Legados de contenido pecuniario - Gobierno

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LEGADOS DE CONTENIDO PECUNIARIO:
RESPONSABILIDAD DE LOS HEREDEROS Y
LEGATARIOS EN NAVARRA
M.ª Ángeles Egusquiza Balmaseda
Catedrática de Derecho Civil
Universidad Pública de Navarra
Resumen. El Fuero Nuevo ofrece una disciplina propia sobre los legados que difiere del
régimen del Código civil. El silencio normativo del Fuero Nuevo en algunos aspectos de
esta materia y la existencia de previsiones singulares suscitan cuestiones de interés sobre
la forma en la que han de cumplirse los legados de contenido pecuniario en Navarra, así
como el alcance de la responsabilidad de los herederos y legatarios en cuanto a su pago.
Palabras clave. Legado pecuniario, responsabilidad del heredero, responsabilidad del
legatario, limitación de responsabilidad, “intra vires”, “pro viribus”.
Abstract. The Civil Code of Navarra offers a unique discipline about the legacies that
differs from the Civil Code’s regime. The Civil Code of Navarra’s normative silence in
some aspects of this matter and the existence of singular rules, leads to topics of interest
about the way in which the legacies of financial content in Navarre must be followed, as
well as the extent of responsibility that heirs and legatees assume as far as payment.
Keywords. Financial legacy, heir’s responsability, legatee’s responsability, limited responsability, “intra vires”, “pro viribus”.
Sumario
I. IDEAS CENTRALES SOBRE EL LEGADO EN NAVARRA.II. DISPOSICIÓN DE LEGADOS DE CONTENIDO PECUNIARIO EN LA DISCIPLINA FORAL. 1. Legados que
tienen por objeto el dinero. 1.1. Cuestión general: el dinero como objeto de legado.
1.2. Legados de suma o cantidad. 1.3. Legados de dinero contenido en caja fuerte, de
cuenta corriente, de depósito o de fondos. 2. El pago o cumplimiento de los legados
de contenido pecuniario. 2.1. Sujetos obligados al pago de los legados. 2.2. Forma de
cumplimiento o pago de los legados que tienen por objeto el dinero. III. RESPONSABILIDAD DE LOS HEREDEROS Y LEGATARIOS EN EL PAGO DE LOS LEGADOS.
Revista Jurídica de Navarra
ISSN: 0213-5795. Enero-Junio 2014. Nº 57. Páginas 11-51
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M.ª Ángeles Egusquiza Balmaseda
Legados de contenido pecuniario...
1. Caracterización de la responsabilidad “intra vires” del heredero navarro. 2. Pago
de las deudas y legados por encima del valor de los bienes de la herencia. 3. Responsabilidad de los herederos en cuanto al pago de los legados de contenido pecuniario.
4. Extensión del régimen de la responsabilidad “intra vires” y “pro viribus” al pago
de los sublegados.
I. IDEAS CENTRALES SOBRE EL LEGADO EN
NAVARRA
El Fuero Nuevo contiene una disciplina propia y singular de los legados
que es de preferente aplicación en Navarra y que limita la del Código civil en
esta materia. Por ello, aun cuando la regulación foral de las mandas comparta aspectos comunes con la que ofrece el régimen común general, ya que
ambas hunden sus raíces en los precedentes romanos, también presenta
importantes particularidades que son fruto de su tradición jurídica, las normas directamente recibidas del Derecho Romano1 y el encaje de esta figura
en el sistema sucesorio “mortis causa” previsto en el Fuero Nuevo, tributario
de los principios de libertad civil y de la configuración de la responsabilidad
del heredero como “intra vires”. Es éste un régimen completo en sí mismo, ya
que la disciplina foral aborda la regulación de todos los aspectos centrales de
esta institución 2, como se colige del contenido de sus disposiciones que, con
1.
2.
12
Arregui Gil, J. (“Título IX. De los legados”, Comentarios al Código civil y Compilaciones
Forales, T. XXXVIII, Vol. 1º, Edersa, 1998, pp. 1148 y ss.) pone de manifiesto que con anterioridad a los trabajos llevados a cabo para la redacción de la Recopilación Privada, no
se había dispensado a los legados atención especial en los Anteproyectos o Proyectos de
Apéndice de Derecho navarro al Código civil, ni por los juristas navarros que no indicaban nada –Alonso-, o bien se limita a referenciar la aplicabilidad en Navarra de la legislación romana o las disposiciones sobre mandas pías (leyes 3, 3, 14 y 2, 11, 11 Novísima
Recopilación (Cortes de Sangüesa de 1705) –Lacarra-.
A este respecto cabe recordar la doctrina reiterada del Tribunal Superior de Justicia de
Navarra sobre esta materia que, en su sentencia de 15 de mayo de 2006 (RJ 2006\4500),
recuerda que: “En las materias de la exclusiva competencia de la Comunidad Foral de
Navarra, cual sucede con el Derecho civil foral (art. 48.1 LORAFNA) en los límites inherentes a la «unidad constitucional» (art. 2. 2 LORAFNA), que reserva «en todo caso» al Estado
la competencia exclusiva en determinadas materias de la «legislación civil» (art. 149.1.8ª
CE), el Derecho navarro resulta «aplicable con preferencia a cualquier otro» (art. 40.3, párr.
primero, LORAFNA), de tal suerte que, en este ámbito civil, sólo en defecto de Derecho
propio, deviene de aplicación supletoria el Derecho del Estado (art. 40.3, párr. segundo,
LORAFNA). Habida cuenta de la supletoriedad del Derecho estatal y de la prelación de
fuentes propia del derecho civil navarro (Ley 2 FN), las normas del Código civil, como las
de las demás Leyes generales de España, con la salvedad de las disposiciones recibidas por
la Compilación (disp. adicional Fuero Nuevo), tan sólo son de aplicación como Derecho
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matices propios, comprende desde el concepto de legado –ley 241-, sus efectos
–ley 242-, la toma de posesión –ley 243-, la adquisición de sus frutos –ley 245-,
su reducción –ley 244- y extinción –ley 252-3, hasta la regulación de los tipos
de legado en los puntos centrales de su disciplina (así, legado universal –ley
246-, legado de cosa genérica –ley 247-, legado alternativo -ley 248-, legado
3.
supletorio (Leyes 2 y 6 FN y art. 13.2 Código Civil), en cuanto no contradigan los principios
generales del Derecho navarro (Leyes 2.3 y 4 FN), cuando el supuesto de que se trate se
halle huérfano de regulación en la costumbre o en las Leyes civiles forales, interpretadas
e integradas conforme a la tradición jurídica navarra (Leyes 1, párr. segundo y 6 FN) y la
laguna resultante no pueda ser colmada mediante la racional extensión analógica de sus
disposiciones (Ley 5 FN). Esta Sala así lo declaró ya en sentencia de 15 de noviembre de
1991 (RJ 1991, 9800) y ha venido a reiterarlo en la más reciente de 10 de febrero de 2004 (RJ
2001, 2476). El hecho de que un determinado supuesto no haya recibido en el Derecho civil
foral la solución que el común o general le dispensa o incluso no haya sido objeto de un
específico o diferenciado tratamiento como el que en éste ha recibido, no supone sin más
que exista sobre él una laguna que justifique la supletoria aplicación del Derecho común
o general. No existirá si las cuestiones que suscita el supuesto de que se trata tienen en el
foral respuesta o solución jurídica a partir de las disposiciones y previsiones, aun generales, de su misma normativa. El recurso al Derecho supletorio requiere pues la constatación de una verdadera laguna, anomia o vacío del Derecho civil foral insusceptible de
integración con sus propios mecanismos, pero además exige que la norma común que
pretende aplicarse al caso, lo sea sin quiebra de sus principios generales, tanto de Derecho
natural o histórico, como técnicos o inferidos de sus disposiciones (Ley 4 FN)”.
Así, STSJ de Navarra de 16 de diciembre de 2008 (RJ 2009\3146) que reconoce la singularidad del régimen de la ley 252 del FN respecto al previsto en el artículo 869 del Código
civil, que no es de aplicación en Navarra: “Las reseñadas regulaciones contrastan con la
de la Compilación Navarra, ley 252, donde la enajenación puede no determinar necesariamente la revocación del legado, ya que si después de la transmisión el disponente recupera el bien objeto del mismo, éste será válido; lo cual, ocioso es reiterarlo, no es posible en
el derecho común. El Fuero Nuevo recoge, por tanto, un criterio distinto, el de la enajenación como causa de caducidad porque la cosa legada no se encuentra en el caudal relicto
(…). El legislador navarro quiso apartarse del criterio del Derecho común, estableciendo
una única excepción al rigor extintivo ex ley 252, que es la recogida en la segunda parte
del precepto «Sin embargo, si el legatario la hubiese adquirido a título oneroso de persona
distinta del disponente, se entenderá legado el precio o el valor de la contraprestación
que dio el legatario». Así pues no es posible trasladar sin matizaciones las soluciones del
derecho común al derecho de Navarra. Sin perjuicio de ello, como hemos señalado, cabe,
en determinados supuestos, sostener la eficacia del legado pese a no pertenecer la cosa al
disponente a la muerte de éste. Estimamos, en efecto, que el rigor "objetivista" de la ley
252, su toma de partido por la tesis de la caducidad del legado en los casos de enajenación del bien dispuesto, sin que se haya producido la posterior readquisición, no excluye
que haya casos de transmisiones, en las que pueda mantenerse su eficacia. A juicio de
esta Sala la respuesta a la subsistencia y eficacia de los legados en los que se haya producido una transmisión de cosa específica y determinada objeto de los mismos, sin ulterior
retorno al caudal relicto, vendrá de la mano de una nota fundamental, cual es la de que la
contraprestación sea reconocible en el patrimonio hereditario. En su virtud, en aplicación
del principio de subrogación, los bienes o el dinero recibido a cambio podrán constituir
el objeto del legado; si bien con una importante matización en este último caso, esto es
cuando la contraprestación consista en una suma de dinero: que dicha cantidad operará
como si se tratara de un bien específico”.
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de cosa ajena –ley 249-, legado de usufructo universal –ley 250-, y legado de
bienes de conquista –ley 251-).
El particular enfoque de la regulación foral de los legados queda plasmado en el propio ámbito de actuación de sus normas que, conforme prevé
la ley 240 Fuero Nuevo, resultan de aplicación a “todo acto de liberalidad a
título singular” que no haya sido previsto por el disponente o que carezca
de regulación específica en la Compilación. La identificación de la esencia
del legado con la “liberalidad” queda consagrada normativamente, poniendo
de manifiesto la analogía funcional originaria de esta figura con la donación
“mortis causa”; primigenia concepción de la manda en los precedentes históricos romanos ligada al legado per vindicationem4. De aquí que otros actos de
liberalidad inter-vivos, cuya eficacia se supedita a la muerte del disponente,
se sometan a esta disciplina de los legados. Éste es el caso de las liberalidades
singulares de las donaciones propter nupcias que resultan eficaces a la muerte
del donante; de las dotaciones recogidas en capitulaciones matrimoniales o
en donaciones propter nuptias; de las dotaciones previstas a cargo de los herederos, donatarios “mortis causa” o legatarios; de las cargas que se imponen
al donatario en donaciones propter nuptias a favor de terceras personas; o de
los lucros –mortis causa capiones-5 que indirectamente se puedan recibir del
disponente como, por ejemplo, lo que se entrega por el cumplimiento de una
condición6..
En el Derecho civil navarro la duda sobre si cabe considerar como legado
una disposición “mortis causa” a título particular que no entrañe una liberalidad se resuelve en sentido negativo. Como reconoce Lacruz Berdejo7,
apuntando las diferencias existentes entre el Código civil y el Fuero Nuevo en
este punto, parece claro que el concepto de legado en el régimen foral supone
necesariamente la atribución de una liberalidad. El tenor de la ley 241 del FN
así lo indica, al caracterizar las mandas o legados como “liberalidades mortis causa a título singular”, aunque el sentido que se ofrece del concepto de
4.
5.
6.
7.
14
Como recuerda BIONDI, B., Sucesión testamentaria y donación, 2ª ed., Bosch, 1960, p. 281,
en un inicio el Derecho Romano desconoce la categoría del legado, existiendo concretas disposiciones que se encuadraron progresivamente en los tipos legatorum. En este
proceso el legado per vindicationem aparece como la primitiva donación real llevada al
testamento, que sustituye a ésta y con la que guarda una analogía funcional. Origen y
fundamento diverso presentaba el legado per damnationem, la rogatio de la mancipatio
familiae a la que se le confirió eficacia jurídica y se convirtió en obligación.
D’Ors Pérez-Peix, A., Derecho privado romano, 10ª ed., Eunsa, Pamplona, 2004, pp. 417 y ss.
Arregui Gil, J., Ob. cit., p. 1155
Lacruz Berdejo J. L., Elementos de Derecho civil, V, Editorial Bosch, Barcelona, 1988, p.
313.
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“liberalidad” no deba entenderse limitado al aspecto meramente económico,
comprendiendo cualquier beneficio de carácter afectivo, moral o material
que se pudiera atribuir al legatario con dicha disposición “mortis causa”. No
impide tal calificación, ni su validez, el propósito que impulse la disposición
a título particular, ni el hecho de que dicha disposición se recoja en codicilo
o memoria testamentaria (leyes 195 y 197 FN), como se ha reconocido por la
STSJ de Navarra de 15 de enero de 2013 (RJ 2013, 6373) 8.
Por otra parte, la caracterización del legado como regalo póstumo no
empaña la posibilidad de que se pueda imponer una carga o modo, como se
deduce de lo reseñado en la ley 321 del FN, ni conlleva la imposibilidad de
instituir legados parcialmente onerosos. No obstante, esa previsión sí evidencia que las cargas o modos no deberían agotar el beneficio que se espera de la
manda, ni ser de valor muy inferior al lucro que obtenga el beneficiario hasta
el punto de resultar nulo9. Tampoco excluye la admisibilidad del “legado de
deuda”10, que atribuye la misma cosa o prestación que el disponente debía al
legatario, aun cuando ello no esté tipificado en el Fuero Nuevo. Como acontecía en Derecho romano, una disposición “mortis causa” de este cariz sólo
tendrá la consideración de legado si el beneficiario obtiene alguna ventaja o
provecho de ella11, siendo en otro caso el legado nulo, sin perjuicio del valor
8.
En dicha sentencia se reconoce la idoneidad de las memorias testamentarias para la disposición de legado, advirtiéndose que las restricciones fijadas por las leyes 195 y 197 FN
en cuanto al contenido de aquéllas no se extienden al legado: “El Proyecto de Fuero Recopilado de 1959 era todavía más explícito en la proposición o formulación de esa regla; y,
tras relacionar las disposiciones excluidas de las memorias testamentarias, entre las que
tampoco se citaban los legados, declaraba en un segundo párrafo de la ley 250 que podrían
en cambio «establecerse y modificarse las disposiciones testamentarias de otra clase». La
idoneidad de las memorias testamentarias para la atribución de legados ha sido en general
pacífica, tanto en la doctrina civil foral, como en la jurisprudencia (ss. 30 octubre 1944 (RJ
1944, 1180) y 29 septiembre 1956 (RJ 1956, 3167), del Tribunal Supremo), que la dan por
sentada sin mayores justificaciones argumentales. Es más, en palabras de un autorizado
estudio doctrinal sobre la institución, «si hoy puede justificarse la existencia de las memorias testamentarias, es precisamente para el otorgamiento de legados, con la comodidad
de no tener que otorgar nuevos testamentos cada vez que hay que modificar el legado»”.
9. Así se consideraba para el legado y la donación en Derecho Romano (D’Ors Pérez-Peix,
A., Ob. cit., pp. 395 y 413).
10. La admisibilidad del legado de deuda ha sido históricamente aceptada, reconociéndose
en la Partida 6, 9, 19 y ofreciéndose reglas interpretativas sobre el mismo en el artículo
873 CC. Cf. Ossorio Serrano, J. M., “El legado de deuda”, Anuario de Derecho Civil, 1985,
pp. 941 y ss.; Albaladejo García, M., “Artículo 873”, Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, T. XII, Vol. 1º, 2ª ed. Edersa, Madrid, 1998, pp. 239 y ss.
11. D’Ors Pérez-Peix, A., Ob. cit., p. 397, reseña que el legado de deuda (legatum debiti) debía
ofrecer alguna ventaja al legatario-acreedor, por ejemplo, confirmar una deuda sólo exigible por derecho pretorio, suprimir una condición o renunciar a una excepción que pudiera
oponerse a la antigua deuda. Este legado no debe confundirse con el legatum rei debitae,
el cual equivale a un pago.
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que pudiera tener a otros efectos –por ejemplo, como orden o manifestación
de pago-12 .
A esta configuración se añade legalmente la contraposición doctrinal e
histórica que se ha venido realizado de la figura del legado frente a la institución hereditaria. El legado es una disposición “mortis causa” a título singular
mientras que la institución de heredero supone una vocación a título universal. La ley 241 del FN es fiel a este planteamiento, definiendo las mandas o
legados de forma negativa como liberalidades mortis causa “a título singular
que no atribuyen la cualidad de heredero”. Con ello se quiere resaltar que el
legatario es un mero receptor de bienes o de relaciones jurídicas particulares.
No ocupa el puesto del causante ni es propiamente su “sucesor”, posición que
está reservada al heredero, ya que no se le transmite el conjunto de derechos y
obligaciones que le corresponde a éste; sólo recibe bienes o derechos concretos y su situación carece de la fuerza expansiva que corresponde al heredero,
aunque tales bienes puedan ser de igual o superior valor a los asignados a este
sucesor a título universal.
Estas apreciaciones, que son comunes a la delimitación de las figuras de
heredero y legatario en el régimen del Código civil, presentan un perfil aún
más intenso en Navarra por la particular regulación de la figura del heredero
y de la disciplina de la “institutio ex re certa” de la ley 216 del FN13.
La atribución “mortis causa” de una cosa o derecho determinado a favor
de un sujeto instituido como heredero supone para éste que se le considere
“llamado a toda la herencia”, cuando no concurre con otros instituidos a título
universal14, excluyéndose la apertura de la sucesión legal (ley 300, in fine del
FN)15. La vocación como heredero “ex re certa” constituye un auténtico llamamiento universal que entraña no sólo la continuación por éste del conjunto de
12. Así se contemplaba en Derecho Romano Cf. Biondi, B., Ob. cit., p. 462
13. “Si el instituido heredero en cosa determinada no concurre con otro u otros instituidos a
título universal, se entenderá llamado a toda la herencia; pero si concurriere, será considerado legatario. Cuando todos los herederos hayan sido instituidos en cosa determinada,
heredarán en partes iguales, y el señalamiento de cosa determinada valdrá como prelegado. Estas mismas reglas se aplicarán al instituido sólo en usufructo”.
14. En este sentido la STSJ de Navarra de 1997 de 20 septiembre (RJ 1997, 6451) que consideró
como heredero en cosa cierta al instituido en cuota y excluyó la apertura de la sucesión
intestada: “al contener el testamento institución de herederos en cosa determinada, el
señalamiento de las cosas, grupos de cosas, determinadas, valen como prelegados y el
resto de la herencia, bienes sobre cuyo destino no hay disposición testamentaria expresa,
han de distribuirse entre todos los herederos instituidos por partes iguales”
15. “La sucesión legal tiene lugar siempre que no se haya dispuesto válidamente de toda la
herencia o parte de ella por testamento, por pacto sucesorio o por cualquier otro modelo
de deferirse la sucesión conforme a esta Compilación. No tendrá lugar la apertura de la
sucesión legal en el supuesto de la Ley 216”.
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relaciones del causante, asumiendo la condición de liquidador y responsable
de éstas, sino también la asignación de los bienes no atribuidos por el testador. Esta última consecuencia no resulta plausible en el régimen del Código
civil, en el que el heredero sólo recibe lo asignado a su favor, abriéndose la
sucesión legal respecto del resto del caudal relicto, en atención al principio de
plena compatibilidad de la sucesión testada e intestada. En Navarra este principio, aunque presente en la regulación foral, ofrece las matizaciones interpretativas descritas, que entrañan una vigencia atemperada de la regla “nemo
pro parte testatus, pro parte intestatus decedere potest” (arts. 764 y 912, 2 CC)16,
y la intelección de la voluntad testamentaria de concurrencia en el instituido
del título de heredero y de legatario (prelegado)17.
Desde esta perspectiva se observa que la caracterización del legado como
atribución a “título singular” constituye, en toda su extensión, una seña de
su identidad en la normativa foral. Esta singularidad se proyecta también en
la forma de su disposición, facultándose que se pueda ordenar, cualesquiera
que sean su valor o contenido, en codicilos o memorias testamentarias (leyes
195 y 197 del FN), ya que lo que define a este tipo de institución es su carácter
ontológico de atribución a “título singular” y no su contenido o cuantía18.
16. En Navarra la exclusión del principio “nemo pro parte testatus” no tiene el alcance y desarrollo con el que se presenta en la disciplina del Código civil, operando este principio
romano (D. 28,5,1,4 y 9, 13; 28,6,4) presuntivamente en que el caso de que haya institución
de un solo heredero en cosa cierta o bien se hubiera instituido a todos de igual manera,
en cuyo caso la herencia se repartirá por igual entre todos los instituidos herederos y las
disposiciones singulares se reputarán prelegados. Cf. Egusquiza Balmaseda, M. A., “Ley
216”, Comentarios al Fuero Nuevo. Compilación del Derecho civil de Navarra, dir. Rubio
Torrano, E., Aranzadi.Thomson-Gobierno de Navarra, Cizur Menor, 2002, pp. 627 y ss.
17. Cf. STSJ de Navarra de 15 de enero de 2013 (FD 2º) en la que se dice que: “A tenor de la
voluntad expresada por el causante en el testamento y en su última memoria testamentaria, según la interpretación que permanece incólume en casación, es claro que el demandado-recurrido don Torcuato ha sido llamado a la sucesión de aquél por un doble título,
cuya concurrencia contempla la ley 321, párr. segundo, del Fuero Nuevo de Navarra: a
"título universal", en su condición testamentaria de heredero, en igualdad con todos sus
hermanos, y a "título singular", en la condición complementaria de legatario de las acciones que la memoria testamentaria disponía fueran para él; condición esta segunda que
confería al beneficiario una pretensión autónoma para su reclamación, que no tuvo la
necesidad de formular al haberle sido reconocida en la partición”.
18. Así se señala en la STSJ de Navarra de 15 de enero de 2013 (RJ 2013, 6373) en la que se indica
que la naturaleza complementaria de las memorias testamentarias respecto del testamento
no impone ni reclama “la limitación de su eventual contenido patrimonial a disposiciones
o legados de valor económico limitado o moderado en relación al que representa el caudal
hereditario o la cuota o porción que a los coherederos corresponda en su partición, cuando
tal limitación no aparece impuesta en la legislación civil foral de Navarra -como lo está en
la de Cataluña- a esta específica forma de disposición mortis causa”.
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Por otra parte, la idea que ofrece la ley 241 in fine del FN de la figura supera
los perfiles planteados en el marco del Código civil en torno a ella a tenor
del artículo 858 párr. 1º del CC; precepto que reconoce que el testador puede
imponer el pago del legado no sólo al heredero sino también al legatario, suscitado el debate doctrinal sobre la posibilidad de que un “no sucesor” pueda
ser gravado con una manda19. La previsión genérica de la ley 241 in fine del
FN, cuando señala que se pueden imponerse mandas o legados “a cualquier
persona que a título lucrativo reciba bienes del disponente, por voluntad del
mismo o de la Ley” (ley 241, in fine FN), resuelve en sentido positivo esa cuestión. De esta forma parece que podrían ordenarse la satisfacción de mandas o
legados a cualquiera que por la muerte del testador y por voluntad del mismo
llegara a conseguir o “conservar” una ventaja patrimonial, ya fuera recibida
en vida -donación o pacto sucesorio- o por sucesión voluntaria o legal 20; así
se planteó en los precedentes romanos, primeramente, para los fideicomisos y, posteriormente, para los legados (Ulp. 1 fideicom.1.1 6 D. de leg, 32)21.
Esta amplia posibilidad de gravar con un “legado o manda” a todo aquel que
haya recibido “a título lucrativo” del causante, a mi modo de ver, no supone
necesariamente que deba entenderse desnaturalizado el concepto de legado,
y que quepa calificar de tal a toda liberalidad “mortis causa” que se imponga
a quien en vida recibió bienes “a título lucrativo” del causante, prescindiéndose de las exigencias propias que para su eficacia requieran los negocios de
19. A favor de esta idea se decantaban Roca Sastre, R. M., “Anotaciones Kipp”, Derecho de
sucesiones I, 2ª ed., 1976, p. 535 y Albaladejo García, M., “Artículos 858 a 891 del Código
civil”, Comentarios al Código civil y Compilaciones forales, dir. Albaladejo, T. XII, Vol. 1, 2ª
ed., Edersa, 1998, pp. 11 y ss., apuntándose por éste último como supuestos en los que un
no sucesor puede ser gravado con un legado: la donación hecha con reserva de la facultad
de disponer de algunos bienes donados o de alguna cantidad con cargo a ello (art. 639
CC), y el seguro de vida concertado por el testador a favor del beneficiario designado en
el testamento (art. 84 LCS). La mayor parte de los autores niegan que los supuestos reseñados puedan ser considerados como legado en la disciplina del Código civil, poniendo
de relieve Sánchez Calero, F. J., (“Artículo 858”, Comentario del Código civil, Ministerio de Justicia, Vol. I, Madrid, 1990, p. 2089) que la atribución patrimonial que reciben
el donatario o el beneficiario en esos supuestos es una consecuencia del contrato y no
del testamento, asumiéndose que la definición del legado en el régimen del Código civil
supone que dicha atribución ha de ser impuesta con cargo a la herencia y, siendo voluntaria, cuando menos que tenga que derivar de ella, pues ésta es la única forma en la que
cabe apreciar que el legatario resulte sucesor del causante, aun cuando la atribución que
reciba no tenga por objeto bienes del mismo.
20. En este caso la disposición que se efectúe del legado, si es la única prevista, planteará la
cuestión de la interpretación de lo efectivamente querido por el testador y coordinación con
lo reseñado en la ley 216 del FN, que refleja una regla interpretativa de lo querido por éste.
21. “Sciendum est autem forum fidei committere quem posse, ad quos aliquid perventurum est
morte eius, vel dum eis datur, vel dum eis non admitir”.
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atribución consumados22. Simplemente ratifica el criterio de la ley 240 del FN,
que dispone que el régimen del legado constituye la disciplina común para
todo acto de liberalidad a título singular que carezca de una regulación específica, extendiendo su ámbito de aplicación a figuras singulares o atípicas
próximas a aquél.
El Fuero Nuevo silencia un aspecto central de la determinación de los
legados, el alcance de la responsabilidad de los legatarios o receptores de las
liberalidades en cuanto a la satisfacción de las mandas o legados que a éstos
se les impongan. La clave de esta elocuente omisión se encuentra en el propio sistema de responsabilidad articulado en Derecho civil navarro. El Fuero
Nuevo carece de precepto equivalente al artículo 858 del CC que fije que la
responsabilidad del legatario será “hasta donde alcance el valor del legado”.
La razón es que el régimen civil foral no ofrece un sistema dual de responsabilidad hereditaria, como el Código civil, que diferencie entre la responsabilidad “ultra vires” del heredero, que acepta la herencia pura y simplemente
(art. 1003 del CC), y la responsabilidad “intra vires” que le compete si dicha
aceptación lo es a beneficio de inventario (art. 1023 del CC). En Navarra, por
determinación legal, la responsabilidad del heredero que acepta la herencia
como sucesor universal es siempre “intra vires”, según dispone la ley 318 del
FN; y, por tanto, la responsabilidad del legatario como sucesor a “título particular” es también limitada, máxime si se tiene en cuenta que la manda o
legado ha de reportar un beneficio o provecho para que tenga la consideración de tal.
El silencio normativo en este punto deja abierta otra cuestión, arduamente
discutida en régimen común 23 y que atañe al régimen general de responsabilidad limitada que se derivada del Fuero Nuevo: si esa responsabilidad de los
legatarios por el pago los legados es por el valor de los bienes recibidos -responsabilidad “pro viribus”- o puede ser satisfecha con los mismos bienes -responsabilidad “cum viribus”-. Sobre esta cuestión se volverá más adelante.
22. Según se desprende de la ley 163 del FN, para las donaciones “inter vivos” las cargas que
resultan exigibles y tendrán la consideración de legados serán aquellas que se hubieran
previsto en el propio negocio jurídico de donación.
23. En la doctrina se ha discutido ampliamente si la responsabilidad de los legatarios por el
pago de los legados debía ser considerada como una responsabilidad “pro viribus” o “cum
viribus”. A favor de la primera tesis se esgrimía que ese era el criterio fijado por el tenor
literal del artículo 858, párr. 2 del CC, en defensa de la segunda se aducía la proximidad
de la figura del legatario con el heredero que aceptaba a beneficio de inventario y la aplicación de tal criterio según el espíritu de los arts. 1003, 1023, apartado 1º del CC, salvo que
el legado fuera de insusceptible entrega porque se hubiera enajenado, perdido o menoscabado. Cf. Albaladejo García, M., Ob. cit., pp. 20 y ss.
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II. DISPOSICIÓN DE LEGADOS DE CONTENIDO
PECUNIARIO EN LA DISCIPLINA FORAL
1. Legados que tienen por objeto el dinero
1.1. Cuestión general: el dinero como objeto de legado
La decisión del causante de que un determinado sujeto reciba a su muerte
una cantidad de dinero como liberalidad puede plantearse de muy diversas
maneras, dependiendo de lo que efectivamente fuera querido por aquél y de
los bienes con los que contara a su muerte.
Como objeto del legado, el dinero suscita diversas cuestiones de interés
por su condición de bien genérico y ultrafungible, al que no le es de aplicación la regla genus non perit, su posible obtención aun cuando el disponente
carezca del mismo, por la realización de otros bienes, y su consideración de
medida de valor. Su calificación de cosa genérica no determina por sí que una
manda con ese contenido esté sujeta indefectiblemente a las reglas del legado
de cosa genérica.
Los perfiles peculiares que puede adoptar el dinero como contenido
de legado han quedado evidenciados desde los precedentes del Derecho
Romano. Así señalaba Biondi24, respecto a la disciplina del legado en Roma,
que si el dinero se dejaba como cuerpo cierto y determinado (pecunia quae in
arca est), la manda se consideraba semejante al de un legado de fundo, pero si
fue dejado como tal, como cosa genérica determinada, aquélla se consideraba
válida como legado de obligación, aunque no hubiera dinero en la herencia
(fr. 12 pr. D.21; Paul. 2 ad Vit.).
En el marco jurídico actual la gran cuestión a dilucidar en la materia
deviene de la valoración de si lo ordenado por el testador fue un legado de
suma de dinero, también denominado de cantidad, o bien de otro tipo, como
el legdo de entrega del dinero en poder del disponente (el guardado en el colchón o la caja fuerte) o la cantidad que éste puede reclamar por el derecho de
crédito efectivo e inmediato que se ostenta frente a tercero (el saldo de cuenta
corriente o depósito que se mantiene en una entidad bancaria, etc.).
24. Ob. cit., pp. 343 y 344
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1. 2. Legados de suma o cantidad
En esta categoría quedan incluidas todas las mandas en las que el causante ordenó de manera general que se entregara al beneficiario una suma de
dinero en moneda de curso legal (lego 30.000 euros) o extranjera (lego 30.000
dólares), así como las que resulten determinables por referencia a parámetros
concretos (lego la cantidad equivalente a la mitad de la finca x). El beneficiario conoce la suma total que recibirá al abrirse la sucesión, bien por haberla
previsto específicamente el causante, o ser determinable mediante las operaciones dispuestas para tal concreción. La calificación de este tipo de manda
como de suma o cantidad no varía aunque se someta a condición (por ejemplo, cumplir los 21 años) o se fraccione su pago en diversos plazos. En estos
casos el gravado se encuentra obligado a entregar una cantidad predeterminada y fija, aspecto que diferencia a esta liberalidad del denominado legado
de pensión 25.
El legado de suma o cantidad es un legado de eficacia obligacional -legado
per damnationem-. El legatario dispone de una acción personal para hacerlo
efectivo mediante el ejercicio del derecho de crédito que se ostenta contra el
gravado (ley 242, párrafo 2º FN). No obstante, cabe advertir, como ha señalado
Moreu Ballonga 26, recordando la peculiar naturaleza del dinero, cuya genericidad y fungibilidad en grado absoluto sitúa a éste al margen de la dicotomía
de los bienes genéricos y específicos y de las cosas fungibles e infungibles, que
éste propiamente no es un legado de género sino una obligación pecuniaria.
No se produce en estos casos una verdadera elección o especificación de la
cosa legada. El legado de suma de dinero es siempre igual desde que nace
hasta que se paga, extinguiéndose en tal momento el crédito. El beneficiado
con este legado es un acreedor de suma de dinero o cantidad; esta liberalidad
constituye una deuda líquida a la que le es de aplicación las instituciones de
la mora (ley 491 del FN) y la compensación (ley 498 del FN). En atención a ello,
estima este autor, no son innecesarias y reiterativas la previsiones del artículo
886, párrafo 2º del CC en cuanto al pago, ya que resultan ser las específica-
25. Como reconoce por Grimalt Servera, P., Ob. cit., pp. 35 y 36, haciéndose eco de lo reseñado por la doctrina, la distinción entre un legado de cantidad con entrega periódica y un
legado de pensión o prestación periódica radica en que en el primero la suma se encuentra
previamente determina y es fija, mientras que en el segundo no pues dependerá de la
duración de la vida beneficiario, exista límite temporal o no. En el régimen del Código
civil, salvo que otra cosa dispusiera el testador, la muerte de beneficiado por un legado de
pensión conllevará la extinción del legado (art. 880 CC).
26. El legado genérico en el Código civil, Civitas, Madrid, 1991, pp. 172 y ss.
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mente aplicables al legado dinerario, siendo las acogidas en el párrafo 1º del
artículo 875 CC las generales respecto al legado de cosa genérica.
El Fuero Nuevo no establece tal concreción, aun cuando se aluda al legado
de cosa genérica en la ley 247 para determinar a quién se le asigna el derecho
de elección. Ello plantea algunas cuestiones de interés por la falta de tipificación de una norma como la del artículo 886 del CC; cuyo párrafo primero
prevé que “el heredero debe dar la misma cosa legada, pudiendo hacerlo, y no
cumple con dar su estimación”, y su párrafo segundo dispone que “los legados en dinero deberán ser pagados en esta especie, aunque no lo haya en la
herencia”27. En Navarra no se puede afirmar que no se hallen presentes estas
reglas en el cumplimiento de este tipo de legados, dada su inspiración en el
Derecho Romano28 (D. 30.1.71.4, D. 32.1.11.17 y D. 31.1.12), pero tampoco cabe
desconocer que la falta de una norma positiva como la recogida en el artículo
886, párrafo 2º del CC, las particulares previsiones forales en cuanto a la disciplina del legado (leyes 249, 252 y 296 b) 9 del FN) y el régimen de responsabilidad hereditaria (ley 318 del FN), dan lugar a unos perfiles propios en las
obligaciones que se asignan a los gravados en el pago de este tipo de mandas
que alcanzan a su cumplimiento.
1. 3. Legados de dinero contenido en caja fuerte, de cuenta corriente, de depósito o de fondos
Como se ha apuntado, no constituyen legados de suma o cantidad las
mandas en las que se ordena la entrega del concreto dinero (billetes y monedas) que el disponente tenía materialmente en su poder (caja fuerte o en casa).
En este caso, el pecuniario se encuentra ya especificado y determinado, y no
cabe la aplicación de la regla “genus non perit”. El objeto de este tipo de legado
son los billetes y/o las monedas pertenecientes al disponente que se encontra-
27. Como señala García Goyena en su comentario al artículo 701 del Proyecto, precedente
del vigente artículo 886, ambos preceptos proceden de la tradición romana. Cf. “Concordancias, motivos y comentarios del Código civil español”, T. II, Madrid, 1852, p. 141
28. La fiel asunción del Fuero Nuevo de la disciplina del Derecho Romano sobre los legados
resulta palpable en los aspectos centrales de su disciplina, como se desprende de las notas
a la Recopilación Privada. Así se explica, por ejemplo, el contenido de la ley 243 que prevé
la aplicación del régimen romano de interdicto “quod legatarum” (Dig. 43.3 y COD. 8,3);
o el régimen de reducción de los legados de la ley 244, que justifica que no se aplique un
orden de preferencia en cuanto al pago de los legados, sino la reducción a prorrata de la
ley Falcidia, salvo voluntad del disponente o constitución de garantía hipotecaria; o bien
el particular régimen de adquisición de los frutos previsto en la ley 245 (Cod. 6.47. 4; Nov.,
131, 12). AAVV, Derecho Foral de Navarra. Derecho Privado (Recopilación Privada), Diputación foral de Navarra, Pamplona, 1971, pp. 213 y 214.
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ban en su poder; cosa específica y propia de éste, cuya propiedad adquirirá el
legatario a la muerte de aquél (ley 242, párr. 1º FN).
A esa misma categoría cabe adscribir el legado consistente en el saldo de
una cuenta corriente, un depósito, fondos de pensión o de inversión, manda
que tiene por objeto el derecho de crédito perteneciente al causante de las
cantidades consignadas en cuenta corriente o depósito o las derivadas de la
realización de las participaciones de los fondos de los que era titular. En estos
casos, si bien el legado persigue la entrega de dinero o participaciones realizables, bienes muebles genéricos y ultrafungibles, lo que en realidad ordena
el causante es la entrega del mismo derecho que le correspondía sobre aquéllas y que se encuentra en su haber relicto, lo que determina que este título
de crédito pueda conceptuarse como “cosa específica y determinada propia
del disponente”. La atribución al legatario de ese concreto derecho de crédito
permite pensar que nos encontramos ante un legado de la categoría prevista
en párrafo 1º de la ley 242 del FN, que tiene una eficacia real y transmite la
titularidad del derecho de crédito directamente al legatario.
La consideración del legado de crédito como legado per vindicationem,
admitida por la doctrina foral 29 y buena parte de los autores de régimen
común 30, entraña que el legado de cuenta corriente, depósito o fondos pueda
ser considerado como una manda de eficacia directa, en la que el legatario
adquiere la titularidad del crédito desde la muerte del causante y los herederos no podrán ejercitarla ya que no son titulares31. A diferencia de lo que acontece en la transmisión de otros derechos como el de propiedad (ley 355 FN),
ha de tenerse en cuenta que la cesión de créditos no requiere forma determinada (leyes 511 y 513 del FN), bastando para ello que exista un negocio
consensual de cesión. Por tanto, nada obstaculiza para que a través del acto
dispositivo de última voluntad pueda considerarse producida la transmisión
de esa titularidad plasmada en pacto sucesorio o testamento notarial -leyes
174 y 188 del FN- u otro tipo de documento como testamento ante párroco,
testigos, ológrafo -leyes 189, 190, 191y 193 del FN-, o codicilos o memorias
29. En tal sentido Arregui Gil, J., “Ley 242”, Comentarios al Código civil y Compilaciones forales, Compilación o Fuero Nuevo de Navarra, T. XXXVII, Vol. 1º, Edersa, 1998, Madrid, p.
1166.
30. Fernández-Pacheco, M. T., “Los legados de crédito y de liberación de deuda”, Revista
de Derecho Privado, 1979, enero, pp. 18 y ss.; Albaladejo García, M., Ob. cit., pp. 228230; García Cantero, G., “Ensayo de una clasificación de los legados, en particular en el
Código civil”, Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, 1973, p. 795; Grimalt Servera, P.,
Ob. cit., Tirant lo Blanch, Valencia, 2000, p. 51, nota.130.
31. Grimalt Servera, P., Ob.cit, p. 53, nota 134.
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testamentarias -leyes 194 y 198 FN; según el caso eficaz frente a terceros tras
su adveración y protocolización (art. 1218 del CC).
La Compilación de Derecho civil Foral de Navarra o Fuero Nuevo carece
de una norma homóloga a la contemplada en el párrafo 2º del artículo 870 del
CC que disponga que “el heredero cumplirá con ceder al legatario todas las
acciones que pudieran competirle contra el deudor”. Con ello se limita la base
argumental para entender que el legado de crédito en Navarra constituye un
legado de carácter obligacional; tesis postulada por un sector de la doctrina
en Derecho común en atención al tenor literal del artículo 870, párrafo 2º del
CC, la posición del heredero como sucesor del causante “en todos sus derechos y obligaciones” (art. 661 del CC), y la condición subordinada del legatario
que ha de pedir al heredero la posesión de lo legado y no puede ocupar por
su propia autoridad la cosa legada (art. 885 del CC), teniendo el heredero la
posesión civilísima de los bienes hereditarios (art. 440 CC)32 .
Los argumentos esgrimidos por los que en el régimen común han sostenido la eficacia real del legado de crédito en atención a lo previsto en los
artículos 882 y 885 del CC, aduciendo que las disposiciones del artículo 870,
párrafo 2º del CC recogen la forma en la que el heredero cumple con la obligación de entrega de la posesión de crédito, resultan si cabe más evidentes en
nuestra normativa foral. Como acontece en el régimen común, en Navarra
el legatario “por sí sólo no puede tomar la posesión de la cosa legada”, salvo
que así se lo autorice el disponente33 o concurra alguna de las circunstancias
que marca la ley 243 del FN. Ello, sin embargo, no restringe la eficacia de la
atribución directa del crédito que el causante ostentaba en vida, aunque sí
se traduce en la exigencia de que la persona gravada con el legado, o quien
resulte facultado para cumplir su última voluntad, tenga que hacerle entrega
de los documentos que le permitan ejercitar su derecho.
El beneficiado con el legado de dinero contenido en una caja fuerte o con
el nominal de la cuenta corriente, de un depósito o fondo de inversión o pensión, ostenta dos derechos: el de propiedad sobre ese bien o crédito, que le
faculta para su adquisición directa del disponente por tratarse de cosa específica; y el de crédito que le permite exigir la entrega de su posesión al gravado
o ejecutor de última voluntad. Con todo, ha de tenerse presente que el here-
32. Manresa y Navarro, J.M., Comentarios al Código civil español, T. VI, Vol. II, Madrid,
1973, pp. 437-438; Ossorio Morales, J., Manual de sucesión testada, Madrid, 1957, pp.
391 y 392; Serrano García, I., “Legado de crédito y legado de liberación”, Revista Crítica
de Derecho Inmobiliario, 1975, pp. 633 y ss.
33. La entrega por el disponente al legatario de los documentos que acrediten dichos créditos
cabrá considerarlo como tal.
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dero navarro carece de la posesión civilísima reconocida en el artículo 440
del Código civil y, por tanto, será preciso que éste entre en la posesión de esos
bienes para cumplir con aquel deber. El heredero y el legatario son poseedores en Navarra de los bienes hereditarios sólo desde que se hacen cargo de
ellos, aun cuando les aprovecha el tiempo que poseyó el causante a efectos
de la usucapión (ley 361 del FN).
La adquisición directa e “ipso iure” de este tipo de legados, en virtud de
la condición vindicatoria de las mandas, no restringe ni limita las legítimas
expectativas de los herederos del causante a la satisfacción de sus créditos,
ya que primero es pagar y después heredar. Precisamente el fundamento de
que el legatario en Navarra no pueda tomar posesión unilateralmente de lo
legado, incluso tratándose del legado de eficacia real, se halla en la necesidad
de garantizar la unidad del patrimonio hereditario para comprobar el activo
relicto y satisfacer primeramente a los acreedores hereditarios.
Esa exigencia de que el legatario tenga que reclamar la posesión del bien
atribuido, dadas las previsiones de la ley 361 del FN, encaja dentro una arquitectura garantista que se completa con los derechos de separación y de cobro
preferente reconocidos a los acreedores hereditarios (ley 319 FN). La insuficiencia del patrimonio relicto para satisfacer las deudas hereditarias conlleva,
salvo que otra sea la voluntad del disponente sobre la cuestión, que todos los
legados sin excepción se vean sujetos a la reducción “a prorrata” que prevé la
ley 244 del FN34; pues más allá de la voluntad testamentaria, ni el carácter vindicatorio ni el contenido dinerario o de mayor liquidez de este tipo de legados
varían la aplicación de esta regla frente al resto de legatarios afectados.
2. El pago o cumplimiento de los legados de contenido pecuniario
2.1. Sujetos obligados al pago de los legados
La determinación de quién o quiénes están obligados a satisfacer un
legado pecuniario, el contenido del mismo y la forma en la que se tendrá
que proceder a su pago son cuestiones que precisan interpretar, caso por
34. Egusquiza Balmaseda, M.A., “Ley 244”, Comentarios al Fuero Nuevo o Compilación de
Derecho Civil Foral de Navarra, dir. Rubio Torrano, Gobierno de Navarra-Aranzadi-Thomson, Cizur Menor, 2002, p. 723.
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caso, lo que quiso el disponente35, pues su voluntad es el criterio rector en
la sucesión a título universal y particular. Como reiterada jurisprudencia ha
puesto de manifiesto, en esta materia hay que estar a la voluntad real o al
menos probable del testador (SSTS 23 de junio de 1998 (TOL 1.868) y 29 de
abril de 2008 (TOL 1.320.867)), siendo ésta prevalente en caso de discrepancia
“incluso sobre el tenor literal de las palabras utilizadas en el testamento (o en
la cláusula respectiva)” (STS 18 de julio de1998 (TOL14.796)). Los principios
de libertad dispositiva “mortis causa” (ley 149 FN) y “paramiento fuero vienze
o ley vienze” (ley 7 FN) facultan para que lo querido por el causante como
liberalidad sea la ley de la sucesión a título particular, y que lo así dispuesto
no sufra más restricciones que las que se derivan de la observancia de los
derechos legalmente previstos respecto al usufructo legal de fidelidad (leyes
253 a 266), igualación de hijos de anterior matrimonio (leyes 272 y 273 FN) y
reserva binupcial (leyes 274 a 278 FN). Así se deduce de lo reseñado en la ley
241 del FN, que reconoce que se puede imponer esa liberalidad “a cualquier
persona que a título lucrativo reciba bienes del disponente, por voluntad del
mismo o de la Ley”, y de la ley 243 del FN párrafo 1º que prevé que el legatario
deberá exigir la entrega del legado “de la persona gravada”.
No obstante, más allá de lo querido por el causante, el pago o cumplimiento de los legados de contenido pecuniario puede plantear o requerir la
determinación de algunas reglas.
En los legados de cuenta corriente, depósito o fondos de inversión pertenecientes al causante, su calificación como legados de cosa específica y
propia del disponente, que les confiere una eficacia directa o real, otorga al
legatario una posición que no es del todo subordinada. Como titular de dicho
crédito, él será quien se encuentre legitimado para ejecutar el derecho de crédito y exigir a la entidad bancaria o crediticia la entrega de los activos legados
desde la muerte de disponente (ley 242 FN). Esa actuación podrá llevarla a
cabo personalmente si, concurriendo alguna de las situaciones descritas en la
ley 243 del FN, está habilitado para “tomar posesión del legado” por hallarse
autorizado expresamente (por testamento, pacto sucesorio, memoria testa-
35. En este sentido el Tribunal Superior de Justicia de Navarra ha reconocido, haciéndose
eco de la doctrina general, en su sentencia de15 de enero de 2013 (RJ 2013/6373) que “en
la interpretación de las disposiciones de última voluntad (…) ha de estarse a la voluntad
real del otorgante derivada de la literalidad de los términos empleados en su redacción,
a no aparecer que aquella voluntad fue otra distinta de la reflejada por éstos. Así resulta
del artículo 675 del Código Civil, de aplicación supletoria en el Derecho navarro y de
la jurisprudencia que lo ha interpretado (ss. 10 abril 1986 (RJ 1986, 1846), 1 febrero 1988
(RJ 1988, 581), 18 julio (RJ 2005, 5339), 15 y 20 diciembre 2005 (RJ 2006, 287), del Tribunal
Supremo).
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mentaria, etc.) o de forma tácita (entrega en vida de los documentos acreditativos del crédito por el disponente)36; haber sido instituido como legatario de
parte alícuota o de usufructo universal, no habiéndose designado heredero; o
haberse distribuido toda la herencia en legados, existiendo acuerdo de todos
los legatarios y nadie facultado para la entrega de tales mandas. El ejercicio de
este derecho, sin embargo, se encontrará supeditado a que cese la situación
de separación patrimonial del haber hereditario que prevé la ley 319 del FN
y que se impone “ex lege” con el fin de que el patrimonio se encuentre unido,
se compruebe la suficiencia del caudal relicto y se satisfagan las deudas hereditarias del causante. Fuera de aquellos casos el legatario tendrá que pedir la
entrega de la posesión del dinero o los documentos que acrediten el crédito
“a la persona gravada con el legado o la facultada para su entrega” (ley 243,
párrafo 2º FN). Ésta es una forma de garantía que se encamina a comprobar el
activo líquido hereditario, a que se pueda cumplir con el pago de los acreedores del causante, sin necesidad de que éstos persigan los bienes hereditarios,
y a que se pueda proceder a la reducción del legado, cuando sea el caso, para
satisfacer las deudas hereditarias.
Desde luego, si el disponente ha determinado quién será el gravado o el
facultado para la entrega del legado, no cabrá duda de que el legatario sólo
podrá dirigirse contra aquél para exigir la entrega. En el caso de que no se
hubiera designado albacea testamentario, si dicha obligación no fue atribuida
a nadie en concreto, el heredero será quien tenga que hacerla efectiva como
sucesor a título universal. Habiendo albacea testamentario universal, éste
será el que tenga que cumplir con la obligación de entrega de los “legados de
dinero o de otros bienes”, conforme prevé la ley 296 b), nº 8 del FN, que en este
punto aclara las dudas e interpretaciones que se han venido planteando en
virtud de lo dispuesto en el artículo 81 del Reglamento Hipotecario.
En cuanto al legado pecuniario o de cantidad, su caracterización como
manda obligacional supone que el gravado, heredero o legatario, tendrá que
satisfacer el pago de una suma de dinero con cargo a su parte o cuota en la
herencia. En el caso de que este gravamen no se hubiera impuesto a nadie en
36. La discusión planteada en el régimen general respecto a si cabe que el testador pueda autorizar al legatario la toma de la posesión de lo legado resulta estéril en el régimen sucesorio
navarro dada la clara determinación legal. A ello hay que sumar que las circunstancias que
se esgrimen como límites para ello por la doctrina que no acepta dicha posibilidad, tutela
de los intereses de los legitimarios y acreedores hereditarios, carecen de la entidad que
tienen en el régimen común, puesto que la legítima es meramente formal y a los acreedores
se les reconoce el derecho de separación para hacer efectivos sus intereses en la ley 319 del
FN. Cf. García Vila, J. A. y Gómez Martínez, J., “El legado y sus modalidades”, Instituciones de Derecho Privado, T. V, Vol. 1, Thomson-Civitas, pp. 364 y ss.
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concreto, pagadas las deudas del causante, la manda se satisfará con cargo al
caudal relicto y el importe se detraerá del haber hereditario.
El régimen a seguir parece claro si esa liberalidad se impone a quien
fue instituido como heredero único, hallándonos ante las vicisitudes propias del cumplimiento obligacional; bien sea de la prestación de entrega de
dinero o activos concretos, o de la obligación de pago de suma o cantidad. Sin
embargo, la concurrencia de una pluralidad de instituidos como herederos
(leyes 216 37 y 21938 del FN) suscita interrogantes sobre el tipo de relación que
mediará entre el legatario y los herederos, así como la forma en la que han de
responder éstos al pago o cumplimiento del legado.
El Fuero Nuevo no alude expresamente a esas cuestiones, pero ello no
supone que la solución que se haya de ofrecer sea distinta, en el pago de los
legados, a la recogida en el artículo 859 párrafo 2º del CC, precepto que prevé
que “si no gravare a ninguno en particular, quedarán obligados todos en la
misma proporción en la que sean herederos”.
Cabe recordar que la ley 318 inciso primero del FN únicamente dispone
la responsabilidad del heredero singular, señalando que “responderá frente a
los acreedores hereditarios y legatarios con el valor de los bienes de la herencia exclusivamente”, sin contemplar la responsabilidad que compete a cada
sucesor universal cuando son varios los llamados a la herencia. La concurrencia de varios herederos genera, hasta la partición del caudal relicto, una
situación de indivisión patrimonial que da lugar al fenómeno de la comunidad hereditaria, como señala la ley 370 del FN: “Las comunidades se constituyen: 1) Cuando dos o más personas adquieren conjuntamente unos bienes o
derechos por cualquiera título voluntario o legal”.
Esta comunidad hereditaria se configura como una comunidad “pro
indiviso” de tipo romano o por cuotas (ley 372 FN), conforme a la tradición
jurídica navarra y la disciplina del Fuero Nuevo en materia de comunidad;
resultando ello evidente por la remisión que efectúan a dicho régimen algu-
37. “Si el instituido heredero en cosa determinada no concurre con otro u otros instituidos a
título universal, se entenderá llamado a toda la herencia; pero si concurriere, será considerado legatario.
Cuando todos los herederos hayan sido instituidos en cosa determinada, heredarán en
partes iguales, y el señalamiento de cosa determinada valdrá como prelegado.
Estas mismas reglas se aplicarán al instituido sólo en usufructo”.
38. “Toda disposición sucesoria de parte alícuota se entenderá como legado, salvo que el instituyente la hubiere ordenado a título de heredero, o que hubiera dispuesto de toda la
herencia en legados sin institución de heredero.
El heredero podrá satisfacer a su voluntad el legado de parte alícuota en bienes de la
herencia o en dinero, a no ser que el testador hubiese dispuesto otra cosa”.
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nas normas sucesorias como la ley 329 del FN, que prevé que los coherederos
tendrán “el mismo derecho de retracto que concede la ley 372” en cuanto a la
cesión por precio de la cuota de la herencia indivisa. Cada heredero tendrá
que responder del pago del legado en proporción a su parte o cuota; y su relación se configurará como mancomunada, en virtud de ello y de la aplicación
de la presunción de divisibilidad obligacional de la ley 492 del FN, que rige
con carácter general en Navarra.
2.2. Forma de cumplimiento o pago de los legados que tienen por objeto el
dinero
Pocas dudas parece que pueda suscitar la manera en la que los gravados
han de cumplir las liberalidades impuestas por el disponente cuando recaen
sobre bienes concretos y determinados que se encuentran en el patrimonio
de éste, cuya propiedad o titularidad del crédito habrá sido adquirida a su
muerte por el legatario -caso del dinero contenido en caja fuerte, en cuenta
corriente o activos de fondos-.
Como ya se ha indicado, el Fuero Nuevo no contiene una norma semejante a la prevista en el artículo 889 del CC, que dispone que “el heredero
debe dar la misma cosa legada, pudiendo hacerlo, y no cumple con dar su
estimación”, aunque se llegue a idéntica solución toda vez que siendo el beneficiario propietario o titular del crédito legado se le reconoce el derecho a la
entrega de lo que ya es suyo en virtud de ese acto directo de atribución, como
recuerda la ley 242 del FN.
Esa previsión del Código civil, considerada por unos como relevante para
definir la obligación de entrega en el legado de cosa genérica y tachada por
otros de inútil, al entenderla una reiteración de lo dispuesto en el artículo 1.166
del CC (“el deudor de una cosa no puede obligar a su acreedor a que reciba
otra diferente, aun cuando fuere de igual o mayor valor a la debida”), confluye
con el régimen general de la ley 493, párrafo 2º FN que habilita en Navarra al
acreedor para rechazar “una oferta de cumplimiento incompleto o de objeto
distinto del debido”. La liberación del heredero de la obligación de entrega de
la cosa legada, a la que alude el artículo 889 del CC con el término “pudiendo
hacerlo”, se traduce en la normativa foral en la valoración de la imposibilidad,
de hecho o legal, de efectuar un cumplimiento exacto de la prestación “por
causa extraña al deudor y sin su culpa” (ley 493, párrafo 1º FN).
La convergencia del régimen del Fuero Nuevo con el del Código civil, en
cuanto al pago de los legados de cosa específica y determinada, no resulta tan
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evidente y diáfana cuando se trata de la satisfacción de los legados pecuniarios o de cantidad.
Como se recordará, el párrafo segundo del artículo 886 del CC acoge la
previsión de que “los legados en dinero deberán ser pagados en esta especie,
aunque no lo haya en la herencia”. Esta disposición, que hunde sus raíces en
la tradición romana 39 (D. 31.1.12)40, excluye en el marco del Código civil que el
legado pueda valorarse de imposible satisfacción por falta de pecuniario en
la herencia. Según la doctrina, la forma en la que debe satisfacerse el cumplimiento de este tipo de legado es como la de cualquier obligación pecuniaria. El gravado tendrá que cumplir pagando la cantidad de su bolsillo u
obteniendo el pecuniario de la venta del caudal relicto41. Se descarta, salvo
acuerdo entre gravado y legatario, la posibilidad de que en estos casos pueda
cumplirse entregando bienes de la herencia. En el fondo se coloca al gravado
ante la tesitura de pagar la liberalidad realizando los bienes que recibió por
vía hereditaria; o satisfacerla con el dinero propio cuando no quiso o no pudo
vender aquellos. Esta última posibilidad no deja de plantear la difícil cuestión de indagar lo que quiso el testador al ordenar el legado, valorando si éste
sabía que carecía de dinero en su haber patrimonial, o que los bienes eran de
difícil realización y que la satisfacción de los legados tendría que realizarse
con cargo al patrimonio del gravado. El párrafo segundo del artículo 886 del
CC establece precisamente el criterio interpretativo a seguir en estos casos,
en defecto de voluntad testamentaria.
La disciplina de los legados del Fuero Nuevo silencia, sin embargo, esta
cuestión. Nada se indica en cuanto a lo que acontezca en el supuesto de que
no haya dinero en el haber hereditario, habiéndose instituido un legado pecuniario o de cantidad. La omisión de una regla como la contenida en el párrafo
segundo del artículo 886 del CC, junto a los criterios que se desprenden de las
leyes que disciplinan la materia, propician otras interpretaciones.
Así, a tenor de lo que se dispone en las leyes 249 y 252 del FN cabe pensar que son criterios interpretativos generales, en Navarra, que el testador
dispone de las cosas que le son propias y no ajenas y que la liberalidad que
ordena lo es a cargo de su propio haber patrimonial.
39. Así lo reseñaba García Goyena en su comentario al artículo 701 del Proyecto de Código
civil, precedente del vigente artículo 886. Cf. Concordancias, motivos y comentarios del
Código civil español, T. II, p. 141
40. D. 31.1.12. “Si pecunia legata in bonis legantis non sit solvendo, tamen hereditas sit, heres
pecuniam legatam dare complellitur sive de suo, sive ex venditione rerum hereditarium,
sive unde voluerit”.
41. Albaladejo García, Ob. cit., p. 430
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Esa primera pauta interpretativa la auspicia el régimen particular que
establece el Fuero Nuevo en cuanto a la regulación del legado de cosa ajena
(ley 249 FN), que somete a su disciplina a todos los legados de esta índole,
incluido el de cosa propia del heredero, con un planteamiento en el que no
cabe duda que la voluntad del legislador navarro ha sido contraria a la interpretación general que se ha venido ofrecido del artículo 863 del CC 42 . En la
disciplina navarra todo beneficiario de este tipo de legado, también cuando
se trate de liberalidades de cosas propias del heredero, ha de probar para la
validez de la manda que el testador conocía que “la cosa era ajena”. No se
efectúa ninguna excepción y, por tanto, todos los legados que entran dentro
de esta categoría “de cosa ajena” se supeditan a esta disciplina (el legado de
cosa que pertenece totalmente a un extraño, el legado de cosa propia en parte
del testador y en parte de otra persona, o el legado de cosa propia del heredero
o legatario gravado con el pago del legado).
En cuanto al segundo aspecto, se deduce implícitamente de la disciplina
de la ley 252 del FN, que establece la extinción del legado de cosa específica y
determinada propia del disponente cuando a su muerte no le pertenecieran
dichos bienes, entendiéndose por la jurisprudencia que esta situación opera
objetivamente (STSJ de Navarra de 16 de diciembre de 2008 (RJ 2009, 3146).
Ello plantea la idea de que el principio general es la disposición de las cosas
que son propias al momento de la muerte y con éstas ha de efectuarse el cumplimiento de las liberalidades43.
En consecuencia, los legados que se ordenan en Navarra sobre cosas que
no pertenecen al testador y, por tanto, son ajenas a éste al abrirse la sucesión
sólo serán válidos cuando el disponente conocía esa cualidad de la cosa al
momento de ordenar la liberalidad. Este es el régimen aplicable a los legados
42. En el régimen del Código civil se ha planteado una ardua discusión doctrinal respecto a si
la validez del legado de cosa propia del heredero quedaba también sujeta a las exigencias
de los artículos 861 y 862 del CC y el testador debía conocer que los bienes dispuestos no
eran de su propiedad. Sólo un sector minoritario de los autores se ha inclinado por esa
hipótesis, postulado que la validez de este legado precisaba que el favorecido acreditara
que el disponente supiera que la cosa era ajena, proponiendo que se conjugasen las reglas
generales prevista para el legado de cosa ajena con las que establece el art. 863 del CC.
La opinión mayoritaria se decanta por la tesis contraria, afirmándose que es innecesario
que concurra tal exigencia para que el legado sea válido, o que el legatario tenga que probar que el testador conocía que el bien dispuesto pertenecía al obligado con su entrega;
o, incluso, que el causante supiera que instituyó un legado sobre un bien del que no era
dueño. Cf. Egusquiza Balmaseda, M. A., “Artículo 863”, Comentarios al Código civil, T.
V, dir. Bercovitz Rodríguez-Cano, R., Tirant lo Blanch, Tirant lo Blanc, 2013, pp. 6343 y
ss. y ss.
43. Cf. STSJ de Navarra de 16 de diciembre de 2008 (RJ 2009\3146) en cuanto a la interpretación de la ley 252 del FN.
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que comprometen bienes propios del heredero, según acredita que la ley 249
del FN no excepcione el supuesto y conceda al heredero la facultad de liberarse de su obligación “abonando el valor según su justa estimación”.
Ciertamente, el legado pecuniario o de cantidad es un legado obligacional, no de cosa específica y determinada, que impone al gravado la realización de una prestación dineraria, pero el contenido de esa obligación puede
considerarse modalizado. La falta de una previsión en el Fuero Nuevo como
la contenida en la ley 886 párrafo 2º del CC y los principios que cabe inferir de
los preceptos señalados llevan a pensar que el legado pecuniario, sujeto a la
disciplina sucesoria navarra, se quiere por principio a cargo del haber hereditario, excepcionándose en el caso de que otra cosa hubiera dispuesto el testador conociendo su situación de iliquidez patrimonial. No existiendo dinero
en la herencia, la validez de aquella disposición supondrá que el legado se
sustancie en la obligación de enajenación del patrimonio hereditario, a fin
de que pueda cumplirse posteriormente con la obligación de dar la cantidad
establecida como manda.
Éste es el contenido típico y propio que contempla el Fuero Nuevo del
legado pecuniario y que refleja, además, la ley 296 b), n. 9 FN cuando, en el
reconocimiento de las facultades que competen “ex lege” al albacea universal,
dispone que si no hubiere suficiente dinero en la herencia, y los herederos no
lo aportasen en la medida necesaria, puede ese ejecutor de última voluntad,
por sí y sin autorización de los herederos, “enajenar bienes muebles de cualquier clase para pagar gastos, deudas, cargas y legados de dinero”.
En ese sentido señala Camara Lapuente 44 que el pago por el albacea testamentario de ese tipo de legados debe hacerse, en primer lugar, con dinero
de la herencia, cumpliendo éste las reglas del diligente administrador y procediendo a la venta de los bienes hereditarios cuando “los herederos no lo aportasen en la medida necesaria”. De aquí cabe deducir que la falta de pecuniario
en el caudal relicto no desplaza al patrimonio de los herederos esa obligación
de pago de los legados de cantidad. Éstos deben ser satisfechos con cargo al
haber hereditario haciéndose líquido el mismo. Al heredero se le otorga una
“facultad” consistente en que, si desea evitar la venta de los bienes muebles y
recibirlos, aporte la suma requerida para satisfacer esas liberalidades a cargo
de la herencia; dicha cantidad le será imputable como el anticipo reembolsable que le corresponderá por su parte en el valor final.
44. “Ley 296”, Comentarios al Fuero Nuevo. Compilación del Derecho Civil Foral de Navarra,
dir. Rubio Torrano, E., Gobierno de Navarra. Aranzadi-Thomson, Cizur Menor, 2002, pp.
924 y 925.
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En suma, la carencia de dinero en el as hereditario no entraña que el
legado de suma o cantidad, ordenado por el testador, sea por tal causa considerado como un legado que se quiera satisfecho con el numerario perteneciente al gravado, ni tampoco que se estime inválido por carecer de dinero el
caudal relicto, exonerándose a los gravados de su cumplimiento. Salvo que
otra fuera la voluntad expresa del testador, será una manda que obliga al gravado a la previa realización del patrimonio hereditario para la ulterior entrega
de la cantidad señalada como manda, como se desprende de la ley 296 b) n. 9
del FN. Ello se encuentra en consonancia con el régimen de responsabilidad
limitada de los herederos, previsto en la ley 318 del FN, y la consideración
estructural de la aceptación de la herencia a modo de “beneficio de inventario”, de la que conlleva la liquidación del haber hereditario para cumplir con
los acreedores del causante y legatarios.
III. RESPONSABILIDAD DE LOS HEREDEROS
Y LEGATARIOS EN EL PAGO DE LOS LEGADOS
1. Caracterización de la responsabilidad “intra vires” del heredero
navarro
El Fuero Nuevo de Navarra establece en su ley 318 que el heredero responderá frente de los acreedores hereditarios y legatarios de forma limitada
(“con el valor de los bienes de la herencia exclusivamente”). Se acoge así en
la normativa foral lo que ha sido una constante en esta materia, integrada en
la tradición jurídica navarra, que tuvo su origen en la recepción institucional
del beneficium inventarii introducido por Justiniano en Derecho romano en
el año 531, y que facultó al heredero para mutar su responsabilidad ilimitada
(ultra vires hereditatis) en una responsabilidad limitada.
Como se recordará, en Navarra esa limitación se admitió y aplicó históricamente de forma generalizada, sin requerirse para ello un cauce formal
específico o la materialización de un inventario, dando lugar a que toda sucesión hereditaria fuera tratada como una herencia aceptada con limitación
de responsabilidad. Así quedó reflejado en diversos pasajes de los Fueros de
Tudela (30, 33, 37 y 163) y General (3, 17, 5 y 3, 18, 2)), siendo de todo punto ilustrativo lo señalado en el Fuero Reducido (3, 9, 1): “(Como son tenido los hijos
de pagar las deudas del padre o de la madre): Fuero es que si los hijos tienen
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donacion de padre o de madre o heredan dellos en cualquiere manera sacando
heredad que sea dada en casamiento, todos dichos hijos deben responder a los
demandantes de las deudas verdaderas del padre o de la madre. Pero si no
heredan lo del padre ni de la madre, si no quisieren responder no responderan
aunque por vía de limosna si quieren bien pueden pagar las deudas de su padre
y madre y descargar las conciencias dellos”.
Este régimen de responsabilidad limitado se ha justificado en la necesidad de atemperar las rigurosas consecuencias del carácter automático que
presenta la adquisición de la herencia en el régimen sucesorio navarro, sistema de corte germánico que conlleva para el heredero su adquisición inmediata por el hecho de la muerte del causante, permitiéndole que se maticen
las consecuencias negativas que comporta una transmisión “ope legis" del
haber hereditario y la correspondiente sucesión en las deudas hereditarias 45.
La normativa foral acoge un sistema de responsabilidad hereditaria que
es estructuralmente limitado e indisponible para el causante y los terceros,
sobre el que éstos no puede incidir válidamente imponiéndole al sucesor una
responsabilidad más allá de lo que prevé la ley 318 del FN, pues esta norma
es la que fija el estatuto jurídico de la responsabilidad del heredero y los derechos que le competen como sucesor a título universal.
El régimen se anuda a la única forma de aceptación de la herencia que
cabe en Navarra, que será siempre de responsabilidad limitada aunque no
se elabore inventario de los bienes hereditarios, ni se establezca salvedad al
realizarse la aceptación por aquél según prevé la ley 315 del FN.
Esta responsabilidad limitada la acota la ley 318 del FN señalando que
“el heredero responderá frente a los acreedores hereditarios y legatarios con
el valor de los bienes de la herencia exclusivamente”. De esta previsión se ha
venido deduciendo que la voluntad del legislador navarro ha sido la de configurar dicha responsabilidad “intra vires” como “pro viribus”, por el valor
de los bienes hereditarios, y no “cum viribus”, responsabilidad que se haría
efectiva con los propios bienes recibidos. Dicha apreciación, sin embargo, no
deja de ser una abstracción y para valorar sus efectos hay que encajarla en el
diseño previsto por el ordenamiento navarro para la tutela de los intereses de
los acreedores del causante y de la herencia, que se completa con el llamado
beneficio de separación recogido en la ley 319 del FN.
45. López Jacoisti, J. J., “Ley 318”, Comentarios al Código civil y Compilaciones Forales, T.
XXXVII, Vol. 2, Edersa, Madrid, 2001, pp. 1400 y ss.; Egusquiza Balmaseda, M. A., “Ley
318”, cit., p. 994
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Conforme a la tradición jurídica navarra, que asumió las líneas generales
del llamado “beneficium separationis” de Derecho Romano, la ley 319 del FN
prevé que, dentro del plazo de seis meses a contar desde la muerte del causante, puedan los acreedores hereditarios solicitar del Juez la formación de
inventario y separación de los bienes de la herencia con el fin de satisfacer
“con los mismos sus propios créditos, según su respectivo rango, excluyendo a
los acreedores particulares del heredero hasta la total satisfacción de aquellos
créditos”. Hasta dicho momento, las deudas y créditos existentes entre el heredero y el causante no se confundirán, ni se extinguirán las garantías. Este
mismo derecho se concede a los legatarios, a fin de que se asegure el cumplimiento de los legados “con el remanente de la herencia después de quedar
satisfechos aquellos acreedores”.
De esta forma se articula en Navarra un sistema de separación patrimonial “ex lege”, postulado para el régimen común por un sector de la doctrina46
como un elemento consustancial al proceso de sucesión hereditaria47, por un
lapso temporal de seis meses contado desde la muerte del causante48. Éste se
prolongará para los acreedores hereditarios que hubieran solicitado el beneficio de la separación por el tiempo fijado por el Juez para la realización de
inventario, la adopción de medidas de aseguramiento de los créditos y el pago
de las deudas 49. Una vez satisfechas éstas, se plantearía para los legatarios
46. Peña Bernaldo de Quirós, M., La herencia y las deudas del causante, 3ª ed., Granada,
2009, pp. 150 y ss.
47. En este sentido se expresa Lacruz Berdejo, J. L., Elementos de Derecho civil, V., Derecho de
Sucesiones, Editorial Bosch, Barcelona, 1988, pp. 115 y 116 quien recuerda que este beneficio se recibió por el Derecho común, pero no se acogió en el Código civil “sin duda porque el legislador pensó que, vigente el principio tradicional de la preferencia sucesiva de
acreedores del caudal y legatarios, para su realización general bastaba con las disposiciones de la LEC, con cuyo juicio de testamentaria era posible obtener resultados parecidos
a los de la separación”.
48. En las notas a la Recopilación Privada a la ley 319 del FN (AAVV, Derecho Foral de Navarra.
Derecho Privado (Recopilación Privada), Diputación foral de Navarra, Pamplona, 1971,
p. 225) se dice que: “Se acoge en el texto el plazo de seis meses, por analogía con el establecido en L. H. (art. 48) para que los legatarios puedan pedir anotación preventiva de su
derecho”.
49. A esta medida cabe añadir la petición de concurso de la herencia, cuya aplicación en
Navarra por el efecto limitado de la responsabilidad del heredero, puede resultar plausible de una manera más amplia en atención a lo dispuesto en el artículo 1.2 de la Ley
Concursal, que permite la declaración del concurso de la herencia “en tanto no haya sido
aceptada pura y simplemente”. Así, siempre que concurran los presupuestos objetivos y
temporales que la Ley Concursal exige para instar la declaración del concurso (artículos.
2, 5, 6 y 7 LC), cabrá pedir éste por los acreedores del deudor fallecido, así como por el resto
de legitimados, herederos y administrador de la herencia, conforme prevé el artículo 3.4
de la Ley Concursal. Desde luego, la fuerza atractiva del concurso dejará sin efecto las
actuaciones que se hayan efectuado sobre la base de este derecho de separación y reorRevista Jurídica de Navarra
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solicitantes del beneficio, a fin de asegurarles el cumplimiento de su liberalidad con cargo al “remanente de la herencia”.
Desde la perspectiva del heredero ello supondrá que, con carácter general,
durante seis meses desde la muerte del causante, y respecto de quienes hayan
hecho uso de dicho beneficio por el tiempo que resulte en cuanto al pago de
las deudas y los legados, los bienes hereditarios tendrán el tratamiento de una
masa separada y quedarán afectos al pago de las deudas del causante y de la
herencia, bajo unos parámetros que resultarán próximos a la responsabilidad
“cum viribus” puesto que se satisfarán los derechos correspondientes sobre
dichos bienes50. Una vez se concluya la situación de separación patrimonial,
se producirá la confusión de los patrimonios y la responsabilidad del heredero se conformará según los parámetros de la ley 318 del FN, responsabilidad “por el valor de los bienes” recibidos exclusivamente.
Dicha confusión patrimonial se generará a los seis meses de la muerte del
causante, si no se hubiera hecho uso del beneficio de separación por parte
de los acreedores hereditarios ni legatarios, o cuando finalice el proceso de
ejecución de los bienes que conlleva la petición al Juez de dicho beneficio,
ya fuera ésta requerida por los acreedores hereditarios o por los legatarios.
Entiendo que ello ha de considerarse así porque la previsión que refiere el
párrafo primero in fine de la ley 319 del FN, “hasta ese momento no se confundirán las deudas y créditos existentes entre el heredero y el causante, ni
se extinguirán las correspondientes garantías”, no parece que conlleve que
el efecto de la confusión patrimonial haya de anudarse indefectiblemente al
pago de las deudas hereditarias, si los legatarios hicieran uso en tiempo de
dicho beneficio; en otro caso, este beneficio sería ocioso y carente de con-
ganizará el orden de satisfacción de los créditos conforme a lo dispuesto en los artículos
89 y siguiente de la Ley Concursal. En este sentido carecerá de efectividad lo dispuesto
en el párrafo último de la ley 319 FN, si nos encontrásemos ante un crédito de los que se
denominan privilegiados en los artículos 90 y 91 de la Ley Concursal, pues difícilmente
puede admitirse que se posterguen por no haberse instado el derecho de separación.
50. Este planteamiento permite que se cohonesten las previsiones de las leyes 318 y 319 del
FN con el régimen que se deriva del concurso de herencia (art. 1.2 LC), únicamente pensado para la herencia beneficiaria del Código civil. Aunque la responsabilidad limitada
del heredero navarro tenga un carácter "pro viribus" no parece que pueda exigirse ésta,
sin incurrir en el abuso del derecho, mientras el patrimonio hereditario se encuentra en
la liquidación a fin de satisfacer las deudas hereditarias, cuando además esta responsabilidad del heredero navarro por el valor de los bienes hereditarios parte de la base de que
éste tiene su control y materialmente no se encuentran en su patrimonio. Evidentemente
si el heredero antes de instar el concurso ha dispuesto de bienes de la herencia, éste será
responsable por su valor y deberá dicha cantidad a la masa activa, pudiéndose ejercitar
las correspondientes acciones de reintegración (art. 71 LC).
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tenido para éstos51. El tenor del precepto permite otra interpretación, que la
extinción del beneficio de separación, por el transcurso del plazo de caducidad de los seis meses o ejecución de ese derecho, da lugar a la consumación
de esa fase primera del proceso de liquidación de la herencia y transmisión
del haber hereditario. También sugiere que la posición del heredero navarro,
que es acreedor del causante, diverge sustancialmente de quien siendo heredero y acreedor hereditario acepta a beneficio de inventario (art. 1023, 2º del
CC), asignándole una posición subordinada en cuanto al cobro de sus créditos hereditarios frente a la de preferencia del resto de los acreedores hereditarios que no son sucesores universales.
De esa previsión que establece el párrafo primero in fine de la ley 319 del
FN cabe inferir, igualmente, que la legitimación para instar el beneficio de
separación no resulta plausible para el heredero que fuera acreedor hereditario, así como que la compensación de sus créditos y deudas se subordinará a
la satisfacción del resto de los acreedores de la herencia. Por ello, si el caudal
relicto no fuera suficiente, la defensa de sus derechos pasará por instar el concurso de la herencia (art. 1.2 y 3.4 LC), hallándose sujeto a los inconvenientes que se derivan de la calificación de sus créditos contra la herencia como
subordinados si, conforme dispone el artículo 92.5 de la Ley Concursal, fuera
persona especialmente relacionada con el causante.
Hay que tener presente que la responsabilidad “pro viribus” que se asigna
al heredero, una vez se produce la confusión patrimonial, no varía el tipo de
prestaciones que ha de satisfacer por deberlas el causante, ni transmuta el
contenido de la liberalidad impuesta por éste, ni tampoco modifica las reglas
generales a las que está supeditado en cuanto al cumplimiento obligacional
y a la exoneración de responsabilidad (ley 493 del FN). La responsabilidad
“pro viribus” conlleva que el heredero responda personalmente, cuando así
51. Entiende López-Jacoisti, J. J. (ob. cit., p. 1409), que la separación de patrimonios que
dispone la ley 319 del Fuero Nuevo sólo opera propiamente para los acreedores hereditarios, lo cual parece contradictorio con la extensión del beneficio a los legatarios: “Las
deudas y créditos existentes entre el heredero y el causante quedarán confundidas en
el preciso momento en que hayan quedado pagados los acreedores hereditarios; sólo
entonces habrán de tenerse por extinguidas las correspondientes garantías. En cambio,
la separación patrimonial en beneficio de los legatarios, excluyendo en su virtud a los
acreedores particulares del heredero, actualiza su efecto sin perjuicio de haber ocurrido
ya la indicada confusión de patrimonios. Siempre dentro del valor de los bienes relictos,
conforme a la ley 318, y del remanente de los mismos, habrá lugar a la efectividad de los
legados, pero la separación patrimonial a favor de los legatarios no constituye óbice, a
diferencia de lo que ocurre con las deudas de la herencia, para que se tenga por producida
la confusión de patrimonios propia del fenómeno sucesorio”.
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resulte exigible, hasta donde alcance el valor de los bienes hereditarios exclusivamente52 .
Ello plantea la compleja cuestión de la determinación del tiempo en el
que ha de ser cuantificado el valor de los bienes, límite máximo por el que
debe responder el heredero, cuestión sobre la que el Fuero Nuevo no se pronuncia expresamente y que puede suscitar indudables problemas en el caso
de que se discuta la suficiencia patrimonial para hacer frente a las deudas
hereditarias, o que los bienes hereditarios experimenten fluctuaciones de
valor en el mercado.
El Fuero Nuevo ha abordado esta cuestión de la cuantificación o valoración económica de los bienes del causante en otros temas ligados al proceso
de liquidación de la herencia. Así, en cuanto a la colación, la ley 335 del FN
resuelve la cuestión facultado al obligado para que cumpla, a su elección,
“bien mediante aportación efectiva de los bienes objeto de la liberalidad,
bien computando el valor que en el momento de la muerte del causante tengan aquellos bienes, o hubieran tenido los anteriormente enajenados”. Por su
parte la ley 336 del FN, a efectos de instar la rescisión de la partición, fija como
momento de valoración el “tiempo en el que fueron adjudicadas” las cosas
que comprendían el haber hereditario, en línea con lo que se ha venido postulando en el régimen del Código civil53. A este momento también se refiere
la cuantificación de la valoración de los bienes para proceder a las compensaciones que sean pertinentes por los derechos de igualación que nacen de
la ley 272 del FN y pago de los legados, precisándose por la STSJ de Navarra
de 15 de marzo de 2005 (RJ 2005\2637) que: “la valoración de dichos bienes
(relictos) a efectos de su compensación efectiva debe hacerse al momento de
la partición hereditaria, y no al momento de la muerte del causante como se
pretende, porque los bienes aunque sean propiedad de los legatarios están
virtualmente presentes en la ejecución hereditaria, para poder cumplir su
afección al pago de deudas del causante y cargas hereditarias (gastos de
ejecución, reintegros patrimoniales y legados preferentes). En definitiva el
52. Cf. SAP de Navarra de 24 de julio de 1991.
53. En la STSJ de Navarra de 15 de marzo de 2005 (RJ 2005\2637 se dirá (FD 8º) que: “La valoración se refiere legalmente al tiempo de la adjudicación (Ley 336 FNN, art. 1074), y a ese
momento se refiere también en el derecho común la valoración, conmutación y pago de
las legítimas (art. 818.2 y 848 CC, SSTS 22 de noviembre de 1991 [RJ 1991, 8477] , 14 de
febrero [RJ 1985, 553] y 21 de marzo de 1985 [RJ 1985, 1192]). Momento final de las operaciones partibles, cuya ejecución puede pedirse desde la aprobación judicial de la partición, pues según la STS de 22 de noviembre de 1991 (RJ 1991, 8477), la base de la igualdad
de la distribución es la de una única fecha de referencia para la valoración y atribución de
los bienes relictos”.
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legado, aunque sea de cosa cierta y determinada, sólo podrá saberse si puede
pagarse o si ha de ser reducido cuando se completen las operaciones particionales y como consecuencia de las mismas; y además todos los bienes han
de computarse para fijar la cuantía del caudal partible, y en ese momento se
determinará también la inoficiosidad de un bien legado o su reducción frente
a los legados preferentes, por lo que su valoración está necesariamente afecta
también a la partición efectiva del caudal” (FD 8).
En todos estos casos la cuantificación de los bienes hereditarios tiene presente el valor de las cosas al tiempo en el que se han realizado las correspondientes operaciones para la liquidación de la herencia y deben satisfacerse las
obligaciones pertinentes del derecho que se trate.
Desde esa perspectiva cabe pensar que la determinación de la cuantía
de la responsabilidad “pro viribus”, prevista para el heredero en la ley 318 del
FN, puede referirse a momentos distintos dependiendo de que se trate de la
exigencia de los créditos debidos por el causante, preexistentes al momento
de la muerte de éste, o de los legados, derechos debidos como consecuencia
de la apertura de la sucesión y exigibles tras el pago de aquellos.
En cuanto a los primeros, el carácter automático de la adquisición de la
herencia, dado el principio de continuidad que rige la sucesión hereditaria en
Navarra del que es contrapunto el carácter “intra vires” de la responsabilidad
del heredero54, auspicia la idea de que el momento de fijación de ese valor
tendría que ser, a falta de acuerdo sobre este punto, el de la muerte del testador, que es cuando se fija el caudal hereditario y se produce la apertura de la
sucesión; tiempo al que se retrotraerán las consecuencias de la aceptación de
la herencia (ley 315 del FN). Con todo, debe tenerse en cuenta que esa responsabilidad del heredero por el pago de las deudas hereditarias y los legados no
surge hasta que sean efectivamente exigibles los créditos correspondientes,
aunque quede bajo su responsabilidad el mantenimiento de dichos bienes
y la pérdida de su valor por culpa o negligencia. Hay que advertir, además,
que hasta que no se produzca la efectiva confusión patrimonial, por haberse
54. López-Jacoisti, J. J., “Ley 318”, cit., p. 1401 señala que: “El criterio ipso iure limitativo de
la responsabilidad del heredero guarda consonancia con la adquisición automática de la
herencia por el mero hecho de fallecer el testador. De no haber limitación de la responsabilidad a lo efectivamente recibido con la herencia, el automatismo transmisorio de la
misma, siquiera provisional, implicaría unas consecuencias tan desmedidas que habrían
de resultar inadmisibles. El principio de continuidad que rige en la sucesión hereditaria
navarra entraña así una congruencia con la limitación de la responsabilidad de la responsabilidad del heredero. Responsabilidad intra vires y automatismo sucesorio son dos
pautas que se requieren mutuamente. La limitación añade sentido al automatismo; y el
automatismo no se concibe con riesgos desmedidos para el heredero.”
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extinguido el beneficio de separación, materialmente no quedará a cargo del
heredero el aumento o la disminución del valor de los bienes hereditarios,
como se viene reconociendo en el régimen del Código civil para la herencia
beneficiaria tras su liquidación 55. El valor que se asigne a los bienes hereditarios será, a falta de acuerdo, conforme a los parámetros ordinarios de su
precio en el mercado.
En cuanto a los legados, ya que como señala la STSJ de Navarra de 15 de
marzo de 2005 (RJ 2005\2637) sólo puede saberse si cabe su pago cuando se
completan las operaciones particionales tras la satisfacción a los acreedores
hereditarios, su cuantificación habrá que referirla a ese momento en el que
queda determinado si se debe la liberalidad y el alcance de su exigibilidad;
todo ello sin perjuicio de la responsabilidad que pueda surgir si la depreciación de los bienes resulta imputable a la culpa o negligencia del gravado.
2. Pago de las deudas y legados por encima del valor de los bienes
de la herencia
Como se ha señalado, la ley 318 del FN limita la responsabilidad del heredero “al valor de los bienes de la herencia exclusivamente”, lo que supone
que judicialmente sólo podrán prosperar, contra la voluntad del heredero,
las demandadas que se insten exigiendo el pago de las deudas hereditarias y
satisfacción de legados que no excedan del valor máximo fijado para el haber
hereditario.
Frente a la reclamación que pretenda un pago o cumplimiento de las
deudas hereditarias o legados que exceda de aquel valor, el heredero podrá
oponer con éxito la correspondiente excepción, acreditando que los pagos
o cumplimientos realizados agotaron su responsabilidad o que la petición
supera, parcial o totalmente, la que le impone ley 318 del FN. A éste le corresponde la carga de la prueba sobre la insuficiencia del valor del caudal relicto
en su pretensión de exoneración (art. 281. 1 LEC), como a los acreedores de la
herencia y a los legatarios les compete acreditar la existencia, validez y eficacia del crédito hereditario o liberalidad que reclaman.
Esta limitación de responsabilidad, que históricamente se refirió a las
deudas hereditarias, en la ley 318 del FN se extiende también al pago de “los
legatarios”, si bien la responsabilidad que en estos casos se atribuye al here-
55. Lacruz Berdejo, J. L., Ob. cit., p. 122
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dero posee matices propios derivados de la causa y naturaleza de la obligación que se asigna con ello.
Los legados no sólo no son deudas hereditarias del disponente, sino que
su satisfacción se encuentra condiciona a que queden bienes suficientes para
el pago de éstas, conforme al principio general que primero es pagar y después heredar, deducible de la ley 319 del FN, en cuanto al orden de pago, y de
la ley 244 del FN, respecto a la reducción de los legados en cuanto a la satisfacción de las deudas hereditarias.
Por ello, las consecuencias que anuda la ley 318 del FN al hecho de que el
heredero se exceda en su responsabilidad, por encima del límite marcado del
“valor de los bienes de la herencia exclusivamente”, son diferentes según se
trate de las deudas del causante o de los legados que éste ordenó como acto de
disposición de última voluntad.
En el caso de las deudas hereditarias, entre las que se incluirían los gastos
de última enfermedad, entierro y funerales, el tenor literal de precepto señala
que si el heredero “se excediere en el pago a los acreedores, éstos no estarán
obligados a restituir”. Ello supone reconocer que dicho pago no resulta exigible jurídicamente, pero sí moralmente conforme a nuestra tradición jurídica
(Fuero Reducido (3, 9, 1, in fine): Pero si no heredan lo del padre ni de la madre,
si no quisieren responder no responderan aunque por vía de limosna si quieren
bien pueden pagar las deudas de su padre y madre y descargar las conciencias
dellos”). El cumplimiento voluntario por parte del heredero de las deudas
hereditarias constituye, como se ha señalado doctrinalmente, el pago de una
obligación natural (ley 510 FN), que conllevará la “solutio retentio” de lo abonado y liberará a los acreedores satisfechos de la obligación de restituir. La
satisfacción de ese deber moral, que se halla en la base de este cumplimiento,
limitaría la posibilidad de repetición, aun cuando el heredero manifestara
que lo hizo por error56.
En cuanto a los legados, el Fuero Nuevo no desconoce que son liberalidades impuestas por el testador y no deudas de éste, por lo que el heredero no ha
de hacer frente a su pago más allá de los confines que le marca la responsabilidad “intra vires” de la ley 318 del FN, y la ley no les dispensa el mismo trato
que otorga a los créditos hereditarios cuando se excede en su pago, como se
colige del tenor literal del precepto -“pero si excediere en el pago de los acreedores, éstos no estarán obligados a restituir”-.
La satisfacción de un legado más allá del valor del haber hereditario no
constituye una obligación debida pero no exigible, como acontece con las
56. Egusquiza Balmaseda, M.A., “Ley 318”, cit., pp. 996.
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deudas del causante (art. 1112 CC). La causa de esta atribución es la de una
liberalidad que realizó el disponente -regalo póstumo- y que ha de correr
a cargo del patrimonio de éste, teniendo tal consideración y efectividad en
tanto pueda imputarse a él. Si el heredero abona los legados ordenados por el
testador por cuantía que exceda del valor máximo de los bienes hereditarios,
tal entrega habrá salido de su propio patrimonio y no constituirá una liberalidad del testador sino propia de éste. Es el heredero quien pecha con el empobrecimiento patrimonial por una causa liberal que para su efectividad ha de
ser propia y no ajena –la voluntad del testador- (art. 618 y 1274 del CC), y el que
transfiere un bien o derecho que le pertenece y genera el enriquecimiento o
ventaja en el receptor. Hay que tener presente que la entrega a título de liberalidad no se presume (ley 509 del FN y art. 1901 del CC), hallándose todos
estos actos sujetos para su validez al férreo cumplimiento de los requisitos de
forma y fondo que impone el ordenamiento jurídico (leyes 158 y ss. FN).
La ley 318 del FN no considera que el pago de los “legados” ordenados por
el testador constituya la satisfacción de una obligación natural, ya que no es
algo que resulte debido con independencia de la suficiencia del caudal relicto;
como sí acontece en el caso de las deudas hereditarias. Por ello, el heredero
que cumple erróneamente con lo fijado por el testador, no habrá entregado
un “regalo póstumo” del causante sino un “regalo de presente” que es de él,
para cuya validez se requiere que éste tenga “animus donandi”57 y su cumplimiento se acomode a las exigencias formales que marca la ley 161 del FN.
En consecuencia, el pago por exceso de los legados no es inmune al régimen
general de repetición del cobro de lo no debido (ley 508 FN) y el receptor de
la liberalidad no podría eludir su devolución, salvo que acredite que fue una
donación realizada por el heredero conscientemente a título de liberalidad
imputable a él.
57. Como señala Lacruz Berdejo, J. L., Elementos de Derecho civil, II, Vol. 3, 2º ed., Editorial
Bosch, Barcelona, 1986, pp. 128 y ss., la donación constituye un acto de autodespojo, de
sacrificio de los intereses personales de carácter económico, que puede tener efectos perniciosos para el donante y personas dependientes o vinculadas a él, por ello está sujeta
a formalidades que permitan reflexionar sobre tal actuación. La validez de este “negocio
jurídico” exige la concurrencia de un ánimo liberal encaminado a que haya una prestación sin recibir nada a cambio y un enriquecimiento del donatario y empobrecimiento del
donante.
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3. Responsabilidad de los herederos en cuanto al pago de los
legados de contenido pecuniario
Como ya se ha señalado, la ley 318 del FN cuantifica el valor máximo
hasta el que se puede obligar al heredero navarro a responder por los créditos
hereditarios y los legados impuestos por el disponente. Ello, sin embargo, no
modifica el tipo de prestaciones y obligaciones que pueden exigirse a ese gravado por acreedores ni legatarios.
Así, tratándose de legados de contenido pecuniario que entran dentro
de la categoría de legados de eficacia real (cuenta corriente, fondos de inversión, etc.), por ser cosas específicas y determinadas propias del testador, cuya
propiedad se adquiere directamente por el legatario a la muerte del causante
(leyes 242 y 321 del FN), la responsabilidad del heredero se limita a la entrega
de la posesión de la cosa legada que le impone la ley 243 del FN; y ello en
tanto no se hubiera dado alguna de las circunstancias marcadas en el párrafo
segundo de dicha ley que permite al legatario posesionarse directamente.
A cargo del legatario queda el riesgo de la pérdida del bien legado, así
como el aumento o mejora de su valor, ya que éste es su propietario y el heredero únicamente debe su entrega, en la línea de lo que prevé para el régimen
común el artículo 882 del CC. Esta obligación de entrega se extinguirá conforme prevé la ley 493 del FN, por hacerse imposible su cumplimiento por
causa extraña a él y sin su culpa. La responsabilidad del heredero nacerá en
tanto dicha obligación resulte exigible, lo cual dependerá de lo que hubiera
dispuesto el testador y, en todo caso, de comprobar la suficiencia del haber
hereditario para el cumplimiento de las obligaciones debidas a los acreedores
hereditarios, como se desprende de la ley 319 del FN, ya que primero es pagar
y después heredar.
En los legados propiamente pecuniarios o de cantidad, que constituyen
legados damnatorios u obligacionales, habrá que indagar el tipo de prestación que el testador quiso establecer al ordenar la liberalidad.
Como ya se ha indicado con anterioridad, el Fuero Nuevo carece de una
norma semejante a la contemplada en el artículo 886 párrafo 2º del CC, que
obligue al pago en dinero aunque no haya pecuniario en la herencia, infiriéndose de las leyes 249 y 252 del FN el criterio interpretativo que el pago de este
tipo de legados se realizará con cargo al haber hereditario, salvo que otra cosa
hubiera previsto el testador conociendo su situación de iliquidez patrimonial.
La falta de dinero en la herencia supondrá que el contenido de la manda se
sustancie en una obligación de enajenar los bienes hereditarios para satisfacer ulteriormente la obligación de dar la cantidad establecida como liberaliRevista Jurídica de Navarra
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dad, siendo éste el contenido típico y propio de este tipo de legados como se
deduce de la ley 296 b), n. 9 FN. Por ello, cuando el testador navarro ordena
un legado pecuniario, y éste no cuenta en su patrimonio con numerario suficiente al momento de fallecer para hacer frente a todas las mandas de cantidad que ordenó, y conociendo este extremo no reseña que las liberalidades
deban correr a cargo del patrimonio del gravado, la conformación de ese
legado será la de un legado damnatario que obliga al gravado a cumplir una
obligación de hacer, la realización de los bienes hereditarios, para posteriormente satisfacer la obligación de dar la cantidad obtenida y fijada en concepto
de legado.
Esa obligación de hacer supondrá una prestación de actividad, venta de
los bienes del causante, que en términos generales podría pensarse próxima
a la impuesta a un mandatario ejecutor de última voluntad (leyes 555 y 559
del FN), quedando el gravado obligado, salvo que otra hubiera sido la voluntad del testador, “a cumplirla diligentemente y a rendir cuenta de la misma,
pero no responde del resultado de ella”. Se configuraría como una obligación de medios, dado el principio general de “favor debitoris”, si bien el testador podría establecerla como de resultado; en cuyo caso el heredero será
garante último de lograr la liquidez de los bienes hereditarios. Del resultado
positivo de la ejecución de esta obligación, dependerá que posteriormente
se pueda cumplir con la obligación de dar la entrega de cantidad fijada por
el disponente.
Desde esta perspectiva hay que valorar la responsabilidad que se fija para
el heredero en la ley 318 del FN en cuanto al cumplimiento de esas obligaciones. Así, tratándose la obligación de realización del patrimonio hereditario
de una prestación de medios, el heredero tendrá que desplegar la diligencia
que le resulta exigible (ley 555, párrafo 1º FN) a fin de lograr la venta de los
bienes; el incumplimiento de dicha obligación devendrá de la falta de adopción de las medidas necesarias para lograr ésta a un precio razonable. En el
caso de que la obligación de liquidación del patrimonio lo fuera de resultado,
el heredero tendrá que responder cuando no hubiera cumplido con ella en el
tiempo fijado por el disponente. El incumplimiento de la obligación de liquidación del patrimonio que, en su caso, se hubiera fijado será la que anude el
nacimiento de la responsabilidad “intra vires” que predica la ley 318 del FN,
comprometiendo el patrimonio personal del heredero hasta donde alcance el
valor de los bienes de la herencia exclusivamente.
Esta responsabilidad del heredero por el pago de los legados, prevista en
la ley 318 del FN, gravitará sobre su propio patrimonio si conforme prevé la ley
493.1 del FN no queda liberado, total o parcialmente, del incumplimiento de
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esa obligación de medios o de resultado, al haberse hecho imposible el cumplimiento, por causa extraña a él y sin su culpa.
Para que se estime la imposibilidad, ésta ha de ser sobrevenida y deberá
tener carácter objetivo y no subjetivo; esto es, ha de resultar inejecutable para
cualquier deudor (bienes hereditarios que no son vendibles en el mercado).
Dicha imposibilidad no tendrá que ser necesariamente absoluta, bastando
que lo sea en su sentido económico y no pueda ser vencida con el esfuerzo
exigible al deudor para esa concreta especie de obligación, según lo que se ha
venido indicado respecto a la intelección de la ley 493 párrafo 1º del FN. La
situación impeditiva podrá ser temporal o definitiva dando lugar, en el primer
caso, a un retraso justificado en el cumplimiento de la obligación de venta de
los bienes hereditarios y ulterior pago del legado, o bien a su extinción si se
torna definitiva. Según su incidencia, podrá valorarse como de carácter total
o parcial.
Este efecto liberatorio de la responsabilidad se producirá si la imposibilidad del cumplimiento obligacional deviene de causa extraña al heredero y sin
su culpa. Han de concurrir eventos o hechos exteriores que queden fuera del
ámbito o marco de control del gravado y no mediar culpa por su parte 58. En
otro caso, el heredero responderá con su propio patrimonio, según dispone la
ley 318 del FN, pues permitió una situación de imposibilidad de venta de los
bienes hereditarios determinante de la ulterior insatisfacción de la entrega de
lo debido como liberalidad, cuando podía y debía haberlo evitado.
El incumplimiento del pago del legado pecuniario, cuando resulte imputable al heredero, según lo anteriormente señalado, plantea la cuestión de los
intereses. Para ello ha de tenerse presente que si bien la ley 491 del FN dispone el devengo automático de los intereses legales desde el “vencimiento”
de la deuda de cantidad, el Fuero Nuevo contiene norma específica sobre
el pago de los frutos y rentas del legado aplicable a todo tipo de mandas, en
defecto de previsión del disponente (leyes 8 y 149 del FN). Según la ley 245 del
FN será a partir de la reclamación judicial o extrajudicial de la entrega del
legado cuando nacerá la obligación de satisfacción de los intereses, salvo que
la manda tenga un “fin piadoso o benéfico” en cuyo caso se “deberán desde la
muerte del testador”; al legatario le corresponderá la prueba de ese carácter.
58. Cf. Egusquiza Balmaseda, M.A., “Ley 493”, Comentarios al Fuero Nuevo. Compilación del
Derecho civil de Navarra, dir. Rubio Torrano, E., Aranzadi.Thomson-Gobierno de Navarra,
Cizur Menor, 2002, pp. 1665 y 1666; Martínez de Aguirre, C., “En torno a la responsabilidad contractual en el Fuero Nuevo”, Revista Jurídica de Navarra, nº. 21, 1996, pp. 18 y
ss.
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La responsabilidad por el pago de los legados pecuniarios, no habiéndose
asignado éste específicamente a ningún heredero, recaerá sobre todos los
sucesores a título universal, conforme al régimen de la comunidad “pro indiviso” romana o por cuotas (ley 372 FN). Como anteriormente se ha señalado,
ello supondrá que la obligación de los herederos en el pago de los legados
pecuniarios se configure con carácter mancomunado, debiendo cada heredero satisfacer a cada legatario la parte que le corresponda, en virtud de su
cuota en la comunidad y la presunción de divisibilidad de la relación obligatoria (ley 492 del FN).
Las obligaciones que se derivan de los legados pecuniarios nacen “ex
novo” por voluntad del testador y no se suscita, como en el caso de las deudas
hereditarias, una variación de los términos de la relación obligatoria original.
Por ello, salvo que así lo quisiera el testador, no resulta plausible considerar
que “la naturaleza y circunstancias” de la obligación (ley 492 del FN) determina la solidaridad; como sí puede apreciarse cuando se trata del cumplimiento de las deudas hereditarias (STSJ de Navarra de 25 de junio de 1990 (RJ
1990, 4891)).
El criterio de la responsabilidad mancomunada de los herederos en el
pago o cumplimiento de los legados es el que se ha venido postulando en
relación con el tenor del artículo 858, párrafo 2º del CC59, que prevé que los
gravados “no estarán obligados a responder del gravamen sino hasta donde
alcance el valor del legado”, siguiendo el planteamiento de las Partidas (6, 9,
3)60. Doctrina y jurisprudencia estiman sin embargo que el artículo 1084 CC
impone a los herederos, frente a los “acreedores de la herencia”, la responsabilidad “solidaria” en el pago de las deudas hereditarias, con una responsabilidad “ultra vires” cuando media aceptación pura y simple e “intra vires” si se
disfruta del beneficio de inventario61.
4. Extensión del régimen de la responsabilidad “intra vires” y “pro
viribus” al pago de los sublegados
En un régimen como el navarro en el que la responsabilidad del heredero,
sucesor a título universal, se plantea con carácter limitado, caracterizándose
59. Grimalt Servera, P., Ob. cit., p. 99.
60. Albaladejo García, M., Ob. cit., p. 18
61. Cf. Espejo Lerdo de Tejada, M., “Artículo 1084”, Comentarios al Código civil, T. VI, dir.
Bercovitz Rordríguez-Cano, R., Tirant lo Blanch, Valencia, 2013, pp. 7930 y ss.
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como “intra vires”, la falta de previsión explícita sobre la responsabilidad del
legatario que ha sido gravado con un sublegado necesariamente genera el
interrogante de si las previsiones de la ley 318 del FN son de aplicación, en
toda su extensión, al pago de los legados que debieran satisfacer estos gravados.
No hay duda que aunque el Fuero Nuevo no haya dispuesto el alcance de
la responsabilidad del legatario gravado con deudas o legados, como acontece
en el artículo 858, párrafo 2º del CC 62, dicho beneficiario no estará obligado a
responder sino hasta donde alcance la liberalidad que le otorgó aquél y que
su responsabilidad será limitada. La aplicación básica de los criterios hermenéuticos conduce a dicha conclusión, teniendo presente que si al heredero
navarro, sucesor a título universal, se le hace responder de forma “limitada”,
con mayor razón la responsabilidad del legatario tendrá que ser así en el pago
de las deudas hereditarias y los sublegados, dada su condición de sucesor a
título particular y adquisición condiciona a que se satisfagan a los acreedores
hereditarios.
Estas consideraciones no eliminan totalmente los interrogantes sobre el
tipo de responsabilidad limitada que corresponde a los legatarios por las cargas impuestas por el testador: “pro viribus”, como se prevé en la ley 318 del FN
para el heredero, o bien “cum viribus”. La cuestión se plantea también en el
marco general del Código civil con opiniones encontradas en cuanto al significado del tenor del artículo 852, párrafo 2º (“hasta donde alcance el valor
de lo legado”), responsabilidad “cum viribus”63 o “pro viribus”64, siendo tesis
mayoritaria la que se inclina por la “pro viribus”65.
En el caso de Navarra, aun cuando no exista un precepto expreso que
marque la responsabilidad “pro viribus” del legatario, la coherencia del régi-
62. Cf. Serrano Nicolás, A., “Estudio de la adquisición e ineficacia de los legados”, Instituciones de Derecho Privado, T.V., Thomson.Civitas, Madrid, 2004, pp. 690 y ss.
63. García Rubio, M. P., La distribución de toda la herencia en legados, 1989, pp. 376 y 401;
Muñoz Sánchez-Reyes, E., El art. 891 del CC: La distribución de toda la herencia en legados, Tirant lo Blanch, Valencia, 1996, p. 352; Albaladejo García., M., Ob. cit., pp. 19 y ss.
64. Cf. Cristobal Montes, A., “La responsabilidad de los legatarios de toda la herencia”,
Revista de Derecho Privado, 1968, pp. 456 y ss.; Cuadrado Iglesias, “Responsabilidad
por razón de legados”, Estudios Jurídicos en Homenaje al Profesor Luis Díez Picazo, T. IV,
Thomson-Civitas, Madrid, 2003, pp. 5188 y ss.
65. A este respecto son interesantes las consideraciones de Albaladejo García., M., (Ob. cit.,
pp. 20 y ss.) quien estimaba que, aun cuando se acepte que la responsabilidad es “pro viribus”, habría que permitir que fuera posible ofrecer el bien legado para el pago del sublegado, y sólo cuando el bien hubiere sido enajenado o perdido o menoscabado debería
exigirse la satisfacción del sublegado con cargo al valor de aquél; apuntando que su valor
tendría que calcularse en relación al momento en el que se tuviera que cumplir con la
manda.
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men de responsabilidad hereditaria parece abocar a tal solución. El sistema
general de responsabilidad limitada o “intra vires” diseñado en la ley 318 del
FN lo es “pro viribus”, de lo que cabe inferir una regla general. Esta disciplina
no se ha excepcionado para los legados, como cabría esperar si el pago de los
sublegados se hubiera sometido a un régimen distinto -responsabilidad “cum
viribus”-.
El legatario es un sucesor a título particular que, si bien adquiere lo legado
desde el momento de la muerte del causante (ley 321 FN), no entra en su posesión hasta la entrega de la cosa legada -salvo las excepciones de la ley 243
del FN-. Por tanto, su responsabilidad por el pago del sublegado sólo nacerá
a partir de que se le entregue la liberalidad e ingrese ésta en su patrimonio,
confundiéndose en tal momento con éste. La confusión patrimonial es la que
justifica la responsabilidad “pro viribus” y explica la aplicación de ese régimen, por lo que parece oportuna la extensión analógica de aquella regla al
legatario en cuanto al pago del sublegado.
Tal responsabilidad, como acontece respecto al heredero, se cuantificará
por el valor que tuviera el bien recibido al momento en que se deba cumplir con el sublegado, tiempo en el que habrá surgido la responsabilidad en
cuanto al pago de dicha carga.
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