La poesía épica - IES Emilio Alarcos

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La poesía épica Introducción Tras la conquista del sur de la península itálica, los romanos entraron definitivamente en contacto con el mundo helénico, asentado allí desde hacía más de doscientos años. Esclavos y libertos de estas zonas se usaban para múltiples labores, entre otras como preceptores de los hijos de las familias adineradas. Así, a partir del siglo III a.C. era habitual que los nobles conocieran e, incluso, dominaran el griego y la cultura griega en general. La cultura griega mantenía su prestigio aunque los griegos en general ya no fueran ninguna potencia militar. Poco a poco algunos elementos, como la religión, pero también la forma de vestir y de vivir, fueron fundiéndose dando lugar a un tipo de cultura que se dio en llamar greco-­‐latina. Magna Grecia Los preceptores antes mentados no solo instruían a sus alumnos en el mundo griego, también en el latino. En el caso de la lengua latina, se encontraron con la dificultad de que la tradición escolar latina era nula. Tenían que empezar de la nada. Como recurso, estos maestros usaron textos griegos traduciéndolos al latín. A través de estos maestros y sus materiales se fue creando una nueva versión de los mitos latinos que mezclaba el patriotismo romano con elementos helénicos. Es en este momento cuando la leyenda de Eneas comienza a tomar forma. Livio Andrónico, griego de Tarento, es el primer autor latino del que conocemos algo. Su contribución a la lengua latina fue más por obligación que por devoción: Hizo una traducción de la Odisea a la lengua latina por motivos escolares, es decir, para tener textos con los que enseñar latín. La tradición latina basaba su poesía en el verso saturnio, un tipo de verso muy flexible que adopta múltiples formas y que, por ello, es casi como un verso libre. En este verso hizo su traducción Andrónico. Gneo Nevio luchó en la II guerra púnica. Después de terminada esta se dedicó a escribir obras de teatro y un poema épico, el “Bellum Punicum”, en el que se narra por primera vez por escrito las guerras púnicas y que remonta la rivalidad entre romanos y cartagineses a la leyenda de Eneas, que también cuenta. Su verso también era el saturnio. Ennio, contemporáneo de Nevio, escribió un extenso poema en 18 libros, los “Annales”, en los que narra la historia legendaria de Roma, desde Rómulo hasta su época. Imitando a Homero y a Nevio, usa de múltiples recursos, incluida la intervención divina imitada después por todos los poetas, incluido Virgilio. Su gran mérito es que fue el primero en introducir el hexámetro como metro. El hexámetro. El hexámetro es el verso típico de la poesía épica. Es el verso empleado por Homero y demás poetas épicos griegos y el que usarían todos los autores latinos posteriores a Ennio. La poesía latina no basaba su musicalidad en la rima, como lo hace la nuestra, sino en la cantidad silábica. Para nosotros es complicado entender en qué consistía esto y menos si no poseemos ciertos conocimientos musicales. En latín una sílaba puede ser larga o breve por diversos factores. Por comparación diríamos que una sílaba larga se distingue de una breve por el tiempo que dura, al igual que en música una negra y una blanca, por ejemplo. Teniendo en cuenta esto, un hexámetro en un verso que tiene seis pies(metros o medidas) y cada uno de esos pies tiene una sílaba larga y, o bien otra larga, o bien dos breves. Si el pie está compuesto por dos largas se le llama espondeo, si está compuesto por una larga y dos breves dáctilo. Los dos últimos pies siempre son un dáctilo y un espondeo o dáctilo cortado. Publius Virgilius Maro (Virgilio) Hablar de épica en Roma es hablar de Virgilio, al igual que en Grecia es hablar de Homero. De sus antecesores solo nos han llegado fragmentos y, además, no se pueden comparar en calidad con él. Virgilio era ya en vida un personaje sobre el que corrían hasta leyendas. Es por ello que no siempre sepamos separar lo cierto de lo mítico en su biografía. Nació en una aldea cerca de Mantua (cerca de la actual Venecia) hacia el 70 a.C. De familia modesta, era de salud delicada lo que lo hacía inútil para la guerra. Su familia decidió darle una buena educación para compensar. Estudió en Cremona, Milán y por último en Roma, ya adolescente. Sus dotes tampoco le hicieron destacar en la vida pública: era tímido, mal orador, lento a la hora de tomar decisiones. En estas circunstancias necesitaba un modo de ganarse la vida en Roma o volver a su aldea. Virgilio gustaba de la poesía y entró en contacto con otros jóvenes de aficiones similares, los poetae noui. Estos poetas eran de buena familia y acogieron bien al “aldeano” que tenía buenas maneras de versificar y parecía inteligente. Gracias a ellos y a algo que mandaba su familia fue tirando. Continúa sus estudios y hacia el año 43 vuelve a su pueblo. Como es sabido, la década de los cuarenta de este siglo fue muy convulsa en Roma. No sabemos los motivos, probablemente el apoyo de su familia a los republicanos, pero es el caso que Virgilio perdió sus propiedades. Tras múltiples gestiones consiguió que lo indemnizaran y compró una finca en la Campania, zona que, por otra parte, era mucho mejor que el lluvioso norte para su salud. En esta finca escribió su obra. Para esta época ya había trabado amistad con Mecenas. Es probable que gracias a esta amistad consiguiera que lo indemnizaran. Mecenas era un amigo de Octavio Augusto inmensamente rico y amante de las artes hasta tal punto que mantenía con su dinero a muchos poetas que se dedicaban en exclusiva a escribir gracias a su dinero. Uno de ellos era Virgilio. Escribió tres obras: Bucólicas, Geórgicas y La Eneida. Se le atribuyen algunas otras, pero no es segura su autoría. Cuando comenzó La Eneida Virgilio era ya un poeta famoso y durante los años que la estuvo escribiendo, la expectación era máxima. Comenzó a escribir este poema por encargo de Augusto que quería, con ella, elevar la literatura latina, glorificar Roma y su propia persona y afianzar los ideales de su programa. Once años estuvo escribiendo La Eneida. Para rematar su obra decidió hacer un viaje por Grecia y visitar los lugares que mencionaba en el poema. En Megara empezó a sentirse enfermo y en Atenas se encuentra con Octavio, que lo invita a volver con él a Roma. En Brindisi la enfermedad se agravó y acabó muriendo en el 19 a.C. Es famosa la historia, no sabemos si real o legendaria, de que había dejado el encargo de que su inacabada obra fuera quemada si él no volvía del viaje y de que, muriéndose, reclamó una y otra vez los originales para quemarlos él mismo. Por suerte, su amigo Vario, el encargado de quemar los manuscritos, no lo hizo. Por otra parte, Octavio no lo hubiera permitido. El propio Octavio encargó a Vario y a Plotius Tucca que publicaran el poema tal y como estaba. La Eneida Virgilio entró en el círculo de Mecenas y pronto destacó. Ser miembro del círculo de Mecenas era casi ser miembro del círculo de Octavio Augusto. Como es sabido, desde su subida al poder Octavio realizó una serie de reformas para intentar una restauración moral y cívica de Roma. Quería una Roma no solo poderosa, que lo era, sino ejemplar desde todos los puntos de vista. En la “degenerada” Roma se necesitaba una “regeneración” que volviera a los romanos a las antiguas virtudes que los habían convertido en los dueños del mundo. Pero Octavio no era tonto. Sabía que la élite romana gustaba del lujo y era culturalmente helenizante. Sabía también que las nuevas generaciones, en el fondo, se reían de los dioses y de la moral romana pero adoraban a Homero y lo griego. Así que pensó en mezclar sus ideales con lo que estos querían1. Eneas con su padre a cuestas. Miguel Ángel Dentro de su “plan nacional” Octavio pensó en un gran poema épico que, al estilo de la Ilíada y la Odisea, reflejara todos esos valores. Necesitaba un buen poeta que ejecutara este poema y ahí estaba Virgilio. Era el poeta perfecto para esta misión: valorador de la paz augusta y apegado a las tradiciones pero, al mismo tiempo, conocedor y admirador de todo lo griego. De hecho, Virgilio escribía en hexámetros, como Homero. Además, y por si esto fuera poco, el propio Virgilio tenía el proyecto de hacer una gran “poema nacional”. Se juntaron, pues, los proyectos de Virgilio con los deseos del emperador y lo que deseaba el público. El éxito estaba garantizado. 1
Digamos que, mutatis mutandis, es lo mismo que pasa hoy en día con todo lo inglés y americano. Igual que los jóvenes de hoy en día adoran todo lo anglosajón, los romanos adoraban lo griego. Así que un Augusto de hoy en día promocionaría lo autóctono envolviéndolo en anglosajón, por ejemplo: rock sí, pero en lengua nacional (castellano, asturiano, euskera, etc.), Los romanos eran los dueños del mundo. En todas las épocas, la gente a la que le ha ido bien en la vida, tienen dificultades para reconocer que es algo casual o extraordinario 2 . Normalmente acaban por pensar en que son descendientes de una raza llamada a esos éxitos. Los romanos no fueron una excepción. No querían reconocer que ellos, dueños del mundo, eran descendiente de un grupo de pastores y ladrones que se asentaron a orillas del Tíber. Necesitaban tener unos orígenes más nobles, unos orígenes que, acompañados de las virtudes de la humildad, el esfuerzo y la piedad religiosa, los había llevado hasta donde estaban. Alguien tenía que dar forma a todo eso. Y ese alguien era Virgilio. En la Magna Grecia hacía tiempo se había originado una leyenda que explicaba el antagonismo Roma-­‐Cartago: la historia de Dido y Eneas. Había habido ya poetas que habían intentado con más o menos éxito enlazar a través de Eneas a los griegos con los troyanos. El tema era perfecto para conseguir todo lo antedicho. Todo lo bueno que tenían los troyanos se fusionó con lo bueno que había en el Lacio para formar un pueblo llamado a gobernar el mundo, incluso para vencer a los vencedores: los troyanos, en la forma de los romanos, acabaron por conquistar Grecia. Al mismo tiempo, esta historia ennoblecía a todas las grandes familias romanas, que ahora eran descendientes de Eneas o de algunos de sus compañeros. Los Julios, familia a la que pertenecía Augusto, aunque fuera por adopción, eran descendiente de Julo, hijo de Eneas, a su vez hijo de Venus. Origen noble donde los haya. La Eneida justificaba el poder romano y el gobierno de los julios, nobles entre los nobles. El poema se divide en doce cantos que no se van a explicar aquí puesto que los alumnos lo han leído. Solo señalar que los seis primeros toman por modelo la Odisea (viajes de Eneas y amores con Dido) y los seis últimos la Ilíada (luchas por asentarse en el Lacio) La Eneida es un poema épico pero que está lleno de ternura. Los personajes no son héroes que no sufren, que no lloran, que no sienten. Virgilio canta las grandes hazañas, pero también las pequeñas cosas que convierten a estos héroes en humanos. Eneas, por ejemplo, no es sólo un héroe, es también un padre, un marido, un hijo preocupado por la suerte de todos ellos. Es un caudillo que sufre cada vez que pierde un compañero en la batalla. Es un hombre piadoso, temeroso de lo que los dioses le puedan traer y agradecido con ellos cuando le traen bien. Los sucesores de Virgilio Publius Papinius Statius (Estacio) Hijo de un caballero venido a menos, nació en Nápoles sobre el 45 d.C. De joven marchó a Roma donde vivía de hacer poesías por encargo hasta que casó con una viuda rica. Escribió una epopeya épica, La Tebaida, que narra la lucha de los hijos de Edipo por hacerse con el control de Tebas. Marcus Anneus Lucanus (Lucano) Perteneciente a la familia hispana de los Anneos, como su tío Séneca, se crio en Roma dentro de los mejores ambientes. Era contemporáneo de Nerón, con el que se crio y del que era amigo. Esta amistad fue su condena puesto que es conocida la ambición de Nerón por ser el mejor actor y poeta de todos los tiempos. El éxito de los poemas de Lucano suscitó la envidia del emperador, que se puso todos estorbos posibles. Quizás por este motivo, 2
Extraordinario en el sentido de único o excepcional. Lucano formó parte de la conjura de Pisón contra el emperador y, tras ser descubierta, todos los conjurados fueron obligados a suicidarse (caso de Lucano) o fueron ejecutados. La Farsalia es la gran obra de Lucano. Consta de diez cantos y, probablemente, está inacabada. Relata en ella la guerra civil entre César y Pompeyo. En los seis primeros libros describe la Roma de su tiempo y las distintas facciones que había, presenta a la líderes y todo lo que precedió a la batalla de Farsalia. El libro séptimo relata la batalla en sí. Los tres últimos narran las consecuencias de la victoria de César: el asesinato de Pompeyo, la resistencia de Catón y el triunfo definitivo de César. Lucano fue educado por su tío, filósofo estoico. Esta corriente filosófica no era partidaria de mezclar los dioses con los humanos. Es de esta manera que Lucano se desvincula de la epopeya tradicional. La epopeya de Lucano es de carácter nacional y narra hechos contemporáneos. La leyenda y los dioses quedan al margen. Es historia poetizada y, a falta de dioses que guíen los hechos humanos, son otros valores los que lo hacen: la libertad, la austeridad, la patria… En esta obra César aparece como un tirano y Pompeyo y Catón como mártires de la libertad. Este hecho convertía la obra en subversiva, puesto que Nerón era descendiente de César y se interpretó como un ataque al régimen imperante. Esto debió ser fruto también de la relación que tenía con su amigo el emperador, puesto que en el primer tomo de la obra hace un encendido elogio de Nerón, en los dos siguientes la historia se muestra sin parcialidad aparente y, a partir de este momento, los pompeyanos pasan a ser los mártires de la libertad. Probablemente es toda una señal de cómo su relación con Nerón se iba deteriorando. La obra tiene su interés, pero está lejos de Virgilio o de Homero. Como se dijo, es más historia en verso que propiamente epopeya. Está bien documentada y llevada desde el punto de vista histórico, pero tiene un estilo muy desigual que hace, por momentos, su lectura fatigosa. 
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