Primeras páginas - La esfera de los libros

Popy Blasco
Yo fui teen
en los 90
Retrato de la generación que lo tuvo todo
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Prólogo
D
icen que uno no es de donde nace, sino de donde pasa los años
de instituto. Es posible que quizá, precisamente debido a eso, uno
no pertenezca a la época en la que nació, sino a aquella época en la
que fue adolescente… Uno pertenece al lugar y a la época en la que
se enamoró por primera vez.
Yo entré en primero de BUP en plenos años noventa. En el
recreo ya nos dejaban salir del patio a la calle. Me creía tan mayor…
Mis amigas, tan enamoradizas, con las carpetas forradas con fotos
de Dylan y de Brandon, los tíos buenos del tupé, los nerds hablando de
Goku y su Bola de dragón y jugando al rol, a La llamada de Cthulhu…
Cuando no había padres en alguna casa, jugábamos a hacer bromas por teléfono. Las llamadas no constaban en ningún sitio. O
marcábamos los números del Party Line y, a final de mes, nuestros
padres nos castigaban al ver la cuenta de Telefónica. Y volvíamos a
coger el auricular para pedir las primeras pizzas americanas a domicilio, de Pizza Queen y de Ring Ring Pizza, años antes de Telepizza.
Y comiéndolas nos sentíamos tan americanos… Comiendo pizza
mientras veíamos Twin Peaks.
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Las habitaciones de ellas estaban empapeladas con los New Kids
on the Block y en los dormitorios de ellos colgaban pósters de
Pamela Anderson con su mítico bañador rojo de vigilante de la playa.
En el walkman, el acid house daba paso al grunge y este al sonido
clubbing, ya en nuestro discman. Lucimos camisetas con el rotundo
emblema de Batman ante la llegada del britpop y el trip hop. En las
fiestas de cumpleaños sonaba el «It must have been love» de Roxette
y nos poníamos a bailar agarrados «la lenta».Y después, a mover los
brazos alrededor de la cabeza cuando sonaba el «Vogue» de Madonna.
Dimos nuestro primer beso en los noventa, en los veranos de
Salvados por la campana, jugando a la botella con pantalones ciclistas o
con los vaqueros El Charro, tras hacer virguerías con la tabla de skate
delante de las chicas. La lágrima de Sinéad O’Connor en el videoclip
de «Nothing compares 2 u» fue la lágrima de nuestros abandonos.
Dejamos de lado la Super Pop para hojear revistas como Interview
o I-D en el Vips. Un nuevo mundo se abría ante nuestros ojos: Mark
Wahlberg, Gaultier, los anuncios americanos de Calvin Klein, Mondino… Antes de internet, la única manera de conocer cosas de fuera
era curiosear la prensa extranjera o los fanzines que vendían en las
tiendas de cómics.
Bienvenida Pérez (la Mata Hari contemporánea), Fido Dido, los
finos labios de Bridget Fonda, Blossom, los pelos en el sobaco de
Juliette Lewis y Divine Brown como iconos de la cultura pop del
momento. Eran como de la familia. Las top models heredaron el glamour de las estrellas del Hollywood dorado: Claudia Schiffer, Cindy
Crawford, Naomi Campbell y Elle McPherson montaban su cafetería Fashion Café mucho antes de la llegada del Starbucks.
Las orgullosas Olimpiadas de Barcelona, los culebrones venezolanos a la hora de comer, con Carlos Mata y Jeannette Rodríguez, el
budismo hollywoodiense, con Richard Gere a la cabeza, y la fiebre
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por lo zen se mezclaban en nuestro día a día con el bakalao de Chimo
Bayo, tan de coches de choque de fiestas de pueblo, y con las despampanantes corbatas de Carrascal, siempre al filo de la medianoche.
Mientras Julia Roberts, con su amplia sonrisa, daba la bienvenida a la comedia romántica y Sharon Stone nos presentaba el thriller
erótico en un abrir y cerrar de piernas, River Phoenix, Lady Di y
Kurt Cobain dejaron bellos cadáveres, convirtiéndose en dioses para
millones de mitómanos del mundo entero.
En momentos de revival, los noventa son un atrayente imán.
Magnetismo irresistible para los que crecimos y nos enamoramos
en aquellos años. También para los más jóvenes, curiosos ante una
efervescente época no vivida, en esa ansia de revisitar los años inmediatamente previos a la explosión de internet, los años de la Generación X.
Los noventa fueron unos años llenos de candor e ingenuidad que,
no obstante, se creían muy listos. Esos años no podían ni imaginar lo
que se les avecinaba… Entre la caída del Muro de Berlín y la caída
de las Torres Gemelas ocurrió de todo y más.
Johnny Depp se tatuó «Winona forever» en su brazo derecho. Ese
tatuaje, emblema de unos años que creíamos que nunca iban a acabar,
se convirtió en el símbolo de una época, la de finales del siglo xx.
Pensábamos que siempre íbamos a vivir en los noventa. Ese lema de
«Winona forever» tiene el nostálgico poder evocador de trasladarnos
a los años de Melrose Place, de los agentes Mulder y Scully, de los
momentos en que jugábamos con la Game Boy durante los intermedios de publicidad de los recién llegados canales privados, de
Telecinco y las Mamachicho.
Depp borró su tatuaje a la vez que caía el World Trade Center,
emblema de un capitalismo en decadencia. Nos hicimos adultos.
Perdimos la inocencia.
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Los noventa fueron los años de la apatía, del comenzar a aburrirnos de tenerlo todo hecho. Nos preparábamos concienzudamente
para ser los JASP del futuro (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados), pero acabamos convirtiéndonos en unos descreídos tras ver
cómo los hippies se convirtieron en yuppies… Tiempos de rechazo
inmóvil, de rebeldía conformista, de camisas de cuadros y estética
grunge. Rechazábamos a Dios, a los militares, a los toreros, incluso a
nuestra propia familia, pero tampoco estábamos dispuestos a inventar
un entorno mejor para nosotros. Era más fácil encerrarnos en nuestra
habitación para escuchar a Pearl Jam.
Los crecidos en la década de los noventa somos los únicos que
lo hemos vivido todo: hemos jugado a las canicas y también a la Wii,
hemos grabado casetes vírgenes en la doble pletina y también hemos
tenido iPod. En nuestras cocinas había una tele en blanco y negro, y
ahora vemos series en el iPad.
Si estos nombres te han hecho sentir una punzada, un vuelco, un
soplo en el corazón… los noventa fueron tu momento. Recordar la
década de los noventa todavía nos emociona a quienes la vivimos.
La última década con marcada personalidad antes de los doble cero.
¿Cuáles fueron sus tendencias, sus virtudes, sus defectos, sus iconos?
Pasa la página.
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