democracia y bien comun como marco para los derechos humanos

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DEMOCRACIA Y BIEN COMUN
COMO MARCO PARA LOS
DERECHOS HUMANOS
Rafael Nieto Navia
Colombiano, juez y ex-Presidente de Ia Corte lnteramericana de Derechos Humanos
Introducci6n
Los derechos humanos no son una idea que pueda tratarse en h~rmi­
nos especulativos, sin vinculaciOn alguna con la vida pnktica o sin referenda a la estructura estatal.
En efecto, el respeto a los derechos humanos solamente cabe dentro
de una bien entendida democracia pluralista. Yen ella son una consecuencia necesaria. De manera que cuando los Estados evolucionan hacia Ia verdadera democracia se abren esperanzas de respeto a los derechos humanos.
Habria naturalmente que entrar a tratar determinadamente los diversos aspectos sabre que puede llamarse "democracia pluralista", hacienda
notar, previamente, que cuando hablamos de pluralismo nos estamos alejando de cualquier 1mposicion ideol6gica y que, para ser consecuentes, hay
que admitir que puede haber, y de hecho hay, conceptos diferentes y respetables sobre el mismo tema.
Una democracia pluralista hay que entenderla como una estructura
politica basada en ciertos valores fundamentales, principal pero no exclu-
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;ivamente, Ia libertad. Tambien Ia justicia, Ia
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ig~aldad, Ia solidaridad y el
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ue debe ICIO de Ia. co~unidad y de los indivi' por consiguiente, orientarse siempre
el Estado es una herramienta al serv' .
duos y no a Ia inversa
hacia el bien comlln.
yq
oien comlin forman parte de esos valores.
Segun algunos, esos valores fundamentales son relativos y significan,
en general, lo que Ia mayoria entiende por ellos. Pueden ser, por consiguiente, cambiantes al vaiven del interes no colectivo, sino mayoritario. La
verdad es que, en esta concepcion, hay asuntos que se acercan casi hasta Ia
consideracion de valores universales (como Ia prohibicion del homicidio),
pero su relatividad se manifiesta en algunos casas, como cuando se deja a
Ia consideraci6n de los valores personales de Ia madre Ia cuestion del
aborto.
Para otros los valores deben ser determinados por un grupo de individuos especialmente capaces, llamense jefe, secretario o direccion colectiva del partido. Una vez determinados (sujetos a cambia, obviamente, por
las mismas personas) se imponen mediante Ia ley y Ia educacion. Este sistema elimina Ia Jibertad individual y colectiva de pronunciarse sabre los
valores que deben regir el Estado.
Otros, finalmente, piensan que hay unos valores fundamentales, comunes o naturales, anteriores ala formaci6n del Estado, a los cuales nace
ese Estado, por consiguiente, vinculado, sin que pueda ir contra ellos so
pena de convertirse en totalitario. Esos valores son Jo suficientemente generales como para que puedan predicarse en diversas circunstancias de
tiempo, modo y Iugar.
Nosotros pensamos que una democracia pluralista requiere uria
"conciencia" sabre valores fundamentales. Lo primero que, como Jo explicaremos un poco mas adelante, hay derechos y Jibertades humanas que el
Estado tiene Ia obligaci6n de respetar. Asi se evita el Estado arbitrario y se
dejan ciertas libertades a los individuos. Que, si bien es cierto que Ia direccion general del Estado debe hacerse segun las ideas de las mayorias, Ia
voluntad general no puede convertirse en una suerte de despotismo democriitico que anule los legitimos derechos de opinion y participacion de las
minorias. Luego, que Ia funcion del Estado es Ia de encauzar las fuerzas y
los bienes sociales hacia Ia justicia social y Ia solidaridad, para corregir, sin
arbitrariedades, los desequilibrios sociales y dar a los individuos los medias materiales para que puedan alcanzar Ia felicidad, permitiendo Ia
igualdad de oportunidades e implantando un sistema fiscal progresivo;
mantenimiento de sistemas juridicos que permitan Ia aplicacion y el ejercicio de Ia justicia; creacion y persistencia de instituciones adecuadas que
reflejen Ia expresion popular en Ia decision politica y Ia separacion de poderes para que el gobierno no se convierta en totalitario; conciencia de que
La libertad de los individuos solos
de un regimen democriltico I
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Interamericana de Derechos Humanos ha tenid_o ya oportunidad de referirse a la forma como ellas condicionan la interpretaciOn de la Convenci6n.
<
En su Opinion Consultiva sobre La Colegiaci6n Obligatoria de Periodistas, Ia Corte hizo expresa referenda a! aparte citado del Preambulo y a los
articulos 29 y 32 de Ia Convencion que, en su parte pertinente dice (CORTE
I.D.H. La Colegiaci6n Obligatoria de Periodistas, arts. 13 y 29 Convenci6n Americana sabre Derechos Humanos, Opinion Consultiva OC-5/85 del13 de noviembre de 1985, Serie A, citada en adelante como OC-5/85,§41):
"Articulo 29. Normas de InterpretaciOn.
Ninguna disposici6n de la presente Convenci6n puede ser interpretada en el
sentido de:
c. excluir otros derechos y garantias que son inherentes al ser humane o que
se derivan de Ia forma democrcitica representativa de gobierno [.]
"Articulo 32. Correlaci6n entre Debates y DereChos.
2. Los derechos de cad a p~rsona estcin limitados por los derechos de los d~
mcis, porIa seguridad de todos y por las justas exigencias del bien comlln en
una sociedad democnitica."
La Corte hizo una comparaci6n de la Convenci6n con el regimen de
Ia libertad de expresion en Ia Convencion Europea (articulo10) y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Politicos (articulo 13), el primero de los
cuales permite "ciertas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones, previstas por la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad publica [.]", mientras el segundo no contiene referenda a Ia
estructura democrcltica.
La Corte dijo que "[!]as justas exigencias de Ia democracia deben, por
consiguiente, orientar la interpretaciOn de Ia convenci6n y, en particular, de
aquellas disposiciones que estcln criticamente relacionadas con la preservacion y el funcionamiento de las instituciones democraticas" (OC-5/85,§ 44).
Dado que, segU.n el articulo 13.2.b, "el orden publico" y; segun el articulo 32.2., "el bien comun" justifican !imitaciones a Ia libertad de expresion en el primer caso y a los derechos, en general, en el segundo, Ia Corte
debi6 referirse a estes conceptos, tan estrechamente vinculados con la democracia.
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La Corte ensayo definiciones de estos conceptos y dijo que "una posible aceptaci6n del arden pUblico dentro del marco de Ia Convenci6n, hace
referenda a las condiciones que aseguran el funcionarniento arm6nico y
normal de las instituciones sabre la base de un sistema coherente de val ores
y principios" (OC-5/85,§ 64). En cuanto a! bien comun dijo "[es posible
entender[lo] [.] como un concepto referente a las condiciones de Ia vida
social que permiten a los. integrantes de Ia sociedad alcanzar el mayor grade de desarrollo personal y la mayor vigenda de los val ores democraticos.
En tal sentido puede considerarse como un imperativo del bien corntin la
organizaci6n de la vida social en forma que fortalezca el funcionamiento de
las instituciones democraticas y se preserve y promueva la plena realizacion de los derechos de Ia persona humana" (OC-5/85, § 66, OC-6/86, § 30
y 31). Afiadio: "No escapa a Ia Corte, sin embargo, Ia dificultad de preeisar
de modo unfvoco los conceptos de 'orden publico' y 'bien comun', ni que
ambos conceptos pueden ser usados tanto para afirmar los derechos de la
persona £rente al poder pUblico, como para justificar limitaciones a esos
derechos en nornbre de los intereses colectivos. A este respecto debe
subrayarse que de ninguna manera podrian invocarse el 'arden pUblico' o
el 'bien comtin' como medias para suprirnir un derecho garantizado por la
Convencion o para desnaturalizarlo o privarlo de contenido legal (ver el
art. 29.a de la ConvenciOn). Estos conceptos, en cuanto se invoquen como
fundamento de limitaciones a los derechos humanos, deben ser objeto de
una interpretaciOn estrictamente ce:fiida a las 'justas exigencias' de- 'una
sociedad democratica' que tenga en cuenta el equilibria entre los distintos
intereses en juego y Ia necesidad de preservar el objeto y fin de la Convencion" (OC-5/85,§ 67).
En su Opinion Consultiva sobre "La Expresi6n 'Leyes' en el Articulo 30
de Ia Convenci6n Americana sabre Derechos Humanos" (CORTE I.D.H., Ia ExpresiOn "Leyes" en el articulo 30 de Ia ConvenciOn Americana sabre Derechos Humanos, Opinion Consultiva OC-6 /86 del 9 de mayo de 1986, citada
como OC-6/86), la Corte reafirmo la necesidad de interpretar Ia Convencion alrededor del concepto gravitante sobre Ia misma del Estado democratico y afiadio: "El requisito segun el cuallas !eyes han de ser dictadas
por razones de inten\s general significa que de ben haber sido adoptadas en
funcion del 'bien comun' (art. 32.2), concepto que hade interpretarse como
elemento integrante del orden publico del Estado democratico, cuyo fin
principal es 'Ia proteccion de los derechos esenciales del hombre y la creaciOn de circunstancias que le permitan progresar espiritual y materialrnente y alcanzar Ia felicidad' (Declaracion de los Derechos y Deberes del
Hombre, Considerandos, parr. 1)" (OC-6/86, § 29). "La democracia repre-
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sentativa es determinante en todo el sistema d~l que la Convenci6n forma
parte. Es un 'principia' reafirmado par los Estados americanos en la Carta
de la OEA, instrumento fundamental del Sistema Interamericano. El regimen mismo de la Convenci6n reconoce expresamente los derechos politicos (art. 23), que son de aquellos que, en los terminos del articulo 27, nose
pueden suspender, lo que es indicativa de la fuerza que ellos tienen en dicho sistema" (OC-6/86, § 34).
El concepto de la democracia representativa condiciona, pues, de manera determinante, la interpretaciOn de la Convenci6n, de acuerdo con la
forma como el Sistema ha venido entendiendo que no es posible, sino
dentro de ese contexto, lograr una adecuada protecci6n a los derechos fundamentales del hombre.
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amplios (familia-clan-tribu-ciudad-estado) en los que los anteriores grupos
primarios subsisten pero se someten.
Hay dos clases de sociedades perfectas, segtin Santo Tomas: Ia polftica o natural (el Estado, aunque hoy no podamos estar seguros de que el
Estado siga siendo el grupo primario fundamental y unico) que ayuda a!
hombre en Ia busqueda de sus fines humanos; y Ia sociedad sobrenatural
(para los cat6licos Ia Iglesia), para ayudarlo a obtener sus fines sobrenaturales.
Elfin de las sociedades humanas (llamese Estado, municipio o aldea)
se denomina bien comUn, que es el que es 1/comlln" a todos los miembros
de Ia sociedad.
En la filosoffa escohistica Ia expresi6n ''bien comtin" tiene dos significados:
El bien comun
El hombre (cuerpo, alma y espfritu) no es persona solamente en el
senti do de animal racional. Es, ademas, imagen y semejanza de Dios y, para
los cristianos, hijo de Dios.
•
Bien comlln "trascendente", que es el fin Ultimo de la sociedad y de sus
miembros, la vocaci6n final del hombre, Dios.
•
Bien comlln "inmanente" (que debe ser "humane", conforme a Ia naturaleza
del hombre) y que comprende:
Para Ia filosoffa escolastica elfin ultimo del hombre es obtener Ia felicidad y ella es, en definitiva, Dios, el regreso a Ia casa del Padre.
bienes del cuerpo (salud, bienestar corporal), bienes del alma (ciencia, virtud), bienes del entorno (bienes materiales suficientes, no superfluos).
El hombre tiene la tendencia natural (de acuerdo con su naturaleza)
de asociarse con otros para buscar mcis fcicilrnente ese fin. En efecto, teleo16gicamente Ia inclinaci6n de los individuos a formar sociedad corresponde a Ia inclinaci6n a Ia felicidad porque forma parte de Ia conciencia
universal, la de todos los hombres; hist6rica o etnol6gicamente, los hombres siempre han formado sociedad que es ley comtin; la naturaleza humana con sus debilidades, hace que el hombre necesite de otros que le
ayuden (padres-hijos, enfermos-sanos). Lo mismo es valido en el plano espiritual.
Leon XIII (Endclica Au Milieu) y Benedicta XV (Epist. Celeberrima)
han dicho que el bien comun es Ia ley suprema de Ia sociedad polftica,
despues de Dios.
11
Como dice Santo Tomas (I De regno) el hombre forma sociedad para
Convivir dignamente".
1.
La sociedad
Sociedad perfecta es la que no forma parte de otra y es aut6noma y
jerarquizada y en ella los intereses individuales estan sujetos a los de Ia
comunidad. Los soci6logos de la historia han demostrado, sin embargo,
que las sociedades evolucionan constantemente hacia grupos sociales mas
2.
El bien comun
El bien comtin inmanente es creado y finito. La sociedad politica tiene
como funci6n poner todos los medias para alcanzarlo.
El bien comun noes Ia suma de bienes individuales (en realidad el fin
Ultimo del hombre es el mismo para todos), de la misma manera como una
sociedad noes una mera suma inorg3nica de individuos. Es un bien superior a los bienes individuales y comprende no solamente los bienes particulares actuales de los individuos, sino los pasados, los futures y aUn los
contingentes. No es ni absorci6n, ni superaci6n de los bienes particulares
sino complementaci6n de los mismos. La civitas maxima" es aquella sociedad donde los intereses de los individuos, par respetablcs e importantes
que sean, de ben sujetarse a los de Ia comunidad.
I/
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52...
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El bien comUn es funci6n de los gobernan'tes, condicionados, como la
ley, al fin del hombre que viene a ser, en defhi.itiva, su felicidad s~bre la
tierra y Juego en el cielo. Ese fin alcanza en "comunidad" que es el objeto de
Ia ley y del gobiemo.
3.
La justicia
Los principios naturales constituyen Ja dimensiOn euca de Ia ley -y
del gobierno-, Ia sustancia de la justicia que contiene todo derecho.
La justicia "ordena a! hombre en todo aquello que se refiere a los demcis, lo cual supone una cierta igualdad como el mismo nombre lo demuestra" (Santo Tomas, Summa Theologiae, IA-IIAE, Q. 58, A.! ad resp.) La
justicia es "general" en cuanto se ordena al bie~ co~~n. "Y ya que es ~ro­
pio de la ley ordenar albien comtln, por eso tal JUSticia, tomada en sentido
general, puede llamarse justicia legal" (Ibid., a.5. ad resp.)
La justicia es una virtud y, en tal sentido, tiene un contenido etico. Eso
significa que debe ser practicada por el hombre individualme~te o en comunidad. Los actos humanos han de ser justos. Y justa Ia ley y JUSto el gobernante y justas las comunidades en sus relaciones internas o
intemacionales. De alii que !a Iglesia acuda a estos conceptos a! hablar de !a
distribuci6n proporcional de los bienes comunes o, lo que es igual, respcc~o
de las relaciones entre la comunidad y cada uno de sus individuos, es decu,
de !a justicia distributiva. Y comunidades la internacional y ~nella t~mbicn
las naciones equivalen a los individuos, de donde la JUStlcia d1stnbutiVa
tambi€n es aplicable en esa comunidad. "Es un imperative para t~dos ~
cada uno de los .hombres y mujeres, para las sociedades y las nacwncs
(Enciclica Sollicitudo Rei Socialis, parr. 32).
4.
La justicia y el bien comun en Ia doctrina cat6lica
Ya la Quadragesimo Anno de Pio XI (parr. 58) habia punt~alizado. :omo
"a cada cual, por consiguiente, debe darsele lo suyo en la d1stnbucwn de
los bienes, siendo necesario que la participaci6n de los bienes creados se
revoque y se ajuste a las normas del bien comUn o de la justicia soci~l, pues
cualquier persona sensata ve cuan gravisimo trastorno acarrea cons~go esta
enorme diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas nquezas
y ]a incontable multitud de los necesitados".
La Enciclica Mater et Magistro (parr. 65) de Juan XXIII se11a!6 como "se
requiere ... que los gobernantes profesen un san~ ~oncepto ~cl bien comU~.
Este concepto abarca todo un conjunto de condiciOnes soc1a les que perm I-
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tan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfecci6n".
Pero fue el mismo Papa Juan XXIII el que en su Enciclica Pacem in
Terrisidedic6 varios parrafos a! amilisis detallado del bien comun.
En ese analisis el Papa parte del concepto ya citado de su Endclica
Mater et Magistra, que desarrolla alrededor de lo que es el hombre, el que
"por tener un cuerpo y un alma inmortal, no puede satisfacer sus necesidades ni conseguir en esta vida mortal su perfecta felicidad" (parr. 59).
"Como el bien comUn, en efecto, esta intimamente vinculado a la naturaleza humana ... no se puede mantener su total integridad mas que en el
supuesto de que, atendiendo a Ia intima natura!eza y efectividad del mismo, se tenga siempre en cuenta el concepto de !a persona humana" (parr.
55). "Esta es !a raz6n de que el bien comun debe procurarse portales vias y
con tales medias, que no s61o no pongan obstaculos a Ia salvaci6n eterna
del hombre, sino que, por el contrario, le ayuden a conseguirla" (parr. 59).
Este razonamiento recoge el concepto de Ia justicia distributiva, pero
Ie da una nueva dimensiOn en lo que a los derechos humanos se refiere y asf
lo desarrolla el Papa. "Todos los miembros de Ia comunidad de ben participar en el bien comlln por razones de su propia naturaleza, aunque en grados diversos segUn las categorias, m€ritos y condiciones de cada
ciudadano" (parr. 56), lo que hace referenda directa a !a justicia
distributiva. Pero, ademas, "el bien comiin consiste principalmente en Ia
defensa de los derechos y los deberes de !a persona humana" (parr. 60).
5.
Las obligaciones del gobierno
Estos conceptos son aplicables en el plano familiar, en el del Estado y
en el de Ia comunidad universal. De donde resulta obligatoria Ia referenda
a! papel del gobierno y a las obligaciones que para este resultan de los
conceptos bitsicos enunciados, teniendo presente que lo dicho respecto del
gobierno del Estado es aplicable igualmente a Ia comunidad universal, si
bien trasladando los conceptos, en lo necesario, porque el gobierno del Estado tiene obligaciones, como verernos, respecto de los individuos y, en Ia
comunidad internacional, respecto de sus iguales.
"Los gobernantes -dice el Papa- deben dictar aquellas disposiciones que, ademcis de su perfecci6n juridica, se ordenen por entero albien de
!a comunidad o puedan conducir a el" (parr. 53). Como el Papa ha puntualizado Ia necesidad de que Ia comunidad permita el desarrollo espiritual
del hombre, asi como su desarrollo material y Ia adecuada protecci6n de los
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~hos fundamentales, las obligaciones de los gobefnantes tienen, entonlue ver con estas dimensiones.
~
"[L]os gobernantes deben procurar dicho bien (comun) por las vias
Liadas y escalonadamente de tal forma que, respetando el recto orden
's valores, ofrezcan a! ciudadano Ia prosperidad material y a! mismo
po los bienes del espiritu... (y) no solo no pongan obstaculos a Ia sal-
)n eterna del hombre, sino que, por el contrario, le ayuden a conse-
a" (parrs. 57 y 59).
Igualmente ulos gobernantes han de orientar sus esfuerzos a que el
comUn redunde en provecho de todos, sin preferencia alguna por
)na o grupo social determinado, como lo establece nuestro predecesor,
mortal memoria, Leon XIII. Nose puede permitir en modo alguno que
toridad civil sirva a! interes de uno ode pocos, porque esta constituida
el bien comun de todos (Inmortale Dei: A 15, 121). Sin embargo, razole justicia y de equidad pueden exigir, a veces, que los hombres de
erno tengan especial cuidado de los ciudadanos mas de biles, que puelallarse en condiciones de inferioridad, para defender sus propios de)S y asegurar sus legitimos intereses" (parr. 56).
6.
Los derechos humanos
En cuanto a los derechos de la persona humana "la misi6n de los
:>res de gobierno debe tender a dos casas: de un lado reconocer, res~ armonizar, tutelary pro mover tales derechos, de otro facilitar a cada
1dano el cumplimiento de sus respectivos deberes. Tutelar el campo
.gible de los derechos de Ia persona humana y hacerle llevadero el
J!imiento de sus deberes debe ser oficio esencial de todo poder publico
XII, mensaje de 1 de junio de 1941, AAS 33 (1941) 200). Por eso, los
rnantes que no reconozcan los derechos del hombre o los violen faltcm
propio deber y carecen, ademas, de toda obligatoriedad las disposis que dicten" (parrs. 60 y 61).
Para Ia filosofia judeo-occidentallos derechos humanos son derechos
:ales del hombre enderezados a dignificar su existencia y a promover
,ticia.
Los derechos fundamentales de los seres huma nos no son sino conmcias de su propia naturaleza: la de ser hombres. De acuerdo con esa
:aleza el hombre es un ser racional. Eso significa que, a diferencia de
emcis animales, tiene una capacidad de razonar y discernir y que sus
y su querer y su voluntad no obedecen a los meros instintos, sino que
e lo que su raz6n le indica como buena, alln en los casos en que ese
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55
''bien" no Io sea moralmente hablando. La raz6n forma parte de la esencia
del hombre. Todo ser humano esta dotado de razon. Como a esa esencia se
afiade la igualdad de su naturaleza animal, todos los seres humanos son,
por naturaleza, iguales. La raz6n sirve a! hombre para discernir lo bueno y
lo malo y le indica lo que masse conforma con su naturaleza. Pero de nada
serviria esa capacidad, que podemos Hamar uen potencia", si no tuviera la
facultad de escoger, segUn lo que su raz6n Ie indique, es decir, deponer "en
acto" su facultad de discernimiento. Por eso el hombre nace, naturalmente,
libre.
El hombre es, ontol6gicamente, persona, en el sentido de que, de
acuerdo con su raz6n, se pertenece a si mismo y es capaz de dominar sus
propios actos. Eso significa que persona es un ser libre. En ese sentido
usamos persona como sin6nimo de hombre.
Juridicamente el hombre tambien es persona, es deeir, sujeto de derechos y obligaciones (acepci6n esta que permite predicar el concepto de
persona de otras realidades, como las llamadas personas jurfdicas o mora-
les).
La persona, en cuanto hombre, y la persona, en cuanto ser ante el derecho, son inseparables. El hombre es sujeto de derechos y obJiggciones por
serhombre.
Es persona, en sen lido juridico, independientemente de que Ia ley asi
se lo reconozca. El orden jurfdico positive tiene que reconocer esa condici6n.
Y decimos reconocer y no crear porque el ordenamiento juridico positivo
para ser justo debe basarse en Ia ley natural. El hombre es sujeto de derechos y obligaciones por ley natural. De donde el ordenamiento juridico
positive solamente reconoce una existencia previa de personas. Entender
que el hombre es persona porque asi lo dictamina el derecho positivo, significa aceptar el derecho injusto o arbitrario.
Dice el articulo 62 de Ia Declaracion Universal de los Derechos Humanos: "Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su
personalidad juridica".
Lo que no obsta para que Ia ley positiva pueda, a su vez, crear derechos mas alia de los puramente naturales.
La libertad del hombre no es omnimoda. Por naturaleza el hombre
quiere necesariamente e! bien supremo, el que lo satisfaga totalmente, Ia felicidad. La facultad de elegir se refiere a los bienes o a los medios enderezados a ese fin: el que su raz6n le indica y, por consiguiente, el que el
hombre cree que es esa felicidad. Tanto entendimiento como voluntad son
1
.
U
;6
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:acultades inmateriales (Santo Tomas, Summa Theologiae, IA-IIAE, q.lO, a.l,
1d. 3). Por eso el hombre es cuerpo y espiritu y busca sa tisfacci6n tanto en
~uanto a lo que tiene en comUn con los animales cbmo en cuanto al esplritu.
''En las casas compuestas de materia y forma -dice Santo Tomas- la
~sencia significa no s6lo la forma ni s6lo la materia, sino el compuesto de
:orma y materia, en cuanto que son principios de la especieu (Ibid., la., q.17,
t.2).
Por consiguiente los derechos humanos deben tener en cuenta los
:ompuestos mencionados, que constituyen la esencia del hombre. Esos
ierechos, como la propia ley natural, tienen una gradaci6n seglin la mayor
>menor vinculaciOn que tengan con la naturaleza humana.
Hay, en primer Iugar, unos derechos que podemos !lamar naturales
1rimarios o connaturales (que corresponden a lo justa natural -iustum
zaturale) que derivan de las inclinaciones fundamentales de la naturaleza
tumana. Se deducen de esta sin necesidad de razonamiento discursivo, es
lecir, son evidentes (como los primeros principios de Ia ley natural). Unos
,on comunes con los animales (s6lo que estes son instintos y no derechos),
nmo el derecho a Ia vida, a Ia defensa de Ia misma y a los medias de sub,istencia o el de procrear y criar Ia prole. Otros correspond en a Ia voluntad
tbsoluta del hombre (voluntas ut natura) y se refieren a sus fines primaries,
omo los derechos a buscar la verdad, a vi vir en sociedad o a rendir culto al
;er supremo.
Estos derechos son de ley natural y anteriores a cualquier ordenaniento jurfdico positive, porque el hombre como tal tambien es anterior a
os ordenamientos.
Otros derechos los podemos Ilamar naturales secundarios, que nacen
le Ia voluntad libre del hombre (voluntas ut ratio), deducidos par Ia raz6n
>ractica de Ia naturaleza de manera discursiva pero f<icilmente (como los
>rincipios secundarios de Ia ley natural). Se refieren a los medias princimles inmediatos y mas convenientes para la obtenci6n de los fines primaios. Se apetecen necesaria pero no absolutamente. Son tales como el
lerecho a llevaruna vida digna y el de propiedad (derivados del derecho a
'vida); el de educar a los hijos (derivado del de procrear); el de contribuir
1 bien comUn y a Ia convivencia social (derivados del de vivir en socielad); el de libertad religiosa (derivado del de rendir culto a! Ser supremo).
Estos derechos son de ius gentium, entendido en su acepci6n origin~l
omo el que "se deriva de la ley natural a modo de conclusiones que no
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estan muy alejadas de los principios" (Ibid., lA., IIAE, q.95, a.4ad.l). Estos
derechos son superiores pero coexistentes con la sociedad.
Finalmente existen los derechos positivos o civiles (en el sentido de
Santo Tomas, ibid.,). Son convenientes, pero no indispensables y, en cierto
modo, dependen en sus caracterfsticas del sistema social que los produce.
Como el derecho positivo debe estar basad a en el derecho natural, tambien
estes derechos derivan de los naturales, pero a modo de conclusiones mas
remotas. Son creados par Ia ley humana pero no deben confundirse con el
reconocimiento que haga Ia ley humana de los derechos naturales.
Asi, del derecho a llevar una vida digna puede derivarse, par via de
conclusiOn remota, el derecho de rectificaci6n o respuesta a las falsas in-
formaciones de los medias de comunicaci6n; del derecho de educar a los
hijos, el de obtener del Estado, a! menos como alternativa, Ia educaci6n
publica; del de convivencia social, el de elegir y ser elegido; de Ia libertad
religiosa, el de rendir culto publico y protegido par el Estado.
Como es sabido todo derecho genera un deber de respeto a cargo de
alguien, o de varios o de todos los demas. En cuanto a los derechos humanos naturales ese debercorresponde a todos los demas (erga omnes). El deber
puede ser simplemente de abstenci6n (no hagas a otro lo que no quieras
que te hagan a ti) o puede exigir una acci6n positiva (suum cuique tribuere).
Cada derecho, par su parte, genera a su titular, en general, dos deberes: el uno, de ley natural, de respetar el rnismo derecho a los demas; el
otro, de arden moral, de ejercer el derecho. Asi par ejemplo, el derecho a Ia
vida exige el deber de respetar Ia vida de los demas pero tambien el de
conservar la propia. Esto es mera aplicaci6n de Ia justicia natural (ius tum ex
natura). En efecto, derecho y deberes forman parte del arden juridico natural, pues las rafces son las mismas. Es lo que llamamos relaci6n jurfdica natural.
A Ia ley positiva, ordenada a! bien comun, le corresponde reconocer e!
derecho e imponer, bajo sanciOn, respeto al mismo. Esta funci6n se refiere,
por definiciOn, a relaciones entre hombres (mas de uno), relaciones en so-
ciedad. Hablarnos entonces de relaci6n juridica positiva.
En cuanto a esta funci6n de reconocimiento y sanci6n hay que tener
presente que si observamos los derechos hurnanos desde el punta de vista
del modo de obrar de su titular, hablarnos de libertades humanas, en el
sentido de que se trata de facultades (aunque no es Ia misrno desde el
punta de vista de quien tiene el deber).
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Revista IIDH
Vol. 12
Cuando el hombre tiene el deber moral d~ ejercer un derecho o en los
cases en que el derecho existe en potencia pero no necesariarnente en acto
(par ejemplo, el derecho de propiedad), lo llan1amos simplemente derecho.
Pero cuando el hombre puede, a su arbitrio, ejercerlo o no, lo Ilarnarnos mas
propiamente libertad. Es asf como decirnos derecho ala vida, pero, en cambio,
decimos libertad de asociaci6n.
La funci6n de Ia ley positiva, frente a las libertades, es Ia de proteger
ellibre ejercicio de Ia facultad. Vale decir, Ia ley positiva viola una libertad
tanto cuando no permite ejercerla (no permite asociarse) como cuando la
convierte en obligaci6n (obliga a asociarse). La falta de esta distinci6n por
Ia ley positiva puede llevarla a Ia arbitrariedad; que no es otra cosa que
quitarle el arbitrio al individuo para traspasarlo al Estado.
Dos cuestiones se deducen de todo lo anterior: la primera que, como
el derecho desaparece sino existe el correlative deber de respeto impuesto
y sancionado por Ia ley, el titular del derecho que vive en sociedad tiene
tambien el derecho de exigir para ella protecci6n de Ia ley (que no es sino Ia
mera afirrnativa de formular lo que ya habiamos dicho de manera negativa
al hablar del deber). Dicho de otro modo, hay un derecho natural a una ley
positiva justa.
La segunda que, de manera supletoria a Ia ley positiva interna, Ia ley
internacional puede dar esa garantfa. Esto obedece a que, normalmente, el
Estado brinda protecci6n a los derechos humanos e impone porIa ley penal
la respectiva sanci6n a los individuos que los violan. Pero el respeto a los
derechos humanos le corresponde tambien al Estado como tal, en cuyo
caso, muchas veces, Ia violaci6n se queda impune, par falta de aplicaci6n
de Ia sanci6n o, pear a lin, porque Ia sanci6n simplemente no existe. Esto es
lo que justifica Ia protecci6n internacional.
Y es eso, tambien, lo que explica que la protecci6n internacional requiera que, previamente, se hayan agotado los recursos internes disponibles en el Estado antes de que se pueda acudir a ella, a menos, por
supuesto, que tales recursos no existan o sean ineficaces o inaplicables.
Asf entendidos los derechos humanos estan tan lejos del libertinaje
como de una dependencia de Ia creaci6n por el Estado. Y los deberes del
Estado lo colocan, a su vez, tan lejos delllamado Estado gendarme como
del totalitarismo.
1991
Doctrina
7.
La cuesti6n
social en los documentos pontificios
Las ideas de Ia Endclica Mater et Magistra y de Ia Endclica FnrP•"·
Terris fueron recopiladas en Ia Const. Gaudium et Spes del Concilio Valticcmo
II, en Ia que se trataron extensamente los aspectos del bien comun respecto
de Ia sociedad civil (parr. 73), de Ia implicaci6n en el de todo el genero
humano (parr. 26), de los partidos polfticos (parr. 75), de los gobernantes en
el ambito internacional (parr. 82) y, naturalmente, de Ia propiedad privada
(parr. 71) y del trabajo (parrs. 67 y 68) en relaci6n con el bien comun.
"Es pues, evidente -dice Ia Const. Gaudium et Spes- que Ia comunidad polftica y Ia autoridad publica tienen su fundamento en Ia naturaleza
hurnana, y por eso pertenecen al arden previsto por Dios, aun cuando la
determinacion de los regimenes polfticos y Ia designaci6n de los gobernantes se dejan a Ia libre decisiOn de los ciudadanos".
"Sfguese tambien que el ejercicio de Ia autoridad polftica, sea en el
interior de Ia comunidad como tal o de las instituciones que representan al
procurar el bien comlln, debe ser entendido en forma dimimica y seglln el
orden juridico legftimamente establecido o por establecer. Entonces es
cuando los ciudadanos eshin obligados, en conciencia, a obedecer y a ahi se
manifiesta Ia responsabilidad, dignidad e importancia de quienes gobiernan.
"Pero cuando Ia autoridad, excediendo su propia competencia, oprime a los ciudadanos, estos no pueden negarse a lo que sigue siendo exi-
gencia objetiva del bien comun; pero debe permitfrseles defender sus
derechos y los de sus conciudadanos contra el abuse de esta autoridad,
conservando, sin embargo, los limites que Ia ley natural y evangelica tra-
zan" (parr. 74).
La Enciclica Populorum Progressio de Pablo VI, interpretada por unos
como rnarxista, par otros como uno de los grandes mensajes jam::ls dirigi-
dos a Ia humanidad, es en realidad "un documento de aplicaci6n de las
enseftanzas del Concilio" y "una respuesta a la llamada" del mismo
(Encfclica Sollicitudo rei socialis, parr. 6) y, en particular, de Ia Const.
Gaudium et Spes, a Ia cualla Encfclica de Pablo VIse refiere reiteradamente.
"[L]a novedad de Ia Enciclica no consiste tanto en Ia afirmaci6n de
car::lcter hist6rico, sabre la universalidad de Ia cuesti6n social cuanto en Ia
valorizaci6n moral de esta realidad. Por consiguiente, los responsables de
la gesti6n pUblica, los ciudadanos cristianos, tienen la obligaci6n moral
-segtin el correspondiente grado de responsabilidad- de tomar en consideraci6n, en las decisiones personales y de gobierno, esta relaci6n de uni-
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versalidad, esta interdependencia que subsiste ~ntre su forma de comportarse y la rniseria y el subdesarrollo de tantos miles de hon1bres. Con mayor
precisiOn la Endclica de Pablo VI traduce la obligaci6n moral como 'dcber
de solidaridad' y sernejante afirmaci6n, aunque muchas casas han cambiado en el mundo, tiene ahara Ia misma fuerza y validez de cuando se
escribi6". (Endclica Sollicitudo rei socialis, parr. 9).
Por su parte, Ia Endclica Sollicitudo rei socialis de Juan Pablo II, escrita
para conmernorar los veinte afios de la Endclica Papulorum Progressio, gira
alrededor de todos los conceptos ya expuestos sabre el bien comun, colo·
c<indolo como un condicionante, mejor atin, como el Unico mecanisme capaz de resolver los problemas sociales internos de los Estados y los
universales, derivados del hecho de que "los pafses en vias de desarrollo
son muchos mas que los desarrollados, las multitudes humanas que carecen de los bienes y de los servicios ofrecidos par el desarrollo son bastante
mas numerosas que las que disfrutan de elias" (Ibid.).
La Endclica plantea Ia cuesti6n social en el plano €tico, como un deber moral (parrs. 9 y 38) y una exigencia de !a justicia (parr. 10). El bien
comiin esta fntimamente vinculado con la justicia, la justifica obliga la solidaridad yes el media a traves del cual se alcanza Ia paz (parrs. 18, 74, 78)
y "el desarrollo es el nombre nuevo de Ia paz" (Endclica Populorum
Progressio, parr. 87).
Bien comUn, solidaridad, desarrollo y paz son, pues, conceptos fntinamente vinculados entre sf. "Los hombres tienen un destine comlin... el
Jien, a! cual estamos llamados todos y Ia felicidad a Ia que aspiramos, [que]
10 se obtienen sin el esfuerzo y empefio de todos sin excepci6n, con Ia
:onsiguiente renuncia al propio egofsmo" (Encfclica Sollicitudo rei socialis,
Jarr. 26). Yes importante puntualizar que "asi como se puede pecar por
>goismo, por afan de ganancia exagerada y de poder, se puede fa! tar tam·
)i€n -ante las urgentes necesidades de unas muchedumbres hundidas en
,] subdesarrollo- por temor,indecisi6n y, en el fondo, por cobardia" (parr.
!6).
El Papa acepta que las decisiones sabre el desarrollo -que no puede
imitarse al aspecto puramente econ6mico (parr. 15)- son de caracter pollicc. Pero deben enderezarse hacia Ia justicia y el bien comltn (parr. 35).
'ero "ninglln grupo social, por ejemplo ningUn partido, tiene derecho a
1surpar el papel de unico guia porque ella supone Ia destrucci6n de Ia
·erdadera subjetividad de Ia sociedad y de las personas·ciudadanos, como
curre con el totalitarismo. En esta situaci6n el hombre, el pueblo se con-
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Doctrina
61
vierte en 'objeto', no obstante todas las declaraciones contrarias y las promesas verbales" (parr. 15).
EI desarrollo no puede olvidar Ia "naturaleza especifica del hombre"
(parr.29), de donde "no seria verdaderamente digno del hombre un tipo de
desarrollo que no respetara y promoviera los derechos de las Naciones y de
los pueblos" (parr. 32) tanto en el arden interno como en el internacional,
con !a respectiva responsabilidad de los dirigentes dentro de Ia igualdad
fundamental y de Ia libertad de los hombres (Ibid.).
En Am€rica Latina el desempleo, Ia violencia, el terrorismo, el hambre que nos azota por prirnera vez desde Ia Colo!lia, tienen rakes primordialmente internas y como tales son responsabilidad de los dirigentes.
Tenemos grupos privilegiados (Ia clase politica, los empresarios, los pro·
pietarios, los sindicatos, los que tienen trabajo) y Iumpen, los marginados,
los de la economia informal. Y cada cual trata a su manera de defender sus
privilegios y, si se puede, de aumentarlos. Vale la pena recordar aquf que
los "pobres de espfritu" no son necesariamente los pobres (que pueden ser
avaros con lo poco que tienen) sino los que no convierten lo que tienen,
llamese riqueza material, privilegios o poder, en idolo. Los que no son po·
bres de espiritu en el sentido evangelico son los modernos paganos que
adoran las cosas materiales que, como deda el Antiguo Testamento, son
hechas por la mano del hombre y no ven, ni oyen, ni entienden.
Los bienes materiales o el poder o los privilegios se entienden como
los talentos que se nos dan para hacerlos rendir fruto, como en Ia parabola.
Hay que entender Io que !a Iglesia propane: enderezar nuestros esfuerzos
hacia una "civilizaci6n del amor" (d. Documento de Puebla, parr. 8 y Discurso de S.S. Juan Pablo II a los dirigentes colombianos, Bogota, Palacio de
Nariiio, julio 1 de 1986) que es Iaboriosidad, honestidad, participaci6n,
pnlctica de la justicia y la caridad, valores cristianos, convivencia armoniosa, respeto a los derechos humanos, paz, concordia, educaci6n y respeto
por los principios evangelicos. Todo es posible lograrlo si los cristianos
ponemos en nuestro coraz6n la palabra "amor" y los no cristianos las palabras "bien comU.n".
La sociedad politica sera buena y correspondera a los fines para los
cuales ha sido constituida, si respeta el bien comltn. La sociedad poHtica
sera tiranica si pone otros bienes (los individuales, por ejemplo) u otros fines (el poder, por ejemplo) antes del bien comun.
Es claro que el bien comtin tiene un contenido especial dentro de la
filosoffa cristiana. Pero no se requiere ser cristiano para entender que Ia
comunidad humana necesita ese elemento para sobrevivir civilizadamente.
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