¿Qué es el nuevo orden mundial? Harold Covington ¿Qué es el nuevo orden mundial? Harold Covington 1997 ¿Qué es el nuevo orden mundial? Quienes pertenecen a todo el espectro de alternativas políticas tienden a malinterpretar en cierta medida el término nuevo orden mundial, generalmente como un modo de designar al gobierno, los judíos, los trilaterales, los bancos multinacionales o, simplemente, ellos. El nuevo orden mundial es todas esas cosas, pero no es únicamente una colección de instituciones y grupos de personas, es una idea, una genuina (si bien malvada) visión del futuro de la humanidad. La mejor descripción que he oído es que supone la concepción de una gran plantación global de consumidores, un orden social y económico gobernado por una minúscula e inmensamente rica élite anglo-sionista, que regirá una población mundial homogénea de siervos industriales con la piel de color café, producto de la mezcla forzosa de todas las razas hoy presentes en la Tierra. Otro modo de describir el nuevo orden mundial sería como el desarrollo final del capitalismo. A lo largo de varios siglos, primero Europa, y después el resto del mundo, se han debatido entre dos filosofías contrapuestas, ambas de origen judío. El capitalismo emerge del colapso del sistema feudal y la infiltración de banqueros hebreos y prestamistas en la economía europea durante el Renacimiento. El marxismo, más reciente, recibe su nombre, como es sabido, del hijo del rabino de Tréveris, Karl Marx, pero tiene realmente un origen más antiguo y un tanto oscuro. Podréis haber oído historias y rumores procedentes del siglo XVII y, por supuesto, el episodio de Adam Weishaupt en el siglo XVIII. Nunca he acabado de creer del todo en esa historia de los Iluminati, pero lo cierto es que hay elementos marxistas muy definidos en la Revolución Francesa, Hebert y sus seguidores, etc. No es este ni el momento ni el lugar para hacer una larga digresión sobre la historia e ideología de esas dos fuerzas en competencia, pero, básicamente, el marxismo y el capitalismo comparten su concepción materialista y esencialmente judaica de la humanidad y la condición humana. Ambos consideran al hombre como un animal económico y ven a los seres humanos como unidades intercambiables de producción y consumo. Las personas son, meramente, componentes de la gran máquina económica que es tanto el mercado como la dictadura del proletariado; animales humanos que sólo tienen necesidades materiales que únicamente han de satisfacerse de forma mínima en orden a mantenerles en su función dentro de la economía. Las personas carecen de necesidades espirituales, identidad, cultura, raza, religión, aspiraciones o pensamiento independiente; existen exclusivamente para que se les instale como repuestos y trabajar hasta que se rompen o desgastan, entonces el sistema las retira, se deshace de ellas e instala una pieza de recambio. Es esencial comprender que tal opinión acerca de la gente es propia tanto del capitalismo como del marxismo, porque supone una manera de entender al hombre como componente sin alma ni raza de un hormiguero humano, lo que ha significado la imposición en los países capitalistas y socialistas de la idea completamente falsa de la igualdad racial. Ambos sistemas son conscientes de que su ideología es errónea, pues los hombres no son unidades económicas sin alma con el solo propósito de trabajar, consumir y generar beneficios para la élite. Pero en lugar de aceptar la naturaleza humana y reajustar sus ideologías (así como renunciar a sus beneficios y estatus de élite), el marxismo y el capitalismo por igual buscan transformar a la humanidad en una masa sin mente ni cultura de dóciles trabajadores de piel tostada. Por eso el marxismo y el capitalismo son diabólicos, por pretender recrear a la especie humana conforme a lo -1- que, según sus ideas, hombres y mujeres deberían ser. Desafían a Dios. Como dos doctores Frankenstein moralmente dementes, el marxismo y el capitalismo han decidido que pueden mejorar la obra del Creador. En la actualidad es obvio que el marxismo per se ha perdido la competición, pero el capitalismo ha absorbido, hasta ahora, un cierto número de aspectos referentes a la cobertura social que son propios del marxismo y, de este modo, lo que tenemos es un nuevo tipo de miscelánea entre los dos; si bien, hay algunos signos de que el capitalismo retorna a su forma decimonónica originaria del laissez faire y, en el próximo siglo, su desenfrenado poder puede haber eliminado todos los rasgos del marxismo asimilados durante la época en que estuvieron en competencia. En cualquier caso, el capitalismo se ha impuesto y se mueve a toda velocidad para obtener el control del planeta entero y sus recursos, así como para crear una flexible fuerza de trabajo de piel tostada; todo lo cual, requiere la formación de una plantación global con el objetivo de generar obscenos beneficios a niveles que el mundo jamás ha visto. Los Estados Unidos encabezan, por supuesto, este esfuerzo, y detrás de los Estados Unidos tenemos a la estructura de poder mundial de las corporaciones. Podemos ver una evidencia de todo ello en la creciente tendencia a la intervención militar de una esquina a otra del mundo, lo que es, realmente, un tipo de conquista gradual; los cascos azules acuden a establecer la paz y, por alguna razón, nunca son capaces de hacerlo. Podemos verlo en el virtual abandono de cualquier clase de control de la inmigración en Norteamérica y toda Europa; los países blancos se ven inundados por el fango del tercer mundo y podemos observar ya las referencias en los medios de comunicación a eliminar el racismo mediante la eliminación de la raza, es decir, la mezcla racial masiva y obligatoria. Podemos verlo en la forzosa unificación de Europa, en NAFTA y GATT, en el saqueo de Rusia y los países de Europa del este a manos de bucaneros empresariales, en... bueno, os hacéis una idea. Todo esto ocurre a nuestro alrededor. Cuando estudiéis las noticias desde este punto vista, os daréis cuenta que muchos acontecimientos repentinos empiezan a cobrar sentido. El papel de los judíos en este proceso no debería ignorarse, pero tampoco sobrevalorarse. Son una parte significativa del problema, pero no íntegramente el problema (en esencia, el problema radica en la debilidad espiritual y la confusión que moran en el interior de los hombres blancos de todo el mundo; una vez que el blanco cambie su modo de pensar y recobre su antiguo coraje, nuestra victoria será una certeza) Para el ario hay una sola alternativa. La vimos en como el III Reich y la nación alemana se negaron durante doce gloriosos años a actuar como ratas en un laberinto a cambio de un pedazo de queso. En 1933, los alemanes escaparon de la plantación, lo que llevó al mundo entero a forzarlos a regresar. Pero los tiempos han cambiado y el nuevo orden mundial es, de hecho, más débil, desorganizado, corrupto, confuso e incapaz de sofocar rebeliones de lo que era en 1939. El nacionalsocialismo sobrevive incluso en Alemania, a pesar de la más implacable persecución. Al igual que el marxismo, el zozobrante capitalismo no hace lo que tiene que hacer, por más que cumpla con su función de una manera más eficaz, pero será sólo por un tiempo limitado. El nuevo orden mundial ha comenzado a dar muestras de torpeza. Si me lo permitís, acabaré con una paráfrasis de la vieja propaganda marxista: “Puedes pensar que los nacionalsocialistas chocamos la cabeza contra un muro. Y eso hacemos, pero si el muro está en mal estado se le derribará con unos pocos golpes firmes.” -2- “...el marxismo y el capitalismo por igual buscan transformar a la humanidad en una masa sin mente ni cultura de dóciles trabajadores de piel tostada. Por eso el marxismo y el capitalismo son diabólicos, por pretender recrear a la especie humana conforme a lo que, según sus ideas, hombres y mujeres deberían ser.” (Harold Covington)