Tropiques: André Breton en el Caribe Aparte de México, fue quizás el Caribe (Martinica y Haití) el lugar que más excitó la imaginación surrealista en Latinoamérica. La reseña del libro L’Ile Magique publicada por el surrealista Michel Leiris en la revista Documents 6 (1929) parece ser, en tal contexto, una premonición del encuentro. Según Leiris aunque la supuesta superioridad de Occidente la había llevado a juzgar la magia como superstición, aun había personas privilegiadas en quienes la civilización todavía no había podido destruir el poder primitivo y para quienes todos los días había revelaciones sobrenaturales. Aunque esta referencia se hacía específicamente sobre Haití es importante mencionarla porque evidencia la mentalidad con que los Surrealistas europeos afrontaron su llegada al Caribe en general y delinea a la vez los puntos de aceptación y resistencia de los intelectuales locales frente al movimiento francés. La revista literaria Tropiques publicada en Martinica entre 1941 y 1945 invitaba en sus paginas a los escritores de la isla a una revolución desde adentro. El llamado era a romper tanto con el clasicismo francés como con el exotismo facilista que se esperaba de una isla del Caribe y a introducir en su lugar una literatura original basada en el mito, en la experiencia dolorosa de la esclavitud y en la sensación de una identidad perdida. Autofinanciada y con un tiraje inicial de 1000 ejemplares que luego por dificultades económicas descendió a 600 la revista trimestral, que publicaba poesía así como ensayos, sirvió de plataforma a algunos intelectuales locales pero también dio a conocer autores poco leídos en la isla como el etnólogo alemán Leo Frobenius, el poeta francés André Breton y el pensador cubano Alejo Carpentier entre otros. Tropiques trabajó en dos frentes: desarrollando la cultura negra de las Antillas y comprometiéndose con la lucha contra Vichy lo que le valió fuertes adversarios. La publicación fue censurada por el gobierno desde 1943 hasta el colapso del régimen de Pétain en el Caribe en1944. Claramente se temía a las ideas expresadas allí. Tropiques no dejó de existir pero si cambió su tono. De acuerdo con René Ménil, uno de sus editores, los lectores sabían que era necesario leer entre líneas e interpretar silencios para encontrar su verdadero mensaje. Por ejemplo a través de artículos sobre folklore antillano y fauna local el grupo de pensadores buscaba incentivar un sentido de pertenencia en sus habitantes. En conversación con Jacqueline Leiner sobre Tropiques el poeta martiniqués Aimé Césaire afirma: “[…] toda la vida he trabajado para que las Antillas puedan expresarse por si mismas, comunicar, crear. Para lograrlo, era absolutamente necesario un centro de reflexión, un espacio para el pensamiento, es decir una revista…” (Ollé-Laprune, p.379) La lucha anticolonial de los editores de Tropiques empezó en sus días como estudiantes de la Sorbona en Paris a mediados de la década de 1920. Habiendo llegado a la conclusión de que las oportunidades que Francia les ofrecía eran realmente falsas los poetas martiniqueses Pierre Yoyote y Jules Marcel Monnerot publican en 1932 el primer y único numero del más claro antecedente de la revista Tropiques. La revista Légitime Défense (nombrada así por el texto de Breton del mismo nombre publicado en 1926) tenía como propósito combatir la mentalidad colonialista no solamente de Europa sino de la burguesía del Caribe. En su declaración inaugural se apegaban al Surrealismo al que se sentían ligados sin reservas: “ … buscamos todo aquello que el Surrealismo nos ha enseñado a buscar. Estamos dispuestos a utilizar la enorme maquinaria que ha puesto en marcha Freud para disolver la familia burguesa…”(Bernal, p.138) Los integrantes de Legitime Défense dentro de los cuales estaba Réne Ménil (futuro coeditor de Tropiques) veían en el Surrealismo un cambio en el discurso de “los blancos”. Más aun los poetas del movimiento de vanguardia francés parecían estar renunciando a su estatus de blancos para denunciar a su raza como bárbaros al tiempo que resaltaba la virtud de lo primitivo que frecuentemente identificaron con la cultura negra. Dos años más tarde en 1934 aparece el único numero de L’Etudiant Noire editado entre otros por el poeta martiniqués Aimé Césaire. En el caso de L’Etudiant Noire el Surrealismo no era considerado como una escuela a seguir o como un fin en si mismo sino como un medio y un aliado en la lucha anticolonial. En 1931 el Surrealismo había hecho una de sus primeras manifestaciones publicas de anticolonialismo al criticar la Feria Colonial organizada en los Bosques de Vincenne cerca de Paris en un texto titulado “Humanitarismo asesino”. Esto además de su internacionalismo, su identificación con la clase trabajadora enraizado en el materialismo dialéctico de Hegel y Marx y sus filosofías de liberación hizo que hubiera la posibilidad de una empatía entre ellos y los teóricos de Tropiques. En una entrevista con el periodista antillano René Bélance, Breton afirmaba: “El Surrealismo es un aliado de la gente de color, porque siempre ha estado de su parte contra toda forma de pillaje…; por otra parte, porque existen afinidades muy profundas entre el llamado pensamiento “primitivo” y el pensamiento surrealista: los dos buscan derrocar la hegemonía de la consciencia en la vida cotidiana.” (Bernal, p.154) La primera parte de esta afirmación acercó a Breton a Tropiques, la segunda como era de esperarse, causó controversia al equiparar la cultura negra con lo primitivo. Breton llega a Martinica En junio de 1940 la inminente caída de Francia ante el régimen de Hitler pone en peligro a muchos Surrealistas que abandonan Europa, su puerto de entrada a Nueva York, destino final de muchos de ellos fue el Caribe. Así, casi por accidente el Surrealismo llegó al Caribe para apoyar la lucha de dos grupos ideológicos, en Haití el grupo se reunió alrededor de la publicación La Ruche y en Martinica alrededor de Tropiques. El poeta francés André Breton y el pintor André Masson estaban entre quienes llegaron a Fort de France, capital de Martinica en abril de 1941 huyendo de la guerra. Esta escala de un mes antes de alcanzar su destino final, resultó ser toda una revelación, especialmente para Breton. Tan pronto como llegaron Breton y el resto de los pasajeros del buque Capitain Paul Lemerle que incluían al poeta Victor Serge, el antropólogo Claude LeviStrauss y el pintor cubano Wifredo Lam fueron puestos en un campo de prisioneros improvisado en un antiguo leprocomio acusados de ser fugitivos del régimen de Vichy. A Breton especialmente se le tenía confinado por miedo a que buscara difundir en la isla sus ideas revolucionarias, sin embargo no era a Breton al que había que temer el germen de la revolución se encontraba ya en la isla. Después de una semana de confinamiento Breton y su familia logran salir del campo. En una de sus caminatas por la ciudad esperando el barco que los llevaría a Nueva York se encuentra con un ejemplar de la revista Tropiques y entra en contacto con el grupo editorial. En su texto “Un gran poeta negro: Aimé Césaire” (1944) Breton describe así su encuentro con la revista: “No podía darle crédito a mis ojos: lo que se estaba diciendo era exactamente lo que necesitaba ser dicho, no solo de la mejor manera, sino de la manera más contundente… Esta tierra que él [Césaire] estaba revelando y que sus amigos ayudaban a explorar, si, también era mi tierra, era nuestra tierra.” Según Breton en Césaire se hallaba la mayor tribulación de la humanidad en la que el conocimiento de más alto grado interfiere con los poderes mágicos. Breton percibió en Césaire el aire fresco que necesitaba la cultura occidental en crisis, dicho en sus propias palabras: “… La primera bocanada de aire fresco y revitalizador, hecho para calmarnos, viene de un hombre negro.” Más adelante en su texto describe la primera reunión que tuvo con Césaire y declara su admiración: “Esa tarde, con la compuertas de la vegetación suntuosamente abiertas ante nosotros, experimenté la recompensa de sentirme en tal comunión con uno de estos poetas, de saber que él, entre todos los hombres, contaba con la bendición del libre albedrío y de ser esencialmente incapaz de distinguir su voluntad de la mía.” Este encuentro resultó benéfico para las dos partes: Breton y Césaire hallaron uno en el otro la afirmación de sus pensamientos. Césaire sabía de Breton desde sus días en Paris, pero nunca antes había estado tan cercano al Surrealismo. Tropiques al igual que el Surrealismo, exaltaba el poder de la poesía como una actividad del espíritu que actúa sobre el mundo y transforma la vida. (Richardson, p.14) Bajo esta observación las contribuciones de André Breton a la revista fueron de particular importancia. Aimé Césaire mismo afirma que a partir del tercer numero (momento en el que Breton empieza a ser colaborador) la publicación cambia de tono. “El aporte de Breton fue el atrevimiento; nos ayudó a formarnos una opinión resuelta; redujo nuestras búsquedas y nuestras incertidumbres. Me percaté de que Breton y el Surrealismo ya habían resuelto la mayoría de los problemas que me planteaba…Eso nos ayudó a ganar tiempo, a ir mas rápido, a llegar más lejos…” (Ollé-Laprune, p.380-81) Sin embargo el encuentro antes mencionado no fue tan idílico como aparenta. Tropiques fue el punto de tensión de posiciones contradictorias. Por un lado, en Breton es el punto en el que el francés se debate entre sus posturas anticolonialistas y el colonialismo del que más tarde fuera acusado. Por otro lado, al interior del grupo editorial de la revista se puede ver el conflicto entre rendirse a la corriente surrealista o luchar por sus propios intereses sin intervención foránea. Afinidades innegables A pesar de consolidarse alredor de una lucha conjunta los textos de Tropiques no reflejan una filosofía única y homogénea sino diferentes formas de pensar que se muestran muchas veces opuestas. Uno de los puntos de cristalización de esta situación es la actitud frente al Surrealismo. Aunque compartían posturas claramente anticoloniales Tropiques aceptó, no sin polémica, contribuciones de los integrantes del Surrealismo que, como ya vimos, vieron con fascinación los planteamientos intelectuales y políticos de la publicación. Esta aceptación se dio gracias a que el Surrealismo era percibido por los intelectuales caribeños como un movimiento revolucionario que les aportaría armas para su lucha anticolonial. En su artículo retrospectivo “Por una lectura crítica de Tropiques” René Ménil hace evidente su reticencia a clasificar la publicación como surrealista aunque admite la inclinación: “en este caso estamos viendo la inscripción de una escritura en otra, en otras palabras una escritura (Caribeña) que se desarrolla con el trasfondo de otra literatura (francesa).” (Richardson, p.71). Menil tenía razón Tropiques no era una revista surrealista, sin embargo son innegables los vínculos ideológicos que se establecieron entre sus editores y André Breton. Tres miembros de Tropiques definieron su tono: Suzanne Césaire, René Ménil y naturalmente Aimé Césaire cada uno con una aproximación muy particular al movimiento de vanguardia francés. Mientas Ménil fue consistentemente surrealista desde su texto “Nacimiento de nuestras artes” hasta sus variadas referencias al concepto de lo maravilloso trabajado en los manifiestos de Breton, e inclusive en sus criticas, Aimé Césaire se mantuvo oscilante entre el movimiento Negritud y el Surrealismo. Por su parte los escritos de Suzanne Césaire repartían sus alianzas entre el Surrealismo y otros pensadores como Leo Frobenius, Alejo Carpentier y Ligia Cabrera. En Tropiques 8/9 (1943) Suzanne Césaire publica la que va a ser la aproximación más analítica al Surrealismo que se dio al interior de la revista en su artículo “1943:El Surrealismo y nosotros”. Suzanne Césaire era uno de los más fervientes defensores del Surrealismo. Para ella, el movimiento de vanguardia francés no estaba muerto como muchos afirmaban a principios de la década de 1940. Al contrario, consideraba que había evolucionado de ser una fuerza liberadora de la mente contra la lógica occidental, a adquirir una responsabilidad más importante como liberador del mundo de las garras del poder imperialista. Césaire afirma: “Ni por un instante durante los duros años de dominación del régimen de Vichy, se desvaneció aquí la imagen de la libertad, y el Surrealismo fue responsable de ello… Así, lejos de contradecir, reducir o desviar nuestra actitud revolucionaria ante la vida, el Surrealismo la enfocó, Alimentó una fuerza impaciente en nuestro interior, manteniendo sin cesar el vasto ejército de las negaciones.” (Bernal, p.148) A principios de 1942 Suzanne Césaire empezó a denunciar a través de Tropiques lo que ella denominaba la literatura de hamaca y afirmaba al estilo surrealista “la poesía verdadera esta en otra parte… La poesía martiniquesa será caníbal o no será.” (Sharpley-Whiting, p.82) Por supuesto en este nuevo “modo caníbal” los escritores de Tropiques, específicamente los esposos Césaire, adoptaron como herramientas criticas y artísticas de preferencia la Negritud y el Surrealismo. Por su parte Suzanne Césaire uso el Surrealismo para temperar las propuestas africanistas de Negritud e incluir en cambio la especificidad de la situación en Martinica. En su artículo “El descontento de una civilización”, publicado en el numero 5 de Tropiques (1942), Suzanne Césaire se queja de una falta de producción cultural propia de Martinica y afirma que todo intento ha fallado porque al no reconocer su verdadera naturaleza el martiniqués vive una vida que no es la suya. Ahora, dice, se les hace un llamado a reconocerse a si mismos. “El Surrealismo nos ha devuelto algunas de nuestras posibilidades, queda en nuestras manos encontrar otras posibilidades bajo su luz.” (Richardson, p.99) Según Césaire no se trata de un retorno o una resurrección del pasado africano, es cuestión de movilizar todas las fuerzas vitales combinadas en esta tierra en donde la raza es el resultado de una continua mezcla. Es cuestión de hacerse consciente de la formidable masa de energías que hasta ahora han estado atrapadas. Estaba convencida que los extremos: blanco y negro o civilizado y salvaje que se manifestaban como una carga sobre sus coterráneos serían trascendidos por el Surrealismo: “La estupidez colonial se purificará en la llama azul del soldador. Nuestro valor como metales, nuestro filo de acero cortante, nuestras asombrosas comuniones serán redescubiertas. Surrealismo cuerda floja de nuestra esperanza.” (Bernal,148) Si bien Suzanne Césaire veía al Surrealismo como el movimiento que había devuelto al Caribe un abanico de posibilidades, estaba segura de que era responsabilidad de cada uno explorar a su manera esas posibilidades. A pesar de su devoción por el Surrealismo, Césaire también tenía sus reservas, su principal reparo estaba relacionado con la visión romántica de la raza negra que manifestaba Breton. Ella creía que la construcción de una identidad en Martinica como nación post-colonial dependía de observar su cultura en el estado actual y explorar su multiplicidad, y no simplemente del pasado africano idealizado que Breton presentaba como una de las mejores fuentes de “autenticidad” de Martinica. Este reparo que tiene Suzanne Césaire es cercano a la posición de un segundo miembro fundador de Tropiques: Réne Ménil. Para Ménil el Surrealismo era no solamente una herramienta vital, sino también un medio de reflexión que podía ser aplicado a la situación del Caribe. René Ménil como Suzanne Cesaire consideraba importante la asimilación y restructuración de las posibilidades que ofrecía el Surrealismo : “Los textos poéticos de Tropiques distorsionaban las formas Surrealistas francesas para dar lugar a otras en una nueva estructura literaria impuesta por las circunstancias socio-históricas del Caribe, en una época determinada.” (Bernal, p.151) A pesar de sus intereses y afinidades, puede decirse que Ménil parecía mantener una oposición abierta a ciertas actitudes del Surrealismo con respecto al Caribe y America Latina en general que tenían un tinte de exotismo. Ménil consideraba que las aproximaciones del Surrealismo a Martinica caían en un “primitivismo irreflexivo” que hacía mucho daño tanto a la imagen de la isla desde afuera como a la imagen que los martiniqueses tenían de si mismos. Ménil dudaba de las intensiones del grupo surrealista en su lucha contra el colonialismo porque según él dentro del grupo había un afán evidente por hallar lo extraño y explorarlo. Ménil acusaba a los Surrealistas de forzar a los artistas y escritores latinoamericanos a adoptar la ilusión de lo maravilloso para dar forma a sus ideales de un Nuevo Mundo. En sus años de formación en Paris, René Ménil había expresado ya su preocupación por la gente de color del Caribe que pensaban como los blancos europeos y las implicaciones de este comportamiento para la cultura martiniquesa. No obstante, también advirtió acerca del riesgo de caer en el extremo opuesto, en su texto: “Observaciones generales sobre el escritor de color en el Caribe” explica de que manera la asimilación había hecho que la literatura martiniquesa fuera descriptiva y aburridora y cómo los escritores se habían vuelto ajenos a su propio ser y sus pasiones. La solución propuesta a esta extrañeza fue puesta en marcha en Tropiques: “El negro de las antillas debe reconocer sus propias pasiones primero y expresarse sólo a si mismo oponiéndose a lo que es útil, es decir a través del camino del sueño y la poesía. En la trayectoria de su esfuerzo hallará las imágenes fantásticas de las que las estatuas de África y Oceanía son solo una expresión; los poemas, cuentos y el jazz de los americanos negros y el trabajo de los franceses, el cual más allá de la industria y mediante el poder de la pasión y los sueños, ha capturado el brillo de África.” (Richardson, p.107) La operación de auto afirmarse a través de lo exótico, no solo servía como confirmación de la imagen de America creada por Europa, permitiendo que una consciencia externa la definiera, sino también a favor de la burguesía, con lo cual se reforzaba el colonialismo. De acuerdo con Ménil el Surrealismo había sido degradado a una actitud y estilo en los que la reflexión critica es sustituida por la mistificación. El ensayo de Ménil “Acerca del exotismo colonial” fue publicado tiempo después de que los Surrealistas dejaran Martinica como una reacción frente a la producción literaria de los surrealistas franceses en Nueva York tras su experiencia en el Caribe. Aunque los Surrealistas declaraban no recurrir a lo exótico, sus recuentos de experiencias en el Caribe y America Latina son testimonio de lo contrario. Ejemplos claros de ello son: Martinica encantadora de serpientes y sus colaboraciones en revistas como VVV, View y Hemispheres. El relato de André Breton sobre Martinica fue publicado por primera vez en Pour la Victoire en Nueva York (1942), cinco años más tarde en colaboración con André Masson, publicó Martinica encantadora de serpientes. El libro ilustrado por André Masson muestra una visión romántica de la isla como era de esperarse y exalta su naturaleza. Breton identifica “naturaleza voluptuosa” con lo “esencial” y “puro”, ensalza la abundancia de la naturaleza del lugar y con frecuencia habla de ella como de una belleza que esconde peligros. De frente a las acusaciones de exotismo Breton y Masson en el capítulo del libro titulado Dialogue Créole afirman que el hecho de haber nacido en Europa no los imposibilita para admirar otros lugares: “Exotismo, podría uno decir erradamente, exotismo, palabra al descuido. Pero ¿qué significa exotismo? Todo el mundo es nuestro; sólo por haber nacido al lado de un sauce llorón no quiere decir que tenga que dedicar mi arte a éste, más bien limitado, vínculo.” Si para Suzanne Césaire el Surrealismo era un destello de esperanza, para Aimé Césaire representaba una herramienta poderosa, un arma milagrosa. Aimé Césaire es de los tres editores el que se acerca más en sus textos al Surrealismo en su forma. En el artículo “Llamando al mago: unas palabras por una civilización del Caribe” publicado en el Haití Journal en 1944 con ocasión de la visita de Cesaire a Haití, Césaire afirma que la verdadera manifestación de la civilización es el mito, algo que Breton defendió desde su primer manifiesto. Y declara su admiración por el poeta francés que llegaría a Haití un año más tarde para iniciar uno de los episodios más míticos y controversiales de la historia del Surrealismo en el Caribe. No solo en términos de ideas se acerca Césaire a Breton en el numeral 12 de esta especie de propuesta de unión antillana dice: “Lo más vital es reestablecer un contacto personal, fresco, conmovedor y mágico con las cosas. La revolución será social y poética o no será”. En los últimos tres apartes del texto Césaire empieza haciendo un llamado al mago, claramente el mago no era otro que el Papa negro del Surrealismo. Aunque Césaire se había negado a unirse a las discusiones entre el Surrealismo parisino y los círculos literarios comunistas debido a su concepción nihilista de la revolución surrealista, ahora que lo tenía tan cerca, el Surrealismo constituía, según él, la confirmación de su pensamiento. Césaire sostuvo toda su vida que él tuvo ideas cercanas al Surrealismo aun antes de conocer a Breton, y lo explica por que tuvo los mismos mentores (Lautremont, Mallarmé, etc). Y afirma: “… mi poesía no surgía de los manifiestos surrealistas de Breton sino de las corrientes que ya preparaban el surrealismo.” (Ollé-Laprune, p.380) Aunque reconoció que su encuentro con Breton fue muy importante en su vida, en ocasiones parece dar a entender que habría alcanzado el mismo punto en su lucha anticolonial aun si no lo hubiera conocido: “Estaba dispuesto a aceptar el Surrealismo porque ya había avanzado por mi cuenta, utilizando como referencia los mismos autores que habían influenciado a los poetas surrealistas. Su pensamiento y el mío tenían puntos de referencia en común. El Surrealismo me suministró lo que había estado buscando con tanto afán y lo acepté con alegría porque en ello he encontrado más una confirmación que una revelación. Era un arma que explotaba el idioma francés. Transformaba absolutamente todo.” (Bernal, p.150) Sin embargo, al igual que su esposa Aimé Césaire difería del grupo en su idea de que exista en Martinica una esencia negra. Césaire dio inicio a una poesía para el Nuevo Mundo basada en la transgresión y la actividad colaborativa cultural, en tanto que los surrealistas parecían rechazar tal contacto y catalogarlo de contaminación carente de autenticidad. A pesar de la evidente admiración de Césaire por Breton, su acercamiento al Surrealismo estaba lejos de ser servil. Según Césaire el Surrealismo se había acomodado a sus ideas y a Martinica: “se podría decir que Martinica hechizó a Breton” dijo Césaire sin darse cuenta de que no fue tanto Martinica sino él mismo lo que hechizó a Breton. La gran admiración de Breton hacia Césaire se debía a que reconocía que para este poeta la relación entre la revolución artística y la política era menos problemática de lo que lo era para el mismo. Césaire se las había arreglado para equilibrar la subjetividad de su poesía con las fuerzas objetivas de la historia - era, de acuerdo con Breton, “un hombre negro que manejaba el idioma francés como ningún blanco es capaz de hacerlo hoy en día.” Evidentemente Breton veía a Césaire como dueño de una inspiración inalcanzable para los blancos y sostenía: “hoy, nuestro guía a través del territorio inexplorado, es un hombre negro.” Césaire por su lado logró canibalizar al Surrealismo, lo absorbió y lo invistió exitosamente con sus ropajes políticos dándoles una nueva fuerza. En Martinica así como en Haití, el Surrealismo tiene una encarnación inesperada en términos del sueño de Breton de poner la revolución en acción. Aunque la relación entre Surrealismo, política y revolución estuvo allí desde los inicios del Surrealismo en Francia este como movimiento de vanguardia no tuvo nunca en Europa el impacto político que tuvo en el Caribe. Lo que hace que el caso del Caribe sea tan especial es que allí establece una relación estrecha con “la política dura” que fue más alla de la retórica de la libertad, revolución y protesta. El Surrealismo fue uno de los marcos conceptuales de la lucha negra en el Caribe, allí la poética y la política se alinearon en una forma que no se ve en ningún otro lado para impulsar una verdadera revolución social. Maria Clara Bernal. PhD Profesora Asociada- Universidad de Los Andes Bogotá - Colombia Fuentes: Philippe Ollé-Laprune Ed. Para leer a Aimé Césaire, Fondo de Cultura Económica, 2008 Maria Clara Bernal, Más allá de lo maravilloso: el surrealismo y el Caribe, Ediciones Uniandes, 2007 Michael Richardson Ed., Refusal of the Shadow: Surrealism and the Caribbean, Verso, 1996 T. Denean Sharpley-Whiting, Negritude Women, Minnesota UP, 2002.