Un molinero, al morir, dejó a sus tres hijos el molino, el burro y el gato. El mayor se adueñó del molino, se casó y puso a moler a la mujer. El segundo se fue con el burro a otro país. El menor se quedó con el gato. Estaba contento porque conocía el cuento del gato con botas que hizo rico a su amo. - Mis hermanos ignoran la suerte que tengo - se dijo el muchacho-. José no será tan feliz con el molino como yo con este gato. ¿Qué será de Antonio con un burro en el extranjero? Qué suerte, la mía, como para bailar en un pie. Solo (sólo) tengo que conseguirle un par de botas a este gato, un sombrero de plumas y una bolsa. No hay problema. Papá tenía unas botas viejas que le pueden servir. Mamá usaba un sombrero de plumas antes de fugarse con el payaso. José me prestará una bolsa. Así, todo elegante, el gato irá al bosque a cazar conejos y perdices para el rey. Tengo un plan. El camino al corazón de la princesa pasa por el estómago de su padre.Dicen que los cocineros del palacio son excelentes. Al rey, que come por tres, se le vuelve agua la boca con sus manjares. Mi gato le dirá que va de parte del marqués de Carabás. Ese soy yo. Los conejos y las perdices serán mi tarjeta de presentación. Extraído de: Arciniegas Triunfo: La Verdadera Historia del Gato Con Botas, Bogotá, Editorial Norma, 2003.