Sistema de partidos, patronazgo y reformas - siare

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XVIII Congreso Internacional del CLAD sobre la Reforma del Estado y de la Administración Pública, Montevideo, Uruguay, 29 oct. - 1 nov. 2013
Sistema de partidos, patronazgo y reformas administrativas en América Latina
Conrado Ricardo Ramos Larraburu
Guy Peters
Introducción
La Reforma del Estado ha sido una actividad constante de los gobiernos, y dentro de ella, la reforma de
la administración pública ha sido quizás el objetivo central de los reformadores. Casi todos los
gobiernos han hecho esfuerzos con el objetivo de conseguir un “Estado que funcione mejor y que
cueste menos”1, y tan pronto se completa una ronda de reformas suele comenzar otra. Por otra parte, el
éxito de una ronda de reformas suele alimentar la percepción de que ha generado problemas que van a
motivar otras reformas subsecuentes. Tal como lo argumentó Herbert Simon (1947) en su famosa
formulación, los proverbios de la administración tienden a venir en pares contradictorios, de manera tal
que cuando los reformadores enfatizan un punto, por ej. la descentralización, la próxima ronda de
reformas enfatizará el otro, por ej. la descentralización.
A pesar de que son inherentemente políticas, las reformas administrativas suelen ser conducidas y
conceptualizadas, en un mundo que aparece como totalmente desprovistos de contenido politico. Ya
sea derivadas de un marco conceptual weberiano o de uno proveniente de la nueva gerencia pública, las
reformas administrativas son frecuentemente diseñadas e implementadas sin una clara explicitación de
los contextos políticos dentro de los que deben operar. Esta falta de entendimiento contextual, y la
significancia del contexto, llevan a la ineficiencia de las reformas adoptadas o en el peor de los casos a
que sean contraproductivas. Para ser exitosas, las reformas administrativas deben funcionar adaptadas a
su entorno político, aún en el caso de que una de las funciones de la reforma haya sido desafiar al orden
político existente.
Uno de los principales factores politicos que afectan las reformas administrativas ha sido el uso que
hacen los líderes politicos, en su propio favor, de los sistemas de personal. Históricamente el desarrollo
del sistema de méritos fue una considerable lucha política que se dio en muchos regimens
democráticos, en particular los Estados Unidos (Ingraham, 1995). En el presente, especialmente para
los países de América Latina así como para los del sur de Europa y para Asia, se están desarrollando
debates políticos acerca del grado y tipo de patronazgo que opera dentro del sistema administrativo y
del sistema político, considerado de forma más amplia (ver Grindle, 2012). Este patronazgo ejerce
influencia no sólo sobre el rendimiento del sistema administrativo, sino sobre el del sistema político en
su conjunto. Más aún, si bien el patronazgo y la politización suelen ser discutidos en referencia a los
países y regiones anteriormente mencionadas, es importante recordar que ha habido un creciente nivel
de politización de la administración en casi todos los países (ver Van Hoonacker y Neuhold, 2013).
Las numerosas y variadas formas en las que los sistemas administrativos se han desarrollado, indican
claramente que los líderes políticos persiguen objetivos distintos cuando diseñan sus sistemas
administrativos. Estos diseños para la administración pública contienen elementos normativos y
operacionales que deben ser entendidos antes de que las lógicas de las elecciones tomadas se hagan
comprensibles. Más aún, los elementos normativos y operacionales de los sistemas administrativos no
siempre coinciden y podrían generar fuertes tensiones.
1
Esta frase proviene del “National Performance Review” en los Estados Unidos (la “Gore commission”) pero la misma
lógica ha sido común en la mayoría de los intentos de reforma. Los fines fundamentales de las reformas administrativas han
sido hacer que el gobierno se desempeñe más eficientemente y que reduzca al mismo tiempo sus costos.
1
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En gran medida, la discusión acerca de los sistemas administrativos contiene la presunción, normativa
y operacional, de que el sistema de servicio civil meritocrático de carrera es superior a otros sistemas
(ver Ingraham, 1995). En la dimensión normativa, la presunción es de que los sistemas weberianos
exigen de los Servicios Civiles un tratamiento igualitario hacia la ciudadanía, administran la ley justa y
efectivamente, y que proveen un adecuado mecanismo de accountability a los ciudadanos y líderes
políticos.2 En la dimensión operativa, los oficiales públicos seleccionados por el criterio meritocrático,
son más competentes para realizar sus tareas que aquellos seleccionados por otros medios. Asimismo,
las extensas carreras de estos oficiales seleccionados por mérito, provee a la organización con una
memoria institucional que podría ayudarla a tomar mejores decisiones en el futuro.
A pesar de que la mayoría de los académicos y expertos en administración púbica, y la mayoría de las
organizaciones internacionales que presionan por reformas en el sector publico, cantan alabanzas al
sistema meritocrático de carrera, hay otras lógicas que promueven el patronazgo y otras formas más
politizadas de reclutamiento de sistemas de personal público. Algunas de estas son puramente políticas,
como cuando los partidos quieren recompensar a sus militantes con empleos en el sector público. Puede
haber algo así como una justificación democratic para esta postura, dado que los partidos políticos
ganadores han conseguido el derecho a diseñar e implementar políticas púbicas y por lo tanto, podrían
querer contar con gente comprometida con sus programas de gobierno en puestos claves de la
maquinaria administrativa. En consecuencia, puede haber argumentos a favor de mayores niveles de
politización como mecanismo para conseguir mayor eficacia de gobierno.3
Dado que se pueden destacar virtudes en ambos sistemas administrativos, el meritocrático y el basado
en el patronazgo, la obvia respuesta para los gobiernos, y para estudiantes de gobierno, es tratar de
encontrar un balance entre ambas virtudes. Aún en países con una larga trayectoria de administraciones
públicas basadas en el mérito y despolitizadas, ha habido un movimiento hacia un mayor uso de los
criterios políticos para seleccionar sus empleados públicos con el objetivo de reforzar el control de los
líderes políticos sobre las estructuras administrativas, las que parecen estar más motivadas por sus
intereses profesionales particulares, que por un sentido de lealtad política hacia sus jefes políticos (ver
Peters y Pierre, 2004).
II. Patronazgo y Politización
El término patronazgo ha sido usado en la literatura de ciencia política de formas distintas, y sus
manifestaciones varían a través de los países en los que el fenómeno se expresa (ver Eichenbaum y
Shaw, 2010). Efectivamente, en una gran parte de la literatura sobre administración pública
desarrollada en los países industrializados, el término “politización” se ha usado como un eufemismo
para significar patrones de comportamiento que podrían haber sido identificados como patronazgo en
otras latitudes (ver Peters y Pierre, 2004; Van Hoonacker y Neuhold, 2013). Independientemente del
nombre que se les de, estas prácticas involucran el reemplazo de los criterios de gestión del empleo
público basados en el mérito, por criterios de corte político.
2
A pesar de que tendemos a denigrar las rigideces de los elementos de las burocracias tradicionales, tales como el
mantenimineto de la constancia de acta, esto fue básico para mantener transparencia y accountability.
3
Esto es por supuesto, una forma distinta de expresar el viejo argumento que contrasta los imperativos de “competencias de
neutralidad” con las “competencias de lealtad política” en la administración pública. Esto significa: es la competencia en un
sistema de gobierno democratico solo una cuestión de obtener buenas notas en un exámen de meritocracia, o es más una
cuestión acerca de la capacidad y la voluntad de administrar los programas del gobierno de turno? Ver Aberbach and
Rockman (1994).
2
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Así como la politización esté quizás creciendo en la mayoría de las democracias industrializadas, el
patronazgo en América Latina está cambiando. Las versiones tradicionales de patronazgo (usualmente
denominadas como clientelismo o brokerage) están siendo amenazadas por procesos de modernización
de las sociedades latinoamericanas. Estos procesos de modernización incluyen factores tales como el
arribo de los partidos de masas, mayores niveles de educación, un mayor compromiso de los
ciudadanos con las redes sociales, y quizás uno de los factores más importantes como lo es una eficacia
creciente en la forma en la que se instalan las demandas ciudadanas en la burocracia pública (Schröter
2010). En ese sentido, la capacidad de los patrones individuales para ejercer su poder sobre los
ciudadanos de a pie, ha disminuido, así como las bases electorales del clientelismo.
Por otro lado, sin embargo, el patronazgo sigue siendo para los partidos politicos latinoamericanos al
menos tan importante como lo era en el pasado. La capacidad y voluntad de los partidos políticos para
utilizar su poder sobre los gobiernos, con el objetivo de proveer puestos públicos a sus militantes y
simpatizantes, sigue siendo un importante recurso de poder para los mismos. Así como el patronazgo a
nivel individual fue un medio para que los patrones confirieran beneficios a sus clientes, un puesto de
trabajo en el sector publico sigue siendo para los partidos políticos un mecanismo para brindar
beneficios a sus clientes, más directo y tangible que la mayoría de las políticas públicas (Robinson y
Verdier, 2002).
En este trabajo proponemos la idea de estudiar en dos etapas fuertemente vinculadas, la relación entre
sistemas de partidos políticos y capacidad para reformar la administración en América Latina. En la
primera etapa sostenemos que la naturaleza del sistema de partidos, conceptualizada como más o
menos institucionalizada y más o menos estructurada programáticamente, influencia notoriamente el
tipo de patronazgo utilizado por los partidos políticos. A su vez, también sostenemos que la naturaleza
del patronazgo condiciona las reformas administrativas. El plan de un futuro proyecto de investigación
en la materia sería entonces, explorar los vínculos que se generan en el primer nivel, para luego
vincular estos sistemas de patronazgo a las reformas administrativas. En este modelo de cambio, la
naturaleza del sistema administrativo, entendido como su grado de autonomía respecto de los actores e
instituciones políticas, es entendida como una variable interviniente.
III. El rol de los partidos políticos
Hasta este momento, hemos discutido los partidos politicos y los sistemas de governance como
cuestiones indiferenciadas. Deberíamos entonces comenzar a considerar que los partidos politicos
difieren a lo largo de una serie de dimensiones (Sartori, 1975; Mainwaring y Scully 1995) que son
relevantes para entender cómo será su enfoque acerca de las cuestiones de gestión del sector público y
su burocracia. Si bien estaremos discutiendo principalmente a los partidos políticos en América Latina,
algunas de estas diferencias que marcaremos entre los partidos latinoamericanos, pueden ser también
observadas en otros contextos, incluyendo probablemente a los sistemas políticos más desarrollados,
tales como aquellos que se encuentran en Europa.
Para el propósito de este trabajo consideraremos a dos características de los partidos politicos, como las
variables independientes que explicarán las elecciones que se hacen concernientes a las estructuras
administrativas, en particular, el grado de patronazgo que se desarrolla. La primera carácterística de los
partidos es el nivel de institucionalización. El concepto de institucionalización está bien desarrollado en
la literatura de la teoría institucional (Selznick, 1957; Huntington, 1968; Peters, 2010) y tiene a grandes
rasgos, los mismos significados para los partidos políticos.
Existe una creciente literatura (ver Basedau y Stroh, 2008; Lindberg, 2006; Jones, 2007) que discute
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explícitamente la institucionalización de los partidos y los sistemas de partidos políticos. Muchos de
estos estudios han utilizado algunas de estas variables que se derivan de los análisis de Huntington‟s
(1968) sobre el desarrollo político, mientras que otros han mirado más hacia la literatura
organizacional, que trata acerca de la estabilidad de los sistemas de partidos, a la hora de medir la
institucionalización. En todos los casos, sin embargo, los estudios tratan a los partidos politicos como si
fuesen instituciones distintivas respecto al resto de las instituciones del sector público. 4
En este estudio nos enfocaremos en la estructura interna de los partidos, el tipo de financiación, de los
partidos y del sistema de partidos de forma más general. Deberíamos señalar que la institucionalización
de los partidos, individualmente considerados, así como la institucionalización del sistema de partidos,
no siempre coinciden, de modo que podría darse la existencia de partidos institucionalizados en
sistemas débilmente institucionalizados.
Nuestra atención se centrará en los grados de institucionalización del sistema de partidos,
considerando, tal como lo hacen Mainwaring y Scully (1995), cuatro factores que determinan las
características del sistema, a saber:
1)
2)
3)
4)
La estabilidad de la competencia interpartidaria;
La fortaleza del enraizamiento social de los partidos;
La legitimidad de los partidos políticos y las elecciones; y
La fortaleza de la organización partidaria, medida en términos de financiación, personal y
rutinización de sus procedimientos.
La institucionalización de los partidos políticos puede ser una causa y un efecto del patronazgo político.
Por un lado, los partidos políticos pueden utilizar el patronazgo para consolidar sus posiciones a través
de la entrega de cargos públicos en forma de recompensas entregadas a sus adherentes, o como
mecanismo de colonización de la burocracia. Por otro lado, y frecuentemente asociado a los cartel
party (Katz y Mair 1995) el tener designaciones públicas en el gobierno a través del patronazgo,
proporciona ventajas en términos de control de las políticas públicas, con el objetivo de que el partido
controle la eficacia de sus programas de gobierno y se muestre como un buen gestor de las demandas
sociales.
Debería considerarse que algunos de estos procesos se dan de forma involuntaria, de modo que algunos
partidos que son exitosos a lo largo del tiempo, pueden crear empleos simplemente porque sus
simpatizantes están interesados en entrar en el gobierno. Esto es lo que ha ocurrido en gobiernos con
largos períodos de control de la maquinaria pública, como el caso de Suecia, donde tenían un estricto
sistema de méritos y una baja politización abierta de la burocracia (Pierre 2001). El éxito derivado de
sus programas públicos de gobierno ha institucionalizado y fortalecido su dominio sobre la maquinaria
pública.
La naturaleza programática de los partidos y de los sistemas de partidos es la segunda característica que
suponemos que tiene un impacto significativo sobre las preferencias del patronazgo y clientelismo
dentro de los sistemas políticos. Algunos partidos politicos se identifican como portadores de ideas
políticos y en consecuencia, en defensores e impulsores de determinados programas públicos. Otros
4
Una pregunta estandar en esta literature es si existen o no diferencias significativas entre instituciones y organizaciones.
North (1990) argumenta que las instituciones son sistema de reglas de juego y que las organizaciones son los jugadores
jugando el juego. En terminus de partidos politicos, reglas electorales y sistemas de partidos son las reglas del juego, y los
partidos políticos son los jugadores jugando el juego.
4
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partidos tienden a verse como máquinas electorales, cuyo objetivo principal es la obtención de las
oficinas de gobierno, mientras que las políticas públicas son sólo medios para poder capturar las
anteriores.5 Los clásicos partidos “catch-all” han sido los clásicos ejemplos de gobiernos no
programáticos.
El grado de estructuración programática de los sistemas de partidos puede medirse a través de la
coordinación entre el partido y sus jerarquías políticas y a través de los vínculos entre el partido y sus
votantes. La estructuración es alta en caso que los políticos apelen a los logos y símbolos partidarios en
sus apelaciones a la ciudadanía, y en caso que los sus votantes se distingan de otros a través de las
apelaciones programáticas que hace su partido (Kitschelt et al 2010). Cuando la estructuración
progrmática es baja en cambio, los politicos buscan mobilizar directamente sus constituencies
electorales, sobre la base de incentives selectivos y relaciones de intercambio de favores que afectan
sólo a individuos y grupos pequeños (clientelismo con patronazgo y otras monedas de cambio.
La relación entre la naturaleza programática de los partidos y la utilización que hacen de las
oportunidades de patronazgo, es de alguna forma ambigua. Por un lado, los partidos programáticos
pueden ser pensados como más interesados en controlar la política pública, ya que les permite
transmitir su control profundo sobre la burocracia pública, tal como lo ha argumentado Paul Light en
los Estados Unidos (1995). Tener sus simpatizantes en posiciones de control debería darles control
sobre la burocracia.
Por otro lado, deberíamos esperar que sistemas menos programáticamente estructurados, tengan más
interés en desarrollar el sistema de patronazgo político. En la medida que esos partidos puedan
demostrar votar por ellos puede estar asociado a recibir beneficios directos, los futuros votantes,
quienes tienen pocas demandas programáticas, verán incrementadas sus chances de alcanzar o retener
un puesto en una oficina pública. Si el partido y sus votantes no están comprometidos con una
determinada ideología, el reparto de puestos públicos será suficiente para alcanzar sus fines electorales.
Hasta este punto hemos venido discutiendo estas dos dimensiones de los partidos políticos, su grado de
institucionalización por un lado, y su grado de estructuración programática por el otro, como si ellas
variaran independientemente. En principio esto es correcto, pero en la práctica estas dos variables están
interrelacionadas, ya que los partidos políticos que tienen altos niveles de estructuración programática
suelen ser partidos institucionalizados y tienen más chances de sobrevivir en un sistema de partidos
institucionalizado (Mainwaring 1999; Jones 2007). Por otro lado, aquellos partidos que están más
institucionalizados, tienden a tener un grado de estructuración programática más fuerte.6 No es del todo
claro si es la institucionalización la que tiende a generar compromisos programáticos o viceversa, pero
a los efectos de nuestro argumento la direccionalidad de la causación no es lo importante.
Uno de los factores significantes que afectan la conexión entre el grado de institucionalización y la
naturaleza programática de los partidos es la necesidad de consistencia y predictibilidad de las políticas
públicas. En un sistema de partidos institucionalizado y con fuertes grados de estructuración
programática, donde existe un marco político e institucional favorable para alcanzar acuerdos
cooperativos entre los actores políticos, los partidos políticos tienen fuertes incentivos para cumplir sus
acuerdos programáticos. En un sistema de partidos más fluido y con baja estructuración programática
5
Este es por supuesto, el tradicional argumento dado por Anthony Downs (1958) concerniente a las motivaciones del tipo
“office-seeking” de los políticos y de los partidos políticos.
6
Aunque esto no siempre es así, tal como surge del ejemplo mexicano donde el PRI es un partido poco programático en un
sistema político con grados altos de institucionalización.
5
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en cambio, estos incentives son menores ya que las expectativas de los actores están más orientadas al
corto plazo, siendo más redituables las políticas clientelares destinadas a un sector de la población más
pequeño y cuyos apoyos son fluctuantes. Sin embargo, los sistemas de partidos institucionalizados y
programáticos tienden estabilizar y hacer más difíciles las condiciones de ingreso de nuevos partidos,
angostando así los patrones de competencia partidaria.7 No obstante, tal como lo demuestra el caso
uruguayo con la entrada del Frente Amplio al escenario electoral en los setenta, y que ha llegado a
constituirse hoy en día como la primera fuerza política del país, los sistemas altamente
institucionalizados pueden llegar a mostrar fuertes capacidades de adaptación, lo que los lleva a seguir
siendo sistemas con fuertes grados de estabilidad (Buquet 2011).
4. Vinculando partidos y patronazgo
Decir simplemente que los distintos tipos de partidos políticos utilizan el patronazgo de forma diferente
es una trivialidad. Entender las razones y las formas del patronazgo requiere un más profundo
entendimiento del fenómeno. Por ejemplo, los partidos programáticos podrían estar interesados en
distribuir posiciones jerárquicas de gobierno que estén cerca de los centros de toma de decisiones
políticas, de manera de poder imponer a las burocracias sus programas partidarios. Por otro lado, podría
pensarse que los partidos con baja estructuración programática podrían conformarse con cualquier tipo
de puesto público, siempre que signifique la entrega de un trabajo a sus adherentes. En efecto, para los
partidos con baja estructuración programática, los puestos no jerárquicos de la maquinaria
administrativa podrían ser más codiciados en la medida que de esta manera se podría beneficiar a un
número más alto de adherentes.
En consecuencia, para entender el vínculo que existe entre el sistema de partidos, y los partidos
individualmente considerados, con el patronazgo político, será importante analizar cuidadosamente la
naturaleza de este tipo de arreglos. Tal como se observa con todos los partidos políticos, y no
solamente con los latinoamericanos, el ejercicio de contar la cantidad de puestos públicos distribuidos
es insuficiente para avanzar en este tema, ya que no todos los arreglos de patronazgo pueden ser
entendidos como derivados de un mismo fenómeno político, a pesar de su apariencia en común.
Desde el punto de vista de nuestra investigación debemos estudiar el alcance del patronazgo en
distintos sistemas políticos, a partir de la naturaleza de los sistemas de partidos, y en alguna medida, la
naturaleza de los partidos (individualmente considerados) de gobierno. Podríamos llegar a encontrar
efectos sistémicos desde el sistema de partidos, donde los distintos partidos que componen el sistema
adoptan los comportamientos de los partidos dominantes, aún teniendo menores niveles de
institucionalización o estructuración programática. Tal como ya lo hemos mencionado, esta
investigación requiere desarrollar un detallado entendimiento de la naturaleza del patronazgo dentro de
los sistemas de partidos.
Mientras que desarrollar un detallado entendimiento del patronazgo dentro de cada sistema político
pudiese ser importante para comprender adecuadamente estos vínculos, podríamos iniciar el análisis
empírico con un entendimiento bastante simple de la naturaleza del patronazgo político. Podríamos, por
ejemplo, diferenciar entre sistemas administrativos que han decidido mantener su tradición de
politización de la administración pública, haciendo un uso extensivo del patronazgo político,
contraponiéndolos con aquellos que han venido tratando de llevar a cabo reformas administrativas con
el objetivo de fortalecer o construir un sistema de méritos en su administración pública. Los sistemas
7
Esto es análogo a los argumentos generales acerca de la ecología poblacional de las organizaciones. Ver Davis y Cobb
(2010).
6
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políticos de América Latina que últimamente han mantenido un extendido sistema de patronazgo
político y que no se han embarcado sustantivas reformas de sus Servicios Civiles, han sido aquellos que
están liderados por Presidentes populistas y que han pasado por procesos de reelección, tal como ocurre
en los casos de Cristina Kirchner en la Argentina, Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en
Venezuela (hasta su fallecimiento en marzo de este año)8. Estos Presidentes de corte populista (Panizza
2010) suelen tener poca inclinación hacia las políticas públicas basadas en arreglos cooperativos con
otros grupos e instituciones políticas, y utilizan de forma extendida los mecanismos de patronazgo
político, con el objetivo de recompensar a sus adherentes y como instrumento de colonización de la
burocracia pública.
Dejando de lado los efectos inmediatos y coyunturales de algunos estilos Presidenciales sobre la
administración pública, parecería que existen otros vínculos más sistémicos entre los partidos políticos
y el nivel de patronazgo de un sistema político. Por ejemplo, se podría argumentar que en sistemas de
partidos más institucionalizados, las políticas públicas tienen una mayor posibilidad de estabilidad más
allá de la duración de un gobierno en particular. En estos sistemas, el estilo más consensuado de
hechura de políticas, hay razones para institucionalizar también sus Servicios Civiles a través de
reformas que refuerzan sus pautas meritocráticas9. En estos sistemas de partidos el énfasis en la
governance tiende a estar dado más, en la calidad de los servicios públicos y en la eficacia de los
mismos para satisfacer las demandas de la ciudadanía, que en el control directo de la burocracia
pública.
Empíricamente, la hipótesis desarrollada anteriormente aparece sustentada en las experiencias de países
como Chile, Uruguay, Costa Rica y Brasil (aunque este último más recientemente), quienes han
logrado crear sistemas de partidos políticos institucionalizados y con relativos fuertes componentes de
estructuración programática10.
Estos países también han sido capaces de producir sistemas de mérito más institucionalizados dentro de
sus burocracias públicas, así como un alto desarrollo relativo de sus capacidades institucionales
(Kaufmann et al. 2011). Habiendo dicho esto, es necesario marcar diferencias entre estos países. Chile
por ejemplo, si bien es el país en América Latina que más ha podido avanzar en la mejora de la gestión
pública, sigue haciendo un uso extendido de los mecanismos de patronazgo en sus niveles medios y
bajos de la burocracia estatal (aunque mezclado con una cultura de exigencias de capacidades técnicas
de las personas propuestas para ocupar las plazas públicas de empleo) (Alberts y Valenzuela, a
publicar). Al mismo tiempo, ha sido el país que más consistentemente ha avanzado hacia la
construcción de un sistema de Alta Dirección Pública en América Latina.
En consecuencia, si queremos avanzar en el entendimiento de la naturaleza y límites que tienen las
reformas administrativas, y en particular las del Servicio Civil, dentro de este grupo de países, debemos
aprender y conocer más acerca de la naturaleza y escala de sus sistemas de patronazgo, y no
únicamente considerar la que hasta ahora venía siendo nuestra variable independiente, a saber, los
sistemas de partidos. Es necesario añadir otras variables intervinientes que puede estar afectando los
8
Mercedes Iacoviello, quien está actualizando sus diagnósticos de 2006 de los Servicios Civiles latinoamericanos, nos
proporcionó vital información para poder realizar esta afirmación.
9
No estamos argumentando aquí que estos sistemas sean tan colaborativos y estables como los sistemas consociativos
descritos por Lijphart (1984) (aunque Uruguay sí ha sido considerado por este autor dentro de esta categoría). Aún así, son
capacesde producir políticas públicas más predecibles y estables que otros sistemas políticos con sistemas de partidos
menos institucionalizados.
10
En efecto, estos sistemas podrían tener sistemas de partidos más esbales que muchos países europeos que tienen „flash
parties”, es decir, que entran y salen de la escena electoral y que apelan a intereses muy particularistas.
7
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resultados en materia de reformas administrativas, tales como el nivel socio educativo de sus elites
sociales y políticas, la capacidad de implementación y de sanción legal que tienen, sus desarrollos
económicos relativos, etc. Asimismo es necesario considerar cuestiones de oportunidad y conveniencia
de los actores políticos con capacidad de decisión en estos campos de política.
Dentro de los países que han avanzado en el sentido de reformas que tienden a reforzar las pautas
meritocráticas en la administración pública, pueden señalarse aquellos casos en que se está en presencia
de sistemas de partidos con bajos grados de institucionalización y bajos niveles de estructuración
programática. En Colombia, Perú y Ecuador, parecería ser que las reformas están directamente
impulsadas por Presidentes que no pertenecían al sistema de partidos tradicional, y en el caso particular
de Colombia y Ecuador, con un fuerte background académico y conexiones con el mundo universitario
y de consultoría internacional.
Dentro de este grupo de países, algunas veces, como en el caso de Colombia bajo el Presidente Uribe, o
de Perú bajo Alan García, el objetivo principal ha sido las reforma de sus Altos Servicios Civiles, de
manera de contar con una burocracia profesional que asista al Presidente y sus Ministros
(mayoritariamente profesionales de su confianza) a implementar sus ambiciosos programas. En otros
casos, como ocurrió con el Presidente Correa en Ecuador y más recientemente con Humala en Perú, sus
reformas han pretendido extender el sistema de méritos hacia límites más ambiciosos. Sin embargo, a
diferencia del grupo de países con sistemas de partidos fuertemente institucionalizados, se debe tener
en cuenta la baja línea de base desde la que parten, por lo que sus reformas deberán convivir con altos
niveles de patronazgo en todos los niveles de sus respectivos Servicios Civiles.
5. Conclusiones
Si bien se está lejos de encontrar una perfecta relación entre las características del sistema de partidos y
el grado de reformas administrativas que se desarrollan en los países latinoamericanos, parecería haber
algún tipo de relación entre estas dos variables. Sistemas de partidos (y partidos) más
institucionalizados y programáticos, aparentan estar asociados con reformas administrativas.
Aún así, muchas de las reformas aparecen como directamente asociadas a la cumbre de las pirámides
administrativas (los Altos Servicios Civiles), mientras que una sustantiva proporción del patronazgo
político se sigue desarrollando en niveles medios y bajos de la administración pública. Este es el patrón
opuesto a la creciente politización del Servicio Civil en la mayoría de los Estados europeos, quienes
han concentrado la confianza política en sus jerarquías administrativas, mientras han desarrollado un
estricto sistema de méritos en su base.
Si bien hemos hecho foco en el rol de los partidos políticos a la hora de explicar los niveles de
patronazgo, o contrariamente, por el nivel de reforma de la administración pública, hay también otras
razones para explicar estas reformas. Una de las más importantes es el rol de los liderazgos
Presidenciales y el rol que juegan en los sistemas políticos de América Latina. Interesantemente,
algunos de los reformadores más exitosos son outsiders al sistema político, con partidos creados por
ellos mismos y sostenidos exclusivamente sobre la base de sus figuras.
Estos hallazgos son muy preliminares, y solo apuntan a la necesidad de tener investigaciones que
permitan estudiar estos casos con más detalle. Primero necesitamos más conocimiento y actualizar las
mediciones acerca de la naturaleza de los sistemas de partidos. Segundo, necesitamos comenzar a tener
clasificaciones y descripciones sobre la naturaleza y profundidad del patronazgo político en América
Latina, de manera de poder avanzar en estudios comparativos en la materia (del estilo de los que hizo
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Scherling para la Argentina en la época de los Kirchner). Finalmente, necesitamos avanzar en los
estudios de caso de las reformas administrativas en cada país en particular, de manera de entender la
dinámica política con la que se vincula el mantenimiento y la reforma del patronazgo político. Esta es
una compleja agenda de investigación, pero es una que nos resulta importante para entender el rol que
juegan el patronazgo político y las reformas administrativas, en los sistemas políticos.
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