África en Colombia

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ÁFRICA EN
COLOMBIA
EL ORO AFRICANO EN LA
HISTORIA DEL NUEVO
MUNDO
E
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2
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ntre 1444 y 1488, los portugueses
recorrieron las costas occidentales de
África. En 1481 construyeron, en los alrededores
de Accra (actual capital de la República de
Ghana), el fuerte El Mina, llamado así por las
minas de oro que se encontraban en sus
alrededores. Los europeos conocían muchas
historias acerca del oro africano. Durante el
Medio Evo, musulmanes del norte de África
(como Ibn-Battuta, Al-Umari e Ibn-Khaldun)
habían visitado regiones situadas al sur del
Sahara y en sus diarios de viajes habían descrito
el comercio de oro de Bilad-Al-Sudan o “país de
los negros”. Estas historias habían llegado a las
cortes europeas a través del Mediterráneo y
habían hecho que los lusitanos soñaran con
explotar estas minas. Pero sus intentos fueron
infructuosos. Durante la Edad Media y el
Renacimiento el oro africano que llegaba a
Europa provenía de los negocios que los
comerciantes musulmanes realizaban con los
pueblos del África sub-sahariana, en especial
con las gentes cuyas civilizaciones habían
florecido entre el río Níger y el bosque tropical.
El comercio a través del Sahara fue muy
importante. Las caravanas cargadas de sal partían
de Taghaza, atravesaban el desierto y poco a poco
se internaban en el Sahel, donde se hallaban
grandes ciudades como Tumbuctú y Gao, dos de
los puertos más importantes sobre el río Níger.
Pero las caravanas no se detenían allí: descendían
aun más, hasta el borde del bosque donde se
hallaba la ciudad de Niani, situada sobre el río
Sankarani, intercambiaban la sal por oro y luego
remontaban hacia el Mediterráneo. Este tráfico a
través del Sahara también acarreó otros metales,
como el cobre. Éste era explotado en las minas de
Tadekka y transportado hacia las ciudades
sudanesas al mismo tiempo que la sal. El
intercambio de mercancías entre el desierto y la
cuenca del río Níger permitió el viaje de muchas
historias del África sub-sahariana a las cortes de
Europa. Sin embargo, esta región permaneció
inaccesible a los europeos durante mucho tiempo.
Primero, porque los africanos mantuvieron
el secreto acerca de los lugares en donde se
La cruel reina
africana
tomado de O trato
dos viventes, Luiz
Felipe de
Alencastro, São
Paulo, Companhia
das Letras, 2000
hallaban las minas de oro. Segundo, porque el
Islam, practicado en esa región desde el siglo
XIII, se convirtió en una barrera para la
instalación definitiva de los cristianos y, tercero,
porque los portugueses siempre tuvieron miedo
de aventurarse tierra adentro. Sin embargo,
gracias a los escritores árabes de la Edad Media,
Europa supo que en África existían soberanos
prestigiosos.
Mapa físico y
político del
África
H. Brué, 1822,
grabado, 57 x 86
cm, Bogotá,
Archivo General de
la Nación,
mapoteca 5, ref.
505
Rey de Mali
tomado de Vallées
du Niger, París,
Éditions de la
Réunion des Musées
Nationaux, 1993
EL IMPERIO DE MALI
Ibn-Battuta e Ibn-Khaldun fueron dos
escritores que dejaron testimonios acerca de
Mali. Este imperio nació en la zona de producción
de oro de Buré. Allí se instaló su capital, Niani, a
orillas del río Sankarani. Su apogeo abarcó los
siglos XIII al XV. Su territorio se extendía desde la
ciudad de Gao hasta el océano Atlántico, y hacia
el sur hasta el bosque tropical, controlando el
comercio entre el África occidental y el África
septentrional.
Sunjata Keita fue el héroe conquistador
y fundador de este vasto imperio. En
1376, Ibn-Khaldun escribió: “El más poderoso de
todos los monarcas se llamaba Mari Djata. En su
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pueblo, mari quería decir emir y djata significaba
león”. Desde niño había sufrido problemas en las
piernas y, por razones políticas, había tenido que
huir al exilio junto con su madre, llamada Sogolon
Konde, quien cuidó de él. Años más tarde, cuando
Sunjata Keita, el niño-león, se había convertido en
un joven, recibió a unos emisarios de su pueblo
que venían a buscarlo para que luchara por ellos,
pues Sumaoro Kante, un reputado guerrero,
quería invadirlos y gobernarlos. Sunjata Keita
regresó y se presentó ante los jefes de su pueblo.
En 1235, en la batalla de Kirina, Sunjata Keita
(quien defendía al pueblo mande) venció a
Sumaoro Kante (quien pertenecía a los sosoe).
Aparte de la intención de expandir sus
territorios, en el centro de las disputas se hallaba
el control de la explotación y el comercio del oro.
Desde la época de Sunjata Keita el imperio de
Mali se convirtió en una gran potencia
internacional. En 1324, su rey, llamado Soleiman
Mansa, viajó a Egipto con el fin de peregrinar
hacia La Meca. Pero al mismo tiempo que
realizaba actos piadosos, buscaba nuevos
compradores de oro y esclavos. Las minas eran
tan valiosas para la economía del imperio que su
acceso estaba prohibido a los mercaderes árabebereberes.
Hacia 1375, los mayorquinos realizaron una
representación cartográfica del mundo
conocido. El rey de Francia, Carlos V, financió
este proyecto, que se conoce hoy como el Atlas
catalán. Este libro presenta al rex Melli como un
señor poderoso con una corona de oro en la
cabeza, un cetro de oro y un disco de oro en la
mano derecha. En ese entonces, el rey de Mali era
considerado el más poderoso de todos. Imágenes
como ésta estimularon en los portugueses el
entusiasmo por la aventura, así que desde la
segunda mitad del siglo XV se lanzaron a explorar
las costas occidentales de África. Al igual que los
comerciantes musulmanes, los portugueses no
consiguieron controlar las minas de oro, pero se
inventaron otro negocio: deportar seres humanos
hacia América para explotar el oro que los
españoles encontraban en el Nuevo Mundo.
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•
EL PUENTE ÁFRICA-AMÉRICA.
LOS CONTACTOS
PRECOLOMBINOS
Las relaciones entre África y América son
antiguas y muy importantes para comprender
nuestra historia. Casi siempre asociamos los
contactos de estos dos continentes con el
comercio negrero, que se inauguró a finales del
siglo XV y se prolongó hasta finales del
siglo XIX. Sin embargo, algunos
investigadores, en especial los arqueólogos,
afirman que los intercambios entre estos dos
mundos se remontan a épocas anteriores a la
llegada de Cristóbal Colón a América.
Numerosos científicos africanos enfocan lo
sucedido en 1492 como parte de una serie de
eventos de los cuales África nunca estuvo
ausente. La hipótesis que pretende contactos
africanos con América en tiempos precolombinos
es una inquietud permanente que estimula
nuevas investigaciones. Una conversación entre el
gobernador de El Cairo (Egipto) con el rey de
Mali, Soleiman Musa, durante su primer
peregrinaje a lugares santos del Islam, en 1324,
narra los esfuerzos de su predecesor, Mansa
Aboubakar II, en torno a la exploración del
océano Atlántico. Estos hechos podrían tener
relación con la hipótesis propuesta en 1977 por el
antropólogo Donald Lathrap, según la cual la
agricultura se deriva de un patrón único de
experimentación que tuvo lugar en África
hace más de 40.000 años. De acuerdo
con una parte de la propuesta de Lathrap, a algún
lugar de la costa septentrional de Brasil, hace
más de 12.000 años, pudo arribar un grupo de
pescadores africanos. Buscando terrazas, fueron
arrastrados por corrientes marinas lejos de las
costas occidentales de África hasta un
punto entre Recife y la desembocadura
del río Amazonas. ¿Viajaban en balsas
o canoas? ¿Fueron arrastrados con las
semillas del calabazo de botella
(Lagenaria siceraria), domesticado
en África y que no puede reproducirse
sin la ayuda humana? ¿Acaso estas
semillas fueron utilizadas por gentes
de las costas americanas?
Aunque esta hipótesis fue
desdeñada durante un decenio, en los
últimos años el aumento del número y
antigüedad de las fechas que
atestiguan el poblamiento del
continente americano, como la de
Pedra Furada con 32.000 años en el
nororiente del Brasil, sumados a otros
datos que la sustentan, vuelven a poner
la propuesta de Lathrap en el
escenario del debate y en el foco de las
Europa sostenida
por África y
América
William Blake, grabado
tomado de Narrative of
a Five-Years’
Expedition, Against
the Revolted Negroes of
Surinam, from the Year
1772 to 1777, John
Gabriel Stedman,
Londres, John Hopkins
University Press, 1796
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Chafariz d’ElRey em
Lisboa
La gente
africana en
la Conquista
y en el
mundo
colonial
Castilla del Oro
y sus
provincias
vecinas, siglo
XVII, grabado,
23 x 29 cm,
Bogotá, Archivo
General de la
Nación,
mapoteca 4, ref.
X 29
ca. 1570-1580,
óleo sobre
madera,
colección
particular,
Lisboa, tomado
de O trato dos
viventes, Luiz
Felipe de
Alencastro, São
Paulo,
Companhia das
Letras, 2000
preocupaciones que incentivan la nueva
historiografía de África. Por otro lado, si hablamos
de encuentros de mundos, esta hipótesis aludiría
a uno muy temprano.
Jagas decapitando
prisioneros
ca. 1660, acuarela que
ilustra el manuscrito
de fray Sorrento
Cavazzi, Módena,
colección Carlo Araldi,
tomado de O trato dos
viventes, Luiz Felipe de
Alencastro, São Paulo,
Companhia das Letras,
2000
Guerreros temidos, los jagas fueron a veces
aliados de los portugueses en la captura de
africanos para el tráfico Atlántico de esclavos.
Testimonios como éste de Cavazzi permiten
medir la profundidad de la desolación de los
africanos provocada por el tráfico negrero: “En
el Reino del Kongo el número de esclavos es casi
igual al de personas libres. Sin embargo, hay
una gran diferencia entre los esclavos de los
portugueses y los de los negros. Los primeros
obedecen no sólo a las palabras, sino incluso a
las señas, temerosos de ser llevados a Brasil o a
Nueva España, pues están persuadidos de que,
al llegar a aquellas tierras, serán asesinados
por los compradores, los que, según piensan,
convertirán sus huesos en pólvora y sus carnes
en aceite. Por tanto, ante el terror de ser
enviados a América se agitan frenéticamente y,
si pueden, huyen a la selva.
Otros, en el momento de embarcar,
se suicidan tirándose al agua”.
LA GENTE AFRICANA EN
LA CONQUISTA Y EN EL
MUNDO COLONIAL
Desde los primeros decenios del siglo
XVI llegó gente africana al territorio que
hoy es Colombia. Se sabe de un grupo que ayudó a
Vasco Núñez de Balboa a construir barcos en el
Mar del Sur, lo que sugiere que hubo presencia
temprana de estas poblaciones en Santa María
la Antigua del Darién. En 1517, treinta africanos
trabajaban en Panamá. En 1525, Rodrigo de
Bastidas tenía veinticinco africanos laborando
para él en Santa Marta. Estos primeros africanos
fueron traídos por los conquistadores. Sin
embargo, a partir de 1530, cuando los
funcionarios de la Corona española
comenzaron a instalarse en las colonias,
el flujo de gente africana aumentó. En
primer lugar llegaron muchos africanos y
africanas que ya se desempeñaban como
esclavos domésticos en España. Estas
personas eran llamadas negros ladinos
porque, después de haber vivido entre los
peninsulares, habían aprendido a hablar
español; muchos de ellos incluso habían
sido bautizados. Otros llegaron
directamente de las costas africanas: a
estos se les conocía como negros
bozales. Esta expresión indicaba que no
hablaban español y que aún no eran
cristianos.
LICENCIAS Y ASIENTOS
Para introducir a estas personas en
América era necesario que los negreros
pagarán un impuesto al rey de España.
Con el propósito de llevar un control del
número de esclavizados y del pago de los
impuestos respectivos se crearon las
licencias, es decir, autorizaciones o
permisos que otorgaba la casa de
contratación para introducir esclavizados
Factura de venta de
una “negrita”
durante el asiento
inglés
(detalle), 26 de enero de
1736, manuscrito, Bogotá,
Archivo General de la
Nación, Sección Colonia,
Fondo Negros y Esclavos
Cundinamarca, tomo 8,
folio 505
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5
•
Factorías de los
portugueses y holandeses
en África
Chambon, 1754, grabado
tomado de L’Afrique divisée en
touts ses États, 122 x 148 cm,
Bogotá, Archivo General de la
Nación, mapoteca 6, ref. 41
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6
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africanos en las colonias. Entre 1533 y 1580, las
licencias fueron la modalidad más corriente para
la legalización de los cautivos que llegaban a
Cartagena de Indias. Sin embargo, después de esa
fecha, cuando ya se habían descubierto las minas
de oro, aumentó la demanda de mano de obra
africana. Entonces las licencias no fueron
convenientes para controlar el tráfico negrero.
ORO AMERICANO
Y TRATA NEGRERA
Entre 1580 y 1592, los españoles
accedieron a las minas de oro de la Nueva
Granada. Las más importantes fueron
Nueva Remedios (1590), Zaragoza (1580)
y Cáceres (1576), situadas en el territorio
que hoy corresponde al noroeste del
departamento de Antioquia. Para esa
época, los efectos de la Conquista, de las
epidemias y del trabajo forzado habían
debilitado a las poblaciones indígenas.
Felipe II, rey de España, se encontraba
frente a una encrucijada: el oro se hallaba en las
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Indias Occidentales, pero su explotación se hacía
cada vez más problemática porque la población
indígena, principal mano de obra, estaba siendo
reducida.
Un siglo antes de que los españoles
encontraran el oro de los indígenas americanos,
los portugueses ya tenían casas de
comercio en África, conocidas como
factorías. Éstas eran punto de encuentro
comercial entre los portugueses y algunos
jefes de las costas africanas. La
mercancía más corriente eran los cautivos
esclavizados. Pero, además, los lusitanos
eran propietarios de numerosas
embarcaciones negreras dedicadas al
transporte de esclavos.
Para resolver la disyuntiva ante la cual se
hallaba, en 1580, Felipe II anexó Portugal a la
Corona de Castilla, convirtió a los portugueses en
sus súbditos y, valiéndose de sus flotas de barcos
negreros y de sus contactos comerciales en África,
deportó a la gente de ese continente hacia
América con el fin de explotar el oro de la Nueva
Granada. Esta estrategia fue necesaria porque,
según el Tratado de Tordesillas, los españoles
tenían prohibido negociar con los pueblos
africanos. Los únicos autorizados para
hacerlo eran los portugueses.
A partir de ese momento, Felipe II creó
un nuevo tipo de contrato, conocido como
el asiento de negros. Consistía en que un
particular –a quien se denominaba asentista– se
comprometía a aprovisionar a las Indias
Occidentales con un determinado número de
esclavos por año. A cambio, el titular del contrato
se beneficiaba del monopolio de tan particular
comercio.
Estos asentistas o negreros vivían
en Europa. Sin embargo, tenían
representantes que se ocupaban de sus
negocios en África y en el Nuevo Mundo.
En África se hallaban los pombeiros o
lançados, quienes, en muchos casos, eran
hijos de madres africanas y padres
portugueses. Ellos tenían la tarea de
intercambiar mercancías europeas –como
telas, armas y licores– por personas que
serían embarcadas hacia América en
calidad de esclavos.
CARTAGENA DE INDIAS:
PUENTE ENTRE ÁFRICA Y
COLOMBIA
En 1618, el jesuita Carlos de Orta escribió a su
padre una carta en la cual describía la vida y las
actividades económicas de Cartagena de Indias:
Estos lugares son tan calurosos que,
estando al presente en la mitad del invierno,
se siente mayor calor que en la canícula. Los
esclavos negros son en número de 1.400, en la
ciudad van casi desnudos. Los cuerpos
humanos de continuo están bañados de
sudor. Los alimentos son bastos e insípidos.
Hay gran escasez de agua dulce, y la que
se bebe es siempre caliente... En cuanto a
forasteros, ninguna ciudad de América, a lo
que se dice, tiene tantos como ésta, es un
emporio de casi todas las naciones, que de
Venta de
negros
tomado de O
trato dos
viventes, Luiz
Felipe de
Alencastro, São
Paulo,
Companhia das
Letras, 2000
Plano de la
ciudad y la
rada de
Cartagena y de
sus fuertes
De Pointis [copiado
y heliografiado por
E. Thevenin], 5 de
mayo de 1697,
heliografía, 27 x 22
cm, Bogotá,
Archivo General de
la Nación,
mapoteca 2, ref.
1240
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7
•
aquí pasan a negociar a Quito, Méjico, Perú,
y otros reinos; hay oro y plata. Pero la
mercancía más en uso es la de esclavos
negros. Van mercaderes a comprarlos a
vilísimos precios a las costas de Angola y
Guinea; de allí los traen en naves bien
sobrecargadas a este puerto, donde hacen las
primeras ventas con increíble ganancia; a los
que quedan los embarcan de nuevo.
En efecto, desde 1580 hasta 1640,
Cartagena de Indias se convirtió en el
principal puerto negrero de toda la
América hispánica. En Cartagena de
Indias se hallaban los factores, quienes
recibían los navíos que llegaban de África,
pagaban los impuestos y vendían a las
personas cautivas. Cabo Verde, Cacheo,
Loanda, la isla de Santo Tomé y Ouidah
fueron los principales puertos africanos donde
fueron embarcadas las personas destinadas a la
esclavitud americana. La modalidad de los
asientos se extendió hasta el siglo XIX y los
contratistas o asentistas que se lucraron con esos
contratos no sólo fueron portugueses: los
holandeses, franceses e ingleses también se
dedicaron a este negocio a lo largo de los siglos
XVII, XVIII y XIX.
La gente de los ríos de
Guinea
Entre 1533 y 1580 debieron ser deportadas
oficialmente hacia el puerto de Cartagena de
Indias alrededor de 3.000 personas. Los africanos
que llegaron durante ese periodo fueron llamados
gente de los ríos de Guinea. Con esta expresión se
referían a quienes procedían de la región
Senegambia
A. H. Brué,
detalle del
Mapa físico y
político del
África
Mujer angolana
con una azada
ca. 1660, acuarela que
ilustra el manuscrito de
fray Sorrento Cavazzi,
Módena, colección Carlo
Araldi, tomado de O trato
dos viventes, Luiz Felipe
de Alencastro, São Paulo,
Companhia das Letras,
2000
Primer comercio
establecido en
Guinea por los
franceses
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8
•
Chambon, 1754,
grabado de tomado de
L’Afrique divisée en
touts ses États, 122 x
148 cm, Bogotá, Archivo
General de la Nación,
mapoteca 6, ref. 41
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comprendida entre las actuales repúblicas de
Senegal y Sierra Leona. Según Alonso de Sandoval,
jesuita que vivió en Cartagena de Indias en la
primera mitad del siglo XVII, los guineos estaban
conformados por diferentes grupos humanos:
Yolofos, berbesíes, mandingas y fulos;
otros fulupos, otros banunes, o fulupos que
llaman bootes, otros cazangas y banunes
puros, otros branes, balantas, biáfaras y
biojós, otros nalus, otros zapes, cocolíes y
sosoes.
Los yolofos de
Senegambia en Cartagena
Según los historiadores, a finales del
siglo XVI los yolofos fueron mayoritarios
en Cartagena. Hacían parte de un reino
conocido como El Gran Yolofo. El apogeo
de este Estado del África occidental se
sitúa entre los siglos XIII y XV.
Contemporáneo del imperio de Mali, su
territorio abarcaba el extremo noreste de
la Senegambia, región comprendida entre
los valles del río Senegal y el río Gambia,
en el flanco oeste de la zona sudanosaheliana. Más allá de la ribera norte del
Senegal, bordea el Sahara y hacia el sur
de Gambia limita con los bosques de
Casamance.
Las primeras menciones de los yolofos
aparecieron a finales del siglo XVI. André
Alvares de Almada, escritor portugués,
aludió al “reino de Jalofo” o “Giloffa” y
resaltó que los yolofos poseían una lengua
propia. Sin embargo, dentro del Estado
yolofo se hablaban otras lenguas cuyos
locutores fueron designados con los
nombres de berbesíes, tuculores y
mandingas.
Saberes y técnicas
de los yolofos
Un siglo antes que Alvares de Almada
describiera la lengua de los yolofos, Alvise Da
Mosto, un comerciante veneciano, visitó estos
parajes y dejó una descripción de las técnicas
agrícolas de la gente senegambiana:
Se trabaja en un campo con cuatro o
cinco personas más, cada uno teniendo en la
mano un instrumento semejante a pequeños
azadones cuadrados que nosotros tenemos,
cada uno levanta la tierra delante de sí.
Hacen lo contrario a lo que nosotros hacemos:
cuando se cava, nosotros, traemos la tierra
hacia sí con el pico, y ellos la echan hacia
adelante con el pequeño azadón, de manera
que no mueven la tierra a más de cuatro
dedos de profundidad.
El cultivo del millo y del arroz fueron
actividades agrícolas de gran
importancia en el reino de los
yolofos y en toda la región
comprendida entre el río Senegal
y el río Gambia. El millo era
utilizado para acompañar otros
alimentos y también servía para
elaborar bebidas alcohólicas,
como la tradicional “cerveza de
millo”. El ñame figura como el
tubérculo por excelencia
cultivado por estas poblaciones.
La palma se utilizaba para extraer
aceite y vino de palma. También
cultivaban el algodón.
Entre 1506 y 1507 Valentín
Fernandes, otro viajero y escritor
portugués, dijo que los yolofos
poseían muchas vacas y que los
caballos eran utilizados como
montura de guerra. También
señaló que desde el siglo XV estos
animales figuraban entre los
bienes de intercambio que los
yolofos solicitaban a los europeos.
La cacería del elefante en el río
Senegal se alternaba con la
recolección de frutos del baobab
y la extracción de su corteza. Al
tiempo, practicaban la
apicultura. Muchos yolofos vivían
cerca del mar, en la península de
Cabo Verde. Allí se dedicaban a la
pesca fluvial y marítima, utilizando canoas sin
vela. El trabajo del hierro también hizo parte de
las actividades realizadas por estos pueblos. El
hierro que utilizaban provenía del valle del río
Senegal, aunque también usaron el que los
portugueses traían consigo de Europa. El oro y el
cobre fueron empleados en la joyería. Estos
pueblos también se distinguieron por el arte del
comercio, que practicaban a corta y larga
distancia. Sus mercados estaban llenos de
productos agrícolas y artesanales. Según Valentín
Fernandes, personas “jalofo” y mandinga fueron
vendidas a los portugueses, quienes obtenían de
10 a 12 esclavos por un caballo. En los primeros
años del comercio portugués en esa
región se vendían de 800 a 1.000
personas anualmente.
La gente de la
Alta Guinea
La región de los ríos de Guinea está
irrigada por varias cuencas hidrográficas.
Al extremo norte se halla la del río
Gambia, luego la del río Cacheo y la del
río Pongo. Cuando los europeos las recorrieron, a
finales del siglo XV, encontraron gentes conocidas
como banunes, papeles, balantas, branes, biojós,
Nuevas
factorías de
los franceses
en África
Chambon, 1754,
grabado de
tomado de
L’Afrique divisée
en touts ses États,
122 x 148 cm,
Bogotá, Archivo
General de la
Nación, mapoteca
6, ref. 41
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9
•
Pareja de
mellizos o
“ibidji”
(Benín)
s.f., talla en
madera,
aplicaciones de
cera y vidrio
azul y pigmentos
naturales, 24 x 7
cm (izq.); 22 x 6
cm (der.),
colección
Adriana Maya,
Bogotá
•
10
•
nalus, bagas, cocolíes y
sosoes. Estos pueblos
tenían el control del
litoral que se extiende
entre las actuales
repúblicas de Gambia,
Guinea Bissau, Guinea y
Sierra Leona. Al norte,
sobre la ribera izquierda
del río Senegal, se
encontraban los fulos. Los
mandingas y los biáfaras tenían
sus territorios alejados del mar, entre Senegal,
Gambia y las dos Guineas.
A diferencia de los Estados imperiales
sudaneses, la Alta Guinea presenta un panorama
político muy diferente. La expansión de los
mande, descendientes de Sunjata Keita, se
constata en la distribución territorial de la región.
En la margen izquierda del río Senegal, donde
habitaban los fulos, se inicia un eje de pueblos
musulmanes, entre los que se destacan los
berbesíes y los mandingas, situados en la
desembocadura y la cuenca río Gambia, y los
sosoes, en la frontera entre Guinea y Sierra
Leona. Durante los siglos XVI y XVII, estos
pueblos seguían siendo sociedades agrícolas
ubicadas en valles fluviales. Quizá la zona de
mayor influencia del Islam en ese periodo fue el
litoral senegalés. Sin embargo, en la región
comprendida entre las actuales repúblicas de
Guinea y Sierra Leona, muchos de los reinos del
litoral se opusieron a la adopción de la religión
musulmana. Pero esta oposición no significó
siempre quedar por fuera de la influencia política
y administrativa de los musulmanes.
Dentro de la gente musulmana, los mandingas
fueron los de mayor influencia y presencia en la
región. La migración de este pueblo, desde Sudán
hasta Alta Guinea, se inició entre 1230 y 1255,
cuando Sunjata Keita promovió la expansión
militar de su imperio hacia el oeste. En la segunda
mitad del siglo XV, cuando los portugueses visitaron
el África occidental, los
mandingas ya estaban
instalados en la costa. Se
hallaban en el litoral y en el
estuario del río Gambia. Al
iniciarse el siglo XVI
trataban de establecerse
en la región de los ríos
Casamance y Cacheo.
Según cronistas
portugueses de esa
época, en casi todas las
ciudades de
Senegambia y Alta
Guinea, fueran o no
musulmanas, había
gente mandinga.
La población de
los ríos de la Alta
Guinea se podría
clasificar en tres
grandes grupos. En
primer lugar se
encuentran los pueblos
mande, quienes habían
llegado a la costa durante
las sucesivas oleadas de
expansión del imperio
de Mali. Dentro de este
grupo están los sosoes y los mandingas. Los
primeros se ubicaron en el Fouta Djalon, hasta el
momento en que fueron desplazados por los fulas
hacia la costa. Sosoes y mandingas practicaban el
Islam. El segundo gran grupo está compuesto por
la gente fula. Estos pueblos invadieron el Fouta
Djalon en el siglo XV. Su líder, Coli Tenguela,
liberó a su pueblo del dominio de los
musulmanes, quienes intentaron apoderarse de
sus tierras y convertirlos a la ley islámica.
Después de vencer a los sosoes en el Fouta
Djalon, y a los mandingas en el Fouta Toro,
pretendió invadir el territorio de los biafáras, pero
no tuvo éxito. Este pueblo ocupó un gran
territorio situado entre los ríos Gueba y Corubal y
tuvo el control de la bahía Ría Grande de Buba y
de la isla de Bolama. El tercer grupo está
compuesto por la gente del litoral quienes, a
diferencia de los grupos del interior del
continente, no hicieron parte de grandes imperios
como los sosoes y mandingas.
Entre la gente del litoral se pueden distinguir
dos formas de organización política. Los reinos
gobernados por reyes y la aldea gobernada por jefes
que tenían investiduras religiosas. Los biáfaras, los
zapes, los papeles, los temnes, los bulones, los
banunes, los limba, los nalus, los bijagos, los bagas
y los cocolíes pertenecían al primer grupo. Durante
el siglo XVI y XVII, los biáfaras estaban agrupados
en tres reinos: Biguba, Guinala y Bissege. El rey
de Biguba reinaba sobre cuatro jefes, el de Guinala
sobre siete y el de Bissege sobre seis. Esto quiere
decir que los tres grandes reyes tenían el control
sobre todas las aldeas que estaban bajo el
mando de cada uno de los jefes. Los
papeles tenían la misma forma de
organización. Los portugueses que vivieron
en las inmediaciones del río Cacheo
dejaron descripciones acerca del rey de
Mata, su vecino, quien a su vez gobernaba
las tierras del jefe de Mompata. Los reyes
tenían sus cortes compuestas por
dignatarios que ocupaban varios cargos.
Los europeos los identificaron como
alcaldes, gobernadores, embajadores y generales.
Los zapes comprendían varios grupos
humanos: temnes, bulones, limba, y
bagas. Los europeos del siglo XVII, que
escribieron acerca de estos pueblos,
coinciden en afirmar que todos
comprendían la lengua mel. Estos pueblos
habitan en la actual República de Sierra
Leona.
Dentro de las formas de organización política, los
balantas y los fulupos pertenecen al segundo grupo.
Su territorio se restringía a la aldea y ésta era
gobernada por un personaje que se conocía como
rey-sacerdote. Éste tenía un gran poder religioso
sobre la aldea, pero el dominio territorial estaba en
manos de los jefes de cada familia.
Saberes y técnicas de los
pueblos de la
Alta Guinea
La producción agrícola de la gente del
litoral tuvo que enfrentar grandes retos. El
bosque húmedo y su cercanía al mar
requería drenaje, desalinización y
mecanismos de protección de la tierra
robada al océano. Esta región es
considerada por algunos investigadores
como una de las cunas de la agricultura en
el continente africano. La proximidad al
mar, la lluvia intensa y la multiplicidad de
cuencas hidrográficas inundan las tierras
durante varios meses al año. Estas
características del entorno dieron a la gente
de los ríos de Guinea la posibilidad de
convertirse en los maestros de la
agricultura en tierras cenagosas. Algunos
autores dicen que, desde el segundo
milenio antes de Cristo, se cultivaba una
variedad de arroz conocida como Oryza
glabérrima. En el siglo XVII, la región
comprendida entre el río Gambia y el río Cacheo
seguía cultivando esta variedad de arroz. En 1685,
un oficial de la Compañía Francesa de Senegal
señaló que cerca de cada casa había un lugar para
el acopio y el cuidado del arroz.
Al inicio del siglo XVI, los pueblos de la Alta
Guinea no sólo conocían las técnicas del cultivo
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del arroz en tierras inundadas. Los balantas, por
ejemplo, cultivaban el ñame y los banunes
producían suficiente millo para su propio
abastecimiento, el de los portugueses que vivían
en sus territorios y el de las naves negreras.
La salinidad de los numerosos ríos de la Alta
Guinea dio lugar a la producción de sal. La
técnica usada fue la extracción de los pantanos
salobres. No obstante, en Sierra Leona la sal se
obtenía mediante la incineración de las hojas del
manglar, impregnadas por la proximidad del mar.
También se utilizó la evaporación del agua de
mar. En Senegambia, como en el imperio de Mali,
la sal generó actividades comerciales. Senegal
estuvo involucrado en un gran comercio de sal
con los imperios sudaneses, gracias al mineral
obtenido en la boca del río Senegal. Sin embargo,
éste no fue el caso de la Alta Guinea, donde la
producción de sal no dio lugar al comercio de
larga distancia entre el litoral y las tierras del
interior.
La navegación fluvial y marítima también fue
una actividad de gran importancia entre la gente
de los ríos de Guinea. Según las crónicas
portuguesas, los bijagos o biojós eran excelentes
navegantes y nadadores, además de ser soldados
muy disciplinados. También tenían la reputación
de ser muy diestros en el manejo de toda clase de
armas. Mientras las mujeres cultivaban la tierra,
construían las casas y pescaban, los hombres se
dedicaban a la navegación y a las artes de la
guerra. Estas habilidades fueron utilizadas por los
bijagos en el Nuevo Mundo para luchar contra la
esclavitud. A principios del siglo XVII, en
Cartagena de Indias, muchos cautivos huyeron
hacia los Montes de María al mando de Domingo
Biojó. Procedente del archipiélago de los bijagos,
Domingo organizó la resistencia y fundó pueblos
que se conocieron como palenques. Sus
descendientes viven hoy en San Basilio de
Palenque, situado a 60 km al sureste de
Cartagena.
El comercio fue una de las principales
actividades de los balantas. Realizaban ferias una
vez a la semana en distintos lugares. Cada tipo de
mercancía tenía una sección especial en el
mercado, a excepción de la venta del alcohol, que
podía realizarse en cualquier lugar de la plaza.
Esta excepción se explica porque la función del
mercado en las sociedades africanas no sólo era
económica: era y sigue siendo el lugar de la vida
social y de recreación por excelencia.
Muchos cronistas dejaron testimonios de
cómo la gente de los ríos de Guinea eran vistos
por los españoles. En 1627, Alonso de Sandoval
escribió:
Son los que más trabajan, los que más
cuestan y los que comúnmente llamamos de
ley, de buenos naturales, de agudo ingenio,
hermosos y bien dispuestos; alegres de
Máscara bacún
s.f., talla en madera y
pigmentos naturales,
22 x 12 cm, colección
Adriana Maya, Bogotá
•
11
•
Joven con
lanza
(Sudán)
s.f., talla en
ébano, 43 x 13
cm, colección
Adriana Maya,
Bogotá
corazón y muy regocijados. De los yolofos se
puede decir que corren a pie parejas con un
veloz caballo sin que les pase pie delante y
siguiendo la carrera van haciendo mil
gentilezas saltando atrás y adelante.
Précianse mucho de sus noblezas y son muy
amigos de que los adulen.
Muchas de estas personas africanas,
conocidas como de los ríos de Guinea,
trabajaron en las haciendas y en las minas
de la Nueva Granada desde mediados del
siglo XVI. También se desempeñaron
como domésticos y fueron utilizados en la
boga, es decir, en la navegación por el río
Magdalena y otros ríos importantes.
La gente del antiguo
Reino del Kongo
Entre 1580 y 1640, Cartagena fue el
principal puerto negrero de toda la
América hispánica. Los portugueses
orientaron hacia el sur la búsqueda de
nuevos puntos de aprovisionamiento en
esclavizados. De Senegambia y de los
ríos de Guinea, desplazaron sus
negocios hacia el África central, a la
región del Antiguo Reino del Kongo. De
allí llegaron a Cartagena de Indias los
congos, monicongos, anzicos y angolas.
Durante la primera mitad del siglo XVII,
Angola y Loanda se convirtieron en los
principales puertos exportadores de la
zona, al igual que la isla de Santo Tomé.
Los grupos humanos que habitaban la
cuenca del Kongo eran muy numerosos.
Sin embargo, la diversidad de lenguas
que hablan se derivan de un tronco
común conocido como bantú. De ahí que
la expresión pueblos bantúes sea
utilizada para nombrar a todos los
pueblos que comparten un pasado
común. Es probable que hayan sido
mayoría en Cartagena durante la primera
mitad del siglo XVII. Según los expertos
en el estudio de las culturas africanas, la lengua
de Angola desempeñó un papel predominante
en la comunicación de los africanos en América.
El Colegio de los Jesuitas de Lima imprimió una
gramática de esta lengua. Se supone que san
Pedro Claver la entendía y que para sus labores
de evangelización entre los africanos utilizaba
intérpretes y colaboradores que se repartían de
la siguiente manera: tres de Angola, uno del
Kongo, un yolofo, un biáfara, dos fulupos
(fulani), dos branes, un balanta, dos
zapes y algunos más no identificados.
•
12
•
Las culturas de la
cuenca del Kongo
A partir del 1500, los europeos, en especial los
portugueses, empezaron a escribir crónicas sobre
los pueblos bantúes. Según estos textos, y los
resultados de las investigaciones realizadas por la
arqueología y la lingüística, el desarrollo ancestral
de estos pueblos tuvo lugar a lo largo de la cuenca
del río Kongo. Entre el 1100 y el 1500 tuvieron
lugar migraciones muy importantes que
permitieron la colonización de la selva
congolesa. El conocimiento de la metalurgia del
hierro sirvió para que la gente bantú fundará
ciudades en la selva. La agricultura de cereales y
tubérculos fue muy importante en el desarrollo de
estas civilizaciones. Gracias a estas tecnologías, la
población se multiplicó y remontó, por los ríos y
por la costa, hacia la selva.
El poblamiento
del río Kongo
Según algunos estudiosos, el origen de la
población bantúfona se situa en Shaba y en la
región adyacente, en el nordeste de Zambia. Al
oeste podía extenderse hasta el Atlántico. Esta
teoría es inverosímil para otros investigadores,
quienes creen que el origen de las hablas y
pueblos bantúes es la región situada entre los ríos
Bénoué y Cross (delta del río Volta). Según este
punto de vista, los bantúfonos se desplazaron
gradualmente en un sentido norte-sur,
colonizando en primer lugar la región del río
Sanaga y del río Ogooué, antes del año 1000,
quizás antes de la era cristiana. Un
desplazamiento paralelo a lo largo del río
Oubangui habría tenido lugar en la misma época.
Hacia el 1100, la agricultura era practicada en
toda la región del África central, con excepción de
Angola meridional, demasiado cercana al
desierto de Kalahari. Los cereales cultivados
comprendían el sorgo y el millo. Entre los
tubérculos, los ñames eran protagonistas. El
plátano y la caña de azúcar, de origen asiático,
eran ampliamente cultivados tanto en el bosque
como en la sabana. También las habichuelas y los
cacahuetes. La cacería y la pesca eran actividades
muy importantes, que proveían a estos pueblos de
proteínas. El consumo de orugas y gusanos que se
crían en diferentes árboles hacían parte de su
dieta. Criaban animales domésticos como
gallinas, cabras y perros. Tenían ganado
bovino y cerdos. Hacia el 1100, mediante
el conocimiento de la metalurgia del hierro
y de la agricultura, se asentaron a lo largo
de la gran cuenca del río, en medio de la selva
ecuatorial. Allí edificaron reinos muy
importantes, como el Antiguo Reino del Kongo,
Loango, Luba y Lunda. Todos existían antes de la
llegada de los portugueses al África central a
finales del siglo XV.
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Región del
Kongo
H. Brué,
(detalle del
Mapa físico y
político del
África)
Región del Kongo
H. Brué (detalle del Mapa físico y
político del África)
El Antiguo Reino
del Kongo
El Reino del Kongo fue el más extendido y el
más poderoso de todos los reinos del África
central. Su fundador fue Lukeni Nimi. El gobierno
y la organización provincial de este reino fue muy
compleja. El rey del Kongo gozaba de una gran
autoridad, sin que su poder fuera absoluto.
Nombraba a los gobernadores de las provincias,
quienes tenían la obligación de recoger los
impuestos y tributos que se debían al soberano. El
tributo estaba compuesto de nzimbus
(caracoles que se utilizaban como
moneda), sorgo, rafia, vino de palma,
ganado, marfil, pieles de leopardos y
leones, es decir, por moneda, víveres y
productos comerciales. El rey estaba
rodeado de un cuerpo administrativo
central. Había un virrey, un juez supremo,
un tesorero, un jefe de policía y un servicio
de mensajes. Los gobernadores de las
cinco provincias eran generalmente
parientes del rey, quien confiaba las más
importantes a sus hijos. De este modo, los
descendientes del rey tenían la posibilidad
de disputarse la corona en el momento de
su deceso. Los gobernadores nombraban
a los señores que mandaban sobre los
jefe de cada aldea. Las insignias del rey
estaban conformadas por un tambor, un brazalete
en cobre o en marfil, la bolsa de los impuestos y
un trono en forma de taburete cuadrado, el cual
simbolizaba su posición de primer señor del reino,
poseedor del poder supremo.
La capital del Reino del Kongo es bien
conocida gracias a los escritos de viajeros
portugueses de la época. También existen
informaciones acerca de la vida en al corte en el
siglo XV. La ciudad capital llevaba el nombre de
Banza, que en la lengua local significa residencia
del rey. Estaba situada en la provincia de Pemba,
en el centro del reino, estratégica localización
que le permitía tener control sobre todas las
regiones. Estaba muy bien construida y tenía
grandes murallas de piedra. Banza fue
rebautizada por los portugueses con el nombre de
San Salvador. Fue una gran metrópoli comercial
en la que convergían las rutas que desde la costa
avanzaban hacia el interior de la selva. Los
principales caminos llegaban a ella: el que partía
de Loanda, que servía para conducir los nzimbus
o conchas usadas como moneda; el que se
extendía desde el bajo Zaire, para el transporte de
pescados, cerámicas y cestas; y otra vía, que
permitía la circulación del cobre.
Bantúes en Cartagena
Entre 1580 y 1640 llegaron a Cartagena de
Indias numerosos herreros y agricultores bantúes
procedentes del Antiguo Reino del Kongo. Es muy
•
13
•
difícil saber el número exacto de personas
africanas que llegaron a Cartagena de Indias
durante este periodo. Los historiadores han
consultado los archivos de la Casa de
Contratación en Sevilla. En ellos se encuentran
los registros de cada navío que estuvo autorizado
a llevar esclavizados a Cartagena. Esas
informaciones oficiales sólo constituyen un punto
de partida, pues el contrabando de esclavizados
fue muy grande y por esta razón es posible pensar
que el número de personas africanas que
realmente llegó al puerto fue mayor. Las cuentas
realizadas por los expertos a partir de las cifras
oficiales de los contratos de asiento y las
informaciones acerca del número de barcos que
llegaban a Cartagena cada año son las siguientes:
•
14
•
1580-1594
1595-1601
1602-1610
1611-1615
1616-1630
1631-1640
15.000
23.371
36.000
5.000
60.000
30.000
Total
169.371
Sin embargo, los historiadores que se han
ocupado del tema afirman que sería necesario
multiplicar por tres esta cifra (169.371), pues
consideran que, por cada africano o africana que
entraba legalmente, llegaban tres de
contrabando. Esto nos daría un total de 508.113
personas para el periodo comprendido entre 1580
y 1640, conocido como el periodo de los
asientos portugueses.
La gente del bosque
tropical
A partir de 1640, la guerra contra
Portugal implicó para España la pérdida
de las fuentes de aprovisionamiento en
mano de obra esclavizada en África. La
crisis fue utilizada por Holanda para
convertirse en una potencia colonial y
marítima que controló el tráfico negrero. Entre
1640 y 1662, el flujo de esclavos destinados a
América se paralizó. El gobernador de Cartagena,
Pedro Zapata de Mendoza, escribía a la metrópoli
el 23 de febrero de 1648: “Desde hace siete años
no llegan esclavos bozales”.
La afirmación del gobernador de Cartagena se
refería de manera directa al tráfico oficial, pues al
parecer los holandeses introducían a los
esclavizados de manera ilegal para evitar el pago
de los impuestos que debían al rey de España. A
partir de 1680, se empezaron a explotar las minas
de oro en el Chocó. Los terratenientes y
comerciantes empezaron a introducir cuadrillas
para explotar el oro de las antiguas provincias de
Nóvita y Citará. La provincia de Nóvita
comprendía las cuencas de los ríos San
Juan y Baudó, y la de Citará se extendía a
lo largo del río Atrato. Las cuadrillas eran
grupos de trabajadores cautivos
destinados a explotar el oro de estos ríos.
Los grupos podían tener entre 50 y 500
personas cuyo trabajo y precio
sustentaban el poder de unas pocas
familias.
Entre 1640 y 1703, cuando el tráfico negrero
estuvo en manos de los holandeses, la isla de
Mercado de
esclavos
Johann Moritz
Rugendas, ca.
1835, litografía,
35,5 x 51,3 cm,
tomada de V. A.
Huber, Viaje
pintoresco al
Brasil
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Curazao se convirtió en la principal fuente de
aprovisionamiento para los amos del continente.
Entre 1663 y 1671 se introdujeron 5.508 piezas de
indias. A partir de 1663 se produjeron cambios
técnicos en el comercio negrero. Uno de ellos
tenía que ver con que el sistema de regulación
fiscal de los esclavos ya no era por cabeza o
individuo, sino que se comenzó a usar el término
“pieza de indias”, como una nueva medida del
fisco, que equivalía a siete palmas de altura. Años
más tarde, de 1676 a 1679, llegaron a Cartagena
entre 150 y 200 personas africanas por año. Estas
cifras tan bajas no dan cuenta del número real de
personas que fueron transportadas por los
holandeses hacia este puerto. Es muy probable
que los negocios se hicieran de manera ilícita,
como lo demuestra el hecho que a finales del siglo
XVII el rey de España ordenara cerrar el río
Atrato debido al gran contrabando de
esclavizados que se realizaba por la región. De
hecho, el nombre del río es una herencia colonial:
significa “sin trato”, es decir, sin comercio.
El fin de la hegemonía holandesa comenzó en
1692 con la firma de un nuevo asiento entre la
Corona española y Bernardo Francisco Marín de
Guzmán, mercader de esclavos residenciado en
Venezuela. La idea de administrar la trata desde
las Indias le dio a España la impresión de
recuperar el control de ésta y de frenar el
contrabando. El asentista murió antes de
terminar el contrato y la Compañía de Cacheo
solicitó concesión por los deberes adquiridos. El
nuevo contrato se prolongaba hasta 1703. La
Compañía debía introducir 30.000 piezas de
indias en siete años. Los puertos de recepción
oficiales eran Cumaná, Caracas, La Habana,
Cartagena, Portobelo, Veracruz y Honduras.
El número de esclavos introducidos por
Cartagena entre 1698 y 1702 por la Compañía de
Cacheo fue de 9.853, a razón de 2.395 personas
por año. Entre 1640 y 1703, Cartagena debió tener
aproximadamente el mismo número de personas
africanas que Lima y el Perú en ese periodo.
Siendo así, se cuantifican 20.000 para Lima y
30.000 para todo el Perú en 1640. Esto, por
supuesto, sin tener una idea del orden de
magnitud del contrabando holandés.
Ararás y popós en Cartagena
Durante el periodo de los asientos holandeses
los africanos procedían de las factorías situadas
en la costa del África centro-occidental: la Costa
de Barlovento, la Costa de Oro y el puerto de
Ouidah. En 1570, Sebastiao Lopes habló de los
futuros popó y ardra o ararás. Ya en 1575,
Garcia-Mendes Castello Branco,
explorador portugués, escribía:
Con nuestro amigo, el rey de Ardra,
nosotros enviamos a tratar a esclavos negros,
marfil, telas de algodón, aceite de palma, y
muchas legumbres como el ñame y otros
alimentos.
Estos escritos hablan del Reino de
Allada, el cual estaba en pleno auge en
1658. Se sabe de su florecimiento gracias
a las crónicas dejadas por los misioneros
que el rey Felipe IV de España había
enviado a esa región. Por ellos se tiene
hoy una descripción de la ciudad de Allada
rodeada de murallas. El término arará fue una
invención de los portugueses, quienes daban a las
personas el nombre del reino que visitaban. En
otros casos pusieron a los africanos los nombres
de los accidentes geográficos más próximos a sus
lugares de habitación. En realidad los ararás eran
las poblaciones ewé-fon, que aún hoy habitan las
actuales repúblicas de Togo y Benín.
El Reino de Benín
Según las tradición oral, el Reino de Benín
hacía parte de los Estados yorubas que se
constituyeron a partir de los nietos de Oduduwa,
quien reinaba en la ciudad de Ife, situada en la
actual República de Nigeria. Los escogidos de
Oduduwa fueron Owu, Ketu, Benín, Illa, Sabe,
Popó y Oyo. El Reino de Benín fue uno de los
primeros Estados yoruba visitado por los
portugueses. Localizado al suroeste de
Ife, se constituyó en un gran reino desde
el siglo XII.
La tradición enseña que la gente de Benín
solicitó un príncipe al rey de Ife. Oduduwa les
envió a su hijo Oranyan. Es muy probable que este
acontecimiento haya sucedido hacia el año 1300.
En el siglo XV profundos cambios transformaron
Guerrero
tomado de O
trato dos
viventes, Luiz
Felipe de
Alencastro, São
Paulo,
Companhia das
Letras, 2000
•
15
•
esta monarquía y el pequeño Estado se convirtió
en un gran reino. El hombre que llevó a cabo esta
transformación se llamaba Eware. La tradición
afirma que Eware reformó su ejército para
ampliar sus territorios. La creación de un gran
reino lo comprometió a realizar guerras
constantes contra sus vecinos.
Eware reconstruyó la capital. Dentro de la
ciudadela había una gran avenida que separaba el
palacio del resto de la ciudad. En ella se hallaban
los barrios que albergaban numerosas
corporaciones de artesanos y de especialistas al
servicio del soberano. El palacio propiamente
dicho comprendía tres departamentos: el
guardarropa, los servidores personales del
soberano y el harem. La realeza del soberano del
Benín era sagrada: él era la encarnación de la
divinidad en la tierra y mediante su sabiduría se
llegaba al diálogo con los ancestros. La
civilización que se desarrolló entre Ife y
Benín creó un arte refinado de estatuas de
bronce. Éstas se conocen como los
bronces de Benín y en muchos casos son
representaciones de las cabezas de los
oni, es decir, de los grandes jefes que
siempre tenían una investidura religiosa. A
partir del siglo XV, estas cabezas se
realizaron mediante la técnica de la cera
pérdida. En 1910, el alemán Leo
Frobenius descubrió las esculturas de Ife.
Los ararás o ewé-fon fueron, sin duda, mayoría
en Cartagena a finales del siglo XVII. También
llegaron los minas, quienes en realidad
eran gente akán, procedentes de Costa de
Oro, por entonces bajo el control inglés.
Los europeos los llamaban minas porque
los embarcaban en la zona aledaña al
Castillo de El Mina. Antes de 1727 se
exportaban 20.000 personas por año. A partir de
1789 el tráfico disminuyó hasta 5.500 personas de
esa región. El padre Labat escribió a propósito de
los ewé-fon:
Los llaman aradas y hablan de un barco
que trajo una armazón directamente de Juda
o Jura [Ouidah] y la vendió toda en uno o
dos días. [...] Son los mejores para los
trabajos fuertes de hacienda. […] Los
varones usan una especie de falda llamada
candale […]. Prefieren la carne de perro a
cualquier otra [...]. Los de Arda, así como los
de Mina, Juda, Assigni y esta costa en
general son de un color menos bello que los de
Senegal, Gambia, Cabo Verde, Angola y
Congo.
Otros autores señalan que,
•
16
•
debido a unas rayas profundas que
les ciñen todo el rostro por ambos lados
y que rematan en la boca, muchos no
quieren comprar estos negros así señalados
por el pavor que les causa verlos y así los dan
por menos precio, pero los que no tienen
señales en el rostro son hermosos de
facciones.
Los popós o xwlas fueron descritos por
el jesuita Sandoval en 1627:
En la desembocadura del río de la Vuelta
[Volta] está una isla despoblada donde
empieza con el rescate el poderoso reino de
los popóes.
Los xwlas fueron conocidos por los primeros
portugueses que realizaron exploraciones en esta
costa entre 1472 y 1580. Ellos los llamaron popó.
Es probable que este nombre surja de una
onomatopeya imitando la palabra nativa kpókpó,
verbo frecuente de la lengua de este pueblos. O
quizá sea la reproducción del título otorgado
antiguamente a la muralla real conocida como
Aja-Kpókpó. El Reino Popó pertenece al
conjunto de Estados yorubas situados
entre el Volta y Camerún. Entre estos
pueblos del bosque el uso del hierro,
desde los primeros siglos de la era
cristiana, habría permitido penetrar la espesura y
acrecentar la densidad de población, del mismo
modo que en la selva ecuatorial
congolesa. Los popós hacían parte del
gran Reino de Benín, con el cual los portugueses
ligaron tratos comerciales y diplomáticos desde
su llegada a esa costa. En la región donde vivían
los popós hubo un gran mercado de esclavos, el
cual ha sido descrito de la siguiente forma:
El pueblo debía estar situado sobre un
islote y se conoce como el mercado de Appa.
Según este documento de 1682, al pueblo
llegan embarcaciones cargadas de telas de
Bini y allí confluyen numerosos esclavos, que
son comprados y transportados por la
laguna hasta los mercados de la costa. Ese
comercio por la laguna es ciertamente un
monopolio de los xwlá.
Durante la primera mitad del siglo XVIII,
Francia e Inglaterra se disputaron el control del
comercio negrero. Entre 1704 y 1713 los franceses
controlaron el tráfico mediante el contrato de
asiento obtenido por la Compañía Francesa de
Guinea. En nueve años de transacciones la
Compañía desembarcó oficialmente en Cartagena
a 3.913 personas africanas, a razón de 435 por
año. Esta cifra significa no sólo una fuerte
introducción ilegal, sino también el fracaso del
asiento francés.
Los esclavizados introducidos oficialmente por
la Compañía Francesa procedían del puerto de
Ouidah, de donde deportaban gente de la cultura
ewé-fon. A partir de 1706 la Compañía fue
autorizada a negociar con los holandeses, quienes
controlaban el mercado de Curazao. La gente
africana vendida por los holandeses de Curazao a
la Compañía procedían de la factoría de El Mina,
exportadora de personas de la cultura akán, que
los europeos llamaron mina.
Entre 1714 y 1740, con la intervención del
príncipe de Anjou –nieto de Carlos II de
Inglaterra– ante el monarca español, los ingleses
tomaron el relevo del control del comercio
negrero. El nuevo contrato comprometía hasta
1740 al soberano británico a introducir en las
colonias 144.000 piezas de indias a razón de 4.800
por año.
Entre 1714 y 1736 la Compañía del Mar del
Sur, perteneciente a los ingleses, desembarcó
oficialmente en Cartagena a 10.475 personas
africanas, a razón de 476 por año. La mayor parte
procedían de Jamaica y entraban ilegalmente. El
puerto debió acoger 1.000 personas por año, lo
cual daría alrededor de 30.000 africanos
introducidos entre 1710 y 1740.
Los africanos transportados por los
ingleses procedían de Costa de Oro,
seguidos por otros grupos oriundos de la
región del Golfo de Benín. Para esta
época hubo una disminución de la
presencia de la gente de cultura ewé-fon
en Cartagena, pero empezó a aparecer la
gente procedente del Golfo de Biafra. Entre 1714
y 1740, periodo del asiento inglés, la presencia de
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Para este periodo, la gente africana
procedente de Senegambia, conocida como de los
ríos de Guinea, había prácticamente
desaparecido, mientras que los carabalíes,
procedentes del Golfo de Biafra, comenzaban a
llegar masivamente. Estos tales carabalíes eran
muy probablemente gente de cultura ibo, pero los
europeos les pusieron el nombre de carabalíes
por habitar en las orillas del río Calabar.
Cultivaban el arroz en las ciénagas, como la
gente de la Alta Guinea, y poseían minas de oro.
También practicaban el comercio de larga
distancia y su principal producto de exportación
hacia otras regiones era la nuez de kola. Al igual
que los pueblos del norte, eran
productores de sal.
A principios del siglo XVIII, las minas
del Pacífico constituían el primer distrito
minero de la Nueva Granada. Las
provincias de Nóvita y Citará se
convirtieron en la principal fuente de oro
para el imperio español. Sin duda se
hallaban en ellas gentes de origen yoruba,
como fueron los popós, los ewé y los ibo.
los minas fue mayoritaria en Cartagena, seguidos
por los ararás (ewé-fon).
Minas y carabalíes o la gente
akán, fanti-ashanti e ibo en
Cartagena de Indias
Según Sandoval, los minas habitaban
al occidente del río Volta. Se les llamaba así
porque eran deportados desde el Castillo de El
Mina. Al analizar los datos históricos acerca de su
ubicación geográfica, los expertos afirman que los
minas corresponderían a los pueblos akán,
quienes hablan una lengua llamada twi. Bajo esta
denominación también debió llegar gente
perteneciente a la cultura fanti-ashanti, quienes
fueron muy numerosos en las islas del Caribe, en
especial en el Archipiélago de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina. A finales del
siglo XVII y durante el siglo XVIII,
llegaron abundantemente a través de las
factorías inglesas, suecas, francesas,
holandesas, danesas y
brandemburguesas, allí establecidas
[...]. Jamaica recibió muchos de cultura
fanti-ashanti [...], pasaron numerosos
esclavos akán, legalmente o de
contrabando, a Cartagena y a otras
zonas de Tierra Firme a partir,
principalmente, del primer cuarto del siglo
XVIII.
Jogar Capoeira o
la dansa de la
guerra
Johann Moritz
Rugendas, abril de
1835, litografía,
tomada de V. A. Huber,
Viaje pintoresco al
Brasil
Entre 1724 y 1728 llegaron a Cartagena
2.390 esclavos, de los cuales pasaron por
Honda (con destino al Chocó, Cali y
Popayán) 1.275, es decir, el 53%. Y en 1729 el
gobernador del Chocó encontró 3.000 esclavos
en la Provincia de Nóvita y 150 en la de
Citará.
Fin de la trata
El periodo comprendido entre 1740 y
1810 se caracterizó por la disminución
general del tráfico negrero, debido en parte a la
guerra contra Inglaterra, que se prolongó hasta
1748. La crisis del puerto de Cartagena se explica
por varias razones: primero, el aumento del precio
de los bozales. Segundo el auge de los criollos, en
particular en Popayán. Terminado el asiento
inglés, la Corona volvió al sistema de las licencias,
las cuales fueron otorgadas a los virreyes
americanos, quienes estaban encargados de
negociarlas. Entre 1746 y 1757 el asiento de José
Luis de Noriega introdujo oficialmente 12.957
personas africanas. En 1758 José de
Arrechederreta, negrero de Cartagena, fue
autorizado por el virrey Solís para introducir 2.000
piezas de indias y dos toneles de harina. En 1763
la marquesa de Valdehoyos prefirió utilizar la
licencia que le había acordado el virrey de la
Zerda para introducir 10.801 toneles de harina de
trigo y 1.052 esclavizados. Entre 1765 y 1772 la
Compañía Gaditana de Negros se benefició del
asiento. En su contrato se comprometió a
introducir 1.500 africanos por año, para un total
de 12.000, sólo trajo 985 a Cartagena; sin
embargo, importó 6.853 toneles de harina. Entre
1782 y 1789 el virrey Caballero y Góngora reactivó
•
17
•
el comercio entre Cartagena y las prósperas
Antillas inglesa y holandesa. Este nuevo impulso
comercial tenía como base su política liberal. Él
mismo acordaba los permisos para la importación
directa de los esclavizados desde las islas del
Caribe. Es muy posible que esta medida
favoreciera el contrabando. A partir de
1789 se inició la fase de libre comercio y
fin de la trata por Cartagena. Para tonificar
el comercio negrero se permitió su libre
importación a Cuba, Santo Domingo,
Venezuela y Puerto Rico y, en 1791, a
Cartagena, Riohacha, Montevideo y
Buenos Aires. Sin embargo, los efectos de
esta medida no fueron estimulantes para
este puerto, pues de 1791 a 1794 sólo se registró
el ingreso oficial de 262 africanos.
Según el historiador Germán Colmenares,
entre 1740 y 1810 Cartagena sólo recibió 15.176
de origen africano. Su procedencia estaba
determinada por las tendencias de la trata
inglesa, pues Jamaica se había convertido en el
principal centro de aprovisionamiento para los
negreros de Cartagena. Entre 1740 y 1780 el Golfo
de Biafra fue el lugar privilegiado de
aprovisionamiento de los ingleses. Durante la
segunda mitad del siglo XVIII se repartían
equitativamente entre carabalíes (probablemente
ibos e ibibos-efik) y ararás de lengua ewé-fon.
También aparecen algunos minas (akán de lengua
twi) y para el fin del siglo un regreso notable de
los angolas.
A partir de 1780 la gente africana procedente
de Angola y Mozambique casi igualó a los ibos o
carabalíes del Golfo de Biafra y redujeron a los
minas a un pequeño porcentaje.
DESTINOS EN
LA NUEVA GRANADA
El viaje entre las costas del África occidental y
el puerto negrero de Cartagena de Indias duraba
tres meses. Muchos africanos perdieron la vida o
prefirieron suicidarse a soportar el
cautiverio y los castigos. A pesar del
hambre, las enfermedades y el maltrato,
más del 75% de los embarcados en los
puertos africanos llegaron al principal puerto
negrero de América: Cartagena de Indias. El trato
deplorable que recibían hizo que escritores como
Alonso de Sandoval, testigo de la trata por
Cartagena a principios del siglo XVII, escribiera:
•
18
•
Van tan apretados, tan asquerosos y tan
maltratados, que me certifican los mismos
que los traen que vienen de seis en seis con
argollas por los cuellos y, estos mismos, de
dos en dos con grillos en los pies, de modo que
de pies a cabeza vienen aprisionados, debajo
de la cubierta, cerrados de por fuera, donde
no ven sol ni luna, que no hay español que se
atreva a poner la cabeza en el escotillo sin
Toma de la ciudad
de Cartagena por
Francis Drake
ca. XVI-XVII, grabado tomado del
Atlas de mapas antiguos de
Colombia. Siglos XVI a XIX,
Eduardo Acevedo Latorre,
Bogotá, Editorial Arco, 1986,
lámina XVI
Vista general
de Cartagena
E. Thérond, ca. 1869, grabado
tomado de Voyage à la
Nouvelle Granade, Charles
Saffray, París, 1869
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Plano del
puerto de
Cartagena de
Indias
siglo XVIII,
grabado, 59 x 92
cm, Bogotá,
Archivo General
de la Nación,
mapoteca 6, ref.
114
almadiarse, ni perseverar dentro una hora
sin riesgo de grave enfermedad. Tanta es la
hediondez, apretura y miseria de aquel
lugar .
El impacto de la Conquista en las poblaciones
nativas tuvo como consecuencia la
paulatina disminución de la productividad
de la economía colonial. Por esta razón
los propietarios de minas, hacendados,
transportadores y comerciantes
presentaron solicitudes a las autoridades
españolas en las cuales pedían que fueran traídos
esclavos negros del África. Desde los primeros
decenios del siglo XVI, la gente del África
comenzó a trabajar en las principales actividades
económicas de la Nueva Granada: la minería, la
agricultura, la ganadería, la construcción, el
transporte y todos los oficios requeridos en la vida
diaria de pueblos y ciudades.
Cartagena de Indias:
puerto negrero
Comerciantes de esclavos de la Nueva
Granada, traficantes peruanos y ecuatorianos
esperaban con ansia la llegada de los barcos
negreros al puerto de Cartagena. Durante el siglo
XVII esa ciudad portuaria se convirtió en el
principal mercado de esclavos de toda la
América hispánica.
Fundada el 13 de enero de 1533 por Pedro de
Heredia, Cartagena de Indias fue la puerta de
acceso de los diferentes pueblos africanos a lo
que hoy es Colombia. Estaba situada en una bahía
generosa y segura para el arribo de las naves. A
pesar de la carencia de agua potable, Heredia
decidió fundarla confiado en las posibilidades que
representaba como puerto natural.
El canal de Bocachica es la antigua entrada a
la bahía. Al sur de Tierra Bomba se hallan caños
arenosos; el más importante es el del
Estero, que comunica con el Canal del
Dique, construido en el siglo XVII para poner al
puerto en comunicación con el río Magdalena. El
Caño del Estero también daba acceso hacia los
ríos Sinú y Atrato.
La antigua Cartagena de Indias comprendía el
núcleo original y el arrabal de Getsemaní, unidos
por el puente de San Francisco. Los conventos de
Santo Domingo, San Francisco, San Diego, Santa
Clara y Santa Teresa hacían parte de sus
edificaciones religiosas más importantes.
•
19
•
Plano del puerto de la
ciudad y de las
fortalezas de
Cartagena
ca. XVIII, grabado de autor
francés tomado del Atlas
de mapas antiguos de
Colombia. Siglos XVI a
XIX, Eduardo Acevedo
Latorre, Bogotá, Editorial
Arco, 1986, lámina XXI
Plano de la ciudad de
Cartagena de Indias,
situada a los
10º25’48’’ de latitud
boreal y a los 301º19’
de longitud, contados
desde el meridiano de
Tenerife
1735, grabado de autor
francés, 18 x 32 cm,
Bogotá, Archivo General
de la Nación, mapoteca 4,
ref. X 5
•
20
•
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A
En 1586 sir Francis Drake, pirata inglés,
desembarcó con mil hombres que venían en
veintitrés navíos y saqueó la ciudad. El
gobernador, Fernández Bustos, huyó hacia
Turbaco mientras Drake se instalaba en su casa y
exigía el pago de 400.000 ducados por el rescate
del puerto. Obtuvo 107.000 de las negociaciones
que realizó con el obispo de Cartagena, además
de cuanto había pillado: oro, plata, perlas y joyas
personales de los vecinos, 80 piezas de artillería y
las campanas de toda la ciudad. Arrasó con 248
casas y derrumbó tres arcos de la catedral para
demostrar su fiereza.
Ese mismo año Bautista Antonelli inició las
fortificaciones. El Castillo de San Matías fue
construido a la entrada de Boca Grande. En 1631
se levantaron los fuertes en las islas de Manga y
Manzanillo. Años después, Pedro Zapata
construyó el Castillo de San Felipe de Barajas.
Poco antes de mediados del siglo se había
construido el Castillo de San Luis en Boca
Chica. Sin embargo, los esfuerzos para
fortificar la ciudad no fueron suficientes: en
1697 el pirata francés Pointis la asaltó y
bombardeó, partiendo con 2.000 marcos
de oro.
A finales del siglo XVII Cartagena de Indias
contaba con 2.500 familias de origen europeo. El
comercio negrero fue la principal actividad
mercantil durante todo el siglo. Militares, clérigos
y vecinos, además de usufructuar del negocio de
la trata, eran dueños de tierras y esclavos. Un
siglo antes habían alrededor de 68 asentamientos
indígenas en las inmediaciones de la ciudad. La
gente africana los reemplazaba en las
labores domésticas urbanas y rurales.
Entretanto, las naves negreras
portuguesas, holandesas, francesas e
inglesas desembarcaban cientos de miles
de africanos destinados al cautiverio. En
1687 Cartagena tenía 1.952 esclavizados.
En otras regiones de la provincia, como
Mompox, se contaban hasta 628 africanos
o descendientes de gente del África.
Según Alonso de Sandoval, quien publicó
su libro en 1627, por cada europeo que
habitaba la ciudad había siete personas
de origen africano.
San Andrés,
Providencia
y Santa Catalina
El otro lugar de arribo importante de
gente africana en el Caribe colombiano lo
constituyó el Archipiélago de San Andrés,
Providencia y Santa Catalina. Durante el
siglo XVII España y Portugal eran las
grandes potencias imperiales. Sin
embargo, Francia e Inglaterra vivían en
querella con estas naciones. El motivo de
su enojo radicaba en la repartición que el papa
Alejandro VI había hecho del Nuevo Mundo en
1493. El pontífice había trazado una línea
imaginaria entre los polos norte y sur. Los
territorios situados a cien leguas de las islas Azores
serían de dominio español y los que se hallaban
hacia el oriente corresponderían a Portugal. De
este modo, Inglaterra quedó excluida del reparto
de tierras del Nuevo Mundo. Esto hizo que los
ingleses idearan una política beligerante respecto a
sus asuntos marítimos. En 1558, cuando Isabel I
subió al trono, tomó la decisión de valerse de la
piratería para organizar una guerra contra los
españoles y sus posesiones en América. Piratas
como Hawkins, Drake y Morgan empleaban sus
fuerzas, sus hombres y sus navíos en el robo de
barcos españoles y en el asalto a las ciudades
portuarias a donde llegaban todas las riquezas del
interior del continente. El oro de la Nueva
Granada, la plata de México y Perú, y muchas otras
riquezas obtenidas con el trabajo de los africanos
esclavizados, iban a parar a las naves de piratas y
corsarios.
En 1588 los españoles decidieron hacer frente
a esta situación con la famosa flota conocida
como la Armada Invencible. Sin embargo, la
marina real inglesa salió ganadora en este
combate en alta mar. Este hecho allanó el
camino de los ingleses en la ocupación de
los territorios españoles en el Caribe.
En 1631 el velero Seaflower llegó a la
isla de Providencia. Los ingleses habían
identificado éste como un sitio estratégico
por encontrarse en la ruta de los galeones
españoles que transitaban entre La
Habana, Portobelo y Cartagena; era un
lugar privilegiado para el pillaje. En ese
periodo los ingleses convirtieron a
Providencia en una plaza fortificada con 49
cañones y 9 fortalezas, desde donde hicieron la
guerra a los españoles.
Diez años más tarde los españoles lanzaron
una operación desde Cartagena para recuperar
Providencia. Los ingleses partieron. La gente
africana que trabajaba en calidad de esclava
quedó bajo el mando del gobernador Gerónimo de
Ojeda. Sin embargo, tres años antes, en 1638,
Perspectiva del
Fuerte de la
Libertad en la
isla de la Vieja
Providencia o
Santa Catalina
formado por el
coronel L. P. D. L.,
julio de 1822,
acuarela y tinta
sobre papel, 23 x 44
cm, Bogotá, Archivo
General de la
Nación, mapoteca 4,
ref. 359A vc 459
•
21
•
Tipo negro
del
Magdalena
Edward
Walhouse Mark,
ca. 1843-1846,
acuarela tomada
de Acuarelas de
Mark, Bogotá,
Banco de la
República, 1963
•
22
•
había tenido lugar una revuelta debido a la
penosa esclavitud que vivían. Desde que los
ingleses se habían instalado en la isla, los
africanos y sus descendientes habían sido
destinados al cultivo del tabaco, luego al del
algodón y más adelante a otros como el índigo. Es
muy probable que durante esta revuelta muchos
esclavizados hayan huido hacia la isla de San
Andrés.
Empero, la estadía de los españoles en
Providencia fue breve. La toma militar de
la isla de Jamaica, realizada por los
ingleses en 1655, les abrió nuevas
perspectivas. En diez años transformaron
a Jamaica en un emporio de riqueza y en
la base principal de todas las actividades
de piratería en el Caribe. Desde allí
volvieron a idear planes para recuperar a
Providencia.
Un año después de la toma de Jamaica, el
pirata Morgan desembarcó en Providencia para
realizar su reconquista. Sin embargo, cuando la
rentabilidad del azúcar se impuso a las ganancias
del pillaje, San Andrés y Providencia perdieron
interés para los ingleses.
En realidad fue el cultivo del algodón,
impulsado por Francis Archbold en 1789, el que
arraigó la población inglesa y africana, en muchos
casos procedente de Jamaica. Durante este
periodo también fueron los esclavizados quienes
trabajaron en la plantación algodonera.
Años más tarde, los africanos que aún
llegaban a estas islas, tanto como sus
descendientes, se dedicaron con gran
éxito al cultivo del coco.
Los isleños conservaron las historias y
leyendas de corsarios. Mientras sus vidas se tejían
al vaivén de los intereses de las potencias
europeas, la gente del Caribe insular
colombiano afinaba las artes de la
navegación marítima, la construcción de barcos,
la pesca y la agricultura.
OfiCIOS EN LA
NUEVA GRANADA
Cada africano o africana que llegaba a
Cartagena de Indias, y luego a las diferentes
localidades de la Nueva Granada, representaba
una mano de obra cualificada. El trabajo de la
minería y la orfebrería, los conocimientos en
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Plano y perfil del Fuerte
de San Fernando, que
demuestra el estado en
que se halla el cimiento
de la muralla real el día
de la fecha
Antonio de Arévalo,
18 de agosto de 1753, tinta y
aguada sobre papel, 20 x 31
cm, Bogotá, Archivo General
de la Nación, mapoteca 4, ref.
402A vc 555
agricultura, pesca y ganadería, y los saberes sobre
las plantas y animales eran sólo algunos
de los atributos que interesaban a los
mercaderes en el momento de la
transacción. Los mercados negreros ofrecían
personas procedentes de sitios muy diversos que
poseían variados saberes y tecnologías. Los
españoles conocían sus destrezas gracias a las
crónicas sobre el África sub-sahariana que
circulaban en Europa desde la Edad
Media. Por eso el precio de los cautivos
no sólo dependía de su fortaleza física:
saber extraer el oro de peñas y ríos,
cultivar la tierra, ocuparse del ganado, atender la
cocina, herrar los animales de tiro o cualquier
otro dominio, por ejemplo curar con plantas,
significaba un valor adicional que repercutía en el
precio. Una vez conducidos a sus nuevos ámbitos
de vida, en las minas, haciendas y ciudades de
todo el territorio, fueron intercambiando sus
saberes acerca de la selva y las sabanas con
españoles, indígenas y mestizos. Del mismo modo,
los legados africanos se adaptaron a los nuevos
entornos de vida.
Constructores de
ciudades
Los grandes centros económicos y
políticos de la Nueva Granada debían
reflejar en la arquitectura su poderío y su riqueza.
Ciudades como La Habana, Santiago de Cuba y
Santo Domingo, entre las más notables, fueron
adquiriendo perfiles monumentales. Este también
fue el caso de Cartagena de Indias que, a lo largo
de los siglos XVI, XVII y XVIII, vio transformar su
fisonomía urbana con la construcción de iglesias,
palacetes, puentes, acueductos, caminos, pozos y
casas. Las necesidades defensivas de Cartagena
eran considerables. Por su puerto salían todas las
riquezas destinadas a enriquecer las arcas del rey
en España. Del mismo modo, las naves españolas
traían toda suerte de mercancías necesarias para
la vida de las colonias. Por esta razón las obras
públicas, en particular las fortificaciones, se
Provincia de
Barbacoas.
Fabricante de
faluchos y canoas
Manuel María Paz, 1853,
acuarela sobre papel, 24
x 32 cm, Bogotá,
Biblioteca Nacional de
Colombia, colección
Comisión Corográfica,
lámina 42
convirtieron en un imperativo. En ellas trabajaron
los africanos y sus hijos.
En 1571 el gobernador de Cartagena solicitó
dineros a España para ampliar el muelle, pues era
insuficiente. En esta obra fueron utilizadas
personas africanas confiscadas a sus
propietarios por haber sido introducidas de
contrabando. En 1610, cuando se realizaba la
construcción de las murallas definitivas, el
gobernador de Cartagena, Diego de Acuña,
requirió más dinero para adelantar las obras. En
1612 el rey le respondió que pidiera a los vecinos
españoles de la ciudad que prestarán a sus
esclavos para poner en marcha la construcción
del baluarte de San Felipe. Siete años más tarde
el presupuesto se había terminado. Los
funcionarios del rey escribieron a España
rindiendo un informe de las fortificaciones
realizadas, en el que subrayaban que, si no se
enviaba dinero para continuar, sería necesario
despedir a “200 negros” que se desempeñaban
como canteros y albañiles.
Los dominicos también solicitaron al rey
fondos para terminar la construcción de la
catedral. Algunos años antes habían pedido
licencia para introducir “dos esclavos negros, uno
carpintero y otro albañil”, a fin de emplearlos en
las obras del monasterio. Ejemplos como estos
muestran la manera como la gente africana
participó activamente en la construcción de las
defensas y de la arquitectura religiosa que le ha
valido a la ciudad de Cartagena ser catalogada
como patrimonio histórico de la humanidad.
Los bogas
Durante todo el periodo colonial el río
Magdalena fue la vía más importante para
comunicar a la región andina con el mar Caribe y
Europa. La Flota de Indias, que llegaba a
Cartagena procedente de España, aprovisionaba
los territorios americanos en ropa, aceites, vinos y
otras mercancías apetecidas por los
españoles residentes en el Nuevo Mundo.
Sin embargo, remontar el río hasta Honda
requería pericia y fortaleza. Era un trabajo brutal
de doce horas diarias en canoas con catorce
•
23
•
Champanes
cerca de
Mompox
Edward Walhouse
Mark, ca. 18431846, acuarela
sobre papel, 17 x
23 cm, colección
Biblioteca Luis
Ángel Arango,
Bogotá
Cerros de
Carapu entre
Guaduas y
Honda. Un
champán o
canoa usada en
el Magdalena
•
24
•
Edward Walhouse
Mark, 17 de junio
de 1845, acuarela
sobre papel, 12,5 x
17,5 cm, colección
Biblioteca Luis
Ángel Arango,
Bogotá
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bogas que cargaban hasta diez toneladas de peso.
En los primeros años de la Conquista los
indígenas fueron utilizados por los españoles para
garantizar el transporte de personas y
mercancías, pero, como en la mayoría de las
actividades, fueron desplazados por la gente
africana y sus descendientes. La fortaleza física y
la destreza para esquivar los peligros del río eran
cualidades fundamentales de los bogas o
navegantes que pasaban sus vidas entre
las aguas. La imagen que se tiene de ellos
es la de hombres robustos, francos,
inteligentes y maliciosos. También se dice que
vivían contentos, pues, a diferencia de otros
esclavizados, gozaban de permanente movilidad y
estaban en contacto con la naturaleza, es decir,
llevaban una vida más independiente.
El número de pasajeros crecía en la medida
en que se afianzaban las actividades económicas.
En 1550 se idearon los champanes, canoas de
unas quince varas de largo, dos de ancho y un
metro de profundidad, con una cubierta en forma
de arco en el centro de la embarcación. Mientras
los bogas remaban para hacerlo avanzar, los
españoles y sus hijos se refugiaban del sol bajo del
arco de palma.
Provincia del
Chocó. Vista
del río San
Juan, modo
de navegar en
él
Manuel María
Paz, 1853,
acuarela sobre
papel, 30 x 24
cm, Bogotá,
Biblioteca
Nacional de
Colombia,
colección
Comisión
Corográfica,
lámina 68
Una cuelga en
la angostura de
la Candelaria.
Río Guadalupe
Henry Price, 1852,
acuarela sobre
papel, 29 x 22 cm,
Bogotá, Biblioteca
Nacional de
Colombia,
colección Comisión
Corográfica, lámina
16
productividad minera.
En 1550, en las minas de Buriticá (Antioquia),
se hallaban numerosos africanos que explotaban
el oro. Al año siguiente fueron censados dos mil
trabajadores entre indígenas y africanos que
laboraban en las minas de Almaguer. La
presencia de estas poblaciones también fue muy
importante en la producción minera del actual
departamento de Caldas. En 1572 Juan López de
Velasco señaló la presencia de mil mineros de
origen africano. Cinco años más tarde se realizó
un censo en la región del Chocó, más
exactamente en los afluentes del río San Juan,
donde se encontraron más de 2.685 personas
africanas con su descendencia.
A lo largo de los siglos XVII y XVIII estas cifras
no hicieron más que aumentar. En 1782 la
población de origen africano en el Chocó alcanzó
a representar casi 20.000 personas, de las cuales
7.088 vivían en calidad de esclavos y 10.987 eran
libres. Entre 1724 y 1728 llegaron a Cartagena
2.390 africanos, de los cuales 1.275 pasaron al
Chocó, Cali y Popayán, es decir el 53%. Esto se
explica porque durante el siglo XVIII las minas
del Pacífico colombiano estaban en plena
producción.
De este modo las minas de veta y los placeres
de los ríos se convirtieron en el hábitat de
muchas personas africanas durante el periodo
colonial. Allí vivieron un destino que jamás
escogieron: la esclavitud. Su trabajo se realizaba
de sol a sol, en los socavones o en las orillas de los
ríos, donde lavaban las arenas auríferas en una
batea con un movimiento circular que permitía
liberar las pepitas de oro. Esta técnica, conocida
como mazamorreo, se sigue practicando.
Las cuencas de los ríos Cauca y Magdalena
Los mineros
La explotación de las minas de oro fue la
principal actividad económica a la cual se vieron
vinculados los africanos y sus descendientes en la
Nueva Granada. El 20 de diciembre de 1544
Sebastián de Belalcázar escribió al rey para
solicitarle la importación de cautivos originarios
de África con el propósito de reemplazar a los
indígenas quienes, además de haber disminuido
por los impactos de la Conquista, también
llevaban a cabo rebeliones que paralizaban la
•
25
•
Mapa de la
Provincia de
Chocó y parte
meridional de
Panamá con las
fundaciones
hechas en Cupica
1783, aguadas, 38 x 48
cm, Bogotá, Archivo
General de la Nación,
mapoteca 4, ref. 136A
Plano de las bocas
del Atrato y de su
puerto y ensenadas
de la costa
Guillermo Eduardo
Coutin, 1832, tinta y
aguada sobre papel,
Bogotá, Archivo General
de la Nación, mapoteca
4, ref. 21A vc. 459
Río Tunando
(Chocó)
•
26
1807, aguada sobre
papel, 21 x 28 cm,
Bogotá, Archivo General
de la Nación, mapoteca
4, ref. 541A
•
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Provincia de Barbacoas.
Modo de lavar oro
Manuel María Paz, 1853, acuarela
sobre papel, 31 x 24 cm, Bogotá,
Biblioteca Nacional de Colombia,
colección Comisión Corográfica,
lámina 47
Lavadoras de
oro en el río
Guadalupe
Henry Price, 1852,
acuarela sobre
papel, 28 x 20 cm,
Bogotá, Biblioteca
Nacional de
Colombia, colección
Comisión
Corográfica, lámina
15
•
27
•
también fueron escenarios de la minería del oro.
Para llevar a cabo estas labores se constituyeron
cuadrillas, es decir, equipos de trabajo,
inicialmente compuestos sólo por hombres
africanos y sus hijos. Poco a poco los dueños de
minas introdujeron mujeres esclavizadas en estos
equipos de trabajo. De esta nueva situación
fueron surgiendo familias y formas de asociación
que serían fundamentales para la conservación de
las tradiciones culturales recibidas de los
ancestros africanos.
herramientas para las cuadrillas. Los dueños de
las minas, a veces también dueños de haciendas,
destinaron parte de la mano de obra esclavizada a
producir alimentos para solucionar las crisis de
abastecimiento en las zonas mineras. En estas
haciendas, llamadas de trapiche, se cultivaba la
caña de azúcar, se elaboraban mieles y se
producían fríjol, arroz, granos y frutas.
En el siglo XVIII el tabaco, el añil y la quina
eran cultivados en pequeña escala por indios,
mestizos, africanos y su descendencia. Salvo
circunstancias muy especiales, los esclavizados
siempre tuvieron cultivos de autosubsistencia en
los que se mezclaron las técnicas ancestrales y
las influencias del momento. En esa misma
época muchos de los esclavizados de las zonas
mineras del Chocó solicitaron a sus amos
pedazos de tierra para tener sus propias
plataneras.
Los agricultores
Según algunos misioneros que
habitaron el Caribe durante los siglos XVII
y XVIII, la gente de origen arará (ewé-fon)
era la mejor para los trabajos fuertes de la
hacienda. Al final del siglo XVIII un
cronista escribió que los arará eran de
gran estimación en América porque eran fuertes,
valientes y resistían el trabajo. Este tipo de
información nos permite comprender que la costa
Caribe fue diferente de otras regiones de la Nueva
Granada, donde la gente africana trabajaba sobre
todo en la minería. En cambio, en el litoral Caribe
fueron dedicados a los cultivos de plátano, arroz,
coco y caña de azúcar.
No obstante, la actividad minera creó la
necesidad de mayor suministro de alimentos y
•
28
•
Los ganaderos
Trapiche
indígena de
caña de azúcar
Edward Walhouse
Mark,
1844, acuarela
sobre papel, 17,1 x
25,3 cm, colección
Biblioteca Luis
Ángel Arango,
Bogotá
En la costa Caribe el hato ganadero se
convirtió en fundamento de la economía regional.
El pastoreo del ganado cebú fue una de las
actividades principales en la cual también estuvo
involucrada la gente del África y sus
familias. Algo similar ocurrió en las
haciendas del sur del país, especialmente en el
Cauca.
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Grupo de
vaqueros
G. Vuiller [sobre
croquis de M. A.
Urdaneta], siglo
XIX, grabado
tomado de
Explorations aux
isthmes de
Panama et Darien
en 1876-1877-1878,
Armand Reclus,
s.f.
Hoy en día, el palenque de San Basilio es un
testimonio de la importancia de la cría, cuidado y
pastoreo de ganado vacuno entre las poblaciones
descendientes de africanos del litoral Caribe. El
manejo de los rebaños era una actividad conocida
por los pueblos del África occidental que llegaron
a la región. Las gentes de los ríos de Guinea se
destacan en las crónicas portuguesas del siglo XV
por ser diestros ganaderos.
Otros oficios
Una vez que las recuas de mulas se
alejaban de las ciudades portuarias para
llevar las mercancías tierra adentro, no se
contaba siempre con caminos abiertos.
Los africanos esclavizados despejaron la
selva a machete para poder transportar los bultos
y cargas sobre sus hombros. Durante el siglo
Soto. Tejedoras y
mercaderas de
sombreros nacuma
en Bucaramanga.
Tipos blanco,
mestizo y zambo
Carmelo Fernández,
1851, acuarela sobre
papel, 22 x 29,6 cm,
Bogotá, Biblioteca
Nacional de Colombia,
colección Comisión
Corográfica, lámina 137
•
29
•
Provincia del Chocó.
Vista de una calle de
Nóvita
Manuel María Paz, 1853,
acuarela sobre papel, 31
x 24 cm, Bogotá,
Biblioteca Nacional de
Colombia, colección
Comisión Corográfica,
lámina 65
XVIII, en el Chocó, esta actividad, conocida como
el portazgo, fue combinada con la
comercialización de víveres.
En todas las ciudades, villas y pueblos de la
Nueva Granada se desempeñaron como herreros,
artesanos, carpinteros, sastres, pajes, aguateros,
domésticos, leñadores, cazadores. Picaron piedra,
alimentaron calderas, procesaron sal marina al
rayo del sol y extrajeron perlas en el Cabo de la
Vela (La Guajira). Siempre fueron excelentes
pescadores y músicos. Las mujeres se
desempeñaron en la venta callejera de alimentos,
como lavanderas y cocineras. También fueron
nanas de leche, es decir, nodrizas que criaban a
los hijos de sus amos.
En Popayán y otras ciudades las
mujeres de origen africano tenían el control de la
fabricación de espermas para las festividades
religiosas de los santos patronos. En los
Santanderes se dedicaron a la fabricación y venta
de sombreros y se ocuparon del procesamiento
del tabaco. Durante la época colonial, en la Nueva
Granada, los oficios de los africanos y sus
descendientes fueron tan variados como las
actividades económicas de las regiones en las
cuales les tocó vivir.
El cocinero del champán
Edward Walhouse Mark, ca.
1843-1846, acuarela sobre
papel, colección Biblioteca
Luis Ángel Arango, Bogotá
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Ocaña. Mujeres
blancas
Carmelo Fernández,
1851, acuarela sobre
papel, 27 x 19,2 cm,
Bogotá, Biblioteca
Nacional de
Colombia, colección
Comisión
Corográfica,
lámina 123
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Corográfica, lámina
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