitan de aquella para hacerla peor. De donde se deduce que en aquellos actos de que proceden mutuas obligaciones, como en compras, ventas, arrendamientos, mandatos y depósitos, si no interviene la autoridad del tutor, los que contratan con los pupilos quedan obligados, pero no los pupilos. No pueden, sin embargo, sin autorización del tutor, ni añadir la herencia, ni pedir posesión de bienes, ni recibir una herencia por fideicomiso, aunque sea lucrativa y no puede causarles ningún perjuicio. Pero el tutor, presente al mismo acto, debe al instante hacerse actor, si juzga que esto fuere provechoso al pupilo. Si después de algún tiempo o por carta, interpone su autoridad, se considera que nada ha hecho. Si entre el tutor y el pupilo se promueve un juicio, no pudiendo el tutor ser actor contra sí mismo, no se nombra como en otro tiempo un tutor pretoriano, sino, en su lugar, un curador que interviene en el juicio, y que terminado éste, deja de ser curador –cuarator ad litem–. 9.5. EXCUSAS E INCOMPATIBILIDADES DE LOS TUTORES Y CURADORES Se excusan los tutores o curadores por varias causas: la mayoría de veces por el número de hijos que tienen, ya bajo su potestad, ya emancipados. El que tiene en Roma tres hijos vivos, en Italia cuatro y en las provincias cinco, puede excusarse de la tutela o la curatela, lo mismo que de las demás cargas, pues la tutela y la curatela son cargas públicas. No se cuentan los hijos adoptivos; más a los dados en adopción, puede contarlos el padre natural. Los hijos habidos de un hijo se cuentan cuando ocupan el lugar de su padre; los habidos de una hija no se cuentan; solo los hijos vivos sirven para excusarse de la carga de la tutela o de la curatela, pero no los que han muerto. Se pregunta si se cuentan los que han perecido en guerra, y así es en efecto, pero sólo cuando han muerto en el combate, pues los que mueren en defensa de la República, viven eternamente para su gloria. El Divino Marco Aurelio estableció en sus semestres que el que administraba el fisco puede excusarse de la tutela o la curatela por el tiempo de su administración.