RECURSOS HUMANOS EMPRESA www.haygroup.com/es SALARIOS DIRECTIVOS En consonancia con los resultados y la sostenibilidad Jesús Atienza Director del Servicio de Información Retributiva de Hay Group Variables a considerar, riesgos a controlar, correspondencia con los resultados de las organizaciones, proporcionalidad… son cuestiones que los reguladores de los mercados financieros se están planteando controlar o, al menos, seguir. ¿Debemos aplicar la misma filosofía a la retribución de los directivos en general o es una cuestión de dejar todo en manos de futuras férreas regulaciones nacidas en el ámbito político? A lo largo de los dos últimos años hemos asistido en todo el mundo a una oleada de indignación pública en relación a las altísimas cuantías económicas percibidas en forma de bonos e incentivos por los directivos de entidades y organizaciones en crisis. Estas situaciones han concitado todo tipo de críticas y han dado como resultado declaraciones públicas de destacados dirigentes políticos y económicos en las que se atacaba con fuerza las prácticas detectadas y se abogaba por la imposición de limitaciones legales, recortes y medidas similares (muchas de ellas desde una filosofía impecable, pero desde una practicidad real limitada), que evitaran la repetición de las mismas. Sin embargo, la mirada nunca fue lo suficientemente crítica porque en aquellos momentos el entorno económico y social se caracterizaba fundamentalmente por una euforia dominada por las grandes operaciones financieras, importantísimas inversiones… En general, por un crecimiento económico que hacía mirar hacia otro lado ante situaciones que afectaban directamente al patrimonio de miles de accionistas minoritarios y que producían la descapitalización de las empresas afectadas, en paralelo con el enriquecimiento personal desmedido de los directivos que las gobernaban. Es interesante analizar la respuesta institucional que se ha dado en la actualidad a este fenómeno, especialmente en el sector financiero, que ha sufrido, sin duda, la mayor atención mediática y política a lo largo del último año. Así, comprobamos la creciente producción, por parte de los organismos reguladores (locales, regionales e internacionales), de normas y criterios que focalizan su atención, en primer lugar, sobre las retribuciones de los directivos y de manera mucho más difusa, sobre el resto de retribuciones en las entidades. No sólo en las finanzas Pero la extensión de la crisis y las caídas continuas de los resultados empresariales a lo largo de los últimos 12 meses (que no hacen sino ahondar en la desconfianza de los inversores, sobre todo de los pequeños y minoritarios) y su previsible continuidad en los venideros, provocan la necesidad de ampliar el campo de aplicación de esta filosofía al conjunto de la retribución de directivos e incluso a la retribución en general. Una extensión que debe anticiparse a un nuevo momento de MARZO 2010 REVISTA APD 57 EMPRESA RECURSOS HUMANOS euforia en el que los buenos resultados extiendan un manto de opacidad sobre las prácticas de gestión y de retribución que se desarrollen en las organizaciones. Riesgos y largo plazo: factores a considerar Sin entrar en cuestiones éticas relativas a las cuantías o la oportunidad de las retribuciones de los directivos, un aspecto muy importante y necesitado de análisis de cara a enfrentar con garantías el futuro y la sostenibilidad de nuestras organizaciones es la relación entre los salarios de los directivos y los riesgos y resultados de las mismas. En retribución, siempre ha existido una máxima cuyo olvido lleva, inexorablemente, a la pérdida de eficacia de los sistemas retributivos. Una máxima que puede expresarse como: “no se trata de pagar mucho o de pagar poco; se trata de pagar bien o mal”. ¿Y qué significa pagar bien? Asegurar que la política retributiva, tanto en su concepción como particularmente en su ejecución, oriente, apoye e impulse la consecución de los resultados de la organización (entendidos de forma amplia y sin una visión cortoplacista): volumen, margen, mix de productos/servicios, sostenibilidad… Estos resultados junto con la sostenibilidad de los mismos dependen de diversos factores que, con claridad, deberían tomarse en consideración a la hora de diseñar y ejecutar una política retributiva en cualquier organización. De entre estos factores, los principales, a nuestro juicio, son dos: sLa necesidad de incorporar a nuestro lenguaje de gestión y a las variables que medimos y controlamos el concepto de riesgo y sus consecuencias, entendido como los efectos que, sobre los resultados de la organización, tienen las diversas acciones emprendidas (y también, por qué no, omitidas) en materia de operaciones, lanzamiento de productos, movimientos expansivos, inversiones, etc. Independientemente de su naturaleza, estos riesgos (operativos, financieros, etc.) que se materializan de manera tanto positiva como negativa en los resultados futuros de la organización, ¿quién los asume? ¿A quién corresponde asumir sus consecuencias? La organización en su conjunto sufre sus beneficios o sus consecuencias negativas a través de los resultados financieros A menudo caemos en la tentación de atribuir los éxitos de las organizaciones exclusivamente a los directivos que las rigen, olvidándonos de los equipos 58 REVISTA APD MARZO 2010 en la cuenta de pérdidas y ganancias. En buena lógica, las personas que asumieron aquellas determinaciones, deberían también, de alguna forma, beneficiarse o sufrir directamente las consecuencias de las mismas. Este mismo principio es aplicable a muchos otros estamentos de las compañías además de al estamento directivo. Pensemos en un vendedor. ¿Cuál es el riesgo en el que incurre como consecuencia de su actuación? Habitualmente el riesgo se materializa en el impago de la venta realizada, por lo que es seguro que gran parte de nosotros viera con buenos ojos que dicho vendedor tuviera como parte de sus objetivos la morosidad generada por sus ventas fallidas o una penalización en caso de que la teórica venta realizada resultara fallida. ¿Qué no decir de un broker financiero? ¿No deberíamos aplicar el mismo principio a los directivos por las actuaciones llevadas a cabo como parte de su gestión? La respuesta debe ser sí, aunque para ello debamos medir cosas que hasta el momento no hemos medido y debamos introducir herramientas, sistemas, cláusulas, etc. que nos permitan asegurar el vínculo directo y proporcionado entre el riesgo asumido y sus consecuencias. sLa necesidad de mantener una visión a medio y largo plazo del negocio y, en general, de las actividades que se desarrollan y de su impacto sobre el mismo. De esta manera, la política retributiva debería abandonar los tintes cortoplacistas a los que generalmente se ve abocada y se debería abrir y adaptar a los diferentes plazos de incorporación de resultados EMPRESA a la organización (derivados de inversiones, como consecuencia de la puesta en marcha de proyectos...) Así, la gestión podrá tomar en consideración no sólo los resultados de las actuaciones que habitualmente tienen horizontes temporales superiores al año, sino también la posible concreción de los diferentes riesgos asumidos como consecuencia de la acción directiva. Ambos, resultados y riesgos, van a marcar la sostenibilidad de la compañía, así como el volumen de los beneficios en el futuro. ¿Qué implicaciones debe conllevar esta filosofía? La primera debería ser asegurar que aquellos conceptos que se encuentran ligados o deban encontrarse ligados a los resultados de la organización, lo estén realmente, de manera que exista una relación real y directa entre las cantidades percibidas y los resultados reales de la organización. Deberían resultar impensables situaciones en las que los directivos (y en general cualquier profesional) percibieran incentivos o primas, mientras que sus correspondientes unidades u organizaciones presenten severos retrocesos en sus resultados o incluso pérdidas. La segunda sería la necesidad de mantener la proporcionalidad de los diferentes elementos, especialmente de la retribución variable, tanto dentro del paquete retributivo como con los resultados obtenidos, los riesgos asumidos y su concreción. Una retribución variable elevada, por ejemplo, tiende a generar comportamientos cortoplacistas que priman la realización de operaciones y la asunción de riesgos más allá de una visión global de sus resultados y de su impacto sobre los resultados futuros de la organización y su sostenibilidad. La tercera implicación de esta filosofía debería ser la incorporación a las mediciones dentro de la organización, de los elementos de riesgo, sus plazos razonables de materialización y sus consecuencias. Y no sólo dicha medición, sino también la imputación de dichas variables a los profesionales que participan directamente sobre su formación, de manera que seamos capaces de atribuir correctamente las responsabilidades, tanto de los éxitos como de los fracasos, desde la perspectiva de la retribución. Existe aún una última implicación, aunque muy indirecta y no una consecuencia inmediata de todo lo anterior. Es el hecho de que no todo en las organizaciones son los directivos. A menudo caemos en la tentación de atribuir los éxitos de las organizaciones (y así lo trasladamos al ámbito retributivo), exclusivamente a los directivos que las rigen, olvidándonos de los equipos de profesionales que, a todos los niveles, hacen posibles dichos éxitos. Siendo esto así, ¿no sería también razonable e incluso necesario hacer partícipes de los éxitos (al igual que de los fracasos) a dichos profesionales? Seguramente una política en este sentido redundaría en beneficio de una menor contestación a los salarios directivos. Al amparo de la legislación fiscal La materialización de todos estos aspectos en el paquete retributivo puede hacerse de muy diversas maneras, si bien algunos de los principios emanados de las recientes regulaciones bancarias nacionales e internacionales ofrecen sin duda fórmulas viables y perfectamente asumibles por las organizaciones. Así, la inclusión de cláusulas de salvaguarda (pay-back); la moderación de las cláusulas de rescisión de la relación laboral o la inclusión en las mismas de mecanismos que garanticen la recuperación de cuantías abonadas sobre operaciones o beneficios que finalmente nunca se materializaron; o el aplazamiento a un plazo medio-largo de parte de los bonos anuales, pueden resultar mecanismos efectivos para comenzar a caminar por la vía adecuada. No cabe duda, eso sí, de que la legislación fiscal española debería acompañar de alguna manera estos movimientos. La dilación en el tiempo de los bonos generará, sin duda, altas sumas de dinero a ser percibidas en plazos superiores a los 3-4 años. Una presión desmedida sobre los componentes retributivos a largo plazo desincentivará la asunción de este tipo de medidas, comprometiendo con ello, de alguna manera, una vinculación real y efectiva de la retribución a los resultados y (más importante) a la sostenibilidad de las organizaciones a medio y largo plazo. MARZO 2010 REVISTA APD 59