No había visto ningún genio militar en aquella guerra. Ni uno. Ni

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No había visto ningún genio militar en aquella
guerra. Ni uno. Ni cosa que se le pareciera ni por
el forro. Kleber, Lucasz y Hans habían trabajado
bien por su parte durante la defensa de Madrid
con las Brigadas Internacionales, y luego estaba
aquel viejo calvo, con gafas, engreído y estúpido
como una lechuza, incapaz de mantener una
conversación, valeroso y pesado como un toro, el
viejo Miaja, con
una
reputación
hecha a golpes de
propaganda y tan
celoso
de
la
publicidad que le
debía a Kleber,
que obligó a los rusos a relevarle del mando y
enviarle a Valencia. Kleber era un buen soldado,
aunque limitado, y hablaba demasiado para el
puesto que ocupaba.
Ernest Hemingway – ¿Por quién doblan las campanas?
Día del Libro 23 de abril de 2015
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