i ., I¡ ! 'i LA PROTECCIÓN Jesús SUMARIO: 1. INTRODUCCIÓN.-II. ! ¡ DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA CAPACIDAD I GONZÁLEZ PÉREZ Catedrático de Derecho Administrativo JURÍDICA Y DE OBRAR ! DEL MENOR DE EDAD.-l. El menor de edad.-2. La madurez como criterio determinante de la capacidad.-3. La intervención del Ministerio Fiscal.--4. Intervención en los procedimientos en que esté implicado.-III. FUNDAMENTO DE LA PROTECCIÓN JURÍDICA AL MENOR Y ACCIÓN ADMINISTRATIVA-l. El pleno desarrollo de las personas humanas.-2. Los valores informantes de la protección.-3. La acción administrativa.-a) Manifestaciones de la acción administrativa.-b) Policía.-c) Fomento.-d) Servicio público.-a') Servicios encaminados al desarrollo de la infancia, en especial en cuanto se refiera a los derechos enumerados en la ley.-b') Servicios para atender situaciones de desprotección social.-IV. LA PROTECCIÓN JURÍDICA DEL MENOR y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LIBERTADES PÚBLICAS.-l. Los derechos fundamentales del menor y los derechos de los demás.-2. Reglamentación especial.-3. Publicidad.--4. Publicaciones.-a) El derecho a la libertad de expresión y las limitaciones impuestas por el Decreto 118911982.-b) Doctrina del Tribunal Supremo.e) La STC 52/1995.-d) Crítica.-il') Planteamiento.-b') La reglamentación del derecho a la libertad de expresión.-c') La falta de norma con rango de ley reguladora del ejercicio del derecho.-il') La colisión entre los derechos fundamentales.-5. Televisión.-V. MEDIDAS PARA GARANTIZAR LA PROTECCIÓN.-l. Incumplimiento del ordenamiento vigente.-2. Defensa de los derechos del menor.-3. Defensa frente a los ataques derivados de la libertad de información.--4. Protección en situaciones de riesgo o posible desamparo.-a) Denuncia.-b) Atención inmediata y principio de colaboración.-c) Evaluación de la situación.-il) Actuación. 1. INTRODUCCIÓN La «protección de la juventud y la infancia» aparece en la Constitución de 1978 en el artículo 20, dedicado a reconocer y proteger los siguientes derechos: a la libertad de expresión; a la protección y creación literaria, artística, científica y técnica; a la libertad de cátedra, y a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. Y aparece en este artículo, en su número 4, como uno de los límites a estos derechos. Lo que no puede resultar más expresivo. Porque no existía peligro mayor para la juventud y para la infancia que el ejercicio que se haría de aquellos 1I JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 716 derechos. Como el de otros que la Constitución asimismo consagraba. Así lo ha puesto de manifiesto la evolución de la jurisprudencia, que ha llegado a sacralizar las libertades de expresión e información. en el tomo 1 de La democracia en América 1, al referirse a que el mayor peligro de las repúblicas americanas proviene de la omnipotencia de la mayoría, citaba el siguiente párrafo de una carta de J efferson a Madison en 1798: «la tiranía de los legisladores es actualmente y será todavía por espacio de muchos años, el peligro más tremendo, y la del ejecutivo vendrá luego, pero en período más remoto». La tiranía del Ejecutivo llegó. Y la tiranía del contubernio de uno y otro. Pero lo que no pudo prever es que llegaría otra más peligrosa: la de los medios de comunicación 2. TOCQUEVILLE, No estaban de más, ciertamente, aquellas limitaciones que el artículo 2004 estableció, aunque de poco han servido ante la interp:r:.etación que ha acabado de prevalecer. Por supuesto, no es éste el único artículo de la Constitución que se refiere a la protección del niño. El artículo 39, primero del capítulo que se dedica a «los principios rectores de la política social y económica», asegura la protección «social, económica y jurídica de la familia» -norma que a la vista de la realidad jurídica y social ulterior parece una burla de los constituyentes- y termina con esta declaración general: «Los niños gozarán de la protección prevista en los acuerdos internacionales que velan por sus derechos.» Porque la protección de la juventud y de la infancia ha constituido siempre -y en especial úItimamentepreocupación de los Estados y de los órganos in ternacionales. El 20 de noviembre de 1989 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptaba la Convención sobre los derechos del niño, que fue ratificada por España el 30 de noviembre de 1990. Ante las condiciones «excepcionalmente difíciles» en que viven los niños en todos los países del mundo, se estimó necesaria la cooperación internacional de los Estados para su protección y desarrollo armónico, siguiendo y reforzando lo que ya se había establecido en importantes Declaraciones y Pactos internacionales anteriores, como la Declaración de Ginebra sobre los Derechos del Niño de 1924. Por su parte, el Parlamento Europeo, por la Resolución A-017211992, aprobó la Carta Europea de los Derechos del Niño. Como indica la DeclaI Traducción española de Cerrillo Escobar, Madrid, 1911,1, p. 374. Al tema me referí en Administración pÚblica y libertad, Méjico, 1971, pp. 39 ss., y La degradación del derecho al honor, Ed. Civitas 1993. 2 LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 717 ración de las Naciones Unidas sobre Derechos del Niño, éste, «por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento». Es, por tanto, la falta de madurez física y mental lo que justifica esta protección especial, que tendrá por finalidad, consiguientemente, el desarrollo físico, mental y -como añade la Ley española 25/1994, art. 17- moral. La Ley Orgánica 1/1996, de 15 de enero, ha modificado el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil, a fin de hacer realidad en este ámbito los compromisos asumidos al ratificar la Convención de 1989, que en su artículo 4 había establecido: «los Estados partes adoptarán todas las medidas administrativas, legislativas y de otra índole para dar efectividad a los derechos reconocidos en ella». 111 No pretendo hoy examinar todas las proyecciones de 'la protección jurídica del menor que la Convención trata de garantizar, sino que vaya limitarme al ámbito jurídico-administrativo. Las Administraciones públicas no sólo vendrán obligadas a respetar los derechos que el niño tiene como toda persona y el derecho que por su falta de madurez tiene «a cuidados y asistencias especiales» (como consagraba solemnemente la Declaración Universal de Derechos Humanos), sino en todas sus manifestaciones no olvidar aquella finalidad. A través de la función de policía tratarán de impedir cualquier actividad que atente de cualquier manera contra aquellos derechos; mediante la de fomento tratarán de estimular su desarrollo físico y mental y establecerán servicios públicos con esta finalidad específica. Normas no faltan. Ni internacionales. Ni de la Unión europea. Ni estatales. Ni autonómicas. Ni siquiera municipales al plasmarse la preocupación de los Ayuntamientos en Ordenanzas de muy diverso signo. Lo que falta es la voluntad de cumplirlas 3. Cuando no se desvirtúan, a través de interpretaciones muchas veces inexplicables, o, mejor, perfectamente explicables en un mundo degradado por la quiebra de los valores morales. Por otro lado, éste ha sido el destino de buena parte de las normas jurídico-administrativas. Tratemos, sin embargo, de ofrecer una panorámica de las que tienen por finalidad la protección de la juventud y de la infancia. Pero antes de examinar desde esta perspectiva cada una de las modalidades de acción administrativa, me referiré al tema de la capacidad del menor en este ámbito, que no será sino una proyección del más general de la capacidad jurídica y de obrar. El hecho ha sido destacado en el ámbito procesal por RUlZ VADlLLO en la conferencia que con el título «Protección a la juventud y a la infancia" pronunció en el acto de clausura del Congreso de Academias de Jurisprudencia Iberoamericanas celebrado en Madrid en octubre 1996, que se publicará en los Anales de la Academia de .lurispnldencia y Legislación. 3 I I t!1 it , ! , .¿ ¡ 1I i, ¡~ i 1 í i 1 ¡ ¡ 1 !, i f ¡¡ \ •• JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 718 11. CAPACIDAD 1. JURÍDICA Y DE OBRAR DEL MENOR DE EDAD El menor de edad r- Si alguna norma, como el artículo 20A de la Constitución española, se refiere a la «protección de la juventud y de la infancia», el único concepto jurídicamente relevante es el de la mayoría de edad 4, se protege a los que no han llegado a la mayoría de edad. De aquí que la Convención de 1989 determine que para los efectos en ella previstos se entienda por niño todo ser humano menor de dieciocho años, salvo que en virtud de la ley que le sea aplicable haya alcanzado antes la mayoría de edad (art. 1), lo que se reitera en términos literales en el artículo 1 de la Ley española de 15 de enero de 1996. y esta Ley Orgánica, que tiene por objeto la protección jurídica del menor, sienta entre sus principios generales que «las limitaciones a la capacidad de obrar de los menores se interpretarán de forma restri~tiva». Planteando, por lo pronto, la cuestión de hasta qué punto es cierto que se protege siempre al menor eliminando las restricciones a su capacidad de obrar. Porque, en efecto, si pensamos en el ejemplo del menor de edad que va a morir porque no se le presta el tratamiento médico adecuado por ser contrario a las convicciones religiosas de sus padres, es indudable que reconocer cuanto antes la capacidad al menor para que sea él quien decida sobre la negativa del tratamiento, según el artículo 10.6 de la Ley General de Sanidad, se está protegiendo al menor. Pero supongamos que, por el contrario, es el menor de edad el que se niega al tratamiento, por impedírselo así la religión que profesa, a la que ha llegado en ejercicio del derecho a la libertad de ideología, conciencia y religión que le reconoce el artículo 6.1 de la Ley Orgánica 1/1996, libertad a cuyo ejercicio los padres tiene el deber de cooperar, según este mismo artículo (núm. 3), que parece olvidar el derecho que a los padres reconoce el artículo 27.3 CEo Desde esta perspectiva ya no está tan claro que el aumento de la esfera de la capacidad de obrar del menor constituya una mejora positiva en su protección. De aquí la importancia de determinar lo más nítidamente posible el momento en que se fija la línea divisoria entre la capacidad y la incapacidad del menor, desde cuándo puede ejercer libremente los derechos sin intervención de los padres, tutores o guardadores, y el sistema que arbitra el ordenamiento para resolver los conflictos que puedan plantearse en este orden. 4 FERNÁNDEZ 1984, II, p. 528. DE MIRANDA, en Comentarios a la Constitución (dirigidos por O. ALZAGA), Madrid, LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 2. 719 La madurez como criterio determinante de la capacidad ¡; , ! j El artículo 162 del Código Civil (redactado según la reforma introducida por la Ley 11/1981, de 13 de mayo) después de sentar como regla general que «los padres tienen la representación legal de sus hijos menores no emancipados», exceptúa «los actos relativos a derechos de la personalidad u otros que el hijo, de acuerdo con las ,leyes y con sus condiciones de madurez, pueda realizar por él mismo». I ¡ ~1 La línea divisoria entre capacidad o incapacidad radica, por tanto, en un concepto tan indeterminado jurídicamente como el de la madurez, que tanto juego ha dado en el ámbito de los matrimonios canónicos para declarar nulidades. La Ley Orgánica 111996 emplea otro término no menor indeterminado: que «tenga suficiente juicio» (art. 9). Criterio que llevado a sus últimas consecuencias conduciría a negar capacidad a buen número de mayores de edad que ocupan puestos relevantes en la política y en la sociedad de nuestros días. I I I I I I Lo que responde a un fenómeno al que se refiere la Exposición de Motivos de la citada Ley Orgánica 111996, en los siguiente términos: «Las transformaciones sociales y culturales operadas en nuestra sociedad han provocado un cambio en el estatus social del niño, y como consecuencia de ello se ha dado un nuevo enfoque a la construcción del edificio de los derechos humanos de la infancia. Este enfoque reformula la estructura del derecho a la protección de la infancia vigente en España y en la mayoría de los países desarrollados desde finales del siglo xx, y consiste fundamentalmente en el reconocimiento pleno de la titularidad de derechos en los menores de edad y de una capacidad progresiva para ejercerlos El desarrollo legislativo postconstitucional refleja esta tendencia introduciendo la condición de sujeto de derechos a las personas menores de edad. Así, el concepto "ser escuchado si tuviere suficiente juicio" se ha ido trasladando a todo el ordenamiento jurídico en todas aquellas cuestiones que le afectan. Este concepto introduce la dimensión del desarrollo evolutivo en el ejercicio directo de sus derechos.» ,~ 11; ¡ ¡Cómo si los menores de edad no eran ya, sujetos de derechos antes de esta legislación progresista! ¿Se ha olvidado el legislador de 1996 que el artículo 29 del Código nos dice que el nacimiento determina la personalidad y que hasta se le reconoce al concebido no nacido «para todos los efectos que le sean favorables»? Lo cierto es que el límite para determinar si el menor de edad tiene capacidad para ejercer los derechos sin la asistencia de los padres o tutores radica en la madurez. Al menos para ciertos derechos. Porque la Ley Orgánica ¡ I j I i i I JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 720 1/1996 sigue exigiendo para el ejercicio de ciertos derechos el consentimiento expreso de padres o tutores, sin matización alguna, como para promover y convocar reuniones, aunque no para participar en ellas (art. 7.3). Para participar no existe límite alguno. Y ¿qué pasa si ese menor que participa en una reunión o manifestación causa con su conducta un daño patrimonial? ¿Responden los padres que no puedan oponerse a la libérrima voluntad del hijo en ejercicio de una libertad constitucional? ¿Hasta que punto sería aplicable el artículo 1.903 del Código? ¿o estamos ante un supuesto de irresponsabilidad y debe soportar el daño el dueño del automóvil incendiado o el comerciante del local saqueado? ¿O debe responder el Estado y pagar todo a través del sistema tributario? ¿Debe responder el padre, si no por culpa in vigilando, sí por culpa in educando por no haber sabido educar al niño en el respeto a los principios democráticos de convivencia, como impone el artículo 27.2 CE? El tema ha adquirido especial relevancia en el consentimiento para someterse a tratamiento médico y a ensayos clínicos, al estar en juego el derecho a la vida. El problema del consentimiento para el tratamiento médico -en especial para las transfusiones de sangreha sido estudiado por Diego ESPÍNen su comunicación a la Academia de Jurisprudencia del pasado curso 5. Del consentimiento para someterse a ensayos clínicos me he ocupado en un trabajo publicado en el número 6 de los Cuadernos de Derecho Europeo Farmacéutico 6. En el Decreto 561/1993, regulador de los ensayos clínicos, se establecen importantes limitaciones cuya finalidad es la protección del menor. Concretamente, las siguientes: a) Respecto de los tipos de ensayos admisibles: En los que tienen interés terapéutico, que sólo serán admisibles «cuando no puedan ser efectuados en sujetos no afectados por estas condiciones especiales, debido a que la patología en estudio sea la propia de aquéllos» (art. 11.2). - En los que no tengan fin terapéutico, aparte de que sea necesario que se haga en menores, que el ensayo no supone ningún riesgo previsible para la salud y que se obtendrán conocimientos útiles y relevantes (art. 11.4). En cuanto al consentimiento (según el arto 12.4) se exige, antes de la realización del ensayo, además del consentimiento del representante legal: b) - El del menos, a partir de doce años, después de haberle dado toda la información pertinente adoptada a su nivel de entendimiento. - Poner en conocimiento del Ministerio fiscal. 5 «Libertad religiosa y protección a la salud en la transfusión de sangre», Anales, núm. 26, pp. 127 ss. 6 Titulado Derechos Jill1damentales de la persona ante los análisis clínicos. Sobre el tema, vid. También M.a Victoria DIOS VIEITEZ, «Ensayos clínicos con medicamentos: cuestiones jurídico-administrativas», Revista jurídica de Navan"a, núm. 17 (enero-junio 1994), pp. 37 ss. " LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 3. 721 La intervención del Ministerio Fiscal En la reglamentación de la protección de ciertos derechos anteriores a la Ley Orgánica 1/1996, adquiría un papel relevante para la determinación de si existía o no agresión ilegítima el consentimiento del titular. Así, en la Ley Orgánica 1/1982, de 5 de mayo, de protección civil del derecho al honor, a la intimidad personal Y'familiar y a la propia imagen. Según el artículo 2.2 no se apreciará intromisión ilegítima en el ámbito protegido cuando «el titular del derecho hubiese otorgado al efecto consentimiento expreso». Consentimiento, que, según el artículo 3, se presentará por los menores de edad «si sus condiciones de madurez lo permiten», y en otro caso, «mediante escrito por su representante legal». Sólo en este último supuesto deberá ponerse en conocimiento del Minis..terio Fiscal, que podrá oponerse en el plazo de ocho días, en cuyo caso «resolverá el Juez» (art. 3.2). Pues bien, supongamos que se estima que el menor reúne las condiciones de madurez y presta su consentimiento, por ejemplo, para ser utilizado en una campaña para fomentar el uso de los preservativos, como en aquella célebre del «póntelo, pónselo». Si el padre, tutor o guardador entienden que aquello para lo que ha prestado su consentimiento el menor «maduro» atenta contra le honor o la intimidad personal, ¿es que no puede oponerse? Sí puede el Ministerio Fiscal reaccionar en el supuesto contrario de que un padre desalmado hubiera prestado su consentimiento atentatorio a la dignidad personal del menor, al haber tenido que ponerlo en conocimiento del Ministerio Fiscal; pero no cuando es el menor el que consiente. l' Esta aberración de la Ley Orgánica 1/1982, ha sido superada en la Ley Orgánica 1/1996, al disponer en el artículo 4.3 y 4 que: «3. Se considera intromisión ilegítima en el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen del menor cualquier utilización de su imagen o su nombre en los medios de comunicación que pueda implicar menoscabo de su honra o reputación, o que sea contraria a sus intereses, incluso si consta el consentimiento del menor o de sus representantes legales. 4. Sin perjuicio de las acciones de las que sean titulares los representantes legales del menor, corresponde en todo caso al Ministerio Fiscal su ejercicio, que podrá actuar de oficio o a instancia del propio menor o de cualquier persona interesada, física, jurídica o entidad púb1ica.» ¡ ;111 l· 11 No debe limitarse esta norma al supuesto concreto de] derecho al honor, a la intimidad familiar y a la propia imagen. Debe extenderse a todos los supuestos en que entre el menor supuestamente maduro y los que ejercen la patria potestad, tutela o corutela exista discrepancia. Y en general, siempre que el ejercicio del derecho se traduzca en un atentado a los bienes o valores que justifican la protección, tal y como establece el artículo 7, Ley Orgá- ~ ~ ., ¡ • JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 722 Oto. nica 1/1996, al regular el derecho de participación, En el último párrafo del número 2 dispone: asociación y reunión. «Cuando la pertenencia de un menor o de sus padres a una asociación impida o perjudique el desarrollo integral del menor, cualquier interesado, persona física o jurídica o entidad pública, podrá dirigirse al Ministerio Fiscal para que promueva las medidas jurídicas de protección que estime necesarias.» 4. Intervención en los procedimientos en que esté implicado El artículo 12 de la Convención de 20 de noviembre de 1989 establecía: «1. Los Estados partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño en función de la edad y madurez del niño. 2. Con tal fin, se dará en particular al niño oportunidad de ser escuchado en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente o por medio de un representante o de un órgano apropiado, en consonancia con las normas de procedimiento de la ley nacional.» Esta norma ha sido recogida en el artículo 9 de la Ley Orgánica 1/1996 en los siguientes términos: «1. El menor tiene derecho a ser oído, tanto en el ámbito familiar como en cualquier procedimiento administrativo o judicial en que esté directamente implicado y que conduzca a una decisión que afecte a su esfera personal, familiar o social. 2. Se garantizará que el menor pueda ejercitar este derecho por sí mismo o a través de la persona que designe para que le represente, cuando tenga suficiente juicio. No obstante, cuando ello no sea posible o no convenga al interés del menor, podrá conocerse su opinión por medio de sus representantes legales, siempre que no sean parte interesada ni tengan intereses contrapuestos a los del menor, o a través de otras persona que por su profesión o relación de especial confianza con él puedan transmitirla objetivamente. 3. Cuando el menor solicite ser oído directamente o por medio de persona que le represente, la denegación de la audiencia será motivada y comunicada al Ministerio Fiscal y a aquéllos.» III. 1. FUNDAMENTO DE LA PROTECCIÓN Y ACCIÓN ADMINISTRATIVA JURÍDICA AL MENOR El pleno desarrollo de la personalidad humana La Convención sobre los derechos del niño adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas de 20 de noviembre de 1989 establecía LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 723 que el niño «por su falta de madurez física y mental necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento». Es, por tanto, la falta de madurez física y mental lo que justifica la protección especial. La protección irá encaminada, por tanto, al pleno desarrollo de la personalidad. Protección, como dice el artículo de la Ley 25/1994, del desarrollo físico, mental y moral. Si en orden al desarrollo físico y mental no parecen existir diferencias acusadas en los ordenamientos de cada Estado ni entre éstos y los Tratados y Convenios internacionales, sí existen -y abismal es- en orden al desarrollo moral. Los valores que han de informar la protección son muy distintos y hasta manifiestamente contradictorios. Ni siquiera existe coincidencia en algo tan elemental como la proyección de una declaración que figura en el preámbulo de la Convención sobre los Derechos del Niño. Se proclama solemnemente en él: «Que el niño, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, debe crecer en el seno de la familia, en un ambiente de felicidad, amor y comprensión.» Pero se tienen ideas muy distintas de qué sea familia, felicidad y amor. Ya no se considera familia la constituida por un hombre y una mujer unidos en matrimonio, sino las uniones más o menos estables «de convivencia efectiva» (en términos de la Ley Penal Militar de 13 de abril de 1989, art. 53.2) o «convivencia en análoga relación de afectividad a la cónyuge con independencia de su orientación sexual» [en término del art. 16.b) de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 24 de noviembre de 1994]. Qué se entiende por felicidad va desde la concepción más hedonista que la centra en la consecución del placer hasta la concepción cristiana, que quiere una felicidad no pasajera, sino honda, serena, humana y sobrenatural. y ni siquiera vale la pena descender a las tremendas existen entre las distintas concepciones sobre el amor. 2. Los valores informantes diferencias que de la protección Por supuesto, la Convención sobre los Derechos del Niño impone tener en cuenta «las tradiciones y valores culturales de cada pueblo para la protección y el desarrollo armónico del niño». Y, consiguientemente, la educación del niño deberá estar encaminada a «inculcar al niño el respeto de sus padres, de su propia identidad cultural, de su idioma y sus valores, de los valores nacionales del país en que vive, del país de que sea originario y de las JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 724 civilizaciones distintas a la suya» (art. 29.1. de la Convención). Pero siempre dentro del espíritu de los ideales proclamados en la Carta de las Naciones U nidas. Lo dice en términos rotundos el preámbulo de la Convención: «El niño debe estar plenamente preparado para una vida independiente en sociedad y ser educado en el espíritu de los ideales proclamados en la Carta de las Naciones Unidas, y en particular en un espíritu de paz, dignidad, tolerancia, libertad, igualdad y solidaridad.» La Constitución de 1978, en su artículo 27.2 dice que «la educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales». Nadie puede disentir -ni disientede tan claras y rotundas determinaciones. Pero se parte de concepciones de la dignidad de la persona tan distintas que en nombre de ella se llega a soluciones radicalmente contrarias sobre cuestiones tan de nuestros días como la admisibilidad de ciertas formas de procreación y manipulaciones gen éticas, el aborto, la dispo¡nibilidad de órganos humanos, los experimentos médicos con personas y la eutanasia. Pues, en definitiva, estamos ante concepciones tan opuestas como la que vincula la dignidad a la filiación divina del hombre y la que, rompiendo toda relación con el Creador, sólo ve en ella la libertad más absoluta, aunque sea manifestación de los más bajos instintos 7. El olvido del fin último del hombre ha conducido a graves desviaciones. De aquí la preocupación de la Iglesia por recordado en aspectos tan importantes como la educación (en la Declaración «Gravíssimun educationis») y en los medios de comunicación social (Decreto <dnter mirifica» ). 3. La acción administrativa a) Manifestaciones de la acción administrativa Los Estados -entre los que se encuentra el españolque ratificaron la Convención de 20 de noviembre de 1989 se comprometieron a adoptar «todas las medidas administrativas, legislativas y de otra índole para dar efectividad a los derechos reconocidos en ella» (art. 4). En el Estado español ha existido siempre una especial sensibilidad en orden a la protección del menor, lo que se ha traducido en su Ordenamiento jurídico, no siempre informado a través de la historia por los mismos principios. Y ha tratado de cumplir los compromisos adquiridos al ratificar la 7 i' ~ Me remito a mi trabajo La dignidad de la persona, Civitas, 1986, pp. 19 Y 199. • LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 725 Convención. Otra cosa es en qué medida la múltiple y compleja legislación dictada ha quedado en letra muerta y la interpretación dada a normas muchas veces equívocas, deliberadamente equívocas. La acción administrativa no se ha limitado a una función puramente preventiva de protección del desarrollo de la personalidad del menor, limitando toda actividad que pudiera representar un peligro a ese desarrollo y reaccionando frente a los atentados que se consumaren. La acción administrativa ha sido también positiva, estimulando y fomentando el desarrollo a través de la acción, fomento y de cualificados servicios públicos. Actividades de policía, fomento y servicio público que no siempre han sido congruentes con los principios informantes ni con los valores que debían realizar. La acción administrativa que podemos calificar de policía ha ocupado siempre un papel prevalente. Como recordaba al principio de este trabajo, la protección de la juventud y de la infancia aparece en la Constitución como un límite a una serie de derechos fundamentales en el artículo 20A. y limitativas son un buen número de disposiciones dictadas, muchas de ellas cataiogables entre la llamada tradicionalmente policía de la moralidad 8. Pero son cada días más frecuentes, al lado de los servicios públicos, medidas de fomento. i b) Policia L. ~; Las medias de policía han tenido como finalidad tanto la protección física como la moral del menor. Van desde las encaminadas a evitar el daño físico producido por juguetes (Directiva 88/378 CEE, de 3 de mayo 1988) hasta la prohibición de despachar bebidas alcohólicas o la vacunación obligatoria, en el aspecto físico. , , tratando de evitar que lleguen a los menores informaciones no adecuadas a su desarrollo (art. 5, LO 1/1996) e imponiéndole asimismo a él, en el ejercicio de la libertad de expresión, limitaciones para garantizar el respeto de los derechos de los demás y la salud, moral u orden público (art. 8, LO 1/1996). Pero siempre sin llegar a la censura previa. Esta nunca. Y no sólo porque la prohíbe la Constitución (art. 20.2) terminantemente, sino porque es una de las palabras malditas. LÓPEz QUINTAS nos ha descrito muy gráficamente esta técnica de manipulación del lenguaje 9. Me remito a mi trabajo AdministraciÓn pÚblica y moral, Civitas, 1995, pp. 45 ss. QUINTAS, Estrategia del lenguaje y manipulaciÓn del hombre, 2.a ed., Madrid, 1980, Y Las experiencias de vértigo y la subversiÓn de valores, Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1986. H ') LÓI'EZ > , i'1' ¡ y en el moral, I~ 111 - ; JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 726 Medidas de policía son también las que limitan el ejercicio por el menor de sus derechos fundamentales. La Convención, en su artículo 13, dirá: «1. El niño tendrá derecho a la libertad de expresión; ese derecho incluirá la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de todo tipo sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o impresas, en forma artística o por cualquier otro medio elegido por el niño. 2. El ejercicio de tal derecho podrá estar sujeto a ciertas restricciones, que serán únicamente las que la ley prevea y sean necesarias: a) Para el respeto de los derechos o la reputación de los demás; o b) Para la protección de la seguridad nacional o el orden público o para proteger la salud o la moral públicas.» c) Fomento En la propia Constitución de 1978 se prevén acciones de fomento que aun no referidas específicamente a los menores, éstos ,serán incuestionablemente sus principales beneficiarios, como el artículo 43.4, que establece que «los poderes públicos fomentarán la educación sanitaria, la educación física y el deporte». O el 44, al imponer a los poderes públicos promover y tutelar el acceso a la cultura. La Ley Orgánica 1/1996, en su artículo 7 se refiere a la promoción de la constitución de órganos de participación, y en su artículo 11.2.e) y f) a «sensibilizar a la población ante situaciones de indefensión del menor» y a «promover la participación y la solidaridad social». Son frecuentes las campañas con fines diversos, como la desafortunada campaña sobre el uso de preservativos que se llevó a cabo el año 1990 por iniciativa de la entonces ministra de Asuntos Sociales, de la que dejé constancia en mi comunicación presentada en la Sesión Plenaria de la Academia de Ciencias Morales y Políticas celebrada el 13 de junio de 1995 y publicada en los Anales 10. Por lo pronto, una precisión: la campaña se instrumentó como de fomento de la salud pública; pero el mensaje implícito e indirecto -mejor subliminalno era otro que éste: para ser feliz hay que tener una relación sin más resultado que el placer, presuponiendo que la libre relación sexual entre jóvenes y adolescentes es moralmente indiferente. La campaña se realizó a través de un espacio publicitario en TV, una cuña publicitaria para la radio y unos carteles colocados en centros escolares, todo ello acompañado de reparto gratuito de preservativos en los colegios a adolescentes y jóvenes menores de edad por parte del Consejo de la Juven10 Me remito a mi t:-abajo Administración pÚblica y moral, cit., pp. 57 ss. LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 727 tud, al que se sumaron las Juventudes Socialistas, según parece, con un entusiasmo análogo al que desplegaron las juventudes de otras épocas para romper las imágenes de una «Gilda» que se atrevía a dejar asomar una bellísima pierna a través de la apertura de su falda que entonces se estimaba exagerada. El lema de aquella campaña fue el célebre «póntelo, pónselo» 11. Algunas Asociaciones de Padres de Familia y de Alumnos reaccionaron, interponiendo los recursos procedentes ante los Tribunales Contencioso-Ad11 Vale la pena dejar constancia del contenido de la campaña. Su texto es más expresivo que cualquier comentario. Tal y como consta en las actuaciones judiciales del recurso contencioso-administrativo a que dio lugar la campaña, es el siguiente: l. la el lo el Spot publicitario en TV Se representa la escena de un grupo de chicos y chicas en un gimnasio con su profesor durante clase de educación física. Aparece la figura de un adulto, que parece ser el director del colegio, cual, durante su inspección de las actividades de los alumnos, des~ubre en el vestuario un condón, toma, va al lugar donde se encuentran los alumnos y, tras decir algo al oído al profesor, muestra preservativo a los alumnos, que se ríen por lo bajo, y les dice con tono serio y de recriminación: -He encontrado esto en el vestuario, ¿de quién es? Ante el silencio inicial de los alumnos, insiste: -¿Que de quién es esto? Se levanta un chico y responde: -Mío. Después se levantan sucesivamente otros muchos y van diciendo: -Mío, mío, mío ... El director se queda sin palabras y la escena se corta: A continuación aparece en la pantalla el siguiente texto, que es leído por una voz en off: «El preservativo es el medio más eficaz para la prevención de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual. Póntelo. pónselo.» 2. Cuñas publicitGlias para la radio A) Un joven canta: «Yo, para ser feliz, uso un condón, yo, para ser feliz, uso un condón. Antes de que se me olvide y que un virus me oxide, yo, para ser feliz, uso un condón.» Después una voz dice: «Si quieres ser completamente feliz en tus relaciones sexuales usa el condón. Así sentirás placer, tranquilidad y evitarás los embarazos no deseados y las enfermedades de transmisión sexual como la hepatitis B y el SIDA». Se repite de nuevo la canción inicial. Para terminar, la voz dice: «Póntelo. Pónselo. Asuntos Sociales.» B) Ministerio de Sanidad y Consumo, Instituto de la Mujer y Ministerio de Un joven canta: «Lo primero es lo primero, abre pronto esta bolsita, sólo ver la gomita ya me pone a cien. Colócalo con esmero, así no pasan microbios, ni bacilos ni agobias. Lo estás haciendo muy bien, muy bien. Lo estás haciendo muy bien, muy bien. Lo estás haciendo muy bien, muy bien, muy bien ...» Acto seguido, dice un locutor: I JESÚS 728 GONZÁLEZ PÉREZ ministrativos, por entender que la campaña violaba el derecho que la Constitución reconoce a los padres en relación con la formación moral de sus hijos (art. 27.3), infringía el principio de neutralidad en materia religiosa que proclama el artículo 16 de la Constitución, el derecho del niño a la protección prevista en los tratados internacionales (art. 39.4 de la Constitución) y suponía un atentado a la moralidad pública al venir a fomentar la promiscuidad sexual. Porque, ciertamente, el Estado no confesional no tiene obligación de asumir en su ordenamiento y en su actividad administrativa la moral sexual de la Iglesia Católica ni la de ningún otro grupo religioso «Si cuando haces el amor usas el preservativo, lo estás haciendo muy bien. Te estás ahorrando muchas preocupaciones, riesgos de contagios y embarazos no deseados. Póntelo. Pónselo. Ministerio de Sanidad y Consumo, Instituto de la Mujer y Ministerio de Asuntos Sociales.» C) Una chica canta: «y no me corta nada decírselo a mi chico: chaval, es bueno usar preservativos, controlo la jugada. Ponérselo me resulta divertido. Y no me corta nada, nada, lIevarlo en el bolsillo, pedirlo en la farmacia. No me corta nada, que ya soy mayorcita para andar con bobadas. Y no me corta nada.» Un locutor dice: «Nada, nada. Tú no te cortes. Utiliza el preservativo en tus relaciones sexuales, es el medio más eficaz para evitar embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual como hepatitis B o el sida. Póntelo. Pónselo. Ministerio de Sanidad y Consumo, Instituto de la Mujer y Ministerio de Asuntos Sociales.» D) Cantan alternativamente un chico y una chica: Él: «Le he dicho a Carmen Mary que tengo ganas, pero ella se niega a venir a la cama.» Ella: «Mi médico me ha dicho que controle el sexo y que no lo haga jamás sin eso.» Él: «Dime que es eso.» Ella: «Un preservativo». Él: «Que me lo ponga, ¿con qué motivo?» Ella: «Contra los virus, contra los hongos, no te preocupes, yo te lo pongo. Mira que fácil.» Él: <<iQuébien lo pones!» Ella: «Esto previene las infecciones, también evita los embarazos que no se buscan.» Él: <<iVayaun puntazo! Mi Carmen Mary mala un montón. Estar con ella bien vale un condón.» Ella: «¿Condón has dicho? ¿Dime que es eso?» Él: «Si te lo explico, ¿me das un beso?» Ella: «No seas idiota. Dime que es eso.» Él: «Primero el beso.» Ella: «Dime que es eso.» Una voz añade: «Eso es un preservativo. La forma más segura para hacer el amor sin riesgo de un embarazo no deseado o de enfen'ledades como la hepatitis B o el SIDA. Póntelo. Pónselo. Ministerio de Sanidad y Consumo, Instituto de la Mujer y Ministerio de Asuntos Sociales.» 3. Carteles En la parte superior se hallan frases borradas alusivas a las enfermedades En el centro del cartel se representa el envase de un condón. En la parte inferior está escrito: «Póntelo. pónselo». de transmisión sexual. LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 729 o ideológico, pero tampoco tiene derecho a emprender acciones que representen de hecho una enseñanza moral contraria a las convicciones de cualquiera de los grupos ideológicos y religiosos. Por ello, habida cuenta de las diversas valoraciones morales del comportamiento sexual que existen en la sociedad española, el Estado debe abstenerse de toda actuación que signifique tomar partido por cualquiera de ellas. En concreto, la campaña para la prevención de las enfermedades de transmisión sexual y del SIDA podría haberse realizado legítimamente, respetando las diversas opciones morales, si se hubiera limitado a informar sobre las diversas formas de prevenir los contagios, comenzando por la abstinencia de relaciones desordenadas, y se hubiera invitado a los jóvenes a poner los medios que considerasen conformes con sus propia conciencia. Respetando la libertad de conciencia y el derecho primario y fundamental de los padres a la educación de sus hijos, la educación moral de los jóvenes en materia sexual es también responsabilidad y competencia del Estado. Pese a los intentos del abogado del Estado de que se declarase inadmisible el recurso contencioso-administrativo por entender -siguiendo una vieja y tradicional trayectoriaque faltaba el acto objeto de recurso contencioso-administrativo -como si la campaña hubiese surgido por generación espontánea, sin acto legitimador ni medios económicos procedentes de las arcas del Tesoro-, la Audiencia Nacional entró a examinar la cuestión de fondo. Y la Sección Primera de la Sala de lo Contencioso-Administrativo, con el voto en contra de su presidente, Juan Antonio Rossignoli Just, estimó el recurso. Pero estimó el recurso basándose principalmente en razones de salud pública y falta de veracidad en la información -que también habían sido invocados por la Asociación demandante-o Concretamente, en los Fundamentos de Derecho sexto y séptimo, se dice: «En resumen, la campaña publicitaria, tal y como ha sido llevada a cabo, no es ajustada a Derecho tanto por la inveracidad de afirmaciones esenciales de la misma como por haber incumplido la normativa aplicable en la materia, de inescusable observancia, y en particular, por no haber indicado, ni directa ni indirectamente, los riesgos que no evita el uso del preservativo; antes al contrario, se ha afirmado, de modo expreso y sin matizaciones, que valerse de él en las relaciones sexuales "es la forma más segura de hacer el amor sin riesgo de embarazos no deseados o de enfermedades como la hepatitis B o el SIDA. Afirmaciones como ésta pueden ser entendidas, según afirma la actora, si no como una aprobación de la promiscuidad sexual existente en mayor o menor grado en nuestra sociedad, sí al menos, conforme a elementales reglas del comportamiento de la voluntad humana, como un fomento cierto -por desinhibición fundada en datos inveraces- de dicha promiscuidad, sobre todo en sectores más vulnerables a la propaganda y más necesitados de protección educativa, como son la juventud y la infancia. Por todo lo que venimos diciendo, hay que entender, de acuerdo con el artículo 8.6 LGP, que esta concreta campaña, en el mejor de los casos, f .~ ! I ¡ ¡i ~ ¡¡ 730 JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ entraña, de un lado, una infracción del artículo 34.2 de la L. 26/1984, en cuanto constitutiva "de acciones y omisiones que produzcan riesgos o daños efectivos para la salud de los consumidores o usuarios, ya sea en forma consciente o deliberada, ya por abandono de la diligencia y precauciones exigibles de la actividad ... de que se trate". De otro lado, es obligado constatar que la campaña de difusión, por las razones expresadas, también implica una "infracción sanitaria", en avenencia con el citado artículo 8.6 LGP, puesto en conexión con el artículo 35 LGS. Ahora bien, de cuanto antecede se sigue, sin duda, la inadecuación a Derecho de la campaña de constante referencia. Pero sucede, por añadidura y de modo principal, que la campaña, en la forma en que se hizo, no se limitó a infringir preceptos legales y reglamentarios, sino que ha vulnerado el derecho fundamental a "recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión" [art. 20.1.d) de la Constitución], por lo que, además, tal publicidad debe ser calificada de ilícita, según el artículo 3.a) L. 34/1988. En efecto, las exigencias de veracidad contenidas en el artículo 20.1.d) CE reciben un plus de rigor o, si se quiere, deben ser colmadas de un modo particularmente estricto, cuando la información que se difunde -relativa a hechosse incardina dentro del derecho a la protección de la salud. Así, hay que sostener que los ciudadanos, en casos como el presente, no sólo tienen derecho a recibir una información veraz, sino veraz dentro del marco de su derecho a la salud, sin que sean admisibles informaciones inexactas, parciales, inveraces en suma, generadoras, en el mejor de los casos, de riesgos para la salud pública, y sin que quepa excluir la producción de daños efectivos. Estas estrictas exigencias de veracidad son expresamente demandadas, además de por el artículo 20.1.d) de la Constitución, por las normas legales y reglamentarias aludidas, que, como queda dicho, desarrollan' y precisan lo preceptuado por el artículo 43 CE.» El abogado del Estado, no conforme con la sentencia, interpuso recurso de casación que está pendiente de decisión ante el Tribunal Supremo. El fundamento que en último término acoge la sentencia recuerda al que no hace mucho, según noticia que apareció en la prensa diaria, adujeron las autoridades municipales de Barcelona para retirar de las tiendas sobre objetos sexuales determinadas prendas íntimas que eran comestibles: que no cumplían las normas sobre los envases de productos alimenticios. Medida de fomento de signo muy distinto es la que, con la finalidad de que pueda atenderse debidamente al niño durante su infancia, tratando de evitar algo tan grave para el desarro110 humano como el internamiento en guarderías, se extiende el régimen de excedencia establecido por la ley a todo el período de excedencia establecida para atender el cuidado de los hijos, introduciendo como contrapartida la posibilidad de que aquel10s puestos de trabajo que quedan vacantes con motivo de la excedencia puedan cubrirse mediante la celebración de nuevos contratos, los que gozarán de una reducción del 95 por 100 durante el primer año de excedencia, del LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 731 60 por 100 durante el segundo año de excedencia y del 50 por 100 durante el tercer año de excedencia, en las cotizaciones empresariales de la Seguridad Social. Así la Ley 4/1995, de 23 de marzo, que modificó el artículo 46 del Estatuto de los Trabajadores y el 29 de la Ley de Medidas para la Reforma de la Función Pública en su redacción dada de conformidad con la Ley 3/1989, de 3 de marzo. d) Servicio público y también se estructuran servicios públicos con la finalidad de proteger al menor, aparte de los servicios educativos y sanitarios. Merecen destacarse dos tipos de servicios a que se refiere la Ley Orgánica 1/1996. a') Servicios encaminados al desarrollo de la infancia, en especial en cuanto se refiere a los derechos enumerados en la ley !¡ H 11 ;! t¡ •. .i El tienen padres tienen artículo 11 de la Ley Orgánica 1/1996 establece que «los menores derecho a acceder a tales servicios por sí mismos o a través de sus o tutores o instituciones en posición equivalente, quienes, a su vez, el deber de utilizarlos en beneficio de los menores». r¡ ti ., ~ No ha sido infrecuente en estos últimos años que al regularse estos servicios -V.gr., sobre planificación familiar y educación sexual- se estableciera expresamente el acceso del menor por sí. Sin la existencia de los padres o tutores se ha lesionado el derecho que reconoce a los padres el artículo 27.3 CE, «para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones». Pues se trataba de servicios en que se sabía ciertamente que la información que se facilitaba al menor era contraria a las convicciones de los padres, que eran las de, al menos todavía, importantes sectores de la sociedad española. Derecho de los padres que parece reconocer la Convención sobre derechos del niño en su artículo 14, en el que, después de sentar el principio general de que «los Estados Partes respetarán el derecho del niño a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión», en el número 2 dice: «Los Estados Partes respetarán los derechos y deberes de los padres y, en su caso, de los representantes legales, de guiar al niño en el ejercicio de su derecho de modo conforme a la evolución de sus facultades.» Texto nada claro. Y al recogerse la norma en la Ley Orgánica la redacción ya no ofrece duda. Lo que se reconoce a los padres o es «el derecho y el deber de cooperar para que el menor ejerza esta de modo que contribuya a su desarrollo integral». Ya no tienen 111996, titulares libertad derecho ,. ¡,. .r- JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 732 los padres a que los hijos reciban una determinada moral. b') formación religiosa o Selvicios para atender situaciones de desprotección social La Convención impone a los Estados adoptar todas las «medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al menos contra toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual» (art. 19). La Ley Orgánica 1/1996, en su artículo 12 establece que la protección al menor se «realizará mediante la prevención y reparación de situaciones de riesgo con el establecimiento de servicios adecuados para tal fin, el ejercicio de la guarda y, en los casos de desamparo, la asunción de tutela». En esta situación de riesgo puede llegarse a la acogida del menor en servicios especializados. Tanto la Ley Orgánica 1/1996 (art. 21) como la Convención (art. 25) tratan de garantizar el desarrollo de la personalidad del menor y que no sufrirá atentado a sus derechos. A tal efecto se establece: - Que al estimar necesario que el menor tenga una experiencia de vida familiar, principalmente en la primera infancia se procurará que el menor permanezca internado el menor tiempo posible, salvo que convenga a su interés. - Que todos los servicios deberán estar autorizados y acreditados por la entidad pública, que regulará el régimen de funcionamiento. - Que se realice una inspección y supervisión de los ,centros y servicios, así como, en su caso, examen periódico del tratamiento a que está sometido el menor y de las demás circunstancias. IV. 1. LA PROTECCIÓN JURÍDICA DEL MENOR Y LOS DERECHOS FUNDAMENTALES Y LIBERTADES PÚBLICAS Los derechos fundamentales del menor y los derechos de los demás La Ley Orgánica 1/1996, al igual que la Convención, trata de garantizar y hacer efectivos los derechos del menor, matizando algunos de ellos -dice el preámbulo de la ley- «combinando, por una parte, la posibilidad de su ejecución con la necesaria protección que los derechos merecen». Mas es importante también tener en cuenta los derechos fundamentales de los demás, en cuanto su ejercicio puede colisionar con la debida protección del menor. La Ley Orgánica 1/1996 al matizar la regulación de alguno de los derechos del menor señala algunas limitaciones, algunas en razón a la protección I i j; ¡ I I ..• LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA I 733 I del propio menor, como la antes señalada sobre la irrelevancia del consentimiento en orden a las intromisiones ilegítimas de su intimidad, honor o reputación (art. 4), o la adopción de medidas de protección cuando la pertenencia a una asociación impida o perjudique el desarrollo integral del menor (art. 7.2). Y otras, para la protección de los demás. Como el artículo 6, al disponer por el ejercicio de los derechos dimanantes de la libertad ideológica tiene «las limitaciones prescritas por la ley y el respeto y los derechos y libertades fundamentales de los demás». O el artículo 8, sobre derecho a la libertad de expresión, cuyo ejercicio -dice«podrá estar sujeto a las restricciones que prevea la ley para garantizar el respeto de los derechos de los demás o la protección de la seguridad, salud, moral u orden público». Pero la Ley Orgánica 1/1996 apenas si hace referencia a las limitaciones de los derechos de los demás para la protección de los menores. El artículo 20 CE prevé que la protección de la juventud y de l~ infancia era límite a los derechos que en él se regulaban. La Ley Orgánica 1/1996 sólo se refiere a uno de ellos: el derecho a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. Lo que, como dije al comienzo al referirme al artículo 20 CE, no deja de ser expresivo. Porque de los medios de comunicación proceden los más graves atentados al desarrollo integral del menor. El artículo 5 de la ley, que es el dedicado al derecho a la información, después de proclamar en el número 1 el derecho de los menores «a buscar, recibir y utilizar la información adecuada para su desarrollo», en los números 2 y 3 establece: «2. Los padres o tutores y los poderes públicos velarán porque la información que reciban los menores sea veraz, plural y respetuosa con los principios constitucionales. 3. Las Administraciones públicas incentivarán la producción y difusión de materiales informativos y otros destinado a los menores que respeten los criterios enunciados, al mismo tiempo que facilitarán el acceso de los menores a los servicios de información, documentación, bibliotecas y demás servicios culturales. En particular, velerán porque los medios de comunicación en sus mensajes dirigidos a menores promuevan los valores de igualdad, solidaridad y respeto a los demás, eviten imágenes de violencia, explotación en las relaciones interpersonales o que reflejan un trato degradante o sexista.» Viene a reiterar así lo que ya se había establecido en otras disposiciones de muy distinto rango. y al igual que en otros ámbitos, asistimos a una ruptura con concepciones tradicionales, como he dicho en otra ocasión 12: 12 En La pornografía en el Tribunal Constitucional (Comentario REDA, núm 91, pp. 467 ss. a la STC 52/1995, de 23 febrero), I i I 111 I " I ¡! ! j' ¡ ¡ L j ¡ I II , ! j,I ! L I I• II j l. I'1' H l· :1 ~, ! ! l • ! J í t ~ ¡! I ! ,1 'í J I :f 1 ,[ J ! '/:¡ '¡ ' . ., . I .l " ¡ ! iI I ! 1, ¡! " JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 734 Existen palabras que no tienen sentido en la sociedad de hoy. Si se utilizan es en sentido peyorativo. Y se ridiculiza a todo aquel que hace gala de ajustar su conducta a cuanto ellas suponen. La riqueza de estas palabras que encontramos en nuestra lengua da ida exacta de cuanto han representado al sentido de vida español. Honestidad, modestia, recato, compostura, decencia, moderación, pudor... responden a conductas propias de otras épocas. Mientras que otras muchas han perdido el sentido que antes tenían, como obscenidad, impudicia, pornografía. Pornografía que tiene en el Diccionario de la Academia dos significados: tratado acerca de la prostitución y carácter obsceno de obras literarias o artísticas. Y en la voz «obsceno» aparecen las siguientes acepciones: impúdico, torpe, ofensivo al pudor. Una Sentencia del Tribunal Constitucional -la STC 52/1995, a la que después me refieroha planteado una vez más el problema de los límites del sacrosanto derecho a la libertad de expresión con motivo de un acto administrativo que prohibió la circulación postal de unas revistas por su carácter pornográfico, declarando la nulidad de una Sentencia del Tribunal Supremo que había confirmado -por estimarle conforme a Derechoel acto administrativo que había impuesto tal limitación. Si existen conceptos relativos en el tiempo, pocos alcanzan el grado de la moral. Lo que se entiende en la España de hoy por moralidad es algo muy distinto a lo que se entendía no hace muchos años, muy especialmente la moral sexual. De la rigidez más estricta se ha pasado a la general inhibición. «En la tradición del Estado democrático en que se mueve la Constitución española -se ha dicho- el orden jurídico y el orden político no tienen por objeto hacer al hombre virtuoso, sino hacerle libre, esto es, humano, para que desde la libertad pueda, si quiere, ser virtuoso» '13. No obstante, en el ordenamiento español y en el comunitario la pornografía sigue configurándose como contraria a la moralidad y, por tanto, justificada la imposición de limitaciones. En este sentido, la STC 62/1982, de 15 de octubre, en el fundamento jurídico 5, desde la perspectiva constitucional estableció: «Partiendo del artículo 20.4 de la Constitución y de la legislación postconstitucional como es la Ley 1/1982, de 24 de febrero, que la pornografía no constituye para el ordenamiento jurídico vigente, siempre y en todos los casos, un ataque contra la moral pública en cuanto mínimum ético acogido por el Derecho, sino que la vulneración de ese mínimum exige valorar las circunstancias concurrentes, y entre ellas, muy especialmente tratándose de publicaciones, la forma de la publicidad y de la distribución, los destinatarios -menores o no- e incluso si las fotografías calificadas contrarias a la moral son o no de menores, y el texto en la parte que se califique así trata de 13 FERNÁNDEZ pp. 528. DE MIRANDA, en Comentarios a la ConstituciÓn (dirigidos por ALZAGA), eit. II, LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 735 actuaciones o no de menores, pues no cabe duda que cuando los destinatarios son menores -aunque no lo sean exclusivamente- y cuando éstos son sujeto pasivo y objeto de las fotografías y texto, el ataque a la moral pública, y por supuesto a la debida protección a la juventud y a la infancia, cobra una intensidad superior.» 2. Reglamentación especial El número 4 del artículo 5 de la Ley Orgánica 1/1996 establece: «para garantizar que la publicidad o mensajes dirigidos a menores o emitidos en la programación dirigida a éstos no les perjudique moral o físicamente podrá ser regulada por normas especiales». Esta norma, contenida de una Ley Orgánica, p}.antea la cuestión de si supone cobertura legal suficiente para que, por Decreto, puedan regulares estas limitaciones, superando el reparo que puso el Tribunal Constitucional a la reglamentación contenida en el Decreto 1189/1982, a que luego me refiero. II II 111 i !t •. Publicidad La Ley General de Publicidad (Ley 3411988, de 11 de noviembre) considera ilícita «la publicidad que atente contra la dignidad de la persona o vulnere los valores y derechos reconocidos en la Constitución, especialmente en lo que se refiere a la infancia, la juventud y la mujer», así como «la publicidad subliminal» [art. 3.a) y d)], calificando subliminal «la que mediante técnicas de producción de estímulos de intensidades fronterizas con los umbrales de los sentidos o análogos, pueda actuar sobre el público destinatario sin ser conscientemente percibidos» (art. 7), no siendo infrecuente la utilización de esta última para promover servicios contrarios a la moral o, al menos, determinadas concepciones morales. La publicidad de espectáculos cinematográficos, teatrales o de cualquier otra índole ha sido objeto de una cuidadosa reglamentación prohibiéndola en el exterior de los locales, periódicos y demás medios de comunicación social cuando «contenga imágenes obscenas o expresiones contrarias a la moral y buenas costumbres». Así, artículo 1, Decreto 1189/1982, de 4 de Junto. y dada la trascendencia de la televisión como medio de comunicación social, la publicidad en ella ha sido objeto de reglamentación especial en la Ley de 12 de julio de 1994 (25/1994) por la que se incorpora al ordenamiento jurídico español la Directiva 89/552/CEE (arts. 9 a 14 y 16). L :1 it \. ti I • .I ! j l.'.' I '!., : h II ¡I " í t. , ~I~ l' ¡ f: ¡ ~ Ir' i .[ ¡I II I :* "~o 3. ! ! ! i ¡~ ¡ " ~ 5 \ j :I f ~ ;i ~ iJ ~ :1 ¡ !. :! ; 11 ;~ ' i i \ \ 736 JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 4. Publicaciones a) El derecho a la libertad de expresión y las limitaciones por el Decreto 118911982 El Decreto 1189/1982 impone una serie de limitaciones a la publicidad, distribución y venta de publicaciones de carácter pornográfico. Una resolución administrativa de la Dirección General de Correos y Telégrafos que prohibió la circulación postal de una revista calificada pornográfica ha planteado la cuestión de si el Decreto 1189/1982 tenía cobertura legal para legitimar un acto que suponía una limitación del derecho fundamental a la libertad de expresión. Mientras que el Tribunal Supremo estimó que el Decreto tenía cobertura legal en la propia Constitución (art. 2004), el Tribunal Constitucional ha sentado doctrina contraria, declarando nula la sentencia de aquél, así como de los actos administrativos limitadores. b) Doctrina del Tribunal Supremo La Sala Tercera del Tribunal Supremo, en Sentencia de 15 de julio de 1993 (Ar. 6199, Pte. GALÁNMENÉNDEZ),estimando un recurso de apelación contra una Sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña de 10 de julio de 1990, sentó la siguiente doctrina: «La apelada Sentencia parte de la premisa (para alcanzar la conclusión estimatoria del recurso en la cual desemboca) de que el derecho a la "libertad de expresión" recogido en el artículo 20 de la Constitución sólo una leyes el vehículo indicado para regularlo, ello por mor de lo previsto en el artículo 53.1 del mismo Texto Constitucional; olvidándose en la Sentencia, cuando así se razona y concluye, que es la propia Constitución, en su artículo 20.4, la que establece (sin perjuicio, desde luego, de otras limitaciones que se puedan imponer a tal derecho fundamental a través de las leyes que lo desarrollen) expresas limitaciones en el ejercicio de dicho derecho, tanto por razón del respeto debido a los demás derechos reconocidos en el propio Título 1de la Constitución como, muy especialmente, por el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia; al amparo de cuyas limitaciones, constitucionalmente previstas, se dictaron tanto el Real Decreto 1189/1982, de 4 de junio, como las resoluciones administrativas recurridas, por cuya razÓn no pueden éstas calificarse de inconstitucionales cuando justamente tienden a dar satisfacción y eficacia a lo, en este aspecto, por la Constitución exigido, sin apartarse de ella, quedando reforzado lo así concluido por la doctrina sentada por la Sentencia de este Tribunal Supremo (Sala Ter- LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 737 cera) de fecha 9 de mayo de 1985 (Ar. 2341), dictada justamente a través del procedimiento especial de protección jurisdiccional de los derechos fundamentales de la persona, regulados en la Ley 62N1978, de 26 de diciembre, seguido a instancia de "E. A., S. A.", contra resoluciones de la Administración pública de la rama de Correos y Comunicaciones, por las que se prohibía la circulación postal de la revista Clima, por su carácter pornográfico (contemplándose, por tanto, en tal Sentencia un supuesto totalmente idéntico al caso que ahora nos ocupa), al afirmarse en su segundo considerando: "Que el derecho a la libertad de expresión proclamado por el referido artículo 20.1.a) no es de carácter absoluto ni omnímodo en su ejercicio, sino que éste se condiciona en determinados supuestos, en aras de otros derechos tan estimables socialmente que han merecido su elevación a rango constitucional en cuyo texto se les dispensa asimismo protección, como aparece claro en el apartado 4 del propio artículo, donde se consagra que "estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título ... y a la protección de la juventud y de la infancia", es decir, que sin limitar propiamente el derecho en cuestión, en ciertos casos y para conciliado con los otros intereses colectivos estimables, se le somete a un régimen específico determinado en cuanto a la forma de ejercitado, armonizándose así el juego de ambos derechos y para desarrollo de la proclamada protección a la juventud y a la infancia, el Decreto 1189/1982, de 4 de junio, sobre publicaciones y espectáculos públicos, regula determinadas actividades de ese ámbito contrarias a la moral y buenas costumbres, y entre ellas la exhibición, venta y circulación de publicaciones pornográficas, prohibiendo, como expresión del bien protegido, la entrada en los establecimientos donde se vendan a los menores de dieciocho años y asimismo su circulación postal (arts. 3 y 4), de lo que se sigue que la prohibición de difusión postal acordada en el acto impugnado no atenta al derecho constitucional de libertad de expresión.» e) La STC 52/1995 Esta sentencia, siguiendo el informe emitido por el Ministerio fiscal, estimó el recurso de amparo. Respecto del tema central 14, en el Fundamento Jurídico 4 establece: «En relación con la garantía formal, importa destacar que, salvo en los casos de secuestro de publicaciones (art. 20.5 CE) no existe un requerimiento 14 En el Fundamento jurídico 5 aludió también al tema de la falta de motivación del acto administrativo en los siguientes términos: «Como hemos dicho desde la STC 26/1981, la restricción del ejercicio de derechos fundamentales necesita encontrar una causa específica, y el hecho a la razón que la justifique debe explicarse con el fin de que los destinatarios conozcan las razones por las cuales su derecho se sacrificó, siendo la motivación "un riguroso requisito del acto del sacrificio de los derechos". Exigencia constitucional no sólo del acto administrativo, sino también de la decisión judicial que lo confirma que en casos como éste debe contener "un razonamiento suficiente en orden a determinar y concretar el exceso o extralimitación en el ejercicio del derecho fundamental", también para ponderar el principio de proporcionalidad del sacrificio en el ejercicio del derecho fundamental (STC 28/1993). En el presente caso las resoluciones administrativas no motivaron en modo alguno la imposición de la medida denegatoria del acceso al servicio de Correos de las revistas. Muy al contrario, se limitaron a invocar el precepto que amparaba esta restricción. Así las cosas, ha de concluirse que ..• JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 738 constitucional expreso que impida que sea la Administración la que en su caso adopte la medida restrictiva de que se trate, siempre y cuando exista un adecuado control jurisdiccional de su fundamentación, como sin duda sucede en el caso. La garantía formal descansa, pues, sobre el rango de la norma que autorice al poder público de que se trate --en este caso la Administracióna adoptar una medida con alcance restrictivo del derecho consagrado en el artículo 20.1.a) CE. Una norma que ha de tener rango de ley, según exige el artículo 53.1 CE, que es la expresa muestra de la recepción en nuestro ordenamiento constitucional de la garantía generalizada en los Tratados internacionales a que se remite el artículo 10.2 CE. Las resoluciones administrativas impugnadas aplicaron el Real Decreto 1189/1982 como único fundamento jurídico de la denegación del acceso al servicio de Correos de las publicaciones de las que la actora era editora. No es aceptable el argumento del Tribunal Supremo al estimar que el citado Real Decreto encuentra su cobel1ura legal en la propia Constitución (art. 20.4), pues esa cobertura en todo caso sería de carácter material, pero no satisfaría el requisito formal del rango legal de la norma. Tampoco es aceptable el argumento del abogado del Estado de que dicho Real Decreto tan sólo reproducía o se remitía a una normativa preconstitucional, pues no cabe duda de la insuficiencia de rango de una norma reglamentaria postconstitucional que interviene en materia de reserva legal, al margen del mayor o menor alcance innovador de su contenido». d) Crítica a') Planteamiento La crítica de la Sentencia de la Sala Tercera del Tribunal Supremo de 15 de julio de 1993 se centró en la cuestión de si la norma del número 4 del artículo 20 de la Constitución constituye un límite del derecho fundamental a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones, que reconoce el número 1 del mismo artículo, que únicamente puede operar previa regulación por una norma con rango de ley 15. Lo que se traduce en el examen de dos cuestiones distintas: - Si la norma del número 4 del artículo 20 de la Constitución no constituye cobertura legal suficiente para una reglamentación de las limitaciones del derecho a la información dimanantes del derecho a la protección de la juventud y de la infancia. dichas resoluciones han infringido el artículo 20.l.a) CE, pues carentes de todo juicio de proporcionalidad, ignoran la eficacia del derecho fundamental, cuyo ejercicio sin restricciones ha de protegerse, salvo que cumplidamente se acredite, por parte de quienes defienden la legitimidad de las medidas restrictivas, la necesidad y proporcionalidad de éstas.» 15 Cfr. en REDA, núm. 85, pp. 115, el trabajo de BACIGALUPO y VELASCO, Límites inmanentes de los derechos fundamentales y reserva de la ley. }/ LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 739 - Si la falta de ley reguladora de los límites impide a la Administración la adopción de cualquier medida encaminada a la protección de un derecho -el derecho a la protección de la infancia y juventud-, tan fundamental como el derecho a la libertad de expresión. b') La reglamentación del derecho a la libeltad de expresión Es incuestionable que la reglamentación de cualquier derecho fundamental, como el derecho a la libertad de expresión -y el derecho a la protección de la infancia y juventudúnicamente puede hacerse por ley. El artículo 53.1 de la Constitución no deja lugar a dudas: «Sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido esoocial, podrá regularse el ejercicio de tales derechos.» Estamos ante un supuesto típico de reserva de ley. Es la ley y sólo la ley la que puede regular el ejercicio de un derecho fundamental, sin perjuicio de que la ley contenga remisiones a normas reglamentarias siempre que en aquélla queden suficientemente determinados los elementos esenciales (SSTC 83/1984, de 24 julio, y 3/1988, de 21 enero). l' .'} c') La falta de norma con rango de ley reguladora del ejercicio del derecho El hecho de que no exista ley reguladora del ejercicio de un derecho fundamental reconocido en la Constitución no supone que no pueda ejercitarse el derecho. La ley no constituye un presupuesto del ejercicio del derecho. Un derecho fundamental podrá ejercitarse aunque falte la ley reguladora. Pero podrá ejercitarse siempre dentro de su contenido esencial. Si el contenido esencial del derecho debe ser respetado por la ley reguladora (art. 53.1 de la Constitución), ese mismo contenido demostrará el ámbito de las facultades en que se concrete el ejercicio. Estamos ante límites «inmanentes» o «intrínsecos» del derecho. El titular del derecho no podrá ir más allá de lo que constituye su contenido. En consecuencia, cualquier acto realizado por el titular más allá de aquellos límites «inmanentes» o «intrínsecos» no estará amparado por la protección que la Constitución confiere a estos derechos. Cualquier órgano público o cualquier particular podrá reaccionar frente a ellos. Ciertamente, como decía Ignacio DE OTTO, refiriéndose a la expresión del artículo 53.1 de la Constitución, «regular el ejercicio de un derecho subjetivo supone que éste se encuentra ya delimitado constitucionalmente - -- - -- -~ -- JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 740 que, en consecuencia, el legislador se halla ante un proceder jurídico definido que no puede alterar su contenido» 16, y Sin reglamentación previa, el titular del derecho podrá ejercitar las facultades que integran el contenido esencial del derecho, y los actos en que se concrete gozarán de la protección que la Constitución consagra. No podrá atentar contra ese derecho fundamental. Consiguientemente, en cuanto el contenido lo requiera, la Administración pública podrá, asimismo, adoptar cuantas medidas fuesen necesarias para garantizar el derecho. Y esto lo reconoce la propia STC comentada cuando, en relación con el artículo 20 de la Constitución, dice: importa destacar que, salvo los casos de secuestro de publicaciones (art. 20.5 Constitución), no existe un requerimiento constitucional expreso que impida que sea la Administración la 'que en su caso adopte la medida restrictiva de que se trate, siempre y cuando que exista un adecuado control jurisdiccional de su fundamentación». « ... La Sentencia reconoce que así ocurre en el caso contemplado, en cuanto las resoluciones administrativas que cerraron el acceso al servicio de Correos de las supuestas publicaciones pornográficas, fueron fiscalizables en vía contencioso-administrativa y, ulteriormente, por el propio Tribunal Constitucional. Pero estima que incurrieron en vicio de nulidad en cuanto «aplicaron el Decreto 1189/1982 como único fundamento jurídico de la denegación al servicio de Correos de las publicaciones de las que la actora era editora». y este Decreto no tenía el rango normativo que exige como garantía formal el artículo 53.1 de la Constitución, ni puede estimarse que «encuentra su cobertura legal en la propia Constitución (art. 20.4), pues esa cobertura en todo caso sería de carácter material, pero no satisfaría el requisito formal del rango legal de la norma». d') La colisión entre los derechos fundamentales En realidad la cuestión planteada en la Sentencia de la Sala Tercera del Tribunal Supremo de 15 de julio de 1993 y en la STC 52/1995 es la confrontación entre dos derechos fundamentales: el derecho a la libre emisión de pensamiento (que, como el derecho a la información, tan buena acogida encuentra siempre en el Tribunal Constitucional) y el derecho a la protección de la juventud y de la infancia. Como señalaba Ignacio DE OTTO, el artículo 53.1 de la Constitución presupone que los derechos fundamentales se encuentran delimitados constitucionalmente, tienen un contenido esencial. 16 En La regulación del ejercicio de los derechos y libertades. La garantía de su contenido esencial en el artículo 53.1 de la COr!stifllción (en colaboración con L. MARTíN RETORT!LLO), Ed. Civitas, 1988, p. 153. LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 741 Lo tiene el derecho «a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción» [arto 20.1.a), de la Constitución] y lo tiene también «el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia» (art. 20.4de la Constitución). Aunque en frase de la STC 62/1982 «la pornografía no constituye para el ordenamiento jurídico vigente, siempre y en todos los casos, un ataque contra la moral pública en cuanto mínimum ético acogido por el Derecho», sí parece evidente que la pornografía constituye algo nocivo para los menores, tanto a tenor del Derecho comunitario como del Derecho español. Así lo pone de manifiesto la Ley de 12 de julio 1994 (número 25/1994), que ha incorporado al Ordenamiento español la Directiva 89/552/CEE, adoptada por el Consejo de la Comunidad Europea, sobre la coordinación de disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros, relativas al ejercicio de actividades de radiodifusión televisiva. La ley tiene por objeto -según el arto 1- «defender a los menores para preservar su correcto desarrollo físico, mental y moral». Y en esta norma con rango de ley -que, a su vez, recoge el Derecho de la Unión Europea-, enumera entre lo «susceptible de perjudicar el desarrollo físico, mental o moral de los menores» «las escenas de pornografia», al lado de la «violencia gratuita». Aunque así se establezca en una ley para la protección de los menores «frente a ciertas formas de publicidad y objetos publicitarios» y frente a la programación de televisión, lo que no puede discutirse es que «la pornografía» es algo frente a lo que se ha de proteger al menor. Esta protección de la juventud y de la infancia, que se consagra como derecho constitucional en el artículo 20.4 de la Constitución, comprende -ha de estimarse contenido esencial del derechola de impedir que llegue a los menores la pornografía, bien se exteriorice de palabra, por escrito o por cualquier otro medio de reproducción. Y como el derecho a libre emisión de pensamiento consiste precisamente en «difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones» mediante alguno de aquellos medios, es evidente que cuando estos «pensamientos, ideas y opiniones» puedan calificarse de pornográficos el derecho a su libre distribución chocará frontal mente con el derecho a la protección a la juventud y a la infancia. Al surgir el conflicto entre ambos derechos ha de resolverse tratando de respetar en lo posible el contenido esencial de cada uno, y en tanto no sea posible, dando primacía a uno de ellos, la prioridad puede venir expresamente establecida en el texto constitucional. Si no resulta de la Constitución, el conflicto conduciría ineludiblemente a una ponderación de los bienes constitucionalmente protegidos, que acabará en una decisión a favor de uno de los derechos. A tenor del texto del artículo 20.4 de la Constitución, parece no ofrecer duda que la colisión entre los derechos que enumera el número 1 de este !lj , JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 742 artículo y los derechos al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud, ha de resolverse a favor de estos últimos, al establecer expresamente que aquéllos «tienen su límite en el respeto a los derechos reconocidos en este Título, en los preceptos de la ley que los desarrollan y, especialmente, en el derecho ... a la protección de la juventud y a la infancia». No obstante, la historia de la jurisprudencia constitucional no ha dejado muy bien parado el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen al entrar en colisión con el derecho a la libertad de información y de libre emisión de pensamiento, como he descrito en mi trabajo La degradación del derecho al honor 17. Si al confrontar el derecho a la protección de la juventud y de la infancia el Tribunal Constitucional sigue la misma línea jurisprudencial, la juventud y la infancia no van a quedar muy bien protegidas. Y la STC 52/1995 ahora comentada no deja mucho margen a la esperanza. Porque la línea argumental de la sentencia de la Sala Tercera del Tribunal Supremo, que el Tribunal Constitucional declara nula, parece no ser muy correcta. Pues no parece que una norma reglamentaria sea el cauce idóneo para reglamentar el ejercicio de un derecho. Pero partiendo de la nulidad de este Decreto, al entrar a decidir la colisión entre los derechos fundamentales no podrá despacharse aduciendo que faltaba en las resoluciones que limitaban el acceso al servicio de Correos el requisito de la motivación. Porque aunque el Decreto que en ellas se invocaba fuese nulo, lo cierto es que la referencia al mismo dejaba patente los motivos que servían de fundamento a la decisión, que no podrían ser más simples: proteger a la juventud y a la infancia (protección consagrada en el art. 20.4 de la Constitución) de la libre difusión de unas revistas que tenían carácter pornográfico. Porque -y esto debe ser precisadoa lo largo del proceso administrativo -y del proceso de amparono se ha negado el carácter pornográfico de las revistas cuya distribución postal se prohibía. Se daba por supuesto este carácter. Y en la línea del más puro pogresismo lo que se estaba defendiendo es el derecho a la libre distribución de una obra pornográfica como cualquier otro pensamiento, idea u opinión. 5. Televisión El Estado español, por Ley de 12 de julio de 1994 (número 25/1994), ha incorporado a su ordenamiento la Directiva 89/552/CEE, adoptada por el Consejo de la Comunidad Europea, sobre la coordinación de disposiciones 17 Publicado en los Anales de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Buenos Aires -por haber sido leído al incorporarme a clla como académico correspondicntes el 26 de novicmbre de 1992-, y en Cuadernos Civilas, en 1993. LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA 743 legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros relativas al ejercicio de actividad de radiodifusión televisiva. Según el artículo 1, la ley tiene por objeto ... «proteger frente a ciertas formas de publicidad y objetos publicitarios» y «defender a los menores para preservar su correcto desarrollo físico, mental y moral». Para cumplir estos fines establece un régimen de prohibiciones y sanciones en general, y específicamente para la protección de los menores. Al regular el régimen general califica de ilícita la publicidad que «atente al debido respeto a la dignidad humana o a las convicciones religiosas» (art. 9.1). Y al regular la protección de los menores distingue entre: - Protección frente a la publicidad, disponiendo que no contendrá imágenes o mensajes que les puedan perjudicar «moral o físicamente» (art. 16). - Y protección frente a la programación, en la que no se «incluirán programas ni escenas o mensajes de cualquier tipo ~que puedan perjudicar seriamente el desarrollo ... moral de los menores» (art. 17.1). El número 2 de este artículo 17 establece: «La emisión de programas susceptibles de perjudicar el desarrollo físico, mental o moral de los menores y, en todo caso, de aquellos que contengan escenas de pornografía o violencia gratuita sólo podrá realizarse entre las veintidós y las seis horas y deberá ser objeto de advertencia sobre su contenido por medios acústicos y ópticos. Lo así dispuesto será también de aplicación a los espacios dedicados a la promoción de la propia programación.» Creo que la programación y publicidad de cada día, en las distintas emisoras, constituyen prueba expresiva de la ineficacia total de esta normativa. y lo que es más grave: la reacción social de ciertos sectores ante los intentos de algunas empresas -que no quieren que se vincule su publicidad a determinados programas-, a los que se les imputa nada menos que querer restablecer la «maldita» y «odiada» censura. I ~ Ir[ v. MEDIDAS PARA GARANTIZAR 1. Incumplimiento del ordenamiento vigente LA PROTECCIÓN La realidad no puede ser más desalentadora. Pese a la, en ciertos aspectos, minuciosa reglamentación de la protección del menor, asistimos a continuos y flagrantes atentados que se cometen cada día contra la debida protección del menor. No existe la adecuada reacción de los poderes públicos, que dan muestras de pasividad y hasta de actitudes negativas ante las muchas veces insistentes JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ 744 denuncias de la procedencia menos formalistas. más diversa, amparándose en criterios más o La Ley Orgánica 17/1996 regula incluso en términos imperativos una serie de medidas encaminadas a garantizar la protección del menor, tanto para facilitar el ejercicio de los derechos como para reaccionar frente a los atentados de que pueda ser objeto y remediar las situaciones de desprotección social. 2. Defensa de los derechos del menor El artículo 10 de la Ley Orgánica 1/1996 reconoce al menos el «derecho a recibir de las Administraciones públicas la asistencia adecuada para el ejercicio de sus derechos y que se garantice su respeto». Según el número 2 de este artículo, para su defensa el menor puede: «a) Solicitar la protección y tutela de la entidad pública competente. b) Poner en conocimiento del Ministerio Fiscal las situaciones que con- sidere que atentan contra sus derechos con el fin de que éste promueva las acciones oportunas. e) Plantear sus quejas ante el Defensor del Pueblo. A tal fin, uno de los adjuntos de dicha institución se hará cargo de modo permanente de los asuntos relacionados con los menores. Solicitar los recursos sociales disponibles públicas.» d) 3. de las Administraciones Defensa frente a los ataques derivados de la libertad de información El artículo 5.5 de la Ley Orgánica 111996 establece: «Sin perjuicio de otros sujetos legitimados, corresponde en todo caso al Ministerio Fiscal y a las Administraciones públicas competentes en materia de protección de menores el ejercicio de las acciones de cese y rectificación de publicidad ¡lícita.» 4. Protección en situaciones de riesgo o posible desamparo La Ley Orgánica 1/1996 contiene una reglamentación detallada minada a reparar estas situaciones que puede resumirse así: enca- •• LA PROTECCIÓN DE LA JUVENTUD Y LA INFANCIA a) Denuncia «Toda persona o función detecten lo comunicarán a prestarle el auxilio b) 745 o autoridad, y especialmente aquellos que por su profesión una situación de riesgo o posible desamparo de un menor, la autoridad o sus agentes más próximos, sin perjuicio de inmediato que precise» (art. 13.1) Atención inmediata y principio de colaboración «Las autoridades y servicios públicos tienen obligación de prestar la atención inmediata que precise cualquier menor, de actuar si corresponde a su ámbito de competencias o de dar traslado en otro caso al órgano competente y de poner los hechos en conocimiento de los representantes legales del menor, o cuando sea necesario, del Ministerio Fiscal.» c) Evaluación de la situación «Las entidades públicas competentes en materia de protección de menores estarán obligadas a verificar la situación denunciada y a adoptar las medidas necesarias para resolverla en función del resultado de aquella actuación.» d) Actuación Según las situaciones, la ley prevé las actuaciones en cada caso adecuadas que puede consistir en la asunción de tutela por materia de la ley, guarda de los menores, acogimiento familiar o en servicio especializado o a garantizar los derechos que asisten al menor, «y se orientará a disminuir los factores de riesgo y dificultad social en que se encuentre y a promover los factores de protección del menor y su familia» (arts. 17 a 21). ! 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