Azar y azar

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XII JORNADAS DE INVESTIGACIÓN
Revista Investigación Científica, Vol. 4, No. 2, Nueva época. Mayo - Agosto 2008
ISSN 1870-8196
Azar y azar
Antonio González Barroso
Unidad Académica de Historia
Universidad Autónoma de Zacatecas
E–mail: [email protected]
Introducción
El 1 y 2 de noviembre de 1985, en el Teatro-Museo Dalí de Figueres, Cataluña,
España, se llevó a cabo un encuentro sobre el papel del azar en la ciencia,
organizado por el físico español Jorge Wagensberg (1948-) y con la presentación
de seis conferencias magistrales, un coloquio al final de cada conferencia y dos
debates generales a cargo de connotados científicos: el matemático alemán
Peter Theodorus Landsberg (1922-), el físico polaco Günther Ludwig (1918-), el
matemático francés René Thom (1923-2002), el astrofísico francés Evry Schatzman
(1920-), el biólogo español Ramón Margalef (1919-2004) y el químico ruso Ilya
Prigogine (1917-2003). Producto del evento es un libro publicado en 1986, con el
título Proceso al azar, de la editorial Tusquets.
En dicho libro, Jorge Wagensberg hace una distinción tipográfica entre el azar
ontológico (existe por naturaleza, “incertidumbre esencial”) y el azar epistemológico
(producto de nuestra ignorancia, “incertidumbre operacional”), refiriéndose al
primero como Azar (con “A” mayúscula) y al segundo como azar (con “a”
minúscula)1; distinción que considero pertinente, ya que como he mostrado en otro
artículo, el azar ontológico hace referencia a la ocurrencia de un fenómeno que
está sujeto sólo a la probabilidad y el azar epistemológico a la ocurrencia de un
fenómeno cuya causa real se desconoce (falta de información), es decir, existen
variables ocultas.
1
Cfr. WAGENSBERG, Jorge, “Las reglas del juego” en Jorge Wagensberg (ed.), Proceso al azar,
Barcelona, Ed. Tusquets, Col. Metatemas No. 12, 19962 [1986], p. 15.
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Objetivo
Sin conocer la distinción propuesta por Wagensberg, ya había usado la letra “A”
mayúscula para referirme al azar ontológico.
Partiendo de la premisa que el azar (llamémosle A) es un constituyente de la realidad
y siempre está presente (desde el nivel subatómico hasta el cósmico y desde el
principio hasta el final de los tiempos), entonces es posible plantear, con las reservas
del caso, como valores límites del azar 0 y 1 (0 < A ≤ 1). Nunca puede ser 0, por lo
que cuando tiende a este valor, sin nunca alcanzarlo, pasa desapercibido
(en
aquellos eventos sujetos a leyes el azar casi se reduce a 0, es casi nulo, pero no
desaparece, su presencia es infinitesimal); pero cuando se acerca o alcanza 1 su
presencia o manifestación es patente (donde no impera la legalidad el azar se
acerca o llega a ser 1, se aleja de 0); así que, entre los valores límites de A (0 y 1),
hay un momento (un número fraccionario), un punto crítico (¿el umbral de las
variaciones en las condiciones iniciales que se magnifican?), cuando el azar se hace
manifiesto y define el acontecimiento.2
Hago la anterior aclaración, porque en mis trabajos precedentes sólo me he
referido al azar ontológico y he descuidado el papel que el sujeto juega al
momento de aprehender la realidad.
En la actualidad los temas acerca del azar, el indeterminismo y la complejidad
son más receptivos e inclusive se han popularizado, por lo que se puede aseverar
que el Zeitgeist (el espíritu de la época o espíritu del siglo) los favorece, como lo
muestran las películas “El cazador de dinosaurios” (A Sound of Thunder, 2005) y “El
efecto mariposa” (The Butterfly Effect, 2004).
Si se acepta de que hay una tendencia a sustituir la concepción dominante del
mundo y empieza a ser contraria al determinismo, entonces el ambiente
2
GONZÁLEZ Barroso, Antonio, La historia y la teoría del caos. Un nuevo diálogo con la física, p. 230
[en línea] <http://homepage.mac.com/saintjust/FileSharing1.html>.
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sociocultural permite considerar la ocurrencia de los fenómenos de distinta manera
a cuando imperaba el determinismo.
Ahora bien, si se tiene en cuenta la premisa anterior, entonces hay que
conceder que existe la posibilidad de que donde ahora se detecta aleatoriedad se
deba a una limitación epistemológica más que ontológica, es decir, que: 1) la
estructura perceptiva constituida biológica y socialmente, 2) los esquemas
conceptuales y lingüísticos y 3) los sistemas valorales y culturales condicionan la
aprehensión de la realidad, la subjetivan a un nivel más profundo que el del simple
“colapso de la función de onda” (principio de incertidumbre), en el que el
observador participante3 define una manifestación de la realidad en potencia (la
observación o medición, el cambio de estado y el conocimiento son simultáneos4).
Esto no es más que decir que del principio de “ver para creer” (preeminencia
del objeto) se pasa al de “creer para ver” (preeminencia del sujeto), como la
manifiesta el construccionismo o constructivismo. “La tesis constructivista insiste en
que los marcos conceptuales hacen una
contribución determinante para
las
estructuras causales y para la construcción de los objetos en el mundo. Por eso el
mundo de cuya estructura se está hablando no existe con plena independencia
de los esquemas conceptuales.”5 En otras palabras, un cambio de paradigma no
responde necesariamente a un proceso acumulativo de conocimientos, sino a una
nueva perspectiva en la consideración de los fenómenos estudiados y que
requiere, a su vez, la incorporación de un nuevo lenguaje; como lo dijera el físico
estadounidense Thomas Samuel Kuhn (1922-1996).6
3
El concepto “descripción del observador participante” fue desarrollado por el físico
estadounidense John Archibald Wheeler (1911-2008), pero cayendo en la versión fuerte del principio
antrópico. Cfr. PRIGOGINE, Ilya, El nacimiento del tiempo (tr. Josep María Pons), Barcelona, Ed.
Tusquets, Col. Metatemas No. 23, 20054 [1988], pp. 24-25.
4
Cfr. GONZÁLEZ Barroso, Antonio, “El azar como acto del campo histórico”, p. 8 [en línea]
<http://homepage.mac.com/saintjust/FileSharing1.html>.
5
OLIVÉ, León, “Heurística, multiculturalismo y consenso” en Ambrosio Velasco Gómez (coord.), El
concepto de heurística en las ciencias y las humanidades, México, UNAM-Siglo XXI, Col.
Biblioteca aprender a aprender, 2000, p. 191.
6
Cfr. GONZÁLEZ Barroso, Antonio, op. cit., p. 53 .
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Una posición más radical proviene del principio antrópico fuerte, postulado en
1974: el pensamiento antecede al universo o los universos sólo existen donde se
“han desarrollado organismos capaces de interpretarlos a su medida”7; lo cual se
confunde con el solipsismo, la postura extrema del subjetivismo.
Para evitar lo anterior, algunos científicos se adscriben a un realismo ingenuo,
como el físico estadounidense Steven Weinberg (1933-), premio Nobel en 1979:
“[…]los físicos llevan consigo una filosofía operativa. Para la mayoría de nosotros,
esta filosofía es un crudo realismo, una creencia en la realidad objetiva de los
ingredientes de nuestras teorías científicas”;8 y otros asumen el perspectivismo,
como el químico Ilya Prigogine, premio Nobel en 1977: “[…]principio de
complementariedad de Bohr: los diversos lenguajes y puntos de vista posibles con
respecto a un sistema físico pueden ser complementarios. La irreductible pluralidad
de perspectivas sobre una misma realidad expresa la imposibilidad de un punto de
vista divino desde el cual pueda ser contemplada toda la realidad”.9
Metodología
La
postulación
teórica
en
la
ciencia
tiene
dos
estrategias:
buscar
la
correspondencia precisa entre la teoría y la experiencia o “aceptar la inexactitud
cuantitativa, en provecho de una precisión cualitativa”, es decir, “hallar las
estructuras cualitativas más flexibles posibles que den cuenta de los fenómenos”.10
La ciencia se debate entre dos escuelas epistemológicas que muestran
preferencias conceptuales: la clásica y la moderna, la primera representada por
Parménides y la segunda por Heráclito. Me adscribo a las segunda.
7
Cfr. WAGENSBERG, Jorge (ed.), op. cit., pp. 115 y 124.
WEINBERG, Steven, El sueño de una teoría final. La búsqueda de las leyes fundamentales de la
naturaleza (tr. José Javier García Sanz), Barcelona, Ed. Crítica, Col. Biblioteca de bolsillo No. 96,
20042 [1992], p. 135.
9
PROGOGINE, Ilya, “Enfentándose con lo irracional” en Jorge Wagensberg (ed.), op. cit., p. 184.
10
Cfr. THOM, René, “Determinismo e innovación” en Jorge Wagensberg (ed.), op. cit., pp. 67-68.
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La escuela clásica defiende la unidad, la simplicidad, el orden, el determinismo
y la permanencia; en cambio, la escuela moderna se caracteriza por asumir lo
contrario: la multiplicidad, la complejidad, el desorden, el azar y el cambio.11 En
pocas palabras es la oposición entre ser12 y devenir13.
Conclusión
Pareciera que la opción entre el determinismo y el indeterminismo o entre el azar
ontológico y el azar epistemológico responde más a una conveniencia o
preferencia personal de los estudiosos, que puede rayar en lo arbitrario, y no por el
peso de la evidencia en uno u otro sentido.
11
Ibid., p. 68.
“El ser, según la concepción determinista clásica, es algo intemporal. Futuro y pasado juegan
esencialmente el mismo papel. El ser, como estado, se definía sin fecha temporal.” Intervención de
Ilya Prigogine en el segundo debate general “Determinismo y libertad” en Jorge Wagensberg (ed.),
op. cit., p. 210.
13
“El pasado se nos antoja cerrado, todo está ya establecido, todo está dado y fijado; el futuro en
cambio está abierto y lleno de posibilidades y oportunidades. Es como si hubiera un pasado y
muchos futuros.” Intervención de Jesús Mosterín en el segundo debate general “Determinismo y
libertad” en Jorge Wagensberg (ed.), op. cit., p. 207.
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Bibliografía
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