Recull d`articles i reflexions

Anuncio
Recull d’articles i
reflexions
Muere a los 83 años el escritor Carlos Fuentes
Juan Cruz – El País
Padeció la angustia y el dolor pero no estuvo triste una mañana. Esa frase de
Ernest Hemingway sirve para describir la peripecia vital de Carlos Fuentes, el
novelista mexicano que murió este martes en México, su país, aunque nació en
Panamá, a los 83 años.
Padeció la muerte de sus dos hijos, y esa desgracia sucesiva, que superó con
la entereza que compartió con Silvia Lemus, su mujer, se integró con enorme
dramatismo en algunos de sus últimos libros; pero su voluntad de hierro, así
como su salud, le permitieron superar el impacto de las desapariciones
dramáticas de sus hijos Carlos y Natasha.
Su resistencia era la de un atleta, pero el corazón iba acogiendo esos impactos
hasta que ayer ya no pudo más; su fortaleza física, que fue también su
fortaleza literaria, fue vencida por la edad del tiempo, esa metáfora en la que él
puso su empeño como escritor y también como respuesta civil a un siglo de
México y de la humanidad.
Esta semana aún estaba en Argentina, visitando la feria de Buenos Aires. Ahí
anunció nuevos proyectos; explicó (en declaraciones a Francisco Peregil) que
mientras tuviera proyectos, y los tenía a puñados, jamás sometería su vida a la
melancolía de la muerte.
Esa fue su divisa; por eso su conducta pública no fue interrumpida por los
puñetazos privados. Su disciplina era la lucha contra el tiempo. Se levantaba al
amanecer, siempre, pasaba al papel, en blocks enormes, la escritura que le
sugirieran las notas del día anterior, y escribía como un forzado en las horas de
la madrugada, hasta que se vencía la mañana. Luego iba a caminar (en un
tiempo corrió, pero luego no se sintió para esos trotes), y a partir del mediodía
ya estaba listo para la vida social. En los últimos años se escondió de casi todo
(en Londres, en Nueva York, en México, en sus excursiones por la geografía
mundial), pero dejó un resquicio para no olvidarse de la otra parte de su
personalidad. Se encontraba con gentes de la política, de la economía, de la
literatura; escuchaba como un forzado, quería tomar notas de la peripecia
mundial, y el resultado de esa pesquisa eran artículos en los que hoy se puede
leer su gradual decepción ante la condición humana.
El último noviembre se sentó durante horas con el expresidente chileno Ricardo
Lagos; querían saber el uno del otro, qué opinaban, qué creían sobre el futuro
del mundo. Fuentes no estaba en ese momento en el mejor de sus mundos;
atropelló al principio de ese diálogo su pasión literaria con su destino civil, y era
difícil arrancarle palabras, como si Fuentes estuviera ensimismado, fuera del
universo de lo contingente. Pero, de pronto, el exmandatario chileno sacó la
literatura como asunto, y ya entonces revivió Fuentes, ese era ya su mundo.
Perturbado su país, perturbado el mundo, perturbado el universo personal que
lo animó algún día, Fuentes ya era solo un escritor, una mente buscando en las
ficciones la explicación del mundo.
Era un trotamundos. Una de sus últimas peripecias con escritores la vivió en
Aix-en-Provence, donde un grupo formidable de autores (franceses, españoles,
mexicanos...) se juntó para rendirle homenaje, en un simposio sobre su
literatura. A las nueve de la mañana, vestido con una de esas camisas
impolutas y bien planchadas con las que realzaba su apostura, se presentó
ante los adolescentes que querían hacerle preguntas. Lo hizo sentado; Fuentes
no se sentaba nunca, pero ya se sentaba Fuentes. Firmaba los libros de pie,
hablaba de pie, dictaba las conferencias como si estuviera completando un
maratón, pero ya Fuentes no tenía esa fuerza de antaño. En Buenos Aires
declaró que el tiempo no lo vencería. Yendo al hospital, en México, este atleta
del entusiasmo literario sintió que su abrazo a la vida ya no tenía la
correspondencia que siempre halló hasta en los momentos más oscuros. Y lo
que queda de él, de aquel entusiasmo, es una obra poderosa que escribió a
mano hasta que el dedo con el que tomaba el lápiz se hizo curvo. A veces lo
mostraba: "He aquí mi aliado". El corazón le dejó a un lado en la mañana más
triste de todas las mañanas que él quiso felices.
El intelectual que cuestionó México
Chema Barroso – ABC
El escritor mexicano Carlos Fuentes, fallecido este martes a los 83 años, fue un
intelectual extraordinario que cuestionó durante toda su vida a su país, México,
por ser incapaz de construir una democracia más auténtica y desde la literatura
encaminó a la narrativa en lengua española hacia la modernidad.
Crítico del nacionalismo oficial mexicano, cosmopolita, Fuentes (nacido en
Ciudad de Panamá, Panamá, 1928, de padres mexicanos) ejerció una notable
crítica contra su país, en particular invocando una y otra vez su incapacidad
para convertirse en una sociedad moderna y empeñado en desvelar los
misterios del alma mexicana.
Defensa del español
Su concepción de la lengua era «como un río caudaloso a veces, apenas un
arroyo otras, pero siempre dueño de un cauce (...), toda una profusa corriente
de oralidad que corre entre dos riberas: la memoria y la imaginación». Amante
del idioma en que escribía, llegó a decir que su lucha por conservar el español
duró toda su niñez, pues estuvo «a punto de perder su idioma nativo cada
veinticuatro horas». «El idioma quería decir para mí nacionalidad: era un
conjunto opresivo de significados sujetos siempre a lucha, a reconquista»,
apuntó.
Considerado el fundador de la novela modernista en México, el intelectual
cursó estudios superiores en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) y en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra (Suiza).
«Boom» latinoamericano
Fue desde muy joven cuando su valía literaria comenzó a sobresalir y a
contribuir a la universalidad de una generación de escritores extraordinarios
que formarían el llamado «boom» latinoamericano.
Admirador de autores como los británicos D.H. Lawrence (1885-1930) y Aldous
Huxley (1894-1963), Fuentes consideraba pertinente la ficción para responder
a las preguntas de cómo éramos y cómo seremos, y conocer el mundo
desprovistos de la racionalidad.
«Ni la ciencia, ni la lógica, ni la política nos darán una respuesta. Tampoco nos
la dará la novela. Lo que hace la novela es plantear la pregunta de una
manera equívoca, de una manera cómica, transgresora que las otras
disciplinas no nos permiten», llegó a decir.
Obra y premios
A su obra narrativa el propio Fuentes la llamó la «Edad del tiempo», e incluye
títulos como «Los días enmascarados» (1954), «La región más transparente»
(1958), «La muerte de Artemio Cruz" (1962), «Gringo viejo» (1985), «La silla
del Águila» (2003) y «La voluntad y la fortuna» (2008), sobre la violencia ligada
con el narcotráfico. Entre sus ensayos destacan títulos como «Cervantes o la
crítica de la lectura» (1976), «Los 68» (2005), y «La gran novela
latinoamericana» (2011).
En 2008 el español Juan Goytisolo dijo que Carlos Fuentes logró junto con
García Márquez y el resto de los llamados autores del «boom» latinoamericano
«que entroncara de nuevo la literatura española con la modernidad» después
de que España diera la espalda a la cultura universal durante siglos.
Entre los muchos premios que ha recibido destacan el Cervantes (1987),
el Príncipe de Asturias de las Letras (1994), el de Biblioteca Breve por
«Cambio de piel» (1967), y el Nacional de Literatura de México (1984). Además
se hizo acreedor a distinciones tales como la Orden de la Independencia
Cultural Rubén Darío, otorgada por el Gobierno sandinista (1988); la Orden al
Mérito en Chile (1993) y la española Gran Cruz de la Orden de Isabel la
Católica (2008).
Carlos Fuentes, mi amigo de Mallorca
Matías Vallés – Diario de Mallorca
El día en que murió Julio Cortázar, su amigo Carlos Fuentes lee la noticia y se
la comunica de inmediato al otro vértice del triángulo, Gabriel García Márquez...
El día en que murió Julio Cortázar, su amigo Carlos Fuentes lee la noticia y se
la comunica de inmediato al otro vértice del triángulo, Gabriel García Márquez.
El colombiano camufló su desolación con un arranque de ironía:
–Carlos, no debes creerte todo lo que publican los periódicos.
Comparto esta incredulidad. Querría desconfiar de la internet poliédrica, donde
sus miles de facetas reverberan una muerte única. No puedo imaginar que
haya desaparecido mi amigo de Mallorca, aunque tenga que aceptarlo. Me
ceñiré a mi propio experimento. Cada mes de mayo durante las dos últimas
décadas, llega una llamada desde Londres. Perceptiblemente incómodo con
los artilugios técnicos, Fuentes –así le llamaba incluso su esposa, Silvia
Lemus– me convoca para una fecha precisa de agosto, fundamentalmente a
solas para que podamos reconstruir a flor de estío nuestra "isla de información
en un mar de dudas". Así la definió el premio Cervantes y Príncipe de Asturias.
Si en lo que queda de mayo no me alcanza la voz cálidamente reseca de
Fuentes, me resignaré a una ausencia por motivos inexorables. Sabré que
partió a regañadientes, porque es difícil amar y respetar la vida con su energía
hercúlea. Era mi amigo más joven. Cada año desplegaba la actividad
intelectual suficiente para colmar la agenda de una docena de ciudadanos
occidentales hiperactivos. Y sin embargo, me consta que no añorará sus
residencias en Londres o Nueva York, ni siquiera el México que lo atrapa
genéticamente, con tanta fuerza como a Formentor, la geografía inhumana que
lo subyugó.
Mi amistad con Fuentes empezó de la peor manera posible, en el agosto de
1992 en que descubrió Mallorca. Enterado de su visita a Formentor, allí me
desplacé en el feroz desempeño de mi labor periodística. Lo encontré en la
playa tras ardua búsqueda, sentado en una hamaca con un volumen que
marcaba "Goethe" en sus lomos. Probablemente, el Fausto en el que ahora
mismo se hallaba trabajando. Tras presentarme, dispusimos un diálogo de
notable enjundia literaria:
–¿Es usted Carlos Fuentes?
–Sí.
–¿Podría hacerle una entrevista?
–No.
Eso fue todo. No levantó la mirada del libro. Gracias a Dios, porque me hubiera
fulminado. Regresé a Palma con el rabo entre las piernas, y fue su esposa
periodista quien metamorfoseó aquella negativa radical en la primera de una
serie de dilatadas conversaciones anuales. A Fuentes le sorprendía nuestra
constancia. "¿Te das cuenta de que nos conocemos desde hace 19 años?", me
dijo el pasado agosto en un Formentor cuya remodelación temía. En esta
última ocasión afloró de su amado mar con la gorra de béisbol gris y el corazón
en calma.
Me ha dejado en herencia la tristeza con la que él mismo hablaba de García
Márquez hace un año, "ya no está". Cuando firmamos las paces en aquel
primitivo 1992, me aventuró que las elecciones norteamericanas serían
ganadas por un desconocido Bill Clinton, a quien todas las encuestas daban
por perdedor frente a Bush padre. Su criterio no me pareció excesivamente
respetable, pero el tiempo me enseñó a guiarme por sus pronunciamientos. Por
eso rescato aquí su veredicto en Mallorca sobre el segundo asalto de Obama.
"No le quedará más remedio que ganar la reelección, a pesar de los pesares".
Esta victoria angustiosa le permitiría "retomar la agenda Demócrata, después
de haberse esforzado en la reconciliación". Fuentes había participado en la
mitificación del primer presidente estadounidense negro, "que anda como Fred
Astaire".
Fuentes vivió la vida entera, sin derramar ni una gota. En Formentor divisaba
esta sensación de finis terrae. Le cautivaba porque allí podía mirar el mar a los
ojos. Leía a Henry James y a Hardy en veranos alternos. Por las noches
repasaba los clásicos de Hollywood en DVD, el año pasado recorrió con agrado
la filmografía entera de Hitchcock. Siempre sospeché que el cine le complacía
con ventaja sobre la literatura, pero que no se atrevía a manifestarlo. Fue
amigo de Paul Newman y del Gregory Peck que encarnó a la perfección a su
magnífico Gringo viejo, pero los hubiera arrinconado por otro rato junto a su
amado Luis Buñuel.
He visto a Fuentes con miedo, en vísperas de una operación de bypass
múltiple. Le he visto renacer del dolor infinito de la muerte de sus dos hijos
desde el único remedio, que era el egoísmo. Ambos desafiaban a su padre
cenando en inglés, mientras debatían la obra de Egon Schiele. Fuentes
también intuyó que su carrera literaria cuajaría en el idioma de los ingleses,
pero un día leyó a Borges y descubrió cuál iba a ser su vehículo. Recuerden
que jamás comentaba su obra, ese tic de los autores mediocres que desean
cerciorarse
de
que
los
comensales
han
leído
sus
libros.
La cortesía diplomática de Fuentes le llevaba a hablar siempre de otros
autores, no en vano los conocía a todos. En una ocasión, me dejó estupefacto
con una prueba que por fuerza debía dolerle como la extracción de un órgano
vital. Desde la mesa que siempre presidía, nos pidió que comentáramos La
fiesta del chivo, el libro que franqueó definitivamente las puertas del Nobel a
Vargas Llosa, su amigo/enemigo. Recitamos las efusiones que merecía esta
obra maestra. Bajó la cabeza y acató, el arte es la única disciplina más
competitiva que el deporte.
Era joven porque siempre tenía planes. jamás se refugiaba en la nostalgia. La
obra de teatro que venía de disfrutar en Avignon, la ópera que le había
fascinado en Londres, el último libro de su amigo Philip Roth. No, no era –y
hablo en pasado sólo por respeto al lector, no creeré hasta que no acabe
mayo– un elitista. Se fundía con los intereses del ser humano y los elevaba a
un plano superior. Ni siquiera se envanecía de su obra, y confesaba las
limitaciones mercantiles de la literatura cuando contaba que los autores de
Alfaguara le habían montado un altarcito a Arturo Pérez-Reverte, el pulmón
comercial de su carreras. Era joven porque deseaba disfrutar de los placeres
que le brindaban las generaciones sucesivas. El año pasado festejaba el 15-M
porque "veo con mucho gusto que la gente se enoja y se harta, por eso soy
optimista". A mediados de los noventa, en un restaurante del Port de Pollença
junto a su querida Cristina Macaya, el escritor mexicano apuntaba en una
libreta para recordarlo el nombre de un economista deslumbrante que me había
impresionado recientemente. Sí, un tal Paul Krugman que hoy ha adquirido
extrañas resonancias con sus certeros pronósticos para España. A
continuación me abroncaba porque me faltaba un King Vidor indispensable, y
casi amenazaba con cambiar de asiento.
Ustedes se forjan hasta ahora el retrato de un embajador sumido en las intrigas
venecianas, pero sepan que el descreído Fuentes siempre soñó reencarnarse
en Papa. Y cuidado con tacharlo apresuradamente de cortesano. En cierta
ocasión me hizo abandonar una cena en la que se alineaban los magnates más
opulentos de México, y siempre he pensado que se largó sin despedirse para
no recurrir a los puños. Tengo que corregir la propensión a situarlo en una nube
olímpica. Recuerdo su decepción tras revisar El año pasado en Marienbad, y
preguntarse cómo habían podido jalear aquellas obras huecas.
Fuentes expresa el milagro de Mallorca, elegida con perseverancia por
personas que podrían reposar en cualquier rincón del planeta. Aquí podía
desarrollar un gregarismo en soledad, que un día consistía en Miguel Boyer y al
siguiente se anudaba en una soledad impecable. De nuevo, no lo proyecten
únicamente hacia la aristocracia. Era un meritorio caricaturista gráfico, que
podría retratar los vicios faciales de su interlocutor de un trazo. Trasladaba
esas dotes de observación a la imitación fonética de las leyendas
hollywoodienses, incluido el silbido cazallero de Lauren Bacall.
Por fin lo he enfocado. Fuentes pertenece a la estirpe de hombres que siempre
se enamoran de Lauren Bacall. Su vínculo con Mallorca se estrecha a través
de otra actriz de culto. Vivió un romance atormentado con Jean Seberg, que un
día se intentó suicidar en la isla. Fuentes sabía que me ajustaría a la
indiscreción más estricta, a la hora de relatar nuestros encuentros. A menudo
he cavilado que me empujaba a los excesos que él no se atrevía a cometer.
Acabaremos con una de estas impertinencias, porque la literatura siempre
desemboca en Cortázar. Mi amigo de Mallorca conservaba unas cartas
inapreciables del ilustre cronopio, escritas desde las barricadas del mayo del
68. El autor de Rayuela no se centra en la revolución, sino en los encantos
irresistibles de una estudiante por la que estaba dispuesto a arrancar
adoquines con los dientes. Esta crónica deja su desenlace en suspenso hasta
finales de mes, y sólo podría fecharse en Mallorca. Con Fuentes siempre
hablábamos de un encuentro en México como si fuera una cita en las costas de
Utopía, pero a sabiendas de que no ocurriría. El era demasiado nómada, y yo
harto sedentario.
Entrevista a Carlos Fuentes
Blanca Berasátegui – El Mundo (2008)
Una cabeza flotando como un coco a orillas del Pacífico. La cabeza cortada
número mil en lo que va del año en México. Ha sido a machetazos. Acaba de
dejar de sangrar y el cerebro ya no controla los movimientos de un cuerpo al
que ya no encuentra. Es la cabeza de Josué, cuya única preocupación ahora
es no morderse la lengua, para poder hablar y contarnos su historia. Josué es
el protagonista de La voluntad y la fortuna (Alfaguara), la última novela del
mexicano Carlos Fuentes, que hoy se pone a la venta. El escritor llega este fin
de semana a España para recibir un homenaje, en vísperas de su 80
cumpleaños.
Carlos Fuentes ha construido un intenso y trágico mural de tonos violentos y
hombres turbios. Otra vez. La voluntad y la fortuna es una novela turbadora,
con continuas resonancias bíblicas y un México omnipresente y atroz. Es,
sobre todo, una novela política en la que el escritor toma el mito de Caín y
Abel, la fraternidad convertida en rivalidad, para retratar sin piedad las pasiones
de la condición humana y los problemas de su país. He hablado por teléfono
con Carlos Fuentes, desde Londres, en vísperas de su viaje a España, así que
la conversación no ha tenido el tono, la cadencia y la puesta en escena que
acostumbra el escritor, como buen actor que es también. Una pena. Ha faltado,
quizá, la guarnición pero no la carne escueta de su palabra.
-Esa cabeza cortada flotando que narra la historia... es un comienzo
impresionante...
-No, no espere que lo explique. Ahí está. No hay explicación previa. No voy a
razonarlo porque se vendría abajo todo el edificio con un razonamiento, no lo
haré.
-Cuéntenos entonces el proceso de escritura del libro, ¿por qué la voluntad y
por qué la fortuna?
-Bueno, yo me baso en tres principios de El Príncipe de Maquiavelo, la
voluntad, la fortuna y la necesidad. No podía poner “la necesidad” en el
título porque quedaba muy feo, así que me quedé con la voluntad y la
fortuna, que son dos de los pilares del pensamiento político de
Maquiavelo. A partir de ahí, comencé la escritura, que me ha llevado tres
años. Tengo muy clara la idea de que no hay realmente temas nuevos en
literatura, la novedad es cómo los tratas, y yo he querido retomar aquí el mito
de Caín y Abel, uno de los más viejos de la Biblia, pero desarrollándolo en el
México actual. Le va bien el mito a México porque es un país enfrentado a sí
mismo, muy dividido.
-¿Para escribir La voluntad y la fortuna ha sido necesario que escribiera
antesLa región más trasparente o La muerte de Artemio Cruz, por ejemplo?
-Por supuesto, por supuesto, todos mis libros descienden de libros previos
para formar una familia. Yo creo que es una puesta al día, en cierto modo,
de La región más trasparente, en el sentido de que es una novela política
también, que trata de la vida de la ciudad, de la polis, y de la voluntad y de la
fortuna de los personajes. Es la ciudad de México que retraté en 1958 y la
ciudad de México de 2008, la ciudad tiene un rol protagónico en ambas
novelas.
Narcoterrorismo y crimen
- Han pasado casi cincuenta años, y el paisaje que dibuja es aún más
desolador, y la crítica más dura.
-Mire, la del escritor es una pulsión crítica. La misión del escritor no es
aplaudir, es oponer reservas, oponer críticas, trazar alternativas, esto es
lo único que yo pretendo hacer, y si la situación del país es una situación
mala porque nos inventamos la novedad del narcoterrorismo y del crimen
organizado, tenemos que encontrar la manera de combatir estos dos azotes,
teniendo en cuenta que en el narcoterrorismo hay una gran responsabilidad
de parte de los Estados Unidos porque la droga que sale de México
finalmente se consume en los Estados Unidos. Quiénes son los capos
americanos nadie lo sabe, pero hay que llegar a un acuerdo con ellos para
actuar conjuntamente contra este terrible azote y, de ser posible, despenalizar
el uso de las drogas.
-Narcoterrorismo y crimen organizado. ¿Son éstos, a su juicio, los mayores
problemas que tiene que resolver hoy México?
-Yo creo que, al menos, han tomado prioridad sobre muchos otros problemas
que tenemos, hay una lista muy larga, pero estos han asumido un papel
protagónico en la vida de México de hoy.
- Aunque La voluntad y la fortuna nos hable de emociones humanas, de
pasiones, de personajes, al final lo que resulta es un retrato desolador de su
país, un país armado de rencor, “que es una tradición constante mexicana”,
dice. ¿Está tan presente hoy el rencor en la vida cotidiana mexicana?
-Sí, es un rencor que se demuestra en la animosidad política, en el rencor
del criminal, en el rencor de las bandas de narcos, que son movidas por
un rencor social espantoso también, de manera que es una sociedad
permeada de rencor, necesitada de estar contenta consigo misma. Que por lo
menos sepa vivir consigo misma, tarea que tenemos por delante para poder
celebrar estos centenarios y bicentenarios que nos vienen, y que son una
oportunidad para revisar nuestra historia, quiénes somos y qué queremos ser.
-Sin embargo dice que no ha querido hacer una crítica de su país...
-No, no es lo que he buscado. Yo creo que la obligación es escribir buenos
libros y dejar constancia del vigor del lenguaje y de la imaginación. Yo
siempre digo, bueno, ¿la imaginación y el lenguaje no son importantes?,
pregúntale a Hitler, pregúntale a Stalin, que lo primero que hicieron fue prohibir
libros porque tienen una imaginación y un lenguaje que no son los del poder.
La memoria y la imaginación
-Tal vez por eso pone en boca de su personaje que “ hubiera querido darle a la
memoria el sobrenombre de la imaginación”.
-Sí, verá. Todos tenemos memoria, pero la memoria no es a veces la
imaginación, es decir, la memoria la guardamos en el pasado como hechos
pretéritos y no le dotamos de la imaginación que le damos al
futuro.Estamos en función de la imaginación de lo que queremos ser mañana,
pero no le damos la imaginación necesaria a lo que fuimos ayer, es lo que
quiero decir.
-Son constantes en la novela las referencias a la religión y a la fe. A la
trascendencia, más allá de la muerte, a ese “ser lo que somos porque somos lo
que fuimos y lo que seremos”...
-Bueno, yo apelo a esa gran definición de la fe, creo que de Tertuliano, “es
cierto porque es increíble”. Eso es la fe. Éste es el secreto de la religión, que
apela a ese sentimiento de misterio que todos tenemos y que todo lo
sacraliza.El problema es que la religión está tomando hoy un
protagonismo que no le corresponde. Es la causante y el refugio de
muchos conflictos.¿Por qué? Porque han fracasado las ideologías políticas y
como la gente tiene que creer en algo, empieza a creer más en la religión que
en la ideología, pero a mí ni la religión ni la ideología me parecen soluciones
buenas.
-¿Dónde están las buenas?
-En el uso de la razón, en la politica, en la imaginación, en la cultura, todo lo
que es propio de la creación humana, incluyendo, claro, la religión, pero no
como protagónica, lo mismo que la ideología. Lo malo es cuando la ideología
o la fe se vuelven protagonistas y desplazan a todo lo demás. Entonces
se nos olvida que está la razón, la inteligencia, las pasiones, la
imaginación y que hay la cultura.
-¿Qué pasa ahora en México en el terreno cultural? ¿ Existe relevo para usted
mismo, para Octavio Paz...?
-Desde luego, hay una generación muy vibrante de nuevos escritores
mexicanos, el llamado “Crack”, con Cristina Rivera Garza, Jorge Volpi,
Ignacio Padilla, Xavier Velasco, hay escritores excelentes, y ya son escritores
de entre treinta y cuarenta años, y vienen nuevos y excelentes escritores detrás
de ellos.
-¿Quién le interesa especialmente?
-Todos, yo soy amigo de todos, los leo a todos. Admiro a todos.
El Atlántico es muy ancho
-¿Y sigue la literatura española actual?
-Hasta cierto punto, porque el Atlántico es muy ancho, se ha vuelto muy ancho,
¿sabe? Pero lo sigo con mucho interés desde siempre porque considero
queformamos parte de un solo universo literario, que es el de la lengua
española
-¿Está al tanto de la política española actual, de las polémicas lingüísticas, por
ejemplo?
-Sí, pero no la comento jamás en España.
-Vayamos a América, pues. Hábleme de ese populismo creciente en
determinados países, que para unos es la gran amenaza de las democracias
latinoamericanas, y para otros la gran esperanza
-No, cada país tiene su destino y hay realidades de poder. El país de
verdadero peso en América del Sur es Brasil, su presidente es Lula y sabe
cómo tratar a los demás países vecinos, es decir, a casi todos, salvo al
Ecuador, de manera que hay que tener confianza en Lula respecto al trato con
los vecinos, que van evolucionando cada uno de acuerdo con su política
nacional.
-En la novela, uno de los protagonistas advierte que no hay que tenerle miedo
a una revolución de las de antes: “Ténle miedo, dice, al tirano que llega al
poder con el voto y se convierte en dictador electo”. ¿En quién estaba
pensando?
-Bueno, a mí me parece que hay que dejar muy claro que tenemos regímenes
democráticos, democracias en los que hay valores innegables, porque hay
elecciones libres, parlamentos, prensa independiente, organizaciones obreras,
pero la gente dice, ¿y cuándo como? Y en esa mitad de la democracia, que
es la democracia social, la democracia económica, la democracia del
alimento y del trabajo, es donde estamos fallando, y eso da lugar a la
aparición de regímenes populistas que dicen que van a resolver esos
problemas. No los resuelven pero llegan al poder. Por eso es indispensable
que los gobiernos democráticos atiendan el reclamo social de la mitad de la
población de América Latina.
-Habla mucho en la novela de las emigrantes mexicanos en Estados Unidos,
“que tiene que desafiar las balas de los guardias, las alambradas y los muros”.
A nuestro país llegan en pateras, quiero decir que el dolor del desterrado está
en todo el mundo. ¿Ve alguna ventana clara, hay esperanza?
-Hay algunas ventanas muy claras. Por una parte, asegurar el desarrollo
político, social y cultural de los países de emigración, que no tengan que
irse de su país los trabajadores porque tienen trabajo, educación, cultura y
bienestar en su propia patria. Ése es el más grande desafío que tiene este
siglo. Luego van a seguir saliendo miles de expulsados por la pobreza, por la
ignorancia, por la persecución, van a seguir saliendo muchas gentes de África
a Europa, y de México y de América Latina al norte, de manera que ahí está un
problema que tenemos que resolver nosotros, con la ayuda de la comunidad
internacional.
-Con la de Estados Unidos, especialmente, tan recurrente en su obra.
-Estados Unidos va a tener que cambiar de régimen ya... porque es tan grande
el fracaso de Bush y de sus políticas de Estado.... Es preciso un cambio a
fondo de la política económica y de la política social de Estados
Unidos,como pasó con Roosevelt tras el crack del 29.
-Confía en que gane Obama, está claro. ¿Cree que cambiarían
sustancialmente las relaciones de Estados Unidos con México, tan importantes,
si ganase las elecciones?
-No es que confíe, es que quisiera, porque creo que todos los ciudadanos del
mundo deberíamos tener derecho de votar en las elecciones
norteamericanas. En ese caso ganaría sin duda Obama. Y sí, creo que
mejorarían las relaciones porque darían la oportunidad de que el presidente
Calderón y el presidente Obama se sentaran a tratar los problemas bilaterales
que nos aquejan, que no son problemas de México solamente, ni creados por
México, sino que tienen una realidad bilateral méxico-norteamericana.
-Me gustaría que volviéramos a la novela, a los resortes que le han movido
para escibirla, a sus anclajes tan profundos en la Biblia y a su largo aliento, tan
alejado de la banalización rampante de tantos libros de hoy.
Gordimer, Goytisolo, Roth...
-Bueno, hay una constelación de novelistas en el mundo que se ocupan
de asuntos muy importantes y lo hacen con la imaginación y el lenguaje
propios de la gran novela, de la gran tradición novelística. Son gentes
como Gordimer, como Goytisolo, como Günter Grass o Philip Roth, y esos son
sólo algunos... Siempre se han escrito folletines, melodramas, pero pasaron sin
pena ni gloria. Los que quedaron, y quedarán, son esos grandes escritores.
-Por La voluntad y la fortuna pasean también Artemio Cruz, Barroso, Federico
Robles, algunos personajes que han aparecido en otras novelas suyas.
-Sí, yo soy muy balzaciano en eso, y recuerdo constantemente el eterno
retorno de los personajes de Balzac; también en las novelas de Faulkner. En
todos los casos le da gran resonancia y espesura a las novelas que se
relacionan entre sí, y evocan su propio pasado y la dinastía de los personajes
que voy creando a lo largo del tiempo.
-Me parece que La voluntad y la fortuna es la novela de un hombre
desencantado y escéptico, incluso cínico.
-Bueno, es una novela escrita por una cabeza cortada, qué te parece... Pero
sí,soy un pesimista ilustrado, mejor dicho, un optimista ilustrado, lo cual
me convierte en un pesimista.
Una curiosidad universal
Mario Vargas Llosa – El País
Acabo de enterarme de la muerte de Carlos Fuentes y me ha dado mucha
pena. Con él desaparece un escritor cuya obra y cuya presencia han dejado
una huella profunda. Sus cuentos, novelas y ensayos están inspirados
principalmente por la historia y la problemática de México, pero él fue un
hombre universal, que conoció muchas literaturas, en muchas lenguas, y que
vivió de una manera comprometida todos los grandes problemas políticos y
culturales de su tiempo. Fue siempre un gran promotor cultural y trabajó
incansablemente por unir a los escritores y lectores de nuestra lengua a ambas
orillas del Atlántico. Era un gran trabajador, disciplinado y entusiasta, y al
mismo tiempo un gran viajero, con una curiosidad universal, pues se interesaba
por todas las manifestaciones de la vida cultural y política y escribía sobre todo
con brillantez y buena prosa. No solo sus amigos sino también sus muchos
lectores lo vamos a extrañar.
Documentos relacionados
Descargar