FORO SOBRE OCASIO v. DIAZ 17 de septiembre de 2010 Relevancia actual y secuela jurisprudencial de Ocasio v. Diaz Migdalia Fraticelli Torres* El Derecho de Familia es una de las áreas del Derecho puertorriqueño que ha recibido más atención por parte de la Asamblea Legislativa y la jurisprudencia patria y en la que se han logrado cambios significativos en las diversas o variadas relaciones familiares que coinciden en nuestra sociedad, sobre todo, entre los hombres y las mujeres que se relacionan como parejas afectivas, estén casadas legalmente o no lo estén, y entre éstos y sus hijos e hijas, nacidas en matrimonio o fuera de él.1 El factor facilitador o precipitante de estos cambios fue, sin duda, la adopción de la Carta de Derechos de la Constitución del Estado Libre Asociado de Puerto Rico que reconoce la igualdad de todos los seres humanos que conviven en esta tierra.2 Fue este mandato constitucional el antecedente necesario para la aprobación de la Ley Núm. 17 de 20 de agosto de 1952, que declaró la absoluta igualdad entre los hijos e hijas respecto a sus padres y madres y los bienes relictos dejados por éstos.3 La Ley 17 simplemente dispuso en un único párrafo lo siguiente: 1 Véase Comisión Judicial Especial para Investigar el Discrimen por Género en los Tribunales de Puerto Rico, Informe sobre el discrimen por género en los tribunales 160 (San Juan 1995). 2 Migdalia Fraticelli Torres, Hacia un nuevo Derecho de familia, 59 Rev. Col. Ab. 229, 234 (1995). 3 31 L.P.R.A. § 441. 2 Todos los hijos tienen respecto a sus padres y a los bienes relictos por éstos, los mismos derechos que corresponden a los hijos legítimos. Para los puertorriqueños este simple mandato de igualdad no fue realmente efectivo hasta once años después, cuando el Tribunal Supremo de Puerto Rico aclaró el contenido y el alcance pleno de la Ley 17, al adjudicar los ocho recursos consolidados en la opinión de Ocasio v. Díaz.4 ¿Cuál era el tratamiento jurídico de las relaciones filiatorias antes de publicarse esta opinión que hoy conmemoramos? -AA partir de la Ley Núm. 229 de12 de mayo de 1942, según enmendada, todos los hijos e hijas nacidos de relaciones adulterinas o incestuosas podían ser reconocidos como tales por sus padres biológicos. Esta ley benefició especialmente a los hijos adulterinos que no podían ser reconocidos de ningún modo bajo la legislación anterior. A partir del año 1942 se consideraron “naturales todos los hijos nacidos fuera de matrimonio con posterioridad a la fecha de vigencia de esta Ley, independientemente de que sus padres hubieren podido o no contraer matrimonio al mismo tiempo de la concepción de dichos hijos.”5 Así, al amparo de esa legislación, en Puerto Rico, en la primera mitad del siglo pasado, convivían en esta Isla personas “que compartían las mismas condiciones sobre el hecho de su nacimiento, pero no tenían ante sus 4 88 D.P.R. 676 (1963). 5 31 L.P.R.A. § 501. Para un análisis minucioso de esta legislación véase a Álvaro Calderón, La filiación en Puerto Rico 97-127 (2da. ed., San Juan 1978); Raúl Serrano Geyls, II Derecho de Familia de Puerto Rico y legislación comparada 897-898 (San Juan 2002). 3 progenitores ni ante la ley los mismos derechos y reclamos, situación que obedecía más a las presiones de la Iglesia y a los prejuicios sociales contra la procreación fuera de matrimonio.”6 Esto era posible porque los conceptos de filiación y paternidad tenían diverso alcance. Analicemos esta distinción conceptual con más detenimiento. La paternidad o la maternidad son hechos jurídicos que surgen del evento natural de la procreación de un ser humano. La filiación establece la conexión jurídica entre una persona y su prole para dar o reconocerle a esta última un estado civil: el de hijo o hija de la primera. Por este importante efecto, el concepto filiación se ha pensado tradicionalmente desde la perspectiva del hijo o de la hija, pues sólo la declaración de filiación creaba el estado que dotaba al hijo o a la hija de legitimación suficiente para reclamar los derechos que ese status concedía. La paternidad no creaba ese estado, sólo imponía unas obligaciones limitadas y específicas al padre, según las reconocía el Derecho en determinada época.7 La Ley 17, según interpretada en el caso de Ocasio v. Díaz, eliminó toda distinción entre esos dos conceptos —paternidad y filiación— por constituir las dos caras de una misma realidad humana, social y jurídica. Desde entonces, en Puerto Rico, del hecho mismo de la paternidad, una vez establecida, discurren los derechos y obligaciones que el ordenamiento legal reconoce e impone al 6 Fraticelli Torres, Hacia un nuevo Derecho de familia, Loc. Cit., a la pág. 231. 7 Migdalia Fraticelli Torres, Estudio preparatorio sobre Derecho de la persona y la Familia, 259260 (San Juan 1999). (Presentado a la Comisión Conjunta Permanente para la Revisión y Reforma del Código Civil de Puerto Rico como parte de la primera fase del Proyecto.) 4 status filiatorio.8 Al alegarse y probarse la primera, se demanda y se obtiene la segunda, para todos los efectos legales: llevar los apellidos del padre y de la madre; recibir alimentos; reclamar la herencia legítima.9 Por tanto, según interpretada en Ocasio v. Díaz, la Ley 17 no alteró únicamente el estado de derecho existente en Puerto Rico sobre el tratamiento de los hijos e hijas por sus padres en cuanto al reclamo y ejercicio de derechos y obligaciones. La consecuencia mayor fue simplificar la búsqueda de la filiación y los efectos que ésta produce, al proveerse iguales normas y requisitos de prueba con ese propósito para todos los hijos e hijas.10 Aún cuando esta conclusión se da en el 1963, se hace efectiva en cuanto a nacimientos ocurridos antes y después de la fecha de vigencia de la Constitución. Esta igualdad tiene su excepción en cuanto a los derechos hereditarios adquiridos antes de entrar en vigor la Constitución. Para su adjudicación se aplicará la legislación vigente a la fecha del fallecimiento del causante. En la opinión suscrita por el Juez Hernández Matos se explica con detalle la discusión parlamentaria sobre este aspecto específico, tanto en el seno de la Convención Constituyente, como en el de la Asamblea Legislativa al considerarse el proyecto que dio lugar a la Ley 17.11 8 Ibíd., a la pág. 260. 9 Cód. Civil de P.R., Art. 118, 31 L.P.R.A. § 466. 10 11 Fraticelli Torres, Estudio preparatorio…, a las págs. 260-261 Véase a Ocasio v. Díaz, 88 D.P.R., a las págs. 731-745, que transcribe los debates sobre el tema en el seno de la Asamblea Constituyente, en ocasión de discutirse el texto de la Sección 1 del Artículo II de la Constitución, así como los debates generados en la Asamblea Legislativa cuando se discutía la aprobación de la Ley Núm. 17. 5 Del texto de la sentencia de Ocasio v. Díaz recogemos los siguientes principios, que alteraron sustancialmente el texto normativo del Código Civil: * Todos los hijos e hijas pueden pedir que se declare judicialmente su status de hijos de sus padres, con igualdad de trato ante la ley. * El padre, o en su defecto, sus herederos, puede reconocer de cualquier modo a sus hijos, expresa o tácitamente, sin importar las fechas o circunstancias de sus nacimientos y para todos los efectos de ley. * Ninguna declaración judicial del status del hijo hará pronunciamiento sobre la legitimidad o ilegitimidad del nacimiento del reclamante, ni sobre el estado civil de sus padres. Al reclamante se le denominará hijo y a sus progenitores padre o madre, según fuere el caso. * Los hijos e hijas tendrán en los bienes relictos de su padre el mismo derecho que los hijos legítimos sin importar la fecha de su nacimiento, sin embargo, los derechos hereditarios serán los reconocidos al hijo o hija a la fecha del fallecimiento del causante, si éste murió antes del 25 de julio de 1952.12 El caso de Ocasio v. Díaz también sentó varias normas fundamentales para el Derecho probatorio en materia filiatoria: * Toda declaración judicial de paternidad se fundará en la comprobación del hecho de la paternidad natural o biológica, sin importar las fechas ni circunstancias del nacimiento. * Basta que dicha paternidad se pruebe satisfactoriamente, bajo las normas usuales de evidencia. 12 Ocasio v. Díaz, 88 D.P.R., a la pág. 749. 6 * La determinación de paternidad se basará en la preponderancia de la prueba del demandante, al tomar en consideración las circunstancias que concurren en cada caso particular y a base de las conclusiones que representen el balance más racional, justiciero y jurídico en la resolución del pleito. * No se aplicarán en una acción o procedimiento filiatorio las normas o requisitos de prueba del Artículo 125 del Código Civil, por lo que éste quedó sin vigor para todos los efectos de ley.13 Recuerden que este artículo requería prueba de escrito indubitado, posesión continua de estado de hijo, público concubinato o prueba auténtica de paternidad. Hoy esos criterios sólo son directivos, pues ilustran situaciones que pueden comprobar el hecho de la paternidad preponderantemente, ya que el demandante puede probar su caso, con ese quantum de prueba, con cualquier evidencia disponible y admisible.14 -BAhora bien, ¿cómo se ha ido desarrollando esta materia después de la publicación del importante precedente de Ocasio v. Díaz? Para cumplir los propósitos de esta presentación, sólo hemos de destacar algunos asuntos de particular interés. Sabemos que la filiación, como declaración del estado jurídico de una persona como hija o hijo de otra, puede darse de manera inmediata al producirse el hecho del nacimiento, porque desde ese instante la conexión Ibíd., a las págs. 749-750. Véase, además, Fraticelli Torres, Estudio preparatorio…, a las págs. 288.290. 13 14 Fraticelli Torres, Estudio preparatorio…, a las págs. 268-270. 7 biológica puede adquirir connotación jurídica si se conocen el padre y la madre del nacido y éstos actúan de conformidad con su nueva atribución jurídica. Las normas que hasta hace muy poco determinaban la paternidad jurídica y, como consecuencia, la filiación de un hijo o hija en Puerto Rico, eran los Artículos 113 y 114 del Código Civil de Puerto Rico, en su edición de 1930.15 Ambos preceptos relacionaban la filiación con el estado civil matrimonial de los progenitores. De conformidad con esos dos artículos, se presumían hijos del matrimonio y, por ende, hijos del marido, a los nacidos dentro de ciertos plazos, fijados a partir de la fecha del matrimonio. Es decir, cuando la madre está casada, el marido adviene padre presunto y jurídico de la prole que ella procrea, aunque él no haya engendrado a esos hijos e hijas. Las Reglas de Evidencia de 1979, establecieron una presunción más categórica al declarar que “se presumen hijos del marido los nacidos después de la celebración del matrimonio”, sin hacer referencia a plazos determinados.16 Esta presunción quedó inalterada en la Regla 304, inciso 29, de las Reglas de Evidencia de 2009 de 2009.17 Esta misma presunción fue acogida por la Ley Núm. 215 de 29 de diciembre de 2009, que enmendó recientemente los Artículos 113 a 117 del Código Civil de Puerto Rico, pero sobre esta ley volveremos más tarde. 15 31 L.P.R.A. §§ 461 y 462. 16 Regla 16, inciso 30, de las Reglas de Evidencia de 1979. La enmienda fue aprobada por la Ley Núm. 202 de 31 de julio de 1999. 17 32 L.P.R.A. Ap. IV, R. 304 (29). Este inciso dice: Las personas nacidas después de la celebración de un matrimonio son hijas o hijos del marido. 8 No olviden que el efecto práctico de la presunción de paternidad en sede matrimonial es que el hijo puede inscribirse con el apellido del marido de la madre, aunque no comparezca él personalmente al Registro Demográfico a hacer esa gestión. Es ésa una utilidad particular y muy cómoda del matrimonio. La ley concede a otros actos jurídicos las mismas consecuencias de la paternidad natural y presunta, entre ellos, el reconocimiento voluntario18 y la adopción de una persona como hijo o hija del declarante. Estos actos jurídicos voluntarios crean, para la persona que se convierte en hijo o en hija del declarante o del adoptante, un estado filiatorio con los mismos derechos y las mismas responsabilidades recíprocas que ese estado genera en el caso de la procreación biológica o natural conocida y corroborada, ocurra ésta durante el matrimonio de los progenitores o fuera de ella. Ante el Derecho, tal paternidad y maternidad jurídicas tienen la misma fuerza y protección que la paternidad o la maternidad natural o biológica. En ésta, la biológica, es la conexión consanguínea la que crea el lazo jurídico; en aquéllas, es la voluntad del declarante o del adoptante la que admite y lo somete a las consecuencias que establece la ley para esas declaraciones.19 No obstante, en todas las jurisdicciones se reconoce y se admite la posibilidad de que exista una paternidad jurídica consolidada, aunque el padre 18 En Ocasio v. Díaz se dijo lo siguiente: El reconocimiento es un acto jurídico. Su efecto es la constitución del status de hijo. De por sí no es un acto creador de derechos y obligaciones. Estos no se conceden ni se imponen por la voluntad del padre, que sólo tiene el poder autónomo de dar vida a la declaración de paternidad. Es la ley la que lo considera como causa de determinados efectos jurídicos, atribuyendo a ese status las prerrogativas que define. 88 D.P.R.,a la pág. 701. 19 Almodóvar v Méndez, 125 D.P.R. 218, 239 (1990). 9 presunto o el reconocedor de buena fe no sean los padres biológicos, simplemente porque no descubrieron a tiempo su desconexión biológica con la prole que acogieron como suya o simplemente porque no quisieron cuestionarla. Los recursos legales que históricamente han propiciado esa ficción jurídica son las presunciones aludidas y la expedita caducidad de la acción de impugnación, por el transcurso de los plazos cortos establecidos para su presentación ante el foro judicial. A éstos se sumó por largo tiempo la ausencia de prueba infalible para demostrar la inexactitud de la paternidad. Ahora bien, cuando surgen y se perfeccionan las pruebas científicas para demostrar la inexactitud de la paternidad o la maternidad imputada por la ley, el panorama jurídico de esta cuestión cambió dramáticamente. Así, después de Ocasio, la litigación sobre este tema se complicó, porque la simple filiación, por intromisión de la Ciencia en el Derecho, se desdobló promiscuamente en filiación jurídica y filiación biológica. No hay duda de que ambas figuras siempre estuvieron íntimamente vinculadas entre sí, en tanto la primera, de ordinario, presuponía la segunda. Por eso es que Albaladejo, haciendo eco a la doctrina española más ilustrada, señala que “el estado jurídico de la filiación se basa […] en el vínculo natural de sangre […] y debe ligar, en principio, a todo generante con todo generado.”20 Como ocurría en todas las latitudes del planeta, la dificultad de probar la inexactitud o de eliminar la incertidumbre de la paternidad biológica mantuvo 20 Manuel Albaladejo, IV Curso de Derecho civil (Derecho de familia) 212 (JM Bosch 1982). 10 fuera esa dicotomía de nuestra jurisprudencia. No olviden que en Puerto Rico, antes del precedente de Ocasio, sólo se admitía como prueba de impugnación la imposibilidad de acceso del marido a la mujer.21 En cuanto a la acción filiatoria, como indicamos, el Artículo 125 del Código Civil regulaba la cuestión probatoria. Después de Ocasio, al aproximarse los conceptos paternidad y filiación, sólo bastaba con demostrar, por preponderancia de la prueba, que el demandado era el padre “biológico” del demandante. Y esto podía probarse de cualquier modo. Así, ante la ausencia de certeza infalible, se pudo admitir como padre a quien naturalmente no lo fuera. Este nuevo panorama probatorio provocó el desarrollo de teorías y enfoques doctrinales para lidiar con la situación. Así, en Puerto Rico, en el caso de Mayol v. Torres, resuelto en el 2005,22 se explican las dos visiones opuestas sobre el fundamento filosófico que debe regir la adjudicación de la filiación en los casos en que el estado filiatorio imputado a un hombre, generalmente asentado oficialmente por la caducidad de la acción, no coincide con la realidad biológica. Dijo el Tribunal Supremo de Puerto Rico en esta ocasión: La doctrina ha reconocido la existencia de dos corrientes o teorías sobre la institución jurídica de la filiación. Una es la 21 El texto derogado del Artículo 113 decía: Son hijos legítimos los nacidos después de los ciento ochenta días siguientes al de la celebración del matrimonio y antes de los trescientos días siguientes a su disolución. Contra esta legitimidad no se admitirá otra prueba que la imposibilidad física del marido para tener acceso con su mujer en los primeros ciento veinte días de los trescientos que hubiesen precedido al nacimiento del hijo. 31 L.P.R.A. § 461. (Énfasis nuestro.) 22 164 D.P.R. 517 (2005). 11 llamada “realista”, presidida por el denominado “principio de veracidad”, que si bien reconoce que “la filiación jurídica no es mera relación biológica”, otorga preeminencia a ésta y facilita mecanismos jurídicos para llegar a ella, “al menos en la vía judicial y siempre que sea posible alcanzar aquella verdad biológica.” [...] 23 En contraposición a la postura realista se encuentra la concepción “formalista” de la filiación, que coloca la verdad y la realidad biológica en un segundo plano y otorga mayor peso a otros elementos o principios, tales como la paz familiar y la seguridad jurídica. Igualmente, toma en cuenta la dificultad de probar la verdadera paternidad y establece esquemas para determinar la filiación que están fundamentados en factores como la voluntad unilateral o en ciertas presunciones. Llevada al extremo, la tendencia formalista dificulta recurrir a otros medios probatorios, particularmente la investigación de la paternidad biológica. Mayol v. Torres, 164 D.P.R., a las págs. 532-533. En el mismo caso de Mayol se advierte la necesidad de que el Estado establezca una política pública clara sobre esta disyuntiva. Como veremos, esa gestión en Puerto Rico tuvo importantes tropiezos, hasta la adopción de la Ley Núm. 215 de 29 de diciembre de 2009, que procuró atender este reclamo. En lo que toca a la jurisprudencia del Tribunal Supremo de Puerto Rico, después de Ocasio v. Díaz, el enfoque realista se fue imponiendo como criterio decisivo, sostenido por la admisión de las pruebas científicas y la necesidad declarada de fundir la verdad jurídica con la verdad biológica, porque ésa era la tendencia generalizada en otras jurisdicciones cercanas a la nuestra. 23 En este pasaje se cita con aprobación a José L. Lacruz verdejo y otros, IV Elementos de Derecho civil: Derecho de familia 420 (4ta. ed., J.M. Bosch 1997). 12 Expresé en otro lugar que la jurisprudencia sobre la filiación en Puerto Rico se ha ido moldeando en el crisol de la doctrina española, aunque adornada con el lustre de las garantías constitucionales que rigen nuestra vida de pueblo desde 1952. Así, se admite unánimemente por los juristas, académicos y magistrados del país que el factor esencial, aunque no el único, en la determinación de la filiación debe ser el biológico. Además, es éste el mandato subyacente en la Ley 17 de 1952 y en la doctrina legal sentada en Ocasio v. Díaz. Y así ha sido reiterado por el Tribunal Supremo en múltiples ocasiones, a partir de este precedente.24 No obstante, en González Rosado v. Echevarría Muñiz, resuelto en el 2006,25 el Tribunal Supremo aplicó de manera muy consciente el enfoque formalista a los hechos particulares de ese caso. En esta opinión, en la que se ventilaba la impugnación de un reconocimiento voluntario, cuyo plazo de caducidad ya había transcurrido, se colocó la verdad o la realidad biológica en un segundo plano y se otorgó mayor peso a otros elementos o principios determinantes del estado filiatorio, tales como la paz familiar y la seguridad jurídica. Aún más, en González Rosado v. Echevarría Muñiz se enfatizó que “las normas filiatorias reflejan una determinación de política pública sobre el balance apropiado de los intereses reseñados” y se hizo “hincapié” en que “no se trata 24 Véanse: Pol Sella v. Lugo, 107 D.P.R. 540 (1978); Ortiz v. Peña, 108 D.P.R. 458 (1979); Santiago v. Cruz, 109 D.P.R. 143 (1979); Robles v. Guevárez, 109 D.P.R. 563 (1980); Moreno Álamo v. Moreno Jiménez, 112 D.P.R. 376 (1982); Ramos v. Marrero, 116 D.P.R. 357 (1985); Sánchez v. Sánchez, 154 D.P.R. 645 (2001); Vincenti v. Saldaña Acha, 157 D.P.R. 37 (2002); Castro v. Negrón, 159 D.P.R. 568 (2003); y Mayol v. Torres, ya citado. 25 169 D.P.R. 554 (2006). 13 [...] de rechazar la verdad en pro de la mentira, sino de entender que la realidad biológica es sólo parte de la verdad, y no siempre la más justa.” 26 Al analizar toda esta jurisprudencia, es nuestra apreciación académica que siempre que se trata de dilucidar la acción filiatoria del hijo contra su verdadero padre, se ha impuesto la visión realista sobre la formal. Cuando se trata de las instancias en que se pretende impugnar la paternidad presunta o el reconocimiento de paternidad dado a determinada persona, la visión formalista de la filiación toma ventaja. Por otro lado, también, después de Ocasio, el Tribunal Supremo estuvo muy activo en determinar quiénes estaban legitimados para llevar la acción de filiación o impugnar la paternidad presunta. El marido siempre fue el privilegiado estatutariamente para impugnar la paternidad presunta o jurídica de los hijos que pariera su esposa, a tenor del segundo párrafo del Artículo 113 y de los Artículos 115, 116 y 117 del Código Civil, antes de su enmienda por la Ley 215 de 2009. Luego se admitió que el hijo también podía impugnar la paternidad que le era impuesta por la ley. Así se reconoció por primera vez en Agosto v. Javierre,27 en la que se expresó que el propio hijo podía impugnar su legitimidad al investigar y procurar su verdadera filiación. Tal pronunciamiento fue luego reiterado por el Alto Foro en 26 Ibíd., a la pág. 562. 27 77 D.P.R. 471, 498-500 (1954) (Sentencia). Aunque esta opinión no fue mayoritaria, por estar dividido el Tribunal Supremo en cuanto a la solución del caso, es la expresión jurisprudencial que reconoció la posibilidad de la impugnación de la paternidad y de la búsqueda de la filiación por otros interesados que no sean el marido o sus herederos y el hijo, respectivamente. Esta doctrina fue acogida luego en la opinión de Pérez v. Tribunal Superior, 81 D.P.R. 832 (1960). 14 la opinión de Pérez v. Tribunal Superior.28 En este último caso el Tribunal Supremo aclaró que Agosto v. Javierre sólo tuvo un alcance, el de permitir que el propio hijo buscara su verdadera filiación natural y que, de paso, impugnara la paternidad legítima que le cobijaba.29 Sin embargo, en el caso de Pérez v. Tribunal Superior no se extendió a la madre ni al padre biológico tal facultad, como tampoco a otras personas interesadas en lograr esa filiación. Posteriormente, en Robles López v. Guevárez Santos 30 se enfatizó que, a base de la Sección 1, Artículo II de la Constitución de Puerto Rico, que consagra como inviolable la dignidad del ser humano, el hijo tiene derecho de impugnar su presunta filiación como parte realmente interesada en la búsqueda y determinación de su verdadera filiación. Más tarde, de manera reiterada, el Tribunal Supremo aclaró el aspecto accesorio de esta acción. En Calo Morales v. Cartagena Calo 31 advirtió: Aún cuando en Agosto v. Javierre, supra, reconocimos que el hijo podía impugnar, implícitamente, la presunción de paternidad del marido, catalogamos la acción del hijo como una primordialmente de filiación. Por ello se justificaba la aplicación del término para la acción dispuesto en el Art. 126 del Código Civil. Calo Morales v. Cartagena Calo, 129 D.P.R., a la pág. 136. 28 81 D.P.R. 832, 843 (1960). Reiteró el Tribunal: “[S]e extendió la facultad de impugnar la paternidad legítima sólo al propio hijo en circunstancias en que éste tratara de establecer su verdadera filiación, y como un medio necesariamente incidental a un reconocimiento que ya, por la Ley 229, le era dable gestionar judicialmente.” A la pág. 843. 29 En ese caso, sin embargo, no dio a la madre ni al padre biológico tal facultad, como tampoco a otras personas interesadas en lograr esa filiación. Sobre este asunto, véase, además, el Informe sobre el discrimen de género…, a las págs. 200-202. 30 109 D.P.R. 563 (1980). 31 129 D.P.R. 102 (1991). 15 Y en Sánchez v. Sánchez 32 añadió: [A]nte un cuadro fáctico en el cual se reclame la verdadera filiación de parte de un hijo, con la consecuencia incidental de que se impugna una filiación legítima o reconocida, de lo que se trata es de una sola acción de reclamación de filiación. Dicho de otra manera, en la llamada acción mixta, la impugnación no tiene carácter independiente de la reclamación. Se trata, pues, de una sola acción de filiación principal de la cual la de impugnación es accesoria. Esto es, el hijo que impugna la filiación jurídica que ostenta, ya sea por matrimonio o legítima o por reconocimiento, es porque necesariamente tiene la convicción real de que otro hombre es su padre. Sánchez v. Sánchez, 154 D.P.R., a la pág. 673. (Énfasis nuestro.) Es decir, la acción de impugnación en manos del hijo es subsidiaria de la acción filiatoria. Sólo si éste logra establecer su verdadera filiación respecto a otro hombre, podrá, de paso, impugnar la paternidad del padre presunto o del hombre que lo reconoció como tal. Esta acción de impugnación subsidiaria no está sujeta a ningún plazo de caducidad mientras el padre biológico viva. Luego de su muerte, estará sujeta al plazo que establece el artículo 126 del Código Civil, 31 L.P.R.A. sec. 505, según las circunstancias del hijo al momento del fallecimiento del verdadero padre.33 Como adelantamos, en Pérez v. Tribunal Superior se dijo que Agosto v. Javierre sólo tuvo un alcance, el de permitir que el propio hijo buscara su verdadera filiación natural y, de paso, impugnara la paternidad legítima que le cobijaba, pero no daba a la madre ni al padre natural tal facultad. Esta doctrina 32 33 154 D.P.R 645 (2001). Véase a Vázquez v. Sucn. Soto Almodóvar, 93 D.P.R. 678, 689 (1966); Sánchez v. Sánchez, 154 D.P.R., a la pág. 672. 16 quedó revocada en el caso de Ramos v. Marrero.34 El Tribunal Supremo amplió la lista de legitimados activamente, al resolver que el padre natural o biológico puede impugnar la paternidad presunta que cubre a su hijo o hija. Más recientemente, en Castro v. Negrón,35 el Tribunal Supremo reconoció que el marido de la madre al momento del nacimiento del hijo puede reclamar la nulidad de la inscripción que otro hombre hiciera sobre su hijo presunto, ya que la presunción fijó el estado filiatorio del hijo al momento del nacimiento y no podía sustituirse la paternidad establecida por la ley por la inscripción de otro hombre como padre del hijo nacido a su aún esposa. No existe jurisprudencia que autorice expresamente a la madre a iniciar la acción impugnatoria, aunque en Agosto v. Javierre se intimó lo que luego se resolvió en Robles López v. Guevárez Santos, que la madre puede instar la acción a nombre del hijo, pero, debe nombrársele a éste un defensor judicial para que atienda sus intereses, ya que la determinación de no paternidad priva al menor de una protección legal. Asimismo, de manera armoniosa con esta postura, la jurisprudencia tampoco ha autorizado al defensor judicial del menor ni al Procurador o Procuradora de Asuntos de Familia a impugnar una filiación ya ganada por la ley.36 La nueva legislación tampoco lo hace de manera expresa. -C- 34 116 D.P.R. 357, 372 (1985). 35 159 D.P.R. 568, 593-594 (2003). 36 Véase sobre este particular a Alvareztorre v Sorani, res. el 22 de enero de 2009, 2009 TSPR 12, 2009 J.T.S. 15. 17 Otro aspecto que merece atención especial en la tarde de hoy es el plazo de caducidad establecido para la impugnación de la paternidad presunta y, por analogía, el de la impugnación del reconocimiento voluntario. Recordemos que en González Rosado v. Echevarría Muñiz el Tribunal Supremo de Puerto Rico reiteró el modo de computar los plazos de caducidad establecidos para impugnar la paternidad presunta o el reconocimiento voluntario por causa de la “imposibilidad de la paternidad”, según se pautó en Moreno Álamo v. Moreno Jiménez.37 El comienzo del plazo sería, esencialmente, la fecha del acto de la inscripción o del reconocimiento, exceptuados los casos del padre que resida fuera del país o cuya causa de acción fuera un vicio el consentimiento, como se intimó en el caso de Calo Morales v. Cartagena Calo.38 No adoptó el Alto Foro la propuesta de las voces disidentes en esta última expresión, las del Juez Hon. Fuster Berlingeri y de la Jueza Hon. Fiol Matta, para que ese plazo comience a discurrir desde el momento en que se conozca el resultado de las pruebas científicas, a juicio del Juez Fuster Berlingeri;39 o desde que se conozca “la inexactitud biológica”, o se “tenga indicios confiables de la inexactitud biológica”, o se “conozca de hechos que puedan llevar a un juzgador a tener una duda verdadera sobre la exactitud de la filiación, lo que ocurra primero”, a juicio de la Jueza Fiol Matta.40 37 112 D.P.R. 376, 387 (1982). 38 129 D.P.R., a la pág. 136. 39 González Rosado v. Echevarría Muñiz (Opinión de conformidad y disidente del Juez Fuster Berlingeri), 169 D.P.R., a la pág. 573. 40 Ibíd., (Opinión disidente de la Jueza Fiol Matta), a la pág. 584. 18 No fue ésta la primera manifestación de los jueces del Tribunal Supremo a favor de que el cómputo del plazo de caducidad se hiciera desde que se conociera la falta de coincidencia entre la realidad biológica y la jurídica. Ya en el caso de Castro v. Negrón, se señaló que: “sabido es que ‘no puede ejercitarse una acción si de buena fe el titular desconoce que tiene derecho a ejercitarla’”.41 Sin embargo, al describir a qué se refería ese hecho generador de la causa de acción, el tribunal reiteró que, para los maridos, es el conocimiento del nacimiento del niño o del reconocimiento que otro hombre haya hecho de éste. “Para ello es necesario que conozca todos los elementos necesarios para llevarla a cabo como lo serían, en este caso, el hecho del nacimiento y/o reconocimiento de la criatura.”42 En González Rosado v. Echevarría Muñiz, de modo enfático, con una mayoría de votos de 4 a 2, el Tribunal Supremo reafirmó el principio de “que independientemente de la importancia que reviste la investigación biológica [...] no cabe soslayar los términos de caducidad para instar la correspondiente acción de impugnación de reconocimiento”. Y añadió: La posición que hoy acogemos establece el balance más justiciero respecto a los variados intereses que matizan esta controversia. Es decir, entre la finalidad que persigue la investigación sobre la paternidad que es, la adecuación de la verdad jurídica-formal a la verdad biológica, frente a los valores trascendentales de la protección de la familia en general y las hijas e hijos en particular, así como el de la seguridad jurídica en el estado civil de las personas.43 41 159 D.P.R., a la pág. 598. En este caso, se citó como fuente de autoridad sobre este principio a Martínez v. Bristol Myers, Inc., 147 D.P.R. 383, 405 (1999). 42 43 159 D.P.R., a la pág. 598. González Rosado v. Echevarría Muñiz, 169 D.P.R., a la pág. 571. Un pronunciamiento similar se hizo en Alvareztorre v Sorani, 2009 J.T.S. 15, a la pág. 461. 19 Como vemos, el Tribunal Supremo nunca admitió que el evento que habría de activar el plazo de caducidad sería aquél en el que el hombre conozca la falta de conexión biológica entre él y su presunto o supuesto hijo. Pero, en fin, esta parte de la reseña jurisprudencial es ya material histórico. La Ley Núm. 215 de 29 de diciembre de 2009 derogó expresamente esa doctrina legal. -DVeamos ahora qué cambios introdujo la Ley Núm. 215 a este estado de Derecho. La nueva medida pauta en su exposición de motivos la política pública que el Tribunal Supremo reclamó para dirigir la acción de impugnación en nuestro país: Cabe destacar que en González Rosado v. Echevarría Muñiz, 2006 TSPR 176, el Tribunal Supremo de Puerto Rico dictó que la política pública a favor de los hijos y la familia prevalece sobre la posibilidad “que haya alguien que aparezca como hijo del que posiblemente no lo generó.” No podemos perder de vista que la realidad social en el Puerto Rico moderno es que dicha situación socavaría la unidad familiar. [...] Así pues, como medida de derecho transitorio, mediante esta iniciativa legislativa, se extiende la norma adoptada en esta Ley, a todos aquellos casos que estén presentados ante nuestros tribunales, impugnaciones de paternidad o de maternidad, a la fecha de entrada en vigencia de esta Ley. [...] Esta Asamblea Legislativa, entiende que existe un desfase normativo en la figura jurídica de la filiación. Con esta Ley se armoniza nuestro ordenamiento jurídico con los avances científicos y codificar normas dictadas por vía de jurisprudencia. Además, mediante esta medida, se pretende dejar plasmado el derecho de una persona a saber quién es su verdadero hijo(a) o su verdadero padre o madre. 20 (Énfasis nuestro.) Es obvio que la Ley 215 adopta como política pública el enfoque realista en la adjudicación de los casos en que se cuestione la filiación de una persona: la verdad biológica ha de prevalecer sobre la ficción jurídica. Para lograr ese propósito, analicemos los cambios específicos que introduce la Ley 215: 1.- Se enmienda el Artículo 113 del Código Civil para que la presunción de paternidad del marido recaiga sobre los hijos “nacidos durante el matrimonio y los nacidos antes de los trescientos días siguientes a su disolución”. Nos llama la atención que este artículo amplía el contenido de la presunción que establece la Regla 304 de Evidencia, pues se presumen hijos del matrimonio los que nazcan durante su vigencia y los que nazcan dentro de los 300 días siguientes a su disolución. La medida adoptó una postura conciliadora entre el texto derogado del antiguo Artículo 113 del Código Civil y la Regla 304 de Evidencia. 2. - La Ley también establece que “el reconocimiento voluntario crea una presunción de paternidad a favor del reconocedor”. Considero, desde mi estricta postura académica, no judicial, que esta afirmación es incorrecta y contraria al principio que valida la presunción como recurso probatorio. Nótese que el reconocimiento es un acto jurídico voluntario que crea un estado filiatorio por la voluntad del declarante. Ahí no hay presunción que valga o rija la cuestión. La voluntad libremente expresada crea un estado jurídico válido y sólido. Claro, ese acto jurídico, el reconocimiento, está sujeto a impugnación, no por ser la paternidad así declarada un hecho 21 presunto, sino porque el consentimiento prestado en ese acto estuvo viciado de algún modo. En todo caso, si a esta situación cabría aplicarle una presunción es la de que todo reconocedor lo hace con conocimiento de los pormenores del nacimiento del hijo que reconoce y que era consciente de las consecuencias de su declaración. 3. - En el mismo artículo se dispone: “El parto determina la maternidad”. Esa afirmación, en términos históricos y de fondo, no admite contradicción. Entonces, así dicha, rechaza la presunción de la maternidad que se reconoce más adelante en la misma ley. El alcance de esta disposición no es, pues, el que transmite su texto. Queda aquí como una frase hecha cuyo contenido categórico queda desvirtuado por la acción de impugnación que se reconoce más adelante. 4.- La ley enmienda el Artículo 114 del Código Civil para detallar los “legitimados para impugnar la paternidad”. Dice el texto que están legitimados para impugnar la presunción de paternidad las siguientes personas. (Al lado de cada una expresamos algunas inquietudes personales.) (1) el presunto padre, es decir, el marido y el reconocedor voluntario, con la salvedad expresada sobre la presunción de este último. La ley luego identifica a estos dos legitimados como padres legales, lo que es un defecto en técnica legislativa, pues el mismo sujeto se identifica con distintos vocablos. 22 (2) el padre biológico, que ya lo había sido por la jurisprudencia. (3) la madre, lo que altera la doctrina legal del Tribunal Supremo sobre su falta de legitimación. (4) el hijo, por sí o por su representante legal, lo que nos lleva a preguntarnos si se derogó también la prohibición de que el defensor judicial y la Procuradora o el Procurador de Asuntos de Familia puedan presentar la acción de impugnación, como se pautó en Alvareztorre v. Sorani, ya citado. 5.- Se enmienda el Artículo 115 del Código Civil para adoptar la impugnación de la maternidad y listar los “legitimados para impugnarla”. Según la nueva ley, la presunción de maternidad se podrá impugnar cuando sea por simulación de parto o por sustitución inadvertida del hijo durante el alumbramiento o después de éste. En estos dos únicos casos, los legitimados activamente son los siguientes sujetos. (También añadimos nuestros comentarios básicos sobre cada uno de ellos.) (1) la presunta madre, que puede ser desde la que “aparentemente lo parió” hasta quien lo inscribió en el registro con su apellido por esa sustitución inadvertida y aún con conciencia de la falsedad de la inscripción. (2) la madre biológica, que debe ser quien perdió el hijo por la sustitución inadvertida o por acción afirmativa de un tercero con el fin de hacer posible la simulación del parto. Tal parece que esta acción no estará 23 disponible en los casos de maternidad subrogada o asistida en los que la madre portadora o gestora no quiere honrar el contrato de entregar al nacido a la mujer que aportó su material genético. En este caso la madre “presunta” es la gestora, pues, la maternidad quedó determinada por el parto. (3) el hijo, por sí o por su representante legal. Reiteramos nuestros comentarios sobre la facultad del Procurador o procuradora de Asuntos de Familia para iniciar la acción en representación del hijo o hija. (4) el presunto padre. Nótese que el padre biológico no está admitido en esta relación de sujetos legitimados para impugnar la maternidad. 6. - La enmienda más importante se hizo al Artículo 117 del Código Civil, para ampliar los plazos en los que debe incoarse la acción para impugnar la paternidad o la maternidad. Esta sección de la ley dispone: La acción para impugnar la presunción de paternidad o de maternidad, por parte del padre legal deberá ejercitarse dentro del plazo de caducidad de seis meses, contados a partir de la fecha de que advenga en conocimiento de la inexactitud de la filiación o a partir de la aprobación de esta Ley, lo que sea mayor. La acción para impugnar la presunción de paternidad o maternidad, por parte del padre o la madre biológica(o), así como de la madre legal, deberá ejercitarse dentro del plazo de caducidad de un año, contado a partir de la inscripción del nacimiento del menor en el Registro Demográfico. Cuando la acción de impugnación se refiere a un hijo que no ha alcanzado la mayoría de edad, el Tribunal velará por el interés prioritario del estado de proteger la niñez sobre el interés del presunto padre o de la presunta madre de conformar la realidad jurídica con la biológica. ” 24 Esta disposición es de particular interés para la profesión jurídica, pues amplía el plazo de caducidad para iniciar la acción de impugnación de paternidad y establece los mismos términos para la acción de impugnación de la maternidad. Así, el marido y el reconocedor, que son los “padres legales”, es decir, “los padres presuntos”, tienen un plazo mayor que el que les reconocía la legislación anterior: seis meses, “contados a partir de la fecha de que advenga en conocimiento de la inexactitud de la filiación o a partir de la aprobación de esta Ley, lo que sea mayor”. Llama la atención que la ley establece plazos distintos de caducidad para determinadas circunstancias. Desconocemos las razones de la distinción, pero todo parece apuntar a que las circunstancias descritas en el primer párrafo son las que admitía la legislación derogada. No hay duda de que la diligencia que se espera de estos dos sujetos es mayor que la que se les exige a los demás legitimados en el segundo párrafo. El segundo párrafo da un año, “contado a partir de la inscripción del nacimiento del menor en el Registro Demográfico”, para impugnar la paternidad y la maternidad por los padres y madres biológicos. Si aceptamos que ellos deben impugnar la paternidad o la maternidad que el Registro reconoció a otros y otras, esto es, la paternidad o maternidad “falsamente ostentada” o “mal habida” por otros, esto podría justificar el plazo mayor. Ahora bien, la ley también da igual plazo a “la madre legal” para impugnar la presunción de maternidad o paternidad. La referencia “a la madre legal” en este párrafo no está clara. ¿Quién es la madre legal? Nótese que la ley habla 25 antes de “la madre presunta” y “la madre biológica”. Las trata como entes distintos. Entonces, nos preguntamos, “la madre legal”, ¿es quien aparece como madre en el Registro Demográfico o es la que parió al hijo, pero luego fue privada de su compañía? Si esta madre legal dirige su acción contra el padre presunto de su hijo, la cuestión no es particularmente compleja. Sí lo es si lo que impugna es la maternidad presunta de otra mujer. Primero, porque entonces podría confundir su identidad en la persona de la madre biológica. En este último caso, debe dirigirse la causa de acción contra quien sustituyó a su hijo en el parto voluntaria o inadvertidamente. Si no es la madre biológica, entonces ¿podría impugnar su propia maternidad presunta de un hijo o hija que se le ha imputado como tal y no lo es? Me parece que esta incógnita será tema de mucha discusión en la doctrina que interprete la nueva legislación. ¿Qué prueba debe presentarse para prevalecer en la acción de impugnación? Obviamente, el demandante debe probar preponderantemente “la inexactitud de la filiación” con cualquier prueba admisible en un tribunal. Este criterio es similar al adoptado en el caso de Moreno Álamo v Moreno Jiménez, “la imposibilidad de la paternidad” del presunto padre.44 Contrario a lo expresado en la exposición de motivos de la ley, el tercer párrafo admite el enfoque formal en esa adjudicación, si ello conviene a los intereses del hijo menor de edad. Se ordena que el tribunal vele por “el interés prioritario del [E]stado de proteger la niñez sobre el interés del presunto padre o de la presunta madre de conformar la realidad jurídica con la biológica”. 44 112 D.P.R., a la pág. 387. 26 7. - La ley también contiene una disposición transitoria que reactiva el plazo de caducidad y permite reabrir los casos en los que hubo una previa determinación de paternidad o se desestimó la reclamación por caducidad. Dice así: Toda acción de impugnación de filiación pendiente ante los tribunales se le aplicará lo dispuesto en esta Ley. En los casos previamente resueltos por el Tribunal donde hubiese evidencia fehaciente e indubitada que muestre causa suficiente para llevar la impugnación de paternidad, el promovente podrá radicar nuevamente dicha acción en un término de seis (6) meses a partir de la aprobación de esta Ley. Es obvio que esta medida transitoria constituye un reto social y jurídico especial, pues da al traste con la doctrina de cosa juzgada y permite que se altere el estado jurídico prolongado sobre la filiación de una persona. Ya en la disposición anterior se pautó que la acción podría incoarse por el marido o el reconocedor, “padres presuntos o legales”, dentro del plazo de seis meses, “contados a partir de la fecha de que advenga en conocimiento de la inexactitud de la filiación o a partir de la aprobación de esta Ley, lo que sea mayor”. A nuestro juicio, ese estándar temporal debe sujetarse a criterios objetivos, para evitar la presentación de demandas por quienes conocieron o tuvieron modos de conocer esa inexactitud y prefirieron, por las más diversas razones, callar, aceptar y asumir su identidad paterna. 8. - La Ley 215 entró en vigor el 28 de enero de 2010. En los casos ya adjudicados, la fecha para incoar la acción se extinguió el 27 de julio de 2010. Es obvio que el drama humano que nos ocupa en la tarde de hoy ha quedado organizado en la nueva ley con casi el mismo “elenco” protagónico, 27 aunque hay un nuevo acto dedicado a la maternidad y se extiende la tensión y la angustia existencial de los protagonistas a seis meses y un año, en los casos indicados. -EA pesar de lo dicho, queda mucho por atender en el campo de la filiación. No se han aprobado normas en nuestra jurisdicción sobre la reproducción asistida y el modo de reglar las controversias jurídicas que genere. Es obvio que la impugnación de la maternidad realmente cobra importante en estos casos, porque puede haber dos o más mujeres presentes en la concepción y gestación del hijo o hija nacida por este método. Es ésta una laguna que nuestro Derecho tendrá que atender en un futuro cercano.45 Es interesante ver cómo los adelantos de la ciencia hacen parecer como simple, común y aceptable lo que hace dos o tres décadas tildábamos de inmoral, antinatural y peligroso para la raza humana. La inseminación artificial o la reproducción asistida son hoy juegos de niños ante el espectro de la clonación de un ser humano. Y todavía nuestro Derecho no ha regulado lo primero. También es necesario considerar si debe extenderse a los adoptados el derecho a buscar su verdadera filiación, sobre todo, en circunstancias en que la adopción no ha cumplido su cometido legal ni el social y no se hizo para Véase Borrador del Anteproyecto del Libro Segundo sobre “Las instituciones Familiares”, Arts. 286 y ss. 45 28 garantizar el bienestar del adoptado, o porque el padre o la madre desconocida se mantuvieron ajenos a ese proceso, por lo que no pueden reclamar la protección de la ley. Tampoco se permite el reconocimiento voluntario de un hijo por parte de una persona del mismo sexo que el progenitor biológico, porque no se reconoce legitimidad a las uniones de parejas del mismo sexo ni la posibilidad de que un hijo o una hija tengan dos madres o dos padres simultáneamente. 46 La facultad de los padres para escoger el orden los apellidos de los hijos e hijas debe considerarse seriamente. El orden que exige la colocación del apellido paterno antes que el materno preserva vestigios de discrimen por género que el Derecho debe proscribir. Esta medida se ha adoptado o permitido en otras jurisdicciones con marcada aceptación social, tales como España y Canadá. Por otro lado, recabamos los esfuerzos del sistema judicial para que los procesos en que se ventila la filiación de una persona sean verdaderamente privados y excluyan toda intervención de terceros. No basta que las Reglas de Procedimiento Civil dispongan que las vistas sobre asuntos de familia sean privadas.47 La intimidad debe salvaguardarse, incluso, en los documentos que se almacenan en fuentes de datos para la investigación o el manejo de casos. La intimidad celosamente cuidada en los procesos celebrados en el Tribunal de Véase Borrador del Anteproyecto del Libro Segundo sobre “Las instituciones Familiares”, Art. 314. 46 47 La Ley Núm. 70 de 20 de abril de 2000 enmendó la regla 62.2 de Procedimiento Civil de 1979 para disponer que las vistas en los casos de relaciones familiares se celebrarían “en privado” y que los expedientes estarían disponibles únicamente a personas “con interés legítimo” o “causa justificada”. 29 Primera Instancia se ve desamparada de golpe y porrazo por la inclusión de las sentencias de los foros apelativos en colecciones de jurisprudencia y bases de datos jurídicos, con todas las señas y circunstancias del caso.48 Los componentes de la sociedad puertorriqueña constituida en 1963 no tenían, ni los aquí presentes tampoco tenemos, derecho ni privilegio alguno a conocer las interioridades de los ocho dramas humanos que se atendieron en la opinión de Ocasio V. Díaz. Es hora de desarrollar medidas efectivas para proteger la intimidad personal en estos litigios.49 Para finalizar, no olvidemos que el Derecho siempre nace viejo en el tiempo, por tanto, la nueva legislación tiene que tomar en consideración que se legisla, no sólo para las generaciones presentes, las que están maduras, formadas e informadas con otra ideología o esquemas valorativos, sino también para las generaciones que se levantan, que ya reclaman y viven relaciones más abiertas, más equitativas y menos excluyentes y discriminatorias que las que actualmente regula el Derecho. También hoy sentamos las bases para la convivencia de las generaciones futuras, a las que les espera un mundo más convulso y complejo.50 48 En Puerto Rico ya se cuestionó previamente la divulgación de la identidad de los nombres de las partes y de los hechos sensitivos del proceso en las diversas fuentes escritas y electrónicas que publican la jurisprudencia, porque tal divulgación violenta derechos fundamentales de los litigantes. Véase a Enrique Bird Piñero, Las ‘Decisiones de Puerto Rico’ y las garantías constitucionales sobre la dignidad, honra, reputación y vida privada o familiar de las personas, 32 Rev. Jur. U.P.R. 215, 219-222 (1963). 49 Hay una disposición en el Proyecto de Código Civil argentino que recoge este sentir. Dice el artículo 668 de este proyecto: La publicación de las sentencias no puede incluir los nombres de las partes ni indicaciones que permitan identificarlas. Véase nuestra postura sobre este asunto en el Estudio preparatorio…., a las págs. 291-292. 50 Fraticelli Torres, Hacia un nuevo Derecho de familia, Loc. Cit., a la pág. 268. 30 Si el Derecho puede concebirse como mecanismo para la imposición y perpetuación de principios y conductas, también puede ser un importante instrumento para lograr el cambio de actitudes, de trato y de ideas entre los componentes de una sociedad.51 Ocasio v. Díaz inició ese culto a la igualdad en el seno de la familia. Nos corresponde hoy extenderlo a todo el conglomerado social. Muchas gracias por su atención. © Migdalia Fraticelli Torres, San Juan, P.R., 17 de septiembre de 2010. *Jueza del Tribunal de Apelaciones de Puerto Rico (2004 – presente); Profesora, Facultad de Derecho, Universidad Interamericana de P.R. (1980 – 2004); Doctorado en Derecho, Universidad Complutense de Madrid (2002); Visiting Scholar, Universidad de Harvard (1985 – 86); Diplôme Supérieur de l’Université en Derecho Civil, Universidad de París (1979); J.D., Universidad de Puerto Rico (1973); B.A., Pontificia Universidad Católica de P.R. (1970). 51 Informe de Discrimen por Género en los Tribunales, a las págs. 175-176; Fraticelli Torres, Hacia un nuevo Derecho de familia, Loc. Cit., a las págs. 268-269.