Núcleo Temático 1

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LA REVOLUCIÓN NEOLÍTICA
REVOLUCIÓN
INDUSTRIAL
EXPANSIÓN
ULTRAMARINA
10.000 a.C
CIEEM 2010 Historia
SIGLO
XVI
IMPERIALISMO
SIGLO
XVIII
45
LA
GRAN
INMIGRACIÓN
SIGLO
XIX
SIGLO
XX
Núcleo Temático 1
La Revolución Neolítica
Imágenes de cazadoresrecolectores actuales de
África y Oceanía.
Es evidente que el descubrimiento de la agricultura constituyó una de las innovaciones culturales más trascendentes de la
historia de la Humanidad. El aparentemente simple hecho de
plantar, cultivar y cosechar alimentos permitió el crecimiento
de la población y el surgimiento de civilizaciones más complejas. El universo social, cultural y material del hombre se
transformó para siempre, al punto de que en la actualidad
todas las sociedades (incluso las escasas comunidades de
cazadores-recolectores que hasta hace poco quedaban en el
sur de África, el Amazonas y Australia) han adoptado este
nuevo estilo de vida o se encuentran profundamente influenciados por sus vecinos agricultores.
Sin embargo, el proceso histórico conocido como Revolución
Neolítica es muy complejo, con ritmos y cronologías muy variados y profundas diferencias entre las diversas regionesdel planeta.
Hasta hace relativamente poco –en términos de la larga historia de nuestra especie– todos los grupos humanos vivían de
la caza y la recolección de los alimentos que encontraban en
la naturaleza. Pero algo los motivó a cambiar esa ancestral
forma de vida. A continuación veremos cuáles fueron las
posibles causas de esas transformaciones.
46
El largo período de la caza-recolección
Durante el 99 % de su historia el hombre dependió de su
entorno natural para sobrevivir; en el largo período conocido
como paleolítico, que comenzó hace unos 2 millones de años
y finalizó aproximadamente en el 10.000 a. C., su supervivencia estuvo ligada a variadas estrategias que incluían el consumo de animales muertos (carroñeo), la caza y la recolección
y por tanto la vida nómade alrededor de los recursos alimenticios era su destino.
La mayoría de los grupos humanos de todo el mundo adoptó la agricultura hace 10.000 años.
Salvo los indígenas australianos y norteamericanos, los grupos que mantuvieron el viejo estilo de caza y recolección eran reducidos y estaban dispersos. Solían habitar ambientes marginales, semidesérticos, o lugares donde era imposible talar la selva. De los que aún eran
cazadores-recolectores hace 200 años quedan muy pocos, y muchos de los que han persistido en esta forma de vida están siendo forzados por los gobiernos a establecerse.
El estilo de vida nómada de caza y recolección, practicado por nuestros antepasados durante dos millones de años o más, corre hoy el riesgo de desaparecer completamente.
Leakey, Richard. La formación de la humanidad. Barcelona. Ediciones del Serbal, 1981
Eran predadores inteligentes ya que cazaban, recolectaban, pescaban, recogían y controlaban de alguna manera sus fuentes de
alimentación; pero seguían siendo prisioneros de lo que el medio
ambiente podía ofrecerles. No hay que creer, sin embargo, que
fue ésta una época oscura y terrible; por el contrario, los antropólogos han determinado que durante los cientos de miles de
años que duró el paleolítico, la vida no era tan dura como tradicionalmente se había supuesto. Estudios recientes sobre cazadores-recolectores actuales rescatan importantes elementos de
dicho modo de vida: el relativo equilibrio entre el hombre y el
ambiente, la calidad de su dieta, el escaso trabajo relativo necesario para obtener el alimento, la variada vida social, la libertad
y el abundante tiempo de ocio. Sin embargo, a pesar de estas
ventajas, como los otros animales, el hombre vivía de la generosidad de la naturaleza y se adaptaba a su entorno, que sólo cambiaba en pequeña escala y de modo temporario y cuando se agotaban los recursos de un lugar, los grupos se trasladaban a zonas
más ricas. El gran problema que persistía era el de no poder prever ni dominar el futuro.
Los cazadores-recolectores poseían una actitud optimista ante
la naturaleza, pero no podían acopiar ni almacenar alimentos,
salvo de manera muy limitada (por ejemplo, se ha investigado
a algunos grupos del desierto de bosquimanos del desierto del
Kalahari en África, que entierran melones llenos de agua a lo
largo de sus recorridos de caza para ser consumidos en épocas
CIEEM 2010 Historia
Núcleo Temático 1. Revolución Neolítica
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Niño del desierto del
Kalahari con
una pequeña arpa:
la movilidad
–propia del nomadismo–
impide acumular
bienes materiales.
de sequía). Además, la acumulación de bienes materiales no
les proporcionaba beneficios concretos ya que cada cosa que
se guarda debe ser transportada y ello, inevitablemente, reduce la movilidad. La disponibilidad de movimiento es tal vez la
característica más ligada a la supervivencia en estos grupos,
por lo tanto no poseen grandes propiedades personales y su
equipaje es mínimo, para poder ser transportado durante las
largas marchas.
De todas maneras, a pesar de estas limitaciones, la caza-recolección era una forma de vida cómoda para nuestros ancestros
y por ello sobrevivió durante tanto tiempo. Este estilo parece
resultar lo suficientemente atractivo como para obligar a los
antropólogos a preguntarse por qué fue abandonado para
dedicarse a la agricultura. Deben haber existido poderosas
razones para forzar al hombre a adoptar la tarea penosa y perpetua del trabajo de la tierra.
La vida de los cazadores-recolectores de la Prehistoria no fue necesariamente mísera;
estos pueblos vivían de forma más sencilla e incómoda que los privilegiados occidentales
de la actualidad, pero si se los compara con los grupos de agricultores antiguos no padecían grandes necesidades. (…)
¿Cuál es el problema, por lo tanto, del modo de vida cazador-recolector?
El principal conflicto parece radicar en que la sociedad preagrícola sólo es viable si mantiene densidades de población bajísimas –se han calculado máximos, en las mejores condiciones posibles, de unos 0,3 habitantes por kilómetro cuadrado-, pues la producción natural de
alimentos consumibles por nuestra especie es bastante baja.
Arias, Pablo y Armendáriz, Ángel; El Neolítico. Historia de la Humanidad Nº2. Madrid,
Arlanza Ediciones, 2000.
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Entonces ¿Qué llevó al hombre a adoptar una nueva forma de vida
basada en la domesticación de plantas y animales?
El deseo de cambio para la adopción de la agricultura debió
provenir de numerosas causas, ya que –como dijimos anteriormente– el Neolítico a escala global constituyó un proceso
tremendamente complejo. Los arqueólogos, antropólogos e
historiadores reconocen que hubo algunos factores importantes (la relación entre población y recursos en áreas determinadas, el cambio climático, motivaciones sociales como el poder
y el prestigio, las innovaciones tecnológicas, etc.); el problema
radica en la importancia y la jerarquía que atribuyen a cada
uno de ellos.
Existen dos tipos de explicaciones generales sobre este
tema. Un primer grupo de investigadores considera que la
naturaleza obliga al hombre a adaptarse: entre el 12.000 y
10.000 a.C termina la última glaciación y en algunas
regiones aumentan las temperaturas medias y disminuyen
las precipitaciones. Así, en zonas más áridas, los hombres
se concentran en puntos favorables, cerca de lagos, ríos o
pantanos. Esa cercanía al agua los incitó a interesarse más
en los animales y plantas que allí vivían y de esa unión
cotidiana surgió la necesidad de domesticarlos.
Otros especialistas en el período plantean la tesis contraria: la
evolución intelectual y social del hombre lo habría impulsado
a cambiar. Según esta hipótesis –que tomó fuerza a partir de
la década de 1980- la aparición de la agricultura y la ganadería sería una consecuencia de la competición social, del intento por parte de determinados individuos o grupos de controlar el entorno para establecer un dominio mayor sobre otros
grupos y mantener un status social elevado.
En mi opinión, no hace falta complicar la historia con ‘causas’ extrañas. La revolución
productora de alimentos parece haber ocurrido como la culminación de la diferenciación y la especialización, siempre en aumento, de las comunidades humanas. Hacia el
8.000 a.C, los habitantes de los montes que rodean el Creciente Fértil habían llegado a
conocer su hábitat tan bien que empezaron a domesticar los vegetales y los animales
que habían recolectado y cazado. Algo después, otras culturas humanas alcanzaron el
nivel correspondiente en Centroamérica y, quizá, los Andes, así como en el Sudeste
asiático y en China.
Braidwood, Robert; citado en Leakey, Richard; La formación de la humanidad.
Barcelona, Ediciones del Serbal, 1981.
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Aún hoy no existe un total acuerdo y es probable que ambos
tipos de explicaciones tengan su cuota de verdad; pero sin
embargo existe un punto que casi nadie discute y es el de la
influencia de la demografía en la adopción de la agricultura.
Uno de los principales problemas del modo de vida anterior
basado en la caza-recolección consiste en que sólo es viable en
pequeños grupos con una baja densidad de población; es decir
el número de personas debe mantenerse bastante estable y
permanecer por debajo de los límites de los recursos de una
región. De producirse un crecimiento demográfico en determinadas zonas, necesariamente se deberá aumentar la producción de alimentos, a través de la adopción de la agricultura y
en menor medida de su complemento ganadero.
Este es un dato ampliamente aceptado: los arqueólogos han
demostrado que a partir de unos 10.000 años a. C. la población comenzó a multiplicarse aceleradamente por la adopción
de esta nueva forma de subsistencia. La revolución había
comenzado.
Con la adopción de
la agricultura, el cereal
ocupó un lugar
privilegiado en
la alimentación
de grupos cada vez
más numerosos.
La revolución agrícola
Atraídos por algunos recursos que abundaban en ciertas regiones (por ejemplo, trigo y cebada silvestres) los hombres y
mujeres que ya recogían el cereal desde hacía tiempo comenzaron a plantarlo deliberadamente y a cuidar esa fuente de alimentación. De esta manera se fueron asentando en las zonas
donde abundaba este recurso. Al principio los habitantes de
estas aldeas practicaban una forma de vida de transición: se
han encontrado localidades en Medio Oriente -hacia 11.000
años a. de C.- con objetos propios de cazadores y pescadores,
50
pero también instrumentos para moler el grano, característicos de un aprovechamiento intensivo de los cereales silvestres.
Sin embargo, todavía no existía una agricultura propiamente
dicha. El pasaje de lo silvestre a lo domesticado fue complejo
y requirió algunos miles de años. Así, 9.000 años a.C ya aparecen formas de trigo y cebada cultivadas por el hombre.
Aunque era preciso que el entorno se prestara a ello, que
hubiera plantas susceptibles de ser cultivadas y animales que
se pudieran criar, como cabras, cerdos, caballos y bovinos.
Además de ser el principal ‘cesto de pan’ del mundo, el Próximo Oriente contribuyó con
muchos otros alimentos importantes (…). En el milenio siguiente al 8.000 a.C, los agricultores añadieron a sus cultivos de trigo y cebada, una variedad de legumbres que
incluía garbanzos, lentejas y habas. Tales alimentos eran muy prácticos; podían comerse frescos cuando era la época, o secarlos y almacenarlos.
En los siglos que siguieron al 4.000 a.C, algunos agricultores (…) dirigieron sus conocimientos prácticos para promover productos que renovaran y enriquecieran su dieta:
higos y damascos, almendras y pistachos, nueces y dátiles, aceitunas y uvas.
Leonard, Jonathan; La Revolución del Neolítico I. Orígenes del Hombre Nº 13.
Barcelona, Ed. Folio, 1994.
Este mapa del Próximo
Oriente muestra
la ubicación geográfica
de la Creciente Fértil,
lugar donde se inició
la agricultura.
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Los investigadores concuerdan en que en el Oriente
Medio, en una región conocida con el nombre de
Medialuna o Creciente Fértil –un arco de tierra fértil
situado al abrigo de las sierras y las faldas montañosas de
Israel, Jo rdania, Siria, Turquía, Irak e Irán– en el curso del
n oveno milenio antes de nuestra era, se aceleraron las
manipulaciones que desembocaron en la domesticación
definitiva del mundo vegetal y animal.
Posteriormente este proceso tuvo lugar, independientemente,
en otras regiones de Asia y de América.
El Neolítico ha pasado a la historia por ser una etapa de verdadera revolución sólo comparable a la gran transformación
que supuso, miles de años después, la Revolución Industrial.
¿Revolución? Sí, porque si bien los cambios fueron paulatinos
y graduales, una nueva manera de vivir se multiplicó simultáneamente en algunas regiones y desde allí se difundió a otras
zonas que pronto la adoptaron, trastornando profundamente
las pautas de vida de los cazadores-recolectores. El hombre
pasó de ser predador a productor de sus propios medios de
subsistencia, de limitarse a explotar la naturaleza a modificarla para obtener nuevos recursos y su vida cotidiana se modificó para siempre.
El ritmo de pasaje del paleolítico al neolítico no fue similar en
todas las regiones; en muchos lugares la sedentarización precedió a la agricultura y en otros lugares -como en América- los
pobladores se asentaron más tardíamente.
Con las profundas transformaciones en el modo de subsistencia se desarro l l a ron nuevos tipos de organización
social vinculados a una nueva forma de economía; de
esta manera las consecuencias de la neolitización (pro c eso de surgimiento y adopción de la domesticación de
plantas y animales) desbord a ron ampliamente el campo
Ejemplo de tecnología
sencilla pero novedosa
del Neolítico: morteros
de piedra pulida
destinados a
la preparación
de alimentos.
52
Representación gráfica
de una pequeña
de la subsistencia. Su p u s i e ron un cambio radical en las
formas de trabajo y exigieron el asentamiento de los
g rupos en aldeas permanentes.
Como comunidades organizadas, almacenaron alimentos, acumularon bienes materiales y comenzaron a intercambiar productos cada vez más variados. La gente comenzó a especializarse en
ciertos oficios, por lo que se desarrolló una división del trabajo.
Surgió la alfarería fabricada con arcilla y endurecida por la acción
del fuego; también aparece la cestería y el hilado proveniente de
las fibras vegetales como el lino y el algodón. La rueda también
comienza a ser utilizada en este período en el Cercano Oriente.
Mucho más tarde, con el desarrollo de la minería, aparece la
metalurgia y con ella otros artículos (joyas, herramientas de
metal, armas, etc.).
A largo plazo, el establecimiento de sociedades agrícolas propició la aparición de desigualdades sociales, en contraste con
el carácter igualitario de las sociedades de cazadores. Parece
c l a ro que la existencia de excedentes provenientes de la agricultura favo reció la concentración de riqueza y poder en personas o grupos concretos, lo que acabó dando forma a las primeras organizaciones de tipo estatal. Esto sucederá a partir
del momento en que las aldeas se conviertan en ciudades,
donde se profundizó la división de tareas y surgieron formas
de propiedad privada. Los hombres tenían que manejar
ahora comunidades más importantes; había que dictar normas y hacerlas cumplir. Los problemas internos y conflictos
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aldea neolítica
lógicos de un grupo en crecimiento debían ser resueltos y
poco a poco se fue llegando a formas de delegación. Se pasa
así de la autoridad al poder. En el paleolítico los jefes o encargados de una tarea, como por ejemplo la caza, eran designados por el grupo de acuerdo al talento y habilidad de esa persona. Pe ro se trataba de una autoridad temporal y fluctuante
que desaparecía cuando terminaba la tarea y se dispersaban
los grupos. En cambio, cuando aparece la sedentarización y
con ella las primeras aldeas y pueblos, la comunidad crece en
tamaño y surge la necesidad de crear normas y hacerlas cumplir. En consecuencia, algunos hombres se establecen en una
situación de poder sobre los demás y con el tiempo buscan
transmitir dicho poder a sus descendientes.
Es un hecho innegable, como señala (el antropólogo contemporáneo) Marshall Sahlins, que ‘la
guerra aumenta en intensidad, en derramamiento de sangre y en duración… a través de la evolución de la cultura, y alcanza su culminación en la civilización moderna’. La historia humana
puede evaluarse de muchas maneras, pero una de las medidas más horribles es el saldo de
muerte dejado por las guerras cada vez más agudamente encarnizadas (…). Los agricultores
tienden a adquirir propiedades, tanto personales como comunales, que, como la tierra, necesitan
ser defendidas. Aún cuando no se contara con la evidencia que nos brinda la historia, sería de
esperar que, tras la revolución agrícola, se hubiera registrado un aumento sustancial de enfrentamientos militares entre grupos vecinos.
Leakey, Richard. La formación de la humanidad. Barcelona, Ed. Del Serbal, 1981.
Las paradojas del progreso: familia india que vive
actualmente en situación de pobreza extrema.
Una pirámide social se va estableciendo paulatinamente. Un sector de la población, entonces, se aleja del trabajo de la tierra y
comienza a ejercer la administración de la riqueza producida y a
dominar la vida de pastores, campesinos y arte s ano s .
Frecuentemente surgen alianzas y uniones de aldeas y ciudades,
pero también enfrentamientos periódicos que conducen a guerras.
Desde esa época será entonces el conflicto entre grupos
uno de los motores que irá delineando la historia humana
posterior.
El hombre ha progresado enormemente en relación a esos
antiguos tiempos, tanto en técnica como en conocimientos,
pero la gran promesa que pudo anunciar el Neolítico al liberar a nuestra especie de los condicionantes de su medio
ambiente no se ha cumplido aún. A pesar de que la posibilidad de producir alimentos se multiplica por los adelantos
científicos y tecnológicos y de que el volumen disponible de
materias primas alcanza para la subsistencia de toda la población, hay en el mundo millones de personas que no llegan a
saciar su hambre y que en muchos casos mueren. El dominio
sobre la naturaleza trajo también aparejado el dominio del
hombre por el hombre. Paradoja de la aventura humana con
la que lamentablemente nos hemos resignado a convivir.
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SELECCIÓN DE FUENTES SOBRE EL TEMA
1
3
“El despegue de la economía
productiva
propia
del
Neolítico se inició en el IX
milenio a.C, cuando en el
Próximo Oriente se comenzaron a cultivar el trigo, la cebada y las leguminosas,
así como a domesticar las ovejas, las
cabras, el cerdo y los bovinos, además
del perro. (…) Con el tiempo, la
domesticación sistemática de animales y
plantas comportó cambios genéticos en
las especies silvestres. Los animales
modificaron su esqueleto, su tamaño, su
pelaje, su dentición y la forma de sus
cuernos, mientras que la mutación de
las plantas significó, en el caso de los
cereales, por ejemplo, el aumento de la
capacidad y el tamaño de retención de
los granos.” Pablo Arias y Ángel
Armendáriz, El Neolítico, pp.48-49.
“ Durante por lo menos dos
millones de años, nuestros
antepasados mantuviero n
una forma de vida tecnológicamente sencilla, pero muy próspera.
La estrategia inicial –el aprovechamiento ocasional de carroña combinado con la recolección organizada de alimentos vegetales– e volucionó gradualmente hacia un estilo de vida de caza y
recolección y, probablemente, la transición ocurrió en algún momento comp rendido entre hace un millón de años
y hace medio millón de años. Este antiquísimo estilo de vida no empezó a ser
reemplazado por la producción sistemática de comida (el pastoreo o la agricultura) hasta hace entre 20 000 y 10 000
años, fecha comparativamente muy
reciente. El cambio fue tardío en el
conjunto de nuestra historia, pero se
desarrolló con una rapidez asombrosa y
h oy es prácticamente total. Sólo un
puñado de grupos que viven en partes
aisladas del globo siguen subsistiendo
según el antiguo estilo de vida del cazador-recolector.
2
“En el siglo pasado, el “progreso” era aceptado como un
hecho. El comercio crecía, la
productividad de la industria
iba en aumento y la riqueza se acumulaba. Los descubrimientos científicos prometían un avance ilimitado del dominio
humano sobre la naturaleza y, por consiguiente, infinitas posibilidades de
ampliar la producción. La creciente
prosperidad y la profundización del
conocimiento inspiraban la atmósfera
del optimismo, sin precedente, que se
respiraba en el mundo occidental. En
nuestros días, este optimismo ha recibido una ruda sacudida. La primera guerra mundial y las crisis subsecuentes,
que produjeron, en medio de una horrible miseria, un exceso aparente de mercancías, han socavado sus fundamentos
económicos. Y ahora han surgido
muchas dudas acerca de la realidad del
“progreso”. Para esclarecer sus dudas, los
hombres han acudido a la historia”. V.
Gordon Childe, Los orígenes de la civilización. F.C.E, 1989.
CIEEM 2010 Historia
Núcleo Temático 1. Revolución Neolítica
4
La dedicación a cazar y recolectar fue una característica
permanente y estable de
nuestra evolución biológica
desde Homo erectus, pasando por el
Homo sapiens antiguo, hasta, finalmente, el hombre moderno. Dada la importancia que tuvo cazar y recolectar a lo
largo de muchos millares de generaciones de antepasados nuestros, bien
podría ser que esta forma de vivir sea
una parte indeleble de lo que nos hace
humanos”. Richard E. Leakey, La formación de la humanidad. 1981.
55
5
7
“El paleolítico era la edad de
oro. Los recursos eran abundantes y los hombres, poco numerosos. Los animales proliferaban, no eran feroces y se cazaban con facilidad (en algunos sitios se encuentra una
enorme cantidad de restos de renos, caballos, cabras), las costas eran ricas en moluscos y crustáceos, los ríos estaban llenos de
peces… Nuestros antepasados vivían como
seminómadas, en grupos de unas treinta
personas, bastante dispersos pero no aislados. Realmente disponían de un lenguaje
común, tal vez no universal, pero en todo
caso hablado a grandes distancias.
In t e rcambiaban materias primas –sílex,
caracolas marinas, cristales de roca-, conocimientos (se encuentran objetos similares
y se detectan las mismas técnicas de tallado
en regiones muy alejadas), y probablemente también intercambiaban sus compañeras”. Jean Courtin en La más bella historia
del amor, FCE. 2004.
“La explosión urbana, como
la explosión demográfica, a
la que está unida, es algo
sensacional y formidable,
pero no es un hecho enteramente
nuevo en la historia humana. Como
todas las cosas de la vida, es un acontecimiento en el tiempo, y en consecuencia no puede ser comprendido en su
totalidad si no se lo considera en re l ación con el pasado. La ciudad mecanizada es la heredera de la ciudad tradicional. La futura ciudad-mundo, que
extenderá sus tentáculos alrededor del
globo, será una agrupación humana de
la misma especie que las pequeñas
Jericó, Ur y We i m a r.” Arnold J.
Toynbee, Ciudades en marc h a . 1970.
8
“Así pues, consideraremos la
ciudad la forma más compleja de interdependencia entre
los hombres, cuya aparición
es, después de la de la agricultura sedentaria, uno de los grandes hitos de la historia. En esta perspectiva se la puede
definir como una aglomeración de
hombres que desempeña papeles que la
hacen distinta del campo y que van
acompañados de particularidades sociales, entre las que se hallan siempre la
reunión de individuos socialmente heterogéneos, y a veces –solamente a vecesun régimen jurídico particular. Estas
características van unidas. La urbanización indica una especialización y una
diversificación del cuerpo social. […] La
ciudad, desde el punto de vista social, es
cualitativamente diferente del medio en
el que se desarrolla. Ofrece una estructura social más compleja, relaciones
entre los hombres más diversos y
muchas más ocasiones de encuentro y
c o n t a c t o. Facilita la coexistencia de
medios sociales, de oficios, de funciones
sociales diversas.” Thierry Dutour, La
ciudad medieval. 2005.
6
“Cuando los agricultores fueron
más eficientes, se encontraron
–especialmente en la estación
libre entre las cosechas- con que
tenían tiempo que podían utilizar para
hacer los artículos de uso habitual. Y algunos descubrieron –quizá con sorpresa- que
podían incluso emplear parte de su vida
como artesanos.(…) En una tienda, los
excavadores desenterraron pesados útiles de
piedra cortante y esqueletos de animales,
indicios tal vez de que su ocupante había
sido carnicero. Pero un grado tan alto de
especialización era raro en este antiguo
período. Más comunes serían los artesanos
que hacían determinados artículos generales de un solo material. Un hombre que
trabajaba el hueso podía fabricar collares,
alfileres, brazaletes e incluso palas, estas
últimas hechas de una paletilla de uro. Un
trabajador de la piedra con experiencia
podía hacer gran variedad de útiles, como
hachas, hojas y raspadores, piedras de
cavar, morteros y majas.” Jonathan Norton
Leonard, O rígenes del Hombre, Vol 13.
1994.
56
9
“Entre los años 6000 y 3000
a. C., el hombre aprendió a
aprovechar la fuerza del toro
y la del viento, inventó el
arado, el carro de ruedas y el bote de
vela, descubrió los procesos químicos
necesarios para beneficiar los minerales
de cobre y las propiedades físicas de los
metales, y empezó a elaborar un calendario solar preciso. De este modo, se
encontraba habilitado para la vida urbana y tenía allanado el camino hacia la
civilización, la cual requiere de la escritura, del procedimiento de computar y
de patrones fijos de medidas, como instrumentos de una nueva manera de
transmitir el conocimiento y de ciencias
exactas. En ningún otro período de la
historia, hasta los días de Galileo, fue
tan rápido el progreso del conocimiento, ni fueron tan frecuentes los descubrimientos de gran alcance”. V. Gordon
Childe, Los orígenes de la civilización.
Op.cit
10
“Las primeras poblaciones de agricultores y
ganaderos de Irak no
se establecieron, contrariamente a lo que se podría suponer,
en el área que se conoce como
Mesopotamia, en la llanura aluvial de
los valles del Tigris y el Éufrates (…)
Los primeros testimonios neolíticos se
distribuyen por las montañas que rodean la región, como los montes Zagros, al
este, entre Irak e Irán, y el Kurdistán, al
norte. Destaca en esta última región el
poblado de Jarmo, excavado en las décadas de 1940 y 1950. En Jarmo está claramente definida una etapa (…) en la
que ya aparecen animales y plantas
domésticas (cabras, perros, cereales,
legumbres). Las viviendas eran construcciones rectangulares, con algunas
divisiones internas, levantadas con
adobe.” Arias, Pablo y Armendáriz,
Ángel; El Neolítico, Madrid, Arlanza
Ed., 2000.
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