Necesidades de agua en función de la edad y los

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3.13.- NECESIDADES DE AGUA EN FUNCIÓN DE LA EDAD Y LOS DISTINTOS ESTADOS
FISIOLÓGICOS
Por Yanina P. Gallego
LICENCIADA EN NUTRICIÓN
Introducción
El agua es el componente más abundante del cuerpo humano y con la misma dinámica en que
este evoluciona, también se modifica la composición acuosa de nuestro organismo a través de la
edad y los diferentes estados fisiológicos. Poseemos sofisticados mecanismos de control sobre
la cantidad y composición de nuestros líquidos corporales, listos para actuar ante cualquier
modificación del estado acuoso corporal. Pero la cantidad y la localización de agua en nuestro
cuerpo depende fundamentalmente de la edad, la cantidad o peso del tejido graso y el sexo.
Sabiendo que a mayor edad, mayor composición de grasa y sexo femenino se produce una
disminución proporcional del compartimento hídrico.
El contenido de agua, es una proporción variable según la edad. En el recién nacido el % de
agua corporal alcanza un 75% de su peso, y va disminuyendo gradualmente hasta un 60% en
los hombres y un 50% en las mujeres, a partir de la edad adulta.
Con los años, se puede decir que el envejecimiento interpreta un proceso de deshidratación
extracelular; disminuye la masa magra activa o celular y aumenta la masa grasa, los tejidos
conectivos y otros con escaso contenido de agua. La mujer, que anatómicamente tiene mayor
presencia de adiposidades presenta una menor proporción hídrica.
El equilibrio entre la ingesta y la eliminación de líquidos debe mantenerse cualquiera que sea la
situación que vivamos, si pretendemos evitar la aparición de enfermedades y conservar la vida.
De esta manera las recomendaciones de agua, están sujetas a la composición original del
organismo y dependen, por lo tanto, de diferentes condiciones: la edad, la actividad física, el
medio ambiente y las situaciones especiales, como el embarazo y la lactancia.
Dada la importante necesidad de no variar la cantidad de agua total corporal, sumada a la
inexistencia de un almacén hídrico que actúe como regulador ante las variaciones de volumen,
ha de mantenerse un balance diario que mantenga la normalidad y establezca que la entrada de
agua sea igual a las pérdidas.
El agua que necesita nuestro organismo la adquirimos a través de la ingesta de líquidos
(regulada por mecanismos centrales productores de la sed en función de la osmolaridad
plasmática), del contenido de agua de los alimentos sólidos (con un contenido medio del 60%) y
del agua que producimos en nuestro organismo a través de la oxidación de macronutrientes.
Nuestras pérdidas de agua son la suma del agua que orinamos, el sudor, el contenido en la
materia fecal y las perdidas insensibles de la piel y la respiración.
Para mantener el balance hídrico debemos ingerir al día una cantidad de agua similar a la
que eliminamos. Y en situaciones de normalidad estos requerimientos se calculan 1
ml/Kcal ingerida para el adulto y 1,5 ml/Kcal ingerida para el niño.
Los niños requieren más líquidos por su relativa mayor superficie acuosa en función del peso
corporal, junto a una menor capacidad del riñón para poder concentrar solutos respecto al adulto.
La ingesta media de líquidos recomendada para el lactante es de 1,5 ml de agua/Kcal de
consumo energético. Que expresado en relación con el peso corporal es igual a un requerimiento
del 50 a 60 ml/kg. de peso en los niños y 150 ml/kg. de peso en los lactantes.
En período de lactancia aumentan las necesidades de líquidos en 750 ml/día extras, debido
fundamentalmente a la eliminación a través de la leche materna. Esto supone unos 3,5 l/día, por
lo que se aconseja beber un mínimo de 2 litros diarios, siendo el agua mineral natural la bebida
más adecuada. Durante el embarazo, también se incrementan ligeramente las necesidades de
agua a 30 ml/kg.día. Se recomienda beber de 5 a 8 vasos de agua por 150 ml/día.
En los adultos se calcula el requerimiento de líquidos en función de 1 ml de agua/ Kcal de
consumo energético ingerido (35 ml/kg. de peso corporal o 2,5 litros para el varón adulto, con un
mínimo recomendado en 1,5 l/día). A partir de los 70 años este calculo se realiza por 35-45
ml/kg de peso corporal/ día, estimando un requerimiento mínimo de 1,5 a 2 litros de agua de
bebidas (8 vasos diarios) aún sin tener sed, ya que por lo general en el anciano esta sensación
reguladora se ve disminuida.
COMPORTAMIENTO DEL AGUA SEGÚN LOS DISTINTOS ESTADOS FISIOLÓGICOS
El agua en los primeros años de vida
Los bebés tienen una composición tres veces mayor en su proporción de agua/peso corporal que
el adulto. Calculada en el 75% de su peso (Fomon y Ziegler, 1995) Y es imprescindible
mantener la normalidad en su hidratación para conservar la vida. Los lactantes con leche
materna rara vez necesitan suplementos de agua, pero el agua potable es necesaria para
reconstituir fórmulas infantiles.
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En este sentido, se recomienda preparar los biberones con agua mineral natural, que evite
cualquier contaminación microbiana y en especial aguas de mineralización débil que juegan un
papel protector del riñón en el recién nacido (Dartois y Casamitjana, 1991).
De todas maneras el contenido fluorado de aguas minerales naturales, como agua Malavella, es
especialmente interesante en la fase de formación o crecimiento. Entre los 6 y 13 años de edad,
aproximadamente, el fluoruro se incorpora de manera uniforme en todo el tejido y se comporta
como un verdadero profiláctico de las caries en las fases previas o inmediatas a la erupción del
diente, siempre y cuando el aporte de Flúor se mantenga dentro de la normalidad.
La alimentación del niño y las correctas prácticas nutricionales deben garantizar un correcto
crecimiento y desarrollo. Pero, además resulta un factor clave a la hora de adquirir los hábitos
alimentarios que perdurarán en la edad adulta.
El agua durante el embarazo y la lactancia
Durante el embarazo, se produce un incremento de peso medio entre 11,5 a 12,5 Kg, de los
cuales 8 Kg. corresponden a un incremento en agua, 3 kg. en grasa y 1 kg. en proteína. La
gestante experimenta una importante retención de líquidos y es frecuente el estreñimiento, por lo
cual es imprescindible una correcta hidratación, así como una alimentación sana, rica en fibra y
la práctica de ejercicios moderados.
El embarazo condiciona una serie de cambios fisiológicos que afectan directamente a las
funciones renales y gastrointestinales. Por un lado, hay un alto riesgo de infecciones urinarias.
Se produce una mayor cantidad de orina y contrarrestando este efecto, aumenta
considerablemente la reabsorción renal de sodio, cloro y agua. Los túbulos renales son
incapaces de ajustarse por completo y se eliminan más nutrientes por orina que en una mujer no
embarazada. Por otro lado, los cambios gastrointestinales de los primeros meses de embarazo
producen una rápida elevación de los estrógenos, frecuentes vómitos y náuseas, que deben ser
controlados para evitar la deshidratación. Son muy comunes las situaciones de estreñimiento,
pirosis e indigestión ácida por acción hormonal, a causa de la disminución de la motilidad
gastrointestinal y la menor frecuencia de actividad física. En los últimos meses la expansión del
útero hacia el estómago, sumado a la relajación del esfínter esofágico predispone a una leve
regurgitación.
La situación planteada, establece nuevamente la necesidad de incrementar el consumo de agua
durante la gestación. Un consumo de agua potable adecuado, facilita el trabajo de los riñones,
elimina las impurezas del cuerpo y previene infecciones urinarias. El agua limpia el tracto
urinario, aumenta el peristaltismo y diluye la orina.
El consumo moderado de aguas
carbogaseosas bicarbonatadas sódicas, como es el agua Malavella durante situaciones de
gestación, respecto a aguas sin gas, no altera el equilibrio hídrico y mineral de la gestante,
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siempre y cuando sea un embarazo en normalidad y no haga falta la restricción de sodio. En
este sentido se aconseja aguas de mineralización mas fuerte, que contengan minerales como
calcio y magnesio, necesarios para la constitución de nuevas estructuras óseas y mantener el
esqueleto materno. Sólo las embarazadas que padezcan hipertensión o retención anómala,
deberán abstenerse de tomar aguas ricas en sodio.
Así mismo, en situaciones normales, durante el embarazo se recomienda una ingesta de sodio
diaria de 2 a 3 gr. Nunca menor a los 2 gr/día (Mahan y Escott-Stump, 1998) debido a que una
reducción generalizada en el embarazo puede ocasionar trastornos en el equilibrio hidrosalino,
ya que se ha observado que la restricción estricta de sodio en animales gestantes fuerza el
sistema renina-angiotensina-aldosterona hasta el punto de alterarlo.
Cabe destacar que las aguas carbogaseosas bicarbonatadas sódicas, tipo Malavella, equilibran
las secreciones y la motilidad del estómago y de la primera porción del intestino, estimulan el
peristaltismo y favorecen la secreción de la bilis. Efectos positivos para mejorar el estreñimiento
y la indigestión ácida; no así en situaciones de pirosis, distensión, regurgitación, flatulencia o
durante las náuseas y vómitos de los primeros meses de embarazo.
Con referencia al período de lactancia, la producción de leche requiere una elevada ingesta de
fluidos. Aunque no son útiles ingestas superiores a las inducidas por la sensación de sed para
aumentar el volumen de leche, debe tenerse presente que en circunstancias de calor intenso,
ejercicio vigoroso, etc. la sensación de sed puede alterarse y en este período hay que tener un
especial cuidado en garantizar la hidratación.
El agua y las personas mayores
El envejecimiento conduce principalmente a una importante variación en la composición corporal
del anciano. Disminuye la masa magra, la cantidad de agua corporal y aumenta la proporción de
grasa, lo que ocasiona una disminución del metabolismo basal. Por otro lado, la pérdida de masa
ósea los hace más susceptibles de fracturas y por lo tanto menor movilidad. Existe un deterioro
progresivo de las funciones fisiológicas a nivel digestivo, endocrino, respiratorio, circulatorio,
urinario, inmunitario y nervioso. Y se asocia el proceso de envejecimiento con una mayor
incidencia de enfermedades crónicas.
Entre las problemáticas más comunes, las personas mayores sufren de estreñimiento,
deshidratación, osteoporosis, hipertensión o enfermedades cardiovasculares y obesidad. Por lo
tanto es imprescindible entre sus recomendaciones garantizar una correcta hidratación así como
una dieta equilibrada y adecuada. A los 70 años la capacidad de los riñones de filtrar y eliminar
sustancias de deshecho es aproximadamente la mitad que a los 30. Se pierde mucha cantidad
de agua por orina y no así el material de deshecho, así es que el anciano necesitará mas agua
para excretar la misma cantidad de urea, sodio, etc, Por otro lado la falta de líquidos en esta
edad es muy común al disminuir el agua corporal y la sensación de sed.
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El calcio es otro nutriente importante de garantizar en la edad madura. Disminuye la incidencia
de enfermedades cardiovasculares en adultos, pero principalmente una ingesta adecuada de
calcio, vitamina D y floruros, tienen una importancia preventiva en la osteoporosis. El aporte
adicional de calcio que ingresa a través del consumo de aguas minerales naturales, como
Malavella tiene la ventaja de poseer carácter hidrosoluble facilitando su biodisponibilidad.
Además los fluoruros, también presentes en este tipo de aguas, son osteoformadores,
estimuladores de la proliferación osteoblástica y por lo tanto actúan positivamente en la
prevención de la osteoporosis.
Además, el aumento en el consumo de líquidos, es una práctica adecuada para prevenir la
obesidad, no tiene calorías y entre otros beneficios, facilita la digestión al favorecer la solubilidad
en los componentes de los alimentos y alivia el estreñimiento.
En especial las aguas
carbonatadas como agua mineral natural Malavella, ejercen una acción vasodilatadora que
favorece la absorción del agua y del contenido gástrico, estimulan el peristaltismo y tienen a
neutralizar la acidez en estómago. También resultan positivas para las disfunciones renales, ya
que previenen y mejoran la litiasis renal.
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