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LOS INSTITUTOS SECULARES
DOCUMENTOS
CMIS, CD-R
2000
Conférence Mondiale des Instituts Séculiers
Via Tullio Levi-Civita 5,
00146 Roma
2
INDICE
"Provida Mater Ecclesia" (1947)………………………………………………………….. 5
"Primo feliciter" (1948)……………………………………………………………………. 13
"Cum Santissimus" (1948) ………………………………………………………………… 16
Concilio Vaticano II:
- Perfectae caritatis 11……………………………………………………………… 20
- Ad gentes 40 ………………………………………………………………………. 20
Código de Derecho Canónico :
-
Los Institutos de vida consagrada: can. 573-606 ……………………………………….. 21
Los Institutos seculares: 710-730 ………………………………………………………. 21
Pablo VI :
- A los participantes en el encuentro Internacional de los II. SS. (1970) …………………..
- En el XXV aniversario de la "Provida Mater Ecclesia" (1972) …………………………..
- A los responsables generales de los Institutos Seculares (1972) …………………………
- Una presencia viva al servicio del mundo y de la Iglesia (1976) …………………………
- En el XXX aniversario de la "Provida Mater Ecclesia" (1977) …………………………..
29
33
38
42
44
Juan Pablo II :
- Cambiar el mundo desde dentro (1980) …………………………………………………..45- Los
II.SS. expresión de la Eclesiología del Vaticano II (1983) ………………………….
49
- Animar las realidades temporales con el espíritu evangélico (1984) ……………………. 52Misión y perspectivas para el año 2000 (1988) ………………………………………….
56
- Llevad la novedad del Evangelio (1992) ………………………………………………… 59
- Seguir a Jesucristo virgen, pobre y obediente en la condición de
vida del propio estado secular (50° aniversario de la P.M.E) (1997) ……………………… 61
Exhortaciones apostólicas:
- "Christifideles Laici", 56 (1988) …………………………………………………………. 65
- "Vita Consecrata" : 10, 50, 52, 53, 54, 56, 78, 97, 99 (1996) ……………………………. 67
3
Sagrada Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares :
- Las personas casadas y los II.SS. (1976) …………………………………………. 73
- La formación en los II.SS. (1980) ………………………………………………… 81
- Institutos Seculares y Consejos evangélicos (1981) …………………………….… 92
Asamblea Plenaria de la Congregación para los Religiosos y los II.SS. :
- Mensaje a los II.SS (1983) ……………………………………………………….. 96
- Carta a las Conferencias Episcopales (1983) …………………………………….. 98
- Identidad y misión de los II.SS (3-6.5.1983) …………………………………….. 101
- Comunicación sobre el Código (1984) …………………………………………… 120
- Carta a los Moderatores Generales de los II.SS. (1988) …………………………. 125
Congregación para los Institutos de vida consagrada
y las asociaciones de vida apostólica:
- Primeros pasos …………………………………………………………………… 127
Card. Ildebrando Antoniutti
- Discurso de apertura en el I Congreso Internacional de los II.SS. (1970) ………………. 129
Card. Eduardo Pironio
- Palabras introductorias a la Asamblea de Responsables generales (1976) ……………… 140
- Mensaje al II Congreso Latinoamericano de II.SS. (1979) ……………………………… 148
- Discurso de Apertura al Congreso Mundial de II.SS. (1980) …………………………… 153
Card. J. Jérôme Hamer
- Introducción al Congreso Mundial de los II.SS. (1984) ………………………………… 156
- Conclusiones del Sínodo sobre los laicos y sus consecuencias para los II.SS. (1988) …. 160
III Conferencia general del Episcopado Latinoamericano
Puebla (1979) …………………………………………………………………………….. 169
4
PIO XII
CONSTITUCION APOSTOLICA
"PROVIDA MATER ECCLESIA"*
1. El gran cuidado y maternal afecto con que la providente madre Iglesia se ha esforzado porque
sus hijos predilectos1 los que, entregando toda su vida a Nuestro Señor Jesucristo, le siguen con
libertad y valentía por la senda de los consejos, se hicieran plenamente dignos de tan celestial
propósito y angélica vocación,2 y por ordenar con sabiduría su reglamento de vida, lo atestiguan
los frecuentísimos documentos y monumentos de los Papas, Concilios y Padres, y lo demuestran
ampliamente todo el curso de la historia de la Iglesia y toda la orientación de la disciplina canónica
hasta nuestros días.
2. En efecto, ya desde la cuna de la cristiandad, la Iglesia se dedicó a ilustrar con su magisterio la
doctrina y ejemplos de Cristo3 y de los Apóstoles,4 que animaban a la perfección, enseñando con
seguridad por qué camino había que conducir y cómo había que disponer aptamente una vida que
se dedicara a dicha perfección. Y con sus trabajos y su ministerio, tan intensamente fomentó y
propagó la plena entrega y consagración a Cristo, que las comunidades cristianas de los primeros
tiempos ofrecían, en cuanto a los consejos evangélicos, una buena tierra preparada para la semilla
y prometedora de seguros y óptimos frutos;5 y poco después, como puede comprobarse
fácilmente por los Padres Apostólicos y los más antiguos escritores eclesiásticos, 6 floreció ya
tanto en las diversas Iglesias la profesión de la perfección de vida, que sus seguidores comenzaron
a constituir en el seno de la sociedad eclesiástica como un orden y clase social, claramente
reconocido por varios nombres - ascetas, continentes, vírgenes, etc.- y por muchos aprobado y
honrado.7
*
1
El texto original es en latín.
Pío XI, Mensaje radiofónico, 12 de febrero de 1931 R.C.R., 1931, 89.
Cfr., TERTULLIANUS Ad uxorem lib. I, c. IV (PL, 1, 1281); AMBROSIUS, De virginibus, I, 3, 11 (PL, XVI,
202); EUCHERIUS LUGDUN., Exhortatio ad Monachos, I (PL, L, 865); BERNARDUS, Epistola CDXLIX (PL,
CLXXXII, 641); Idem Apologia ad Guillelmum, c. X (PL, CLXXXII, 912).
3
Mt 16,24; 19, 10-12, 16-21; Mc 10, 17-21, 23-30; Lc 18, 18-22, 24-29; 20, 34-36.
4
I Co 7, 25-35, 37-38, 40; Mt 19, 27; Mc 10, 28; Lc 18, 28; Hch 21, 8-9; Ap 14, 4-5.
5
Lc 8, 15; Hch 4, 32, 34-35; 1 Co 7, 25-35, 37-38, 40; EUSEBIUS, Historia eclesiáshca, III, 39 (PG, XX, 297).
6
IGNATlUS,Ad Polycarp., V(PG, V, 724); POLYCARPUS,Ad Philippen, V, 3 (PG. V, 1009); IUSTINUS
PHILOSOPHUS, Apologia I pro christianis (PG, V1, 349; CLEMENS ALEXANDRINUS, Stromata (PG, VIII,
24); HYPPOLITUS, in Proverb. (PG, X, 628); Idem, De Virgine Corinthiaca (PG, X, 871-874); ORIGENES, In
Num. hom., II, 1 (PG, XII, 590); METHODIUS, Convivium decem virginum (PG, XVIII, 27-220);
TERTULLIANUS, Ad uxorem, lib. 1, c. VII-VIII (PL, 1, 1286-1287); Idem, De resurrectione carnis, c. VIII (PL,
11, 806); CYPRIANUS, Epistola XXXVI (PL, IV, 327); Idem, Epist LXII, 11 (PL, IV, 366); Idem, Testimon. adv
iudeos, lib. lll, c LXXIV (PL, IV, 771); AMBROSIUS, De viduis, 11, 9 et spp. (PL, XVI, 250-251);
CASSIANUS, De tribus generibus monachorum, V (PL, XLIX, 1094); ATHENAGORAS, Legatio pro christianis
(PG, VI, 965).
7
Hch 21, 8-10; cfr IGNATIUS ANTIOCH., Ad Snym., XIII (PG, V, 717); Idem, Ad Polyc., V (PG, V, 723);
TERTULLIANUS, De vilginibus velandis (PL, 11, 935 sqq.); Idem, De exhortutione coshtatis, c. Vrl (PL, 11,
922); CYPRIANUS, De habihl virginum, n (PL, IV, 443); HERONYMUS, Epistola LVIII, 4-6 (PL, XXII, 5822
5
3. En el curso de los siglos, la Iglesia de Cristo, fiel a Cristo su esposo y siempre consecuente
consigo misma, se guió desenvolviendo, bajo la guía del Espíritu Santo, con pasos continuos y
seguros, la disciplina relativa al estado de perfección, hasta llegar a la redacción del actual Código
de Derecho Canónico. Inclinada maternalmente hacia aquellos que, con ánimo dispuesto,
profesaban en variadas formas, externa y públicamente, la vida de perfección, nunca dejó de
ayudarles en toda forma en tan santo propósito desde dos puntos de vista. En primer lugar, por lo
que toca a aquella profesión de la perfección, singular, pero hecha siempre ante la Iglesia y como
acto público - tal como aquella primitiva y venerada bendición y consagración de las vírgenes8 que
se hacía litúrgicamente -, la Iglesia no sólo aceptó y reconoció, sino que la sancionó sabiamente y
la defendió con ardor, llegando a atribuirle muchos efectos canónicos. Pero el principal apoyo y el
más diligente cuidado de la Iglesia se volvió y ejerció, con mucha razón, hacia aquella plena
profesión de la perfección, más bien pública, usada desde los primeros tiempos después de la paz
de Constantino, que se emitía en las sociedades y colegios erigidos con su venia, aprobación y
mandato.
4. Todos saben cuán estrecha e íntimamente va unida la historia de la santidad de la Iglesia y del
apostolado católico con la historia y fastos de la vida religiosa canónica, que por la gracia
continuamente vivificante del Espíritu Santo creció de día en día con variedad admirable y se
fortaleció más y más con nueva, más alta y más firme unidad. Nada tiene de extraño el que la
Iglesia, siguiendo fielmente, aun en el campo del Derecho, el modo de conducta que la sabia
Providencia divina claramente indicaba, se ocupara de propósito y ordenara de tal modo el estado
canónico de perfección, que con toda razón quisiera edificar sobre él, como sobre una de las
piedras angulares, todo el edificio de la disciplina eclesiástica. De aquí que, en primer lugar, el
estado público de perfección se contó entre los tres principales estados eclesiásticos, y en él
únicamente buscó la Iglesia el segundo orden y grado de personas canónicas. Es cosa digna de fijar
en ella la atención, mientras que las otras dos clases de personas canónicas, es decir, los sacerdotes
y los seglares, por derecho divino, al que se debe la institución de la Iglesia, se toman de la Iglesia
en cuanto que ésta es una sociedad jerárquicamente constituida y ordenada; en cambio, esta otra
clase, los religiosos, intermedia entre los clérigos y los seglares, y que puede ser común tanto a los
unos como a los otros, se toma toda de la estrecha y peculiar relación que dice a la eficaz y bien
planeada prosecución del fin de la Iglesia, que es la santificación.
5. Y no fue esto solo. Para que la profesión pública y solemne de santidad no se frustrara y
sufriera detrimento, la Iglesia, cada vez con mayor rigor, quiso reconocer este estado canónico de
perfección únicamente en las sociedades por ella erigidas y ordenadas, es decir, en las Religiones,
cuya forma y disposición general hubiera ella aprobado con su magisterio después de maduro y
lento examen, y cuya institución, y estatutos, en cada caso particular, no sólo los hubiera
discutido una y otra vez doctrinalmente y en abstracto, sino que los hubiera experimentado de
hecho y en la práctica. Tan severa y absolutamente están definidas estas cosas en el Código de
Derecho, que en ningún caso, ni siquiera excepcionalmente, se admite el estado canónico de
perfección si su profesión no se emite en una Religión aprobada por la Iglesia. Finalmente, la
583); AUGUSTINUS, Sermo CCXIV (PL, XXXVIII 1070);Idem,Contra Faustum Manichaeum, lib.V, c
IX(PLXLII,226).
8
Cfr. OPTATUS, De schismate donatistarum, lib. VI (PL, XI, 1071 sqq.); Pontificale Romanum, II: De benedictione
et consecratione Virginum.
6
disciplina canónica del estado de perfección, en cuanto estado público, fue tan sabiamente
ordenada por la Iglesia que, cuando se trata de Religiones clericales, generalmente las Religiones
hacen el oficio de diócesis para todo aquello que se refiere a la vida clerical de los religiosos y la
adscripción a la Religión sustituye a la incardinación clerical a una diócesis.
6. Después que el Código Piano-Benedictino, en la parte segunda, libro segundo, dedicada a los
religiosos, una vez recogida diligentemente, reconocida y perfilada con cuidado la legislación de
religiosos, confirmó en diversos modos el estado canónico de perfección, aun bajo el aspecto
público, y completando sabiamente la obra comenzada por León XIII, de feliz memoria, en su
inmortal Constitución "Conditae a Christo",9 admitió a las Congregaciones de votos simples entre
las Religiones estrictamente tomadas, parecía que nada quedaba por añadir en la disciplina del
estado canónico de perfección. Pero la Iglesia, con esa gran amplitud de ánimo y miras que la
distingue y con un rasgo verdaderamente maternal, creyó deber añadir un breve título a la
legislación religiosa, a modo de oportuno complemento. En él, la Iglesia quiso equiparar casi por
completo al estado canónico de perfección las sociedades, tan beneméritas de ella y muchas veces
de la misma sociedad civil, que aunque carecían de algunas solemnidades jurídicas necesarias para
completar el estado canónico de perfección, como los votos públicos, sin embargo, estaban unidas
por una estrecha semejanza y como parentesco a las Religiones verdaderas en las restantes cosas
que se reputan sustanciales para la vida de perfección.
7. Ordenados todos estos detalles con sabiduría, prudencia y amor, se había atendido con
amplitud a la multitud de almas que dejando el siglo desearan abrazar un nuevo estado canónico
estrictamente dicho, consagrado única e íntegramente a la adquisición de la perfección. Pero el
benignísimo Señor que sin acepción de personas10 invitó una y otra vez a todos los fieles a
perseguir y practicar la perfección11 en todas partes, dispuso con el consejo de su admirable
providencia divina que aun en el siglo, por tantos vicios depravado, sobre todo en nuestros
tiempos, florecieran y florezcan en gran número almas selectas que no solamente arden en el deseo
de la perfección individual, sino que permaneciendo en el mundo por una vocación especial de
Dios, puedan encontrar óptimas y nuevas formas de asociación, cuidadosamente acomodadas a las
necesidades de los tiempos, que les permitan llevar una vida magníficamente adaptada a la
adquisición de la perfección cristiana.
8. Encomendando con toda el alma a la prudencia y estudio de los directores espirituales los
nobles esfuerzos de perfección de los particulares en el foro interno, nos ocuparemos ahora de las
Asociaciones que ante la Iglesia, en el foro que llaman externo, se esfuerzan y empeñan en
conducir de la mano a sus miembros hacia la vida de sólida perfección No se trata aquí, sin
embargo, de todas las Asociaciones que en el siglo persiguen sinceramente la perfección cristiana,
sino sólo de aquellas que en su constitución interna, en la ordenación jerárquica de su régimen, en
la plena entrega, sin limitación de otro vínculo alguno, que de sus miembros propiamente dichos
exigen, en la profesión de los consejos evangélicos y, finalmente, en el modo de ejercer los
ministerios y el apostolado, se acercan en la sustancia a los estados canónicos de perfección, y
especialmente a las Sociedades sin votos públicos, aunque no usen de la vida común religiosa, sino
de otras formas externas.
9
Const."Conditae a Christo Ecclesiae", 8 de diciembre de 1900: cfr. LEONIS XIII, Acta, vol. XX,317-327.
Rm2, 11;Ef6,9;Col3,25.
11
Mt 5. 48; 19,12; Col 4, 12.
10
7
9. Estas Asociaciones, que por ello recibirán el nombre de "Istitutos Secolares", comenzaron a
fundarse, no sin especial inspiración de la Divina Providencia, en la primera mitad del siglo
pasado, para fielmente "seguir en el mundo los consejos evangélicos y ejercitar con mayor libertad
los oficios de la caridad, que a duras penas o de ningún modo podían ejercitar las familias
religiosas, por la malicia de los tiempos".12 Habiendo dado buena prueba de sí los más antiguos de
tales Institutos, y habiendo comprobado suficientemente con obras y hechos, por la severa y
prudente selección de sus socios, por la cuidadosa y bastante larga formación de ellos, por la
adecuada, a la vez firme y ágil, ordenación de la vida, que también en el siglo, con el favor de una
peculiar vocación de Dios y el auxilio de la divina gracia, se podía obtener, ciertamente, una
consagración de sí mismo al Señor bastante estrecha y eficaz, no sólo interna, sino también externa
y casi religiosa, y se tenia un instrumento bien oportuno de penetración y apostolado, todas estas
razones hicieron que más de una vez "estas Sociedades de fieles, no de otro modo que las
verdaderas Congregaciones religiosas, fueran alabadas por la Santa Sede".13
10. Del feliz incremento de tales Institutos se echó de ver, cada día más claramente, en cáantos
aspectos podía hacerse de ellos una ayuda eficaz de la Iglesia y de las almas. Para llevar seriamente
siempre y en todas partes una vida de perfección y para abrazarla también en muchos casos en los
cuales una vida religiosa canónica no era posible o conveniente; para una intensa renovación
cristiana de las familias, las profesiones y la sociedad civil, por el contacto íntimo y cotidiano con
una vida perfecta y totalmente consagrada a la santificación, para un multiforme apostolado y
para el ejercicio de los ministerios en lugares, tiempos y circunstancias prohibidos o inaccesibles a
los sacerdotes y religiosos, estos Institutos pueden utilizarse y adaptarse con facilidad. Por el
contrario, la experiencia ha comprobado que no faltan dificultades y peligros, que a veces, y aun
fácilmente, lleva consigo esta vida de perfección, si se conduce con libertad sin la ayuda externa del
hábito religioso y de la vida en común, sin la vigilancia de los Ordinarios, que fácilmente pueden
ignorarla, y de los Superiores, que con frecuencia residen lejos. Hasta se llegó a disputar de la
naturaleza jurídica de estos Institutos y de la intención de la Santa Sede al aprobarlos. Aquí
juzgamos oportuno hacer mención de aquel decreto "Ecclesia Catholica" que la Sagrada
Congregación de obispos y Regulares dio y Nuestro predecesor, de inmortal memoria, León XIII
confirmó el 11 de agosto de 1889.14 En él no se prohibía el elogio y aprobación de estos Institutos,
pero se afirmaba que la Sagrada Congregación cuando alababa o aprobaba estos Institutos, los
alababa y aprobaba "no como Religiones de votos solemnes o como verdaderas Congregaciones de
votos simples, sino como píos Sodalicios en los que, fuera de otras cosas que según la actual
disciplina de la Iglesia se requieren, no se emite una profesión religiosa propiamente dicha, sino
que los votos si se hacen, se consideran privados, no públicos, que en nombre de la Iglesia son
aceptados por el Superior legítimo". Además, estos Sodalicios -añadía la misma Sagrada
Congregación- se elogian y aprueban con la condición esencial de que sean conocidos plena y
perfectamente por los Ordinarios respectivos y se sujeten en absoluto a su jurisdicción. Estas
prescripciones y declaraciones de la Sagrada Congregación de obispos y Regulares contribuyeron a
definir oportunamente la naturaleza de estos Institutos y ordenaron su evolución y progreso, lejos
de impedirlo.
12
S.C. Episcoporum et Regularium dec."Ecclesia Catholica", d. 11 de agosto de 1889; cfr. A.S.S., XXIII, 634.
S.C. Episcoporum et Regularium dec. "Ecclesia Catholica".
14
Cfr. A.S.S. XXIII, 634.
13
8
11. En nuestro siglo, los Institutos Seculares se han multiplicado silenciosamente y han revestido
formas muy variadas y diversas entre sí, bien autónomas o unidas de diferentes formas a otras
Religiones o Sociedades. No se ocupó para nada de ellos la Constitución Apostólica "Conditae a
Christo",15 que sólo se refería a las Congregaciones religiosas. El Código de Derecho Canónico
calló igualmente de propósito sobre estos Institutos y dejó para una futura legislación lo que sobre
ellos hubiera que determinar, pues todavía no parecía suficientemente maduro.
12. Pensando Nos una y otra vez todas estas cosas en nuestro corazón, por obligación de nuestra
conciencia y por el paternal amor que profesamos a las almas que tan generosamente buscan la
santidad en el siglo, y guiados de la intención de que se pueda hacer una sabia y rígida
discriminación de las Sociedades y se reconozcan como verdaderos Institutos sólo aquellos que
profesen auténticamente la plena vida de perfección; para que se evite el peligro de la erección de
nuevos y nuevos Institutos -que no rara vez se fundan imprudentemente y sin maduro examen -;
para que los Institutos que merezcan la aprobación obtengan una ordenación jurídica peculiar que
responda apta y plenamente a su naturaleza, fines y circunstancias, determinamos y decretamos
llevar a cabo con respecto a los Institutos Seculares lo mismo que nuestro predecesor, de feliz
memoria, León XIII hizo con tanta sabiduría y prudencia con la Constitución Apostólica
"Conditae a Christo" para las Congregaciones de votos simples. Así, pues, aprobamos por las
presentes letras el Estatuto General de los Institutos Seculares, que ya había sido diligentemente
examinado por la Suprema Sagrada Congregación del Santo oficio por lo que toca a su
competencia, y que por nuestro mandato y bajo nuestra dirección fue ordenado y perfilado
cuidadosamente por la Sagrada Congregación de Religiosos; y todo lo que sigue lo declaramos,
determinamos y constituimos con nuestra autoridad apostólica.
13. Y esto establecido como arriba consta, diputamos a la Sagrada Congregación de Religiosos, con
todas las facultades necesarias y oportunas, para llevarlo todo a ejecución.
Ley peculiar de los Institutos Seculares
Art. I. Las Sociedades, clericales o laicas, cuyos miembros, para adquirir la perfección cristiana y
ejercer plenamente el apostolado, profesan en el siglo los consejos evangélicos, para que se
distingan convenientemente de las otras Asociaciones comunes de los fieles, recibirán como
nombre propio el de Institutos o Institutos Seculares, y se sujetarán a las normas de esta
Constitución Apostólica.
Art. II. § 1. Como los Institutos Seculares ni admiten los tres votos públicos de religión, ni
imponen a todos sus miembros la vida común o morada bajo el mismo techo, según la norma de
los cánones:
1° En Derecho, regularmente, ni son ni, propiamente hablando, se pueden llamar Religiosos o
Sociedades de vida común.
2° No están obligados por el Derecho propio y peculiar de los Religiosos o Sociedades de vida
común, ni pueden usar de él sino en cuanto que alguna prescripción de aquel Derecho, sobre todo
del que usan las Sociedades sin votos públicos, les fuere acomodada y aplicada por excepción.
15
Cfr. LEONIS XIII, Acta, Vol XX, 317-327.
9
§ 2. Los Institutos, salvadas las normas comunes del Derecho Canónico que les afectan, se regirán
por las siguientes prescripciones, que responden más estrechamente a su peculiar naturaleza y
condición:
1° Por las normas generales de esta Constitución Apostólica, que constituyen como el Estatuto
propio de todos los Institutos Seculares.
2° Por las normas que la Sagrada Congregación de Religiosos, según la necesidad lo exija y la
experiencia lo aconseje, crea oportuno publicar para todos o algunos de estos Institutos, sea
interpretando la Constitución Apostólica, o bien completándola o aplicándola.
3° Por las Constituciones particulares, aprobadas según las normas de los artículos que siguen,
que acomoden prudentemente las normas generales del Derecho y las peculiares antes descritas a
los fines, necesidades y circunstancias, no poco diversas entre sí, de cada uno de los Institutos.
Art. III § 1. Para que una Asociación piadosa de fieles, según la norma de los artículos que siguen,
pueda conseguir la erección en Instituto Secular, se requiere que tenga, fuera de las demás cosas
comunes, las siguientes condiciones:
§ 2. En cuanto a la consagración de la vida y la profesión de la perfección cristiana:
Los socios que desean ser adscritos a los Institutos como miembros, en el más estricto sentido,
además de aquellos ejercicios de piedad y abnegación a que todos los que aspiran a la perfección
de la vida cristiana es necesario que se dediquen, deben tender eficazmente a ésta por los
peculiares modos que aquí se enuncian:
1° Por la profesión hecha ante Dios del celibato y castidad perfecta, afirmada con voto, juramento
o consagración que obligue en conciencia, según la norma de las Constituciones.
2° Por el voto o promesa de obediencia, de tal modo que, ligados por un vínculo estable, se
entreguen por entero a Dios y a las obras de caridad o apostolado, y estén siempre y en todo,
moralmente, bajo la mano y dirección de los Superiores, según la norma de las Constituciones.
3° Por el voto o promesa de pobreza, en virtud del cual no tengan libre uso de los bienes
temporales, sino uso definido y limitado, según las normas de las Constituciones.
§ 3. En cuanto a la incorporación de los miembros al Instituto y al vínculo que de ella nace:
El vínculo que conviene que una entre sí al Instituto secular y a sus miembros propiamente
dichos, debe ser:
1° Estable, según las normas de las Constituciones, o perpetuo o temporal, renovable al terminar
el plazo (canon 488, 1°).
2° Mutuo y pleno, de tal modo que, según la norma de las Constituciones, el miembro se entregue
totalmente al Instituto, y el Instituto cuide y responda del miembro.
10
§ 4. En cuanto a las sedes y casas comunes de los Institutos Seculares:
Los Institutos Seculares, aunque no imponen a todos sus miembros, según la norma del
Derecho, la vida común o la conmoración bajo el mismo techo (art. II, § 1), sin embargo, conviene
que tengan, según la necesidad o utilidad, una o varias casas comunes, en las cuales:
1° Puedan residir los que ejercen el régimen del Instituto, sobre todo en el orden supremo o en el
regional.
2° Puedan morar o reunirse los miembros para recibir y completar su instrucción, para hacer los
ejercicios espirituales y otras cosas semejantes.
3° Puedan ser recibidos los miembros que por enfermedad u otras causas no puedan valerse por sí
mismos, o que no convenga que vivan privadamente en su casa o en la de otros.
Art. IV. § 1. Los Institutos Seculares dependen de la Sagrada Congregación de Religiosos, salvo los
derechos de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide, según la norma del canon 252, § 3, en
cuanto a las Sociedades y Seminarios destinados a las Misiones.
§ 2. Las Asociaciones que no tienen la índole o no se proponen plenamente el fin descAto en el
artículo 1, y aquellas que carecen de alguno de los elementos enumerados en los artículos I y III de
esta Constitución Apostólica, se rigen por el derecho de las Asociaciones de fieles, de que se habla
en los cánones 684 y siguientes, y dependen de la Sagrada Congregación del Concilio, salvo lo
prescrito en el canon 252, § 3, en cuanto a los territorios de Misiones.
Art. V. § 1. Pueden los obispos, pero no los Vicarios capitulares ni generales, fundar Institutos
Seculares y erigirlos en persona moral, según la norma del canon 100, § 1 y 2.
§ 2. Pero ni aun los Obispos funden ni permitan fundar aquellos Institutos sin consultar a la
Sagrada Congregación de Religiosos, según la norma del canon 492, § 1, y del artículo que sigue.
Art. VI. § 1. Para que la Sagrada Congregación de Religiosos conceda a los Obispos que consultan
previamente sobre la erección de Institutos, según la norma del art. V, § 2, la licencia de erigirlos,
debe ser enterada, proporcionalmente según el propio juicio, de todo lo que en las Normas (nn. 35) publicadas por la misma Sagrada Congregación se define respecto a la erección de
Congregaciones o Sociedades de vida común de Derecho diocesano, y de todo lo demás que se ha
ido introduciendo o en lo futuro se introduzca en el estilo y práctica de la misma Sagrada
Congregación.
§ 2. Obtenida por los Obispos la licencia de la Sagrada Congregación de Religiosos, nada impedirá
ya que ellos puedan usar de su propio derecho libremente y lleven a cabo la erección. Los Obispos
no omitan enviar a la misma Sagrada Congregación un aviso oficial de la erección practicada.
Art. VII. § 1. Los Institutos Seculares que consiguieren la aprobación o Decreto de alabanza de la
Santa Sede se hacen de Derecho pontificio (cc. 488, 3°; 673, § 2).
11
§ 2. Para que los Institutos Seculares de Derecho diocesano puedan obtener el Decreto de alabanza
o aprobación se requieren en general, dejando la oportunidad al juicio de la Sagrada Congregación
de Religiosos, aquellas cosas prescritas o definidas, o que en lo futuro se definan, contenidas en las
Normas (nn. 6ss.) y en el estilo y práctica de la Sagrada Congregación, referentes a las
Congregaciones y Sociedades de vida común.
§ 3. Para la primera, segunda y, si el caso se da, definitiva aprobación de estos Institutos y de sus
Constituciones, se procederá así:
1° De la causa, preparada según costumbre e ilustrada por el voto y la disertación de, al menos, un
consultor, se hará una primera discusión en la Comisión de Consultores bajo la presidencia del
Excelentísimo Secretario de la misma Sagrada Congregación o de otro que haga sus veces.
2° Entonces se someterá todo el asunto al examen y decisión de la reunión plena de la Sagrada
Congregación, bajo la presidencia del Eminentísimo Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación
e invitados a discutir con más diligencia la causa, según la necesidad o utilidad lo sugiera, los
peritos o los de más peritos consultores.
3° La resolución de la reunión debe ser referida en Audiencia por el Eminentísimo Cardenal
Prefecto o por el Excelentísimo Secretario al Santo Padre y sometida al supremo juicio de éste.
Art. VIII. Los Institutos Seculares, además de las leyes propias, si las hay o en lo futuro se
promulguen, estarán sujetos a los Ordinarios del lugar, según las normas del Derecho que rige para
las Congregaciones y Sociedades de vida común no exentas.
Art. IX. El régimen interno de los Institutos Seculares puede ordenarse jerárquicamente, a
semejanza del régimen de los Religiosos y Sociedades de vida común, según la naturaleza y fines
de tales Institutos, dejando el juicio de la oportunidad a la misma Sagrada Congregación.
Art. X. En cuanto a los derechos y obligaciones de los Institutos que ya han sido fundados y
aprobados por los obispos, con la consulta de la Sede Apostólica, o por la misma Santa Sede, nada
se muda en esta Constitución Apostólica.
Esto publicamos, declaramos y sancionamos, determinando además que esta Constitución
Apostólica es y será siempre firme, válida y eficaz y surtirá y obtendrá sus plenos e íntegros
efectos, sin que obste cosa alguna en contrario, aunque sea digno de peculiarísima mención.
Ningún hombre, pues, se atreva a infringir esta Constitución por Nos promulgada o a contradecirla
con temerario atrevimiento.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 2 de febrero, consagrado a la Purificación de la Beatísima
Virgen María, el año 1947, octavo de nuestro pontificado.
Papa Pío XII
12
PIO XII
MOTU PROPRIO
"PRIMO FELICITER"*
1. Transcurrido felizmente el primer año desde la promulgación de Nuestra Constitución
Apostólica Provida Mater Ecclesia, teniendo ante los ojos la muchedumbre de tantas almas
escondidas "con Cristo en Dios",16 las cuales aspiran a la santidad en el siglo y consagran
alegremente a Dios toda la vida "con un corazón grande y ánimo decidido"17 en los nuevos
Institutos Seculares, no podemos menos de dar gracias a la Divina Bondad por la nueva tropa que
ha englosado el ejército de los que profesan los consejos evangélicos, y por la poderosa ayuda con
que se ha robustecido providencialísimamente el Apostolado católico en estos perturbados y
tristes tiempos.
2. El Espíritu Santo, que recrea y renueva incesantemente18 la faz de la tierra desolada y afeada
por tantos y tan grandes males, ha llamado a sí, con una gran y especial gracia, a muchos
queridísimos hijos e hijas, a quienes amantísimamente bendecimos en el Señor, para que, reunidos
y ordenados en los Institutos Seculares, sean la sal del mundo insulso y tenebroso, del cual no
son19 y en el cual, por disposición divina, tienen que permanecer; sal indeficiente que, renovada
por virtud de la vocación, no se desvanece;20 la luz que en medio de las tinieblas del mismo mundo
luce y no se apaga21; el escaso, pero eficaz fermento que, obrando siempre y donde quiera y
mezclado en todas las clases de ciudadanos, desde las más humildes a las más altas, se esfuerza
por tocarlas y penetrarlas a todas y cada una por la palabra, por el ejemplo y por todos los
modos, hasta informar toda la masa de manera que toda sea fermentada en Cristo.22
3. Para que tantos Institutos nacidos por doquier por la consoladora efusión de este Espíritu de
Jesucristo23 sean dirigidos eficazmente según la normas de la Constitución Apostólica Provida
Mater Ecclesia, y produzcan copiosamente los óptimos frutos de santidad que se esperan; y
además, para que, sólida y sabiamente dispuestos en orden de batalla,24 puedan pelear
valerosamente las batallas del Señor, confirmando con grande alegría la recordada Constitución
Apostólica, tomando madura deliberación, Motu proprio, de ciencia cierta y con la plenitud de la
potestad apostólica, declaramos, decretamos y constituimos cuanto sigue:
4. I.- Las Sociedades de clérigos o legos que profesan la perfección cristiana en el siglo y que se
vea reúnen de un modo cierto y pleno los elementos y requisitos prescritos en la Constitución
Apostólica Provida Mater Ecclesia, no deben ni pueden ser dejadas arbitrariamente, bajo cualquier
*
El testo original es en latín.
Col 3, 3
17
2 Mc 1-3
18
Sal 103,30
19
Jn 15,19
20
Mt 5,13;Mc 9,49;Lc 14,34
21
Jn 9,5;1,5;8,12;Ef 5,8
22
Mt 13,33;1 Co 5,6;Ga 5,9
23
Rm 8,9
24
Ct 6,3
16
13
pretexto, entre las Asociaciones comunes de fieles (cc. 684-725), sino que necesariamente se han
de reducir y elevar a la propia condición y forma de Institutos Seculares, que responde
perfectamente a su carácter y necesidades.
5. II.- En esta elevación de las Sociedades de fieles a la superior forma de Institutos Seculares (cfr.
n. 1), y al realizar el ordenamiento, tanto general como también particular de todos los Institutos,
se ha de tener siempre presente lo que en todos debe aparecer como propio y peculiar carácter de
los Institutos, esto es, el secular, en el cual consiste toda la razón de su existencia. Nada se ha de
quitar de la plena profesión de la perfección cristiana, sólidamente fundada en los consejos
evangélicos y en cuanto a la sustancia verdaderamente religiosa; pero es perfección que ha de
ejercitarse y profesarse en el siglo y, por ende, conviene se acomode a la vida secular en todo lo
que es lícito y Puede conformarse con los deberes y obras de la misma Perfección.
6. Toda la vida de los socios de los Institutos Seculares, dedicada a Dios por la profesión, debe
convertirse en apostolado, el cual ha de ejercerse perpetua y santamente, con tal pureza de
intención, unión interior con Dios, generoso olvido y fuerte abnegación de sí mismo, por amor a
las almas, que no tanto manifieste el espíritu interior de que esta informado, cuanto continuamente
lo alimente y renueve. Este apostolado, que abraza toda la vida, se suele sentir continuamente tan
profunda y sinceramente en estos Institutos, que con la ayuda y auxilio de la Divina Providencia,
parece que la sed y ardor de las almas no tanto dio felizmente la ocasión a la consagración de la
vida, cuanto impuso en gran parte su forma y razón propia, y por modo maravilloso el llamado fin
específico exigió y creó también el fin genérico. Este apostolado de los Institutos Seculares debe
ejercerse fielmente, no sólo en el siglo, sino como desde el siglo; y, por lo mismo, en profesiones,
ejercicios, formas y lugares correspondientes a estas circunstancias y condiciones.
7. III.- No pertenece a los Institutos Seculares cuanto se refiere a la disciplina canónica del estado
religioso, ni generalmente se les debe o puede aplicar la legislación religiosa, a norma de la
Constitución Apostólica Provida MaterEcclesia (art. II, § 1). Por el contrario, pueden conservarse
las cosas que haya en los Institutos con su carácter secular, con tal que de ningún modo
perjudiquen a la plena consagración de toda su vida y concuerden con la Constitución Provida
Mater Ecclesia.
8. IV.- La constitución jerárquica interdiocesana y universal, a modo de cuerpo orgánico, puede
aplicarse a los Institutos Seculares (ibid., art. IX); y esta aplicación, sin duda, debe darles vigor
interno, más amplio y eficaz influjo y consistencia. Sin embargo, en esta organización, que ha de
adaptarse a cada Instituto, debe tenerse en cuenta la naturaleza del fin que persigue el Instituto, la
mayor o menor expansión del mismo, el grado de su evolución y madurez, de las circunstancias en
que se halla y otras cosas semejantes. Ni son de rechazar o desestimar aquellas formas de
Institutos que se funden en una confederación y quieran retener y fomentar moderadamente su
carácter local en cada nación, región y diócesis, con tal que sea recto y esté informado por el
sentido de catolicidad de la Iglesia.
9. V.- Los Institutos Seculares, en fuerza de la Constitución Provida Mater Ecclesia, se cuentan
justa y merecidamente entre los estados jurídicos de perfección ordenados y reconocidos por la
misma Iglesia, aunque sus miembros vivan en el mundo, por la plena consagración a Dios y a las
almas que profesan con aprobación de la Iglesia, y por la interna ordenación jerárquica
14
interdiocesana y universal que pueden tener en grados diversos. Por tanto, de intento fueron
adjudicados y encomendados los Institutos a la competencia y al cuidado de aquella Sagrada
Congregación, a la cual Pertenece el régimen y cuidado de los estados públicos de perfección. Por
esto, quedando siempre a salvo -a tenor de los cánones y de la expresa prescripción de la
Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia (art. IV, §§ 1, 2)- los derechos de la Sagrada
Congregación del Concilio sobre las comunes pías Cofradías y pías Uniones de los fieles (c. 250, §
2), y de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide sobre las Sociedades de eclesiásticos para
Seminarios de misiones extranjeras (c. 252, § 3), todas las Sociedades de cualesquiera partes
-aunque tengan la aprobación ordinaria o también la pontificia -, en cuanto conste que reúnen los
elementos y requisitos propios de los Institutos Seculares, han de reducirse necesaria e
inmediatamente a la nueva forma, según las normas sobredichas (cfr. n.I); y para guardar la unidad
de dirección hemos decretado que justamente se atribuyan y devuelvan a sola la Sagrada
Congregación de Religiosos, en cuyo seno se constituyó una Comisión especial de Institutos
Seculares.
10. VI.- A los moderadores y consiliarios de Acción Católica y otras Asociaciones de fieles en
cuyo seno maternal se educan juntamente para la vida íntegramente cristiana y se inician en el
ejercicio del apostolado tantos y tan selectos jóvenes, que se sienten invitados por una vocación
superior a conseguir más alta perfección, ya en los Religiosos y Sociedades de vida común, ya
también en los Institutos Seculares, recomendamos con ánimo paternal que promuevan
generosamente estas santas vocaciones y que presten su colaboración, no sólo a los Religiosos y
Sociedades, sino también a estos Institutos verdaderamente providenciales, y que gustosamente se
sirvan de sus actividades, salvo la disciplina interna de los mismos
11. Encomendamos con nuestra autoridad la fiel ejecución de todas estas cosas, que hemos
establecido Motu proprio, a la Sagrada Congregación de Religiosos y a las otras Sagradas
Congregaciones más arriba mencionadas, a los Ordinarios de los lugares y a los Directores de las
Sociedades a quienes interese, en cuanto a cada uno de ellos pertenezca.
12. Cuanto por estas Letras, dadas Motu proprio, establecemos, mandamos que sea siempre
válido y firme, no obstante cualquier cosa en contrario.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 12 de marzo del año 1948, al comenzar el décimo de
nuestro Pontificado.
Papa Pío XII
15
INSTRUCCION "CUM SANCTISSIMUS"
Cuando el papa Pío XII promulgó la Constitución ."Provida Mater Ecclesia", se dignó
delegar en la Sagrada Congregación de Religiosos, a cuya competencia fueron encomendados los
Institutos Seculares (Lex peculiaris, an. IV, 1 y 2) todo lo concerniente a la más eficaz ejecución de
lo que en la Constitución había sido sabiamente establecido, concediendo a la Congregación
cuantas facultades eran necesarias y oportunas para tal fin.
Entre las misiones y deberes que en virtud de esa delegación pontificia, según la expresa
definición de la misma Constitución, pesan sobre la Sagrada Congregación, hay que recordar lo de
que, según lo pida la necesidad y lo aconseje la experiencia, bien interpretando la Constitución
Apostólica o bien completándola y aplicándola, puede la Congregación dar normas que se
consideren necesarias o útiles a los Institutos Seculares en general o a algunos de ellos en particular
(art. II, § 2,2.°).
Así, pues, aun cuando las normas completas y definitivas relativas a los Institutos
Seculares sea mejor retardarlas hasta tiempos más oportunos, a fin de no coartar peligrosamente la
presente evolución de estos Institutos, conviene, sin embargo, que algunas cosas que en la
Constitución Apostólica "Provida Mater Ecclesia" no por todos fueron claramente comprendidas
y rectamente interpretadas, sean sin tardanza declaradas de modo más evidente y establecidas con
certeza, observando con exactitud las prescripciones que se establecen en las Letras "Primo
feliciter", dadas motu proprio por nuestro Santísimo Señor el día 12 del corriente mes. Por eso, la
Sagrada Congregación resolvió recopilar y publicar claramente ordenadas las normas
fundamentales que con razón deben considerarse básicas para, desde un principio, constituir y
estructurar sólidamente los Institutos Seculares.
1. Para que una asociación, aunque plenamente consagrada a la profesión de la perfección cristiana
y al ejercicio del apostolado en el siglo, pueda con razón y derecho tomar el nombre y el título de
Instituto Secular, no sólo debe reunir todos y cada uno de los elementos que, según las normas de
la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia se relacionan y definen como necesarios y
esenciales a los Institutos Seculares, sino que es, además, absolutamente necesario que haya sido
aprobada y erigida por algún Obispo, previa consulta a la Sagrada Congregación.
2. Las asociaciones de fieles que tienen la naturaleza y características descritas en la Constitución
Apostólica dependen todas, tanto en territorios de Derecho común como en territorios de
Misiones, de esta Sagrada Congregación de Religiosos, según lo dispuesto en la misma
Constitución (art. IV, párrafos 1 y 2), y están sometidas a ella como a su ley peculiar, no
pudiendo, por ninguna razón y bajo ningún título, de acuerdo con las Letras Primo feliciter (n. V),
permanecer entre las comunes asociaciones de fieles (C. I. C., L II, P. III) salvo lo dispuesto en el
n° 5 de esta Institución.
16
3. Al objeto de conseguir la venia para la erección de un nuevo Instituto Secular, el Obispo del
lugar -precisamente él debe dirigirse a esta Sagrada Congregación, informándola detalladamente
sobre todos los puntos que se especifican en las normas para la erección y aprobación de
Congregaciones, dadas por la misma Sagrada Congregación de Religiosos (6 de marzo de 1921, nn.
38), congrua congruis referendo. Han de enviarse también los esquemas de las Constituciones
(seis ejemplares por lo menos), redactadas en latín o en otra de las lenguas admitidas por la Curia,
y además los Directorios y otros documentos que puedan ser de utilidad para dar a conocer la
naturaleza y el espíritu de la asociación. Las Constituciones deben contener todo aquello que haga
referencia a la naturaleza del Instituto: clases de socios, régimen, forma de consagración (art. III, 5
2), vínculo de los asociados con el Instituto nacido de la incorporación (art. III, 53), casas
comunes (art. III, párrafo 4), condición de los miembros de la institución y ejercicios de piedad.
4. Las asociaciones que con anterioridad a la Constitución Provida Mater Ecclesia habían sido
legítimamente aprobadas por los Obispos, según las normas del derecho precedente o hubieran
obtenido alguna aprobación pontificia como asociaciones laicales, para que puedan ser reconocidas
por esta Sagrada Congregación como Institutos Seculares, bien de derecho diocesano o bien de
derecho pontificio, deben remitir a esta misma Sagrada Congregación los documentos de erección y
aprobación, las Constituciones por las que hasta ahora se regían, una breve relación histórica sobre
la disciplina y apostolado, y también, especialmente si son sólo de derecho diocesano, los
testimonios de los Ordinarios en cuyas diócesis tienen sus domicilios. Habida cuenta de todas
estas cosas, la norma de los artículos VI y VII de la Constitución Provida Mater Ecclesia, y tras
su detenido examen, se les podrá conceder, si hubiera lugar a ello, la venia para la erección o
Decretum laudis.
5. Las asociaciones no fundadas con anterioridad o no desarrolladas suficientemente y también las
que se inician ahora, aun cuando hagan, con razón, concebir buenas esperanzas de que, si las cosas
suceden prósperamente, podrán surgir de ellas sólidos y genuinos Institutos Seculares, es
preferible que no se propongan inmediatamente a la Sagrada Congregación solicitando de ésta la
venia para la erección. Por regla general, que no debe sufrir excepciones sino por graves causas
rígidamente probadas, estas nuevas sociedades deben ser retenidas y puestas a prueba, experimentadas bajo la paternal potestad y tutela de la autoridad diocesana, primero como meras
asociaciones existentes más de hecho que de derecho, y después, no bruscamente, sino paso a
paso y gradualmente, bajo alguna de las formas de las asociaciones de fieles, como Pías Uniones,
Sodalicios, Cofradías, según las circunstancias vayan aconsejando.
6. Mientras duran estas evoluciones previas, de las que ha de quedar bien patente que se trata
realmente de asociaciones que se proponen una plena vida de perfección con una entera
consagración al apostolado y que reúnen todos las otras características que se exigen en un
verdadero Instituto Secular, ha de vigilarse atentamente que no se permita a estas asociaciones
nada que interna o externamente exceda a la condición presente de las mismas y que parezca
responder a la específica naturaleza y condición de los Institutos Seculares. Se ha de evitar
particularmente todo aquello que, caso de denegarse después la venia para la erección en Instituto
Secular, no pueda deshacerse o destruirse fácilmente y que sea susceptible de significar una
presión a los Superiores para conceder la aprobación u otorgarla demasiado a la ligera.
17
7. Para asentar un criterio seguro y práctico sobre la verdadera naturaleza de Instituto Secular de
alguna asociación, es decir, sobre si ésta lleva eficazmente a sus miembros, dentro del estado y
condición seglar, a aquella plena consagración y entrega que, incluso en el fuero externo, presente
los caracteres de un estado en completa perfección y, en la esencia, verdaderamente religioso, hay
que examinar cuidadosamente lo que sigue:
a) Si los socios que, como miembros en el sentido más estricto, se inscriben en la asociación,
-además de aquellos ejercicios de piedad y abnegación -, sin los cuales la vida de perfección habría
de llamarse ilusión vana, profesan práctica y sólidamente los tres consejos evangélicos generales
en una de las diversas formas que la Constitución Apostólica admite (art. III, 2). Pueden, sin
embargo, admitirse como miembros en el sentido más amplio y adscritos al cuerpo de la asociación
con mayor o menor fuerza o intensidad, socios que aspiren a la perfección evangélica y procuren
vivirla dentro de su propio estado, aun cuando no abracen o no puedan abrazar cada uno de los
consejos evangélicos en su más alto grado.
b) Si el vínculo con que se ligan los miembros en sentido estricto a la asociación es estable, mutuo
y pleno, de tal forma que, de acuerdo con la Constitución, el socio se entregue totalmente a la
asociación y la asociación sea de tal naturaleza o se prevea razonablemente que haya de llegar a
serlo, que quiera y pueda tener cuidado del socio y responder de él.
c) Si desde qué condición o bajo qué título tenga ya o intente tener los domicilios que se
prescriben en la Constitución Apostólica (art. III, 4) para lograr los fines a que aquéllas están
ordenados.
d) Si se evita todo aquello que no sea conforme con la naturaleza y modo de ser de los Institutos
Seculares, como por ejemplo, lo que no responda a la condición secular, vida común, ordenada
exteriormente a semejanza de la vida común religiosa (art. II,1; art. III,4), o equiparada a ésta
(título 17, L, II, C.I.C.).
8. Los Institutos Seculares, de acuerdo con el art. II,2,2° de la Constitución Apostólica Provida
Mater Ecclesia, y salvo lo dispuesto en los artículos X y II,1,1° de la misma Constitución, no
están obligados por el derecho propio y peculiar de las Religiones y Sociedades de vida común, ni
pueden hacer uso de él. La Sagrada Congregación de Religiosos podrá, sin embargo, por excepción,
acomodar y aplicar a tenor de la Constitución (ibidem, art. II,1,2°) algunas prescripciones
particulares del derecho de religiosos que convengan también a los Institutos Seculares e incluso
tomar prudentemente de aquel derecho ciertos criterios más o menos generales, comprobados por
la experiencia y que responden a la íntima naturaleza de las cosas.
9. En particular
a) Aun cuando las prescripciones del canon 500,3, comprendan estrictamente a los Institutos
Seculares ni sea necesario aplicarlas tal como están concebidas, puede, sin embargo, con prudencia,
obtenerse de ellas sólido criterio y claras directrices para la aprobación y ordenación de los
Institutos Seculares.
b) Aunque nada impide que los Institutos Seculares puedan, según derecho (can. 492,1), agregarse
18
por especial concesión a las Ordenes y otras Religiones, y ser por ellas ayudados en diversos
modos e incluso en alguna manera dirigidos moralmente, otras formas de más estricta dependencia,
que se vean puedan menoscabar la autonomía de régimen de los Institutos Seculares o someterla a
una tutela más o menos estricta, aun cuando sean deseadas o invocadas por los mismos Institutos,
en especial de mujeres, no podrán concederse sino con dificultad, habida razón atentamente del
bien de los Institutos, considerando su espíritu y la naturaleza y género del apostolado que debe
dedicarse, y adoptadas las oportunas precauciones.
10. Los Institutos Seculares
a) Por el estado de plena perfección que profesan y por la total consagración al apostolado que
imponen, son evidentemente llamados, dentro de esa misma perfección y apostolado a más altas
empresas que las que aparecen como suficientes para los fieles, incluso ejemplares, que trabajan en
asociaciones meramente laicales o en Acción Católica y otras obras piadosas.
b) Deben éstas, sin embargo, dar acogida a las actividades y ministerios de apostolado que
constituyan los fines peculiares de aquellos Institutos, para que sus socios -cuidadosamente
evitadas las conclusiones - puedan ofrecer a los demás fieles que les ven y observan un preclaro
ejemplo de abnegada, humilde y constante colaboración con la jerarquía, salvo siempre la interna
disciplina de las mismas, (cfr. Motu proprio, Primo feliciter, n° IV).
11. a) El Ordinario cuando, obtenida la venia de la Santa Sede, procede a la erección del Instituto
Secular, que existía antes como Asociación de hecho o como Pía Unión o como Sodalicio, podrá
definir si conviene, a efectos de fijar la condición de las personas y de computar los requisitos
prescritos en las Constituciones, tener en cuenta lo que había sido hecho hasta entonces, por
ejemplo, aprobción, consagración, etcétera.
b) En los primeros diez años de un Instituto Secular, contados a partir de su erección, el Obispo
del lugar puede dispensar en orden a oficios, cargos, grados y otros efectos jurídicos de los
requisitos de edad, tiempo de aprobación, años de consagración y otros análogos que hayan sido
prescritos para todos los Institutos en general o alguno en particular.
c) Las casas o centros fundados antes de la erección canónica del Instituto si fueron constituidos
con la venia de los dos Obispos que prescribe el canon 495,1, pasan, por el mismo hecho de la
erección, a ser partes del Instituto.
Dado en Roma, en el Palacio de la Sagrada Congregación de Religiosos el día 19 del mes de
marzo, fiestas de San José, Esposo de la Virgen nuestra Señora, del año 1948.
Luis, Cardenal Lavitrano, Prefecto.
Fr. Lucas Hermenegildo Pasetto, Secretario
19
CONCILIO VATICANO II*
Perfectae caritatis,11
Los Institutos Seculares, aunque no sean Institutos religiosos, llevan, sin embargo,
consigo la profesión verdadera y completa, en el siglo, de los consejos evangélicos, reconocida
por la Iglesia. Esta profesión confiere una consagración a los hombres y mujeres, laicos y
clérigos, que viven en el mundo. Por lo tanto, tiendan ellos principalmente a la total dedicación
de sí mismos a Dios por la caridad perfecta, y los Institutos mismos mantengan su carácter propio
y peculiar, es decir, secular, a fin de que puedan cumplir eficazmente y por dondequiera el
apostolado en el mundo y como desde el mundo, para el que nacieron.
Sepan, no obstante, muy bien que no pueden cumplir tan alta misión si sus miembros no
se forman cuidadosamente en las cosas humanas y divinas, de suerte que sean en realidad
fermento en el mundo para robustecimiento e incremento del Cuerpo de Cristo. Cuiden, por tanto,
seriamente los directores de la instrucción, sobre todo espiritual, que ha de darse a sus miembros
y de promover su formación ulterior.
Ad gentes,40
Creciendo cada día en la Iglesia, por inspiración del Espíritu Santo, los Institutos
Seculares, sus obras, bajo la autoridad del Obispo, pueden resultar fructuosas de muchas maneras
en las misiones como señal de entrega plena a la evangelización del mundo.
*
El texto original es en latín.
20
CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO
PARTE III
DE LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADAY DE LAS SOCIEDADES DE VIDA
APOSTÓLICA
SECCIÓN I
De los institutos de vida consagrada
Título I
Normas comunes a todos los institutos
de vida consagrada
573 § 1. La vida consagrada por la profesión de los consejos evangélicos es una forma
estable de vivir en la cual los fieles, siguiendo más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu
Santo, se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que entregados por un nuevo
y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la
perfección de la caridad en el servicio del Reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la
Iglesia, preanuncien la gloria celestial.
§ 2. Adoptan con libertad esta forma de vida en institutos de vida consagrada
canónicamente erigidos por la autoridad competente de la Iglesia aquellos fieles que, mediante
votos u otros vínculos sagrados, según las leyes propias de los institutos, profesan los consejos
evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, y, por la caridad a la que éstos conducen, se unen
de modo especial a la Iglesia y a su misterio.
574 § l. El estado de quienes profesan los consejos evangélicos en esos institutos
pertenece a la vida y a la santidad de la Iglesia, y por ello todos en la Iglesia deben apoyarlo y
promoverlo.
§ 2. Dios llama especialmente a algunos fieles a dicho estado, para que gocen de este don
peculiar en la vida de la Iglesia y favorezcan su misión salvífica de acuerdo con el fin y el espíritu
del instituto.
575 Los consejos evangélicos, fundados en la doctrina y ejemplo de Cristo Maestro, son
un don divino que la Iglesia ha recibido del Señor y conserva siempre con Su gracia.
576 Corresponde a la autoridad competente de la Iglesia interpretar los consejos
evangélicos, regular con leyes su práctica y determinar mediante la aprobación canónica las
formas estables de vivirlos, así como también cuidar por su parte de que los institutos crezcan y
florezcan según el espíritu de sus fundadores y las sanas tradiciones.
577 En la Iglesia hay muchos institutos de vida consagrada, que han recibido dones
diversos, según la gracia propia de cada uno: pues siguen más de cerca a Cristo ya cuando ora, ya
cuando anuncia el Reino de Dios, ya cuando hace el bien a los hombres, ya cuando convive con
ellos en el mundo, aunque cumpliendo siempre la voluntad del Padre.
21
578 Todos han de observar con fidelidad la mente y propósitos de los fundadores,
corroboradas por la autoridad eclesiástica competente, acerca de la naturaleza, fin, espíritu y
carácter de cada instituto, así como también sus sanas tradiciones, todo lo cual constituye el
patrimonio del instituto.
579 En su propio territorio, los Obispos diocesanos pueden erigir mediante decreto formal
institutos de vida consagrada, siempre que se haya consultado previamente a la Sede Apostólica.
580 La agregación de un instituto de vida consagrada a otro se reserva a la autoridad
competente del instituto que agrega, sin perjuicio de la autonomía canónica del instituto
agregado.
581 Corresponde a la autoridad competente de un instituto, a tenor de las constituciones,
dividirlo en circunscripciones, cualquiera que sea el nombre de éstas erigir otras nuevas y unir las
ya erigidas o delimitarlas de otro modo.
582 Las fusiones y uniones de institutos de vida consagrada se reservan exclusivamente a
la Sede Apostólica: y asimismo se le reservan las confederaciones y federaciones.
583 En los institutos de vida consagrada, no pueden introducirse, sin licencia de la Sede
Apostólica, modificaciones que afecten a lo aprobado por ésta.
584 Compete exclusivamente a la Sede Apostólica suprimir un instituto, y también se
reserva a ella el decidir acerca de los bienes temporales del mismo.
585 La supresión de circunscripciones de un instituto corresponde a la autoridad
competente del mismo.
586 § 1. Se reconoce a cada uno de los institutos una justa autonomía de vida, sobre todo
en el gobierno, de manera que dispongan de su propia disciplina dentro de la Iglesia, y puedan
conservar íntegro el patrimonio propio de que trata el c. 578.
§ 2. Corresponde a los Ordinarios del lugar el conservar y defender esta autonomía.
587 § 1. Para defender con mayor fidelidad la vocación y la identidad de cada instituto, en
el código fundamental o constituciones de cada uno de ellos deben contenerse, además de lo que
se ordena observar en el c. 578, las normas fundamentales sobre el gobierno del instituto y la
disciplina de sus miembros, la incorporación y formación de éstos así como el objeto propio de
los vínculos sagrados.
§ 2. Ese código es aprobado por la autoridad competente de la Iglesia, y sólo con su
consentimiento puede modificarse.
§ 3. En ese código se han de armonizar convenientemente los elementos espirituales y
jurídicos; pero no deben multiplicarse las normas sin necesidad.
§ 4. Las demás normas establecidas por la autoridad competente del instituto se recogerán
convenientemente en otros códigos, normas que pueden revisarse y acomodarse cuando sea
oportuno, según las exigencias de los lugares y tiempos.
588 § 1. El estado de vida consagrada, por su naturaleza, no es ni clerical ni laical.
§ 2. Se llama instituto clerical aquel que, atendiendo al fin o propósito querido por su
fundador o por tradición legítima, se halla bajo la dirección de clérigos, asume el ejercicio del
orden sagrado y está reconocido como tal por la autoridad de la Iglesia.
22
§ 3. Se denomina instituto laical aquel que, reconocido como tal por la autoridad de la
Iglesia, en virtud de su naturaleza, índole y fin, tiene una función propia determinada por el
fundador o por tradición legítima que no incluye el ejercicio del orden sagrado.
589 Un instituto de vida consagrada se llama de derecho pontificio cuando ha sido erigido
por la Sede Apostólica o aprobado por ésta mediante decreto formal; y de derecho diocesano,
cuando, habiendo sido erigido por un Obispo diocesano, no ha recibido el decreto de aprobación
por parte de la Sede Apostólica.
590 § l. Los institutos de vida consagrada, precisamente por dedicarse de un modo
especial al servicio de Dios y de toda la Iglesia, se hallan sometidos por una razón peculiar a la
autoridad suprema de ésta.
§ 2. Cada uno de sus miembros está obligado a obedecer al Sumo Pontífice como a su Superior
supremo, también en virtud del vínculo sagrado de obediencia.
591 Para proveer mejor al bien de los institutos y a las necesidades del apostolado, el
Sumo Pontífice, en virtud de su primado sobre toda la Iglesia y en atención a la utilidad común,
puede eximir a los institutos de vida consagrada del régimen de los Ordinarios del lugar, haciendo
que estén sometidos exclusivamente a sí mismo o a otra autoridad eclesiástica.
592 § 1. Para fomentar mejor la comunión de los institutos con la Sede Apostólica, todo
Moderador supremo ha de enviar a ésta del modo y en el tiempo determinados por ella un
informe breve sobre la situación y la vida del instituto.
§ 2. Los Moderadores de cada instituto promuevan el conocimiento de los documentos de
la Santa Sede que afectan a los miembros que dependen de ellos, y velen por su observancia.
593 Sin perjuicio de lo que prescribe el c. 586, los institutos de derecho pontificio
dependen inmediata y exclusivamente de la potestad de la Sede Apostólica en lo que se refiere al
régimen interno y a la disciplina.
594 Un instituto de derecho diocesano, quedando en pie el c. 586, está bajo el cuidado
especial del Obispo diocesano.
595 § 1. Corresponde al Obispo de la sede principal aprobar las constituciones y
confirmar las enmiendas que legítimamente se introduzcan en ellas exceptuado aquello en lo que
hubiera puesto sus manos la Sede Apostólica, así como tratar los asuntos más importantes que se
refieren a todo el instituto y están por encima de la potestad de la autoridad interna, consultando
sin embargo a los demás Obispos diocesanos, si el instituto se hubiera extendido a distintas
diócesis.
§ 2. En casos particulares, el Obispo diocesano puede dispensar de las constituciones.
596 § 1. Los Superiores y capítulos de los Institutos tienen sobre los miembros la potestad
determinada por el derecho universal y las constituciones .
§ 2. En los institutos religiosos clericales de derecho pontificio tienen además potestad
eclesiástica de régimen, tanto para el fuero externo como para el interno.
§ 3. A la potestad de la que se trata en el §1 se aplican las prescripciones de los cc.
131,133 y 137-144.
597 § 1. Puede ser admitido en un instituto de vida consagrada todo católico de recta
intención que tenga las cualidades exigidas por el derecho universal y por el propio, y esté libre
de impedimento.
23
§ 2. Nadie puede ser admitido sin la adecuada preparación.
598 § 1. Teniendo en cuenta su carácter y fines propios, cada instituto ha de determinar en
sus constituciones el modo de observar los consejos evangélicos de castidad, pobreza y
obediencia, de acuerdo con su modo de vida.
§ 2. Todos los miembros no sólo deben observar fiel e íntegramente los consejos
evangélicos, sino también ordenar su vida según el derecho propio del instituto, y esforzarse así
por alcanzar la perfección de su estado.
599 El consejo evangélico de castidad asumido por el Reino de los cielos, que es signo del
mundo futuro y fuente de una fecundidad más abundante en un corazón no dividido, lleva
consigo la obligación de observar perfecta continencia en el celibato.
600 El consejo evangélico de pobreza, a imitación de Cristo, que, siendo rico, se hizo
indigente por nosotros, además de una vida pobre de hecho y de espíritu, esforzadamente sobria y
desprendida de las riquezas terrenas, lleva consigo la dependencia y limitación en el uso y
disposición de los bienes, conforme a la norma del derecho propio de cada instituto.
601 El consejo evangélico de obediencia, abrazado con espíritu de fe y de amor en el
seguimiento de Cristo obediente hasta la muerte, obliga a someter la propia voluntad a los
Superiores legítimos, que hacen las veces de Dios, cuando mandan algo según las constituciones
propias.
602 La vida fraterna, propia de cada instituto, por la que todos los miembros se unen en
Cristo como en una familia peculiar, debe determinarse de manera que sea para todos una ayuda
mutua en el cumplimiento de la propia vocación personal. Por la comunión fraterna, enraizada y
fundamentada en la caridad, los miembros han de ser ejemplo de la reconciliación universal en
Cristo.
603 § l. Además de los institutos de vida consagrada, la Iglesia reconoce la vida eremítica
o anacorética, en la cual los fieles, con un apartamiento más estricto del mundo, el silencio de la
soledad, la oración asidua y la penitencia, dedican su vida a la alabanza de Dios y salvación del
mundo.
§ 2. Un ermitaño es reconocido por el derecho como entregado a Dios dentro de la vida
consagrada, si profesa públicamente los tres consejos evangélicos, corroborados mediante voto u
otro vínculo sagrado, en manos del Obispo diocesano, y sigue su forma propia de vida bajo la
dirección de éste.
604 § l. A estas formas de vida consagrada se asemeja el orden de las vírgenes, que,
formulando el propósito santo de seguir más de cerca a Cristo, son consagradas a Dios por el
Obispo diocesano según el rito litúrgico aprobado, celebran desposorios místicos con Jesucristo,
Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia.
§ 2. Las vírgenes pueden asociarse, para cumplir su propósito con mayor fidelidad y para
realizar mediante la ayuda mutua el servicio a la Iglesia congruente con su propio estado.
605 La aprobación de nuevas formas de vida consagrada se reserva exclusivamente a la
Sede Apostólica. Sin embargo, los Obispos diocesanos han de procurar discernir los nuevos
24
dones de vida consagrada otorgados a la Iglesia por el Espíritu Santo y ayudar a quienes los
promueven para que pongan por obra sus propósitos de la mejor manera posible y los tutelen
mediante estatutos convenientes, aplicando sobre todo las normas generales contenidas en esta
parte.
606 Lo que se establece sobre los institutos de vida consagrada y sobre sus miembros vale
con igual derecho para ambos sexos, a no ser que conste otra cosa por el contexto o por la
naturaleza misma de la materia.
CAPÍTULO VIII
De las conferencias de Superiores mayores
708 Los Superiores mayores pueden hacer bien en asociarse en conferencias o consejos,
para que, en unidad de esfuerzos, trabajen ya para conseguir más plenamente el fin de cada
instituto, quedando a salvo su autonomía, su carácter y espíritu propio, ya para tratar los asuntos
comunes, ya para establecer la conveniente coordinación; y cooperación con las Conferencias
Episcopales, así como con cada uno de los Obispos.
709 Las conferencias de Superiores mayores tengan sus propios estatutos aprobados por la
Santa Sede, a la que únicamente corresponde erigirlas como persona jurídica y bajo cuya suprema
autoridad permanecen.
Título III
De los Institutos seculares
710 Un instituto secular es un instituto de vida consagrada en el cual los fieles, viviendo
en el mundo, aspiran a la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación del
mundo sobre todo desde dentro de él.
711 Por su consagración un miembro de un instituto secular no modifica su propia
condición canónica, clerical o laical en el pueblo de Dios, observando las prescripciones del
derecho relativas a los institutos de vida consagrada.
712 Sin perjuicio de las prescripciones de los cc. 598-601, las constituciones han de
establecer los vínculos sagrados con los que se abrazan los consejos evangélicos en el instituto, y
determinarán las obligaciones que nacen de esos vínculos conservando sin embargo en el modo
de vivir la secularidad propia del instituto.
713 § l. Los miembros de estos institutos manifiestan y ejercen su propia consagración en
la actividad apostólica y, a manera de levadura, se esfuerzan por impregnar todas las cosas con el
espíritu evangélico, para fortaleza e incremento del Cuerpo de Cristo.
§ 2. Los miembros laicos participan en la función evangelizadora de la Iglesia en el
mundo y tomando ocasión del mundo bien sea con el testimonio de vida cristiana y de fidelidad a
su consagración, bien con la colaboración que prestan para ordenar según Dios los asuntos
temporales e informar al mundo con la fuerza del Evangelio. Y también ofrecen su propia
cooperación al servicio de la comunidad eclesial, de acuerdo con su modo de vida secular.
25
§ 3. Los miembros clérigos, por el testimonio de la vida consagrada, ayudan sobre todo a
sus hermanos en el presbiterio con peculiar caridad apostólica, y realizan en el pueblo de Dios la
santificación del mundo a través de su ministerio sagrado.
714 Los miembros han de vivir en las circunstancias ordinarias del mundo, ya solos, ya
con su propia familia, ya en grupos de vida fraterna, de acuerdo con las constituciones.
715 § l . Los miembros clérigos incardinados en la diócesis dependen del Obispo
diocesano, quedando a salvo lo que se refiere a la vida consagrada en su propio Instituto.
§
2. Pero los que se incardinan al instituto de acuerdo con la norma del c. 266 § 3, si son destinados
a obras propias del instituto o al gobierno de éste, dependen del Obispo lo mismo que los
religiosos.
716 § l . Todos los miembros han de participar activamente en la vida del instituto, según
el derecho propio.
§ 2. Los miembros de un mismo instituto han de vivir en comunión entre sí, tutelando con
solicitud la unidad de espíritu y la fraternidad genuina.
717 § l. Las constituciones deben determinar el propio modo de régimen, el tiempo
durante el cual los Directores desempeñan su oficio y la manera de designarlos.
§ 2. Nadie debe ser designado Director general si no está incorporado definitivamente.
§ 3. Quienes tienen encomendado el régimen del instituto cuiden de que se observe la
unidad del espíritu y se fomente la participación activa de los miembros.
718 La administración de los bienes del instituto, que debe manifestar y fomentar la
pobreza evangélica, se rige por las normas del Libro V, De los bienes temporales de la Iglesia,
así como también por el derecho propio del instituto. De igual modo el derecho propio ha de
determinar las obligaciones, sobre todo económicas, del instituto respecto a aquellos miembros
que trabajan para el mismo.
719 § l . Para que los miembros correspondan fielmente a su vocación y su acción
apostólica sea fruto de la misma unión con Cristo, deben dedicarse intensamente a la oración, leer
de manera conveniente la sagrada Escritura, observar los tiempos anuales de retiro y realizar
otros ejercicios de piedad según el derecho propio.
§ 2. La celebración de la Eucaristía, diaria en la medida de lo posible, debe ser fuente y
fortaleza de toda su vida consagrada.
§ 3. Acudirán libremente al sacramento de la penitencia, que deben recibir con frecuencia.
§ 4. Tengan con libertad la necesaria dirección de conciencia y busquen en sus propios
Directores, si así lo desean, los consejos oportunos.
720 E1 derecho a admitir en el instituto, por lo que se refiere tanto a la prueba como a los
vínculos sagrados, sean temporales, sean perpetuos o definitivos, corresponde a los Directores
mayores con su consejo, de acuerdo con las constituciones.
721 § 1. Es admitido inválidamente a la prueba inicial:
1.° quien aún no ha alcanzado la mayoría de edad;
2.° quien se encuentra ligado por vínculo sagrado a un instituto de vida consagrada o está
incorporado a una sociedad de vida apostólica;
3.° un cónyuge, durante el matrimonio.
26
§ 2. Las constituciones pueden establecer otros impedimentos para la admisión, que
afecten incluso a la validez, o poner condiciones.
§ 3. Además, para que alguien sea recibido, debe poseer la madurez necesaria para llevar
debidamente la vida propia del instituto.
722 § 1. La prueba inicial debe tender a que los candidatos conozcan mejor su vocación
divina y la propia del instituto, y se ejerciten en el espíritu y modo de vida de éste.
§ 2. Los candidatos deben ser convenientemente formados para vivir según los consejos
evangélicos y convertir su vida entera en apostolado, empleando aquellas formas de
evangelización que mejor respondan al fin, espíritu e índole del instituto.
§ 3. Determínese en las constituciones el modo y tiempo de esta prueba anterior a la
adquisición por primera vez de los vínculos sagrados en el instituto; la duración no puede ser
inferior a un bienio.
723 § 1. Cumplido el tiempo de la prueba inicial, el candidato que sea considerado apto
debe abrazar los tres consejos evangélicos, corroborados con vínculo sagrado, o marcharse del
instituto.
§ 2. Esta primera incorporación, no inferior a cinco años, debe ser temporal de acuerdo
con la norma de las constituciones.
§ 3. Cumplido el tiempo de esta incorporación, el miembro considerado idóneo será
admitido a la incorporación, bien a la perpetua bien a la definitiva, es decir, con vínculos
temporales que habrán de ser siempre renovados.
§ 4. Respecto a determinados efectos jurídicos, que deben establecerse en las constituciones, la
incorporación definitiva se equipara a la perpetua.
724 § 1. Después de haber adquirido por primera vez los vínculos sagrados, la formación
ha de continuar permanentemente, según las constituciones.
§ 2. Los miembros han de formarse a la vez en las cosas divinas y en las humanas y los
Directores del instituto han de cuidar con diligencia de la continua formación espiritual.
725 Mediante algún vínculo determinado en las constituciones, el instituto puede asociar a
otros fieles que aspiran a la perfección evangélica según el espíritu del instituto, y participan en
su misión.
726 § 1. Transcurrido el tiempo de incorporación temporal, el miembro puede abandonar
libremente el instituto, o el Director mayor, oído su consejo y con justa causa, puede excluirle de
la renovación de los vínculos sagrados.
§ 2. E1 miembro incorporado temporalmente que lo pida por su propia voluntad, puede
con causa grave obtener del Director general, con el consentimiento de su consejo, indulto para
marcharse del instituto.
727 § 1. E1 miembro incorporado perpetuamente que quiera abandonar el instituto,
después de considerar el asunto seriamente en la presencia de Dios, puede pedir a la Sede
Apostólica, a través del Director general el necesario indulto si el instituto es de derecho
pontificio; en caso contrario, al Obispo diocesano, según se determine en las constituciones.
§ 2. Si se trata de un clérigo incardinado al instituto, debe observarse lo que prescribe el
c.693.
728 Una vez concedido legítimamente el indulto para abandonar el instituto cesan todos
los vínculos, y asimismo los derechos y obligaciones provenientes de la incorporación.
27
729 La expulsión de un miembro del instituto se realiza de acuerdo con lo establecido en
los cc. 694 y 695; las constituciones determinarán además otras causas de expulsión, con tal de
que sean proporcionalmente graves, externas, imputables y jurídicamente comprobadas,
procediendo de acuerdo con lo establecido en los cc.697-700. A la expulsión se aplica lo prescrito
en c. 701.
730 Para el tránsito de un miembro de un instituto secular a otro instituto secular deben
observarse las prescripciones de los cc. 684 §§ 1,2,4 y 685; pero para el paso a un instituto
religioso o a una sociedad de vida apostólica, o desde ellos a un instituto secular, se requiere
licencia de la Santa Sede, a cuyos mandatos habrá que atenerse.
28
PABLO VI
A LOS PARTICIPANTES
EN EL ENCUENTRO INTERNACIONAL
DE INSTITUTOS SECULARES*
Amados hijos e hijas en el Señor:
1. Acogemos vuestra visita con especial interés pensando en el título que os distingue en la
Iglesia de Dios, sin que el mundo perciba los signos externos, título de representantes de los
Institutos Seculares reunidos en Congreso. Percibo las intenciones inspiradoras de esta visita: os
presentáis a nosotros con doble motivo: uno, de confianza que se patentiza manifestando vuestro
ser de personas consagradas a Cristo en la secularidad de vuestra vida; y otro, de ofrecimiento
que se declara fiel y generoso a la Iglesia, interpretando sus finalidades primarias: la de celebrar
la unión misteriosa y sobrenatural de los hombres con Dios, Padre celestial, instaurada por Cristo,
Maestro y Salvador, mediante la efusión del Espíritu Santo: y la otra finalidad de instaurar la
unión entre los hombres sirviéndoles de todas la maneras, en orden al bienestar natural y a su fin
superior, la salvación eterna.
2. Cuánto nos interesa y nos conmueve este encuentro! Nos hace pensar en los prodigios de la
gracia, en las riquezas escondidas del Reino de Dios, en los recursos incalculables de virtud y de
santidad, de que dispone todavía hoy la Iglesia inmersa, como sabemos, en una humanidad
profana - a veces profanadora -, orgullosa de sus conquistas temporales y no menos esquiva
cuanto necesitada de encontrarse con Cristo; la Iglesia, decimos, regada por tantas corrientes, no
todas positivas para su incremento en esa unidad yverdad de las que Cristo desea que sus hijos
estén siempre ávidos y celosos; la Iglesia, ese secular olivo de tronco histórico, torturado y
retorcido que podría parecer más una imagen de vejez y sufrimiento que de vitalidad primaveral;
la Iglesia de este tiempo, capaz de reverdecer vigorosa y fresca con nuevas frondas y promesas de
frutos insospechados, y abundantes, como lo demostráis con vuestras vidas. Vosotros representáis
un fenómeno característico y consolador en la Iglesia contemporánea; y por ello os saludamos y
os alentamos. Nos sería fácil y agradable hacer la descripción de vosotros mismos, tal como os ve
la Iglesia en estos últimos años, vuestra realidad teológica, según la línea del Concilio Ecuménico
Vaticano II (Lumen gentium,44 y Perfectae caritatis); es decir, la enumeración canónica de las
formas institucionales que vienen asumiendo esos organismos de cristianos consagrados al Señor
y, al mismo tiempo, seculares, la identificación del puesto y de la función que van tomando en la
urdimbre del Pueblo de Dios, los caracteres distintivos que los cualifican, las dimensiones y las
formas con que se afirman. Todo esto vosotros lo conocéis muy bien.
3. Estamos informados de los cuidados con que os atiende el Dicasterio de la Curia romana,
encargado de guiaros y asistiros; y conocemos sobradamente la relación de los temas tratados con
mucha profundidad durante vuestro Congreso; no vamos a repetir lo que se ha expuesto ya con
tanta competencia. Más que delinear otra vez ese cuadro canónico, -si hemos de deciros una
palabra en esta circunstancia - preferimos fijarnos discreta y sobriamente en el aspecto
psicológico y espiritual de vuestra peculiar entrega al seguimiento de Cristo.
*
El texto original es en italiano.
29
4. Por un instante, pongamos la mirada en el origen de este fenómeno, en el origen interior, en el
origen personal y espiritual, en vuestra vocación, que si presenta muchos caracteres comunes a
otras vocaciones que florecen en la Iglesia de Dios, hay algunos propios que la distinguen y
merecen una consideración específica.
5. Queremos señalar, ante todo, la importancia de los actos reflejos en la vida del hombre; actos
reflejos muy estimados en la vida cristiana y muy interesantes, especialmente en ciertos períodos
de la edad juvenil, porque son determinantes. A estos actos reflejos llamamos conciencia; y sabe
bien cada uno qué significa y qué vale la conciencia.
6. De la conciencia se habla mucho hoy, comenzando por el continuo reclamo a su lejano
alborear socrático; y luego, a su despertar debido principalmente al cristianismo, bajo cuyo
influjo -como dice un historiador - "el fondo del alma ha sido cambiado" (cfr. TAINE,III,125).
7. Llamamos aquí la atención sobre aquel momento especial conocido de todos vosotros, en que
la conciencia psicológica, es decir, la percepción interior que el hombre tiene de sí mismo, se
convierte en conciencia moral (cfr. santo Tomás, 1, 73, 13), en el acto en que la conciencia
psicológica advierte la exigencia de obrar según una ley, pronunciada dentro del hombre, escrita
en su corazón, pero que obliga, fuera, en la vida real, con responsabilidad transcendente y, en la
cumbre, queda relacionada con Dios; por lo cual, se hace conciencia religiosa. De ella habla el
Concilio: "En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que
él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer y, cuya voz resuena, cuando es necesario,
en los oídos de su corazón, advirténdole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el
mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita en el corazón por Dios, en
cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La
conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con
Dios" (Gaudium et spes, 16). (Aquí el Concilio hace referencia a un maravilloso discurso del
Papa Pío XII, del 23 de marzo de 1952, Discorsi ... 14,p. 19ss.).
8. En esta primera fase del acto reflejo que llamamos conciencia, surge en el hombre el sentido de
responsabilidad y de personalidad, el darse cuenta de los principios existenciales y de su
desarrollo lógico. Este desarrollo lógico en el cristiano, que evoca el mismo carácter bautismal,
engendra los conceptos fundamentales de la teología sobre el hombre, que sabe y se siente hijo de
Dios, miembro de Cristo, incorporado a la Iglesia (revestido de aquel sacerdocio común de los
fieles, cuya fecunda doctrina ha acordado el Concilio (cfr. Lumen gentium, 10-11), del cual nace
el compromiso de todo cristiano a la santidad (cfr. ibid. 39-40), a la plenitud de la vida cristiana, a
la perfección de la caridad.
9. Esta conciencia, este compromiso, en un momento dado, no sin un rayo fulgurante de la gracia,
se ilumina interiormente y se hace vocación. Vocación a una respuesta total. Vocación a una
verdadera y completa profesión de los consejos evangélicos para unos, vocación sacerdotal para
otros. Vocación a la perfección para todo aquel que percibe el hechizo interior. Vocación a una
consagración, mediante la cual el alma se da a Dios, en un acto supremo de voluntad y a la vez de
abandono, de entrega de sí mismo. La conciencia se erige en altar de inmolación: "sea tu altar mi
conciencia", reza San Agustín (En. in Ps. 49; P.L. 36.578); es como el "fiat" de la Virgen en la
anunciación del ángel.
10. Estamos aún en la zona de los actos reflejos, esta zona que llamamos vida interior, que desde
este momento desemboca en diálogo; el Señor está presente: "sedes est (Dei) conscientia
30
piorum", dice también san Agustín (En. in Ps. 45; P.L 35,520). La conversación se dirige al
Señor, pero en busca de determinaciones prácticas; como San Pablo en el camino de Damasco:
"Señor, ¿qué quieres que haga?" (Hch 9,5). Ahora la consagración bautismal de la gracia se hace
consciente y se expresa en consagración moral, querida y ampliada a los consejos evangélicos,
dirigida a la perfección cristiana; y ésta es la decisión primera, la capital, la que cualificará toda la
vida.
11. ¿Y la segunda? Aquí está la novedad, aquí está vuestra originalidad. ¿Cuál será en la práctica
la segunda decisión? ¿Cuál la elección del modo de vivir esa consagración? ¿Abandonaremos o
podremos conservar nuestra forma secular de vida? Ésta es vuestra pregunta; la Iglesia ya ha
respondido; sois libres para elegir; podéis continuar siendo seculares. Guiados por motivos
múltiples que habéis ponderado seriamente, habéis escogido y habéis decidido: continuamos
como seculares, es decir, en la forma común a todos, en la vida temporal; y, con una sucesiva
elección en el ámbito del pluralismo consentido a los Institutos Seculares, cada uno se ha
determinado según sus preferencias. Vuestros Institutos se llaman por ello seculares, para
distinguirse de los religiosos.
12. No se ha dicho que vuestra elección, en relación con el fin de la perfección cristiana que
también buscáis, sea fácil, porque no os aleja del mundo, de la profanidad de la vida, en que los
valores que más cuentan son los temporales, y en que tan a menudo las normas morales están
expuestas a continuas y formidables tentaciones. Por lo tanto, vuestra disciplina moral habrá de
estar siempre en estado de alerta y de iniciativa personal y habrá de conseguir en cada momento
la rectitud de vuestro obrar en el sentido de vuestra consagración: el "abstine et sustine" de los
moralistas jugará un constante papel en vuestra espiritualidad. He aquí un nuevo y habitual
reflejo, un estado de interioridad personal, que acompaña el desarrollo de la vida interior.
13. Y tendréis así un campo propio e inmenso en que dar cumplimiento a vuestra tarea doble:
vuestra santificación personal, vuestra alma, y aquella "consecratio mundi", cuyo delicado
compromiso, delicado y atrayente, conocéis; es decir, el campo del mundo; del mundo humano,
tal como es, con su inquieta y seductora actualidad, con sus virtudes y sus pasiones, con sus
posibilidades para el bien y con su gravitación hacia el mal, con sus magníficas realizaciones
modernas y con sus secretas deficiencias e inevitables sufrimientos: el mundo. Camináis por el
borde de un plano inclinado que intenta el paso a la facilidad del descenso que estimula la fatiga
de la subida.
14. Es un camino difícil, de alpinista del espíritu. Mas en este vuestro atrevido programa,
recordad tres cosas: vuestra consagración no será sólo un compromiso, será una ayuda, un sostén,
un amor, una dicha, a donde podréis recurrir siempre; una plenitud que compensará toda renuncia
y que os dispondrá para aquella maravillosa paradoja de la caridad: dar, dar a los otros, dar al
prójimo, para poseer en Cristo.
15. Otra cosa que no hay que olvidar: estáis en el mundo, pero no sois del mundo, sino para el
mundo. El Señor nos ha enseñado a descubrir debajo de esta fórmula que parece un juego de
palabras, la misión suya y nuestra de salvación. Recordad que vosotros, precisamente por
pertenecer a Institutos Seculares, tenéis que cumplir una misión de salvación entre los hombres
de nuestro tiempo; hoy el mundo tiene necesidad de vosotros que vivís en el mundo, para abrir al
mundo los senderos de la salvación cristiana.
16. Y ahora os hablaremos de un tercer tema: de la Iglesia. También ella viene a formar parte de
aquella reflexión a que hemos aludido: se convierte en el tema de una meditación continua, que
31
podemos llamar el "sensus Ecclesiae", presente en vosotros como una atmósfera interior.
Ciertamente vosotros habéis gustado la embriaguez de este aliento, su inagotable inspiración, en
la que los motivos de la teología, y de la espiritualidad, especialmente después del Concilio,
infunden un soplo tonificante. Que tengáis siempre presente alguno de estos motivos: pertenecéis
a la Iglesia con un título especial, vuestro título de consagrados seculares; pues bien, sabed que la
Iglesia tiene confianza en vosotros. La Iglesia os sigue, os sostiene, os considera suyos, como
hijos de elección, como miembros activos y conscientes, firmemente adheridos y también muy
entrenados para el apostolado, dispuestos al testimonio silencioso, al servicio y al mismo
sacrificio si fuere necesario.
17. Sois laicos que convertís la propia profesión cristiana en una energía constructiva dispuesta a
sostener la misión y las estructuras de la Iglesia, las diócesis, las parroquias, de modo especial las
instituciones católicas y alentar la espiritualidad y la caridad.
18. Sois laicos que por experiencia directa podéis conocer mejor las necesidades de la Iglesia
terrena y quizá estáis también en condición es de descubrir sus defectos; vosotros no os dedicáis a
críticas corrosivas y ruines de esos defectos; ni los presentáis como pretexto para alejaros o estar
apartados con posturas de egoísmo y desdén; esos defectos os sirven de estímulo para una ayuda
más humilde y filial para un amor más acendrado.
19. Vosotros, Institutos Seculares de la Iglesia de hoy, llevad nuestro saludo alentador a vuestros
hermanos y hermanas; recibid nuestra bendición apostólica.
Roma, 26 de septiembre de 1970
32
PABLO VI
EN EL XXV ANIVERSARIO DE LA
"PROVIDA MATER ECCLESIA"*
Queridísimos hijos, miembros de los Institutos Seculares:
1. En este día dedicado a la conmemoración litúrgica de la Presentación de Jesús en el templo,
nos encontramos a gusto con vosotros para recordar juntos el XXV aniversario de la
promulgación de la Constitución Apostólica "Provida Mater", que tuvo lugar precisamente el 2
de febrero de 1947 (cfr. AAS XXXIX, pp. 114-124). Este documento constituyó un
acontecimiento importantísimo para la vida de la Iglesia de hoy, porque nuestro predecesor Pío
XII, de venerada memoria, acogía con él, sancionaba y aprobaba los Institutos Seculares,
precisando su fisonomía espiritual y jurídica. Fecha grata para vosotros, fecha significativa en la
cual, a imitación de Cristo que viniendo al mundo se ofreció al Padre para hacer su voluntad (cfr.
Salmo 39,9; Hb 10,9), también vosotros fuisteis presentados a Dios para brillar delante de toda la
Iglesia y para consagrar vuestras vidas a la gloria del Padre y a la elevación del mundo.
2. También nosotros estamos muy contentos por este encuentro, pues recordamos perfectamente
las circunstancias en que maduró el histórico documento, verdadera carta magna de los Institutos
Seculares, los cuales, preparados ya poco a poco con antelación por el Espíritu que suscita los
secretos impulsos en las almas, vieron en él su acogida oficial por parte de la suprema autoridad
-por obra especialmente del venerado Cardenal Larraona-, su partida de nacimiento, y el principio
de un nuevo y decidido camino hacia el futuro.
3. Veinticinco años son un período de tiempo relativamente breve: pero han sido, en cambio, años
de particular intensidad, comparables a los de la juventud. Se ha verificado una floración
magnífica, como lo confirma vuestra presencia aquí, hoy, y la reunión de los responsables
generales de todos los Institutos Seculares proclamada para el próximo septiembre en Roma.
Deseamos, por tanto, dirigiros nuestra palabra de aliento, de confianza, de exhortación a fin de
que el aniversario que celebramos hoy sea de veras fecundo en resultados para vosotros y para el
entero pueblo de Dios.
En la perspectiva del Vaticano II
4. Los Institutos Seculares han de ser encuadrados en la perspectiva en que el Concilio Vaticano
II ha presentado la Iglesia, como una realidad viva, visible y espiritual al mismo tiempo (cfr.
Lumen gentium, 8), que vive y se desarrolla en la historia (cfr. ibid. 3, 5, 6, 8), compuesta de
muchos miembros y órganos diferentes, pero íntimamente unidos y comunicándose entre sí (cfr.
ibid. 7), partícipes de la misma fe, de la misma vida, de la misma misión, de la misma
responsabilidad de la Iglesia, y, sin embargo, diferenciados por un don, por un carisma particular
del Espíritu vivificante (cfr. ibid. 7, 12), concedido no sólo en beneficio personal, sino también de
toda la comunidad. El aniversario de la "Provida Mater" que quiso expresar y aprobar vuestro
particular carisma, os invita, pues, según la indicación del Concilio al "retorno a las fuentes de
toda la vida cristiana y a la primitiva inspiración de los Institutos" (Perfectae caritatis, 2), a
*
El texto original es en italiano.
33
comprobar vuestra fidelidad al carisma originario y propio de cada uno.
5. Si nos preguntamos cuál ha sido el alma de cada Instituto Secular que ha inspirado su
nacimiento y su desarrollo, debemos responder: el anhelo profundo de una síntesis; el deseo
ardiente de la afirmación simultánea de dos características: 1) la total consagración de la vida
según los consejos evangélicos, y 2) la plena responsabilidad de una presencia y de una acción
transformadora desde dentro del mundo para plasmarlo, perfeccionarlo y santificarlo. Por un
lado, la profesión de los consejos evangélicos -forma especial de vida que sirve para alimentar y
testimoniar aquella santidad a que todos los fieles están llamados -, es signo de la perfecta
identificación con la Iglesia, mejor, con su Señor y Maestro y con la finalidad que Él le ha confiado. Por otro lado, permanecer en el mundo es señal de la responsabilidad cristiana del hombre
salvado por Cristo, y, por tanto, empeñado en "iluminar y ordenar todas las realidades
temporales…, a fin de que se realicen y prosperen según el espíritu de Cristo, y sean para
alabanza del Creador y Redentor" (Lumen gentium,31).
6. En este marco, no puede menos de verse la profunda y providencial coincidencia entre el
carisma de los Institutos Seculares y una de las líneas más importantes y más claras del Concilio:
la presencia de la Iglesia en el mundo... Efectivamente, la Iglesia ha acentuado vigorosamente los
diferentes aspectos de sus relaciones con el mundo: ha recalcado que forma parte del mundo, que
está destinada a servirlo, que debe ser su alma y su fermento, porque está llamada a santificarlo, a
consagrarlo y a reflejar en él los valores supremos de la justicia, del amor y de la Paz.
7. La Iglesia tiene conciencia del hecho de que Ella existe en el mundo, "que camina junto con
toda la humanidad y experimenta junto con el mundo la misma suerte terrena, y viene a ser como
el fermento y casi el alma de la sociedad humana" (Gaudium et spes, 40); Ella, por tanto, posee
una auténtica dimensión secular, inherente a su naturaleza íntima y a su misión, cuya raíz se hinca
en el misterio del Verbo encarnado, y que se ha realizado de modos distintos en sus miembros
-sacerdotes y laicos- según el carisma propio de cada uno.
8. El magisterio pontificio no se ha cansado de hacer un llamamiento a los cristianos,
especialmente en los últimos años, a que asuman eficaz y lealmente las propias responsabilidades
ante el mundo.
9. Esto es tanto más necesario hoy, cuando la humanidad se encuentra en una encrucijada de su
historia. Está surgiendo un mundo nuevo; los hombres andan a la búsqueda de nuevas formas de
pensamiento y de acción que determinarán su vida en los siglos venideros. El mundo cree que se
basta a sí mismo, que no necesita ni la gracia divina, ni la Iglesia para construirse y para
expandirse; se ha formado un trágico divorcio entre la fe y la vida, entre progreso
técnico-científico y crecimiento de la fe en Dios vivo. No sin razón se afirma que el problema
más grave del desarrollo presente es el de la relación entre orden natural y orden sobrenatural La
Iglesia del Vaticano II ha escuchado esta "vox temporis" y ha respondido con la clara conciencia
de su misión ante el mundo y la sociedad; sabe que es "sacramento universal de salvación", sabe
que no puede haber plenitud humana sin la gracia, es decir, sin el Verbo de Dios que "es el fin de
la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazon humano y plenitud total
de sus aspiraciones" (Gaudium et spes, 45).
10. En un momento como éste, los Institutos Seculares, en virtud del propio carisma de
secularidad consagrada (cfr. Perfectae caritatis, 11), aparecen como instrumentos providenciales
para encarnar este espíritu y transmitirlo a la Iglesia entera. Si los Institutos Seculares, ya antes
del Concilio anticiparon existencialmente, en cierto sentido, este aspecto, con mayor razón deben
34
hoy ser testigos especiales, típicos de la postura y de la misión de la Iglesia en el mundo.
Los consejos evangélicos
11. Para el "aggiornamento" de la Iglesia no bastan hoy directrices claras o abundancia de
documentos; hacen falta personalidades y comunidades, responsablemente conscientes de
encarnar y transmitir el espíritu que el Concilio quería. A vosotros se os confía esta estupenda
misión: ser modelo de arrojo incansable en las nuevas relaciones que la Iglesia trata de encarnar
con el mundo y al servicio del mismo.
12. ¿De qué modo? Con la doble realidad de vuestra configuración. Antes de nada, vuestra vida
consagrada; según el espíritu de los consejos evangélicos, es expresión de vuestra indivisa
pertenencia a Cristo y a la Iglesia, de la tensión permanente y radical hacia la santidad, y de la
conciencia de que, en último análisis, es sólo Cristo quien con su gracia realiza la obra de
redención y de transformación del mundo. Es en lo íntimo de vuestros corazones donde el mundo
es consagrado a Dios (cfr. Lumen gentium, 34). Vuestra vida garantiza, así, que la intensa y
directa relación con el mundo no se convierta en mundanidad o naturalismo, sino que sea
expresión del amor y de la misión de Cristo. Vuestra consagración es la raíz de la esperanza que
os debe sostener siempre; sin que los frutos exteriores escaseen o falten del todo. Vuestra vida es
fecunda para el mundo, más que por las obras externas, sobre todo por el amor a Cristo que os ha
impulsado al don total de vosotros mismos: don del que da testimonio en las circunstancias
ordinarias de la vida.
13. Con esta luz, los consejos evangélicos - aun siendo comunes a otras formas de vida
consagrada - adquieren un significado nuevo, de especial actualidad en el tiempo presente: la
castidad se convierte en ejercicio y en ejemplo vivo de dominio de sí mismo y de la vida en el
espíritu, orientada a las realidades celestiales, en un mundo que se repliega sobre sí mismo y deja
a rienda suelta los propios instintos; la pobreza se hace modelo de la relación que se debe tener
con los bienes creados y con su recto uso, mediante una actitud que es válida tanto en los países
desarrollados donde el ansia de poseer amenaza seriamente los valores evangélicos, como en los
países menos dotados en que vuestra pobreza es signo de solidaridad y de presencia con los
hermanos que sufren; la obediencia se convierte en testimonio de la humilde aceptación de la
mediación de la Iglesia y, más en general, de la sabiduría de Dios que gobierna el mundo a través
de las causas segundas; y en este momento de crisis de autoridad, vuestra obediencia se
transforma en testimonio de lo que es el orden cristiano del universo.
La "secularidad"
14. En segundo lugar, vuestra secularidad os impulsa a acentuar de modo especial - a diferencia
de los religiosos - la relación con el mundo. No sólo representa una condición sociológica, un
hecho externo, sino también una actitud: estar en el mundo, saberse responsables para servirlo,
para configurarlo según el designio divino en un orden más justo y más humano con el fin de
santificarlo desde dentro. La primera actitud que ha de adoptarse frente al mundo es la de respeto
a su legítima autonomía, a sus valores y a sus leyes (cfr. Gaudium et spes, 36) . Tal autonomía,
como sabemos, no significa independencia absoluta de Dios, creador y fin último del universo.
Tomar en serio el orden natural, trabajando por su perfeccionamiento y por su santificación, a fin
de que sus exigencias se integren en la espiritualidad, en la pedagogía, en la ascética, en la
estructura, en las formas externas y en las actividades de vuestros institutos, es una de las
dimensiones importantes de esta especial característica de vuestra secularidad.
35
15. De este modo, será posible, como lo requiere el Primo Feliciter, que "vuestro carácter proprio
y peculiar, el secular, se refleje en todas las cosas "(II).
16. Siendo variadísimas las necesidades del mundo y las posibilidades de acción en el mundo y
con los instrumentos del mundo es natural que surjan diversas formas de actuación de este ideal,
individuales y asociadas, ocultas y públicas, de acuerdo con las indicaciones del Concilio (cfr.
Apostolicam actuositatem, nn. 15-22). Todas estas formas son igualmente posibles para los
Institutos Seculares y para sus miembros. La pluralidad de vuestras formas de vida (cfr. Voto
sobre el pluralismo, Congreso mundial de los Institutos Seculares, Roma 1970) os permite
constituir diversos tipos de comunidad, y de dar vida a vuestro ideal en diferentes ambientes con
distintos medios, incluso allí donde se puede dar testimonio de la Iglesia únicamente de forma
individual, ocultamente y en silencio.
Los sacerdotes y los Institutos Seculares
17. Una palabra ahora para los sacerdotes que se asocian en Institutos Seculares. El hecho está
expresamente previsto por la doctrina de la Iglesia, a partir del Motu proprio Primo feliciter y del
decreto conciliar Perfectae caritatis. De por sí, en cuanto tal, el sacerdote tiene también él, lo
mismo que el laico cristiano, una relación esencial con el mundo, que debe realizar
ejemplarmente en la propia vida para responder a la propia vocación, en virtud de la cual es
enviado al mundo como Cristo lo fue por el Padre (cfr. Jn 20, 21). Pero, en cuanto sacerdote,
asume una responsabilidad específicamente sacerdotal en orden a la justa conformación del orden
temporal. A diferencia del laico -salvo en casos excepcionales como ha previsto un voto del
reciente Sínodo Episcopal - el sacerdote no ejerce esta responsabilidad con una acción directa e
inmediata en el orden temporal, sino con su acción ministerial y mediante su papel de educador
en la fe (cfr. Presbyterorum Ordinis, 6) y es el medio más elevado para contribuir de continuo a
la perfección del mundo conforme al orden y al significado de la creación.
18. El sacerdote que se asocia a un Instituto Secular, precisamente en cuanto secular, permanece
ligado en íntima unión de obediencia y de colaboración con el obispo; y, junto con los miembros
del presbiterio, ayuda a los hermanos en la gran misión de ser "cooperadores de la verdad", cuidando los "particulares vínculos de caridad apostólica, de ministerio y fraternidad"
(Presbyterorum Ordinis, 8) que deben distinguir a tal organismo diocesano.
19. Por razón de su pertenencia a un Instituto Secular, el sacerdote halla, además, una ayuda para
cultivar los consejos evangélicos. Sabemos muy bien que esta pertenencia de sacerdotes a
Institutos Seculares es un problema sentido, hondo, que debe resolverse con pleno respeto al
"sensus Ecclesiae". Sabemos que, por lo que hace a este problema, vosotros estáis a la búsqueda
de soluciones adecuadas; y estimulamos tal esfuerzo que ha de considerarse válido en un sector
sumamente delicado.
20. Efectivamente, existe un problema que se plantea en términos de tres exigencias, todas ellas
importantísimas: está la exigencia representada por la "secularidad" del sacerdote miembro de un
Instituto Secular; la exigencia, por otro lado, de que tal sacerdote mantenga un íntimo contacto
con el propio instituto del cual espera un alimento espiritual, un recobro de las fuerzas y un sostén
para la propia vida interior; por último, la exigencia de mantenerse en estrecha dependencia del
obispo diocesano,
21. Sabemos, como ya hemos dicho, que estáis realizando estudios a este respecto con el fin de
conciliar esas exigencias aparentemente en contraste. Investigad libremente en esa línea poniendo
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al servicio de tal profundización los talentos de vuestra preparación, de vuestra sensibilidad, de
vuestra experiencia. Nos permitimos, tan sólo, llamar vuestra atención sobre los siguientes puntos
que nos parecen dignos de especial consideración:
22. a) Cualquier solución que se adopte, no debe mellar en lo más mínimo la autoridad del
obispo, quien por derecho divino es el único y directo responsable de la grey, de la porción de la
Iglesia de Dios (cfr. Hch 20, 28).
23. b) En vuestro estudio del tema, tened presente, además, una realidad: que el hombre es una
unidad personal, sicológica, activa. Sólo conceptualmente se distinguen en él la dimensión
espiritual y la pastoral.
24. Con esto no queremos -y nos permitimos subrayarlo- condicionar, ni mucho menos poner fin
al estudio que estáis efectuando, indicándoos una solución. Hemos querido sólo invitaros a que
tengáis especialmente presentes dos puntos que se nos antojan de capital importancia en vuestro
estudio.
Ser fermento y alma del mundo
25. Bien. Hemos llegado al término de nuestras consideraciones; ¡aunque todavía quedaba mucho
que decir! Permanecen abiertos muchos interrogantes. Mas, con profundo gozo os expresamos
nuestro deseo y nuestra esperanza: que vuestros institutos sean cada vez más modelo y ejemplo
del espíritu del Concilio que ha pretendido infundir en la Iglesia: a fin de que sea superada la
amenaza devastadora del secularismo que exalta únicamente los valores humanos desgajándolos
de Aquel que es su origen y de quien reciben su significado y finalidad definitiva, y a fin de que
la Iglesia sea de veras el fermento y el alma del mundo.
26. La Iglesia necesita vuestro testimonio. La humanidad aguarda que la Iglesia encarne cada vez
más esta nueva actitud de cara al mundo que en vosotros, gracias a vuestra secularidad
consagrada, debe brillar de modo singularísimo.
27. A ello os alienta nuestra bendición apostólica que de corazón impartimos a vosotros, aquí
presentes y a todos los miembros de los queridos y beneméritos Institutos Seculares.
Roma, 2 de febrero de 1972
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PABLO VI
A LOS RESPONSABLES GENERALES
DE LOS INSTITUTOS SECULARES*
Queridos hijos e hijas en el Señor:
1. Una vez más se nos ofrece la ocasión de encontrarnos con vosotros, dirigentes de los Institutos
Seculares, que sois y representáis una porción floreciente y frondosa de la Iglesia en este
momento de la historia. La circunstancia que os ha traído de nuevo a nuestra presencia es, esta
vez, el Congreso Internacional que habéis organizado y vais a terminar ya aquí, en Nemi, cerca
de nuestra residencia veraniega de Castelgandolfo; durante el mismo, habéis examinado los
estatutos de la futura "Conferencia Mundial de los Institutos Seculares" (C.M.I.S.).
2. No queremos ocuparnos ahora de vuestros trabajos, realizados, ciertamente, con profundidad y
ahínco bajo el vigilante desvelo y con la participación del sagrado dicasterio competente; os
diremos sólo que deseamos a dichos trabajos copiosos frutos de cara al incremento de vuestras
instituciones. Queremos, sin embargo, detenernos en algunas reflexiones sobre lo que podría ser
la función de los Institutos Seculares en el misterio de Cristo y en el misterio de la Iglesia.
3. Cuando os miramos, y pensamos en los miles y miles de hombres y mujeres, que componen los
Institutos Seculares, no podemos por menos de sentirnos consolado, al mismo tiempo que nos
invade hasta lo más íntimo un vivo sentimiento de gozo y de agradecimiento al Señor. ¡Qué
pujante y floreciente aparece en vosotros la Iglesia de Cristo! Esta nuestra venerable Madre, a la
que hoy algunos, también entre sus hijos, hacen blanco de críticas ásperas y despiadadas hasta el
punto de que alguno se goza describiendo extravagantes síntomas de decrepitud y prediciendo su
ruina! ¡Hela aquí, en cambio, convertirse en un brote ininterrumpido de gemas nuevas, en un florecimiento insospechado de iniciativas de santidad!
4. Nosotros sabemos que debe ser así, y no podría ser de otro modo distinto, porque Cristo es la
divina fuente inagotable de la vitalidad de la Iglesia; vuestra presencia nos ofrece un ulterior
testimonio de ello y resulta para todos nosotros ocasión para tomar nuevamente conciencia de las
cosas.
5. Pero queremos mirar más de cerca vuestro rostro, en el ámbito de la familia del pueblo de
Dios. También vosotros reflejáis un "un modo propio" con que se puede revivir el misterio de
Cristo en el mundo, y un "modo propio" en que puede manifestarse el misterio de la Iglesia.
6. Cristo redentor es una plenitud tal que no podremos comprender jamás, ni expresar por
completo. Él lo es todo para su Iglesia, y en ella, lo que somos, lo somos precisamente por Él, con
Él y en Él. También para los Institutos Seculares es, pues, El modelo último, el inspirador, la
fuente donde beber.
*
El texto origina1 es en ita1iano.
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7. Basándoos en Cristo salvador y a ejemplo suyo, desempañáis de un modo que os es propio y
característico una misión importante de la Iglesia. Pero también la Iglesia, a su manera, es, como
Cristo, una plenitud tal, es una riqueza tal, que nadie por sí sólo, ninguna institución por sí
misma, podrán nunca comprender ni expresar adecuadamente. Ni nos sería posible descubrir sus
dimensiones, porque su vida es Cristo, que es Dios. Por tanto, también la realidad de la Iglesia y
su misión pueden expresarse únicamente por completo en la pluralidad de los miembros. Es la
doctrina del Cuerpo místico de Cristo, la doctrina de los dones y de los carismas del Espíritu
Santo.
8. El tema nos lleva en este momento, os habéis dado cuenta de ello, a preguntarnos sobre vuestro
modo propio de realizar la misión de la iglesia. ¿Cuál es vuestro don específico, vuestra tarea
característica, el quid novum aportado por vosotros a la Iglesia de hoy? O también: ¿de qué forma
sois vosotros Iglesia hoy? Ya lo sabéis; por lo demás, os lo habéis aclarado a vosotros mismos y a
la comunidad cristiana. Nosotros lo damos por supuesto.
9. Os halláis en una misteriosa confluencia entre dos poderosas corrientes de la vida cristiana,
recogiendo riquezas de una y de otra. Sois laicos, consagrados como tales por los sacramentos del
bautismo y de la confirmación, pero habéis escogido el acentuar vuestra consagración a Dios con
la profesión de los consejos evangélicos aceptados como obligaciones con un vínculo estable y
reconocido. Permanecéis laicos, empeñados en el área de los valores seculares propios y
peculiares del laicado (Lumen gentium, 31), pero la vuestra es una "secularidad consagrada"
(Pablo VI, Discurso a los dirigentes y miembros de los Institutos Seculares en el 25 aniversario
de la Provida Mater, L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española,13 de febrero
de 1972), vosotros sois "consagrados seculares" (Pablo VI, Discurso a los participantes en el
Congreso Internacional de los Institutos Seculares, 26 de septiembre de 1970, Pablo VI,
Enseñanzas al Pueblo de Dios, 1970, p.372) .
10. A pesar de ser "secular", vuestra posición difiere en cierto modo de la posición de los simples
laicos en cuanto estáis empeñados en la zona de los valores del mundo, pero como consagrados:
es decir, no tanto para afirmarla intrínseca validez de las cosas humanas en sí mismas, cuanto
para orientarlas explícitamente en conformidad con las bienaventuranzas evangélicas; por otra
parte, no sois religiosos, pero vuestra opción concuerda, en cierto modo, con la de los religiosos,
porque la consagración que habéis hecho os sitúa en el mundo como testigos de la supremacía de
los valores espirituales y escatológicos, o, lo que es igual, del carácter absoluto de vuestra caridad
cristiana, la cual, cuanto mayor es, más hace aparecer relativos los valores del mundo, mientras
que al mismo tiempo ayuda a su recta actuación por parte vuestra y de los otros hermanos.
11. Ninguno de los dos aspectos de vuestra fisionomía espiritual puede ser supervalorado a costa
del otro. Ambos son "coesenciales".
12. "Secularidad" indica vuestra inserción en el mundo. Significa no sólo una posición, una
función que coincide con el vivir en el mundo ejerciendo un oficio, una profesión "secular". Debe
significar, ante todo, toma de conciencia de estar en el mundo como "lugar proprio vuestro de
responsabilidad cristiana". Estar en el mundo, es decir, comprometidos con los valores seculares,
es vuestro modo de ser Iglesia y de hacerla presente, de salvaros y de anunciar la salvación.
Vuestra condición existencial y sociológica deviene vuestra realidad teológica y vuestro camino
para realizar y atestiguar la salvación. De esta manera sois un ala avanzada de la Iglesia "en el
mundo"; expresáis la voluntad de la Iglesia de estar en el mundo para plasmarlo y santificarlo
"como desde el interior, a guisa de fermento" (Lumen gentium, 31), quehacer, también éste,
confiado principalmente al laicado. Sois una manifestación muy concreta y eficaz de aquello que
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la Iglesia quiere hacer para construir el mundo descrito y presagiado por la Gaudium et spes.
13. "Consagración" indica, en cambio, la íntima y secreta estructura portadora de vuestro ser y de
vuestro obrar. Aquí está vuestra riqueza profunda y escondida que los hombres, en medio de los
cuales vivís, no saben explicarse, y, a menudo, no pueden ni siquiera sospechar.
14. La consagración bautismal ha sido ulteriormente radicalizada como consecuencia de una
crecida exigencia de amor suscitada en vosotros por el Espíritu Santo; no es la misma forma de
consagración propia de los religiosos, pero, ciertamente, es de tal índole que os empuja a una
opción fundamental por una vida según las bienaventuranzas evangélicas. De modo que estáis
realmente consagrados y realmente en el mundo. "Estáis en el mundo y no sois del mundo, pero
si sois para el mundo", como os hemos explicado en otra ocasión (Pablo VI, Discurso a los
participantes en el Congreso de Institutos Seculares, 26 de septiembre de 1970, Pablo VI,
Enseñanzas al Pueblo de Dios, p. 371).
15. Vivir una verdadera y propia consagración según los consejos evangélicos, pero sin la
plenitud de "viabilidad" propia de la consagración religiosa. Esta visibilidad, la constituyen,
además de los votos públicos, una vida comunitaria más estrecha y el "signo" del hábito religioso.
La vuestra es una forma de consagración nueva y original, sugerida por el Espíritu Santo para ser
vivida en medio de las realidades temporales y para inocular la fuerza de los consejos evangélicos
los valores divinos y eternos - en medio de los valores humanos y temporales.
16. Vuestras opciones de pobreza, castidad y obediencia son modos de participar en la cruz de
Cristo, porque a Él os asocian en la privación de bienes, por otro lado verdaderamente lícitos y
legítimos; pero son también modos de participación en la victoria de Cristo resucitado, en cuanto
os liberan de la fácil ventaja que dichos valores podrían tener sobre la plena disponibilidad de
vuestro espíritu. Vuestra pobreza dice al mundo que se puede vivir en medio de los bienes
temporales y se pueden usar los medios de la civilización y del progreso sin convertirse en
esclavo de ninguno de ellos; vuestra castidad dice al mundo que se puede amar con el desinterés
y la hondura ilimitada propios del Corazón de Dios y que se puede uno dedicar gozosamente a
todos sin ligarse a nadie, cuidando sobre todo a los más abandonados; vuestra obediencia dice al
mundo que se puede ser feliz sin pararse en una cómoda opción personal, pero quedando
disponible del todo a la voluntad de Dios, tal como se manifiesta en la vida cotidiana, a través de
los signos de los tiempos y de las exigencias del mundo actual.
17. Así, también vuestra actividad en el mundo -sea personal, sea colectiva, en los sectores
profesionales en que estáis individual o colectivamente comprometidos - recibe de la vida
consagrada una orientación más relevante hacia Dios, quedando también la misma actividad
como arrollada y transportada dentro de vuestra misma consagración. Y con esta singular y
providencial configuración enriquecéis la Iglesia de hoy con una ejemplaridad particular en el
sector de su vida "secular, viviéndola como consagrados, y de una ejemplaridad particular en el
sector de su "vida consagrada", viviéndola como seculares.
18. En este momento quisiéramos detenernos en un aspecto especial de fecundidad de vuestras
instituciones. Queremos aludir al nutrido grupo de aquellos que, consagrados a Cristo en el
sacerdocio ministerial y deseando unirse a Él con ulterior vínculo de donación, abrazan la
profesión de los consejos evangélicos, confluyendo, a su vez, en los Institutos Seculares.
19. Pensamos en estos hermanos nuestros en el sacerdocio de Cristo, y queremos animarlos, al
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mismo tiempo que admiramos en ellos, una vez más, la acción del Espíritu, incansable en suscitar
el anhelo de siempre mayor perfección. Cuanto se ha dicho hasta aquí, vale ciertamente para
ellos, pero sería necesario profundizar y precisar más las cosas.
20. Los sacerdotes de los Institutos Seculares, en efecto, llegan a la consagración mediante los
consejos evangélicos y al compromiso con los valores "seculares", no ya como laicos, sino como
clérigos, es decir, como portadores de una mediación sagrada en el pueblo de Dios. Además del
bautismo y de la confirmación, que constituyen la consagración base del laicado en la Iglesia, han
recibido, después, otra especificación sacramental en el orden sagrado que los ha constituido
titulares de determinadas funciones ministeriales en relación con la Eucaristía y el Cuerpo místico
de Cristo. Esto ha dejado intacta la índole "secular" de la vocación cristiana, y pueden, por tanto,
enriquecerla viviéndola como "consagrados" en los Institutos Seculares; sin embargo, son muy
diversas las exigencias de su espiritualidad, no menos que ciertas implicaciones exteriores en su
práctica de los consejos evangélicos y en su compromiso secular.
21. Queremos terminar ya, dirigiendo a todos una apremiante y paternal invitación: la de cultivar
e incrementar, la de estimar, siempre y sobre todo, la comunión eclesial. Sois articulaciones
vitales de esta comunión, porque también vosotros sois Iglesia; por favor, no atentéis nunca
contra su eficiencia. No se podría concebir ni comprender un fenómeno eclesial al margen de la
Iglesia. No os dejéis sorprender nunca, ni siquiera rozar por la tentación, hoy demasiado fácil, de
que es posible una auténtica comunión con Cristo sin una real armonía con la comunidad eclesial
regida por los legítimos pastores. Sería un engaño, una ilusión. ¿Qué podría contar un individuo o
un grupo, pese a intenciones subjetivamente más altas y perfectas, sin esta comunión? Cristo nos
la ha pedido como garantía para admitirnos a la comunión con Él, del mismo modo que nos ha
pedido amar al prójimo, como prueba de nuestro amor a Él.
22. Vosotros sois, pues, de Cristo, y por Cristo estáis en su Iglesia; Iglesia es vuestra comunidad
local, vuestro instituto, vuestra parroquia, pero siempre en la comunión de fe, de Eucaristía, de
disciplina, y de fiel y leal colaboración con vuestro obispo y con la jerarquía. Vuestras estructuras
y vuestras actividades no deberán conduciros nunca -tanto si sois sacerdotes, como si sois laicos a una "bipolaridad" de posiciones, ni a un alibi de postura interior y exterior, ni mucho menos a
posiciones antitéticas con vuestros pastores.
23. A esto os invitamos: esto os deseamos a fin de que podáis ser en medio del mundo agentes
auténticos de la única misión salvífica de la Iglesia, de la manera que os es propia, a la cual
fuisteis llamados e invitados.
24. Que así os ayude el Señor a prosperar y dar más frutos, con nuestra bendición apostólica.
Castelgandolfo, 20 de septiembre de 1972
41
PABLO VI
UNA PRESENCIA VIVA AL SERVICIO
DEL MUNDO Y DE LA IGLESIA*
Queridos hijos y queridas hijas en el Señor:
1. Con mucho gusto hemos acogido la petición del consejo ejecutivo de la Conferencia Mundial
de Institutos Seculares que, en su día, nos manifestó el deseo de tener este encuentro. En efecto,
él nos ofrece la ocasión de manifestaros, con nuestra estima, las esperanzas de la Iglesia en el
testimonio particular que los Institutos Seculares están llamados a dar en medio de los hombres
de hoy.
2. No es necesario que nos detengamos a iluminar las características particulares que definen
vuestra vocación, ya que, en sus líneas fundamentales, que son "una vida consagrada totalmente
siguiendo los consejos evangélicos, y una presencia y una acción destinadas, con toda
responsabilidad, a transformar el mundo desde dentro", estas características pueden ya ser
consideradas como una adquisición cierta de vuestra conciencia institucional. Todo esto os lo
hemos recordado con ocasión del 25 aniversario de la Constitución apostólica Provida Mater
(cfr. discurso del 2 de febrero de 1972) .
3. Ahora, nuestro deseo es subrayar sobre todo el deber fundamental que deriva de la fisonomía
que acabamos de evocar, es decir, el deber de ser fiel. Esta fidelidad, que no es inmovilismo,
significa ante todo la atención al Espíritu Santo que hace nuevo todo el universo (cfr. Ap 21,5).
Efectivamente, los Institutos Seculares son vivos en la medida en que participan de la historia del
hombre y testimonian ante los hombres de hoy el amor paternal de Dios revelado por Jesucristo
en el Espíritu Santo (cfr. Evangelii nuntiandi, 26) .
4. Si permanecen fieles a su propia vocación, los Institutos Seculares serán como "el laboratorio
experimental" en el que la Iglesia verifica las modalidades concretas de sus relaciones con el
mundo. Por esta causa, los Institutos Seculares deben escuchar, como dirigido sobre todo a ellos,
la llamada de la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi: "Su tarea primera… es el poner en
practica todas las posibilidades cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y
activas en las cosas del mundo. El campo propio de su actividad evangelizadora, es el mundo
vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las
ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas” (n.70) .
5. Esto no significa, evidentemente, que los Institutos Seculares, en cuanto tales, deban
encargarse de estas tareas. Normalmente esto corresponde a cada uno de sus miembros. El deber,
por tanto, de los Institutos mismos es formar la conciencia de sus miembros en una madurez y en
una apertura que les impulse a prepararse con un gran celo en la profesión elegida, con el fin de
afrontar después, con competencia y con espíritu de desprendimiento evangélico, el peso y las
alegrías de las responsabilidades sociales hacia las que la Providencia les oriente.
*
Los participantes a la Asamblea de Responsables Generales de Institutos Seculares tuvieron la gran alegría de ser
recibidos en audiencia por el papa Pablo Vl el 25 de agosto de 1976. Reproducimos una traducción nuestra del texto
oficial del discurso tal como fue publicado en L'Osservatore Romano en lengua francesa.
42
6. Esta fidelidad de los Institutos Seculares a su vocación especifica debe expresarse sobre todo
en la fidelidad a la oración que es el fundamento de la solidez y de la fecundidad. Constituye por
eso una gran alegría el que hayáis elegido como tema central de vuestra asamblea la oración, en
cuanto que es "expresión de una consagración secular" y "fuente de apostolado y clave de la
formación". Es decir, que vosotros estáis buscando una oración que sea expresión de vuestra
situación concreta de personas "consagradas en el mundo".
7. Os exhortamos a proseguir esa búsqueda esforzándoos en obrar de tal manera, que vuestra
experiencia pueda servir de ejemplo a todo el laicado. En efecto, para el que se ha consagrado en
un Instituto Secular, la vida espiritual consiste en saber asumir la profesión, las relaciones
sociales, el medio de vida, etc., como formas particulares de colaboración al advenimiento del
reino de los cielos, y en saber imponerse tiempos de descanso para entrar en contacto más directo
con Dios, para darle gracias y para pedirle perdón, luz, energía y caridad inagotable para con los
demás.
8. Cada uno de vosotros se beneficia ciertamente de la ayuda de su Instituto, por las orientaciones
espirituales que él le da, pero sobre todo por la comunión entre los que comparten el mismo ideal
bajo la dirección de sus responsables. Y, sabiendo que Dios nos ha dado su Palabra, el que está
consagrado se pondrá más regularmente a la escucha de la Sagrada Escritura, estudiada con amor
y acogida con espíritu purificado y disponible, para buscar en ella, como también en la enseñanza
del Magisterio de la Iglesia, una interpretación exacta de su experiencia cotidiana que vive en el
mundo. De modo especial, apoyándose en el hecho mismo de su consagración a Dios, él se
sentirá comprometido a secundar los esfuerzos del Concilio en favor de una participación cada
día más íntima en la santa liturgia, consciente de que la vida litúrgica bien ordenada, bien
integrada en las conciencias y en las costumbres de los fieles, contribuirá a mantener vigilante y
permanente el sentido religioso en nuestra época, y a procurar a la Iglesia una nueva primavera de
la vida espiritual.
9. La oración se convertirá entonces en la expresión de una realidad misteriosa y sublime,
compartida por todos los cristianos, es decir, en la expresión de nuestra realidad de hijos de Dios.
Ella será una expresión que el Espíritu Santo purifica y asume como oración suya propia,
impulsándonos a gritar con El: "Abba, es decir, Padre" (cfr. Rm 8,14ss.; Ga 4,4ss.) .
10. Una tal oración, si llega a ser consciente en el contexto mismo de las actividades seculares, se
convierte entonces en una expresión auténtica de la consagración secular.
11. Tales son los pensamientos queridos hijos e hijas, que hemos querido confiar a vuestra
reflexión, a fin de ayudaros en vuestra búsqueda de una respuesta cada día más fiel a la voluntad
de Dios, que os llama a vivir en el mundo, no para asumir su espíritu, sino para llevar a sus
ambientes un testimonio susceptible de ayudar a vuestros hermanos a acoger la novedad del
Espíritu en Cristo.
12. Con nuestra bendición apostólica.
Roma,1976
43
PABLO VI
EN EL XXX ANIVERSARIO DE LA
"PROVIDA MATER ECCLESIA"*
1. Hace treinta años, hoy, precisamente hoy, se registró en la Iglesia católica un acontecimiento
que comunicó a muchos de sus hijos el carisma de esta festividad de la Presentación de Jesús en
el Templo, es decir, de la oblación de Cristo a la voluntad del Padre.
2. En efecto, queremos recordar un aniversario que se celebra hoy: hace treinta años, el 2 de
febrero de 1947, la Iglesia reconocía una forma nueva de vida consagrada cuando nuestro
Predecesor Pío XII promulgó la Constitución Apostólica Provida Mater.
3. Una forma nueva, distinta de la vida religiosa, no sólo por la diversa manera de realizar el
"seguimiento de Cristo", sino también por el modo diverso de asumir la relación Iglesia-mundo
que también es esencial a toda vocación cristiana (cfr. Gaudium etspes, 1) .
4. Treinta años no son muchos, pero la presencia de los Institutos Seculares es ya significativa en
la Iglesia. Os pedimos que os unáis a nosotros para dar gracias al Padre de los cielos por este don
suyo.
5. Y queremos enviar a todos y a cada uno, hombres y mujeres, nuestro saludo de bendicion.
Roma, 2 de febrero de 1977
*
El texto original es en italiano.
44
JUAN PABLO II
"CAMBIAR EL MUNDO DESDE DENTRO"*
SECULARIDAD Y CONSAGRACION
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
1."A vosotros la gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre, y del Señor Jesucristo". Estas
palabras tan frecuentes en el apóstol san Pablo (cfr. Rm 1, 7; 1 Co 1, 3; 2 Co 1-2, etc.), me vienen
espontáneamente a los labios para daros la bienvenida y expresaros mi agradecimiento por la
visita que me hacéis con ocasión de vuestro Congreso, que ha reunido a representantes de
Institutos Seculares del mundo entero.
Este encuentro me proporciona un gozo profundo. Pues vuestro estado de vida consagrada
constituye un don particular que el Espíritu Santo ha hecho a nuestro tiempo para ayudarle, como
dijeron mis hermanos latino-americanos reunidos en Puebla, (cfr. Documento final de la
Asamblea de Puebla, n.775). En efecto, os encontráis en el centro, por así decir, del conflicto que
desasosiega y desgarra el alma moderna, y por ello podéis dar "un precioso aporte pastoral para el
futuro y ayudar a abrir caminos nuevos de general validez para el Pueblo de Dios" (ibid.).
Tengo gran interés, por tanto, en vuestro Congreso, y pido al Señor os dé su luz y su
gracia para que los trabajos de vuestra asamblea os lleven a analizar con lucidez las posibilidades
y riesgos que comporta vuestra manera de vivir, y a tomar después decisiones que garanticen
futuros desarrollos de vuestra opción de vida, de la que espera mucho la Iglesia hoy.
Tarea apostólica
2. Al elegir el tema del Congreso: "La evangelización y los Institutos Seculares a la luz de la
Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi" habéis seguido una sugerencia contenida en una
alocución de mi venerado predecesor, el Papa Pablo VI, a quien profesáis gratitud por la atención
que os dedicó siempre y por la eficacia con que llegó a conseguir que se acogiera en la Iglesia la
consagración en la vida secular. Dirigiéndose el 25 de agosto de 1976 a los Responsables
Generales de vuestros institutos, hizo notar: "Si permanecen fieles a su propia vocación, los
Institutos Seculares serán como 'el laboratorio experimental' en el que la Iglesia verifique las
modalidades concretas de sus relaciones con el mundo. Precisamente por esto deben escuchar,
como dirigida sobre todo a ellos, la llamada de la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi: Su
tarea primera ... es la de poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicas
escondidas, pero a su vez ya presentes y activas, en las cosas del mundo. El campo propio de su
actividad evangelizadora es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, las ciencias y las artes, la vida internacional, los medios de
comunicación de masas” (n.70; cfr. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 5 de
septiembre de 1976, p.1) .
*
El jueves, 28 de agosto de 1980, el Papa Juan Pablo II recibió en audiencia especial, en Castelgandolfo, a los 350
participantes en el Congreso de los Institutos Seculares que se celebró en Roma del 25 al 29 de agosto. Les dirigió el
siguiente discurso.
45
En estas palabras, el acento puesto en la realidad eclesial de los Institutos Seculares en su
ser y en su actuación, no habrá pasado desapercibido a nadie, ciertamente. También está
desarrollado en otros discursos. Hay aquí un elemento que deseo subrayar. Pues, ¿cómo no darse
cuenta de la importancia de que vuestra experiencia de vida, caracterizada y unificada por la
consagración, el apostolado y la vida secular, se desenvuelven en auténtica comunión con los
Pastores de la Iglesia y participando en la misión evangelizadora de todo el Pueblo de Dios a
través, claro está, de un sano pluralismo?
Por otra parte, esto no daña a lo que caracteriza esencialmente el modo de consagración a
Cristo propio de vosotros. Mi predecesor lo puntualizaba en la alocución citada, y en aquella
ocasión recordaba una distinción de gran importancia metodológica. "Esto no significa,
evidentemente, que los Institutos Seculares, en cuanto tales, deban encargarse de estas tareas. El
deber, por tanto, de los Institutos mismos es formar la conciencia de sus miembros con una
madurez y apertura que les impulse a prepararse con celo para la profesión elegida, con el fin de
afrontar después con competencia y espíritu de desprendimiento evangélico, el peso y las alegrías
de las responsabilidades sociales hacia las que les oriente la Providencia” (cfr. ibid. p. 4) .
Sacerdotes y laicos
3. De acuerdo con estas indicaciones del Papa Pablo VI, vuestros Institutos han profundizado de
distintos modos en el tema de la evangelización estos últimos años, a nivel nacional y continental.
Vuestro Congreso actual quiere concretar los resultados y evaluarlos, a fin de orientar cada vez
mejor los esfuerzos de cada uno en concordancia con la vida de la Iglesia, que procura por todos
los medios "tratar de llevar al hombre moderno el mensaje cristiano, el único en el que puede
hallar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para su empeño de solidaridad humana"
(Evangelii nuntiandi, 3).
Me complazco en constatar el buen trabajo realizado, y exhorto a todos los miembros,
sacerdotes y laicos, a perseverar en el esfuerzo por comprender cada vez mejor las realidades y
valores temporales en relación con la evangelización en sí; el sacerdote, para estar cada vez más
atento a la situación de los laicos y poder aportar al presbiterio diocesano no sólo una experiencia
de vida según los consejos evangélicos y con ayuda comunitaria, sino también una sensibilidad
justa de la relación de la Iglesia con el mundo; el laico, para asumir el papel particular que
corresponde a quien está consagrado al servicio de la evangelización en la vida seglar.
Que a los laicos toca una obligación específica en este campo, he tenido ocasión de
subrayarlo en distintos momentos, en correspondencia exacta con las indicaciones dadas por el
Concilio. "Como pueblo santo de Dios - dije por ejemplo en Limerick en mi peregrinación a
Irlanda -, estáis llamados a desempeñar vuestro papel en la evangelización del mundo. Sí, los
laicos son llamados a ser también 'sal de la tierra' y 'luz del mundo'. Su específica vocación y
misión consisten en manifestar el Evangelio en su vida y, por tanto, en introducir el Evangelio
como una levadura en la realidad del mundo en que viven y trabajan. Las grandes fuerzas que
configuran el mundo (política, mass-media, ciencia, tecnología, cultura, educación, industria y
trabajo) constituyen precisamente las áreas en las que los seglares son especialmente competentes
para ejercer su misión. Si estas fuerzas están conducidas por personas que son verdaderos
discípulos de Cristo y, al mismo tiempo, plenamente competentes en el conocimiento y la ciencia
seculares, entonces el mundo será ciertamente transformado desde dentro mediante el poder
redentor de Cristo” (Homilía pronunciada en Limerick el 1 de octubre de 1979; L'Osservatore
Romano, edición en lengua española,14 de octubre de 1979, p.6) .
46
Discípulos de Cristo que trabajan
por cambiar el mundo desde dentro
4. Recordando ahora este discurso y ahondando en él, siento urgencia de atraeros la atención
hacia tres condiciones de importancia fundamental para la eficiencia de vuestra misión:
a) Ante todo debéis ser verdaderos discípulos de Cristo. Como miembros de un Instituto Secular,
queréis ser tales por el radicalismo de vuestro compromiso a seguir los consejos evangélicos de
tal modo que no sólo no cambie vuestra condición ¡sois y os mantenéis laicos!, sino que la
refuerce en el sentido de que vuestro estado secular esté consagrado y sea más exigente, y que el
compromiso en el mundo y por el mundo, implicado en este estado secular, sea permanente y fiel.
Daos bien cuenta de lo que ello significa. La consagración especial que lleva a plenitud la
consagración del bautismo y la confirmación, debe impregnar toda vuestra vida y actividades
diarias, creando en vosotros una disponibilidad total a la voluntad del Padre que os ha colocado
en el mundo y para el mundo. De esta manera la consagración vendrá a ser como el elemento de
discernimiento del estado secular, y no correréis peligro de aceptar este estado como tal
simplemente, con fácil optimismo, sino que lo asumiréis teniendo conciencia de la ambigüedad
permanente que lo acompaña, y lógicamente os sentiréis comprometidos a discernir los elementos
positivos y los que son negativos, a fin de privilegiar unos por el ejercicio precisamente del
discernimiento, y eliminar los otros gradualmente.
b) La segunda condición consiste en que a nivel de saber y experiencia seáis verdaderamente
competentes en vuestro campo específico, para ejercer con vuestra presencia el apostolado del
testimonio y compromiso con los otros que vuestra consagración y vida en la Iglesia os imponen.
En efecto, sólo gracias a esta competencia podréis poner en práctica la recomendación de1
Concilio a los miembros de los Institutos Seculares: "Tiendan los miembros principalmente a la
total dedicación de sí mismos a Dios por la caridad perfecta, y mantengan los Institutos su
carácter propio y peculiar, es decir, Secular, a fin de cumplir eficazmente y dondequiera el
apostolado en el mundo y como desde el mundo, para el que nacieron” (Perfectae caritatis, 11) .
c) La tercera condición sobre la que quiero invitaros a reflexionar, la forma la resolución que os
es propia, o sea, cambiar el mundo desde dentro. Pues estáis insertados del todo en el mundo y no
sólo por vuestra condición sociológica; esta inserción se espera de vosotros como actitud interior
sobre todo. Por tanto, debéis consideraros "parte" del mundo, comprometidos a santificarlo con la
aceptación plena de sus exigencias, derivadas de la autonomía legítima de las realidades del
mundo, de sus valores y leyes.
Esto quiere decir que debéis tomar en serio el orden natural y su "densidad ontológica",
tratando de leer en él el designio querido por Dios, y ofreciendo vuestra colaboración para que se
actualice gradualmente en la historia. La fe os da luces sobre el destino superior a que está abierta
esta historia gracias a la iniciativa salvadora de Cristo; pero no encontráis en la revelación divina
respuestas ya preparadas para los numerosos interrogantes que os plantea el compromiso
concreto. Es deber vuestro descubrir a la luz de la fe, las soluciones adecuadas a los problemas
prácticos que surgen poco a poco y que con frecuencia no podréis obtener si no es arriesgándoos
a soluciones sólo probables.
Hay un compromiso, por tanto, a promover las realidades de orden natural, y hay un
compromiso a hacer intervenir los valores de la fe, los cuales deben unirse e integrarse
armónicamente en vuestra vida, a la vez que constituyen su orientación de fondo y su aspiración
47
constante. De este modo llegaréis a contribuir a cambiar el mundo "desde dentro", siendo
fermento vivificante y obedeciendo a la consigna que se os dio en el "Motu proprio" Primo
feliciter: ser "fermento modesto y, a la vez, eficaz que actuando en todos los sitios siempre y
mezclado a toda clase de ciudadanos, desde los más humildes a los más elevados, trate de llegar a
ellas e impregnarlas a todas y cada una con su ejemplo y con toda clase de medios, hasta penetrar
en toda la masa de modo que ésta sea elevada y transformada en Cristo” (Introducción) .
Servicio a la comunidad eclesial
5. El poner en evidencia la aportación específica de vuestro estilo de vida no debe inducir a
infravalorar las otras formas de consagración a la causa del Reino, a las que también podéis estar
llamadas. Quiero referirme aquí a lo que se dice en el n.73 de la Exhortación Evangelii nuntiandi
cuando recuerda que "los seglares también pueden sentirse llamados o ser llamados a colaborar
con sus Pastores en el servicio de la comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta,
ejerciendo ministerios muy diversos según la gracia y los carismas que el Señor quiera
concederles”.
No es nuevo, por cierto, este aspecto sino que corresponde por el contrario en la Iglesia a
antiguas tradiciones; y concierne a un cierto número de miembros de Institutos Seculares y,
principalmente mas no exclusivamente, a los que viven en comunidades de América Latina y
otros países del tercer mundo.
Testimonio y anuncio evangélico
de cara al año 2000
6. Queridos hijos e hijas: Como veis, vuestro campo de acción es muy vasto. La Iglesia espera
mucho de vosotros. Necesita vuestro testimonio para comunicar al mundo, hambriento de la
Palabra de Dios aun en los casos en que no tiene conciencia de ello, el "anuncio gozoso" de que
toda aspiración auténticamente humana puede encontrar cumplimiento en Cristo. Sabed estar a la
altura de las grandes posibilidades que os ofrece la Providencia divina en este final del segundo
milenio del cristianismo.
Por mi parte renuevo mi oración al Señor por la intercesión maternal de la Virgen María,
para que os conceda en abundancia sus dones de luz, sabiduría y resolución en la búsqueda de los
caminos mejores para ser entre los hermanos y hermanas que están en el mundo, testimonio
viviente de Cristo e interpelación discreta y a la vez convincente para que acojan su novedad en
la vida personal y en las estructuras sociales.
Que la caridad del Señor guíe vuestras reflexiones y deliberaciones durante este
Congreso. Así podréis caminar con confianza. Os animo dándoos mi bendición apostólica a
vosotros y a cuantos y cuantas representáis hoy.
Roma, 1980
48
JUAN PABLO II
LOS INSTITUTOS SECULARES EXPRESIÓNDE LA ECLESIOLOGÍA DEL
VATICANO II
A los participantes de la Asamblea Plenaria de la SCRIS
Venerables hermanos y queridísimos hijos:1. Os agradezco vuestra presencia y os manifiesto mi
alegría por este encuentro, así como mi gratitud por el trabajo que desarrolláis en la animación y
promoción de la vida consagrada. Efectivamente, los consejos evangélicos son "un don divino
que la Iglesia recibió de su Señor y que, con su gracia, conserva siempre" (Lumen gentium,43), y
por lo tanto, resulta extremadamente válido y precioso todo lo que en el dicasterio se realiza en
favor de su profesión.
En esta línea de animación y promoción, se ha colocado también la asamblea plenaria que
termináis hoy, en la cual habéis considerado particularmente la identidad y la misión de los
Institutos que, a causa de su misión peculiar "in saeculo et ex saeculo" (c. 713, par. 2, nuevo
Código) se llaman Institutos Seculares.
Es la primera vez que vuestra asamblea plenaria se ocupa directamente de éstos: ha sido,
pues, una elección oportuna favorecida por la promulgación del nuevo Código. En él, los
Institutos Seculares - que en 1947 tuvieron reconocimiento eclesial con la Constitución
Apostólica emanada de mi predecesor Pío XII, Provida Mater- encuentran ahora su justa
situación, basándose en la doctrina del Concilio Vaticano II. Efectivamente, estos institutos
quieren ser fiel expresión de la eclesiología que el Concilio confirma de nuevo, cuando pone de
relieve la vocación universal a la santidad (cfr. Lumen gentium, cap. V), las tareas innatas de los
bautizados (cfr. Lumen gentium, cap. IV, Apostolicam actuositatem), la presencia de la Iglesia en
el mundo donde debe actuar como levadura y ser "sacramento universal de salvación" (Lumen
gentium, 48; cfr. Gaudium et spes), la variedad y dignidad de las diversas vocaciones, y la "alta
estima" en que ha sido tenida por la Iglesia la continencia perfecta por el reino de los cielos"
(Lumen gentium, 42) y el testimonio de la pobreza y de la obediencia evangélica (ibid.).
Elementos constitutivos
2. Muy justamente vuestra reflexión se ha detenido sobre los elementos constitutivos, teológicos
y jurídicos, de los Institutos Seculares, teniendo presente la formulación de los cánones dedicados
a ellos en el Código recientemente promulgado y examinándolos a la luz de la enseñanza que el
Papa Pablo VI, y yo mismo, en la alocución del día 28 de agosto de 1980, hemos confirmado en
las audiencias que les han sido concedidas.
Debemos expresar un profundo agradecimiento al Padre de infinita misericordia, que ha
tomado con tanto interés las necesidades de la humanidad y, con la fuerza vivificante del Espíritu,
ha emprendido, en este siglo, iniciativas nuevas para su redención. Honor y gloria al Dios Trino
por esta irrupción de gracia, que son los Institutos Seculares, con los cuales manifiesta la
inagotable benevolencia con que la Iglesia misma ama al mundo en nombre de su Dios y Señor.
49
La novedad del don, que el Espíritu ha hecho a la fecundidad perenne de la Iglesia, en
respuesta a las exigencias de nuestro tiempo, sólo se capta si se comprenden bien sus elementos
constitutivos en su inseparabilidad: la consagración y la secularidad; el consiguiente apostolado
de testimonio, de compromiso cristiano en la vida social y de evangelización; la fraternidad que,
sin estar determinada por una comunidad de vida, es verdaderamente comunión; la misma forma
exterior de vida, que no los distingue del ambiente en el que están presentes.
Las orientaciones del nuevo
Código de Derecho Canónico
3. Ahora bien, es justo conocer y hacer conocer esta vocación, tan actual y, quisiera decir, tan
urgente, de personas que se consagran a Dios practicando los consejos evangélicos, y en esta
consagración especial se esfuerzan por sumergir toda su vida y todas sus actividades, creando en
sí mismas una disponibilidad total a la voluntad del Padre y trabajando por cambiar el mundo
desde dentro (cfr. Alocución, 28 de agosto de 1980; cfr. L'Osservatore Romano, edición en
lengua española, 21 de septiembre, 1980, 2).
La promulgación del nuevo Código permitirá ciertamente este mejor conocimiento, pero
debe también impulsar a los Pastores a facilitar entre los fieles una comprensión no aproximativa
o acomodaticia, sino exacta, y a que respete las características propias de los Institutos Seculares.
De este modo, surgirán respuestas generosas a esta difícil pero hermosa vocación de
"plena consagración a Dios y a las almas" (Primo Feliciter, V): vocación exigente, porque se
responde a ella llevando los compromisos bautismales a las más perfectas consecuencias de
radicalidad evangélica y también porque esta vida evangélica debe encarnarse en las situaciones
más diversas.
Efectivamente, la variedad de los dones confiados a los Institutos Seculares expresa las
varias finalidades apostólicas que abarcan todos los sectores de la vida humana y cristiana. Esta
riqueza pluralista se manifiesta también en las numerosas espiritualidades que animan a los
Institutos Seculares, con la diversidad de los sagrados vínculos que caracterizan diversas
modalidades en la práctica de los consejos evangélicos y en las grandes posibilidades de inserción
en todos los ambientes de la vida social. Justamente, mi predecesor, el Papa Pablo VI que tanto
afecto demostró a los Institutos Seculares, decía que "si permanecen fieles a la propia vocación
serán como el laboratorio experimental en el que la Iglesia verifique las modalidades concretas de
sus relaciones con el mundo" (Pablo VI, discurso al Congreso Internacional de los Institutos
Seculares, 25 de agosto de 1976). Prestad, pues, vuestro apoyo a estos institutos, para que sean
fieles a la originalidad de sus carismas de fundación, reconocidos por la jerarquía, y velad para
descubrir en sus frutos, la enseñanza que Dios quiere darnos para la vida y la acción de toda la
Iglesia.
Relación con las iglesias locales
4. Si hay un desarrollo y un robustecimiento de los Institutos Seculares, también las iglesias
locales sacarán ventaja de ello.
En vuestra asamblea plenaria se ha tenido presente este aspecto, incluso porque varios
Episcopados, con las sugerencias aportadas para vuestra reunión, han indicado la relación entre
Institutos Seculares e Iglesias locales como dignas de profundización.
50
Aun dentro del respeto a sus características, los Institutos Seculares deben comprender y
asumir las urgencias pastorales de las iglesias particulares, y confirmar a sus miembros para que
vivan con atenta participación las esperanzas y las fatigas, los proyectos y las inquietudes, las
riquezas espirituales y las limitaciones, en una palabra: la comunión de su Iglesia concreta. Éste
debe ser un punto de mayor reflexión para los Institutos Seculares, así como debe ser una
solicitud de los Pastores reconocer y pedir su aportación según la naturaleza propia de los
institutos.
En particular, incumbe a los Pastores otra responsabilidad: la de ofrecer a los Institutos
Seculares toda la riqueza doctrinal que necesitan. Quieren formar parte del mundo y ennoblecer
las realidades temporales, ordenándolas y elevándolas, para que todo tienda a Cristo como a su
cabeza (cfr. Ef 1, 10). Por ello, hay que dar a estos institutos toda la riqueza de la doctrina
católica sobre la creación, la encarnación y la redención, a fin de que puedan hacer propios los
designios sabios y misteriosos de Dios sobre el hombre, sobre la historia y el mundo.
Los caminos trazados por el Evangelio
5. Hermanos e hijos queridísimos: con sentimientos de verdadera estima y de vivo estímulo para
los Institutos Seculares, he aprovechado hoy la oportunidad que me ha ofrecido este encuentro a
fin de subrayar algunos aspectos que habéis tratado los días pasados.
Deseo que vuestra Asamblea plenaria logre totalmente la finalidad de ofrecer a la Iglesia
una información mejor acerca de los Institutos Seculares y de ayudar a éstos a vivir su vocación
con conciencia y fidelidad.
Que este Año Jubilar de la Redención, que llama a todos "a un renovado descubrimiento
del amor de Dios que se da" (Bula Apostólica Aperite portas Redemptori, 8), a un renovado
encuentro con la bondad misericordiosa de Dios, sea en particular para las personas consagradas
también una renovada y urgente invitación a seguir con "mayor libertad" y "más de cerca"
(Perfectae Caritatis, 1) al Maestro que las llama por los caminos del Evangelio.
Y que la Virgen María sea para ellas constante y sublime modelo, y las gu1e siempre con
su protección materna.
Con estos sentimientos, os imparto gustosamente a todos los que estáis aquí presentes, y a
los miembros de los Institutos Seculares de todo el mundo, la propiciadora bendición apostólica.
Roma, Mayo 1983.
51
JUAN PABLO II
ANIMAR LAS REALIDADES TEMPORALES
CON EL ESPIRITU EVANGÉLICO
Comunión eclesial
1. Me siento verdaderamente feliz al recibiros una vez más, con ocasión del Congreso mundial de
los Institutos Seculares, convocado para tratar el tema: "Objetivos y contenidos de la formación
de los miembros de los Institutos Seculares".
Es el segundo encuentro que tengo con vosotros, y en los cuatro años que han transcurrido
desde el anterior, no han faltado ocasiones para dirigir la palabra a uno u a otro Instituto.
He tenido una oportunidad especial, en la que he hablado de vosotros y para vosotros. El
año pasado, al finalizar la reunión plenaria en la que la Congregación para los Religiosos e
Institutos Seculares, trató sobre la identidad y la misión de vuestros Institutos, recomendé, entre
otras cosas, a los Pastores de la Iglesia "facilitar entre los fieles una comprensión no aproximativa
o acomodaticia, sino exacta y que respete las características propias de los Institutos Seculares".25
También toqué un punto que entra en el tema de la formación, que afrontáis estos días: por una
parte, exhortando a los Institutos Seculares a hacer más intensa su comunión eclesial; y, por otra,
recordando a los obispos que ellos tienen la responsabilidad de "ofrecer a los Institutos Seculares
toda la riqueza doctrinal que necesitan".26
Hoy me resulta muy grato dirigirme directamente a vosotros, Responsables de los
Institutos y Encargados de la formación, para confirmar la importancia y la grandeza de la misión
formativa. Se trata de un compromiso primario, entendido tanto en orden a la propia formación,
como en orden a la responsabilidad, de contribuir a la formación de todos los que pertenecen al
Instituto, con especial cuidado en los primeros años, pero con prudente atención también después,
siempre.
La pedagogía de Jesús
2. Ante todo y sobre todo, os exhorto a dirigir una mirada al Maestro Divino, a fin de obtener luz
para esta tarea.
Puede leerse también el Evangelio como relación de la obra de Jesús con sus discípulos.
Jesús proclama desde el comienzo el "alegre anuncio" del amor paternal de Dios, pero luego
enseña gradualmente la profunda riqueza de este anuncio, se revela gradualmente a sí mismo y al
Padre, con paciencia infinita, comenzando de nuevo, si es necesario: “¿Tanto tiempo que hace
que estoy con vosotros y no me habéis conocido?” (Jn 14,9). Podemos leer el Evangelio también
para descubrir la pedagogía de Jesús, al dar a los discípulos la formación de base, la formación
inicial. La "formación permanente" - como se dice - vendrá después, y la realizará el Espíritu
25
26
AAS, 75, n 9, 687, L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 12 de junio de 1983, 11.
Ibid., 668, L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1.c.
52
Santo, que llevará a los Apóstoles a la comprensión de todo lo que Jesús les había enseñado, les
ayudará a llegar a la verdad completa, a profundizarla en la vida, en un camino hacia la libertad
de los hijos de Dios (cfr. Jn 14,26; Rm 8,14ss.) .
De esta mirada a Jesús y a su escuela viene la confirmación de una experiencia que
tenemos todos: ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección a la que está llamado, cada uno de
nosotros está siempre en formación, está siempre en camino.
Escribe san Pablo que Cristo debe ser formado en nosotros (cfr. Ga 4, 19), así como
también podemos "conocer la caridad de Cristo, que supera toda ciencia" (Ef 3, 19). Pero esta
comprensión sólo será plena cuando estemos en la gloria del Padre (cfr.1 Co 13,12) .
Es un acto de humildad, de valentía y de confianza tener conciencia de estar siempre en
camino, lo cual se ve y se aprende en muchas páginas de la Escritura. Por ejemplo: el camino de
Abraham desde su tierra a la meta que desconoce y a la cual lo llama Dios (cfr. Gn 12,1ss.); el
peregrinar del pueblo de Israel desde Egipto a la tierra prometida, de la esclavitud a la libertad
(cfr. Ex); la subida misma de Jesús hacia el lugar y el momento en que, levantado de la tierra,
atraerá todo a sí (cfr. Jn 12,32).
La acción misteriosa de la gracia
3. Acto de humildad, decía, que hace reconocer la propia imperfección; de valentía, para afrontar
la fatiga, las decepciones, las desilusiones, la monotonía de la repetición y la novedad de volver a
comenzar; sobre todo, de confianza, porque Dios camina con nosotros, más aún: el camino es
Cristo (cfr. Jn 14, 6) y el artífice primero y principal de toda formación cristiana es, no puede ser
otro, más que Él. Dios es el verdadero Formador, aun sirviéndose de circunstancias humanas:
"Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros somos la arcilla, y Tú nuestro alfarero, todos somos obra
de tus manos" (Is 64,7).
Esta convicción fundamental debe guiar el compromiso tanto para la propia formación
como para la aportación que podemos estar llamados a dar en la formación de otras personas.
Situarse con actitud justa en la tarea formadora, significa saber que es Dios quien forma, no
nosotros. Nosotros podemos y debemos convertirnos en ocasión e instrumento suyo, respetando
siempre la acción misteriosa de la gracia.
Por consiguiente, la tarea formadora sobre quienes nos han sido confiados está orientada
siempre, a ejemplo de Jesús, hacia la búsqueda de la voluntad del Padre: "No busco mi voluntad,
sino la voluntad del que me envió" (Jn 5,30) . Efectivamente, la formación, en última instancia,
consiste en crecer en la capacidad de ponerse a disposición del proyecto de Dios sobre cada uno y
sobre la historia, en ofrecer conscientemente la colaboración a su plan de redención de las
personas y de la creación, en llegar a descubrir y a vivir el valor de la salvación encerrado en cada
instante: (Mt 6,9-10).
Construir un mundo nuevo
4. Esta referencia a la divina voluntad me lleva a recordar una orientación que ya os di en nuestro
encuentro de 1980: en cada momento de vuestra vida y en todas vuestras actividades cotidianas
debe realizarse "una disponibilidad total a la voluntad del Padre, que os ha colocado en el mundo
y para el mundo".27 Y esto -os decía además - significa para vosotros una especial atención a tres
27
AAS 72. n.7, 1021; L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 21 de septiembre de 1980, 2.
53
aspectos que convergen en la realidad de vuestra vocación específica, en cuanto miembros de
Institutos Seculares.
El primer aspecto se refiere a seguir a Cristo más de cerca por el camino de los consejos
evangélicos, con una donación total de sí a la persona del Salvador para compartir su vida y su
misión. Esta donación, que la Iglesia reconoce ser una especial consagración, se convierte
también en contestación a las seguridades humanas cuando son fruto del orgullo; y significa más
explícitamente el "mundo nuevo" querido por Dios e inaugurado por Jesús (cfr. LG 42; PC 11) .
El segundo aspecto es el de la competencia en vuestro campo específico, aun cuando sea
modesto y común, con la "plena conciencia del propio papel en la edificación de la sociedad"
(AA.AA. 13), necesaria para servir con creciente generosidad y con suma "eficacia" a los
hermanos (GS 93). De este modo será más creíble el testimonio: "En esto conocerán todos que
sois mis discípulos: si tenéis amor unos para con otros" (Juan 13, 35) .
El tercer aspecto se refiere a una presencia transformadora en el mundo, es decir a dar
"una aportación personal para que se cumplan los designios de Dios en la historia" (GS 34),
animando y perfeccionando el orden de las realidades temporales con el espíritu evangélico,
actuando desde el interior mismo de estas realidades (cfr. LG 31; AA.AA 7,16,19).
Os deseo, como fruto de este Congreso, que continuéis en la profundización, sobre todo
llevando a la práctica los medios útiles para poner el acento formativo en los tres aspectos
aludidos y en todo otro aspecto esencial, como, por ejemplo, la educación en la fe, en la
comunión eclesial, en la acción evangelizadora: y unificando todo en una síntesis vital,
precisamente para crecer en la fidelidad a vuestra vocación y vuestra misión, que la Iglesia estima
y os confía, pues reconoce que responden a las expectativas suyas y de la humanidad.
Caridad, testimonio y acción
5. Antes de concluir, quisiera subrayar todavía un punto fundamental: esto es, que la realidad
última, la plenitud, está en la caridad. "El que vive en el amor permanece en Dios, y Dios en él"
(1 Jn 4,16). También la finalidad última de toda vocación cristiana es la caridad; en los Institutos
de vida consagrada, la profesión de los consejos evangélicos viene a ser su camino maestro, que
lleva a Dios amado sobre todas las cosas y a los hermanos, llamados todos a la filiación divina.
Ahora bien, dentro de la misión formadora, la caridad encuentra expresión y apoyo y
madurez en la comunión fraterna, para convertirse en testimonio y acción.
A vuestros Institutos, a causa de las exigencias de inserción en el mundo, postuladas por
vuestra vocación, la Iglesia no les exige la vida común que, en cambio, es propia de institutos
religiosos. Sin embargo, pide una "comunión fraterna, enraizada y fundamentada en la caridad",
que haga de todos los miembros como "una familia peculiar" (canon 602); pide que los miembros
de un mismo Instituto Secular "vivan en comunión entre sí, tutelando con solicitud la unidad de
espíritu y la fraternidad genuina" (canon 716,2) .
Si las personas respiran esta atmósfera espiritual, que presupone la más amplia comunión
eclesial, la tarea formativa en su integridad no fallará en su finalidad.
54
Seguir a Cristo y abrazar la cruz
6. Para concluir, nuestra mirada retorna a Jesús.
Toda formación cristiana se abre a la plenitud de la vida de los hijos de Dios, de manera
que el sujeto de nuestra actividad es, en el fondo, Jesús mismo: "Ya no vivo yo, es Cristo quien
vive en mí" (Gá 2,20). Pero esto sólo es verdad si cada uno de nosotros puede decir: “Estoy
crucificado con Cristo”, ese Cristo "que se entregó por mí" (ibid.).
Es la ley sublime del seguimiento de Cristo: abrazar la cruz. El camino formativo no
puede prescindir de ella.
Que la Virgen Madre os sirva de ejemplo también a este propósito. Ella que - como
recuerda el Concilio Vaticano II - "mientras vivió en este mundo una vida igual a la de los demás,
llena de preocupaciones familiares y de trabajo" (AA) "avanzó en la peregrinación de la fe, y
mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz" (LG 58).
Y que sea prenda de la protección divina la bendición apostólica, que de todo corazón os
imparto a vosotros y a todos los miembros de vuestros Institutos.
Roma 1984
55
JUAN PABLO II
MISIÓN Y PERSPECTIVAS PARA EL AÑO 2000
Queridísimos hermanos y hermanas de los Institutos Seculares:
Vocación a la santidad1. Con gran alegría os recibo con motivo de vuestro IV Congreso
mundial y os doy las gracias por esta numerosa y significativa presencia. Sois representantes
cualificados de una realidad eclesial que ha sido, sobre todo en este siglo, signo de una "moción"
especial del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia de Dios. Efectivamente, los Institutos
Seculares han evidenciado claramente el valor de la consagración, incluso para quienes trabajan
"en el siglo" es decir, para quienes están insertos en las actividades terrenas, como sacerdotes
seculares y, sobre todo, como seglares, Es más, para el laicado, la historia de los Institutos
Seculares marca una etapa preciosa en el desarrollo de la doctrina sobre la naturaleza peculiar del
apostolado laical y en el reconocimiento de la vocación universal de los fieles a la santidad y al
servicio a Cristo.
Vuestra misión se sitúa hoy en una perspectiva consolidada por una tradición teológica:
ésta consiste en la consacratio mundi, es decir, en reconducir a Cristo, como a una sola Cabeza,
todas las cosas (cfr. Ef 1,10), actuando, desde dentro, en las realidades terrenas.
Me congratulo por el tema elegido para la presente asamblea: "La misión de los Institutos
Seculares en el mundo del 2000". Se trata, en realidad, de un tema complejo, que sintoniza con
las esperanzas y expectativas de la Iglesia en su próximo futuro.
Este programa es tanto más estimulante para vosotros, por el hecho de que abre a vuestra
vocación específica y a vuestra experiencia espiritual los horizontes del tercer milenio de Cristo,
con el fin de ayudaros a realizar, cada vez con mayor conciencia, vuestra llamada a la santidad
viviendo en el siglo, y a colaborar mediante la consagración, vivida interiormente y
auténticamente, en la obra de salvación y de evangelización de todo el pueblo de Dios.
Comunión eclesial2. Saludo al cardenal Jean Jerôme Hamer, Prefecto de la Congregación para
los Religiosos e Institutos Seculares, que os ha hablado sobre las conclusiones del reciente
Sínodo de los obispos y sobre las consecuencias que tales conclusiones comportan para vuestra
comunidad. A1 saludar a todos los colaboradores, a los organizadores y a cuantos estáis aquí
presentes, así como a los hermanos y hermanas de los Institutos representados por vosotros,
expreso a todos un deseo cordialísimo: que la presente asamblea sea una ocasión propicia para
vivir una profunda experiencia de comunión eclesial, de solidaridad, de gracia y de consuelo para
vuestro camino, y que ilumine con una luz especial vuestra vocación específica.
Laicos consagrados
3. El impacto con el tercer milenio de la era cristiana resulta, indudablemente, estimulante para
cuantos desean dedicar su vida al bien y al progreso de la humanidad. Todos querríamos que la
nueva Era se adecuara a la imagen que el Creador ha ideado para la humanidad. Él construye y
conduce la historia, como historia de salvación para los hombres de todas las épocas. Por ello,
cada uno de nosotros está llamado a comprometerse por realizar, en el nuevo milenio, un nuevo
capítulo de la historia de la redención.
56
Vosotros queréis contribuir a la santificación del mundo desde dentro del mundo, in
saeculo viventes, actuando desde el interior de las realidades terrenas, praesertim ab intus, según
la ley de la Iglesia (cfr. Código de Derecho Canónico, canon 710).
Incluso en las condiciones de "secularidad", sois personas consagradas. De ahí la
originalidad de vuestra tarea: sois, a pleno título, laicos; pero sois personas consagradas, os
habéis unido a Cristo con una vocación especial, para seguirlo más de cerca, para imitar su
condición de "Siervo de Dios", en la humildad de los votos de castidad, pobreza y obediencia.
En el mundo
4. Sois conscientes de compartir con todos los cristianos la dignidad de ser hijos de Dios,
miembros de Cristo, incorporados a la Iglesia, dotados, por el bautismo, del sacerdocio común de
los fieles. Pero habéis recibido además el mensaje unido intrínsecamente a esa dignidad: el
compromiso de santidad, de perfección de la caridad; de corresponder a la llamada de los
consejos evangélicos, en los que se realiza una entrega de sí mismo a Dios y a Cristo con corazón
indiviso y con pleno abandono a la voluntad y a la guía del Espíritu. Ese compromiso lo lleváis a
cabo no separándoos del mundo, sino desde el interior de las complejas realidades del trabajo, de
la cultura, de las profesiones, de los servicios sociales de todo tipo. Lo cual significa que vuestras
actividades profesionales y las condiciones que crea el compartir con otros seglares las
preocupaciones terrenas, serán el campo de prueba, de desafío, la cruz, pero también la llamada,
la misión y el momento de gracia y de comunión con Cristo, en el que se construye y desarrolla
vuestra espiritualidad.
Como sabéis muy bien, todo esto requiere un continuo progreso espiritual en vuestra
manera de actuar frente a los hombres, a las realidades y a la historia. Se exige de vosotros la
capacidad de acoger, en las vicisitudes del mundo, tanto en las pequeñas como en las grandes,
una presencia, la presencia de Cristo Salvador, que camina siempre junto al hombre, incluso
cuando éste lo ignora y lo niega. Esto exige, además, una atención permanente al significado
salvífico de los acontecimientos diarios, para poder interpretarlos a la luz de la fe y de los
principios cristianos.
Se exige de vosotros, por ello, una profunda unión con la Iglesia, fidelidad a su ministerio.
Se os pide una adhesión amorosa y total a su pensamiento y a su mensaje, sabiendo muy bien que
esto hay que realizarlo en virtud del vínculo especial que os une a ella.
Todo ello no significa disminuir la justa autonomía de los laicos en orden a la
consagración del mundo; se trata más bien de situarla en la luz que le corresponde, para que no se
debilite ni obre aisladamente. La dinámica de vuestra misión, tal y como vosotros la entendéis,
lejos de alejaros de la vida de la Iglesia, se realiza en unión de caridad con ella.
El camino evangélico de la cruz
5. Otra exigencia fundamental consiste en la aceptación generosa y consciente del misterio de la
cruz.
Toda acción eclesial está enraizada objetivamente en la obra de la salvación, en la acción
redentora de Cristo y saca su fuerza del sacrificio del Señor, de su sangre derramada en la cruz. El
57
sacrificio de Cristo, siempre presente en la obra de la Iglesia, constituye su fuerza y su esperanza,
su don de gracia más misterioso y mayor. La Iglesia sabe bien que su historia es historia de
abnegación y e inmolación.
Vuestra condición de laicos consagrados os permite experimentar día a día la verdad de lo
que acabamos de decir, incluso en el campo de actividad y de misión que desarrolla cada uno de
vosotros. Sabéis cómo hay que entregarse para luchar contra sí mismos, contra el mundo y sus
concupiscencias; pero sólo así se puede lograr esa verdadera paz interior, que únicamente Cristo
puede y sabe dar.
Precisamente esta vía evangélica, recorrida con frecuencia en situaciones de soledad y de
sufrimiento, es la vía que os da esperanza, pues en la cruz estáis seguros de estar en comunión
con vuestro Redentor y Señor.
La obra de la redención
6. No os desanime el contexto de la cruz. Él os servirá de ayuda y de apoyo para dilatar la obra de
la redención y llevar la presencia santificadora de Cristo entre los hermanos. Esa actitud vuestra
manifestará la acción providente del Espíritu Santo, que "sopla donde quiere" (Jn 3,8). Sólo El
puede suscitar energías, iniciativas, signos poderosos, mediante los cuales lleva a su realización la
obra de Cristo.
La tarea de extender a todas las obras del hombre el don de la redención es una misión
que os ha dado el Espíritu Santo; es una misión sublime, exige valentía, pero es siempre motivo
de felicidad para vosotros, si vivís en la comunión de caridad con Cristo y con los hermanos.
La Iglesia del 2000 espera, pues, de vosotros una válida colaboración a lo largo del arduo
recorrido de la santificación del mundo.
Os deseo que este encuentro fortifique verdaderamente vuestros propósitos e ilumine cada
vez más vuestros corazones.
Con estos deseos os imparto gustosamente mi bendición apostólica, extensiva a las
personas y a las iniciativas confiadas a vuestro servicio eclesial.
Roma 1988
58
JUAN PABLO II
LLEVAD LA NOVEDAD DEL EVANGELIO
Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II al cardenal Eduardo Martínez
Somalo, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida
Consagrada y Sociedad de Vida Apostólica con motivo del V Congreso
Mundial de II. SS.
Señor cardenal:
E1 Santo Padre, informado de la celebración del V Congreso Mundial de los Institutos
Seculares, me ha encargado transmita su saludo cordial a los organizadores y a todos los
participantes en ese Encuentro.
Ante todo, Su Santidad manifiesta su agrado por la elección del tema: "Los Institutos
Seculares y la evangelización hoy", que se enmarca oportunamente en el amplio empeño de la
Iglesia en favor de la promoción de la nueva evangelización. Se trata de un proceso de gracia, que
alcanza su cumbre en la conversión del corazón, siempre necesaria, entendida como retorno a
Dios, Padre providencial y misericordioso, y como disponibilidad hacia los hermanos, que
esperan comprensión, amor y anuncio solidario de la Palabra revelada.
La misión evangelizadora de la Iglesia debe tener en cuenta hoy, las profundas
transformaciones culturales y sociales de nuestro tiempo que, con frecuencia, más que favorecer
la acción misionera, pueden dificultarla. Los miembros de los Institutos Seculares son conscientes
de esos desafíos, que están llamados a afrontar, porque han recibido el don de una "forma de
consagración nueva y original, sugerida por el Espíritu Santo para ser vivida en medio de las
realidades temporales y para inocular la fuerza de los consejos evangélicos - los valores divinos y
eternos- en medio de los valores humanos y temporales".28
El Espíritu Santo les ha concedido la gracia de configurarse más radicalmente a Jesús, en
el camino que recorrió para reconciliar a los hombres, derribar el muro de enemistad (cfr. Ef
2,14) y recrear la nueva humanidad. Para realizar plenamente todo esto se requiere un "nuevo
ardor"; es necesario que los Institutos Seculares se comprometan denodadamente a testimoniar
la novedad del Evangelio. Sin una correspondencia más ardiente a la llamada a la santidad para
comunicar el Evangelio de la paz al mundo que se dispone a entrar en el nuevo milenio, todo
esfuerzo se reduciría a un intento sin eficacia apostólica. También los métodos para comunicar la
novedad del Evangelio al mundo deben ser nuevos. A este propósito, los miembros de los
Institutos Seculares deben abrirse a las nuevas formas de comunicación que les ofrece el
progreso de la técnica. Pero no hay que olvidar que también la comunicación tiene que
adecuarse a la novedad que está llamada a difundir. Tiene que distinguirse por su sencillez
28
Discurso a los dirigentes de los Institutos Seculares: "Enseñanzas de Pablo VI al Pueblo de Dios" 374;
L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 1 de octubre de 1972,2.
59
evangélica y por su propuesta gratuita (cfr. Mt 10,8), a fin de favorecer una respuesta libre,
responsable y gozosa.
La experiencia de la búsqueda y del encuentro personal con el Dios vivo es lo más
valioso que se puede of recer a los hombres. No cabe duda de que la llamada a la santidad es la
raíz de la llamada a la nueva evangelización. Ésta exige una profunda comunión eclesial, que
empieza en el seno de los mismos Institutos y se amplía en una comunión afectiva y efectiva con
todo el pueblo de Dios. El Santo Padre Juan Pablo II expresó claramente la estrecha relación que
existe entre la construcción de la comunidad cristiana y el servicio al mundo, en la exhortación
apostólica "Christifideles laici", precisamente en el párrafo en el que afirma: "Ciertamente urge
en todas partes rehacer el entramado cristiano de la sociedad humana. Pero la condición es que se
rehaga la cristiana trabazón de las mismas comunidades eclesiales". 29
Pero la nueva evangelización exige también un servicio al mundo. Los modos de
realización, según las vocaciones particulares y las necesidades concretas, son múltiples: el
testimonio de vida, el diálogo y la militancia, el contacto personal, el servicio escondido, la
presencia individual y comunitaria, el anuncio y la denuncia profética, la defensa de la verdad y
el testimonio del amor. Es importante que en un mundo marcado por la "cultura de la muerte",
pero que anhela también los valores del Espíritu, los Institutos Seculares sean capaces de ser
signos del Dios vivo y artífices de la "cultura de la solidaridad cristiana".
Por tanto, el Santo Padre exhorta a todos a continuar por ese camino, a aumentar las
múltiples iniciativas de animación cristiana y a no temer presentarse en los diversos "areópagos
modernos" para proclamar allí, con las palabras y los hechos, la buena nueva del Evangelio. El
compromiso en favor de la paz y el desarrollo de los pueblos, la defensa de los derechos
humanos, la promoción de la mujer y la educación de los jóvenes son algunos de estos
"areópagos" del mundo moderno, en los que los Institutos Seculares deben sentirse
comprometidos.
Con estos deseos de felicidad, invocando la protección de María Santísima, Reina de los
Apóstoles y Estrella de la evangelización, sobre todos los participantes en el Congreso y todos los
miembros de los Institutos Seculares, el Sumo Pontífice imparte de corazón la implorada
bendición apostólica, propiciadora de los más abundantes favores celestiales.
Aprovecho gustoso la oportunidad para reafirmarle mis sentimientos de profunda estima.
De vuestra eminencia reverendísima devotísimo en el Señor.
Cardenal Angelo Sodano
Secretario de Estado
Roma 1992
29
L'Osservatore Romano, 34; edición en lengua española, 5 de febrero de 1989, 13.
60
JUAN PABLO II
SEGUIR A JESUCRISTO VIRGEN, POBRE
Y OBEDIENTE EN LA CONDICIÓN DE VIDADEL PROPIO ESTADO SECULAR*
En la mañana del sábado, 1 de febrero de 1997, el Papa recibió, en la
sala Clementina de los palacios apostólicos, a los participantes en el
Simposio sobre la "Provida Mater Ecclesia", organizado por la
Conferencia mundial de Institutos Seculares. En el encuentro, Juan Pablo
II pronunció el siguiente discurso:
Señor cardenal; Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; amadísimos hermanos
y hermanas:
1. Os acojo con gran afecto en esta audiencia especial, con la que se quiere recordar y celebrar
una fecha importante para los Institutos Seculares. Agradezco al señor cardenal Martínez Somalo
las palabras con las que, interpretando los sentimientos de todos vosotros, ha puesto de relieve
justamente el significado de este encuentro que, en esta sala, reúne simbólicamente a numerosas
personas esparcidas por todo el mundo. Doy también las gracias a vuestro representante, que ha
hablado después del cardenal.
La solicitud maternal y el sabio afecto de la Iglesia hacia sus hijos, que entregan su vida a
Cristo en las diversas formas de consagración especial se expresó hace cincuenta años en la
constitución apostólica Provida Mater Ecclesia, que quiso dar una nueva organización canónica a
la experiencia cristiana de los Institutos Seculares (cfr. AAS 39 -1947-, 114-124).
Pío XII, mi predecesor de venerada memoria, anticipando con feliz intuición algunos
temas que encontrarían en el concilio Vaticano II su adecuada formulación, confirmó con su
autoridad apostólica un camino y una forma de vida que ya desde hacía un siglo habían atraído a
muchos cristianos, hombres y mujeres: se comprometían a seguir a Cristo virgen, pobre y
obediente, permaneciendo en la condición de vida del propio estado secular. En esta primera fase
de la historia de los Institutos Seculares, es hermoso reconocer la entrega y el sacrificio de tantos
hermanos y hermanas en la fe que afrontaron con intrepidez el desafío de los tiempos nuevos.
Dieron un testimonio coherente de verdadera santidad cristiana en las condiciones más diversas
de trabajo, casa e inserción en la vida social, económica y política de las comunidades humanas a
las que pertenecían.
No podemos olvidar la inteligente pasión con la que algunos grandes hombres de Iglesia
acompañaron este camino durante los años que precedieron inmediatamente a la promulgación de
la Provida Mater Ecclesia. De todos ellos, además del mencionado Pontífice, me complace
recordar con afecto y gratitud al entonces sustituto de la Secretaría de Estado, el futuro Papa
Pablo VI, monseñor Giovanni Battista Montini, y a quien cuando fue publicada la constitución
apostólica era subsecretario de la Congregación de los religiosos, el venerado cardenal Arcadio
Larraona, quienes desempeñaron un papel importante en la elaboración y definición de la
doctrina y de las opciones canónicas contenidas en el documento.
*
Original italiano en O.R. 2-2-97.
61
Una visión profética
2. A medio siglo de distancia, la Provida Mater Ecclesia conserva aún gran actualidad. Lo habéis
puesto de manifiesto durante los trabajos de vuestro simposio internacional. Más aún se
caracteriza por su inspiración profética, que merece destacarse. En efecto la forma de vida de los
Institutos Seculares se muestra hoy más que nunca, como una providencial y eficaz modalidad de
testimonio evangélico en las circunstancias determinadas por la actual condición cultural y social
en la que la Iglesia está llamada a vivir y a ejercer su propia misión. Con la aprobación de estos
institutos, la constitución, coronando una tensión espiritual que animaba la vida de la Iglesia, por
lo menos desde los tiempos de san Francisco de Sales, reconocía que la perfección de la vida
cristiana podía y debía vivirse en toda circunstancia y situación existencial, pues la vocación a la
santidad es universal (cfr. Provida Mater Ecclesia, 118). En consecuencia, afirmaba que la vida
religiosa - entendida en su propia forma canónica - no agotaba en sí misma toda posibilidad de
seguimiento integral del Señor, y deseaba que por la presencia y el testimonio de la consagración
secular tuviera lugar una renovación cristiana de la vida familiar, profesional y social, gracias a la
cual surgieran formas nuevas y eficaces de apostolado, dirigidas a personas y ambientes
normalmente alejados del Evangelio y casi impenetrables a su anuncio.
Transformar el mundo desde dentro
3. Hace ya algunos años, dirigiéndome a los participantes en el II Congreso Internacional de los
Institutos Seculares, afirmaba que se encuentran "en el centro, por así decir, del conflicto que
desasosiega y desgarra el alma moderna" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 21
de septiembre de 1980, p. 2). Con esas palabras deseaba yo hacerme eco de algunas
consideraciones de mi venerado predecesor Pablo VI, que había dicho que los Institutos Seculares
eran la respuesta a una inquietud profunda: la de encontrar el camino de la síntesis entre la plena
consagración de la vida según los consejos evangélicos y la plena responsabilidad de una
presencia y de una acción que transforme el mundo desde dentro, para plasmarlo, perfeccionarlo
y santificarlo (cfr. L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de febrero de 1972, p.
1).
En efecto, por una parte, asistimos a la rápida difusión de formas de religiosidad que
proponen experiencias fascinantes, y en algunos casos también comprometedoras y exigentes.
Pero el énfasis se pone en el nivel emotivo y sensible de la experiencia, más que en el ascético y
espiritual. Se puede reconocer que tales formas de religiosidad tratan de responder a un anhelo
cada vez más renovado de comunión con Dios y de búsqueda de la verdad última sobre Él y sobre
el destino de la humanidad. Y se presentan con el atractivo de la novedad y del fácil
universalismo. Pero estas experiencias suponen una concepción ambigua de Dios, que no
corresponde a la que ofrece la Revelación. Además, están desarraigadas de la realidad y de la
historia concreta de la humanidad.
A esta religiosidad se contrapone una falsa concepción de la secularidad, según la cual
Dios es ajeno a la construcción del futuro de la humanidad. La relación con él se considera una
elección privada y una cuestión subjetiva, que al máximo se puede tolerar, siempre que no
pretenda influir de alguna manera en la cultura o en la sociedad.
Un gran desafío
4. ¿Cómo afrontar, por tanto, este gran conflicto que afecta al espíritu y al corazón de la
humanidad contemporánea? Se convierte en un desafío para el cristiano: el desafío de
62
transformarse en agente de una nueva síntesis entre la máxima adhesión posible a Dios y a su
voluntad y la máxima participación posible en las alegrías y esperanzas, angustias y dolores del
mundo, para orientarlos hacia el proyecto de salvación integral que Dios Padre nos ha
manifestado en Cristo y que continuamente pone a nuestra disposición por el don del Espíritu
Santo.
Los miembros de los Institutos Seculares se comprometen precisamente a realizar esto,
expresando su plena fidelidad a la profesión de los consejos evangélicos en una forma de vida
secular, llena de riesgos y exigencias con frecuencia imprevisibles, pero con una gran
potencialidad específica y original.
Testigos de Cristo
5. Portadores humildes y convencidos de la fuerza transformadora del reino de Dios y testigos
valientes y coherentes del deber y de la misión de evangelización de las culturas y de los pueblos,
los miembros de los Institutos Seculares son, en la historia, signo de una Iglesia amiga de los
hombres, capaz de ofrecer consuelo en todo tipo de aflicción y dispuesta a sostener todo progreso
verdadero de la convivencia humana, pero, al mismo tiempo, intransigente frente a toda elección
de muerte, de violencia, de mentira y de injusticia. También son para los cristianos signo y
exhortación a cumplir el deber de cuidar, en nombre de Dios, una creación que sigue siendo
objeto del amor y la complacencia de su Creador, aunque esté marcada por la contradicción de la
rebeldía y del pecado, y necesite ser liberada de la corrupción y la muerte.
¿Acaso hay que sorprenderse de que el ambiente en que deberán actuar esté
frecuentemente poco dispuesto a comprender y aceptar su testimonio?
La Iglesia espera hoy hombres y mujeres que sean capaces de dar un testimonio renovado
del Evangelio y de sus exigencias radicales, estando dentro de la condición existencial de la
mayoría de las personas. Y también el mundo, con frecuencia sin darse cuenta, desea el encuentro
con la verdad del Evangelio para un progreso verdadero e integral de la humanidad, según el plan
de Dios.
En esa situación, es necesario que los miembros de los Institutos Seculares tengan una
gran determinación y una límpida adhesión al carisma típico de su consagración: el de realizar la
síntesis de fe y vida, de Evangelio e historia humana, y de entrega integral a la gloria de Dios y
disponibilidad incondicional a servir a la plenitud de la vida de sus hermanos y hermanas en este
mundo.
Los miembros de los Institutos Seculares se encuentran, por vocación y misión, en una
encrucijada donde coinciden la iniciativa de Dios y la espera de la creación: la iniciativa de Dios,
que llevan al mundo mediante su amor y su unión íntima con Cristo; la espera de la creación, que
comparten en la condición diaria y secular de sus semejantes, viviendo las contradicciones y las
esperanzas de todo ser humano, especialmente de los más débiles y de los que sufren.
En cualquier caso, a los Institutos Seculares se les confía la responsabilidad de recordar a
todos esta misión, testimoniándola con una consagración especial, con la radicalidad de los
consejos evangélicos, para que toda la comunidad cristiana realice cada vez con mayor empeño la
tarea que Dios, en Cristo, le ha encomendado con el don de su Espíritu (cfr. exhortación
apostólica Vita consecrata, 17-22).
63
Levadura y sal del mundo
6. E1 mundo contemporáneo es particularmente sensible ante el testimonio de quien sabe aceptar
con valentía el riesgo y la responsabilidad del discernimiento de su tiempo y del proyecto de
edificación de una humanidad nueva y más justa. Nos ha tocado vivir en un tiempo de grandes
transformaciones culturales y sociales.
Por este motivo, es cada vez más evidente que la misión del cristiano en el mundo no
puede reducirse a un puro y simple ejemplo de honradez, competencia y fidelidad al deber. Todo
esto se supone. Se trata de revestirse de los mismos sentimientos de Cristo Jesús para ser signos
de su amor en el mundo. Este es el sentido y la finalidad de la auténtica secularidad cristiana y,
por tanto, el fin y el valor de la consagración cristiana que se vive en los Institutos Seculares.
En esta línea es muy importante que los miembros de los Institutos Seculares vivan
intensamente la comunión fraterna, tanto dentro del propio instituto como con los miembros de
otros institutos. Precisamente porque están inmersos como la levadura y la sal en el mundo,
deberían considerarse testigos privilegiados del valor de la fraternidad y de la amistad cristiana,
hoy tan necesarias, sobre todo en las grandes áreas urbanizadas, donde se halla gran parte de la
población mundial.
Albergo la esperanza de que cada Instituto Secular se convierta en un gimnasio de amor fraterno,
en una hoguera encendida, que proporcione luz y calor a muchos hombres y mujeres para la vida
del mundo.
María, vuestro modelo
7. En fin, pido a María que dé a todos los miembros de los Institutos Seculares la lucidez con que
ella mira la situación del mundo, la profundidad de su fe en la palabra de Dios y la prontitud de
su disponibilidad a realizar sus misteriosos designios, para una colaboración cada vez más eficaz
en la obra de la salvación
Al depositar en sus manos maternas el futuro de los Institutos Seculares, porción elegida
del pueblo de Dios, os imparto la bendición apostólica a cada uno de vosotros, y con mucho gusto
la extiendo a todos los miembros de los Institutos Seculares esparcidos en los cinco continentes
(Original italiano en O.R. 2-2-97).
Juan Pablo II
64
“CHRISTIFIDELES LAICI”
Exortación apostólica del Papa JUAN PABLO II
Las diversas vocaciones laicales
56. La rica variedad de la Iglesia encuentra su ulterior manifestación dentro de cada uno de los
estados de vida. Así, dentro del estado de vida laical se dan diversas vocaciones, o sea, diversos
caminos espirituales y apostólicos que afectan a cada uno de los fieles laicos. En el álveo de una
vocación laical "común" florecen vocaciones laicales "particulares". En este campo podemos
recordar también la experiencia espiritual que ha madurado recientemente en la Iglesia con el
florecer de diversas formas de Institutos Seculares. A los fieles laicos, y también a los mismos
sacerdotes está abierta la posibilidad de profesar los consejos evangélicos de pobreza, castidad y
obediencia a través de los votos o las promesas, conservando plenamente la propia condición
laical o clerical.30 Como han puesto de manifiesto los Padres sinodales, "el Espíritu Santo
promueve también otras formas de entrega de sí mismo a las que se dedican personas que
permanecen plenamente en la vida laical".31
Podemos concluir releyendo una hermosa página de san Francisco de Sales, que tanto ha
promovido la espiritualidad de los laicos.32 Hablando de la "devoción", es decir, de la perfección
cristiana o "vida según el Espíritu", presenta de manera simple y espléndida la vocación de todos
los cristianos a la santidad y, al mismo tiempo, el modo específico con que cada cristiano la
realiza: "En la creación Dios mandó a las plantas producir sus frutos, cada una 'según su especie'
(Gn 1, 11). El mismo mandamiento dirige a los cristianos, que son plantas vivas de su Iglesia,
para que produzcan frutos de devoción, cada uno según su estado y condición. La devoción debe
ser practicada en modo diverso de la practicada por el hidalgo, por el artesano, por el sirviente,
por el príncipe, por la viuda, por la mujer soltera y por la casada. Pero esto no basta; es necesario
además conciliar la práctica de la devoción con las fuerzas, con las obligaciones y deberes de
cada persona (...) . Es un error - mejor dicho, una herejía - pretender excluir el ejercicio de la
devoción del ambiente militar, del taller de los artesanos, de la corte de los príncipes, de los
hogares de los casados. Es verdad, Filotea, que la devoción puramente contemplativa, monástica
y religiosa sólo puede ser vivida en estos estados, pero además de estos tres tipos de devoción,
hay muchos otros capaces de hacer perfectos a quienes viven en condiciones seculares. Por eso,
en cualquier lugar que nos encontremos, podemos y debemos aspirar a la vida perfecta".33
Colocándose en esa misma línea, el concilio Vaticano II escribe: "Este comportamiento
espiritual de los laicos debe asumir una peculiar característica del estado de matrimonio y familia,
de celibato o de viudez, de la condición de enfermedad, de la actividad profesional y social. No
dejen, por tanto, de cultivar constantemente las cualidades y las dotes otorgadas correspondientes
a tales condiciones, y de servirse de los propios dones recibidos del Espíritu Santo".34
30
Cfr. PI0 XII, const. apostólica Provida Mater (2 de febrero de 1947): AAS 39 (1947) 114-124; C.I.C., c. 573.
Propositio, 6.
32
Cfr. PABLO VI, carta apostólica Sabaudiae gemma (29 de enero de 1967): AAS 59 (1967) 113-123.
33
SAN FRANCISCO DE SALES, Introduction à la vie dévote I, III: Oeuvres complètes, Monastère de la Visitation,
Annecy 1893, III, 19-21.
34
VATICANO II, decreto sobre el apostolado de los laicos Apostolicam actuositatem, 4.
31
65
Lo que vale para las vocaciones espirituales vale también, y en cierto sentido con mayor
motivo, para las infinitas diversas modalidades según las cuales todos y cada uno de los
miembros de la Iglesia son obreros que trabajan en la viña del Señor, edificando el cuerpo místico
de Cristo. En verdad, cada uno es llamado por su nombre, en la unicidad e irrepetibilidad de su
historia personal, a aportar su propia contribución al advenimiento del reino de Dios. Ningún
talento, ni siquiera el más pequeño puede ser escondido o quedar inutilizado (cfr. Mt 25, 24-27).
E1 apóstol Pedro nos advierte: "Que cada cual ponga al servicio de los demás la gracia
que ha recibido, como buenos administradores de las diversas gracias de Dios" (1 P 4, 10).
66
"VITA CONSECRATA"*
Exortación apostólica del Papa JUAN PABLO II
Institutos Seculares
10. E1 Espíritu Santo, admirable artífice de la variedad de los carismas, ha suscitado en nuestro
tiempo nuevas formas de vida consagrada, como queriendo corresponder, según un providencial
designio, a las nuevas necesidades que la Iglesia encuentra hoy al realizar su misión en el mundo.
Pienso en primer lugar en los Institutos Seculares, cuyos miembros quieren vivir la
consagración a Dios en el mundo mediante la profesión de los consejos evangélicos en el
contexto de las estructuras temporales, para ser así levadura de sabiduría y testigos de gracia
dentro de la vida cultural, económica y política. Mediante la síntesis, propia de ellos, de
secularidad y consagración, tratan de introducir en la sociedad las energías nuevas del reino de
Cristo, buscando transfigurar el mundo desde dentro con la fuerza de las bienaventuranzas. De
este modo, mientras la total pertenencia a Dios les hace plenamente consagrados a su servicio, su
actividad en las normales condiciones laicales contribuye, bajo la acción del Espíritu, a la
animación evangélica de las realidades seculares. Los Institutos Seculares contribuyen de este
modo a asegurar a la Iglesia, según la índole específica de cada uno, una presencia incisiva en la
sociedad.35
Una valiosa aportación dan también los Institutos Seculares clericales, en los que
sacerdotes pertenecientes al presbiterio diocesano, aun cuando se reconoce a algunos de ellos la
incardinación en el propio Instituto, se consagran a Cristo mediante la práctica de los consejos
evangélicos según un carisma específico. Encuentran en las riquezas espirituales del Instituto al
que pertenecen una ayuda para vivir intensamente la espiritualidad propia del sacerdocio y, de
este modo, ser fermento de comunión y de generosidad apostólica entre los hermanos.
El valor especial de la vida consagrada
32. En este armonioso conjunto de dones, se confía a cada uno de los estados de vida
fundamentales la misión de manifestar, en su propia categoría, una u otra de las dimensiones del
único misterio de Cristo. Si la vida laical tiene la misión particular de anunciar el evangelio en
medio de las realidades temporales, en el ámbito de la comunión eclesial desarrollan un
ministerio insustituible los que han recibido el Orden sagrado, especialmente los obispos. Ellos
tienen la tarea de apacentar el pueblo de Dios con la enseñanza de la Palabra, la administración de
los Sacramentos y el ejercicio de la potestad sagrada al servicio de la comunión eclesial, que es
comunión orgánica, ordenada jerárquicamente.36
*
La elección de algunos números de este importante documento, tiene el riesgo de empobrecer y determinar su
contenido. Asumimos el riesgo alentados por la esperanza de que todo él será objeto de reflexión en nuestra vida.
35
Cfr Propositio 11.
36
Cfr. ibid, 12; JUAN PABLO II, Christifideles laici, 20-21.
67
Como expresión de la santidad de la Iglesia, se debe reconocer una excelencia objetiva a
la vida consagrada, que refleja el mismo modo de vivir de Cristo. Precisamente por esto, ella es
una manifestación particularmente rica de los bienes evangélicos y una realización más completa
del fin de la Iglesia que es la santificación de la humanidad. La vida consagrada anuncia y, en
cierto sentido, anticipa el tiempo futuro, cuando, alcanzada la plenitud del reino de los cielos
presente ya en germen y en el misterio,37 los hijos de la resurrección no tomarán mujer o marido,
sino que serán como ángeles de Dios (cfr. Mt 22, 30).
En efecto, la excelencia de la castidad perfecta por el reino,38 considerada con razón la
"puerta" de toda la vida consagrada,39 es objeto de la constante enseñanza de la Iglesia. Ésta
manifiesta, al mismo tiempo, gran estima por la vocación al matrimonio, que hace de los
cónyuges "testigos y colaboradores de la fecundidad de la Madre Iglesia como símbolo y
participación de aquel amor con el que Cristo amó a su esposa y se entregó por ella".40
En este horizonte común a toda la vida consagrada, se articulan vías distintas entre sí,
pero complementarias. Los religiosos y las religiosas dedicados íntegramente a la contemplación
son en modo especial imagen de Cristo en oración en el monte.41 Las personas consagradas de
vida activa lo manifiestan "anunciando a las gentes el reino de Dios curando a los enfermos y
lisiados, convirtiendo a los pecadores en fruto bueno, bendiciendo a los niños y haciendo el bien a
todos".42 Las personas consagradas en los Institutos Seculares realizan un servicio particular para
la venida del reino de Dios, uniendo en una síntesis específica el valor de la consagración y el de
la secularidad. Viviendo su consagración en el mundo y a partir del mundo,43 "se esfuerzan por
impregnar todas las cosas con el espíritu evangélico, para fortaleza y crecimiento del cuerpo de
Cristo".44 Participan, para ello, en la obra evangelizadora de la Iglesia mediante el testimonio
personal de vida cristiana, el empeño por ordenar según Dios las realidades temporales, la
colaboración en el servicio de la comunidad eclesial, de acuerdo con el estilo de vida secular que
les es propio.45
Organismos de coordinación
53. Las Conferencias de Superiores y de Superioras mayores y las Conferencias de los Institutos
Seculares pueden dar una notable contribución a la comunión. Estimulados y regulados por el
concilio Vaticano II46 y por documentos posteriores,47 estos organismos tienen como principal
objetivo la promoción de la vida consagrada, engarzada en la trama de la misión eclesial.
A través de ellos los Institutos expresan la comunión entre sí y buscan los medios para
reforzarla, con respeto y aprecio por el valor específico de cada uno de los carismas, en los que se
37
Cfr.LG 5.
Cfr. CONCILIO DE TRENTO, ses. XXXIV, can. 10; Pio XII, Sacra virginitas; AAS 46 (1964), 176.
39
Cfr. Propositio 17.
40
LG 41
41
Cfr. ibid 46
42
Ibid
43
Cfr. Pío XII, Primo feliciter, 6
44
Código de Derecho Canónico can. 713, 1; cfr. Codigo de los Cánones de las Iglesias Orientales can. 563, 2
45
Cfr. Código de Derecho Canónico can. 713, 2. En este mismo can. 713, 3 se habla decididamente de los
"miembros clérigos".
46
Cfr. PC 23
47
Cfr. CONGREGACION PARA LOS RELIGIOSOS Y LOS INSTITUTOS SECULARES Y CONGREGACIÓN
PARA LOS OBISPOS, Criterios pastorales sobre las relaciones entre obispos y religiosos en la Iglesia, Mutuae
relationes (14 de mayo de 1978), 21, 61; AAS 70 (1978), 486, 503-504; Código de Derecho Canónico, can. 708-709.
38
68
refleja el misterio de la Iglesia v la multiforme sabiduría de Dios.48 Aliento, pues, a los Institutos
de vida consagrada a que se presten asistencia mutua, especialmente en aquellos países en los
que, debido a particulares dificultades, la tentación de replegarse sobre sí puede ser fuerte, con
perjuicio de la vida consagrada misma y de la Iglesia. Es preciso, por el contrario, que se ayuden
recíprocamente en su intento de comprender el designio de Dios en los actuales avatares de la
historia, para así responder mejor con iniciativas apostólicas adecuadas.49 En este horizonte de
comunión, abierto a los desafíos de nuestro tiempo, los Superiores y las Superioras "actuando en
sintonía con el episcopado", procuren aprovecharse "del trabajo de los mejores colaboradores de
cada Instituto y ofrecer servicios que no sólo ayuden a superar eventuales límites, sino que
también creen un estilo válido de formación a la vida religiosa".50
Exhorto a las Conferencias de los Superiores y de las Superioras mayores y a las
Conferencias de los Institutos Seculares a que mantengan contactos frecuentes y regulares con la
Congregación para los Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, como
expresión de su comunión con la Santa Sede. También debe tenerse una relación activa y
confiada con las Conferencias Episcopales de cada país. Según el espíritu del documento Mutuae
relationes, es conveniente que dicha relación adquiera una forma estable, para hacer así posible
una coordinación tempestiva y duradera de las iniciativas que vaya surgiendo. Si todo esto se
lleva a la práctica con perseverancia y espíritu de adhesión fiel a las directrices del Magisterio,
esta relación adquiere una forma estable, para hacer así posible una coordinación tempestiva y
duradera de las iniciativas que vayan surgiendo. Si todo esto se lleva a la práctica con
perseverancia y espíritu de adhesión fiel a las directrices del Magisterio, los organismos de
conexión y de comunión se revelarán sumamente útiles para encontrar soluciones que eviten
incomprensiones, tanto en el terreno teórico como en el práctico;51 de este modo serán un soporte
válido no sólo para promover la comunión entre los Institutos de vida consagrada y los obispos,
sino para contribuir también al desempeño de la misión misma de la Iglesia particular.
Presentes en todos los rincones de la tierra
78. "El amor de Cristo nos apremia" (2 Co 5,14): los miembros de cada Instituto deberían repetir
estas palabras con el Apóstol, por ser tarea de la vida consagrada el trabajar en todo el mundo
para consolidar y difundir el reino de Cristo, llevando el anuncio del Evangelio a todas partes,
hasta las regiones más lejanas.52 De hecho, la historia misionera testimonia la gran aportación que
han dado a la evangelización de los pueblos: desde las antiguas Familias monásticas hasta las más
recientes Fundaciones dedicadas de manera exclusiva a la misión ad gentes, desde los Institutos
de vida activa a los de vida contemplativa,53 innumerables personas han gastado sus energías en
esta "actividad primaria de la Iglesia, esencial y nunca concluida",54 puesto que se dirige a la
multitud creciente de aquellos que no conocen a Cristo.
Este deber continúa urgiendo hoy a los Institutos de vida consagrada y a las Sociedades de
vida apostólica: el anuncio del Evangelio de Cristo espera de ellos la máxima aportación posible.
48
Cfr PC l; LG 46
Cfr. GS 4
50
Mensaje a la XIV Asamblea general de la Conferencia de Religiosos de Brasil (1 de julio de 1986), 4;
L'Osservatore romano (16 de noviembre de 1986), 9.
51
Cfr. CONGREGACIÓN PARA LOS RELIGOSOS Y LOS INSTITUTOS SECULARES Y CONGREGACIÓN
PARA LOS OBISPOS, Criterios pastorales sobre las relaciones entre obispos y religiosos en la Iglesia, Mutuae
relationes (14 de mayo de 1978), 63; 65; AAS 70 (1978), 504-505.
52
Cfr. LG 44
53
Cfr. JUAN PABLO II, Redemptoris missio 69; CEC 927
54
Cfr JUAN PABLO II, Redemptoris missio 31.
49
69
También los Institutos que surgen y que operan en las Iglesias jóvenes están invitados a abrirse a
la misión entre los no cristianos, dentro y fuera de su patria. A pesar de las comprensibles
dificultades que algunos de ellos puedan atravesar, conviene recordar a todos que, así como "la fe
se fortalece dándola",55 también la misión refuerza la vida consagrada, le infunde un renovado
entusiasmo y nuevas motivaciones, y estimula su fidelidad. Por su parte, la actividad misionera
ofrece amplios espacios para acoger las variadas formas de vida consagrada.
La misión ad gentes ofrece especiales y extraordinarias oportunidades a las mujeres
consagradas, a los religiosos hermanos y a los miembros de Institutos Seculares, para una acción
apostólica particularmente incisiva. Estos últimos, además, con su presencia en los diversos
ámbitos típicos de la vida laical, pueden desarrollar una preciosa labor de evangelización de los
ambientes, de las estructuras y de las mismas leyes que regulan la convivencia. Ellos pueden
también testimoniar los valores evangélicos estando al lado de personas que no conocen aún a
Jesús, contribuyendo de este modo específico a la misión.
Se ha de subrayar que en los países donde tienen amplia raigambre religiones no
cristianas, la presencia de la vida consagrada adquiere una gran importancia, tanto con
actividades educativas, caritativas y culturales, como con el signo de la vida contemplativa. Por
esto se debe alentar de manera especial la fundación en la nuevas Iglesias de comunidades
entregadas a la contemplación, dado que "la vida contemplativa pertenece a la plenitud de la
presencia de la Iglesia".56 Es preciso, además, promover con medios adecuados una distribución
equitativa de la vida consagrada en sus varias formas, para suscitar un nuevo impulso
evangelizador, bien con el envío de misioneros y misioneras, bien con la debida ayuda de los
Institutos de vida consagrada a las diócesis más pobres.57
Necesidad de un renovado compromiso en el campo educativo
97. Con un delicado respeto, pero con arrojo misionero, los consagrados y consagradas pongan de
manifiesto que la fe en Jesucristo ilumina todo el campo de la educación sin prejuicios sobre los
valores humanos, sino más bien confirmándolos y elevándolos. De este modo se convierten en
testigos e instrumentos del poder de la Encarnación y de la fuerza del Espíritu. Esta tarea es una
de las expresiones más significativas de la Iglesia que, a imagen de María, ejerce su maternidad
para con todos sus hijos.58
Es éste el motivo que ha llevado al Sínodo a exhortar insistentemente a las personas
consagradas a que asuman con renovada entrega a la misión educativa, allí donde sea posible, con
escuelas de todo tipo y nivel, con Universidades e Institutos superiores.59 Haciendo mía la
indicación sinodal, invito a todos los miembros de los Institutos que se dedican a la educación a
que sean fieles a su carisma originario y a sus tradiciones, conscientes de que el amor preferencial
por los pobres tiene una singular aplicación en la elección de los medios adecuados para liberar a
los hombres de esa grave miseria que es la falta de formación cultural y religiosa.
Dada la importancia que revisten las Universidades y Facultades católicas y eclesiásticas
en el campo de la educación y de la evangelización, los Institutos que las dirigen han de ser muy
conscientes de su responsabilidad, haciendo que en ellas, a la vez que se dialoga activamente con
55
Ibid. 2.
AG 18; Cfr. JUAN PABLO II, Redemptoris missio 69.
57
Cfr. Propositio 38
58
Sapientia christiana II
59
Cfr. Propositio 41
56
70
la cultura actual, se conserve la índole católica que les es peculiar, en plena fidelidad al
Magisterio de la Iglesia. Los miembros de estos Institutos y Sociedades además, y según las
circunstancias de cada lugar, han de estar preparados y dispuestos para entrar en las estructuras
educativas estatales. A este tipo de presencia están especialmente llamados, por su vocación
específica, los miembros de los Institutos Seculares.
Evangelizar la cultura
98. Los Institutos de Vida Consagrada han tenido siempre un gran influjo en la formación y en la
transmisión de la cultura.
Son muchas las personas consagradas que han promovido la cultura, investigando y
promoviendo frecuentemente las culturas autóctonas. La Iglesia es hoy muy consciente de la
necesidad de contribuir a la promoción de la cultura y el diálogo entre cultura y fe.60
Los consagrados han de sentirse interpelados ante esta urgencia. Están llamados también a
individuar, en el anuncio de la Palabra de Dios, los métodos más apropiados a las exigencias de
los diversos grupos humanos y de los múltiples ámbitos profesionales, a fin de que la luz de
Cristo alcance a todos los sectores de la existencia humana, y el fermento de la salvación
transforme desde dentro la vida social favoreciendo una cultura impregnada de los valores
evangélicos.61
... En la diversidad de los Carismas y de las posibilidades reales de cada Instituto, la
dedicación al estudio no puede reducirse a la formación inicial o a la consecución de títulos
académicos y de competencias profesionales. El estudio es más bien manifestación del insaciable
deseo de conocer siempre más profundamente a Dios, abismo de luz y fuente de toda verdad
humana. Por este motivo no es algo que aísla a la persona consagrada en un intelectualismo
abstracto, ni la aprisiona en las redes de un narcisismo sofocante, por el contrario, fomenta el
diálogo y la participación, educa la capacidad de juicio, alienta la contemplación y la plegaría en
la búsqueda de Dios y de su actuación en la compleja realidad del mundo contemporáneo.
La persona consagrada, dejándose transformar por el Espíritu, se capacita para ampliar el
horizonte de los angostos deseos humanos y para captar, al mismo tiempo los aspectos más
hondos de cada individuo y de su historia, que van más allá que las apariencias más vistosas
quizás, pero frecuentemente marginales. Los retos que emergen hoy en las diversas culturas son
innumerables. Retos provenientes de los campos en los que tradicionalmente ha estado presente
la vida consagrada o de los nuevos ámbitos. Con todos ellos es urgente mantener fecundas
relaciones, con una actitud de vigilante sentido crítico, pero también de atención confiada hacia
quien se enfrenta a las dificultades típicas del trabajo intelectual, especialmente cuanto, ante la
presencia de los problemas inéditos de nuestro tiempo, es preciso intentar nuevos análisis y
nuevas síntesis.62 No se puede realizar una seria y válida evangelización de los nuevos ámbitos en
los que se elabora y se transmite la cultura sin una colaboración activa con los laicos presentes en
ellos.
60
Sapientia christiana II.
Cfr. Propositio 36
62
Cfr. GS 5.
61
71
Presencia en el mundo de las comunicaciones sociales
99. De igual manera que en el pasado las personas consagradas han sabido servir a la
evangelización con todos los medios, afrontando con genialidad los obstáculos, también hoy
están llamadas nuevamente por la exigencia de testimoniar el Evangelio a través de los medios de
comunicación social. Estos medios han adquirido una capacidad de difusión cósmica mediante
poderosas tecnologías capaces de llegar hasta el último rincón de la tierra. Las personas
consagradas especialmente cuando por su carisma institucional trabajan en este campo, han de
adquirir un serio conocimiento del lenguaje propio de estos medios, para hablar de Cristo de
manera eficaz al hombre actual, interpretando sus gozos y esperanzas, sus tristezas y
angustias,63 y contribuir de este modo a la construcción de una sociedad en la que todos se
sientan hermanos y hermanas en camino hacia Dios.
No obstante dado su extraordinario poder de persuasión, es preciso es tar alerta ante el uso
inadecuado de tales medios, sin ignorar los problemas que se pueden derivar para la vida
consagrada misma, que ha de afrontarlos con el debido discernimiento.64 Sobre este punto, la
respuesta de la Iglesia es ante todo educativa, tiende a promover una actitud de correcta
comprensión de los mecanismos subyacentes y de atenta valoración ética de los programas, y la
adopción de sanas costumbres en su uso.65
En esta tarea educativa, orientada a formar receptores entendidos y comunicadores
expertos, las personas consagradas están llamadas a ofrecer su particular testimonio sobre la
relatividad de todas las realidades visibles, ayudando a los hermanos a valorarlas según el
designio de Dios, pero también a liberarse de la influencia obsesiva en la escena de este mundo
que pasa (cfr. l Co 7.31).
Todos los esfuerzos en este nuevo e importante campo apostólico han de ser alentados,
con el fin de que el Evangelio de Cristo se transmita también a través de estos medios modernos.
Los diversos Institutos han de estar disponibles para cooperar en la realización de proyectos
comunes en los varios sectores de la comunicación social, aportando fuerzas, medios y personas.
Que las personas consagradas, además y especialmente los miembros de los Institutos Seculares,
presten de buen grado sus servicios, según las oportunidad pastorales, en la formación religiosa
de los responsables de la comunicación social, pública o privada, para que se eviten, de una parte,
los daños provocados por un uso adulterado de los medios, y de otra, se promueva una mejor
calidad de las transmisiones con mensajes respetuosos de la ley moral y ricos en valores humanos
y cristianos.
63
Ibid.,1
Cfr. CONGREGACION PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE
VIDA APOSTÓLICA, La vida fraterna en comunidad “Congregavit nos in unum Christi amor”, 34.
65
Cfr. Mensaje para la XXVIII jornada de las comunicaciones sociales.
64
72
SCRIS
LAS PERSONAS CASADAS
Y LOS INSTITUTOS SECULARES*
La vocación propia de los Institutos Seculares, vocación de presencia en los valores de las
realidades temporales, ha llevado a algunos de ellos a prestar su atención a la familia y al
"carácter sagrado del matrimonio" (GS 4-9).
Esta atención puede traducirse en realizaciones diversas. Se puede tratar, por ejemplo, de
trabajar directamente por la causa de la familia cristiana; nacen entonces algunos institutos con
esta finalidad específica. Si se quiere permitir a personas casadas que participen en la
espiritualidad y en la vida de un Instituto, pues he aquí que de hecho se les ofrece esta
posibilidad: algunos Institutos Seculares dan a tales personas directrices y apoyo para vivir un
compromiso cristiano en el matrimonio y las consideran como sus miembros en sentido lato.
Los documentos fundamentales relativos a los Institutos Seculares - en particular la
Instrucción Cum Sanctissimus (art. VII, a)- prevén en efecto la admisión de estos miembros; pero
el principio general comporta aplicaciones diferentes, y surgen los problemas.
Para tener una visión completa de la realidad tal como se presenta, la Sección para los
Institutos Seculares efectuó una encuesta en 1973, dirigida a los Institutos cuyas Constituciones
determinan la existencia de miembros en sentido lato. El resultado de la encuesta ha puesto de
relieve una gran variedad para ciertos aspectos relativos a estos miembros: compromisos,
participación en la vida del Instituto según modos y grados diversos, etc. Algún Instituto ha
querido incluso prever la posibilidad de acoger a las personas casadas de manera completa.
La sección para los Institutos Seculares no ha juzgado necesario volver oficialmente sobre
una disposición ya clara, definitiva y conocida como la de la castidad en el celibato para los
miembros en sentido estricto de Institutos Seculares. No obstante - sobre todo para apreciar si
conviene dar directrices respecto a los miembros en sentido lato -, ha decidido interesar en este
problema a sus nueve consultores. Con un breve cuestionario, les ha presentado a su reflexión:
por una parte, la presencia de personas casadas como miembros en sentido lato; por otra, la
eventualidad de una integración completa de estas personas en los Institutos Seculares.
El conjunto de respuestas ha mostrado la necesidad de someter la cuestión al Congreso en
vista de eventuales decisiones. Como se sabe, el Congreso es el órgano colegial de la
Congregación, componiéndose del Cardenal Prefecto, del Secretario, del Subsecretario y de los
Oficiales de la Sección. Además se beneficia de la contribución de expertos, especialmente
previstos para el tema estudiado. Posee las funciones de estudio, de examen y de decisión (cfr.
Informationes, Anno I, n. 1, p. 52).
Para el citado Congreso, la Sección pidió a dos expertos (teólogos y canonistas) que
examinaran la cuestión que nos ocupa y que expresaran su parecer motivado, teniendo en cuenta
las respuestas de los consultores.
*
El texto original es en francés.
73
Presentamos, pues, en una primera parte, una síntesis de las respuestas de los consultores
y en una segunda parte, las conclusiones y decisiones del Congreso.
I. La consulta
La síntesis de las respuestas a esta consulta pone de relieve las tres afirmaciones siguientes:
- la castidad en el celibato debe ser absolutamente afirmada para los miembros de los
Institutos Seculares.
- las personas casadas pueden ser miembros en sentido lato de tales Institutos mediante
ciertas medidas de prudencia.
- el nacimiento de Asociaciones de personas casadas sería deseable...
A) LA CASTIDAD EN EL CELIBATO PARA
LOS MIEMBROS DE INSTITUTOS SECULARES
La afirmación se apoya en:
a) Motivos doctrinales y canónicos
La Carta de los Institutos Seculares es suficientemente clara en la materia: "Los socios
que desean ser adscritos a los Institutos como miembros en sentido estricto, además de aquellos
ejercicios de piedad y abnegación a que todos los que aspiran a la perfección de la vida cristiana
es necesario que se dediquen, deben tender eficazmente a ésta por los peculiares modos que aquí
se enuncian:
1° Por la profesión hecha ante Dios del celibato y castidad perfecta, afirmada con voto, juramento
o consagración que obligue en conciencia..." (PM, art. III).
Ahora bien, los desarrollos ulteriores de la doctrina no han hecho sino confirmar esta
condición esencial, es decir, la profesión hecha ante Dios del celibato y de la castidad perfecta.
Para convencerse basta con referirse a los textos conciliares y posconciliares, especialmente: LG
42-44; PC 11, Discursos de Pablo VI. Es lo que expresa uno de los consultores en estos términos:
"Aun si desde 1947 hasta nuestros días, importantes desarrollos se han verificado en la
doctrina católica del laicado, refiriéndose particularmente al matrimonio, la distinción evangélica
entre la vida de una persona casada y la de un 'célibe por el Reino' no ha sufrido (ni lo podía)
ninguna variación sensible. Más todavía, la gran crisis que se ha manifestado a propósito del
celibato sacerdotal ha permitido ver con más claridad y profundidad en este valor, 'de primer
orden' entre los consejos, que 'siempre ha sido considerado por la Iglesia en grandísima estima'"
(LG 42).
b) Una elección precisa para responder a una llamada del Señor
Con una libre respuesta a la elección del Señor, "el llamado" opta por renunciar a ciertos
bienes, incluso legítimos, en vista del Reino. La renuncia al bien legítimo, que es el matrimonio,
se impone a los miembros de Institutos Seculares que eligen una vida de consagración total a
Dios.
74
Es lo que se desprende también de las respuestas dadas por los consultores:
"... Decidirse a vivir según los consejos evangélicos significa orientarse hacia valores
determinados y limitarse, simultáneamente, renunciando a otros valores..."
"... El sentido peculiar de la elección hecha por los miembros de Institutos Seculares (no
es) por respeto a normas canónicas o por motivos extrínsecos sino exclusivamente como
respuesta gratuita y espontánea a una llamada particular del Señor".
Por su parte, Pablo VI declaraba en 1972 a los Responsables generales de los Institutos
Seculares: "Vuestras opciones de pobreza, castidad y obediencia son modos de participar en la
cruz de Cristo, porque a Él os asocian en la privación de bienes, por otra parte verdaderamente
lícitos y legítimos" (Pablo VI, 20.9.1972).
Esta renuncia a bienes legítimos, el Señor no la pide a todos; no la pide normalmente a los
que viven en el estado matrimonial, los cuales deben - recibiendo y dando- participar en las
alegrías humanas de un hogar cristiano. Esta renuncia total es lo propio de los que Dios llama
especialmente a testimoniarle una preferencia absoluta, y que responden consagrándose a Él
totalmente.
c) La necesidad de evitar confusiones
Estas opciones diferentes hacen que las personas casadas y las consagradas especialmente
a Dios, deben llegar a la perfección de la vida cristiana -a la santidad a la cual todos estamos
llamados -, con modos adaptados a sus situaciones particulares: unos se vinculan al sacramento
del matrimonio, en el sentido que debe permitir a los esposos alcanzar la más alta santidad en el
estado matrimonial; los otros se atan a la substancia de una "consagración especial" al Señor. El
sacramento del matrimonio ofrece a los esposos cristianos los medios para santificarse y dar
gloria a Dios en su propia condición de esposos, en su sublime misión de padre y de madre (cfr.
GS 48); y nada impide a los que lo quieren, recurrir a compromisos evangélicos según su estado,
si ello les ayuda a cumplir perfectamente sus obligaciones y su misión. En cuanto a los fieles que
eligen seguir a Cristo de una manera más íntima, encuentran igualmente en su consagración por
la profesión de los consejos evangélicos, ayuda y gracia para realizar su don total al Señor. Esta
distinción aparece claramente en los textos conciliares, y está subrayada igualmente en las
respuestas de los consultores:
"Se trata de realidades absolutamente distintas, aunque en la línea de una única santidad, y
sería peligroso confundirlas. Sería peligroso para los Institutos Seculares, que terminarían por
perder el verdadero sentido de su carisma; pero sería también peligroso para las personas casadas,
arrastradas a un terreno que terminaría por someterlas a reglas no conformes a su estado de vida".
Pablo VI, en su mensaje del 20.4.1975 para la Jornada Mundial de las Vocaciones, pone
muy de relieve el testimonio específico dado por las almas consagradas a Dios. Subraya en primer
lugar, en este período marcado por la falta de vocaciones, el papel irremplazable jugado por los
laicos de fe y testimonio admirables, mientras que asumen responsabilidades, ejercen
ministerios... Él mismo se alegra por ello y estimula esta promoción del laicado. Pero añade
enseguida:
75
"Pero todo esto - no es necesario decirlo- no suple el ministerio indispensable del
sacerdote, ni el testimonio específico de las almas consagradas. Él las llama. Sin ellos, la
vitalidad cristiana corre el riesgo de cortarse de sus fuentes, la comunidad de desmoronarse, la
Iglesia de secularizarse".
Sin minimizar el testimonio dado por los laicos auténticamente cristianos, el Santo Padre
reconoce que la Iglesia espera de las almas consagradas un testimonio específico, esencial para la
vida misma de toda la comunidad eclesial. Conviene por tanto evitar toda confusión entre el
estado de personas casadas que se comprometen en la práctica de la castidad conyugal, y el de
personas que han elegido la castidad en el celibato para responder a una llamada especial del
Señor. Si es verdad que unas y otras han de tender a la perfección de la caridad cristiana y dar
testimonio del Amor de Cristo, permanece sin embargo que lo hacen necesariamente según dos
caminos diferentes, según dos estados de vida talmente diferentes que no se puede abrazar a la
vez uno y otro.
De esto se deriva que las personas casadas no pueden formar completamente parte de
Institutos Seculares cuyos miembros están esencialmente entregados a la castidad en el celibato.
B) LAS PERSONAS CASADAS, MIEMBROS
EN SENTIDO LATO DE LOS INSTITUTOS SECULARES
Los miembros en sentido lato de un Instituto Secular tienen la posibilidad de seguir en su
condición propia - eventualmente la de personas casadas -, ejerciéndose no obstante en la
perfección evangélica y participando en los beneficios espirituales de un Instituto, en su
apostolado propio, así como en un cierto número de sus exigencias. Es en este sentido preciso en
el que se puede hablar de admisión de personas casadas en un Instituto Secular. Esto supone el
respeto de ciertas medidas de prudencia, en vista de salvaguardar el valor del matrimonio. Estas
medidas, según las respuestas de los consultores, se refieren a los puntos siguientes:
a) Los motivos de la petición de admisión y las condiciones de aceptación
Uno de los consultores hace alusión a los motivos que, en el pasado, han llevado a admitir
a las personas casadas como miembros en sentido lato: por una parte, una cierta primacía
concedida a los "célibes en vista del Reino", y por tanto, la necesidad para los cónyuges de seguir
sus pasos; por otra parte, la necesidad confusa en los Institutos Seculares de crearse una primera
zona de irradiación, no sin referencia al despertar de vocaciones para los mismos Institutos.
Una sola respuesta evoca de manera precisa y actual los motivos de la petición de
admisión y las condiciones de aceptación:
"Se debería examinar con particular cuidado los motivos de los esposos que quieren entrar
en un Instituto Secular. Si resultara una fuga del matrimonio o de una concepción del matrimonio
que lo desvaloriza, se debería rechazar la solicitud. Si el Instituto no diera la posibilidad de vivir
el matrimonio cristianamente, véase perfectamente, el fin de tal pertenencia sería equivocado".
b) El consentimiento del otro cónyuge a la admisión de uno de ellos
Según la casi totalidad de las respuestas sobre este punto, la admisión de una persona
casada como miembro en sentido lato de un Instituto Secular necesita el consentimiento de su
cónyuge. Así como lo observa una de ellas, "la hipótesis contraria se opone a la naturaleza misma
76
del matrimonio entendido ante todo como comunidad espiritual". Uno solo de los consultores es
del parecer que no se debe imponer tal consentimiento, pero supone un entendimiento previo
entre los dos cónyuges:
"Lo mismo que deseo que los dos cónyuges se informen recíprocamente, busquen juntos y
se pongan de acuerdo, lo mismo no impondría a uno de ellos tener que obtener el consentimiento
del otro".
Esto equivale a decir que, normalmente, la admisión de una persona casada en un Instituto
Secular no se debe hacer sin que lo sepa el otro cónyuge.
c) La participación de un miembro casado en el gobierno del Instituto
A este respecto, las respuestas de los consultores son un poco más complejas. Se deduce,
sin embargo, que la participación activa de los miembros casados en el gobierno del Instituto no
parece oportuna. Uno solo de los consultores prevé francamente tal participación, pero deja
entrever serios riesgos:
"Si existen de hecho Institutos Seculares que admiten personas casadas como miembros
en sentido lato: yo sostendría que sus representantes participen al gobierno, pero de manera
proporcional... Es justo, en efecto, que si un Instituto admite personas casadas, que asuma todas
las consecuencias. Hay riesgos: las inevitables implicaciones recíprocas del Instituto en la vida
familiar y de la familia en la vida del Instituto. Además - en un momento histórico en que se hace
particularmente difícil vivir la virginidad -, en el caso de que las personas casadas fueran la
mayoría, los célibes tendrían pocos representantes en el gobierno, de donde se deriva el peligro
de que la virginidad no sea suficientemente valorada".
Según el conjunto de las respuestas, la participación de los miembros casados en el gobierno del
Instituto se considera así:
- en tres respuestas, es una eventualidad a desechar;
- para otros consultores, una representación de los miembros casados en el gobierno del
Instituto puede ser admitida, pero para deliberar de las solas cuestiones que les afectan;
-según uno de ellos, es de desear un gobierno propio para tales
miembros.
Esta última respuesta, que habla de un grupo aparte con un gobierno propio, se relaciona
con el tercer aspecto de nuestra encuesta.
C) SERIA DESEABLE EL NACIMIENTO DE
ASOCIACIONES DE PERSONAS CASADAS...
Este deseo se traduce más o menos explícitamente en todas las respuestas de los consultores. He
aquí los resúmenes de dos proposiciones:
1) "Me gustaría plantear el problema de forma diferente. No: ¿Hay personas casadas interesadas
por los Institutos Seculares; qué lugar se les puede dar en ellos? Sino: ¿Hay personas casadas
atraídas por la perfección evangélica; cómo ayudarlas?
77
La segunda (perspectiva) permitiría una búsqueda más libre y conduciría sin duda a la
verdadera solución. Es la cuestión de la posibilidad de un cierto radicalismo de la vida evangélica
en el matrimonio".
2) "Es de desear que nazcan Asociaciones para los esposos que quieran comprometerse
comunitariamente en seguir a Cristo, en el espíritu de las Bienaventuranzas y de los consejos
evangélicos... Se respondería así al deseo de tantas personas casadas de ver plenamente
reconocidos por la Iglesia el valor santificante del matrimonio y la igualdad sustancial de todos
los miembros del Pueblo de Dios frente al precepto de tender a la perfección de la caridad. La
definición del contenido concreto de los compromisos de obediencia y de pobreza que asumirían
los esposos sólo puede ser el fruto de sus propias experimentación y reflexión. Para que esto se
haga de forma adecuada, resulta absolutamente indispensable que la experimentación y la
reflexión se desarrolle entre esposos, sin confusión con otras formas de vida..."
Del conjunto de las respuestas, se han podido destacar dos ideas:
- Conviene promover Asociaciones de personas casadas. Los motivos alegados se resumen así:
responder a la necesidad sentida por esas personas de unirse para vivir mejor su fe; responder a su
deseo de ver plenamente reconocidos por la Iglesia el valor santificador del matrimonio, y
substancialmente la posibilidad para todos los miembros del Pueblo de Dios de tender a la
perfección de la caridad; ofrecer a estas mismas personas la posibilidad efectiva de un cierto
radicalismo de vida evangélica en el matrimonio.
- Estas Asociaciones de personas casadas serían distintas de los Institutos Seculares.
Al margen de esta segunda afirmación, un solo consultor sugiere que el período de
experimentación podría ser confiado a la solicitud de la Sección para los Institutos Seculares.
II. Las conclusiones y decisiones del Congreso
Tal como lo hemos señalado más arriba, dos expertos han sido llamados a dar su opinión
motivada, durante un Congreso que ha tenido lugar en la sede de esta Congregación. Sus
argumentos se encuentran con los de los consultores y deben agruparse alrededor de los mismos
puntos, sobre los cuales se ha pronunciado el órgano colegial del Dicasterio.
1. La "consagración especial" de los miembros de los Institutos Seculares no puede ser
cuestionada
Los expertos fundan sus afirmaciones especialmente en los principios doctrinales,
mencionando sin embargo los aspectos metafísicos y espirituales de la cuestión. Recuerdan que
los Institutos Seculares constituyen esencialmente un estado de perfección o de consagración
reconocida por la Iglesia, y para ello se apoyan en la enseñanza del Magisterio y en la praxis
seguida estos últimos decenios.
Para los Institutos Seculares, como para los Institutos religiosos, "su naturaleza misma
exige el compromiso de la castidad perfecta en el celibato - lo que excluye necesariamente a las
personas casadas (formaliter ut sic)de la pobreza y de la obediencia".
78
"La enseñanza y la praxis de la Santa Iglesia hasta el Concilio, y los más recientes
discursos del Santo Padre, han determinado clarísimamente la necesidad de la profesión efectiva
de los tres consejos evangélicos... profesión que las personas casadas no pueden emitir".
Y para alejar todo equívoco sobre estos consejos se añade una precisión:
"No se trata de cualquier consejo del Evangelio, sino de los consejos evangélicos 'típicos',
es decir, de la castidad en el celibato, de la pobreza y de la obediencia, asumidos como forma
estable de vida por medio del voto u otro vínculo sagrado reconocido por la Iglesia en un
Instituto. Es lo que caracteriza el miembro de Instituto Secular en el mundo, distinguiéndolo de
un simple bautizado. Los textos constitucionales de los Institutos Seculares, a saber, Provida
Mater (1, §§ 1-3), Primo Feliciter (II), Cum Sanctissimus (VII a.b), así como los discursos
pontificios no dejan ninguna duda sobre esta 'consagración' que califica al laico en el mundo".
Es importante, pues, reafirmar este principio fundamental que la profesión de los tres
consejos evangélicos confiere una "consagración especial" enraizada en la del bautismo y
complementándola. Ahora bien, "el elemento esencial y constitutivo de la realidad que consagra a
Dios en la vocación de un Instituto de perfección, es la castidad perfecta... Mientras que la
pobreza y la obediencia - especialmente en los Institutos Seculares- pueden ser matizadas..., la
castidad perfecta se impone como elemento indispensable de pertenencia al Señor".
Y el experto continúa: "Aquí estamos en el centro de la vocación específica... que
caracteriza esencialmente un Instituto Secular y sus miembros propiamente dichos. Si, incluso
inconscientemente, se llegara a excluir la realidad que está en el centro de la 'novedad' de la
primavera de gracia en el mundo que son los Institutos Seculares, la 'vocación especial' que está
en la base ya no tendría su razón de ser en la Iglesia".
Así, pues, los consultores, los expertos y el Congreso están de acuerdo en confirmar la
misma conclusión: el don de Dios que es la "consagración especial" impone a los miembros
propiamente dichos de los Institutos Seculares la profesión de los consejos evangélicos, y por
tanto la castidad perfecta en el celibato.
2. Las personas casadas en los Institutos Seculares son miembros en sentido lato
La posibilidad para las personas casadas de pertenecer a un Instituto Secular no se puede
poner en duda. Como lo observaba un experto al Congreso: ya la Provida Mater lo admitía
indirectamente, al hablar de los "socios que desean pertenecer a los Institutos como miembros, en
el más estricto sentido" (PM, III § 3). Esto venía a decir que otros podrían pertenecer a los
Institutos como miembros en sentido lato. De hecho, tal eventualidad fue afirmada explícitamente
por la Instrucción Cum Sanctissimus ( VII, a). Resulta, sin embargo, de estos documentos que hay
una diversidad de pertenencia, una diversidad justa y esencialmente especificada, en el hecho de
abrazar a un grado más o menos elevado cada uno de los consejos evangélicos. Sin ninguna duda,
esto se refiere especialmente al consejo de castidad: si la castidad en el celibato "por el Reino" es
absolutamente indispensable para los miembros en sentido estricto, esta exigencia no es requerida
para los miembros en sentido lato, los cuales pueden ser, en consecuencia, personas casadas. Si el
modo de pertenencia a un Instituto Secular se basa sobre todo en la profesión efectiva del consejo
de castidad, resulta que no se podrá suprimir nunca toda distinción, ni asimilar totalmente los
miembros casados a los miembros solteros. Dicho de otra forma, las personas casadas son
necesariamente miembros en sentido lato en los Institutos Seculares Es ésta una conclusión
normal, admitida de entrada por los consultores y por el órgano colegial de esta Congregación.
79
¿Hay que deducir por ello que tal distinción en la pertenencia de los miembros a un
Instituto Secular supone medidas tan rígidas, que no se pueda prever una estrecha participación
de los unos en la vida de los otros? A este respecto las experiencias son diversas y las opiniones
bastantes matizadas. Las conclusiones de los consultores reflejan diferentes tendencias en lo que
se refiere por ejemplo a las condiciones de admisión, o bien a la participación en el gobierno del
Instituto. Teniendo en cuenta esta variedad, los expertos y el Congreso invitan a proseguir con
prudencia esta experiencia de vida.
Pero, dada la imposibilidad de introducir miembros casados en un Instituto "con paridad
de derechos y de deberes" con los miembros en sentido estricto, nos hemos preguntado si no
convendría prever una fórmula nueva para los esposos. Se ha examinado entonces la eventualidad
de Asociaciones de personas casadas.
3. ¿Hacia Asociaciones con personas casadas?
Tal como lo han mostrado las respuestas de los consultores, las Asociaciones de personas
casadas o con personas casadas corresponden a un movimiento de actualidad, en el contexto de la
llamada universal a la santidad de la que habla el Concilio (Lumen Gentium,5). Por una parte, los
expertos han señalado la oportunidad de "afrontar concretamente esta realidad, porque también
aquí la acción del Espíritu empuja o llama a la perfección de la caridad, eligiendo los medios que
Él mismo juzga adaptados a nuestro tiempo".
El Congreso ha considerado, pues, el problema con la mayor atención, con el fin de tener
en cuenta las aspiraciones profundas y legítimas que quisieran dar nacimiento a tales
agrupaciones. Ha reconocido la necesidad de ayudar, sostener y guiar eventualmente este nuevo
tipo de Asociaciones. Pero, en este campo, como en muchos otros, es la experiencia de la vida
que sugiere, precisa y perfecciona...
Es, pues, prematuro entrever las modalidades prácticas que permitirían la aparición de
estos nuevos "brotes" en la Iglesia. La conclusión del Congreso, que afirma la oportunidad de
tomar eventualmente en consideración las Asociaciones con personas casadas, conserva siempre
su valor y suscita esperanzas para el porvenir, a la vez que recuerda claramente la excelencia de
la consagración en el celibato (cfr. Lumen gentium,42).
10 de mayo de 1976
80
SCRIS
LA FORMACION EN
LOS INSTITUTOS SECULARES*
Presentación
Al presentar estas páginas sobre la formación, es necesario advertir que con ellas se quiere
ofrecer solamente una ayuda a los Institutos Seculares. Por tanto, no pretenden ser un directorio
normativo.
En diciembre de 1978, la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares
envió a todos los Institutos Seculares el resultado de "un estudio sobre la formación" realizado
sobre unos cuantos textos constitucionales, junto con un cuestionario. Las respuestas recibidas 66
fueron a su vez estudiadas. La mayoría aceptó como válido el estudio sometido. Por eso, la ayuda
que ahora se ofrece conserva sustancialmente la estructura de aquél y ha sido corregido, ampliado
y precisado asumiendo muchas aportaciones. De las respuestas que se alejan de este
planteamiento se ha tomado todo lo que podía ser integrado, si bien no aquello que hubiera
requerido una refundición total, ya porque reconocen la validez del estudio precedente, ya
porque, de otro modo, se habría tenido que publicar un material demasiado extenso.
Asimismo, no se han integrado determinadas matizaciones hechas por tal o cual Instituto
de acuerdo con su carisma o su experiencia y consideradas, tal vez, como esenciales, pero que, en
realidad, varían según los Institutos.
Esto supuesto, se intuyen fácilmente los límites de estas páginas. En particular, se puede
advertir que el estudio se mantiene todavía en el terreno de los principios. Con todo, esta ayuda
los propone de nuevo con la convicción de que se trata de principios obtenidos a partir de
experiencias y de exigencias concretas, y que merecen el esfuerzo de expresarlos de modo
concreto. Estas páginas abrigan, pues, la esperanza de que los Institutos se sientan estimulados a
cuidar debidamente la formación y a recibir y comunicar sus experiencias positivas con el fin de
que lleguen a ser lección práctica y patrimonio común.
I. Vida cristiana y vocaciones específicas
La vida cristiana, que es vida teologal, exige de todos los bautizados un compromiso en
orden a la caridad perfecta, realizado según la vocación personal, en la comunidad de la Iglesia.
Fundamento y meta de este crecimiento es Jesucristo: "...hasta que Cristo tome forma en
vosotros" (Ga 4, 19) para que ese "gran amor (que) nos ha dado el Padre" alcance "en nosotros su
*
El texto original es en italiano.
Las respuestas fueron 57 en total: 54 pertenecientes a los Institutos y 3 a los Consultores (otros Consultores
respondieron en nombre del Instituto). Entre las respuestas, 51 se atuvieron al cuestionario, si bien con una libertad
aproximada, 4 no siguieron el temario establecido, y 2 afirmaron no tener nada que decir. Divididas por lenguas, he
aquí el balance de las respuestas: 25 en italiano; 13 en francés; 8 en español; 8 en alemán; 2 en inglés; 1 en
portugués. El material recibido forma en total un compendio de 220 páginas mecanografiadas.
66
81
perfección" (1 Jn 3,1 y 4,17); agente principal y guía es el Espíritu Santo: "...Él os conducirá a la
posesión de toda la verdad" (Jn 16,13); el ambiente es la Iglesia, Cuerpo de Cristo; alimento y
punto de apoyo esenciales son los sacramentos y la Palabra de Dios.
Dentro de esta visión, universalmente válida y eminentemente comprometida, hay que
hablar de un crecimiento de las distintas vocaciones, caracterizadas por fines específicos.
La vocación a la vida consagrada en la secularidad exige que se tenga en cuenta su
contenido teológico, la situación en el Pueblo de Dios y en la sociedad civil de las personas
llamadas por este camino, y la organización de los Institutos.
II. Problemas principales
En la experiencia de los Institutos Seculares, la actividad formativa se enfrenta con una
serie de problemas que son, en síntesis, los siguientes:
A) PROBLEMAS DE CARÁCTER GENERAL
Éstos derivan:
1°.- del ritmo acelerado de los cambios en la sociedad en todos los niveles, del ritmo de vida que
se sigue de él y del clima de superficialidad dominante: con la dificultad de captar los signos de
los tiempos y de discernir la prioridad en la escala de valores
2°.- de la crisis de identidad que ha sacudido al mundo católico en estos últimos años: los
fenómenos de la secularización y del horizontalismo; la aparición de una pluralidad de culturas y
de modelos de vida; una cierta confusión en el campo teológico; el debilitamiento del "sensus
Ecclesiae" y el influjo de corrientes contrapuestas en el seno mismo de la Iglesia; la ausencia de
una formación cristiana y doctrinal suficientemente sólida en los jóvenes, derivada de la crisis de
las formas educativas tradicionales.
B) PROBLEMAS MÁS ESPECIFICOS
DE LOS INSTITUTOS SECULARES
Estos se refieren:
1°.- a la naturaleza misma de la vocación de dichos Institutos, que exige un esfuerzo constante de
síntesis entre fe, consagración y vida secular: síntesis que permita realizar una misión típicamente
secular, asumiendo en su totalidad las exigencias evangélicas de la consagración a Dios;
2°.- a la situación de las personas que están normalmente comprometidas en tareas y afanes
seculares: con problemas de tiempo, de equilibrio entre las múltiples actividades, de cambios de
lugar... Dificultades que se acrecientan enormemente, habida cuenta de que atañen a los mismos
"formadores", quienes están comprometidos también, frecuentemente, en el ejercicio de una
profesión;
3°.- al ambiente eclesial en que viven los Institutos Seculares: por lo general, esta vocación no es
comprendida por la comunidad ni aun por los mismos sacerdotes (tanto es así, que, con
frecuencia, se adolece incluso de una dirección espiritual satisfactoria); y en el plano operativo, tan
importante también para la formación, el carisma específico de estos Institutos no es valorado a
menudo en la complementariedad y corresponsabilidad con los demás dones de la Iglesia.
82
Este conjunto de problemas podría detallarse más todavía, pues, a decir verdad, en
algunos Institutos presentan caracteres mucho más acentuados por motivos propios. Por ejemplo,
en los Institutos con difusión internacional, los problemas se presentan con las dificultades que
comporta el deber de respetar y asumir los valores propios de las culturas en las que ha de
encarnarse el carisma del Instituto.
Sin embargo, la síntesis hecha es suficiente para recordar, si hubiera necesidad de ello, la
gran atención que merece la labor formativa en los Institutos Seculares.
III. Principios básicos
A) OBJETIVO ÚLTIMO
Para ayudar verdaderamente a la persona a responder a la propia vocación y misión en el
mundo, según el designio de Dios, la formación en un Instituto Secular debe propiciar el
desarrollo integral y unitario de la persona misma, según su capacidad y sus condiciones.
Esta formación no es fácil, debido a la tendencia a separar las realidades naturales de las
sobrenaturales, cuando, por el contrario, deben ser consideradas como intrínsecamente conexas.
Requiere, por tanto, un conocimiento bastante profundo de la persona en formación -por parte del
sujeto mismo y por parte del formador- no sólo en lo que se refiere a sus dones espirituales y a su
trayectoria de fe, sino también en lo que atañe a los aspectos humanos de inteligencia, apertura,
sensibilidad, equilibrio, madurez afectiva y moral, capacidad de autonomía y de compromiso, etc.
Sin embargo, huelga decir que los valores sobrenaturales, que son precisamente los que
deben afianzar la unidad deseada, escapan en gran parte a nuestra acción. Consecuentemente, la
formación exige, ante todo, una educación fundamental en la fe y en la oración, esto es, en esa
relación personalísima con Dios, que sabe traducirse en una fiel adhesión a Él en todos los
momentos del día y que, al mismo tiempo, es rica en presencia de los hermanos y de toda la
creación. Esta relación viva y constante presupone la formación en la fidelidad a los "tiempos
fuertes" de oración y en la atención a vivir la comunión con Dios en el esfuerzo mismo de unión
con los hombres. Sólo entonces ayuda la plegaria a la aceptación sacrificada de uno mismo y de
las propias condiciones de vida; ayuda, por tanto, a encontrar el equilibrio y a crecer en solidez.
De este modo la formación llega a ser realmente lo que debe ser: una contribución
humana a la acción invisible de la gracia, con el fin de llevar a la persona a la necesaria
colaboración con el Agente principal que es el Espíritu Santo.
También laVirgen María es, a este respecto, ejemplar, y se presenta como "modelo
inspirador" (Pablo V): ella que asintió constantemente a la palabra y a la voluntad divina y "se
consagró totalmente a sí misma a la persona y a la obra de su Hijo" (LG 56), ella que "fue
caminando en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz"
(LG 58).
B) CARACTERISTICA FUNDAMENTAL
83
La vocación común de todos los que entran a formar parte de un mismo Instituto exige
elementos de contenido y de método en la formación, iguales para todos. Pero Dios llama a cada
uno por su nombre: la vocación, aun en la comunión, es personal. Por tanto, también la formación
es necesariamente Personal en los siguientes aspectos:
1.- debe ser querida y asumida activamente por la persona en formación, que ha de sentirse
responsable de ella buscando continuamente realizarse a sí misma bajo la luz de Dios. Una
formación en la que uno se limitara a recibir sería estéril.
2.- debe tener en cuenta la personalidad del individuo, es decir, el conjunto de sus capacidades y
de sus límites, así como también el nivel de desarrollo al que, por la formación ya recibida o no
recibida anteriormente, haya podido llegar.
3.- finalmente, debe tener en cuenta el "lugar" de formación, esto es, la situación concreta de la
persona que hay que formar: es importante, sobre todo, que ésta sea ayudada a realizar la
vocación personal, expresión de la vocación específica del Instituto, en su contexto vital y, por
tanto, en sus relaciones con los otros.
Así pues, la formación deberá ser personal en una integración comunitaria: el crecimiento
de la persona depende también de la capacidad de permanecer, en los distintos sectores de la vida,
en una relación profunda con los demás, y del desarrollo del sentido de fraternidad y de real
comunión dentro del Instituto, entendido como comunidad reunida por Cristo.
C) AMBITO
La formación debe abarcar todos los sectores de la vida, aun cuando el Instituto no deba
prestar la misma atención a cada uno de estos sectores. En efecto, algunos de éstos escapan,
técnicamente hablando, a su competencia directa (ámbito profesional, político, sindical, etc.); por
otra parte, hay que considerar que los seglares tienen fuera del Instituto distintas posibilidades de
formación, incluso sobre aspectos menos técnicos.
Se nos puede plantear la pregunta de si el ámbito de competencia del Instituto se reduce,
en lo que a la formación se refiere, a la transmisión del conocimiento de la propia vocación y a
todo lo que se desprende del carisma específico. También si su función consiste, sobre todo, en
asegurar una sólida formación básica en orden a suplir las deficiencias deploradas con harta
frecuencia en los candidatos.
Ahora bien, aun destacando sobremanera estos dos aspectos, hay que ayudar a cada uno
de los candidatos, directa o indirectamente, a que adquieran toda la formación personal que
necesitan para responder a la llamada en el Instituto y para realizar su propia misión. Uno de los
cometidos del formador será discernir en qué campos es necesaria una formación, qué lagunas
hay que colmar y dónde es vital y urgente ponerse al día. Mientras tanto, hay que partir de la
realidad concreta de cada uno: su formación personal básica, sus deberes profesionales y sociales,
las posibilidades que le ofrece su ambiente vital; en un segundo momento, hay que ayudarle,
ofreciendo especialmente lo que es específico del Instituto, indicando los medios de formación
fuera de él e incluso supliendo a nivel de Instituto, siempre en la medida de lo posible, lo que no
puede encontrar fuera de él, y preocupándose por la coordinación de los distintos elementos con
el fin de propiciar entre los miembros la unidad deseada.
D) ASPECTOS PARTICULARES
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Los aspectos y ámbitos de formación pueden ser examinados con una distinción que no
significa separación, pues se hallan entrecruzados y a veces superpuestos. Tratar de cada uno por
separado significa solamente poner de manifiesto sus contenidos esenciales.
1. Formación espiritual
Este aspecto comprende las exigencias fundamentales de la vida de gracia o de la vida de
fe para las personas consagradas a Dios en el mundo. Exigencias que cada uno debe hacer suyas
para renovarse desde dentro, para vivir concretamente según los consejos del Evangelio y para
darse totalmente a Dios y a los hombres, en la fidelidad a la vocación de consagración secular
dentro del propio Instituto.
Debido a la falta de formación espiritual, tan frecuente en los jóvenes que piden entrar en
el Instituto, su formación habrá de ser muy concreta: hay que enseñarles a vivir los consejos
evangélicos por medio de gestos y de actitudes de donación a Dios en el servicio de los hombres,
ayudarles a que capten la presencia de Dios en la historia de nuestro tiempo y en la historia de
cada uno, y educarles para que vivan en la aceptación de la cruz.
De este modo se logra que la formación espiritual general se concrete y se especifique en
la formación espiritual según el carisma del Instituto y de su propia espiritualidad. Los elementos
que aquí concurren son los siguientes, si bien la acentuación de uno o de otro puede variar:
- formación en la oración y en una vida rica en presencia de Dios;
- profundización de la vida bautismal en la consagración específica, ejercicio de las
virtudes teologales y de una fe adulta con el fin de que todo el ser pertenezca al Señor;
- audición individual o comunitaria de la palabra de Dios en obediente meditación;
- profundización del "sensus Ecclesiae" con la toma de conciencia de que, para la
consagración, se entrega toda la vida personal a la Iglesia y participa de su misión;
- formación que capacite a la persona para encarnar los valores espirituales en cualquier
situación humana.
2. Formación doctrinal: bíblica y teológica
La formación espiritual necesita un apoyo doctrinal, que se concreta en el estudio de la
Biblia y de la enseñanza de la Iglesia.
La Sagrada Escritura, obviamente, no es un libro sólo para personas cultas, sin embargo, no es
posible leerla como Palabra de Dios, si no se la toma tan en serio que se llega a estudiarla para
comprenderla, cada uno según su capacidad. La obra del Espíritu en nosotros, lejos de ser
impedida, es valorada por un esfuerzo diligente de estudio, realizado en orden a abrir al máximo
posible la inteligencia y el corazón a la recepción de aquélla. Esta formación doctrinal bíblica
debiera abarcar toda la Sagrada Escritura, pero debe extenderse, por lo menos, al Nuevo
Testamento y, de modo especial, al Evangelio.
85
Lo mismo hay que decir de la enseñanza de la Iglesia: se impone conocer y comprender el
Concilio, el magisterio del Papa, del episcopado... con el fin de vivir más conscientemente la fe e
insertarse más en la comunidad eclesial.
Hoy es más fácil que en el pasado encontrar ocasiones de estudio bíblico y teológico en
las diversas diócesis. E1 Instituto debe velar porque se aprovechen al máximo estas ocasiones,
aun cuando sigue en pie el deber de completar eventualmente la formación con el estudio de la
parte del magisterio de la Iglesia que se refiere directamente a los Institutos Seculares.
3. Formación psicológica, moral y ascética
Este aspecto de la formación no está en función directa de un conocimiento teórico de la
psicología y de la moral, que tiende, más bien, a remediar la necesidad que tiene la persona en
formación de comprenderse a sí misma, de comprender el ambiente en que vive y de prevenir las
repercusiones que le pueden venir de él. La búsqueda de factores de equilibrio, de dominio de sí y
de apertura a los demás es necesaria para la formación de una personalidad madura, responsable y
rica en cualidades humanas. Y todo esto en función de corresponder mejor al don de la gracia
mediante un esfuerzo incesante de conversión personal y una revisión permanente del propio
testimonio de vida.
A1 aspecto de conocimiento debe, pues, corresponder un trabajo de autoformación, en el
que se inculquen las virtudes de abnegación y de mortificación para seguir a Cristo por medio de
la propia cruz.
4. Formación en el apostolado secular
E1 trabajo y la actividad profesional, así como todo tipo de presencia en la sociedad,
deben llegar a ser medios de santificación personal y medios para santificar al mundo desde
dentro, sabiendo encarnar en él los valores cristianos, especialmente la caridad.
Por eso se subraya la importancia de hacer que los miembros del Instituto vayan al
unísono con el mundo y con la Iglesia, de abrirles a horizontes más amplios y de llevarles a que
asuman valientemente las propias responsabilidades. Se subraya, asimismo, la importancia de
formarles para que reciban "el cambio de mentalidad y de estructuras" que se está operando y
para que "penetren en el modo de pensar y de sentir" de los hombres de hoy, con el fin de poder
"juzgar e interpretar todas las cosas con un sentido plenamente cristiano" (GS 7 y 62).
Es, pues, misión del Instituto favorecer una formación en la secularidad (de índole
secular), entendida no sólo como condición social, sino también como un valor que entra en el
estilo de vida, en el seguimiento de los consejos evangélicos y en la realización del compromiso
apostólico.
Se trata de una formación para la misión, entendida como participación en la misión
evangelizadora y santificadora de la Iglesia en el mundo. Es decir, para un apostolado de
presencia y de testimonio en el propio ambiente y en la vida profesional; para un testimonio que
se debe ejercer incluso cuando, por razones diversas (enfermedad, edad, etc.), no se tiene más que
la propia vida ordinaria para participar en la construcción del Reino y también para un apostolado
visible y directo, como se exige a un cristiano consciente y comprometido, que siente por
vocación especial la urgencia de anunciar a Cristo y el amor del Padre, y sabe ponerse al servicio
de la comunidad eclesial para alcanzar este fin.
86
Dicho brevemente, se trata de una formación en la secularidad como modo de vivir la
vocación específica en el mundo y para el mundo; pero también de una formación para la
valentía, para la audacia apostólica, para la voluntad de una preparación mejor, para no ceder
nunca al respeto humano.
5. Formación profesional
Como ya se ha recordado, el Instituto en cuanto tal no tiene capacidad de intervención
directa en el ámbito profesional. Con todo, debe preocuparse por asegurar la formación en este
campo, dado que el valor del testimonio depende también de aquélla.
Por consiguiente, es de suma importancia sensibilizar a los miembros del Instituto en el
deber que les incumbe de lograr la mayor competencia posible en el ejercicio de su profesión, de
mantener relaciones correctas en el ambiente de trabajo, de prepararse a asumir opciones válidas
en los sectores cultural, social, político, sindical. Estas condiciones son indispensables para
producir un influjo en un mundo en que predominan la cultura y la técnica y en el que muy a
menudo brilla por su ausencia la conciencia profesional.
La exigencia de la formación profesional debe ser asumida como un auténtico servicio al
mundo, en anuencia con la vocación específica de los Institutos Seculares.
E) LINEA UNIFICADORA
Los distintos aspectos de la formación, especialmente el espiritual y el que atañe al
apostolado, encuentran su sentido unitario en las Constituciones de cada Instituto, habida cuenta
de que éstas proponen el proyecto concreto de la vocación, al tiempo que contienen las líneas
radicales de la fisonomía espiritual de quien ha sido llamado a seguir tal vocación.
Las Constituciones renovadas a tenor del Concilio Vaticano II son ricas en inspiración
teológica, tanto bíblica como doctrinal, y en exhortaciones y estímulos ascéticos. Si un miembro
de un Instituto Secular se forma sobre esta base, su formación se podrá considerar completa en lo
esencial, además de estar garantizada - en lo que se refiere a su validez- por la aprobación de la
Iglesia.
Es fundamental que se logre una relación adulta y libre -entendiendo por libertad la de los
hijos de Dios- entre la persona y las Constituciones. Para ello resulta indispensable conocer y
comprender el contenido de las mismas; asimismo, hay que adoptar una actitud idónea para leer
en ellas la verdad que interpela al compromiso generoso.
Evidentemente, esta relación no es exclusiva de la primera etapa de la formación,
momento en que es preciso conocer bien lo que exige y ofrece el Instituto. Leídas a la luz del
Evangelio y de los documentos de la Iglesia, las Constituciones ofrecen un material de estudio, de
reflexión y de revisión, siempre válido para proseguir el camino hacia la madurez cristiana.
F) TIEMPOS DE FORMACIÓN
La formación deberá tener un carácter sistemático durante el primer período de vida en el
Instituto, pero no puede limitarse a él. Más aún, ésta adquiere su configuración definitiva
conforme se van precisando las opciones. Dura, por tanto, toda la vida
87
El conjunto de los elementos que acabamos de describir vale tanto para la primera
formación como para la permanente, aun cuando las acentuaciones hayan de ser diversas.
También deberá continuar la formación en la espiritualidad y en el carisma propio del Instituto,
tan importante en el primer período, pues, en el modo concreto de vivirlos, el carisma y la
espiritualidad están sujetos a una evolución que depende del tiempo, de los lugares, de las
directrices de la Iglesia y de las necesidades del mundo. Es, por así decir, una evolución
inteligente y, en consecuencia, necesitada de formación continua.
Las funciones de la formación permanente son múltiples: intenta colmar las inevitables
lagunas de las primeras fases; constituye una ayuda indispensable para una "actualización"
continua, en el discernirniento de los verdaderos valores y en una lectura acertada de los signos
de los tiempos; permite superar los momentos de cansancio, debidos a una vida intensa, al
aislamiento, a la edad o a otra circunstancia; mantiene el esfuerzo constante de renovación
espiritual, dirigido a impedir que se debilite la fidelidad total y creciente incluso cuando lle- garan
a faltar el ímpetu y el entusiasmo de los comienzos. Hace que estemos atentos a las nuevas
exigencias que puede tener la presencia apostólica.
Entre el período de la primera formación y el siguiente se puede presentar el peligro de
una fractura, susceptible de provocar una crisis. De hecho, en el período inicial, la persona es
guiada normalmente con asiduidad por un responsable que dedica tiempo a las relaciones
interpersonales y a los encuentros de formación. En cambio, después, o falta totalmente esto o
queda reducido a la mínima expresión, no siendo sustituido por ninguna comunidad física. Es
conveniente, por tanto, preparar el ánimo a esta soledad por medio de una experiencia de
autonomía y de responsabilidad personal.
G) LOS FORMADORES
Así pues, tiene una importancia decisiva cuidar la elección del formador, quien debe
reunir las cualidades necesarias. Debe prestarse atención a sus dotes espirituales, a su solidez
como miembro del Instituto, a su equilibrio, a su discernimiento, a su capacidad de escucha, de
respeto y de comprensión de las personas.
Se presenta también la necesidad de la formación de los formadores, una formación
particular que, por una parte, es la misma que la impartida a todos los miembros del Instituto y
que, por la otra, se distingue de aquélla. Por ejemplo, el formador no debe conocer sólo el
Evangelio, sino que debe conocer también la clave pedagógica que le permita ser su transmisor.
Debe conocer y vivir las Constitución es del Instituto con el fin de poder comunicar toda su
riqueza. Asimismo, debe conocer y saber crear los distintos modos posibles de vivirlas y de
hacerlas vivir. Más todavía, aparte de los elementos psicológicos indispensables para saber
reaccionar ante las realidades de la vida, el responsable de la formación ha de adquirir la
capacidad de juzgar las situaciones y de dar las contraindicaciones que la consagración secular y
la vocación en el Instituto exigen a una persona concreta en una situación concreta.
IV. Medios de formación
A) PLAN DE FORMACIÓN
88
Se hace necesario un programa de formación que sea bastante clásico como para poder
adaptarse a las exigencias reales de las personas y a las circunstancias de tiempo y espacio. Debe
ser un programa basado en la Palabra de Dios, en el magisterio de la Iglesia y en las
Constituciones del Instituto; sus propuestas deben estar avaladas por la aportación de muchas
personas; finalmente, debe ser fruto de la reflexión y de la experiencia.
Graduado según los tiempos de formación, este plan debe ser claro en sus finalidades y
muy abierto en lo que se refiere a los modos de aplicación, con el fin de que esté en función de
las personas. En los Institutos ampliamente extendidos es deseable que haya diferentes programas
de formación que tengan en cuenta las distintas culturas, con tal de que las grandes líneas de la
formación sean capaces de asegurar la unidad de espíritu y de vocación específica en todo el
Instituto. Una vez más resulta evidente en programa de formación la importancia que tienen el
conocimiento y la profundización de las Constituciones.
B) MEDIOS DE FORMACIÓN ESPIRITUAL
Dada la importancia primaria de la formación espiritual, los medios ordenados a ella
deben ser estudiados y presentados de un modo explícito.
Un elenco de estos medios comprendería, entre otros, los ejercicios espirituales, los retiros
periódicos, la liturgia y los sacramentos, la audición personal y comunitaria de la Palabra de Dios,
la meditación diaria, el intercambio de experiencias de fe, la reflexión individual y de grupo sobre
las Constituciones.
En cuanto a los distintos medios de formación espiritual, tanto los empleados directamente por el
Instituto como los que ofrece el ambiente en que se vive, debe subrayarse de nuevo que cada uno
ha de sentirse personal y activamente responsable del modo de hacerlos suyos.
C) CONTACTOS CON EL INSTITUTO
Los contactos con el Instituto orientados a la formación integral y comunitaria pueden ser
numerosos. Su gama se extiende desde el intercambio interpersonal al intercambio entre persona
y grupo, pasando por la comunicación "a distancia".
1. Entre los contactos interpersonales, ocupan un lugar eminente las relaciones regulares que debe
mantener el formando con el formador. Por medio de estas relaciones, se ayuda a las personas a
asumir los diferentes elementos de la vocación de un modo responsable y según el propio don, y a
hacer de ellos una síntesis armoniosa en su vida.
Podrán ser coloquios periódicos, relaciones escritas, correspondencia regular. Ahora bien,
es muy conveniente que el formador no se limite a estas relaciones, sino que busque encontrar a
la persona en formación en los momentos ordinarios de su vida; que conozca el ambiente de
procedencia para captar mejor determinados aspectos de su personalidad y su modo de
relacionarse con la realidad y con los demás. Son ocasiones que ayudan a individuar mejor las
líneas pedagógicas idóneas para ayudar a la persona a que descubra, desarrolle y afiance el
sentido del compromiso y de la responsabilidad personal.
Además de los contactos con el responsable de formación, tiene una importancia notable
el contacto fraterno con todos los demás miembros del Instituto.
2. Pero no basta el contacto individual; hay que completarlo con momentos de vida comunitaria,
esto es, con encuentros fraternos, indispensables para la formación específica en el Instituto, para
la revisión y el mutuo apoyo.
89
Estos tiempos de vida fraterna pueden variar notablemente de un Instituto a otro, pero su
eficacia en la formación resulta indiscutible. En tales encuentros no debe haber solamente una
dimensión de amistad humana, sino que deben ser, sobre todo, momentos de confrontación con la
Palabra de Dios, a fin de encarnarla en las situaciones concretas, diversas para cada uno, pero de
las que todos participan en la comunión. En realidad, el valor del diálogo, tanto a nivel bilateral
como a nivel de grupo, estriba en la búsqueda común de la voluntad de Dios, por medio de la
comunicación recíproca.
En el marco de estos encuentros hay que situar igualmente la transmisión de la historia del
Instituto (carisma, fundación, primeros pasos, evolución...), cuyo conocimiento es fundamental
para comprender la propia vocación y la inserción en la misión de la Iglesia.
3. La posibilidad de encuentros fraternos choca a menudo con grandes dificultades. De ahí la
necesidad de tomar en consideración los medios escritos. si bien la formación oral es más eficaz.
Entre estos instrumentos de formación, hay que recordar todos los escritos elaborados por
el Instituto: cartas, circulares, boletines, cuestionarios, revistas, etc., que son utilizados según las
tradiciones de cada Instituto y a los que todos los miembros, cada uno según su capacidad,
debería prestar su aportación. Estos medios deben ser recibidos, sobre todo, en orden a mantener
y fomentar el vínculo fraterno.
D) COMPLEMENTARIEDAD DE LOS MEDIOS DE FORMACIÓN
¿Se puede establecer una jerarquía de eficacia en los medios de formación utilizables no los
Institutos?
En la práctica, los Institutos deben emplear uno u otro medio de forma complementaria,
según las personas que hay que formar y según las posibilidades reales. En este sentido, se puede
afirmar que todos los medios son necesarios y se complementan entre sí conforme a la exigencia
esencial y permanente que consiste siempre en asegurar el desarrollo de la persona.
Algunas sugerencias que pueden tenerse en cuenta para superar dificultades particulares:
- un remedio para el aislamiento es la formación de grupos: la ayuda mutua es la garantía
que será siempre un estímulo para avanzar incluso en la autoformación;
- puede resultar muy útil la búsqueda de ocasiones de formación entre Institutos, sobre
todo en lo referente a los elementos y exigencias comunes;
- se puede también pensar en una ayuda fraterna por parte de Institutos mejor dotados,
bien por su número, bien por la cualificación de sus miembros, a otros Institutos.
Conclusión
Las reflexiones expuestas y las sugerencias dadas en las páginas precedentes quieren ser como ya se ha dicho- una ayuda para los Institutos Seculares.
Puede darse el caso de que estas reflexiones infundan en algunos responsables de
Institutos y de formación un cierto temor: el cometido es demasiado grande.
90
Ciertamente, la tarea es enorme, pero debe alentar a todos la certeza de que, aun
reconociendo la condición de "pobres siervos" (Lc 17,10), si se hace todo lo posible, el Señor
interviene y llega incluso allí a donde los formadores no saben o no pueden llegar: "...pedimos
continuamente a nuestro Dios que os ponga a la altura de vuestra vocación y con su poder de
plena realidad a todo buen propósito..." (2 Ts 1,11).
Pascua de Resurrección de 1980
91
CONGREGACIÓN PARA LOS RELIGIOSOS
Y LOS INSTITUTOS SECULARES
INSTITUTOS SECULARES Y CONSEJOS EVANGÉLICOS
(Reflexión sobre los datos del Magisterio eclesial)
La actividad que con mayor empeño realiza la Sección "Institutos seculares" consiste en el
examen de Constituciones o Estatutos, con la colaboración de Consultores y Comisarios, bajo la
responsabilidad última del Cardenal Prefecto y del Prelado Secretario.
No es un trabajo meramente técnico en el que, aplicando un esquema preparado de antemano, se
aprueben o corrijan las distintas normas.
La Sección no es un grupo anónimo: los miembros que la integran, así como los Consultores y los
Comisarios, han sido llamados personalmente a desempeñar un servicio eclesial que quieren
realizar en al amor a Cristo, a la Iglesia y a las personas. Esto les exige un esfuerzo de
comprensión y un empeño de fidelidad continuamente renovados.
De la documentación que recibe, y en la medida de lo posible a través de un diálogo directo, la
Sección trata de captar, al menos en la esencia si no en los matices, la espiritualidad, la historia y
los elementos que caracterizan a cada Instituto. Al mismo tiempo, en su función de órgano
ejecutivo, se rige por la doctrina eclesial sobre los Institutos seculares, interpretándola,
completándola y aplicándola sin traicionarla (cfr. Provida Mater, Art. II § 2, 2°).
Con este espíritu, al acentuarse algunas dificultades tocantes a la asunción de los consejos
evangélicos, la Sección ha llevado a cabo una reflexión en orden a una mayor claridad en el plano
operativo, es decir, en el examen aquí mencionado. Tras un contacto inicial con sus Consultores,
ha puesto por escrito esta reflexión, con el convencimiento de que será útil, no por la novedad de
su contenido, sino porque puede servir de comprobación en la redacción o renovación de las
Constituciones, y ofrecer al mismo tiempo la base de un lenguaje común para continuar el
diálogo entre los Institutos y la Secció.
1. La novedad y la peculiaridad que los Institutos seculares constituyen en la Iglesia fue y sigue
siendo el reconocimiento eclesial de verdadera consagración en la secularidad.
El magisterio eclesial, con su autoridad, reconoce como Institutos de verdadera vida consagrada
no sólo a los Institutos religiosos, sino también a aquellas asociaciones que, llamadas a un
apostolado "in saeculo et ex saeculo", proponen a sus socios como vía hacia la plenitud de la
caridad (o -con expresiones equivalentes- hacia la perfección de la vida cristiana, hacia una plena
y auténtica vida evangélica) el compromiso explícito, con vínculo sagrado, de observar los
consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia en el mundo, en la vida secular. Estas
asociaciones reciben el nombre de "Institutos seculares".
92
Véanse la Constitución apostólica Provida Mater, 1947, la carta "Motu proprio" Primo feliciter,
1948, y la ratificación contenida en el n. 11 del decreto conciliar Perfectae caritatis, 1965. Estos
textos han de ser leídos hoy a la luz de la doctrina contenida en los discursos que Pablo VI y Juan
Pablo II han dirigido a los Institutos seculares.
El reconocimiento de verdadera consagración en la secularidad ha sido recogido, sustancialmente
con los mismos términos, en el esquema del futuro código de derecho canónico.
2. Tres elementos concurren en la realidad de esta peculiar consagración: la acción de Dios que
llama a un compromiso y a una misión específicos, la respuesta de la persona con su total
donación y el reconocimiento de la Iglesia.
Esta peculiar consagración no se identifica con la bautismal, pero toma de ella su origen y valor,
desarrollándola y ahondándola según la vocación específica: "in baptismatis consecratione
intime radicatur eamque plenius exprimit" (PC 5; cfr. LG 44 "intimius consecratur").
3. En virtud del reconocimiento por parte del magisterio, la comunidad del instituto pasa a
pertenecer a la Iglesia con un título especial.
A las personas en particular, el reconocimiento eclesial garantiza que el camino propuesto por el
instituto es evangélico y, seguido con fidelidad y generosidad, conduce a la plenitud de la
caridad. El hecho de que, en virtud de este riconocimiento, la donación total y definitiva de las
personas a Cristo sea aceptada por el Responsable del instituto en nombre de la Iglesia, garantiza
también el nuevo don de gracia que es la peculiar consagración.
Se trata de un reconocimiento positivo. Ella no excluye, evidentemente, que haya otras vías hacia
la plenitud de la caridad en la vida secular: "Todos los fieles, de cualquier estado o condición,
están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad" (LG 40). El
sacramento del matrimonio, por ejemplo, tiene esta finalidad. Pero el magisterio reconoce como
Institutos seculares aquellos que proponen, siempre en la secularidad, el camino de compromiso
explícito de observar los tres consejos evangélicos.
4. El camino propuesto por los Institutos seculares es proprio y característico.
Es un camino laical (para los Institutos laicales), caracterizado por una consagración especial. En
efecto, la índole secular "propia y peculiar de los laicos" (LG 31) es también "el carácter proprio
y específico de los Institutos, en el cual consiste toda su razón de ser" (PF II).
La consagración que caracteriza este camino laical exige el compromiso explícito de practicar
los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, con contenidos y estilo propios.
Todos los cristianos son los destinatarios de los múltiples consejos evangélicos; el camino
propuesto por los Institutos seculares postula que dichos consejos sean asumidos mediante el
compromiso explícito de observar estos tres con arreglo a disposiciones especiales.
Efectivamente, todo camino hacia la plenitud de la caridd exige que se abrace el Evangelio en su
integridad, expresada en las Bienaventuranzas. Los tres típicos consejos evangélicos son, en la
doctrina de la Iglesia, la consecuencia última y la síntesis programática de todos los consejos
93
evangélicos y de las Bienaventuranzas, y manifiestan la radicalidad con que se ha de vivir el
Evangelio para "seguir a Cristo con mayor libertad e imitarle más de cerca (=pressius)" (PC 1).
Por el valor de tal radicalidad es por lo que el magisterio exige a los Institutos seculares el
compromiso explícito de los consejos evangélicos, "don divino que la Iglesia recibió de su Señor
y conserva siempre con su gracia" (LG 43).
También para los Institutos seculares sacerdotales se debe hablar de una peculiar consagración
que caracteriza a su vez la vida sacerdotal de sus miembros y supone idéntico compromiso
explícito de observar los consejos evangélicos.
5. El voto de castidad perfecta en el celibato por el Reino es expresión eminente de la donación
total a Dios: "don precioso de la gracia divina, concedido por el Padre a algunos" (LG 42).
A veces la Iglesia se limita a exigir este voto para dar su reconocimiento a la consagración: así
sucede para la consecratio virginum. Pero en ls formas institucionales de la vida consagrada, y
concretamente en los Institutos seculares, exige que la donación se manifieste también en el
compromiso explícito de pobreza y obediencia con formas determinadas.
6. El magisterio eclesial, al que corresponde "regir sabiamente con sus leyes la práctica de los
consejos evangélicos, con los que se fomenta de un modo singular la perfección de la caridad a
Dios y al prójimo" (LG 45), remite a las Constituciones de cada Instituto para las oportunas
puntualizaciones.
El magisterio eclesial pide:
a) que junto al llamamiento y la exhortación a vivir íntegramente el espíritu de los consejos
evangélicos, se den normas concretas y precisas de actuación de acuerdo con el estilo de la
secularidad y con las características del Instituto; estas norms en cierto modo son medio y
garantía para vivir las virtudes evangélicas correspondientes;
b) que estas prescripciones sean aceptadas con un vínculo sagrado, es decir que manifieste el
compromiso asumido ante Dios y ante la Iglesia (cfr. PM, Art. III § 2);
c) que las Constituciones con estos contenidos sean sometidas al examen y aprobación de la
Autoridad eclesiástica.
* * *
Al hacer esta reflexión, la Sección ha tenido en cuenta la que el magisterio eclesial dice a los
Institutos seculares sobre el tema examinado. No ha pretendido definir en su totalidad la
naturaleza de los Institutos seculares, ni hacer una reflexión sobre la vida de consagración en
general, ni contemplar la posibilidad en el futuro de otras formas de consagración en el mundo
fuera de los Institutos seculares.
94
La Sección es consciente de que en el tema tratado queda abierto un punto importante:
ejemplificar las determinaciones concretas acerca de los consejos evangélicos en modalidades
que respondan a las exigencias de la secularidad. También sobre esto tiene intención de hacer una
reflexión, pero corresponde a los Institutos seculares ofrecer con su experiencia una aportación
decisiva a dicha reflexión: la Sección agradece de antemano a los Institutos la colaboración que
nos envíen.
La Sección I.S.
Roma, 15 de mayo de 1981.
95
ASAMBLEA PLENARIA DE LA
CONGREGACIÓN PARA LOS RELIGIOSOS
Y LOS INSTITUTOS SECULARES
MENSAJE A LOS INSTITUTOS SECULARES
Queridísimos hermanos y hermanas:
Con las palabras del Apóstol Pablo, deseamos "gracia a vosotros y paz de parte de Dios,
nuestro Padre y del Señor Jesucristo" (Ga 1,3).
En calidad de miembros de la Sagrada Congregación que tiene competencia sobre los
Institutos de vida consagrada, reunidos en Roma en Asamblea plenaria los días 3-6 de mayo, os
escribimos a vosotros, consagrados de los Institutos Seculares.
La plenaria, como ciertamente sabéis, es la asamblea más importante del Dicasterio para
colaborar de modo inmediato en el ministerio espiritual y pastoral del Santo Padre, en servicio
privilegiado a la vida consagrada en la Iglesia universal.
E1 tema central de esta reunión ha sido Los Institutos Seculares: su identidad y su
misión, tema escogido por nosotros mismos y aprobado por el Santo Padre. Nuestro propósito ha
sido conocer más a fondo la consoladora realidad que vosotros constituís en la Iglesia,
propiciando de este modo un mayor conocimiento de la misma en todo el Pueblo de Dios.
A1 terminar nuestra reunión deseamos dirigirnos a vosotros con sencillez y
responsabilidad, para "consolar vuestros corazones" (Ef 6,22) y dar gracias a Dios "al tener
noticia de vuestra fe en Cristo Jesús, y de la caridad con todos los santos, a causa de la esperanza
que os está reservada en los cielos" (Col 1,45).
Reflexionando entre nosotros y escuchando también el testimonio de algunos
representantes de vuestros Institutos, invitados al efecto, nos hemos afianzado en la convicción de
que los Institutos Seculares son un grato don del Espíritu Santo a la Iglesia y al mundo de nuestro
tiempo.
Dentro del Pueblo de Dios, los Institutos sintonizan fuertemente con aquella preocupación
pastoral que en el concilio Vaticano II ha encontrado expresión sobre todo en la Constitución
Gaudium et Spes, donde se afirma que la Iglesia "camina junto con toda la humanidad y corre en
unión con el mundo la misma suerte terrena y es como fermento y alma de la sociedad humana,
destinada a renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios" (GS 40).
Vuestro carisma está en "profunda y providencial coincidencia" -como se expresaba Pablo
VI (2-febrero-1972)- con esta exigencia de presencia de la Iglesia en el mundo, de suerte que
constituís un modo específico de ser Iglesia: estáis llamados a asumir y promover cristianamente
en el mundo los compromisos y los dinamismos de la historia del hombre.
96
Convencidos de todo esto, creemos un deber añadir también una exhortación. Sed
celosamente fieles a vuestra vocación, creced en la santidad a la que todos los fieles son llamados
(cfr. LG cap. V) y de la cual debéis ser testigos privilegiados.
La enseñanza que habéis recibido desde los primeros documentos emanados para vosotros
por Pío XII, y después en particular por Pablo VI y Juan Pablo II, sea el punto de referencia
permanente para responder a lo que el Señor os pide: en esa enseñanza encontráis una riqueza
grande de espiritualidad. La nueva legislación canónica también os ayudará e iluminará, no sólo
porque acoge vuestra realidad, sino también porque la fundamenta en la doctrina del concilio
Vaticano II y en la enseñanza de los Sumos Pontífices. Poned empeño en aplicarla con fidelidad
en lo que se refiere a vuestras características irrenunciables, a los compromisos de consagración
en vuestra vida secular, a vuestro propio apostolado y también a los aspectos estructurales.
Proseguid vuestro camino con gran alegría y gran confianza: la Iglesia espera mucho de
vosotros. Y mucho espera el mundo que debe ser salvado en Cristo. En efecto, Jesucristo es el
que os ha llamado y el que os envía al hombre de hoy, para que todos sepan abrir sus puertas a Él,
el Redentor (cfr. Bula de proclamación del Año Santo de la Redención).
Encontraréis la forma de daros a conocer, sin menoscabo de la discreción y la reserva,
según las características de cada Instituto. La posibilidad de difusión y crecimiento de vuestros
Institutos, para que otros muchos sientan la vocación de la consagración especial en la
secularidad y respondan a ella, depende también mucho de vosotros. Procurad tener una relación
asidua y filial con los Obispos de vuestras iglesias particulares, tanto para colaborar en la vida
pastoral según vuestra índole específica, como para recibir ayuda. En efecto, una de las
conclusiones de la reunión plenaria ha sido recomendar a las Conferencias Episcopales que
promuevan en los fieles, y especialmente en los sacerdotes, un conocimiento más profundo y un
solícito apoyo al crecimiento de los Institutos Seculares.
Queremos añadir una última palabra: cuidad mucho vuestra formación. En colaboración y
respuesta a la gracia de Dios, que puede "llevar a término con su poder todo vuestro deseo de
hacer el bien" (2 Ts 1,11), el esfuerzo por formarse "en las cosas divinas y humanas" (PC 11) ha
de ser en verdad vuestra primera preocupación: las exigencias de vuestra vocación imponen tal
prioridad.
La Virgen María, que "se consagró totalmente a la persona y a la obra de su Hijo" (LG
56) sea vuestro "modelo inspirador" (Pablo VI) y Madre siempre cercana.
Con afecto fraterno, en unión con el Santo Padre Juan Pablo II, invocamos sobre todos
vosotros la bendición divina.
Dado en Roma, 6 de mayo de 1983
97
CARTA A LAS CONFERENCIAS EPISCOPALES
Queridos Pastores de la Iglesia de Cristo:
Creemos que es deber nuestro dirigirnos a vosotros en virtud de la misión que nos ha
confiado el Santo Padre de colaborar con Él en el servicio a la vida consagrada. Os escribimos a
raíz de la reunión plenaria de la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares,
celebrada los días 3-6 de mayo de 1983.
En aquella reunión tratamos, con solicitud pastoral, de los Institutos Seculares. Entre otras
cosas, consideramos el hecho de que estos Institutos - don del Espíritu Santo a la Iglesia y al
mundo de nuestro tiempo- todavía son poco conocidos. Por este motivo hemos expresado el
deseo de que la relación entre estos Institutos y las Iglesias particulares sea cada vez más intensa.
Nos reconfortó el hecho de que el Santo Padre Juan Pablo II, dirigiéndonos la palabra en
la clausura de la reunión plenaria, subrayara asimismo este aspecto:
Si los Institutos Seculares se desarrollan y robustecen, se aventajarán también las
Iglesias locales.
Aun manteniendo sus características, los Institutos Seculares deben comprender y asumir
las urgencias pastorales de las Iglesias particulares, y confirmar a sus miembros para
que vivan con atenta participación las esperanzas y las fatigas, los proyectos y las
inquietudes, las riquezas espirituales y las limitaciones, en una palabra: la comunión de
su Iglesia concreta. Éste debe ser un punto de mayor reflexión para los Institutos
Seculares, así como debe ser solicitud de los Pastores reconocer y pedir su colaboración
según la naturaleza propia de los Institutos.
En consecuencia, a fin de promover entre los Pastores de la Iglesia el conocimiento de los
Institutos Seculares, hemos creído oportuno preparar un documento sencillo y esencial. Es el
documento que adjuntamos con esta carta.
Puesto que quiere ser solamente informativo, se limita a presentar algunos datos
históricos, una reflexión teológica elaborada por una comisión pontificia, y una síntesis de la
normativa jurídica de acuerdo con el nuevo código de derecho canónico.
El documento, dejando amplio espacio para el estudio y la investigación, expone los
elementos suficientes para comprender mejor esta forma especial de vida consagrada, de modo
que ni se confunda con la vida religiosa, ni se reduzca a simple asociación de fieles.
Con la intención de hacer un acto de servicio fraterno y el deseo de que "todo sea para
edificación" (1 Co 14,26), y redunde en verdadera utilidad eclesial, os enviamos este documento.
La Sagrada Congregación agradecerá toda palabra de respuesta, y con gusto recuerda que
permanece siempre disponible, particularmente con relación al tema tratado en las oficinas de la
Sección para los Institutos Seculares.
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"La gracia, la misericordia y la paz de parte de Dios Padre y de Jesucristo, el Hijo del
Padre, estarán con nosotros según la verdad y el amor" (2 Jn 3).
SUBSCRIBUNT:
EM.MI AC REV.MI DOMINI CARDINALES
Sebastiano Baggio
Juan Landázuri Ricketts
Angelo Rossi
Charles Alexandre Renard
George Bernard Flahiff
Pablo Muñoz Vega
Joseph Hoffner
Joseph Cordeiro
Francisco Raúl Primatesta
Ugo Poletti
Timothy Manning
James J. Byrne
Pacheco
Angel Suquía Goicoechea
Ignatius Simon Pimenta
Maurice Otunga
Narciso Jubany Arnau
Hyacinthe Thiandoum
Aloisio Lorscheider
Basil George Hume
Anastasio Alberto Ballestrero
Umberto Mozzoni
Opilio Rossi
Bernardin Gantin
Paul Pierre Philippe
EXC. MI AC REV. MI DOMINI EPISCOPI
Rosendo
Huesca
Bronislaw Dabrowski
Georges Rol
REV. MI SUPERIORES GENERALES
Viktor Dammertz
Vincent de Couesnongle
Egidio Viganoà
Joseph Pfab
E. Cardenal Pironio, Prefecto
A. Mayer Secr.
99
100
CONGREGACION PARA LOS RELIGIOSOS
E INSTITUTOS SECULARES (CRIS)
IDENTIDAD Y MISION
DE LOS INSTITUTOS SECULARES
INTRODUCCION
Desde el año 1947 ocupan un lugar destacado en la Iglesia aquellos Institutos de vida
consagrada que, por sus características propias, han sido llamados "seculares". Los ha reconocido
y aprobado la Iglesia, en cuya misión de sacramento universal de salvación participan
activamente, según su propia vocación.
Pablo VI teniendo presente la doctrina conciliar, dijo que la Iglesia
posee una auténtica dimensión secular, inherente a su naturaleza íntima y a su misión,
que tiene su raíz en el misterio del Verbo encarnado (2 de febrero de 1972).
Pues bien, dentro de esta Iglesia, sumergida y extendida entre los pueblos, presente en el
mundo y ante el mundo, los Institutos Seculares
aparecen como instrumentos providenciales para encarnar este espíritu y transmitirlo a
la Iglesia entera (ibid.).
En la radicalidad del seguimiento de Cristo, viviendo y profesando los consejos
evangélicos, "la secularidad consagrada, expresa y realiza de un modo privilegiado, la armoniosa
conjunción de la edificación del Reino de Dios y de la construcción de la ciudad temporal, el
anuncio explícito de Jesús en la evangelización y las exigencias cristianas de la promoción
humana integral" (E. Pironio, 23 de agosto de 1976).
A través de la fisonomía propia de cada Instituto, es esta característica común -unión de
consagración y de secularidad- la que define a los Institutos Seculares en la Iglesia.
Con el fin de ofrecer una información suficiente sobre estos Institutos, expondremos en
las páginas que siguen algunos datos históricos, una reflexión teológica y los elementos jurídicos
esenciales.
101
PRIMERA PARTE
PRESENTACIÓN HISTÓRICA
Los Institutos Seculares responden a una visión eclesial puesta en evidencia por el
concilio Vaticano II. Lo dijo autorizadamente el Papa Pablo VI:
Los Institutos Seculares han de ser encuadrados en la perspectiva en que el concilio
Vaticano II ha presentado la Iglesia, como una realidad viva, visible y espiritual al mismo
tiempo (cfr. Lumen gentium, 8), que vive y se desarrolla en la historia (ibid.).
No puede menos de verse la coincidencia profunda y providencial entre el carisma de los
Institutos Seculares y uno de los objetivos más importantes y más claros propuestos por el
Concilio: la presencia de la Iglesia en el mundo. Efectivamente, la Iglesia ha acentuado
vigorosamente los diferentes aspectos de sus relaciones con el mundo: ha recalcado que
forma parte del mundo, que está destinada a servirlo, que debe ser su alma y su fermento,
puesto que está llamada a santificarlo, a consagrarlo y a reflejar en él sus valores
supremos de la justicia, del amor y de la paz (2 de febrero de 1972).
Estas palabras no sólo constituyen un autorizado reconocimiento programático de los
Institutos Seculares, sino que ofrecen también una clave para la lectura de su historia, que a
continuación presentamos de forma sintética.
1. Antes de la "Provida Mater" (1947)
Los Institutos Seculares tienen una prehistoria, puesto que ya en el pasado hubo intentos
de constituir asociaciones semejantes a los actuales Institutos Seculares; dio una cierta aprobación
a estas asociaciones el decreto "Ecclesia Catholica" (11 de agosto de 1889), que sin embargo sólo
admitía para ellas una consagración privada.
Fue sobre todo en el período que media entre el 1920 y el 1940 cuando, en varias partes
del mundo, la acción del Espíritu suscitó diversos grupos de personas que sentían el ideal de
entregarse incondicionalmente a Dios, permaneciendo en el mundo, con el fin de trabajar, dentro
del mundo, por el advenimiento del Reino de Cristo. El Magisterio de la Iglesia se mostró
sensible a la difusión de este ideal, que en torno al 1940 halló modo de perfilarse también en
encuentros de algunos de dichos grupos.
El Papa Pío XII prestó seria atención al problema y, como conclusión de un amplio
estudio, promulgó la constitución apostólica Provida Mater.
2. De la "Provida Mater" al concilio Vaticano II
Los documentos que otorgaron reconocimiento a las asociaciones que en el 1947 fueron
denominadas "Institutos Seculares" son:
- Provida Mater: constitución apostólica que contiene una "lex peculiaris", 2 febrero 1947;
102
- Primo Feliciter: carta Motu proprio, 12 marzo 1948;
- Cum Sanctissimus: instrucción de la Sagrada Congregación de Religiosos, 19 marzo 1948.
Estos documentos, complementarios entre sí, contienen tanto reflexiones doctrinales
como normas jurídicas con elementos claros y suficientes para una definición de los nuevos
Institutos
Éstos, por lo demás, presentaban no pocas diferencias entre sí, en particular por razón de
su diversa finalidad apostólica:
Para algunos, ésta consistía en una presencia en el ambiente social en orden a un
testimonio personal, un compromiso personal de orientar hacia Dios las realidades terrenas
(institutos de "penetración").
Para otros en cambio, se trataba de un apostolado más explícito que no excluía el aspecto
comunitario y con directo compromiso operativo eclesial o asistencial (institutos de
"colaboración").
Pero la distinción no era del todo neta, de suerte que un mismo Instituto podía tener
ambas finalidades.
3. La enseñanza del concilio Vaticano II
a) En los documentos conciliares pocas veces se hace mención explícita de los Institutos
Seculares, y el único texto que se les dedica ex profeso es el n. 11 de Perfecta Caritativas.
En este texto se recogen, en síntesis, las características esenciales, confirmadas así con la
autoridad del Concilio. En efecto, allí se dice que:
- Los Institutos Seculares no son Institutos religiosos: esta definición de signo negativo, impone
la distinción entre unos y otros: los Institutos Seculares no son una forma moderna de vida
religiosa, sino una vocación y una forma de vida originales;
- requieren "veram et completam consiliorum evangelicorum professionem": de modo que no
pueden reducirse a asociaciones o movimientos que, en respuesta a la gracia bautismal, aun
viviendo el espíritu de los consejos evangélicos, no los profesan de forma eclesialmente
reconocida;
- con esta profesión, la Iglesia marca a los miembros de los Institutos Seculares con la
consagración que viene de Dios, a quien quieren dedicarse totalmente en la perfecta caridad;
- dicha profesión tiene lugar "in saeculo", en el mundo, en la vida secular: este elemento califica
esencialmente el contenido de los consejos evangélicos y determina sus modalidades de
actuación;
- por esto, la "índole propia y peculiar" de estos institutos es la secular.
- finalmente, y en consecuencia, sólo la fidelidad a esta fisonomía podrá permitirles ejercer aquel
apostolado "ad quem exercendum orta sunt"; es decir, el apostolado que los califica por su
finalidad y que debe ser "in saeculo ac veluti ex saeculo": en el mundo, en la vida secular, y
103
desde dentro del mundo (cfr. Primo Feliciter II: sirviéndose de las profesiones, actividades,
formas, lugares y circunstancias que corresponden a la condición secular).
Merece particular atención, en el número 11 de Perfectae Caritatis, la recomendación de
una esmerada formación "in rebus divinis et humanis", porque esta vocación es una realidad muy
exigente.
b) En la doctrina del concilio Vaticano II, los Institutos Seculares han encontrado múltiples
confirmaciones de su intuición fundamental y numerosas directrices programáticas específicas.
Entre las confirmaciones: la afirmación de la vocación universal a la santidad, de la
dignidad y responsabilidad de los laicos en la Iglesia, y sobre todo que "laicis indoles saecularis
propria et peculiaris est" (LG 31: el segundo párrafo de este número parece tomar no sólo la
doctrina, sino también algunas expresiones del motu proprio Primo Feliciter).
Entre las directrices programáticas específicas: la enseñanza de la Gaudium et spes sobre
las relaciones de la Iglesia con el mundo contemporáneo, y el cometido de estar presentes en las
realidades terrenas con respeto y sinceridad, actuando para encauzarlas hacia Dios.
c) En síntesis: del concilio Vaticano II han recibido los Institutos Seculares indicaciones, ya para
profundizar en su realidad teológica (consagración en y desde la secularidad) ya para clarificar
su línea de acción (la santificación de sus miembros y la presencia transformadora en el mundo).
Con la constitución apostólica Regimini Ecclesiae Universae (15 agosto 1967), en
aplicación del Concilio, la Sagrada Congregación adopta la denominación: "pro Religiosis et
Institutis Saecularibus". Es un reconocimiento más de la dignidad de los Institutos Seculares y su
distinción de los religiosos. Esto ha supuesto en la Sagrada Congregación la constitución de dos
secciones (antes para los Institutos Seculares funcionaba una "oficina"), con dos Subsecretarios,
con competencias distintas y autónomas, bajo la guía de un solo Prefecto y un solo Secretario.
4. Después del Concilio Vaticano II
La reflexión sobre los Institutos Seculares se ha enriquecido merced a las aportaciones
procedentes de dos fuentes, en cierto sentido complementarias: la primera, de tipo existencial,
representada por los encuentros periódicos entre los Institutos mismos; la segunda, de tipo
doctrinal, consistente sobre todo en los discursos que los Papas les han dirigido. La Sagrada
Congregación, por su parte, ha intervenido con aclaraciones y reflexiones.
A) ENCUENTROS ENTRE LOS INSTITUTOS
Aunque ya con anterioridad se habían promovido reuniones de estudio, el año 1970 se
convocó el primer Congreso internacional, con la participación de casi todos los Institutos
Seculares erigidos legítimamente.
Este congreso nombró también una comisión para estudiar y proponer el estatuto de una
Conferencia Mundial de los Institutos Seculares (C.M.I.S.), estatuto que fue aprobado por la
Sagrada Congregación, la cual reconoció oficialmente la Conferencia con un decreto al efecto (23
de mayo de 1974).
104
Desde 1970, los Responsables de los Institutos Seculares han vuelto a reunirse en
asamblea el año 1972 y posteriormente, con periodicidad cuatrienal, el 1976 y el 1980. Ya está
programada la asamblea de 1984.
Estos encuentros han tenido el mérito de tratar asuntos de directo interés para los
Institutos, como: los consejos evangélicos, la oración secular, la evangelización como
contribución para "cambiar el mundo desde dentro".
Pero han tenido también, y sobre todo, el mérito de reunir unos con otros a los Institutos,
ya para poner en común experiencias, ya en orden a una confrontación abierta y sincera.
La confrontación era muy conveniente porque:
- Al lado de Institutos de finalidad apostólica totalmente secular (actuando "in saeculo et ex
saeculo"), había otros con actividades institucionales también intraeclesiales (p. ej., catequesis).
- Mientras algunos Institutos preveían el compromiso apostólico mediante el testimonio personal,
otros asumían obras o cometidos cuya realización implicaba un compromiso comunitario.
- Junto a una mayoría de Institutos laicales, que definían la secularidad como característica propia
de los laicos, había institutos clericales o mixtos que ponían de relieve la secularidad de la Iglesia
en su conjunto.
- Mientras algunos Institutos clericales consideraban necesaria para su "secularidad" la presencia
en el presbiterio y, por consiguiente, la incardinación en la diócesis, otros habían obtenido la
facultad de la incardinación en el Instituto.
Mediante los sucesivos encuentros, que se han repetido también a escala nacional, en
América Latina y en Asia, a escala continental el conocimiento recíproco ha llevado a los
Institutos a aceptar las diversidades (el denominado "pluralismo"), pero con la exigencia de
aclarar los límites de dicha diversidad.
Así, pues, los encuentros han servido de ayuda a los Institutos para conocerse mejor
(como categoría y entre sí), para corregir algunas incertidumbres y para propiciar la búsqueda
común.
B) DISCURSOS DE LOS PAPAS
Ya Pío XII había dirigido la palabra a algunos Institutos Seculares y se había ocupado de
ellos en discursos sobre la vida de perfección. Pero cuando los Institutos comenzaron a celebrar
congresos o asambleas mundiales, en todos los encuentros escucharon la palabra del Papa: Pablo
VI en el 1970, 1972 y 1976; Juan Pablo II en el 1980. A estas alocuciones hay que añadir las
pronunciadas por Pablo VI con ocasión del XXV y del XXX aniversario de la Provida Mater (2
febrero 1972 y 1977).
Discursos densos de doctrina, que ayudan a definir mejor la identidad de los Institutos
Seculares. Entre las muchas enseñanzas, baste recordar aquí algunas afirmaciones:
105
a) La coincidencia entre el carisma de los Institutos Seculares y la línea conciliar de la
presencia de la Iglesia en el mundo: "estos deben ser testigos especiales, típicos de la postura y
de la misión de la Iglesia en el mundo" (Pablo VI, 2 de febrero de 1972).
Esto exige una fuerte tensión hacia la santidad y una presencia en el mundo que tome en
serio el orden natural para poder trabajar por su perfeccionamiento y su santificación.
b) La vida de consagración a Dios, y concretamente la vida según los consejos evangélicos, debe
ser en sí un testimonio del más allá, pero convirtiéndose en propuesta y ejemplo para todos:
"Los consejos evangélicos adquieren un significado nuevo, de especial actualidad en el tiempo
presente" (Pablo VI, 2 de febrero de 1972), y su fuerza penetra "en medio de los valores humanos
y temporales" (idem, 20 de septiembre de 1972).
c) De ahí se sigue que la secularidad que indica la inserción de estos Institutos en el mundo, "no
sólo representa la condición sociológica, un hecho externo, sino también una actitud" (Pablo VI,
2 de febrero de 1972), una toma de conciencia: "Vuestra condición existencial y sociológica
viene a ser vuestra realidad teológica y vuestro camino para realizar y dar testimonio de la
salvación" (idem, 20 de septiembre de 1972).
d) A1 mismo tiempo, la consagración en los Institutos Seculares ha de ser tan auténtica que
sea verdad que "es en lo íntimo de vuestros corazones donde el mundo es consagrado a Dios"
(Pablo VI, 2 de febrero de 1972); que sea posible "orientar las cosas humanas explícitamente
en conformidad con las bienaventuranzas evangélicas" (idem, 20 de septiembre de 1972).
Dicha consagración "debe impregnar toda vuestra vida y actividades diarias" (Juan Pablo II,
28 de agosto de 1980).
No es, por tanto, un camino fácil: "Es un camino difícil, de alpinistas del espíritu"
(Pablo VI,26 de septiembre de 1970).
e) Los Institutos Seculares pertenecen a la Iglesia "con un título especial... de consagrados
seculares" (Pablo VI, 26 septiembre 1970) y "la Iglesia necesita su testimonio" (idem, 2 de
febrero de 1972), y "espera mucho" de ellos Juan Pablo II,28 de agosto de 1980). Los
Institutos Seculares han de "cultivar e incrementar, estimar, siempre y sobre todo, la comunión
eclesial" (Pablo VI, 20 de septiembre de 1972).
f) La misión a la que los Institutos Seculares han sido llamados es la de "transformar el
mundo desde dentro" (Juan Pablo II, 28 de agosto de 1980), siendo su fermento vivificante.
C) INTERVENCIONES DE LA SAGRADA CONGREGACION
Durante este período hay que registrar también algunas intervenciones de la Sagrada
Congregación.
Los Eminentísimos Prefectos cardenal Antoniutti y cardenal Pironio, en diversas
ocasiones, dirigieron discursos y mensajes a los Institutos Seculares; el Dicasterio, por su
parte, les ha ofrecido aportaciones de reflexión, y en particular las cuatro siguientes:
a) Reflexiones sobre los Institutos Seculares (1976). Se trata de un estudio elaborado por una
Comisión especial, nombrada por Pablo VI en 1970. Puede definirse como un "documento de
trabajo", pues ofrece múltiples elementos aclaratorios, sin intención de decir la última palabra.
106
El documento consta de dos partes. La primera, más sintética, contiene algunas
afirmaciones teológicas de principio, útiles para entender el valor de la secularidad consagrada
La segunda parte, más extensa, describe los Institutos Seculares desde su propia experiencia y
toca también algunos aspectos jurídicos.
b) Las personas casadas y los Institutos Seculares (1976). Se informa a los Institutos
Seculares acerca de una reflexión hecha dentro de la Sagrada Congregación. Se confirma que
el consejo evangélico de la castidad en el celibato es un elemento esencial de la vida
consagrada en un Instituto Secular; se señala la posibilidad que tienen las personas casadas de
ser miembros en sentido amplio, y se desea que surjan asociaciones al efecto.
c) La formación en los Institutos Seculares (1980). Este documento se preparó con el fin de
ofrecer una ayuda en orden al importante cometido de la formación de los miembros de los
Institutos Seculares. Contiene orientaciones de principio, sugiriendo también líneas concretas
de aplicación, sacadas de la experiencia.
d) Los Institutos Seculares y los consejos evangélicos (1981). En esta carta circular se
recuerda el magisterio de la Iglesia sobre la esencialidad de los tres consejos evangélicos de
castidad, pobreza y obediencia, y sobre la necesidad de determinar el vínculo sagrado con el
que son asumidos, su contenido y las modalidades de actuación para que se ajusten a la
condición de secularidad.
5. El nuevo Código de Derecho Canónico (1983)
Comienza una nueva etapa con la promulgación del nuevo Código de Derecho
Canónico, que también sobre los Institutos Seculares contiene una legislación sistemática y
actualizada.Trata de ellos en el libro II, en la parte dedicada a los Institutos de vida
consagrada.
Más adelante, exponemos los elementos principales de la normativa jurídica contenida
en el Código, después de una breve presentación de los fundamentos teológicos que se han ido
trazando o precisando a lo largo de la breve historia de los Institutos Seculares.
107
SEGUNDA PARTE
FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS
La teología de los Institutos Seculares se encuentra ya enunciada en los documentos
pontificios Provida Mater y Primo Feliciter, y posteriormente fue ampliada y ahondada por la
doctrina conciliar y las enseñanzas de los Sumos Pontífices.
También por parte de especialistas se han producido diversas aportaciones doctrinales;
sin embargo hemos de decir que la investigación teológica no está agotada.
Por consiguiente hacemos una sencilla alusión a los aspectos fundamentales de esta
teología, transcribiendo sustancialmente el estudio preparado por una comisión especial y
publicado, con el consentimiento de Pablo VI, en 1976.
1. El mundo como "siglo"
Dios creó el mundo por amor, un mundo cuyo centro y cumbre es el hombre, y
pronunció su juicio sobre las realidades creadas: "valde bona" (Gn 1,31). Al hombre, hecho en
el Verbo a imagen y semejanza de Dios y llamado a vivir, en Cristo, en la vida íntima de Dios,
se le encomendó la tarea de llevar, por medio de la sabiduría y de la acción, todas las
realidades a la consecución de su fin último. Así pues, la suerte del mundo está vinculada a la
del hombre y por lo tanto la palabra "mundo" designa a "la familia humana con la totalidad de
las cosas dentro de las que vive" (GS 2), y en las que trabaja.
Por consiguiente el mundo está implicado en la caída inicial del hombre y "sometido a
la caducidad" (Rm 8,20), pero también lo está en la Redención llevada a cabo por Cristo,
Salvador del hombre que mediante la gracia, es hecho por El hijo de Dios y capaz nuevamente
-en cuanto partícipe de su Pasión y Resurrección- de vivir y actuar en el mundo según el
designio de Dios, para alabanza de su gloria (cfr. Ef 1,6; 1,12-14).
A la luz de la Revelación el mundo aparece como "saeculum". El "siglo" es el mundo
presente que resulta de la caída inicial del hombre, "este mundo" (1 Co 7,31), sometido al
dominio del pecado y de la muerte, que tiene que llegar a su fin, y está en contraposición con
la "nueva era" (aion), con la vida eterna inaugurada por la Muerte y Resurrección de Cristo.
Este mundo mantiene la bondad, verdad y orden esencial, que vienen de su condición de
criatura (cfr. GS 36); sin embargo, está parcialmente deteriorado por el pecado, no puede
salvarse solo, pero está llamado a la salvación que nos trajo Cristo (cfr. GS 2,13, 37,39), que
se realiza en la participación en el Misterio Pascual de los hombres regenerados en la fe y en el
bautismo e incorporados a la Iglesia.
Esa salvación se va actuando en la historia humana y la penetra con su luz y fuerza;
extiende su dinamismo a todos los valores de la creación para discernirlos y sustraerlos a la
ambigüedad que les es propia después del pecado (cfr. GS 4), con el fin de recapitularlos en la
nueva libertad de los hijos de Dios (cfr. Rm 8,21).
2. Nueva relación del bautizado con el mundo
108
La Iglesia, sociedad de los hombres renacidos en Cristo para la vida eterna, es el
sacramento de la renovación del mundo que la potencia del Señor llevará a cabo
definitivamente en la consumación del "siglo" con la destrucción de toda potencia del
demonio, del pecado y de la muerte y la sujeción de todas las cosas a Él y al Padre (cfr. 1 Co
15,20-28). Por Cristo, en la Iglesia, los hombres marcados y animados por el Espíritu Santo,
son constituidos en un "sacerdocio real" (1 P 2,9) en el que se ofrecen ellos mismos, y su
actividad y su mundo a la gloria del Padre (cfr. LG 34).
El bautismo origina en todo cristiano una relación nueva con el mundo. Junto con
todos los hombres de buena voluntad, también él está comprometido en la tarea de edificar el
mundo y contribuir al bien de la humanidad, actuando según la legítima autonomía de las
realidades terrenas (cfr. GS 34 y 36). En efecto, la relación nueva con el mundo, nada quita al
orden natural, y si lleva consigo una ruptura con el mundo, en cuanto realidad opuesta a la
vida de la gracia y a la espera del Reino eterno, al mismo tiempo, lleva consigo la voluntad de
actuar en la caridad de Cristo para la salvación del mundo, es decir, para que los hombres
puedan llegar a la vida de la fe y para reordenar, en cuanto sea posible, las realidades
temporales según el designio de Dios, a fin de que faciliten al hombre el crecimiento en la
gracia para la vida eterna (cfr. M 7).
Viviendo esta nueva relación con el mundo, los bautizados cooperan en Cristo a su
propia redención. Por consiguiente la "secularidad" de un bautizado, como existencia en este
mundo y participación en sus distintas actividades, puede entenderse sólo dentro de esta
relación esencial, cualquiera que sea su forma concreta.
3. Distintas formas de vivir concretamente la relación con el mundo
Todos viven esta relación esencial con el mundo y deben tender a la santidad que es
participación de la vida divina en la caridad (cfr. LG 40). Pero Dios distribuye sus dones a
cada cual "según la medida de la donación de Cristo" (Ef 4,7).
En efecto, Dios es soberanamente libre en la distribución de sus dones. El Espíritu de
Dios, en su libre iniciativa, los distribuye "a cada cual como quiere" (1 Co 12,11), mirando al
bien de cada persona, pero, al mismo tiempo, al de toda la Iglesia y de la humanidad entera.
Precisamente por esa riqueza de dones, la unidad fundamental del Cuerpo Místico, que es la
Iglesia (cfr. Col 1,24) se manifiesta en la diversidad complementaria de sus miembros, que
viven y actúan bajo la acción del Espíritu de Cristo, para la edificación de su Cuerpo.
La vocación universal a la santidad en la Iglesia, es cultivada en las distintas formas de
vida y en las distintas funciones (cfr. LG 41), según las múltiples vocaciones específicas. El
Señor acompaña estas distintas vocaciones con los dones que dan la capacidad de vivirlas, y
ellas, encontrando la libre respuesta de las personas, suscitan distintos modos de realización,
siendo también distinto el modo como los cristianos realizan su relación bautismal con el
mundo.
4. El seguimiento de Cristo en la práctica de los "Consejos evangélicos"
109
El seguimiento de Cristo supone en todo cristiano una preferencia absoluta por Él,
hasta el martirio si fuera necesario (cfr. LG 42). Pero Cristo invita a algunos fieles suyos a
seguirlo incondicionalmente para dedicarse por completo a Él y al advenimiento del Reino de
los cielos. Es el llamamiento a un acto irrevocable, que comporta la donación total de uno
mismo a la persona de Cristo para compartir su vida, su misión, su suerte, y, como condición,
la renuncia de sí, a la vida conyugal, y a los bienes materiales.
Los llamados viven esa renuncia como condición para corresponder sin obstáculos al
Amor absoluto que les sale al encuentro en Cristo, permitiéndoles entrar más íntimamente en
el movimiento de ese Amor hacia la creación: "Dios amó tanto al mundo que entregó su Hijo
unigénito" (Jn 3,16), para que por medio de El se salve el mundo. Una decisión de este tipo, a
causa de su totalidad y definitividad que responden a las exigencias del amor, reviste el
carácter de voto de fidelidad absoluta a Cristo. Supone, evidentemente, la premisa bautismal
de vivir como fiel cristiano, pero se distingue de ella y la perfecciona.
Por su contenido, esta decisión radicaliza la relación del bautizado con el mundo, pues
la renuncia al modo común de "usar de este mundo" da testimonio de su valor relativo y
provisional y preanuncia la llegada del Reino escatológico (cfr. 1 Co 8,31).
En la Iglesia, el contenido de esa donación se ha explicitado en la práctica de los
consejos evangélicos (castidad consagrada, pobreza y obediencia), vivida de formas concretas
muy variadas, espontáneas o institucionalizadas. La diversidad de tales formas se debe a la
distinta manera de cooperar con Cristo para la salvación del mundo, que puede ir desde la
separación efectiva, propia de algunas formas de vida religiosa, hasta la presencia típica de los
miembros de los Institutos Seculares.
La presencia de estos últimos en el mundo significa una vocación especial a una
presencia salvífica, que se ejerce dando testimonio de Cristo y trabajando por reordenar las
realidades temporales según el designio de Dios. En orden a esta actividad, la profesión de los
consejos evangélicos reviste un significado especial de liberación de los obstáculos (orgullo,
codicia) que impiden ver y poner en práctica el orden que Dios quiere.
5. Eclesialidad de la profesión de los consejos evangélicos - Consagración
Todo llamamiento a seguir a Cristo es una invitación a la comunión de vida en Él y en
la Iglesia.
Por lo tanto, la práctica y profesión de los consejos evangélicos en la Iglesia se han
realizado no sólo de manera individual, sino también dentro de comunidades suscitadas por el
Espíritu Santo mediante el carisma de los fundadores.
Estas comunidades están íntimamente vinculadas con la vida de la Iglesia animada por
el Espíritu Santo y, por consiguiente. están encomendadas al discernimiento y al juicio de la
Jerarquía que comprueba su carisma, las admite, las aprueba y las envía, reconociendo su
misión de cooperar a la edificación del Reino de Dios.
E1 don total y definitivo hecho a Cristo por los miembros de estos Institutos es pues
recibido en nombre de la Iglesia que representa a Cristo, y en el modo que ella aprueba, por las
autoridades que constituyen los mismos Institutos, para crear un vínculo sagrado (cfr. LG 44) .
110
En efecto, aceptando el don de una persona, la Iglesia la marca en nombre de Dios con una
consagración especial como pertenencia exclusiva de Cristo y de su obra de salvación.
En el bautismo tiene lugar la consagración sacramental y fundamental del hombre,
pero ésta puede vivirse después de manera más o menos "profunda e íntima". La decisión
firme de responder al llamamiento especial de Cristo, entregándole totalmente la propia
existencia libre y renunciando a todo lo que en el mundo puede impedir la donación exclusiva,
ofrece materia para la nueva consagración antes mencionada que "radicada en la consagración
bautismal, la expresa más plenamente" (PC 5). Ella es obra de Dios que llama a la persona, se
la reserva mediante el ministerio de la Iglesia y la asiste con gracias particulares que la ayudan
a ser fiel.
La consagración de los miembros de los Institutos Seculares no tiene carácter de
separación visible exteriormente, pero posee sin embargo el carácter esencial de compromiso
total por Cristo en una determinada comunidad eclesial, con la que se contrae una vinculación
mutua y estable y en cuyo carisma se participa. Deriva de ello una consecuencia peculiar sobre
el modo de concebir la obediencia en los Institutos Seculares: ésta supone no sólo la búsqueda,
personal o en grupo, de la voluntad de Dios al asumir los compromisos propios de una vida
secular, sino también la libre aceptación de la mediación de la Iglesia y de la comunidad a
través de sus Responsables dentro del ámbito de las normas constitutivas de cada Instituto.
6. La "secularidad" de los Institutos Seculares
La sequela Christi en la práctica de los consejos evangélicos hizo que se constituyera
en la Iglesia un estado de vida caracterizado por un cierto "abandono del siglo": la vida
religiosa. Este estado se fue distinguiendo del de los fieles que permanecían en las condiciones
y actividades del mundo y que por eso se llaman seglares.
Habiendo reconocido después nuevos Institutos en los cuales los consejos evangélicos se
profesan plenamente por fieles que permanecen en el mundo dedicándose a sus actividades
para actuar desde dentro ("in saeculo ac veluti ex saeculo") para su salvación, la Iglesia los
denominó Institutos Seculares.
El calificativo secular atribuido a estos Institutos tiene una connotación que podríamos
llamar "negativa": no son religiosos (cfr. PC 11), ni se les debe aplicar la legislación o los
procedimientos propios de los religiosos.
Pero el significado que realmente interesa y que los define en su vocación específica,
es el "positivo": la secularidad expresa tanto una condición sociológica -el permanecer en el
mundo-, como una actitud de compromiso apostólico con atención a los valores de las
realidades terrenas que, partiendo de ellos, han de ser imbuidas de espíritu evangélico
Este compromiso se vive de forma distinta por los laicos y por los sacerdotes
En efecto, los primeros hacen de la búsqueda del reino de Dios, tratando los asuntos
temporales y reordenándolos según Dios, la nota peculiar caracterizadora de su misma
evangelización y testimonio de la fe en palabras y obras.
111
Los sacerdotes, en cambio - salvo en casos excepcionales (cfr. LG 31; PO 8)- no
ejercen esa responsabilidad para con el mundo con una acción directa e inmediata en el orden
temporal, sino con su acción ministerial y con su función de educadores de la fe (cfr. PO 6):
éste es el medio más alto para contribuir a que el mundo se vaya perfeccionando
constantemente, según el orden y el significado de la creación (cfr. Pablo VI, 2 de febrero de
1972) y para dar a los seglares "las ayudas morales y espirituales a fin de instaurar el orden
temporal en Cristo" (AA 7). Significado de la creación (cfr. Pablo VI, 2 de febrero de 1972) y
para dar a los seglares "las ayudas morales y espirituales a fin de instaurar el orden temporal
en Cristo" (AA 7) .
Con motivo de la consagración, los Institutos Seculares son reconocidos entre los
Institutos de vida consagrada, pero la característica de la secularidad los diferencia de
cualquier otra forma de Institutos.
La fusión de la consagración y del compromiso secular en una misma vocación
confiere a ambos elementos una nota original. La profesión plena de los consejos evangélicos
hace que la unión más íntima con Cristo haga especialmente fecundo el apostolado en el
mundo. El compromiso secular da a la profesión misma de los consejos, una modalidad
especial y la estimula hacia una autenticidad evangélica cada vez mayor.
TERCERA PARTE
NORMATIVA JURÍDICA
La normativa jurídica de los Institutos Seculares estaba contenida en la constitución
apostólica Provida Mater, en el Motu Proprio, Primo Feliciter, y en la instrucción Cum
Sanctissimus de la Sagrada Congregación de Religiosos. La misma Sagrada Congregación fue
autorizada a emanar normas nuevas para los Institutos Seculares "según la necesidad lo exija y
la experiencia lo aconseje" (PM 11, § 2-2°).
E1 nuevo Código de Derecho Canónico, al tiempo que las abroga, recoge y actualiza
las normas precedentes, presenta un cuadro legislativo sistemático, completo, fruto de la
experiencia de estos años y de la doctrina del Concilio Vaticano II.
Seguidamente exponemos los elementos esenciales de esta normativa del código.
1. Institutos de vida consagrada (Liber II, Pars III, Sectio I)
La colocación de los Institutos Seculares en el código ya es de por sí significativa e
importante, porque demuestra que éste hace suyas dos afirmaciones del Concilio (PC 11), ya
contenidas en documentos anteriores:
a) Los Institutos Seculares son verdadera y plenamente Institutos de vida consagrada: el
código habla de éstos en la sección De institutis vitae consacratae.
112
b) Pero no son religiosos, y el código incluye los dos tipos de Institutos bajo dos títulos
diferentes: II. De institutis religiosis, III. De Institutis saecularibus.
De ello resulta que no se debe identificar "vida consagrada" con "vida religiosa",
aunque lamentablemente esto ha sido hasta hoy bastante frecuente. El título 1. Normae
communes, en los cc. 573-578, presenta una descripción de la vida consagrada que, por una
parte, no es suficiente para definir la vida religiosa, pues ésta incluye otros elementos (cfr. c.
607); y, por otra, es más amplia, puesto que el valor de la consagración, que marca la entrega
total a Dios con su sequela Christi y su dimensión eclesial, alcanza también a los Institutos
Seculares.
Del mismo modo, la definición de los tres consejos evangélicos de castidad, pobreza y
obediencia (cfr. cc. 599-601) corresponde plenamente a los Institutos Seculares, si bien sus
aplicaciones concretas deben estar de acuerdo con su naturaleza propia (cfr. c.598).
Los otros puntos tratados en el título 1, se refieren sobre todo, a aspectos de
procedimiento. Nótese, entre otras cosas, que el reconocimiento diocesano, incluso de un
Instituto Secular, exige la intervención de la Sede Apostólica (c. 579; cfr. cc. 583-584). Y esto,
porque el Instituto Secular no constituye un estado transitorio para otras formas canónicas,
como podían serlo las Pías Uniones o Asociaciones del código anterior, sino que es un
Instituto de vida consagrada en sentido propio, que sólo puede erigirse como tal si posee todas
las características necesarias y da suficiente garantía de solidez espiritual, apostólica e incluso
numérica.
Volviendo a la afirmación de principio, también los Institutos Seculares llevan consigo
una verdadera y auténtica vida de consagración. Por otra parte, el hecho de que se les dedique
un título distinto, con normas propias, manifiesta la neta diferenciación de cualquier otro
género de institutos.
2. Vocación original: índole secular (cc. 710-711)
La vocación en un Instituto Secular requiere que se aspire a la santificación o
perfección de la caridad viviendo las exigencias evangélicas "in saeculo" (c. 710), "in
ordinariis mundi condicionibus" (c. 714); y que el compromiso de cooperar en la salvación del
mundo se realice "praesertim ab intus" (c. 710), "ad instar fermenti" y, para los laicos, no sólo
"in saeculo" sino que también "ex saeculo" (c.713 § § 1-2).
Estas repetidas precisiones sobre el modo específico de vivir el radicalismo evangélico
demuestran que la vida consagrada de estos Institutos se caracteriza precisamente por la índole
secular, de modo que la coesencialidad y la inseparabilidad de la secularidad y la consagración
hacen de esta vocación una forma original y típica de sequela Christi.
La vuestra es una forma de consagración nueva y original, sugerida por el Espíritu
Santo (Pablo VI, 20 de septiembre de 1972).Ninguno de los dos aspectos de vuestra
fisonomía espiritual puede ser supervalorado a costa del otro. Ambos son
coesenciales.. estáis realmente consagrados y realmente en el mundo" (idem, ibid.).
Vuestro estado secular está consagrado (Juan Pablo II, 28 de agosto de 1980).
113
En virtud de esta originalidad, el c. 711 hace una afirmación de gran alcance jurídico:
observando las exigencias de la vida consagrada, los laicos de los Institutos Seculares son
laicos para todos los efectos (por eso se les aplican los cc. 224-231 sobre los derechos y
obligaciones de los fieles laicos); y, a su vez, los sacerdotes de los Institutos Seculares se rigen
por las normas del derecho común para los clérigos seculares.
También por esto, es decir, para no distinguirse formalmente de los demás fieles,
algunos Institutos exigen mantener a sus miembros una cierta reserva sobre su pertenencia al
Instituto.
Seguís siendo laicos, comprometidos en los valores seculares propios y peculiares del
laicado (Pablo VI, 20 de septiembre de 1972).
No cambia vuestra condición: sois y os mantenéis laicos (Juan Pablo II, 28 de agosto
de 1980).
El sacerdote que se asocia a un Instituto secular, precisamente en cuanto secular,
permanece vinculado en íntima unión de obediencia y de colaboración con el Obispo
(Pablo VI, 2 de febrero de 1972).
El código confirma, en varios cánones, que esta índole secular se entiende como
situación ("in saeculo"), pero también en su aspecto teológico y dinámico, en el sentido
indicado por la Evangelii Nuntiandi, es decir, en "el poner en práctica todas las posibilidades
cristianas y evangélicas escondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del
mundo" (n. 70). Pablo VI dijo explícitamente (25 de agosto de 1976) que los "Institutos
Seculares deben escuchar como dirigido sobre todo a ellos" este párrafo de la Evangelii
Nuntiandi.
3. Los consejos evangélicos (c. 712)
La Iglesia exige, para reconocer a un Instituto de vida consagrada, el compromiso libre
y explícito en la línea de los tres consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia,
"donum divinum quod Ecclesia a Domino accepit" (c. 575 § 1); y reivindica su competencia
en cuanto a la interpretación y normativa de los mismos (cfr. c.576).
El código (cc. 599-600-601) expone el contenido de los tres consejos evangélicos, pero
remite al derecho propio de cada Instituto para las aplicaciones referentes a la pobreza y
obediencia; respecto de la castidad reafirma la obligación de la continencia perfecta en el
celibato. Por consiguiente, las personas casadas no pueden ser miembros en sentido estricto de
un Instituto Secular, el c. 721 § 1-3° lo confirma diciendo que es inválida la admisión de un
"coniux durante matrimonio".
Corresponde a las constituciones de cada Instituto determinar las obligaciones
derivadas de la profesión de los consejos evangélicos, de modo que den garantía de que el
estilo de vida de las personas ("in vitae ratione") sea capaz de dar testimonio según la índole
secular.
Los consejos evangélicos -aun siendo comunes a otras formas de vida consagradaadquieren un significado nuevo, de especial actualidad en el tiempo presente (Pablo
VI, 2 de febrero de 1972).
114
Las constituciones deben determinar también el vínculo sagrado con el que se asumen
los consejos evangélicos. El código no concreta los vínculos que se consideran sagrados pero a
la luz de la Lex peculiaris, aneja a la constitución apostólica Provida Mater (art 111,2), éstos
son: voto, juramento o consagración para la castidad en el celibato; voto o promesa para la
obediencia y la pobreza.
4. El apostolado (c. 713)
Por el bautismo todos los fieles están llamados a participar en la misión eclesial de dar
testimonio y proclamar que Dios "ha amado al mundo en su Hijo", que el Creador es Padre,
que todos los hombres son hermanos (cfr. EN 26), así como de actuar de modos distintos en la
edificación del Reino de Cristo y de Dios.
Los Institutos Seculares tienen un objetivo particular dentro de esta misión. El código
dedica los tres párrafos del c. 713 a determinar la actividad apostólica que les está encomenda
El primer párrafo, válido para todos los miembros de los Institutos Seculares, destaca
la relación entre consagración y misión: la consagración es un don de Dios cuya finalidad es
participar en la misión salvífica de la Iglesia (cfr. c. 574 § 2). El que ha sido llamado, también
ha sido enviado.
La consagración especial... debe impregnar toda vuestra vida y actividades diarias
(Juan Pablo II, 28 de agosto de 1980).
Se afirma después que la actividad apostólica es un "ser dinámico" encaminado hacia
la realización generosa del plan de salvación del Padre; es una presencia evangélica en el
propio ambiente, significa vivir las exigencias radicales del Evangelio de modo que la vida
misma llegue a ser fermento. Un fermento que los miembros de los Institutos Seculares están
llamados a introducir en la trama de las vicisitudes humanas, en su trabajo, vida familiar y
profesional, en solidaridad con los hermanos y colaborando con quien actúa en otras formas de
evangelización. Aquí el código repite para todos los Institutos Seculares lo que el Concilio
dice a los laicos: "suum proprium munus exercendo, spiritu evangelico ducti, fermenti instar"
(LG 31).
Esta resolución os es propia: cambiar el mundo desde dentro (Juan Pablo II, 28 de
agosto de 1980).
El segundo párrafo está dedicado a los miembros laicos. En la primera parte señala lo
específico de los Institutos Seculares laicales: presencia y acción transformadora desde dentro
del mundo para que se cumpla el plan divino de salvación. También aquí repite el código lo
que el Concilio define misión propia de todos los laicos: "Laicorum est, ex vocatione propria,
res temporales gerendo et secundum Deum ordinando, regnum Dei quaerere" (LG 31; cfr.
también AA 18-19).
En efecto, con esta finalidad nacieron los Institutos Seculares, como recuerda
igualmente el Concilio refiriéndose, a su vez, a la Provida Mater y al Primo Feliciter "Ipsa
instituta propriam ac peculiarem indolem, saecularem scilicet, servent, ut apostolatum in
saeculo ac veluti ex saeculo, ad quem exercendum orta sunt, efficaciter et ubique adimplere
valeant" (PC 11).
115
En la segunda parte dice el párrafo que también los miembros de los Institutos
Seculares, como todos los laicos, pueden prestar servicios dentro de la comunidad eclesial
como, por ejemplo, catequesis, animación de la comunidad, etc. Algunos Institutos han
asumido estas actividades apostólicas como objetivo propio, sobre todo en aquellas naciones
donde se acusa más la necesidad de servicios de esta clase por parte de los laicos. El código
sanciona legislativamente esta opción y hace esta importante precisión: "iuxta propriam vitae
rationem saecularem".
El poneren evidencia la aportación específica de vuestro estilo de vida no debe inducir
a infra valorar las otras formas de consagración a la causa del Reino, a las que
también podéis estar llamados. Quiero referirme aquí a lo que se dice en el n. 73 de la
exhortación Evangelii Nuntiandi cuando recuerda que los seglares también pueden
sentirse llamados o ser llamados a colaborar con sus Pastores en el servicio de la
comunidad eclesial, para el crecimiento y la vida de ésta, ejerciendo ministerios muy
diversos según la gracia y los carismas que el Señor quiera concederles (Juan Pablo
II, 28 de agosto de 1980).
El tercer párrafo se refiere a los miembros clérigos, para los que también vale lo
dicho en el § 1.
Declara que estos miembros han de tener una relación especial con el presbiterio: si los
Institutos Seculares están llamados a una presencia evangélica en el propio ambiente,
entonces, también se puede hablar de misión testimonial ante los demás sacerdotes.
...aportar al presbiterio diocesano no sólo una experiencia de vida según los consejos
evangélicos y con ayuda comunitaria, sino también una sensibilidad justa de la
relación de la Iglesia con el mundo (Juan Pablo II, 28 de agosto de 1980).
Además, el párrafo dice que la relación de la Iglesia con el mundo, del que los
Institutos Seculares deben ser testimonios especializados, también debe ser objeto de atención
y de actuación por parte de los sacerdotes miembros de estos Institutos, bien sea educando a
los laicos a vivir adecuadamente dicha relación o también con su actuación específica en
cuanto sacerdotes.
El sacerdote, en cuanto tal, tiene también él, lo mismo que el laico cristiano, una
relación esencial con el mundo (Pablo VI, 2 de febrero de 1972)
El sacerdote, para estar cada vez más atento a la situación de los laicos...(Juan Pablo
II, 28 de agosto de 1980).
Además de este párrafo, a los Institutos Seculares clericales se les dedica también el c.
715 referente a la incardinación, que es posible bien en la diócesis o bien al Instituto. Para la
incardinación en el instituto se remite al c. 266, § 3, donde se dice que es posible "vi
concessionis Sedis Apostolicae".
Los únicos casos en que los Institutos Seculares clericales tienen normas distintas de
las de los laicos, en el título III son los dos cánones citados (713 y 715), la precisión del c. 711
ya mencionado, y la del c. 727 § 2 referente ala salida del Instituto. En los demás aspectos, el
código no introduce distinciones.
116
5. La vida fraterna (c. 716)
La vocación que halla respuesta en un Instituto, es decir, que no es de personas
aisladas, lleva consigo la vida fraterna "qua sodales omnes in peculiarem veluti familiam in
Christo coadunantur" (c. 602).
Es esencial la comunión fraterna entre los miembros del mismo Instituto, y se lleva a
cabo en la unidad del mismo espíritu, en la participación en un mismo carisma de vida secular
consagrada, en la identidad de la misión específica, en la fraternidad de la recíproca relación y
en la colaboración activa en la vida del Instituto (c. 716; cfr. c. 717 § 3).
La vida fraterna debe ser cuidada mediante encuentros e intercambios de distintas
clases: de oración (y, de manera particular, los ejercicios espirituales anuales y retiros
periódicos), confrontación de experiencias, diálogo, formación, información, etc.
Esta comunión profunda y los distintos medios para cultivarla, son de una importancia
fundamental precisamente porque pueden ser muy variadas las formas concretas de vida: "vel
soli, vel in sua quisque familia, vel in vitae fraternae coetu" (c. 714), bien entendido que la
vida fraterna del grupo no debe asemejarse a la vida comunitaria de los religiosos.
6. La formación
La naturaleza de esta vocación de consagración secular, que exige un esfuerzo
constante de síntesis de fe, consagración y vida secular, y la situación misma de las personas,
que habitualmente están dedicadas a tareas y actividades seculares y con frecuencia viven
aisladas, imponen que la formación de los miembros de los Institutos sea sólida y adecuada.
Esta necesidad se recuerda oportunamente en varios cánones, particularmente en el
719, donde se indican las principales obligaciones espirituales de cada uno: la oración
constante, la lectura y meditación de la Palabra de Dios, los tiempos de retiro, la participación
en la Eucaristía y en el sacramento de la Penitencia.
El c. 722 indica algunas directrices para la formación inicial, que tiende sobre todo a
una vida según los consejos evangélicos y al apostolado; el c. 724 trata de la formación
permanente "in rebus divinis et humanis, pari gressu". Se deduce que la formación debe
acomodarse a las exigencias fundamentales de la vida de la gracia para personas consagradas a
Dios en el mundo; debe ser muy concreta, enseñando a vivir los consejos evangélicos con
gestos y actitudes de donación a Dios en el servicio a los hermanos, ayudando a descubrir la
presencia de Dios en la historia y educando a vivir en la aceptación de la cruz con las virtudes
de abnegación y mortificación.
Hemos de decir que todos los Institutos son muy conscientes de la importancia que
tiene esta formación. Incluso tratan de ayudarse recíprocamente a nivel de Conferencias
nacionales y de la Conferencia mundial.
7. Pluralidad de institutos
Los cc. 577 y 578 se aplican también a los Institutos Seculares. En éstos hay tal
variedad de dones que da lugar a un pluralismo positivo en dos modos de vivir la común
117
consagración secular de acuerdo con las intenciones y proyecto de los fundadores cuando
fueron aprobados por la autoridad eclesiástica.
Con razón insiste el c. 722 en la necesidad de que los candidatos conozcan bien "la
vocación propia del Instituto" y de que se ejerciten en ella según el espíritu e índole propios.
Por otra parte, dicha pluralidad es un hecho adquirido.
Siendo variadísimas las necesidades del mundo y las posibilidades de acción en el
mundo y con los instrumentos del mundo, es natural que surjan diversas formas de
actuación de este ideal, individuales y asociadas, ocultas y públicas, de acuerdo con
las indicaciones del Concilio (cfr. AA 15-22). Todas estas formas son igualmente
posibles para los Institutos Seculares y para sus miembros... (Pablo VI, 2 de febrero de
1972).
8. Otras normas del Código
Los demás cánones del título dedicado a los Institutos Seculares se refieren a aspectos
que podríamos calificar como más técnicos. Con todo, muchas determinaciones se dejan a la
competencia del derecho propio: se obtiene así una estructura sencilla y una organización
flexible.
Los aspectos que tratan estos cánones son los siguientes: 717: régimen interno; 718:
administración; 720-721: admisión en el Instituto; 723: incorporación al Instituto; 725:
posibilidad de tener miembros asociados; 726-729: eventual separación del Instituto; 730:
tránsito a otro Instituto.
Es digno de atención que en los cánones se habla de incorporación perpetua y de
incorporación definitiva (cfr. en particular, el c.723). En efecto, algunas constituciones
aprobadas establecen que el vínculo sagrado (votos o promesas) ha de ser siempre temporal,
aunque con la intención de renovarlo al finalizar el término. En cambio, otras constituciones,
la mayor parte, prevén que el vínculo sagrado, tras un determinado período de tiempo, sea o
pueda ser asumido para siempre.
Cuando el vínculo sagrado se asume perpetuamente, la incorporación al Instituto se
llama perpetua, con todos los efectos jurídicos que lleva consigo.
En cambio, si el vínculo sagrado es siempre temporal, las constituciones deben
establecer que, tras un período de tiempo (no inferior a 5 años), la incorporación al Instituto se
considere definitiva. El efecto jurídico más importante es que a partir de ese momento la
persona adquiere en el Instituto plenitud de derechos y obligaciones; otros efectos deben
establecerse en las constituciones.
Conclusión
La historia de los Institutos Seculares es todavía breve; por esto y por su misma
naturaleza siguen abiertos a la actualización y adaptación.
118
Con todo, tienen ya una fisionomía bien definida a la que deben ser fieles en la
novedad del Espíritu; con este fin, el Código de Derecho Canónico resulta un punto de
referencia necesario y seguro.
Sin embargo, todavía no han sido bien conocidos ni comprendidos: quizá a causa de su
misma identidad (la unión indisoluble de la consagración y de la secularidad) o también
porque actúan sin distinguirse del propio ambiente, o porque no se les presta la debida
atención, o incluso porque todavía hay en ellos algunos aspectos problemáticos sin resolver.
Los datos que presenta este documento sobre su historia, teología y normativa jurídica,
podrán ser útiles para superar esta falta de conocimiento y para fomentar "entre los fieles una
comprensión no aproximativa o acomodaticia, sino exacta y que respete las características
propias de los Institutos Seculares" (Juan Pablo II, 6 de mayo de 1983).
Entonces será más fácil, incluso en el terreno pastoral, ayudar y proteger esta vocación
especial para que sea fiel a su identidad, a sus exigencias y a su misión.
119
CONGREGACIÓN PARA LOSRELIGIOSOS E INSTITUTOS SECULARES
COMUNICACIÓN SOBRE EL CÓDIGO*
El 27 de noviembre de 1983, ha entrado en vigor el nuevo Código de Derecho
Canónico, derogando así las precedentes leyes eclesiales universales, así como las relativas a
los Institutos Seculares.
Éstos se rigen por los cánones 573-602 y 606 (normas comunes a todos los Institutos
de Vida consagrada) y por los cánones 710-730.
La presente comunicación no quiere ser ni un comentario, ni una explicación de esos
cánones, sino únicamente responder a la pregunta: ¿Cómo examinar de nuevo las
Constituciones propias de cada Instituto a la luz del Código?
I. PRINCIPIOS ESCLARECEDORES
1. En la materia que afecta directamente a los Institutos Seculares, el Código no introduce
modificaciones sustanciales. Su naturaleza, tal como está definida en la Provida Mater, Primo
feliciter, los documentos conciliares y los discursos de los Papas, es confirmada teológica y
jurídicamente: consagración con compromisos a los consejos evangélicos - situación y
apostolado seculares - flexibilidad de organización.
2. Las traducciones del Codigo a los distintos idiomas, incluso si están autorizadas por las
Conferencias Episcopales, no son el texto oficial, sino que éste es el constituido por la edición
en latín.
3. Los comentarios, generalmente muy útiles para comprender bien el texto, no constituyen sin
embargo su interpretación auténtica: ésta solamente puede ser dada por la Sede Apostólica.
Sigue siendo muy importante referirse a las fuentes (es decir a los documentos precedentes y
al Magisterio Eclesial, que el Código toma en cuenta), así como a la praxis de la Sagrada
Congregación.
4. Cuando los cánones hablan de "constituciones" se trata del texto fundamental de cada
Instituto, aunque se designe con un nombre diferente como: estatuto, regla de vida u otro. Es el
texto aprobado por la autoridad competente de la Iglesia.
Por el contrario, cuando hablan de "derecho proprio", comprende también además de
las constituciones, otros textos normativos de los Institutos, como: el directorio, las normas de
aplicación, las normas complementarias, el reglamento. A este respecto ver el canon 587.
*
El texto es traducido del francés.
120
II. PRECISIONES JURIDICAS
El Código da normas obligatorias para todos los Institutos: estas normas son efectivas
incluso si las constituciones no las recogen. Por ejemplo: las condiciones de admisión, c.
721.1.
Las constituciones pueden ser más exigentes que las reglas del Código, mientras que
no pueden exigir menos, ni proponer prescripciones contrarias a las del Código.
Con frecuencia el Código declara que corresponde a cada Instituto fijar normas
concretas sobre los puntos particulares. Poniéndolas de relieve se puede hacer la distinción
siguiente:
1. Los puntos que deben prescribir las constituciones:
- Una clara presentación del Instituto: naturaleza, fin, espiritualidad, rasgos característicos (c.
578, al cual remite el c. 587-1); por tanto todo lo que es esencial a la definición de un Instituto
Secular, y especialmente de un Instituto determinado.
- Los compromisos sagrados por los cuales son asumidos los consejos evangélicos de castidad,
pobreza y obediencia, y las obligaciones que comportan en un estilo de vida secular (c. 712;
éste remite a los cánones 598-601, y retoma en sustancia la exigencia final del canon 587.1 y
sobre todo la del c. 598.1). Para los compromisos, se puede elegir entre los que estaban
previstos en la Ley peculiar unida a la Provida Mater: voto, juramento o promesa para la
castidad; voto o promesa para la pobreza y la obediencia.
- Las reglas fundamentales relativas al gobierno (c. 581.1), en particular: la autoridad de los
responsables y de las Asambleas (c. 596.1); la forma y el modo de gobierno, el modo de
nombrar los responsables, la duración de los cargos (c. 717.1).1
- Si las constituciones prevén la subdivisión del Instituto en otras partes, como: zonas,
regiones, naciones..., entonces, quien tiene competencia para erigirlas, determinarlas,
suprimirlas (c. 581 y c.585).
- Las reglas fundamentales relativas a las diferentes obligaciones asumidas por los miembros
(c. 587.1; ver por ejemplo c.719 sobre la oración).
- Las reglas fundamentales referentes a la incorporación y la formación (c. 587.1) y en
particular:
- qué Superior con su Consejo (y las constituciones deben precisar si el voto del Consejo debe
ser deliberativo o Consultivo) tiene el derecho de admitir:
- en el Instituto, a la formación, a la incorporación tanto temporal como perpetua o definitiva
(c. 720);
1
"Moderador supremo" indica el responsable general; "moderadores mayores" designa o bien el responsable
general o los responsables de las subdirecciones más importantes del Instituto, cuando éstas están previstas en las
constituciones.
121
- cuál es la duración del tiempo de formación, y no debe ser inferior a dos años (c. 722.3);
- cuál es la duración de la incorporación temporal, y no debe ser inferior a cinco años (c.
723.2);
- cuáles son los efectos de la incorporación definitiva (c. 723.4); a este respecto ver más abajo
el título IV);
-cómo asegurar la formación permanente (c.724.1);
- qué eventuales impedimentos para la admisión quiere añadir el Instituto a los previstos por el
Código (c. 721.2).
- El estilo de vida en las situaciones ordinarias (c. 714), y el compromiso de vida fraterna
(c.602; ver c.716).
- Si el Instituto tiene miembros asociados, cuál es su vínculo con el Instituto (c.725).
- Para conceder la dispensa de los compromisos perpetuos contraídos en un Instituto de
Derecho Diocesano, cuál es el Obispo competente: el de la sede del Instituto, o el del lugar
donde reside el interesado (c.721.1). En un Instituto de Derecho Pontificio, sólo es competente
la Sede Apostólica.
- Para la expulsión qué causas cree el Instituto que debe añadir a las previstas por el Código
(c.729).
(Cánones citados más arriba, en su orden numérico: 578, 581, 585, 587.1, 596.1, 602, 712,
714, 717.1, 720, 721.2, 722.3, 723.2 y 4, 724.1, 725, 727.1, 729).
2. Los puntos que debe expresar el derecho propio: (sean las constituciones, sea el directorio u
otro texto).
- Para la admisión: Las cualidades eventuales requeridas por el Instituto, además de las
previstas por el Código (c.597.1).
- Para el consejo evangélico de pobreza: las normas concretas en cuanto a la limitación en el
uso y en la disposición de los bienes (c. 600); el modo de administrar los bienes del Instituto y
las eventuales obligaciones de orden económico entre el Instituto y los miembros (c.718).
- En lo que concierne a los bienes del Instituto, el canon remite al libro V del Código, porque
los bienes que pertenecen a una persona pública en la Iglesia, como son los Institutos
Seculares, son "bienes eclesiásticos" sujetos a normas particulares (c.1257.1).
- Cómo debe entenderse la participación en la vida del Instituto (c. 716.1) y las precisiones
concernientes a los retiros, ejercicios espirituales, etc. (c.719).
(Cánones citados arriba en su orden numérico: 597.1,600,716.1;718,719; ver también 598.2).
122
III. SUGERENCIASPARA
PRÁCTICA
LA
PUESTA
EN
A la vista de todo lo que se acaba de decir, los Institutos Seculares no tienen que
preocuparse de rehacer sus constituciones, si han sido aprobadas recientemente.
Pero he aquí lo que se les pide que hagan:
1. E1 gobierno central, directamente o por medio de una comisión de trabajo bajo su
responsabilidad, debe controlar si las constituciones (y el directorio) expresan todo lo que
requiere el Código. Se impone en particular una verificación de las precisiones que no se
exigían hasta el presente, es decir: que la duración de la primera formación no sea inferior a
dos años, y que la duración de la incorporación temporal no sea inferior a cinco años.
2. Después de haber localizado los puntos a precisar en las constituciones (y en el directorio),
el gobierno central procede a las modificaciones. No es necesario someterlas previamente a la
Asamblea general; se hará en la primera ocasión. Naturalmente se debe informar de ello a
todos los miembros, y comunicarlo a la Sagrada Congregación así como al Obispo si el
Instituto es de Derecho Diocesano.
3. Este trabajo debe hacerse tan pronto como sea posible. Pero todo elemento nuevo
introducido en las constituciones es válido sólo para el futuro, no para el pasado (las leyes no
son "retroactivas").
IV. LA INCORPORACIÓN DEFINITIVA2
Después del período de formación, un miembro se incorpora al Instituto de manera
temporal.
Después, cuando asume para siempre sus compromisos sagrados con miras a una
consagración a Dios perpetua, la incorporación al Instituto es también perpetua.
Sin embargo, ciertos Institutos prevén en sus constituciones que la consagración a Dios
perpetua en la intención, sea o pueda ser siempre renovada por un compromiso temporal
(habitualmente anual).
En el caso en que los compromisos sean siempre renovados temporalmente, el Código
precisa que, a partir de un cierto momento fijado por las constituciones - y que no puede
situarse en menos de cinco años después de la primera incorporación - la incorporación al
Instituto se convierte en definitiva (c. 723.3), asimilada a la perpetua (c. 723.4) para los
efectos jurídicos siguientes:
1. Según el derecho común
- En el momento en que la incorporación llega a ser definitiva, un acto formal de admisión
debe ser realizado por el superior competente (un "superior mayor" determinado), con el voto
de su Consejo;
2
Este punto concierne directamente sólo a los Institutos en los que el compromiso sagrado es o puede ser siempre
temporal.
123
- después que la incorporación se convirtió en definitiva los superiores no pueden, a menos
que haya motivos muy graves, decidir la no admisión de un miembro a renovar sus votos; en
este caso, en efecto, la no admisión equivale a un despido;
- no obstante, la persona permanece siempre libre para dejar el Instituto sin pedir dispensa
particular cuando no renueva sus compromisos al terminar el período para el cual los había
contraído.
2. Según las propias constituciones
- Por la incorporación definitiva, el miembro adquiere la plenitud de derechos en el Instituto,
como el de ser elegido para los diferentes cargos. Pero las constituciones pueden añadir
condiciones particulares para asumir ciertos cargos (una edad mínima, por ejemplo); o bien
pueden prever el admitir también, para otros cargos determinados, a miembros que no tienen
la incorporación definitiva.
Roma, 18 de enero de 1984
De la Sección de Institutos Seculares
124
CONGREGACION PARA LOS RELIGIOSOS
E INSTITUTOS SECULARES (CRIS)
CARTA A LOS MODERADORES GENERALES
CRITERIOS
para redactar el informe sobre la situación y la vida de los Institutos seculares que se enviará
periódicamente a la Sede Apostólica.
La Sede Apostólica tiene gran estima de la vida secular consagrada de los Institutos, de
su fecunda promoción espiritual y apostólica, y atiende con verdadera solicitud sus múltiples
necesidades.
Por este motivo es muy importante que la comunión de los Institutos con la misma
Sede Apostólica, como lo pide el can. 592 § 1, sea favorecida constantemente mediante
oportunas informaciones sobre la situación y la vida de los Institutos. De este modo podrá
compartir en el Señor las circunstancias, tanto felices como adversas (cfr. Rom. 12, 15) y,
según los casos y posibilidades, podrá ofrecer su ayuda pastoral.
Con este fin, la Congregación para los Religiosos e Institutos seculares desea proponer
algunos criterios para la redacción de los informes que los Moderadores Supremos de los
Institutos seculares han de transmitir a la Sede Apostólica.
1 - El informe que el Moderador Supremo debe enviar a esta Congregación podrá ser el
presentado a la Asamblea general del Instituto, incluso en forma abreviada, adjuntando las
Actas de la misma Asamblea. Se ruega a los Moderadores Supremos que envíen el Informe
por primera vez a partir de la celebración de la próxima Asamblea general ordinaria.
2 - El informe deberá recoger en todo caso los puntos siguientes:
a) una estadística sintética de los miembros;
b) la actividad vocacional y las esperanzas sobre el futuro crecimiento del Instituto;
c) cómo se realiza el compromiso apostólico de los individuos; la formación inicial y
permanente; la comunión fraterna según el espíritu del Instituto, y la relación entre los
Responsables y los miembros;
d) el sentido eclesial en las relaciones con la Sede Apostólica y con los Obispos diocesanos.
La participación en las Conferencias, tanto mundial como nacional;
e) si el Instituto, como tal, desarrolla una actividad, información sobre la acción apostólica,
social, asistencial;
f) el estado económico del Instituto, de modo genérico, indicando si existen dificultades en
esta materia;
g) las posibles dificultades más importantes que se refieren, sobre todo, a la vida y al
apostolado del Instituto;
h) otros aspectos que describan mejor la situación real del Instituto.
125
La Congregación para los Religiosos e Institutos seculares, al tiempo que solicita dichas
informaciones, invoca para los Institutos seculares y para cada uno de sus miembros, "paz y
caridad con fe de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo" (Ef 6, 23).
Roma, 2 de enero, Año Mariano de 1988.
f. Hieronymus M. Card. Hamer, O.P.
Praef..
+ Vincentius Fagiolo
Archiep. em. Theat. Vasten.
Secr.
126
CONGREGACION PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA
CONSAGRADA Y LAS ASOCIACIONES DE VIDA APOSTOLICA
ORIENTACIONES PRACTICAS
Primeros pasos para la fundación de un Instituto secular
1. De acuerdo con la praxis recomendada por este Dicasterio, antes de llegar a la erección
canónica de un Instituto secular, se recomienda que los Ordinarios diocesanos interesados
procedan a la constitución de una Asociación pública, según el canon 312, parágrafo 1, 3°.
2. Es muy importante definir bien el carisma del fundador o de la fundadora, la espiritualidad
y el apostolado propio de la Asociación.
3. Comprobada la naturaleza del carisma, la autenticidad de vida, la utilidad, la vitalidad, la
eficacia y la estabilidad del grupo, el Obispo puede erigir la Asociación pública aunque sean
pocas personas. En el Decreto de erección de la Asociación es importante insertar la siguiente
frase: "en vista de ser erigida en Instituto secular de derecho diocesano". Con esta frase, los
miembros pueden llevar una vida de modo análogo a aquélla de los miembros de los Institutos
seculares.
4. La estructura jurídica de la Asociación debe ser, desde el comienzo, la que se piensa tener
cuando sea erigida en Instituto secular, siguiendo las normas del Código dedicadas a los
mismos (cánones 710-730), teniendo en cuenta, naturalmente, el número actual de miembros y
la difusión de la Asociación.
5. Por tanto, los miembros pueden:
1) emitir los votos (o promesas u otros vínculos) que se hacen en un Instituto secular,
pero no son considerados vínculos sagrados, y caducan con la salida de la
Asociación autorizada por el Obispo diocesano;
2) tener una formación propia;
3) ser regidos por un gobierno propio, teniendo en cuenta el número de miembros
definitivamente incorporados;
4) ser aceptados como tales en otras diócesis.
6. El procedimiento de disolución de la Asociación sigue los cánones 729, 694-704, con las
necesarias adaptaciones. Los cánones 726, 727 y 730 no son aplicables a la Asociación.
7. El modo de vivir en la Asociación facilitará el paso a la vida propia de un Instituto secular
erigido canónicamente.
127
8. El Obispo que erige la Asociación tiene el derecho de aprobar, aunque sea ad
experimentum, sus Estatutos. Para la redacción del texto, sería oportuno valerse de un
canonista experto en esta materia.
9. Cuando la Asociación alcance cerca de 40 miembros incorporados, el Obispo diocesano de
la sede principal podrá consultar a la Sede Apostólica, de acuerdo con el canon 579, para
proceder a la erección del Instituto secular de derecho diocesano.
128
CARDENAL ILDEBRANDO ANTONIUTTI
DISCURSO DE APERTURA EN EL I CONGRESO
INTERNACIONAL DE LOS INSTITUTOS SECULARES*
1. Deseo ante todo agradecer profundamente a los beneméritos organizadores de este
Congreso, los cuales acogiendo las indicaciones del Sagrado Dicasterio que tiene la alta
dirección de los Institutos Seculares, lo han preparado con tenaz paciencia y lo ven hoy
realizado con legitima satisfacción.
2. Al Ilmo. Prof. Giuseppe Lazzati que ocupa la presidencia, que nos ha acogido tan
amablemente y con confiada esperanza, nuestra sincera gratitud.
3. Así mismo nuestro vivo reconocimiento al querido doctor Oberti, el cual, en calidad de
secretario del Comité Organizador, ha dedicado tiempo, energías y habilidad para la
celebración de esta reunión que corona hoy su larga y generosa fatiga.
4. Queridos Congresistas: me siento dichoso y honrado de acogeros en Roma junto a las
distintas personalidades que os acompañan y de dirigiros un saludo particularmente cordial.
5. Este saludo se dirige no sólo a vosotros, aquí presentes, sino a todos los miembros de los
Institutos Seculares, a los asociados a vuestras obras y a todos los amigos que os apoyan y os
admiran. Vosotros, en efecto, representáis un gran número de hombres y de mujeres de
diversas naciones, que, hermanados por el ideal de santificar el mundo, en el ejercicio
ejemplar de su apostolado, son hoy un factor importante en la misión de hacer más cristiana,
más humana y más justa la sociedad.
6. Saludo, también, a los sacerdotes miembros de los Institutos Seculares que llevan en sus
respectivas diócesis una preciosa contribución al trabajo pastoral que se completa por la
elevación del pueblo de Dios, gracias a su consagración personal y a su generosa entrega, en
pleno acuerdo con los propios obispos de los que son fieles v devotos colaboradores.
Primavera de la Iglesia
7. Antes de tratar el argumento de los Institutos Seculares, creo oportuno exponer algunas
consideraciones de carácter general.
8. Los Institutos Seculares son reconocidos en la Iglesia actual como una hermosa primavera
rica de promesas y de esperanzas.
9. Sin querer aludir a una serie de edificantes Asociaciones que siempre han caracterizado el
desarrollo y la expansión de la Iglesia, recordamos esta última floración de los Institutos
Seculares como son concebidos, formados y estructurados, por la legislación contemporánea
de la Constitución apostólica Provida Mater Ecclesia, por el Motu proprio Primo Feliciter y
*
El texto original es en italiano.
129
por la Instrucción Cum Sanctissimus. Debemos reconocer inmediatamente que se trata de tres
documentos que se integran recíprocamente y ofrecen una orientación segura para la
santificación de los individuos y para el ejercicio del apostolado.
10. En cuanto a los documentos del concilio Vaticano II se ha dicho que son más bien parcos
en relación con los Institutos Seculares. Debemos, sin embargo, reconocer que, cuanto se ha
afirmado sobre ellos en los textos conciliares, sintetiza o compendia las precedentes
disposiciones pontificias y constituye un claro, positivo y solemne reconocimiento, no sólo de
su existencia y personalidad jurídica, sino también de los fines apostólicos que les animan y
orientan.
11. Un pionero de los Institutos Seculares, el llorado Padre Agostino Gemelli, después de
haber expuesto en una estupenda síntesis la obra de los estados de perfección a través de los
siglos, subraya que los tiempos actuales tienen una exigencia propia, intelectual y moral, y que
es preciso llevar la buena nueva a todas las clases sociales.
12. La Provida Mater que es obra, sobre todo, del alma apostólica y de la inteligente previsión
del Padre Larraona, hoy cardenal, expone claramente cómo de la historia resulta que la Iglesia
ha dado origen a organismos que testimonian "... que también en el siglo, con el favor de la
llamada de Dios y de la gracia divina, se puede obtener una consagración bastante estrecha y
eficaz, no sólo interna, sino también externa... teniendo así un instrumento muy oportuno de
penetración y apostolado" (Provida Mater).
13. Se puede, por tanto, afirmar que la historia de los Institutos Seculares es tan antigua como
la Iglesia. Si hoy son canónicamente reconocidos y tienen una forma jurídica, esto no ha hecho
más que consagrar su existencia.
14. Alguno, en efecto, se complace en encontrar en los Institutos Seculares los auténticos
herederos de las fervientes comunidades de fieles que surgieron desde el período apostólico y
florecieron en todos los tiempos y en formas diversas, bajo el impulso de la misma gracia
invisible y operante, formando una inagotable fraternidad en la familia cristiana.
15. No se puede tampoco olvidar que la historia de la Iglesia nos habla de cristianos que
viviendo en el mundo, ya desde los primeros siglos se consagraban a Dios, reconociendo en la
consagración el medio para vivir más intensamente el bautismo. La vida de muchos santos es
la prueba evidente de este neto reconocimiento de que también en el mundo se puede y se debe
dar testimonio del Evangelio. Las órdenes terciarias de la Edad Media, prueban la santidad
vivida y practicada fuera de la vida religiosa.
16. Desdichadamente con el tiempo se ha introducido alguna confusión en este campo. Y por
esto Santa Ángela Merici ha querido proveer a la necesidad de asegurar en el mundo la
presencia activa de almas consagradas dedicadas al apostolado.
Consagración en el mundo
17. Todos conocemos la clásica definición que de los Institutos Seculares ha dado la Provida
Mater: "Las Asociaciones de clérigos y de laicos, cuyos miembros, para adquirir la perfección
cristiana y ejercer plenamente el apostolado, profesan en el mundo los consejos evangélicos,
son designadas bajo el nombre de Institutos Seculares..."
130
18. La Iglesia, por tanto, reconoce como miembros de los Institutos Seculares aquellos que
viven su consagración en el mundo, para irradiar a Cristo y sus enseñanzas en la sociedad.
19. El Espíritu Santo, como ha proclamado Pío XII en el Motu proprio Primo Feliciter, por
grande y particular gracia, ha llamado a Sí a muchos dilectísimos hijos e hijas a fin de que,
reunidos y ordenados en los Institutos Seculares fueran sal, luz y eficaz fermento en el mundo
en el cual, por divina disposición, deben permanecer.
20. Las palabras de Pío XII encuentran confirmación también en los documentos conciliares,
los cuales han reafirmado la naturaleza, han precisado las exigencias y han ratificado el
carácter propio y específico de los Institutos Seculares, es decir, la secularidad. Ésta, en
efecto, es la nota distintiva y la razón de ser de los Institutos Seculares.
21. Mientras los clérigos y los laicos que se hacen religiosos cambian su naturaleza jurídica,
sus relaciones públicas y sociales en la Iglesia, y se someten a las leyes propias del estado
religioso con los correspondientes derechos y deberes, los clérigos y los laicos que se
incorporan a un Instituto Secular, permanecen como antes; el laico permanece laico en el
mundo, y el clérigo, que antes estaba sometido a su Ordinario diocesano, permanece
doblemente sujeto a él, ligado por un nuevo vínculo de sujeción, y en ningún caso podrán ser
llamados o considerados religiosos.
22. La vida espiritual de los miembros de un Instituto Secular, se desarrolla en el mundo y con
el mundo y por tanto, con una cierta agilidad e independencia de formas y esquemas propios
de los religiosos. Su vida exterior no se diferencia de la de los demás seglares célibes, porque
sus obligaciones y sus obras están en el mundo donde ellos pueden ocupar empleos y cargos
que los religiosos no pueden ejercer. Por propia voluntad y según los Estatutos pueden vivir en
familia (y la mayor parte, efectivamente, viven en familia) o también en común (art. III, par. 4,
Provida Mater) y ejercer cualquier actividad profesional lícita. Deben santificar lo profano y
lo temporal, santificarse y llevar a Cristo al mundo. Son colaboradores de Dios en el mundo de
la ciencia, del arte, del pensamiento, del progreso, de las estructuras sociales y técnicas,
económicas y culturales, en los empeños civiles de todo orden: en la casa, en la escuela, en las
fábricas, en los campos, en los hospitales, en los cuarteles, en los cargos públicos, en las obras
asistenciales, en todo el inmenso y comprometedor panorama del mundo. Están, finalmente,
llamados a ver y a reconocer en sí mismos y en todo cuanto les circunda, un algo de misterioso
y de divino que les eleve a Dios a través de los elementos de la naturaleza, como dice la
Gaudium et spes (n. 38). Son muchos los aspectos del mundo que reciben luz de este principio.
23. Los miembros de los Institutos Seculares sienten que Cristo virgen, pobre y obediente, ha
anunciado su mensaje de castidad, de pobreza y de obediencia a hombres como ellos que
viven en el mundo. Este mensaje, todavía lleno de actualidad, se repite a los hombres del
mundo presente con la simplicidad y con el candor de la palabra divina como brotó del
corazón del Redentor. Y si viene recogido solamente por una pequeña parte, ésta constituye la
levadura providencial que conserva y multiplica el don de Dios.
24. La aparición de los Institutos Seculares es, en efecto, un fenómeno que denota la fuerza y
la vitalidad de la Iglesia, la cual se renueva en su perpetua juventud y se robustece con nuevas
energías.
131
25. La Iglesia ha acogido favorablemente esta nueva manifestación de almas deseosas de
santificarse en el mundo profesando en un modo estable los consejos evangélicos y la ha
confirmado, con fuerza de ley, dando valor jurídico al ansia de asegurarse la perfección
cristiana y de ejercer el apostolado. Así, a los dos estados de perfección ya reconocidos Religiones y Sociedades de vida común- se une la tercera forma de los Institutos Seculares.
"Lex Peculiaris"
26. E1 propósito de que el nuevo estado de perfección fuese bien definido y precisado, se
manifiesta en toda la legislación de la Santa Sede.
27. En la Lex Peculiaris (Provida Mater) viene claramente determinada la diferencia con los
religiosos y las sociedades de vida común, mientras se exponen una serie de elementos, como
la consagración, el carácter del vínculo, etc., que especifican e ilustran el tipo de nueva
sociedad creada por la Provida Mater. Estas normas, fundamentales para constituir y ordenar
sólidamente los Institutos Seculares ya desde sus comienzos, son claramente compiladas en la
Instrucción Cum Sanctissimus.
28. La intervención normativa y ejecutiva con que el Magisterio de la Iglesia aprueba una
determinada sociedad como Instituto de perfección, comporta también un juicio sobre la
concordancia de la misma sociedad con el derecho que debe regular la vida y las funciones. La
Iglesia, en efecto, al organizar una nueva forma de estado de perfección quiere que todas las
Asociaciones en posesión de los caracteres esenciales del nuevo estado, sean estructuradas en
conformidad con las normas dadas. Y cuando tales Asociaciones resulten dotadas de los
requisitos pedidos, solamente entonces son reconocidas como Institutos Seculares.
29. La competente Sagrada Congregación ha querido siempre evitar una posible adulteración
de estos Institutos insistiendo sobre la esencial importancia del carácter específico de los
mismos: "estado de plena consagración a Dios en el siglo" mientras exige que todos los
elementos requeridos en los Institutos Seculares sean observados escrupulosamente,
comenzando precisamente por la secularidad que especifica este estado de perfección.
Secularidad, quiero insistir, que se identifica con el contenido positivo y sustancial de quien
vive "hombre entre los hombres", "cristiano entre los cristianos del mundo" que tiene "la
conciencia de ser uno entre los otros" y a la vez "tiene la certeza de una llamada y una
consagración total y estable a Dios y a las almas" confirmada por la Iglesia.
30. Mientras el Instituto Secular consagra sus miembros como seguidores de Cristo, les pone
también en la condición de que sus actividades personales ejercidas en el mundo estén
orientadas hacia Dios y sean ellas mismas en cierto modo consagradas, participando de la
completa oblación a Dios.
31. De este modo se cumple para los miembros de los Institutos Seculares aquella
característica forma de apostolado "ex saeculo", del cual habla el Primo Feliciter.
32. El Decreto Perfectae Caritatis resume admirablemente esta doctrina cuando afirma que "...
la profesión de los Institutos Seculares lleva consigo una verdadera y completa profesión de
los consejos evangélicos en el mundo" añadiendo seguidamente: "Los Institutos mismos
conserven su índole propia y peculiar, es decir, secular".
132
33. Esta consagración enriquece la vida de los fieles, la personalidad eclesial y la consistencia
misma de los Institutos con la substancia teológica propia de los consejos evangélicos.
Elementos esenciales
34. Reconociendo en los Institutos Seculares los elementos esenciales de los Institutos de vida
consagrada, el Concilio Vaticano II recuerda, en consonancia con el Primo Feliciter las
específicas características de estos Institutos que se distinguen por tres elementos
constitutivos:
a) la profesión de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia; b) la conversión
de los mencionados consejos en obligación es, mediante un vínculo estable (voto-promesajuramento) reconocido y regulado por el derecho de la Iglesia;
c) la secularidad, que se manifiesta en toda la vida del asociado y caracteriza sus actividades
apostólicas.
35. Estos tres elementos son complementarios e igualmente necesarios e imprescindibles. Si
faltaran uno u otro en cualquier Instituto, éste no podría ser secular. En efecto, el carisma
fundacional seria diverso y por esto debería encontrar en la ordenación canónica una
configuración adecuada.
36. Los tres citados elementos pueden, por tanto, resumirse en la fórmula: "firme empeño (o
vínculo) de la profesión de los consejos evangélicos, en el ámbito de la secularidad.
reconocido por la Iglesia".
37. Los tres elementos esenciales, de naturaleza teológico-jurídica, mientras delimitan y
precisan la fisonomía propia de estos Institutos, sirven también para distinguirles, bien sea de
los Institutos religiosos, o de las numerosas y diversas formas asociativas que existen en la
Iglesia, en la cual es bien notorio y providencial el creciente y progresivo desarrollo de las
mismas.
38. Ha sido consecuente, por tanto, la Constitución Apostólica Regimini Ecclesiae Universae
(15.8.1967) que dio al Sagrado Dicasterio propuesto a los Institutos de perfección, la
denominación de "Sagrada Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares", para
marcar de modo inequívoco la intrínseca diversidad existente entre las Religiones (y símiles
Sociedades) y las nuevas formas de vida consagrada en el siglo.
Renovación
39. Los Institutos Seculares están todavía en sus comienzos y no parecerían obligados a aquel
"aggiornamento" o renovación decretada por el Concilio, a la cual han sido llamadas todas las
comunidades para volver a los orígenes y hacer revivir el espíritu de sus Fundadores.
40. Por cuanto concierne a los Institutos Seculares debemos reafirmar que solamente aquellos
que responden a los requisitos fijados en los documentos pontificios, pueden ser reconocidos
como tales. Si, por lo tanto, alguno de los Institutos Seculares, bajo el influjo, quizás, del
ambiente a veces impregnado de la tradicional estructura de la vida religiosa, se hubiera
alejado de las claras indicaciones de la Provida Mater, del Primo Feliciter o de la Cum
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Sanctissimus, debería examinar su posición y volver a los orígenes de la legislación de los tres
documentos pontificios.
41. Naturalmente, la eventual revisión deberá ser hecha de acuerdo con la autoridad
competente que por sí sola puede ser juez en materia tan importante.
42. De cualquier modo es evidente que los Institutos Seculares no pudiendo ser religiosos (cfr.
Decreto Perfectae caritatis, n. 11) su legislación debe ser formulada en tal forma que excluya
cualquier confusión con aquella de los religiosos y debe ser precisada en una terminología que
no dé lugar a erróneas interpretaciones.
43. La diferencia entre los Institutos religiosos y los Institutos Seculares es tan clara y precisa
y, como se ha dicho más arriba, intrínseca, que difícilmente se puede comprender cómo la
renovación de los Institutos religiosos pueda consistir en el paso, llamémoslo así, de un
Instituto religioso a un Instituto Secular. En realidad los Institutos religiosos, según el Decreto
Perfecta Caritativas se renuevan en el retorno al espíritu de los Fundadores, en el equilibrio
meditado de una vida que debe ser modificada, es decir, mejorada, pero no cambiada.
44. Cuando un Instituto religioso demuestra no saber vivir según el carisma de su fundación,
difícilmente puede creerse capaz de asimilar el espíritu de un Instituto Secular, porque no se
trata de simples estructuras canónicas, sino más bien de una vocación que ha sido dada por
Dios y confirmada por la Iglesia.
45. Una falsa renovación de los Institutos religiosos que llevase a alguno a querer asumir la
modalidad de la vida consagrada "in saeculo" oscurecería la figura eclesial propia de los
Institutos Seculares, Pero sería, sobre todo, muy dañino para los mismos Institutos religiosos.
En efecto, tal modo de proceder originaría aquella uniformidad y empobrecimiento de la vida
religiosa de que hablaba el Santo Padre Pablo VI en su discurso a las Superioras Generales, en
noviembre de 1969, y, en un último análisis, provocaría la secularización global del estado
religioso, quitándole aquello que lo caracteriza y lo especifica en el seno de los Institutos de
perfección de la Iglesia.
46. Un Instituto religioso que se seculariza pierde el propio ser, la propia fisonomía, para dar
vida a un organismo de dudosa consistencia. Y me sea permitido añadir que en algún Instituto
existe un estado de dificultad y de incomodidad que debe ser superado con una mejor
comprensión de los aspectos esenciales de la vida religiosa.
47. A su vez los Institutos Seculares sepan que su futuro está asegurado por su misma
fidelidad a la vocación que les constituye fermento de actividad apostólica en el mundo con un
carisma propio y específico o diverso.
Incomprensiones y esperanzas
48. Llegado este punto, conviene añadir que los Institutos Seculares no han sido siempre
debidamente comprendidos y valorados.
49. Toda novedad en la Iglesia, si por un lado crea esperanza y entusiasmo, por el otro suscita
alguna reserva y desconfianza. Esto ha sucedido con los mismos Institutos religiosos, muchos
134
de los cuales han pasado a través del crisol de la crítica y de la oposición para ser después
reconocidos y admitidos como artífices de auténtica espiritualidad y de vigoroso apostolado.
50. No hay, por tanto, que sorprenderse si los Institutos Seculares que llevan un soplo de vida
nueva en la Iglesia, encuentran a veces incomprensión, dificultades y quizás también
oposición.
51. Son incomprendidos los Institutos Seculares por aquellos que querrían encuadrarlos en la
antigua disciplina y revestirlos de las formas consagradas por la vida religiosa.
52. Ni comprenden tampoco los Institutos Seculares aquellos que vacilan ante movimientos
que abren el camino a una más larga comprensión de las exigencias de los tiempos y a una
práctica más ágil del Evangelio.
53. Hombres y mujeres que quieran consagrarse a Cristo sin salir del mundo, pueden hoy
escoger los Institutos Seculares como medio seguro de santificación y como instrumento
eficaz de apostolado fecundo y activo. Ellos no sólo tienen derecho, sino que sienten la
necesidad de ser comprendidos y de ser apoyados.
54. Ahora bien, alguno podría tal vez pensar que habiéndome extendido demasiado sobre el
carácter peculiar de la secularidad de los Institutos Seculares, hubiera dejado en segundo
término la consagración, es decir, la profesión de los consejos evangélicos.
55. Si después de haber recalcado, repetidas veces, la fuerza intrínseca de la consagración, he
insistido sobre la secularidad, lo he hecho porque, especialmente en ciertos sectores, debe ser
precisado el valor de esta característica de los Institutos Seculares para evitar la confusión y
las polémicas estériles que podrían derivarse.
56. Para algunos - no pertenecientes ciertamente a Institutos Seculares- la secularidad sería en
realidad una apariencia, un aspecto puramente fenoménico que escondería una bien diversa
realidad: lo cual no es absolutamente verdadero.
57. La secularidad se debe entender en su aspecto o contenido lógico que es el más simple, el
más normal, el más completo y el más comúnmente entendido.
58. Como el Bautismo, la Confirmación y el Orden, dejan intacta la específica secularidad de
los fieles, así la consagración de los Institutos Seculares deja intacta la secularidad de sus
miembros.
59. Pero es también verdad, y por esto importante saberlo, que la necesaria distinción entre los
Institutos Seculares y los Institutos religiosos, motivada por la secularidad de los primeros, no
debe en ningún modo devaluar la consagración, patrimonio de los unos y de los otros, porque
ésta es el alma de la nueva realidad asociativa de los Institutos Seculares promovida por la
Iglesia.
60. Y con la consagración no debe olvidarse el aspecto formativo de los miembros de los
diversos Institutos Seculares ni tampoco los distintos matices o los diferentes tipos de
Institutos Seculares los cuales tienen todos igual derecho de ciudadanía dentro de los límites
definidos por los documentos pontificios y conciliares.
135
61 Son argumentos éstos (consagración- formación-variedad de tipos) a los cuales me permito
aludir solamente, pero estoy seguro de que como no se dejarán de tratar en este Congreso, se
presentarán ciertamente ocasiones de hablar de ellos con la debida amplitud y la necesaria
profundidad.
Sacerdotes de los Institutos Seculares
62. Antes de terminar no puedo, sin embargo, dejar de manifestar algunas consideraciones
sobre los Institutos Seculares sacerdotales y, más propiamente, sobre los sacerdotes que para
mejor responder a la vocación de consagración a Dios y de servicio a las almas, entran en los
Institutos Seculares para enriquecerse de una espiritualidad que les une cada vez más a Cristo
y les vincula más íntimamente a su obispo para ser sus fieles y eficaces cooperadores.
63. En el Presbyterorurn ordinis n. 8, el Concilio afirma que van "diligentemente promovidas
las Asociaciones que, con Estatutos reconocidos por la competente autoridad eclesiástica,
fomentan, gracias a un modo de vida convenientemente ordenado y aprobado, y a la ayuda
fraterna, la santidad de los sacerdotes en el ejercicio de su ministerio y pretenden de tal manera
servir a todo el Orden de los presbíteros".
64. Obsérvese que el Concilio ha fundado este principio en favor de las Asociaciones de
sacerdotes, también sobre el derecho natural de asociación, que compete, servatis servandis, a
todos los fieles y a todos los hombres.
65. Cuando en el Concilio se discutió del derecho de asociación de los sacerdotes, la
competente Comisión Conciliar dio la siguiente respuesta, aprobada por la Congregación
general el 2 de diciembre de 1965: "No se puede negar a los Presbíteros aquello que el
Concilio, teniendo en cuenta la dignidad de la naturaleza humana, declaró propio de los laicos,
ya que responde al derecho natural".
66. También los sacerdotes, por tanto, gozan del derecho de formar Asociaciones que
respondan a las necesidades del clero, Para vivir más intensamente su vida espiritual, para
trabajar más eficazmente en el campo apostólico, para conservar una más íntima comunión
con sus hermanos, para servir a su obispo con una entrega cada vez más fiel y generosa.
67. Uno de los puntos sobre el que gira la vida de los sacerdotes inscritos en Institutos
Seculares es el derecho a servirse de los medios espirituales más favorables para vivir los
compromisos de sacerdotes diocesanos, y así satisfacer en la mejor manera las exigencias de
las diócesis.
68. La Jerarquía debe vigilar, asistir y orientar al sacerdote, pero no puede negarle ni hacerle
difícil el desarrollo de su elevación espiritual cuando ésta naturalmente se realiza en el ámbito
de doctrinas aprobadas por la Iglesia.
69. No se pueden confundir los sacerdotes diocesanos inscritos en los Institutos Seculares con
aquellos que forman parte de otras Asociaciones, porque los primeros están empeñados en
vivir en forma estable los consejos evangélicos en una sociedad reconocida por la Iglesia para
este fin, mientras que esto no se verifica para los segundos. Por lo cual los Institutos Seculares
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sacerdotales han sido puestos bajo la vigilancia de la Sagrada Congregación que tutela la
santidad de los vínculos de perfección y favorece el incremento.
70. Los sacerdotes diocesanos de los Institutos Seculares que están difundidos en casi todos
los países del mundo, deben distinguirse por la integridad y la pobreza de la vida, por la
obediencia a su obispo y la entrega al trabajo, llevando a la Iglesia la contribución de un
auténtico apostolado evangélico para la difusión del Reino de Dios.
71. La presencia de estos sacerdotes por su fidelidad a la Iglesia es un baluarte seguro en
medio del clero diocesano contra los crecientes peligros que impiden su ministerio.
72. Conviene, además, notar que las Constituciones de los Institutos Seculares sacerdotales
son explícitas y elocuentes a este respecto. Los sacerdotes que forman parte, no sólo quedan
vinculados a su obispo en virtud de la promesa hecha en la ordenación, sino que le están
sometidos además, exactamente porque son miembros de los Institutos. Los Estatutos, de
hecho, ponen la explícita cláusula que, por cuanto respecta a la actividad pastoral, dichos
sacerdotes diocesanos dependen exclusiva y totalmente del obispo, el cual puede enviarles
donde mejor crea y confiarles cualquier trabajo, obligándose ellos a estar dispuestos para los
cargos más ingratos y para el apostolado más difícil.
73. Una de las exigencias más fuertes pedida en los Institutos Seculares sacerdotales es el
espíritu de pobreza y de desprendimiento de los bienes de la tierra. Cuando tanto se habla de la
Iglesia de los pobres, debemos reconocer que ningún apostolado es verdaderamente eficaz
sobre las almas si el sacerdote no es pobre, generoso y amigo de los más desheredados. Ahora
bien, los Institutos Seculares de sacerdotes les facilitan la práctica de la pobreza, para cuya
observancia se obligan con voto, con juramento o con una promesa especial.
74. Las Constituciones de los Institutos Seculares sacerdotales, inspiradas en las normas de la
Provida Mater establecen aquello que convierte a un sacerdote pobre en el sentido más
hermoso, más práctico y expresivo.
75. Está probado que los Institutos Seculares aseguran a los sacerdotes una vida espiritual
intensa en medio de los peligros que asaltan en modo particular el sacerdocio. El obispo
francés de Nantes así escribía a la Sagrada Congregación de Religiosos: "Si queremos
mantener en nuestro clero una profunda vida interior, el medio más seguro es el de hacerlo
pertenecer a una sociedad que dirija a sus miembros a la perfección con la práctica de los
votos".
76. Los Institutos Seculares, en fin, proveen a la formación de sus sacerdotes con especiales
prácticas de piedad, con reuniones, con círculos de estudio donde se enseña una ascética
segura, se explican las encíclicas papales, se ilustran los decretos conciliares, se preparan las
instrucciones para los fieles, etc.
77. De cuanto he dicho se puede deducir que es providencial para un obispo tener sacerdotes
sobre cuya piedad y ciencia teológica, fidelidad y valiosa cooperación, puede contar siempre
sin reservas. Sería de desear, entonces, que los sacerdotes diocesanos fueran también
miembros de cualquier Instituto Secular de perfección, o al menos de cualquier Asociación,
para que puedan vivir intensamente el sacerdocio de Cristo e imitar sus virtudes.
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78. Me agrada recordar a este propósito las palabras que S.S. Pablo VI dirigía, todavía en
1965, a los sacerdotes de la FACI (AAS 1965, p. 648): "Es cosa reconocida,
desgraciadamente, que uno de los peligros más graves al que está expuesto el Clero en general,
y especialmente el que tiene cura de almas, puede ser el aislamiento, la soledad, la pérdida de
contacto con sus hermanos y tal vez con la misma población. Frente a esta dolorosa
eventualidad, la FACI alimenta en el Clero el programa, la necesidad, diremos la conciencia
de la unión, no ciertamente de carácter sindacal y organizativo, sino fraterna y operante de
todos los sacerdotes entre sí…"
79. Estas palabras reflejan el espíritu fraterno de los sacerdotes inscritos en los Institutos
Seculares, que no quieren sino la más estrecha colaboración con el obispo que veneran y
aman, la recíproca comprensión entre los miembros del presbiterio diocesano y el bien del
pueblo a ellos confiado.
Conclusión
80. Abriendo el Congreso he deseado exponer algunos postulados que considero
fundamentales a los fines de vuestro encuentro y a los cuales se enlaza, en definitiva, todo
cuanto os expondrán los eximios oradores que hablarán sobre los diversos temas propuestos.
81 En el desarrollo del programa de esta semana y en las discusiones que seguirán, los
representantes de los Institutos aquí presentes, aportarán la propia experiencia y podrán
manifestar su proprio pensamiento, exponiendo su propia opinión con perfecta libertad. Es
necesario que cada uno diga aquello que siente ser, aquello que estima útil hacer, aquello que
desea se haga en el cuadro de la doctrina y de los citados documentos emanados del Sumo
Pontífice, y, últimamente, del Concilio.
82. Siento, en fin, el grato deber de dirigir una palabra de alabanza a los Institutos Seculares
que en esta hora atormentada y confusa se han entregado al apostolado con un admirable
espíritu de disciplina ajenos a ciertas extravagantes contestaciones que han llegado a veces
hasta los umbrales del Santuario. Y esto, me parece, es un hecho positivo que reviste un alto y
elocuente significado.
83. Los Institutos Seculares, no obstante están sujetos a las necesarias evoluciones y a las
opurtunas adaptaciones sugeridas por las circunstancias, tienen una forma propia, sólida y
consistente, que no ha provocado manifestaciones externas disidentes o contrastantes con
aquello que constituye su patrimonio. Se trata de un patrimonio que tiene por base el
Evangelio y se desenvuelve sobre un binario rectilíneo: la vida de perfección y el ejercicio del
apostolado en el mundo, en aquella sana libertad espiritual que es propia de los hijos de Dios.
84. Con esta razonada constatación os ofrezco mi augurio y el de mis colaboradores en la
Sagrada Congregación para que con la ayuda de Dios, "a Quo bona cuncta procedunt" podáis
realizar una labor provechosa, podáis compenetraros cada vez más profundamente y colaborar
fraternalmente por vuestra personal santificación y por el bien de la sociedad en la cual estáis
destinados a vivir y en la que la Iglesia os ha llamado a difundir la luz y el calor del Evangelio
de Cristo.
Roma, 20 de septiembre de 1970
138
139
CARDENAL EDUARDO PIRONIO
PALABRAS INTRODUCTORIAS A LA
ASAMBLEA DE RESPONSABLES GENERALES*
1. Queridísimos hermanos y amigos: Quisiera saludaros con las mismas palabras del apóstol
Pablo a los Romanos: "Que el Dios de la esperanza os llene en plenitud, en vuestro acto de fe,
de alegría y de paz, a fin de que la esperanza abunde en vosotros por la virtud del Espíritu
Santo" (Rm 15,13).
2. Es un sincero augurio, al comenzar vuestro encuentro en el Señor (Mc 6,30), las tres
actitudes que el mundo contemporáneo - en el cual estáis plenamente insertados por especial
vocación - espera de vosotros: una paz honda y serena, una alegría contagiosa, una esperanza
inquebrantable y creadora.
3. Que la oración, que es el tema de vuestra Asamblea, os haga artífices de la paz,
comunicadores de alegría y profetas de esperanza. Nos hacen falta a nosotros. Hacen falta a
los hombres, nuestros hermanos, a quienes somos enviados por Cristo, en esta hora de la
historia, para anunciarles la Buena Noticia de la salvación (Rm 1,16).
4. Al comenzar los trabajos de esta Asamblea quiero ofreceros unas reflexiones muy simples y
sencillas. No es éste un discurso de apertura, sino una sincera comunicación de hermano y
amigo. Quiero deciros, con toda sencillez, lo que me parece que tiene que ser vuestra
Asamblea.
5. Ante todo, un acontecimiento eclesial. Es toda la Iglesia la que espera vuestra respuesta. Es
toda la Iglesia la que os envía al mundo para transformarlo desde adentro "a modo de
fermento" (LG 31). Representáis un modo nuevo de ser la Iglesia en el mundo "Sacramento
universal de salvación": sois laicos consagrados, plenamente incorporados a la historia de los
hombres por vuestra profesión y vuestro común estilo de vida, radicalmente entregados a
Cristo por los consejos evangélicos como testigos del Reino.
6. Vuestra existencia y vuestra misión, como laicos consagrados, no tienen sentido sino desde
el interior de una Iglesia que se nos presenta como presencia cotidianamente renovada del
Cristo de la Pascua, como signo e instrumento de comunión (LG 1), como sacramento
universal de salvación. La Iglesia, en definitiva, es esto: "Cristo en medio de vosotros
esperanza de la gloria" (Col 1,27). Ser signo y comunicación de Cristo para la salvación
integral de todos los hombres: he ahí el sentido de vuestra misión en la Iglesia.
7. Vivir esta Asamblea como acontecimiento eclesial significa, por eso, dos cosas: gozar
profundamente el misterio de la presencia de Cristo en ella y sentir serenamente la
responsabilidad de responder a las expectativas de los hombres de hoy. Por lo mismo hace
falta estar abiertos a la Palabra de Dios y, al mismo tiempo, atentos a las exigencias de la
historia. Nos hace falta vivir con fidelidad y gozo el momento concreto de la Iglesia: en su
*
El texto original es en español.
140
actualidad de hoy y en su fisonomía específica de Iglesia particular, indisolublemente unida a
la Iglesia universal.
8. Pero esta Asamblea es, al mismo tiempo y por ser acontecimiento de Iglesia, un
acontecimiento familiar: es decir, es el encuentro de la familia de los Institutos Seculares, con
su diversidad de carismas, pero siempre en la misma identidad de una secularidad consagrada.
Se trata de un encuentro profundo y fraterno en Cristo de todos aquellos que han sido
particularmente elegidos por el Señor para realizar su total consagración a Dios, mediante los
consejos evangélicos, en el mundo, desde el mundo, para la transformación del mundo,
ordenando según Dios todos los asuntos temporales.
9. Porque es un encuentro de familia -agrupados por el Espíritu Santo desde las diferentes
partes del mundo- tiene que hacerse en un clima de extraordinaria sencillez, de profunda
oración y de sincera fraternidad evangélica.
10. Clima de sencillez y pobreza: abiertos todos a la Palabra de Dios, como fuertemente
necesitados de ella, y abiertos también a la fecunda y variada riqueza de los hermanos,
dispuestos todos a compartir con humildad y generosidad los diferentes dones y carismas con
que nos enriqueció el Espíritu para la edificación común (1 Co 12,4-7). Quien se siente seguro
de sí mismo y en exclusiva posesión de la verdad completa, no es capaz de abrirse con
docilidad a la Palabra de Dios, y por consiguiente es incapaz de un diálogo constructivo de
Iglesia. La Palabra de Dios, como en María Santísima, exige mucha pobreza, mucho silencio,
mucha disponibilidad.
11. Luego es necesario un clima de oración. Más todavía: esto es esencial en vuestro encuentro
No os habéis reunido para reflexionar técnicamente sobre la oración, sino para pensar juntos, a
la luz de la Palabra de Dios y partiendo de vuestra existencia cotidiana, cómo debe ser la
oración de un laico consagrado hoy. No se trata, para vosotros, de discutir las diferentes
formas de oración, sino de ver cómo en la práctica, viviendo a fondo vuestra profesión y
vuestro compromiso temporal, podéis entrar en inmediata y constante comunión con Dios.
12. Por eso esta Asamblea - que trata de la oración como expresión de la consagración, como
fuente de la misión y como clave de la formación - tiene que ser esencialmente una Asamblea
de oración. Es decir, que nos hemos reunido particularmente para orar. Y Jesús está en medio
de nosotros asegurándonos la eficacia infalible de nuestra oración porque nos hemos reunido
en su Nombre (Mt 18,20).
13. Finalmente, es necesario un clima de fraternidad evangélica: se trata de un encuentro muy
hondo de hermanos, congregados en Jesús por el Espíritu, conservando cada cual su identidad
específica, siendo particularmente fieles al carisma de su propio Instituto, pero viviendo a
fondo la misma experiencia de Iglesia, sintiéndose todos conciudadanos de un mismo Pueblo
de Dios (Ef 2,19), miembros de un mismo Cuerpo de Cristo (1 Co 12,27) y piedras vivas de un
mismo Templo del Espíritu (1 P 2,5; Ef 2,20-22). La Iglesia es eso: la convocación de todos en
Cristo por el Espíritu para la gloria del Padre y la salvación de los hombres.
14. Esta fraternidad evangélica se expresa maravillosamente en la sencillez y alegría cotidiana.
Fueron las características de la comunidad cristiana primitiva: "Partían el pan en sus casas y
comían juntos con alegría y sencillez de corazón" (Hch 2,46). Cuando se complican
141
demasiado las cosas y los rostros se vuelven dolorosamente tristes, es porque falta una
auténtica y constructiva fraternidad evangélica.
15. Son las tres condiciones o exigencias para esta Asamblea de laicos consagrados: sencillez
de pobres, profundidad de oración, sincera fraternidad en Cristo.
16. Quisiera ahora señalarles - simplemente señalarles, porque no quiero alargar demasiado
esta introducción- tres puntos que me parecen esenciales para esta Asamblea que hoy
comienza: la Iglesia, la Secularidad consagrada y la Oración.
17. Permitidme que lo haga - ya que la Asamblea trata sobre la oración a la luz de la Oración
Sacerdotal o apostólica de Jesús: Escuchemos juntos algunos versículos de la hermosísima
plegaria del Señor: "Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu hijo para que tu hijo te glorifique a
ti... Padre, que sean uno, para que el mundo crea que Tú me has enviado... Yo los envío al
mundo, así como Tú me enviaste al mundo... No te pido que los saques del mundo, sino que
los preserves del maligno. Ellos no son del mundo, como Yo no soy del mundo. Conságralos
en la verdad: tu palabra es verdad... Por ellos me consagro para que también ellos sean
consagrados en la verdad" (Jn 17).
18. A partir de esta oración de Jesús, que ilumina siempre vuestra actitud fundamental de
hombres que viven en el mundo y que oran, quisiera subrayar los tres puntos arriba indicados:
sentido eclesial, exigencias de la secularidad consagrada, modo de oración.
19. 1° Sentido eclesial. Nuestra oración se realiza desde el interior de la Iglesia concebida
como comunión fraterna de los hombres con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. "Yo en ellos
y Tú en mí, para que sean perfectamente uno": eso es la Iglesia. Por eso nuestra oración aunque recemos solos o en pequeños grupos - tiene siempre una dimensión eclesial. Es toda la
Iglesia la que ora en nosotros. En definitiva, es el mismo Cristo - misteriosamente presente en
la Iglesia el que en nosotros y con nosotros ora al Padre. Por intermedio de su Espíritu, que
habita en nosotros (Rm 8,9 y 11), grita "con gemidos inefables" (Rm 8,26): "Abba" es decir:
"Padre" (Rm 8,15).
20. Este sentido eclesial hace que nuestra oración tenga una dimensión profundamente humana
y cósmica, es decir, vuelta hacia los hombres y la historia. Es una oración que ilumina y asume
el dolor y la alegría de los hombres para ofrecerlos, desde el interior de la historia, al Padre. Es
una oración que tiende a transformar al mundo "salvado en esperanza" (Rm 8,24) y a acelerar
la llegada definitiva del Reino (1 Co 15,24-28). Lo pedimos cotidianamente en el Padre
nuestro: "Venga a nosotros tu Reino".
21. ¡Sentido eclesial! Es esencial para nuestro ser cristiano. Es esencial para nuestro ser de
consagrados. Es esencial para nuestra oración. Cuando uno se siente plenamente Iglesia - es
decir, presencia salvadora del Cristo de la Pascua en el mundo - experimenta también la
urgencia de orar, tal como lo hizo Jesús y a partir del corazón filial y redentor de Cristo,
adorador del Padre y servidor de los hombres.
22. Esta Asamblea tendrá que reflejar constantemente este sentido eclesial. De un modo
palpable tendrá que sentirse aquí la Iglesia: como presencia del Cristo Pascual, como
sacramento de unidad, como signo e instrumento universal de salvación. Vivid la Iglesia,
expresad la Iglesia, comunicad la Iglesia, para orar con Cristo desde el interior de la Iglesia.
142
23. Pero es necesario, para ello, el don del espíritu Santo, que es en la Iglesia "el principio de
unidad en la comunión" (LG 13). El Espíritu Santo está en el comienzo de nuestra oración:
grita en nosotros con "gemidos inefables" Cm 8, 26) y "nadie puede decir Jesús es el Señor, si
no es impulsado por el Espíritu Santo" (1 Co 12,3). Pero es, también, el fruto de nuestra
oración, el contenido central de cuanto en la oración pedimos: "¡Cuánto más vuestro Padre que
está en los cielos dará el Espíritu Santo a los que se lo piden!" (Lc 11,13).
24. Es el Espíritu el que hace la unidad en la Iglesia. Por eso la unidad eclesial, la verdadera
comunión de todos en Cristo, es fruto de nuestra oración hecha con autenticidad en el Espíritu.
Y esta unidad es urgente hoy en nuestra Iglesia tan dolorosamente sacudida y tensa, como es
urgente también en el corazón de la historia de la humanidad que avanza hacia el encuentro
definitivo, a través de una serie de contrastes, desencuentros profundos, insensibilidad y odio.
25. Pero esta Iglesia comunión - "pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo" (San Cipriano; LG 49) es enviada al mundo para ser "sacramento universal
de salvación" (AG 1). Es una Iglesia esencialmente misionera y evangelizadora, insertada en el
mundo como luz, sal y fermento de Dios, para la salvación de todos los hombres. "La Iglesia dice el concilio- avanza juntamente con toda la humanidad, experimenta la suerte terrena del
mundo, y su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe
renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios" (GS 40).
26. Esta exigencia de la Iglesia - esencialmente Iglesia del testimonio y la profecía, de la
encarnación y la presencia, de la misión y el servicio - presupone en todos los miembros de la
Iglesia una irremplazable profundidad contemplativa. Ante las urgencias de la Iglesia de hoy y
ante las expectativas de los hombres de hoy, no cabe más que esta postura simple y esencial:
"Señor, enséñanos a orar" (Lc 11,1).
Para eso, precisamente, nos hemos reunido estos días.
27. 2° Secularidad consagrada. En esta fundamental relación Iglesia-mundo, en esta inserción
misionera de la Iglesia en la historia de la humanidad, se sitúa precisamente, mis queridos
amigos, vuestra vocación específica. Porque toda la Iglesia es misionera, pero no de la misma
manera; toda la Iglesia es profética, pero no en el mismo nivel; toda la Iglesia se encarna en el
mundo, pero no del mismo modo. El vuestro es un modo irremplazable, original y único,
vivido con generosidad y gozo como don especial del Espíritu.
28. Se trata, en efecto, de vuestra secularidad consagrada. Sois plenamente consagrados,
radicalmente entregados al "seguimiento de Cristo" por los consejos evangélicos, pero seguís
siendo plenamente laicos, viviendo en Cristo vuestra profesión, vuestro compromiso temporal,
vuestras obligaciones del mundo en las circunstancias ordinarias de la vida" (AA 4).
29. La consagración a Dios no os quita del mundo: os incorpora a él de un modo nuevo. Se ha
dado interiormente plenitud a vuestra consagración bautismal, pero seguís viviendo en el
mundo, en todas y cada una de las actividades y profesiones, así como en las condiciones
ordinarias de la vida familiar y social. Os pertenece plenamente por propia vocación buscar el
reino de Dios tratando y ordenando, según Dios, los asuntos temporales (LG 31). En vosotros
adquiere un sentido especial la oración de Jesús: "No te pido que los saques del mundo, sino
143
que los preserves del maligno... Yo me consagro (= me inmolo y sacrifico) por ellos, a fin de
que ellos sean consagrados en la verdad" (Jn 17).
30. Es un modo nuevo de presencia de la Iglesia en el mundo. Nadie en la Iglesia (ni siquiera
el contemplativo) deja de estar presente en el mundo y es ajeno a la historia. Nadie, tampoco,
si ha sido "ungido por el consagrado" en el bautismo (1 Jn 2,20), deja de estar radicalmente
entregado al Evangelio como testigo en el mundo de la Pascua de Jesús. Pero vuestra especial
consagración a Dios por los consejos evangélicos os compromete a ser en el mundo testigos
del Reino y os incorpora al misterio pascual de Jesús - su muerte y su resurrección - de un
modo más hondo y radical, sin sacaros por eso de las responsabilidades normales de vuestra
actividad familiar, social y política, que constituyen el ámbito propio de vuestra vocación y
vuestra misión.
31. Son estos, queridos amigos, los dos aspectos de vuestra riquísima, maravillosa y
providencial vocación en la Iglesia: la secularidad y la consagración. Hace falta vivirlos con
igual intensidad y plenitud, inseparablemente unidos, como dos elementos esenciales de una
única realidad: la secularidad consagrada. El único modo, para vosotros, de vivir vuestra
consagración es entregándoos a la radicalidad del Evangelio desde el interior del mundo, a
partir del mundo, siendo indisolublemente fieles a vuestras tareas temporales y a las
exigencias interiores del Espíritu como testigos privilegiados del Reino (cfr. GS 43). Y el
único modo de realizar en plenitud ahora vuestra vocación secular - porque el Señor ha
entrado misteriosamente en vuestra vida y os ha llamado de un modo especial a su
seguimiento radical - es vivir con alegría cotidianamente renovada vuestra fidelidad a Dios en
la fecundidad de la contemplación, en la serenidad de la cruz, en la práctica generosa de los
consejos evangélicos.
32. Hace falta transformar el mundo, santificarlo desde adentro, viviendo a fondo el espíritu de
las bienaventuranzas evangélicas y preparando así "los cielos nuevos y la tierra nueva donde
habitará la justicia" (2 P 3,13).
33. La secularidad consagrada expresa y realiza, de un modo privilegiado, la armoniosa
conjunción de la edificación del Reino de Dios y de la construcción de la ciudad temporal, el
anuncio explícito de Jesús en la evangelización y las exigencias cristianas de la promoción
humana integral.
34. Vivid la alegría de esta consagración secular, que en el mundo de hoy es más actual que
nunca. Hacen falta los valientes testigos del Reino. Sed fieles a las exigencias del Evangelio y
preparad desde adentro un mundo nuevo. Vivid con responsabilidad y fortaleza el riesgo de
vuestra secularidad comprometida en una especial consagración a Cristo por el Espíritu. Sed
fieles a vuestra hora, a vuestra profesión, a vuestro compromiso temporal, a las expectativas de
los hombres de Dios, al hambre de Jesús y de su Reino.
35. Vivid vuestra consagración desde la secularidad plenamente realizada - con el corazón
abierto al Reino, al Evangelio, a Jesús - y comprometeos a transformar el mundo desde el gozo
de vuestra consagración y con el espíritu de las bienaventuranzas generosamente asumidas y
expresadas. Sed fuertemente contemplativos para percibir el paso del Señor en las actuales
circunstancias de la historia, a fin de colaborar en el plan de salvación de Dios que quiso
"recapitular todas las cosas en Cristo, las del cielo y las de la tierra" (Ef 1,10).
144
36. 3° Modo de oración. Esto nos introduce en el último punto de nuestra sencilla reflexión: la
oración. Esta Asamblea vuestra está dedicada no solamente a pensar sobre la oración, sino y
sobre todo a celebrarla. En el corazón inquieto de cada uno de nosotros existe un deseo
ardiente y simple: "Señor, enséñanos a orar" (Lc 11,1). Es el grito esperanzado de los pobres
que buscan en Jesús al maestro de la oración. Es en É1 donde también nosotros aprenderemos
a orar, como hombres concretos de un tiempo nuevo. "Señor, en este momento atormentado de
la historia, en este período difícil de la Iglesia, yo que vivo en el mundo, como consagrado
radicalmente al Evangelio, para transformar el mundo según tu designio, Señor, yo que sufro y
espero con la angustia y la esperanza de los hombres de hoy ¿cómo tengo que orar? ¿Cómo
tengo que orar para no perder profundidad contemplativa, ni la permanente capacidad de servir
a mis hermanos? ¿Cómo tengo que orar sin evadirme del problema de los hombres ni
abandonar las exigencias de mi vida cotidiana, pero sin perder tampoco de vista que Tú eres el
único Dios, que una sola cosa es necesaria (Lc 10,42) y que es urgente buscar primero el
Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33)? ¿Cómo tengo que orar en el mundo y desde el mundo?
¿Cómo puedo encontrar un momento de silencio y un espacio de desierto - para escucharte
exclusivamente a Ti y entregarme gozosamente a tu Palabra - en medio de una ciudad tan
aturdida por las palabras de los hombres y tan llena de actividades y problemas que me urgen?
Señor, enséñanos a orar".
37. Este es, mis queridos amigos, vuestro deseo. Esta es vuestra dolorosa preocupación y
vuestra serena esperanza. En esta Asamblea -celebración comunitaria de la oración- el Señor
os enseñará a orar. Sobre todo os dirá que no es difícil; mucho menos, imposible. Porque Él
nos manda orar siempre y sin desanimarnos (Lc 18,1). Y Dios no manda cosas imposibles
(San Agustín, De Natura et gratia 43,50).
38. No quiero entrar detalladamente en el tema de vuestra Asamblea. Solamente permitidme,
como hermano y amigo, que os indique tres pistas para vuestros trabajos.
39. Ante todo, la persona misma de Cristo. Hace falta buscar en el Evangelio la figura del
Cristo orante: en el desierto, en el monte, en el cenáculo, en la agonía del huerto, en la cruz.
¿Cuándo, cómo y por qué oró Cristo? Solamente quisiera recordaros que la oración de Jesús tan hondamente filial y redentora iba siempre mezclada de una fuerte experiencia del Padre en
la soledad, de una conciencia muy clara de que todos lo buscaban y de una incansable
actividad misionera como profeta de la buena nueva del Reino a los humildes y como médico
espiritual para la curación integral de los enfermos. San Lucas lo resume así en un texto que
merecería ser detenidamente analizado: "Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes
multitudes para escucharlo y hacerse curar sus enfermedades. Pero Él se retiraba a lugares
solitarios para orar" (Lc 5,15-16).
40. En segundo lugar, quisiera recordaros que el principio de vuestra oración es siempre el
Espíritu Santo, pero que el modo específico - el único para vosotros - es orar desde vuestra
secularidad consagrada Lo cual os obliga a buscar, muy particularmente, la unidad entre
contemplación y acción, y a evitar "el divorcio entre la fe y la vida diaria", que "debe ser
considerado como uno de los más graves errores de nuestra época" (GS 43).
41. No sólo vuestra oración debe preceder y hacer fecunda vuestra tarea, sino que debe
penetrarla integralmente y darle particular sentido de ofrenda y redención. No sólo vuestra
profesión no puede impedir o suspender vuestra oración, sino que debe servir de fuente de
inspiración, de vida y de realismo contemplativo. Esto, ciertamente, no es fácil; vosotros
145
buscaréis los caminos; yo os indico simplemente dos: sed verdaderamente pobres y pedidlo
intensamente al Espíritu Santo y a Nuestra Señora del silencio y la contemplación.
42. Finalmente, quisiera marcar tres condiciones evangélicas necesarias para todo tipo de
oración: la pobreza, la autenticidad del silencio y la verdadera caridad.
43. La pobreza: tener conciencia de nuestros límites, de nuestra incapacidad de orar como
conviene (Rm 8,26), de la necesidad del diálogo con los otros, sobre todo de nuestra hambre
profunda de Dios. Sólo a los pobres se les revelan los secretos del Reino de Dios (Lc 10,21).
Los pobres tienen un modo de orar muy simple y sereno, infaliblemente eficaz: "Señor, si
quieres, puedes curarme... Lo quiero. Quedas curado" (Mt 8,2-3).
44. El silencio: no es fácil hacerlo en el mundo, pero no es más fácil hacerlo en el convento.
Todo depende de un interior pacificado y centrado en Dios. Lo que se opone al verdadero
silencio no es el ruido exterior, la actividad o la palabra; lo que se opone es el propio yo
constituido como centro. Por eso, la primera condición para orar bien es olvidarse. Aveces ora
mejor un laico comprometido que un monje exclusivamente centrado en su problema. Por eso
hablamos de la "autenticidad del silencio". Es, al menos en parte, el sentido de las palabras de
Jesús: "Cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo
secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará" (Mt6, 6). Lo esencial no es entrar en
la habitación; lo verdaderamente importante es que el Padre está allí y nos espera.
45. La verdadera caridad: me parece que es éste el secreto de una oración fecunda. Hay que
entrar en la oración con corazón de "hermano universal". Nadie puede abrir el corazón a Dios
sin una elemental apertura a los hermanos. El término o fruto de una oración verdadera será
luego una apertura más honda y gozosa a los demás. No se puede experimentar la presencia de
Jesús en los hombres si no hay una fuerte y honda experiencia de Dios en la soledad fecunda
del desierto. Pero este encuentro con el Señor, en la intimidad privilegiada de la
contemplación, tiene que llevarnos al descubrimiento continuo de su presencia en los
necesitados (cfr. Mt 25).
46. Lo que quiero decir es lo siguiente: que para orar bien hace falta vivir elementalmente en
la caridad, pero que si se ora bien - entrando con sinceridad en comunión con el Padre por el
Hijo en el Espíritu Santo - se sale de la oración con incansable capacidad de donación y de
servicio a los hermanos. La caridad auténtica como inmolación a Dios y entrega a los
hermanos está así en el comienzo. en el medio y en el término de una oración verdadera.
47. La oración de un laico consagrado - para que sea verdaderamente expresión de su gozosa
entrega a Jesucristo, fuente fecunda de su misión y clave esencial de su formación - tiene que
ser hecha "en el Nombre de Jesús" Jn 16,23-27), es decir, bajo la acción infaliblemente eficaz
del Espíritu Santo. Es el Espíritu de laVerdad el que nos introduce en la verdad completa (Jn
16,13) y nos ayuda a dar simultáneamente testimonio de Cristo (Jn 15,26-27) en la realidad
concreta y cotidiana de nuestra vida. Por una parte nos ayuda a entrar en Cristo más
hondamente y a gustar su Palabra; por otra nos descubre su paso en la historia y nos hace
escuchar con responsabilidad las interpelaciones y expectativas de los hombres.
48. En otras palabras: el Espíritu de Verdad habita en nosotros (Jn 14,17) y nos hace
comprender adentro, en la unidad profunda de la vida consagrada en el mundo, que "Dios amó
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tanto al mundo que le dio a su hijo único... Porque Dios no envió a su hijo para condenar al
mundo, sino para que el mundo se salve por él" (Jn 3,16-17).
49. La consagración secular es un testimonio de este amor íntimo y universal del Padre. La
vida de un laico consagrado se convierte así, por la acción ininterrumpidamente recreadora de
la oración, en una sencilla manifestación y comunicación de la incansable bondad del Padre.
Porque el Espíritu Santo lo hace una nueva presencia de Cristo: "Vosostros sois una carta de
Cristo, escrita no con tinta, si no con el Espíritu de Dios vivo, no en tablas de piedra, si no en
las tablas de carne del corazón" (2 Co 3,3).
50. Que María Santísima, modelo y maestra de oración, os acompañe e ilumine en estos días;
que os introduzca en su corazón contemplativo (Lc 2,19) y os enseñe a ser pobres. Que os
prepare a la acción profunda del Espíritu y os haga fieles a la Palabra. Que os repita adentro
estas dos sencillas frases del Evangelio, una de Ella y otra de su hijo: "Haced todo lo que El os
diga" (Jn 2,5); "Felices, más bien, los que reciben la Palabra de Dios y la realizan" (Lc 11,27).
Roma, 23 de agosto de 1976
147
CARDENAL EDUARDO PIRONIO
MENSAJE AL II CONGRESO LATINOAMERICANODE INSTITUTOS SECULARES
*
Mis queridos hermanos y amigos:
1. "Bienvenidos a este encuentro de gracia". El Señor está presente porque han sido
convocados como Iglesia en su Nombre (Mt 18-20). El Espíritu de Dios - que hace nuevas
todas las cosas - actuará en profundidad en el corazón de cada uno de ustedes, en el interior de
cada uno de los Institutos Seculares allí representados. Saldrán nuevos y recreados:
"confirmados en la Fe, animados en la Esperanza y fortalecidos por el Amor, para cumplir su
misión Evangelizadora en nuestro Continente Latinoamericano". Permítanme que los salude
con el augurio de Pablo a los Romanos: "Que el Dios de la esperanza los llene de alegría y de
paz en la fe, para que la esperanza sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo" (Rm
15,13).
2. ¡El Dios vivo de la esperanza! Es ése el que necesita hoy América Latina. Es ése el que
ustedes anunciarán con la fuerza de un testimonio que nace de la contemplación y la cruz, se
realiza "en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social" (LG 31), y se concreta en la
manifestación y comunicación del Cristo de la Pascua. No son ustedes testigos de un Dios
lejano, sino de un Dios que resucitó y vive y va haciendo el camino de los hombres. Tampoco
son testigos desencarnados que muestran a los otros el camino de salvación desde la orilla,
sino testigos comprometidos con las dificultades y riesgos de la historia, radicalmente
sumergidos en Cristo muerto y resucitado, evangélicamente insertados en el mundo para
transformarlo, santificarlo, ofrecerlo a Dios, construyendo así la nueva civilización del amor.
Como todo laico -pero mucho más por la fuerza de la consagración que los anima "deben ser
ante el mundo testigos de la resurrección y de la vida de Nuestro Señor Jesucristo y signos del
Dios verdadero" (LG 38).
3. Se reúnen ustedes para reflexionar-bajo la luz del Magisterio y ante las exigencias de un
Continente en plena ebullición, marcado por la pobreza y la cruz pero preñado de esperanzassobre la identidad de los Institutos Seculares en esta hora providencial de América Latina en
orden a una evangelización plena, a una promoción humana integral, a una transformación de
la cultura hacia la civilización del amor.
4. Yo quisiera recordarles sencillamente tres cosas: su identidad, su actualidad como "modo
proprio" de ser Iglesia, sus exigencias profundas y radicales.
5. 1° Su identidad. Se expresa con una frase muy simple: "secularidad consagrada". Son dos
aspectos de una misma realidad, de una misma vocación divina. Ambos aspectos son
esenciales. Lo dice claramente Pablo VI: "Ninguno de los dos aspectos de vuestra fisonomía
espiritual puede ser supervalorado a costa del otro. Ambos son 'coesenciales'" (20 de
septiembre de 1972).
*
El texto original es en español.
148
6. El Señor llama - en esta hora privilegiada de la historia y de la Iglesia - a vivir la
consagración en el mundo, desde el mundo y para el mundo. Ni el mundo puede manchar o
empobrecer la riqueza y fecundidad de la consagración ni la consagración puede arrancarles
del compromiso y responsabilidad de la tarea cotidiana. Radicalmente comprometidos con
Cristo, abiertos a lo eterno, testigos de lo Absoluto, pero en el ámbito de la vida temporal. Es
preciso subrayar bien y unir indisolublemente ambos términos: "consagrados seculares".
7. "Consagrados". Es decir, santificados por el único Santo de manera más profunda en Cristo,
por obra del Espíritu, en vista de una pertenencia total y exclusiva al Amor. Ustedes recibieron
la unción del que es Santo, y todos tienen el verdadero conocimiento" (1 Jn 2,20). Esta
consagración - que ahonda y lleva a su plenitud la consagración del bautismo y la
confirmación - penetra toda la vida y las actividades cotidianas, creando una disponibilidad
total al plan del Padre que los quiere en el mundo y para el mundo. Los caracteriza como
hombres y mujeres de lo Absoluto y de la esperanza, exclusivamente abiertos al único Amor,
pobres y desprendidos, capaces de comprender a los que sufren y de entregarse
evangélicamente a redimirlos y transformar el mundo desde adentro. Hermosamente dice
Pablo Vl: "Vuestra vida consagrada, según el espíritu de los consejos evangélicos, es
expresión de vuestra indivisa pertenencia a Cristo y a la Iglesia, de la tensión permanente y
radical hacia la santidad, y de la conciencia de que, en último análisis, es sólo Cristo quien con
su gracia realiza la obra de redención y de transformación del mundo. Es en lo íntimo de
vuestros corazones donde el mundo es consagrado a Dios" (Pablo VI, 2 de febrero de 1972).
8. "Seculares". Pero esta consagración especial - esta particular pertenencia a Jesucristo en la
virginidad, en la pobreza, en la obediencia - no arranca a los miembros de un Instituto Secular
del mundo ni paraliza su actividad temporal, sino que la vivifica y dinamiza, le confiere mayor
realismo y eficacia, al liberarla de satisfacciones, intereses y búsquedas, que de algún modo se
relacionan con el egoísmo. La "consagración secular", al abrir al hombre o a la mujer, al
radicalismo absoluto del Amor de Dios, los dispone para una encarnación más honda en el
mundo, para una secularidad pura y libre, purificadora y liberadora.
9. No son del mundo, pero están en el mundo y para el mundo. Lo específico de este "modo
nuevo" de ser Iglesia es vivir precisamente el radicalismo de las Bienaventuranzas desde el
interior del mundo, como luz, sal y levadura de Dios. Esta secularidad - que está muy lejos de
ser superficial naturalismo o secularismo - indica el "lugar propio de su responsabilidad
cristiana", el modo único de santificación y apostolado, el ámbito privilegiado de una vocación
específica para la gloria de Dios y el servicio a los hermanos. Exige vivir en el mundo, en
contacto con los hermanos del mundo, insertos como ellos en las vicisitudes humanas,
responsables como ellos de las posibilidades y riesgos de la ciudad terrestre, igual que ellos
con el peso de una vida cotidiana comprometida en la construcción de la sociedad, con ellos
implicados en la más variadas profesiones al servicio del hombre, de la familia y de la
organización de los pueblos. Comprometidos, sobre todo, a construir un mundo nuevo según
el plan de Dios, en la justicia, el amor y la paz, como expresión de una auténtica "civilización
del amor". No es tarea fácil. Exige discernimiento, generosidad, coraje; Pablo VI los llama los
"alpinistas del espíritu" (26 de septiembre de 1970).
10. 2° Su actualidad. Pablo VI, de inolvidable memoria y de intuición profética, hablaba de
los Institutos Seculares como de "un fenómeno característico y consolador en la Iglesia
contemporánea" (26 de septiembre de 1970). Expresan y realizan, de un modo original y
propio, la presencia de la Iglesia en el mundo. Son un signo valiente de las nuevas relaciones
149
de la Iglesia con el mundo: confianza y amor, de encarnación y presencia, de diálogo y
transformación. El Concilio nos abrió un camino evangélico para ello que fue iluminando el
posterior magisterio de los Papas, desde Pablo VI hasta Juan Pablo II. La Iglesia fue
repetidamente definida como "sacramento universal de salvación". Para América Latina el
Espíritu de Dios inspiró dos acontecimientos eclesiales que marcaron fuertemente la presencia
salvadora de la Iglesia en el Continente: MEDELLÍN y PUEBLA. A través de ellos
comprendemos mejor la responsabilidad de los cristianos en la evangelización y
transformación del mundo. Es una exigencia de los tiempos y una invitación apremiante del
Espíritu. Es un reto de la historia al compromiso de la Iglesia, más específicamente aún de los
laicos, a insertarse en el mundo para transformarlo desde adentro. "En un momento como éste
- decía Pablo VI - los Institutos Seculares, en virtud del propio carisma de secularidad
consagrada, aparecen como instrumentos providenciales para encarnar este espíritu y
transmitirlo a la lglesia entera. Si los Institutos Seculares, ya antes del Concilio anticiparon
existencialmente, en cierto sentido, este aspecto, con mayor razón deben hoy ser testigos
especiales, típicos de la postura y de la misión de la Iglesia en el mundo" (2 de febrero de
1972).
11. Inmediatamente añade como una exhortación y un desafío: "Para el 'aggiornamento' de la
Iglesia no bastan hoy directrices claras o abundancia de documentos; hacen falta
personalidades y comunidades, responsablemente conscientes de encarnar y transmitir el
espíritu que el Concilio quería. A vosotros se os confía esta estupenda misión: ser modelo de
arrojo incansable en las nuevas relaciones que la Iglesia trata de encarnar con el mundo y al
servicio del mismo".
12. Los Institutos Seculares - si son verdaderamente fieles a su carisma de secularidad
consagrada - tienen una palabra muy importante que decir hoy en la Iglesia Su misión es hoy
más que nunca providencial. Serán un modo privilegiado de evangelización, de anuncio
explícito del Amor del Padre manifestado en Cristo, de una auténtica y profunda promoción
humana y de una verdadera liberación evangélica operada según el espíritu de las
bienaventuranzas. Serán un modo concreto de superar el trágico dualismo entre la fe y la vida,
la Iglesia y el mundo, Dios y el hombre.
13. 3° Sus exigencias. Hay que ser fieles al Señor que hoy nos llama de nuevo y nos lo pide
todo. No dudo que éste es un momento de gracia para los Institutos Seculares de América
Latina. Por consiguiente, es un momento de recreación y de esperanza. Hace falta "recrear" en
el Espíritu nuestros Institutos Seculares, escuchando la Palabra de Dios y leyendo
constantemente los signos de los tiempos.
14. Sólo quiero marcar tres exigencias que me parecen fundamentales: sentido de Iglesia,
existencia teologal, dimensión contemplativa.
15. Sentido de Iglesia: vivir la alegría de ser Iglesia hoy, en este momento privilegiado de la
historia, en este Continente de posibilidades y esperanza, con un modo original y específico de
responder al llamado divino. Ser plenamente Iglesia de modo nuevo (como "consagrados
seculares"), en profunda comunión con los Pastores y participando fraternalmente en la misión
evangelizadora de todo el Pueblo de Dios. Radicalmente centrados en Dios y evangélicamente
insertados en el mundo. Ser Iglesia en una línea de auténtica comunión y participación.
150
16. Existencia teologal. Es preciso vivir en el mundo una clara e inconmovible existencia
teologal. Vivir normalmente lo sobrenatural: respirar en fe, caminar construyendo en la
esperanza, cambiar el mundo viviendo en la locura del amor. Lo rezan ustedes en la
hermosísima Oración del Congreso: "confirmados en la Fe, animados con la Esperanza y
fortalecidos por el Amor".
17. La visión de fe les ayudará a descubrir a cada instante el plan del Padre, el paso de Cristo
por la historia, la invitación fuerte del Espíritu del Amor. La esperanza impedirá que los
paralice el desaliento o la tristeza, los apoyará en el Cristo de la Pascua, los comprometerá
activamente en la construcción del mundo. La caridad los llevará a vivir con alegría las
exigencias radicales de la consagración, a centrar su vida en Jesucristo y abrazar su cruz, a
insertarse serenamente en el mundo - sin superficialidad y sin miedo - y a servir
generosamente a los hermanos.
18. Dimensión contemplativa. Para leer en Dios las cosas que pasan en el mundo, para
descubrir las inquietudes de los hombres y las exigencias de Dios, hay que ser contemplativo.
Es decir, hombres y mujeres de oración que se detienen, en el ritmo de sus tareas, para
escuchar a Dios, que se arriesgan de vez en cuando a ir al desierto para encontrarse a solas con
El, que saben, sobre todo, instalar adentro una zona profunda e inalterable de silencio activo.
Personas que experimentan a Dios en el trabajo y el descanso, en la cruz y la alegría, en la
oración y la actividad temporal. No es fácil "la oración secular", pero es imprescindible. Es el
único modo de vivir para un miembro de un Instituto Secular: respirar ininterrumpidamente en
Dios mientras se sigue el ritmo de la profesión y el dolor esperanzado de la humanidad. Es
difícil, pero hay que tener el coraje de cortar a veces con todo (para volver enseguida al
mundo) y buscar un momento y un espacio de oración. Sobre todo, hay que pedirlo al Señor
con sencillez de pobres.
19. Este Mensaje resulta demasiado largo. Se explica, en parte, por el amor eclesial que siento
por los Institutos Seculares; su existencia providencial, su eficacia actual como signo de una
Iglesia en esperanza, su responsabilidad especial en esta hora de evangelización de nuestro
Continente Latinoamericano. En parte, también, porque pretende suplir mi presencia física y lo
que yo hubiese querido decirles personalmente si hubiese podido participar en vuestro
Congreso. Dios lo dispuso de otro modo, ¡bendito sea!
20. Pero allí van - más que mis palabras escritas - dos queridos amigos y dos testigos de los
Institutos Seculares: Don Mario Albertini y Mons. Juan José Dorronsoro. Ellos son "mi carta"
personal, como diría San Pablo. Hablen con ellos, consúltenlos con confianza, escúchenlos.
Les dirán, quizás, lo mismo que les digo yo pero mejor, más brevemente y con mayor
autoridad. La mía es la autoridad del servicio en Cristo y del cariño.
21. No podría terminar sin dirigir una mirada a "María, modelo de secularidad consagrada, que
evangelizó con su presencia y su palabra", como hermosamente dice la Oración del II
Congreso.
22. Totalmente consagrada al Señor -por su pobreza, virginidad y obediencia al Padre- María
vivió en el mundo: plenamente insertada en la historia de su pueblo, compartiendo su espera y
su esperanza, viviendo su pobreza y anhelando su liberación. Ella creyó en la Palabra que le
fue dicha de parte del Señor y fue feliz. Fue una mujer contemplativa: vivió siempre "a la
escucha" de la palabra del Señor. Fue la Virgen fiel, la madre de la santa esperanza y del amor
151
hermoso: la Virgen que engendró a Cristo y lo entregó en el silencio de la contemplación y la
cruz. Fue la figura y el principio de la Iglesia: hecha presencia de Cristo, signo de comunión y
salvación.
23. A Ella, "la estrella de la Evangelización", encomendamos ahora los trabajos de este II
Congreso Latinoamericano de Institutos Seculares. En Ella confiamos y de Ella esperamos.
Todo lo dejamos en el corazón silencioso de "Mana, de la que nació Jesús, llamado Cristo"
(Mt 1,16).
24. Con todo cariño y esperanza los bendigo en Cristo y María Santísima.
12 de julio de 1979
152
CARDENAL EDUARDO PIRONIO
DISCURSO DE APERTURA AL CONGRESOMUNDIAL DE LOS INSTITUTOS
SECULARES*
1. Queridos amigos: Sea ésta una sencilla palabra de esperanza dicha por quien pretende
conocerles y les ama; dicha también, por quien, en nombre del Papa Juan Pablo II, tiene el
privilegio y la responsabilidad de servirles. Permítanme que les salude con las palabras de san
Pablo a los Filipenses: "Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro
Padre, y del Señor Jesucristo. Yo doy gracias a Dios cada vez que les recuerdo. Siempre y en
todas mis oraciones pido con alegría por todos ustedes, pensando en la colaboración que
prestaron a la difusión del Evangelio, desde el comienzo hasta ahora" (Fl 1,2-5).
2. Vuestro Congreso se abre - bajo la inspiración del Espíritu Santo y la protección de María,
modelo de consagración secular - en un momento privilegiado para la misión de la Iglesia: un
mundo que tiene hambre de la palabra de Dios, que siente necesidad de la presencia
transformadora de la Iglesia, que le pide razón de su esperanza, que interroga a la Iglesia sobre
la verdad y el amor, la justicia y la paz, la libertad y la comunión. E1 mundo desafía a la
Iglesia en aquello que le es propio y esencial: la transmisión explícita de la Buena Noticia de
Jesús para la conversión de los corazones y la construcción de una nueva sociedad.
3. Es aquí precisamente donde se inserta, en el misterio de una Iglesia comunión, el
providencial ministerio laical de los Institutos Seculares: en la relación esencial de una Iglesia
hecha para salvar al hombre (a todo el hombre y a todos los hombres) y transformar al mundo
desde dentro para la gloria del Padre. "No impulsa a la Iglesia ambición terrena alguna. Sólo
desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al
mundo para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser
servido" (GS 3).
4. Permítanme, al comenzar este Congreso que yo juzgo de transcendental importancia para el
futuro de los Institutos Seculares (su vitalidad interior, la eficacia de su misión y el
imprescindible despertar de nuevas vocaciones), que yo les recuerde tres cosas: la fidelidad a
su propia identidad como laicos consagrados, el sentido eclesial de su vida y de su misión
evangelizadora, y la urgencia de una profunda vida en Cristo, el enviado del Padre y Salvador
de los hombres.
I. Fidelidad a su propia identidad
5. Sean plenamente ustedes mismos. No teman perder su irrenunciable identidad, como laicos
si viven radicalmente en el mundo, la libertad interior y la plenitud del amor que dan los
consejos evangélicos.
6. La consagración no les quita del mundo: sólo les inserta más profundamente, de un modo
nuevo, en el Cristo de la Pascua llevando a mayor madurez y plenitud la consagración esencial
*
El texto original es en español.
153
del bautismo. Vivir a fondo el bautismo, para un laico consagrado, es comprometerse de un
modo nuevo a ser en el mundo una legible "carta de Cristo", "escrita, no con tinta sino con el
Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra, sino de carne, es decir en los corazones" (2
Co 3,3).
7. Sean fieles a su "secularidad consagrada"; es decir: vivan la irrompible unidad de esta
vocación única y original en la Iglesia. No se sientan laicos disminuidos, laicos de segunda
categoría, laicos clericalizados, extraña mezcla de laico y religioso; siéntanse plenamente
laicos comprometidos directamente en la construcción del mundo desde un seguimiento
radical de Jesucristo. Para el mismo trabajo de evangelización - tan estrechamente unida a la
promoción humana integral y a la liberación plena en Jesucristo - es imprescindible que
ustedes vivan, con toda generosidad y normalidad cotidiana, los dos términos de una
indivisible vocación: la "consagración secular". Para ello han sido amados y elegidos,
consagrados y enviados.
II. Sentido eclesial de su vida y misión evangelizadora
8. Es toda la Iglesia la que ha acogido, en estos últimos años, el don de los Institutos
Seculares. Desde Pío XII hasta Juan Pablo II. Recordemos particularmente los mensajes de
Pablo VI, tan llenos de luz, de calor humano. de sentido eclesial.
9. La "consagración secular" es un modo privilegiado de ser Iglesia. Particularmente Iglesia:
"Sacramento universal de salvación". Pertenecen, por consiguiente, a la santidad de la Iglesia,
no a su estructura jerárquica, pero sí a su vida.
10. Es necesario que los miembros de los Institutos Seculares vivan con intensidad el misterio
de la Iglesia, tanto a nivel universal como a nivel particular. Descubrir, amar y asumir, todos
los problemas y las esperanzas, las urgencias misioneras de las diversas Iglesias locales. La
vitalidad evangelizadora de un Instituto Secular depende de su profundo y concreto sentido de
Iglesia.
11. De aquí la necesidad de caminar - en la directa transmisión de la Buena Nueva a los pobres
- con los Pastores, en efectiva comunión con sus orientaciones y con las exigencias y
expectativas de todo el pueblo de Dios.
12. Los Institutos Seculares constituyen un modo providencial de ser Iglesia; lo cual supone
dos cosas: que se reconozca y respete su identidad específica y que su misión se realice desde
el interior de una Iglesia -esencialmente comunión y participación - enviada por Jesucristo al
mundo a anunciar la Buena Noticia a los pobres.
III. Profunda vida en Cristo, enviado del Padre
"Yo estoy crucificado con Cristo y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí" (Ga 2,19-20).
13. La vida y el crecimiento de un Instituto Secular depende esencialmente de dos cosas: de su
realismo histórico (compromiso real con la vida de la ciudad: familia y trabajo, cultura,
sociedad y política) y de su profunda inserción en Cristo. Lo cual -para un miembro de un
Instituto Secular- supone lo siguiente: el seguimiento radical de Cristo por los consejos
evangélicos (sin quitarlo, por eso, del contexto histórico del mundo) y una progresiva
154
configuración con Cristo por la oración, la cruz, la realización cotidiana de la voluntad del
Padre.
14. La oración se realiza siempre en un contexto "secular", no religioso ni monacal. Lo cual no
significa que no sea auténtica. Es siempre una concreta y perfecta comunión con la voluntad
del Padre. Es hecha desde el interior del mundo, en las normales condiciones de la vida.
Presupone momentos - difíciles y austeros - de separación y desierto. No se puede vivir en
permanente clima de contemplación, sino a partir de tiempos fuertes y exclusivos de oración.
15. Vivir en Cristo para la transformación del mundo. Vivir de Cristo para la clara y fuerte
profecía del hombre: nació Jesús, nuestra "feliz esperanza".
Conclusión
16. Queridos amigos: van a comenzar sus trabajos. Miren al mundo en que están sumergidos como luz, como sal, como fermento - y que les interpela; miren al mundo con realismo y
esperanza.
17. Escuchen y reciban a Cristo que les elige, les consagra y les envía. Escuchen a Cristo con
pobreza y disponibilidad. Amen a la Iglesia y expresen en el mundo su presencia.
18. Sean sinceros en el amor, alegres en la esperanza, fuertes en la tribulación, perseverantes
en la oración (Rm 12,9,12).
19. "Que el Dios de la paz les consagre plenamente" (1 Ts 5,23) y que les acompañe siempre
María, la Virgen de la esperanza y del camino, de la fidelidad y del servicio, de la radical
entrega al Padre por Cristo en el corazón de la historia.
Roma. 25 de agosto de 1980
155
CARDENAL J. JEROME HAMER
INTRODUCCIÓN AL CONGRESO MUNDIALDE LOS INSTITUTOS SECULARES*
Me siento muy feliz de estar aquí y de tener la ocasión de tomar contacto con vosotros
como Pro-Prefecto de la Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares, cargo
que ocupo desde hace cuatro meses y medio.
Antes de afrontar el tema de los Institutos Seculares y sobre todo de la formación,
tengo que decirles que, a mi juicio, no existe en Roma una función más interesante que esa de
la que me debo ocupar ahora: ser el portavoz del Santo Padre para la vida Consagrada en la
Iglesia. Siendo el portavoz del Santo Padre, estoy al mismo tiempo a vuestro servicio, puesto
que si el Santo Padre es "el siervo de los siervos de Dios", esto vale mucho más para sus
colaboradores.
Me propongo ahora hacer una introducción al tema de la formación demostrando que
ella debe estar necesariamente condicionada por la naturaleza y por las exigencias propias de
los Institutos Seculares. E1 Derecho Canónico, que ha sido recientemente promulgado y
puesto en vigencia, ha valorado todavía más la situación, el nivel - si nos podemos expresar así
- de los Institutos Seculares, en la Iglesia. Ellos constituyen una forma de vida Consagrada, la
cual, como tal, se encuentra en el mismo rango de la vida religiosa.
La definición de la vida Consagrada se realiza tanto en la vida religiosa como en la de
los Institutos Seculares. En ambos casos se trata de una forma estable de vida caracterizada
por la profesión de los consejos. Una forma de vida que trata de seguir a Cristo más de cerca y
que ha sido concebida para alcanzar la perfección. Por lo tanto, la misma estructura del libro
de Derecho Canónico que trata sobre la vida Consagrada, reconoce el mismo valor a la vida
religiosa y a los Institutos Seculares. En efecto, le reserva dos "títulos", por lo tanto, dos partes
de igual dignidad dentro de la sección reservada a los Institutos de vida Consagrada.
Los Institutos Seculares tienen cuatro características y cada una de ellas se refleja en la
formación:
1.
2.
3.
4.
La consagración a través de la profesión de los consejos evangélicos.
La secularidad o condición secular.
E1 apostolado.
La vida fraterna.
1. La consagración en los Institutos Seculares es total. Ella comprende pues:
*
Publicamos el texto de la Introducción de S.E. Mons. Jean Jerome Hamer, Pro-Prefecto de la Sagrada
Congregación para los Religiosos y los Institutos Seculares, dirigida a los participantes en el 111 Congreso
Mundial de los Institutos Seculares que tuvo lugar en Roma del 26 al 30 de agosto de 1984.
156
- la castidad por el reino de Dios: la continencia en el celibato y la renuncia al ejercicio
legítimo de la sexualidad genital;
- la pobreza: la limitación y la dependencia en el uso y en la disponibilidad de los
bienes y ello en el marco de una vida realmente pobre;
- la obediencia: la obligación a someter la voluntad a los superiores legítimos en cuanto
representantes de Dios.
Esta consagración es rectificada con vínculos que son: ya sea de votos, de juramentos,
de consagraciones, como de promesas. Entre los tres consejos evangélicos, la castidad merece
una atención particular desde el momento que debe ser asumida tanto con un voto, un
juramento como con una consagración, mientras que para los otros dos consejos puede bastar
la promesa.
2. E1 punto importante y determinante, el que ha sido puesto constantemente en evidencia,
aunque no siempre es bien entendido, es la secularidad. Los miembros de un Instituto Secular
viven en el mundo. Ellos operan por la santificación del mundo y, especialmente, a partir
desde dentro del mundo. Es más bien difícil traducir en francés* la expresión latina "ab intus",
"que proviene del interior". A este punto de la secularidad me complace transcribir algunas
palabras del documento de Pío XII -"Primo Feliciter"-: "Se ha de tener siempre presente lo
que en todos debe aparecer como propio y peculiar carácter de los Institutos, esto es, el
Secular, en el cual consiste toda la razón de su existencia". "La perfección (de la vida
Consagrada) ha de ejercitarse y profesarse en el siglo". La consagración en los Institutos
Seculares no modifica la condición canónica de los miembros, salvo las disposiciones del
derecho a propósito de los Institutos de vida Consagrada. El miembro permanece laico o
clérigo y a él se aplican todos los derechos y todas las obligaciones de la condición en la que
se encuentra. Esto pone una vez más en evidencia un aspecto de la secularidad.
Otro aspecto es su forma de vida. Los miembros de los Institutos Seculares viven en
las condiciones ordinarias del mundo. A este propósito se dan tres posibilidades: o viven solos,
o en su familia, o en grupos de vida fraterna, según las Constituciones, pero en el respeto total
de su secularidad. Como los demás laicos, pueden tomar espontáneamente la iniciativa de vivir
juntos, aunque no sea más que por motivos prácticos. Este punto es muy importante para hacer
evidente la diferencia entre los Institutos Seculares y los Institutos religiosos, puesto que la
vida en común es por sí misma esencial e inseparable del estado religioso; esencial e
indispensable es vivir bajo el mismo techo, tener los mismos superiores y desarrollar
actividades comunes que son propias de esta "vida juntos". Se debe destacar esta diferencia
porque ella marcará considerablemente todo el Proceso formativo.
Subrayo pues que los miembros de los Institutos Seculares viven en las condiciones,
ordinarias del mundo.
3. Otra característica es el apostolado. El apostolado deriva de la misma consagración. Para
retomar los términos de "Primo feliciter": "Toda la vida de los miembros de los Institutos
Seculares, debe convertirse en apostolado". Y ese apostolado no sólo debe ser ejercido en el
mundo - y aquí se retoma nuevamente los términos de "Primo Feliciter" que dice más
explícitamente el Derecho Canónico, cuanto sigue -: "no sólo en el siglo, sino como desde el
Siglo; y, por lo mismo, en profesiones, ejercicios, formas y lugares correspondientes a estas
circunstancias y condiciones".
*
N.T. La intervención de Mons. Hamer fue hecha en ese idioma.
157
El Derecho Canónico retoma a este propósito la imagen sugestiva utilizada por el
Concilio (LG 31; cfr. PC 11), para mostrar cómo actúa este apostolado en el mundo, en la
condición secular, "ad instar fermenti", como fermento. Queda bien entendido que el
apostolado será diferente según se trata de miembros laicos o de miembros clérigos.
Para los laicos acontecerá a través del testimonio de su vida cristiana y de la fidelidad a
su propia consagración. Esto será una contribución para que las realidades temporales sean
comprendidas y vividas según Dios y para que el mundo sea vivificado por el Evangelio. Sin
embargo, esto no requiere que los laicos miembros de los Institutos Seculares sean más laicos
que los otros laicos. Del mismo modo de todos los laicos, ellos colaborarán con su comunidad
eclesial en el estilo que les es propio; participarán en la preparación del culto; serán
catequistas, eventualmente serán ministros extraordinarios de la eucaristía, desde el momento
que estas son funciones accesibles de parte de los laicos, aunque aveces se trata de funciones
de suplencia del clero, como sucede en el caso de los ministros extraordinarios de la eucaristía.
Entonces, el apostolado de los miembros laicos es sobre todo en consideración de las
realidades temporales en las cuales ellos deben hacer entrar una anticipación del reino de Dios.
E1 apostolado de los miembros clérigos, de los presbíteros, consistirá en la caridad
apostólica de la ayuda a sus hermanos: a este propósito pienso en primer lugar a sus hermanos
de los Institutos Seculares. Luego será el testimonio de vida consagrada según las
constituciones de su Instituto; será la santificación del mundo a través de su específico
ministerio sagrado. En efecto, convirtiéndose en miembro de un Instituto Secular, el sacerdote
permanece ministro sagrado; es este ministerio el que él pone al servicio de la santificación del
mundo.
4. Última característica: la vida fraterna. Hemos visto que la vida en común bajo el mismo
techo no pertenece por sí a la naturaleza de un Instituto Secular, mientras que es propia de una
vida fraterna. Existe entre los miembros de un mismo Instituto Secular una comunión especial.
Su consagración en un Instituto particular crea lazos recíprocos y específicos que se
manifiestan de distintas maneras. Una solidaridad propia del Instituto Secular que se
manifiesta en las relaciones con los superiores: son los mismos superiores para todos: que se
manifiesta en la vida: son las mismas reglas que crean una similitud; que se manifiesta en los
encuentros: que serán reconocidos necesarios por las constituciones precisamente para
salvaguardar esta vida fraterna y ciertos momentos fuertes que hay que pasar juntos. Existe
también la ayuda recíproca bajo diferentes formas, puesto que no existe una comunión fraterna
sin ella.
Estas cuatro características condicionan la formación. Entonces, corresponde a vuestro
Congreso, aquí reunidos, formular informaciones, sugerencias y estimular así una benéfica
emulación.
E1 Derecho Canónico ha previsto para vosotros etapas en la formación. Yo diría,
etapas durante todo el desarrollo de una vida consagrada en un Instituto Secular. Vosotros las
conocéis: se trata de la prueba inical, de la primera incorporación y también de la
incorporación perpetua, o eventualmente definitiva.
Esta formación consistirá - así parece - en tres cosas:
158
a) Debe mirar a la vida Consagrada. La vida Consagrada en su substancia no cambia. Ella es el
resultado de una larga tradición espiritual en la Iglesia de la que ha recibido su
encuadramiento, su legitimación y las condiciones para su reconocimiento canónico. La
formación a la vida consagrada es pues de gran importancia.
b) Viene luego la formación a las actividades profesionales, sobre la cual el Santo Padre ha
llamado vuestra atención con ocasión de vuestro último encuentro con él, si vosotros vivís en
las realidades temporales en vistas del Reino de Dios, estas realidades manifiestan específicas
exigencias y requieren una preparación técnica.
c) Y finalmente, la preparación al apostolado.
Son los tres campos - me parece - específicos de la acción formativa.
¿Quién debe hacer esta formación? A este propósito diréis lo que dice vuestra
experiencia. Es claro que para la formación profesional, el miembro de un Instituto Secular no
irá a pedirla a sus superiores. Más vale, él la pedirá a organismos y a personas competentes, a
las universidades, a los laboratorios, a las escuelas profesionales. Pero es importante que los
superiores sepan - y un canon del Derecho Canónico trata sobre ello - que ellos tienen una
responsabilidad particular para la formación espiritual. Cuando se trata de la formación a la
vida Consagrada en un particular Instituto, es aquí donde el superior y sus colaboradores son
insustituibles.
Concluyo repitiendo una expresión ya conocida: la vida Consagrada en un Instituto
Secular "es una opción extremadamente difícil, pero es también una opción importante y de
gran generosidad".
159
CARDENAL J. JEROME HAMER
CONCLUSIONES DEL SÍNODO SOBRE LOS LAICOSY SUS CONSECUENCIAS
PARA LOS INSTITUTOS SECULARES
INFORMACIÓN Y REFLEXIONES
Trato de muy buena gana este tema que me permitirá insistir sobre la importancia de
los Institutos Seculares para el porvenir de la Iglesia. Lo haré teniendo en cuenta la situación
en la que nos encontramos, puesto que el proceso del Sínodo no se ha terminado aún hasta que
el Santo Padre no nos haya dado su documento sobre "Vocación y misión de los laicos en la
Iglesia y en el mundo", que significará en realidad la conclusión del Sínodo. Pero además,
quiero extenderme un poco más y analizar con atención la situación del laico consagrado.
El Sínodo
Juan Pablo II hablando recientemente (17 de junio de 1988) a los miembros del
consejo del secretariado general del Sínodo de los obispos, recordó: "Los padres de la séptima
asamblea general han expresado el deseo que, sobre la base del trabajo sinodal, es decir los
Lineamenta, Instrumentum Laboris, las relaciones que siguen las discusiones mantenidas en la
asamblea plenaria, los informes de los "círculos menores" y las Proposiciones que el Sínodo
me ha entregado, pueda yo ofrecer a la Iglesia un documento pontificio sobre el tema del
sínodo.
Este documento no está todavía terminado pero pienso que no tardará en salir. De mi
parte, querría limitarme en mi presente exposición, a utilizar dos importantes piezas del trabajo
sinodal, el Instrumentum laboris y las Proposiciones.
El Instrumentum laboris, así como el nombre lo indica, es un instrumento de trabajo,
que ha recogido las sugerencias y reflexiones de los obispos sobre el tema propuesto y las ha
presentado bajo una forma lógica. Es en cierto modo el fruto de las reflexiones y experiencias
de los obispos dispersos en el mundo, antes de venir a Roma para intervenir en la asamblea del
Sínodo Para extender a todo el pueblo cristiano el interés suscitado por ese tema, el Santo
Padre ha permitido que el Instrumentum laboris sea puesto a disposición de todos. Por lo
tanto, es un documento que muchos de vosotros conocéis, y que sin duda habéis leído antes de
la apertura del Sínodo en octubre de 1987. He aquí lo que el Instrumentum laboris dice acerca
del tema que abordamos:
"Se debe también destacar, la original contribución de los Institutos Seculares en la
misión de la Iglesia. En efecto, la llamada que se dirige a sus miembros - laicos - para que se
consagren a Dios de un modo particular según los consejos evangélicos, les hace testigos en el
mundo del radicalismo evangélico. Sus diversas formas de vida y de presencia cristiana en la
sociedad contemporánea son un signo de la respuesta generosa de los fieles laicos a la
vocación común de perfección en la caridad. Viviendo en el mundo su total consagración a
Dios, los laicos que son miembros de los Institutos Seculares tienden a realizar ejemplarmente
160
la dimensión escatológica de la vocación cristiana. Su testimonio de la novedad de Cristo en
medio del mundo es, para todos los laicos, una llamada a reconocer y a asumir la tensión del
"estar en el mundo" sin "ser del mundo". Gracias a la disponibilidad personal, propia de su
estado de vida, y a la formación de la que gozan muchos de los Institutos Seculares
contribuyen válidamente al crecimiento humano y cristiano de otros muchos fieles laicos
asumiendo, juntamente con ellos, importantes responsabilidades en el seno de las comunidades
cristianas. El tema merece una particular y especial profundización".
"No es posible ignorar, por otra parte, que cada vez son más numerosos los laicos que
se comprometen según el radicalismo de los consejos evangélicos, pero que no se sienten
llamados a constituir o a entrar en un Instituto Secular. La vida actual de la Iglesia es muy rica
en nuevas formas de vida consagrada laical; don que el Espíritu Santo ofrece a la Iglesia y al
mundo de nuestro tiempo".
Creo que este texto ha tomado bien los diferentes aspectos del Instituto Secular en su
profunda unidad; presencia vivificante en el mundo, referencia escatológica, acción en la
Iglesia. Señala también la existencia, siempre más manifiesta en el mundo laico, de otras
formas de compromiso en la práctica de los consejos evangélicos. Volveremos a hablar sobre
ello. Notemos desde ahora que los Institutos Seculares no reivindican ningún monopolio, pero
desean simplemente que se les reconozca su especificidad. Por lo demás, ellos se regocijan
cuando descubren nuevas formas de una búsqueda en común. Quiero agregar que en su
conjunto el Instrumentum laboris ha sido muy bien recibido por los padres sinodales y el texto
que acabamos de citar no ha sido contestado por nadie, que yo sepa.
A1 finalizar el Sínodo se encontrará la misma orientación en las Proposiciones cincuenta y cuatro en total- las cuales reúnen los puntos más importantes que han llamado la
atención de los padres sinodales durante los debates que duraron cerca de un mes. He aquí a
continuación el texto de la sexta proposición que trata sobre los Institutos Seculares y de otras
formas de don de sí mismo:
"Los Institutos Seculares tienen su lugar en la estructura canónica de la Iglesia,
establecido por la Constitución Provida Mater desde 1947. Se da así a los sacerdotes y a los
laicos una nueva posibilidad de profesar los consejos evangélicos de pobreza, castidad y
obediencia, por medio de votos o promesas, pero conservando plenamente su estado clerical o
laico. De esta forma el laico puede participar totalmente en el estado de vida consagrada, en
medio del mundo (cfr. c. 573). El Espíritu Santo sigue suscitando otras formas de don de sí
mismo, a las cuales se consagran personas que permanecen totalmente en la vida laica". (N.T.
traducción española libre).
Este párrafo expresa lo esencial. Es un buen punto de partida para todo desarrollo
ulterior. Efectivamente, las Proposiciones no quieren decirlo todo, sino simplemente despejar
algunas grandes orientaciones del Sínodo.
Tal vez algunos dirán: ¿cómo es posible que de cincuenta y cuatro proposiciones haya
una sola sobre los Institutos Seculares? Ver las cosas de este modo sería deformar la realidad.
Todo el Sínodo interesa y concierne a los Institutos Seculares. Los miembros de estos
Institutos son laicos auténticos. Todo lo que ha dicho el Sínodo y todo lo que dirá el
documento post-sinodal tiene para ellos importancia. Es así como se debe interpretar el Sínodo
en relación con los Institutos Seculares. A mi parecer, es ésta una consideración primordial
161
para valorizar de un modo justo esos trabajos. Para justificar esta afirmación, permítaseme
simplemente citar algunos puntos: la identidad del laico cristiano, el llamado a la santidad, la
multiplicidad de los carismas, los ministerios y servicios, la mujer en la Iglesia y en el mundo,
la presencia del laico en la parroquia, el compromiso sociopolítico, un proceso de formación
integral... En esta perspectiva me sitúo para continuar esta exposición.
El Instituto Secular
Es importante destacar que el miembro laico del Instituto Secular es laico en todo el
sentido del término. Pero para ello, es necesario, situar ante todo, este problema en un cuadro
más vasto.
Cuando las asociaciones cuyos miembros hacen profesión de practicar en el mundo los
consejos evangélicos, obtendrán un reconocimiento oficial y un estatuto canónico en la
constitución apostólica Provida Mater Ecclesia, bajo el nombre de Institutos Seculares, se
tratará a la vez de asociaciones de clérigos y de asociaciones de laicos.
Si los Institutos Seculares de laicos son mucho más numerosos que los Institutos
Seculares de clérigos, no hay que olvidar que el estatuto se aplica tanto a unos como a otros.
Los Institutos Seculares de sacerdotes y los Institutos Seculares de laicos tienen en
común, además de la obligación a dedicarse totalmente al apostolado, la de tender a la
perfección cristiana por esos medios privilegiados que son los consejos de castidad, de
pobreza y de obediencia, y eso en el mundo, es decir, permaneciendo en el mundo, y actuando
en el mundo.
Si los miembros de los Institutos Seculares se acercan a los religiosos por la profesión
de los consejos evangélicos, ellos se distinguen claramente por el hecho de que la separación
del mundo es propia del estado religioso, así como es propia de éste la vida en común o la
residencia bajo el mismo techo.
Es esta vida en el mundo ("in saeculo viventes", dice el c. 710) la que constituye la
"secularidad", la nota común a todos los Institutos Seculares, pero que será recibida de modo
diferente por los diversos Institutos, especialmente por los de clérigos y los de laicos. En el
mundo el sacerdote y el laico son el uno y el otro, pero su relación con el mundo es diferente,
precisamente en razón de eso que los distingue: el ejercicio del orden sagrado. No obstante, el
uno y el otro, en la lógica de su vida en el mundo, contribuyen por su parte a la santificación
del mundo, sobre todo desde el interior de él (praesertim ab intus).
Es necesario considerar bien la innovación que representa Provida Mater Ecclesia.
Hasta allí, los grupos de ese género eran regidos por un decreto, Ecclesiae catholica,
publicado el 11 de agosto de 1889, que alababa su fin: "- de practicar fielmente - en el signo
los consejos evangélicos y desempeñar con una más grande libertad ministerios que el mal de
los tiempos defiende o vuelve difíciles a las familias religiosas", pero al mismo tiempo decidía
que esos grupos serían únicamente asociaciones piadosas (piae sodalitates). En 1947, la
Constitución apostólica confiere a esos grupos un estatuto canónico. - No debemos olvidar que
el Código de 1917 las ignoraba totalmente todavía -. Después de Provida Mater Ecclesia, los
Institutos serán considerados como "estado de perfección", es decir, como forma institucional
y estable de la búsqueda de la perfección y la caridad. Esta terminología se usará todavía
durante la primera parte del Vaticano II.
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El nuevo Código promulgado en 1983 emplea otro vocabulario, pero expresa la misma
realidad: los Institutos Seculares son auténticos Institutos de vida consagrada, a los cuales
nada les falta para pertenecer a la "vida consagrada" así como la ha definido la Iglesia en su
derecho:
"La vida consagrada, por la profesión de los consejos evangélicos, es una forma estable
de vivir en la cual los fieles, siguiendo más de cerca a Cristo bajo la acción del Espíritu Santo,
se dedican totalmente a Dios como a su amor supremo, para que, entregados por un nuevo y
peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la salvación del mundo, consigan la
perfección de la caridad en el servicio del Reino de Dios y, convertidos en signo preclaro en la
Iglesia, preanuncien la gloria celestial" (c. 573, párrafo 1).
Este estado de vida consagrada no es ni clerical ni laico. Pero los Institutos que lo
componen se distinguen en clericales y laicos, conforme ellos asuman o no el ejercicio del
sacramento del Orden, en razón del fin para el cual han sido fundados. Por este motivo existen
dos grandes clases de Institutos Seculares: los Institutos clericales y los Institutos laicos. En
razón del sujeto que entendemos tratar, hablaremos de los Institutos Seculares laicos, o más
bien de sus miembros.
Los laicos consagrados
Los laicos consagrados son, pues, laicos auténticos. Ellos comparten con los otros
laicos el hecho de no pertenecer ni al estado sacerdotal ni al estado religioso, pero, con la
diferencia del hecho de pertenecer a ese laicado al que le ha sido particularmente confiada la
administración de las realidades temporales con la misión de ordenarlas según Dios.
Todo miembro de un Instituto Secular laico pertenece al estado laico sin restricción.
E1 hecho de renunciar al derecho de casarse no lo substrae a esa condición, puesto que ningún
laico está obligado a contraer matrimonio. En el mundo laico se encuentran personas casadas,
pero se encuentran también personas solteras. Si bien la mayor parte de los laicos se casa, eso
no lleva a deducir que es necesario casarse para ser un verdadero laico. Sería absurdo
sostenerlo.
Pero estos laicos miembros de Institutos Seculares son igualmente personas
consagradas por la profesión de los consejos evangélicos. Adoptan sin reserva la vida
consagrada como su forma de vida estable. Para ellos la vida consagrada constituye así un
estado de vida.
¿No es entonces una contradicción afirmar que el laico consagrado pertenece
igualmente, y sin restricción, a dos estados de vida diferentes; el estado laico y el estado de
vida consagrada? De ningún modo, y quiero afirmarlo con energía para descartar toda
tentación de querer resolver esta aparente oposición con un compromiso.
Habría oposición entre esos dos estados si ellos se definieran en relación con la misma
obligación. Pero no es este el caso. Por ejemplo, el estado de vida del hombre casado y el del
hombre soltero se oponen y se excluyen, puesto que los mismos se definen en relación con el
sacramento del matrimonio. E1 hombre casado asume las obligaciones, el soltero está eximido
de ellas.
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Ahora bien, el estado laico y el estado de vida consagrada se definen en función de
obligaciones diferentes. E1 primero, en función de las obligaciones de la vida sacerdotal
(ejercicio del orden sagrado) y de las de la vida religiosa (separación del mundo y vida en
común), de las cuales los laicos están eximidos. E1 segundo, en función de los deberes
libremente contraídos por la profesión de los consejos evangélicos. Por lo tanto los puntos de
referencia son diferentes. Los dos estados, lejos de oponerse, son compatibles totalmente.
Se pueden citar ejemplos de pertenencia a dos estados en la unidad de una misma
persona y de una misma vocación. E1 religioso-sacerdote pertenece, a la vez, al estado
religioso y al estado clerical, sin ninguna tensión, pero, en perfecta armonía, como lo ha
demostrado la vida de tantos santos.
Esta misma armonía se encuentra en el estatuto propio de los Institutos Seculares. Sin
abandonar su estado laico, las personas consagradas que son sus miembros, sabrán vivir su
vida secular según las modalidades conformes a su total donación al Señor. Ello se notará
especialmente en su vida de oración y en su ascesis personal. Por otra parte, ellos vivirán los
tres consejos evangélicos según la situación que viven las personas que permanecen en las
condiciones ordinarias del mundo.
¿No dice acaso el derecho canónico que "teniendo en cuenta su carácter y fines
propios, cada Instituto, ha de determinar en sus constituciones, el modo de observar los
consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, de acuerdo con su modo de vida"? (c.
598, párrafo 1). Y aún: "las constituciones han de establecer los vínculos sagrados con los que
abrazan los consejos evangélicos en el Instituto, y determinarán las obligaciones que nacen de
esos vínculos, conservando sin embargo, en el modo de vivir, la secularidad propia del
Instituto" (c. 712).
El apostolado
Consagrados y laicos, los miembros de los Institutos Seculares son total e
inseparablemente, uno y otro. Pero ellos están consagrados para una misión. En efecto, hacen
profesión de practicar los consejos evangélicos para "dedicarse totalmente al apostolado"
(PME art. 1); "manifiestan y ejercen su propia consagración en la actividad apostólica" (c.
713, párrafo 1).
Dado que ellos son laicos, su apostolado será el de los laicos y tendrá la misma
intención. Ellos deben, por obligación general "trabajar a fin de que el mensaje divino de
salvación sea conocido y recibido por todos los hombres". Tienen también, cada uno según su
condición, "el deber peculiar, de impregnar y perfeccionar el orden temporal con el espíritu
evangélico, y dar así testimonio de Cristo" (c. 225, párrafo 1.2.). Esta enseñanza de la Iglesia
es retomada en la parte del Código de Derecho Canónico que trata sobre los Institutos
Seculares (c. 713 párrafo 2): "Los miembros laicos participan en la función evangelizadora de
la Iglesia en el mundo y tomando ocasión del mundo", se tendrá que observar que ese canon
retoma, a propósito del apostolado de los Institutos Seculares laicos, una fórmula ("tiene el
siglo y desde el siglo", in saeculo et ex saeculo) tomado de la carta Motu proprio Primo
Feliciter, publicada por Pío XII un año después de la Provida Mater Ecclesia.
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He aquí la frase completa: "Este apostolado de los Institutos Seculares debe ejercerse
fielmente, no sólo en el siglo, sino como desde el siglo; y, por lo mismo, en profesiones,
ejercicios, formas y lugares correspondientes a estas circunstancias y condiciones" (PF II, 6).
Si todo Instituto Secular participa en la misión apostólica de la Iglesia, no es necesario,
por lo tanto, que tenga un apostolado propio, determinado por sus constituciones, y todavía
menos que tenga obras apostólicas propias. Es necesario hacer notar esto, pues muchos
Institutos Seculares forman, con justa razón, a sus miembros para el apostolado sin que ellos
sean dedicados a un sector particular de apostolado.
La práctica de los consejos evangélicos
Los miembros de los Institutos Seculares son consagrados a Dios, eso quiere decir,
como lo hemos visto, que ellos se han entregado totalmente a El, amado por encima de todo,
por su honor y su servicio, por la profesión de los consejos evangélicos (cfr. LG 44) en el seno
de un determinado Instituto, erigido por la Iglesia. Ninguno de estos elementos puede faltar y,
en particular, los consejos evangélicos deben ser vividos conforme a la doctrina tradicional de
la Iglesia. Hemos podido ver que el modo de observar esos consejos será diferente según los
Institutos y tendrá que tener en cuenta en particular la secularidad propia de cada uno de ellos.
Pero no es menos importante el hecho de que todos los miembros de los Institutos de vida
consagrada deben observar fiel e íntegramente esos consejos (fideliter integreque servare: c.
598, párrafo 2).
Así, por ejemplo, el consejo evangélico de pobreza no postula solamente una vida
pobre de hecho y de espíritu, sino también "...la dependencia y limitación en el uso y
disposición de los bienes, conforme a la norma del derecho propio de cada Instituto" (c. 600).
El consejo evangélico de obediencia va más allá de la práctica de esa virtud, tal cual es
entendida por todo cristiano: obliga "a la sumisión de la voluntad a los superiores legítimos
que ocupan el lugar de Dios, cuando ellos ordenan siguiendo sus propias constituciones" (c.
601). La imitación de Cristo obediente hasta la muerte se realiza pues a través de una
mediación determinada: bajo la dependencia y dirección moralmente continua de los
superiores o responsables. Para los miembros de los Institutos Seculares, la práctica de la
obediencia postula también una búsqueda de esta mediación. Su obediencia será pues
particularmente activa. ¿Por qué? En razón de su dispersión en el mundo y de su inmersión en
las profesiones seculares, sus responsables tienen una gran dificultad de discernir cual es el
momento oportuno y cuáles las mejores circunstancias para hacer una intervención. La
iniciativa de cada uno de los miembros será pues necesaria para hacer conocer las situaciones
concretas.
Por lo tanto, el ejercicio de la autoridad, necesaria para la práctica de los consejos
evangélicos, será diferente en la vida religiosa y en los Institutos Seculares. En el primer caso,
se puede siempre apoyar en las estructuras de la vida en común; no es lo mismo para el
segundo caso. También, en los Institutos Seculares, el servicio de la autoridad para ser real,
será más difícil, más exigente y reclamará, de parte de los responsables, un compromiso
muchas veces más grande y más generoso.
La oración
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¿Por que la legislación sobre los Institutos Seculares (cfr. c. 719) da tanta importancia
a la oración y a la vida espiritual en general? ¿No es la oración un deber de todo cristiano?
¿Por qué entonces esa insistencia y esas prescripciones especiales? La respuesta a esta
cuestión se encuentra en la consagración: se trata de esta "consagración, que radica
íntimamente en la consagración del bautismo y la expresa con mayor plenitud" (PC 5).
Existe una relación estrecha y recíproca entre consagración y oración. Toda la entrega
total de sí mismo por la profesión de los tres consejos evangélicos se hace en vista de un amor
grande de Dios. Ahora bien, la oración es a la vez la expresión y el estimulante de nuestro
deseo de Dios. Por lo tanto es normal que el compromiso fundamental que hemos contraído a
nivel de la castidad, la pobreza y la obediencia, corresponda a las exigencias semejantes al
nivel de los ejercicios de la vida espiritual.
Si la oración no es un privilegio de las personas consagradas sino el comportamiento
normal - diría yo la respiración - de todos aquellos que son hijos de Dios por la gracia, la
misma ocupa, sin embargo, un lugar notablemente más importante en la vida de quienes han
dado el paso decisivo de seguir a Cristo más de cerca (pressius, dice el c. 573 párrafo 1). En
efecto, Jesús se ocultaba con frecuencia de la multitud para orar y se retiraba al desierto, a la
montaña, solo o con algunos discípulos. La vida de Jesús está unida a su oración. De ésta fluye
su vida. Anima su ministerio mesiánico, especialmente durante su agonía en la cruz.
"Yo os quisiera libres de preocupaciones - nos dice san Pablo -. El no casado se
preocupa de las cosas del Señor" (1 Co 7,32). Con una voluntad de agradar al Señor - una
voluntad radical que no vacila delante de la elección de los medios - encontramos la
explicación profunda de la opción para la vida consagrada. Queremos entregarnos a los
"asuntos del Señor". Por esta razón adoptamos el celibato por el reino de Dios, pero también
adoptamos una vida de pobreza y de obediencia. Los "asuntos del Señor" (literalmente "lo que
es del Señor") no se limitan por cierto a la oración sino que cubren todo el campo de servicio
del Señor, no obstante, es evidente que la oración ocupa un lugar privilegiado. Quien ha
optado por no casarse quiere ser totalmente del Señor. Por este ser del Señor ha tomado esta
decisión. La voluntad de ser del Señor es pues primaria. No quiere ser "dividida" (v. 33). La
vida consagrada se vuelve así un espacio de disponibilidad para la oración.
La Iglesia insiste en su Derecho Canónico y pide una especial atención para la oración,
la lectura de la Sagrada Escritura, un retiro anual y otros ejercicios espirituales; en lo posible la
participación cotidiana en la Eucaristía, la frecuente recepción del sacramento de penitencia y
la dirección espiritual.
Para ilustrar lo que acabamos de decir sobre la relación entre la consagración y los
ejercicios de vida espiritual, yo querría llamar la atención sobre la prescripción que concierne
al sacramento de penitencia. A todo fiel se le recomienda simplemente que confiese los
pecados veniales (c. 988, párrafo 2). A los miembros de los Institutos Seculares, la confesión
frecuente es prescripta (can. 719, párrafo 3).
Está también claro que las prácticas de la vida espiritual tendrán en cuenta las
condiciones de una existencia en el mundo. Sin embargo, eso no será jamás motivo para
reducir su importancia, sino solamente para adaptarlas a las personas, a los lugares y a las
circunstancias. Los horarios y lugares de oración del laico no serán necesariamente los de los
religiosos que viven en comunidad con un oratorio propio. Los textos de oración podrán ser
diferentes. El miembro de un Instituto Secular expresará espontáneamente en su oración las
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intenciones del mundo en el cual vive. Pero la oración no cambiará de naturaleza. La
consagración particular a Dios cuidará todas esas exigencias.
Perspectivas de futuro
E1 Sínodo sobre los laicos nos ha conducido a recordar con
claridad y con vigor que los miembros de los Institutos Seculares son verdaderos laicos. Pero
también que esos laicos son, al mismo tiempo e indisolublemente, personas consagradas.
Estos Institutos no son absolutamente una nueva variedad, más discreta y como
subterránea, de la vida religiosa, son una realidad distinta, una verdadera elevación de la
condición de los laicos por la profesión de los consejos evangélicos.
Hemos hablado poco de los Institutos Seculares sacerdotales. Pero muchas de las cosas
que hemos dicho se aplican igualmente a ellos. En efecto, la pertenencia a un Instituto Secular
no cambia la condición canónica en el pueblo de Dios. Esto no tiene valor sólo para los laicos,
sino también para los sacerdotes seculares (y para los diáconos).
Actualmente se propagan en la Iglesia grupos espirituales y apostólicos designados en
Italia con el nombre de "movimientos eclesiales", y en Francia como "nuevas comunidades".
Algunos de ellos han adoptado ya las estructuras de la vida religiosa o de las de los Institutos
Seculares, otras se orientan en el mismo sentido. Pero es probable que todas no seguirán esa
dirección. Muchos de esos grupos tienen una fuerte afirmación pública y comunitaria. Esto los
distingue de los Institutos Seculares. ¿No es quizás el momento de recordar que el Espíritu
sopla donde quiere y que la unidad del Cuerpo místico está hecha de una diversidad de
carismas y funciones? Además, sabemos que la Iglesia está dispuesta a acoger nuevas formas
de vida consagrada (can. 605), pero también, y más generalmente, nuevas formas de
compromiso cristiano.
De todos modos esta floración no disminuye en nada el papel propio de los Institutos
Seculares en la Iglesia de hoy y de mañana:
- "Ellos repiten que el llamado a la santidad está inscrito en la lógica del bautismo".
- "Multiplican la presencia de cristianos auténticos capaces de ser apóstoles en todas partes".
- "Responden a la situación contemporánea dando a auténticos cristianos la posibilidad de
estar presentes en las estructuras profanas del mundo moderno".
He escogido estas tres frases del Padre J. M. Perrin, o.p. (DS t. V, Col 1783). Son de
una tal naturaleza que os dan plena confianza en una forma de vida consagrada, que habéis
libremente elegido el día de vuestra incorporación en vuestro Instituto, y que es
manifiestamente una obra del Espíritu.
Para resumir y concluir: sois laicos consagrados; sois lo uno y lo otro total e
inseparablemente. Lo repito aquí una vez más todavía pues no existe una profunda
comprensión de los Institutos Seculares fuera de ésta. En la constitución apostólica Provida
Mater Ecclesia, la Iglesia ha querido dar pleno acceso a la vida consagrada por los tres
consejos evangélicos, a laicos que permanecen y operan en medio del mundo. Todo Instituto
Secular es pues una escuela de santidad, que ha recibido la garantía de la Iglesia. Eso es lo
esencial que es necesario decir y volver a decir, y que será necesario meditar siempre más.
Roma 1988
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III CONFERENCIA GENERALE
DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO
PUEBLA
774 - "En lo que toca especifícamente a los lnstitutos Seculares, es importante recordar
que su carisma propio busca responder de modo directo al gran desafío que los actuales
cambios culturales están planteando a la Iglesia: dar un paso hacia las formas de vida
secularizadas que el mundo urbano-industrial exige, pero evitando que la secularidad se
convierta en secularismo".
775 - "El Espíritu ha suscitado en nuestro tiempo este nuevo modo de vida consagrada,
que representan los Institutos Seculares, para ayudar de alguna manera, a través de ellos, a
resolver la tensión entre apertura real a los valores del mundo moderno (auténtica secularidad
cristiana) y la plena y profunda entrega de corazón a Dios (espíritu de la consagración). A1
situarse en pleno foco del conflicto, dichos Institutos pueden significar un valioso aporte
pastoral para el futuro y ayudar a abrir caminos nuevos de general validez para el Pueblo de
Dios".
776 - "Por otro lado, la misma problemática que intentan abordar y su falta de arraigo
en una tradición ya probada, los expone más que las otras formas de vida consagrada a las
crisis de nuestro tiempo y al contagio del secularismo. Esta esperanza y los riesgos que su
modo de vida conlleva, deberán mover al Episcopado latinoamericano a promover y apoyar
con especial solicitud su desarrollo".
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