grave defecto de discreción de juicio en la demandante e

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CANON 1095 NºS 2 Y 3
GRAVE DEFECTO DE DISCRECIÓN DE JUICIO EN LA
DEMANDANTE E INCAPACIDAD DE ASUMIR LAS
OBLIGACIONES ESENCIALES DEL MATRIMONIO EN
EL DEMANDADO POR PEDOFILIA INCESTUOSA
SENTENCIA DE 13 DE ENERO DEL AÑO JUBILAR 2000
JUEZ PONENTE SEÑOR CARLOS SALINAS ARANEDA
Resumen: La esposa conoce a los 15 años al demandado que tenía 21 años.
Al poco tiempo de iniciar el pololeo el demandado empezó mantener
relaciones íntimas con la demandante la que quedó embarazada. Entre
ambos no habían pensado en el matrimonio, pero éste les fue impuesto por
los padres de la demandante al enterarse del embarazo. Cuando se casan
la demandante tenía 16 años de edad. Durante el matrimonio tuvieron tres
hijas, de dos de las cuales el demandado abusó sexualmente en forma
reiterada siendo niñas, por lo cual cumplió condena en la cárcel. Los
antecedentes prueban que la actora estaba incapacitada para dar un válido
consentimiento matrimonial por adolecer de un grave defecto de discreción
de juicio. Igualmente prueban la incapacidad del demandado para asumir
las obligaciones esenciales del matrimonio.
En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en la ciudad de
Valparaíso, el día jueves 13 de enero del Año jubilar 2000, en la sede del
Tribunal Eclesiástico Regional de Valparaíso, se reunió el colegio de jueces
que debía sentenciar el juicio canónico de nulidad de matrimonio iniciado
por la esposa, católica, labores domiciliada en Ciudad 1, quien acusó la
nulidad de su matrimonio contraído con el demandado, domiciliado en
Ciudad 2.
El Tribunal estuvo integrado
por mons. Luis Eugenio Meneses
Iturrizaga, Vicario judicial y presidente del Tribunal, y los jueces R. P.
Enrique Della Valle Baravalle ss.cc., y señor Carlos Salinas Araneda, este
último en calidad de juez instructor y ponente. Por ausencia del R. P.
Enrique Della Valle se nombró a mons. Jorge Bosagna Aguayo integrante
del colegio de jueces sentenciadores en esta causa. La actora compareció
asistida por el abogado señor ZZ, actuando como Defensor del vínculo
mons. Oscar Cárdenas Barría. Todo ello ante la notario eclesiástica.
I. EL PROCESO
1. La esposa presentó demanda el día 28 de julio de 1994, acusando la
nulidad de su matrimonio contraído con el demandado por incapacidad de
la actora a tenor del canon 1095 nº 2 y por incapacidad del convenido
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conforme al canon 1095 nºs 2 y 3. Fue admitida a tramitación por decreto
de 7 de octubre de 1994. Debidamente citada, la demandante compareció
al Tribunal y prestó declaración el día 15 de mayo de 1995, ampliada el
día 22 de junio de 1995 por iniciativa de la misma actora. El demando fue
citado mediante exhorto y prestó declaración en el Tribunal eclesiástico de
Ciudad 2 el día 13 de julio de 1995.
2. Por decreto de 17 de julio de 1995 se fijó la fórmula de dudas en los
siguientes términos: “Si consta la nulidad del matrimonio por incapacidad
de ambos contrayentes de contraer matrimonio por tener un grave defecto
de discreción de juicio acerca de los derechos y deberes esenciales del
matrimonio que mutuamente se han de dar y aceptar (canon 1095 nº 2);
por no poder asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas
de naturaleza psíquica (canon 1095 nº 3)”.
3. Se rindieron las siguientes pruebas: declaración de la actora ante el juez
instructor, declaración del convenido mediante exhorto ante el Tribunal
eclesiástico de Ciudad 2, documentos públicos y privados y declaración de
testigos. No se pidió informe pericial respecto de la actora por estimarse
poco procedente en atención a la fecha en que se celebró el matrimonio,
hace más de cuarenta años; y tampoco se pidió respecto del convenido
porque había en el proceso antecedentes que podían tomarse en cuenta,
además de las pocas posibilidades que había de que el convenido se
sometiera al mismo.
4. Por decreto de 9 de junio de 1997 se publicaron las actas y por decreto
de 7 de julio del mismo año se concluyó la causa. El 24 de julio de 1997 el
apoderado de la parte actora presentó su alegato de defensa y con fecha 12
de agosto de 1997 el señor Defensor del vínculo manifestó su parecer en el
sentido que, después de haber leído con atención el expediente, estimaba
que el proceso debía seguir su curso.
5. Habiéndose advertido que el decreto de publicación de las actas no se
había notificado a la parte demandada, por decreto de 5 de abril de 1999
se dispuso que se le notificara, dándole un plazo prudente para que
propusiera nuevas pruebas que completaran las rendidas en esta causa.
No habiéndose propuesta prueba nueva alguna, por decreto de 3 de mayo
de 1999 se ordenó seguir adelante con este proceso solicitando al Vicario
judicial y presidente del Tribunal que fijara fecha para la reunión de
sentencia.
El colegio de jueces fue citado para el día jueves 13 enero del año 2000
en la sede del Tribunal para dictar sentencia.
II. LOS HECHOS
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6. La actora nació en Ciudad 2, en el seno de una familia modesta formada
por sus padres y cinco hijos, dos de los cuales murieron, criándose la
actora con otros dos hermanos. La relación de la actora con todos ellos era
buena. Estudió hasta quinto básico debiendo interrumpir sus estudios por
motivos económicos.
7. Antes de conocer al convenido, la actora había tenido tres pololeos
breves, uno de los cuales rompió porque el joven con quien pololeaba quiso
aprovecharse de ella.
Cuando conoció al convenido, éste era músico y tenía 21 años, en
circunstancias que la actora tenía tan sólo 15 años de edad.
8. El convenido nació en el seno de una familia normal; eran 12 hermanos
siendo él el séptimo. El padre era obrero y la madre era dueña de casa.
Cuenta la actora que, según el convenido, cuando era chico un familiar
abusó de él.
9. Pronto empezaron a pololear y el convenido, aprovechándose de la
actora, mantuvo relaciones íntimas con ella, propuestas por él, a los dos
meses de iniciado el pololeo a pesar de la diferencia de edad; con todo no
fueron forzadas. En ningún momento de esta relación las partes se habían
planteado la posibilidad del matrimonio. Consecuencia de las varias
relaciones que mantuvieron, la actora quedó embarazada.
Conocido el embarazo por ambos, ni la actora ni el convenido plantearon
la posibilidad del matrimonio, hasta que la madre de la actora se dio
cuenta del embarazo de su hija. La madre dijo a la actora que tenía que
casarse por lo que habló con el convenido quien, recién en ese momento,
aceptó la posibilidad del matrimonio con la demandante. Esto sucedía a
los siete meses de haberse conocido, cuando la actora tenía 16 años de
edad y el convenido 21 años.
La razón del matrimonio fue tan sólo el embarazo de la actora, hecho
por el cual los padres del convenido no aceptaron este matrimonio al
punto que tampoco asistieron a la boda y lo echaron de la casa.
El matrimonio religioso se celebró en Ciudad 2, en la parroquia, el año
1953. Fueron padrinos del matrimonio los padres de una amiga de la
actora.
10. Una vez casados, ambos cónyuges vivieron en una pensión hasta que
nació la guagua, una niña, lo que motivó el interés de los padres del
convenido por conocer a la nieta. Esto mejoró las relaciones entre la
familia del convenido y la actora al punto de que ella y el convenido se
cambiaron a vivir a la casa de los padres de éste.
11. En total tuvieron tres hijas, las tres mujeres. Al nacer la segunda de
las hijas se cambiaron de casa y empezaron a vivir solos. El convenido no
fue fiel a la actora, hecho que reconoce el mismo en este proceso y que el
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mismo convenido reconocía. Pero como prácticamente no hubo violencia
física entre ambos ni tampoco le faltó nada a la actora en cuanto a los
bienes físicos mínimos, cuando la actora le criticaba su proceder, el
convenido respondía que como a ella no le faltaba no tenía por qué
afligirlo.
12. Poco le importaba al demandado su esposa y sus hijas. De hecho, al
día siguiente del nacimiento de la tercera de sus hijas, en circunstancias
que la actora debía guardar estricto reposo, dejó sola a la actora para salir
dejándola sin que nadie la atendiera. El propio demandado reconoce haber
levantado la mano a la actora una vez.
13. Cuando la hija mayor tenía 10 años, el demandado la violó y abusó de
ella, al parecer en reiteradas oportunidades. Esto le significó ser separado
de su trabajo, entregado a la justicia criminal y pasar un período de cárcel
en Ciudad 2, donde fue condenado en primera instancia a la pena de tres
años y un día de presidio menor en su grado máximo, confirmado en
sentencia de segunda instancia, tribunal en el que hubo un voto en el que
se entendía que la pena se le aplicaba como autor de los delitos de
violación e incesto de su hija menor. Después de esto, la actora se separó
del convenido y sus hijas fueron internadas.
14. Con posterioridad la actora anuló su matrimonio civil a instancias del
convenido, quien asumió los costos de la gestión. Conoció a otro hombre
en Ciudad 2 y empezó a convivir con él desde el año 1966 a la fecha,
relación de la que nació un hijo que ya está casado.
El convenido se casó por segunda vez por el civil y, al parecer, ha
reincidido en sus abusos con otras menores.
III. EL DERECHO
15. Para tener capacidad de contraer matrimonio no es suficiente el uso de
razón, esto es, la capacidad intelectiva de conocer, sino que es menester,
además, discreción de juicio, esto es, la capacidad crítica de poder valorar
la realidad, emitir un juicio crítico sobre ella y extraer una conclusión que
sea válida para el sujeto a efectos de tomar una decisión que lo lleva a
actuar de una manera determinada. En el caso del matrimonio, esta
capacidad le permite contrastar con su persona la realidad matrimonial,
valorar los efectos que el matrimonio ha de suponer para su vida y tomar
la decisión de contraer matrimonio, conociendo y aceptando el profundo
cambio que una tal decisión supone para su vida concreta.
16. El canon 1095 nº 2 no especifica la causa productora de este defecto,
la que puede tener su origen en una patología, si bien no necesariamente.
En efecto, hay determinadas situaciones o condiciones que, sin ser
debidas estrictamente a causas psicopatológicas alteran la personalidad o
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pueden originar la pérdida de la necesaria discreción de juicio. Una de
ellas es la inmadurez afectiva.
La opinión común de los autores es que la inmadurez afectiva puede
constituir la causa originante del grave defecto de discreción de juicio de
que habla el canon 1095 nº 2. Por ejemplo, Santiago Panizo, citando una
sentencia coram Di Felice de 1973 (Sacra Romana Rota Decisiones 65, 486)
escribe sobre el particular: “la sentencia, por un lado, señala que la
elaboración de un recto y adecuado juicio crítico necesita de la afectividad
en cuanto que la “capacitas in animo sentiendi” precede a la “capacitas
recte aestimandi res propositas”. Y se ofrece una razón de peso: el hombre
privado de afectividad carece de fuerza para sentir la atracción o repulsión
de una cosa; por tanto, en el fondo se mantiene en indiferencia y no puede
juzgar sobre esa cosa, a la que es indiferente, con rectitud. La conclusión
va en este mismo sentido: el que por su imperfecta madurez psicológica o
por otras implicaciones psíquicas, no excluida la inafectividad, que
impiden y entorpecen el entendimiento y la voluntad, es obstaculizado
para poner o emitir un recto juicio sobre los deberes y obligaciones
relativas al matrimonio que se celebra, no puede prestar el consentimiento
requerido para dicho matrimonio” (Santiago Panizo Orallo, La inmadurez
de la persona y el matrimonio, Salamanca, 1996, p. 98).
17. El término discreción de juicio es un concepto jurídico, de manera que
la gravedad del mismo exigida por el Código no es de la causa que lo
origina. De esta manera, una causa entitativamente no grave puede
originar en quien la padece una grave discreción de juicio.
Un elemento importante para determinar la gravedad de esta falta de
discreción de juicio es el informe de peritos cuando es posible y útil
recabar esas pruebas. No resultan de utilidad los peritajes cuando los
hechos investigados ocurrieron hace más de 40 años y lo que se trata de
averiguar es el grado de discreción de juicio que tenía una de las partes.
Con todo, es posible obtener elementos de juicio importantes para el
tribunal tomando en cuenta algunas circunstancias que se dan en torno a
la decisión matrimonial, como la edad de quien emite el consentimiento, el
nivel cultural de la misma, el embarazo prematrimonial, la existencia o no
de conversaciones sobre la posibilidad del matrimonio entre ambas partes
antes de producirse el embarazo, la intervención de los padres en la
decisión matrimonial, etc.
18. En términos generales puede sostenerse que el adolescente “minus
aptum habendum ad nuptias ineundas” (ésta y las siguientes referencias en
sentencia coram Serrano 21 octobris 1983, Sacrae Romanae Rota
Decisiones 75, 1988, pp. 507-508 n. 13-14). Ello por algunas notas
comunes en esta etapa del desarrollo o evolución humana como son su
carácter transitorio e inconstante en la que la persona ansiosamente
busca una imagen de sí misma aún no encontrada, soñadores de forma
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que fácilmente se evaden de la realidad, relaciones interpersonales frágiles
e inestables, etc.
Según esta sentencia, es muy inestable el camino de su desarrollo
humano y, por tanto, su habilidad para percibir rectamente y apetecer
adecuadamente la sustancia del matrimonio. Esta observación vale sobre
todo para la perpetuidada que, en el orden de la existencia, requiere la
permanencia de la persona –personalidad– que se debe entregar y recibir a
la otra parte para siempre. Pues, aunque la persona nunca está
desprovista de alguna ‘movilidad’, que conlleva la misma vida, sin
embargo, un gran cambio del carácter, posible en la adolescencia, haría
casi una persona diferente, pasando el tiempo y con los intervalos más
graves del carácter y los saltos del ingenio la misma esencia del pacto
estaría implicada y la permanencia destituida.
Agrega este juez rotal que existen en la misma constitución una cierta
capacidad de relación interpersonal, inicialmente apta para una
percepción de sí mismo y del otro, y fundamento de un desarrollo
posterior: pero muchas veces pueden existir por la desordenada, aunque
transitoria, fuerza de la fantasía y de las emociones muy graves
desadaptaciones entre las personas realmente existentes y aquellas como
son consideradas.
Por estos motivos y otros (p. ej. la fortaleza de ánimo y la perspicua
conciencia y responsabilidad requerida para el matrimonio, la inconstancia
característica de esta etapa del desarrollo humano, etc.) la discreción de
juicio matrimonial puede verse fuertemente mediatizada.
19. En relación con el embarazo prematrimonial ha sido práctica
prolongada en el tiempo, especialmente en épocas anteriores al Concilio
Vaticano II, que se indujera a la pareja, especialmente a la mujer, a
contraer matrimonio con el varón causante del embarazo, sin tomar
mayormente en consideración las circunstancias personales de la pareja.
En este sentido es valioso traer a colación una sentencia coram Burke
de 20 de enero de 1994 en la que se afirma que se han de rechazar, en una
inculturación bien entendida del Evangelio, aquellas prácticas del pasado,
de parte de los padres que, con insistencia, imponen, aun con buena fe, el
matrimonio a sus hijos. Tal práctica, agrega la sentencia, es una violación
objetiva de la justicia. (Cfr. Studia Canonica 29/1, 1995, pp. 253 - 260; Il
Diritto Ecclesiastico 107/II, 1996, pp. 109 - 114).
20. La incapacidad de contraer matrimonio por defecto grave de discreción
de juicio (canon 1095 nº 2) es un capítulo de nulidad diferente y autónomo
de la incapacidad de contraer matrimonio por incapacitas assumendi
(canon 1095 nº 3). Es posible que ambos capítulos incidan en una misma
persona, pero nada impide, y con frecuencia ocurre, que uno de estos
capítulos se de con independencia del otro, siendo posible la nulidad de un
matrimonio sólo por uno de ellos y no necesariamente por los dos.
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21. La idea esencial que subyace en el canon 1095 nº 3 es que el
consentimiento no puede contentarse con ser un acto de la inteligencia –
uso de razón– y de la voluntad –discreción de juicio– sino que ha de
proyectarse sobre el objeto del consentimiento matrimonial. El derecho
natural, previo a cualquier derecho positivo, exige en las personas la previa
capacidad constitucional de poder cumplir el objeto de su compromiso ya
que, en caso contrario, sería un consentimiento carente de contenido.
Este capítulo tiene como referencia las obligaciones esenciales del
matrimonio; en consecuencia, no constituye un único capítulo de nulidad,
sino que comprende tantos capítulos diversos y autónomos cuantas son
las obligaciones esenciales del matrimonio.
22. La causa originante de la incapacidad ha de ser de naturaleza
psíquica, expresión bajo la que se comprende no sólo las incapacidades
provenientes de la esfera psicosexual, sino las provenientes de las
anomalías de la vida psíquica, conducta social, inadaptaciones profundas
del comportamiento y las anomalías de la personalidad que impidan
cumplir las obligaciones esenciales del matrimonio. Dicho en otros
términos, se trata de personas que a causa de una constitución psíquica,
psiquiátrica o psicológicamente definible, son portadoras de una tal
condición que les impida llevar a cumplimiento las obligaciones esenciales
del matrimonio, no obstante que éstas sean conocidas, suficientemente
valoradas y libremente queridas.
23. En el informe anual del tribunal de la Rota Romana correspondiente a
1992 - 1993, se lee “la incapacidad no se ha de atribuir necesariamente a
anomalías o específicas enfermedades que figuran dentro de alguna
precisa categoría nosográfica. Sin embargo –según ocurre en múltiples
anormalidades de la personalidad– son anomalías que no se dan
separadas de causas psíquicas y por el contrario, son anormalidades que
han de estar fundadas en algunas de ellas para que puedan alcanzar
relevancia jurídica. Tales causas psíquicas, cualesquiera que sean, no han
de ser leves, sino graves y antecedentes o al menos concomitantes al
momento de consentir. En otras palabras, han de ser tales que incapaciten
a uno o a ambos contrayentes para establecer esa relación eminentemente
interpersonal que es lo propio del matrimonio”.
El tribunal del Papa hace notar que la gravedad no dice relación con
tipificación nosográfica de la anomalía o enfermedad –ya que eso es
médico– sino que en cuanto afecta al mínimo necesario para tener o lograr
la relación interpersonal que es lo propio del matrimonio y lo suficiente
para contraerlo válidamente.
24. Una causa psíquica originante de esta incapacidad es la psicopatía o
trastorno antisocial de la personalidad. La psicopatía como enfermedad es
un estado permanente y, como personalidad, es la persona portadora de
esa enfermedad.
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Uno de los rasgos típicos de estas personas “es actuar por las apetencias
del momento presente sin tener en cuenta las consecuencias; otra
característica fundamental es la ausencia de conciencia y de sentido de la
responsabilidad; y una tercera es la pobreza sentimental (carecen de la
capacidad de sentir o de mantener sentimientos de amor, pena,
arrepentimiento, vergüenza –es el tradicional sinvergüenza–, alegría o
desesperación y, especialmente el sentimiento de culpa; serán incapaces
de mantener una relación de pareja o vida familiar
o profesional
satisfactoria y estable” (Juan José García Faílde, Manual de Psiquiatría
forense canónica2, Salamanca 1991, p. 384).
Las anomalías psicopáticas se manifiestan en comportamiento y
reacciones psicopáticas; “los comportamientos psicopáticos comprenden
aquellas conductas anormales de difícil encuadramiento, con tendencia
fuerte a repetirse y, generalmente, de naturaleza ‘dañosa’ para la sociedad
y para los particulares; algunos psicópatas no tienen estas
manifestaciones anormales nada más que de un modo esporádico” (ibíd.,
p. 387).
25. La perturbación de la vida afectiva es una de las características de la
personalidad psicopática; “de esta perturbación provienen en última
instancia las expuestas actitudes y conductas de hiperexcitabilidad, de
hiperirascibilidad, de impulsividad, de agresividad, de inestabilidad, de
superficialidad, etc. del psicópata; por otra parte toda esa carga explosiva
de hiperexcitabilidad, etc., difícilmente se compagina, al menos en los
casos de psicopatía grave, con la capacidad de constituir y realizar de una
manera humana relaciones interpersonales de trascendencia y sobre todo,
con la capacidad de constituir y de realizar esa relación interpersonal tan
trascendental de íntima comunión de vida y de amor que es el matrimonio”
(Ibíd., p. 393 con cita de sentencias rotales).
26. Las perturbaciones de origen psíquico que pueden dar lugar a la
incapacitas assumendi pueden ser de tal naturaleza que afecten
igualmente la discreción de juicio de la persona que las padece quien, así,
no sólo se puede encontrar incapacitado de asumir las obligaciones
esenciales del matrimonio, sino que, además, puede padecer de un grave
defecto de discreción de juicio originado, precisamente, en la misma causa
que origina en él la incapacidad del canon 1095 nº 3.
Con todo, es preciso ponderar muy bien las circunstancias de cada caso
según las pruebas aportada al proceso, pues, si bien puede estar probada
la incapacidad del canon 1095 nº 3, pueden que los datos del proceso no
prueben la incapacidad del canon 1095 nº 2 aunque en teoría la causa
psíquica que da origen a la primera pudiera dar origen también a la
segunda de estas incapacidades.
27. Los números 2 y 3 del canon 1095 son formalmente nuevos en el
Derecho canónico, pero ellos recogen principios de derecho natural que ya
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se encontraban implícitos en el Código de Derecho Canónico de 1917
(Aznar) y que fueron desarrollados por la jurisprudencia de la Rota
Romana. Por esa razón son ampliamente aplicables a matrimonios
contraídos antes de 1983. Entre los muchos ejemplos jurisprudenciales
que se pueden mencionar puede verse la sentencia coram García Faílde de
13 de diciembre de 1988 recaída en un matrimonio celebrado en 1967, la
coram Panizo de 9 de diciembre de 1986, recaída en un matrimonio
celebrado en 1973, o la coram Zayas de 21 de febrero de 1986 recaída en
un matrimonio celebrado en 1966 (todas publicadas por Federico Aznar;
Juan Luis Acebal, Jurisprudencia matrimonial de los tribunales
eclesiásticos españoles, Salamanca 1991, pp. 39 - 48; 49 - 70; 224 - 245).
28. Es preciso analizar con cuidado las declaraciones de personas cuya
personalidad ha sido calificada de psicopática por peritos, de manera que
sus dichos han de ser considerados favorablemente sólo cuando coinciden
con otras pruebas acumuladas en las actas del proceso. Siendo manifiesta
la contradicción entre algunos de sus dichos y las pruebas acumuladas,
hay que analizar con cuidado aquellos otros dichos respecto de los cuales
no hay pruebas en el proceso; de ellos sólo se han de considerar aquellos
que coincidan con el sentido general de las pruebas acumuladas y
positivamente valoradas por el tribunal.
IV. EL CASO
1. Valoración de las declaraciones del convenido
29. En esta causa se obtuvo, mediante exhorto tramitado por el Vicario
judicial de Ciudad 2, la declaración del convenido. Ella, sin embargo,
difiere en aspectos sustanciales con las de la actora, de manera que es
preciso, antes de entrar en las consideraciones de fondo de esta causa,
analizar el valor probatorio que estos jueces han de dar a la misma.
Por de pronto, llama la atención la contradicción en que incurre el
mismo convenido en su declaración: respondiendo la pregunta 11 afirma
que “nunca, pese a tener muchas amistades femeninas, le fui infiel (a la
actora)”. En la respuesta inmediatamente siguiente empieza reafirmando
su ‘fidelidad’ para agregar a continuación, en la misma respuesta, que a
los 29 años de edad conoció “a la hija de un compañero de mi grupo
orquestal, con la cual tuve relaciones íntimas”, o sea, le fue infiel a la
actora. Y la razón que expone carece de todo asidero racional: “motivado
por celos, nunca pude olvidar que Nelfa se entregó a mi no siendo virgen”.
Razón que, por lo demás, se contradice con lo dicho por la actora en el
sentido que ella terminó con uno de los pololos que había tenido antes de
conocer al convenido precisamente por haber tratado de aprovecharse de
ella, dichos que a estos jueces merecen más credibilidad que los del
convenido dado el tenor general de las declaraciones de la actora en sus
dos comparecencias ante este tribunal.
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30. Pero lo que más llama la atención es la contradicción de algunos de los
dichos del convenido con las demás pruebas acumuladas en el proceso, en
especial en lo que dice relación con el hecho más grave de su
comportamiento en su vida matrimonial, esto es los abusos sexuales a que
sometió a una de sus hijas menores: según el convenido se trató de una
acusación falsa que habría terminado con su libertad ‘por falta de méritos’.
Esto se contradice con los documentos acompañados al proceso, tanto la
resolución de expulsarlo de su trabajo, como las sentencias de primera y
segunda instancia de la justicia criminal, sentencias ambas en las que es
condenado.
31. La lectura general de las declaraciones del convenido da la impresión
que trata de quedar bien en este juicio, minimizando aquellos elementos
que le son negativos, el más importante de los cuales es el proceso por los
abusos sexuales con su hija menor. Este es un elemento de juicio
importante para estos jueces quienes no tomarán en cuenta aquellas
declaraciones que se contradicen con otras pruebas acumuladas al
proceso que resultan más convincentes.
Con todo, hay elementos en su declaración que coinciden con otras
pruebas; en estos casos, estos jueces darán valor a sus dichos. Pero no lo
harán cuando algunos de sus dichos no se encuentran ni corroborados ni
contradichos por prueba alguna en este proceso.
2. Grave defecto de discreción de juicio de la actora
32. El primer capítulo de nulidad a estudiar en esta causa es el grave
defecto de discreción de juicio de la actora. Se trata de un capítulo de
nulidad en el que la ayuda de los peritos resulta valiosa. Sin embargo, en
este proceso se omitió dicha prueba en atención a la fecha en que ocurrió
el consentimiento matrimonial de la actora, en concreto el 29 de julio de
1953, esto es, hace más de cuarenta años. Esta circunstancia, empero, no
impide que estos jueces entren a considerar este capítulo, habida
consideración a la existencia de algunas circunstancias que rodearon la
celebración de este matrimonio que apuntan a la existencia de este
capítulo de nulidad en la actora.
El primer elemento a considerar es la edad de la actora al momento de
contraer matrimonio; en concreto, la actora recién había cumplido los 16
años de edad. Es cierto que para contraer válido matrimonio canónico
basta, en el caso de las mujeres, haber cumplido los 14 años de edad; pero
es igualmente cierto que la edad contemplada en el canon 1083 apunta
más a la capacidad generativa de la mujer (y del hombre) que a su
discreción de juicio y madurez psicológica y afectiva. Es por lo que, no
obstante, haber tenido la edad mínima para casarse válidamente, ese sólo
hecho no muestra por si sólo que la actora hubiese tenido la discreción de
juicio suficiente para emitir un válido consentimiento matrimonial,
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especialmente a la luz de otras circunstancias que confluyen en ella en esa
época, además de que, como lo señalamos en el in iure, la adolescencia
presenta especiales dificultades en orden a la decisión matrimonial.
33. En efecto, un segundo elemento de juicio es la formación intelectual
que la actora había recibido hasta el momento; según ella misma lo
reconoce, llegó sólo hasta 4º o 5º básico, pues, por razones económicas,
debió dejar de estudiar. De hecho, la familia de la actora era de medios
económicos muy modestos. Como lo señala el abogado en su alegato, la
actora vivía permanentemente al cuidado de su madre ya que el padre,
trabajador del campo, permanece ausente por largos períodos de tiempo, y
era el único que proveía dineros para la casa. Es por lo que debió ingresar
temprano al servicio doméstico donde, incluso, se vio expuesta a un
intento de violación.
34. Un tercer elemento importante a tener en cuenta es el embarazo
prematrimonial. Es un hecho de la causa, reconocido por las partes y los
testigos que la actora quedó embarazada a los pocos meses de estar
pololeando con el convenido, hecho que determinó el matrimonio. Con
anterioridad, las partes no habían conversado del matrimonio, posibilidad
que sólo se les presenta después del embarazo. Más aún, conocido el
embarazo por el demandado éste no ofreció matrimonio a la actora, sino
que esa posibilidad se les presenta a ambos una vez que la madre de la
actora se dio cuenta del embarazo y decidió hablar con el convenido: “yo
me casé porque estaba embarazada, mi mamá dijo que tenía que casarme
y le habló a él también para que nosotros nos casáramos”.
Es hecho de la causa que el convenido no se opuso a la posibilidad del
matrimonio el que va a contraer contra la oposición de sus padres. Es
preciso tener en cuenta, además, que una situación como la que
enfrentaba le podía acarrear problemas en su trabajo. Por otra parte, estos
hechos ocurrían en 1953, cuando los parámetros culturales y sociales en
situaciones como éstas obligaban a la celebración del matrimonio, con
objetiva violación de la justicia como apuntábamos en el in iure de esta
sentencia.
35. Asumido, pues, que el matrimonio se decide como consecuencia del
embarazo previo, resulta que entre ambos no hubo un proyecto familiar.
Como lo dice el propio demandado “no hubo mayor proyecto”. Por otra
parte, si bien ella se dice enamorada, se trata más de un amor de
adolescente que un amor conyugal. En efecto, la actora expresa en su
hacer y en su decir tener una mentalidad simple, poco crítica, no sólo al
momento de contraer matrimonio sino todavía hoy día, además de una
baja autoestima, signos todos estos exponentes de inmadurez. Esto se ve
corroborado por la visión que los testigos tenían de ella, al calificarla de
“niña de buenos sentimientos”, “ella era una niña” (cuando conoció al
demandado).
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En este orden de ideas estos jueces tienen presente la siguiente reflexión
del abogado de la actora: “dentro de este contexto y teniendo presente la
personalidad que hoy muestra la demandante, inferibles de sus
declaraciones, resulta imposible concebir que haya realizado un juicio
crítico sobre el matrimonio, sus derechos y deberes esenciales a dar y
aceptar. Ella estaba enamorada, embarazada y debía casarse.
Simplemente lo hizo sin pensarlo, con la conciencia que casada debía
atender al marido, éste sustentar el hogar, tener hijos y educarlos. Ella
asumió, a lo mejor instintivamente esa realidad, pero dudo que haya
realizado un acto real de elección del matrimonio, más bien creo que no
era capaz de hacerlo y se sometió a la realidad aún sintiendo el rechazo de
la familia del demandado”.
36. Es cierto que los diversos elementos de juicio apuntados considerados
individualmente no tienen entidad suficiente como para originar en la
actora un grave defecto de discreción de juicio, pero ellos analizados en su
conjunto permiten a estos jueces alcanzar la certeza moral requerida en
derecho de que la actora al momento de emitir su consentimiento
matrimonial adoleció de un grave defecto de discreción de juicio que la
incapacitó para emitir un válido consentimiento matrimonial, y así lo
declararán.
3. Incapacitas assumendi de la actora
37. El segundo capítulo de nulidad respecto de la actora es su incapacidad
de asumir las obligaciones esenciales del matrimonio por causas de
naturaleza psíquica. Atendiendo a las pruebas que se han reunido en este
proceso, estos jueces entienden que no hay elementos de juicio suficientes
como para dar por configurado este capítulo de nulidad en la actora, de
manera que así lo declararán.
4. Grave defecto de discreción de juicio del demandado
38. El primero de los capítulos de nulidad fijados en la duda respecto del
convenido es un grave defecto de discreción de juicio al momento de
contraer matrimonio. Cuando el convenido contrajo matrimonio tenía 21
años de edad y trabajaba como músico. Aunque es posible advertir en él
elementos que expresan rasgos de inmadurez ellos no tienen la entidad
suficiente como para configurar, en opinión de estos jueces, el capítulo de
nulidad en cuestión.
Como lo veremos en seguida, se configura, en cambio, el capítulo de
incapacitas assumendi por una causa claramente de origen psíquico. Dada
esta causa, como se verá, surge la cuestión de si la misma no configuraría
en el convenido, al mismo tiempo, un grave defecto de discreción de juicio.
Aunque ello es posible clínicamente hablando, en esta causa en particular
no hay elementos que permitan alcanzar a estos jueces con la certeza
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moral requerida por los cánones, que el convenido al momento de contraer
matrimonio carecía de la capacidad de hacerlo por defecto grave de
discreción de juicio. Estos jueces, dada la patología que padece el
convenido, no niegan que ello puede haber sucedido, pero afirman que, al
menos en las actas de este proceso, no hay elementos de juicio de entidad
suficiente como para afirmar tal incapacidad, y así lo declararán.
5. Incapacitas assumendi del demandado
39. El segundo de los capítulos de nulidad fijado en la duda respecto del
convenido es su incapacidad de asumir las obligaciones esenciales del
matrimonio por causas de naturaleza psíquica. La configuración de esta
causal se centra en los abusos de tipo sexual que cometió con una de sus
hijas menor de edad habida en el matrimonio con la actora.
Es hecho de esta causa que el convenido abusó sexualmente de dos de
sus hijas menores, con una de ellas desde que tenía siete años de edad. No
es objeto de estos jueces analizar estos hechos escabrosos, los que quedan
suficientemente especificados en la copia de las sentencias que se
agregaron a las actas. Interesa sí, reconocer que ellos fueron probados en
sede civil, siendo el convenido condenado a la pena de tres años y un día
de presidio menor en su grado máximo como autor del delito reiterado de
incesto en la persona de una de sus hijas menores y del delito reiterado de
abusos deshonestos en la de otra de sus hijas menores. En segunda
instancia fue condenado por el delito de abusos deshonestos en la persona
de dos de sus hijas menores, aunque uno de los ministros estuvo por
condenarlo por el delito de violación e incesto en la persona de una de las
dos menores. Como consecuencia de lo anterior fue expulsado de su
trabajo.
Entienden estos jueces que un individuo que tiene un comportamiento
como el señalado, no con una, sino con dos de sus hijas menores, y no por
una sola vez sino que de manera reiterada, adolece de una incapacidad
radical para asumir las obligaciones esenciales que impone el matrimonio
no sólo en relación con sus hijos sino también con su propia cónyuge. Pero
no basta con probar la realización de estos comportamientos para
configurar la incapacidad del canon 1095 nº 3, sino que es necesario,
además que la causa de ellos sea de naturaleza psíquica.
40. Durante la tramitación del proceso criminal al que se ha hecho
referencia, el convenido fue sometido a peritajes de los que se hace eco la
sentencia acompañada al proceso. Según dicha sentencia, el peritaje
estableció que el convenido tenía “una personalidad psicopática
desalmada; que es este es un rasgo constitucional y no patológico y que es
inmodificable con tratamiento psiquiátrico”. En otra parte de la sentencia,
se afirma que las características fundamentales de quienes padecen este
tipo de personalidad “son la falta de escrúpulo y la frialdad”.
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Estos jueces no han tenido a la vista el informe pericial, sino que tan
sólo han tomado conocimiento de sus resultados por las referencias que se
hacen a él en la sentencia criminal de primera instancia. Es la razón por la
cual no asumen como propio dicho peritaje, pero ello no obsta a tomarlo
como un antecedente importante al momento de enjuiciar la capacidad del
convenido en esta sede canónica. Consideran, pues, válida la calificación
que de él se hace en el mismo en cuanto portador de una personalidad
psicopática desalmada.
41. Pero para que la incapacidad canónica en estudio se configure es
menester que la causa de naturaleza psíquica que la origina esté presente
al momento de emitir el consentimiento. En este sentido es importante
también el referido peritaje el que aclara, como acabamos de transcribirlo,
que no se trata de un rasgo patológico, sino de “un rasgo constitucional”
que, por lo demás, es inmodificable con tratamiento psiquiátrico. Sin
entrar en consideraciones sobre la última afirmación, es importante lo que
se afirma en cuanto a su origen constitucional; en otras palabras, estaba
presente en el convenido al momento de emitir su consentimiento el año
1953 cuando tenía 21 años de edad.
No son rechazables, en consecuencia, las afirmaciones de algún testigo
que afirma: “(el convenido) tenía una hermana también, no quiero que sea
una calumnia lo que voy a decir, pero parece que violó a su hermana
también, cuando era niñita, por eso digo que sea una calumnia mía pero
yo creo que violó a su hermana...”. Y en el mismo sentido las declaraciones
de la actora en su primera comparecencia a este tribunal que afirman que
el convenido ha continuado en sus comportamientos desalmados con otras
menores. Estas afirmaciones, hechas por personas que nada saben del
peritaje aludido, vienen a confirmar las conclusiones del mismo en cuanto
al carácter constitucional de la personalidad psicopática del convenido.
42. De esta manera, el convenido aparece con una estructura
psicopatológica sexual de tal naturaleza que es dominado por el impulso
sexual de manera irrefrenable: “él decía (el convenido) que era algo, una
fuerza, un poder grande que él luchaba por no hacerlo y que a veces le
decía: que lo haga, que lo haga hasta que él lo hacía, pero el luchaba
muchas veces, luchó para no hacerlo”. En otras palabras, como lo pone de
relieve el abogado de la actora en su alegato, el convenido aparece con una
estructura psicopatológica constitucional que le impide un consortium
totius vitae, “con el que se identifica el matrimonio que exige que el hombre
esté integrado en ejes tales como el amor, la afectividad, el equilibrio de la
personalidad, el sentido de responsabilidad para crear y mantener una
familia y una descendencia, una madurez para que la conducta sea
verdaderamente humana, la colaboración en la marcha de la vida conyugal
y el respeto a las normas morales dentro de la familia”.
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43. Los hechos anteriores, debidamente probados en esta causa con
documentos auténticos y que en su momento fueron de público
conocimiento al tiempo que los testigos que deponen los reconocen, hacen
que estos jueces se formen la convicción, con la certeza moral requerida en
derecho, que el convenido era y es incapaz de emitir un válido
consentimiento matrimonial por ser incapaz de asumir las obligaciones
esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica y así lo
declararán en definitiva.
V. PARTE DISPOSITIVA
En mérito de lo expuesto, los jueces infrascritos, teniendo presente sólo a
Dios y a la verdad, con la mira de administrar rectamente la justicia e
invocando el nombre de Cristo, fallan y sentencia definitivamente que:
1. A la fórmula de la duda fijada en su oportunidad “si consta la nulidad
del matrimonio por incapacidad de ambos contrayentes de contraer
matrimonio por tener un grave defecto de discreción de juicio acerca de los
derechos y deberes esenciales del matrimonio que mutuamente se han de
dar y aceptar (canon 1095 nº 2); por no poder asumir las obligaciones
esenciales del matrimonio por causas de naturaleza psíquica (canon 1095
nº 3)”, respondemos: AFIRMATIVAMENTE al grave defecto de discreción de
juicio en la actora; NEGATIVAMENTE a la incapacitas assumendi en la
actora; NEGATIVAMENTE al grave defecto de discreción de juicio en el
convenido; AFIRMATIVAMENTE a la incapacitas asummendi del
demandado.
Es decir, consta la nulidad del matrimonio por incapacidad de la actora
para contraer matrimonio por grave defecto de discreción de juicio acerca
de los derechos y deberes esenciales del matrimonio que mutuamente se
han de dar y aceptar (canon 1095 nº 2); y por incapacidad del convenido
para contraer matrimonio por no poder asumir las obligaciones esenciales
del matrimonio por causas de naturaleza psíquica (canon 1095 nº 3).
2. Se prohíbe al demandado la celebración de nuevo matrimonio canónico
sin la autorización previa del Obispo de esta diócesis previa consulta a este
Tribunal eclesiástico.
3. Se deja constancia que por petición fundada y de acuerdo al canon
1464 se concedió a la actora el patrocinio gratuito sin costas judiciales.
4. Publíquese esta sentencia a tenor de los cánones 1614 y 1615,
advirtiéndose a las partes que contra esta sentencia pueden apelar en el
plazo de quince días a tenor del canon 1630, ante el Tribunal de la Rota
Romana (canon 1443) o ante el Tribunal Eclesiástico Nacional de
Apelaciones (canon 1439 § 2), o, en su defecto, impugnarla de nulidad
conforme a los cánones 1619 y siguientes.
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5. Se amonesta a las partes sobre las obligaciones morales y civiles que
pesan sobre ellas respecto a la otra parte y a la prole, por lo que se refiere
al sustento y a la educación.
Mons. Luis Eugenio Meneses Iturrizaga, Vicario judicial y presidente del
Tribunal. Mons. Jorge Bosagna Aguayo, juez. Señor Carlos Salinas
Araneda, Juez instructor y ponente.
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