Tropiques: André Breton en el Caribe Aparte de México, fue quizás

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Tropiques: André Breton en el Caribe
Aparte de México, fue quizás el Caribe (Martinica y Haití) el lugar que más
excitó la imaginación surrealista en Latinoamérica. La reseña del libro L’Ile
Magique publicada por el surrealista Michel Leiris en la revista Documents 6
(1929) parece ser, en tal contexto, una premonición del encuentro. Según
Leiris aunque la supuesta superioridad de Occidente la había llevado a juzgar
la magia como superstición, aun había personas privilegiadas en quienes la
civilización todavía no había podido destruir el poder primitivo y para quienes
todos los días había revelaciones sobrenaturales. Aunque esta referencia se
hacía específicamente sobre Haití es importante mencionarla porque
evidencia la mentalidad con que los Surrealistas europeos afrontaron su
llegada al Caribe en general y delinea a la vez los puntos de aceptación y
resistencia de los intelectuales locales frente al movimiento francés.
La revista literaria Tropiques publicada en Martinica entre 1941 y 1945
invitaba en sus paginas a los escritores de la isla a una revolución desde
adentro. El llamado era a romper tanto con el clasicismo francés como con el
exotismo facilista que se esperaba de una isla del Caribe y a introducir en su
lugar una literatura original basada en el mito, en la experiencia dolorosa de
la esclavitud y en la sensación de una identidad perdida.
Autofinanciada y con un tiraje inicial de 1000 ejemplares que luego por
dificultades económicas descendió a 600 la revista trimestral, que publicaba
poesía así como ensayos, sirvió de plataforma a algunos intelectuales locales
pero también dio a conocer autores poco leídos en la isla como el etnólogo
alemán Leo Frobenius, el poeta francés André Breton y el pensador cubano
Alejo Carpentier entre otros.
Tropiques trabajó en dos frentes: desarrollando la cultura negra de las
Antillas y comprometiéndose con la lucha contra Vichy lo que le valió fuertes
adversarios. La publicación fue censurada por el gobierno desde 1943 hasta
el colapso del régimen de Pétain en el Caribe en1944. Claramente se temía a
las ideas expresadas allí.
Tropiques no dejó de existir pero si cambió su tono. De acuerdo con René
Ménil, uno de sus editores, los lectores sabían que era necesario leer entre
líneas e interpretar silencios para encontrar su verdadero mensaje. Por
ejemplo a través de artículos sobre folklore antillano y fauna local el grupo de
pensadores buscaba incentivar un sentido de pertenencia en sus habitantes.
En conversación con Jacqueline Leiner sobre Tropiques el poeta martiniqués
Aimé Césaire afirma: “[…] toda la vida he trabajado para que las Antillas
puedan expresarse por si mismas, comunicar, crear. Para lograrlo, era
absolutamente necesario un centro de reflexión, un espacio para el
pensamiento, es decir una revista…” (Ollé-Laprune, p.379)
La lucha anticolonial de los editores de Tropiques empezó en sus días como
estudiantes de la Sorbona en Paris a mediados de la década de 1920.
Habiendo llegado a la conclusión de que las oportunidades que Francia les
ofrecía eran realmente falsas los poetas martiniqueses Pierre Yoyote y Jules
Marcel Monnerot publican en 1932 el primer y único numero del más claro
antecedente de la revista Tropiques. La revista Légitime Défense (nombrada
así por el texto de Breton del mismo nombre publicado en 1926) tenía como
propósito combatir la mentalidad colonialista no solamente de Europa sino de
la burguesía del Caribe. En su declaración inaugural se apegaban al
Surrealismo al que se sentían ligados sin reservas:
“ … buscamos todo aquello que el Surrealismo nos ha
enseñado a buscar. Estamos dispuestos a utilizar la
enorme maquinaria que ha puesto en marcha Freud
para disolver la familia burguesa…”(Bernal, p.138)
Los integrantes de Legitime Défense dentro de los cuales estaba Réne Ménil
(futuro coeditor de Tropiques) veían en el Surrealismo un cambio en el
discurso de “los blancos”. Más aun los poetas del movimiento de vanguardia
francés parecían estar renunciando a su estatus de blancos para denunciar a
su raza como bárbaros al tiempo que resaltaba la virtud de lo primitivo que
frecuentemente identificaron con la cultura negra.
Dos años más tarde en 1934 aparece el único numero de L’Etudiant Noire
editado entre otros por el poeta martiniqués Aimé Césaire. En el caso de
L’Etudiant Noire el Surrealismo no era considerado como una escuela a
seguir o como un fin en si mismo sino como un medio y un aliado en la lucha
anticolonial.
En 1931 el Surrealismo había hecho una de sus primeras manifestaciones
publicas de anticolonialismo al criticar la Feria Colonial organizada en los
Bosques de Vincenne cerca de Paris en un texto titulado “Humanitarismo
asesino”. Esto además de su internacionalismo, su identificación con la clase
trabajadora enraizado en el materialismo dialéctico de Hegel y Marx y sus
filosofías de liberación hizo que hubiera la posibilidad de una empatía entre
ellos y los teóricos de Tropiques.
En una entrevista con el periodista antillano René Bélance, Breton afirmaba:
“El Surrealismo es un aliado de la gente de color,
porque siempre ha estado de su parte contra toda
forma de pillaje…; por otra parte, porque existen
afinidades muy profundas entre el llamado
pensamiento “primitivo” y el pensamiento surrealista:
los dos buscan derrocar la hegemonía de la
consciencia en la vida cotidiana.” (Bernal, p.154)
La primera parte de esta afirmación acercó a Breton a Tropiques, la segunda
como era de esperarse, causó controversia al equiparar la cultura negra con
lo primitivo.
Breton llega a Martinica
En junio de 1940 la inminente caída de Francia ante el régimen de Hitler pone
en peligro a muchos Surrealistas que abandonan Europa, su puerto de
entrada a Nueva York, destino final de muchos de ellos fue el Caribe. Así,
casi por accidente el Surrealismo llegó al Caribe para apoyar la lucha de dos
grupos ideológicos, en Haití el grupo se reunió alrededor de la publicación La
Ruche y en Martinica alrededor de Tropiques.
El poeta francés André Breton y el pintor André Masson estaban entre
quienes llegaron a Fort de France, capital de Martinica en abril de 1941
huyendo de la guerra. Esta escala de un mes antes de alcanzar su destino
final, resultó ser toda una revelación, especialmente para Breton. Tan pronto
como llegaron Breton y el resto de los pasajeros del buque Capitain Paul
Lemerle que incluían al poeta Victor Serge, el antropólogo Claude LeviStrauss y el pintor cubano Wifredo Lam fueron puestos en un campo de
prisioneros improvisado en un antiguo leprocomio acusados de ser fugitivos
del régimen de Vichy. A Breton especialmente se le tenía confinado por
miedo a que buscara difundir en la isla sus ideas revolucionarias, sin
embargo no era a Breton al que había que temer el germen de la revolución
se encontraba ya en la isla.
Después de una semana de confinamiento Breton y su familia logran salir del
campo. En una de sus caminatas por la ciudad esperando el barco que los
llevaría a Nueva York se encuentra con un ejemplar de la revista Tropiques y
entra en contacto con el grupo editorial.
En su texto “Un gran poeta negro: Aimé Césaire” (1944) Breton describe así
su encuentro con la revista:
“No podía darle crédito a mis ojos: lo que se estaba
diciendo era exactamente lo que necesitaba ser dicho,
no solo de la mejor manera, sino de la manera más
contundente… Esta tierra que él [Césaire] estaba
revelando y que sus amigos ayudaban a explorar, si,
también era mi tierra, era nuestra tierra.”
Según Breton en Césaire se hallaba la mayor tribulación de la humanidad en
la que el conocimiento de más alto grado interfiere con los poderes mágicos.
Breton percibió en Césaire el aire fresco que necesitaba la cultura occidental
en crisis, dicho en sus propias palabras: “… La primera bocanada de aire
fresco y revitalizador, hecho para calmarnos, viene de un hombre negro.”
Más adelante en su texto describe la primera reunión que tuvo con Césaire y
declara su admiración:
“Esa tarde, con la compuertas de la vegetación
suntuosamente abiertas ante nosotros, experimenté la
recompensa de sentirme en tal comunión con uno de
estos poetas, de saber que él, entre todos los
hombres, contaba con la bendición del libre albedrío y
de ser esencialmente incapaz de distinguir su
voluntad de la mía.”
Este encuentro resultó benéfico para las dos partes: Breton y Césaire
hallaron uno en el otro la afirmación de sus pensamientos. Césaire sabía de
Breton desde sus días en Paris, pero nunca antes había estado tan cercano
al Surrealismo.
Tropiques al igual que el Surrealismo, exaltaba el poder de la poesía como
una actividad del espíritu que actúa sobre el mundo y transforma la vida.
(Richardson, p.14) Bajo esta observación las contribuciones de André Breton
a la revista fueron de particular importancia. Aimé Césaire mismo afirma que
a partir del tercer numero (momento en el que Breton empieza a ser
colaborador) la publicación cambia de tono.
“El aporte de Breton fue el atrevimiento; nos ayudó a
formarnos una opinión resuelta; redujo nuestras
búsquedas y nuestras incertidumbres. Me percaté de
que Breton y el Surrealismo ya habían resuelto la
mayoría de los problemas que me planteaba…Eso
nos ayudó a ganar tiempo, a ir mas rápido, a llegar
más lejos…” (Ollé-Laprune, p.380-81)
Sin embargo el encuentro antes mencionado no fue tan idílico como
aparenta. Tropiques fue el punto de tensión de posiciones contradictorias.
Por un lado, en Breton es el punto en el que el francés se debate entre sus
posturas anticolonialistas y el colonialismo del que más tarde fuera acusado.
Por otro lado, al interior del grupo editorial de la revista se puede ver el
conflicto entre rendirse a la corriente surrealista o luchar por sus propios
intereses sin intervención foránea.
Afinidades innegables
A pesar de consolidarse alredor de una lucha conjunta los textos de
Tropiques no reflejan una filosofía única y homogénea sino diferentes formas
de pensar que se muestran muchas veces opuestas. Uno de los puntos de
cristalización de esta situación es la actitud frente al Surrealismo. Aunque
compartían posturas claramente anticoloniales Tropiques aceptó, no sin
polémica, contribuciones de los integrantes del Surrealismo que, como ya
vimos, vieron con fascinación los planteamientos intelectuales y políticos de
la publicación. Esta aceptación se dio gracias a que el Surrealismo era
percibido por los intelectuales caribeños como un movimiento revolucionario
que les aportaría armas para su lucha anticolonial.
En su artículo retrospectivo “Por una lectura crítica de Tropiques” René Ménil
hace evidente su reticencia a clasificar la publicación como surrealista
aunque admite la inclinación: “en este caso estamos viendo la inscripción de
una escritura en otra, en otras palabras una escritura (Caribeña) que se
desarrolla con el trasfondo de otra literatura (francesa).” (Richardson, p.71).
Menil tenía razón Tropiques no era una revista surrealista, sin embargo son
innegables los vínculos ideológicos que se establecieron entre sus editores y
André Breton.
Tres miembros de Tropiques definieron su tono: Suzanne Césaire, René
Ménil y naturalmente Aimé Césaire cada uno con una aproximación muy
particular al movimiento de vanguardia francés.
Mientas Ménil fue consistentemente surrealista desde su texto “Nacimiento
de nuestras artes” hasta sus variadas referencias al concepto de lo
maravilloso trabajado en los manifiestos de Breton, e inclusive en sus criticas,
Aimé Césaire se mantuvo oscilante entre el movimiento Negritud y el
Surrealismo. Por su parte los escritos de Suzanne Césaire repartían sus
alianzas entre el Surrealismo y otros pensadores como Leo Frobenius, Alejo
Carpentier y Ligia Cabrera.
En Tropiques 8/9 (1943) Suzanne Césaire publica la que va a ser la
aproximación más analítica al Surrealismo que se dio al interior de la revista
en su artículo “1943:El Surrealismo y nosotros”. Suzanne Césaire era uno de
los más fervientes defensores del Surrealismo. Para ella, el movimiento de
vanguardia francés no estaba muerto como muchos afirmaban a principios de
la década de 1940. Al contrario, consideraba que había evolucionado de ser
una fuerza liberadora de la mente contra la lógica occidental, a adquirir una
responsabilidad más importante como liberador del mundo de las garras del
poder imperialista. Césaire afirma:
“Ni por un instante durante los duros años de dominación del
régimen de Vichy, se desvaneció aquí la imagen de la libertad, y el
Surrealismo fue responsable de ello… Así, lejos de contradecir,
reducir o desviar nuestra actitud revolucionaria ante la vida, el
Surrealismo la enfocó, Alimentó una fuerza impaciente en nuestro
interior, manteniendo sin cesar el vasto ejército de las negaciones.”
(Bernal, p.148)
A principios de 1942 Suzanne Césaire empezó a denunciar a través de
Tropiques lo que ella denominaba la literatura de hamaca y afirmaba al estilo
surrealista “la poesía verdadera esta en otra parte… La poesía martiniquesa
será caníbal o no será.” (Sharpley-Whiting, p.82) Por supuesto en este nuevo
“modo caníbal” los escritores de Tropiques, específicamente los esposos
Césaire, adoptaron como herramientas criticas y artísticas de preferencia la
Negritud y el Surrealismo. Por su parte Suzanne Césaire uso el Surrealismo
para temperar las propuestas africanistas de Negritud e incluir en cambio la
especificidad de la situación en Martinica.
En su artículo “El descontento de una civilización”, publicado en el numero 5
de Tropiques (1942), Suzanne Césaire se queja de una falta de producción
cultural propia de Martinica y afirma que todo intento ha fallado porque al no
reconocer su verdadera naturaleza el martiniqués vive una vida que no es la
suya. Ahora, dice, se les hace un llamado a reconocerse a si mismos. “El
Surrealismo nos ha devuelto algunas de nuestras posibilidades, queda en
nuestras manos encontrar otras posibilidades bajo su luz.” (Richardson, p.99)
Según Césaire no se trata de un retorno o una resurrección del pasado
africano, es cuestión de movilizar todas las fuerzas vitales combinadas en
esta tierra en donde la raza es el resultado de una continua mezcla. Es
cuestión de hacerse consciente de la formidable masa de energías que hasta
ahora han estado atrapadas.
Estaba convencida que los extremos: blanco y negro o civilizado y salvaje
que se manifestaban como una carga sobre sus coterráneos serían
trascendidos por el Surrealismo:
“La estupidez colonial se purificará en la llama azul
del soldador. Nuestro valor como metales, nuestro filo
de acero cortante, nuestras asombrosas comuniones
serán redescubiertas. Surrealismo cuerda floja de
nuestra esperanza.” (Bernal,148)
Si bien Suzanne Césaire veía al Surrealismo como el movimiento que había
devuelto al Caribe un abanico de posibilidades, estaba segura de que era
responsabilidad de cada uno explorar a su manera esas posibilidades.
A pesar de su devoción por el Surrealismo, Césaire también tenía sus
reservas, su principal reparo estaba relacionado con la visión romántica de la
raza negra que manifestaba Breton. Ella creía que la construcción de una
identidad en Martinica como nación post-colonial dependía de observar su
cultura en el estado actual y explorar su multiplicidad, y no simplemente del
pasado africano idealizado que Breton presentaba como una de las mejores
fuentes de “autenticidad” de Martinica.
Este reparo que tiene Suzanne Césaire es cercano a la posición de un
segundo miembro fundador de Tropiques: Réne Ménil. Para Ménil el
Surrealismo era no solamente una herramienta vital, sino también un medio
de reflexión que podía ser aplicado a la situación del Caribe.
René Ménil como Suzanne Cesaire consideraba importante la asimilación y
restructuración de las posibilidades que ofrecía el Surrealismo : “Los textos
poéticos de Tropiques distorsionaban las formas Surrealistas francesas para
dar lugar a otras en una nueva estructura literaria impuesta por las
circunstancias socio-históricas del Caribe, en una época determinada.”
(Bernal, p.151)
A pesar de sus intereses y afinidades, puede decirse que Ménil parecía
mantener una oposición abierta a ciertas actitudes del Surrealismo con
respecto al Caribe y America Latina en general que tenían un tinte de
exotismo. Ménil consideraba que las aproximaciones del Surrealismo a
Martinica caían en un “primitivismo irreflexivo” que hacía mucho daño tanto a
la imagen de la isla desde afuera como a la imagen que los martiniqueses
tenían de si mismos. Ménil dudaba de las intensiones del grupo surrealista en
su lucha contra el colonialismo porque según él dentro del grupo había un
afán evidente por hallar lo extraño y explorarlo. Ménil acusaba a los
Surrealistas de forzar a los artistas y escritores latinoamericanos a adoptar la
ilusión de lo maravilloso para dar forma a sus ideales de un Nuevo Mundo.
En sus años de formación en Paris, René Ménil había expresado ya su
preocupación por la gente de color del Caribe que pensaban como los
blancos europeos y las implicaciones de este comportamiento para la cultura
martiniquesa. No obstante, también advirtió acerca del riesgo de caer en el
extremo opuesto, en su texto: “Observaciones generales sobre el escritor de
color en el Caribe” explica de que manera la asimilación había hecho que la
literatura martiniquesa fuera descriptiva y aburridora y cómo los escritores se
habían vuelto ajenos a su propio ser y sus pasiones. La solución propuesta a
esta extrañeza fue puesta en marcha en Tropiques:
“El negro de las antillas debe reconocer sus propias
pasiones primero y expresarse sólo a si mismo
oponiéndose a lo que es útil, es decir a través del
camino del sueño y la poesía. En la trayectoria de su
esfuerzo hallará las imágenes fantásticas de las que
las estatuas de África y Oceanía son solo una
expresión; los poemas, cuentos y el jazz de los
americanos negros y el trabajo de los franceses, el
cual más allá de la industria y mediante el poder de la
pasión y los sueños, ha capturado el brillo de África.”
(Richardson, p.107)
La operación de auto afirmarse a través de lo exótico, no solo servía como
confirmación de la imagen de America creada por Europa, permitiendo que
una consciencia externa la definiera, sino también a favor de la burguesía,
con lo cual se reforzaba el colonialismo. De acuerdo con Ménil el Surrealismo
había sido degradado a una actitud y estilo en los que la reflexión critica es
sustituida por la mistificación. El ensayo de Ménil “Acerca del exotismo
colonial” fue publicado tiempo después de que los Surrealistas dejaran
Martinica como una reacción frente a la producción literaria de los surrealistas
franceses en Nueva York tras su experiencia en el Caribe. Aunque los
Surrealistas declaraban no recurrir a lo exótico, sus recuentos de
experiencias en el Caribe y America Latina son testimonio de lo contrario.
Ejemplos claros de ello son: Martinica encantadora de serpientes y sus
colaboraciones en revistas como VVV, View y Hemispheres.
El relato de André Breton sobre Martinica fue publicado por primera vez en
Pour la Victoire en Nueva York (1942), cinco años más tarde en colaboración
con André Masson, publicó Martinica encantadora de serpientes. El libro
ilustrado por André Masson muestra una visión romántica de la isla como era
de esperarse y exalta su naturaleza. Breton identifica “naturaleza voluptuosa”
con lo “esencial” y “puro”, ensalza la abundancia de la naturaleza del lugar y
con frecuencia habla de ella como de una belleza que esconde peligros. De
frente a las acusaciones de exotismo Breton y Masson en el capítulo del libro
titulado Dialogue Créole afirman que el hecho de haber nacido en Europa no
los imposibilita para admirar otros lugares:
“Exotismo, podría uno decir erradamente, exotismo,
palabra al descuido. Pero ¿qué significa exotismo?
Todo el mundo es nuestro; sólo por haber nacido al
lado de un sauce llorón no quiere decir que tenga que
dedicar mi arte a éste, más bien limitado, vínculo.”
Si para Suzanne Césaire el Surrealismo era un destello de esperanza, para
Aimé Césaire representaba una herramienta poderosa, un arma milagrosa.
Aimé Césaire es de los tres editores el que se acerca más en sus textos al
Surrealismo en su forma. En el artículo “Llamando al mago: unas palabras
por una civilización del Caribe” publicado en el Haití Journal en 1944 con
ocasión de la visita de Cesaire a Haití, Césaire afirma que la verdadera
manifestación de la civilización es el mito, algo que Breton defendió desde su
primer manifiesto. Y declara su admiración por el poeta francés que llegaría a
Haití un año más tarde para iniciar uno de los episodios más míticos y
controversiales de la historia del Surrealismo en el Caribe.
No solo en términos de ideas se acerca Césaire a Breton en el numeral 12 de
esta especie de propuesta de unión antillana dice: “Lo más vital es
reestablecer un contacto personal, fresco, conmovedor y mágico con las
cosas. La revolución será social y poética o no será”. En los últimos tres
apartes del texto Césaire empieza haciendo un llamado al mago, claramente
el mago no era otro que el Papa negro del Surrealismo.
Aunque Césaire se había negado a unirse a las discusiones entre el
Surrealismo parisino y los círculos literarios comunistas debido a su
concepción nihilista de la revolución surrealista, ahora que lo tenía tan cerca,
el Surrealismo constituía, según él, la confirmación de su pensamiento.
Césaire sostuvo toda su vida que él tuvo ideas cercanas al Surrealismo aun
antes de conocer a Breton, y lo explica por que tuvo los mismos mentores
(Lautremont, Mallarmé, etc). Y afirma: “… mi poesía no surgía de los
manifiestos surrealistas de Breton sino de las corrientes que ya preparaban el
surrealismo.” (Ollé-Laprune, p.380)
Aunque reconoció que su encuentro con Breton fue muy importante en su
vida, en ocasiones parece dar a entender que habría alcanzado el mismo
punto en su lucha anticolonial aun si no lo hubiera conocido:
“Estaba dispuesto a aceptar el Surrealismo porque ya
había avanzado por mi cuenta, utilizando como
referencia los mismos autores que habían
influenciado a los poetas surrealistas. Su pensamiento
y el mío tenían puntos de referencia en común. El
Surrealismo me suministró lo que había estado
buscando con tanto afán y lo acepté con alegría
porque en ello he encontrado más una confirmación
que una revelación. Era un arma que explotaba el
idioma francés. Transformaba absolutamente todo.”
(Bernal, p.150)
Sin embargo, al igual que su esposa Aimé Césaire difería del grupo en su
idea de que exista en Martinica una esencia negra. Césaire dio inicio a una
poesía para el Nuevo Mundo basada en la transgresión y la actividad
colaborativa cultural, en tanto que los surrealistas parecían rechazar tal
contacto y catalogarlo de contaminación carente de autenticidad.
A pesar de la evidente admiración de Césaire por Breton, su acercamiento al
Surrealismo estaba lejos de ser servil. Según Césaire el Surrealismo se había
acomodado a sus ideas y a Martinica: “se podría decir que Martinica hechizó
a Breton” dijo Césaire sin darse cuenta de que no fue tanto Martinica sino él
mismo lo que hechizó a Breton. La gran admiración de Breton hacia Césaire
se debía a que reconocía que para este poeta la relación entre la revolución
artística y la política era menos problemática de lo que lo era para el mismo.
Césaire se las había arreglado para equilibrar la subjetividad de su poesía
con las fuerzas objetivas de la historia - era, de acuerdo con Breton, “un
hombre negro que manejaba el idioma francés como ningún blanco es capaz
de hacerlo hoy en día.” Evidentemente Breton veía a Césaire como dueño de
una inspiración inalcanzable para los blancos y sostenía: “hoy, nuestro guía a
través del territorio inexplorado, es un hombre negro.”
Césaire por su lado logró canibalizar al Surrealismo, lo absorbió y lo invistió
exitosamente con sus ropajes políticos dándoles una nueva fuerza. En
Martinica así como en Haití, el Surrealismo tiene una encarnación inesperada
en términos del sueño de Breton de poner la revolución en acción.
Aunque la relación entre Surrealismo, política y revolución estuvo allí desde
los inicios del Surrealismo en Francia este como movimiento de vanguardia
no tuvo nunca en Europa el impacto político que tuvo en el Caribe. Lo que
hace que el caso del Caribe sea tan especial es que allí establece una
relación estrecha con “la política dura” que fue más alla de la retórica de la
libertad, revolución y protesta. El Surrealismo fue uno de los marcos
conceptuales de la lucha negra en el Caribe, allí la poética y la política se
alinearon en una forma que no se ve en ningún otro lado para impulsar una
verdadera revolución social.
Maria Clara Bernal. PhD
Profesora Asociada- Universidad de Los Andes
Bogotá - Colombia
Fuentes:
Philippe Ollé-Laprune Ed. Para leer a Aimé Césaire, Fondo de Cultura
Económica, 2008
Maria Clara Bernal, Más allá de lo maravilloso: el surrealismo y el Caribe,
Ediciones Uniandes, 2007
Michael Richardson Ed., Refusal of the Shadow: Surrealism and the
Caribbean, Verso, 1996
T. Denean Sharpley-Whiting, Negritude Women, Minnesota UP, 2002.
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