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CUERPO Y PSICOMOTRICIDAD.
Ravera, Claudia
Steineck, Cristina
Psicomotricistas
La psicomotricidad es una disciplina relativamente nueva, que surge en el siglo XX y
que se encuentra en plena evolución. Constantemente se está enriqueciendo de
múltiples teorías, a la vez que crea nuevas técnicas y aporta una semiología psicomotriz
cada vez más afinada e interesante.
Los conceptos de maduración, desarrollo y aprendizaje resultan fundamentales en el
momento de abordar el tema del desarrollo psicomotor y éstos han ido modificándose
en función de los progresos científicos y tecnológicos.
* Un concepto del siglo XX
Hacia fines del siglo pasado, los avances de la neurología comprobaron que existía un
tipo de trastornos de la función simbólica que no podían ser explicados por una
correspondencia exacta entre la lesión y el síntoma (esquema anatómico utilizado hasta
el momento), comenzando entonces a jerarquizarse la función integrativa del sistema
nervioso, como regulador de las conductas del organismo en su intercambio con el
ambiente.
Es así, que en 1911 el Dr. Dupré aisla una entidad específica a la que denomina
“debilidad motriz”, en la cual las alteraciones (sincinesias, paratonía, e inhabilidad) no
se deberían a una lesión del sistema piramidal sino a un estado de imperfección del
sistema nervioso.
El concepto de psicomotricidad, a través del prefijo psico, subraya la relación
indisociable entre el psiquismo y la motricidad.
Se distinguen dentro de la patología neurológica aquellas alteraciones del movimiento
que no son la consecuencia de una lesión de neuronas motoras específicas y bien
localizadas sino una alteración que se dice a través del movimiento, que responde a
intrincados factores y que puede adoptar multiplicidad de formas y contenidos: la
alteración psicomotriz.
Decimos entonces que la alteración psicomotriz, es una alteración del movimiento en
sus relaciones con la afectividad y con las funciones cognitivas, donde el conflicto se
dice a través de la realización y/o de la expresión motriz. Encontramos en nuestra
clínica que los trastornos motores y los trastornos afectivos están estrechamente
intrincados, en un movimiento de retroalimentación mutuo, razón por la cual los
llamamos psicomotores.
* Evolución de la concepción de cuerpo.
La evolución de la psicomotricidad sigue en nuestro país más o menos los mismos
pasos que en Francia, si bien debido a realidades y necesidades diferentes no coinciden
temporalmente.
Jean Le Camus señala tres fases en la evolución histórica de la concepción de cuerpo en
Francia, dentro de las prácticas psicomotrices: Cuerpo hábil, cuerpo conciente y cuerpo
significante. (1)
La primer fase, la del cuerpo hábil, comienza en el siglo pasado y se extiende hasta
mediados de este siglo.
En este período se considera el movimiento sobre todo en lo referido a su habilidad,
interesa el movimiento como herramienta de ese cuerpo. Se trabaja todo lo referente al
equilibrio, la coordinación, la disociación de movimientos, etc.
Es una óptica mecanicista, donde se pretende que el movimiento sea entrenado y
adiestrado, siendo el objetivo de la reeducación el entrenamiento motor. Las prácticas
psicomotrices de esta etapa son muy directivas y su propósito es la ejercitación de las
funciones “en menos”. Por ejemplo, en un niño torpe en el manejo global de su cuerpo
se practicaba el salto, intentando lograr un buen rebote. El resultado muchas veces era
efectivo si bien no se consideraba el significado que la alteración, en este caso la
torpeza, podría tener dentro de la globalidad del sujeto.
En la segunda fase cuerpo conciente, la influencia de la psicología genética es muy
importante, destacándose los aportes de Henri Wallon y Jean Piaget. Es en este período
que la psicomotricidad se institucionaliza oficialmente en Francia.
Es en esta segunda fase que surge la psicomotricidad oficialmente en nuestro país,
dentro de la Escuela de Tecnología Médica perteneciente a la Facultad de Medicina. En
el año l978 se crea el Curso para “Técnicos en Técnicos en Reeducación Psicomotriz”,
y a partir de l990 Carrera de Psicomotricidad otorgando el título de Psicomotricista.
Comienza a jerarquizarse el aspecto cognitivo en su vinculación con el movimiento, la
acción. A esta fase también se le llamó “pensamiento hecho cuerpo” ya que no se trata
de adiestrar o ejercitar sino de ver qué alteraciones del desarrollo cognitivo de ese niño
podrían estar afectando su movimiento.
La práctica psicomotriz ya no es tan directiva, se tiene más en cuenta el deseo del niño y
se destaca la importancia de la motivación. Se intenta que el niño razone sobre su propio
movimiento, descomponiendo las praxias en los subsistemas que las componen.
Volviendo al ejemplo del niño con torpeza, se pretende que razone sobre los diferentes
momentos del salto y sobre las diferentes posiciones de su cuerpo en cada momento.
Este modo de organizar la praxia temporoespacialmente, a través del razonamiento y la
expresión verbal resultaba algo tedioso y por sobre todo sin sentido para el niño.
La bibliografía sobre las prácticas psicomotrices, correspondiente a esta fase, muestra
un divorcio entre los aspectos teóricos donde se comienza a destacar la importancia de
factores afectivo-emocionales, y los aspectos prácticos aún muy rígidos. Esta zanja
entre una práctica muy racional y una teoría más holística del hombre, logrará recién
sortearse hacia la tercer fase.
En la tercer etapa llamada cuerpo significante, la influencia del psicoanálisis, de la
psicología de la comunicación, de la etología son muy importantes; comienza a darse
importancia al cuerpo como expresión de significantes no-verbales. El movimiento se
convertirá en gesto en la medida en que sea portador de un significado a compartir.
La concepción de alteración psicomotriz cambia sustancialmente ya que esta separación
entre significante y significado, hablaría de síntomas-significantes expresión de una
historia que le da un significado singular. Resulta evidente que el concepto de
inconciente aportado por el psicoanálisis es fundamental en el momento de establecer
una hipótesis diagnóstica y un proyecto terapéutico.
El propósito del tratamiento psicomotriz en esta etapa, consiste en favorecer y
desarrollar la expresividad motriz, la comunicación y la simbolización, importando en
definitiva el cuerpo como lugar de placer, de comunicación y de conocimiento.
Comienza a hablarse de educación y de terapia psicomotriz.
A pesar de que Wallon y Piaget son contemporáneos, la verdadera dimensión de Wallon
en las prácticas psicomotrices se vislumbra recién en esta tercera etapa. Si bien,
realizan aproximaciones diferentes, ambos sostienen una concepción dialéctica del
desarrollo del hombre.
El proceso de asimilación-acomodación como proceso dialéctico y el principio de la
acción sobre la realidad como único camino para el conocimiento serían el eje de la
explicación piagetiana.
Wallon a diferencia de Piaget, jerarquiza el papel del medio gracias al cual y en íntima
relación dialéctica se va desarrollando el ser humano, a tal punto que considera una
entelequia el intento de separar como pares opuestos: lo orgánico y lo psíquico, lo
orgánico y lo social, el individuo y la sociedad, la herencia y el medio, lo estético y lo
dinámico, lo real y la conciencia, el niño y el adulto, etc.
Su concepción, es una concepción holística del hombre ya que no sólo tiene en cuenta el
basamento fisiológico sino las relaciones dialécticas del hombre con el medio y en
especial con la sociedad.
Considera desde el inicio del desarrollo humano dos aspectos fundamentales e
interdependientes : el movimiento y el entorno que recibe las manifestaciones del niño.
El bebé expresará su estado fisiológico de satisfacción o de insatisfacción a través de
llantos, gritos, alivio, sonrisa, estado de distensión, de tensión. Estas reacciones no son
controladas por el lactante y es la “acogida” que dispensa a estos gestos el entorno
humano lo que al responder a ellos les confiere un sentido.(2) Las teorías más recientes
se refieren a este mismo hecho como la semantización que la madre hace de las señales
que emite su hijo bebé.
H. Wallon sostenía que “es el movimiento todo cuanto puede atestiguar la vida psíquica,
y la traduce en su integridad por lo menos hasta el momento en que sobreviene la
palabra”. (2)
Por lo tanto el niño ordena el mundo en estrecha dependencia con el movimiento siendo
un claro ejemplo de esto el hecho de que en tanto el niño no posee más movimientos
coordinados que los de la boca y los labios, su espacio es puramente bucal.
Otro aporte fundamental de H. Wallon fue el de señalar la importante diferenciación
entre la actividad clónica y la actividad tónica, dos formas de actividad muscular que
corresponden a diferentes funciones y utilizaciones del gesto.
La actividad clónica del músculo, se refiere al acortamiento o alargamiento de las
miofibrillas del músculo, lo que permite el desplazamiento y la movilización de los
miembros. Este tipo de movimiento es el que se encuentra en la base de la locomoción y
de la prensión. Se trata de actividades donde el sujeto se vincula con el mundo
circundante, con el espacio y con los objetos, buscando explorar para conocer
(desarrollo cognitivo).
La función tónica es aquella que mantiene cierto nivel de tensión muscular, y que varía
según las condiciones fisiológicas del individuo y de la complejidad del acto a realizar.
Es el tono el que posibilita el mantenimiento del movimiento y de su suspensión. Está
en la base de la mímica, de las actitudes y de las posturas.
Debemos a H. Wallon, el importante papel que confirió al tono muscular dentro de la
vida afectiva del niño, puesto que “constituye el material con que están hechas las
actitudes y la mímica, están por una parte en relación con la acomodación a la esfera
perceptiva y por otra con la vida afectiva”. (2)
Es Julián de Ajuriaguerra, uno de los pioneros de la psicomotricidad en Francia, quien
sintetiza los invalorables aportes de Wallon sobre la función tónica en el concepto de
DIALOGO TONICO: “función de intercambio por medio de la cual el niño da y
recibe... diálogo tónico.. que arroja al sujeto entero en la comunión afectiva y que no
puede tener como instrumento a su medida, más que un instrumento total: el cuerpo”.
(4)
“La acomodación tónico-postural de la madre con el niño y de éste con ella se
establecerá a través del diálogo tónico, en un juego de ajustes y desajustes, de estar
alerta y de estar confiado, de sentirse acomodado y de sentirse des-acomodado, donde
el niño se irá integrando.
Por momentos el bebé llegará a sentirse fusionado, entregado con confianza al
equilibrio de su madre que lo sostiene. En otros, se darán cambios tónicos que
favorecerán la capacidad para auto-mantenerse: sostenerse a sí mismo como antes fue
sostenido.
Las primeras coordinaciones que realiza el bebé entre los movimientos de la boca, la
mano, la cabeza, la visión, la audición, etc., se organizan desde o hacia el eje
longitudinal de su cuerpo, en el cruzamiento con los ejes horizontales.
Las madres sostienen con especial cuidado la cabeza, la nuca y la espalda dada la
hipotonía de tronco normal del recién nacido, tanto cuando lo ponen contra su cuerpo
como cuando lo colocan enfrentándolas a ellas para establecer un diálogo cara a cara.
Estas posiciones de contención favorecerán el encuentro de miradas y sonrisas y están
sustentadas corporalmente en la firmeza que el brazo de la madre imprime al tronco del
bebé, sobre todo en la parte central, en el eje axial, a la vez que su otro brazo envuelve
el resto del cuerpo.
Dichas coordinaciones nos remiten a un juego de interpenetraciones entre continente y
contenido, esbozo de la futura estructuración del límite adentro-afuera.
Para que el proceso de integración somatopsíquico sea viable, el movimiento, en su
encadenamiento con las percepciones, es determinante. El entrecruzamiento activo con
los ejes horizontales, aumenta y enriquece las posibilidades de acción.
La dialéctica entre estados-posturales y transformaciones motrices, observable en los
cambios de posición y en los desplazamientos en el espacio, irán permitiendo acceder a
la vivencia del cuerpo como totalidad y a la tridimensionalidad del espacio en el devenir
del tiempo. Pensemos que el acceso a la posición sedente y a la verticalidad le permite
al niño salir del plano horizontal y unir los diferentes espacios: el circundante, el
cercano y el profundo”. (5)
Dice Bergès: “la función postural hace del cuerpo (en particular del eje) un receptáculo
donde la postura tiene lugar de representación. El cuerpo no puede constituirse como
parte del yo más que bajo forma de una imagen, inaugurada en la fase del espejo
descrita por Lacan”.”( 6)
Es por todo esto que en la tercer fase las prácticas psicomotrices intentan integran los
tres niveles: motor (propio de la primer etapa), cognitivo (de la segunda etapa) y
afectivo-emocional (tercer fase).
* Alteraciones psicomotrices
Según Bucher “la noción de trastorno psicomotor es una de las más difíciles de definir
por: la intrincación de los factores, el carácter evolutivo de las manifestaciones y la
multiplicidad de formas y contenidos” (7)
Los trastornos psicomotores no debemos entenderlos como entidades aisladas sino
como un estilo de funcionamiento, una forma particular de relación del niño con su
medio donde nos será muy difícil separar los factores en juego para determinar el origen
del trastorno.
La mayoría de las veces nos resultará imposible saber lo que responde a un proceso
afectivo-emocional o a una alteración funcional. Un claro ejemplo es el de la
hiperactividad y consecuente dispersión, donde desde siempre se suscitaron grandes
discusiones sobre el problema del origen neurológico o psicológico.
Es por esto que entendemos que el psicomotricista necesariamente debe trabajar dentro
de un equipo interdisciplinario, para con la lectura desde los más diversos ángulos,
comprender y contextualizar ese modo particular de ser y estar en el mundo.
Wallon plantea que “no hay nada más orgánico que la emoción” y que ésta oficia de
gozne entre el cuerpo y el psiquismo a través de una única forma: el tono muscular.
Podríamos sostener entonces, que toda alteración psicomotriz es en su base una
alteración tónico-emocional que puede afectar la expresión motriz y/o la realización
(sucesivas co-ordinaciones de movimientos simples que organizados en el tiempo y en
el espacio darán lugar a la estructuración práxica).
* Clasificación de las alteraciones psicomotrices
Existen numerosas clasificaciones sobre alteraciones
seleccionaremos las más relevantes, a nuestro entender:
Bucher (1973)
De
Ajuriaguerra De
Ajuriaguerra
(1973)
(1982)
a)Trastornos
del I. TRASTORNOS a) Trastornos de la
esquema corporal y
lateralización
de la estructuración PSICOMOTORES
témporoespacial
b) Los retrasos de a) Perturbaciones
b) Disgrafia
maduración
tónicoEmocionales
precoces
c)
Disarmonías b)
Hábitos
y c) Debilidad motriz
tónico-motoras
descargas motrices
en la evolución
c) Tics
d) Debilidad motriz
d) Dispraxias
psicomotrices,
pero
Bergès (1990)
I.
MANIFESTACIO
NES
PSICOMOTORAS
DEL LACTANTE.
a) La hipotonía del
niño
b) Los trastornos del
ritmo
y
las
manifestaciones
tónico-motoras
c) Las descargas
e)
Inestabilidad II.
LOS
psicomotriz
TRASTORNOS
PSICOMOTORES
DEL NIÑO
e) La inestabilidad f) tics
a)
Las
psicomotriz
inestabilidades
o
síndrome
hiperquinético
II) TRASTORNOS g) Tricotilomanía. b) La inhibición
psicomotora
DE
LA Onicofagia
REALIZACION
MOTORA
a) Dirpaxias
c) Las distonías de
actitud. El calambre
b) Disgrafias
del escritor
d) Los tics
e) Las torpezas
III
.
LA
DEBILIDAD
MOTORA
DE
DUPRE
IV.
LOS
RETRASOS
MOTORES
V. TORPEZA Y
LATERALIDAD
VI.
LAS
DISPRAXIAS.
Vemos que en los diferentes intentos de ordenación, la búsqueda de criterios que
permitan una verdadera clasificación resulta difícil. En algunas se incluye dentro de los
trastornos psicomotores a la debilidad motriz y en otras se le excluye; lo mismo ocurre
con las dispraxias, con las disgrafias, etc.
Esta ambigüedad de algunos de los trastornos psico-motores se debe a la gran dificultad
que supone dar cuenta sobre la etiología de los mismos, así como el hecho de que se
trata de funciones que se están estructurando en un ser en pleno desarrollo. Por otro
lado, esta misma condición de ambigüedad, es la que nos ha llevado a buscar una
formación permanente tanto dentro de la neurología como del psicoanálisis, lo que nos
está permitiendo una mayor comprensión de la importancia de contextualizar los
trastornos psicomotores a partir de una visión interdisciplinaria a la vez que intentar
construir una teoría sobre el desarrollo psicomotor.
* Un caso clínico.
Mostraremos a través de una viñeta el modo de aproximación que realiza el
psicomotricista frente al pedido de un estudio psicomotriz donde la observación resulta
fundamental.
Se trata de un niño de 3 años y medio, que consulta derivado del Jardín de Infantes
porque no dibuja y no se integra con sus compañeros.
“En la observación libre en sala de psicomotricidad, se aprecia desde el inicio un
movimiento excesivo y sin un fin determinado, parece una “vorágine”, un viento, que
todo toca y con todo se toca y golpea, no pudiendo detenerse ni entre-tenerse con un
objeto u actividad. A pesar de que se fatiga con gran facilidad, no se detiene, continúa
en su movimiento incesante trasmitiéndonos la sensación de estar perdido en su
inquietud y dispersión.
Le cuesta mucho mantenerse en la verticalidad, logrando con este correr tras el eje de
gravedad mantenerse de pie. Llama a la mirada constante sobre él la frecuencia con la
que se cae y sobre todo la forma en que cae. La posición desarticulada de sus piernas,
hace pensar en algún problema anátomo funcional. En una oportunidad en que cae
mientras camina, continua desplazándose a través del gateo pero aún así pierde el
equilibrio y se golpea la boca.
Viendo que Diego presenta dificultades no sólo a nivel de su expresividad motriz sino
también en la ejecución motriz, sugerimos la consulta con el neuropediatra, quien
plantea luego de examinarlo que presenta un examen neurológico prácticamente normal,
con una “discreta hipotonía”, aclarándonos que ello no justificaría la frecuencia de sus
caídas relatadas por mí ya que él en la consulta no lo vio caer más que una o dos veces.
Su cuerpo parece desmoronarse y desparramarse, siendo necesario mirarlo
permanentemente y mantenerse cerca de él para cuidarlo de los golpes, proximidad que
él rechaza.
Se observan a lo largo del estudio, momentos de mejor estabilidad corporal que parecen
depender entre otros elementos de su relación con las personas que la acompañan. El día
que lo trae su padre con el que mantiene una relación bastante buena, su equilibrio es
mejor y sus caídas menores.
Destacamos la importancia que tiene en la constitución y permanencia de un síntoma
psicomotor, la influencia del entorno en especial la mirada del otro. Como planteara el
Prof. Bergès: “el síntoma psicomotor, a diferencia del síntoma motor, no interesa ni
a la estructura del sistema nervioso correspondiente, ni a la función, sino al
funcionamiento ante la mirada del examinador. Y sobre todo toma sentido en el
discurso que lo describe, principalmente el discurso de los padres. El síntoma
psicomotor existe en la medida que creemos en la existencia de un inconciente”.
Esta misma vivencia de desmoronarse corporalmente parece ponerla en el espacio que
lo rodea, no discriminando adecuadamente las fronteras entre el espacio de su propio
cuerpo y el espacio externo. Intenta modificar el entorno físico, desarmando todo cuanto
encuentra. Es así que pretende desprender un pizarrón de la pared, o sacar la cortina que
cubre el vidrio de la puerta, tirar los objetos que encuentra lanzándolos lejos a la vez
que él cae.
Durante el estudio, es capaz en forma esporádica de proponer juegos de tipo presimbólico (estos juegos expresarían según R. Gentis la ausencia-presencia de la madre).
Quiere que yo lo atrape, correr junto conmigo, esconderse y aparecer, juegos que
resultaron fundamentales en el establecimiento del vínculo con Diego.
Desde el punto de vista de sus producciones gráficas, cuando se le ofrece una hoja, traza
unas líneas sobre ella y cuando le pregunto: -qué dibujaste? contesta: –un dibujo de
rayas
Su lenguaje revela angustias muy primitivas en torno a su cuerpo. En reiteradas
oportunidades dice “puerco” por “cuerpo”.
Más adelante, durante el tratamiento se le oirá decir desafiando en un juego presimbólico: “a que no me atrapiesa!!” una mezcla de atravesar el cuerpo y de atraparlo;
mientras se tapa con un colchón dice: “voy a escurarme” por esconderme y oscurecerme
con un objeto-colchón; mientras nos tiramos pelotitas dice “esto es una matalla” por
matar y batalla.
Estas condensaciones de dos palabras por tener determinada significación, no
constituyen neologismos, sino más bien telescopajes donde Diego, nos muestra de un
modo transparente sus dificultades para habitar su cuerpo como totalidad.
Estructura y movimiento se confunden para Diego, no logrando habitar un cuerpo firme,
permanente, continente de sí, así como tampoco tolerar el ser contenido ni sostenido por
el cuerpo del otro.
Es así que durante el estudio, en el momento de irse de una de las sesiones le pide a su
madre que lo alce. Su madre lo toma en sus brazos y Diego se enoja, le pega, la empuja
y le recrimina: “upa pero sin los brazos”.
La falta de firmeza de su cuerpo, las caídas y golpes frecuentes, hacen pensar para quien
lo observa en una indiscriminación de su cuerpo, del espacio y de los objetos donde no
logra sentir su cuerpo como una sustancia que se conserva constante. Por momentos
parece querer “atravesar” el espacio que ocupan los diferentes objetos, no frenando ante
el límite de una pared, una mesa, etc. A su vez no distingue adecuadamente las
categorías del objeto, lo firme, lo blando, y todo pareciera estar para él tan inestable
como su propio cuerpo” (8)
Posteriormente, en la reunión del equipo los aportes desde la psicomotricidad, desde el
psicoanálisis, desde la neuropediatría, desde la psiquiatría, desde la lingüística, desde la
psicopedagogía permiten plantear como hipótesis diagnóstica una disarmonía evolutiva
a polo psicótico. Como abordaje terapéutico se propone realizar tratamiento
psicoanalítico y psicomotriz, a la vez que intercambios y supervisiones periódicas.
“La cantidad y calidad de sus caídas, su excesiva inquietud y dispersión, la
desorganización por momentos de su pensamiento, sus expresiones lingüísticas que
muestran a las claras una dificultad para discriminar un adentro de un afuera, estarían
expresando las peripecias de Diego en la construcción de su propio cuerpo así como de
una imagen unificada de sí.
La necesidad de revivir situaciones de sostén y envolturas, de placer sensoriomotriz y
reconocimiento, de tonificación de su cuerpo a través de una acción con significado a la
vez que eficaz en sus resultados, hacen de la sala de psicomotricidad un lugar
significativo dentro del abordaje terapéutico”.(8)
Vemos en este caso donde el trastorno psicomotriz es evidente, qué lejos está de ser
encasillado en alguna de las clasificaciones antes mencionada bajo riesgo de olvidar los
procesos de estructuración psíquica y sus vicisitudes en la integración somatopsíquica.
BIBLIOGRAFIA:
(1) Jean Le Camus. “O corpo en discussao”, Porto Alegre, Editorial Artes
Médicas, l986.
(2) Wallon, Henri. “Los orígenes del carácter en el niño” Editorial Nueva Visión,
Buenos Aires, 1979
(3) Aucouturier, Bernard. “La práctica psicomotriz. Reeducación y Terapia”
Editorial Científico-Médica. Barcelona, l985.
(4) De Ajuriaguerra, Julián. Extraído de “Introducción a Wallon. Wallon y la
Psicomotricidad”. Editorial Médica y Técnica, S.A. Barcelona, 1981.
(5) De León, Cristina. García, Blanca. Grajales, María Isabel. Podbielevich,
Jeannette. Ravera, Claudia. Steineck, Cristina. “Interjuego ausencia-presencia
en la construcción de las constantes corporales” (trabajo presentado en el
Congreso Regional de Psicomotricidad.- Córdoba, octubre l998)
(6) Bergès, Jean. “Los trastornos psicomotores del niño”, capítulo extraído del
“Tratado de Psiquiatría del niño y del adolescente” Tomo IV. Biblioteca
Nueva. Lebovici, S. Diatkine, R. Soulé, M. Madrid 1990.
(7) Bucher, Huguette. “Trastornos psicomotores en el niño” Toray-Masson S.A.
Barcelona 1976.
(8) Clerc, Inés. Ravera, Claudia. “Estructuración psíquica y cuerpo. Desde la
interdisciplina” trabajo presentado en el 2do. Congreso Regional de Atención
Temprana y Psicomotricidad. Noviembre de 1997.
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