1 La muerte de la Verdad. La vida de las interpretaciones Por Julia Goldenberg Con estrategias diversas y discusiones con distintos frentes Freud, Nietzsche y Marx logran provocar una herida en el pensamiento occidental. Nietzsche se enfrenta a la verdad que siglos atrás era inconmovible. De este modo el sujeto moderno que estaba fuertemente ligado a un concepto de verdad objetiva y rígida queda dividido, deconstruido, barrado. Es necesario aclarar que no se trata de una relación causal, donde por la remoción de la verdad se resquebraja el sujeto. Más bien consiste en un proceso complejo propio de una época y de la interpretación de estos autores que supieron descender a las profundidades. Este texto pretende recorrer el concepto de verdad desde su consolidación en la modernidad con Descartes hasta su puesta en cuestión. De este modo se podrá destacar su centralidad en el proceso de deconstrucción subjetiva y las consecuencias que de ello se desprenden. Nietzsche es el principal combatiente contra la verdad como origen, fundamento, como límite a la interpretación. Así, cuando Foucault señala que la interpretación se vuelca al infinito se refiere a la idea de que no hay una verdad que pueda agotarla. Es decir la muerte de la verdad universal que homologaba a todos los sujetos, abre el juego al saber propio del sujeto que se encuentra consigo mismo como intérprete, como pudo anticipar Freud. La verdad cartesiana La verdad fue una cuestión central para la filosofía antigua: de Parménides a Platón se definió como lo inmutable, lo real, la base para cualquier conocimiento, diferenciándose así de lo aparente como copia degradada, fuente del error. Platón, bajo ese criterio dividió el mundo en inteligible y sensible, siendo el primero el portador de las ideas donde se alojaba el verdadero conocimiento. Ese era el fundamento inteligible de todo lo sensible, por lo tanto el sostén ontológico del mundo. 2 La filosofía moderna trastoca este modelo con el gran gesto de Descartes quien inaugura el siglo XVII con la consolidación del sujeto racional. “Podríamos decir, siendo entonces un poco más precisos, que si la pregunta filosófica fundamental del mundo antiguo-medieval era “¿qué es el ser?”, la pregunta fundamental del hombre moderno es “¿cómo puedo conocer?”.1 El cogito cartesiano es la primera certeza, como condición necesaria, para el conocimiento verdadero. “Aparecía allí la tan anhelada "primera certeza", a partir de la cual era posible acometer la empresa del conocimiento cierto y de la verdad del mundo. Esta certeza es puesta en el cogito (en el ego cogito) y, desde entonces, ese cogito cartesiano ha funcionado como categoría epistemológica (y ontológica) fundamental para la ciencia y la filosofía modernas”2. De modo que la verdad ya no depende, como en la filosofía clásica, de la adecuación del mundo sensible al mundo inteligible, depende más bien del sujeto racional. Con una plena confianza en la racionalidad, el sujeto guiado por un método podrá hallar la verdad en la ciencia3. Pero es necesario recordar que aunque Descartes ha depositado toda su confianza en la racionalidad del sujeto, Dios seguirá funcionando como garante del conocimiento verdadero. “Acaso el supuesto de la unidad de la razón sea la mayor herencia que Descartes recibe de la filosofía clásica -en particular del estoicismo- pero, como bien sabemos, hay una diferencia fundamental: esta ratio no es ya una sustancia divina de la cual el hombre participa, sino una facultad específicamente humana, a la cual Dios da garantías si (y sólo Sí) el hombre se atiene a las reglas que prescribe el Método”4. 1 Casalla.M. “Primer interludio filosófico: ¿Qué es eso que denominamos modernidad?” En América Latina en perspectiva. Dramas del pasado, huellas del presente. Altamira, Buenos Aires, 2005 (segunda edición) Capítulo VI Puntos 2 y 5 En www.psi.uba.ar pág6 2 Casalla M. “El ombligo del sueño. Freud y los dilemas de la interpretación”, En Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales, N° 22, ASOFIL, Buenos Aires, 2000, En www.psi.uba.ar pág21 3 Debemos notar que el subtítulo del “Discurso del método” enuncia el proyecto cartesiano: Discurso del método, para conducir bien la razón y buscar la verdad en la ciencia.(el subrayado es nuestro) 4 Casalla.M. “Subjetividad e historia. Descartes leído cuatro siglos después.” En Revista Enrahonar, Universidad Autónoma de Barcelona, 1999, pág, 243/250. (texto de la ponencia leída en sesión plenaria del II Congreso Nacional de Ontología en homenaje a R. Descartes, Barcelona, marzo 1996): En www.psi.uba.ar , pág.5 3 Así, el sujeto cartesiano es un sujeto que desconfía de los sentidos y por tanto del cuerpo, puesto que los mismos son la fuente del error. Entonces, la relación del sujeto con su objeto será una relación de conocimiento científico, en busca de “La Verdad”. Es decir, existe un único saber verdadero que puede ser adquirido con una práctica regulada por el método y, finalmente, por Dios. Nietzsche y sus verdades Borrando con el codo lo que la metafísica escribió a propósito de un sujeto completamente racional separado de sus apetitos corporales, Nietzsche elimina el límite entre lo verdadero y lo falso. Buen punto de partida que allana el terreno para pensar un tipo de subjetividad que comprende un cuerpo y que guarda una relación diferente con el saber. “Rota la ilusión del sujeto racional moderno, ya no se puede sostener la mutua copertenencia del saber con la verdad. La verdad ya no puede jugarse en los términos lógico-tradicionales de simple adecuación entre el saber y la cosa; ni el saber es aquella construcción de lo "evidente" por sí mismo, a partir de la racional y metódica cadena de "certezas". Ambas posibilidades requieren ahora -como condición inexcusable- la presencia de un cogito al estilo del cartesiano y esto ya no es posible”5. Su filosofía invierte la lógica occidental que subordina el cuerpo a la razón degradándolo y situándolo como fuente del error. De modo que propone concentrarse en el cuerpo y en el error desarticulando el valor de la verdad como soporte inconmovible. Su gesto no establece una simple inversión en los términos, más bien pone en evidencia que los límites entre lo racional y lo corporal, entre la verdad y el error no son más que un producto humano demasiado humano. Es decir, que la verdad no es más que interpretación, una de las tantas posibles, legitimada por los más poderosos. Entonces, el mundo se ve liberado de una regulación externa y estática que no hace más que disciplinarlo con una lógica decadente, regida por el desprecio a lo más vital del hombre: su cuerpo. 5 Casalla M. “El ombligo del sueño. Freud y los dilemas de la interpretación”, En Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales, N° 22, ASOFIL, Buenos Aires, 2000, En www.psi.uba.ar pág23 4 De fondo, todo esto pende sobre el problema de una sociedad que sigue sosteniendo lo que Nietzsche llamó “las sombras de Dios”: la Idea (Platónica), la moral cristiana, la ciencia, etc. Dios ha muerto, pero ese proceso es largo y en su lugar se ha reemplazado esa figura por muchas otras con las mismas características, que se dedican a someter a los cuerpos. De modo que sostener que hay una verdad que subyace al cambio, que permanece inmutable, que no deviene es sostener un sentido de la verdad momificado, paralizado y muerto que tiene consecuencias prácticas: “Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales (…)”6. Por lo tanto conservar una única verdad es, para Nietzsche, un síntoma de decadencia que retorna con variaciones nominales pero que conducen a lo mismo: desprecio a la vida. Estas interpretaciones, formulan un único modo de existir como interpretación dominante. Nietzsche devela que esa verdad no es más que una construcción de ciertos sectores para legitimar su poder. Así, habilita a pensar sin un fundamento fijo y a obrar sin una finalidad. Entonces, la “verdad” ya no opera con el olvido de que el lenguaje es un producto, de que puedo afirmar y con un mismo gesto negar aquello que afirmé. Se habilitan diversas interpretaciones. De modo que la relación del sujeto con el saber se modifica: las interpretaciones son múltiples, y la verdad es una interpretación entre muchas otras. Nietzsche irrumpe con su martillo demoliendo el concepto anquilosado de Verdad en el que ve una lógica autoritaria. Lo que el autor llama “filosofar con el martillo” es su búsqueda por romper a martillazos todos los restos de la muerte de Dios, sus sombras, y no fijar sentidos últimos en torno a verdades absolutas que imponen un modo único de interpretación y esclaviza a los hombres. Es decir, se combate la permanencia que fija el mundo en torno a interpretaciones dominantes, que se imponen como fundamento último. La verdad única es, para el autor, una imposición violenta por parte de los sectores dominantes de la sociedad que la filosofía moderna legitimó con su plena fe en la razón. Frente a estas ideas Nietzsche afirma con ironía: “Si alguien esconde una cosa detrás de un matorral, a continuación la busca en ese mismo sitio y, además, la encuentra, no hay mucho de qué vanagloriarse en esa búsqueda y ese descubrimiento; sin embargo, esto es lo que 6 Friederich Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos. O como se filosofa con el martillo. Trad. De A. Sánchez Pascual. Alianza, Buenos Aires, 1986. Pág45 5 sucede con la búsqueda y descubrimiento de la “verdad” dentro del recinto de la razón.”7 Arremeter contra la idea de una única verdad es poner en cuestión el saber de un sujeto confiado en su plena racionalidad, así como la dominación que detentan los más poderosos. Por lo tanto, con la filosofía nietszcheana, se abre la posibilidad de cuestionar las interpretaciones dominantes y además se habilita un nuevo tipo de saber. Un saber singular El aspecto disolutivo que aparece en la filosofía nietzscheana contiene en sí un aspecto constructivo. Es decir, frente al sin-sentido, a la pérdida de fundamento, a la disolución de la verdad y al devenir, es necesario interpretar. Puesto que frente al caos es necesario operar de algún modo, tomar prestadas máscaras. Así se abre la posibilidad de interpretar por sobre aquello que ya ha sido interpretado: una interpretación sin una verdad última. Foucault señala que, en la hermenéutica que habilitaron Nietzsche, Marx y Freud, surgió la pregunta por el “quién” de la interpretación. Dice: “La primera, es que la interpretación será siempre la interpretación por el “¿quién?”; no se interpreta lo que hay en el significado sino que se interpreta en el fondo: quién ha realizado la interpretación.”8 Pues bien, el “quién” por el que Foucault se pregunta ya no puede responderse simplemente por “el sujeto”. Como vimos previamente, con el derrumbe de la verdad, el sujeto no guarda la misma relación al saber que tenía el sujeto moderno (adecuación y semejanza). Además, junto con esta alteración respecto del saber, el sujeto ha dejado de ser pleno, racional y completo. La relación con el saber implica a un sujeto que tiene inconsciente (Freud), que conoce los poderes que lo someten (Nietzsche), que se ve determinado por su clase social (Marx). De modo que el saber no depende ya de una adecuación con la verdad preestablecida, sino de un sujeto que interpreta según su lugar y se implica profundamente con dicha interpretación. 7 Nietzsche F., Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, trad. Luis Valdés, ed. Tecnos. www.nietzscheana.com.ar/textos/sobre_verdad_y_mentita_en_sentido_extramoral.htm 8 Foucault M. “Nietzsche, Freud, Marx”, En Nietzsche, A.A.V.V., De Minuit, 1967. Págs. 183 a 192. Trad. De la cátedra: pág. 20 6 Surge, entonces, un sujeto de la interpretación. Derrida, un pensador central de la deconstrucción plantea: “¿Cómo deshacerse de este contrato entre la gramática del sujeto o del sustantivo y la ontología de la sustancia o del sujeto? La singularidad différante que he mencionado no responde tal vez a la forma gramatical “quien” en una frase según la cual “quien” es el sujeto de un verbo que viene después del sujeto, etc. Por otra parte, si el pensamiento freudiano no ha sido en vano en el descentramiento del sujeto del cual se ha hablado tanto estos últimos años, ¿el “yo” es el único, en los elementos de la tópica o en la distribución de las posiciones del inconsciente, en responder a la pregunta “¿quién?”?”9. Con Freud se multiplican las posibilidades de referencia a ese “quién” o mejor dicho ese “quién” ya no es unitario. La primera tópica introducida por el pensador austríaco indica, en un primer esbozo, que la referencia al sujeto no puede tener un sólo punto de fuga. Es decir, aquel que responda a la pregunta por el “quién” no será el sujeto racional, sino un sujeto dividido, desplazado, barrado. El pensamiento freudiano, no sólo logra desarticular, dividir el sujeto racional moderno sino que además introduce la posibilidad de una práctica consecuente con tal interpretación. En palabras de Foucault: “Esto nos colocó en una postura incómoda ya que esas técnicas de interpretación nos conciernen a nosotros mismos, puesto que nosotros intérpretes, nos pusimos a interpretarnos por estas técnicas”10. El psicoanálisis funda una práctica que tiene en cuenta el saber del sujeto sobre sí mismo. Ese saber no se corresponde con una verdad predeterminada, sino que tiene que ver con lo más singular de cada sujeto. “Lo que el Psicoanálisis vendrá -en el curso de esta larga historia- a poner en cuestión, serán precisamente ciertas nociones fundamentales sobre las que descansaba el patrimonio filosófico y científico moderno, a saber en este caso específico: la concepción del sujeto, el estatuto de la verdad y el saber y el método para acceder a su conocimiento”11. 9 Derrida,J. “Hay que comer. O el cálculo del sujeto” Entrevistado por Jean-Luc Nancy. Versión castellana de Virginia Gallo y Noelia Billi. Revisada por Mónica Cragnolini., en Confines, n.º 17, Buenos Aires, diciembre de 2005. Edición digital de Derrida en castellano. http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/comer_bien.htm 10 Foucault M. “Nietzsche, Freud, Marx”, En Nietzsche, A.A.V.V., De Minuit, 1967. Pág. 183 a 192. Trad. De la cátedra: pág. 21 11 Casalla M. “El ombligo del sueño. Freud y los dilemas de la interpretación”, En Revista de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales, N° 22, ASOFIL, Buenos Aires, 2000, En www.psi.uba.ar pág.20. 7 Ética del sujeto deconstruido El saber entonces responde a cierta singularidad, a un “quién” determinado. Esto no significa que se extrema la relatividad interpretativa. Siendo que la verdad ya no está previamente pautada, hay una responsabilidad que expresa determinada ideología al momento de interpretar. La “interpretación de la interpretación” no es un saber relativo a cada sujeto, es un modo de responsabilizarse por un saber singular sin aceptar aquello que está determinado de antemano. “La singularidad del “quién” no consiste en la individualidad de una cosa idéntica a sí misma, no es un átomo. Ella se disloca o se divide al reunirse para responder al otro, cuya llamada precede, por decirlo así, a su propia identificación consigo misma, porque a esta llamada no puedo sino responder, haber ya respondido, incluso si creo responderle “no” (intento explicar esto en otra parte, especialmente en Ulysse Gramophone). He allí, sin dudas, el enlace con las grandes cuestiones de la responsabilidad ética, jurídica, política, en torno a las cuales se constituye la metafísica de la subjetividad.”12. La muerte de la verdad, la vida de la interpretación han introducido la posibilidad de un saber sobre aquel que interpreta y una práctica en relación con ese saber. Esa grieta abierta por la “escuela de la sospecha” ha inaugurado un sujeto que deberá responsabilizarse por los caminos de la interpretación que elija. Pero es necesario recordar que esta apertura es infinita, que el saber no se acaba ni se completa. El sujeto de la deconstrucción es un sujeto abierto, inconcluso, que admite que no puede saberlo todo. Él deberá lidiar con ello y responsabilizarse. 12 Derrida, J. “Hay que comer. O el cálculo del sujeto” Entrevistado por Jean-Luc Nancy. Versión castellana de Virginia Gallo y Noelia Billi. Revisada por Mónica Cragnolini., en Confines, n.º 17, Buenos Aires, diciembre de 2005. Edición digital de Derrida en castellano. http://www.jacquesderrida.com.ar/textos/comer_bien.htm