CONFERENCIA SOBRE OCASIO V DIAZ

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FORO SOBRE OCASIO v. DIAZ
17 de septiembre de 2010
Relevancia actual y secuela jurisprudencial de Ocasio v. Diaz
Migdalia Fraticelli Torres*
El Derecho de Familia es una de las áreas del Derecho puertorriqueño
que ha recibido más atención por parte de la Asamblea Legislativa y la
jurisprudencia patria y en la que se han logrado cambios significativos en las
diversas o variadas relaciones familiares que coinciden en nuestra sociedad,
sobre todo, entre los hombres y las mujeres que se relacionan como parejas
afectivas, estén casadas legalmente o no lo estén, y entre éstos y sus hijos e
hijas, nacidas en matrimonio o fuera de él.1
El factor facilitador o precipitante de estos cambios fue, sin duda, la
adopción de la Carta de Derechos de la Constitución del Estado Libre Asociado
de Puerto Rico que reconoce la igualdad de todos los seres humanos que
conviven en esta tierra.2
Fue este mandato constitucional el antecedente
necesario para la aprobación de la Ley Núm. 17 de 20 de agosto de 1952, que
declaró la absoluta igualdad entre los hijos e hijas respecto a sus padres y
madres y los bienes relictos dejados por éstos.3
La Ley 17 simplemente dispuso en un único párrafo lo siguiente:
1
Véase Comisión Judicial Especial para Investigar el Discrimen por Género en los Tribunales de
Puerto Rico, Informe sobre el discrimen por género en los tribunales 160 (San Juan 1995).
2
Migdalia Fraticelli Torres, Hacia un nuevo Derecho de familia, 59 Rev. Col. Ab. 229, 234 (1995).
3
31 L.P.R.A. § 441.
2
Todos los hijos tienen respecto a sus padres y a los bienes relictos
por éstos, los mismos derechos que corresponden a los hijos
legítimos.
Para los puertorriqueños este simple mandato de igualdad no fue
realmente efectivo hasta once años después, cuando el Tribunal Supremo de
Puerto Rico aclaró el contenido y el alcance pleno de la Ley 17, al adjudicar los
ocho recursos consolidados en la opinión de Ocasio v. Díaz.4
¿Cuál era el tratamiento jurídico de las relaciones filiatorias antes de
publicarse esta opinión que hoy conmemoramos?
-AA partir de la Ley Núm. 229 de12 de mayo de 1942, según enmendada,
todos los hijos e hijas nacidos de relaciones adulterinas o incestuosas podían
ser reconocidos como tales por sus padres biológicos. Esta ley benefició
especialmente a los hijos adulterinos que no podían ser reconocidos de ningún
modo bajo la legislación anterior. A partir del año 1942 se consideraron
“naturales todos los hijos nacidos fuera de matrimonio con posterioridad a la
fecha de vigencia de esta Ley, independientemente de que sus padres hubieren
podido o no contraer matrimonio al mismo tiempo de la concepción de dichos
hijos.”5
Así, al amparo de esa legislación, en Puerto Rico, en la primera mitad del
siglo pasado, convivían en esta Isla personas “que compartían las mismas
condiciones sobre el hecho de su nacimiento, pero no tenían ante sus
4
88 D.P.R. 676 (1963).
5
31 L.P.R.A. § 501. Para un análisis minucioso de esta legislación véase a Álvaro Calderón, La
filiación en Puerto Rico 97-127 (2da. ed., San Juan 1978); Raúl Serrano Geyls, II Derecho de
Familia de Puerto Rico y legislación comparada 897-898 (San Juan 2002).
3
progenitores ni ante la ley los mismos derechos y reclamos, situación que
obedecía más a las presiones de la Iglesia y a los prejuicios sociales contra la
procreación fuera de matrimonio.”6 Esto era posible porque los conceptos de
filiación y paternidad tenían diverso alcance. Analicemos esta distinción
conceptual con más detenimiento.
La paternidad o la maternidad son hechos jurídicos que surgen del evento
natural de la procreación de un ser humano. La filiación establece la conexión
jurídica entre una persona y su prole para dar o reconocerle a esta última un
estado civil: el de hijo o hija de la primera. Por este importante efecto, el
concepto filiación se ha pensado tradicionalmente desde la perspectiva del hijo o
de la hija, pues sólo la declaración de filiación creaba el estado que dotaba al
hijo o a la hija de legitimación suficiente para reclamar los derechos que ese
status concedía. La paternidad no creaba ese estado, sólo imponía unas
obligaciones limitadas y específicas al padre, según las reconocía el Derecho en
determinada época.7
La Ley 17, según interpretada en el caso de Ocasio v. Díaz, eliminó toda
distinción entre esos dos conceptos —paternidad y filiación— por constituir las
dos caras de una misma realidad humana, social y jurídica. Desde entonces, en
Puerto Rico, del hecho mismo de la paternidad, una vez establecida, discurren
los derechos y obligaciones que el ordenamiento legal reconoce e impone al
6
Fraticelli Torres, Hacia un nuevo Derecho de familia, Loc. Cit., a la pág. 231.
7
Migdalia Fraticelli Torres, Estudio preparatorio sobre Derecho de la persona y la Familia, 259260 (San Juan 1999). (Presentado a la Comisión Conjunta Permanente para la Revisión y
Reforma del Código Civil de Puerto Rico como parte de la primera fase del Proyecto.)
4
status filiatorio.8 Al alegarse y probarse la primera, se demanda y se obtiene la
segunda, para todos los efectos legales: llevar los apellidos del padre y de la
madre; recibir alimentos; reclamar la herencia legítima.9
Por tanto, según interpretada en Ocasio v. Díaz, la Ley 17 no alteró
únicamente el estado de derecho existente en Puerto Rico sobre el tratamiento
de los hijos e hijas por sus padres en cuanto al reclamo y ejercicio de derechos y
obligaciones. La consecuencia mayor fue simplificar la búsqueda de la filiación y
los efectos que ésta produce, al proveerse iguales normas y requisitos de
prueba con ese propósito para todos los hijos e hijas.10
Aún cuando esta conclusión se da en el 1963, se hace efectiva en cuanto
a nacimientos ocurridos antes y después de la fecha de vigencia de la
Constitución. Esta igualdad tiene su excepción en cuanto a los derechos
hereditarios adquiridos antes de entrar en vigor la Constitución. Para su
adjudicación se aplicará la legislación vigente a la fecha del fallecimiento del
causante. En la opinión suscrita por el Juez Hernández Matos se explica con
detalle la discusión parlamentaria sobre este aspecto específico, tanto en el
seno de la Convención Constituyente, como en el de la Asamblea Legislativa al
considerarse el proyecto que dio lugar a la Ley 17.11
8
Ibíd., a la pág. 260.
9
Cód. Civil de P.R., Art. 118, 31 L.P.R.A. § 466.
10
11
Fraticelli Torres, Estudio preparatorio…, a las págs. 260-261
Véase a Ocasio v. Díaz, 88 D.P.R., a las págs. 731-745, que transcribe los debates sobre el
tema en el seno de la Asamblea Constituyente, en ocasión de discutirse el texto de la Sección
1 del Artículo II de la Constitución, así como los debates generados en la Asamblea Legislativa
cuando se discutía la aprobación de la Ley Núm. 17.
5
Del texto de la sentencia de Ocasio v. Díaz recogemos los siguientes
principios, que alteraron sustancialmente el texto normativo del Código Civil:
* Todos los hijos e hijas pueden pedir que se declare judicialmente su
status de hijos de sus padres, con igualdad de trato ante la ley.
* El padre, o en su defecto, sus herederos, puede reconocer de cualquier
modo a sus hijos, expresa o tácitamente, sin importar las fechas o circunstancias
de sus nacimientos y para todos los efectos de ley.
* Ninguna declaración judicial del status del hijo hará pronunciamiento
sobre la legitimidad o ilegitimidad del nacimiento del reclamante, ni sobre el
estado civil de sus padres. Al reclamante se le denominará hijo y a sus
progenitores padre o madre, según fuere el caso.
* Los hijos e hijas tendrán en los bienes relictos de su padre el mismo
derecho que los hijos legítimos sin importar la fecha de su nacimiento, sin
embargo, los derechos hereditarios serán los reconocidos al hijo o hija a la fecha
del fallecimiento del causante, si éste murió antes del 25 de julio de 1952.12
El caso de Ocasio v. Díaz también sentó varias normas fundamentales
para el Derecho probatorio en materia filiatoria:
* Toda declaración judicial de paternidad se fundará en la comprobación
del hecho de la paternidad natural o biológica, sin importar las fechas ni
circunstancias del nacimiento.
* Basta que dicha paternidad se pruebe satisfactoriamente, bajo las
normas usuales de evidencia.
12
Ocasio v. Díaz, 88 D.P.R., a la pág. 749.
6
* La determinación de paternidad se basará en la preponderancia de la
prueba del demandante, al tomar en consideración las circunstancias que
concurren en cada caso particular y a base de las conclusiones que representen
el balance más racional, justiciero y jurídico en la resolución del pleito.
* No se aplicarán en una acción o procedimiento filiatorio las normas o
requisitos de prueba del Artículo 125 del Código Civil, por lo que éste quedó sin
vigor para todos los efectos de ley.13
Recuerden que este artículo requería prueba de escrito indubitado,
posesión continua de estado de hijo, público concubinato o prueba auténtica de
paternidad. Hoy esos criterios sólo son directivos, pues ilustran situaciones que
pueden comprobar el hecho de la paternidad preponderantemente, ya que el
demandante puede probar su caso, con ese quantum de prueba, con cualquier
evidencia disponible y admisible.14
-BAhora bien, ¿cómo se ha ido desarrollando esta materia después de la
publicación del importante precedente de Ocasio v. Díaz? Para cumplir los
propósitos de esta presentación, sólo hemos de destacar algunos asuntos de
particular interés.
Sabemos que la filiación, como declaración del estado jurídico de una
persona como hija o hijo de otra, puede darse de manera inmediata al
producirse el hecho del nacimiento, porque desde ese instante la conexión
Ibíd., a las págs. 749-750. Véase, además, Fraticelli Torres, Estudio preparatorio…, a las págs.
288.290.
13
14
Fraticelli Torres, Estudio preparatorio…, a las págs. 268-270.
7
biológica puede adquirir connotación jurídica si se conocen el padre y la madre
del nacido y éstos actúan de conformidad con su nueva atribución jurídica.
Las normas que hasta hace muy poco determinaban la paternidad
jurídica y, como consecuencia, la filiación de un hijo o hija en Puerto Rico, eran
los Artículos 113 y 114 del Código Civil de Puerto Rico, en su edición de
1930.15 Ambos preceptos relacionaban la filiación con el estado civil
matrimonial de los progenitores. De conformidad con esos dos artículos, se
presumían hijos del matrimonio y, por ende, hijos del marido, a los nacidos
dentro de ciertos plazos, fijados a partir de la fecha del matrimonio. Es decir,
cuando la madre está casada, el marido adviene padre presunto y jurídico de
la prole que ella procrea, aunque él no haya engendrado a esos hijos e
hijas.
Las Reglas de Evidencia de 1979, establecieron una presunción más
categórica al declarar que “se presumen hijos del marido los nacidos después
de
la
celebración
del
matrimonio”,
sin
hacer
referencia
a
plazos
determinados.16 Esta presunción quedó inalterada en la Regla 304, inciso 29,
de las Reglas de Evidencia de 2009 de 2009.17
Esta misma presunción fue acogida por la Ley Núm. 215 de 29 de
diciembre de 2009, que enmendó recientemente los Artículos 113 a 117 del
Código Civil de Puerto Rico, pero sobre esta ley volveremos más tarde.
15
31 L.P.R.A. §§ 461 y 462.
16
Regla 16, inciso 30, de las Reglas de Evidencia de 1979. La enmienda fue aprobada por la Ley
Núm. 202 de 31 de julio de 1999.
17
32 L.P.R.A. Ap. IV, R. 304 (29). Este inciso dice: Las personas nacidas después de la
celebración de un matrimonio son hijas o hijos del marido.
8
No olviden que el efecto práctico de la presunción de paternidad en sede
matrimonial es que el hijo puede inscribirse con el apellido del marido de la
madre, aunque no comparezca él personalmente al Registro Demográfico a
hacer esa gestión. Es ésa una utilidad particular y muy cómoda del matrimonio.
La ley concede a otros actos jurídicos las mismas consecuencias de la
paternidad natural y presunta, entre ellos, el reconocimiento voluntario18 y la
adopción de una persona como hijo o hija del declarante. Estos actos jurídicos
voluntarios crean, para la persona que se convierte en hijo o en hija del
declarante o del adoptante, un estado filiatorio con los mismos derechos y las
mismas responsabilidades recíprocas que ese estado genera en el caso de la
procreación biológica o natural conocida y corroborada, ocurra ésta durante el
matrimonio de los progenitores o fuera de ella.
Ante el Derecho, tal paternidad y maternidad jurídicas tienen la misma
fuerza y protección que la paternidad o la maternidad natural o biológica. En
ésta, la biológica, es la conexión consanguínea la que crea el lazo jurídico; en
aquéllas, es la voluntad del declarante o del adoptante la que admite y lo
somete a las consecuencias que establece la ley para esas declaraciones.19
No obstante, en todas las jurisdicciones se reconoce y se admite la
posibilidad de que exista una paternidad jurídica consolidada, aunque el padre
18
En Ocasio v. Díaz se dijo lo siguiente:
El reconocimiento es un acto jurídico. Su efecto es la constitución del status de
hijo. De por sí no es un acto creador de derechos y obligaciones. Estos no se
conceden ni se imponen por la voluntad del padre, que sólo tiene el poder autónomo
de dar vida a la declaración de paternidad. Es la ley la que lo considera como causa de
determinados efectos jurídicos, atribuyendo a ese status las prerrogativas que define.
88 D.P.R.,a la pág. 701.
19
Almodóvar v Méndez, 125 D.P.R. 218, 239 (1990).
9
presunto o el reconocedor de buena fe no sean los padres biológicos,
simplemente porque no descubrieron a tiempo su desconexión biológica con la
prole que acogieron como suya o simplemente porque no quisieron
cuestionarla.
Los recursos legales que históricamente han propiciado esa ficción
jurídica son las presunciones aludidas y la expedita caducidad de la acción de
impugnación, por el transcurso de los plazos cortos establecidos para su
presentación ante el foro judicial. A éstos se sumó por largo tiempo la ausencia
de prueba infalible para demostrar la inexactitud de la paternidad.
Ahora bien, cuando surgen y se perfeccionan las pruebas científicas para
demostrar la inexactitud de la paternidad o la maternidad imputada por la ley, el
panorama jurídico de esta cuestión cambió dramáticamente.
Así, después de Ocasio, la litigación sobre este tema se complicó,
porque la simple filiación, por intromisión de la Ciencia en el Derecho, se
desdobló promiscuamente en filiación jurídica y filiación biológica. No hay duda
de que ambas figuras siempre estuvieron íntimamente vinculadas entre sí, en
tanto la primera, de ordinario, presuponía la segunda. Por eso es que
Albaladejo, haciendo eco a la doctrina española más ilustrada, señala que “el
estado jurídico de la filiación se basa […] en el vínculo natural de sangre […] y
debe ligar, en principio, a todo generante con todo generado.”20
Como ocurría en todas las latitudes del planeta, la dificultad de probar la
inexactitud o de eliminar la incertidumbre de la paternidad biológica mantuvo
20
Manuel Albaladejo, IV Curso de Derecho civil (Derecho de familia) 212 (JM Bosch 1982).
10
fuera esa dicotomía de nuestra jurisprudencia. No olviden que en Puerto Rico,
antes del precedente de Ocasio, sólo se admitía como prueba de impugnación
la imposibilidad de acceso del marido a la mujer.21 En cuanto a la acción
filiatoria, como indicamos, el Artículo 125 del Código Civil regulaba la cuestión
probatoria.
Después de Ocasio, al aproximarse los conceptos paternidad y filiación,
sólo bastaba con demostrar, por preponderancia de la prueba, que el
demandado era el padre “biológico” del demandante. Y esto podía probarse de
cualquier modo. Así, ante la ausencia de certeza infalible, se pudo admitir como
padre a quien naturalmente no lo fuera.
Este nuevo panorama probatorio provocó el desarrollo de teorías y
enfoques doctrinales para lidiar con la situación. Así, en Puerto Rico, en el caso
de Mayol v. Torres, resuelto en el 2005,22 se explican las dos visiones opuestas
sobre el fundamento filosófico que debe regir la adjudicación de la filiación en
los casos en que el estado filiatorio imputado a un hombre, generalmente
asentado oficialmente por la caducidad de la acción, no coincide con la realidad
biológica. Dijo el Tribunal Supremo de Puerto Rico en esta ocasión:
La doctrina ha reconocido la existencia de dos corrientes o
teorías sobre la institución jurídica de la filiación. Una es la
21
El texto derogado del Artículo 113 decía:
Son hijos legítimos los nacidos después de los ciento ochenta días siguientes al de
la celebración del matrimonio y antes de los trescientos días siguientes a su disolución.
Contra esta legitimidad no se admitirá otra prueba que la imposibilidad física
del marido para tener acceso con su mujer en los primeros ciento veinte días de
los trescientos que hubiesen precedido al nacimiento del hijo.
31 L.P.R.A. § 461. (Énfasis nuestro.)
22
164 D.P.R. 517 (2005).
11
llamada “realista”, presidida por el denominado “principio de
veracidad”, que si bien reconoce que “la filiación jurídica no es
mera relación biológica”, otorga preeminencia a ésta y facilita
mecanismos jurídicos para llegar a ella, “al menos en la vía judicial
y siempre que sea posible alcanzar aquella verdad biológica.”
[...] 23
En contraposición a la postura realista se encuentra la
concepción “formalista” de la filiación, que coloca la verdad y la
realidad biológica en un segundo plano y otorga mayor peso a
otros elementos o principios, tales como la paz familiar y la
seguridad jurídica. Igualmente, toma en cuenta la dificultad de
probar la verdadera paternidad y establece esquemas para
determinar la filiación que están fundamentados en factores como
la voluntad unilateral o en ciertas presunciones. Llevada al
extremo, la tendencia formalista dificulta recurrir a otros medios
probatorios, particularmente la investigación de la paternidad
biológica.
Mayol v. Torres, 164 D.P.R., a las págs. 532-533.
En el mismo caso de Mayol se advierte la necesidad de que el Estado
establezca una política pública clara sobre esta disyuntiva. Como veremos, esa
gestión en Puerto Rico tuvo importantes tropiezos, hasta la adopción de la Ley
Núm. 215 de 29 de diciembre de 2009, que procuró atender este reclamo.
En lo que toca a la jurisprudencia del Tribunal Supremo de Puerto Rico,
después de Ocasio v. Díaz, el enfoque realista se fue imponiendo como criterio
decisivo, sostenido por la admisión de las pruebas científicas y la necesidad
declarada de fundir la verdad jurídica con la verdad biológica, porque ésa era la
tendencia generalizada en otras jurisdicciones cercanas a la nuestra.
23
En este pasaje se cita con aprobación a José L. Lacruz verdejo y otros, IV Elementos de
Derecho civil: Derecho de familia 420 (4ta. ed., J.M. Bosch 1997).
12
Expresé en otro lugar que la jurisprudencia sobre la filiación en Puerto
Rico se ha ido moldeando en el crisol de la doctrina española, aunque adornada
con el lustre de las garantías constitucionales que rigen nuestra vida de pueblo
desde 1952. Así, se admite unánimemente por los juristas, académicos y
magistrados del país que el factor esencial, aunque no el único, en la
determinación de la filiación debe ser el biológico. Además, es éste el mandato
subyacente en la Ley 17 de 1952 y en la doctrina legal sentada en Ocasio v.
Díaz. Y así ha sido reiterado por el Tribunal Supremo en múltiples ocasiones, a
partir de este precedente.24
No obstante, en González Rosado v. Echevarría Muñiz, resuelto en el
2006,25 el Tribunal Supremo aplicó de manera muy consciente el enfoque
formalista a los hechos particulares de ese caso. En esta opinión, en la que
se ventilaba la impugnación de un reconocimiento voluntario, cuyo plazo de
caducidad ya había transcurrido, se colocó la verdad o la realidad biológica en
un segundo plano y se otorgó mayor peso a otros elementos o principios
determinantes del estado filiatorio, tales como la paz familiar y la seguridad
jurídica.
Aún más, en González Rosado v. Echevarría Muñiz se enfatizó que “las
normas filiatorias reflejan una determinación de política pública sobre el balance
apropiado de los intereses reseñados” y se hizo “hincapié” en que “no se trata
24
Véanse: Pol Sella v. Lugo, 107 D.P.R. 540 (1978); Ortiz v. Peña, 108 D.P.R. 458 (1979);
Santiago v. Cruz, 109 D.P.R. 143 (1979); Robles v. Guevárez, 109 D.P.R. 563 (1980); Moreno
Álamo v. Moreno Jiménez, 112 D.P.R. 376 (1982); Ramos v. Marrero, 116 D.P.R. 357 (1985);
Sánchez v. Sánchez, 154 D.P.R. 645 (2001); Vincenti v. Saldaña Acha, 157 D.P.R. 37 (2002);
Castro v. Negrón, 159 D.P.R. 568 (2003); y Mayol v. Torres, ya citado.
25
169 D.P.R. 554 (2006).
13
[...] de rechazar la verdad en pro de la mentira, sino de entender que la realidad
biológica es sólo parte de la verdad, y no siempre la más justa.” 26
Al analizar toda esta jurisprudencia, es nuestra apreciación académica
que siempre que se trata de dilucidar la acción filiatoria del hijo contra su
verdadero padre, se ha impuesto la visión realista sobre la formal. Cuando se
trata de las instancias en que se pretende impugnar la paternidad presunta o el
reconocimiento de paternidad dado a determinada persona, la visión formalista
de la filiación toma ventaja.
Por otro lado, también, después de Ocasio, el Tribunal Supremo estuvo
muy activo en determinar quiénes estaban legitimados para llevar la acción de
filiación o impugnar la paternidad presunta.
El marido siempre fue el privilegiado estatutariamente para impugnar la
paternidad presunta o jurídica de los hijos que pariera su esposa, a tenor del
segundo párrafo del Artículo 113 y de los Artículos 115, 116 y 117 del Código
Civil, antes de su enmienda por la Ley 215 de 2009. Luego se admitió que el
hijo también podía impugnar la paternidad que le era impuesta por la ley. Así
se reconoció por primera vez en Agosto v. Javierre,27 en la que se expresó que
el propio hijo podía impugnar su legitimidad al investigar y procurar su
verdadera filiación. Tal pronunciamiento fue luego reiterado por el Alto Foro en
26
Ibíd., a la pág. 562.
27
77 D.P.R. 471, 498-500 (1954) (Sentencia). Aunque esta opinión no fue mayoritaria, por estar
dividido el Tribunal Supremo en cuanto a la solución del caso, es la expresión jurisprudencial
que reconoció la posibilidad de la impugnación de la paternidad y de la búsqueda de la filiación
por otros interesados que no sean el marido o sus herederos y el hijo, respectivamente. Esta
doctrina fue acogida luego en la opinión de Pérez v. Tribunal Superior, 81 D.P.R. 832 (1960).
14
la opinión de Pérez v. Tribunal Superior.28 En este último caso el Tribunal
Supremo aclaró que Agosto v. Javierre sólo tuvo un alcance, el de permitir que
el propio hijo buscara su verdadera filiación natural y que, de paso, impugnara
la paternidad legítima que le cobijaba.29 Sin embargo, en el caso de Pérez v.
Tribunal Superior no se extendió a la madre ni al padre biológico tal facultad,
como tampoco a otras personas interesadas en lograr esa filiación.
Posteriormente, en Robles López v. Guevárez Santos
30
se enfatizó que,
a base de la Sección 1, Artículo II de la Constitución de Puerto Rico, que
consagra como inviolable la dignidad del ser humano, el hijo tiene derecho de
impugnar su presunta filiación como parte realmente interesada en la búsqueda
y determinación de su verdadera filiación. Más tarde, de manera reiterada, el
Tribunal Supremo aclaró el aspecto accesorio de esta acción. En Calo Morales
v. Cartagena Calo 31 advirtió:
Aún cuando en Agosto v. Javierre, supra, reconocimos que el
hijo podía impugnar, implícitamente, la presunción de paternidad
del marido, catalogamos la acción del hijo como una
primordialmente de filiación. Por ello se justificaba la aplicación del
término para la acción dispuesto en el Art. 126 del Código Civil.
Calo Morales v. Cartagena Calo, 129 D.P.R., a la pág. 136.
28
81 D.P.R. 832, 843 (1960). Reiteró el Tribunal: “[S]e extendió la facultad de impugnar la
paternidad legítima sólo al propio hijo en circunstancias en que éste tratara de establecer su
verdadera filiación, y como un medio necesariamente incidental a un reconocimiento que ya,
por la Ley 229, le era dable gestionar judicialmente.” A la pág. 843.
29
En ese caso, sin embargo, no dio a la madre ni al padre biológico tal facultad, como tampoco a
otras personas interesadas en lograr esa filiación. Sobre este asunto, véase, además, el
Informe sobre el discrimen de género…, a las págs. 200-202.
30
109 D.P.R. 563 (1980).
31
129 D.P.R. 102 (1991).
15
Y en Sánchez v. Sánchez 32 añadió:
[A]nte un cuadro fáctico en el cual se reclame la verdadera filiación
de parte de un hijo, con la consecuencia incidental de que se
impugna una filiación legítima o reconocida, de lo que se trata
es de una sola acción de reclamación de filiación. Dicho de
otra manera, en la llamada acción mixta, la impugnación no
tiene carácter independiente de la reclamación. Se trata, pues,
de una sola acción de filiación principal de la cual la de
impugnación es accesoria. Esto es, el hijo que impugna la
filiación jurídica que ostenta, ya sea por matrimonio o legítima o
por reconocimiento, es porque necesariamente tiene la
convicción real de que otro hombre es su padre.
Sánchez v. Sánchez, 154 D.P.R., a la pág. 673. (Énfasis nuestro.)
Es decir, la acción de impugnación en manos del hijo es subsidiaria de
la acción filiatoria. Sólo si éste logra establecer su verdadera filiación respecto
a otro hombre, podrá, de paso, impugnar la paternidad del padre presunto o del
hombre que lo reconoció como tal. Esta acción de impugnación subsidiaria no
está sujeta a ningún plazo de caducidad mientras el padre biológico viva.
Luego de su muerte, estará sujeta al plazo que establece el artículo 126 del
Código Civil, 31 L.P.R.A. sec. 505, según las circunstancias del hijo al
momento del fallecimiento del verdadero padre.33
Como adelantamos, en Pérez v. Tribunal Superior se dijo que Agosto v.
Javierre sólo tuvo un alcance, el de permitir que el propio hijo buscara su
verdadera filiación natural y, de paso, impugnara la paternidad legítima que le
cobijaba, pero no daba a la madre ni al padre natural tal facultad. Esta doctrina
32
33
154 D.P.R 645 (2001).
Véase a Vázquez v. Sucn. Soto Almodóvar, 93 D.P.R. 678, 689 (1966); Sánchez v. Sánchez,
154 D.P.R., a la pág. 672.
16
quedó revocada en el caso de Ramos v. Marrero.34 El Tribunal Supremo amplió
la lista de legitimados activamente, al resolver que el padre natural o biológico
puede impugnar la paternidad presunta que cubre a su hijo o hija.
Más recientemente, en Castro v. Negrón,35 el Tribunal Supremo
reconoció que el marido de la madre al momento del nacimiento del hijo puede
reclamar la nulidad de la inscripción que otro hombre hiciera sobre su hijo
presunto, ya que la presunción fijó el estado filiatorio del hijo al momento del
nacimiento y no podía sustituirse la paternidad establecida por la ley por la
inscripción de otro hombre como padre del hijo nacido a su aún esposa.
No existe jurisprudencia que autorice expresamente a la madre a iniciar la
acción impugnatoria, aunque en Agosto v. Javierre se intimó lo que luego se
resolvió en Robles López v. Guevárez Santos, que la madre puede instar la
acción a nombre del hijo, pero, debe nombrársele a éste un defensor judicial
para que atienda sus intereses, ya que la determinación de no paternidad priva
al menor de una protección legal. Asimismo, de manera armoniosa con esta
postura, la jurisprudencia tampoco ha autorizado al defensor judicial del menor ni
al Procurador o Procuradora de Asuntos de Familia a impugnar una filiación ya
ganada por la ley.36 La nueva legislación tampoco lo hace de manera expresa.
-C-
34
116 D.P.R. 357, 372 (1985).
35
159 D.P.R. 568, 593-594 (2003).
36
Véase sobre este particular a Alvareztorre v Sorani, res. el 22 de enero de 2009, 2009 TSPR
12, 2009 J.T.S. 15.
17
Otro aspecto que merece atención especial en la tarde de hoy es el
plazo de caducidad establecido para la impugnación de la paternidad presunta
y, por analogía, el de la impugnación del reconocimiento voluntario.
Recordemos que en González Rosado v. Echevarría Muñiz el Tribunal
Supremo de Puerto Rico reiteró el modo de computar los plazos de caducidad
establecidos para impugnar la paternidad presunta o el reconocimiento
voluntario por causa de la “imposibilidad de la paternidad”, según se pautó en
Moreno
Álamo
v.
Moreno
Jiménez.37
El
comienzo
del
plazo
sería,
esencialmente, la fecha del acto de la inscripción o del reconocimiento,
exceptuados los casos del padre que resida fuera del país o cuya causa de
acción fuera un vicio el consentimiento, como se intimó en el caso de Calo
Morales v. Cartagena Calo.38
No adoptó el Alto Foro la propuesta de las voces disidentes en esta última
expresión, las del Juez Hon. Fuster Berlingeri y de la Jueza Hon. Fiol Matta, para
que ese plazo comience a discurrir desde el momento en que se conozca el
resultado de las pruebas científicas, a juicio del Juez Fuster Berlingeri;39 o desde
que se conozca “la inexactitud biológica”, o se “tenga indicios confiables de la
inexactitud biológica”, o se “conozca de hechos que puedan llevar a un juzgador
a tener una duda verdadera sobre la exactitud de la filiación, lo que ocurra
primero”, a juicio de la Jueza Fiol Matta.40
37
112 D.P.R. 376, 387 (1982).
38
129 D.P.R., a la pág. 136.
39
González Rosado v. Echevarría Muñiz (Opinión de conformidad y disidente del Juez Fuster
Berlingeri), 169 D.P.R., a la pág. 573.
40
Ibíd., (Opinión disidente de la Jueza Fiol Matta), a la pág. 584.
18
No fue ésta la primera manifestación de los jueces del Tribunal Supremo
a favor de que el cómputo del plazo de caducidad se hiciera desde que se
conociera la falta de coincidencia entre la realidad biológica y la jurídica. Ya en
el caso de Castro v. Negrón, se señaló que: “sabido es que ‘no puede
ejercitarse una acción si de buena fe el titular desconoce que tiene derecho a
ejercitarla’”.41 Sin embargo, al describir a qué se refería ese hecho generador
de la causa de acción, el tribunal reiteró que, para los maridos, es el
conocimiento del nacimiento del niño o del reconocimiento que otro hombre
haya hecho de éste. “Para ello es necesario que conozca todos los elementos
necesarios para llevarla a cabo como lo serían, en este caso, el hecho del
nacimiento y/o reconocimiento de la criatura.”42
En González Rosado v. Echevarría Muñiz, de modo enfático, con una
mayoría de votos de 4 a 2, el Tribunal Supremo reafirmó el principio de “que
independientemente de la importancia que reviste la investigación biológica [...]
no cabe soslayar los términos de caducidad para instar la correspondiente
acción de impugnación de reconocimiento”. Y añadió:
La posición que hoy acogemos establece el balance más justiciero
respecto a los variados intereses que matizan esta controversia. Es
decir, entre la finalidad que persigue la investigación sobre la
paternidad que es, la adecuación de la verdad jurídica-formal a la
verdad biológica, frente a los valores trascendentales de la protección
de la familia en general y las hijas e hijos en particular, así como el de
la seguridad jurídica en el estado civil de las personas.43
41
159 D.P.R., a la pág. 598. En este caso, se citó como fuente de autoridad sobre este principio
a Martínez v. Bristol Myers, Inc., 147 D.P.R. 383, 405 (1999).
42
43
159 D.P.R., a la pág. 598.
González Rosado v. Echevarría Muñiz, 169 D.P.R., a la pág. 571. Un pronunciamiento similar
se hizo en Alvareztorre v Sorani, 2009 J.T.S. 15, a la pág. 461.
19
Como vemos, el Tribunal Supremo nunca admitió que el evento que
habría de activar el plazo de caducidad sería aquél en el que el hombre conozca
la falta de conexión biológica entre él y su presunto o supuesto hijo. Pero, en fin,
esta parte de la reseña jurisprudencial es ya material histórico. La Ley Núm. 215
de 29 de diciembre de 2009 derogó expresamente esa doctrina legal.
-DVeamos ahora qué cambios introdujo la Ley Núm. 215 a este estado de
Derecho.
La nueva medida pauta en su exposición de motivos la política pública
que el Tribunal Supremo reclamó para dirigir la acción de impugnación en
nuestro país:
Cabe destacar que en González Rosado v. Echevarría
Muñiz, 2006 TSPR 176, el Tribunal Supremo de Puerto Rico dictó
que la política pública a favor de los hijos y la familia prevalece
sobre la posibilidad “que haya alguien que aparezca como hijo del
que posiblemente no lo generó.” No podemos perder de vista que
la realidad social en el Puerto Rico moderno es que dicha situación
socavaría la unidad familiar.
[...]
Así pues, como medida de derecho transitorio, mediante
esta iniciativa legislativa, se extiende la norma adoptada en esta
Ley, a todos aquellos casos que estén presentados ante nuestros
tribunales, impugnaciones de paternidad o de maternidad, a la
fecha de entrada en vigencia de esta Ley.
[...]
Esta Asamblea Legislativa, entiende que existe un desfase
normativo en la figura jurídica de la filiación. Con esta Ley se
armoniza nuestro ordenamiento jurídico con los avances científicos
y codificar normas dictadas por vía de jurisprudencia. Además,
mediante esta medida, se pretende dejar plasmado el derecho
de una persona a saber quién es su verdadero hijo(a) o su
verdadero padre o madre.
20
(Énfasis nuestro.)
Es obvio que la Ley 215 adopta como política pública el enfoque realista
en la adjudicación de los casos en que se cuestione la filiación de una persona:
la verdad biológica ha de prevalecer sobre la ficción jurídica. Para lograr
ese propósito, analicemos los cambios específicos que introduce la Ley 215:
1.- Se enmienda el Artículo 113 del Código Civil para que la presunción de
paternidad del marido recaiga sobre los hijos “nacidos durante el
matrimonio y los nacidos antes de los trescientos días siguientes a su
disolución”.
Nos llama la atención que este artículo amplía el contenido de la
presunción que establece la Regla 304 de Evidencia, pues se presumen hijos
del matrimonio los que nazcan durante su vigencia y los que nazcan dentro de
los 300 días siguientes a su disolución. La medida adoptó una postura
conciliadora entre el texto derogado del antiguo Artículo 113 del Código Civil y la
Regla 304 de Evidencia.
2. - La Ley también establece que “el reconocimiento voluntario crea una
presunción de paternidad a favor del reconocedor”.
Considero, desde mi estricta postura académica, no judicial, que esta
afirmación es incorrecta y contraria al principio que valida la presunción como
recurso probatorio. Nótese que el reconocimiento es un acto jurídico voluntario
que crea un estado filiatorio por la voluntad del declarante. Ahí no hay
presunción que valga o rija la cuestión. La voluntad libremente expresada crea
un estado jurídico válido y sólido. Claro, ese acto jurídico, el reconocimiento,
está sujeto a impugnación, no por ser la paternidad así declarada un hecho
21
presunto, sino porque el consentimiento prestado en ese acto estuvo viciado de
algún modo. En todo caso, si a esta situación cabría aplicarle una presunción es
la de que todo reconocedor lo hace con conocimiento de los pormenores del
nacimiento del hijo que reconoce y que era consciente de las consecuencias de
su declaración.
3. - En el mismo artículo se dispone: “El parto determina la maternidad”.
Esa afirmación, en términos históricos y de fondo, no admite
contradicción. Entonces, así dicha, rechaza la presunción de la maternidad que
se reconoce más adelante en la misma ley. El alcance de esta disposición no
es, pues, el que transmite su texto. Queda aquí como una frase hecha cuyo
contenido categórico queda desvirtuado por la acción de impugnación que se
reconoce más adelante.
4.- La ley enmienda el Artículo 114 del Código Civil para detallar los
“legitimados para impugnar la paternidad”.
Dice el texto que están legitimados para impugnar la presunción de
paternidad las siguientes personas. (Al lado de cada una expresamos algunas
inquietudes personales.)
(1) el presunto padre, es decir, el marido y el reconocedor voluntario,
con la salvedad expresada sobre la presunción de este último. La ley
luego identifica a estos dos legitimados como padres legales, lo que es un
defecto en técnica legislativa, pues el mismo sujeto se identifica con
distintos vocablos.
22
(2) el padre biológico, que ya lo había sido por la jurisprudencia.
(3) la madre, lo que altera la doctrina legal del Tribunal Supremo sobre su
falta de legitimación.
(4) el hijo, por sí o por su representante legal, lo que nos lleva a
preguntarnos si se derogó también la prohibición de que el defensor
judicial y la Procuradora o el Procurador de Asuntos de Familia puedan
presentar la acción de impugnación, como se pautó en Alvareztorre v.
Sorani, ya citado.
5.- Se enmienda el Artículo 115 del Código Civil para adoptar la
impugnación de la maternidad y listar los “legitimados para impugnarla”.
Según la nueva ley, la presunción de maternidad se podrá impugnar
cuando sea por simulación de parto o por sustitución inadvertida del hijo
durante el alumbramiento o después de éste. En estos dos únicos casos, los
legitimados activamente son los siguientes sujetos. (También añadimos nuestros
comentarios básicos sobre cada uno de ellos.)
(1) la presunta madre, que puede ser desde la que “aparentemente lo
parió” hasta quien lo inscribió en el registro con su apellido por esa
sustitución inadvertida y aún con conciencia de la falsedad de la
inscripción.
(2) la madre biológica, que debe ser quien perdió el hijo por la sustitución
inadvertida o por acción afirmativa de un tercero con el fin de hacer
posible la simulación del parto. Tal parece que esta acción no estará
23
disponible en los casos de maternidad subrogada o asistida en los que la
madre portadora o gestora no quiere honrar el contrato de entregar al
nacido a la mujer que aportó su material genético. En este caso la madre
“presunta” es la gestora, pues, la maternidad quedó determinada por el
parto.
(3) el hijo, por sí o por su representante legal. Reiteramos nuestros
comentarios sobre la facultad del Procurador o procuradora de Asuntos
de Familia para iniciar la acción en representación del hijo o hija.
(4) el presunto padre. Nótese que el padre biológico no está admitido en
esta relación de sujetos legitimados para impugnar la maternidad.
6. - La enmienda más importante se hizo al Artículo 117 del Código Civil,
para ampliar los plazos en los que debe incoarse la acción para impugnar
la paternidad o la maternidad.
Esta sección de la ley dispone:
La acción para impugnar la presunción de paternidad o de maternidad,
por parte del padre legal deberá ejercitarse dentro del plazo de
caducidad de seis meses, contados a partir de la fecha de que advenga
en conocimiento de la inexactitud de la filiación o a partir de la
aprobación de esta Ley, lo que sea mayor.
La acción para impugnar la presunción de paternidad o maternidad, por
parte del padre o la madre biológica(o), así como de la madre legal,
deberá ejercitarse dentro del plazo de caducidad de un año, contado a
partir de la inscripción del nacimiento del menor en el Registro
Demográfico.
Cuando la acción de impugnación se refiere a un hijo que no ha
alcanzado la mayoría de edad, el Tribunal velará por el interés prioritario
del estado de proteger la niñez sobre el interés del presunto padre o de
la presunta madre de conformar la realidad jurídica con la biológica. ”
24
Esta disposición es de particular interés para la profesión jurídica, pues
amplía el plazo de caducidad para iniciar la acción de impugnación de
paternidad y establece los mismos términos para la acción de impugnación de la
maternidad. Así, el marido y el reconocedor, que son los “padres legales”, es
decir, “los padres presuntos”, tienen un plazo mayor que el que les reconocía la
legislación anterior: seis meses, “contados a partir de la fecha de que
advenga en conocimiento de la inexactitud de la filiación o a partir de la
aprobación de esta Ley, lo que sea mayor”.
Llama la atención que la ley establece plazos distintos de caducidad para
determinadas circunstancias. Desconocemos las razones de la distinción, pero
todo parece apuntar a que las circunstancias descritas en el primer párrafo son
las que admitía la legislación derogada. No hay duda de que la diligencia que se
espera de estos dos sujetos es mayor que la que se les exige a los demás
legitimados en el segundo párrafo. El segundo párrafo da un año, “contado a
partir de la inscripción del nacimiento del menor en el Registro
Demográfico”, para impugnar la paternidad y la maternidad por los padres y
madres biológicos. Si aceptamos que ellos deben impugnar la paternidad o la
maternidad que el Registro reconoció a otros y otras, esto es, la paternidad o
maternidad “falsamente ostentada” o “mal habida” por otros, esto podría justificar
el plazo mayor.
Ahora bien, la ley también da igual plazo a “la madre legal” para impugnar
la presunción de maternidad o paternidad. La referencia “a la madre legal” en
este párrafo no está clara. ¿Quién es la madre legal? Nótese que la ley habla
25
antes de “la madre presunta” y “la madre biológica”. Las trata como entes
distintos. Entonces, nos preguntamos, “la madre legal”, ¿es quien aparece como
madre en el Registro Demográfico o es la que parió al hijo, pero luego fue
privada de su compañía? Si esta madre legal dirige su acción contra el padre
presunto de su hijo, la cuestión no es particularmente compleja. Sí lo es si lo que
impugna es la maternidad presunta de otra mujer. Primero, porque entonces
podría confundir su identidad en la persona de la madre biológica. En este último
caso, debe dirigirse la causa de acción contra quien sustituyó a su hijo en el
parto voluntaria o inadvertidamente. Si no es la madre biológica, entonces
¿podría impugnar su propia maternidad presunta de un hijo o hija que se le ha
imputado como tal y no lo es? Me parece que esta incógnita será tema de
mucha discusión en la doctrina que interprete la nueva legislación.
¿Qué prueba debe presentarse para prevalecer en la acción de
impugnación? Obviamente, el demandante debe probar preponderantemente “la
inexactitud de la filiación” con cualquier prueba admisible en un tribunal. Este
criterio es similar al adoptado en el caso de Moreno Álamo v Moreno Jiménez,
“la imposibilidad de la paternidad” del presunto padre.44
Contrario a lo expresado en la exposición de motivos de la ley, el tercer
párrafo admite el enfoque formal en esa adjudicación, si ello conviene a los
intereses del hijo menor de edad. Se ordena que el tribunal vele por “el interés
prioritario del [E]stado de proteger la niñez sobre el interés del presunto padre o
de la presunta madre de conformar la realidad jurídica con la biológica”.
44
112 D.P.R., a la pág. 387.
26
7. - La ley también contiene una disposición transitoria que reactiva el
plazo de caducidad y permite reabrir los casos en los que hubo una previa
determinación de paternidad o se desestimó la reclamación por caducidad.
Dice así:
Toda acción de impugnación de filiación pendiente ante los tribunales se
le aplicará lo dispuesto en esta Ley. En los casos previamente resueltos
por el Tribunal donde hubiese evidencia fehaciente e indubitada que
muestre causa suficiente para llevar la impugnación de paternidad, el
promovente podrá radicar nuevamente dicha acción en un término de seis
(6) meses a partir de la aprobación de esta Ley.
Es obvio que esta medida transitoria constituye un reto social y jurídico
especial, pues da al traste con la doctrina de cosa juzgada y permite que se
altere el estado jurídico prolongado sobre la filiación de una persona. Ya en la
disposición anterior se pautó que la acción podría incoarse por el marido o el
reconocedor, “padres presuntos o legales”, dentro del plazo de seis meses,
“contados a partir de la fecha de que advenga en conocimiento de la
inexactitud de la filiación o a partir de la aprobación de esta Ley, lo que sea
mayor”. A nuestro juicio, ese estándar temporal debe sujetarse a criterios
objetivos, para evitar la presentación de demandas por quienes conocieron o
tuvieron modos de conocer esa inexactitud y prefirieron, por las más diversas
razones, callar, aceptar y asumir su identidad paterna.
8. - La Ley 215 entró en vigor el 28 de enero de 2010.
En los casos ya adjudicados, la fecha para incoar la acción se extinguió el
27 de julio de 2010.
Es obvio que el drama humano que nos ocupa en la tarde de hoy ha
quedado organizado en la nueva ley con casi el mismo “elenco” protagónico,
27
aunque hay un nuevo acto dedicado a la maternidad y se extiende la tensión y la
angustia existencial de los protagonistas a seis meses y un año, en los casos
indicados.
-EA pesar de lo dicho, queda mucho por atender en el campo de la filiación.
No se han aprobado normas en nuestra jurisdicción sobre la reproducción
asistida y el modo de reglar las controversias jurídicas que genere. Es obvio que
la impugnación de la maternidad realmente cobra importante en estos casos,
porque puede haber dos o más mujeres presentes en la concepción y gestación
del hijo o hija nacida por este método. Es ésta una laguna que nuestro Derecho
tendrá que atender en un futuro cercano.45
Es interesante ver cómo los adelantos de la ciencia hacen parecer como
simple, común y aceptable lo que hace dos o tres décadas tildábamos de
inmoral, antinatural y peligroso para la raza humana. La inseminación artificial o
la reproducción asistida son hoy juegos de niños ante el espectro de la clonación
de un ser humano. Y todavía nuestro Derecho no ha regulado lo primero.
También es necesario considerar si debe extenderse a los adoptados el
derecho a buscar su verdadera filiación, sobre todo, en circunstancias en que la
adopción no ha cumplido su cometido legal ni el social y no se hizo para
Véase Borrador del Anteproyecto del Libro Segundo sobre “Las instituciones Familiares”, Arts.
286 y ss.
45
28
garantizar el bienestar del adoptado, o porque el padre o la madre desconocida
se mantuvieron ajenos a ese proceso, por lo que no pueden reclamar la
protección de la ley.
Tampoco se permite el reconocimiento voluntario de un hijo por parte de
una persona del mismo sexo que el progenitor biológico, porque no se reconoce
legitimidad a las uniones de parejas del mismo sexo ni la posibilidad de que un
hijo o una hija tengan dos madres o dos padres simultáneamente. 46
La facultad de los padres para escoger el orden los apellidos de los hijos
e hijas debe considerarse seriamente. El orden que exige la colocación del
apellido paterno antes que el materno preserva vestigios de discrimen por
género que el Derecho debe proscribir. Esta medida se ha adoptado o permitido
en otras jurisdicciones con marcada aceptación social, tales como España y
Canadá.
Por otro lado, recabamos los esfuerzos del sistema judicial para que los
procesos en que se ventila la filiación de una persona sean verdaderamente
privados y excluyan toda intervención de terceros. No basta que las Reglas de
Procedimiento Civil dispongan que las vistas sobre asuntos de familia sean
privadas.47 La intimidad debe salvaguardarse, incluso, en los documentos que se
almacenan en fuentes de datos para la investigación o el manejo de casos. La
intimidad celosamente cuidada en los procesos celebrados en el Tribunal de
Véase Borrador del Anteproyecto del Libro Segundo sobre “Las instituciones Familiares”, Art.
314.
46
47
La Ley Núm. 70 de 20 de abril de 2000 enmendó la regla 62.2 de Procedimiento Civil de 1979
para disponer que las vistas en los casos de relaciones familiares se celebrarían “en privado” y
que los expedientes estarían disponibles únicamente a personas “con interés legítimo” o “causa
justificada”.
29
Primera Instancia se ve desamparada de golpe y porrazo por la inclusión de las
sentencias de los foros apelativos en colecciones de jurisprudencia y bases de
datos jurídicos, con todas las señas y circunstancias del caso.48
Los componentes de la sociedad puertorriqueña constituida en 1963 no
tenían, ni los aquí presentes tampoco tenemos, derecho ni privilegio alguno a
conocer las interioridades de los ocho dramas humanos que se atendieron en la
opinión de Ocasio V. Díaz. Es hora de desarrollar medidas efectivas para
proteger la intimidad personal en estos litigios.49
Para finalizar, no olvidemos que el Derecho siempre nace viejo en el
tiempo, por tanto, la nueva legislación tiene que tomar en consideración que se
legisla, no sólo para las generaciones presentes, las que están maduras,
formadas e informadas con otra ideología o esquemas valorativos, sino también
para las generaciones que se levantan, que ya reclaman y viven relaciones más
abiertas, más equitativas y menos excluyentes y discriminatorias que las que
actualmente regula el Derecho. También hoy sentamos las bases para la
convivencia de las generaciones futuras, a las que les espera un mundo más
convulso y complejo.50
48
En Puerto Rico ya se cuestionó previamente la divulgación de la identidad de los nombres de
las partes y de los hechos sensitivos del proceso en las diversas fuentes escritas y electrónicas
que publican la jurisprudencia, porque tal divulgación violenta derechos fundamentales de los
litigantes. Véase a Enrique Bird Piñero, Las ‘Decisiones de Puerto Rico’ y las garantías
constitucionales sobre la dignidad, honra, reputación y vida privada o familiar de las personas,
32 Rev. Jur. U.P.R. 215, 219-222 (1963).
49
Hay una disposición en el Proyecto de Código Civil argentino que recoge este sentir. Dice el
artículo 668 de este proyecto: La publicación de las sentencias no puede incluir los nombres de
las partes ni indicaciones que permitan identificarlas. Véase nuestra postura sobre este asunto
en el Estudio preparatorio…., a las págs. 291-292.
50
Fraticelli Torres, Hacia un nuevo Derecho de familia, Loc. Cit., a la pág. 268.
30
Si el Derecho puede concebirse como mecanismo para la imposición y
perpetuación de principios y conductas, también puede ser un importante
instrumento para lograr el cambio de actitudes, de trato y de ideas entre los
componentes de una sociedad.51 Ocasio v. Díaz inició ese culto a la igualdad en
el seno de la familia. Nos corresponde hoy extenderlo a todo el conglomerado
social.
Muchas gracias por su atención.
© Migdalia Fraticelli Torres, San Juan, P.R., 17 de septiembre de 2010.
*Jueza del Tribunal de Apelaciones de Puerto Rico (2004 – presente); Profesora, Facultad de
Derecho, Universidad Interamericana de P.R. (1980 – 2004); Doctorado en Derecho, Universidad
Complutense de Madrid (2002); Visiting Scholar, Universidad de Harvard (1985 – 86); Diplôme
Supérieur de l’Université en Derecho Civil, Universidad de París (1979); J.D., Universidad de Puerto
Rico (1973); B.A., Pontificia Universidad Católica de P.R. (1970).
51
Informe de Discrimen por Género en los Tribunales, a las págs. 175-176; Fraticelli Torres,
Hacia un nuevo Derecho de familia, Loc. Cit., a las págs. 268-269.
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