Mosquera, Mariano - CONSTRUCCION CIUDADANA Y

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Construcción Ciudadana y Fortalecimiento Institucional
Análisis y propuestas de intervención
Lic. Mariano Mosquera.
Introducción
El presente trabajo comienza con un análisis epistémico y teórico sobre el concepto de
ciudadanía. Esta primera etapa permite acercarnos al concepto desde una tradición
aristotélica pero que pretende ser de utilidad para la coyuntura presente, procurando referir a
los solapamientos con nuevos paradigmas de la filosofía post analítica. La segunda parte
esboza propuestas de intervención desde el marco del fortalecimiento institucional haciendo
hincapié en las formas de participación en el sistema gubernativo, el desarrollo de la
sociedad civil organizada y las acciones pedagógicas en el espacio público.
Análisis
Las democracias contemporáneas en América Latina, y en particular en Argentina,
experimentan transformaciones significativas donde los lazos de representación son
cuestionados por no poder expresar genuinamente las demandas ciudadanas. Una breve
descripción de estas transformaciones las encontramos en:
 Las crisis de instituciones tradicionales (partidos políticos, sindicatos) como
articuladoras de intereses sociales representativos y formadoras de liderazgos
sociales y políticos.
 El predomino de un espacio público conformado por procesos mediáticos.
 El individualismo neoliberal imponiendo su sello mercantilista en los derechos y
procesos ciudadanos.
 El surgimiento de liderazgos efímeros y precarios sustentados en demandas
inmediatas.
 Nuevos espacios de relaciones sociales y políticas que requieren el reconocimiento de
ciudadanía para el ejercicio pleno de acciones políticas y sociales.
 La expansión ciudadana que no ha ido de la mano de una mayor inclusión social, lo
que pone en relieve la necesidad de fortalecer una calidad ciudadana integral.
Parte de estas transformaciones se materializa en nuevas demandas para concebir a los
ciudadanos como sujetos de derechos y deberes que constituyan identidades políticas y
sociales. Estas demandas hacen hincapié en:
 Fortalecer los “deberes” ciudadanos con compromiso social y público.
 Resignificar al “sujeto” como individuo miembro de una comunidad política y como
“sujeto” colectivo.
 Generar condiciones de equidad en el acceso al espacio público ciudadano con
mecanismos de contrapeso en las condiciones estructurales socio - culturales,
económicas y políticas. Igualar las posibilidades sociales de hacerse ver y oír.
El contexto mencionado refiere a transformaciones y nuevas demandas que identifican el
problema de una decreciente participación ciudadana en el marco de genuinos
procesos de construcción de identidad y pertenencia.
De esta forma, se entiende que las instituciones y la sociedad demandan acciones
complementarias de fortalecimiento, tanto para su articulación como para la reducción de la
brecha simbólica y material que las separa.
El concepto de ciudadanía aparece en principio como una condición de posibilidad para
pensar el “bien de la ciudad” entendida como convivencia, eunomía y bienestar social. Sin
embargo, la convivencia no puede depositarse únicamente en la confianza en las normas
sino que se hace necesario el repensarse como ciudadanos en las propias prácticas sociales
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y políticas. La ciudadanía pensada desde el derecho aparece diariamente desmentida por
condiciones de desigualdad en el poder, la información y la distribución de la riqueza. A su
vez, todas estas condiciones son objetivadas por una cultura predominantemente mercantil
que le pone precio a todo intercambio social. Por lo tanto, para evitar el reduccionismo
ciudadano a categorías de consumidores y clientes se requiere interpretar la responsabilidad,
la ética colectiva, la pertenencia, la identidad y el valor de la construcción intersubjetiva de la
ciudadanía.
Construcción de la ciudadanía
La ciudadanía debe pensarse como construcción histórica evitando el jusnaturalismo y el
humanismo emotivo para poder promover verdaderos sujetos críticos de buenas razones y
argumentos políticos. La construcción histórica de esta racionalidad implica un
funcionamiento social que se acerca a su propia y crítica idea del “bien de la ciudad” como
utopía de ningún - lugar pero a su vez condición de posibilidad.
La utopía se entiende aquí como el campo de lo posible, como el espacio para la creatividad
de repensar la vida social. Es un espacio de presencia del otro y de las diferencias sin caer
en el idealismo de proyectos auto – referenciales basados en una promocionada igualdad de
oportunidades. Por lo tanto, la utopía se entiende como el método que nos permite la
honestidad de sabernos en una construcción socialmente posible pero que se critica a sí
misma como universalmente imposible.
A su vez, la razón histórica es construcción intersubjetiva y simbólica para elegir el justo
medio, lo que pone a la justicia en el centro del concepto de ciudadanía. Una racionalidad
colectiva implica la justicia en su sentido político y social, lejos de una interpretación de
interioridad virtuosa ya sea divina o natural de un inmemorial estado pre – social. La
construcción simbólica implica condiciones iniciales de desigualdad que deben ser
explicitadas para favorecer la justicia colectiva con la solidaridad de la discriminación positiva
y la redistribución. Esto pone énfasis en lo colectivo por sobre el predominante interés
individualista y sus fórmulas asistencialistas de alivio de la exclusión ciudadana.
Responsabilidad ciudadana
La pertenencia a un contexto determinado define la ciudadanía y realiza la racionalidad
política misma, ya que es la pertenencia la que constituye identidad (identificación) en base
a las diferencias constitutivas. Es la relación con el otro, como palabra que interpela, el
comienzo de toda ciudadanía. La responsabilidad ante el otro se da como interpelación
exterior a la cual se responde desde la vulnerabilidad de una identidad incompleta pero
necesaria en la búsqueda de representación. Es la interpelación del otro la que nos
constituye responsables y ciudadanos en democracia, y es la responsabilidad lo que
despierta la pertenencia a un lugar común y la crítica a la totalidad como lógicas individuales
o sociales. La ciudadanía es racionalidad colectiva, crítica y sobre todo responsable ya que
una razón colectiva no nos viene del utilitarismo y de las posibles ventajas de una
convivencia social de lógicas instrumentales (definidas por derechos, dignidades o una razón
a priori) sino de una ética basada en la pertenencia. Esta ética - política de la ciudadanía
evita la homogeneidad abstracta de los valores universales que legitiman desigualdades
sociales. El sujeto, como tal, se constituye como un retorno a sí mismo desde lo socialmente
producido en la lucha por el reconocimiento y la búsqueda de identidad en la multiplicidad. La
construcción de ciudadanía en sus justos límites está dada por la crítica y la apertura a las
diferencias donde la responsabilidad, de tener presentes las previsibles consecuencias de las
propias acciones, sólo se entiende desde lo racional colectivo.
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El Estado promotor de la ciudadanía
El concepto moderno de ciudadanía tiene su epicentro en el contrato social y en el
republicanismo, con eje en la virtud de una razón instrumental adecuada a la norma liberal.
La división entre una vida ciudadana de derechos universales imaginados y las condiciones
reales de dominación simbólica y material han sido funcionales a la construcción de una
razón individual por sobre la construcción colectiva. Sin caer en intentos de incentivo a una
racionalidad comunicativa (Habermas) o de razonabilidad justa (Rawls) se debe promover la
construcción ciudadana desde el propio Estado de derecho. Dicho Estado siempre ha
reconocido sus imperfecciones con respecto a su idea regulativa, con lo cual se hace
necesario repensar el Estado democrático actual como condición para la construcción
ciudadana en los términos que aquí se promueven, es decir, evitando aquellas distancias
simbólicas del Estado con la sociedad civil y con el mercado.
Criticar el concepto predominante de ciudadanía nos permite la creatividad estratégica de
una nueva construcción que explicite sus límites y ponga en relieve la responsabilidad y la
pertenencia. La explicitación crítica desenmascara las relaciones del saber con el poder para
mostrar aquellos valores mercantiles en los que se han convertido los derechos
homogéneos, los mecanismos de participación demagógicos y la identidad reactiva o de
marcas comercializables.
Una traducción en términos de acción gubernativa implica una política crítica y una cultura
inclusiva. Se debe promover la capacidad de generar acuerdos, la tolerancia y la eunomía
entendida como el acto de no justificar la violación de las normas aún cuando sea el único
medio para alcanzar objetivos particulares. La ciudadanía implica mucho más que un
reconocimiento jurídico, implica la promoción de sujetos como parte activa en la producción
simbólica y organizativa de la sociedad política. Así, la participación no se limita a una praxis
organicista sino que describe la producción desde las diferencias y la búsqueda de identidad.
No se trata de la confluencia de intereses plurales para crear mayorías inertes, ni se trata de
una racionalidad dialógica que implique trascendentalidad, se trata de reconocer la presencia
del otro y de constituirse ciudadano sobre la crítica constante de la estructura social que
determina.
Propuestas de Intervención
Construcción Ciudadana y Fortalecimiento Institucional
Las instituciones y la sociedad demandan acciones complementarias de fortalecimiento,
tanto para su articulación como para la reducción de la brecha simbólica y material que las
separa. Un ejercicio efectivo de la ciudadanía requiere la construcción de canales
institucionales de participación y representación, como así también, del desarrollo de
capacidades en la propia sociedad. Es en este marco que se proponen tres dimensiones de
análisis para el estudio y desarrollo de herramientas en casos concretos y específicos:
participación y gobierno, incidencia de organizaciones comunitarias en políticas públicas y
promoción de la eunomía en el espacio público. No existen instituciones fuertes en
sociedades pobres y apáticas, ni existen sociedades comprometidas, responsables y éticas
sin instituciones con políticas representativas, eficientes y legítimas.
1. Participación y Gobierno
Se deben promover cuatro dimensiones de la participación en su relación con las
instituciones del gobierno:
1. Información: Los gobiernos generan espacios para mantener a la ciudadanía informada
respecto a las acciones que realizan. Pueden informar también acerca de sus estrategias y
recursos disponibles para la gestión.
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2. Consulta: Las autoridades abren un espacio de consulta a la opinión ciudadana sobre
determinados temas particulares a modo de audiencias públicas, plebiscitos, etc.
3. Decisión: Si la consulta es vinculante, los ciudadanos participan también en la toma de
decisiones. Puede tratarse de participación acotada a una decisión particular o extenderse a
un amplio rango de acciones como ocurre en los procesos de planificación participativa.
4. Control Social: El gobierno rinde cuentas a la ciudadanía respecto de los compromisos
establecidos. Se puede poseer algún margen de facultades para vetar a las autoridades en
caso de incumplimiento, tales como la promoción de mociones de censura o la solicitud de
remoción de una autoridad.
2. Incidencia de Organizaciones Comunitarias en Políticas Públicas
Se hace necesario promover condiciones, motivaciones e incentivos para que las
organizaciones comunitarias puedan incidir de forma efectiva en el diseño y gestión de
políticas públicas.
Se entiende como organización comunitaria a aquellas que desarrollan estrategias
respaldadas en argumentos éticos – políticos. Las organizaciones comunitarias reflejan el
vínculo de sociabilidad en sí mismas, permiten valorizar la desconcentración democrática del
poder en base a su vocación política, adoptan responsabilidades complementarias como
mecanismos de representación sensibles a las preferencias ciudadanas, y otorgan eficiencia
(por su tamaño, localización, información e incentivos) en la provisión de bienes colectivos.
La incidencia se puede ejercer en dos fases de las políticas públicas:
1. Diseño: Incidencia en el diagnóstico, en la definición metodológica, y en la determinación
de objetivos y beneficiarios de la política.
2. Gestión: Incidencia cogestiva en la ejecución. Se comparte la implementación de recursos
humanos, materiales, técnicos o financieros.
La persecución de diversos objetivos políticos – sociales desde la organización colectiva de
la ciudadanía permite su incidencia en el proceso de políticas públicas, pero también
contribuye a la ampliación y resignificación de la propia arena política.
3. Promoción de la Eunomía en el Espacio Público
La eunomía significa valorizar (con actos) las normas y prácticas que hacen a una mejor
convivencia social. La eunomía se contrapone a la anomia que se entiende como estado de
angustia colectiva por la desintegración de normas escritas y tácitas. En este marco, se
entiende el promover como una acción cultural – educativa productora de sentidos por medio
de la información y la comunicación. La acción pedagógica se fundamenta en ser
mediadora de las diversas prácticas colectivas y culturales. Por esto, el constituir esta
mediación en el espacio público (por medios gráficos, audiovisuales, virtuales, etc.) sólo es
posible en torno al universo de los diversos bienes simbólicos que la sociedad produce.
Promover la eunomía es ampliar el horizonte de sentidos y prácticas hoy excluidas o
desvalorizadas al revisar las relaciones arbitrarias que predominan. Se pone en relieve y en
el espacio público accesible aquellas dimensiones de la eunomía que no son suficientemente
promovidas como la participación, el compromiso y la responsabilidad ante los otros por
medio del respeto por los acuerdos. La permanente revisión crítica de la construcción
colectiva y democrática de la eunomía es lo que permite una genuina comunicación del
mensaje.
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Conclusiones
La ciudadanía debe pensarse desde las propias prácticas sociales y políticas haciendo
referencia a la identidad y a la pertenencia histórica de las mismas. La critica constante a las
estructuras sociales que determinan posibilitan explicitar los limites de la universalidad y con
ello fomentar la ciudadanía responsable en el contexto. Es el Estado de Derecho quien debe
promover la cultura cívica con política crítica y cultura inclusiva genuina, donde se fortalezcan
los mecanismos de participación del gobierno, donde se desarrolle la sociedad civil
organizada y donde el espacio público se constituya en contextos promotores de
construcción de ciudadanía.
Bibliografía
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 MARINA, José Antonio y BERNABEU, Rafael (2007). Competencia social y ciudadana
(Madrid: Alianza).
 CULLEN, Carlos (2007). El malestar de la ciudadanía. (Buenos Aires: Stella)
 SABINE, George (1996). Historia de la teoría política (México: Fondo de Cultura
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 TOUCHARD, Jean (2000). Historia de las ideas políticas. (Madrid: TECNOS).
 HOFFE, Otfried y ISENSEE Josef (2007). Panorama de filosofía política. (Buenos
Aires: Fundación Konrad Adenauer).
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