Darnos a nosotros mismos Vivimos en un mundo que se conoce por su falta de fidelidad: hemos sufrido el dolor, el engaño y el egoísmo. A la luz de esto y del hecho de que nuestro corazón es por naturaleza egoísta, hemos elegido aferrarnos a todo lo que tenemos. Guardamos nuestro dinero, protegemos nuestro corazón, empleamos nuestro tiempo en beneficio propio y evitamos todo aquello que nos hace sentir vulnerables o perder el control absoluto. Esto está bien si lo único que buscamos en esta vida es sobrevivir, pero si queremos experimentar una vida llena y abundante, vamos a tener que aprender a darnos a nosotros mismos. Abraham lo hizo. Rut lo hizo, David lo hizo, Ester lo hizo, Jesús lo hizo. Esto no es un llamado a la caridad ciega ni a dejar que la gente se aproveche de nosotros. Es un llamado a rendirnos y a sacrificarnos. Proviene de un corazón llenado continuamente por el amor de Dios. Es un riesgo que podemos tomar porque Dios es nuestro salvavidas y nuestro fundamento firme. Dios nos pide que nos vaciemos de nosotros mismos y Él se responsabiliza de llenarnos de lo que más necesitamos: paz, amor, gozo, esperanza, propósito y mucho más. Puede que nos cueste dinero, tiempo, reputación, derechos y a lo mejor hasta nuestro trabajo, pero a cambio recibiremos abundantemente. En la práctica lo que significa es que nuestra meta final no es cuidar de nosotros mismos. Todavía debemos hacer planes para el futuro, usar nuestro tiempo sabiamente, gastar nuestro dinero responsablemente, pero dándonos cuenta de que todo lo que tenemos y todo lo que somos viene de Dios. No somos los dueños, somos solo los administradores. Con esto en mente, podemos tomar la decisión de no aferrarnos a las cosas de este mundo y de gastar nuestros recursos y a nosotros mismos por el amor a Dios y por el amor a los demás. Cuando nos deleitemos en Dios, permitimos que reoriente nuestros deseos para que nos importen más las cosas que realmente tienen valor. El Salmo 34 dice: “Prueben y vean que el Señor es bueno; dichosos los que en él se refugian. Teman al Señor, ustedes sus santos, pues nada les falta a los que le temen. Los leoncillos se debilitan y tienen hambre, pero a los que buscan al SEÑOR nada les falta.” Podemos tomar el riesgo de darnos a nosotros mismos a favor de los demás porque Dios ha prometido suplir todo lo que necesitamos. (Mateo 6:33) Dios es el que provee, el que protege, nuestro refugio, el Príncipe de Paz, Consejero admirable, etc. Como dice el salmista, “A quién tengo en el cielo sino a tí? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.” (Salmo 73) “El que se apega a su vida la pierde; en cambio, el que aborrece su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna.” (Juan 12:25) “—Si alguien quiere ser mi discípulo —les dijo—, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa y por el evangelio, la salvará. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida?” (Marcos 8:34b-36) “Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen. De este modo atesorarán para sí un seguro caudal para el futuro y obtendrán la vida verdadera.” (1 Tim 6:18-19) “No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.” (Mat. 6:1921) “—Les aseguro —respondió Jesús— que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos, recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna.” (Marcos 10:29-31) Un llamado a seguir a Jesús es un llamado a morir: morir a uno mismo, a nuestros deseos egoístas, a nuestra auto-suficiencia y autodeterminación. Darte a ti mismo siempre será difícil, y es una idea totalmente ajena a la sociedad moderna. Con la reciente crisis financiera y el llamado cada vez más insistente al individualismo en muchas sociedades, el llamado de Dios de darnos a nosotros mismos puede sonar como una locura, algo impensable. Suena hasta imposible, pero con Dios, puede formar parte de nuestras vidas diarias. Nos podemos preguntar porqué. ¿Porqué debemos darnos a nosotros mismos por el bien de los demás? La primera razón es que constituye la expresión práctica de las prioridades que Dios ha expuesto para cada creyente. Cuando a Jesús le preguntaron cuál era el mandamiento más importante, respondió con las palabras, “—"Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente" —le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: "Ama a tu prójimo como a ti mismo." De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.” (Mat 22:37-40) ¿Porqué nos damos a nosotros mismos? Es por amor. “Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.” (1 Juan 4:19) Fuimos creados en la imagen de Dios. Dios vio lo que necesitábamos y: “‘...se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!” (Fil. 2:7-8) Él es nuestro ejemplo estrella. Estaba dispuesto a suplir las necesidades extremas de los demás aunque le costara un sacrificio personal. “El amor de Cristo nos obliga, porque estamos convencidos de que uno murió por todos, y por consiguiente todos murieron. Y él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado..” (2 Cor. 5:14-15) Esto lo vemos claramente en Lucas 7:36-47. Jesús está comiendo con los líderes religiosos. Durante la cena una mujer con una mala reputación empieza a lavarle los pies con una combinación de lágrimas y perfume y a secárselos con su pelo. Esto les ofende a los líderes religiosos y también el hecho de que Jesús se lo permite. Pero las Escrituras dicen (44-47): “—¿Ves a esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies, pero ella me ha bañado los pies en lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me besaste, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con aceite, pero ella me ungió los pies con perfume. Por esto te digo: si ella ha amado mucho, es que sus muchos pecados le han sido perdonados. Pero a quien poco se le perdona, poco ama.” Cuando vemos nuestro pecado de forma honesta y recibimos la gracia de Dios, empezamos a experimentar un amor tan profundo que nuestras vidas rebosan de un amor que alcanzará la vida de otros. “Nosotros amamos a Dios porque él nos amó primero.” (1 Juan 4:19) Así que el amor es la respuesta al ‘porqué’. Pero cual es la respuesta al ¿cómo? ¿Cómo es posible para un cristiano vivir así? Una cita importante que nos ayuda a contestar esta pregunta es Juan 13:3-5. En estos versículos vemos a Jesús compartiendo la última cena con sus discípulos antes de ser arrestado y crucificado. Sabía que alguien le iba a traicionar. Sabía que sus seguidores todavía luchaban con su orgullo, su egoísmo, y les quedaba mucho por aprender. La mayoría de nosotros hubiéramos estado frustrados, decepcionados y enfadados con ellos pero Jesús respondió de manera totalmente diferente. “Sabía Jesús que el Padre había puesto todas las cosas bajo su dominio, y que había salido de Dios y a él volvía; así que se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y comenzó a lavarles los pies a sus discípulos y a secárselos con la toalla que llevaba a la cintura.” Como Jesús entendía quien era en relación a Dios Padre, fue capaz de servir a los demás. Funciona de igual manera para nosotros. Cuando entendemos bien que somos un hijo de Dios amado, apreciado y valorado ya no dependemos de la opinión de otros. Ya no es necesario impresionar a nadie, ni actuar de una manera determinada, ni complacer a otros, ni humillarnos ante las expectativas del mundo. Tenemos nuestra seguridad en Cristo y podemos servir a los demás con todo nuestro corazón y con la plena libertad de ser lo que Dios nos a llamado a ser independientemente de lo que la gente alrededor nuestro piensa o hace. Por primera vez en nuestra vida somos ... libres. En esta libertad en Cristo nuestras necesidades se ven suplidas y podemos darnos por completo a los demás, como los Macedonios. “En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad. Soy testigo de que dieron espontáneamente tanto como podían, y aún más de lo que podían, rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los santos. Incluso hicieron más de lo que esperábamos, ya que se entregaron a sí mismos, primeramente al Señor y después a nosotros, conforme a la voluntad de Dios.” (2 Cor. 8:2-5) La gente es difícil. – Ámales de todas maneras. Ellos habían encontrado algo que importaba más que su comodidad y seguridad. Habían encontrado un amor por los demás que les motivaba a sacrificarse por aquello que realmente importaba. Has trabajado duro para ganar el dinero que tienes. Regala una parte de todas maneras. 1 ¿Recibiremos el amor de Dios para que podamos compartirlo con los demás? 2 ¿Confiaremos que según nos vaciemos por amor a los demás Dios cumplirá su promesa de suplir todas nuestras necesidades? 3 ¿Buscaremos nuestro valor y propósito en Cristo para que podamos humillarnos y servir al mundo? Es lo eterno versus lo temporal. Es la perspectiva de Dios versus la perspectiva del hombre. Lo que hoy parece importante será un mero vapor comparado con la eternidad. ¡Que elijamos una vida sencilla, sin egoísmos y de sacrificio! Al darnos a nosotros mismos, ¡que encontremos lo que realmente importa! Como dijo Jim Elliot, un misionero que murió sirviendo a su Señor: “No es necio él que da aquello que no puede guardar para ganar aquello que no puede perder.” Lo bueno que haces hoy, se olvidará mañana. – Haz el bien de todas maneras. Ser honesto y sincero te hará vulnerable. – Sé honesto y vulnerable de todas maneras. Si ayudas a alguien, puede que otros pidan lo mismo. – Ayúdales de todas maneras. Puede que la gente te haga daño. – Invierte en ellos de todas maneras. Puede que te maldigan. – Bendíceles de todas maneras. Puede que alguno quiera ser tu enemigo. – Ámale de todas maneras. Puede que te dé miedo lo que piensa tu compañero de trabajo. – Comparte el amor de Cristo con él de todas maneras. La situación puede que parezca imposible. – Ora de todas maneras. Si se persiguen, mantente firme de todas maneras. Cuando te apetecería recibir el reconocimiento, dale a Dios la gloria de todas maneras.